Teorías De Relaciones Internacionales En El Siglo Xxi - Interpretaciones Críticas Desde México

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Teorías de Relaciones Internacionales en el siglo XXI Interpretaciones críticas desde México

Teorías de Relaciones Internacionales en el siglo XXI Interpretaciones críticas desde México

Jorge Alberto Schiavon Uriegas Adriana Sletza Ortega Ramírez Marcela López-Vallejo Olvera Rafael Velázquez Flores Editores

Asociación Mexicana de Estudios Internacionales, A.C. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C. El Colegio de San Luis, A.C. Universidad Autónoma de Baja California Universidad Autónoma de Nuevo León Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla

A los estudiantes y estudiosos de las Relaciones Internacionales en México

Esta investigación fue dictaminada por pares académicos Teorías de relaciones internacionales en el siglo XXI: interpretaciones críticas desde México / editor Jorge Alberto Schiavon Uriegas … [et al.]. -- México: Asociación Mexicana de Estudios Internacionales: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla: Centro de Investigación y Docencia Económicas: El Colegio de San Luis: Universidad Autónoma de Baja California: Universidad Autónoma de Nuevo León: Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, 2016. Segunda edición 584 páginas; 23 cm. ISBN: 978-607-9367-80-0 1. Relaciones internacionales – Enseñanza superior – México. 2. Relaciones internacionales – Filosofía. 3. Relaciones internacionales – Historia. 4. Constructivismo (Filosofía). I. Schiavon, Jorge A., ed. II. Asociación Mexicana de Estudios Internacionales. III. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. IV. Centro de Investigación y Docencia Económicas. V. El Colegio de San Luis. VI. Universidad Autónoma de Baja California. VII. Universidad Autónoma de Nuevo León. VIII. Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla, 2016. JZ1238.M46 T467 2016 Segunda edición: Agosto de 2016

© D.R. 2016 Jorge Alberto Schiavon Uriegas, Adriana Sletza Ortega Ramírez, Marcela López-Vallejo Olvera y Rafael Velázquez Flores Las características de esta publicación son propiedad de: D.R. © Asociación Mexicana de Estudios Internacionales, A.C. D.R. © Benemérita Universidad Autónoma de Puebla D.R. © Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C. D.R. © El Colegio de San Luis, A.C. D.R. © Universidad Autónoma de Baja California D.R. © Universidad Autónoma de Nuevo León D.R. © Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio, sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales. Impreso y hecho en México/Printed and made in Mexico

ÍNDICE

Introducción Jorge Alberto Schiavon Uriegas, Adriana Sletza Ortega Ramírez, Marcela López-Vallejo Olvera y Rafael Velázquez Flores

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PRIMERA PARTE LA DISCIPLINA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES I. El surgimiento y el desarrollo de la disciplina de las Relaciones Internacionales Luis Ochoa Bilbao, Jorge Alberto Schiavon Uriegas, Marta Tawil Kuri y Rafael Velázquez Flores II. ¿Deben ser consideradas las Relaciones Internacionales una disciplina autónoma? David Jamile Sarquís Ramírez III. El oscuro objeto de las Relaciones Internacionales. ¿Qué es hoy “lo internacional” en un mundo transnacionalizado y gubernamentalizado? Isidro Morales Moreno IV. Los tres niveles de análisis Rafael Velázquez Flores, Marcela Maldonado Bodart y José Manuel Vázquez Godina V. Pensamiento internacional latinoamericano Alfonso Sánchez Múgica VI. Sociología histórica y las Relaciones Internacionales Luis Ochoa Bilbao VII. Economía política internacional José Luis León-Manríquez

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VIII. Debates y diálogo entre positivismo y pospositivismo en Relaciones Internacionales Alberto Lozano Vázquez IX. La enseñanza de las teorías de las Relaciones Internacionales Marco Aurelio Fernando Carlos Almazán St. Hill

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SEGUNDA PARTE ENFOQUES TEÓRICOS CLÁSICOS X. Idealismo clásico Rafael Velázquez Flores y Ana Bárbara Mungaray Moctezuma XI. Teoría normativa internacional Alejandro Chávez Segura XII. Teoría de la paz democrática Arturo Santa Cruz

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XIII. Realismo clásico Rafael Velázquez Flores y Salvador Gerardo González Cruz

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XIV. Realismo estructural Jessica Lillian De Alba Ulloa

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XV. La Escuela Inglesa de la Teoría de Relaciones Internacionales: una aproximación conceptual José Luis García Aguilar XVI. Marxismo y teoría del imperialismo Salvador Vázquez Vallejo XVII. La teoría de la dependencia y los nuevos esquemas de dependencia económica Juan Carlos Gachúz Maya XVIII. La teoría general de sistemas: una opción teórica para el estudio de las Relaciones Internacionales Luz Araceli González Uresti

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XIX. El liberalismo institucional Juan Pablo Prado Lallande XX. La teoría de la interdependencia Jorge Alberto Schiavon Uriegas XXI. Constructivismo José Jesús Bravo Vergara y Miguel Ángel Sigala Gómez

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TERCERA PARTE ENFOQUES Y DEBATES TEÓRICOS CONTEMPORÁNEOS XXII. Teoría de la transición de poder Ana Bárbara Mungaray Moctezuma

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XXIII. El nuevo institucionalismo en las Relaciones Internacionales Laura Zamudio González y Jorge Enrique Culebro Moreno

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XXIV. Transnacionalismo Adriana Sletza Ortega Ramírez y Misael González Ramírez

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XXV. Gobernanza global Marcela López-Vallejo Olvera XXVI. Feminismo y género Mónica Trujillo López XXVII. Poscolonialismo/estudios decoloniales y las Relaciones Internacionales Marianne Helena Marchand y Edmundo Meza Rodríguez

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XXVIII. Teoría crítica: Promesa y progreso en Relaciones Internacionales Héctor Cuadra Montiel

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XXIX. Investigar la paz en el ámbito de las Relaciones Internacionales Gerardo Pérez Viramontes

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Sobre los autores

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INTRODUCCIÓN JORGE ALBERTO SCHIAVON URIEGAS ADRIANA SLETZA ORTEGA RAMÍREZ MARCELA LÓPEZ-VALLEJO OLVERA RAFAEL VELÁZQUEZ FLORES

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l lector de estas líneas tiene enfrente la segunda edición del libro Teorías de Relaciones Internacionales en el Siglo XXI: Interpretaciones críticas desde México. Gracias a su amplia aceptación entre la comunidad de internacionalistas, la primera edición se agotó rápidamente ya que varias instituciones académicas han adoptado esta obra como libro de texto para impartir el curso de Teoría de Relaciones Internacionales. Esta versión contiene mejoras significativas e incorpora un nuevo capítulo, así como herramientas pedagógicas para una mejor comprensión de los diferentes enfoques teóricos de las Relaciones Internacionales. Además se suma una institución a este esfuerzo académico: el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). La inclusión de este sello editorial resalta la calidad de los trabajos aquí presentados. En este sentido, esta segunda edición ofrece a los estudiosos de las relaciones internacionales un texto más completo y mejorado para tener un acercamiento más claro y profundo a las principales teorías de la disciplina. El objetivo principal de este libro es presentar a los estudiantes de Relaciones Internacionales (RI) los principales enfoques teóricos de la disciplina. El texto está dirigido a estudiantes de licenciatura, pero también puede ser un instrumento útil para profesores que enseñan la materia de Teoría de Relaciones Internacionales. Normalmente, las teorías de Relaciones Internacionales se han desarrollado en Europa y Estados Unidos. Esto significa que son pocas las contribuciones teóricas que se han generado en América Latina y un escaso número de trabajos se han presentado en México. Por lo tanto, la principal aportación de este libro es que analiza los diferentes enfoques teóricos de las Relaciones Internacionales desde una perspectiva mexicana. 13

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Este libro cuenta con un balance teórico, pues explora desde la ontología del concepto de “relaciones internacionales” y el origen de la disciplina, pasando por una discusión de su objeto y sujeto de estudio, hasta el debate y los diálogos entre las teorías positivistas y pospositivistas. Dentro de este balance también hay una recopilación de los principales argumentos de diversas teorías clásicas y contemporáneas, la cual permite mostrar una discusión actualizada en donde se presentan teorías que están siendo debatidas hoy en día. Lo que este libro propone no es un simple resumen teórico de los autores más reconocidos de la disciplina. El objetivo de cada capítulo es realizar una interpretación crítica desde los ojos de investigadores mexicanos. Por ello, una parte fundamental de cada capítulo es que cuenta con un apartado crítico que evidencia los límites explicativos de cada teoría. En otras palabras, este libro asume que las teorías de Relaciones Internacionales no son una camisa de fuerza en donde hay que manipular la realidad (o la percepción sobre ella) para que la teoría funcione perfectamente. Los colaboradores de este libro consideramos que las teorías deben ser útiles para explicar, interpretar, entender o cambiar la realidad, pero que una teoría nunca permite analizar todos los aspectos de una situación o problema. Siendo así, los colaboradores de este libro invitan a los lectores a que conozcan la variedad de interpretaciones y decidan qué enfoque(s) prefieren para explicar los fenómenos internacionales que son de su interés. Este libro, además, propone elementos pedagógicos que ayudan al profesor y al lector (sea estudiante, tomador de decisiones o público en general) a comprender los postulados generales de cada teoría. A través de ejemplos y casos actuales de las relaciones internacionales, mapas mentales y esquemas, preguntas guía y lecturas recomendadas, cualquier persona interesada en las relaciones internacionales podrá comprender el sentido de las afirmaciones y argumentos planteados en cada capítulo. El libro está dividido en tres grandes apartados. El primero presenta algunas generalidades sobre la disciplina de las Relaciones Internacionales. El segundo contiene las teorías clásicas que surgieron al principio de esta disciplina. El último gran apartado aborda las teorías contemporáneas. En el primer capítulo de la primera parte, Luis Ochoa, Jorge A. Schiavon, Marta Tawil y Rafael Velázquez describen el surgimiento y desarrollo de la disciplina de las Relaciones Internacionales en el mundo y en México. La finalidad de este texto es que sirva como un primer acercamiento del estudiante a la disciplina para que conozca el contexto histórico y cómo éste se vincula con las teorías propias de las RI.

INTRODUCCIÓN

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En el segundo capítulo, David J. Sarquís discute si las Relaciones Internacionales deben ser consideradas como una disciplina autónoma. El autor plantea que la condición disciplinaria de las relaciones internacionales depende en gran medida de una identificación clara y oportuna de un objeto de estudio propio. Derivado de este ejercicio, se discute el análisis, diagnóstico, comprensión y, posteriormente, el desarrollo de una metodología propia aplicable al objeto de estudio. Con esto, se sientan las bases para la construcción intelectual específica de la nueva disciplina. El tercer capítulo presenta una visión general sobre “lo internacional” en un mundo transnacionalizado y gubernamentalizado. En él, Isidro Morales pone especial énfasis en la construcción del concepto westfaliano de “soberanía”, explicando su genealogía tanto histórica como teórica desde los ojos de la teoría posestructuralista. El autor hace una revisión de ideas previas de origen estructuralista, como lo son el marxismo, el imperialismo de Lenin o la teoría de la dependencia. Fundamentándose en autores como Michel Foucault, Michael Hardt, Antonio Negri y Manuel Castells, Isidro Morales resalta conceptos como el biopoder, la gubernamentalización, el imperio y la desnacionalizacióntransnacionalización de las relaciones sociales e individuos. Estas discusiones llevan al autor y al lector a criticar de manera inevitable las teorías clásicas de Relaciones Internacionales, así como a cuestionar el sentido mismo de la disciplina en una era de interconexión y cosmopolitismo. El cuarto capítulo ubicado en esta primera sección analiza los tres niveles de análisis como una herramienta teórico-metodológica para el estudio de los fenómenos internacionales. Rafael Velázquez, Marcela Maldonado Bodart y José Manuel Vázquez apuntan el origen de los tres niveles, los principales supuestos teóricos, así como las principales debilidades y fortalezas que tiene esta herramienta teórica metodológica. Para los autores, los tres niveles de análisis son muy útiles cuando se usan de manera conjunta. Es decir, la utilización de un solo nivel por separado únicamente explica una parte de la realidad y no todo el contexto. Por ello, los autores proponen utilizar los tres niveles para entender los fenómenos de la realidad internacional. En el quinto capítulo, Alfonso Sánchez Múgica analiza una amplia variedad de ideas, conceptos y reflexiones que han surgido en América Latina y el Caribe sobre la realidad regional y mundial, y que forman parte de lo que se conoce como pensamiento latinoamericano. La presencia de un apartado así en un libro de teorías de las Relaciones Internacionales escrito desde México está ampliamente justificado no

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sólo porque México forma parte de esta región y ha contribuido a este cuerpo de ideas de manera relevante, sino porque el pensamiento latinoamericano constituye una aportación muy significativa a las ciencias sociales con ideas que contribuyen a entender la realidad internacional contemporánea. El sexto capítulo pone sobre la mesa de discusión la aportación de la sociología histórica a la disciplina de Relaciones Internacionales, dejando ver que la interpretación histórica es fundamental para ambas. Luis Ochoa Bilbao analiza las premisas de tres autores fundamentales de la sociología clásica, Norbert Elias, Raymond Aron y Marcel Merle, para explicar de forma posterior su influencia en las Relaciones Internacionales. En esta última parte del texto, el autor argumenta que el sociólogo de las relaciones internacionales puede responder diversas preguntas encontrando sus causas de largo plazo. Asimismo, podría explicar las continuidades y los cambios en las relaciones entre actores y el sistema internacional. El séptimo capítulo analiza la relevancia de la Economía Política Internacional (EPI) para el estudio científico de las Relaciones Internacionales. Para alcanzar este objetivo, José Luis León-Manríquez primero describe brevemente las relaciones entre economía y política dentro de una perspectiva interdisciplinaria amplia. Más adelante, el autor profundiza en los orígenes y principales supuestos de la EPI y discute hasta qué punto es una teoría y hasta dónde resulta una herramienta analítica al servicio de distintos enfoques. En conclusión, LeónManríquez considera que la EPI puede utilizarse en las diversas teorías de Relaciones Internacionales. Para ello, ofrece algunos ejemplos de aplicaciones concretas de la EPI en el realismo/neorrealismo, el neoliberalismo institucional y el marxismo/dependencia. El octavo capítulo de esta sección presenta al lector una posibilidad de diálogo entre dos posiciones tradicionalmente asumidas en debate y antagonismo en las RI: positivismo y pospositivismo. Alberto Lozano tiene como objetivos particulares presentar de forma breve cuáles son los debates tradicionales, los antecedentes del debate entre positivismo y pospositivismo, el eventual diálogo entre éstos, la literatura escrita al respecto y su aplicabilidad práctica a temas o problemas del mundo real. El objetivo del autor es guiar al lector en la comprensión de la importancia de un posible diálogo entre estas dos teorías. Para concluir la primera sección, el noveno capítulo aborda las principales debilidades de la enseñanza de la Teoría de las Relaciones Internacionales. Para Marco Almazán, cuatro problemas repercuten

INTRODUCCIÓN

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negativamente en la enseñanza y aprendizaje de las teorías de las RI: la sobreabundancia de publicaciones basadas en ciertos tipos de teorización, la escasez de publicaciones con respecto a otros tipos de teorización, la falta de consenso teórico, y la tendencia a recurrir a métodos y técnicas pasivos para la enseñanza y aprendizaje de teorías de RI a nivel licenciatura. El autor también propone soluciones a estas cuatro problemáticas para mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje. La segunda parte del libro describe y analiza los enfoques clásicos de la realidad internacional e incluye del décimo al vigésimo primer capítulo. El capítulo décimo analiza el idealismo clásico. En la teoría de las RI existen diferentes versiones de idealismo o liberalismo. Por ello, los coordinadores de este libro consideraron oportuno incluir un capítulo sobre el primer enfoque que utilizó la disciplina. En este capítulo, Rafael Velázquez y Ana Bárbara Mungaray describen el surgimiento del enfoque, así como sus principales supuestos teóricos. También identifican sus principales debilidades y fortalezas. De la misma forma, los autores presentan algunos puntos sobre el primer debate de la disciplina: realismo versus idealismo. Para finalizar, los autores incluyen una interpretación de cómo se explica la política exterior de México a partir del idealismo clásico. El décimo primer capítulo de esta sección aborda la teoría normativa. Su autor, Alejandro Chávez Segura, explica el desarrollo de la teoría normativa internacional (TNI) desde sus dimensiones morales y éticas. Esta teoría tiene fundamentos no sólo jurídicos sino filosóficospolíticos, lo cual permite cuestionar expectativas, decisiones, acciones y dilemas que continuamente se presentan en las relaciones internacionales. Las normas, por su fuerza prescriptiva, generan expectativas morales que tienen sustento en las bases de la teoría política, en la filosofía moral y en la teoría de Relaciones Internacionales, con diversos niveles de análisis que sirven para la toma de decisiones. Esto permite renovar las discusiones clásicas en relaciones internacionales sobre la justicia y la injusticia, pero también de manera contemporánea discutir los dilemas sobre comunitarismo etnocentrista y cosmopolitismo, así como las obligaciones morales hacia el “otro” que puede ser el “extranjero”, el “ilegal” o el “enemigo” como objeto de abusos. El autor insiste en cómo las distinciones básicas entre lo particular y lo universal, lo que está fuera y lo que está dentro, las sociedades y el sistema internacional, definitivamente cuestionan los derechos, reglas y responsabilidades de los agentes morales en las relaciones internacionales.

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El capítulo décimo segundo aborda la teoría de la paz democrática (TDP). El autor, Arturo Santa Cruz, revisa y cuestiona las relaciones entre la democracia y la paz internacional. El postulado central “las democracias no hacen la guerra entre sí” ha generado, desde el punto de vista del autor, el desarrollo de un programa de investigación que es actualmente uno de los más importantes en la disciplina de las Relaciones Internacionales por la cantidad de estudios que genera al respecto. Los orígenes de la TDP en las propuestas de Immanuel Kant sobre liberalismo y republicanismo continúan teniendo un impacto en las vinculaciones de investigaciones sobre política interna, política exterior, estados de guerra y de paz internacionales. El autor profundiza en diversas variantes principales de la TPD: monádica, diádica, institucional, normativa y constructivista, así como en las principales críticas a este enfoque sobre su validez y consistencia e incluso explicaciones alternativas a la TDP. El siguiente capítulo analiza el realismo clásico. Aquí, Rafael Velázquez y Salvador González describen y explican los principales aspectos de la teoría realista de las relaciones Internacionales. En la introducción, los autores presentan los conceptos más importantes de esta teoría. El texto se divide en cuatro secciones: los orígenes del realismo, sus principales supuestos, las fortalezas y debilidades de la teoría, y una breve explicación de la política exterior de México con base en el contenido expuesto anteriormente. Así, la primera sección presenta a los principales pensadores –así como sus escritos– que contribuyeron a la construcción teórica del realismo. Mediante el resumen de las obras de Tucídides, Maquiavelo, Hobbes, Carr y Morgenthau, identifica sus principales aportaciones conceptuales y análisis explicativos sobre el Estado y el conflicto internacional. La segunda sección de este mismo capítulo describe con mayor profundidad los pilares conceptuales de la teoría del realismo: el Estado racional y unitario como principal actor del Sistema Internacional (SI), cuyo interés nacional se define en términos de la maximización del poder; la naturaleza anárquica del SI y el equilibrio de poder como la forma de mitigarla; la seguridad como primer tema en la agenda internacional; y los instrumentos de política exterior que concibe esta teoría, es decir, el uso de la fuerza y la diplomacia coercitiva. Continuando con el análisis del realismo, el capítulo décimo cuarto es sobre el realismo estructural. Jessica De Alba Ulloa presenta los diferentes conceptos, elementos teóricos y explicaciones causales del neorrealismo o realismo estructural con base en las aportaciones de los

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principales autores de esta corriente teórica. La primera sección presenta las diferencias más importantes entre el realismo clásico y el neorrealismo. La segunda recopila los postulados y las contribuciones de Kenneth Waltz a la construcción de la teoría neorrealista. Explica el concepto más importante de esta teoría, la estructura, así como los componentes que sirven como eje para el estudio del sistema político internacional, y la posición de los Estados como unidades de esta estructura. La autora enfatiza que la estructura limita el comportamiento de los Estados, lo cual mantiene continuidades en las interacciones entre estos actores. Asimismo, recuerda que la anarquía es un principio fundamental del sistema internacional y examina el papel de las capacidades de los Estados como forma de mitigar esta anarquía. De manera breve, introduce y explica los conceptos de poder, equilibrio de poder, polaridad, alianzas y el dilema de seguridad, los cuales son esenciales para la comprensión de esta teoría. La tercera sección describe las variantes del realismo estructural y pone especial atención en el realismo defensivo y ofensivo, haciendo una amplia revisión de la literatura, pues introduce conceptos de diversos autores como Waltz, Mearsheimer, Ruth Adams, Mastanduno, entre otros. La explicación del realismo defensivo y ofensivo se presenta en cuatro ejes: el poder, la seguridad, el comportamiento de los Estados y los Estados como actores de la estructura. Finalmente, utiliza el caso de la intervención militar en Libia en 2011 para aplicar los conceptos antes expuestos. En este caso, la autora subraya el poder relativo de Libia en el sistema internacional, así como el papel y los intereses de las potencias en esta crisis internacional. En la conclusión, la autora identifica las fortalezas de la teoría y también las críticas que ha recibido. El décimo quinto capítulo de este libro y que fue escrito por José Luis García Aguilar, propone el análisis de la “Escuela Inglesa”, una de las corrientes teóricas contemporáneas en la disciplina de Relaciones Internacionales. La llamada “Escuela Inglesa de Relaciones Internacionales” ha sido poco estudiada desde América Latina y, por supuesto, desde México. El autor sugiere que la Escuela Inglesa es una corriente teórica ecléctica, pues conjunta diferentes aspectos de otras teorías como el realismo, el neorrealismo o el constructivismo. El concepto básico de dicha corriente teórica es la sociedad internacional, la cual, como establece el autor, hace alusión a marcos normativos que asumen que con la soberanía viene intrínsecamente la responsabilidad internacional. El autor, además, nos propone la aplicación práctica de esta corriente

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teórica a la política exterior mexicana, argumentando que aún no se ha podido consolidar un compromiso ético a nivel internacional y, por lo tanto, su participación en la sociedad internacional es muy limitada. El siguiente texto, aborda los supuestos básicos del paradigma marxista para el estudio de Relaciones Internacionales y, en particular, la teoría del imperialismo y sus desarrollos durante el siglo XX. Su autor, Salvador Vázquez Vallejo, toma como base las propuestas de la denominada teoría clásica del imperialismo y las distintas variantes soviéticas, así como aquellas vertientes desarrolladas a partir de divergencias con la URSS de Stalin que supeditó el conflicto clasista en el mundo por consideraciones geopolíticas en el contexto de la Guerra Fría. Este capítulo ofrece un panorama de las distintas formulaciones sobre el imperialismo desarrolladas por los eurocomunistas occidentales a partir de la segunda mitad del siglo XX y también las reconstrucciones teóricas que se hicieron desde el tercer mundo en África, Asia y América Latina en los procesos de descolonización y por parte de movimientos de liberación nacional. El capítulo décimo séptimo, elaborado por Juan Carlos Gachúz, analiza la teoría de la dependencia como un enfoque teórico latinoamericano cuyos preceptos siguen siendo vigentes para explicar problemas estructurales de las economías de países subdesarrollados, sus relaciones de dependencia entre países industrializados y el papel de la inversión extranjera directa e indirecta y su impacto en las economías de estos últimos países. Este capítulo incluye antecedentes donde se explican los inicios de la teoría, el contexto y los académicos y pensadores que desarrollan las bases de este enfoque teórico. Posteriormente, el texto explica las premisas básicas de la teoría, los conceptos centrales, las ideas principales, así como esquemas básicos. El capítulo dedicado a la teoría general de sistemas (TGS) fue escrito por Luz Araceli González Uresti presenta esta teoría como una opción para el estudio de las Relaciones Internacionales. La autora va de lo general a lo particular para presentar la TGS, pues el texto inicia con la exposición de los aspectos más generales de esta teoría y, en cada sección, la información es más específica y enfocada a la aplicación de la misma en el estudio de las Relaciones Internacionales. El capítulo está dedicado a ofrecer una explicación completa y precisa de la TGS. González Uresti inicia con el origen de esta teoría en las ciencias naturales y apunta que su objetivo es explicar la realidad universal como sistemas. Así, el propósito de la TGS es utilizar el concepto de “sistemas” para explicar los diversos elementos del universo como subsistemas que

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interactúan en una totalidad que es un sistema, siendo por tanto aplicable a las relaciones internacionales. Posteriormente, en el capítulo sobre liberalismo institucional en la teoría de las Relaciones Internacionales, Juan Pablo Prado explica en términos teóricos y temporales los elementos básicos para profundizar en esta perspectiva. El concepto principal que el autor utiliza y recuerda a lo largo del capítulo la importancia de la “cooperación internacional” como premisa, propósito y fin del liberalismo institucional vis à-vis el análisis del conflicto que es atendido por las teorías realistas. La primera sección presenta un sucinto resumen de los exponentes más importantes del liberalismo desde el siglo XVII y, posteriormente, subraya que la modernización, en términos teóricos, y la preeminencia del Estado liberal democrático al fin de la Guerra Fría, en términos históricos, son los marcos en los que se inserta el liberalismo moderno. Antes de revisar las diferentes ramas del liberalismo, el autor presenta los supuestos de esta teoría y presta especial atención a la diferencia entre armonía y cooperación. Más adelante, refiere brevemente los elementos más importantes del liberalismo sociológico, el interdependiente, el republicano y el institucional. El vigésimo capítulo está dedicado a la teoría de la interdependencia, en él Jorge A. Schiavon describe, explica y analiza los diferentes elementos de estas teorías en el campo de las Relaciones Internacionales. Además de una recapitulación histórica y una exposición estructurada de esta teoría, el autor la compara con los componentes de la teoría del realismo estructural. Este esfuerzo ayuda al estudiante de Relaciones Internacionales a comprender las similitudes y diferencias que existen entre ambas y, en consecuencia, a poder identificar cuál de ellas es más adecuada para estudiar diversos eventos del sistema internacional. En su capítulo, Schiavon presenta el contexto en cual se concibió la teoría de la interdependencia: la Guerra Fría, el desarrollo económico del bloque capitalista y la globalización. Aquí, el autor describe ampliamente la necesidad de contar con una teoría que pueda explicar la nueva dinámica internacional, ya que la teoría neorrealista muestra importantes limitaciones. En este trabajo, Schiavon presenta los elementos más importantes de la interdependencia compleja como una teoría multidimensional (multiplicidad de actores, instrumentos de poder y temas en la agenda) y, por tanto, antitética a la teoría neorrealista. Por último, aplica esta teoría en un caso hipotético en la relación México-Estados Unidos. El capítulo que cierra esta sección aborda el enfoque constructivista en Relaciones Internacionales. En éste se presenta el contexto en el cual

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la disciplina de las RI adopta este enfoque a partir de la crisis explicativa de los enfoques racionalistas y positivistas que fueron incapaces de predecir el fin de la Guerra Fría. José Jesús Bravo Vergara y Miguel Sigala exponen las principales premisas sobre las que el constructivismo aborda a las relaciones internacionales como relaciones sociales e intersubjetivas y no únicamente como relaciones políticas. El capítulo también explica el entramado conceptual que sustenta a este enfoque. Los autores enfatizan la importancia de las estructuras sociales y las normas, las identidades en la construcción de los intereses de los actores internacionales, así como la capacidad explicativa de las acciones de estos actores a través de dichos conceptos. El último gran apartado del libro presenta versiones alternativas de las Relaciones Internacionales desde enfoques y debates teóricos contemporáneos. Abonando desde diferentes disciplinas sociales, los autores proponen una visión muy crítica, tanto de los objetos/sujetos de estudio como de las teorías positivistas presentadas previamente en este libro. Desde un enfoque que trasciende el positivismo (también llamado “pospositivismo”), los autores proponen que existe la necesidad de emancipación, cambio e inclusión social en un mundo que pareciera cooptado por Estados, élites o grupos que se adjudican la autoridad y ejercen el poder. En estos capítulos se cuestiona la soberanía y las premisas que se han dado por sentadas históricamente en la política internacional. Por ejemplo, algunos autores se preguntan sobre quién y con qué fin se diseñan ciertas normas e instituciones, sobre quién realmente tiene el poder o sobre quién ha construido (y con qué intención) las categorías de análisis y los conceptos de lo que somos y lo que se supone que debemos ser. Esta sección inicia con el capítulo de Ana Bárbara Mungaray quien presenta reflexiones sobre la teoría de la transición de poder. El objetivo de la autora es abordar las generalidades de este enfoque teórico y su importancia como herramienta analítica para el entendimiento de los conflictos internacionales. El capítulo está dividido en tres partes. La primera describe los principales conceptos teóricos que sustentan la teoría. La segunda parte explica la dinámica de la jerarquía internacional y las predicciones más importantes de la misma. Por último, la tercera parte comenta sobre sus relaciones con otras teorías de las Relaciones Internacionales, y de economía y política. El siguiente capítulo se dedica al nuevo institucionalismo en las Relaciones Internacionales. Aquí, Laura Zamudio y Jorge E. Culebro presentan la premisa esencial que guía a la teoría del nuevo institu-

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cionalismo: que las instituciones importan. Por ello, subrayan el papel del individuo en sus relaciones con otros y como sujetos de normas que limitan su comportamiento y sus interacciones. Así, los autores plantean la forma en la que esta teoría se inserta en la disciplina de las relaciones internacionales en el marco del liberalismo institucional y los regímenes internacionales. El capítulo introduce los principales elementos teóricos del nuevo institucionalismo y hace énfasis en que, aun cuando esta teoría ha sido adaptada a los diversos campos de las ciencias sociales, comparte ciertos postulados generales. Posteriormente, los autores describen las áreas principales de la teoría que se inscriben en dos marcos: la versión instrumental y la versión sociológica. El capítulo vigésimo cuarto introduce el enfoque del transnacionalismo, el cual ha adquirido una importancia significativa debido a que hoy las relaciones entre comunidades en diferentes países son más intensas y constantes. Esta característica ha hecho que el sistema internacional sea cada vez más complejo debido al número de actores y asuntos que intervienen en el contexto global. Adriana Ortega y Misael González plantean que, en la teoría de Relaciones Internacionales, la incorporación de lo transnacional ha sido un reto debido a tres problemáticas básicas: 1) las dificultades para superar el Estado-centrismo esencialista que dio origen a la disciplina; 2) caracterizar a los actores no-Estado y ampliar su conceptualización para incluir también a individuos y colectividades, no solamente a líderes, élites y organizaciones; y 3) entender el poder de las interconexiones y de las redes que cruzan las fronteras y sus repercusiones en diversos espacios geográficos. En este capítulo, los autores conceptualizan el término transnacional y abordan los debates sobre los actores no-Estado en las Relaciones Internacionales. Finalmente, explican las principales premisas del transnacionalismo y cuatro de sus conceptos relevantes: las redes, los espacios sociales, los circuitos y la difusión transnacional. El siguiente texto también plantea un enfoque novedoso: la gobernanza global. Todavía los teóricos debaten si el término es un enfoque teórico o simplemente un concepto. En este sentido, Marcela LópezVallejo busca contribuir en la construcción de dicha teoría desde una interpretación mexicana. En opinión de la autora, la teoría de la gobernanza global merece un lugar importante entre las teorías de Relaciones Internacionales. Desde la visión de López-Vallejo, la gobernanza global logra sistematizar diversos conceptos que explican el mundo, en especial después de la Guerra Fría. Sin embargo, la autora reconoce que esta teoría cuenta con diferencias conceptuales cuando se

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trata de lograr consenso en su definición y, sobre todo, cuando se traduce en políticas y prácticas. El capítulo vigésimo sexto presenta el enfoque feminista y de género en las Relaciones Internacionales. A pesar de que las teorías feministas cuentan con una larga trayectoria en otras disciplinas, éstas se incorporan a las RI hasta la década de 1980. Así como los estudios poscoloniales, la integración del feminismo y del enfoque de género a la disciplina aportó un espacio para la inclusión de temas que las teorías clásicas (e incluso algunas teorías críticas) no tenían: la diversidad de identidades y sexualidades vinculadas a la teoría y práctica de las relaciones internacionales. Mónica Trujillo López explica que la desvalorización y la falta de entendimiento de estas comunidades vulnerables y sus enfoques en Relaciones Internacionales han llevado a entender erróneamente que sólo con agregarle el término de “mujer” a un estudio o política pública es suficiente para comprender los sesgos que conceptos como Estado, poder, seguridad, violencia, inequidad o pobreza han tenido a lo largo de la historia. La autora, además, plantea que, derivado de estudios de género, se han desarrollado otros enfoques, como la teoría queer o los estudios de masculinidad, que han incluido a poblaciones otrora invisibles en el estudio y práctica de las Relaciones Internacionales contemporáneas. El siguiente capítulo de esta sección, Marianne H. Marchand y Edmundo Meza Rodríguez exponen el poscolonialismo y las aportaciones de los estudios de descolonización como teorías. Aquí, los autores proponen la reinterpretación de las viejas prácticas coloniales de los grandes imperios. Al reconocer que estas prácticas siguen vigentes, Marchand y Meza evidencian las nuevas formas que éstas toman hoy en día en un contexto en donde existen movimientos informales de bienes, servicios y cuerpos a través de las fronteras. En otras palabras, los autores argumentan que una gran variedad de actividades políticas, sociales y económicas se mantienen fuera del ámbito de competencia de los Estados (y sus leyes), haciendo que los nuevos colonialismos (explotación, tráfico ilegal, dependencia económica, pobreza, discriminación, entre otros) se favorezcan. Para Marchand y Meza, explicar las Relaciones Internacionales desde esta perspectiva teórica implica darle voz y visibilidad a temas que tradicionalmente no son reconocidos por teorías clásicas o globalizantes. El vigésimo octavo capítulo presenta la teoría crítica. Héctor Cuadra Montiel la caracteriza como una teoría sui generis, puesto que dentro de la gama de ideas de las ciencias sociales y de la disciplina de Relaciones

INTRODUCCIÓN

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Internacionales esta teoría evoca la promesa de liberación y emancipación. En otras palabras, la teoría crítica no se entiende sin el vínculo teoría-praxis y llama a la acción como el único mecanismo real para lograr cambios sociales. A través de un recorrido sobre Marx, Gramsci, la Escuela de Frankfurt y autores más contemporáneos como Robert Cox, Stephen Gill, Karl Polanyi, Jürgen Habermas, o Andrew Linklater, el autor propone una discusión sobre el concepto de hegemonía, la importancia de la interpretación histórica, la acción y la resistencia en un contexto de hiperglobalización. En el último capítulo, Gerardo Pérez Viramontes propone un enfoque diferente para tratar la problemática internacional. En lugar de partir de un análisis que defina la paz como ausencia de guerra, el autor propone iniciar desde un enfoque de paz para explicar el conflicto y violencia dentro de los análisis en Relaciones Internacionales. El autor advierte que hay cinco “parcelas” para la construcción de la cultura de la paz que se basan en la clasificación de los tipos de violencia. Por ejemplo, una de las parcelas remite a entender la guerra como una de tantas expresiones de la violencia. En este sentido, para evitar la guerra, el autor enfatiza que la paz es un proceso de construcción social que exige el compromiso explícito y decidido de todas las personas, instituciones y sectores sociales. El capítulo nos deja con la esperanza de cambio y nos alerta sobre el compromiso de los universitarios (estudiantes y profesores) como actores preponderantes en la búsqueda y consecución de la paz. Por último, los editores de este libro desean agradecer el trabajo y el compromiso de cada uno de los autores de los capítulos de este volumen. Sin su valioso empeño y generosidad al seguir puntualmente los lineamientos establecidos por los editores, esta obra no se hubiera concretado. Además, gracias a la realización de dos seminarios, uno en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y otro en el Centro de Investigación y Docencia Económicas, los autores tuvieron la posibilidad de presentar versiones preliminares de sus capítulos para recibir comentarios, ideas y críticas constructivas por parte de los demás participantes. La corrección de los capítulos con base en estas recomendaciones no sólo aumentó la calidad de los mismos, sino que también incrementó la homogeneidad en la estructura de éstos, gracias a la cual logramos un libro muy equilibrado, en el que los capítulos se comunican entre sí. Asimismo, los cuatro editores reconocemos sinceramente el gran trabajo realizado por los dictaminadores anónimos de la obra, puesto que sus observaciones y comentarios ayudaron a mejorar este volumen

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JORGE A. SCHIAVON • ADRIANA SLETZA ORTEGA • MARCELA LÓPEZ-VALLEJO • RAFAEL VELÁZQUEZ

colectivo. Finalmente, agradecen también a las autoridades de cada una de sus instituciones por el apoyo para hacer realidad este proyecto, en especial a los rectores de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), de El Colegio de San Luis (COLSAN), de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), por la confianza y el apoyo ofrecidos a este proyecto. En particular, agradecemos a los directores de las Facultades de Derecho y Ciencias Sociales de la BUAP, al de la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la UABC, al de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública de la UANL y a las autoridades académicas y administrativas del CIDE, de la UPAEP y el Colsan por el apoyo financiero y logístico para publicar este libro. Nuestro objetivo siempre fue, por un lado, contribuir al debate teórico de las Relaciones Internacionales desde una perspectiva mexicana y, por el otro, ayudar a la formación de los estudiantes y estudiosos de esta disciplina, a quienes este libro está dedicado. Sinceramente consideramos que, de forma colectiva, lo hemos conseguido, aunque será el lector de la obra quien tenga la última palabra.

PRIMERA PARTE LA DISCIPLINA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

I. EL SURGIMIENTO Y EL DESARROLLO DE LA DISCIPLINA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

LUIS OCHOA BILBAO JORGE ALBERTO SCHIAVON URIEGAS MARTA TAWIL KURI RAFAEL VELÁZQUEZ FLORES

INTRODUCCIÓN

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esde hace un largo tiempo, ha existido un debate en torno a discutir si las Relaciones Internacionales (RI) son una ciencia independiente, o bien una subdisciplina de la ciencia política. Ambas partes del debate esbozan argumentos válidos. Efectivamente, las RI surgen a partir de los estudios políticos y se ha cuestionado que tengan un método propio y un campo de estudio independiente. También existen defensores de la autonomía de las Relaciones Internacionales como disciplina, quienes argumentan que existe un cuerpo teórico específico para explicar los fenómenos internacionales y un campo de estudio propio. El objetivo de esta introducción no es desarrollar este debate, ya que existe otro capítulo en el libro que profundiza en el mismo. Sin embargo, una premisa de este libro es que las Relaciones Internacionales pueden considerarse como una disciplina científica con teorías propias y con un campo de estudio específico: los fenómenos políticos, sociales, económicos y jurídicos que ocurren en el sistema internacional. Siguiendo esta misma discusión en torno al origen de las RI, a menudo ha existido una confusión sobre el inicio de las Relaciones Internacionales como disciplina científica. Algunos ubican su nacimiento a partir de la Paz de Westfalia en 1648. Otros sugieren que su surgimiento puede establecerse a partir del término de la Primera Guerra Mundial en 1919, mientras que otros argumentan que la Segunda Guerra Mundial dio origen a la disciplina. Cada una de estas versiones tiene argumentos válidos, como se discutirá más adelante. 29

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LUIS OCHOA • JORGE A. SCHIAVON • MARTA TAWIL • RAFAEL VELÁZQUEZ

Siendo así, el objetivo de esta introducción es describir el surgimiento y desarrollo histórico de la disciplina de las Relaciones Internacionales en el mundo y en México. El texto está dividido en dos partes. La primera realiza un recuento histórico del origen de la disciplina de manera general. La segunda parte reseña el inicio de los estudios internacionales en México.

EL SURGIMIENTO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA

Para iniciar la discusión, es importante primero hacer una distinción entre tres conceptos muy similares en naturaleza, pero distintos en la práctica. Un asunto muy distinto es “Relaciones Internacionales” con mayúsculas y otro muy diferente es “relaciones internacionales” con minúsculas. El primer concepto se refiere efectivamente a la disciplina que estudia las interacciones entre los diversos actores del sistema internacional. El segundo es, en la práctica, el objeto de estudio de esa disciplina. Es decir, las Relaciones Internacionales (RI) son una disciplina científica que estudia las “relaciones internacionales”, es decir, los acontecimientos que suceden en el plano mundial. El tercer concepto se trata de las “relaciones interestatales”, en referencia a las interacciones entre los Estados, siendo éstos los principales actores en el sistema internacional. Quizá valdría la pena ahondar un poco más en la definición de las RI, y en la importancia de la teoría, aunque no resulta fácil definir a las RI como disciplina académica. El término relaciones internacionales parece demasiado exclusivo, ya que restringe nuestra atención a las relaciones entre-naciones. Hay varias definiciones. Para algunos, las relaciones internacionales se refieren a las relaciones diplomático-estratégicas entre Estados, y su enfoque es en temas de guerra y paz, conflicto y cooperación. Otros consideran que las relaciones internacionales se refieren a transacciones transfronterizas de todo tipo: políticas, económicas, sociales, etcétera, por lo que quienes defienden esta perspectiva se abocan a defender el estudio de las negociaciones comerciales o el funcionamiento de instituciones intergubernamentales o de organismos no gubernamentales. De nuevo, y con cada vez más frecuencia en este siglo, otros más se enfocan en la globalización y estudian, por ejemplo, la comunicación mundial, sistemas financieros y de transporte, corporaciones de negocios mundiales y la emergencia de una “sociedad civil global”. Ante este panorama, cómo entendemos e interpretamos el mundo depende, en buena medida, de cómo definimos el mundo que estamos tratando de entender e interpretar.

EL SURGIMIENTO Y EL DESARROLLO DE LA DISCIPLINA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

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Siempre es probable que cualquier definición que adoptemos sea controvertida. ¿Cuál es o cuál debería ser el tema o contenido sobre el que los estudiantes de relaciones internacionales están o deberían estar más interesados? ¿Qué enfoques y métodos son útiles para estudiar este tema central, y cómo debe escoger el estudiante de relaciones internacionales entre ellos? ¿Cuáles son algunos de los lineamientos que un académico especialista en relaciones internacionales debe seguir al desarrollar su trabajo en la universidad y en la sociedad? Por teoría de relaciones internacionales puede entenderse el cuerpo de proposiciones generales acerca de las relaciones entre los Estados, o de forma más general, acerca de la política mundial. Es un sistema conceptual que aspira a ofrecer una explicación general y comprehensiva en ocasiones causal, de los fenómenos internacionales. La teoría es una especie de aparato de simplificación que permite decidir qué hechos importan y cuáles no para explicar la realidad internacional. La teoría no es una opción. No existe la posibilidad de decir que no queremos molestarnos en usar una teoría, y que todo lo que queremos hacer es simplemente observar los “hechos”. La única forma mediante la cual se puede decidir qué hechos observar, de los millones posibles, es adhiriendo un aparato de simplificación que pueda decirnos cuáles importan más. Las hipótesis teóricas deben ser explícitas, esto es, siempre se debe buscar ser tan claros y categóricos como sea posible cuando se trata de analizar las relaciones internacionales. La teoría de relaciones internacionales incluye proposiciones normativas, consideraciones morales, legales o racionales. Incluye teorías generales, enfocadas a describir o a prescribir a la política mundial en su conjunto, pero también teorías particulares relacionadas con algún elemento de ella, tales como guerra y paz, estrategia o diplomacia. Asimismo, abarca tanto teorías acerca de la sociedad internacional (organizaciones internacionales, etc.), como teorías que no se interesan en ofrecer alguna orientación a la política o alguna solución a los problemas de carácter práctico o, por el contrario, teorías abiertamente orientadas a la política o con inclinaciones “prácticas”. Incluye, por último, teorías en el modelo clásico de la investigación histórica, filosófica y legal, así como teorías que esperan ser científicas. También ha existido una discusión sobre quién acuñó el término “relaciones internacionales”. Hoy en día, existe un consenso amplio en acreditarle a Jeremy Bentham la invención del término. En su obra Principios de moral y legislación, publicada en 1789, Bentham propuso el término para referirse al vínculo entre los Estados del sistema internacional.

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Ahora bien, cabe preguntarse ¿qué es lo que las RI deben explicar? ¿Deben primordialmente interesarse en el sistema internacional, esto es, las interacciones entre sus unidades? ¿Deben concentrar sus esfuerzos en las unidades en sí mismas? De la respuesta a estas preguntas resultan dos tipos de estrategias de análisis. Una postula que el sistema tiene, por así decirlo, algún tipo de vida en su esencia y que, por lo tanto, debemos comprender los patrones de interacción y entender por qué los actores se comportan de la forma en que lo hacen. La otra postula que hay que observar los movimientos de los actores para comprender al sistema internacional. La inclinación por una u otra respuesta corresponde al estudio, respectivamente, del sistema internacional y de la política exterior. Una de las razones por las que RI es un campo de estudio sumamente interesante es porque ambiciona producir teoría no sólo de la política de un país o de un continente, sino de las relaciones globales. Eso significa que cualquier teoría de RI que pretenda tener validez tiene que ser capaz, en otros aspectos, de tomar en cuenta y trabajar con una multiplicidad de culturas, con el fin de ofrecer una perspectiva del mundo que no sea etnocéntrica. La necesidad de este tipo de apertura a la ambigüedad refleja la importancia y el interés intrínseco de estudiar Relaciones Internacionales, de observar y comprender el que ahora es uno de los temas claves del siglo XXI: cómo aminorar, por un lado, el enfrentamiento entre las fuerzas sociales y económicas globales y, por el otro lado, las jurisdicciones políticas y las culturas locales. Habiendo aclarado estos puntos, es factible plantear tres premisas. La primera es que no existe una fecha específica para decir cuándo empezaron las relaciones internacionales. Es posible afirmar que las relaciones internacionales iniciaron cuando dos comunidades independientes establecieron un primer contacto. Obviamente, la historia no tiene registro de este acontecimiento. El primer registro histórico que se tiene de un contacto entre dos comunidades es el Tratado de Qadesh. Este documento fue un acuerdo de paz firmado entre los imperios egipcio e hitita en 1269 a.C., el cual ponía fin a una larga guerra entre ambos actores.1 Pero es muy probable que antes hayan ocurrido contactos entre dos comunidades distintas. La segunda premisa es que es posible poner una fecha específica al nacimiento de las relaciones interestatales. Esto ocurrió cuando surgió la figura del Estado moderno. Por lo tanto, el inicio de las interacciones entre Estados podría establecerse a partir de la Paz de Westfalia en 1648. Después de este importante acontecimiento, surgieron los Estados mo1

Jorge Palacios, Tratados: legislación y práctica en México, México, SRE-UIA, 1982.

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dernos y, por lo tanto, las relaciones entre estos actores dominantes del escenario mundial durante los subsiguientes siglos. Este punto histórico marcó, por un lado, el fin de la era medieval y, por el otro, el inicio del sistema internacional moderno. La Paz de Westfalia implicó el final de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), en la cual Europa enfrentó su primera guerra continental. A partir de entonces el Estado se constituyó como el único sistema político legítimo en Europa, basado en gobiernos independientes que ejercían su soberanía sobre las poblaciones asentadas en su territorio. La tercera premisa es que las Relaciones Internacionales, como disciplina científica, surgen a partir de 1919, después del término de la Primera Guerra Mundial. El estudio académico de las RI era embrionario antes de este gran acontecimiento. En la segunda mitad del siglo XIX, cuando las ciencias sociales como las conocemos ahora empezaron a distinguirse, cuando la economía se consolidó como un campo de estudio científico y cuando la sociología, la ciencia política y la teoría social se reconocieron, las RI siguieron sin ser identificadas como un foco de estudio autónomo; lo que ahora entendemos como RI era visto simplemente como una faceta o extensión de las disciplinas antes mencionadas. No existía antes una visión de conjunto que se ocupara de los temas mundiales. Por lo tanto, la disciplina de las RI es una ciencia joven a la cual le llevó tiempo surgir. Es probable que esto se deba a que los temas internacionales, como la firma de tratados, las guerras y las divisiones geográficas, eran asuntos exclusivos de los soberanos y, por lo tanto, la opinión pública y los académicos tenían un Cronología del surgimiento de las acceso muy limitado a la inforRI mación sobre los temas inter1269 a.C. Primer registro de un tratado entre nacionales. dos actores En resumen, las relaciones 1648. Inicio de las relaciones interestatales a internacionales (con minúspartir de la Paz de Westfalia cula) surgen varios años antes de la era cristiana, mientras 1919. Inicio formal de la disciplina de las que las relaciones entre Estados Relaciones Internacionales modernos surgen a partir de la 1945. Consolidación y expansión de la Paz de Westfalia en 1648, y las disciplina Relaciones Internacionales (con mayúsculas) como disciplina científica, aparecen a par-

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tir del término de la Primera Guerra Mundial en 1919. También es posible afirmar que, después de la Segunda Guerra Mundial, las Relaciones Internacionales se consolidaron y tuvieron mayor presencia en muchos otros países. Siendo así, las dos guerras mundiales, la Guerra Fría, la consolidación de la cooperación económica estrecha entre Estados occidentales y la persistente brecha de desarrollo entre el Norte y el Sur son ejemplos de acontecimientos y problemas mundiales que estimularon los estudios de Relaciones Internacionales en el siglo XX. El ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 ha sido uno de los retos recientes más importantes en el estudio de Relaciones Internacionales.

EL DESARROLLO DE LA DISCIPLINA Como ya se mencionó, el estudio formal de las Relaciones Internacionales como disciplina científica inició en 1919, después del término de la Primera Guerra Mundial. Es decir, esta conflagración global tuvo un impacto directo en la formación de esta disciplina. Por lo tanto, los primeros estudiosos enfocaron sus esfuerzos en buscar formas para evitar un nuevo conflicto como el que apenas había finalizado. Es en este contexto que la enseñanza de las Relaciones Internacionales tuvo, en sus inicios, un enfoque idealista porque buscaba la paz mediante la cooperación, las instituciones y las normas internacionales, particularmente con personajes como Woodrow Wilson. Los primeros estudios formales surgieron en Inglaterra y Estados Unidos, por lo que esta disciplina tuvo un carácter anglosajón desde sus inicios. La Universidad de Aberystwyth, en Gales, estableció la primera cátedra dedicada al estudio de las relaciones internacionales. Más adelante, la London School of Economics fundó otra cátedra similar. En Estados Unidos, en 1921, se erigió el Consejo de Relaciones Exteriores, que fue la primera institución de investigación dedicada al análisis de los fenómenos mundiales. El Consejo creó también, desde su fundación, la revista Foreign Affairs, la primera publicación académica centrada en estos temas. Sin embargo, la visión idealista con la que inició la disciplina pronto mostró su limitado poder explicativo. Veinte años después surgió un nuevo conflicto, aún de mayor alcance que la Primera Guerra Mundial. Desde la década de 1920, varios académicos ya habían confrontado las propuestas idealistas y planteaban que este paradigma no era la mejor alternativa teórica. Por lo tanto, en el periodo de entre guerras surgió el enfoque realista y, en consecuencia, nació el primer debate entre idealistas y realistas. Al terminar la Segunda Guerra Mundial en 1945, el realismo se

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convirtió en el enfoque dominante en la enseñanza de las Relaciones Internacionales, con autores como E. H. Carr, Hans L. Morgenthau, Reinhold Niebuhr, George Kennan y Arnold Wolfers. Más adelante, a finales de la década de 1950 y principios de la de 1960, surgieron nuevas perspectivas de estudio. Algunos académicos empezaron a plantear que el realismo carecía de suficiente poder explicativo y que era necesario emplear una metodología más científica. Entonces surgió el segundo debate de la disciplina: los “científicos” que usaban visiones positivistas y los tradicionalistas que se apegaban a los enfoques realistas e idealistas. En la década de 1970 tuvieron lugar tres acontecimientos internacionales que revolucionaron el pensamiento internacionalista: la Guerra de Vietnam, la caída del sistema de Bretton Woods y el final del patrón oro/dólar por parte de Estados Unidos en 1971, y el boicot petrolero de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) a los países de Occidente. Estos acontecimientos cuestionaron las bases explicativas del realismo al proponer que el poder no era la única variable que explicaba el comportamiento de los Estados. Siendo así, los internacionalistas empezaron a tomar en consideración de manera sistemática otras variables relevantes para explicar las acciones estatales en el sistema internacional, como aspectos económicos, otros actores no gubernamentales, los regímenes internacionales, las instituciones, entre otros. Nació así el tercer debate teórico de las Relaciones Internacionales entre los neorrealistas, como Kenneth Waltz, y los neoliberales institucionales, como Robert Keohane y Joseph Nye, el cual dominó la discusión teórica entre los académicos hasta finales de la década de 1980. Obviamente, los académicos en el mundo desarrollaron nuevas formas de aproximarse a los fenómenos internacionales, como fueron los enfoques marxistas, la teoría general de los sistemas, las teorías institucionales y neoinstitucionales, el posmodernismo, el feminismo, entre muchos otros enfoques teóricos. A partir de la década de 1990, surgió una propuesta teórica muy distinta a las tradicionales: el constructivismo. Esta visión planteaba un enfoque novedoso, en el cual las percepciones, las ideas, los valores y la identidad son elementos centrales para explicar los fenómenos internacionales. El constructivismo, con autores como Alexander Wendt, Friedrich Kratochwil y Nicholas Onuf, ofrece puentes entre los niveles de análisis (en términos conceptuales supera ese enfrentamiento u oposición entre nivel estatal e internacional y muestra que no son tan separables) y en el plano teórico permite explorar los múltiples mecanismos que conectan a lo internacional con lo interno. Sin embargo, a principios del siglo XXI un hecho impactante, los ataques del 11 de septiembre de 2001, ocasionó un nuevo cuestionamiento

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Desarrollo de la disciplina 1919. Inicio de la disciplina. Enfoque dominante: idealismo. 1939. Surgimiento del primer debate entre realistas e idealistas. 1945. Término de la Segunda Guerra Mundial. Enfoque dominante: realismo. 1950-1960. Surgimiento del segundo debate entre tradicionalistas y cientistas. 1970-1980. Surgimiento del tercer debate entre neorrealistas y neoliberales. 1990. Surgimiento del constructivismo. 2001. Los ataques terroristas. Resurgimiento de los enfoques realistas.

sobre la viabilidad de las teorías de relaciones internacionales al encontrarse separadas unas de otras. Detrás de valores retóricos, Estados Unidos recurrió al poder y la guerra para justificar una amplia gama de posiciones políticas que le permitieron fortalecer su poder económico y militar al tiempo que debilitaba y menoscababa varios acuerdos multilaterales sobre control de armamento, el medio ambiente, los derechos humanos y el comercio. Sin embargo, de forma paralela, esos acontecimientos hicieron obvia para muchos académicos la necesidad de integrar postulados de las teorías realistas, liberales y constructivistas. Tanto Al Qaeda como los dos mandatos de George W. Bush confirmaron la importancia no sólo del poder, sino de las redes y actores transnacionales (religión, medios, opiniones públicas), de las ideas y normas, de la identidad, es decir, de la necesidad imperiosa de dar mayor peso a lo social que a lo material para entender el mundo actual.

SURGIMIENTO DE LA DISCIPLINA EN MÉXICO El estudio universitario de las Relaciones Internacionales en México encontraría su primera casa en la Universidad Nacional de México. En 1951, durante el rectorado de Luis Garrido, se abrió la Escuela Nacional

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de Ciencias Políticas y Sociales en la cual se ofrecieron los estudios de licenciatura en cuatro disciplinas: Ciencias Sociales, Ciencias Políticas, Periodismo y Ciencias Diplomáticas. Esta última admitió en su primera promoción a 76 alumnos, siendo la más concurrida de todas las ofrecidas.2 El plan de estudios de la carrera en Ciencias Diplomáticas se diseñó bajo la inspiración de los modelos de la London School of Economics, del Institut d'Estudes Politiques de la Universidad de París y de la Ecole de Ciences Politiques et Socials de la Universidad de Lovaina. El contenido curricular privilegiaba las materias jurídicas e históricas, dándole así un perfil propio que distinguiría la orientación de sus egresados.3 También en 1951 el Mexico City College (fundado en 1940) abriría a sus estudiantes de licenciatura la posibilidad de tomar, junto con materias interdisciplinarias de historia, economía o sociología, un par de cursos de Relaciones Internacionales y optar al grado de Bachelor of Arts in International Relations. Esta institución se creó originalmente para ofrecer educación universitaria a los hijos de empresarios, miembros del servicio exterior e industriales estadounidenses que pasaban largas temporadas en México. Posteriormente, El Colegio de México fundaría en 1960 el Centro de Estudios Internacionales (CEI) y la licenciatura en dicha especialidad, que incluso llegó a concebirse como programa de doctorado. La iniciativa y las gestiones corrieron a cargo de Daniel Cosío Villegas. Casi a la par del centro y del programa de estudios, se había creado también un año antes la revista Foro Internacional y de esta forma nacería la primera publicación académica dedicada, aunque no de manera exclusiva, a temas internacionales. Tanto en la Universidad Nacional como en El Colegio de México, los estudios internacionales pretendían resolver la necesidad que enfrentaba el país de preparar cuadros diplomáticos y consulares de alto nivel para ingresar al servicio exterior mexicano en el contexto mundial de la posguerra que exigía una profesionalización de la labor diplomática. De hecho, la carrera de Ciencias Diplomáticas en la Universidad Nacional surgió como parte de un proyecto auspiciado por la UNESCO desde 1950 que tuvo como objetivo fomentar la apertura del estudio universitario de la diplomacia y las Relaciones Internacionales a lo largo y ancho del orbe.4

2 Véase Luis Ochoa, La carrera de relaciones internacionales en México. Orígenes y situación actual. México, El Colegio de México-Benemérita Universidad Autónoma de México, 2011. 3 Sergio Colmenero y A. Tovar, “Ernesto Enríquez Coyro”, Revista Mexicana de Ciencias Sociales, año XXX, enero-junio 1984, núms. 115-116, p. 15. 4 Véase C. A. W. Maning, The University Teaching of Social Sciences. International Relations, Ginebra, UNESCO, 1954, p. 12.

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Las tres instituciones aquí descritas pueden considerarse, sin duda alguna, como las fundadoras de los estudios internacionales en México. Cada una le imprimiría su propio matiz. En el caso de la Universidad Nacional, los internacionalistas tendrían una fuerte orientación jurídica pensando, seguramente, en la vocación histórica del país por promover el derecho internacional. En el Mexico City College la formación de inspiración estadounidense le daba a los estudios internacionales una orientación multidisciplinaria mucho más cercana a la naturaleza académica de las Liberal Arts. Por su parte, El Colegio de México ofrecía cursos especializados sobre distintas naciones y sus relaciones internacionales, dándole un matiz, en estricto sentido, más amplio en cuanto al entendimiento de las regiones y la naturaleza de sus vínculos y su poder mundial. De igual forma, cada institución se distinguiría por el tipo de alumnado hacia el que estaba dirigida su oferta. La Universidad Nacional, en su vocación de universidad pública, admitía el ingreso de un alto número de estudiantes que contrastaba con la selección más estricta y limitada en número de El Colegio de México. Como se indicó antes, el Mexico City College originalmente estuvo dedicado a la educación de jóvenes estadounidenses en México aunque tampoco de manera exclusiva. En 1967, la ya entonces denominada Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) modificaría los planes de estudio y cambiaría el nombre de la licenciatura de Ciencias Diplomáticas a Relaciones Internacionales. Con el paso del tiempo, en 1985, del Mexico City College surgirían dos instituciones universitarias independientes, la Universidad de las Américas en el Distrito Federal y la Fundación Universidad de las Américas afincada en Cholula, Puebla, y en ambas la licenciatura en Relaciones Internacionales sería parte de su oferta académica. Es así como la formación de internacionalistas en México estaría concentrada en estas tres instituciones hasta los años ochenta. En esos años, dos personajes merecen ser destacados en la historia de la disciplina en México. Mario Ojeda, egresado de la primera generación de Ciencias Diplomáticas de la Universidad Nacional, se incorporaría tras la invitación de Daniel Cosío Villegas a El Colegio de México. Ahí, dirigiría el CEI y luego sería presidente de El Colegio de México de 1985 a 1995. Incluso fue embajador de México ante la UNESCO de 1995 a 1998. A lo largo de su carrera académica perfiló los contenidos del programa curricular de la licenciatura y redactó trabajos fundamentales para el estudio de la política exterior mexicana. Una de sus principales aportaciones fue la introducción en México de los planteamientos clásicos del realismo en la teoría de las Relaciones Internacionales y su descripción de la “interdependencia asimétrica” o “independencia relativa” que describiría las

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relaciones entre México y Estados Unidos. Su libro Alcances y límites de la política exterior de México publicado en su primera edición en 1976 es considerado un clásico latinoamericano de las relaciones internacionales. En la UNAM, Modesto Seara Vázquez sería el parteaguas de la modernización y la proyección nacional de la carrera de Relaciones Internacionales en el país. Su labor docente abarcó varias generaciones de internacionalistas que se verían apoyadas por sus gestiones para crear el Centro de Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), en 1970, lo cual permitiría la publicación, primero, del Boletín de Relaciones Internacionales (1970-1973) que después se convertiría en la revista Relaciones Internacionales, un referente fundamental junto con Foro Internacional de la producción científica mexicana en la disciplina. Fundaría también la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales ( AMEI ) en 1982 (antes Instituto Mexicano de Estudios Internacionales, IMEI) que de manera ininterrumpida convoca a estudiantes e internacionalistas al único congreso mexicano de su tipo. Sus obras sobre derecho internacional son consideradas como fundamentales para entender el desarrollo de la carrera en México y entre ellas se destacan Del Congreso de Viena a la Paz de Versalles (1982) y La Organización de Naciones Unidas a los cincuenta años (1995). La carrera experimentó una explosión con la apertura de programas en nuevas universidades a partir de la década de los noventa. Instituciones privadas y públicas de mucho prestigio a lo largo de la geografía mexicana ofrecerían la licenciatura en Relaciones Internacionales para un creciente número de estudiantes interesados en los temas mundiales. La Universidad Iberoamericana comenzaría con este boom en 1982, la Universidad de Guadalajara o la Universidad de Nuevo León abriría sus programas a principios de los noventa, igual que el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Según Marie-Odette Colin, tanto la oferta como la demanda académica por los estudios internacionales en México se explicaría por las necesidades de un mercado laboral que experimentaba los cambios en el sistema internacional y que requería de especialistas preparados en el comercio y los asuntos internacionales, en buena medida, motivados por la firma del Tratado de Libre Comercio en América del Norte.5 También, dice Colin, esto impactaría en la currícula de la licenciatura, dominada tradicionalmente por la historia y el derecho, para incorporar materias de comercio, economía y finanzas internacionales.6 5 M.O. Colin, “Desafíos de la enseñanza de las Relaciones internacionales”, Relaciones Internacionales, UNAM, núm. 84-85, septiembre 2000-abril 2001, pp. 107-108. 6 Idem.

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Actualmente, la carrera se ofrece prácticamente en más de cien universidades del país y la oferta académica también incluye posgrados en la disciplina en instituciones de prestigio y, en varios casos, con el reconocimiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), cuya acreditación también da cuenta del creciente número de investigadores internacionalistas en el país. Esto ocurre al mismo tiempo que se presentan transformaciones en la matrícula y en el mercado laboral. En el primer caso, la carrera de Relaciones Internacionales convoca mayoritariamente a jóvenes mujeres interesadas en la disciplina, contribuyendo al fenómeno denominado “feminización de la matrícula”, que se aprecia con claridad en todas las ciencias sociales en el país. En el segundo caso, ante la incapacidad del Servicio Exterior Mexicano (SEM) para emplear a un número cada vez más alto de internacionalistas que año tras año egresan de la carrera, la licenciatura ha tenido que flexibilizar su orientación de tal forma que le permita a sus egresados encontrar cabida tanto en posgrados nacionales e internacionales en varias áreas del conocimiento, como trabajo en un mercado laboral que requiere de internacionalistas para desempeñarse en el sector empresarial o público, en los medios de comunicación masiva, las organizaciones no gubernamentales y los organismos multilaterales. Podría decirse que la interdependencia económica, la multiplicación de relaciones transnacionales y la necesidad de conocer con mayor exactitud y profundidad los asuntos mundiales son factores que hacen de la carrera en Relaciones Internacionales una opción atractiva para las jóvenes generaciones estudiantiles, y necesaria para empresas, gobiernos e instituciones con horizontes globales. Cuadro I.1. Cronología comparada AÑO

1951

1959

RI Se crea la carrera de Ciencias D iplomáticas en la Universidad Nacional de México. Se ofrece el Bachelor of Arts in International Relations en el Catálogo 1950-1951 del Mexico City College.

MÉXICO El presidente Miguel Alemán Valdés instituyó el Día del Ejército. Inician las transmisiones televisivas nacionales del canal 2.

EL MUNDO El 9 de enero se inaugura en Nueva York la sede de las Naciones Unidas. El 18 de abril Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos firman el Tratado de París. China anexiona al Tíbet.

Se publica el primer número de la revista Foro Internacional de El Colegio de México.

Se crea la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos.

El 1 de enero triunfa la Revolución cubana liderada por Fidel Castro. Declaración de los Derechos del Niño por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre.

EL SURGIMIENTO Y EL DESARROLLO DE LA DISCIPLINA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

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Cuadro I.1. Cronología comparada (continuación) AÑO 1960

1967

1968

RI Se funda el Centro de Estudios Internacionales y la carrera del mismo nombre en El Colegio de México.

MÉXICO El presidente Adolfo López Mateos nacionaliza la industria eléctrica.

Se ofrece la maestría en Relaciones Internacionales en la recién creada División de Estudios Superiores de la UNAM. Se crea también el Instituto Mexicano de Estudios Internacionales. Se ofrece el doctorado en Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la

Firman en México el Tratado de Tlatelolco junto al presidente Gustavo Díaz Ordaz los mandatarios de Bolivia, Brasil, Chile y Ecuador. 2 de octubre, matanza de Tlatelolco. El 12 de octubre se inauguran los Juegos de la Olimpiada en México.

UNAM.

1970

1974

1982

1985

1991

Se crea en la UNAM el Centro de Relaciones Internacionales y comienza la publicación del Boletín de Relaciones Internacionales. Se crea el Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Cambia el nombre de IMEI por el de Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI) . Se crea la licenciatura en Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana. Se fundan la Universidad de las Américas en el Distrito Federal y la Fundación Universidad de las Américas en Cholula, Puebla.

Se crea la licenciatura en Estudios Internacionales en la Universidad de Guadalajara y la licenciatura en Relaciones internacionales en la Universidad Autónoma de Nuevo León.

Se inaugura el Campeonato Mundial de Fútbol en México. Luis Echeverría gana las elecciones presidenciales.

EL MUNDO Obtienen su independencia 17 naciones africanas, entre ellas Ghana, Costa de Marfil, Madagascar, Nigeria, Somalia y Gabón. Estados Unidos, la Unión Soviética y el Reino Unido firman el Tratado del Espacio Exterior. Anastasio Somoza se convierte en Presidente de Nicaragua. Comienza la Primavera de Praga. Protestas estudiantiles y huelga general en Francia. Asesinato de Robert F. Kennedy. Nixon gana las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Salvador Allende gana las elecciones presidenciales en Chile. La Guerra de Vietnam se extiende a Camboya.

Se funda la Cineteca Nacional. Muere la escritora Rosario Castellanos.

India detona su primera bomba atómica. Dimite Juan Domingo Perón en Argentina.

Miguel de la Madrid Hurtado gana las elecciones presidenciales.

Argentina invade las Islas Malvinas iniciando así la guerra contra Gran Bretaña. España se incorpora a la OTAN.

Rafael Caro Quintero, narcotraficante mexicano, es arrestado en Costa Rica. La Ciudad de México es devastada por un terremoto de 8.1 grados en la escala de Richter. Inicia la negociación formal del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Mueren el pintor Rufino Tamayo y el filósofo Eli de Gortari.

Ronald Reagan comienza su segundo período en la presidencia de Estados Unidos. Mijaíl Gorbachov es elegido presidente de la URSS. España y Portugal se adhieren a la Comunidad Económica Europea. Estados Unidos y una coalición internacional comienzan la Guerra del Golfo contra Irak. Con la firma del Tratado de Asunción se crea el Mercosur. Renuncia Gorbachov a la Presidencia y la Unión Soviética deja de existir oficialmente.

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LUIS OCHOA • JORGE A. SCHIAVON • MARTA TAWIL • RAFAEL VELÁZQUEZ

Cuadro I.1. Cronología comparada (continuación) AÑO

1992

1993

RI Se crea la licenciatura en Relaciones Internacionales en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

Se crea la División de Estudios Internacionales del Centro de Investigación y Docencia Económicas y su licenciatura en Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Se crea en la UNAM el Centro de Investigaciones Sobre América del Norte (CISAN) .

MÉXICO Explosiones en el drenaje de la Ciudad de Guadalajara. Se crea la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol). México establece relaciones diplomáticas con El Vaticano . Asesinato del Cardenal Posadas Ocampo. Luis Donaldo Colosio es nombrado precandidato del PRI a la presidencia de la República. Se aprueba el Tratado de Libre Comercio de América del Norte entre México, Estados Unidos y Canadá.

EL MUNDO Fracasa el golpe de Estado perpetrado por el teniente coronel Hugo Chávez en Venezuela. Se crea la Unión Europea con el Tratado de Maastricht. William Clinton toma posesión de la Presidencia de Estados Unidos en enero. Eritrea se independiza de Etiopía. Se firma la Constitución Interina en Sudáfrica poniéndole fin al régimen de Apartheid.

COMENTARIOS FINALES Las Relaciones Internacionales como disciplina autónoma surgen de manera formal a partir de 1919, después de que concluyó la Primera Guerra Mundial y paralelo a los Tratados de Versalles de ese mismo año. En ese entonces, el objetivo fundamental de la disciplina era identificar las causas de los conflictos para evitarlos y así poder generar esquemas más amplios de cooperación. Pero no olvidemos que, obviamente, las ideas, los planteamientos y los libros no surgieron en 1919. Las Relaciones Internacionales han tomado ideas y planteamientos de autores provenientes desde antes de la era cristiana y a lo largo de varios siglos de existencia del ser humano. Esta característica ha hecho que la disciplina se haya enriquecido de varias perspectivas y postulados. Si bien las RI se apoyan de la ciencia política, la economía, el derecho internacional, la historia y la filosofía, son una disciplina científica autónoma con su propio cuerpo teórico y un campo de estudio específico: los fenómenos que ocurren en el sistema internacional y sus actores. Por el desarrollo histórico de la disciplina, es previsible que en el futuro cercano se consolide como una rama del conocimiento necesaria hoy día cuando el mundo se ha globalizado y la interdependencia ha crecido. Igualmente, la presencia de conflictos internacionales y de problemas que tienen un alcance global hace que se mantenga la necesidad de estudiar los acontecimientos internacionales. Por lo tanto, la disciplina tiene un futuro asegurado para mantenerse como una rama del conocimiento necesaria para la humanidad.

EL SURGIMIENTO Y EL DESARROLLO DE LA DISCIPLINA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

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En el caso de México, la misma dinámica internacional impactará positivamente en la disciplina. Es decir, las Relaciones Internacionales en el país se fortalecerán en el futuro porque hay un campo laboral muy extenso que demanda profesionistas con un perfil que entienda los fenómenos internacionales. Obviamente, la disciplina tiene retos que tendrá que superar en el mediano plazo.

  PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Cuál es la diferencia entre relaciones internacionales, Relaciones Internacionales y relaciones interestatales? 2. ¿Cuándo surgen de manera formal las Relaciones Internaciocionales? 3. ¿Cuál fue el primer enfoque utilizado por los primeros estudiosos de las relaciones internacionales después de su surgimiento? 4. ¿Cuál fue el enfoque dominante después de la Segunda Guerra Mundial? 5. ¿Cuáles fueron los primeros debates teóricos de la disciplina? 6. ¿Qué eventos impactaron el pensamiento internacional durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado e hicieron surgir nuevos enfoques? 7. ¿Cuál fue el impacto del 11 de septiembre de 2001 en el pensamiento internacional?

REFERENCIAS Axelrod, Robert, “The Emergence of Cooperation Among Egoists”, American Political Science Review 75, 1981, pp. 306-318. Buzan, Barry, Charles Jones y Richard Little, The Logic of Anarchy: Neorealism to Structural Realism, Nueva York, Columbia University Press, 1993.

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Waltz, Kenneth N., Man, the State and War: A Theoretical Analysis, Nueva York, Columbia University Press, 1954. ––––––, Theory of International Politics, Nueva York, Random House, 1979.

II. ¿DEBEN SER CONSIDERADAS LAS RELACIONES INTERNACIONALES UNA DISCIPLINA AUTÓNOMA? DAVID JAMILE SARQUÍS RAMÍREZ

INTRODUCCIÓN

A

pesar del surgimiento de las relaciones internacionales como tema de reflexión académico, hace ya cerca de un siglo, que existe un enconado debate en la academia sobre la condición disciplinaria de las Relaciones Internacionales. La mayoría de los analistas sociales acepta la existencia de la temática internacional, lo que algunos llaman genéricamente la realidad internacional, pero otros más dudan de que deba (incluso de que pueda) existir una disciplina autónoma y omnicomprensiva, integradora del conocimiento de este ámbito de la realidad social. A continuación, se tratará de especificar los términos de este debate y de contribuir a vislumbrar las consecuencias de responder de una u otra manera a la interrogante sobre si deben o no ser consideradas las Relaciones Internacionales una disciplina. En la condición de internacionalista del autor de este trabajo, hay un apoyo firme sobre la existencia de una disciplina autónoma de las Relaciones Internacionales. No obstante, es importante que los alumnos que ingresan a la carrera conozcan con la mayor precisión posible los términos de este debate, porque en él está inscrito también el problema de su propia identidad profesional. En consecuencia, deben saber que hay muchos analistas sociales procedentes de otras matrices disciplinarias que reclaman prioridad en el análisis de la realidad internacional. Este debate resultaría estéril de no ser por las implicaciones que tiene en el ámbito universitario, donde se proyecta como una violenta disputa por la captación de alumnos y recursos, lo cual finalmente se traduce en el 47

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prestigio que le permite subsistir o no a los departamentos que se encargan de la administración disciplinaria en las universidades. Las relaciones internacionales, como fenómeno práctico, son algo más que la política internacional o que el derecho internacional, la economía, la cultura, etc. Como objeto de estudio representan un ámbito de la realidad que sólo se genera a partir de la interacción entre actores internacionales. Lo que ocurre en este ámbito es cualitativa y cuantitativamente distinto a lo que sucede en el ámbito doméstico de dichos actores. De ahí procede la singularidad que exige el desarrollo de una disciplina autónoma para el estudio de la realidad internacional en sus diversos niveles de complejidad. Como se tratará de mostrar a lo largo de este capítulo, la condición disciplinaria de las Relaciones Internacionales depende en gran medida de una identificación clara y oportuna de un objeto de estudio propio, de donde vendrá el problema de cómo representarlo para su análisis, diagnóstico y comprensión y, posteriormente, del desarrollo de una metodología propia aplicable al objeto de estudio, con lo cual se sientan las bases para la construcción intelectual específica de la nueva disciplina.

LOS TÉRMINOS DEL DEBATE Sin lugar a dudas, la pregunta que da origen a este trabajo debe resultar extraña para alguien que está a punto de iniciar un proceso educativo tendiente a la adquisición de un grado de licenciatura en Relaciones Internacionales. Sin embargo, por raro que pueda parecer, éste es todavía hoy en día, a casi un siglo de supuestamente haberse iniciado esta disciplina, uno de los cuestionamientos más inquietantes con los que se recibe a los aspirantes a internacionalistas en buena parte de las escuelas de nivel superior del mundo en las que se imparte esta carrera, que hoy día vive un auge sin precedente. Ésta es una interrogante de fondo con razones de ser históricas, mismas que se buscarán explicar de manera breve en este ensayo introductorio, la cual además tiene una gran cantidad de importantes implicaciones, por una parte, para la reflexión sobre temas internacionales en general, sobre todo en un mundo globalizado en el que las fronteras entre lo doméstico y lo internacional se han hecho visiblemente más tenues y porosas, y por otra, para el desarrollo de una identidad profesional entre quienes se dedican a esta demandante tarea como internacionalistas.

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Hay pues, y es necesario empezar por reconocerlo como punto de partida, una enconada competencia entre distintas matrices disciplinarias tradicionales, como la ciencia política, la economía, el derecho, la sociología e incluso la historia, por adjudicarse la prioridad analítica en torno al análisis de la realidad internacional; una disputa que involucra no sólo la apropiación de un objeto de estudio, sino la asignación de recursos financieros para la investigación, el establecimiento de jerarquías académicas, el surgimiento de tradiciones para la captación de discípulos, en fin, todo aquello que está relacionado con la creación del prestigio necesario para poder sobrevivir en el mundo de la academia. El problema de la condición disciplinaria de las Relaciones Internacionales no es sólo académico en términos tradicionales, es decir, no sólo se refiere a la cuestión de un objeto de estudio propio para la disciplina y de quién debería abordarlo o de la consistencia teórico conceptual con la que se trabaja,1 es también un problema de orientación política que implica la subordinación de un campo disciplinario a otros, con todas las consecuencias que ello conlleva.

EL ORIGEN DEL DEBATE Como oportunamente ha señalado Smith, siempre hay diversas formas de contar una historia. 2 El desarrollo disciplinario de las Relaciones Internacionales puede ser visto, ya desde una perspectiva estrictamente cronológica, ya desde debates epistemológicos sobre la naturaleza de lo estudiado y el perfil del estudioso. La mayor parte de los especialistas tienden a coincidir en que, durante la primera etapa de su desarrollo como parte de la reflexión académica, los fenómenos internacionales fueron abordados sobre todo por politólogos, abogados, economistas, sociólogos, historiadores e incluso filósofos.3 Eso ocurrió al término de la 1 Los politólogos sobre todo (pero también los analistas procedentes de otras matrices disciplinarias) tienden a pensar que son ellos los que aportan la consistencia teórico-conceptual que hace posible el análisis internacional y que las relaciones internacionales, como disciplina, no podrían existir sin ellos. No se trata de negar la aportación, sin duda valiosa, de la ciencia política para el análisis internacional, sólo que, como hemos dicho, Relaciones Internacionales es mucho más que política internacional. 2 Véase Steve Smith, “The Discipline of International Relations: Still an American Social Science”, British Journal of Politics and International Relations, vol. 2,núm. 3, octubre, 2000, p. 378, 3 En realidad esto no tiene nada de raro, el ámbito de lo internacional es un campo de acción social muy amplio en el que ciertamente se da toda una gama de fenómenos sociales de distintos perfiles: social, político, económico, jurídico, legal, cultural, etc., por lo cual la conexión interdisciplinaria es de manera clara, distinguible desde un principio (Véase Gunther Hellman, “International Relations as a Field of Study”, en Bertrand Badie et al. (eds.), International Encyclopedia of Political Science, Londres, Sage, 2011). El problema radica en determinar la especificidad de lo internacional, por ejemplo, en oposición a lo doméstico, porque es, en todo caso, en relación con esta especificidad que se puede argumentar en favor de nuestra autonomía disciplinaria.

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Primera Guerra Mundial, en 1919, cuando, preocupado por la enorme devastación que significó esa conflagración, Lord David Davies 4 otorgó una generosa donación a la universidad de Aberystwyth, en el país de Gales, para la instauración de una cátedra, misma que recibió el nombre de Woodrow Wilson, y que estaría dedicada al estudio de los asuntos internacionales, con una clara preocupación inicial por entender las causas de la guerra, pero sobre todo, por identificar las condiciones que permitirían el establecimiento de una paz duradera entre las naciones, enfocándose en aspectos relativos a la organización internacional.5 La cátedra quedó inscrita dentro del entonces recién creado departamento de política internacional de aquella universidad. De esa cátedra surgieron muchos de los planteamientos teóricos originales (esencialmente aportados por juristas) que dieron sustento a la escuela idealista de pensamiento, misma que en la práctica dominó el campo de reflexión durante toda la primera década de estudios sobre relaciones internacionales (1920-1930). La dirección de la misma estuvo, en un inicio, a cargo del destacado profesor Alfred Zimmern, quien introdujo la idea de una sociedad civil global como fundamento para la búsqueda de una paz internacional duradera. A la fecha, la dirección de la cátedra sigue siendo una de las posiciones de mayor prestigio en el mundo académico. El esfuerzo de organización académica realizado en ese contexto se reconoce hoy día como el arranque “oficial” en el mundo académico de un esfuerzo disciplinario por comprender a las relaciones internacionales como fenómeno práctico.6 La mayor parte de los especialistas reconocen a Jeremy Bentham 7 como el primero en haber utilizado el concepto de relaciones internacionales para referirse de manera específica a los procesos de interacción entre los Estados a través de sus gobiernos en su libro Principios de moral y legislación, publicado en 1789.8 En este mismo sentido, no se puede ignorar el breve tratado sobre la Paz perpetua escrito por Immanuel Kant en 1795, objeto hasta la fecha de intensas reflexiones entre especialistas de diversas áreas.9

http://www.aber.ac.uk/en/interpol/about/ consultado el 12 de abril de 2014. La cátedra, de hecho, fue nombrada así en honor al presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, por el entusiasta y decidido apoyo que le brindó a la idea de la Sociedad de las Naciones, primer organización internacional de carácter universal, a la que luego no se incorporó su país por razones de política interna, mismas que acabaron por mermar significativamente el esfuerzo original de dicha organización internacional. 6 La Figura II.1 trata de ilustrar los dos significados que asume el concepto de relaciones internacionales, uno como fenómeno práctico (lo que configura el objeto de estudio) y otro como esfuerzo disciplinario (lo que constituye el objeto formal de la disciplina). 7 Para mayores datos sobre su vida véase http://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/bentham.htm 8 Disponible en http://www.eolss.net/sample-chapters/c14/e1-35-01.pdf consultado el 20 de abril de 2014. 9 Véase por ejemplo http://www.revista.unam.mx/vol.5/num11/art77/dic_art77.pdf consultado el 20 de abril de 2014. 4 5

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Hay además varios autores que tratan temas vinculados con lo internacional a lo largo del siglo XIX, como Guissepe Mazzini, John Stuart Mill, o H. Von Treitschke.10 Ahí está, además, todo el rico legado de Marx sobre el proceso de expansión del capital a nivel mundial y también los reconocidos trabajos de J.A. Hobson y de V.I. Lenin sobre el imperialismo a principios del siglo XX, que son antecedentes obligados en el proceso de formación de un internacionalista contemporáneo. No se puede dejar de mencionar el interesante libro de Paul Reinsch, World Politics, publicado en 1900, reconocido por Celestino del Arenal como la primera obra propiamente dicha sobre Relaciones Internacionales.11 Para los estudiosos estadounidenses de las relaciones internacionales, los verdaderos antecedentes de este desarrollo disciplinario deben buscarse más bien en las actividades de la Carnagie Endowment for International Peace y la World Peace Foundation of Boston, ambas instituciones establecidas en 1910, las cuales publican además las primeras revistas periódicas sobre temas internacionales.12 De hecho, los especialistas hoy en día reconocen que existen importantes antecedentes para la configuración teórica de las Relaciones Internacionales desde la más lejana antigüedad, por ejemplo, en obras como la del filósofo chino Sun Tzu (El arte de la guerra), del historiador griego Tucídides (La guerra del Peloponeso), los filósofos Platón (Epístolas) o Aristóteles (La Política) o del consejero político indio Kautilya (El Arthasastra). También resulta importante mencionar las obras de pensadores medievales como San Agustín (La ciudad de Dios), Marsilio de Padua (El defensor de la fe), John de Salisbury (El Policraticus) o Santo Tomás de Aquino (Suma teológica), sin ignorar las de impresindibles pensadores musulmanes como Al Farabi (El régimen político), Avicena (El saneamiento) o Ibn Khaldún (Introducción a la historia universal). Pero no se debe confundir. Ninguna de éstas puede llamarse con propiedad una obra sobre relaciones internacionales porque su eje central de reflexión es otro. No obstante, el tema de la internacionalidad está implícito en todas ellas. Esto significa que los autores reconocen el hecho de que ninguna sociedad humana se ha desarrollado en completo aislamiento. Raymond Aron fundamenta la idea misma de relaciones internacionales (como práctica) en la existencia de comunidades políticamente autónomas que comparten un espacio histórico y geográfico concreto.13 10 Para un recuento detallado de las distintas aportaciones de los autores mencionados se puede consultar: Chris Brown et al., International Relations in Political Thought: Texts from the Ancient Greeks to the First World War, Cambridge, Cambridge University Press, 2002. 11 Véase Celestino Del Arenal, Introducción a las Relaciones Internacionales, Madrid, Tecnos, 1987, p. 44. 12 Ibidem. 13 Véase Raymond Aron, “¿Qué es una teoría de relaciones internacionales?”, Revista de Humanidades, núm. 4, ITESM, México, 1998, pp. 131-160.

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La idea de la internacionalidad aparece expresada de manera clara como tal en la obra de Georg Schwarzenberger.14 Se refiere a la dimensión de la realidad social en la que ocurre la interacción entre comunidades políticamente independientes. Para este autor, de ese espacio social surge una gran cantidad de situaciones y acontecimientos que se vuelven factores condicionantes de la realidad interna doméstica de cada uno de los actores internacionales. Según Schwarzenberger, la tendencia histórica normal entre los distintos pueblos que habitan el planeta es a fusionarse gradualmente para configurar entidades políticas de mayor envergadura, como la sociedad internacional. La propuesta es de gran importancia para tratar el caso de la condición disciplinaria de las Relaciones Internacionales. Sobre este punto se volverá más adelante. Después del establecimiento de la cátedra Woodrow Wilson en la Universidad de Aberystwyth, siguió el establecimiento de la cátedra Ernest Cassell en la London School of Economics (LSE) que fundó su propio departamento de relaciones internacionales en 1920. Mientras que la Universidad de Aberystwyth ganaba prestigio con el desarrollo de los fundamentos teóricos del idealismo jurídico en la década de los veinte y posteriormente los del realismo político en la década de los treinta, la LSE empezó a forjar su prestigio dedicándose al estudio de los organismos internacionales y sentando las bases del enfoque teórico conocido como institucionalismo.15 La Universidad de Chicago se precia de haber sido la primera institución académica en otorgar un grado en relaciones internacionales allá por 1928, pero es preciso señalar que se trata de un minor, es decir, un nivel de especialización, una subdisciplina asociada a un major, en otras palabras, el grado propiamente dicho en Ciencia Política. Así aparece registrada Relaciones Internacionales incluso hoy en día ante la UNESCO como la disciplina 5901, perteneciente al campo de la Ciencia Política.16

RELACIONES INTERNACIONALES COMO PRÁCTICA Y COMO TEORÍA A estas alturas debe ya ser evidente para el lector que el concepto relaciones internacionales tiene de hecho dos acepciones, obviamente vinculadas una con otra, pero distinguibles de forma muy clara entre sí. De acuerdo a la primera, debemos entender el concepto relaciones inter14 Schwarzenberger fue el primero en proponer el estudio de las relaciones internacionales como una rama de la sociología que se ocupa de la sociedad internacional, delimitando así su objeto de estudio. Véase http://relacinternacionales.blogspot.mx/2008/05/fundamentos-y-principales-autores.html consultado el 23 de abril de 2014. 15 http://fulbright.uark.edu/IR/About_International_Relations.html consultado el 20 de abril de 2014. 16 http://biblioteca.universia.net/html_bura/vernivel/params/nivel/5901.html consultado el 20 de abril de 2014.

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nacionales como un conjunto de fenómenos sociales generados por la interacción de diversos actores internacionales (entre los cuales el más prominente –pero no el único– es el Estado) y, por otro, como una disciplina que se encarga precisamente del análisis de dichos fenómenos. El uso intercambiable entre una acepción y otra, sobre todo entre el público no especializado es, con frecuencia, causa de enorme confusión. Hoy día se hace la distinción llamando objeto material a los fenómenos prácticos que el internacionalista debe estudiar y objeto formal al conjunto de conceptos y teorías con los que se lleva a cabo esta tarea, es decir, a la disciplina propiamente dicha. Pues bien, para precisar mejor la cuestión del debate sobre la condición disciplinaria de las relaciones internacionales diremos que, para los críticos de esta idea (la autonomía disciplinaria), los fenómenos internacionales ya son debidamente analizados desde varias otras matrices disciplinarias de mayor tradición académica (sociología, ciencia política, derecho, economía, antropología, etcétera) como fue en un principio, ahora y siempre, por lo cual, la idea de una nueva disciplina “integradora” de las relaciones internacionales resulta totalmente superflua. Figura II.1. Esquema de conceptualización de las Relaciones Internacionales

(objeto material)

(objeto formal)

Fuente: Elaboración propia.

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Los partidarios de la creación de una disciplina autónoma encargada del estudio de la realidad internacional, por su parte, intentan justificar, desde hace ya casi cien años, la existencia de un objeto de estudio propio, no tratado por las otras matrices disciplinarias que manifiestan interés por aspectos concretos de lo internacional (por lo menos no desde el mismo ángulo de observación que los internacionalistas). Para dar claridad al planteamiento: nadie niega la existencia (hoy día cada vez más evidente) de las relaciones internacionales como fenómeno práctico, es decir, como objeto material. Todos los especialistas del área social reconocen que existe una tangible realidad internacional que requiere ser explicada. El desacuerdo reside en cuanto a quién le corresponde hacer la explicación y esto es lo que define los términos del debate sobre la condición disciplinaria de las Relaciones Internacionales desde su origen. En lo particular, el autor de este texto, como internacionalista, considera que puede y debe existir, sin lugar a dudas, una disciplina autónoma de las Relaciones Internacionales, siempre y cuando los internacionalistas tengan clara la especificidad de su objeto de estudio y sepan distinguir y valorar las aportaciones provenientes desde otras matrices disciplinarias, las cuales tienden a considerar lo internacional predominantemente como proyección hacia el exterior de la actividad de los actores internacionales. El internacionalista, en cambio, trabaja y busca generar sus explicaciones desde la perspectiva internacional que observa la estructuración y el funcionamiento del todo que integran los actores internacionales, es decir, el sistema internacional. Las explicaciones son de suma importancia ya que no sólo hacen entendible los fenómenos estudiados, sino que además se constituyen en la base desde la cual se articulan los esquemas referentes a los procesos de toma de decisión en materia del diseño de las políticas públicas, en especial, la política exterior. Esto a su vez resulta relevante porque la aplicación práctica de esas políticas públicas va generando la configuración de lo que hemos dado en llamar la realidad internacional. Pero es importante señalar que no se pueden elaborar explicaciones coherentes y sólidas en ausencia de un marco teórico-metodológico claramente definido. De hecho, puede decirse que una disciplina es tan consistente como sus supuestos epistemológicos. Es ahí donde se han presentado las mayores dificultades para la consolidación de una disciplina autónoma de las Relaciones Internacionales. En primer lugar, porque no se ha alcanzado un acuerdo universal sobre su objeto de estudio propio. En segundo, porque (a falta de un objeto de estudio propio claramente definido) sus supuestos metodológicos difieren de manera sustancial entre sí y, de hecho, son, en su mayor parte,

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aportaciones que provienen de las otras matrices disciplinarias ya mencionadas. Por último, aunque no por ello menos relevante, lo que llamamos realidad internacional representa un conjunto tan amplio y tan variado de aspectos que, a primera vista, se antojan muy difíciles de sintetizar bajo la óptica de una sola disciplina, lo que con frecuencia se ha tratado de solventar haciendo uso (muchas veces superficial) de la idea de la interdisciplinariedad. Todo lo anterior ha contribuido a mantener vigente el debate sobre la condición disciplinaria de las Relaciones Internacionales durante un siglo. Un texto de Wight, escrito en 1966, es ilustrativo al respecto: Hay algo muy peculiar acerca de la teoría de las relaciones internacionales como rama del quehacer intelectual. Durante todo el periodo de su existencia, la reflexión sistemática sobre la naturaleza de las relaciones entre estados, no parece haber producido ningún gran libro, o haber inspirado una obra clásica para la imaginación política o histórica. En términos morales, parece haber sido incapaz de generar un pronunciamiento positivo o progresista sobre la condición humana. Y como campo del esfuerzo teórico se ha mostrado una y otra vez como un callejón intelectual sin salida. En breve, como colección de escritos, la teoría de las relaciones internacionales se caracteriza no sólo por su escasez, sino también por su pobreza intelectual y moral.17

La afirmación de Wight ha irritado desde la fecha en que fue escrita a muchos internacionalistas de vocación, quienes no sólo se sienten ofendidos por el vituperio, sino que piensan de inmediato en una larga lista de obras ya del siglo XX consideradas como clásicos de las Relaciones Internacionales: La crisis de veinte años 1919-1939: introducción al estudio de las relaciones internacionales, de E.H. Carr (un historiador); La política entre las naciones, de Hans J. Morgenthau (abogado); Un estudio de la guerra, de Quincy Wright (politólogo); Paz y guerra entre las naciones, de Raymond Aron (politólogo e historiador), y así sucesivamente. Las razones de Wight no resultan demasiado difíciles de entender. En la mayoría de los países, hasta una fecha relativamente reciente, las relaciones internacionales como objeto material se estudiaban, en efecto desde esas otras matrices disciplinarias. Pocos países, como México, ofrecían un nivel de licenciatura específicamente denominado Relaciones Internacionales, y muchos de los que lo tenía manejaban éste con una clara orientación hacia la formación de cuadros para su servicio 17 Martin Wight, “Why is there no international theory?”, en H. Butterfield y M. Wight (eds.), Diplomatic Investigations, Londres, Allen and Unwin, 1966, p.20.

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exterior. En consecuencia, pocos países preparaban internacionalistas en el sentido más amplio del término como para nutrir el sustento de un desarrollo disciplinario propio en el área. El profesor Kal Holsti, de la Universidad de Vancouver, replanteó el debate en estos términos durante un seminario de actualización docente que ofreció en 2007, en la Universidad Iberoamericana: “veo a las relaciones internacionales como un ámbito de observación, no como una disciplina”. Holsti sólo expresó en esa ocasión una idea con una larga tradición, que 45 años antes Burton había expresado con igual contundencia: “Las relaciones internacionales no son una disciplina. Como concepto, describe un extenso campo de observación que incluye el estudio de las relaciones pacíficas entre las naciones”.18 Holsti tiene razón en un aspecto importante del debate: no puede haber ningún desarrollo disciplinario autónomo si no se tiene claramente identificado un objeto de estudio que adjudicarle. Dicho en otros términos, es condición sine qua non de una disciplina tener un objeto de estudio propio. A partir de su identificación pueden desarrollarse los supuestos metodológicos que hacen posible su estudio.

¿Cuál es, entonces, el objeto de estudio propio de las Relaciones Internacionales? La manera de responder a esta interrogante es fundamental para ubicarnos con mayor claridad en relación con el debate de nuestra condición disciplinaria. Pero la respuesta no es tan fácil de producir. Propuestas para responder realmente no han faltado, entre los múltiples intentos podemos destacar los siguientes temas: política exterior, política internacional, procesos de integración, procesos de fragmentación, comercio internacional, conflictos internacionales, conflictos étnicos o culturales, organización internacional, gobierno mundial, gobernabilidad, globalización, disponibilidad de recursos para el desarrollo, seguridad colectiva, sistemas y una aún larga lista de asuntos internacionales. Sin embargo, como han señalado los críticos, en realidad, como objeto de estudio, todos y cada uno de estos temas puede ser, y de hecho han sido, tratados por otras matrices disciplinarias que, en su carácter de especialidad, van más a fondo en el tratamiento de la temática específica en cada tema sugerido que los internacionalistas, quienes, según sus críticos, sólo “arañan” la superficie de las cosas. 18

John W. Burton, Peace theory: Preconditions of Disarmament, Nueva York, Alfred Knopf, 1962, p. v.

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Es importante, sin embargo, entender con claridad los términos del debate entre ambas partes, porque normalmente hay tendencia a pensar que, cuando hay materia de discusión, una de las partes tiene razón y, en consecuencia, de manera inevitable, la contraparte está equivocada. El reto aquí no sólo consiste en entender en qué contexto y bajo qué condiciones tienen validez los argumentos de cada contendiente, sino además adevertir de qué manera se pueden complementar ambos enfoques en una síntesis mutuamente provechosa. Aquí es donde se vuelve indispensable la contribución de la teoría, pues es justamente por medio de ella (y sólo por medio de ella) que resulta posible percibir, pensar, diagnosticar e interpretar la realidad internacional. Como de manera oportuna ha señalado Frankel: “A pesar de las engañosas pretensiones de algunos teóricos, y de su alejamiento de la perspectiva real, los enfoques teóricos para las relaciones internacionales resultan indispensables para organizar el tumultuoso caos de la vida real”.19 Recolectar y acumular datos sin un marco teórico referencial que les proporcione sentido es origen de múltiples confusiones, pero al mismo tiempo debemos señalar que es inútil tratar de construir o aplicar un marco teórico sin contar con información suficiente sobre lo que pasa en el mundo. En este sentido, las relaciones internacionales como teoría representan el conjunto de ideas, nociones, conceptos, categorías de análisis, enfoques, modelos, paradigmas, etc., mediante los cuales se configuran los marcos de referencia para percibir, describir e interpretar la realidad internacional.

¿Internacionalista? En el contexto de la fraternidad académica, desde un principio, el estudioso de la realidad internacional que busca la configuración de una disciplina autónoma de las relaciones internacionales ha tenido que padecer toda una gama de indignidades. Se le ha llamado, repetidamente, un simple comentarista de los asuntos internacionales o un encargado de responder a los requerimientos de corto plazo de una burocracia gubernamental presionada por “factores externos”. En el mejor de los casos, portador de una gran cantidad de datos amorfos acerca de cuestiones contemporáneas, a las que ningún cuerpo de teoría aceptada de la realidad internacional les ha dado el debido tratamiento. 19

Joseph Frankel, International Politics: Conflict and Harmony, Londres, Penguin Books, 1973, p. 20.

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Muchos críticos de la disciplina argumentan que las Relaciones Internacionales no son más que un collage artificiosamente armado con variables de estudio pertenecientes originalmente a otras disciplinas sociales. Cada una de las otras disciplinas sociales asegura poseer, de tiempo atrás, no sólo la capacidad para percibir la dimensión de lo internacional desde su propia matriz metodológica, sino los instrumentos conceptuales para explicarla. En un artículo reciente, por ejemplo, Martin defiende la tesis de que la sociología es la disciplina primaria que se encarga del estudio de las transformaciones de la sociedad mundial.20 No se puede negar en forma alguna la contribución que varias otras disciplinas han hecho para el estudio de las relaciones internacionales. Pero es necesario observar que, en su mayor parte, esas contribuciones derivan de una concepción teórico-metodológica que tiende a representar la realidad internacional a la manera de un archipiélago conformado por actores unitarios e independientes, que tienen sentido por sí mismos, y no desde la perspectiva de actores cuya interacción tiende a configurar entidades de mayor envergadura. Ésta es una diferencia crucial para entender por qué la disputa sobre nuestra condición disciplinaria no puede resolverse anulando uno de los enfoques en favor del otro. Aquí el reto es, justamente, aprender a apreciar en qué sentido ambas posturas tienen parcialmente la razón y más aún, en qué sentido son, de hecho, mutuamente complementarias.

La perspectiva de las otras disciplinas Las disciplinas sociales, en su conjunto, son en gran parte herederas de la tradición positivista que bajo la influencia del pensamiento científico fisicalista tiende a fragmentar la realidad a fin de poder estudiarla, en oposición al método organicista cuya tendencia es a pensar en términos de totalidades integrales.21 Bajo esa perspectiva, las disciplinas sociales tradicionales han dividido la realidad social en parcelas, no siempre diferenciales con claridad (ya que siempre hay zonas de traslape) pero al menos cómodamente distinguibles como para justificar su propia existencia (y reclamar la cuota de recursos con las que las universidades las mantienen vivas).

20 Véase Dominique Martin et al., “The Sociology of Globalization”, International Sociology, vol. 4, núm. 2, 2006, pp. 499-521. 21 Véase sobre este particular el excelente trabajo de P. W. Anderson, “Más es diferente:La simetría rota y la naturaleza de la estructura jerárquica de la ciencia”, Science, vol. 177, núm. 4047, 4 de agosto de 1972, pp. 303-306.

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Para ellas, la realidad internacional sólo existe como manifestación de la interacción de los actores internacionales (bien sean éstos los actores estatales o una combinación de éstos con otros de carácter no-estatal). Lo que cuenta entonces es la existencia misma de esos actores como entidades independientes. Su interacción no contribuye a configurar ninguna entidad por encima de ellas, es decir, no hay entidades supranacionales que configuren una sociedad internacional como tal. Buzan y Little 22 han llamado a este enfoque la camisa de fuerza westfaliana porque parte de la concepción del Estado soberano que interactúa con otros Estados soberanos sobre la base de la ficción de la igualdad jurídica entre ellos. En consecuencia, a las disciplinas tradicionales les cuesta trabajo concebir a la realidad internacional como una realidad compleja integrada por múltiples dimensiones y variables. Enfocadas en la existencia unitaria de los actores internacionales, atienden preferentemente los puntos de vista, los intereses particulares de cada uno de ellos, y a partir de eso hacen sus generalizaciones sobre el alcance de los estudios internacionales y su caracterización de la realidad internacional. No es pues sorprendente que su representación de la realidad internacional muestre un escenario fragmentario y anárquico (porque al ser todos soberanos no aceptan ninguna autoridad reguladora por encima de sí mismos), donde los actores sólo interactúan de manera volitiva y casual, sin generar una sociedad internacional que los contenga a todos ellos. A partir de tal enfoque, la defensa de la propia soberanía a partir del interés nacional es sólo una consecuencia lógica. También el universo es una realidad compleja integrada por múltiples dimensiones que necesitamos seccionar para poder comprender mejor. Sin embargo, es indispensable volver a unir las partes fragmentadas para poder entenderlo cabalmente, de manera integral. Así lo reconocía ya Singer, para quien: “en cualquier área de indagación académica existen diversas formas de ordenar y clasificar los fenómenos bajo escrutinio para su análisis sistémico. Bien sea en las ciencias físicas o en las sociales, el observador puede elegir enfocarse ya sea en las partes o en el todo, en los componentes o en el sistema”.23 Al parecer, a las disciplinas tradicionales les hace falta una perspectiva integradora capaz de resaltar la forma en que la interacción entre las partes genera nuevas dimensiones y propiedades de la realidad social que configuran la llamada realidad internacional. 22 Barry Buzan y Richard Little, “¿Por qué han fracasado las relaciones internacionales como proyecto intelectual y qué se puede hacer al respecto?”, Millennnium, vol. 30, núm. 1, 2001, pp. 19-39. 23 David Singer, “The Level of Analysis Problem in International Relations”, World Politics, vol. 14, núm. 1, octubre, 1961, p. 77.

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A partir de estas consideraciones puede decirse que las aportaciones realizadas por cada una de las otras disciplinas sociales coadyuvan, sin lugar a dudas, a un mejor entendimiento de la realidad internacional, pero sólo constituyen enfoques parciales de la misma, porque están hechas de manera “endógena”, es decir, desde el interior de algún Estado-nación; la perspectiva del internacionalista es una perspectiva integracionista del conjunto que busca comprender al sistema como una totalidad 24 y en función de sus dinámicas propias.

La perspectiva internacional El internacionalista debe asumir que existe una dimensión social no explorada por completo por otros especialistas (la realidad internacional), producto de la interacción entre actores colectivos, políticamente diferenciados, que conforma un sistema internacional distinto a la suma mecánica de sus partes. En el proceso de construcción social, el flujo de interacción que establecen originalmente entre sí entidades políticamente autónomas, siguiendo la idea de Aron, crea de hecho un nuevo ámbito; una dimensión diferenciada de manera cualitativa de la realidad social y una nueva dinámica de acción entre los seres humanos. Esto es importante porque si somos capaces de concebir la idea de una dimensión social nueva, creada a partir de la interacción entre actores colectivos, podremos encontrar en ella un objeto de estudio propio para las Relaciones Internacionales y, con ello, estaremos abriendo paso para la configuración, plenamente justificada, de una nueva disciplina. Si se asume la existencia de esa dimensión social nueva, creada a partir de la interacción entre entidades políticamente autónomas, puede explorarse, por ejemplo, su estructura, su funcionamiento, su comportamiento y su evolución. Lo que ocurre en esa nueva dimensión siguen siendo, por supuesto, fenómenos sociales, pero hay diferencias sustanciales: los actores son siempre colectivos, por lo menos en algunas de sus fases de desarrollo, no existe monopolio del poder, el ámbito de la acción 24 El cómo debe denominarse a esa totalidad sigue siendo cuestión de debate. Celestino del Arenal nos habla de una sociedad internacional siguiendo la tradición de la Europa continental. El autor de este apartado habla de un sistema internacional siguiendo los postulados del pensamiento sistémico. En realidad hay sólo una diferencia de grado entre ambas propuestas, no de fondo en su uso conceptual. El sistema se forma a partir de la interacción entre los actores del escenario internacional, en un primer momento normalmente se carece de principios reguladores para la interacción, por lo que cada quien actúa, de conformidad con sus recursos simplemente en defensa de sus intereses. Pero con el paso del tiempo, las relaciones tienden a institucionalizarse a medida que los actores descubren los beneficios de la colaboración, entonces el sistema entra en una nueva fase de desarrollo que se denomina sociedad internacional. Cuando el proceso de institucionalización llega hasta el establecimiento de un poder común, el sistema entra en fase de comunidad internacional (Cfr. David Sarquís, La dimensión histórica en el estudio de las relaciones internacionales, México, Grial, 2012).

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Figura II.2. Implicaciones de las diferentes representaciones teóricas en Relaciones Internacionales

  Fuente: Elaboración propia.

social carece de marco jurídico formal, cada actor tiene su tradición propia cultural, y hay siempre una tendencia hacia la integración de actores supranacionales, pero que nunca es definitiva. Todos estos son aspectos de claro interés para el internacionalista. Como espacio histórico-geográfico, el medio internacional puede ser contemplado como un “bloque histórico”, es decir, un segmento temporalmente delimitado por acontecimientos significativos que cada analista debe identificar como tales y que dotan de sentido a los hechos sociales característicos del bloque. Cada bloque histórico está definido por las “reglas básicas del juego” entre los actores internacionales. Estas reglas pueden ser el resultado de la costumbre o de un acuerdo explícito entre las partes. Dichas “reglas básicas” o principios guía para la conducta de los actores internacionales dan paso a la creación de un orden internacional. Orden no es aquí sinónimo de armonía. Es más bien el conjunto de reglas sociales o principios que caracterizan a una época y definen el grado de integración de un sistema internacional. El análisis del orden internacional como fenómeno regulador del comportamiento de los

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actores internacionales, siempre sujeto a fuerzas de cambio, constituye un atractivo objeto de estudio para internacionalistas y una buena base para su desarrollo disciplinario. COMENTARIOS FINALES El debate sobre la condición disciplinaria de las Relaciones Internacionales es producto, ante todo, de dos formas distintas de representarnos el escenario internacional. Según la primera, siguiendo una tradición fisicalista o atomista, éste es visto como un mosaico de actores independientes, cada uno de los cuales lucha enconadamente por mantener su independencia. A partir de esta imagen se extraen conclusiones sobre el comportamiento de los actores y se caracteriza al escenario internacional, ya sea como un archipiélago, una mesa de billar o un tablero de ajedrez. Todas esas representaciones son útiles porque, en alguna medida, reflejan aspectos reales del escenario internacional. Pero ésta no es la única forma de concebir y entender un escenario internacional. En el imaginario histórico, siguiendo una tradición organicista, se han hecho caracterizaciones del mismo escenario como una telaraña o como una red de interacción que conecta a todos los involucrados en el proceso de construcción de una realidad más amplia, la cual incluye a los actores en un proceso continuo de fusión y fragmentación, dando paso a la existencia de diversos sistemas internacionales históricos. El primero de estos enfoques ha sido empleado por las ciencias sociales tradicionales que, en consecuencia, contemplan a la realidad internacional preferentemente como una proyección de la actividad estatal hacia afuera. Lo importante del enfoque siguen siendo los actores unitarios. El segundo enfoque, el organicista, requiere de una visión integral del conjunto de los actores internacionales y una convicción de que su interacción no es casual sino causal, y que sus consecuencias son la configuración de los sistemas internacionales a los que se han hecho referencia. Es necesario entonces entender cómo se transforma el panorama cuando cambiamos el modo de representación del escenario internacional y pasamos del mosaico de actores aislados que tienen sentido por sí mismos y persiguen preferentemente su propio interés (como en el caso de una mesa de billar), a la red de interacción constitutiva de un sistema internacional25 en el cual de manera inevitable el todo es mayor que la 25 La idea de un sistema internacional resulta un problema porque no todo el mundo acepta con facilidad que tal fenómeno exista. Es justamente la labor del teórico desarrollar líneas de argumentación convincentes sobre el particular. Para tal efecto, véase David Sarquís, Relaciones Internacionales: una perspectiva sistémica, México, Miguel Ángel Porrúa, 2005 (en especial el capítulo 3).

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suma mecánica de sus partes. A partir de ahí es que resulta más fácil justificar la existencia de una disciplina autónoma de las Relaciones Internacionales. Esta idea es claramente sugerida por Celestino del Arenal cuando dice que: Lo que caracteriza a las relaciones internacionales (como disciplina) es, por un lado, su globalidad, en cuanto que pretende dar cuenta de la sociedad internacional en su totalidad y no sólo de alguno de los elementos y fenómenos que en ella se producen, y por otro, aunque ello no siempre esté presente por todas las teorías de las relaciones internacionales, el énfasis que pone en el punto de vista propiamente internacional, o, si se prefiere, de la sociedad internacional, frente al punto de vista que parte del Estado y de su proyección exterior como actor de las relaciones internacionales.26

El enfoque expuesto permite una importante conclusión: el internacionalista no es un todólogo; es el especialista que estudia la configuración y la evolución de los sistemas internacionales como espacio supranacional, desde una perspectiva integral. Así, su trabajo tiene, desde esta perspectiva, dos propósitos fundamentales: por una parte, tratar de entender lo que pasa en el mundo para así poder explicarlo, y por otra, diseñar políticas de acción para los actores del medio internacional. De esta manera, los internacionalistas pueden contribuir mediante su esfuerzo a la construcción de un mundo mejor. Pero, ¿a quién le puede importar si Relaciones Internacionales es considerada como una disciplina? • En México hoy en día hay más de 100 instituciones académicas con programas curriculares que ofrecen formar internacionalistas. • Hay 3 mil docentes abocados al esfuerzo y más de 20 mil jóvenes aspirantes a convertirse en internacionalistas. • Hay además, a nivel mundial, una enorme (y creciente) gama de retos que confrontan a la humanidad en su conjunto (no sólo como problemas nacionales) y que, por lo tanto, requieren de atención global. • A todos ellos les compete la cuestión de la condición disciplinaria de las RI.

26 Celestino del Arenal, “La génesis de las relaciones internacionales como disciplina científica”, Revista de Estudios Internacionales, vol.2, núm. 4, octubre-diciembre, 1981, p. 853.

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Resumen sobre la discusión teórica de la disciplina de RI ¿Cuál es el origen del debate? • La mayor parte de los especialistas en RI concuerdan con la idea de que como esfuerzo reflexivo en la academia, ésta surge al término de la Primera Guerra Mundial, en 1919, con una cátedra que se imparte en la Universidad del país de Gales, en Aberystwyth. • Lo que sigue sujeto a debate (casi un siglo después) es sí RI puede (o debe) ser considerada como una disciplina académica por mérito propio (autónoma) o no. ¿Por qué existen las disciplinas? • La realidad es demasiado vasta como para poder ser abordada desde un solo esfuerzo reflexivo. • Siguiendo una tradición de largo cuño, las disciplinas fragmentan la realidad. • No puede haber desarrollo disciplinario sin un objeto de estudio propio. • La cuestión disciplinaria no es sólo un problema académico. • La realidad no es disciplinaria, es compleja. ¿A quién corresponde el estudio de la realidad internacional? • Los críticos dicen que cada una de las disciplinas sociales tiene ya un área de reflexión orientada hacia la observación de la realidad internacional. • Ya hay política internacional, derecho internacional, economía internacional, etcétera. • RI como intento disciplinario, dicen, es en realidad un collage artificial y artificiosamente armado que sólo produce todólogos. ¿Por qué una disciplina autónoma? • Como proyección hacia fuera de la actividad estatal, las RI han sido y son efectiva y provechosamente analizadas por otras matrices disciplinarias. • Sin embargo, de este modo, su análisis queda inevitablemente condicionado por la posición de privilegio que otorgan a los actores de las relaciones internacionales como entidades aisladas y monolíticas.

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Resumen sobre la discusión teórica de la disciplina de RI (continuación) • Una disciplina autónoma de RI requiere de un objeto de estudio propio y, para trascender el debate contra otras matrices disciplinarias, se tiene que pensar en el sistema internacional como entidad supra-estatal (es decir, más allá de las partes como entidades atomísticas). ¿Qué horizontes de reflexión abre el sistema internacional como objeto de estudio? • Los internacionalistas no sólo se ocupan del desempeño individual de los actores internacionales, sino que los observan en su proceso de interacción, como generadores de una nueva dimensión de la realidad social y de las estructuras que en ella se van desarrollando. • Los analistas pueden estudiar diversos aspectos de la configuración del sistema: sus orígenes, su estructura, sus funciones, su comportamiento, su evolución, sus procesos y transformaciones, su interconectividad, entre otros aspectos contemplados en el contexto de una totalidad. • Este enfoque no sustituye (de hecho complementa) el del análisis de RI como proyección hacia afuera de los actores internacionales. • Los fenómenos internacionales son fenómenos sociales que hoy en día afectan claramente a la totalidad del planeta. • En consecuencia, éstos son abordados por aquellos interesados en comprender la dinámica de la historia mundial contemporánea. Como disciplina, RI forma especialistas que no sólo buscan entender y explicar la realidad internacional sino que, al hacerlo, definen su propia identidad profesional, a la vez como defensores de los intereses de su Estado, pero sobretodo como artífices e intérpretes del proceso de construcción de una sociedad internacional.

REFERENCIAS Anderson, P. W., “Más es diferente: la simetría rota y la naturaleza de la estructura jerárquica de la ciencia”, Science, vol. 177, núm. 4047, 4 de agosto de 1972, pp. 303-306.

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Aron, Raymond, “¿Qué es una teoría de relaciones internacionales?”, Revista de Humanidades, núm. 4, Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, 1998, pp. 131-160. Brown, Chris, Terry Nardin y Nicholas Rengger, International Relations in Political Thought: Texts from the Ancient Greeks to the First World War, Cambridge, Cambridge University Press, 2002. Burton, John W., Peace Theory: Preconditions of Disarmament, Nueva York, Alfred Knopf, 1962. Buzan, Barry y Richard Little, “¿Por qué han fracasado las relaciones internacionales como proyecto intelectual y qué se puede hacer al respecto?”, Millennnium, vol. 30, núm. 1, 2001, pp. 19-39. Del Arenal, Celestino, Introducción a las Relaciones Internacionales, Madrid, Tecnos, 1987. –––––––, “La génesis de las Relaciones Internacionales como disciplina científica”, Revista de Estudios Internacionales, vol.2, núm. 4, octubre-diciembre, 1981, pp. 849-892 Frankel, Joseph, International Politics: Conflict and Harmony, Londres, Penguin Books, 1973. Hellman, Gunther, “International Relations as a Field of Study”, en Bertrand Badie, Dirk Berg-Schlosser y Leonardo Morlino (eds.), International Encyclopedia of Political Science, Londres, Sage, 2011. Kaplan, Morton, “Is International Relations a Discipline?”, The Journal of Politics, vol. 23, núm. 3, Cambridge University Press, agosto, 1966, pp. 462-476. Martin, Dominique, Jean-Luc Metzger y Philippe Pierre, “The Sociology of Globalization”, International Sociology, vol. 4, núm. 21, 2006, pp. 499-521. Sarquís, David, La dimensión histórica en el estudio de las relaciones internacionales: el proceso de reconstrucción de sistemas internacionales históricos, México, Grial, 2012. Schwarzenberger, Georg, La política del poder, México, Fondo de Cultura Económica, 1960. Singer, David, “The Level of Analysis Problem in International Relations”, World Politics, vol. 14, núm.1, octubre, 1961, pp. 77-92. Smith, Steve, “The Discipline of International Relations: Still an American Social Science”, British Journal of Politics and International Relations, vol. 2, núm. 3, octubre, 2000, pp. 374-402. Wight, Martin, “Why is there no International Theory?”, en H. Butterfield y M. Wight (eds.), Diplomatic Investigations, Londres, Allen and Unwin, 1966, pp. 35-48.

III. EL OSCURO OBJETO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES. ¿QUÉ ES HOY “LO INTERNACIONAL” EN UN MUNDO TRANSNACIONALIZADO Y GUBERNAMENTALIZADO? ISIDRO MORALES MORENO

Para Mario Ojeda In memoriam

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n un mundo que pareciera estar cada día más globalizado y transnacionalizado, resulta difícil suponer, acotar y fijar lo que los internacionalistas han concebido como el “entorno internacional”, es decir, eso que va más allá de las fronteras territoriales del Estado, concebido como el “objeto” de estudio de las Relaciones Internacionales. Pensado como un espacio de interacción política entre “unidades” consideradas jurídicamente iguales las unas de las otras, el equilibrio de poder y sus posibilidades de cambio, ya sea mediante la guerra, la desintegración de alianzas o el colapso de alguna o varias unidades, han conformado el objeto privilegiado de eso que todavía llamamos las Relaciones Internacionales. Empero, ¿cómo dicho entorno se ha transformado a medida que la revolución tecnológica e informativa ha transnacionalizado procesos productivos, sociales y políticos que otrora se encontraban confinados a una territorialidad? ¿Cómo conceptos desarrollados por la economía política, la sociología, las ciencias de la comunicación y la filosofía política han concebido, de manera distinta, ese entorno de los internacionalistas que hasta hace poco ponía énfasis en los recursos duros y blandos de los Estados para derivar una “balanza de poder”? Este ensayo propone que el objeto de estudio de las Relaciones Internacionales ha sufrido transformaciones conceptuales de importancia en los últimos años, producto no sólo del impacto de las tecnologías de infor67

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mación, sino también de las aportaciones conceptuales que otras disciplinas han hecho para entender eso que todavía seguimos encapsulando como “globalización”. En una coyuntura en que lo local parece extenderse a lo global, y lo transnacional atraviesa fronteras otrora consideradas como “soberanas”, seguir privilegiando la interacción entre unidades estatales, o incluso entre unidades soberanas y no soberanas, como el objeto de la disciplina resulta cada vez más limitado para entender el nuevo orden emergente o, si se prefiere, el desorden en el cual estamos. Este capítulo se divide en cuatro secciones, la primera hace una breve reflexión sobre el concepto de soberanía a partir del cual se ha podido pensar el “entorno externo” de los Estados, mientras que la segunda introduce el concepto de “transnacionalidad”, desarrollada por los sociólogos. La tercera parte aborda los conceptos de “globalización” y de “gobierno cosmopolita”, problematizados por economistas y politólogos, respectivamente, mientras que la última sección retoma los conceptos de neomedievalismo, imperio y gubernamentalización biopolítica elaborados por historiadores, politólogos y filósofos. Dichos conceptos, más que delimitar la frontera entre lo interno y lo externo, ponen la diferencia entre las poblaciones “gobernadas” y no gobernadas, entre fenómenos “globales” administrados de manera conjunta o global y los que aún escapan a alguna forma de gestión, y en donde las condiciones de guerra y paz parecen haberse modificado radicalmente respecto a un orden que se centró en la soberanía y la territorialidad.

EL DISCURSO DE LA SOBERANÍA Y LOS LÍMITES A LA FUERZA DEL ESTADO El concepto de soberanía surge de una discusión teológica-jurídica que se remonta a la Alta Edad Media y que encuentra su desarrollo propio durante el Renacimiento, la Ilustración y adquiere su connotación “moderna” a partir del siglo XIX. Es pues un concepto viejo, que no ha significado lo mismo a lo largo del tiempo, pero que en su versión moderna hace una distinción entre las facultades de un Estado al “interior” de un territorio, y sus deberes y competencias al “exterior” de él. Es decir, el término ha servido para denotar la frontera entre los poderes de un gobierno en una territorialidad y población dadas, y su relación con otras entidades también soberanas y consideradas en igualdad jurídica.1 En su vertiente interna, la soberanía remite a una relación descendente y ascen1 Thomas J. Biersteker y Cynthia Weber, “The Social Construction of State Sovereignty”, Thomas J. Biersteker y Cynthia Weber (eds.), State Sovereignty as Social Construct, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, p. 2.

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dente de la representación del poder monárquico-eclesiástico desde la Edad Media hasta prácticamente las revoluciones “modernas” tanto en Estados Unidos como en Francia. En su versión descendente la soberanía representó, en sus orígenes, la delegación del poder divino a una Iglesia católica considerada universal y a sus representantes terrenales, los príncipes, reyes y emperadores. En su versión ascendente, la relectura del pensamiento aristotélico durante la Edad Media y el Renacimiento retomó la idea del zoon politikon, es decir, de la “naturaleza” social del hombre y de sus formas de organización colectiva (la célebre polis) como producto de la razón humana y no de la creación divina.2 De esta noción se derivó todo un “derecho natural” que progresivamente concibió a la soberanía como una “delegación” del poder no de Dios, sino del conjunto social hacia sus gobernantes. En su versión “externa”, o como se diría hoy “internacional”, la soberanía significó desde el pensamiento de Francisco de Vitoria, la facultad de un “soberano” –sea príncipe de una ciudad libre, principado o reino– para iniciar una “guerra justa” con el fin de castigar a sus enemigos, restituir una propiedad o saldar una afrenta, todo esto sin esperar el consentimiento ni de la Iglesia ni de un monarca. En otras palabras, la soberanía “hacia el exterior” significó desde entonces la capacidad y legitimidad de usar la fuerza ante un enemigo sin tener que mediar con otra instancia de poder, en la medida en que las razones para ir a la guerra fueran “justas”.3 La soberanía externa, arropada por un “derecho de gentes” que después derivó en “internacional”, se enfocó en reglamentar el uso de la fuerza y proteger la integridad territorial de reinos o Estados soberanos que se han considerado jurídicamente iguales. Esto llevó a que desde fines del siglo XVIII hasta el presente, es decir, desde la llamada Paz de Westfalia y la fragmentación del Sacro Imperio Romano Germánico en entidades estatales y soberanas, la reflexión y el estudio de “lo internacional” se haya caracterizado por ser el ámbito de las relaciones entre Estados y las reglas o cálculos que los caracterizan. En otras palabras, el estudio de lo internacional ha privilegiado desde entonces como objeto de reflexión el ámbito en el que las relaciones entre Estados se manifiestan, tomando a estos últimos como sujetos centrales del quehacer internacional, lo que en el siglo XX hizo posible el surgimiento de la llamada escuela “realista” centrada en el análisis de la “balanza de poder” y las condiciones para explicar sus cambios y desequilibrios.4 2 Al respecto, véase el interesante estudio sobre la procedencia del término de soberanía en Jens Bartelson, A Genealogy of Sovereignty, Cambridge, Cambridge University Press, 1995. 3 Ibidem, pp. 127-134. 4 Los autores más representativos de esta escuela son Hans Morgenthau y Kenneth Waltz. Véanse los textos que hacen referencia a esta escuela y a estos autores en este mismo libro.

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Ahora bien, tal y como lo sugirió Michel Foucault en parte de su obra, el discurso teológico-jurídico de la soberanía ha remitido en el espacio europeo, y después, en su entorno colonial u “occidental”, a una representación del poder más no a explicar su ejercicio, es decir, a exponer cómo se articula y se pone en práctica. Mientras que el poder soberano remite en sus orígenes a un derecho sobre la vida y la muerte de un monarca sobre sus súbditos y, por ende, sobre sus enemigos “externos”, todo un andamiaje de prácticas y saberes ajenos a la teología y al derecho natural se desarrollaron desde el Renacimiento hasta el umbral de la Modernidad,5 ya sea bajo el horizonte de la “Razón de Estado” (como en el caso de Francia), ya sea bajo la problemática del “Estado de Policía” (como en el caso de los reinos alemanes), cuyo objetivo ha sido no la administración del derecho de vida o muerte de los súbditos, sino la intervención táctica y progresiva del ritmo y ciclo vitales y productivos de individuos y poblaciones, así como de las fuerzas y estímulos que los intensifican o disminuyen. 6 Esta suerte de “biopolítica” sobre las poblaciones, que remite no a un derecho sobre la muerte sino a las condiciones de producción y reproducción del ritmo y ciclo vitales, ha seguido representada, hasta épocas muy recientes según Foucault, bajo formas jurídicas heredadas del discurso de la soberanía, que con Maquiavelo y Hobbes, invistieron también el discurso sobre la política. Con todo, si el discurso soberanista se mantiene, ahora más en su carácter de “devolución” de facultades y derechos de una autoridad hacia los gobernados, se explica, según Foucault, porque la ley no sólo oculta la naturaleza propiamente física y material del poder, sino que lo hace socialmente aceptable.7 En efecto, algo muy similar sucede con la noción externa del discurso soberano. Si en sus orígenes la facultad soberana remitía a la capacidad de iniciar una guerra llamada “justa”, de manera progresiva el derecho internacional se orientó a reglamentar el uso y acceso a espacios “internacionales” como los océanos, sus recursos, el espacio aéreo y su tráfico, y sobre todo, el uso de la fuerza. Así, desde Hugo Grocio hasta tiempos muy recientes, la guerra “justa” quedó prohibida como facultad soberana y el uso legítimo de la fuerza se limitó a su carácter estrictamente político y defensivo. Si Clausewitz acuñó el aforismo de la guerra como la continuación de la política por otros medios, en el siglo XIX, fue sólo como una manera de distinguir entre diplomacia soberana para dirimir crisis y conflictos, y la violencia bélica para extrapolarlos al terreno de la confronta5 Anunciado quizá por la obra de Kant, en la que el discurso racional se impone como el terreno privilegiado, en el que se produce la “evidencia” sobre la falsedad y la veracidad de los fenómenos físicos y sociales. 6 Véase Michel Foucault, Sécurité, territoire, population, París, Gallimard, Seuil, 2004. 7 Michel Foucault, Il faut défendre la société, París, Gallimard, Seuil, 1997, pp. 213-235.

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ción y el exterminio. Desde Westfalia hasta finales del siglo pasado, la soberanía estatal remitía a un orden internacional en el que los conflictos entre Estados se resolvían de manera negociada, por muy asimétricas que esas negociaciones fueran, mientras que la guerra, sinónimo de desorden, se consideraba un recurso o “estado de excepción”.8 Sin embargo, tal y como lo han subrayado cada vez más los detractores del discurso soberano en su versión internacional, la “igualdad” entre Estados siempre ha fungido como una “hipocresía” 9 desde que se instituyó la Paz de Westfalia, ya que desde entonces hasta la fecha, la historia diplomática internacional ha mostrado que son los países más poderosos los que en su momento imponen o modifican no sólo las reglas del juego, sino las fronteras y delimitaciones “soberanas” de los más débiles. En otras palabras, así como el monopolio legítimo (a la Weber)10 o no de la violencia (a la Giddens),11 o la gubernamentalización12 de individuos y poblaciones explican la capacidad y poder de un gobierno, más que sus facultades soberanas, en el ámbito internacional sucede algo similar. La capacidad de mantener o modificar el statu quo por la fuerza o por la amenaza de su uso, o la capacidad de generar y alimentar una arquitectura institucional en donde los valores y principios de los gobiernos hegemónicos se manifiestan, dicen más de las facultades de un gobierno que sus derechos soberanos. ¿Y por qué entonces el discurso de la soberanía internacional se mantiene? Alexander Murphy distingue la soberanía como principio que rige la relación entre Estados y como un modelo ideal de dominio territorial.13 Este último, aunque no siempre se cumple en su cabalidad, se mantiene como figura aspiracional en la medida que organiza y rearticula a un poder “doméstico”. La soberanía, como principio fincado y desarrollado por el derecho internacional, es decir, como reglas de conducta a partir de las cuáles no sólo se dirime el derecho a la paz o la guerra, sino al reconocimiento o no de entidades soberanas, ha resultado crucial, según el autor, para entender la construcción de un “orden” geográficamente estructurado en unidades compartimentalizadas. Históricamente, 8 Michael Hardt y Antonio Negri, Multitude: War and Democracy in the Age of Empire, Nueva York, The Penguin Press, 2004, pp.3-10. 9 Véase Stephen D. Krassner, Sovereignty. Organized Hypocrisy, Pinceton, Princeton University Press, 1999. 10 Max Weber, Economía y Sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, 1977, pp. 170-204. 11 Anthony Giddens, The Nation State and Violence, Cambridge, Polity Press, 1985. 12 Concepto acuñado por Michael Foucault, que se contrapone al concepto de “soberanía” como forma de representación del poder y explica más bien su ejercicio a partir de toda una tecnología y conjunto de saberes de dirección de la conducta, cuyo objetivo último es construir la subjetividad del sujeto, tanto en su forma individual y colectiva, para extraer de él utilidades múltiples. Véase sobre todo Michel Foucault, Sécurité, territoire, population, pp.403-411. Alexander B. Murphy, “The Sovereign State System as Political-territorial Ideal: Historical and Contemporary Considerations”, Thomas J. Biersteker y Cynthia Weber (eds.), State Sovereignty as Social Construct, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, p. 86.

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la organización del poder en unidades espaciales ha facilitado el surgimiento de jerarquías, de apropiación de recursos y más importante aún, de fronteras lingüísticas o culturales a partir de las cuales se establecen diferenciaciones simbólicas. El Estado-nación es, pues, un subproducto de esas reglas del juego soberano, en el que el reconocimiento o no de una comunidad fragmentada en unidades soberanas resulta crucial.14 No sólo ello, la fragmentación del mundo en unidades autónomas sigue fungiendo como la frontera entre los derechos “ciudadanos” de una población frente a otra. Si bien el transnacionalismo (véase abajo) ha originado que cada vez más se hable de derechos “universales”, “cosmopolitas”, propios de poblaciones “humanas” y no necesariamente “ciudadanas”, las fórmulas soberanas todavía reglamentan los espacios territorializados bajo la división entre derechos “ciudadanos” y “extranjeros”. En ese sentido, el discurso de la soberanía internacional se mantiene, se adapta y transforma al cambio de los tiempos, similar a lo que sucede con el discurso de la soberanía “territorial”, para enmascarar la asimetría de poder que pareciera caracterizar a todo “orden internacional”, facilitar su ejercicio bajo unidades territorializadas que aspiran a un dominio real de sus circunscripciones por mecanismos materiales o simbólicos, y legitimar o no el uso de la fuerza.

TRANSNACIONALISMO Y EMERGENCIA DE UN DESORDEN “POST-WESTFALIA” Ya desde principios de los años sesenta, Raymond Aron, un sociólogo francés que contribuyó al estudio de la política internacional, hablaba de la existencia de una “sociedad transnacional”, caracterizada por los intercambios comerciales, la movilidad y la migración humanas, las creencias comunes y las organizaciones hoy denominadas no gubernamentales con vínculos transfronterizos.15 Aron además hipotetizaba sobre el hecho de que a medida que los intercambios de todo tipo y la comunicación se incrementaran entre las naciones, la sociedad transnacional se refortalecería. Este concepto de lo transnacional como parte de lo “internacional” fue retomado después por Susan Strange, economista inglesa que incluyó en el espacio de lo trasnacional a las actividades y estrategias de empresas multinacionales, en un momento en que la competencia 14 En nuestra actualidad, el drama más claro de estas aspiraciones y fracturas lo han representado los intentos de los palestinos por ser reconocidos como una entidad soberana, y la implosión de otrora Estados pluriétnicos, como la ex Yugoslavia, en unidades “soberanas” de acuerdo a clivajes étnico-religiosos. 15 Raymond Aron, Paix et guerre entre les nations, París, Calmann-Lévy, 1962, pp.113-119.

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entre ellas se aceleraba y su organización corporativa se transformaba de manera radical con la irrupción de las nuevas tecnologías de información. En efecto, durante la última década del siglo pasado Strange alertaba sobre la negligencia que caracterizaba a los estudios realistas y neorrealistas al pasar por alto el impacto de las revoluciones tecnológicas en la conformación del orden internacional. Aludiendo concretamente a lo que tiempo después Manuel Castells llamaría la “sociedad informacional”,16 Strange subrayaba el impacto de dicha revolución tecnológica en el ámbito de la producción transnacional, bajo las nuevas estrategias corporativas con alcance global, y en el ámbito de la “oferta” de crédito global para financiar el apetito de innovación tecnológica de dichas empresas.17 Todo esto había generado, en palabras de la autora, un “repliegue” del Estado frente al empoderamiento de los mercados financieros y de producción transnacionalizada, lo que permitía hablar de una suerte de relaciones triangulares en el ámbito internacional: la tradicional caracterizada por las relaciones interestatales, y dos nuevas caracterizadas por las relaciones Estado-empresa y las relaciones de competencia y cooperación entre compañías.18 La consecuencia de todo ello es que los Estados habían dejado de tener el “control de los resultados” tanto en sus propias territorialidades como en el “ámbito internacional”. Paralelos al orden interestatal y su noción de equilibrio estratégico que tanto habían caracterizado a los estudios realistas y neorrealistas, nuevos enfoques empezaron a construir un orden poblado por mercados transnacionalizados y actores privados empoderados que, actuando tanto en forma legal como ilegal19 y sin constituirse en entidades soberanas, provocaron una especie de “difusión” de poder de las unidades estatales territorializadas hacia nuevas unidades de autoridad y decisión con impacto tanto al interior de los Estados como fuera de ellos. La importancia de este espacio paralelo que se construyó desde el ámbito de la llamada “economía política internacional”, es que la frontera entre lo nacional y lo internacional se diluyó. En efecto, el concepto de “sociedad” o de fenómenos transnacionales (como la globalización del créPara Castells, la llamada globalización no es más que la manifestación de una nueva era que emerge, la de la sociedad informacional, que se funda en un nuevo paradigma tecnológico en el que la digitalización de la información se ha convertido en el insumo básico de la economía, así como la generalización de la organización en red. Véase Manuel Castells, The Rise of the Network Society, Malden, Blackwell Publishers Ltd., 1997, p. 61. 17 Susan Strange, The Retreat of the State. The diffusion of Power in the World Economy, Cambridge, Cambridge University Press, 1996. 18 Véase John M. Stopford y Susan Strange, Rival States, Rival Firms. Competition for World Markets Shares, Cambridge, Cambridge University Press, 1991. 19 Las “mafias” como actores del ámbito internacional ya son objeto de análisis de Strange, The Retreat of the State, pp. 110-121. En sus estudios habla también de la emergencia de una tecnocracia transnacional corporativa que comparte una suerte de ethos administrativo, así como de una “econocracia” que parece dominar en los organismos intergubernamentales, tales como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial o la misma Unión Europea. 16

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dito o la producción transnacional de las empresas) remiten a actividades o problemas en los que el ámbito de lo nacional se entrecruza con el “entorno externo”. Este desdibujamiento entre lo interno y lo externo ha sido nombrado de muchas maneras. Los juristas que tanto han analizado el empoderamiento corporativo de las empresas frente a los Estados, sobre todo en materia comercial y de inversiones, han llegado a hablar de una especie de “extracción de soberanía”, mientras que otros de una privatización de la autoridad.20 Otros más han preferido hablar de la emergencia de una “gobernanza” transnacional o multinivel. Con todo, ha sido otro sociólogo, Manuel Castells, quien hasta ahora ha teorizado de manera más convincente la relación entre lo transnacional y lo territorial. Si la revolución en las tecnologías de información (TI) ha tenido un impacto decisivo en la organización social y política del mundo actual, ha sido en la forma de concebir el espacio/tiempo social. Hasta décadas recientes, argumenta Castells, el espacio y el tiempo de una sociedad se concebían circunscritos a una territorialidad que, las más de las veces, correspondía a los límites de los Estados. Dicha sociedad, ya sea entendida como “nación” o comunidad compartía una contigüidad territorial, lo que definía su espacio, que a su vez constituía el soporte material de una temporalidad socialmente común. Espacio y tiempo sociales estaban territorializados en los confines del Estado.21 La emergencia de lo que el autor llama un “espacio de flujo”, o lo que Scholte llamaría el “supraterritorio”,22 es decir, el ámbito desterritorializado en el que operan las nuevas redes de interconexión satelital de las TI, ha fragmentado la noción de espacio/tiempo nacionales al generar espacialidades ni continuas ni contiguas en donde se puede interactuar de manera sincrónica o asincrónica. Esto ha revolucionado las formas organizativas de producción y distribución de las empresas, que pueden realizar sus operaciones en forma fragmentada desde el punto de vista territorial pero en forma simultánea o discontinua, ya que las nuevas redes de comunicación permite mantener operaciones las 24 horas del día. Para Castells, la organización en red, es decir, de la interconexión que privilegia más la relación horizontal que la vertical, como sucede en las formas jerárquicas de organización más privativas de los gobiernos, se ha impuesto como modelo 20 Con la proliferación de los acuerdos comerciales que instauraban regímenes discriminatorios de libre comercio, algunos de los cuales (como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte) otorgaban el derecho a las empresas a enjuiciar directamente a los Estados ante tribunales arbitrales, la noción de “autoridad privatizada” empezó a ganar terreno. Véase Rodney Bruce Hall y Thomas J. Biesteker (eds.), The Emergence of Private Authority in Global Governance, Cambridge, Cambridge University Press, 2002. 21 M. Castells, The Rise of the Network Society, pp. 410-418. 22 Jan Aart Scholte, Globalization. A Critical Introduction, Nueva York, St. Martin's Press, Inc., 2000, pp. 41-61.

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imperante de la organización económica y social en nuestro tiempo gracias a la irrupción de las nuevas TI. La empresa organizada en red, pero también la sociedad que articula su participación en red, se han convertido en los signos distintivos de la nueva era “informacional”. Por consiguiente, si existe la posibilidad de hablar de espacios y tiempos transnacionalizados, que fragmentan el espacio/tiempo territorializado de los Estados, esto se debe a la emergencia de la producción y la participación social en redes que se benefician del espacio virtual. Ello ha convertido el poder de la comunicación de las redes en un elemento nodal de las nuevas formas de organización empresarial, social y política. La diferencia entre la comunicación multimediática y virtual en la que vivimos en la actualidad y aquélla que se caracterizó por los medios masivos es, que a diferencia de la segunda, la primera no se dirige a una audiencia uniforme y pasiva, sino que ha generado receptores heterogéneos y segmentados, que además son interactivos. En otras palabras, mientras que los medios masivos de comunicación reafirmaban formas jerárquicas de transmisión del “mensaje”, facilitando una suerte de hegemonía visual sobre una audiencia,23 los medios virtuales y multimediáticos favorecen la organización, interacción y participación más horizontal de la red. Hoy por hoy, el espacio virtual, desterritorializado y transnacionalizado del que tanto hablan y analizan sociólogos, geógrafos, politólogos y comunicólogos, no es posible entenderlo sin este nuevo tipo de poder comunicativo propio de la realidad multimedia. Poder y espacio que hasta ahora han sido poco estudiado por los “internacionalistas”; poder y espacio que difícilmente entran en las categorías de los recursos “duros” o “blandos” de los Estados.24 Si hasta hace poco el uso legítimo de la violencia era un elemento privativo de los Estados, el uso del espacio y de la comunicación virtual está abierto a las redes de todo tipo, en donde los agentes estatales y no estatales, legales o proscritos, se confrontan o excluyen en un flujo informativo en el que hegemonías visuales y discursivas se entretejen y deslegitiman. En efecto, el nuevo poder comunicativo, virtual y multimediático, a diferencia del de los medios masivos, no se ejerce en una sola dirección; al ser interactivos, permiten la generación y proliferación de redes de resistencia y oposición de todo tipo.25

23 Lo que privilegiaba el medio sobre el mensaje, según la propuesta clásica de McLuhan. En el universo virtual multimediático, el mensaje recupera su autonomía y se adapta y ajusta al tipo de red interactiva en la que circula. 24 Autores como Joseph Nye han puesto hincapié en el equilibrio que debe haber entre el uso de los recursos “duros” (como la fuerza militar) y “blandos” (como la calidad de la diplomacia, el “atractivo” cultural de un país) en el ejercicio “inteligente” del poder de un país. Véase Joseph Nye, The Future of Power, Nueva York, Public Affairs, 2011. 25 Véase Manuel Castells, Communication Power, Oxford, Oxford University Press, 2009.

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DE LO TRANSNACIONAL A LO GLOBAL. ¿HACIA LA EMERGENCIA DE UN “ORDEN COSMOPOLITA”? Si se acepta la transnacionalidad de los flujos productivos y de la interacción social, las nociones clásicas en las que el discurso de las relaciones internacionales se ha fundado, como la de territorialidad, entendida como espacios geográficos continuos o contiguos, y la de autoridad estatal que se ejerce de manera exclusiva sobre dicha territorialidad han quedado rebasadas y obligan a un replanteamiento teórico-metodológico de dichos conceptos.26 Si bien el análisis de lo internacional sigue privilegiando la interacción debido a la emergencia y consolidación de las redes de comunicación multimediática entre Estados territorializados y jurídicamente iguales, con mayor frecuencia los nuevos análisis sobre lo internacional subrayan la devolución de autoridad a instancias “subnacionales” y la transferencia de poder a ámbitos trans o supranacionales. Como se dijo en la sección anterior, este desdibujamiento de la autoridad des y re territorializada del Estado se ha pretendido capturar bajo el concepto de la “gobernanza multinivel”. Empero, existen análisis que al hacer hincapié en eso que se ha conceptualizado como “globalización”, o “mundialización”, van más allá de la simple “difusión” de poder del Estado, y han resaltado la emergencia de instancias de autoridad que sin ser soberanas, rivalizan y compiten con la del Estado o que incluso podrían condenarlo a su eventual desaparición, al menos bajo la figura en la que todavía hoy lo concebimos. En su acepción común, la globalización remite a un estado de interdependencia compleja, en donde procesos particulares, sean éstos económicos, políticos, financieros e incluso socioculturales, interactúan con procesos transnacionales, ya sea en forma de refuerzo o confrontación. Un significado tan laxo del concepto tiene poco poder explicativo, pues describe sin explicar un estado de cosas que a fin de cuentas ha existido en otras épocas bajo otros nombres. Opiniones más elaboradas han hecho de la globalización un fenómeno menos ubicuo y, por tanto, más aprehensible. La globalización resulta así un proceso de interacción entre lo particular y lo general en campos específicos de las relaciones internacionales, sobre todo en la esfera financiera, productiva, comercial, política y cultural. La manera empírica de medirla y estudiarla es cuantificando y relacionando los flujos de intercambio entre empresas y países: en los mercados financieros; en la internacionalización de las estrategias de las empresas; en la difusión de la tecnología; en la emergencia de patrones de consumo similares en el ámbito mundial; en la emergencia de 26

Véase Scholte, op.cit., pp. 56-61.

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un sistema económico-político global; en el papel menos importante que asumen los gobiernos para redefinir un orden mundial.27 Existe toda una pila de relatos elaborados por historiadores que parece indicar que la globalización de hoy es un fenómeno recurrente que sólo modifica su rostro y apariencia. Los historiadores que han interpretado al capitalismo como un sistema expansivo dentro de una temporalidad y espacialidad determinadas, han demostrado la interacción que existe entre las mutaciones tecnológicas y los procesos productivos en las fases expansivas del capital.28 Hay estudios que señalan una primera etapa de mundialización que va de 1870 a 1913, aproximadamente, caracterizada por una gran apertura comercial, migración laboral e internacionalización financiera, que fue frenada por el advenimiento de la Primera Guerra Mundial.29 Dentro de esta perspectiva, ¿significa acaso que la globalización no es más que la culminación de este proceso expansivo del capitalismo que, con la caída de la Unión Soviética y la incorporación de los otrora países de la Europa del Este a la Unión Europea e incluso a la OTAN, y el ingreso de la China comunista a la Organización Mundial del Comercio (OMC), adquiere hoy su carácter global? Como sea, el llamado discurso de la “globalización” remite a un triunfo del mercado como mecanismo regulador para asignar de manera más eficiente y productiva recursos considerados escasos. Esto llevó a lo que John Ruggie advirtió desde los años noventa como la expansión de una visión neo utilitarista para entender el comportamiento de los Estados y de los actores no gubernamentales en el espacio “global”.30 En efecto, muchas de las escuelas “posrealistas”, como la llamada Neoliberal institucionalista o aquellas que clamaban la emergencia de “bienes públicos globales” susceptibles de ser gerenciados sin los gobiernos, parten del principio de que la racionalidad tanto de actores gubernamentales como no gubernamentales es la misma: maximizar beneficios o reducir costos. Mientras que en el análisis “clásico” de las relaciones internacionales los actores estatales se jugaban la supervivencia en un sistema en que la paz o la guerra estaban en juego, los enfoques neoutilitaristas han privilegiado una racionalidad más de tipo económica, una suerte de desplazamiento del homo domini lupus de Hobbes,31 incluso del zoon politikon, al homo 27 Riccardo Petrella, "Globalization and Internationalization. The Dynamics of the Emerging World Order", en R. Boyer y Daniel Drache, States Against Markets. The Limits of Globalization, Nueva York, Routledge, 1996, p. 64. 28 Véase, por ejemplo, Fernand Braudel, Civilisation Materielle, Economie et Capitalisme. XVe-XVIIe Siècle. Le Temps du Monde, París, Armand Colin, 1979, pp. 119-122. 29 UNCTAD, Transnational Corporations, Employment and the Workplace, World Investment Report, Nueva York, UNCTAD, 1994. 30 John Gerard Ruggie, “What Makes the World Hang Together? Neo-Utilitarism and the Social Constructivist Challenge”, International Organization, vol. 52, núm. 4, otoño, 1998, pp. 855-885. 31 Thomas Hobbes, Leviatán: o la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, México, Fondo de Cultura Económica, 1980.

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oeconomicus, en el que la optimización de las “ganancias colectivas” o de ganancias mutuas son normativamente preferibles frente a escenarios de pérdidas mutuas o de “dilemas de prisionero”. Más que jugarse la supervivencia o la maximización del poder, los neoutilitaristas se encargaron de concebir un orden internacional en el que los actores de todo tipo se movían mediante incentivos para entrar en escenarios de cooperación o defección 32 en ámbitos transnacionalizados (como en el caso del medio ambiente), o en otros de “interdependencia compleja”, en donde el uso de la fuerza no era moneda de cambio. Toda esta narrativa sobre instituciones, regímenes, incentivos, ganancias y pérdidas colectivas que explican la cooperación bilateral, regional o multilateral, su éxito o fracaso, tiene como fin último dar un sentido normativo a la acción colectiva: o esta lleva a la convergencia de intereses y expectativas, o, por el contrario, a la atomización y fragmentación. Toda una literatura que enfatiza la gobernanza por incentivos de mercado, en donde todo tiene un precio –incluso la inacción–, y la convergencia de intereses a partir de arquitecturas regionales como los bloques comerciales o de asociación política, apuntan en dicha dirección. Incluso la llamada teoría de la “estabilidad hegemónica”, esbozada originalmente por Kindelberger y popularizada posteriormente por autores como Robert Gilpin33 y Robert Keohane 34 (este último con un matiz crítico), comparten este principio de racionalidad utilitarista para explicar la acción colectiva. Si las instituciones y sus incentivos están bien diseñados, y permiten la generación de coaliciones regionales que puedan incorporar progresivamente a otros miembros del “club”, es posible concebir, por consiguiente, una gobernanza regional, incluso global, algo que realistas y neorrealistas dan por descartado. El abanico de posibilidades para apuntalar y amplificar el alcance de semejante gobernanza va desde el nivel sectorial, sobre todo en materia comercial, derechos de propiedad, incentivos a inversionistas, convergencias regulatorias, etcétera, hasta arquitecturas más ambiciosas como las que se ensayan en el espacio de la Unión Europea (con instituciones supranacionales) o aquéllas que proponen, incluso, un “gobierno cosmopolita”. Retomando el ideal de Kant sobre la posibilidad de una paz perpetua, David Held, politólogo inglés, considera que, contrario a lo que 32 Esto ha llevado a algunos autores a introducir la “teoría de juegos” para entender la naturaleza de un conflicto y su posible desenvolvimiento. Véase Karl Deutsch, The Analysis of International Relations, Englewood Cliffs, N.J., Prentice Hall, 1978, pp. 132-164. 33 Robert Gilpin, The Challenge of Global Capitalism. The World Economy in the 21st Century, Princeton, Princeton University Press, 2000. 34 Robert Keohane, Cooperation and Discord in the World Political Economy, Princeton, Princeton University Press, 1984.

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planteaba el filósofo prusiano a finales del XVIII, la eliminación de la guerra no era posible simplemente con asegurar la proliferación de repúblicas bien gobernadas, en donde la libertad individual y la de los demás se respetara, y estuvieran además interconectadas económicamente.35 Held regresa al principio hobessiano de que detrás de un pacto social está la espada y que, por lo tanto, la gobernanza democrática no puede ser autorregulada de acuerdo al sistema de incentivos propuesto por los neoutilitaristas. Lo que está en juego en cualquier tipo de gobierno, arguye, no son sólo las ganancias materiales, sino también valores sociales e individuales, así como la simbolización y caracterización de los mismos. Y esto no se reduce a un sistema de incentivos, sino más bien apela a un espacio público de confrontación y comunicación. Es a partir de este “diálogo comunicativo” desde el que se podría articular un pacto “cosmopolita” de gobierno, cuya esencia estaría anclada en tres principios: un individualismo igualitario (cada individuo es igual a todos), un derecho y respeto a la “diferencia”, lo que conduce a un “reconocimiento recíproco”, y un pacto reconocido por todos en los que estos principios de igualdad y respeto individuales sean mantenidos y reconocidos, y, en caso contrario, defendidos mediante el uso de la coerción o violencia legítima.36 Para ello Held plantea la necesidad de engarzar nuevas formas de organización militar (como ejércitos bajo el mando de la ONU, o la articulación entre complejos regionales, etc.) dentro de un pacto democrático y de transparencia global, que otorgue una nueva legitimidad al uso legítimo de la violencia. 37 El establecimiento de una “autoridad suprema” –supranacional– tendrá, pues, como fin último, defender a la “comunidad cosmopolita” de todo aquello que amenace su pacto de individualismo igualitario. Al respecto, Castells se muestra más escéptico. Según él, la globalización y la emergencia de la sociedad informacional no lleva necesariamente a las convergencias ni a los consensos. La dialéctica de la reterritorialización y desterritorialización de los espacios económicos, sociales y políticos ha acelerado más bien la fragmentación y el resurgimiento de prácticas identitarias ancladas al nivel nacional o subnacional. El proyecto de una cultura y de un gobierno cosmopolitas, que comparta valores normativos supuestamente universales, privilegia el contenido sobre los procesos. Según Castells, los valores individualistas y libertarios 35 Véase Immanuel Kant, Hacia la paz perpetua, Madrid, Editorial Biblioteca Nueva, 1999 y del mismo autor, “Idea de una historia universal en clave cosmopolita”, en Immanuel Kant, ¿Qué es la Ilustración?, Madrid, Alianza Editorial, 2004. 36 David Held, “From Executive to Cosmopolitan Multilateralism”, David Heldy Mathias Koenig-Archibugi (eds.), Taming Globalization. Frontiers of Governance, Cambridge, Polity, 2003, pp. 168-169. 37 Ibidem, p. 328.

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ni siquiera generan consenso en los países occidentales como para ser propuestos como un código universal para el resto del mundo. Ante la fragmentación que parece más bien imperar a nivel global, y ante el oportunismo que han mostrado los Estados para aprovecharse de las redes de gobernanza regional o multilateral, el sociólogo de origen catalán plantea que si una cultura común se pudiera construir para la sociedad reorganizada en la red global, tendría que erigirse sin anteponer primero el contenido axiológico de la misma, sino más bien privilegiando los protocolos de comunicación entre culturas y valores encontrados que parecen prevalecer en la actualidad, en el que el principio fundacional no sería la búsqueda de valores compartidos, sino compartir la importancia estratégica de la comunicación entre valores y sociedades desiguales y asimétricos. Apostar, pues, más al proceso que al contenido de eso que se pretende entender como valores y cultura cosmopolita. 38

¿DE WESTFALIA A UN RETORNO NEOMEDIEVAL O IMPERIAL? Si con Vitoria y Hobbes la guerra quedó como monopolio “soberano” de los Estados, y con Hugo Grocio quedó confinada a fines defensivos o para perseguir intereses políticos, desde fines del siglo pasado, con la proliferación de los “estados fallidos”, conflictos interétnicos que llevaban a verdaderos genocidios, pero sobre todo con la articulación de la llamada Doctrina Bush como respuesta a los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 a Nueva York y el Pentágono, el uso de la fuerza pareciera regresar a las nociones medievales de la “guerra justa”. Mientras que en el “orden de Westfalia” las guerras eran consideras como eminentemente políticas, es decir, por ambiciones de dominio, con la Doctrina Bush la violencia ha regresado más bien a un espíritu de Cruzada, en donde se defiende o se lucha por valores o principios morales. Este nuevo “realismo de cruzada”, como la han nombrado algunos de sus apólogos, 39 ha hecho de la violencia armada una lucha permanente por la libertad y sus valores asociados, y de la “guerra preventiva”, es decir, de la intervención armada sin que haya prueba de un ataque inminente, pero que se justifique por existir una amenaza potencial a los “intereses libertarios”, su principal pivote. A diferencia de las intervenciones “humanitarias” que Estados Unidos hizo en Bosnia y Kosovo al terminar el siglo pasado, las

M. Castells, Communication Power, p. 38. Lamont Colucci, “Grand Strategy Transformed: 9/11 and the Birth of Crusading Realism”, en Matthew J. Morgan (ed.), The Impact of 9/11 on Politics and War, Nueva York, Pallgrave Macmillan, 2009, pp. 167-187. 38 39

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intervenciones en Afganistán e Irak, después de los ataques perpetrados en 2001, son muestra fehaciente de lo que es hoy la “guerra preventiva”. En efecto, el corolario de la Doctrina Bush es que la defensa de los valores libertarios no está sujeta a un debate o a un “gobierno internacional”, como los defensores del cosmopolitismo liberal lo pregonan, sino a una apreciación unilateral de Estados Unidos. Lo mismo sucede con la decisión de iniciar un ataque “preventivo”;40 no está sujeto ni a discusión ni sanción internacional y se mantiene como un “privilegio” de Estados Unidos, como lo muestra la reacción occidental ante la invasión de Crimea por parte de Rusia, realizada por este último bajo los mismos principios de la “guerra preventiva” pero condenada por el primero bajo el principio de la soberanía. Este retorno a la guerra justa, no sólo para defender las libertades de las “naciones libres” sino de aquéllas azotadas por la “tiranía”, el “odio” y la “muerte”, bajo un substrato abiertamente religioso, 41 terminó por enterrar al discurso jurídico de la soberanía no sólo como frontera entre lo “interno” y “externo” de un país, sino como fórmula para ordenar las relaciones entre los Estados y de imponer límites y reglas a la acción bélica. A primera vista esto pareciera indicar el regreso a un orden en donde la relación de fuerza y el uso del poder en toda su gama de posibilidades se convierte en la moneda de cambio internacional, tal y como lo han dicho los “realistas” desde la segunda mitad del siglo pasado. En ese sentido, el concepto de soberanía pierde su connotación jurídico-relacional para retomar una acepción más maquiavélica; la capacidad de un Estado para hacer lo que pueda y quiera tanto dentro como fuera de su circunscripción. Pero en el discurso estadounidense postseptiembre 11 la noción de “enemigo” también se ha desterritorializado. Dicha noción, tradicionalmente circunscrita a países, o alianzas de países, como la teoría de la “balanza de poder” suele ubicarlos, ahora adquiere una connotación transnacional, ya que los nuevos enemigos a los que Estados Unidos y los “países libres” tienen que afrontar son tanto individuos, que operan en redes globales, como gobiernos que los hospedan o apoyan. Esto dio pie a 40 Hay que distinguir entre un ataque por adelantado (en inglés pre-emptive) y de uno “preventivo”. El primero está legitimado por la Carta de Naciones Unidas bajo el principio de la “legítima defensa”, siempre y cuando el mismo se justifique ante un “ataque inminente” por parte de un enemigo. En el caso de la guerra preventiva, no es necesario que exista la posibilidad de un ataque inminente, sino el potencial de una amenaza. Una visión de este tipo lleva por supuesto a abusos de poder de todo tipo, como se evidenció en el caso de la invasión estadounidense a Irak, en 2003, cuando Washington ni siquiera permitió que la Comisión Blix, auspiciada por las Naciones Unidas y encargada de verificar si en efecto el gobierno de Sadam Hussein estaba desarrollando “armas de destrucción masiva”, terminara su misión, que al final concluyó que no existía amenaza tal. 41 Véase el discurso de posesión de George W. Bush al iniciar su segundo mandato, George W. Bush, “Second Inaugural Address”, 20 de enero de 2005, disponible en http://www.gutenberg.org/files/925/925-h/925-h.htm. consultado el 30 de abril de 2014.

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lo que Condoleezza Rice, otrora Secretaria de Estado durante la segunda administración de Bush, llamó como “diplomacia transformacional”, en el sentido de que para promover la libertad, paz y democracia, Washington también favorecería el “cambio de régimen” en un país si su gobierno era incompatible con los valores libertarios de Estados Unidos.42 Ello ha llevado a que algunos autores consideren el orden transnacional vigente más como una alegoría de lo que fue el orden medieval: un orden políticamente fragmentado entre imperios, reinos, principados (hoy todos Estados, pero algunos con pretensiones imperiales), ciudades libres (hoy ciudades globales) y una iglesia universal –hoy ejemplificada por “valores universales” como la democracia y la libertad– que daba consistencia y coherencia a la fragmentación política.43 Para otros, el destierro de las guerras “soberanas” (por intereses), el resurgimiento del “realismo de cruzada” y de la promoción de las libertades en aquellos países o pueblos que se mantienen tiranizados, son muestras de un regreso a la noción de “imperio” dentro de esta suerte de desorden que parece hoy prevalecer. Es decir, reconocen en el discurso religioso-moral de Estados Unidos el espíritu de “frontera cultural” que caracterizó a su propio expansionismo poscolonial, en el que las libertades y la democracia “avanzaban” más allá de los trece estados originalmente confederados hasta llegar al Pacífico y luego redefinir –a través de la guerra y del llamado “Destino Manifiesto”– su frontera sur con México y posteriormente en el Caribe con España. Para Hardt y Negri, el fin del orden de Westfalia no es un regreso a fórmulas imperialistas ya vistas en el pasado, sino más bien el ingreso a una suerte de “posmodernidad imperial”. Posmodernidad e imperio van de la mano para estos autores. La primera se caracteriza no sólo por el resurgimiento de la guerra legitimada en valores supuestamente universales, como los pregonados por la Doctrina Bush, sino porque a diferencia de las guerras soberanas, que eran por excepción para mantener la paz, ahora la nueva cruzada se manifiesta de forma permanente para obtener el mismo fin. Es decir, mientras que en el “orden moderno” la guerra era un instrumento para mantener o rehacer la paz, en la “posmodernidad” el estado de guerra, y no sólo su latencia como durante la Guerra Fría, se ha generalizado, por lo que la paz se hace excepcional. 42 Condoleezza Rice, ”Remarks at Georgetown University”, Washington, D.C., US Department of State, 18 de enero, 2006, disponible en www.state.gov., consultado el 18 de marzo, 2006. Para una síntesis del llamado “Realismo wilsoniano” y el pensamiento neoconservador estadounidense en materia de política exterior, véase Francis Fukuyama, America at the Crossroads. Democracy, Power, and the Neoconservative Legacy, New Haven, Yale University Press, 2006. 43 Véase Andrew Gamble, “Regional Blocs, World Order, and the New Medievalism”, Mario Telò, European Union and New Regionalism. Regional Actors and Global Governance in a Post-Hegemonic Era, Bodmin, Ashgate, 2007, pp.21-36.

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Asimismo, mientras que en la “modernidad” la guerra era un asunto “externo”, de soberanos y que marcaba el fin de la diplomacia y la negociación, el estado generalizado de guerra es hoy tanto interno como externo, debido al carácter ubicuo y transnacionalizado del “enemigo”. Semejante concepción ha desmoronado la dupla hobessiana de soberanía y guerra para regresar a lo que el Leviatán intentó conjurar, al estado de “naturaleza” o de guerra permanente, en donde el poder es enmascarado bajo leyes y pactos pero sólo puede entenderse en términos de una relación de fuerzas. Se trata pues de la inversión, del aforismo de Clausewitz, en donde la política es otra forma de conducir la guerra.44 Si bien un imperio se ha definido tradicionalmente por su extensión geográfica y el dominio ahí ejercido por un poder imperial, ante la reconfiguración del espacio/tiempo que las TI y la transnacionalización en red han generado, Hardt y Negri proponen que el nuevo imperio que produce, protege, defiende y expande las libertades no puede entenderse como lo fue el Imperio romano, en donde Roma fungía como su epicentro. Aunque Estados Unidos, y sus propias instituciones políticas y económicas desempeñan un papel crucial en este nuevo orden imperial, este último ha sido más bien el producto de la expansión del capitalismo a escala global, lo cual ha desbloquedo una nueva era de innovación tecnológica y de reconfiguración del espacio/tiempo que reclaman una autoridad para sostener un equilibrio. Si bien para muchos economistas, sobre todo marxistas, el capitalismo siempre ha sido expansivo y global, su propia dinámica expansiva había estado impulsada o coartada por políticas de todo tipo que emanaban de los Estados. En una coyuntura en que la innovación, la competitividad y el crecimiento de la productividad se hacen más apremiantes como factores para generar riqueza, el modelo sistémico de las fuerzas del mercado, con su redefinición de jerarquías regulatorias al nivel supra, estatal o subnacional, se ha tornado como naturalmente universal. Esto es lo que pareciera estar detrás de la nueva ola neoliberal que se activó desde el año 1980 y que pareciera colonizar todas las esferas clave de la vida humana a nivel planetario, a pesar de la crisis financiera que desencadenó a finales de la década pasada y que parece prolongarse hasta el presente. En esta nueva fase expansiva de los mercados, en la que el mismo Castells vislumbró el desarrollo de la “era informacional”, el modelo político

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Hardt y Negri, op.cit., pp. 3-10. Para una relectura del Leviatán de Hobbes, en el marco de la guerra civil inglesa del

XVII, y de la política como un permanente desplazamiento de relación de fuerzas, véase Michel Foucault, Il faut

défendre la société, op. cit. La guerra contra enemigos ubicuos, que no conocen ni respetan fronteras “soberanas”, ya estaba, desde los 1980, en el lenguaje de Estados Unidos, por ejemplo en la llamada “guerra contra las drogas”. Pero la guerra contra el terrorismo ha legitimado el estado de excepción, incluso al interior de ese país, y entrelazado las prácticas de gobierno con las policíacas, de inteligencia y contrainsurgencia, y las tácticas y técnicas de la guerra.

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estadounidense ha quedado bien posicionado para reclamar su legítima “excepcionalidad”. Como lo advierten Hardt y Negri, si el capitalismo se asume hoy como planetario, y ha reactivado los valores libertarios y utilitarios que le caracterizan, la instauración de una suerte de “república universal”, que promueva, impulse y proteja esos mismos valores se torna casi necesaria. 45 Este nuevo orden “republicano”, “libertario” y “universal” descansaría esta vez, no en el homo domini lupus o en el zoon politikon, ni siquiera en la simple racionalidad utilitaria del homo oeconomicus, la república global descansaría y se reproduciría en un nuevo tipo de “naturaleza humana” que la concibe cierta, racional y calculadora, pero como un capital en sí mismo, cuyos “rendimientos” pueden ser incrementados o disminuidos conforme a decisiones estratégicas y concurrentes tomadas por los individuos a lo largo de su vida productiva.46 Independientemente de lo sólido o frágil que sean los argumentos de Hardt y Negri, el punto aquí es resaltar que dentro de una óptica de “gobernanza mundial”retomada desde otras perspectivas por algunos autores, incluyendo el “cosmopolitismo global” de David Heldt o la “república universal” de Hardt/Negri lo que en el fondo se gobierna no es a un conjunto de individuos “soberanos”, sino a una sociedad que se reconoce transnacionalizada, asediada por preocupaciones o problemas “globalmente comunes” (global commons, en el lenguaje de las Naciones Unidas), agrupada e identificada frente a valores “universales” (derechos humanos, democracia, el hombre como capital humano, etcétera), y amenazada por enemigos globales ubicados fuera de sus redes o capaces de permearla. Desde esta perspectiva, lo “internacional” y lo “externo” se trastocan, al menos como se concebía bajo un discurso centrado en la soberanía de los Estados. Lo “interno” es todo lo que concierne a la protección, reproducción y procuración de esa “sociedad transnacionalizada”, todavía organizada en territorios pero cada vez más interconectada en redes de todo tipo. Las amenazas que provengan de las mismas redes transnacionalizadas son controladas o neutralizadas bajo operativos de naturaleza “policíaca”, aunque no estén del todo desvinculados con aquellos de la guerra preventiva. ¿Dónde queda entonces el “entorno externo”, lo “global”, lo “universal”, lo “cosmopolita”? Usando y abusando de la doctrina del propio George W. Bush: ahí donde impera la “tiranía”, el odio y la “muerte” está el fin de la sociedad universal y cosmopolita. Es decir, lo Hardt y Negri, op.cit., pp.160-182. Para M. Foucault, toda la teoría del capital humano de la llamada Escuela de Chicago de la primera mitad del siglo XX está en la base del “neoliberalismo”, concebido no simplemente como una “ideología” económica, sino como toda una estrategia de gubernamentalización con efectos materiales y de poder concretos. Véase Michel Foucault, Naissance de la biopolitique, París, Gallimard-Seuil, 2004, pp. 221-271. 45

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externo queda de pronto relegado, reconstituido, en los espacios e intersticios en los que la sociedad “transnacionalizada”, con “capital humano”, no se reconoce ni opera. Son, si se quiere, las nuevas “zonas bárbaras” a recuperar, transformar, “convertir”, si no es que de plano a invadir y bombardear mediante el mecanismo de la guerra preventiva en aras de la expansión de la sociedad libertaria, productiva y capitalizada, organizada y gobernada en red. Pero en todo ello no deja de haber una gran paradoja, a más democracia y libertad exigida por esa sociedad “global”, en aras de su defensa y protección, tanto física como de los principios que la mueven y reproducen, más se justifica la “suspensión” de las libertades, más los “estados de excepción” para hacer avanzar una “república” de vigilancia y panóptica; más un estado de guerra generalizado que, substituyendo a la “balanza de poder”, se presenta como la única garantía de la paz. En ese sentido, Edward Snowden y Julien Assange no son más que los nuevos prototipos de los rebeldes y disidentes de la sociedad transnacional, cuya confrontación al “poder global” viene a recordarles a sus miembros la gubernamentalización silenciosa, lenta y compleja a la que han sido sometidos.

COMENTARIOS FINALES En una época en que lo local tiene un impacto global y lo transnacional moldea cada vez más la agenda de lo “nacional” o lo particular, se podría pensar que el estudio de las relaciones internacionales se aproxima a una época de oro, ya que pareciera que no hay asunto económico, político o social que no tenga una dimensión “internacional”. De manera paradójica, entre más interconectado esté el mundo, el objeto de esta disciplina se encuentra más desdibujado, en todo caso, más difícil de aprehender en la interconexión gubernamental. Ello se debe a que la disciplina tradicionalmente distinguió, bajo la figura de la territorialidad y la soberanía, los asuntos “internos” de un Estado de los externos. Mientras que los asuntos internos fueron objeto de estudio de los economistas, sociólogos, antropólogos, politólogos y de muchas otras disciplinas, los “internacionalistas” se avocaron a analizar el vacío de poder, o como los estructuralistas lo plantearan, la “anarquía” del entorno global. Dicho entorno se caracterizó por no tener gobierno, y por tanto, no susceptible de ser gobernado, aunque sí jerarquizado por “estructuras” o balanzas de poder que hacían inteligibles las posibilidades de acción de los Estados.

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Ese espacio sin gobierno, aunque atravesado por todo tipo de alianzas, instituciones, asociaciones, sujetos “no soberanos” como las empresas y las organizaciones no gubernamentales, en última instancia dependían de autoridades “soberanas” para el mantenimiento de un orden en el que en última instancia se jugaba las condiciones de la paz y la guerra. A medida que el discurso teológico-jurídico de la soberanía ha dejado de representar la frontera entre lo interno y lo externo, debido sin duda a cambios tecnológicos, organizativos, pero sobre todo de reconfiguración del tiempo y del espacio sociales, el espacio anárquico que constituyó el objeto privilegiado de la disciplina, ha sido cada vez más colonizado por mecanismos, estrategias, dispositivos de gobierno que tradicionalmente los internacionalistas confinaban al orden “interno” de los Estados. Hoy, la gobernanza de asuntos tan concretos como el acceso a los mercados “internacionales”, tanto de bienes como de dinero, o de asuntos más complejos y multidimensionales como el medio ambiente o el cambio climático, se hace cada vez más bajo la lógica y estrategia de los “incentivos de mercado”. Términos como “gobernanza humana” o “gobernanza global”, articulados bajo un sinnúmero de indicadores como el del desarrollo humano, líneas de pobreza, movilidad, competitividad, participación política y un gran etcétera, muestran el interés de gobiernos, instituciones internacionales, asociaciones privadas (como el Club de Davos), empresas, grupos no gubernamentales, por “gobernar” el espacio global. Es justamente en esas nuevas arquitecturas de gobernanza que cruzan de manera horizontal las fronteras soberanas que el espacio “anárquico” se va disipando. A medida que todo un conjunto de poblaciones, ciudadanas o no, y de fenómenos de todo tipo, tanto naturales como sociales, son sometidos a la observación e interrogación de todo tipo de instancias y saberes, para ser “gobernados” o administrados, ya sea a nivel local, nacional, trans o supra nacional, una nueva frontera del poder y del gobierno se establece. Ésta no es ni soberana ni territorial, sino entre lo que se ha podido someter a una tecnología y dispositivo de regulación o gobierno, y lo que escapa a ello. Hoy, en un mundo tan complejo e interrelacionado, lo no regulado, lo no gobernado, lo no gubernamentalizado, se presenta como un “riesgo”, ya sea local, global, transnacional o virtual (perteneciente al ciber-espacio). Y hoy, es esa nueva zona, no necesariamente “anárquica”, pero que simplemente escapa a las relaciones de poder dominantes, en que las amenazas a la paz y las posibilidades de guerra (tanto local como global) se plantean.

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¿Se esfumó entonces el objeto de las Relaciones Internacionales? Reconstruirlo por el lado de la “exterioridad” territorial de los Estados resulta muy problemático. Pero si la disciplina ha reflexionado de manera constante sobre las condiciones de posibilidad de la paz y la guerra, habría quizás por ahí una posibilidad de renovación. Empero, habría que suspender, al menos por un buen momento, el ideal kantiano de la paz perpetua, ya que en una época en donde los mercados están más interconectados que nunca, y donde las aspiraciones libertarias y democráticas parecieran adquirir un mayor consenso, la guerra perpetua pareciera ser la condición que da cohesión y consistencia a todo aquello que está en manos de una “gobernanza global”.

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IV. LOS TRES NIVELES DE ANÁLISIS

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INTRODUCCIÓN

L

os tres niveles de análisis han sido una herramienta teóricometodológica muy útil para describir los fenómenos internacionales y la política exterior de los Estados. Es una visión simple pero de amplio alcance. Es decir, su aplicación para explicar las relaciones internacionales es sencilla pero al mismo tiempo resulta profunda. Muchos de los fenómenos internacionales pueden ser interpretados a partir de los supuestos que plantea esta herramienta. Por lo tanto, los tres niveles de análisis funcionan como un complemento de los diferentes enfoques teóricos de la disciplina de las Relaciones Internacionales. El objetivo de este capítulo es acercar al interesado en los asuntos internacionales en el contenido de los tres niveles de análisis. En primer lugar, el texto describe el origen de esta herramienta, así como sus principales supuestos teóricos. También identifica sus principales fortalezas y debilidades. Finalmente, el capítulo introduce algunas herramientas pedagógicas para el mejor entendimiento de los tres niveles de análisis. ORIGEN DE LOS TRES NIVELES Para encontrar las causas que originaban el conflicto, Kenneth Waltz escribió un influyente libro en el que propuso tres niveles de análisis: el individual, el estatal y el sistémico.1 En el primer nivel, Waltz planteaba que la causa de la guerra se encontraba en la naturaleza humana. Es decir, 1 Kenneth Waltz, The Man, the State and the War, Nueva York, Columbia University Press, 1954. Existe una traducción al español: Kenneth Waltz, El hombre, el Estado y la guerra: Un Análisis Teórico, México, CIDE, 2007.

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los Estados decidían el uso de la fuerza militar debido a las preferencias personales de los líderes. En el nivel estatal, Waltz argumentaba que los países iban a la guerra motivados por necesidades e intereses internos. Finalmente, el autor rechazaba esos dos niveles y señalaba que los Estados iban a la guerra debido a la naturaleza anárquica del sistema internacional. Así, Waltz planteaba que el verdadero origen de la guerra se encontraba en los factores que se ubican en el plano global. Más tarde, otros autores ajustaron las tres imágenes (como las llamaba Waltz) para explicar el comportamiento de los Estados en la arena internacional.2 El primero de ellos es el “nivel internacional o sistémico” que explica la conducta de un Estado a partir del contexto internacional. Es decir, la principal motivación de la política exterior o explicación de un fenómeno se encuentra fuera de las fronteras estatales. El segundo es el “nivel estatal” y presenta fundamentaciones a partir de la estructura interna y del juego político de los diferentes actores subnacionales. En otras palabras, la principal motivación de la política exterior se encuentra al interior de las fronteras. Por último, el tercer nivel es el “individual” y analiza las características personales y psicológicas de los individuos encargados del diseño de la política exterior de un Estado.

PRINCIPALES PREMISAS TEÓRICAS Nivel sistémico El nivel sistémico asume que los Estados son actores unitarios que responden a incentivos externos. Bajo este criterio, cada actor puede establecer ampliamente sus preferencias nacionales y sus procedimientos de toma de decisiones. De esta manera, los Estados se distinguen sólo por su posición relativa en el sistema internacional. Ante este contexto, el nivel sistémico supone que los países y otros actores internacionales operan en un ambiente social, económico, político y geográfico global en donde las características específicas del sistema ayudan a determinar el modelo de interacción entre los actores. El nivel de análisis sistémico considera algunas variables para poder explicar los fenómenos globales. La primera es la naturaleza de los actores. Aquí, el propósito es identificar a los principales actores transnacionales que inciden en el sistema internacional. Este marco explicativo 2 Véase Karen Mingst, Fundamentos de las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2006. John Rourke, International Politics on the World Stage, Nueva York, McGraw-Hill, 2003. Joshua Goldstein y Jon Pevehouse, International Relations, Wisconsin, Pearson-Longman, 2006.

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asume que el principal actor es el Estado, pero reconoce la existencia e influencia de otros protagonistas, tales como las organizaciones internacionales, las empresas transnacionales, la opinión pública internacional, los individuos con presencia mundial, e incluso el crimen organizado y los grupos terroristas. El papel de los actores permite conocer la frecuencia e intensidad de los elementos del sistema. Entre las diferentes formas de interacción de los actores, la economía y la política son dos de los escenarios de relación de mayor importancia en la arena internacional.3 La segunda variable incluye los objetivos de los actores y los medios que disponen para alcanzarlos. Para entender el ambiente internacional, es necesario conocer los principales intereses que tienen los distintos actores puesto que ellos actúan en función de sus objetivos y de los valores que buscan proyectar en el plano externo. Asimismo, es importante identificar los diversos instrumentos que tienen los distintos actores para hacer realidad esos objetivos. A lo largo de la historia del hombre, la negociación diplomática y la guerra son dos de los medios más utilizados por los Estados para promover sus intereses. En ocasiones, cuando la diplomacia falla entonces los Estados recurren al uso de la fuerza para lograr sus objetivos de política exterior. Karl Von Clausewitz planteaba que la guerra era la continuación de la política (diplomacia) en otro terreno.4 Bajo esta premisa, pareciera que solamente hay dos alternativas: la guerra o la diplomacia. Sin embargo, existen otros instrumentos que se pueden utilizar para alcanzar objetivos de política exterior. Un ejemplo particular es la diplomacia coercitiva, la cual se encuentra entre la negociación y el uso de la fuerza militar. La diplomacia coercitiva es el uso de amenazas o promesas de premios para que los actores alcancen sus objetivos. En varias ocasiones, algunos actores amenazan con atacar a un país para que actúe de acuerdo a los intereses del primero. En otras ocasiones, los Estados prometen premios o ciertos privilegios con el mismo fin: que el otro proceda de acuerdo a las preferencias del primero. En esencia, la diplomacia coercitiva busca evitar el conflicto mediante las amenazas o los premios. Por ello, este instrumento se ha convertido en una alternativa viable entre el uso de Diplomacia coercitiva. Otros instrumentos o medios de los cuales los Estados se valen para alcanzar sus objetivos de política exterior son las alianzas, las instituciones y organizaciones internacionales y en general las normas del Derecho Internacional. La tercera variable es el grado de interdependencia y polarización que exista en el sistema en un momento determinado. No es posible entender el funcionamiento de un sistema internacional sin considerar el 3 4

John Rourke, op. cit., p. 63. Karl von Clausewitz, De la Guerra, México, Diógenes, 1972.

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grado de interdependencia que existe entre los diferentes actores. La interdependencia es el nivel de afectación que Diplomacia coercitiva: exhibe un actor sobre los otros cuando El uso de amenazas o actúa de una u otra forma. Por ejemplo, promesas de premios para si un Estado establece nuevos impuestos al comercio, entonces las empresas de alcanzar objetivos de otros países pueden salir afectadas por política exterior. esa medida. No hay duda de que hoy el mundo muestra un alto nivel de interdependencia: lo que ocurra en un país o una región afectará significativamente a otra. Asimismo, la polarización del sistema internacional es una importante variante para entender el funcionamiento del sistema internacional. Hay dos formas de explicar la polarización. La primera es el número de polos que caracterizan al mundo. A lo largo de la historia, los sistemas internacionales se han caracterizado por ser unipolares, bipolares o multipolares. Estos rasgos tienen un impacto directo en el funcionamiento del sistema internacional. Por otro lado, la polarización es la flexibilidad que hay entre las alianzas existentes. Por ejemplo, en algunas ocasiones Francia fue aliada de Inglaterra, pero en corto plazo se convertían en enemigos. El cambio de este tipo de alianzas refleja una polarización flexible. Durante la Guerra Fría (1945-1989), era muy difícil que los aliados de Estados Unidos se cambiaran de bando. Entonces el sistema internacional se caracterizaba por tener una polarización rígida. La siguiente variable es la distribución del poder y la riqueza. No hay duda de que la forma en que se reparta el poder y la riqueza tiene un impacto profundo en el funcionamiento del sistema internacional. Incluso, la mayoría de los conflictos internacionales tiene su origen en estos dos elementos: riqueza y poder. Parafraseando a Tucídides, un cambio en el equilibrio del poder es la causa más profunda de las guerras. De hecho, las modificaciones sustanciales en el reparto de las fuerzas han impactado en los diferentes sistemas internacionales que han existido a lo largo de la historia. En 1618, la Guerra de los Treinta Años buscaba un cambio en el equilibrio de poder. Las democracias buscaban tener mayor influencia que los Estados monárquicos. Así, la Paz de Westfalia de 1648 representó un cambio en el equilibrio de poder entre los principales actores del sistema en esa época. Más adelante, las guerras napoleónicas también pretendían un cambio en este sentido. Napoleón quería hacer de Francia la principal potencia del mundo. El Congreso de Viena de 1815 trajo un

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reacomodo del equilibrio del poder al imponer nuevas reglas que los Estados debían cumplir. De igual modo, la Primera Guerra Mundial buscaba el mismo propósito. Alemania había llegado tarde a la repartición de las colonias y buscaba un reacomodo internacional. Asimismo, los Tratados de Versalles de 1919 trajeron nuevas reglas de juego para mantener la hegemonía de Francia e Inglaterra. Esos acuerdos habían dejado una herida muy profunda en Alemania. Por ello, Adolfo Hitler buscaba un cambio en el equilibrio del poder. Con la Segunda Guerra Mundial, Alemania buscaba convertirse en la principal potencia global. Pero otros actores, como Inglaterra, Francia, la Unión Soviética y Estados Unidos no estaban dispuestos a aceptar una modificación del poder. En 1945, las Naciones Unidas y los tres grandes (Estados Unidos, Inglaterra y la Unión Soviética) pusieron las nuevas reglas del sistema internacional. Los acuerdos llevaron a la Guerra Fría, una confrontación ideológica entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Los eventos anteriores muestran la importancia que tiene el equilibrio del poder en los sistemas internacionales. Por ello, este elemento es fundamental en el nivel de análisis sistémico. En este sentido, la teoría del equilibrio del poder es fundamental. De acuerdo con esta visión, los pesos y contrapesos entre los diferentes actores permitirán mantener la paz y la seguridad. Sin embargo, la realidad es que el sistema internacional es jerárquico puesto que existen potencias hegemónicas que dominan a otros actores secundarios. Cuadro IV.1. Los sistemas internacionales

Fuente: Elaboración propia a partir de Rafael Velázquez, “Cambios y continuidades del sistema internacional”, en Relaciones Internacionales, año 20, núm. 41, Buenos Aires, Universidad Nacional de la Plata, junio-diciembre, 2011, pp. 159-177.

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Cuando un Estado asume una conducta basada en la mayoría de estos elementos, entonces es posible afirmar que las decisiones de política exterior se enmarcan en el nivel sistémico. Por lo tanto, este nivel opera cuando el elemento externo es el predominante y el más influyente. En otras palabras, una política exterior que reacciona principalmente a los estímulos externos puede ser clasificada como sistémica. Asimismo, un evento que tiene su origen en factores que se encuentran en este nivel puede ser explicado desde la perspectiva del nivel sistémico. El nivel estatal El segundo nivel de análisis es el nacional o estatal. Es el que localiza los determinantes de la política exterior dentro de los márgenes del propio Estado-nación. En este sentido, la conducta del Estado no responde a un sistema internacional, sino a la estructura interna, los intereses de los actores nacionales y las necesidades internas. Asimismo, los hechos o problemas globales que tienen su origen al interior de los países y que impactan en el sistema internacional pueden ser explicados desde la perspectiva del nivel estatal. En la política internacional, el nivel estatal contempla tres grupos de elementos. El primero incluye los factores demográficos, políticos, ideológicos, económicos, tecnológicos, geográficos, militares, sociales y culturales del Estado. El segundo comprende los actores subnacionales gubernamentales y no gubernamentales. El tercero considera el interés, los objetivos, el proyecto y la identidad nacionales, así como la capacidad de negociación internacional. Las características sociodemográficas de un país inciden significativamente en su conducta externa. Un país con una sociedad educada y con una tasa baja de desempleo tendrá diferentes objetivos y diseñará distintas estrategias de política exterior en comparación con otras naciones con rasgos demográficos distintos. De esta forma, un gobierno estará condicionado a tomar ciertas decisiones si su población está caracterizada por un alto flujo migratorio. A manera de ejemplo, México tiene, de manera permanente, en su agenda de política exterior la protección a migrantes debido a que una gran parte de su población reside en Estados Unidos puesto que busca mejores oportunidades de trabajo al no encontrarlas en su país. Asimismo, si un país tiene una alta población puede tener ventajas como mayor mano de obra o la posibilidad de tener un ejército mayor. Tal es el caso de China, que resulta una potencia porque tiene la quinta parte de la población mundial. Por otro lado, las costum-

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bres de una sociedad, su religión, sus valores socioculturales, su historia y hasta su lenguaje, marcarán en gran medida la conducta a seguir en el escenario internacional. El factor político es una de las variables que afecta directamente el proceso de formulación y ejecución de la política exterior. Aquí hay que considerar los tipos de gobierno, la estabilidad política, la relación entre los principales poderes (ejecutivo, congreso, judicial) y la cohesión social. Al clasificar de manera general los sistemas políticos, se distinguen dos regímenes: el democrático y el autoritario. Dependiendo de su funcionamiento y ubicación, los Estados modulan su actuación en el exterior. La estabilidad política ayuda en buena medida a alcanzar los objetivos de política exterior. Un país inestable es más vulnerable ante las presiones y amenazas externas. La cohesión social es importante para dar legitimidad a las decisiones. Con una población que apoya a su gobierno, un presidente puede tomar decisiones de política exterior con mayor facilidad porque sabe que cuenta con una base de apoyo social. La situación económica determina también el tipo de comportamiento de los Estados y el papel que desempeñan en el sistema internacional. El grado de desarrollo, la producción industrial y agrícola, el nivel de inversión extranjera, el estado de la balanza comercial, el desarrollo tecnológico y la situación financiera en general, precisan en gran medida la política exterior de los Estados. Un país con alto desarrollo económico y tecnológico tendrá un comportamiento distinto y gozará de una mayor autonomía en sus relaciones externas en comparación con los países de menor desarrollo. De hecho, la política exterior puede contribuir significativamente a mejorar la situación económica de los Estados, especialmente cuando se trata de temas como la inversión extranjera, la deuda externa y el comercio exterior. Otros condicionantes internos son la geografía, la ideología del Estado y la historia. Las particularidades geográficas resultan igualmente determinantes. Un país de grandes proporciones territoriales, con ríos y lagos, y con comunicaciones eficientes, tendrá más margen de maniobra hacia el exterior. El comportamiento de un Estado con salida al mar o que comparta fronteras con una potencia mundial será definitivamente distinto a otros. Asimismo, la posesión de recursos naturales estratégicos definirá el papel de un país en el sistema internacional. Un país con grandes reservas de petróleo, por ejemplo, tendrá una mayor influencia o, al menos, asumirá un papel más dinámico en el concierto de las naciones. La ideología del Estado es también un elemento importante para las relaciones internacionales. Ésta puede definirse como un conjunto de representaciones imaginarias que implican una visión coherente de la

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realidad y que aspiran a ofrecer una explicación de la totalidad de los fenómenos y la adhesión a un sistema de valores que constituyen una justificación de la acción. Entre las ideologías más comunes que afectan la política internacional están el capitalismo, el liberalismo, el socialismo, el comunismo, el fascismo, el nacionalismo, el expansionismo, el neutralismo, el pacifismo y el globalismo. Dependiendo de su ubicación ideológica, el Estado asumirá una posición frente al exterior y, de la misma manera, será tratado por los otros actores. Como ya se mencionó anteriormente, la experiencia histórica también impacta las relaciones internacionales de un país. Cuando tienen experiencias históricas de invasiones o ataques de otras potencias, muchos países adoptan principios que más tarde guían su conducta externa. Otros países, con una historia diferente, tratarán de preservar su orgullo y sus raíces mediante una política exterior agresiva. En resumen, el nivel estatal es muy útil para explicar situaciones de conflicto y cooperación que tienen su origen dentro de las fronteras de un Estado. Hoy día resulta evidente que lo internacional impacta sobre lo nacional y que también lo local afecta lo externo. En este sentido, los asuntos internacionales contemporáneos no se pueden explicar sin considerar tanto los factores internos como los externos. En el nivel estatal, el papel de los actores subnacionales es muy importante para las relaciones internacionales de cualquier país. Los actores gubernamentales están a cargo de tomar decisiones y representar a su país. Los más importantes son el ejecutivo y el congreso. Estas dos instituciones tienen un papel directo en la formulación y ejecución de la política exterior. En sistemas presidencialistas, los jefes de Estado tienen mayor peso en el proceso de toma de decisiones frente a los congresos. Este rasgo se debe a que los presidentes gozan de mayor margen de negociación, cuentan con un equipo permanente que los asesora (Servicio Exterior), poseen mayor información y muchas veces las leyes constitucionales les otorgan mayores facultades que a los congresos. Por ejemplo, normalmente el poder ejecutivo negocia los tratados mientras que el congreso solamente los aprueba. Las estructuras burocráticas también adquieren un papel muy importante en las relaciones internacionales. Normalmente los ministerios de asuntos exteriores, económicos y de defensa tienen una presencia y participación importante en las decisiones de política exterior. Asimismo, los estados y gobiernos locales (municipios) están asumiendo un mayor interés de participar en los asuntos globales. También existen actores no gubernamentales que participan en las relaciones transnacionales y que buscan incidir en las decisiones de política exterior de los Estados para su propio beneficio. Comúnmente son

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llamados grupos de interés. Los grupos empresariales, los medios de comunicación, las organizaciones no gubernamentales, los grupos étnicos, los sindicatos, los think tanks, la iglesia, y otros, son actores no gubernamentales que, por un lado, tienen relaciones con sus pares en el exterior y ello lleva a rasgos más complejos del funcionamiento del sistema internacional. Por otro lado, estos grupos de interés y presión buscan moldear las decisiones gubernamentales para favorecer sus propios intereses. Finalmente, elementos como la capacidad de negociación internacional, el interés nacional y los objetivos, el proyecto de nación, así como la identidad nacional, son factores que se encuentran en el nivel de análisis estatal. Muchos de los Estados dibujan su presencia en el sistema internacional en función de estos elementos. No hay duda que el interés nacional es una de las principales motivaciones que ostenta un país para actuar en el plano externo. Sin embargo, el logro de los objetivos estará condicionado a la capacidad de negociación internacional que tenga el Estado. En otras palabras, el papel de un país en el sistema internacional estará determinado por el poder que tenga para actuar. El proyecto de nación, que son las aspiraciones de un país proyectadas al futuro, también desempeña un papel importante en la actuación de los Estados. Elementos como la identidad nacional, los valores socioculturales y otros, también determinan el comportamiento de los Estados en el sistema internacional. Nivel individual En el nivel de análisis individual, el papel de la persona tiene tres perspectivas: la naturaleza humana, el estilo de toma de decisiones y el comportamiento organizacional. La perspectiva de la naturaleza humana incluye los factores cognoscitivos, psicológicos y biológicos. Este nivel sostiene que las características emocionales y las limitaciones del hombre afectan directamente sus decisiones. El factor cognoscitivo incluye las habilidades y conocimientos que posee una persona para tomar decisiones. Una de las bases principales de este factor es la experiencia pasada, es decir, la preparación académica, los anteriores puestos profesionales, entre otros. En el marco de este factor, se reconoce que los seres humanos necesariamente toman decisiones dentro de los límites que ellos de manera consciente conocen y quieren considerar. Esto es, el ser humano busca tomar decisiones en un marco racional, pero siempre se enfrenta a los límites cognoscitivos puesto que es imposible que una persona tenga la habilidad precisa y cuente con toda la información necesaria para tomar una decisión. Para atenuar esos límites, los tomadores de deci-

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siones de política exterior recurren a ciertos atajos mentales: 1) consistencia cognoscitiva, 2) buenos deseos, 3) restricción del alcance de las decisiones y 4) utilización de atajos mentales.5 La consistencia cognoscitiva significa evitar información o ideas que van en contra de las interpretaciones aceptadas o del camino que uno quiere seguir. Simplemente se trata de ignorar los obstáculos cuando se tiene un plan delineado sin estar consciente de que esto puede llevar al fracaso. Los buenos deseos se usan para justificar las decisiones tomadas. Los tomadores de decisiones creen que, con el solo hecho de desearlo, algo se puede hacer realidad. El limitar el alcance de las decisiones es sencillamente el no tomar grandes decisiones en lo inmediato para evitar sufrir las consecuencias de un cambio drástico. Los atajos mentales son herramientas o marcos de referencias que ayudan a los individuos a procesar la información. Ejemplos de ellos son un sistema de creencias nacionales, los estereotipos y las analogías.6 El nivel individual también considera las características personales de los tomadores de decisiones. Bajo este enfoque, los sujetos seleccionan las alternativas de acuerdo a ciertos rasgos psicosociales: la personalidad, el código de valores, la salud mental y física, el ego y la ambición, la historia política y las experiencias personales, así como la percepción. Esta última es de suma importancia. La forma en que un jefe de Estado o de gobierno perciba la realidad será determinante en su elección de política. Una percepción errónea puede llevar a un fiasco. El factor psicológico ayuda a explicar la conducta política de los individuos. Según este marco interpretativo, algunas personas que llegan al poder están cargadas de pasadas frustraciones que los hacen ser muy agresivos. Un jefe de Estado o de gobierno puede llegar a tomar una decisión en un momento de cólera, lo cual puede traer graves consecuencias. Por ejemplo, la determinación de un presidente de invadir a otro país puede darse en este contexto, afectando miles de vidas humanas. El estilo de toma de decisiones es también un factor importante dentro del nivel de análisis individual. Todas las personas tienen un estilo particular para tomar decisiones. Algunos son totalmente independientes para tomar una decisión, pero otros son dependientes de la opinión de diferentes personas. Algunos son racionales para llevar a cabo esta actividad, pero otros son más emocionales y, por lo tanto, sus sentimientos afectan sus decisiones. Algunos son muy activos y muestran interés de participar en asuntos internacionales; pero hay otros que son más pasivos y mantienen cierto rechazo a los temas externos. También existen perso5 6

John Rourke, op. cit. Idem.

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nas que son muy impulsivas para tomar decisiones, es decir, son poco reflexivas. En general, el estilo de toma de decisiones puede impactar de manera determinante en el funcionamiento del sistema internacional. Es decir, puede ser de naturaleza conflictiva o cooperativa dependiendo del estilo de toma de decisiones de los individuos. Otro de los componentes del nivel individual es el comportamiento organizacional. Este elemento estudia la forma en que los individuos actúan dentro de las organizaciones. Bajo este esquema, la cultura global influye en el comportamiento individual al presentarse diferentes presiones, posiciones e intereses de grupo. Así, el comportamiento organizacional impacta significantemente en el proceso de toma de decisiones de los gobiernos. En este marco, el rol que asumen los individuos es determinante. Una persona con un puesto de trabajo muy importante actuará de manera distinta si no lo tuviese. FORTALEZAS Y DEBILIDADES DE LOS TRES NIVELES DE ANÁLISIS Los tres niveles de análisis son una herramienta muy útil para explicar los fenómenos que ocurren en el sistema internacional. Una de las grandes ventajas es que se pueden utilizar los tres niveles de manera conjunta para una mejor explicación de la realidad. Así, cada nivel explora una realidad distinta. Por lo tanto, los tres ofrecerían una visión completa de los fenómenos. Sin embargo, su debilidad se encuentra también en este mismo punto. Si solamente se emplea uno de los niveles por separado, entonces el observador de los asuntos internacionales percibe solamente una parte incompleta de la realidad. De manera separada, los tres niveles presentan ventajas y desventajas. Respecto al nivel individual, una debilidad es que se trata de una exploración altamente subjetiva porque es difícil demostrar cómo el rasgo personal de los tomadores de decisión afecta el curso de la política internacional; pero es obvio que las decisiones de los individuos efectivamente inciden en el desarrollo del sistema internacional. Por lo tanto, sus preferencias, miedos, ambiciones y percepciones son importantes para entender el curso de la política internacional. Sin embargo, la utilización exclusiva del nivel de análisis individual es altamente sesgado porque ignora otros factores, como son la naturaleza del sistema internacional y los procesos internos en los Estados. En cuanto al nivel estatal, una fortaleza es que considera los diferentes factores tanto políticos, sociales y económicos para entender cómo lo interno afecta las decisiones de política exterior. Asimismo, este nivel

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estudia el papel de cada uno de los diferentes actores, tanto gubernamentales como no gubernamentales, del sistema político que pueden influir en las decisiones de política exterior. Su principal debilidad es que no considera la dinámica externa, la cual puede tener un peso a veces mayor que los procesos internos. Finalmente, la ventaja del nivel sistémico es que considera los diferentes procesos, reglas y la variedad de actores que influyen en el sistema internacional. Este nivel es el más amplio porque puede abarcar un gran número de actores y de procesos que ocurren a escala global. Una fortaleza importante es que considera al equilibrio de poder como uno de los principales ejes del sistema internacional. Por lo tanto, un cambio en el equilibrio de poder puede llevar a la desaparición y creación de un sistema internacional. La desventaja es que no considera los elementos internos e individuales que también tienen su peso para explicar los fenómenos de las relaciones internacionales. Figura IV.1. Los tres niveles de análisis

Fuente: Elaboración propia con información de Rafael Velázquez, Factores, bases y fundamentos de la política exterior de México, México, Plaza y Valdés, 2010.

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Premisas básicas de los tres niveles de análisis 1. Las preferencias de los individuos, así como sus rasgos personales, afectan el curso de la política internacional. 2. Lo que suceda al interior de las fronteras determina en gran medida el proceso de toma de decisiones de la política exterior. 3. Los acontecimientos que ocurren en el sistema internacional impactan de manera directa en las decisiones de política exterior de los Estados.

Estudio de caso La expulsión del embajador cubano en 2004 En el año de 2004, el entonces presidente mexicano Vicente Fox decidió expulsar al embajador cubano en México debido a tres razones: 1) un discurso de Fidel Castro en el que afirmaba que la política internacional de México se había convertido en cenizas; 2) el ingreso de dos diplomáticos cubanos a territorio mexicano sin una notificación formal; y 3) una carta que acompañaba la deportación de un empresario mexico-argentino en la que los cubanos inferían que el gobierno federal mexicano estaba involucrado en la campaña de desprestigio contra Manuel Andrés López Obrador, quien en ese entonces encabezaba las preferencias electorales para ser Presidente de México. La decisión de Vicente Fox puede explicarse a partir de los tres niveles de análisis. En primer lugar, la principal motivación fue individual porque Fox quería vengarse personalmente de Castro por lo ocurrido dos años antes en el famoso episodio del “comes y te vas”, cuando el presidente mexicano le solicitó al comandante, a través de una llamada telefónica, retirarse de una reunión organizada por México para no complicar la visita del presidente estadounidense Bush. Días después, Castro reveló públicamente la conversación telefónica. Era obvio que Fox estaba muy molesto con Castro y quería tomar revancha. Por otro lado, Fox tomó esa decisión por la presión de grupos internos conservadores que demandaban un cambio en la política de México hacia Cuba. En las administraciones priistas, México apoyó a Cuba en diferentes foros mundiales. Con la llegada del Partido Acción Nacional (PAN) al poder en el año 2000, la correlación de fuerzas políticas cambió y ello impulsó un cambio en la política exterior de México hacia Cuba. Finalmente, desde el principio de su sexenio, Vicente Fox recibió presiones por parte del gobierno de Estados Unidos para cambiar la política exterior hacia Cuba. Como estaba interesado en concretizar un acuerdo migratorio con Bush, Vicente Fox cedió a las presiones con el objeto de allanar el camino a un posible acuerdo en la esfera migratoria. Referencia: Velázquez, Rafael “Modelos de análisis de política exterior: El caso de la crisis diplomática entre México y Cuba”, Revista Mexicana del Caribe, núm. 18, 2006, pp. 57-127.

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Principales precursores Kenneth Waltz (1924-2013) Fue un destacado politólogo estadounidense que se dedicó a estudiar la política internacional. Es considerado uno de los principales fundadores de la visión neorrealista de la disciplina de las Relaciones Internacionales. Sus principales obras fueron El hombre, el Estado y la Guerra (1959), y Teoría de la política internacional (1979).

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Quiénes fueron los primeros precursores de los tres niveles de análisis? 2. ¿Cuáles son las principales fortalezas y debilidades que presentan los tres niveles de análisis como herramienta explicativa de la realidad internacional? 3. Mencione al autor que se considera dio origen a los tres niveles de análisis. 4. Enliste los supuestos básicos de los tres niveles de análisis. 5. ¿Qué estrategias utilizan las personas para facilitar el proceso de toma de decisiones? 6. ¿Cuál es el impacto que tiene el cambio en el equilibrio del poder en el sistema internacional? 7. ¿Qué factores internos inciden significativamente en la política internacional?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Barbé, Esther, “El estudio de las Relaciones Internacionales. ¿Crisis o consolidación de una disciplina?”, Revista de Estudios Políticos, núm. 65, 1989, pp. 131-196.

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Baylis, John y Steve Smith (eds.), The Globalization of World Politics: an Introduction to International Relations, Oxford, Oxford University Press, 2011. Jackson, Robert y Georg Sørensen, Introduction to International Relations: Theories and Approaches, Nueva York, Oxford University Press, 2003. Pearson, Frederic y Martin Rochester, International Relations: The Global Condition in the Twenty-First Century, Nueva York, McGraw-Hill, 1997. Schiavon, Jorge y Rafael Velázquez, “Los tres niveles de análisis y las relaciones internacionales de los gobiernos locales de México”, en Zidane Zeraoui (coord.), Teoría y práctica de la paradiplomacia, México, ITESM, 2013, pp. 171-193. Velázquez, Rafael y Roberto Domínguez, “Balance de la política exterior de México en el sexenio de Felipe Calderón bajo los tres niveles de análisis: límites y alcances”, Foro Internacional, vol. LIII, núm. 3-4, 213-214, julio-diciembre, 2013, pp. 483-516.

REFERENCIAS Clausewitz, Karl von, De la Guerra, México, Diógenes, 1972. Goldstein, Joshua y Jon Pevehouse, International Relations, Wisconsin, Pearson-Longman, 2006. Mingst, Karen, Fundamentos de las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2006. Rourke, John, International Politics on the World Stage, Nueva York, McGraw-Hill, 2003. Velázquez, Rafael, “Modelos de análisis de política exterior: El caso de la crisis diplomática entre México y Cuba”, Revista Mexicana del Caribe, núm. 18, 2006, pp. 57-127. –––––––, “Cambios y continuidades del sistema internacional”, Relaciones Internacionales, año 20, núm. 41, Buenos Aires, Universidad Nacional de la Plata, junio-diciembre, 2011, pp. 159-177. –––––––, Factores, bases y fundamentos de la política exterior de México, México, Plaza y Valdés, 2010. Waltz, Kenneth, The Man, the State and the War, Nueva York, Columbia University Press, 1954. [Kenneth Waltz, El hombre, el Estado y la guerra: Un Análisis Teórico, México, CIDE, 2007]

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ste capítulo analiza una amplia variedad de ideas, conceptos y reflexiones que han surgido en América Latina y el Caribe sobre la realidad regional y mundial, y que forman parte de lo que se conoce como pensamiento latinoamericano. Se justifica la presencia de un apartado así en un libro de teorías de las Relaciones Internacionales escrito desde México, no sólo porque México forma parte de esta región y ha contribuido a este cuerpo de ideas de manera relevante, sino porque el pensamiento latinoamericano constituye una aportación muy significativa a las ciencias sociales cuyas ideas contribuyen a entender la realidad internacional contemporánea.

INTRODUCCIÓN. LAS RELACIONES INTERNACIONALES Y EL PENSAMIENTO LATINOAMERICANO

Las ciencias sociales se encuentran involucradas en la propia realidad social que estudian, y esto las hace susceptibles al hecho social y a los procesos históricos. No se colocan por encima de su objeto de estudio, sino que resultan afectadas por la estructura del pensamiento imperante, la mentalidad de una determinada sociedad o época, y por hechos políticos y sociales que ocurren en su entorno. Para el marxismo, por ejemplo, cada sociedad es pensada por un tipo de pensamiento –y de ciencias sociales específicos–. Al capitalismo le correspondió un pensamiento burgués, y ese pensamiento burgués fue el marco en cual se crearon la economía política, la sociología, la antropología, la psicología. Pero el caso emblemático lo representa, precisamente, el surgimiento y desarrollo de las Relaciones Internacionales como una ciencia particular de las etapas más desarrolladas del capitalismo y de la modernidad. Como 107

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es bien sabido, la disciplina aparece para explicar el fenómeno de las luchas interimperialistas que tuvieron como campo de acción la Primera Guerra Mundial. Por ello, algunos autores fijan como fecha de su aparición el año de 1916, año en que fue publicado el libro Imperialismo, la fase superior del capitalismo de Lenin; mientras que otros señalan el inicio de la primera cátedra con ese nombre, creada en 1919 en la Universidad de Amberystwyth, Gales. La elección de este último acontecimiento como acto fundacional de las Relaciones Internacionales adquiere una enorme trascendencia al ser el eje de estas primeras reflexiones, pues de ella se deriva la pregunta de si las Relaciones Internacionales son una ciencia anglosajona.1 Este carácter “anglosajón” explica, en gran medida, sus limitaciones, sus problemas y su escasa virtualidad, en su versión hegemónica, para analizar adecuadamente la realidad internacional y ofrecer soluciones más adecuadas a sus problemas. De este hecho se deriva el énfasis casi exclusivo de la disciplina sobre la política exterior de Estados Unidos y sus intereses. Lo cierto es que la apertura a otras temáticas ha sido impulsada más desde la periferia que desde el núcleo noratlántico de la teoría. Para el caso de América Latina, el estudio de las Relaciones Internacionales tuvo sus principales experiencias en los sesenta y setenta del siglo XX, pero cobró importancia en los ochenta y noventa, al proliferar las instituciones educativas dedicadas a la disciplina. Destaca el hecho entonces de la constitución del Programa de Estudios Conjuntos sobre Relaciones Internacionales de América Latina (RIAL). Ciertamente, como se verá, los temas de estudio corresponden a problemas concretos de la región, como el de las relaciones interamericanas y los problemas del desarrollo, el subdesarrollo, el autoritarismo, y el intervencionismo en Latinoamérica. Esta última etapa permitió un desarrollo teórico y metodológico ubicado dentro de la propia disciplina. El problema sobre la naturaleza anglosajona de las Relaciones Internacionales puede plantearse de otra forma si preguntamos ¿cuál ha sido la aportación teórica de América Latina en las Relaciones Internacionales? De alguna manera, esta pregunta fue planteada, al menos, hace cerca de cuarenta años, en el contexto del primer Coloquio Internacional de Primavera llamado “El estudio científico de las Relaciones Internacionales”, celebrado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en abril de 1976.2 1 Esta problemática ha sido tratada por Celestino del Arenal, Introducción a las Relaciones Internacionales, Madrid, Tecnos, 1990, quien cita a Alfred Grosser, “L'étude des relations internationales, spécialité américaine?”, 1956, y a Stanley Hoffmann, “An American Social Science: International Relations”, 1977. Más recientemente Mayra López Díaz renovó la pregunta, “Relaciones internacionales: ¿un pensamiento americano o plural?”, en Relaciones Internacionales, núm. 86, UNAM, México, mayo-agosto, 2001, pp. 107-119. 2 Cfr. M. Merle et al., El estudio científico de las relaciones internacionales, México, UNAM, 1978.

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En ese contexto se presentó una ponencia intitulada “Algunos problemas que condicionan la enseñanza e investigación sobre relaciones internacionales en América Latina”.3 Allí se planteó la siguiente pregunta, “¿se están dando en la región [latinoamericana] fenómenos particulares de carácter académico y político destinados a tener una influencia sobre la docencia e investigación en relaciones internacionales? Y de ser así, ¿cuáles son tales fenómenos?”.4 La respuesta tentativa de entonces es una respuesta vigente hoy en día: [E]xisten en América Latina corrientes propicias para revisar el estudio de las relaciones internacionales como disciplina autónoma, corrientes que, por lo demás, han estado presentes a lo largo de la historia de las ciencias sociales desde el siglo pasado.5

En el texto se hace explícito que las corrientes más importantes son la teoría del desarrollo, creada e impulsada por Raúl Prebisch, y la teoría de la dependencia, que da una respuesta alternativa a la anterior, en donde hay un número mayor y muy importante de exponentes. No obstante, la respuesta no se agota en estos casos debido a que se considera que hay algo más que ha estado presente desde el siglo XIX, lo cual abre la posibilidad de señalar estas contribuciones de manera más amplia y general. Si seguimos otra línea de indagación que haga esa pregunta a los núcleos de pensamiento internacionalista, encontraríamos que la principal contribución latinoamericana coincide con la teoría de la dependencia. Así fue reconocida en el programa del curso de teorías de las Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford, que entre su bibliografía obligatoria señalaba solamente a tres autores no anglosajones (o cuyo idioma no era el inglés): el sociólogo francés, Raymond Aron, y dos latinoamericanos, el chileno Enzo Faletto y el brasileño Fernando Henrique Cardoso, al citar su obra Dependencia y desarrollo en América Latina. No obstante, no sabemos si esta mención consagra a la teoría de la dependencia en general, o si sólo se establece como referencia de los estudios que ayudan a explicar la región latinoamericana, puesto que no es la más representativa de las obras de las teorías de la dependencia. Es decir, que no termina de reconocerse como lo que son, un conjunto de teorías que explican el sistema internacional desde una visión subalterna; más aún, representan una visión global, sistémica, con un complejo ensamblaje de conceptos, relaciones y procesos que ofrecen una respuesta de manera 3 Olga Pellicer, “Algunos problemas que condicionan la enseñanza e investigación sobre relaciones internacionales en América Latina”, en M.Merle, et al., El estudio científico de las relaciones internacionales, México, UNAM, 1978, pp. 45-51. 4 Ibidem, p. 46. 5 Ibidem, p. 51.

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histórica al desarrollo del capitalismo mundial. Empero, lo cierto es que estas teorías de la dependencia tienen su lugar en esta misma obra y, por lo tanto, no nos ocupamos de ella aquí, más que como una referencia general del pensamiento internacional latinoamericano. Por lo tanto, la pregunta sigue abierta en relación con la contribución que puede hacer el pensamiento latinoamericano en las Relaciones Internacionales, y la respuesta es múltiple y compleja, como intentaremos demostrar a continuación.

LA ÓRBITA DEL PENSAMIENTO LATINOAMERICANO Con el afán de reseñar la contribución del pensamiento latinoamericano a las teorías de las Relaciones Internacionales es preciso resolver algunos problemas que están asociados a dicha contribución. El primero está relacionado con el hecho de que se debe reconocer que el pensamiento internacional latinoamericano tiene un carácter eminentemente plural en lo relativo a su ámbito disciplinario, en sus expresiones, en la dimensión ideológica y política, su contribución teórica y, por último, en su dimensión temática. Por lo tanto, resulta difícil enlistar los enfoques que hayan contribuido o puedan contribuir a las Relaciones Internacionales. El segundo asunto es un problema epistemológico para desentrañar la relación que existe entre los area studies o estudios regionales que surgieron de manera independiente de las ciencias sociales y que convergen en y con las Relaciones Internacionales. El ámbito de la investigación es donde, de manera principal, se desarrollan los estudios regionales que, no obstante, rebasan muchas veces el ámbito temático de la disciplina.6 Además se orientan claramente a estudios estratégicos de las potencias, lo que ha impedido el desarrollo de herramientas teórico-metodológicas adecuadas a los estudios de las regiones y de su diversidad cultural y temática. El tercer punto es la dependencia que prevalece en el mundo anglosajón de las Relaciones Internacionales hacia la ciencia política y, por lo tanto, su énfasis en la coyuntura del presente y la falta de perspectiva a los procesos de mediana o larga duración.7 Por lo tanto, las Relaciones Internacionales deben enriquecerse con visiones del pensamiento más amplio, plural y complejo. Al respecto debe tenerse en cuenta que el pensamiento latinoamericano, cuyos orígenes se 6 La Comisión Gulbenkian de la UNESCO, sobre las ciencias sociales, ha señalado la particularidad de estos estudios. Immanuel Wallerstein, Abrir las ciencias sociales, México, Siglo XXI y UNAM, 1996. 7 Cfr. Alfredo Romero Castilla, “Una perspectiva no eurocéntrica para el estudio de las Relaciones Internacionales: el este de Asia”, en Relaciones Internacionales, núm. 99, México, UNAM, pp. 143-157.

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remontan al siglo XVIII, tiene un carácter filosófico y literario que no ha perdido en los más de 200 años de su historia. Asimismo, desde que se analizó su papel en el mundo, se ha formado un pensamiento en la órbita de lo político, el cual, con la influencia del positivismo también se amplió hacia la sociología, la antropología, la geografía, la economía, la pedagogía, e incluso la psicología, como se verá en los siguientes apartados.

AMÉRICA LATINA SE PIENSA A SÍ MISMA Y AL MUNDO Atrévanse a soñar con sociedades justas e inclusivas, con relaciones internacionales fundadas en la cooperación y la solidaridad y con la promoción de una verdadera humanidad, que, como lo dijo Max Scheller, no es el punto de partida, sino el de llegada. Ruy Mauro Marini 8

El pensamiento latinoamericano contempla un sentido internacionalista de origen que haría básicamente inútil diferenciarlo de una vertiente propiamente internacional. Así que, en principio, se debe problematizar el sentido internacional del pensamiento latinoamericano y enseguida definir el pensamiento internacional latinoamericano. Una de las características del pensamiento latinoamericano es precisamente que piensa la región, y eso ya en sí mismo tiene un sentido internacional. Las dos problemáticas más importantes con que inició sus relaciones con el resto del mundo fueron primero con España como exmetrópoli y luego con Estados Unidos, como modelo de independencia, liberalismo y federalismo como opuesto al conservadurismo centralista y monárquico español a la vez que amenaza política y cultural. No es desproporcionado decir que el pensamiento latinoamericano surge como una forma de pensar a las relaciones internacionales más de cien años antes del origen de la disciplina. Surge como respuesta a un doble problema: pensar la independencia de América con el objetivo de resolver la cuestión de su propia identidad, y al mismo tiempo pensar el contexto de esta identidad: entre las luchas de las grandes potencias del mundo, el Imperio español y el Imperio napoleónico. Asimismo, podemos afirmar que los orígenes de este pensamiento se encuentran a fines del siglo XVIII como reacción a las dos grandes revoluciones burguesas en que se inspiraron las revoluciones de independencia de América Latina: la independencia de Estados Unidos y la Revolución francesa. 8 “Presentación”, en Ruy Mauro Marini y Márgara Millán (comps.), La teoría social latinoamericana. Textos escogidos. La teoría de la dependencia (tomo II), México, UNAM, 1994, p. 10.

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Influidos por el debate de la Ilustración y del pensamiento liberal, los primeros autores se preocupan por una identidad derivada, hablan de los españoles americanos, antes de anteponer el gentilicio americano a su nueva y definitiva identidad. De este primer momento cabe destacar el pensamiento del libertador Simón Bolívar, quien, en su famosa Carta de Jamaica, propone las primeras ideas de la independencia de América ya desde entonces vinculada a otro gran proceso de orden internacional: la integración. Puesto que el valor de la comunidad era del mismo alcance que el de la libertad. El ideal de una comunidad heredado de la cultura ibérica encuentra su mejor y más alta expresión en el pensamiento de Bolívar, un espíritu de solidaridad que alcanza perfiles universales. Otro pensamiento singular es el de José María Morelos y Pavón, cuyo radicalismo liberal se conjuga con una doctrina social igualmente avanzada. El segundo momento, casi inmediato, es el de la vulnerabilidad de la independencia, amenazada por la exmetrópoli; pero, cada vez más y con mayor ímpetu, por la potencia septentrional que –durante la etapa en que ella misma se ha denominado aislacionista– interviene en México, Nicaragua, Colombia y posteriormente en Cuba, Puerto Rico y las Filipinas. Son estas relaciones interamericanas las que están expresadas en la obra que José Enrique Rodó publicó a principios del siglo XX. En su obra Ariel opone los arquetipos shakesperianos de Ariel y Calibán para señalar las diferencias entre el mundo sajón y el latino. Idea que será luego actualizada por otros autores, como José Vasconcelos. En esta alegoría se enfrenta un espíritu católico a uno protestante; la contemplación estética, la generosidad del sacrificio y el sentimiento de solidaridad del mundo latino son incomprensibles para los valores del trabajo, el ahorro y el mercantilismo del pragmatismo anglosajón. En este sentido, vale la pena mencionar una cuestión terminológica. Los primeros pensadores consideraron siempre que referirse a América significaba referirse a la América española que, con excepción del periodo imperial de Iturbide en México, siempre expresó una connotación republicana; de ahí que se hablara de Hispanoamérica y poco de Iberoamérica, término que incluía a Brasil, el cual durante un tiempo fue un imperio. Más adelante, una intención imperial distinta dio el nombre que se consolidó internacionalmente: América Latina o Latinoamérica. Éste fue introducido en el contexto imperialista de Napoleón III, a partir de las ideas de Michel Chevalier, quien veía una oportunidad de influencia para los intereses imperiales franceses en el continente. Posteriormente, José Martí, dentro de su pensamiento antiimperialista, llegaría al extremo de llamar Nuestra América a la región a la que pertenecemos. Por otro lado, debido a la particularidad cultural del Caribe, con herencias inglesas,

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francesas, holandesas y africanas, también se utiliza la expresión América Latina y el Caribe. El pensamiento liberal latinoamericano, que tomó como modelo republicano y federal a Estados Unidos, resultó inmediatamente contrastado con la actitud que asumió dicha potencia. La doctrina Monroe fue la acción que selló sus intereses de dominación regional. Una importante veta del pensamiento latinoamericano es el tema de las relaciones interamericanas, que comenzaron con los propósitos anfictiónicos de Bolívar y que terminaron con la creación de la Organización de Estados Americanos, en pleno inicio de la segunda posguerra, en 1948, debido a que los norteamericanos impusieron el “panamericanismo” como proyecto alternativo al hispanoamericanismo.9 Este pensamiento liberal se nutrió de otras dos grandes corrientes intelectuales europeas, el romanticismo, base cultural de los nacionalismos latinoamericanos, y el positivismo que dio un toque más científico a las ideas del continente. El positivismo marcó de manera indeleble la filosofía latinoamericana, así como la emergencia y el desarrollo de las ciencias sociales, especialmente en México y Brasil. Incluso, las políticas de los gobiernos autoritarios de fines del siglo XIX y principios del XX estuvieron inspiradas en un sentido científico de la sociedad, o al menos, justificadas con ello. Posteriormente, el siglo XX trajo, junto con la última invasión militar estadounidense en México, la renovación de la conciencia antiimperialista. La Revolución mexicana inspiró un pensamiento social en América Latina que se opuso a la doctrina positivista. La reacción, de carácter vitalista, tuvo raíces etnológicas con ideas de José Vasconcelos sobre La raza cósmica. Misión de la raza Iberoamericana, de 1925, y las aportaciones de Antonio Caso y Pedro Henríquez Ureña. Además coincidió en la literatura con el modernismo, corriente poética de origen latinoamericano, donde destacó Rubén Darío. Esta vertiente generó una visión nueva sobre los problemas de la identidad en el continente y surgió la preocupación de que las identidades nacionales –mexicana, argentina, peruana, etcétera– generara sus propias filosofías.10 Aunada a la revolución social de México, la Revolución rusa influyó en América Latina y en la formación incipiente de la conciencia proletaria. Por una parte, fue la primera recepción de las ideas marxistas que influyeron en el pensamiento del siglo XX tanto como el de Rousseau en el siglo anterior. Confluyó, además, con el legado del caudillismo deci9

Cfr. Antonio Gómez Robledo, Idea y experiencia de América, México, FCE, 1958.

10 Cfr. las obras de Samuel Ramos, Abelardo Villegas, Octavio Paz, Augusto Salazar Bondy y Arturo Andrés Roig.

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monónico, una corriente política muy importante, la del populismo, respaldada por un pensamiento de gran base social. Así las figuras de Juan Domingo Perón en Argentina, Lázaro Cárdenas en México, Getulio Vargas en Brasil y José María Velasco Ibarra en Ecuador, entre otros, dió un carácter típicamente latinoamericano a una ideología política de gran importancia. En esos años, la influencia de la filosofía europea llegó a América a través de los exiliados españoles de la Guerra Civil, como José Gaos, discípulo de José Ortega y Gasset, quien trató temas sobre la conformación de una filosofía mexicana y latinoamericana. Uno de los discípulos de Gaos, Leopoldo Zea, tras estudiar con detenimiento el positivismo en América Latina, trabajó fuertemente la idea del pensamiento latinoamericano. Encontró que sus características comunes son el espíritu emancipador, antiimperialista, solidario y de integración. Hubo, también, una influencia del existencialismo, pero radicado en el tema perenne de la identidad y la búsqueda del “sí mismo”. Los temas centrales del pensamiento latinoamericano por razones históricas son la cultura occidental y los pueblos no occidentales que han recibido ese impacto. Heredero de dos mundos, el hombre de nuestra América ha renunciado a prescindir de alguno de ellos. Preocupan la occidentalización y la universalización de la cultura. Las preguntas que fueron eje del pensamiento son la posibilidad de una cultura y una filosofía americana y de la esencia del hombre americano. La originalidad de América y del hombre americano son el tema central del pensamiento. El hecho de ser conquistadores y conquistados, liberales, conservadores y revolucionarios es el sentido de su historia. Más adelante, cuando las ciencias sociales se establecieron en América Latina de manera institucional, a través de las universidades y los centros de investigación, y la economía y la ciencia política se formalizaron, las herencias del materialismo histórico-dialéctico se consolidaron también. El mundo de la posguerra creó la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), que canalizó las preocupaciones del desarrollo asociadas a la modernización, con Gino Germani como uno de sus principales exponentes. Era, asimismo, una teoría que intentaba resolver el dilema de la Guerra Fría entre capitalismo y socialismo como modelos de desarrollo. Posteriormente, esta teoría derivaría en la teoría del desarrollo propuesta por Raúl Prebisch, con ciertas bases keynesianas en el marco de la CEPAL. Finalmente, se propondría una respuesta a esta teoría y a la incapacidad de que la industrialización acelerada, que impulsaban los gobiernos, se convirtiera en la ruta del desarrollo de América Latina; esas respuestas fueron la teoría del subdesarrollo de Franz Hinkelammert y la

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teoría de la dependencia, o las teorías de la dependencia, si atendemos a diferentes autores y periodos. Figura V.1. La teoría de la dependencia en el centro del debate latinoamericano

Intervencionismo estadounidense

Fuente: Elaboración propia.

Lo que hay que destacar en este punto es la centralidad del marxismo como base teórica e ideológica en América Latina, no sólo de las teorías de la dependencia, sino como base teórica, ideológica y política de su pensamiento general.11 Las universidades latinoamericanas, en sus facultades y escuelas de filosofía y ciencias sociales adoptaron el marxismo como su centro doctrinal. Desde fines de los cincuenta y hasta mediados de los años ochenta, el marxismo marcó la pauta de este pensamiento. Así, la sociología, la economía, la ciencia política, las ciencias agronómicas, la antropología, la pedagogía, la filosofía, la historia misma e incluso las Relaciones Internacionales, se desarrollaron a partir del marxismo con algunas de sus derivaciones teóricas, desde el marxismo ortodoxo hasta el marxismo estructural, las corrientes gramscianas, trotskistas y maoístas. El marxismo constituyó en el siglo XX lo que el liberalismo había representado en el siglo XIX en la historia de América Latina. En este orden de ideas destaca la influencia ideológica y el impacto político que tuvo la Revolución cubana en el plano tanto latinoamericano como mundial. Más Cfr. Ruy Mauro Marini y Márgara Millán (coords.), La teoría social latinoamericana. La centralidad del marxismo, tomo II, México, UNAM, 1995.

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adelante, sin embargo, el golpe de Estado contra Salvador Allende castigaría la vía democrática y desarrollista de su modelo socialista. Las reformas del socialismo soviético, que precedieron a su caída, coincidieron también con la crisis económica más grave que haya pasado el continente; de hecho, se le conoce a los años ochenta como la “década perdida”. Se intentó resolver la crisis, manifestada principalmente en el problema de la deuda externa, a partir de medidas de ajuste estructural de corte neoliberal (privatizador, descentralizador y de apertura a las inversiones extranjeras y al comercio internacional) que impulsó el llamado “Consenso de Washington”, por la sede de los dos grandes organismos que dirigieron esta transformación del Estado, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. A ello correspondió también una corriente teórica de corte neoliberal, importada fundamentalmente por técnicos educados en las universidades norteamericanas donde prevalecía esta ideología, como Yale, Harvard y Chicago. Los resultados fueron catastróficos, así que la reacción política vino a fines de la década de los noventa con el ascenso de gobiernos de izquierda en América Latina (Argentina, Brasil, Chile, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua), que han intentado incorporar su desarrollo a la globalización, a la par que mantener políticas económicas y sociales inspiradas en el pensamiento de izquierda. Hoy en día, como veremos más adelante, hay una renovación del pensamiento latinoamericano que abreva de sus fuentes históricas, pero que enfrenta los nuevos retos de la sociedad internacional contemporánea. Cuadro V.1. Las etapas del pensamiento latinoamericano Orígenes (1808-1830)

Fuentes en la independencia y la formación del Estado nacional.

Esencia-filosofía del pensamiento latinoamericano.

Simón Bolívar: Independencia, identidad, integración y nación hispanoamericana.

José Martí: pensamiento latinoamericano crítico, revolucionario y antiimperialista, “nuestra América”.

Génesis de la idea de América Latina.

El siglo XIX: Estado y nación, conservadores y liberales (1830-1850) Pensamiento conservador latinoamericano.

Liberalismo latinoamericano.

Positivismo latinoamericano.

Hispanoamericanismo versus panamericanismo.

El orden neocolonial (1870-1930) Inserción de América Latina en la economía mundial. El antiimperialismo y el marxismo en América Latina.

Auge y crisis del Estado oligárquico-liberal y los precursores del antiimperialismo. El nacionalismo revolucionario y la Revolución mexicana.

El indigenismo y la cuestión de la identidad: José Ingenieros y José Carlos Mariátegui. La influencia de la Revolución rusa.

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Cuadro V.1. Las etapas del pensamiento latinoamericano (continuación) Crisis y transformación en América Latina (1930 -1950) Populismo.

El nacionalismo y el antiimperialismo de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA).

La ideología del populismo: varguismo, peronismo y cardenismo.

Frentes populares contra al fascismo en América Latina.

La Segunda Guerra Mundial y el establecimiento de un nuevo orden internacional. Latinoamericanismo versus panamericanismo.

El paradigma del desarrollo y el proyecto modernizador (1950-1980) Teoría de la modernización.

La CEPAL y la teoría del desarrollo latinoamericano.

La Revolución cubana.

La crisis de la teoría del desarrollo de la CEPAL y las teorías de la dependencia y el subdesarrollo. Renovación del pensamiento crítico.

La vía democrática del socialismo: Salvador Allende.

La teoría de la contrainsurgencia y la doctrina del Estado de seguridad nacional.

El Estado burocráticoautoritario en América Latina.

La Revolución del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Filosofía y teología de la liberación. Pedagogía del oprimido.

Seguridad, neoliberalismo y democracia (1980-2010) Crisis y renovación: hacia una identidad alternativa frente al avance de la globalización.

Crisis de las dictaduras y procesos de transición a la democracia.

Neoliberalismo en América Latina.

Crisis del Estadonación: democracia y gobernabilidad.

Integración latinoamericana frente a la globalización.

El viraje identitario Los movimientos indígenas y de la sociedad civil.

Paradigmas alternativos: diversidad, identidad y cultura en la sociedad y política de América Latina.

La renovación del pensamiento crítico social latinoamericano y los desafíos de una nueva manera de hacer y pensar en “nuestra América”.

Pensamiento poscolonial.

Para este resumen temático y teórico se han seguido diversos autores y fuentes, entre ellos, Eduardo Devés Valdés, El pensamiento latinoamericano en el siglo XX (tres tomos), Buenos Aires, Biblos, 2004.

En el campo de las Relaciones Internacionales cabe destacar que la formación disciplinaria siempre ha mantenido una fuerte tendencia hacia las teorías hegemónicas, principalmente el realismo, pero también el llamado idealismo; las corrientes científicas, con teorías de alcance medio y modelos teóricos, como la teorías de la toma de decisiones o la teoría de juegos; y otras de más reciente aparición como el constructivismo. Las diversas corrientes teóricas surgidas en el mundo anglosajón se fueron asimilando de manera continua, de tal modo que estos enfoques también se han replicado en el continente y hay tradiciones realistas, algunas de ellas como el pensamiento geopolítico latinoamericano con algunos teóricos de la seguridad nacional, cuya relevancia es reconocida en Brasil, Chile o Argentina. En el otro extremo, hay defensores de los derechos humanos como Adolfo Pérez Esquivel o por la desnuclearización como Alfonso García Robles.

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La experiencia diplomática de los países del continente ha permitido una gran profesionalización, como en el caso de los servicios exteriores de Brasil, Argentina, Perú y México; ello, aunado al desarrollo de múltiples organismos regionales dedicados a la integración y a la resolución de problemas comunes, ha permitido el desarrollo de ideas no necesariamente expresadas en teorías acabadas, pero que recuperan la experiencia propia de las relaciones internacionales de la región, la sistematización de sus vivencias y su historia; lo que constituye hoy en día una importante base para la construcción de un pensamiento internacional latinoamericano más plural y, a la vez, más disciplinario.12

FILOSOFÍA LATINOAMERICANA Cabe señalar, por su importancia en la historia del pensamiento mundial, y porque el pensamiento latinoamericano tiene una raíz epistemológica en su propia filosofía, algunos datos sobre la filosofía latinoamericana, reconociendo la existencia de un proyecto filosófico surgido desde América Latina y enfocado en la reflexión sistemática sobre sus problemas y situaciones propias. Aunque ha existido pensamiento filosófico desde la Conquista,13 este proyecto se encuentra plenamente después del desencanto del positivismo, y va a la par de otras perspectivas como las de corte tomista, kantiana, existencialista, en fin, que recogen las tendencias de la filosofía mundial. Se expresa en, al menos, tres corrientes temáticas originales. En primer lugar se encuentra la que se pregunta sobre el ser americano,14 que tiene un carácter ontológico. Esta corriente se remonta a las reflexiones de los primeros criollos, pero su forma actual se localiza en la Revolución mexicana y su carácter nacionalista, antiimperialista y democrático.15 Destaca la idea de raza cósmica de Vasconcelos, y la particularidad de lo mexicano del libro de Samuel Ramos El perfil del hombre y la cultura en México de 1934. Sobresale el Grupo Hiperión, conformado por Emilio Uranga con Análisis del ser mexicano de 1952, Jorge Portilla, Luis Villoro y Joaquín Sánchez McGregor. Esta corriente generó una importante proyección en todo el Eduardo Devés Valdés, El pensamiento latinoamericano en el siglo XX ( tomo III), Buenos Aires, Biblios, 2004, p. 160. Reconocemos que las cosmovisiones precolombinas expresan un conocimiento muy desarrollado del mundo, no obstante no son una tradición filosófica, esta tradición se ha originado en Occidente y llegó a América con el descubrimiento y la Conquista. Para el caso mexicano se reconoce como fundador a Fr. Alonso de la Veracruz. 14 Cfr. Abelardo Villegas, La filosofía de lo mexicano, México, FCE, 1960, y de él mismo, El pensamiento mexicano en el siglo XX, México, FCE, 1993. 15 Federico Reyes Heroles, “La revolución mexicana como expresión del nacionalismo latinoamericano”, Nuestra América, núm. 14, mayo-agosto, UNAM, 1985, pp. 29-38. 12

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continente, con autores como los argentinos Rodolfo Kusch y Alberto Caturelli, el peruano Antenor Orrego, el venezolano Ernesto Maíz Vallenilla y el chileno Félix Schwartzmann. El debate se centró en la existencia de una filosofía originalmente latinoamericana, que se reflejó en textos como Filosofía argentina de Alejandro Korn, El problema de la filosofía hispánica de Eduardo Nicol y La filosofía Iberoamericana de Francisco Larroyo. Otro grupo temático surge de la recepción en América Latina de la historia de las ideas, con la influencia, ya mencionada, de las tesis historicistas de Ortega y Gasset a través de Gaos, quien busca reconstruir la historia de las ideas para elaborar una Filosofía en lengua española. En esta corriente destaca Zea, quien desarrolla de manera sistemática una reflexión sobre la historia de las ideas en América Latina.16 Su influencia se extendió en el continente a través del uruguayo Arturo Ardao, el peruano Francisco Miró Quesada y el argentino Arturo Andrés Roig. Otros autores de esta corriente son en Uruguay, Yamandú Acosta; en Brasil, João Cruz Costa; en Cuba, Pablo Guadarrama y el Grupo de Bogotá. A medio camino de la corriente ontológica y la historicista, destaca Edmundo O'Gorman con su obra La invención de América. El universalismo de la Cultura de Occidente de 1958 y Abelardo Villegas con La filosofía de lo mexicano de 1960. El tercer tema, asociado al horizonte de un pensamiento más amplio, es el de la filosofía de la liberación, con vertientes teológicas y pedagógicas. Esta corriente reflexiona sobre la emancipación de los pueblos latinoamericanos desde sus condiciones políticas, sociales, económicas y culturales. Surge en Argentina en los años setenta, a partir de la recuperación de preocupaciones de la sociología de la dependencia y de la teología de la liberación. Ciertamente, el tema de la liberación y la emancipación es un tema medular del pensamiento latinoamericano, sin embargo, en esos años se articula con otras temáticas relacionadas con las dictaduras sudamericanas. Destacan Enrique Dussel con Filosofía de la Liberación y Horacio Cerutti. La filosofía de la liberación también se extendió en el continente. Asimismo, sobresale el liberacionismo político de Ernesto “Che” Guevara y Regis Debray. En su vertiente teológica hay que mencionar al peruano Gustavo Gutiérrez, al brasileño Leonardo Boff y al nicaragüense Ernesto Cardenal, colaborador del sandinismo, así como la teología de la revolución de José Comblin. Como legado de la filosofía latinoamericana, a comienzos del siglo XXI encontramos la obra de tres figuras: el cubano Raúl Betancourt, quien propone un “giro intercultural” de la filosofía de la liberación para 16 Leopoldo Zea, El pensamiento latinoamericano, México, Ariel Seix Barral, 1976.

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convertirse en un eje del diálogo con otras tradiciones filosóficas; el colombiano Santiago Castro-Gómez; y el ecuatoriano Bolívar Echeverría, cuya obra podría ser ubicada como una prolongación crítica de la problemática ontológica, como filosofía de la cultura, sobre todo cuando realiza una caracterización del barroco latinoamericano como alternativa a la racionalidad capitalista de la modernidad europea. Debemos también señalar un importante debate epistemológico latinoamericano sostenido por Hugo Zemmelman, quien ofrece una gran aportación a la construcción y desarrollo del pensamiento crítico, las reflexiones acerca de las metodologías, compromiso y la reflexividad de la investigación social. Por su parte, Sergio Bagú trabaja la vinculación de las ciencias sociales con la historia, para que reflejen a la sociedad misma como el protagonista de los grandes procesos históricos. Actualmente, una gran influencia en la epistemología latinoamericana está dada por el portugués Boaventura de Souza Santos, quien ha propuesto descolonizar el saber. Cuadro V.2. La filosofía latinoamericana: problemas epistemológicos, metodológicos e ideológicos La cuestión del ser de la filosofía latinoamericana

Las filosofías nacionales y regionales. El problema del ser y de la autenticidad de la filosofía latinoamericana. La identidad de lo latinoamericano. El mundo náhuatl

El pensamiento indígena

El pensamiento prehispánico

El mundo maya El mundo inca

Culturas en peligro de extinción. El pensamiento indígena contemporáneo.

Problemas filosófico-jurídicos del descubrimiento de América. La filosofía durante la época colonial

Los humanistas del ámbito mexicano. El pensamiento filosófico en el Perú.

La influencia de la ilustración en la independencia

La influencia cultural del pensamiento francés y anglosajón. Romanticismo y nacionalismo: identidad cultural. Andrés Bello Racionalismo: Francisco Bilbao.

La filosofía americana

Domingo Faustino Sarmiento Juan Bautista Alberdi: Romanticismo ilustrado argentino. José Ingenieros

El positivismo

El positivismo de Gabino Barreda. Justo Sierra: nueva generación positivista.

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Cuadro V.2. La filosofía latinoamericana: problemas epistemológicos, metodológicos e ideológicos (continuación) El pensamiento político de José Martí México Antonio Caso El indigenismo

José Vasconcelos Alfonso Reyes

Perú José Carlos Mariátegui Víctor R. Haya de la Torre

Puerto Rico Pedro Henríquez Ureña

La influencia de Ortega y Gasset

José Gaos: su influencia en el panorama mexicano.

La identidad mexicana

La filosofía de Samuel Ramos.

Octavio Paz

Abelardo Villegas

Augusto Salazar Bondy

Arturo Andrés Roig

Edmundo O’Gorman

La historia de las ideas

Leopoldo Zea

Las filosofías de la liberación La literatura latinoamericana

Fuente: Elaboración propia.

LITERATURA LATINOAMERICANA En este recuento no podemos dejar de lado el significado de la literatura en el pensar latinoamericano. Se ha escrito mucho que una de las características de la región es su retórica, el habla constituye una expresión de su ser, por eso fue tan importante el barroco y posteriormente el realismo y el modernismo en la literatura del continente. Pero parte de lo que identifica América Latina tiene que ver con la llamada literatura del boom latinoamericano, que fue un fenómeno literario apoyado editorial y mediáticamente, y que acompañó la producción de novelistas durante las décadas de los sesenta y setentas. De hecho, la literatura latinoamericana sigue siendo considerada en Estados Unidos y en Europa el producto cultural de la región por excelencia, más que la pintura, la música y las telenovelas. Destacan el argentino Julio Cortázar, el colombiano Gabriel García Márquez, el mexicano Carlos Fuentes y el peruano Mario Vargas Llosa, quienes escriben y describen la realidad política latinoamericana utilizando, unos más que otros, el “realismo mágico” y lo “real maravilloso”, este último desarrollado sobre todo por el cubano Alejo Carpentier. Sin embargo, hay que señalar a otros autores de diferentes géneros, como el ensayo considerado un género propio latinoamericano y la poesía. Algunos de ellos, incluso, han sido representantes diplomáticos de sus

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propios países. Destacan Alfonso Reyes, Miguel Ángel Asturias, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Octavio Paz, João Gimarães Rosa, Juan José Arreola, Gabriela Mistral, César Vallejo, Jorge Amado, José María Arguedas, y más recientemente Nélida Piñón, Isabel Allende, Jorge Edwards, entre muchos otros grandes escritores. Cualquier análisis de la región quedaría trunco si no se contempla la literatura latinoamericana.

Tendencias actuales: posmodernidad, globalización y poscolonialidad Antecedentes A nivel mundial, la década de los ochenta estuvo marcada por el debate sobre la posmodernidad; la década siguiente, por el debate alrededor de la globalización. Asociada a estos temas, en los últimos años se ha producido una reflexión sobre la poscolonialidad. Las teorías poscoloniales son resultado de varias tensiones teóricas, como la secesión de las narrativas anticolonialistas del rescate de la autenticidad cultural, que hoy interactúan con procesos de racionalización global. La occidentalización es un fenómeno planetario sin retorno. Por ello usan las categorías autocríticas del pensamiento occidental para recontextualizarlas y volverlas en su contra. En Estados Unidos, las teorías poscoloniales se orientan hacia el estudio de la lengua y la cultura inglesa de ultramar, mientras que en América Latina se articula una crítica sistemática del colonialismo. Algunos latinoamericanistas opinan que la relectura poscolonial de textos históricos debe realizarse a partir de las tradiciones mismas del pensamiento latinoamericano y no desde categorizaciones extranjeras. Exponentes • Néstor García Canclini, José Joaquín Brunner. Estudios Culturales: vistos como nuevo paradigma de teorización de lo latinoamericano. • Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos: recoge temas abordados por el historiador indio Ranajit Guha. El subalterno no es un sujeto pasivo, sino un sujeto activo, capaz de elaborar estrategias culturales de resistencia y de acceder a la hegemonía. • Walter Mignolo, Ileana Rodríguez, Eduardo Mendieta: defienden su pertenencia a localidades periféricas, “aunque utilicen, como Calibán, el mismo lenguaje de Próspero, es decir, el instrumentario conceptual gene-rado por occidente”. • Santiago Castro-Gómez: “genealogía del pensamiento latinoamericano”, a partir de los mitos con que América Latina se ha pensado a sí misma. Con influencia de Michel Foucault.

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Tendencias actuales: posmodernidad, globalización y poscolonialidad (continuación) • Alberto Moreiras: Latin American Studies, representaciones de América Latina, vinculada a los intereses políticos de Estados Unidos. El nuevo latinoamericanismo de “segundo orden”: teoría antiglobal para una democratización radical del conocimiento y de la cultura en la sociedad estadounidense. • Mabel Moraña: la teorización poscolonial es una nueva versión posmoderna de América Latina elaborada desde los centros de poder. • Hugo Achúgar: nueva forma de teorización metropolitana sobre Latinoamérica, que ignora las tradiciones de lectura y las memorias históricas. Descolonizar el poscolonialismo, mostrando que América Latina ha generado sus propias categorías autorreflexivas. • Nelly Richard: “Internacional académica” que determina qué autores deben ser leídos o citados, cuáles temas son relevantes, qué significa estar en la “vanguardia” de una discusión. Se trata del acceso a posiciones de poder en las universidades, la financiación de proyectos académicos y los intereses mercantiles de las editoriales. Balance. Polémica de gran calidad intelectual, destinada a revitalizar la ya bicentenaria pregunta por la identidad y el destino de estos pueblos. Bibliografía Camejo Ron, Yrayma, El debate actual en las ciencias sociales latinoamericanas, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1996. Castro-Gómez, Santiago y Eduardo Mendieta, Teorías sin disciplina (latinoamericanismo, poscolonialiad y globalización en debate), México, Miguel Ángel Porrúa, 1998.

PROYECCIÓN DEL PENSAMIENTO INTERNACIONAL LATINOAMERICANO Los enfoques teóricos de las Relaciones Internacionales centrados en visiones anglosajonas asociadas a la dinámica liberal-realista, y desarrollados en los centros de poder político y académico, son, como todo etnocentrismo, reduccionistas y limitados en sus alcances. Por esa razón, la inclusión en esta obra del pensamiento internacional latinoamericano constituye una fuente renovadora de los núcleos etnocéntricos y hegemónicos y, para México, América Latina y el mundo que está fuera de la órbita de poder, representan una fuente creativa de teorías y conceptos

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emancipadores. Además de la recuperación de una realidad histórica y actual olvidada con gran frecuencia. No obstante, se pueden señalar ciertas limitaciones. El hecho de que el pensamiento internacional latinoamericano no constituye propiamente una teoría, sino un marco de referencia para conocer los procesos políticos y sociales de nivel internacional, vinculados especialmente con la división del mundo entre potencias y países periféricos, requiere un trabajo de imaginación teórica y metodológica adicional. Permanece la pregunta de que si este pensamiento –indigenista y poscolonial– sólo hace referencia a su región particular: ¿sus conclusiones pueden extrapolarse a otras regiones del mundo, como África o Asia? En este sentido, el hecho de que sus referencias regional y subregional sean tan acentuadas es interpretado como un pensamiento autorreferente. Aunque esta autorreferencia es vista, por ciertos enfoques, como un valor de continuidad en la genealogía del pensamiento. Por otra parte, este pensamiento se ha nutrido y se sigue nutriendo de perspectivas de otras latitudes, especialmente anglosajonas y europeas. En realidad, una de sus grandes ventajas es la capacidad de síntesis teórica, filosófica e ideológica; su capacidad de vincular múltiples espacios disciplinarios y enlazar los ámbitos del habla, de la teoría y de la práctica política y social. Esto le permite conjuntar el pensamiento propio y el externo, para finalmente lograr la asimilación de ambos en un pensamiento nuevo, siempre con un sentido crítico y emancipatorio. Precisamente, como internacionalista, y más aún como un internacionalista mexicano, no es posible dejar de tener como referencia obligada el pensamiento latinoamericano. Esto permite hacer una corrección a las teorías dominantes en las Relaciones Internacionales, al nutrir el conocimiento con una corriente paralela que mantenga múltiples referentes de sistematicidad y complejidad crecientes que requiere el mundo contemporáneo.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Cuáles son las disciplinas en que el pensamiento latinoamericano encuentra su mejor expresión? 2. ¿Cuál es el problema de lo internacional en el pensamiento latinoamericano? ¿Cómo se puede plantear?

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3. ¿Cuáles son las teorías más significativas del pensamiento internacional latinoamericano y a qué ciencias sociales están asociadas? 4. ¿Cuál es el papel de la literatura latinoamericana en el pensamiento regional e internacional? 5. ¿Qué autores destacan en el pensamiento internacional latinoamericano? ¿Quiénes serían los principales precursores? ¿Quiénes de ellos han influido de manera importante en las teorías de las Relaciones Internacionales? 6. ¿En qué coinciden y difieren las ideas del pensamiento internacional latinoamericano con las teorías de las Relaciones Internacionales?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Allende, Salvador, “La política internacional”, Casa de la Américas, núm. 69, noviembre-diciembre, La Habana, 1971. Boesner, Demetrio, Relaciones Internacionales de América Latina, México, Nueva Imagen, 1987. Bolívar, Simón. “Carta de Jamaica” y “Discurso de Angostura”, en Leopoldo Zea, Fuentes de la Cultura Latinoamericana (tomo I), FCE, México, 1995. Cerruti Guldberg, Horacio, Filosofía de la liberación latinoamericana, México, FCE, 1983. Devés Valdés, Eduardo, El pensamiento latinoamericano en el siglo XX. Del Ariel de Rodó a la CEPAL (1900-1950), Buenos Aires, Biblos, 2003. –––––––, El pensamiento latinoamericano en el siglo XX.Desde la CEPAL al neoliberalismo (1950-1990), Buenos Aires, Biblos, 2003. –––––––, El pensamiento latinoamericano en el siglo XX. Las discusiones y las figuras del fin de siglo. Los años 90, Buenos Aires, Biblos, 2004. Fornet-Betancourt, Raúl, Transformaciones del marxismo. Historia del marxismo en América Latina, México, Plaza y Valdés, 2003. García Canclini, Néstor, Culturas Híbridas. Estrategias para salir y entrar de la Modernidad, México, Grijalbo, 2000. Guadarrama González, Pablo, Marxismo y antimarxismo en América Latina, La Habana y México, El Caballito, 1994. Guevara, Ernesto, El socialismo y el hombre nuevo, México, Siglo XXI, 1977.

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Haya de la Torre, Víctor Raúl, El antiimperialismo y el APRA, Lima, Juan Mejía Baca, 1985. Ingenieros, José. Antiimperialismo y Nación, México, Siglo XXI, 1979. Mariátegui, José Carlos, ¿Existe un pensamiento hispanoamericano?, México, UNAM, 1979. Marini, Ruy Mauro y Márgara Millán (coords.), La teoría social latinoamericana. Subdesarrollo y Dependencia (tomo II), México, El Caballito, 1994. Marini, Ruy Mauro, La teoría social latinoamericana. Los orígenes (tomo I), México, El Caballito, 1994. –––––––, La teoría social latinoamericana, Textos Escogidos (tres tomos), México, UNAM, 1995. –––––––, La teoría social latinoamericana. La centralidad del marxismo (tomo III), México, El Caballito, 1995. –––––––, La teoría social latinoamericana. Cuestiones contemporáneas (tomo IV), México, El Caballito, 1996. Martí, José, Nuestra América, Biblioteca Ayacucho, 1977. Orrego Vicuña, Francisco, Los estudios internacionales en América Latina. Realizaciones y desafíos, Santiago, Universidad de Chile, 1980. Pierre-Charles, Gerard, El pensamiento sociopolítico moderno en el Caribe, México, FCE, 1985. Roig, Arturo, Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano, México, FCE, 1981. Romero, José Luis, El pensamiento político latinoamericano, Buenos Aires, FCE, 1997. Tomassini, Luciano, Relaciones Internacionales de la América Latina, México, FCE, 1981. Zea, Leopoldo, El pensamiento latinoamericano, México, Ariel-Seix Barral, 1976. –––––––, América Latina en sus ideas, México, Siglo XXI, 1993.

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VI. SOCIOLOGÍA HISTÓRICA Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES

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INTRODUCCIÓN

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l estudio de las Relaciones Internacionales siempre ha necesitado saber combinar perspectivas diferentes y complementarias como la economía, el derecho, la historia y la ciencia política. González Uresti le llama a este hecho “transdisciplinariedad”, que debe entenderse como la aportación y síntesis de datos proporcionados por otras disciplinas. Al mismo tiempo, se da también el fenómeno de la “multidisciplinariedad” que es entendida por González Uresti como el esfuerzo de conjugación de los diversos conocimientos y explicaciones aportados por un amplio elenco de disciplinas. 1 En este sentido, desde la década de los ochenta, pasando por un periodo de madurez durante los noventa y consolidándose al comienzo del siglo XXI, la sociología histórica se ha convertido en un rasgo teórico distintivo de las Relaciones Internacionales contemporáneas.2 El capítulo explica las premisas básicas de la sociología histórica y su aplicación teórica en el campo de las Relaciones Internacionales. En el primer apartado, se describe brevemente el objeto de estudio de la sociología y sus métodos científicos para explicar así tanto el método como el objeto de estudio de la sociología histórica. El segundo apartado aborda las aportaciones de tres autores fundamentales de la sociología histórica clásica: Norbert Elias, Raymond Aron y Marcel Merle. En el tercero, se 1 Luz Araceli González Uresti, “Las Relaciones Internacionales: consideraciones disciplinarias”, Revista Relaciones Internacionales, vol.1, núm. 80, 2011, Universidad Nacional de Costa Rica, disponible en: http://www.revistas.una. ac.cr/index.php/ri/issue/view/26, consultado el 11 de febrero de 2014. 2 John Hobson, George Lawson y Justin Rosenberg, “Historical sociology”, LSE Research on Line, 2010, disponible en: http://eprints.lse.ac.uk/28016/, consultado el 20 de abril de 2014.

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explica la sociología histórica ya en el campo propio de las Relaciones Internacionales y a partir de los autores contemporáneos más relevantes. Por último, se aportan algunas consideraciones finales que resaltan el contenido expuesto.

¿QUÉ ES LA SOCIOLOGÍA HISTÓRICA? La sociología histórica es una subdisciplina de la sociología. La sociología es una ciencia social cuyo nacimiento formal ocurrió en Europa para tratar de explicar los cambios culturales y políticos que se vivieron en el continente fundamentalmente a finales del siglo XVIII. La Ilustración en el ámbito cultural y la Revolución francesa en el ámbito político trajeron consigo nuevas y complejas formas de organización social que no podían explicarse fácilmente. Las transformaciones que experimentaba Europa también estuvieron acompañados de profundos conflictos violentos que desmantelaron los modelos tradicionales de poder político basados en la aristocracia, el clero y las monarquías. Por eso, en una época de desorden y caos el francés Augusto Comte (1798-1857) propuso estudiar dichos fenómenos desde una perspectiva científica y a partir de su filosofía positivista creó las bases de lo que hoy denominamos sociología. En el siglo XIX, basándose en la descripción objetiva, cuantitativa y comparativa de los hechos sociales, la sociología se expandió desde Francia hasta Inglaterra y Alemania La sociología es una ciencia que tuvo como objetivo originario tratar de explicar las cusas y consecuencias de los cambios sociales en el tránsito de las sociedades europeas de los modelos tradicionales a los modelos modernos de convivencia. Al mismo tiempo, intenta también explicar la naturaleza de los conflictos sociales durante esos procesos de cambio. La relación es dialéctica: todo cambio genera conflicto y todo conflicto genera cambio. La Sociología asume que la sociedad es dinámica y no estable. Y ese dinamismo, con todas sus variantes, es lo que la sociología pretende estudiar científicamente. La sociología histórica es una subdivisión de la sociología. Su enfoque es de largo plazo y se aboca a estudiar las constantes y las variables de los procesos con una mirada de amplio horizonte, por lo cual no se detiene a explicar problemas coyunturales. Sin embargo, resalta aquellos temas concretos de los procesos históricos que resultan importantes para entender el cambio social y la naturaleza de sus conflictos. Por lo tanto, el objeto de estudio de la sociología histórica es “analizar las relaciones entre los

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microacontecimientos y el conjunto, la estructura o el sistema”.3 Si bien los microacontecimientos pudieran considerarse como eventualidades coyunturales, es la suma de ellos los que la sociología histórica pretende describir teniendo siempre en mente un horizonte temporal y estructural amplio. Por ejemplo, al estudiar la transformación de los hábitos en Europa desde la Edad Media hasta la consolidación de la modernidad, Norbert Elias describe los cambios de las formas de comportarse en la mesa o para convivir en los aposentos. Esos ejemplos son particulares y pueden considerarse microacontecimientos, pero sirven para ilustrar las transformaciones de los modos de vida que ahora se consideran civilizados y que suponen haber superado estadios más primitivos. Es la suma de esos microacontecimientos lo que la sociología histórica estudia para entonces explicar los nuevos modos y formas de la estructura y del sistema. Desde la década de los noventa los estudiosos de las Relaciones Internacionales han volteado sus ojos con interés hacia la sociología. La caída del muro de Berlín, el triunfo del libre mercado, la propagación de la democracia como modelo político, el desarrollo frenético de las nuevas tecnologías de la información y de los medios de comunicación masiva, han obligado a que los internacionalistas busquen explicaciones a nivel macro basándose en las aportaciones de la sociología. Por ejemplo, gracias al constructivismo y al rescate de autores clásicos de la sociología como Durkheim, Weber, Marx o Gramsci, y también gracias el redescubrimiento de pensadores como Anthony Giddens, Jürgen Habermas y Erving Goffman, los internacionalistas han podido ayudarse a explicar temas contemporáneos de las Relaciones Internacionales como la construcción social de las normas, los procesos sociales de creación de identidades, cultura e ideología, la comprensión intersubjetiva o la conformación de las estructuras sociales.4 En el siguiente apartado se describen los elementos teóricoconceptuales de la sociología histórica y su vinculación con el estudio de las Relaciones Internacionales. Para lograr este propósito se describen las aportaciones de tres autores clásicos de la sociología del siglo XX que le dieron particular importancia a los temas internacionales en sus obras: Norbert Elias, Raymond Aron y Marcel Merle. Los tres autores hicieron sociología histórica de las relaciones internacionales enfocándose en temas a la vez distintos pero con el objetivo de explicar las características elementales de la modernidad. Elias se interesó por el proceso de construcción de lo que se denomina civilización en Europa; Aron se enfocó en Raymond Aron, Lecciones sobre la historia (Cursos del College de France), México, FCE, 1996, p. 325. George Lawson, “The Promise of Historical Sociology in International Relations”, International Studies Review, núm. 8, 2006, p. 398. 3 4

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estudiar la guerra y la paz en las relaciones interestatales, y Merle delineó en su trabajo las categorías, el andamiaje y la estructura que le permitían hablar de un moderno sistema internacional.

LA SOCIOLOGÍA HISTÓRICA CLÁSICA El primer elemento teórico conceptual que se debe destacar de la sociología histórica es el concepto de cambio. Elias publicó en 1969 su libro titulado La sociedad cortesana, en el cual describió el orden político y moral, las relaciones interpersonales y de poder entre los soberanos (príncipes y reyes) y sus ayudantes. Su propósito era destacar el modelo cortesano y distinguirlo del modelo burgués de diferenciación y especialización del trabajo en las sociedades industrializadas. Para Elias, esta descripción era importante ya que permitía entender los cambios fundamentales que experimentó Europa en su tránsito desde las monarquías hasta la constitución de las sociedades modernas. En su libro destacó que aquellas sociedades dinásticas involucraban los intereses personales con los intereses de Estado, por ello, los fenómenos sociales e internacionales respondían a las lógicas de los lazos familiares, las voluntades y las personalidades de los soberanos. El trabajo en las sociedades cortesanas estaba determinado por la gracia de los soberanos, y sus servidores se relacionaban con el soberano mediante sentimientos de obligación, fidelidad cuasi familiar y hasta miedo. Elias dice que esta descripción es necesaria para entender la “etapa primitiva del desarrollo de las sociedades estatales europeas”.5 Su perspectiva histórica le obligaba a destacar ciertos periodos y, especialmente, a ciertos personajes, reyes y soberanos, para ilustrar el modelo cortesano. Su perspectiva sociológica le obligaba a describir y a destacar las posiciones sociales, es decir, la estructura de relaciones y de poder, entre los servidores y los soberanos.6 Pero más aún, esta obra de Elias es también una propuesta teórica para superar un problema fundamental de la historia: pensar que los acontecimientos históricos son únicos e irrepetibles. Para Elias, este error es superado gracias a la aportación de la sociología que permite entender los “aspectos repetibles e irrepetibles de los cambios sociales”.7 La obra sociológica de Elias comienza a ocupar un lugar importante en el estudio de las Relaciones Internacionales contemporáneas precisamente por destacar los procesos de cambio históricos que deben ser Norbert Elias, La sociedad cortesana, México, FCE, 1996, pp. 9-10. Ibidem, p. 11. 7 Ibidem, p. 24. 5 6

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narrados y analizados con una mirada de largo plazo y que, a la vez, se enfoca también en los microacotencimientos. En un artículo reciente se valoran precisamente estas contribuciones. Adrew Linklater propone que el libro más famoso de Elias, El proceso de la civilización, publicado en 1939, “puede vincularse fácilmente al estudio de las relaciones internacionales contemporáneas”. 8 En ese libro, Elias realiza un profundo recorrido teórico sobre el concepto de civilización y se dedica a estudiar precisamente los cambios sociales que ocurrieron en Europa a lo largo de cinco siglos. Esos cambios impactaron las relaciones en el seno familiar, en el cortejo, en los buenos modales y, fundamentalmente, en la sensibilidad de los europeos respecto a la crueldad y al sufrimiento. Como destaca Linklater, en ese libro Elias describe cómo se fueron transformando las prácticas en Europa hasta llegar a una sociedad moderna, “civilizada”, racional y moderada que repudiaría los actos públicos de violencia. En un Estado moderno se prohibirían las ejecuciones públicas, los linchamientos y los duelos por el honor. De igual forma, en una sociedad moderna se refinarían los compartimientos públicos de actos tan simples como escupir, sonarse o utilizar cubiertos en la mesa.9 Linklater sostiene que esta perspectiva desde la sociología histórica puede adaptarse al estudio de los conceptos de “civilidad” y “civilización” en el sistema de Estados y de la creación de discursos contra la crueldad, el sufrimiento y en favor del cosmopolitanismo en las Relaciones Internacionales contemporáneas.10 En este sentido, la sociología histórica de las relaciones internacionales presenta una orientación parecida a la Escuela Inglesa ya que ambas perspectivas se interrogan por los procesos de construcción de instituciones o de una sociedad internacional. En el siguiente cuadro se explica la perspectiva de la sociología histórica para estudiar un fenómeno presente a lo largo de la historia de la humanidad como es la guerra, a partir de la obra de Evan Luard.11 El segundo elemento teórico fundamental de la sociología histórica es la construcción de categorías, definiciones operacionales o “tipos ideales” que permita identificar a los actores y escenarios de las relaciones internacionales. Un primer ejercicio, dice Aron, es la construcción de un personaje ficticio (como el homo oeconomicus de la Economía) que denomina hombre diplomático. 12 Este tipo ideal define a los individuos que representan a una entidad política determinada y se relacionan con los re8 Andrew Linklater y Norbert Elias, “The ‘Civilizing Process’ and the Sociology of International Relations”, International Politics, núm. 41, 2004, pp. 3-35. 9 Norbert Elias, El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México, FCE, 1994. 10 Véase Andrew Linklater y Norbert Elias, op. cit. 11 Evan Luard, War in International Society, a Study in International Sociology, Londres, I.B. Tauris & Co. Ltd., 1986. 12 Raymond Aron, op. cit., p. 325.

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El estudio de la guerra desde la sociología histórica Evan Luard El primer ejemplo del estudio de un tema de las Relaciones Internacionales desde la perspectiva teórica de la sociología histórica lo podemos encontrar en el libro de Evan Luard titulado War in International Society. El objetivo de Luard es estudiar las constantes y los cambios del fenómeno de la guerra experimentados en Europa desde el siglo XV. Su estrategia fue identificar cuáles han sido las razones fundamentales de las guerras a lo largo de cinco siglos: los problemas; los motivos, las decisiones, el cálculo de los costos y los beneficios y las creencias. Al revisar cada una de estas razones, Luard pudo encontrar consistencias en el fenómeno de la guerra, principalmente en Europa, que le llevó a agrupar su historia en cinco épocas: la época de las dinastías (1400-1559), la época de las religiones (1559-1648), la época de la soberanía (1648-1789), la época del nacionalismo (1789-1917), y la época de las ideologías (1917 en adelante). En este ejemplo ilustramos sólo los problemas que llevaron a la guerra en cada una de las épocas descritas por Evan Luard. En la época de las dinastías, los problemas fueron fundamentalmente intereses personales y familiares: lealtad, sucesión al trono, conflictos de autoridad o defensa del honor. En la época de las religiones, los problemas principales fueron entre minorías religiosas y los soberanos de un territorio con religión distinta. También se presentaron divisiones religiosas en algunas casas reales que desencadenaron guerras. En la época de la soberanía, los problemas que llevaron a la guerra fueron el control de territorios, de rutas comerciales, posesiones coloniales, prestigio y por el equilibro de poder entre las potencias europeas. En la época del nacionalismo se dieron guerras civiles de construcción de Estados-nacionales, guerras de independencia, intervenciones de potencias en guerras civiles o de independencia, guerras por la libertad de navegación o de tránsito, control de territorios, ataques a la propiedad, reparación de daños y hasta por el asesinato de ciudadanos. En la era de las ideologías, las guerras eran por razones económicas y políticas. La Primera Guerra Mundial fue entre democracias y regímenes autocráticos; la Segunda Guerra Mundial, entre democracias y dictaduras; y la Guerra Fría, entre el modelo capitalista-democrático y el comunista. El trabajo de Luard toma como objeto de estudio la guerra que es un fenómeno histórico. Pero esa constante ha tenido variantes y su objetivo fue ilustrar los cambios que tuvo la guerra a lo largo de cinco siglos. La mirada histórica contempla a la guerra como un fenómeno de largo plazo, pero la mirada sociológica distingue las particularidades de la guerra en distintos periodos.

presentantes de otra u otras entidades políticas. Al mismo tiempo, Aron define al soldado como otro actor que, junto con el diplomático, dejan de actuar de manera individual para volverse representantes de sus colectividades o Estados nacionales ante otras colectividades: “el embajador, en el

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ejercicio de sus deberes, es la unidad política en cuyo nombre habla; el soldado en el campo de batalla es la unidad política en cuyo nombre mata a sus opositores”.13 De la misma forma, se construye el concepto de interés nacional para explicar la naturaleza de las relaciones interestatales.14 En la sociología histórica de las Relaciones Internacionales, dice Aron, también se construyen abstracciones tratando de conceptualizar “un paradigma o modelo de las relaciones interestatales” y, en una siguiente fase, se incluyen los análisis abstractos respecto a los modelos de una relación interestatal particular, por ejemplo, el estudio de los modelos de la estrategia nuclear.15 El tercer elemento teórico fundamental es la configuración de una idea de estructura y sistema en las relaciones internacionales. Marcel Merle se dedicó precisamente a especificar los conceptos operacionales de las relaciones internacionales desde un punto de vista sociológico. Primero se concentró en su libro Sociología de las relaciones internacionales a identificar los estudios históricos sobre el tema, luego a definir el medio internacional en el que intervienen diversos factores como el geográfico, los recursos naturales, la tecnología, la población y las ideologías; en tercer lugar identificó a los actores de las relaciones internacionales, ubicando a los Estados nacionales como actores relevantes, pero también destacando la participación de las organizaciones intergubernamentales y de las fuerzas y equilibrios de poder transnacionales. Finalmente, su aportación se enmarca en una descripción del sistema internacional al que definió “como un conjunto de elementos dispares ligados entre sí por un vínculo estable” que respondería a los intereses de los Estados nacionales tanto en favor de la cooperación como ante el conflicto.16 TEORÍA, SOCIOLOGÍA E HISTORIA EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES El libro clásico de Aron, y fundamental para los internacionalistas, se titula Pace and War. A Theory of International Relations. En la introducción, Aron describe con claridad el mapa teórico que combina la sociología con la historia en el estudio de las relaciones internacionales. Para hacerlo, utiliza como ejemplo el fútbol y habla de la historia del deporte, de sus reglas, de sus actores (entrenador, jugadores, espectadores y árbitro) y 13

Raymond Aron, Peace and War. A Theory of International Relations, Garden City, NuevaYork, Dobleday, 1966, p. 5.

14 Idem. 15 Ibidem, p. 327. 16 Marcel Merle, “El enfoque sociológico del sistema internacional”, Revista Internacional de Filosofía Política, núm. 9, 1997, p. 8.

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aclara que todo eso es descrito y explicado por los teóricos y los historiadores. Lo que haría un sociólogo sería describir un juego en particular, analizar cómo se llegó al resultado final, qué estrategia funcionó mejor, si hubo algún imprevisto durante el juego (un lesionado, un expulsado): en resumen, un sociólogo estudiaría las particularidades de un partido, o de varios partidos, haría comparaciones y analizaría casos específicos a la luz de las ideas generales que otorga la teoría y de los acontecimientos de largo plazo que estudia el historiador. La síntesis teórica de la sociología histórica de las relaciones internacionales, descrita por Aron, sería la siguiente: la teoría se encargaría de estudiar 1) la naturaleza de las relaciones internacionales (o interestatales) dentro de sus dos únicas posibilidades, la paz o la guerra; 2) las reglas a las que están obligados o las que siguen los actores de las relaciones internacionales. La teoría reúne estas observaciones generales que pueden ser conocidas tanto por los actores de las relaciones internacionales como por los observadores de éstas. De la teoría los actores extraen elementos del conocimiento acumulado y eso les permite diseñar estrategias para entablar relaciones ante un contexto determinado, con actores diferentes y enmarcados en una lucha por hacer prevalecer ciertos intereses. Así como del conocimiento acumulado se pueden extraer las estrategias diplomáticas o militares, también se construyen los discursos que explican y legitiman las estrategias adoptadas. Por ejemplo, ante la necesidad de la guerra se construirá un discurso para legitimarla o, ante la firma de la paz, igualmente se construye un discurso para legitimarla. El discurso le otorga sentido histórico o ético a la decisión tomada. El sociólogo es un observador de las relaciones internacionales y, a la vez, es un actor. Como observador o como científico, el sociólogo se preguntaría: ¿cómo se desarrollan las relaciones internacionales empíricamente? ¿Cuáles son las estrategias seguidas por los actores? ¿Cuáles son los resultados de esas estrategias? ¿Qué actores fueron más exitosos y por qué? ¿Qué actores sufrieron las consecuencias perniciosas o favorables de la estrategia seguida? El sociólogo puede hacerse estas preguntas ante un fenómeno en particular o comparando varios fenómenos similares para extraer de ahí tanto las generalidades como las particularidades. Para lograr esto se requiere del enfoque histórico. A partir del estudio de la historia, el sociólogo de las relaciones internacionales puede responder sus preguntas encontrando una sucesión de hechos que las expliquen, que ilustren además el desarrollo de las estrategias seguidas en el pasado y que le permitan compararlas.

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El siguiente cuadro ilustra el ejemplo del estudio de los conflictos étnicos a finales del siglo XX, como un ejercicio histórico y sociológico de un problema mundial vigente. El ejemplo procede del libro de Rodolfo Stavenhagen, Conflictos étnicos y Estado nacional.17 El estudio de los conflictos étnicos desde la sociología histórica Rodolfo Stavenhagen En el segundo ejemplo de un caso de estudio de las sociología histórica de las relaciones internacionales, se revisa el trabajo de Rodolfo Stavenhagen sobre los conflictos étnicos durante los años noventa del siglo XX. En su libro Conflictos étnicos y Estado nacional, Stavenhagen toma como objeto de estudio las guerras civiles por razones de identidad nacional, cultural y religiosa. Los conflictos que él describe ocurren entre poblaciones dentro de un Estado-nacional o de poblaciones en varios Estados-nacionales que reivindican su derecho de autodeterminación como nación independiente o que rivalizan por el control del Estado frente a otro grupo étnico. El ejercicio sociológico consiste en tomar diversos ejemplos como los casos del Kurdistán, Burundi, Nigeria, Guatemala, la ex Unión Soviética, Malasia, Líbano, Yugoslavia o el Cuerno de África. En cada caso estudia cómo surgen los conflictos, cómo se estructuran las identidades, qué dinámicas siguen los conflictos, si hay o no razones económicas, si se establecieron políticas étnicas para evitar un conflicto o acabar con él si ya estalló. El estudio es comparativo y de cada caso Stavenhagen obtiene conclusiones generales y particulares que le permiten analizar cada conflicto a la luz de sus causas y sus resultados, así como de las constantes y los cambios históricos. Los últimos capítulos se conectan con las relaciones internacionales, ya que Stavenhagen tiene por objetivo resaltar las dimensiones internacionales de los conflictos étnicos y reflexionar sobre la idea del Estado multiétnico como propuesta de solución a este tipo de conflictos. La aproximación teórica desde la sociología histórica queda plasmada cuando, por ejemplo, se establece que los conflictos étnicos viven diferentes grados de intensidad a lo largo de la historia, en ocasiones se encuentran en estado latente, en otros estallan por la vía política o por la vía violenta. Estas fluctuaciones serían una constante en todos los casos. De igual forma, los casos estudiados presentan dos constantes: 1) la presencia de Estados coloniales que crearon o intensificaron las rivalidades étnicas y 2) la movilización de grupos étnicos por la esclavitud. Otro elemento más presente en todos los casos estudiados por Stavenhagen es el de la politización del conflicto étnico, mediante la construcción de agrupaciones 17

Rodolfo Stavenhagen, Conflictos étnicos y Estado nacional, México, Siglo XXI, 2000.

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El estudio de los conflictos étnicos desde la sociología histórica Rodolfo Stavenhagen (continuación) políticas o partidos de cuño étnico. Finalmente, Stavenhagen dedica un capítulo a las dimensiones internacionales de los conflictos étnicos, en el que destaca las intrincadas redes de comunicación y contacto de varios grupos étnicos con grupos políticos y hasta Estados nacionales, que hacen de un conflicto anteriormente pensado como un asunto interno de los Estados nacionales, un conflicto mundial que trasciende fronteras. También se destaca que las consecuencias de la violencia étnica obligan a las intervenciones internacionales, a operaciones de paz o a llevar el conflicto hacia los Estados vecinos, ya sea por la vía de la violencia o de la migración forzada de refugiados.

A partir de las ideas de Raymond Aron y de los ejemplos descritos, se puede decir que la sociología histórica de las relaciones internacionales se enfoca en investigar las causas de largo plazo y por periodos continuos que determinan: 1. La existencia de los actores (Estados-nacionales, regiones, alianzas, actores no estatales). 2. Las características del sistema internacional (multipolar, bipolar, hegemónico y colonialista, imperialista, interestatal). 3. El uso de las estrategias seguidas (paz, guerra, cooperación, conflicto, coaliciones, alianzas, traiciones). 4. Los resultados de dichas estrategias (victoria en la guerra, pacificación, capitulación, firma de acuerdos o tratados, sanciones). 5. La naturaleza de las relaciones entre los actores y los cambios que se hubieren presentado. Para ilustrar el entramado teórico de la sociología de las relaciones internacionales antes descrito, se ofrece a continuación el siguiente mapa conceptual.

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Figura VI.1. Mapa conceptual de la sociología de las Relaciones Internacionales

Fuente: Elaboración propia.

Premisas básicas de la sociología histórica de las Relaciones Internacionales La sociología histórica analiza las relaciones entre los microacontecimientos y el conjunto, la estructura o el sistema.18 La sociología histórica estudia las estructuras sociales y políticas de largo alcance desde puntos de vista weberianos y marxistas.19 Vivimos en una economía capitalista mundial y también en un orden político-militar mundial de Estados nacionales anárquicamente organizado. 20 La promiscuidad metodológica de la sociología histórica encaja con el amplio alcance de su agenda. Si bien es cierto que hay una predilección por los grandes temas –cambio sistémico, procesos de formación del Estado, guerras, revoluciones y similares–, esto no ha impedido que también se estudien los vínculos entre los macro y los micro procesos.21 Todas las formas existentes de organización mundial en la actualidad se Aron, Lecciones sobre la historia, op. cit. Andrew Abbott, “History and Sociology: The Lost Synthesis”, Social Science History, vol. 15, núm. 2, verano, 1991, pp. 230-231. 20 Anthony Giddens, “Estados nacionales y violencia”, Revista Académica de Relaciones Internacionales, núm. 5, UAMAEDRI, noviembre, 2006, p. 10. 21 George Lawson, “Historical Sociology in International Relations: Open Society, Research Programme and Vocation”, International Politics, núm. 44, 2007, p. 360. 18

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Premisas básicas de la sociología histórica de las Relaciones Internacionales (continuación) muestran impotentes ante el monopolio de la violencia (fundamentalmente las armas nucleares) en manos de los Estados-nacionales.22 El surgimiento del sistema de Estados-nacionales debe ser entendido desde el principio como parte del mismo proceso de consolidación interna. La soberanía (expresión externa), que se convirtió en el principio central de la organización del sistema de Estados, es la expresión (del modelo interno) de la unidad administrativa y coercitiva establecida a expensas de otras formas de poder político, locales y transnacionales.23

EL ENFOQUE DE LA SOCIOLOGÍA HISTÓRICA EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS Los autores contemporáneos que han aportado ideas y obras académicas a la disciplina de las Relaciones Internacionales desde la perspectiva de la sociología histórica provienen precisamente del campo de la sociología: Anthony Giddens, Michael Mann, Charles Tilly 24 e Immanuel Wallerstein.25 Sus intereses sobre los asuntos internacionales se relacionan con sus estudios sobre la creación de los Estados-nacionales, la globalización del capitalismo y la tendencia a universalizar los valores occidentales lo que llevaría a pensar en un proceso de modernidad mundial. La modernidad es entendida como el gran proceso histórico que modificó los valores sociales, culturales, económicos y familiares de Europa desde el Renacimiento hasta la actualidad. Ese proceso estuvo marcado por macroacontecimientos como la expansión colonialista europea, la construcción de los Estados nacionales modernos, las revoluciones burguesas, la Ilustración, la Revolución Industrial y el desarrollo del capitalismo y la democracia como modelos económico-políticos propios del mundo moderno y de la racionalidad. Los microacontecimientos van desde la revolución cultural que implicó la imprenta, hasta la modificación de los modelos familiares y educativos, la decadencia de la idea de dios y de las religiones, el crecimiento demográfico y la concentración poblacional en los centros urbanos. La idea de modernidad implica cambio y ruptura con el modelo feudal, clerical y monárquico de Europa hasta el siglo XV. 22 Ibidem, p. 20. 23 Justin Rosenberg, “A Non-realist Theory of Sovereignty? Giddens’ The Nation-State and Violence”, Millennium: Journal of International Studies, núm. 19, 1990, p. 253. 24 Martin Griffiths, Steven C. Roach y M. Scott Solomon, Fifty Key Thinkers in International Relations, Nueva York, Routledge, 2009, p. 351. 25 George Ritzer, Teoría sociológica contemporánea, México, McGraw-Hill, 1993, p. 203.

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Una de las características fundamentales de la modernidad es la creación de los Estados-nacionales modernos y esto es, a su vez, el origen del sistema mundial de Estados-nacionales que le daría vida a las relaciones interestatales o internacionales. El Estado-nacional es una institución que le da duración de largo plazo a la administración gubernamental del territorio, los recursos naturales y la población de un lugar determinado por fronteras y por ciertos valores históricos, culturales, lingüísticos y hasta raciales. Es importante destacar las características de institución de los Estados-nacionales porque suponen la idea de crear reglas para optimizar el funcionamiento del ejercicio del poder, independientemente de las personas o de los cambios generacionales de quienes gobiernan. El sistema internacional está compuesto por Estados-nacionales y desde la perspectiva de la sociología histórica se les considera, de manera parecida a la teoría realista, como los actores privilegiados de las relaciones internacionales. Fundamentalmente porque son ellos los únicos que cuentan todavía con la capacidad económica, humana y tecnológica de emprender grandes guerras o de firmar la paz. El otro tema central de la sociología histórica de las relaciones internacionales está relacionado con el impacto del modelo capitalista tanto en la construcción de los Estados-nacionales modernos como en la consolidación del “moderno sistema mundial”. En este sentido, se puede encontrar una clara vinculación entre autores como Wallerstein y Giddens con las teorías del materialismo histórico dialéctico del marxismo. En ambos casos, Wallerstein y Giddens discuten los alcances y límites del moderno sistema mundial a partir del marxismo. Su propósito es revalorarlo pero, a la vez, actualizarlo. Para Wallerstein, el sistema de Estados nacionales contemporáneo funciona a partir del modelo capitalista que impacta en todas las esferas de las relaciones internacionales. Este sistema está compuestos por Estadosnacionales ubicados en el centro, la periferia y la semiperiferia. El sistema funcionaría de la siguiente manera: el centro domina la economía mundial y explota al resto del sistema. La periferia, constituida por las zonas que proporcionan las materias primas al núcleo es profundamente explotada por él, en tanto que la semiperiferia constituye una categoría residual que abarca una serie de regiones que se encuentran entre las explotadoras y las explotadas.26 Por su parte, Anthony Giddens considera que el capitalismo es la gran fuerza que define el modelo jerarquizado al interior de las sociedades y extrapolado hacia el sistema internacional. El modelo capitalista de trabajo, dice Giddens, 26 Ibidem, p. 202.

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sociales y culturales de los Estados-nacionales que, posteriormente, llevarán una agenda internacional. Por ejemplo, la agenda internacional de los derechos humanos nació primero como agenda de política interna en algunos países y luego se convirtió en agenda global. Lo mismo podría decirse del tema del medio ambiente. Estos asuntos cobraron relevancia en algunos países y sociedades y, en un momento determinado, se diseñaron discursos y estrategias, se implementaron políticas públicas al respecto, modelos educativos y prácticas sociales y familiares, al grado de otórgales, posteriormente, validez universal y promoverlos en todo el orbe. La sociología histórica de las relaciones internacionales comparte intereses con otras perspectivas teóricas. En primer lugar, con el marxismo comparte el enfoque de la mundialización del modelo capitalista. Con el realismo comparte el interés por estudiar el comportamiento de los Estados como actores centrales del sistema mundial. Mientras que con la Escuela Inglesa comparte el interés por estudiar los procesos de cambio y modernización en el sistema internacional que se cristalizarían en la construcción de instituciones globales. La sociología histórica ha contribuido también en subrayar que las dimensiones domésticas, ideológicas y personales de los actores en el poder determinan e influyen en el sistema internacional, ya que esos actores que gobiernan sus propios Estados-nacionales, se convierten también en los actores privilegiados de las relaciones internacionales. Finalmente, al reivindicar la importancia de los procesos de cambio, la sociología histórica le otorga a las relaciones internacionales una dinámica activa que obliga al internacionalista a esperar lo inesperado en el sistema internacional y a optar por herramientas metodológicas para explicar esos cambios, tanto los previstos como los no anticipados. PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Cuál es el objetivo científico de la sociología?, ¿qué es lo que intenta explicar? 2. ¿Qué es la sociología histórica? 3. ¿Cuál es el primer elemento teórico conceptual que debe destacarse en la sociología histórica? 4. ¿En qué consiste la construcción de categorías en la sociología histórica?

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depende de la extracción de valor excedente, una explotación que queda encubierta en el sistema global de producción y distribución. El contrato capitalista de trabajo establece una relación puramente económica de mutua dependencia entre empresario y trabajador. Las relaciones capitalistas de producción, que la burguesía luchó por extender y que se convirtieron en el orden económico relevante, no fueron impuestas por vía de poder militar o por el monopolio directo de una clase sobre los medios de violencia.27

El debate entre Wallerstein y Giddens estriba en que el primero le otorga al modelo capitalista una gran capacidad de organizar el moderno sistema mundial, mientras que Giddens también explora la vinculación entre los Estados modernos, el monopolio de la violencia, el poder y la guerra en la construcción del sistema internacional. Para ambos autores, sin embargo, hay una constante que es primordial para la sociología histórica de las relaciones internacionales: el sistema internacional se estructura sobre el modelo de explotación capitalista que construye también un sistema internacional jerarquizado en clases. De esta forma, la visión pasa de analizar fenómenos domésticos que tuvieron lugar en Europa a partir de los Estados absolutistas y que se expandieron por el mundo creando una estructura de poder y dominación basada en la capacidad de los Estados-nacionales por administrar y vigilar el trabajo y por monopolizar los medios de la violencia. Como se ha dicho anteriormente, la mirada de la sociología histórica le presta atención a los procesos de largo plazo, a los macroacontecimientos pero también a los microacontecimientos y esa mirada termina por estudiar y explicar el sistema internacional contemporáneo compuesto por Estados-nacionales, estructurado sobre la base del modelo capitalista de supervisión (control), jerarquización (clase sociales) y vigilancia (monopolio de la violencia legítima) de la producción mundial.

COMENTARIOS FINALES Al combinar la mirada histórica de largo plazo con los procesos de cambio, la sociología histórica aporta una nueva dimensión al estudio de las Relaciones Internacionales, que consiste en vincular los acontecimientos internos o domésticos de los Estados-nacionales con los fenómenos mundiales y globales. Por esta razón, la sociología histórica de las relaciones internacionales le presta atención a temas como las jerarquías sociales, la cultura política, el cambio o las transformaciones económicas, políticas 27 Giddens, op. cit., p. 9.

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5. ¿Cuál es el objetivo de la sociología histórica al definir al sistema internacional como una estructura? 6. ¿Qué significa la mirada de largo plazo en el estudio histórico de las Relaciones Internacionales? 7. ¿Cuál es la síntesis teórica que propone Raymond Aron para lograr una sociología histórica de las Relaciones Internacionales? 8. Para la sociología histórica, ¿quiénes son los actores primordiales de las relaciones internacionales? 9. ¿Cuál es el vínculo entre el ámbito doméstico y el ámbito mundial que aborda la sociología histórica de las Relaciones Internacionales? 10. ¿Cuáles son los intereses que comparte la sociología histórica y con qué entramados teóricos de las Relaciones Internacionales?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Aron, Raymond, Peace and War. A Theory of International Relations, Garden City, NuevaYork, Dobleday, 1966. Elias, Norbert, El proceso de civilización. Investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas, México, Fondo de Cultura Económica, 1994. Giddens, Anthony, Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas, México, Taurus Ediciones, 2007. Griffiths, Martin et al., Fifty Key Thinkers in International Relations, Nueva York, Routledge, 2009. Hobden Stephen y John M. Hobson (eds.), Historical Sociology of International Relations, Londres, Cambridge University Press, 2002. Hobson, John, George Lawson y Justin Rosenberg, “Historical Sociology”, LSE Research on Line, disponible en: http://eprints.lse.ac.uk/28016/, consultado el 20 de abril de 2014. Kaldor, Mary, Las nuevas guerras. Violencia organizada en la era global, Barcelona, Tusquets, 2001. Linklater, Andrew y Norbert Elias, “The ‘Civilizing Process’ and the Sociology of International Relations”, International Politics, núm. 41, 2004, pp. 3-35.

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Lawson, George, “The Promise of Historical Sociology in International Relations”. International Studies Review, vol. 8, núm. 3, 2006, pp. 397-423. Luard, Evan, War in International Society, a Study in International Sociology, Londres, I.B. Tauris & Co. Ltd., 1986. Wallerstein, Immanuel, El moderno sistema mundial. La segunda era de la gran expansión de la economía mundo capitalista, 1730-1850 (vol. 3), Madrid, Siglo XXI, 1999.

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VII. ECONOMÍA POLÍTICA INTERNACIONAL

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La escuela de economistas más popular quisiera hacernos creer que el poder no puede tomarse en cuenta dentro de la Economía Política… Es claro, sin embargo, que estos asuntos atañen tanto a la economía privada como a la de las naciones en su conjunto. Friedrich List, 2005 [1885]

La economía es demasiado importante para dejarla en manos de los economistas profesionales. Ha-Joon Chang, 2014

INTRODUCCIÓN

E

l presente capítulo analiza la relevancia de la economía política internacional (EPI) para el estudio científico de las Relaciones Internacionales. La discusión se divide en tres partes. En la primera se abordan brevemente las relaciones entre economía y política dentro de una perspectiva interdisciplinaria amplia. La segunda sección profundiza en los orígenes y principales supuestos de esta área de estudio y discute hasta qué punto es una teoría y hasta dónde resulta una herramienta analítica al servicio de distintos enfoques. La tercera y última parte considera que, en efecto, la EPI puede utilizarse en las diversas teorías de Relaciones Internacionales y ofrece algunos ejemplos de aplicaciones concretas de la EPI en el realismo/neorrealismo, el neoliberalismo institucional y el marxismo/dependencia. En la medida en que la EPI es interdisciplinaria y en que puede emplearse a partir de diversas perspectivas teóricas, una ligera intersección de algunos apartados de este capítulo con otras contribuciones del libro resultará tan inevitable como necesaria.

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LA UBICACIÓN DE LA EPI EN LA ECONOMÍA, LA CIENCIA POLÍTICA Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES Antes de iniciar el estudio detallado de la EPI, y para evitar una discusión que excede los objetivos de este capítulo, comencemos por identificar una definición operativa que permita mayores elaboraciones posteriores. El estudio de la EPI parte de una tensión que Robert Gilpin identifica así: Para el Estado, las fronteras territoriales constituyen una base necesaria de la autonomía nacional y la unidad política. Para el mercado, la eliminación de todos los obstáculos políticos y de otro tipo para la operación del mecanismo de precios es imperativa. La tensión entre estas dos maneras fundamentalmente distintas de ordenar las relaciones humanas ha moldeado profundamente el curso de la historia moderna y constituye el problema crucial en el estudio de la Economía Política.1

Dado que busca comprender la lógica dual, contrapuesta y simultánea del Estado y el mercado, la EPI es una suerte de ornitorrinco que, dependiendo de la perspectiva del observador, puede verse como un ave o un mamífero. Una visión es la de la ciencia política y la subdisciplina de las Relaciones Internacionales (RI); otra, la que proviene de la economía. Ambas perspectivas, si son bien integradas, pueden potenciar el alcance analítico que cada campo de estudio tendría por separado para entender los temas internacionales. Iniciaré el análisis de la anatomía de este peculiar ornitorrinco desde la perspectiva política. La escasa o distorsionada enseñanza de la economía política es un problema frecuente en diversas instituciones académicas, pues en muchas ocasiones, desde la ciencia política, se le entiende poco, o bien se le intenta poner al servicio de una visión específica del mundo. En algunas universidades de América Latina y México, la economía política se entiende desde una vertiente marxista, que subraya las deficiencias, injusticias y asimetrías del sistema capitalista, suele anunciar su inminente caída y realiza una apología de la planificación central o bien de la perfección distributiva que caracterizaba o bien habrá de caracterizar a las sociedades poscapitalistas. Libros como el Manual de Economía Política del soviético P.I. Nikitin 2 han sido indispensables en la formación de numerosas generaciones de politólogos e internacionalistas latinoamericanos. Los resultados de estas

1 2

Robert Gilpin, The Political Economy of International Relations, Princeton, Princeton University Press, 1987, p.11. P.I. Nikitin, Manual de Economía Política, México, Editores Mexicanos Unidos, 1983.

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enseñanzas son al menos dos: 1) al leer un texto con gráficas o cuadros estadísticos, los aspirantes a internacionalistas suelen pasar por alto las evidencias estadísticas; 2) la economía política se convierte en un arma al servicio de una ideología y termina por renunciar al análisis de experiencias empíricas.3 Es innecesario subrayar los riesgos de la sobreideologización de las ciencias sociales.4 Desde sus orígenes, el estudio de la política ha estado estrechamente vinculado al de la economía. Pongamos por ejemplo a Thomas Hobbes y Nicolás Maquiavelo. Si bien ambos autores dedicaron el grueso de sus reflexiones al origen del Estado, el ejercicio del poder y la relación entre gobernantes y gobernados, las variables económicas no eran, en absoluto, ajenas a sus reflexiones. Para Hobbes, el estado de naturaleza se originaba en los apetitos individuales, entre los cuales destacaba el deseo de mayor riqueza; este autor analizó el origen del derecho natural y de la propiedad, así como la relación del Estado con las empresas.5 Para Maquiavelo, la economía estaba estrechamente vinculada a la capacidad de gobernar, pues un príncipe demasiado generoso “no lo será largo tiempo, se quedará pobre y será despreciado, a menos de que no sacrifique a sus súbditos con continuas demandas y tributos, y entonces se hará odioso”.6 Como revisaremos adelante, la tradición de articular analíticamente el estudio de la política y la economía siguió viva hasta los siglos XIX y XX. Por eso llama la atención que, durante la década de los ochenta y noventa del siglo XX, ante la avalancha ideológica neoliberal, algunos estudiosos de la política parecían haber llegado a la conclusión de que la economía era un asunto predominantemente técnico que debía dejarse en manos de los especialistas. Aun dentro de la propia ciencia económica comenzó a extenderse la idea de que sólo había una forma de estudiar esa ciencia, actitud que Albert Hirschman denominó de forma irónica “monoeconomía”.7 Muchos expertos en política tomaron en serio esa idea y 3 Para dar una idea del tono de este tipo de obras, el texto de Nikitin inicia del siguiente modo: “La Economía Política marxista-leninista es parte de la ciencia íntegra del marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo es la ciencia de las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad, la ciencia de la revolución socialista y la dictadura del proletariado, la ciencia de la construcción de la sociedad socialista y comunista. El marxismo-leninismo es una doctrina íntegra y armoniosa que comprende tres partes: la Filosofía, la Economía Política y la teoría del Comunismo Científico. La Economía política es una parte importante del marxismo-leninismo, ya que trata de la base de la vida de la sociedad humana”. 4 Un viejo y respetado profesor de una universidad pública mexicana comentó alguna vez al autor de este capítulo que, aprovechando la impartición del curso de economía política, deseaba enseñar estadística a sus alumnos. El truco que tuvo que usar para ello sin ser acusado de servir a los intereses de la burguesía fue demostrar que Karl Marx también usaba cuadros estadísticos en sus textos. Sólo de esa forma el interés por la estadística no era visto como un coqueteo ideológico del docente con el capitalismo. 5 Ver Aaron Levy, “Economic Views of Thomas Hobbes”, Journal of the History of Ideas, vol. 15, núm. 4, octubre, 1954. 6 Nicolás Maquiavelo, El príncipe, Madrid, Mediterráneo, 1968 [1514], p. 97. 7 Albert O. Hirschman, Essays in Trespassing: Economics to Politics and Beyond, Nueva York, Cambridge University Press, 1981, p. 3.

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decidieron que los temas económicos eran patrimonio exclusivo de los economistas, en particular de quienes piensan que la economía está más cerca de las ciencias duras que de las ciencias sociales –si no es que directamente es ciencia dura. Quienes abandonaron la economía por comisión, lo hicieron reivindicando la autonomía de la política como ciencia social. Así, el fenómeno político se estudiaba desde una perspectiva unidimensional, donde las variables económicas eran inexistentes o marginales. El abandono de la Economía a partir de la aceptación del discurso tecno-científico es un error tan grave como la petulancia de pensar que los problemas políticos nacionales e internacionales pueden entenderse sin recurrir al estudio de la economía. Ambas posturas privan a la ciencia política y a las Relaciones Internacionales de una potente herramienta de análisis profesional. Veamos ahora al ornitorrinco desde la perspectiva de la Economía. En su Historia del análisis económico, Joseph Schumpeter, economista austriaco reconocido por sus teorías de la innovación tecnológica, señalaba: “Lo que distingue a un economista 'científico' del resto de la gente que piensa, habla y escribe de economía, es el dominio de técnicas”. 8 Entre estas técnicas, el autor menciona: 1. La historia económica es una herramienta central del análisis, pues “nadie puede tener la esperanza de entender los fenómenos económicos de ninguna época –tampoco de la presente– si no domina adecuadamente los hechos históricos o no tiene un sentido histórico suficiente”; 2. La estadística que es indispensable para la economía, y que permite “saber con precisión qué es lo que hay que explicar”, pero de ninguna manera resulta suficiente en ausencia de visiones teóricas e históricas que sustenten y contextualicen su aplicación; 3. La teoría económica proporciona esquemas simplificadores o modelos que buscan “reproducir ciertos aspectos de la realidad y que toman como dadas ciertas cosas con objeto de asentar otras según ciertas reglas de procedimiento”; 4. La sociología económica se relaciona con las dimensiones institucionales y su relación con el comportamiento humano, así como los efectos económicos que dicho comportamiento produce; y 5. La economía política como herramienta incluye “un análisis adecuado de la acción del gobierno y de los mecanismos de la vida política, y de las filosofías que dominan en ella”.

8 Joseph A. Schumpeter, Historia del análisis económico, Barcelona, Planeta, 2012 [1954], p. 47.

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Con estos cinco instrumentos a la mano es mucho más fácil entender la relación siempre constante entre la economía y otras disciplinas, entre las cuales sobresale, precisamente, la ciencia política. Como bien señala John Kenneth Galbraith, “la economía, divorciada de toda consideración del ejercicio del poder, carece por completo de significado y, ciertamente, no tiene pertinencia”.9 Si esto es válido en la perspectiva de pensadores tan sólidos como Schumpeter y Galbraith, también debe serlo para aquellos internacionalistas que aspiran a entender con propiedad los cambios en el mundo y para los economistas que acepten con humildad que su disciplina no opera en las asépticas condiciones de un laboratorio. Es insostenible la idea de que la economía siempre determina la evolución de la política y la sociedad, pero tampoco sería correcto pensar que al menos no la condiciona, constriñe, frena o acelera. Por eso, la ausencia o insuficiencia de la economía política en los estudios internacionales suele derivar en visiones sesgadas y hasta voluntaristas de la realidad. En un diagrama de Venn apilado, la ubicación de la EPI podría expresarse en los términos de la figura VII.1: Figura VII.1. Ubicación disciplinar de la EPI CIENCIA POLÍTICA

ECONOMÍA

Fuente: Elaboración propia.

  LA ECONOMÍA POLÍTICA INTERNACIONAL: DEFINICIÓN, TRAYECTORIA INTELECTUAL Y CONSENSOS ACTUALES En esta sección se ofrecerá una definición de la economía política y se revisará brevemente la biografía intelectual de esta área del conocimiento. Comencemos por explorar cuándo y por qué surge la economía política y 9

John Kenneth Galbraith, Anatomía del poder, México, Edivisión, 1989, p. 12.

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cuándo se le agregó la variable internacional. El término economía política surgió por primera vez durante la Ilustración, en el contexto del empeño occidental por explicar el mundo físico y humano a través del conocimiento científico antes que por la vía de la religión. El libro Treatise on Political Economy del francés Antoyne de Montchrétien, publicado en 1616, fue el primero en utilizar este término. En inglés, el concepto se usó a partir de la publicación de Inquiry into the Principles of Political Economy, de James Steuart, en 1767. Buena parte de estas aportaciones iniciales era de carácter prescriptivo, pues sus autores buscaban ofrecer recomendaciones de política pública para que los gobiernos estimularan el comercio.10 La formación de los mercados capitalistas, el debilitamiento de la monarquía inglesa a partir de la Revolución Gloriosa (1688) y el surgimiento de nuevos empresarios contribuyeron a debilitar a algunos Estados europeos y pusieron en el centro del análisis al mercado. Estos procesos facilitaron el surgimiento de obras clave de la economía clásica como The Wealth of Nations de Adam Smith.11 Otros textos clásicos, como los de Thomas Malthus, David Ricardo y John S. Mill se estructuraron a partir de la idea de economía política. Ninguno de ellos concebía a la economía como una disciplina meramente técnica, estadística o instrumental. No obstante el peso que le daban al mercado como fenómeno emergente y su fe en la iniciativa del individuo, estos trabajos fundacionales incorporaban variables políticas, geográficas e históricas y no tenían inhibiciones para discutir la dimensión distributiva de las decisiones económicas, fenómeno ineludiblemente político. Adam Smith, por ejemplo, consideraba “el gran objetivo de la Economía Política de todo país es incrementar su riqueza y su poder”.12 Al mencionar el poder estaba refiriéndose, de forma implícita, a la participación del Estado. Por ello, resulta una idea errónea pensar que el objetivo último de los liberales y neoliberales es la desaparición del Estado. En realidad, estas corrientes desean la reducción del Estado a sus funciones mínimas, que son tres: garantizar la seguridad ciudadana, impartir justicia y proveer bienes públicos.13 Durante los dos siglos subsecuentes a la publicación de la obra señera de Smith, el tronco de la economía política dio pie a cuatro grandes ramas: 1) la conservadora, hoy encarnada en el corporativismo y el neoconservadurismo; 2) la liberal clásica, con la Escuela de Viena, la teoría de la Ver Barry Stewart Clark, Political Economy: A Comparative Approach, Westport, Praeger Publishers, 1998, p. 23. Adam Smith, The Wealth of Nations, Nueva York, The Modern Library, 1937 [1776]. 12 Ibidem, p. 352. 13 Véase a Smith, op. cit., y Milton Friedman, Libertad de elegir, Barcelona, Grijalbo, 1980. 10 11

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elección pública y la nueva economía clásica; 3) la liberal moderna, con el keynesianismo, el neocorporatismo y la economía poskeynesiana, y 4) la radical, con la economía institucional, la economía social, el marxismo y el posmarxismo.14 Esta jungla de perspectivas refleja la creciente fragmentación no sólo de la economía política, sino de las ciencias sociales en general. Tal segmentación se explica a su vez por una conveniencia analítica y porque en el camino –sobre todo en el siglo XIX– surgieron ideologías como el liberalismo, el nacionalismo, el conservadurismo y el socialismo. Los enfoques económicos también se han escindido porque la sociedad se ha ido tornando más compleja, porque la Revolución industrial y el surgimiento del capitalismo financiero han generado nuevos grupos y fenómenos sociales, y porque los cambios internacionales se han acelerado en los siglos XIX, XX y XXI. 15 No es casual que las Relaciones Internacionales como disciplina de estudio hayan surgido a principios del siglo pasado y que desde entonces su gradual evolución haya corrido en paralelo con el “divorcio” y la fragmentación de las ciencias sociales. Tal escisión, es verdad, puede ser necesaria para simplificar la tarea del analista ante una “totalidad” cada vez más compleja e inasible. Sin embargo, la hiperespecialización tiene mucho de artificial y puede conducir a visiones parciales e incorrectas. A fin de cuentas, los internacionalistas estudian fenómenos semejantes a los antropólogos, los geógrafos, los economistas y los politólogos, sólo que desde una perspectiva y un nivel de análisis diferentes. Siendo útiles para delimitar los campos de trabajo y los objetos de estudio, las barreras disciplinarias necesitan cierta flexibilidad para permitir la construcción de visiones interdisciplinarias y una mejor comprensión del conjunto. Afortunadamente en los años setenta del siglo XX algunos autores estadounidenses y británicos comprendieron este imperativo de integración interdisciplinaria y comenzaron a amalgamar la política y la economía a partir de los estudios internacionales. Mientras que, como ya se mencionó, muchos economistas e incluso algunos politólogos sacaban a la economía política por la puerta, los internacionalistas la metían por la ventana. Como menciona Cohen, 16 estos académicos anglosajones no fueron, en absoluto, los primeros que intentaron un estudio sistemático de la EPI. Sin embargo, pese a su heterogeneidad teórica y académica, “fue14

Barry Stewart Clark, op.cit., p. 24.

15 En su introducción a una de las múltiples ediciones de The Wealth of Nations de Adam Smith, (1937 [1776]: vi), Max

Lerner califica esa obra como “un libro con una mezcla extraña –economía, filosofía, historia, teoría política, programa político…”. En el mismo nivel pondera, con justicia, la obra de Karl Marx. 16 Benjamin J. Cohen, International Political Economy: An Intellectual History, Princeton, Princeton University Press, 2008, p. 17.

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ron los primeros en lograr hacer de la EPI una especialidad académica reconocida y respetada” y lograron romper el diálogo de sordos que había ocurrido en buena parte de la pasada centuria. Más allá de esta breve historia de la economía política, el supuesto central de ésta, en la perspectiva de las Relaciones Internacionales, es que las decisiones y las relaciones económicas son procesos conflictivos que generan problemas de distribución, ya que producen ganadores y perdedores entre las diversas naciones. Esto es así porque la economía parte del supuesto de que los recursos siempre son escasos frente a las necesidades y tal escasez genera pujas distributivas susceptibles de arreglarse o agravarse por medio de la política. En la medida en que avanza el estudio de la economía política internacional, parecen estar consolidándose al menos cinco nuevas tendencias. A riesgo de simplificar la diversidad de la EPI contemporánea, vale la pena tener en mente que la mayor parte de las contribuciones se estructuran a partir de las siguientes tendencias: 1. La EPI está surgiendo como un área cuyos temas se pueden estudiar con igual seriedad tanto por economistas como por politólogos e internacionalistas. Mientras algunas escuelas de pensamiento están incorporando generosamente las variables económicas a su análisis, los economistas menos ortodoxos han comenzado a tomar más en serio la política. 2. Una segunda tendencia clave para entender los debates relacionados con la EPI, es el tema de las instituciones. En una perspectiva profundamente política, éstas se han vuelto centrales en el análisis y se conciben como una arena de negociación de intereses. A diferencia de la economía clásica, la unidad de análisis de la EPI no es tanto el comportamiento individual sino los grupos. Aún más interesante; tanto el Estado como el mercado pueden abordarse como instituciones y proyectarse al plano internacional. 3. El tercer punto central de la EPI es el tema del interés, aspecto que se retoma de la economía clásica. Se comienza al teorizar a partir de la idea de que el ser humano no se mueve tanto por las ideas sino por los intereses materiales. Por ello, la EPI se enfoca más en lo que Marx llamaba la estructura económica, antes que en la superestructura jurídica o ideológica. 4. La idea de que las decisiones económicas no obedecen a una lógica exclusivamente técnica ni neutral desde el punto de vista político. Más bien, y como ya se mencionó, existe una creciente conciencia de que toda medida de política económica produce grupos de ganadores y perdedores. Analizar la naturaleza exacta de las relaciones que estos grupos entablan entre sí es materia de la EPI.

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5. Aparte de su empleo como herramienta de análisis a partir de distintas teorías de las Relaciones Internacionales, la EPI permite el diálogo y la interacción entre distintos niveles de análisis. En otras palabras, la imposible disociación entre política y economía se corresponde con la imposibilidad de aislar el binomio nacionalinternacional: los procesos económicos globales impactan la esfera de lo nacional y ésta, a su vez, puede tener efectos pertinentes en el ámbito de lo regional y lo mundial.

LA EPI COMO UN INSTRUMENTO DE ANÁLISIS EN LAS DIVERSAS TEORÍAS DE RELACIONES INTERNACIONALES ¿Qué es hoy la economía política internacional? Existe un interesante debate sobre su estatus. Algunos piensan que es un enfoque teórico, lo cual desde mi punto de vista es difícilmente defendible si por teoría entendemos cualquiera de las acepciones que confiere al término el diccionario de la inevitable –pero necesaria– Real Academia de la Lengua Española: Teoría (Del gr. θεωρία). 1. f. Conocimiento especulativo considerado con independencia de toda aplicación. 2. f. Serie de las leyes que sirven para relacionar determinado orden de fenómenos. 3. f. Hipótesis cuyas consecuencias se aplican a toda una ciencia o a parte muy importante de ella. 4. f. Entre los antiguos griegos, procesión religiosa.17

Es difícil que la acepción 1 defina a la EPI, pues su vocación radica, precisamente, en la posibilidad de formular demostraciones empíricas. Las definiciones 2 y 3 son de dificultosa aplicación, pues aunque la EPI posee un gran valor heurístico, sería impropio suponer que sus hipótesis se aplican a toda o gran parte de la economía, la política o las Relaciones Internacionales; mucho menos es posible formular leyes científicas recurrentes a partir de sus supuestos. De la acepción 4 es mejor no ocuparse demasiado, aunque no pocos académicos insistan en colocar sus teorías como religiones y organizar procesiones simbólicas de adeptos a ellas. 17 Real Academia de la Lengua Española, Diccionario de la Lengua Española (tomo 10), 22ª. ed., Madrid, RAE, 2001, p. 1465.

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Por estas razones resulta imposible colocar a la EPI en el mismo nivel de teorías como el constructivismo, el idealismo, el realismo o el liberalismo institucional. ¿Qué es entonces la EPI? Para Benjamin Cohen, ésta es “un área de investigación intelectual” o “una especialidad”.18 Para Michael Veseth, en cambio, la EPI es una “problemática”,19 es decir, una serie de problemas que tiene relación entre sí; destacan en el inventario el comercio y las finanzas internacionales, la hegemonía, las relaciones Norte-Sur, las corporaciones internacionales y la globalización. Sin contradecir necesariamente las anteriores caracterizaciones, el presente texto concibe a la EPI como un “instrumento” o una “herramienta” que puede ser utilizada por casi todas las teorías, es decir, un contenido líquido que se adapta a la forma de su recipiente teórico. Dada su naturaleza eminentemente empírica, revisaremos a continuación, y sólo a guisa de ejemplo, algunas aplicaciones –unas evidentes, otras no tanto– de la EPI en el realismo, el neorrealismo, el liberalismo institucional, el marxismo y la Dependencia. Iniciemos con el realismo/neorrealismo. En su libro Política entre las Naciones. La lucha por el poder y por la paz, publicado por primera vez en 1948, el reconocido académico alemán-estadounidense Hans Morgenthau propuso estudiar el poder nacional a partir de nueve factores, entre los que destacaba la capacidad militar, la calidad de la diplomacia, la ubicación geográfica y la capacidad industrial. El autor, grosso modo, equiparaba esta última al poderío económico: “La capacidad de producción de la planta industrial, el conocimiento práctico del trabajador, la habilidad de los ingenieros, el genio creador del inventor y el sentido organizador de los empresarios, todos son factores sobre los cuales descansa la capacidad industrial y, por ende, el poder de una nación”.20 Sin embargo, y a pesar de sus relevantes aportaciones al estudio de las relaciones internacionales, ni Morgenthau ni sus sucesores realistas establecieron una clara relación causa-efecto entre la fuerza económica, la político-diplomática y la militar. Tampoco ponderaron cuál o cuáles de los nueve elementos del poder nacional eran más importantes, ni identificaron secuencias o ciclos en la construcción del poderío internacional. Este último punto es importante porque las potencias no “nacen” sino “se hacen”. Además, si el poder nacional es multifactorial, sus distintos elementos pueden ponderarse y jerarquizarse para establecer condiciones necesarias y suficientes. Cohen, op. cit., pp. 1, 17. Veseth, “What is International Political Economy?”, University of Puget Sound, s/f, en http://www2.ups.edu/ ipe/whatis.pdf. 20 Hans Morgenthau, Politics Among Nations: the Struggle for Power and Peace, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1985 [1948], p. 137. 18

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En cambio el neorrealismo, sobre todo en los escritos de autores como Robert Gilpin, asume las premisas del realismo clásico pero postula cierta secuencia y direccionalidad de cómo se crean y construyen estos elementos de poder. Por ejemplo, Gilpin considera que la base del poder en el sistema internacional es la tecnología. En la medida en que es mucho más fácil imitar tecnologías que crearlas, las potencias de segundo orden buscan imitar la fuerza tecnológica del hegemón y rápidamente inician un proceso de convergencia tecnológica (catching up). Esto les proporciona un poderío económico que a su vez les permite adquirir poderío político y eventualmente facilita la construcción de una capacidad militar.21 Por ello, Gilpin argumenta que una potencia económica difícilmente deseará mantenerse como tal y buscará, a la vuelta del tiempo, transformarse en un actor político y militar relevante. La teoría de Gilpin resulta mucho más sofisticada que el realismo clásico, pues emplea variables económicas para explicar la estructuración del poder en las relaciones internacionales. Además propone una secuencia de los tipos de poder necesarios para construir capacidades. Gilpin señala que cuando las potencias se van emparejando puede surgir una guerra hegemónica, mecanismo que altera la distribución de poder en el sistema internacional. Otra aportación de estirpe neorrealista a la EPI es la llamada teoría de la estabilidad hegemónica, la cual sostiene que la permanencia de un sistema internacional determinado depende, en gran medida, de la capacidad de un Estado nacional hegemónico para proveer bienes públicos internacionales, asegurar la gobernabilidad internacional y aun erigirse en prestamista de última instancia (lender of last resort).22 En una aplicación histórica de este enfoque, Charles Kindleberger argumenta que la inestabilidad económica de entreguerras y la Gran Depresión se originaron en la ausencia de un hegemón que lograse poner orden en la economía mundial: mientras Gran Bretaña ya no podía actuar como tal, Estados Unidos todavía no quería asumir las cargas del liderazgo en el sistema internacional.23 En el neoliberalismo institucional –que desde luego puede y debe diferenciarse del neoliberalismo económico–, también existe un importante papel para las variables económicas. El supuesto central de esta corriente teórica es que, en toda interacción humana, las instituciones y Robert Gilpin, War and Change in World Politics, Cambridge y Nueva York, Cambridge University Press, 1981. Michael C. Webb y Stephen D. Krasner, “Hegemonic Stability Theory: An Empirical Assessment”, Review of International Studies, vol. 15, núm. 2, abril, 1989. 23 Kindleberger, Charles, The World in Depression, 1929-1939, Berkeley y Los Angeles, University of California Press, 1973. 21

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las reglas del juego pueden facilitar la cooperación y la sombra del futuro puede crear confianza.24 Si bien el liberalismo institucional reconoce, junto con el realismo y el neorrealismo, la naturaleza anárquica del sistema internacional, también busca profundizar las condiciones en las cuales es posible la cooperación entre los Estados. La arena donde la cooperación internacional ocurre con mayor frecuencia es precisamente la economía; como ha observado Grieco, los procesos de integración comercial suelen prestarse más a los enfoques de cooperación que las cuestiones de seguridad.25 Por ello, los defensores del neoliberalismo institucional pueden reconocer que las teorías realistas explican adecuadamente el conflicto macro en el sistema internacional (high politics), pero critican su incapacidad para entender los procesos de cooperación internacional que, pese a todo, ocurren de manera cotidiana (low politics). También argumentan que las interacciones reiteradas conducen a la creación de regímenes internacionales como una manera de reducir la desconfianza y los costos de transacción. En la medida en que las relaciones se institucionalizan, es posible crear actitudes y estructuras de cooperación más o menos permanentes.26 Un ejemplo de cooperación que el neoliberalismo institucional suele emplear es el de las instituciones europeas, un proceso que comenzó siendo estrictamente económico pero que desde hace al menos dos décadas ha evolucionado hacia crecientes niveles de cooperación e integración política. Por último, la economía política internacional es una herramienta clave del marxismo y sus herederas, las teorías del imperialismo y la dependencia. Desde los escritos de John A. Hobson 27 y V.I. Lenin 28 a principios del siglo XX, la idea unificadora de las visiones marxistas de las relaciones internacionales es que el subdesarrollo de los países pobres o periféricos ha sido provocado por los intereses de los países centrales o desarrollados, avanzados o industrializados. A partir de esta idea-fuerza se articulan diversas versiones del marxismo y la dependencia. La teoría de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) que Raúl Prebisch popularizó a partir de la publicación de El desarrollo de la América Latina y algunos de sus principales problemas, señala que el problema de fondo en las asimetrías centro-periferia son los tér24

Robert Axelrod, The Evolution of Cooperation, Nueva York, Basic Books, 1984. Joseph Grieco, Cooperation among Nations. Europe, America, and Non-tariff barriers to trade, Ithaca y Londres, Cornell University Press, 1990, p. 2. 26 Ver Robert O. Keohane y Joseph Nye Jr., Power and Interdependence. World Politics in Transition, Boston, Little, Brown and Company, 1989. 27 John A. Hobson, Imperialism, Cambridge, Cambridge University Press, 2010 [1902]. 28 V.I. Lenin, Imperialismo: la fase superior del capitalismo, Madrid, Santillana, 2012 [1916]. 25

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minos de intercambio.29 Mientras los precios de las materias primas que exporta la periferia tienden a sufrir una caída en el largo plazo, los precios de los productos industrializados que exportan los países centrales suelen moverse al alta, agravando así los problemas de balanza de pagos en los países menos desarrollados. La solución, por tanto, es buscar una indusrialización que permita a la periferia ascender en la jerarquía internacional al no verse orillada a importar de manera masiva productos tecnológicamente sofisticados. A partir de las premisas de la teoría de la dependencia, economistas como Theotonio Dos Santos 30 y André Gunder Frank,31 y escritores como Eduardo Galeano 32 profundizaron en la relación causal entre la prosperidad de los países avanzados y la pobreza de los países periféricos. La acumulación de riqueza y el empobrecimiento constituyen, en esta concepción, dos caras de una misma moneda en el desarrollo del capitalismo mundial. Ambos aparecen como parte de un proceso de “suma cero”, en el cual las ganancias de unos representan las pérdidas de otros. En su parte prescriptiva, estos enfoques postulan que la única manera de romper con las relaciones de dependencia impuestas por el sistema económico internacional, consiste en organizar una revolución global que altere, de una vez por todas, las jerarquías de la economía mundial. A decir de Gunder Frank, las únicas alternativas viables para la periferia –en particular para América Latina– son el subdesarrollo capitalista o la revolución socialista.33 Una variación “descafeinada” y menos pesimista de las tesis dependentistas es la de Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, quienes consideran que, no obstante la desigualdad intrínseca del capitalismo, algunos países como México y Brasil han logrado una mejor inserción en un sistema internacional a partir de políticas industriales nacionalistas y el desarrollo de un mercado interno, que a su vez se facilitan por su gran tamaño y considerable población. Por ello, postulan que ciertos países periféricos pueden alcanzar un estadio intermedio de desarrollo capitalista, que los autores denominan “desarrollo dependiente asociado”.34 Las aportaciones anteriores se guían por preguntas iniciales muy distintas: mientras el realismo busca indagar cómo se construye el poder nacional y el neoliberalismo institucional intenta explicar la cooperación en medio de un sistema anárquico, el marxismo/dependencia se orienta a 29 Raúl Prebisch, El desarrollo de la América Latina y algunos de sus principales problemas, Santiago de Chile, CEPAL,1949. 30 Theotonio Dos Santos, Imperialismo y dependencia, México, Era, 1978. 31 André Gunder Frank, América Latina: Subdesarrollo o Revolución, México, Era,1980. 32 Eduardo Galeano,

Las venas abiertas de América Latina, México, Siglo XXI, 1971.

33 André Gunder Frank, op. cit., América Latina: Subdesarrollo o Revolución, México, Era, 1980 34 Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina: ensayo de interpretación sociológica, México, Siglo XXI, 1969.

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entender el origen, la naturaleza y las posibles soluciones de las relaciones asimétricas entre centro y periferia. A pesar de puntos de partida tan diversos, las tres corrientes teóricas utilizan de manera distinta y con diversos énfasis los supuestos de la EPI. Así, por ejemplo, para el marxismo el Estado es una entidad subordinada a los intereses trasnacionales, mientras en el realismo resulta un actor central y en el neoliberalismo institucional las fuerzas trasnacionales ejercen una interacción constante con el poder estatal. CONSIDERACIONES FINALES En la medida en que la política y la economía son procesos crecientemente vinculados, las visiones interdisciplinarias resultan fundamentales para la disciplina de las Relaciones Internacionales. El empleo de la EPI en el análisis permite al internacionalista construir argumentos interdisciplinarios que, si son correctamente estructurados, pueden ampliar sustancialmente la explicación de distintos fenómenos. Por ello, los estudios cargados hacia la política no deben olvidar la fuerza del mercado y los enfoques económicos perderán su alcance explicativo si omiten analizar las cuestiones relacionadas con el poder, el Estado y los conflictos distributivos. Ya hemos hecho referencia a la trayectoria de la EPI y a su estatus como herramienta o instrumento de análisis que puede ser utilizado por diferentes teorías. A partir de la realidad internacional de nuestro tiempo, caracterizada inter alia por una dinámica en donde las variables económicas y políticas marchan de la mano, así como por la existencia de una sólida tradición académica, es posible pensar que la EPI se consolidará en los próximos años como un fértil campo de estudio en las Relaciones Internacionales. Que esto suceda así dependerá de que las nuevas generaciones estén dispuestas a trascender la idea de que las ciencias sociales deben estar al servicio de las ideologías y a traspasar las artificiales cercas disciplinarias que la especialización científica ha impuesto al diálogo entre la economía, la ciencia política y los asuntos internacionales.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Cómo se define la economía política? 2. ¿Por qué son importantes los vínculos entre economía y política en el estudio de las Relaciones Internacionales?

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3. ¿Cuáles son las principales herramientas del análisis económico? ¿Qué papel desempeñan otras disciplinas sociales en ellas? 4. ¿Cómo ha evolucionado el concepto de economía política a partir del siglo XVII hasta nuestros días? 5. ¿Por qué razones las ciencias sociales han ido dividiéndose en objetos de estudio cada vez más específicos y acotados? ¿Qué explica el alejamiento de la ciencia política y la economía? 6. ¿Cuáles son, en la actualidad, los consensos clave de la economía política internacional? 7. ¿Por qué se argumenta que la EPI más que una teoría constituye una herramienta de análisis que puede utilizarse a partir de diferentes enfoques teóricos? 8. ¿Cómo se relacionan el poder y la economía en los enfoques realistas y neorrealistas de Relaciones Internacionales? 9. ¿Cuáles son los supuestos económicos del liberalismo institucional y en qué áreas de las Relaciones Internacionales es posible su aplicación? 10. ¿Cómo utilizan el marxismo y la dependencia a la EPI? ¿Cuáles son los principales supuestos de tales enfoques?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Chang, Ha-Joon, 23 Things They Don't Tell You About Capitalism, Londres, Penguin Books, 2010. Cohen, Benjamin J., Advanced Introduction to International Political Economy, Cheltenham, Inglaterra, Edward Elgar, 2014. Gilpin, Robert, Global Political Economy: Understanding the International Economic Order, Princeton, Princeton University Press, 2001. Keynes, John Maynard, The General Theory of Employment, Interest, and Money, Adelaide, Australia, University of Adelaide Library Electronic Text Collection, 2003 [1936]. Kindleberger, Charles P., Manias, Panics and Crashes. A History of Financial Crisis, (edición revisada), Nueva York, Basic Books, 2009.

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Lindblom, Charles, Politics and Markets. The World´s Political-Economic Systems, Nueva York, Basic Books, 1977. Paul, Darel y Abla Amawi (eds.), The Theoretical Evolution of International Political Economy, Oxford y Nueva York, Oxford University Press, 2013. Sackrey, Charles, Geoffrey Schneider y Janet Knoedler, Introduction to Political Economy, Boston, Dollars & Sense, 2010. Wallerstein, Immanuel, World-Systems Analysis: An Introduction, Durham, Carolina del Norte, Duke University Press, 2004. Weingast, Barry y Donald A. Wittman (eds.), The Oxford Handbook of Political Economy, Oxford, Oxford University Press, 2008.

REFERENCIAS Axelrod, Robert, The Evolution of Cooperation, Nueva York, Basic Books, 1984. Cardoso, Fernando Henrique y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina: ensayo de interpretación sociológica, México, Siglo XXI, 1969. Chang, Ha-Joon, Economics: the User´s Guide, Londres, Pelican, 2014. Clark, Barry Stewart, Political Economy: A Comparative Approach, Westport, Praeger Publishers, 1998. Cohen, Benjamin J., International Political Economy: An Intellectual History. Princeton, Princeton University Press, 2008. Dos Santos, Theotonio, Imperialismo y dependencia, México, Era, 1978. Friedman, Milton, Libertad de elegir, Barcelona, Grijalbo, 1980. Galbraith, John Kenneth, Anatomía del poder, México, Edivisión, 1989. Galeano, Eduardo, Las venas abiertas de América Latina, México, Siglo XXI, 1971. Gilpin, Robert, War and Change in World Politics, Cambridge y Nueva York, Cambridge University Press, 1981. –––––––, The Political Economy of International Relations, Princeton, Nueva Jersey, Princeton University Press, 1987. Grieco, Joseph, Cooperation among Nations. Europe, America, and Non-tariff barriers to trade, Ithaca, y Londres, Cornell University Press, 1990. Gunder Frank, André, América Latina: subdesarrollo o revolución, México, Era, 1980. Hirschman, Albert O., Essays in Trespassing: Economics to Politics and Beyond, Nueva York, Cambridge University Press, 1981.

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VIII. DEBATES Y DIÁLOGO ENTRE POSITIVISMO Y POSPOSITIVISMO EN RELACIONES INTERNACIONALES ALBERTO LOZANO VÁZQUEZ

…the challenge now should be to combine insights, cross boundaries and, if possible, synthesize specific arguments in hope of gaining more compelling answers and a better picture of reality. James Fearon y Alexander Went, 2002

INTRODUCCIÓN

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l objetivo general de este capítulo es presentar al lector una posibilidad de diálogo entre dos posiciones tradicionalmente asumidas en debate y antagonismo en las Relaciones Internacionales (RI): positivismo y pospositivismo. Asimismo, este trabajo tiene como objetivos particulares presentar de manera breve cuáles son los debates tradicionales, los antecedentes del debate entre positivismo y pospositivismo, el eventual diálogo entre éstos, la literatura escrita al respecto y su aplicabilidad práctica a temas o problemas del mundo real; ello con el fin de guiar al lector en la comprensión del sentido de un posible diálogo. Por la complejidad del tema y las limitaciones de extensión, este ensayo se referirá a positivismo únicamente en su dimensión racionalista (la dimensión del empirismo, pragmatismo, conductismo y naturalismo del positivismo no se abordan como tales y sólo se infieren a lo largo del texto), y al pospositivismo únicamente en su dimensión reflectivista, para fines de distinción entre ambas posiciones. A diferencia del antipositivismo, el pospositivismo abre, obviamente, las posibilidades de diálogo con el positivismo y es por eso que se toma en cuenta el segundo y no el primero para los fines dialógicos de este ensayo. 165

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LOS DEBATES El prestigio de la disciplina de las RI emerge por sus teorías y teorizadores.1 La calidad y profundidad de la dimensión teórica es lo que nutre sus aspectos filosóficos y científicos. Hasta hoy, la evolución teórica en las RI se ha expresado y organizado en cuatro debates aceptados en lo general: el primero fue realismo clásico vs. idealismo (también llamado internacionalismo liberal, utopismo y organización internacional) ocurrido en los años 1930-1940; el segundo ubica aproximaciones científicas conductistas/behavioristas vs. la escuela tradicional, en los años 19501960; en tercer lugar está el debate interparadigmático entre realismo, pluralismo (liberalismo o interdependencia compleja) y marxismo (también conocido como estructuralismo, globalismo, centro-periferia, dependencia o radicalismo) desarrollado durante 1970-1980; y el último debate entre racionalismo vs. reflectivismo, o el desafío pospositivista (constructivismo, posestructuralismo/posmodernismo, feminismo, teóricos normativos de la Escuela Inglesa y la Escuela Crítica) a las corrientes dominantes resumidas en la “síntesis neo-neo” (que es la fusión del neorrealismo y el institucionalismo neoliberal erigidas sobre la elección racional y otras premisas y metodologías positivistas) que comenzó en la década de 1990 y perdura hasta nuestros días. Este último gran debate se conoce también como positivismo vs. pospositivismo. La naturaleza de cada debate varía. El primer y cuarto debates abundan de manera similar sobre la relación entre realidad y utopía; el segundo debate pone al método en su centro: ¿cómo pueden y deben trabajar los investigadores?; el tercero explora la naturaleza de las RI (ontología), es decir, en qué consisten básicamente las relaciones internacionales (el carácter del sistema internacional); mientras que el segundo y cuarto ponen en su centro a la epistemología, ¿cómo conocemos? 2 Esta clasificación de debates ha sido sin duda útil para ubicar la evolución de las visiones, ideas y métodos dentro de la disciplina. Sin embargo, si el estado del arte de las RI ha establecido constantemente su evolución teórica mediante aproximaciones en apariencia irreconciliables, la pregunta que emerge es: ¿Puede haber diálogo entre estas aproximaciones teóricas asumidas únicamente en debate? Investigaciones de algunos académicos destacados hacen pensar que sí. 1 John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt, “Leaving Theory Behind: Why Hypothesis testing Has Become Bad for IR”, Faculty Research Working Papers Series, Harvard Kennedy School, John F. Kennedy School of Government, enero, 2013, pp 1-2. 2 Ole Weaver, “Rise and Fall of the Interparadigm Debate”, en Steve Smith, Ken Booth y Marysia Zalewski, International Theory: Positivism and Beyond, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, p. 156-157.

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ANTECEDENTES DE LA RELACIÓN POSITIVISMO-POSPOSITIVISMO Los antecedentes de la relación entre positivismo/racionalismo y pospositivismo/reflectivismo son más de debate que de diálogo. Para comprender su posible comunicación como distintas escuelas de pensamiento tenemos necesariamente que entender primero la esencia de dicho debate. Esos antecedentes se pueden ubicar en la historia por la características originales que hay detrás de cada una de ellas: mientras el positivismo/ racionalismo representa de cierta manera la ciencia tradicional (el uso de métodos cuantitativos, formales y objetivos asociados al poder lógico de la razón y de naturaleza concreta), el pospositivismo/reflectivismo representa en lo general al discurso y las ideas (el uso de métodos cualitativos, interpretativos, subjetivos, descriptivos y de naturaleza abstracta). Para los primeros existe una verdad objetiva independiente de nuestras percepciones y reconocen afirmaciones de verdad, las cuales pueden ser refutadas o calificadas como falsas o verdaderas basado en lo que arroje el “hecho” empírico (posición fundacionalista). Para los segundos, los hechos, procesos y conductas están socialmente construidos y dependen de nuestra percepción e interpretación: un “hecho” y una “verdad” varían de teoría en teoría (posición antifundacionalista). Los positivistas se enfocan en similitudes de fenómenos y los pospositivistas lo hacen en sus diferencias: eso explica que las descripciones/narrativas en los primeros sean secundaria, mientras que en los segundos son primordiales. Un antecedente importante del antagonismo tradicional está en la filosofía moderna, en lo que René Descartes llamó el dualismo sustancial, el cual ubica las dos naturalezas del hombre: la parte mental (res cogitans/razón/pensamiento abstracto) y la parte material (res extensa/la extensión/el cuerpo sensible conectado a lo inmediato). Descartes otorga una supremacía a la razón al momento de conocer, de ahí que su Cogito ergo sum (originalmente Je pense, donc je suis) se ubique como el inicio del racionalismo occidental. Para el racionalismo, entonces, la razón legitima el conocimiento y es su punto de partida. Así, las ideas son innatas, es decir, son dadas y previas a cualquier experiencia o fenómeno estudiado. Además, consideraba que a partir de utilizar un método –que se basaba en la matemática y la geometría–, se aspiraría a verdades universales. En la misma línea, posteriormente vendría Auguste Comte, a inicios del siglo XIX, a acuñar el término positivismo con la intención de crear una ciencia de la sociedad, basado en los métodos de las ciencias naturales, en particular el de la observación. Su objetivo era revelar las leyes causales evolucionarias que explicaban los fenómenos observables.3 3 Steve Smith, “Positivism and Beyond”, en Steve Smith, Ken Booth y Marysia Zalewski, International Theory: Positivism and Beyond, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, p. 14.

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Por el contrario, para pensadores como John Locke o David Hume –empiristas– la experiencia es el punto de partida. Rechazan que las ideas sean innatas y argumentan que más bien proceden de la experiencia, por lo que son más personales que universales. Lo que conocemos viene de nuestras propias impresiones e ideas construidas por nuestra experiencia y entorno. No se nace, se hace (Nurture, not Nature). El sujeto y su circunstancia importan. Para Locke la experiencia no sólo se nutre de los procesos sensoriales –experiencia externa– sino también de la reflexión, que es una experiencia “interna” de la que también derivan las ideas y el conocimiento –por eso es personal o subjetivo–. Entonces hace sentido su idea de que la mente es una tabula rasa en la que las ideas se imprimen ahí por la experiencia. Para Hume, que radicalizó el empirismo de Locke, la política y la ética no se basan en principios racionales, sino en la utilidad común y en el sentimiento de simpatía que crean las condiciones para una interacción social. Hume insiste notablemente en que son las impresiones y emociones que el mundo graba en nosotros las que nos dan conocimiento. Es decir, el entorno o el mundo es el que nos construye. Para él, de las impresiones se derivan las ideas simples, y de la asociación de éstas se llega a las ideas complejas. De esto se deriva que las ideas de causaefecto o espacio-tiempo sean sólo creencias –y no hechos reales– que nos ayudan a organizar el conocimiento de manera abstracta (similar a lo que siglos más tarde John Searle, en1995, llamaría social facts como el dinero, la soberanía, los derechos humanos o la anarquía, las cuales son construcciones que no tienen realidad material pero que existen por creencia colectiva y se actúa en función a tales creencias). De manera más contemporánea, otros antecedentes similares se hallan a lo largo del siglo XX. En la ciencia política surgió el debate entre el conductismo (behavioral scientific approaches) y la academia tradicional. El primero buscaba aplicar los métodos de las ciencias naturales a la conducta humana, mientras que la segunda defendía el uso de disciplinas más tradicionales y descriptivas como la historia, la antropología, la etnografía, etcétera. En el campo de las Relaciones Internacionales surgió, a finales de la década de 1980, el desafío pospositivista a todo intento de estudio científico naturalista del ser humano basado en relaciones de causa-efecto. Y es aquí, derivada de esta etapa, donde se ubica la posibilidad de crear un diálogo entre ambas posturas. Ni reflectivismo ni racionalismo están exentos de limitaciones y errores. El reflectivismo ha encontrado limitaciones muy serias: ha fallado en erigirse como un programa de investigación sostenido y como un real contrincante al positivismo; es difuso en lo que se entiende por “reflectividad”, y suele confundirse la “teoría reflexiva” con las teorías “crítica” y

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“emancipatoria” por su similitud.4 Por otro lado, el racionalismo basado en la ciencia ha tenido errores notables. La humanidad vivió formalmente en el error durante catorce siglos (y otros quince previos de manera informal) desde que en el siglo II Claudio Ptolomeo afirmó que el sol giraba alrededor de la tierra. Fue hasta el siglo XVI con Copérnico, Kepler y Galileo que el sistema planetario dejó de ser geocentrista para explicarse como heliocentrista. Einstein demostró que Newton estaba errado en algunos de los supuestos planteados en su Ley de Gravitación Universal que perduraron como válidos más de dos siglos. Las verdades que afirma la razón basadas en el método científico pueden estar profundamente erradas. Por eso Karl Popper en 1934 acertaba al decir que toda teoría sólo es científica si es refutable, negable y sin un dogma fundador.5 La actitud científica consiste entonces en la rectificación continua de los conocimientos asumidos como objetivos. Las ciencias son refutables, se ponen sin cesar en cuestión.6 Por eso la ortodoxia radical entre racionalismo y reflectivismo, que las hace debatir, no siempre es sana en la tarea científica de explicar y entender el mundo, las sociedades y sus problemas. Ambas han mostrado a lo largo del tiempo sus limitaciones.

EL DIÁLOGO ENTRE POSITIVISMO Y POSPOSITIVISMO El diálogo entre positivismo y pospositivismo, particularmente entre racionalismo y reflectivismo, es una de las innovaciones relativamente recientes en la dimensión teórica de las RI. El surgimiento de un diálogo tiene virtud y sentido al ser un intento de superar el estatus del debate en el que se encuentran. De hecho, el cuarto gran debate –el último hasta ahora– está representado por positivistas vs. pospositivistas o racionalistas vs. reflectivistas, desde fines de la década de 1980. Sin embargo, el estudio de la relación entre ambas posiciones –tradicionalmente asumida en conflicto– data de hace siglos. Desde los griegos tenemos referencia del esfuerzo humano de emplear de manera congruente, por un lado, las ideas y la reflexión con un sentido ideacional/abstracto (Platón); y por el otro, la razón y la lógica, con un sentido material de la realidad (Aristóteles), ambas para entender y explicar el mundo en que vivimos: una especie de dualidad cognitiva. Esta dualidad vuelve a surgir en la

4 Inanna Hamati-Ataya, “Reflectivity, Reflexivity, Reflectivism: IR's Reflexive Turn–and Beyond”, en European Journal of International Relations, 30 de mayo, 2012. 5 La obra en la que Popper abundó sobre estas ideas se llamó La lógica de la investigación científica. 6 Ikram Antaki, Programas de audio: “El banquete de Platón”, Radio Red, México,1999.

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relación entre positivismo y pospositivismo. El primero se ha desarrollado a partir del racionalismo mientras que el segundo a través del reflectivismo. En la disciplina de las RI entendemos por racionalismo una corriente de pensamiento en donde la razón tiene el papel primordial para obtener conocimiento. De ésta se deriva la “elección racional” como una aproximación metodológica a través de la cual se puede conocer y entender al mundo –o la sociedad– como el resultado agregado de constantes elecciones individuales racionales. Al ser individualista, esta aproximación ubica a los individuos como actores que seleccionarán el resultado que les otorgue el mayor beneficio posible y esperado. Su elección se basa en un conjunto particular de preferencias previamente dadas y de una gama fija de elecciones con ciertas restricciones al momento del cálculo. Elegir racionalmente es la búsqueda permanente del mayor beneficio al menor costo. En la vida ordinaria todos tomamos elecciones racionales: el camino más corto a la escuela; los bienes de mayor calidad y menor costo para uso en nuestra cotidianeidad; la realización laboral eficaz para obtener una posición de asenso con mejor salario, etcétera. Ahora, cuando pasamos esta aproximación al plano de las relaciones internacionales dicha visión puede parecer útil para explicar las guerras, el sistema internacional, los tratados de libre comercio, o la cooperación internacional –o ausencia de– en aspectos medioambientales. Los fenómenos políticos o sociales que observamos son pues el resultado o producto colectivo de decisiones individuales hechas por actores unitarios racionales.7 La razón es el hilo conductor de una concatenación finita o infinita de análisis instrumentales de costo/beneficio. En RI las teorías asociadas al positivismo y al racionalismo son realismo, liberalismo, neorrealismo e institucionalismo neoliberal y marxismo tradicional. En la misma línea, generalmente se entiende como pospositivismo, y particularmente reflectivismo, a lo que Robert Keohane en 1988 identificó como el trabajo intelectual de académicos que critican las limitaciones de los modelos positivistas, racionalistas y científicos en el estudio de la política mundial y que, en cambio, ponen énfasis tanto en la interpretación histórica y textual como en la reflexión humana sobre la naturaleza y el carácter mismo de la política mundial. De ahí que se les ubique como reflectivistas o interpretivistas (reflective/interpretive scholars). Esta clasificación que agrupa a todos los escritores de diferentes corrientes, acepta Keohane, nubla las diferencias sustanciales entre ellos y 7 Stephen Walt, “Rigor or Rigor Mortis. Rational Choice and Security Studies”, International Security, The MIT Press Journals, vol. 23, núm. 4, primavera, 1999, pp. 5-48.

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la evolución que cada uno ha hecho en su campo,8 sin embargo, dicha clasificación es práctica y suficiente para hacer la distinción respecto al positivismo y al racionalismo. Así, el reflectivismo pondrá mucha atención analítica al significado intersubjetivo (intersubjective meaning), entendido básicamente como el conjunto de significados compartidos entre sujetos, construidos por la interacción cotidiana. De ahí que se enfatice el rol que desempeñan el discurso, los valores, las normas, las ideas, el conocimiento, las reglas, las prácticas culturales, el lenguaje y el contexto en el comportamiento y decisiones de los individuos. En RI las teorías asociadas al pospositivismo y al reflectivismo son constructivismo, feminismo, posmodernismo/posestructuralismo, teoría crítica, teoría normativa, entre otras. Vistas todas comúnmente como escuelas alternativas. Y aún más, dentro de cada una de estas teorías hay subdivisiones de las que se desprenden tipos de reflectivismo moderado y reflectivismo radical. Si comparamos, por ejemplo, al racionalismo con el constructivismo tenemos que las diferencias entre estos dos enfoques son claras. Mientras que el racionalismo trata a los actores como presociales, para el constructivismo son sociales; para el primero los intereses son fijos y para el segundo son construidos por el entorno y las interacciones. En el racionalismo, el entorno constriñe y regula las acciones de actores ya constituidos, mientras que en el constructivismo el entorno construye las identidades e intereses de los actores. El primero sigue la lógica de las consecuencias mientras que el segundo la lógica de lo apropiado.9 Este tipo de premisas básicas son las que tradicionalmente anteponen aquellos que insisten en mantener el debate, lo cual no significa que sean incorrectas pero tampoco que sean radical y mutuamente excluyentes: opciones de enriquecimiento mutuo son posibles. El diálogo, que se asoma viable, se encuentra obviamente en las versiones moderadas tanto del racionalismo como del reflectivismo, y eso sólo para ciertos problemas. Las versiones más radicales se encontrarán en un debate perene –y a veces dogmático– sobre su respectiva superioridad10 (véase la figura VI.1). Finalmente, para reforzar la viabilidad del diálogo basta recordar que la esencia de complementariedad que de él se deriva tampoco es nueva en las ciencias: tanto la teoría de la complemen8 Robert O. Keohane, “International Institutions: Two Approaches”, International Studies Quarterly, vol. 32, núm 4, 1988, p. 382. 9 Michael Barnett, “Social Constructivism”, en John Baylis, Steve Smith y Patricia Owens (eds.), The Globalization of World Politics: An Introduction to International Relations, 4ª ed., Oxford, Oxford University Press, 2008, p. 163. 10 Atul Kohli menciona dos extremos teóricos y metodológicos, uno postmoderno y el otro nomotético. Véase A. Kohli et al. “The Role of Theory in Comparative Politics: A symposium”, World Politics, vol. 48, núm. 1, Princeton University, pp. 1-49.

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tariedad (asociada a De Broglie, Bohr y otros físicos) como la perspectiva de The Same and Not the Same (Roald Hoffmann) ubican ya la visión de un todo compuesto por partes distintas que no se niegan entre sí, sino que se complementan. Figura VIII.1 Zona del posible diálogo ontológico, alejado de las versiones más radicales

Positivismo Radical

Positivismo Pospositivismo Moderado Moderado

Pospositivismo Radical

Literatura sobre el diálogo Se ha escrito de manera notable sobre la división que hay entre aquellos que pretenden explicar al mundo y aquellos que quieren entenderlo.11 Mucha literatura entiende esta división como un debate irreconciliable. Sin embargo distintos académicos de las áreas de RI y política comparada han trabajado sobre una posible reconciliación ontológica y epistemológica entre racionalistas y reflectivistas que derivaría en afinidad y diálogo, en vez de división y debate. Incluso han abierto la posibilidad de una eventual síntesis entre ambas perspectivas12 o al menos favorecen la coexistencia de las distintas tradiciones de investigación.13 Los postuladores de este diálogo dudan, por ejemplo, que el constructivismo esté en un debate irreconciliable con el racionalismo 14 y afirman que el mismo constructivismo es a su vez compatible con una aproximación científica a la investigación social,15 en oposición con su pretendida inconmensurabilidad, sustentada principalmente por las versiones más duras o radicalmente posmodernas. 11 Martin Hollies y Steve Smith, Explaining and Understanding International Relations, Nueva York, Oxford University Press y Clarendon Press, 1990, p. 226. 12 Robert O. Keohane, op.cit., p. 393. 13 John J. Mearsheimer y Stephen M. Walt, op. cit., p. 44. 14 James Fearon y Alexander Wendt, “Rationalism v. Constructivism: a Skeptical View”, en Walter Carlsnaes, Thomas Risse-Kappen y Beth A. Simmons, Handbook of International Relations, Londres, SAGE Publications, 2010, pp. 52-72. 15 Alexander Wendt, Social Theory of International Politics, Cambridge, Cambridge University Press, 1999, p. 41.

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Entre los autores que construyen un puente para conectar ambos extremos, se ubican aquellos de la elección racional que buscan integrar versiones racionalistas e interpretivistas; 16 aquellos que construyen un diálogo particularmente entre realismo y constructivismo;17 y aquellos que vinculan la elección racional y el rol de las ideas.18 Acerca de la fuerza causal de las ideas en política exterior se encuentra la compilación hecha por Judith Goldstein y Robert Keohane en 1993.19 Su clasificación de los tres tipos de creencias (beliefs): visiones mundiales, normativas y causales; así como sus tres caminos causales (causal pathways): mapas, puntos focales e institucionalización, son de ayuda en la operacionalización del rol que las ideas tienen en resultados políticos. Incluso, metodológicamente, otros autores sugieren que el constructivismo podría utilizar metodologías similares a aquellas usadas por los racionalistas en la investigación práctica de nuestras preguntas de investigación.20 De manera similar, la compilación de Katzenstein de 1996 aborda la vinculación de cultura, normas e identidades a un tema de alta dimensión empírica como la seguridad nacional.21 Diálogo en acción El punto es poner en práctica la aplicación conjunta y empírica del racionalismo y el reflectivismo a problemas reales (variables dependientes). Cualquier intento debe tener presente, por ejemplo, que los modelos formales de cooperación internacional estudiados por la elección racional están limitados en su capacidad de predicción porque los posibles resultados –equilibrios– pueden ser varios, lo que hace necesario saber más del contexto, identidades, detalles y supuestos de tal interacción estratégica.22 Una alternativa del diálogo epistemológico aplicado implicaría Véase Robert Bates, Rui de Figueiredo y Barry Weingast, “The Politics of Interpretation: Rationality, Culture, and Transition”, Politics and Society, vol. 26, núm. 4, 1998, pp. 603-642. También David D. Laitin, Identity in Formation: The Russian-Speaking Populations in the Near Abroad, Ithaca, Cornell University Press, 1998, pp. 417. Consúltese también Robert Bates, et al., “The Analitic Narrative Project”, The American Political Science Review, vol. 94, núm. 3, 2000, pp. 696-702. 17 Hay varias referencias pero se sugiere consultar tres: J. Samuel Barkin, Realist Constructivism. Cambridge, Cambridge University Press, 2010; Patrick Thaddeus Jackson, et al., “Bridging the Gap: Toward a Realist-Constructivist Dialogue”, International Studies Review, vol. 6, núm. 2, 2004, pp. 337-352; Jennifer Sterling-Folker, “Realist-Constructivism and Morality”, International Studies Review, vol. 6, núm. 2, junio, 2004, pp. 341–343. 18 Barry Weingast, “A Rational Choice Perspective on the Role of Ideas: Shared Belief Systems and State Sovereignty in International Cooperation”, Politics Society, vol. 23, núm. 4, 1995, pp. 449-464. 19 Judith Goldstein y Robert O. Keohane (eds.), Ideas and Foreign Policy: Beliefs, Institutions, and Political Change, Ithaca, Cornell University Press, 1993, p. 308. 20 M. Finnemore y K. Sikkink, “Taking Stock: The Constructivist Research Program in International Relations and Comparative Politics”, Annual Review of Political Science , vol.4, núm. 1, 2001, p. 395. 21 Peter J. Katzenstein, The Culture of National Security: Norms and Identity in World Politics, Nueva York, Columbia University Press, 1996 - 562 p. 22 Robert O. Keohane, op. cit., p. 388. 16

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utilizar las herramientas reflectivistas primero y las herramientas racionalistas después. Es decir, en la fase uno se especificaría el contexto cultural, historia, construcciones sociales, identidades, ideas, etcétera; y una vez que el investigador cuente con esa información cualitativa entonces, posteriormente, la fase dos consistiría en determinar los intereses, las estrategias y los costos para satisfacerlos. Para Martha Finnemore y Kathryn Sikkink es una combinación de dos métodos para iluminar diferentes partes de un rompecabezas más grande. 23 Un ejemplo es la construcción de amenazas regionales y la posterior cooperación estratégica entre los Estados de esa región para enfrentarlas. También las normas y las identidades pueden interactuar con los intereses racionales. De hecho, algunas normas o ideas provistas por las instituciones ofrecen los “puntos focales” que permiten a los actores racionales converger en uno entre muchos posible equilibrios.24 Por ejemplo, el régimen internacional contra las drogas y las identidades de países productores, de tránsito y consumidores ha creado cooperación estratégica sobre el tema. Para investigaciones sobre feminismo, no es difícil imaginar un diálogo con el racionalismo cuando se trata de corrientes moderadas como el feminismo liberal o constructivista, ya sea, por ejemplo, para lograr mejores condiciones laborales o modificaciones constitucionales que transformen las normas en beneficio de la mujer. Por otro lado, dentro de la teoría crítica y la Escuela de Frankfurt podríamos ver algunos elementos que no niegan la utilización eventual de herramientas asociadas al racionalismo. El ejemplo está en los tres tipos de conocimiento que Jürgen Habermas ofreció en su obra Conocimiento e Intereses (1968). Justamente el primer tipo de conocimiento lo define como empírico-analítico, obtenido de las ciencias naturales con un interés técnico de control y predicción, lo que lo pone a la par de los postulados del racionalismo. El segundo tipo es histórico-hermenéutico, ocupado de significados y entendimiento con un interés práctico interpretativo. El tercer tipo de conocimiento es derivado de las ciencias críticas, preocupadas por la emancipación con un interés de exaltar la libertad. La implicación epistemológica de este postulado es que simplemente no pueden existir enunciados empíricos verdaderos como tales, 25 siendo este un punto fino y riguroso para las aproximaciones clásicas positivistas. M. Finnemore y K. Sikkink, op. cit. Geoffrey Garret y Barry Weingast, “Ideas, Interests and Institutions: Constructing the European Community's Internal Market”, en Judith Goldstein y Robert O. Keohane (eds.), Ideas and Foreign Policy: Beliefs, Institutions, and Political Change, Ithaca, Cornell University Press, 1993, pp. 173-206. Véase también Peter Hall y Rosemary Taylor C.R., “Political Science and the Three New Institutionalisms”, Political Studies, vol. XLIV, 1996, pp. 936-957. 25 Steve Smith, Ken Booth y Marysia Zalewski, International Theory: Positivism and Beyond, Cambridge, Cambridge University Press, p. 27. 23 24

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Finalmente, en nuestra búsqueda del posible diálogo en acción es el constructivismo el que ofrece posibilidades más fructíferas: el constructivismo (en su versión suave/moderada) tiene la virtud ecléctica de situarse en una posición intermedia entre racionalismo y reflectivismo, teniendo un diálogo con ambos lados (véase la figura VIII.2). Así, en vez de un debate ontológicamente antagónico entre racionalismo y constructivismo es viable una convivencia pragmática entre ellos al entenderlos como enfoques que responden a preguntas sobre política mundial más que como cosmovisiones del mundo que compiten entre sí.26 A diferencia del neorrealismo y del neoliberalismo que afirman al poder material –militar o económico– como fuente de autoridad e influencia en política mundial, para el constructivismo son necesarios tanto el poder material como el discursivo para comprenderla, al tiempo que reconoce como precursores del poder discursivo al vínculo entre poder y conocimiento (Foucault) y el rol de hegemonías ideológicas (Gramsci) en política (Hopf). Figura VIII.2. Constructivismo moderado en una posición intermedia entre racionalismo y reflectivismo Aproximaciones alternativas

Racionalismo Neorrealismo Neoliberalismo Marxismo

Constructivismo social

Posestructuralismo Teoría feminista Poscolonialismo

Fuente: Tomado de Lene Hansen, “Poststructuralism”, en John Baylis, Steve Smith y Patricia Owens (eds.) The Globalization of World Politics: An Introduction to International Relations, Oxford, Oxford University Press, 2011, p. 169.

El constructivismo racional o construcción social estratégica ofrece también posibilidades de investigación empírica.27 Esta opción busca casos donde se crean normas que de manera subsecuente guían y constituyen los intereses e identidades de los Estados: los activistas de derechos humanos incentivan a las normas sobre derechos humanos no sólo al denunciar y avergonzar a los que violan las reglas, sino también al animar a los Estados a que se identifiquen con estas normas simplemente porque eso es hacer lo correcto.28 26

James Fearon y Alexander Wendt, op. cit., p. 67. Véase a M. Finnemore y K. Sikkink, op. cit. y John Baylis, Steve Smith y Patricia Owens (eds.) The Globalization of World Politics: An Introduction to International Relations, 4a. edición, Oxford, Oxford University Press, 2005. 28 Michael Barnett, op. cit., p.167. 27

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De forma similar el diálogo emerge en el rol que desempeñan los valores que determinan acciones racionales: la reputación puede afectar racionalmente el comportamiento de los individuos para cooperar (jefes de Estado) justo porque es racional cumplir con acuerdos para mantener el reconocimiento de los demás y reafirmar la forma en cómo quieren ser identificados por otros actores (Estados).

CONSIDERACIONES FINALES El diálogo entre racionalismo y reflectivismo es posible pero aún está en construcción. Una tarea pendiente para los académicos y practicantes de las Relaciones Internacionales es incentivarlo mediante la creación de puentes teóricos y metodológicos sin afirmaciones dogmáticas de superioridad. Sería conveniente incentivar la creación de puentes teóricos al intentar crear diálogos entre las teorías asociadas al positivismo y a la elección racional (realismo, liberalismo, neorrealismo, institucionalismo neoliberal, marxismo tradicional) y aquellas asociadas al reflectivismo (constructivismo, feminismo, posmodernismo, posestructuralismo, teoría normativa, escuela crítica, etcétera). De igual manera, convendría incentivar la creación de puentes metodológicos porque los elementos de la investigación cuantitativa (constantemente asociada al positivismo/racionalismo) y cualitativa (asociada tradicionalmente al pospositivismo/reflectivismo) combinados de manera creativa (multimétodos) enriquecerán analíticamente la investigación para producir conocimiento innovador y congruente. Se aspira a una aproximación que tome las relativas fortalezas de cada perspectiva que, una vez combinadas, enriquezcan nuestro entendimiento del mundo. Este diálogo nos ayudará a entender fenómenos políticos y sociales desagregados en distintos momentos/tiempos: un momentum racional y un momentum reflectivista, dos tiempos del mismo fenómeno analizado. Los puentes teóricos, como cualquier puente, sólo unen dos puntos distintos mas no los niegan. Esto implica abandonar la idea de las teorías como edificios asilados cuando sea pragmática y oportunamente conveniente en beneficio del conocimiento. También es necesario decir que no todos los fenómenos políticos requieren del diálogo teórico para explicarse. Aunque el diálogo sea una opción no siempre será requerido como la mejor opción explicativa. Todo depende de la variable dependiente que se quiera analizar: habrá fenómenos que requieran más pureza teórica que otros que, en su caso, sí requieran una posición más ecléctica-dialógica.

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Si al final en su intento por definir al hombre los griegos lo llamaron zoon lógon éjon, cuyo significado no es “animal racional” sino “animal provisto de la palabra”,29 entonces la posibilidad de un diálogo fecundo entre personas que ven y conocen de manera distinta al mundo, como los positivistas y pospositivistas, no debe ser tan incongruente, sino más bien necesaria. Cuadro VIII.1. Características atribuibles en lo general y distintivas entre positivismo y pospositivismo Positivismo

1. Ontología y epistemología fundacionalista. 2. La realidad es objetiva, independiente de nuestras percepciones. 3. En la relación sujeto-objeto la separación es clara. El sujeto es independiente del objeto. 4. Lógica deductiva. 5. La realidad (y su gama de elementos) es objetiva, conocible, medible y comparable. 6. Los hechos son diferentes de los valores. 7. El poder es objetivo y racional. 8. Metodología cuantitativa, estadística, teoría de los juegos, elección racional. 9. Las teorías son explicativas: elaboran afirmaciones causales sobre las relaciones entre variables dependientes e independientes. 10.Énfasis en las similitudes de los casos. 11.Aproximación rigurosamente científica. 12.Generalizaciones acerca de la relación entre fenómenos sociales. 13.La ciencia social es análoga a las ciencias naturales. 14.Uso de métodos científicos rigurosos que permitirían a los científicos sociales desarrollar leyes que permanecen constantes a lo largo del tiempo y el espacio. 15.Comprueba hipótesis derivadas de las teorías. 16. Explicación de la conducta humana basada en causalidad y predicción. 17. Busca regularidades en el comportamiento humano en situaciones de conflicto, guerra y cooperación. 18. Universalidad o posición nomotética (propone leyes universales de aplicación general).

Pospositivismo

1. Ontología y epistemología antifundacionalista. 2. La realidad es subjetiva y no es independiente de nuestras percepciones. 3. En la relación sujeto-objeto no hay separación. El sujeto y el objeto se constituyen mutuamente. 4. Lógica inductiva. 5. La realidad es socialmente construida. 6. No hay distinción entre los hechos y los valores. 7. El poder es subjetivo. 8. Metodología cualitativa, técnicas etnográficas y antropológicas, descripciones abundantes, narrativas culturales e históricas. 9. Las teorías son constitutivas: elaboran sobre la relación entre “variables” que se constituyen mutuamente, por lo que no se puede afirmar que tales “variables” están en una relación causal una con otra. 10. Énfasis en las diferencias de los casos. 11. Enfocado en el aprendizaje y comprensión de los significados que la gente otorga a la realidad. 12. Énfasis en comprender el uso del discurso, las identidades, creencias y las interpretaciones subjetivas de los actores. 13. No es posible identificar relaciones puramente causales. 14. La objetividad es imposible: las creencias y preferencias de los investigadores afectan la forma en cómo interpretan la realidad. 15. Es contextual, cultural, espacial e histórico. 16. Se conforma por teorías interpretativas. 17. El lenguaje y la construcción de significados en el comportamiento humano es fundamental. 18. La experiencia se adquiere dentro de un discurso previamente existente.

Fuente: Elaboración del autor.

29 Luis

Villoro, La significación del silencio, México, Verdehalago-UAM Azcapotzalco, 1996, p. 1.

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Cuadro VIII.2. Potenciales ejemplos de diálogo entre positivismo y pospositivismo aplicados a México La Doctrina Carranza La Doctrina Carranza de no intervención, que podría considerarse una práctica normativa que sigue la lógica de lo apropiado (en oposición a la lógica de las consecuencias), funcionó a México para delinear su política exterior de manera estratégica-racional frente a situaciones de interacción conflictiva, lo que a su vez derivó en la formación de una identidad no intervencionista percibida de manera efectiva por la comunidad internacional. Elementos pospositivistas/reflectivistas de la Doctrina Carranza: · Es una práctica normativa. · Sigue la lógica de lo apropiado. · Proyecta una identidad no intervencionista. · Crea una percepción positiva en la comunidad internacional.

Elementos positivistas/racionalista de la Doctrina Carranza: · Una vez establecida como práctica normativa la Doctrina Carranza otorgó a México un marco de maniobra estratégico-racional r para enfrentar situaciones de conflicto. · Sigue la lógica de las consecuencias al buscar racionalmente que otras potencias no intervengan en sus asuntos y los de otros Estados no hegemónicos.

Seguridad regional en América del Norte: Para crear un proyecto de seguridad regional en América del Norte, muy al estilo de los Complejos de Seguridad Regional (CSR) de B. Buzan y Ole Waever, primero los Estados tendrían que generar –de manera constructivista– una identidad regional común (América del Norte como bandera de identidad entre México, Estados Unidos y Canadá), en la cual se compartan percepciones de inseguridad comunes. Eso es lo que dará forma a los intereses de México, Estados Unidos y Canadá, lo cual derivará en una cooperación racional y un comportamiento estratégico trilateral para atacar esas amenazas. comunes. Elementos pospositivistas/reflectivistas · Se crea una identidad común. · Se identifican las percepciones comunes de inseguridad (amenazas a la estabilidad regional).

Elementos positivistas/racionalistas · Posteriormente emerge la cooperación racional y estratégica con los vecinos regionales para atacar amenazas percibidas como comunes.

Cultura marítima de México México tiene aproximadamente 11,100 km de litorales continentales; el segundo lugar después de Canadá. Geográfica y estratégicamente tiene aproximadamente 3 mil km en el Atlántico, y aproximadamente 8 mil km en el Pacífico; 17 entidades de las 32 tienen costa. Por el lado reflectivista: México carece de una cultura y una identidad marítima, por lo que no aprovecha todos sus recursos. Por el lado racionalista: México carece de una estrategia racional que desarrolle una flota mercante que genere dividendos económicos, por lo cual no aprovecha de los generosos recursos geoestratégicos con los que cuenta. Comparativamente esto es grave por dos referencias: a) Suiza no tiene costas y es la segunda potencia marítima mundial. b) El 90% del comercio global de mercancías se realiza por vía marítima. Elementos positivistas y pospositivistas (estratégicos y culturales) podrían posicionar a México como un país muy competitivo en asuntos marítimos a nivel mundial. Realizar investigación en estas dos dimensiones podría resultarle a México sumamente conveniente.

Fuente: Elaboración del autor.

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Estudio de caso 1 Cuando la cultura del nacionalismo afecta la interacción estratégica-racional entre actores La política exterior de México es un caso donde la cultura del nacionalismo ha dado forma al interés del actor/Estado afectando su interacción estratégica con otros actores. El caso más claro es cuando ese nacionalismo mexicano moldea los intereses nacionales racionales que se manifiestan por medio de su política exterior frente a Estados Unidos (EU). Los ásperos episodios históricos experimentados por ambos países como la guerra entre ambos de 1846-1848; el “Pacto de la embajada” de 1913 que ayudó a derrocar al entonces presidente Francisco I. Madero con la ayuda de la embajada estadunidense; la ocupación del puerto de Veracruz por parte de tropas estadounidenses en 1914 o la expropiación petrolera de 1938, han contribuido a reforzar en la memoria histórica y colectiva una posición de reserva respecto a EU, la cual alimenta la identidad y la unidad mexicana que suelen prevalecer en el nacionalismo, que a su vez se proyecta hacia el exterior. Reforzado por las experiencias amargas de la historia, en ocasiones México deriva de este nacionalismo sus intereses nacionales y diseña su conducta estratégica-racional hacia EU a manera de política exterior (sin olvidar que también los políticos mexicanos han explotado electoralmente este sentimiento antiestadounidense a nivel doméstico).

Estudio de caso 2 La doctrina Carranza de no intervención, que podría considerarse una práctica normativa y que sigue la lógica de lo apropiado, funcionó a México para delinear su política exterior de manera estratégica-racional frente a situaciones de interacción conflictiva –siguiendo la lógica de las consecuencias–, lo que a su vez derivó en la formación de una identidad no intervencionista percibida positivamente por la comunidad internacional. Es innegable que la naturaleza normativa de la doctrina Carranza le permitió al Estado mexicano tomar decisiones racionales en los problemas que experimentó el mundo durante el siglo XX. Abogar y defender la libre determinación de los pueblos y la no intervención en los asuntos internos de los Estados le otorgó a México un prestigio y una imagen positiva internacional al tiempo que le evitó estratégicamente involucrarse de manera directa en distintos casos problemáticos internacionales basado en esa aportación (y justificación) al derecho internacional.

Estos dos casos muestran el diálogo entre a) la cultura del nacionalismo y la práctica normativa de no intervención (cultura y normas como aspectos constructivistas/pospositivistas), y b) la formación de intereses nacionales racionales frente a otros Estados (intereses egoístas como

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aspecto racionalista/positivista). Analizar un aspecto sin considerar el otro limitaría nuestro entendimiento sobre ambos fenómenos.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Cuáles son las características generales de las dos visiones de abordar y conocer el mundo (positivismo y pospositivismo)? 2. ¿En qué casos de estudio se puede emplear el diálogo entre teorías positivistas y pospositivistas, y en qué casos no? 3. Para el diseño de proyectos de investigación, ¿qué se debe elegir primero: el fenómeno/problema estudiado o la(s) teoría(s) que le dan sentido? 4. En Relaciones Internacionales, ¿qué nos ha enseñado la historia de la ciencia y el conocimiento respecto a positivismo y pospositivismo? 5. Elija un fenómeno político, económico, social, cultural, o jurídico en el que dos teorías asumidas en debate pudieran iluminar de manera complementaria dos ángulos de ese mismo fenómeno, de tal manera que en vez de incurrir en una contradicción analítica haya complementariedad teórica, generando así un diálogo entre positivismo y pospositivismo.

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Bates Robert y Barry R. Weingast, “A New Comparative Politics: Integrating Rational Choice and Interpretivist Perspectives”, Working Paper, núm. 95-3, Cambridge, Harvard Center for International Affairs, 1995. Bates Robert, Rui de Figueiredo y Barry Weingast, “The Politics of Interpretation: Rationality, Culture, and Transition”, Politics and Society 26:4, 1998, pp. 603-642. Fearon, James y Alexander Wendt, “Rationalism vs. Constructivism: a Skeptical View”, en Walter Carlsnaes, Thomas Risse-Kappen y Beth A. Simmons (eds.), Handbook of International Relations (reimp.), Londres, SAGE Publications, 2010, pp. 52-72.

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REFERENCIAS

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IX. LA ENSEÑANZA DE LAS TEORÍAS DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES

MARCO AURELIO FERNANDO CARLOS ALMAZÁN ST. HILL

E

ste capítulo presenta algunas observaciones acerca de la enseñanza de las teorías de las relaciones internacionales (RI)1 a nivel licenciatura. Identifica cuatro problemas que afectan dicha enseñanza y sugiere algunas maneras de tratar con ellos. Tres comentarios preliminares subyacen al caso: 1) por “teoría” se entiende una serie de proposiciones generales interrelacionadas que describen, explican o prescriben algo; 2) las opiniones aquí vertidas no necesariamente reflejan las de los demás colaboradores de este libro; y 3) las observaciones se basan en algunas impresiones del autor, no en una evidencia “dura”.

PROBLEMAS Esta sección describe cuatro problemas que repercuten negativamente en la enseñanza y aprendizaje de las teorías de las RI. A continuación se mencionan éstos: la sobreabundancia de publicaciones basadas en ciertos tipos de teorización, la escasez de publicaciones con respecto a otros tipos de teorización, la falta de consenso teórico, y la tendencia a recurrir a métodos y técnicas pasivos para el estudio de las teorías de RI en licenciatura. Exceso de información. Existen miles de libros y artículos sobre las teorías de las RI. Obviamente resulta imposible que un solo individuo lea más que una pequeña fracción de este acervo. Por lo tanto, resulta necesario seleccionar y por ende omitir. Esto a su vez conlleva el riesgo de ignorar textos 1 En este capítulo las siglas RI se refieren a las relaciones internacionales, las cuales son objeto de estudio de la disciplina académica conocida como Relaciones Internacionales.

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MARCO AURELIO FERNANDO CARLOS ALMAZÁN ST. HILL

cuya importancia ha sido subestimada. Por ejemplo, los actuales cursos de teorías de las RI rara vez consideran The Nature of International Society de Charles Manning, Conflict in Man-Made Environment de Anatol Rapoport o el compendio de ensayos editado por Michael Donelan en The Reason of States. En opinión del que esto escribe, dichos textos aportan teorías perceptivas que merecen ser conocidas. El exceso de información también provoca una tendencia a simplificar mediante la agrupación de teorías a partir de ciertas categorías, como por ejemplo realismo, liberalismo, marxismo, Escuela Inglesa de las Relaciones Internacionales, neorrealismo e institucionalismo. Estas clasificaciones pueden resultar útiles ya que ahorran tiempo y esfuerzo, y pueden alertar sobre la existencia de teorías que se desconocían. Sin embargo, el sustituir teorías particulares por “corrientes teóricas”, “paradigmas” o “escuelas de pensamiento” fácilmente distorsiona los planteamientos originales de los autores. Tomemos el caso de Tucídides, quien escribió La historia de la Guerra del Peloponeso. A menudo este personaje es considerado “el padre del realismo” cuando una lectura cuidadosa de su texto revela lo cuestionable de tal afirmación. Existe la tendencia a relacionarlo con el llamado realismo por una sección de su libro (“El debate meliano”), en el cual un grupo de embajadores atenienses adopta una postura áspera y arrogante hacia los magistrados de la isla de Melos, la cual desean controlar. En este caso se toman las palabras de los embajadores como si fueran de Tucídides y se pasa por alto que él no expresa su opinión acerca de este debate, dejando que lleguemos a nuestras propias conclusiones acerca de la validez de los argumentos. Hay otras consecuencias de la sobreabundancia de teorías. Una es que los cursos de teorías de RI tienden a asemejarse a una carrera de obstáculos, abarcando velozmente una serie de teorías (o peor todavía, corrientes teóricas) y dejando al estudiante en un estado de desconcierto al ser incapaz de digerir la información proporcionada. En estos casos se suele recurrir a mucha información de segunda mano ya que hay poco tiempo para analizar fuentes primarias. Inclusive, se tiende a simplificar demasiado, ofreciendo al estudiante meros fragmentos de ciertas teorías y al mismo tiempo dejándolo con la impresión de saber mucho más de lo que realmente sabe. El exceso de teorías hace que, por lo general, sean sobrevaloradas las más recientes, esto debido en gran parte a que las empresas editoriales, en su afán de maximizar ventas, son dadas a exagerar el valor de sus novedades editoriales. A menudo anuncian que un nuevo libro acerca de las teorías de RI “revolucionará” la forma de pensar o aportará algo totalmente novedoso.

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Escasez de información. Paradójicamente, falta suficiente información acerca de ciertos tipos de teorías de RI, a considerar los siguientes: • Teoría no-Occidental, es decir, teoría elaborada por personas que viven (o vivieron) fuera de Europa o las regiones angloparlantes de Norteamérica y Oceanía. • Teoría que trata acerca de sistemas internacionales que no son estructuralmente anárquicos, o sea, carentes de una autoridad suprema. • Teoría que toma en cuenta sistemas internacionales anárquicos distintos al sistema “westfaliano” de Estados soberanos cuyo origen se remonta a la Europa del siglo XVII y que posteriormente se globalizó. • Teoría que se enfoca en los actores internacionales débiles en vez de los fuertes. • Teoría escrita desde una perspectiva no masculinizada. • Teoría escrita por autores que vivieron antes del siglo XX. • Teoría “socio-biológica” que toma en cuenta las raíces biológicas del comportamiento humano y su impacto en RI. Cabe notar que un compendio reciente, The Oxford Handbook of International Relations, incluye más de 30 teorías de RI pero ignora completamente aquellas basadas en factores biológicos. Como resultado de ello, muchas ideas y experiencias relacionadas con las RI son excluidas. Sin embargo, el problema de escasez de información es menos fuerte que antes. Esto se debe en parte a la existencia de la World Wide Web, la cual hace disponible una gran cantidad de datos previamente inaccesibles y facilita la comunicación entre comunidades académicas a lo largo del planeta. También se debe a una mayor conciencia del problema, lo cual ha conllevado a intentos de superarlo. Con respecto a la teoría no-Occidental, algunos escritos son dignos de mencionar. Por ejemplo, en The Evolution of International Society, Adam Watson aboga a favor de tomar en cuenta cuatro tipos de sistema internacional: imperios, dominios, hegemonías y lo que el autor llama “sistemas de múltiples independencias”. Su libro aporta ejemplos de cada sistema y cubre un periodo de aproximadamente cinco mil años. International Systems in World History, de Barry Buzan y Richard Little, se remonta aún más atrás para incluir “sistemas pre-internacionales” de hace 50 mil años. También debería tomarse en cuenta la reciente publicación de David Sarquís, La dimensión histórica en el estudio de las relaciones internacionales. Es de esperar que la elección de Amitav Acharya al puesto de

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Presidente de la International Studies Association anime a los especialistas en RI a prestar mayor atención a teorías no-Occidentales, sobre todo en vista de que él y Barry Buzan recientemente editaron un libro que trata sobre este tema. Asimismo, varios libros y artículos han sacado a la luz las reflexiones sobre RI de muchos de los autores “clásicos”, incluyendo el arriba mencionado Tucídides, Francisco de Vitoria, Thomas Hobbes, Jean Jacques Rousseau, Immanuel Kant y Karl von Clausewitz, entre muchos otros. No obstante, existe una fuerte tendencia a enfocarse exclusivamente en aquellos que escribieron sobre la naturaleza de sistemas internacionales anárquicos o las relaciones que toman lugar dentro de éstos. Carecemos de un conocimiento suficiente acerca de teorías no contemporáneas de otros tipos de sistemas internacionales o inclusive de sistemas anárquicos que no sea el “westfaliano”, como por ejemplo aquellos del subcontinente de la India antes de que formara parte del Imperio Británico o el sistema “helenístico” que surgió después de la muerte de Alejandro Magno y duró varios siglos. Nos atrae demasiado el enfoque de los “grandes hombres” y, consecuentemente, hay escasez de información acerca del papel que otros seres humanos han desempeñado en las RI. Esto también limita nuestra teorización. Algunas palabras tomadas del poema de Bertolt Brecht, Preguntas de un obrero que lee, vienen muy al caso: El joven Alejandro conquistó la India. ¿Él solo? César venció a los galos. ¿No lo acompañaba siquiera un cocinero? Felipe II lloró cuando se hundió su flota. ¿Nadie más lloraría?

Existe mucha controversia en torno a las teorías “socio-biológicas”. Sin embargo, conviene tener presente los hallazgos de los campos de la etología, la genética y la neurofisiología debido a su posible relevancia para el estudio de RI. Nuevamente, aquí se detecta un aumento gradual de textos que toman en consideración factores biológicos, por ejemplo Darwin and International Relations de Bradley Thayer, y Morality Among Nations: An Evolutionary View de Mary Maxwell. A pesar de algunos avances recientes, falta mucho por hacer con respecto a varios tipos de teoría. Hasta que esto se logre nuestro conocimiento teórico acerca de RI seguirá siendo deficiente.

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Falta de consenso. Hace 30 años, Kalevi Holsti describió las Relaciones Internacionales como “la disciplina que se auto-divide” y Gabriel Almond nos alertó sobre la existencia de “mesas separadas” en el campo de la ciencia política (del cual una de sus ramas es, según este autor, las Rela-ciones Internacionales). En 1999, la presidenta de la International Studies Association, Margaret Hermann, se quejaba de que la disciplina de Relaciones Internacionales “se ha vuelto una serie de tribus muy territoriales, disparando en contra de aquellos que se acercan demasiado y prefiriendo estar con los que son como ellos”. 2 Estos autores apuntan a la tendencia de los seguidores de distintas corrientes teóricas a minimizar o inclusive ignorar aquellos con los que discrepan en cuanto a cuestiones ontológicas, epistemológicas y metodológicas. El disenso no necesariamente es algo malo ya que puede fomentar el debate y afinar argumentos, sin embargo, también puede provocar mucho sesgo y discriminación, así como la caricaturización de teorías que resultan poco convincentes. Se han hecho varios intentos de superar el síndrome de “mesas separadas”. Donald Puchala, por ejemplo, ha comparado la proliferación de teorías de RI con una galería de arte: “Cada obra brinda una experiencia intelectual diferente. La teoría de las relaciones internacionales tiene sus viejos maestros como Maquiavelo y Tucídides, sus contemporáneos establecidos como Keohane y Nye, John Ruggie y Oran Young, y hasta un cuerpo de vanguardia, como Andrew Schmookler, Fritz Kratochwil y Nicholas Onuf ”.3 Otros han argumentado que el estudio de RI debe ser visto como una conversación continua entre distintas perspectivas teóricas. Aun así, la disciplina de Relaciones Internacionales sigue siendo, en palabras de Robert Jackson, “un cajón de sastre lleno de enfoques no relacionados que en general no se encuentran en diálogo”.4 Insuficiente participación estudiantil dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje. Algunos cursos de teorías de RI se basan en actividades de aprendizaje que requieren de una nutrida participación estudiantil. Sin embargo, no siempre sucede así. Aún existe una tendencia generalizada de considerar al maestro como un “sabio sobre el escenario” y al estudiante como un “vaso que debe llenarse”, o sea como un consumidor pasivo incapaz de juzgar por sí mismo el valor de distintas teorías o de teorizar por cuenta 2 Margaret Hermann, “One Field, Many Perspectives: Building the Foundations for Dialogue”, en International Studies Quarterly, vol. 42, núm. 4, pp. 605-624. Traducción del autor. 3 Donald Puchala, “Woe to the Orphans of the Scientific Revolution”, en Journal of International Affairs, vol. 44, núm. 1, pp. 59-80. Traducción del autor. 4 Robert Jackson, “Is There a Classical International Theory?”, en S. Smith, K. Booth y M. Zalewski (eds.), International Theory: Positivism and Beyond, Cambridge, Cambridge University Press, 1996. Traducción del autor.

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propia. Como resultado, a menudo al estudiante se le obliga a depender de información de segunda mano transmitida principalmente mediante exposiciones magistrales y un solo libro de texto.

ALGUNAS SOLUCIONES A continuación se presentan varias propuestas con miras a resolver los problemas arriba mencionados. Exceso de información. Pueden tomarse varias medidas para tratar con este problema. Una es la selección cuidadosa de teorías, así como clasificaciones de éstas, una selección que debe ser lo más ecléctica posible para así ampliar la base de conocimientos del estudiante. El eclecticismo requiere abordar cuestiones metateóricas. El estudiante debe tomar conciencia de distintos debates, incluyendo uno definicional sobre el significado del concepto de teoría, uno ontológico sobre la naturaleza de la realidad social (y en particular sobre la medida en que existen importantes patrones recurrentes en RI), uno epistemológico sobre qué tan objetivo puede ser nuestro conocimiento acerca de RI, y uno metodológico acerca de qué tan validos son los métodos y técnicas de investigación positivistas en comparación con los reflectivistas. Es importante señalar al estudiante que los propósitos de la teorización también son debatidos, oponiendo lo que Robert Cox llama “resolución de problemas”, que busca ofrecer asesoramiento sobre políticas, a la “teoría crítica”, cuya meta es desenmascarar sistemas sociales opresivos y empoderar a las personas para que puedan transformarlos radicalmente. También se requiere establecer un equilibrio entre fuentes primarias y secundarias. Los estudiantes necesitan familiarizarse por lo menos con algunos textos originales. Una manera de conocer fuentes primarias es por medio de compilaciones de lecturas cuidadosamente editadas, de preferencia con introducciones generales y comentarios introductorios en las distintas secciones del libro. Dos buenos ejemplos son Theory of International Relations: Selected Texts from Gentili to Treitschke, editado por Murray Forsyth, Maurice Keens-Soper y Peter Savigear y Teorías contemporáneas de las relaciones internacionales, editado por Stanley Hoffmann. También es aconsejable establecer un equilibrio entre amplitud y profundidad. Además de tomar en cuenta una gran variedad de teorías –aunque sea por medio de fuentes secundarias que las agrupan en distintas “corrientes teóricas”–, debe asegurarse que los estudiantes co-

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nozcan a fondo unas cuantas teorías seleccionadas, para que obtengan una apreciación más matizada de los argumentos del autor y la manera en que los formula y defiende. Esto implica familiarizarse con los propios escritos del autor. Idealmente, las teorías seleccionadas para un análisis y evaluación en profundidad deben ser aquellas que son de particular interés para el docente. Alternativamente, el estudiante debe ser el que las seleccione. Sobre todo, resulta de vital importancia que no se utilice un libro de texto como tal ya que esto limita fuertemente el conocimiento del estudiante. Sin embargo, los libros de texto pueden servir como libros de referencia. Uno particularmente útil es el que editan Jenny Edwins y Maja Zehfuss, intitulado Global Politics: A New Introduction. Escasez de información. Un curso de teorías de RI debe incluir algunas que no sean Occidentales, “westfalianas”, anarcofílicas, masculinizadas, ni enfocadas en los actores fuertes o contemporáneas. Esto implica lo siguiente. Los estudiantes deben tomar conciencia de las limitaciones de las teorías de RI dominantes y hacer gran uso de la World Wide Web para buscar teorías que complementen a éstas. La Web también sirve para establecer un diálogo con académicos y estudiantes de distintos países. Para esto es aconsejable un pleno dominio del idioma inglés, la lingua franca de nuestro tiempo, pero los estudiantes también deberían esforzarse por aprender uno o dos idiomas adicionales para así poder conversar con un mayor número de personas interesadas en cuestiones teóricas. Además, se necesitan más traducciones al español de textos que tratan sobre las teorías de RI. Quizás aquellos académicos que dominan una o más lenguas extranjeras deberían considerar la posibilidad de traducir un texto cada dos o tres años. De esta forma una mayor cantidad de escritos estaría disponible en la lengua materna del estudiante. También conviene incluir enfoques “socio-biológicos” en un curso de teorías de RI. Desafortunadamente, el abuso de este tipo de teorización por parte de los “darwinistas sociales” y otros grupos racistas en las primeras décadas del siglo XX ha ocasionado que buena parte de los científicos sociales ignoren de manera deliberada las ciencias de la vida. Sin embargo, los hallazgos de estas ciencias no merecen ser descartadas simplemente debido a teorizaciones pasadas que dejaron un mal sabor. Como ya se mencionó, en años recientes ha habido un aumento gradual de escritos sobre RI que incluyen factores biológicos y éstos seguramente deben considerarse en un curso de teorías de RI.

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Falta de consenso. El disenso puede servir de acicate para una mejor teorización. Aun así, es importante animar a los estudiantes para que perciban las teorías de RI tal como lo recomienda Robert Jackson, como una conversación que toma lugar entre distintas voces. Hay una fuerte necesidad de fomentar una mentalidad abierta. Existen numerosas maneras de lograr esto. Una es reconociendo abiertamente que el disenso existe en lugar de afirmar que únicamente ciertas formas de teorizar son válidas y por lo tanto otras pueden ser ignoradas o ridiculizadas. También es necesario incluir una discusión acerca de los debates metateóricos para que los estudiantes se enteren de distintas posiciones filosóficas. Un curso de teorías de RI debe incorporar ejemplos de aquellas que reflejan distintos puntos de vista, incluyendo teorías positivistas, interpretativas, críticas y posmodernistas. Otra forma de promover una mentalidad abierta es conseguir que los profesores y estudiantes defiendan teorías con las cuales están en desacuerdo. Un “autodebate” en donde la misma persona adopta dos o más posiciones teóricas es una herramienta de aprendizaje que puede servir para luchar contra el síndrome de “mesas separadas”. Otra opción es la de involucrar a los estudiantes en lo que se conoce como el “Ejercicio de creer” (The Believing Exercise, en inglés), en el cual ellos suspenden críticas y dedican toda su atención a tratar de comprender una teoría y empatizar con su autor. El proceso de enseñanza-aprendizaje. Un curso de teorías de RI debe basarse en la premisa de que la mente de un estudiante es “un fuego que debe ser encendido” y un maestro es un “guía a su lado.” En otras palabras, el proceso de enseñanza-aprendizaje debe fomentar la participación estudiantil tanto como sea posible. Hay una gran cantidad de actividades de aprendizaje disponibles, incluyendo debates, discusiones en pequeños y grandes grupos, presentaciones estudiantiles, simulacros e investigaciones de campo. Las conferencias magistrales también son importantes pero deben ser lo más interactivas posibles, quizás por medio de intercalar preguntas o ejercicios cortos. Los estudiantes necesitan contar con una amplia gama de recursos que sirvan para identificar, analizar y evaluar proposiciones teóricas de RI. Estos recursos incluyen películas, fotografías, novelas, cuentos cortos y hasta textos religiosos. Una película interesante es El vuelo del Fénix (de preferencia en su primera versión, la de 1965). Un grupo de individuos de distintas nacio-

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nalidades sobreviven a un accidente aéreo en el desierto del Sahara y después de muchos conflictos personales acaban cooperando para construir un avión improvisado que les permitirá salvarse. Otras películas relevantes en el sentido de que reflejan proposiciones generales acerca de RI son Babel, Día de la Independencia, La caída y Siriana. Con respecto a fotografías, amerita estudiarse al detalle una de Paul Tibbets mientras se prepara para pilotar su avión rumbo a Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Asimismo, una buena cantidad de novelas y cuentos “contrafactuales” se prestan a un análisis teórico. Uno muy reciente es Archiduke Franz Ferdinand Lives! de Richard Ned Lebow. También vale la pena leer la colección de ensayos editada por Niall Ferguson e intitulada Historia Virtual. De igual forma, el Antiguo y el Nuevo Testamento contienen muchas instancias de interacción internacional. Los dos libros de Macabeos, por ejemplo, describen interacciones que tomaron lugar en el sistema “helenístico” del siglo II A.C. A la mayoría, si no es que todos estos recursos, se puede acceder mediante Internet. Este importante medio de comunicación también se presta para videoconferencias, chatrooms y la consulta o construcción de sitios web que giran en torno a teorías de RI. Sobre todo se debe alentar a los estudiantes a pensar teóricamente. Algunas maneras de lograr esto son: • Plantear dos preguntas importantes a los estudiantes. La primera es “¿de qué es esto un ejemplo?”, y sirve para que los estudiantes adquieran el hábito de generalizar. La segunda es “¿y qué?”, para que siempre cuestionen la relevancia de lo que leen, ven y escuchan. • Analizar cómo distintos autores teorizan. Deben incluirse ejemplos de teorizaciones tanto competentes como deficientes. • Hacer que los estudiantes teoricen por sí mismos. Algunos podrían argumentar que es imposible que un estudiante de nivel licenciatura logre esto, pero nadie está diciendo que tal teorización debe ser lo suficientemente sofisticada como para ser publicable.

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COMENTARIOS FINALES ¿Cuáles son los posibles beneficios a largo plazo de un curso de nivel licenciatura sobre las teorías de RI? Puede proporcionar cierta guía para aquellas personas que en su vida profesional fungirán como asesores de políticas, promotores de causas humanitarias o académicos que participan en actividades de docencia e investigación relacionadas con la creación y difusión de conocimiento acerca de RI. Sin embargo, los estudiantes inscritos en un curso de teorías de RI no necesariamente trabajarán en campos vinculados de forma directa con RI. Aun así, posiblemente obtengan beneficios indirectos por haber tomado tal curso. Uno de estos es convertirse en ciudadanos mejor informados y capaces de tomar decisiones inteligentes cuando se trata de influir en las políticas públicas, si sólo por medio del voto. Otro es el haber desarrollado habilidades analíticas y de juicio crítico. En conclusión, la intención del autor no ha sido más que identificar algunos problemas que existen con respecto a la actual enseñanza a nivel licenciatura de las teorías de RI y proponer posibles soluciones a éstos. El capítulo no pretende ser la última palabra sobre el tema. Por el contrario, se invita al lector a llegar a sus propias conclusiones acerca del estudio de las teorías de RI.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Cómo se te enseñan a ti las teorías de RI? 2. ¿Resultan ser útiles categorías como realismo, liberalismo y marxismo? 3. ¿Conviene tomar en cuenta las ideas y experiencias de personas que vivieron en otros tiempos? 4. ¿Falta por descubrir una gran cantidad de escritos teóricos sobre RI de autores no-Occidentales? 5. ¿Cuál de los cuatro problemas tratados en este capítulo consideras como el más importante?

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6. ¿Cómo visualizas el futuro de las teorías de RI? 7. Algunos han argumentado que los cursos de teorías de RI a nivel licenciatura deben eliminarse y que una dimensión teórica explícita debe ser una parte del resto de los cursos sobre RI. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Cuadra Moreno, Héctor, Reflexiones sobre ética y política internacional, México, Universidad Iberoamericana, 2008. González Souza, Luis, “Críticas a algunas concepciones contemporáneas de la realidad mundial”, Relaciones Internacionales 11, núm 31, pp. 27-73. Hoffmann, Stanley, “Sugerencias para el estudio de las relaciones internacionales”, en S. Hoffmann (comp.), Teorías contemporáneas de las relaciones internacionales, Madrid, Tecnos, 1963. Legler, Thomas, Arturo Santa Cruz y Laura Zamudio González (comps.) Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la Política Global, México, Oxford University Press, 2013. Reus-Smit, Christian y Duncan Snidal (eds.), The Oxford Handbook of International Relations, Nueva York, Oxford University Press, 2008. Salomón, Mónica, “La teoría de las relaciones internacionales en los albores del siglo XXI: Diálogo, disidencia, aproximaciones”, Revista d'Afers Internacionals, núm. 56, pp. 7-52. Sarquís, David J., Relaciones internacionales: una perspectiva sistémica, México, Porrúa, 2005. –––––––, La dimensión histórica en el estudio de las relaciones internacionales, México, Grial Selections, 2012. Vásquez, John A. (comp.), Relaciones internacionales: el pensamiento de los clásicos, México, Limusa, 1994.

REFERENCIAS Acharya, Amitav y Barry Buzan (eds.), Non-Western International Relations Theory: Perspectives on and beyond Asia, Nueva York, Routledge, 2010.

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Almond, Gabriel, Una disciplina segmentada, México, Fondo de Cultura Económica, 1999. Brecht, Bertolt, “Preguntas de un obrero que lee”, citado en José de Jesús Nieto López, Didáctica de la Historia, México, Santillana, 2001. Buzan, Barry y Richard Little, International Systems in World History, Nueva York, Oxford University Press, 2000. Donelan, Michael (ed.), The Reason of States: A Study in International Political Theory, Londres, George Allen & Unwin, 1978. Edwins, Jenny y Maja Zehfuss (eds.), Global Politics: A New Introduction, Nueva York, Routledge, 2009. Ferguson, Niall, Historia Virtual, Madrid, Taurus, 1999. Forsyth, Murray, Maurice Keens-Soper y Peter Savigear (eds.), The Theory of International Relations: Selected Texts from Gentili to Treitschke, Londres, George Allen & Unwin, 1970. González Souza, Luis, “Críticas a algunas concepciones contemporáneas de la realidad mundial”, Relaciones Internacionales, vol. 11, núm, 31, pp. 27-73. Hermann, Margaret, “One Field, Many Perspectives: Building the Foundations for Dialogue”, en International Studies Quarterly, vol. 42, núm. 4, pp. 605-624. Hoffmann, Stanley (comp.), Teorías contemporáneas de las relaciones internacionales, Madrid, Tecnos, 1963. Holsti, Kalevi, The Dividing Discipline: Hegemony and Diversity in International Theory, Nueva York, George Allen & Unwin, 1985. Jackson, Robert, “Is There a Classical International Theory?”, en S. Smith, K. Booth y M. Zalewski (eds.), International Theory: Positivism and Beyond, Cambridge, Cambridge University Press, 1996. Lebow, Richard Ned, Archduke Franz Ferdinand Lives!: A World Without World War I, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2014. Legler, Thomas, Arturo Santa Cruz y Laura Zamudio González (comps.), Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la Política Global, México, Oxford University Press, 2013. Manning, Charles, The Nature of International Society, Londres, Macmillan, 1975. Maxwell, Mary, Morality Among Nations: An Evolutionary View, Albany, State University of New York Press, 1990. Puchala, Donald, “Woe to the Orphans of the Scientific Revolution”, Journal of International Affairs, vol. 44, núm. 1, pp. 59-80. Rapoport, Anatol, Conflict in Man-Made Environment, Harmondsworth, Penguin Books Ltd., 1974.

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Reus-Smit, Christian y Duncan Snidal (eds.), The Oxford Handbook of International Relations, Nueva York, Oxford University Press, 2008. Salomón, Mónica, “La teoría de las relaciones internacionales en los albores del siglo XXI: Diálogo, disidencia, aproximaciones”, Revista d'Afers Internacionals, núm. 56, pp. 7-52. Sarquís, David J., Relaciones internacionales: una perspectiva sistémica, México, Porrúa, 2005. –––––––, La dimensión histórica en el estudio de las relaciones internacionales, México, Grial Selections, 2012. Thayer, Bradley, Darwin and International Relations, Lexington, University Press of Kentucky, 2004. Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, México, Porrúa, 1989. Vásquez, John A. (comp.), Relaciones internacionales el pensamiento de los clásicos, México, Limusa, 1994. Watson, Adam, The Evolution of International Society, Nueva York, Routledge, 1992.

SEGUNDA PARTE ENFOQUES TEÓRICOS CLÁSICOS

X. IDEALISMO CLÁSICO RAFAEL VELÁZQUEZ FLORES ANA BÁRBARA MUNGARAY MOCTEZUMA

INTRODUCCIÓN

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esde tiempos antiguos, el hombre se ha preocupado por identificar las causas del conflicto. El objetivo principal de ese interés ha sido evitar la guerra y promover la paz entre los individuos y las naciones. Después de la Gran Guerra de 1914 a 1918, los funcionarios gubernamentales, diplomáticos y académicos buscaron mecanismos para impedir una nueva conflagración como la que acababa de terminar. Individuos e instituciones empezaron a proponer ideas con el objetivo de reducir el conflicto e impulsar la cooperación. En este contexto nació el idealismo clásico como un enfoque de la disciplina de las Relaciones Internacionales. El idealismo es un enfoque teórico de la disciplina de las Relaciones Internacionales que enfatiza en el derecho, las normas, los principios y las instituciones como mecanismos fundamentales para el establecimiento de vínculos externos y la solución de los conflictos mundiales. Propone que los Estados se afilien a organizaciones internacionales para tratar asuntos de mutuo interés y establecer esquemas de cooperación que beneficien a las partes. Este enfoque teórico pone al individuo como principal receptor de los derechos y una de sus principales preocupaciones es el bienestar de la humanidad. Sugiere que la solución pacífica de las controversias se puede logar por medio de la voluntad política de los actores de las relaciones internacionales. Como en el sistema internacional existe anarquía, los idealistas consideran que los Estado-naciones pueden resolver sus diferencias a través de ciertos principios, normas, reglas y procedimientos. El objetivo de este capítulo es introducir al estudiante de Relaciones Internacionales en la lógica de este enfoque teórico, así como identificar 201

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sus orígenes y sus supuestos básicos. El texto está dividido en cuatro partes. La primera plantea el origen del Idealismo como enfoque de las Relaciones Internacionales. La segunda parte describe los principales supuestos teóricos del Idealismo clásico. La tercera identifica las principales fortalezas y debilidades del enfoque y la última busca explicar la política exterior de México en función del idealismo. ORÍGENES DEL CONCEPTO El idealismo, como parte de la teoría de las Relaciones Internacionales, es un enfoque que fue desarrollado a partir de 1919, luego de la finalización de la Primera Guerra Mundial. No obstante, ciertos principios e ideas de este enfoque provienen de diferentes escuelas de pensamiento que se desarrollaron principalmente en la época de la Ilustración. El idealismo fue el primer enfoque teórico de las Relaciones Internacionales ya que esta disciplina nació de manera formal ese mismo año. Surgieron entonces cátedras e instituciones dedicadas a estudiar los fenómenos internacionales de manera formal. El principal objetivo era establecer mecanismos para evitar una nueva conflagración como la que acababa de terminar. Las primeras propuestas estaban relacionadas con el respeto al derecho y el apego a las instituciones internacionales. Si los Estados cumplían las normas y respetaban las decisiones de las organizaciones, entonces la guerra se podía evitar. El idealismo clásico surge entonces como un instrumento para resolver la condición de anarquía del sistema internacional después de la Primera Guerra Mundial mediante la búsqueda de una seguridad colectiva. Obviamente, este enfoque no se surge de la nada. Los primeros idealistas retomaron las nociones de antiguos filósofos que, con sus pensamientos, aportaron a la construcción del paradigma idealista. Desde esta perspectiva, son varios los precursores del idealismo. Sin duda, Immanuel Kant ha sido uno de los más destacados. Su obra La Paz Perpetua propone una federación de Estados como mecanismo para lograr la paz entre ellos. Para Kant, una federación, en donde todos los actores siguieran las reglas, sería capaz de evitar la guerra, una de las principales preocupaciones de filósofos, historiadores, abogados, politólogos, gobernantes y diplomáticos. Otros pensadores antiguos que, más adelante, también dieron origen al idealismo clásico fueron Tomás de Aquino, Montesquieu y Jean-Jacques Rousseau.1 Tomás de Aquino fue el primero en establecer la conexión en1 Rousseau es uno de los pensadores políticos más difíciles de clasificar en la teoría de las Relaciones Internacionales. Por algunos de sus postulados, los especialistas lo ubican en el idealismo y otros en el realismo. Aquí se ubica a

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tre las leyes internas y las externas. Para este autor, existía una ley de los pueblos que se basaba en la ley natural. Si se respetaban esas reglas, entonces las comunidades podían convivir de manera pacífica. Por su parte, Rousseau proponía la democracia como forma de gobierno basada en el respeto a las leyes. Esta condición ayudaría a evitar las guerras. Este pensador también contribuyó con ideas relacionadas con la soberanía y el nacionalismo. Más adelante, estos dos conceptos se convirtieron en elementos clave para las futuras relaciones internacionales. Rousseau fue el que planteó que el hombre era bueno por naturaleza. Por lo tanto, la guerra era evitable si existía la voluntad política para ello. Finalmente, Montesquieu planteaba que aun en tiempos de guerra las naciones tenían que apegarse al derecho. Para este autor, los Estados deben buscar los mayores beneficios en tiempos de paz y reducir los efectos negativos durante la guerra.2 Ya en pleno siglo XX, hubo dos importantes precursores del idealismo desde una perspectiva más internacional. El primero fue Goldsworthy Lowes Dickinson, quien planteó ciertos principios para dirimir los conflictos y eliminar la anarquía, entre ellos la solución pacífica de las controversias, la distribución equitativa de las materias primas, el abandono de las tarifas arancelarias y el desarme. En 1915, este autor propuso en un panfleto la creación de una liga de la paz para evitar los horrores de la guerra. Una de sus principales obras lleva el título de The International Anarchy 1904-1914. Sin embargo, el autor más vinculado al idealismo fue Woodrow Wilson, presidente de Estados Unidos de 1913 a 1921. Incluso las primeras ideas de este enfoque fueron etiquetadas bajo el término de idealismo wilsoniano. En un discurso, el entonces presidente planteó sus 14 puntos, los cuales se convirtieron más adelante en la base del cuerpo teórico idealista. En estos puntos, el político exponía la necesidad de crear una institución global que le pudiera dar orden al sistema internacional y evitar los conflictos. De estos ideales, surge la primera organización internacional encargada de buscar la paz: la Sociedad de Naciones, la cual fue producto de los Tratados de Versalles de 1919. Por ser uno de los principales promotores de esta organización, Wilson ganó el Premio Nobel de la Paz en ese mismo año. Otro importante precursor del pensamiento idealista fue el británico Alfred Eckhard Zimmern. Sus libros El estudio científico del mundo contemporáneo, publicado en 1931, y The League of Nations and the Rule of Law 1918-1935, aparecido en 1936, fueron las primeras referencias al idealisRousseau en el Idealismo por sus ideas sobre democracia y el respeto a las normas del derecho. 2 Respecto a estos pensadores, se puede consultar: Karen Mingst, Fundamentos de las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2009.

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mo como un enfoque teórico de las Relaciones Internacionales. Zimmern proponía que las normas internacionales y las instituciones eran generadoras del orden internacional y que los Estados debían actuar en función de esas normas para evitar el conflicto y promover la paz. Principales precursores Tomás de Aquino (1224-1274) Teólogo y filósofo italiano fundador de la teología cristiana. Plantea la primera separación entre el derecho natural y el eclesiástico. Fue el primero en separar la ley en la esfera social y en los asuntos internacionales. Immanuel Kant (1724-1804) Filósofo alemán precursor de la Ilustración. Fue uno de los primeros en proponer el uso de la razón y no la religión para explicar los fenómenos de la realidad. Su obra La paz perpetua contribuyó significativamente para darle contenido al idealismo como enfoque teórico de las Relaciones Internacionales. Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) Filósofo franco-suizo impulsor de las ideas de la Ilustración. En su obra principal, El contrato social, Rousseau expone algunas ideas que más tarde sirvieron para la construcción del idealismo. Este pensador proponía la democracia como forma de gobierno basada en el respeto a las leyes. También contribuyó con ideas relacionadas con la soberanía y el nacionalismo. Rousseau planteó que el hombre era bueno por naturaleza. Montesquieu (1689-1755) Filósofo francés importante impulsor de la Ilustración. Fue un promotor del liberalismo y la teoría de la separación de poderes. Sus ideas también contribuyeron a la formación del idealismo. Woodrow Wilson (1856-1924) Profesor y político estadounidense impulsor del idealismo. Fue presidente de Estados Unidos entre 1913-1921. En 1918 planteó los famosos 14 puntos cuyo objetivo era asegurar la paz. Fue un actor relevante en los Tratados de Versalles de 1919 e impulsó la creación de la Sociedad de Naciones, incluida en sus 14 puntos. Fue premio Nobel de la Paz en 1919. Sus ideas fueron muy influyentes en la conformación del idealismo como enfoque teórico de las Relaciones Internacionales. Alfred Zimmern (1879–1957) Académico y diplomático británico. Fue el primero en ocupar la cátedra de política internacional Woodrow Wilson en la Universidad de Aberystwyth. Fue promotor de la Liga de las Naciones y de la UNESCO. Fue uno de los primeros precursores del idealismo como enfoque teórico de las Relaciones Internacionales.

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PRINCIPALES PREMISAS TEÓRICAS DEL IDEALISMO CLÁSICO El idealismo mantiene diferentes ópticas respecto a la realidad mundial. Sin embargo, lo que une a sus proponentes es una serie de supuestos acerca de la política internacional. De manera general, ellos observan al mundo bajo los siguientes principios. Como lo planteaba Rousseau, la naturaleza humana es básicamente benigna y por lo tanto la sociedad puede alcanzar la ayuda mutua y la cooperación. En este sentido, la paz se puede lograr mediante la voluntad política de los actores. Con ello, no habría necesidad de la guerra si todos los Estados respetan las leyes internacionales. Para los idealistas, la guerra es evitable y su frecuencia puede disminuirse si se logran erradicar las condiciones anárquicas del sistema internacional.3 Los idealistas confirman que el Estado es uno de los principales actores del sistema internacional, aunque no el único. De tal forma, que se reconoce la existencia de un número importante de actores no estatales que también pueden influir en el sistema internacional. Las organizaciones internacionales e incluso los individuos adquieren un papel importante también. Asimismo, los defensores del idealismo aceptan que el sistema internacional se caracteriza por la anarquía. Para mitigar la anarquía, los idealistas proponen la creación de instituciones que puedan dar orden al caos. Otro supuesto del idealismo es que los Estados deben conducir su política exterior de acuerdo al derecho internacional. Es decir, tienen que fundamentar sus acciones en normas, principios y doctrinas. Así, el conflicto entre los Estados se reducirá drásticamente. De igual forma, los Estados deben apegarse a las organizaciones internacionales. De esta manera, la cooperación y la solución conjunta de problemas mutuos serán más fáciles de alcanzar. Desde la perspectiva idealista, los problemas mundiales demandan soluciones colectivas o multilaterales en lugar de decisiones unilaterales. La sociedad internacional debe organizarse por medio de instituciones mundiales para reducir los enfrentamientos bélicos. La historia ha enseñado que la cooperación internacional es posible mediante de la voluntad política de los actores. En buena medida el idealismo de las Relaciones Internacionales está íntimamente vinculado al liberalismo. Por ejemplo, la guerra puede evitarse si prevalece un sistema democrático, puesto que todos comparten y 3 Para una síntesis de los supuestos idealistas, se recomienda: Tim Dunne, “Idealism”, en John Baylis y Steve Smith (eds.), The Globalization of World Politics: An Introduction to International Relations, Oxford, Oxford University Press, 2011, pp. 113-124; Federico Merke, “Liberalismo”, en Thomas Legler et al., Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la política global, México, Oxford, 2013, pp. 13-23; Karen Mingst, op. cit. Rafael Velázquez, “Idealismo”, en José Luis Orozco y Consuelo Dávila (coords.), Breviario Político de la Globalización, México, Fontamara-UNAM, 1997, pp. 211-217.

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respetan las reglas establecidas. Así como los liberales están a favor de un sistema capitalista de libre comercio, los idealistas plantean que el sistema capitalista es el mejor instrumento para generar cooperación internacional y evitar los conflictos. Al igual que la economía, en las relaciones internacionales los Estados buscan maximizar los beneficios y minimizar los costos. Sobre este punto, la mayoría de los idealistas estaría de acuerdo.

EL DEBATE ENTRE EL IDEALISMO Y REALISMO En la disciplina de las Relaciones Internacionales, el debate teórico entre el idealismo y el realismo ha ocupado un lugar muy importante. La controversia no ha sido agotada y en la actualidad los internacionalistas siguen discutiendo en diferentes foros este tema. En buena medida el origen de este debate y de las críticas surge luego del fracaso del idealismo para prevenir la Segunda Guerra Mundial. Durante la década de los cincuenta y sesenta, algunos profesores e investigadores de los asuntos mundiales centraron sus análisis teóricos en el debate idealismo versus realismo. A pesar de la presencia de especialistas que favorecían al idealismo, el realismo fue el enfoque dominante después de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, diversos especialistas han afirmado que entre el idealismo y el realismo existe un irreconciliable antagonismo. Si bien existen diferencias teóricas entre ambos, también es cierto que prevalecen ciertas coincidencias, aunque con sus matices, en cuanto a la visión de las relaciones internacionales. Por ejemplo, ambos enfoques comparten la percepción de anarquía en la sociedad internacional y consideran al Estado como un actor importante de las relaciones internacionales; no obstante, el realismo enfatiza más el predominio del Estado, mientras que el idealismo considera el creciente papel de otros actores no estatales. Asimismo, ambos son descriptivos y normativos en cuanto a sus poderes de explicación. Para los realistas, las motivaciones centrales son el interés nacional, la seguridad y el poder; mientras que para los idealistas son las necesidades humanas y sus satisfactores. En este sentido, en la visión realista el proceso es la búsqueda de la seguridad y sobrevivencia, mientras que en el idealismo es el efecto agregado de las decisiones hechas por los actores nacionales y no nacionales, así como la forma en que las unidades enfrentan una creciente agenda de amenazas y oportunidades que se derivan de las necesidades humanas. En el enfoque realista, las posibilidades de cambio en el sistema internacional son bajas, mientras que para el idealismo son más altas debido al

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cambio científico-tecnológico. En cuanto a las fuentes teóricas, las evidencias y la introspectiva, el realismo se basa fundamentalmente en la política y la historia; mientras que el idealismo se cimienta en un gran número de ciencias sociales, así como de ciencias naturales. Premisas básicas del idealismo clásico • Los Estados no son los únicos actores del sistema internacional; existen otros actores influyentes, como las organizaciones internacionales y los individuos. • Los Estados no son necesariamente unitarios puesto que existen actores subnacionales con distintas preferencias sobre cómo actuar en la política internacional. • Los idealistas consideran el interés nacional no en términos de poder como lo hacen los realistas. Para ellos, el interés nacional está vinculado a las principales necesidades económicas, políticas y sociales de los Estados. • El idealismo acepta que el sistema internacional es anárquico por naturaleza. Ante ello, propone que las instituciones y las normas son los mecanismos que pueden lograr la reducción de la anarquía. • En el idealismo, la agenda de la política internacional no es jerárquica. Todos los temas son importantes, como los derechos humanos, el medio ambiente, la pobreza, etc. • Los factores económicos y sociales son también relevantes y no solamente los de seguridad, como lo plantea el realismo. • Los Estados deben delegar la tarea de resolver los problemas comunes a organizaciones internacionales. • Los países deben recurrir a la negociación diplomática y a los mecanismos pacíficos como instrumentos de política exterior y evitar el uso de la fuerza militar. • Las medidas multilaterales son más efectivas que las acciones unilaterales.

Cuadro X.1. Idealismo clásico

Fuente: Elaboración propia.

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FORTALEZAS Y DEBILIDADES DEL IDEALISMO CLÁSICO El idealismo clásico resulta un excelente enfoque teórico para explicar los esquemas de cooperación entre los actores del sistema internacional. Asimismo, es una herramienta útil para entender la paz. Sin embargo, muestra deficiencias para explicar el conflicto. De hecho, los idealistas clásicos perdieron poder explicativo cuando se desató la Segunda Guerra Mundial, pues uno de sus principales objetivos era precisamente evitar el conflicto. Una fortaleza del idealismo es que propone, mediante el uso de instrumentos pacíficos, la solución de las controversias internacionales. Ello evita la destrucción y el derramamiento de sangre que ocurre durante las guerras. No obstante, la historia ha mostrado que la guerra se ha convertido en un mecanismo recurrente y que todavía falta mucho para que las personas tengan conciencia y voluntad para evitarla. La principal crítica que se le ha hecho al idealismo es su naturaleza utópica. Es decir, los idealistas plantean cómo deberían ser las cosas y no cómo son en realidad. Los realistas critican a los idealistas porque ignoran que las principales motivaciones de los Estados para actuar en el plano internacional son la seguridad y los intereses. Obviamente, los idealistas están conscientes que estos temas son importantes en la agenda mundial, pero no le conceden el mismo énfasis que le otorgan los realistas. Estudio de caso La conclusión de la Primera Guerra Mundial. Los Tratados de Versalles de 1919 Después de la Primera Guerra Mundial, estadistas y diplomáticos se reunieron en Versalles, Francia, en 1919 con el objetivo de establecer las bases de la paz. El enfoque utilizado fue el idealismo al establecerse tres mecanismos para evitar la guerra. El primero fue la instalación de la Sociedad de Naciones, como mecanismo para solucionar de manera pacífica las controversias entre los miembros. El segundo fue el mecanismo de la seguridad colectiva, cuya esencia es que si un actor es atacado entonces los demás Estados combaten al agresor de manera colectiva. Este principio buscaba desalentar el ataque de un Estado sobre otro. El tercer mecanismo fue el principio de la “Autodeterminación de los Pueblos”. Con éste, las naciones buscaban el respeto a la soberanía y a la libre determinación de sus formas de gobierno con el objetivo de evitar la intervención externa y las invasiones. El Tratado de Versalles y la Sociedad de Naciones prohibían de manera implícita la guerra como instrumento de la política internacional. Más adelante Francia y Estados Unidos firman el Pacto Briand Kellogg en 1928, el cual prohibía explícitamente el uso de la fuerza en las relaciones internacionales.

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EL IDEALISMO Y LA POLÍTICA EXTERIOR DE MÉXICO Al ser un país débil militarmente, México se ha caracterizado por ser un actor que proyecta su política exterior en función del Idealismo clásico. Efectivamente, a lo largo de la historia, México ha sustentado su política exterior en una serie de principios.4 Estos principios normativos son producto de las experiencias históricas en donde México sufrió invasiones externas, intervenciones de otras potencias en los asuntos internos del país y pérdida de territorio. Estos acontecimientos han impactado significativamente en la política exterior de México. Por ello, el país ha adoptado una posición defensiva, pacifista y apegada a las normas del derecho internacional. Esta práctica busca la no intervención de las potencias externas en los asuntos exclusivos de los mexicanos. En general, las relaciones internacionales del país han estado sustentadas en los principios normativos, como son la no intervención, la igualdad jurídica, la autodeterminación, la solución pacífica, entre otros. Existen varios ejemplos en donde México ha proyectado una política exterior basada en supuestos idealistas. En los años treinta y cuarenta del siglo XX, México fue un importante impulsor del derecho internacional, especialmente en la región latinoamericana. En esa época, el gobierno de Lázaro Cárdenas fortaleció la solidaridad regional mediante la creación de normas para regular las relaciones entre los Estados. A finales de los años treinta, el país rechazó y condenó todas las agresiones de Alemania, Italia y Japón. Cárdenas consideraba que la única vía para resolver los conflictos era la negociación diplomática y no el uso de la fuerza militar. Frente a Estados Unidos, México también ha recurrido a visiones idealistas para lidiar con el vecino. Por ejemplo, en el ámbito migratorio, el gobierno mexicano ha recurrido a organizaciones internacionales –como la Corte Interamericana de Derechos Humanos– para obligar a Estados Unidos a respetar los derechos humanos de los migrantes. Asimismo, México ha propuesto tratados bilaterales con el objetivo de resolver los problemas derivados de la migración irregular. Sin embargo, el país no ha tenido mucho éxito porque Estados Unidos ha considerado el tema migratorio como un asunto de política interna.

4 La Constitución mexicana establece ocho principios normativos de política exterior: 1) la autodeterminación de los pueblos; 2) la no intervención; 3) la solución pacífica de controversias; 4) la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; 5) la igualdad jurídica de los Estados; 6) la cooperación internacional para el desarrollo; 7) el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos; y, 8) la lucha por la paz y la seguridad internacionales.

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COMENTARIOS FINALES Por su naturaleza utópica, el idealismo clásico ha sido, en la actualidad, un enfoque teórico poco utilizado para explicar los fenómenos internacionales. Ante esta realidad, los impulsores de esta visión han tenido que renovar su discurso y planteamientos para proponer ideas que se adapten y expliquen las condiciones prevalecientes en el mundo hoy. Es en este contexto que ha surgido como una alternativa el neoliberalismo institucional, cuyas bases se encuentran en el idealismo clásico pero de una forma renovada. El neoliberalismo institucional logró fortalecer la capacidad explicativa de los defensores de las visiones liberales del mundo. De igual forma, el idealismo clásico ha sido la base para otras teorías de relaciones internacionales, como son el institucionalismo, el funcionalismo, el constructivismo y otras. A pesar de lo anterior, el idealismo sigue vigente en la actualidad. Los encargados de la política internacional no deben olvidar que las normas y las instituciones son capaces de resolver el conflicto y generar esquemas de cooperación. En la actualidad, las interacciones entre actores internacionales se desarrollan en su mayoría de forma pacífica. Cada día se generan cientos de vínculos de cooperación entre los distintos actores del sistema internacional. Es decir, los vínculos de conflicto son menores. Esta característica hace que el idealismo mantenga presencia como un enfoque útil de las Relaciones Internacionales.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Quiénes fueron los primeros precursores del idealismo clásico y cuáles fueron los primeros planteamientos? 2. ¿Bajo qué contexto histórico surge la disciplina de las Relaciones Internacionales y qué eventos llevaron a la construcción del idealismo clásico? 3. ¿Cuáles son las principales debilidades y fortalezas del idealismo clásico como herramienta explicativa de la realidad internacional? 4. Mencione tres pensadores que con sus ideas contribuyeron a la formación del idealismo clásico como un enfoque teórico de las Relaciones Internacionales

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5. Indique tres supuestos básicos del idealismo clásico. 6. ¿Qué significa que el sistema internacional tiene como principal característica la anarquía? 7. Desde la perspectiva idealista, ¿qué elemento puede mitigar la anarquía? 8. ¿Cuáles son los principales objetivos que tienen los Estados desde la visión idealista?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Baldwin, David, Neorealism and Neoliberalism: The Contemporary Debate, Nueva York, Columbia University Press, 1993. Barbé, Esther, “El estudio de las Relaciones Internacionales. ¿Crisis o consolidación de una disciplina?”, Revista de Estudios Políticos, núm. 65, 1989, pp. 131-196. Baylis, John y Steve Smith (eds.), The Globalization of World Politics: an Introduction to International Relations, Oxford, Oxford University Press, 2011. Carr, Edward, The Twenty Years' Crisis 1919-1939, Londres, Macmillan Company, 1962. Dickinson, Goldsworthy, The International Anarchy 1904-1914, Londres, Century, 1926. Dunne, Tim, “Idealism”, en John Baylis y Steve Smith (eds.), The Globalization of World Politics: an Introduction to International Relations, Oxford, Oxford University Press, 2011, pp. 113-124. Kant, Immanuel, La paz perpetua, Madrid, Aguilar, 1967. Kauppi, Mark y Paul Viotti, The global Philosophers: World Politics in Western Thought, Nueva York, Lexington Books, 1992. Kegley, Charles, “The Neoliberal Challenge to Realistic Theories of World Politics, an Introduction”, en Charles Kegley, Controversies in International Relations Theory, Realism and the Neoliberal Challenge, Nueva York, St. Martin's Press, 1995. Merke, Federico, “Liberalismo”, en Thomas Legler, Arturo Santa Cruz y Laura Zamudio González (eds.), Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la política global, México, Oxford, 2013, pp. 13-23.

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Mingst, Karen, Fundamentos de las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2009. Velázquez, Rafael, “Idealismo”, en José Luis Orozco y Consuelo Dávila (coords.), Breviario Político de la Globalización, México, FontamaraUNAM, 1997, pp. 211-217. Zimmern, Alfred, The Study of International Relations, Oxford, Clarendon Press, 1931. –––––––, The League of Nations and the Rule of Law 1918–1935, Londres, Macmillan, 1936.

REFERENCIAS Mingst, Karen, Fundamentos de las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2009. Dunne, Tim, “Idealism”, en John Baylis y Steve Smith (eds.), The Globalization of World Politics: An Introduction to International Relations, Oxford, Oxford University Press, 2011, pp. 113-124 Merke, Federico, “Liberalismo”, en Thomas Legler et al., Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la política global, México, Oxford University Press, 2013, pp. 13-23. Velázquez, Rafael, “Idealismo”, en José Luis Orozco y Consuelo Dávila (coords.), Breviario Político de la Globalización, México, FontamaraUNAM, 1997, pp. 211-217.

1 XI. TEORÍA NORMATIVA INTERNACIONAL

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INTRODUCCIÓN

E

l ámbito de estudio de las Relaciones Internacionales (RI) asume, sin duda, una dimensión moral. Cuando en el ámbito internacional se pretende analizar la guerra, la justicia, la paz y los derechos y obligaciones de los actores en la escena mundial, se plantea la necesidad de una herramienta de valoración moral. A partir de ésta se generan cuestionamientos tales como: ¿Qué es lo que constituye una causa justa para la guerra? ¿Qué agentes del sistema internacional tienen la autoridad para declarar la guerra? ¿Son los Estados moralmente autónomos en relación con la sociedad internacional? ¿Qué principios regulan la protección de los derechos humanos? ¿Existe la posibilidad de encontrar lineamientos morales compartidos entre los agentes implicados? Si toda vida política está intrínsecamente ligada a la comunidad, ¿qué responsabilidades se adquieren con los demás? ¿Existen obligaciones morales para aquellos más allá de las fronteras estatales? ¿Cómo debe relacionarse una comunidad con otra en términos de poder y en términos legales? Las respuestas a estos cuestionamientos sobrepasan el alcance de perspectivas puramente positivistas o racionalistas. Atendiendo a dicha problemática, este capítulo busca identificar la relevancia de dichas preguntas de carácter normativo para explicar las dinámicas complejas del escenario internacional a partir de la teoría normativa internacional (TNI). Las herramientas que serán explicadas posteriormente a partir de diferentes fuentes comparten el objetivo gene1 El nombre de esta teoría es compartida por académicos como Mervyn Frost, Chris Brown, Molly Cochran y Toni Erskine. También se conoce como International Political Theory (IPT) en su versión inglesa, como puede verse en los trabajos de Charles Beitz, Andrew Linklater y Anthony Lang Jr., entre otros.

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ral de explorar las expectativas morales, decisiones, acciones y dilemas en las relaciones internacionales. La multidisciplinariedad de este enfoque enriquece el análisis de casos de estudio específicos como se presentarán al final de este capítulo.

PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA TEORÍA NORMATIVA INTERNACIONAL El primer elemento que es fundamental reconocer en este enfoque teórico es la relevancia de las normas, particularmente de las normas morales. El carácter normativo de esta teoría no se fundamenta en lo jurídico sino en lo filosófico-político. Por lo tanto, se refiere a un análisis y reflexión sobre los problemas morales y éticos de las relaciones internacionales tanto en la teoría como en la praxis.2 Estas normas implican tanto una fuerza prescriptiva –la cual indica qué deben de hacer los agentes y qué deben evitar hacer en el ámbito internacional–, así como sus expectativas morales. Es el peso de estas expectativas que sirve como guía de aquello que se permite, se prohíbe y se promueve dentro de un marco normativo moral y que impacta el desempeño de los agentes en el escenario internacional. Este enfoque reafirma la importancia de la ética pero no hace de ésta su objeto de estudio sino que analiza su relación con las normas morales y los valores. De esta forma, confronta y evalúa la relación entre la interpretación y el significado de las normas morales y la forma en que son aplicadas en la política internacional. Chris Brown afirma que por teoría normativa de las relaciones internacionales se entiende aquella producción intelectual que trata de la dimensión moral de las relaciones internacionales y de las cuestiones más amplias del significado y de interpretación que genera la disciplina.3 Por lo tanto, se refiere a una percepción de justicia/injusticia que se expresa en el interés de construir un marco normativo para regular las relaciones a nivel intraestatal e interestatal de los distintos agentes que afectan las relaciones internacionales. Este interés tiene implicaciones directas sobre la moralidad de la guerra, de intervención y la creación de 2 Como lo afirma Iñaki Aguirre Zabala, este enfoque normativo “es un consideración filosófica de los principios y fundamentos más generales de la moralidad internacional y de la ética de las relaciones internacionales, consideración previa al establecimiento o al estudio técnico de cualquier ‘orden internacional’ político, económico o jurídico y por tanto anterior –en el sentido de una prelación lógica más de que una antelación temporal–a la norma positiva de derecho internacional o a cualquier ordenamiento o régimen jurídico internacional sea cual sea su origen o naturaleza”. “La Teoría Normativa de las Relaciones Internacionales, Hoy”, Cursos de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de Vitoria-Gasteiz, documento electrónico disponible en http://www.ehu.es/cursosderechointernacional vitoria/ponencias/pdf/1995/1995_3pdf (consultado el 15 de agosto de 2013). 3 Chris Brown, International Relations Theory. New Normative Approaches, Londres, Harvester-Wheatsheaf, 1992, p. 3.

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condiciones para construir una justicia y paz reales en la sociedad internacional. Un segundo fundamento de esta teoría es definir quién cuenta como agente moral y hacia quién se aplican las responsabilidades morales. El agente moral es la entidad que goza de una capacidad deliberada y consciente de acción sobre su entorno, incluidos otros agentes. Estos pueden ser los Estados, organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales e individuos. El definir al agente moral, le otorga una responsabilidad respecto a aquéllos sobre los cuales ejerce influencia. Por ende, es de suma importancia para esta teoría identificar claramente quién se considera beneficiario de la acción moral de dichos agentes. Cuando se hace una distinción moral hacia la “otredad” expresada en el “extranjero”, el “ilegal” o el “enemigo”, se les despoja de los beneficios del comportamiento moral del agente, lo cual los hace objeto de abusos. Por lo tanto, la perspectiva que se utilice para identificar quiénes cuentan como agentes morales y quiénes cuentan como beneficiarios de las acciones de dichos agentes, es fundamental para la TNI. Este punto es crucial para entender el debate entre los comunitaristas y cosmopolitas, el cual será explicado más adelante. El tercer elemento a destacar es que la TNI reconoce que los actores políticos en la escena internacional son agentes morales. Es a partir de sus capacidades para influir en su entorno que se puede observar una relación causal entre la agencia y la responsabilidad moral. Dicha responsabilidad moral está relacionada, en primer lugar, con lo que deben de hacer y de evitar para ser considerados moralmente buenos. En segundo lugar, como una visión retrospectiva en donde se realiza un balance sobre su acción para fomentar una rendición de cuentas que incluya una aceptación de responsabilidad, culpa o reconocimiento frente a otros agentes morales. Por lo tanto, existe un ámbito normativo moral-ético global en donde los diferentes actores influyen y, al ser agentes morales, están sujetos a una responsabilidad moral que es analizada por la TNI.

ORÍGENES Y FUENTES DE LA TNI El origen de este enfoque teórico se explica en dos grandes vertientes. La primera se refiere a una herencia que data de varios siglos, y la segunda que identifica una formación reciente que respondió a nuevas condiciones geopolíticas en la segunda mitad del siglo XIX. ¿Cuál explicación es la correcta? Existe un consenso en que ambas son adecuadas, ya que la primera es el bagaje histórico-filosófico que nutre el resurgimiento del estudio

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Figura XI.1. Teoría normativa internacional en perspectiva

política

Ley natural

Teoría normativa internacional

moral RI

“Guerra justa”

ONG’s

RI

Fuente: Elaboración propia.

normativo ahora dentro de una disciplina académica de creación reciente como son las Relaciones Internacionales. El primer enfoque fundacional de esta teoría se basa en la idea de que toda vida política se crea en comunidades. Por lo tanto, la integración consciente y deliberada en sociedades con un origen, identidad y pertenencia particular, puede verse en la Grecia clásica. En ella, los grandes filósofos como Platón y Aristóteles se encargaron de establecer una conciencia de naturaleza humana explicada en relación con la comunidad y, por ende, en la forma de relacionarse armónicamente entre unos y otros. Esta versión occidental puede tener su homólogo en las directrices confucianas de Oriente, en donde la responsabilidad y normas éticas estaban ligadas también a un desarrollo espiritual en el ámbito material de las comunidades. Conforme surgen nuevas condiciones ideológicas, materiales y geopolíticas en Occidente, tanto filósofos como pensadores dieron forma a novedosos enfoques sobre el carácter moral y ético de la vida en comunidades y, posteriormente, en Estados. 4 Por lo tanto, la construcción nor4 Además de los pensadores griegos clásicos (Platón, Aristóteles, Tucídides) se deben tomar en cuenta: el pensamiento medieval (Eusebio, San Agustín, Al-Farabi); el enfoque cristiano clásico de las relaciones internacionales (Dante Alighieri, Martín Lutero, Tomás de Aquino, Francisco de Vitoria). Asimismo, una referencia a los pensadores herederos del orden Westfaliano (Maquiavelo, Bodino, Hamilton, Burke); teóricos del derecho internacional (Grocio, Hobbes, De Vattel); y de la Ilustración (Montesquieu, Hume, Smith, Rousseau, Kant). Este enfoque hace también

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mativa ha estado en función de características históricas particulares, lo cual plantea una revisión crítica de pensadores clásicos de la teoría política, quienes influyen en la construcción actual de derechos, reglas y responsabilidades en su ámbito normativo/ético. Dicha revisión sobrepasa los objetivos de este capítulo pero es recomendable identificar la herencia de dichos pensadores en el entendimiento y la aplicación de los principios morales en la política internacional. Este enfoque –basado en una filosofía moral y teoría política–, que se fortaleció con el aspecto normativo inherente a la creación de la Sociedad de Naciones y el compromiso de evitar un nuevo conflicto mundial, sufrió un revés con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. La incapacidad del proyecto idealista para garantizar la paz, sentaba las bases para fortalecer el realismo basado en un entendimiento de un entorno anárquico de auto-ayuda (self-help) para explicar las dinámicas internacionales. Con la creación de un relativismo moral, se desarrolla un sesgo hacia un enfoque científico que puede describirse como “positivista” o, para ser más específicos, “neopositivismo” en donde el rol de las normas y de acuerdos intersubjetivos de valor moral no tiene cabida. Esta etapa es descrita por Steve Smith como “un extraño desvío” de la disciplina de Relaciones Internacionales que la alejaron de su carácter normativo como consecuencia de la “dominación del positivismo como ortodoxia epistemológica”.5 En una siguiente fase que corresponde al tercer gran debate de las Relaciones Internacionales, el paradigmático, se creó una nuevo planteamiento metateórico y ontológico de cuestionamiento moral y ético. Las contribuciones del físico Thomas S. Kuhn sobre la existencia de distintos paradigmas en la escena internacional y el influyente libro Teoría de la Justicia, de John Rawls,6 sentaron nuevas condiciones para otros desarrollos filosófico y político-normativo en las Relaciones Internacionales, como lo fue la contribución de Charles Beitz. Los problemas internacionales presentes durante la Guerra Fría llevaron a revisar los principios morales de la guerra, las obligaciones de intervención y los derechos de soberanía. Por ejemplo, la Guerra de Vietnam (1959-1975) generó una movilización en Estados Unidos al ser testigo del sufrimiento infringido en la sociedad civil vietnamita, en donde escenas de mujeres y niños no combatientes muertos en la guerra referencia a la influencia en teoría política del siglo XIX (Hegel, Stuart Mill, Mazzini) y de la sociedad industrial y de relaciones internacionales (A. Smith, D. Ricardo, Marx, Engels y Shumpeter), entre otros. 5 Steve Smith, “The Forty Years' Detour: the Resurgence of Normative Theory in International Relations”, Millennium: Journal of International Studies, vol. 21, núm. 3, 1992, p. 489. 6 En este libro de 1971, Rawls planteó preguntas sobre la justicia distributiva a partir de la concepción de la “posición original”. Esta se refería a que los individuos al estar libres de prejuicios tenderían a aceptar los principios de justicia en la sociedad.

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cimbraron la conciencia colectiva norteamericana. Asimismo, la llamada crisis de los misiles (1962), la Guerra de los seis días (1967), la violación de los derechos humanos perpetrados por el grupo del Khmer Rouge en Camboya y la frágil estabilidad en función de la posesión de armas nucleares, entre otros, provocaron una necesidad de repensar las relaciones internacionales en términos de obligaciones morales ya que lo que estaba en juego era la supervivencia. Dicha supervivencia no era sólo hacia un Estado sino que estaba referida a la humanidad en general. Nuevos planteamientos sobre la moralidad en el mantenimiento de la paz a partir de una amenaza nuclear llevó a una revisión de la antigua tradición de la “guerra justa”. Asimismo, el proceso de descolonización y los conflictos internos derivados de dicho proceso generaron una revisión de conceptos tales como justicia, derechos y obligaciones que fueron codificados en mecanismos jurídicos internacionales mediante tratados y convenciones, hoy pilares del derecho internacional público. La creciente conciencia de un mundo globalizado entrañaba una discusión sobre las obligaciones hacia “el otro” que permanece en un Estado, en una comunidad y en un grupo social distante. La referencia de pertenencia a un grupo (visión etnocéntrica) empezó a ser retada por la pertenencia a una misma raza humana dentro de un espacio compartido que trasciende fronteras estatales (visión mundocéntrica). Esta atención sobre la cuestión de la justicia más allá de las fronteras del Estado, aunado a una nueva discusión al interior de la disciplina de las Relaciones Internacionales con el cuarto debate,7 generaron las condiciones para construir un enfoque teórico normativo. De esta forma, una primera generación de académicos normativos planteó sus propuestas durante las últimas dos décadas del siglo XX, entre ellos destacan Charles Beitz, Stanley Hoffmann, Andrew Linklater, Terry Nardin, Mervyn Frost y Chris Brown. Las discusiones posmodernas y la proliferación de conflictos de tipo étnico y religioso que se presentaron después de la Revolución iraní de 1979, contribuyeron a que una nueva generación de académicos fortaleciera la discusión teórica normativa. Más aún, con las políticas de intervención de Estados Unidos en Medio Oriente, la llamada “lucha contra el terrorismo” a partir del 11 de septiembre de 2001 y el freno a la profundización de una integración al 7 Se pueden observar cuatro grandes debates en la disciplina de las Relaciones Internacionales que han ido dando respuesta a la evolución de la misma durante el siglo XX. El primer debate se caracterizó por una diferencia en el carácter ontológico de la disciplina entre realistas e idealistas en el periodo entre guerras de los años treinta; el segundo se enfocó en al carácter metodológico entre los tradicionalistas frente a los behaviouristas o positivistas a partir los años sesentas; el tercer debate fue un encuentro interparadigmático en los años setentas y primera mitad de los años ochenta; el cuarto debate se ha desarrollado desde la segunda mitad de los años ochenta, entre el enfoque realista y reflectivista, y ha sentado las bases para ir construyendo una disciplina cada vez más abierta a incorporar variables de estudio con un enfoque multidisciplinario.

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interior de la Unión Europea con el rechazo a tener una Constitución compartida, han sido temas presentes dentro de la agenda de los teóricos normativos. De esta nueva generación destacan Molly Cochran, Kimberly Hutchings, Richard Shapcott, Toni Erskine, Anthony Lang Jr. y James Pattison. Por lo tanto, este enfoque teórico se enriquece de tres fuentes principales: teoría política, filosofía moral y Relaciones Internacionales. A partir de ellas, la TNI presenta una posibilidad teórica integral y constituye un esfuerzo por promover un enfoque normativo de las relaciones internacionales que dista mucho de ser común. Con dichos elementos, identifica además tres distinciones básicas a definir en cada caso en función de la perspectiva con la cual se interpreta (dentro/fuera), el tipo de concepción moral (universal/particular) y el nivel que ocupa (sistema/ sociedad) la norma moral. Teoría Política: dentro/fuera Un debate vigente dentro de la TNI es el que concierne al significado moral de las identidades particulares y la definición de quién cuenta en el espectro moral más allá de dichas afiliaciones específicas. Esta discusión conlleva la distinción dentro/fuera, es decir, a concepciones comunitaristas y cosmopolitas respectivamente. Los comunitaristas plantean un enfoque etnocéntrico, en donde las identidades de grupo son lo más importante, por lo cual las responsabilidades morales son encaminadas a dicho grupo. De esta manera, el agente moral es primero miembro de una colectividad hacia la cual tiene obligaciones y puede identificarse por su nacionalidad, creencia religiosa o el lugar que ocupa en una familia. En esta perspectiva no se indica una responsabilidad moral con aquellos fuera de la colectividad base; por lo tanto, no hay necesidad de ocuparse de asuntos externos. En particular, la perspectiva comunitarista en la TNI es Estadocéntrica, pues trata a la comunidad moral y al Estado como sinónimos, cuya responsabilidad moral son los ciudadanos asentados dentro de sus fronteras. Los agentes internos (“dentro”) gozan de un beneficio por parte de los comunitaristas, mientras que los externos (“fuera”) son vistos con un posicionamiento moral limitado. Esta perspectiva ha sido criticada por los cosmopolitas, quienes la acusan de establecer una valoración moral viciada a favor de los miembros del grupo. Con ello deja de reconocerse un principio de igualdad universal y se enfocan los esfuerzos para salvaguardar la seguridad de los

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ciudadanos que, a su vez, son portadores de responsabilidades morales con sus conciudadanos. Ante tal situación, los cosmopolitas afirman que existe una sola forma de mantener un orden normativo moralmente bueno. Hoffman afirma que “para la tradición cosmopolita, la fuente última de valor será, en consecuencia, el individuo entendido como parte de un conjunto más amplio, el de la especie” 8 con la cual tiene una responsabilidad de preservarla. Es importante señalar que dentro de esta perspectiva cosmopolita se puede observar una rama política y otra ética. Los cosmopolitas políticos afirman la necesidad de eliminar o transformar las fronteras estatales, con la finalidad de tener un gobierno mundial o al menos un sistema de representación que trascienda la necesidad de divisiones políticas. Por su parte, los cosmopolitas éticos promueven una postura de igualdad moral global incluso si mantienen las fronteras estatales. Es por ello que la vertiente cosmopolita ética es la que está presente en los debates de la TNI. Por lo tanto, se reafirma la igualdad de derechos y obligaciones morales a nivel mundocéntrico, en donde las fronteras estatales carecen de validez restrictiva y son trascendidas por una visión moral normativa mayor. La distinción dentro/fuera es vista en el entendimiento de que existe una interacción de interdependencia de la cual no se puede escapar y esta visión es trascendida por el reconocimiento de una igualdad moral global. Así, la responsabilidad moral de los agentes es con la humanidad en su conjunto, haciendo de dichos agentes “ciudadanos del mundo”. De esta manera, las distinciones por nacionalidad, género, religión o afiliación estatal son irrelevantes, ya que hay una afiliación intrínseca a la raza humana sin importar las diferencias etnocéntricas. La posición de los cosmopolitas éticos es negar que las fronteras políticas, culturales, nacionales, religiosas o ideológicas puedan demarcar un sector ajeno a una normatividad moral. Se puede entonces mantener las fronteras políticas como parte de un sistema internacional organizado en entidades políticas diferenciadas, pero con una norma moral que las une y responsabiliza entre ellas. Evidentemente, esta perspectiva es criticada por los comunitaristas por fomentar un incumplimiento del deber moral con los miembros de la propia comunidad, con los cuales se tiene la mayor, si no es que la única, responsabilidad. Estas perspectivas contribuyen a identificar la fuente de los valores morales respecto al ámbito de las obligaciones hacia los 8 Mark Hoffman, “Normative International Theory: Approaches and Issues”, en A.J.R. Groom y Margot Light (eds.), Contemporary International Relations: A Guide to Theory, Londres, Pinter Publishers, 1994, p. 29.

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“otros”.9 Este conflicto de identidades que había ya planteado Charles Beitz fue desarrollado con mayor profundidad por Andrew Linklater, quien identifica una identidad individual humana y otra ciudadana, la primera en relación con la humanidad y la otra con un Estado o comunidad particular.10 Es por lo tanto una discusión vigente y fundamental dentro de la TNI.

Filosofía moral: universal/particular La TNI presenta dos tipos de expresiones que pueden atribuirse a un legado de la filosofía moral y que corresponda a la distinción de la aplicación universal/particular de lo moralmente bueno y malo.11 Estos dos tipos de expresiones normativas son la deontológica y la consecuencialista. Ambas suponen una valoración moral respecto a los medios y los fines de acciones particulares, atribuyendo una dimensión de aplicación universal de lo considerado intrínsecamente bueno (perspectiva deontológica) y lo que es valorado como bueno por sus efectos (perspectiva consecuencialista). Desde el punto de vista deontológico, palabra que deriva del griego deon (deber), existen actos que son intrínsecamente malos sin importar las consecuencias. Por ejemplo, el quitarle la vida a una persona inocente, la tortura a prisioneros de guerra o iniciar una intervención bélica en otro Estado sin el consentimiento de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a partir de justificaciones particularistas ideológicas, religiosas o políticas son actos moralmente malos. La moralidad para este tipo de normatividad consiste en que tanto los medios como los fines sean buenos. Es decir, no se justifica el infligir sufrimiento en unos pocos para salvaguardar el bien común. La violación a los derechos de unos cuantos considerados enemigos para proteger a miles de inocentes no constituye un acto moralmente bueno. La ética kantiana y los principios de la Ley natural son ejemplos de este tipo de normatividad que se aplica no sólo a nivel individual, sino también a acciones estatales y colectivas en el ámbito internacional. 9 Para profundizar en el estudio de esta dicotomía, véase Chris Brown, International Relations Theory: New Normative Approaches, Londres, Harvester Whestsheaf, 1992. 10 Andrew Linklater, Men and Citizens in the Theory of International Relations, Londres, Macmillan Press, 1982. 11Al respecto, Terry Nardin y David R. Mapel presentan una taxonomía de “tradiciones orientadas hacia la consecuencia” y aquellas “tradiciones orientales hacia la regla”, en “Convergence and Divergence in International Ethics”, T. Nardin y D.R. Mapel, Traditions of International Ethics, Cambridge, Cambridge University Press, 1992, pp. 297-322. Aquellas orientadas hacia la consecuencia son a) el realismo clásico y moderno, b) utilitarismo y marxismo. Por el contrario, las “tradiciones orientadas hacia la regla” son a) tradiciones bíblicas, b) tradición de ley natural, c) kantianadeontológica, d) la idea sobre los derechos, e) liberalismo y contractualismo, y f) la tradición del derecho internacional.

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Por otro lado, la normatividad consecuencialista se basa en una valoración de las consecuencias de acciones particulares. Si el resultado de una acción moralmente mala es evidentemente buena, entonces la acción es justificada e incluso recomendable. Por lo tanto se enfoca en los efectos de las acciones en lugar de las acciones en sí mismas. Por ejemplo, si el torturar a un prisionero de guerra permite ubicar al líder del ejército rival que inició una invasión, entonces la acción es justificada porque se podrá terminar la guerra al capturar al líder y proteger las vidas de gente inocente inmersa en un contexto de guerra. Se puede observar este enfoque en la doctrina de “guerra justa” y sus expresiones modernas con las intervenciones en Medio Oriente, derivadas de la designación de un “eje del mal” que debía ser atacado con toda la fuerza para liberar a los ciudadanos por cualquier medio de un régimen dictatorial y represivo.

Teoría de las Relaciones Internacionales: sistema/sociedad Es importante señalar que la TNI tiene contribuciones desde diferentes teorías de las RI, tales como el liberalismo, el constructivismo, la teoría crítica y el posestructuralismo. Por ejemplo, del realismo se incorpora el concepto de responsabilidad a partir de un propósito moral,12 mientras que del liberalismo podemos observar la primacía de la agencia del individuo sobre el Estado, por lo cual se incorpora un enfoque particular en los derechos individuales; así como la capacidad de los individuos para organizarse mediante un contrato social como el que propuso Locke13 con base en su libertad individual y en su derecho de la no intervención para garantizar la paz y la seguridad.14 Otros teóricos liberales relevantes son Adam Smith y su filosofía moral, 15 así como Emanuel Kant 16 y su idea de la emergencia de la paz a partir de la adopción de estructuras constitucionales republicanas por parte de los Estados. Desde el enfoque constructivista,17 hay el interés en estudiar las ideas, normas y reglas que estructuran el mundo a partir de acuerdos intersubjetivos que pueden dar origen a un sentido de identidad particular. CoHans Morgenthau, The Purpose of American Politics, Nueva York, Vintage Books, 1964. John Locke, Two Treaties of Government, Cambridge, Cambridge University Books, 1988 [1690]. 14 John Stuart Mill, “A Few Words on Non-Intervention”, Fraser's Magazine, reimpreso en Foreign Policy Perspectives, núm. 8, Londres, Libertarian Alliance, 2008 [1859], pp. 2-6. 15Adam Smith, An Inquiry into the Nature and causes of the Wealth of Nations, editado por Kathryin Sutherland, Oxford, Oxford University Press, 1993 [1776]. 16 Emmanuel Kant, Perpetual Peace: A Philosophical Sketch, en Herbert Reiss (ed.), Kant's Political Writings, Cambridge, Cambridge University Press, 1991 [1795]. 17 Desde un punto de vista general de esta teoría sin entrar en las diferencias entre los diversos enfoques al interior del constructivismo. 12 13

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mo lo comenta Arturo Santa Cruz, “parte fundamental del programa de investigación constructivista es presentar el proceso de formación de las preferencias estatales a través del análisis del proceso de interacción en el cual las identidades se crean”.18 Un proceso que lleva de por sí un carácter subjetivo y normativo, reconociendo a las normas –así como la estructura– no como causas inmediatas sino como pautas de comportamiento creadas en un contexto particular.19 Una de las principales contribuciones de la teoría crítica es el trabajo de Andrew Linklater en donde privilegia al hombre sobre la concepción de ciudadano en función de aquello que dota de valor moral y político a dichos agentes.20 Asimismo, Robert Cox provee de un contexto normativo al afirmar que mientras existen teorías que buscan solucionar problemas para responder preguntas desde la característica del mundo como es, la teoría crítica busca desarrollar formulaciones teóricas acerca de cómo debe ser el mundo.21 Por su parte, el posestructuralismo encuentra en el trabajo de R.B.J. Walker una lectura genealógica de la teoría política tradicional, en su caso de Maquiavelo y Hobbes, para profundizar en el entendimiento de estructuras del orden internacional. 22 Asimismo, David Campbell busca construir una respuesta ética a la “guerra justa” a partir del concepto de responsabilidad e invita a reformular una visión de las intervenciones armadas en conflictos internacionales.23 Por ejemplo, en el arreglo actual del sistema internacional, los Estados soberanos dan reconocimiento de ciudadanos a aquellos que cumplen con los requisitos para formar parte del mismo y, por ende, constituyen la fuerza desde dentro y son regulados por sus instituciones y leyes. Por otra parte, los extranjeros constituyen aquellos que quedan “fuera” de todo elemento constitutivo formal del Estado, por lo cual se requiere de la creación de nuevas normas para regular a dichas personas cuando estén dentro del Estado. Estas políticas de dentro/fuera tienden a generar condiciones particulares con las cuales interactúan con las otras dos distinciones antes mencionadas.

18 Arturo Santa Cruz, “Introducción”, en Arturo Santa Cruz (ed.), El Constructivismo y las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2009, p. 20. 19 Ibidem, p. 19. 20 Linklater, op. cit. 21 Robert Cox, “Social Forces, States and World Orders: Beyond International Relations Theory”, Millennium: Journal of International Studies, vol. 10, núm. 2, 1981, pp. 126-155. 22 R.B.J. Walker, Inside/Outside: International Relations as Political Theory, Cambridge, Cambridge University Press, 1993. 23 David Campbell, Politics without Principle: Sovereignty, Ethics and the Narratives of the Gulf War, Boulder, Lynne Rinner Publishers, 1993.

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COMENTARIOS FINALES Este enfoque teórico puede considerarse tanto ideacionalista como racionalista referido a ciertos tipos de derechos, reglas y responsabilidades aplicadas a los agentes que conforman la sociedad internacional. Es ideacional porque a partir de construcciones morales/normativas en tiempos y contextos políticos determinados, ha ido evolucionando y nutriéndose conforme evoluciona la sociedad. Es también un enfoque racionalista ya que descansa sobre una lógica de evidencia empírica al hacer afirmaciones sobre derechos, reglas y responsabilidades en el ámbito global 24 que incorpora un enfoque normativo moral como parte inherente a la constitución de los agentes. Dicho enfoque afecta la construcción y aplicación de los derechos, reglas y responsabilidades de dichos agentes, entendidos éstos como Estados, individuos, ONG’s, organizaciones terroristas, tradiciones religiosas y grupos derivados de éstos. Hay un reconocimiento del peligro de la estrechez analítica del Estado-centrismo y por ello se incorporan nuevos agentes que afectan las dinámicas internacionales. Sin embargo, es dentro de esta multiplicidad de agentes que la teoría encuentra la dificultad de identificar claramente las responsabilidades de cada uno de ellos y las sanciones que conllevan. Aún más, ¿qué mecanismos legales se utilizan para castigar a dichos agentes morales? ¿Es posible tener una normativa mundial sin atentar contra la libertad individual o la soberanía estatal? Este debate que se tiene al interior tanto entre comunitaristas como cosmopolitas está presente también en la crítica desde otras perspectivas teóricas. Ello constituye el mayor reto de esta teoría sin llegar a menoscabar la importancia de pensar el ámbito internacional en términos morales, ya que son los mismos agentes quienes dependen de un marco normativo para poder cooperar o, en su defecto, competir o enfrentarse. Asimismo, los estudiantes de Relaciones Internacionales que buscan aplicar la TNI en la explicación de casos de estudio, se enfrentan a la dificultad de identificar claramente los textos de referencia obligados para esta teoría. ¿Cuál obra de Aristóteles o Platón es la más importante para esta teoría? ¿Es necesario citar a Bodino o Maquiavelo en el análisis? ¿Es posible incorporar teóricos occidentales para tratar dinámicas orientales? ¿Cómo saber si se está revisando la bibliografía adecuada? Por ello es importante que tanto estudiantes como académicos interesados en aplicar esta teoría sean conscientes de que no existe una sola tradición o pensador clásico que pueda explicar la totalidad de variables en un conflicto. 24 Kimberly Hutchings, International Political Theory: Rethinking Ethics in a Global Era, Londres, Sage, 1999.

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Sin duda, la multiplicidad de actores invita a una visión amplia de la historia política, la Ciencia Política y las dinámicas internacionales. Conscientes de las complejidades propias de la globalización, incluyendo las distinciones dentro/fuera, universal/particular y sistema/sociedad, se sugiere una revisión exhaustiva de fuentes bibliográficas que sean relevantes para responder claramente a las preguntas que la teoría normativa presenta. En el caso de México, se tienen tres retos sustanciales para el desarrollo del enfoque normativo en el estudio de las Relaciones Internacionales. Primero, se requiere que las cátedras referidas al pensamiento político clásico o historia de las ideas políticas, se implementen en el inicio de la formación de los internacionalistas a fin de poder entender el origen no sólo de la disciplina de las Relaciones Internacionales, sino de conceptos centrales tales como justicia, soberanía, equidad, derechos humanos, responsabilidad y poder, entre otros. Segundo, integrar textos de referencia tanto de autores occidentales como de orientales, ya que se sigue privilegiando las obras de origen occidental como parte de una tradición anglosajona propia de la disciplina. Esto complejiza el correcto entendimiento de los conceptos antes mencionados en contextos geográficos, históricos y culturales distintos al pensamiento occidental. Tercero, fomentar el pensamiento crítico a partir de una correlación lógica de conceptos y dinámicas observadas a partir de autores clásicos y su aplicación para el análisis, valoración y explicación de fenómenos actuales tanto a nivel nacional como internacional. Existen grandes retos para la correcta aplicación de esta teoría, pero se tienen los recursos humanos y materiales necesarios para poder incentivar un análisis riguroso que ayude a incorporar el enfoque normativo e identificar la dimensión moral de una sociedad internacional cada vez más interdependiente. Dentro de esta interdependencia, se vislumbran nuevas dinámicas tanto de conflicto y de guerra como la posibilidad de construir un marco normativo para una paz real y sustentable. Premisas básicas de la teoría normativa internacional (TNI) • Las relaciones internacionales presentan una dimensión moral que requiere de un análisis normativo. • Se enfoca en el estudio de normas morales, aquellas que conllevan un sentido de obligación para los agentes implicados en la dinámica internacional.

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Premisas básicas de la teoría normativa internacional (TNI) (continuación) • Identifica qué actores cuentan como agentes morales y establece una valoración de la responsabilidad moral de dichos agentes. • Presenta herramientas para explorar las expectativas morales, decisiones y dilemas en la política mundial para encontrar la solución más justa y buena. • Las aportaciones morales, filosóficas y políticas hacen referencia a pensadores clásicos como Platón y Aristóteles, y formulaciones modernas como las de Charles Beitz, Mervyn Frost y posteriormente Molly Cochran o Anthony Lang, Jr., entre otros. • Sus tres principales fuentes son la teoría política, la filosofía moral y el enfoque teórico de las Relaciones Internacionales. • Las distinciones básicas para esta teoría son dentro/fuera, universal/particular y sistema/sociedad. • Las dos perspectivas más importantes que contienden en el ámbito normativo son la comunitaria (significado moral de comunidades y lealtades particulares) y la cosmopolita (significado moral universal de responsabilidad global). • Los dos tipos de decisiones se producen, desde la visión de esta teoría, en función de un carácter deontológico (existen acciones de naturaleza moral buena o mala) o consecuencialista (la moralidad de las acciones están en función de sus consecuencias). • Este enfoque utiliza la interacción de los siguientes conceptos: derechos, reglas y responsabilidades en función de una idea moral de bien y de justicia. • La teoría normativa internacional se basa en la idea de que los juicios morales importan ya que crean condiciones particulares para la paz o la guerra. Por lo tanto, es un enfoque que incluye el proceso de toma de decisiones en los diferentes niveles de análisis: individual, estatal e internacional.

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Estudio de caso Guerra contra el terrorismo y los detenidos en Guantánamo: ¿justicia o venganza? A partir de los ataques a Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, la sociedad internacional fue testigo de la operación militar “Libertad Duradera” (Enduring Freedom) que inició el 7 de octubre del mismo año. Ante tal situación, ¿Estados Unidos tiene una moralidad propia? ¿Qué ocurre cuando busca justicia en sus términos? ¿Es moralmente válido intervenir bélicamente en otro Estado para buscar dicha justicia? ¿Cuál es la responsabilidad moral de la sociedad internacional? En este caso se considera al Estado norteamericano como un agente moral y particularmente bueno, al ser éste un instrumento de la misión redentora de un “Destino Manifiesto” en contra de la amenaza del terrorismo global representado por Al Qaeda. Así, se emplea una visión normativa consecuencialista, en donde la aplicación de medios violentos es justificada para un bien mayor que está regido por una vocación hacia el bien moral. Se construyó un discurso basado en el peligro de Al Qaeda y la responsabilidad de los Estados que lo apoyaran. Se requería una respuesta moral adecuada que recaía en el pueblo estadounidense que, desde su discurso fundacional puritano de John Winthrop, es el elegido para ser ejemplo de la paz y la armonía. A partir de esta perspectiva comunitarista se crea una visión particular de justicia, en donde se trasforma el “castigo” como instrumento legítimo de justicia, en venganza. El castigo difiere de la venganza en el hecho de que se inflige un daño en respuesta a una violación de la norma, mientras que la venganza implica hacer daño en respuesta a transgredir un orden particular.25 Por lo tanto, el castigo debe ser útil para apoyar una regla general de comportamiento en la sociedad y no para satisfacer el deseo individual (o estatal) de causar daño al “otro”. Cuando se responde a un mal global, en este caso el terrorismo, se asume que el agente que comete la acción moralmente mala está fuera de la dimensión política en la que se mueven otros agentes y por ello la violenta. Esto resulta en una imposibilidad de reintegrarlo y la única opción para preservar la paz es destruirlo o removerlo completamente del ámbito político internacional. Una estrategia que se empleó fue la detención y encarcelamiento de presuntos colaboradores con el régimen talibán en la prisión en Guantánamo. Es importante destacar que la perspectiva de “otredad” es tal, que se les llamó “detenidos” y no “prisioneros de guerra” o “combatientes ilegales”, lo cual les negaba el trato justo establecido en los Convenios de Ginebra. Esto derivó nuevas discusiones desde el punto de vista normativo y cuestionamientos sobre cuáles serán las repercusiones para las concepciones de justicia, derechos, responsabilidades y normas en el ámbito internacional. En esto radica la importancia de las herramientas que provee la teoría normativa internacional para enfatizar la dimensión moral de las relaciones internacionales. 25 Anthony Lang, Jr. “Evil, Agency, and Punishment”, Confronting Evil in International Relations: Ethical Responses to Problems of Moral Agency, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2008, pp.89-114.

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PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Qué se entiende por agente moral? 2. ¿Por qué se considera relevante el factor normativo en las Relaciones Internacionales? 3. ¿Cuál es el origen de la teoría normativa internacional? 4. ¿Cuáles son las tres fuentes de la TNI? 5. ¿Cuáles son las distinciones que presenta esta teoría? 6. ¿Qué diferencia existe entre la perspectiva comunitarista y cosmopolita en relación con las obligaciones morales hacia el “otro”? 7. ¿Explica los dos tipos de decisiones según esta teoría? 8. ¿Cuál perspectiva moral puede explicar mejor lo acontecido con la guerra contra el terrorismo de principios del siglo XXI?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Beitz, Charles, Political Theory and International Relations, with a New Afterward, Princeton, Princeton University Press, 1999 [1979]. Boucher, David, Political Theories of International Relations: From Thucydides to the Present, Oxford, Oxford University Press, 1998. Brown, Chris, Sovereignty, Rights and Justice: International Political Theory Today, Cambridge, Polity Press, 2002. Cochran, M., Normative Theory in International Relations: A Pragmatic Approach, Cambridge, Cambridge University Press, 1999. Donelan, Michael, Elements of International Political Theory, Oxford, Clarendon Press, 1990. Erskine, T., “Locating Responsibility: The Problem of Moral Agency in International Relations”, en C. Reus-Smit y D. Snidal (eds.), The Oxford Handbook of International Relations, Oxford, Oxford University Press, 2008, pp. 699-707.

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Finnemore, M. y K. Sikkink, “International Norm Dynamics and Political Change”, International Organization, vol. 52, 1998, pp. 887-918. Hoffman, Mark, “Normative International Theory: Approaches and Issues”, en A.J.R. Groom y Light, Margot (eds.), Contemporary International Relations: A Guide to Theory, Londres, Pinter, 1994, pp. 27-44. Hutchings, K., International Political Theory: Rethinking Ethics in a Global Era, Londres, Sage, 1999. Jeffery, R. (ed.), Confronting Evil in International Relations: Ethical Responses to Problems of Moral Agency, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2008. Lang Jr., A., Punishment, Justice and International Relations: Ethics and Order after the Cold War, Nueva York, Routledge, 2008. Walker, R.B.J., Inside/Outside: International Relations as Political Theory, Cambridge, Cambridge University Press, 1993.

REFERENCIAS Aguirre Zabala, Iñaki, “La Teoría Normativa de las Relaciones Internacionales, Hoy”, Cursos de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de Vitoria-Gasteiz, disponible en: http://www.ehu.es/cursos derechointernacionalvitoria/ponencias/pdf/1995/1995_3pdf [consultado el 15 de agosto de 2013]. Brown, Chris, International Relations Theory. New Normative Approaches, Londres, Harvester-Wheatsheaf, 1992. Brown, Chris, International Relations Theory: New Normative Approaches, Londres, Harvester Whestsheaf, 1992. Campbell, David, Politics without Principle: Sovereignty, Ethics and the Narratives of the Gulf War, Boulder, Lynne Rinner Publishers, 1993. Cox, Robert, “Social Forces, States and World Orders: Beyond International Relations Theory”, Millennium: Journal of International Studies, vol. 10, núm. 2, 1981. Hutchings, Kimberly, International Political Theory: Rethinking Ethics in a Global Era, Londres, Sage, 1999. Kant, Emmanuel, “Perpetual Peace: A Philosophical Sketch”, en Herbert Reiss (ed.), Kant's Political Writings, Cambridge, Cambridge University Press, 1991 [1795]. Lang Jr., Anthony “Evil, Agency, and Punishment”, Confronting Evil in International Relations: Ethical Responses to Problems of Moral Agency, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2008.

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Linklater, Andrew, Men and Citizens in the Theory of International Relations, Londres, Macmillan Press, 1982. Locke, John, Two Treaties of Government, Cambridge, Cambridge University Books, 1988 [1690]. Mark Hoffman, “Normative International Theory: Approaches and Issues”, en A.J.R. Groom y Margot Light (eds.), Contemporary International Relations: A Guide to Theory, Londres, Pinter Publishers, 1994. Morgenthau, Hans, The Purpose of American Politics, Nueva York, Vintage Books, 1964. Nardin, Terry y David R. Mapel, “Convergence and Divergence in International Ethics”, T. Nardin y D. R. Mapel, Traditions of International Ethics, Cambridge, Cambridge University Press, 1992. Santa Cruz, Arturo, “Introducción”, en Arturo Santa Cruz (ed.), El Constructivismo y las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2009. Smith, Adam, An Inquiry into the Nature and causes of the Wealth of Nations, Kathryin Sutherland (ed.), Oxford, Oxford University Press, 1993 [1776]. Smith, Steve, “The Forty Years' Detour: the Resurgence of Normative Theory in International Relations”, Millennium: Journal of International Studies, vol. 21, núm. 3, 1992. Stuart Mill, John,“A Few Words on Non-Intervention”, Fraser's Magazine, reimpreso en Foreign Policy Perspectives, núm. 8, Londres, Libertarian Alliance, 2008 [1859]. Walker, R.B.J., Inside/Outside: International Relations as Political Theory, Cambridge, Cambridge University Press, 1993.

XII. TEORÍA DE LA PAZ DEMOCRÁTICA

ARTURO SANTA CRUZ

INTRODUCCIÓN

A

l término de la segunda cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en Cuba en enero de 2014, el mandatario isleño Raúl Castro proclamó a la región como “zona de paz”. De esta manera, los 33 estados miembro del organismo asumieron “el compromiso permanente con la solución pacífica de controversias, con el propósito de desterrar para siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza en la región”. La idea de la “zona de paz” está íntimamente ligada en el ámbito académico de las Relaciones Internacionales (RI) con lo que se conoce como la teoría de la paz democrática (TPD). El postulado central de este enfoque es que las democracias no recurren a la guerra en sus relaciones mutuas, por lo que en la práctica constituyen una “zona de paz”. Desde este punto de vista, lo llamativo del acuerdo adoptado por los estados miembro de la CELAC es que el país anfitrión, cuyo presidente emitió la proclama, no es una democracia. Así pues, ¿se debe considerar el pronunciamiento isleño como mera retórica?, ¿tienen los regímenes democráticos el monopolio sobre las zonas de paz en la política internacional?, ¿está equivocada la TPD? Este capítulo contribuye a responder estas interrogantes al analizar con cierto detalle cuáles son los planteamientos centrales de la TPD, considerado como uno de los principales programas de investigación en la disciplina. El presente capítulo consiste de siete breves secciones. La primera ubica la tesis central de la TPD en la problemática de las RI y sostiene que el enfoque se ha convertido en un importante programa de investigación dentro de la disciplina. En la segunda sección se rastrean los orígenes de la TPD en el siglo XVIII, así como algunos de sus antecedentes en la disciplina. La tercera revisa el surgimiento de la TPD propiamente dicha y la 231

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cuarta, las variantes de la misma. En la quinta sección se presentan cuatro de las principales críticas que se le han hecho a este enfoque, y en la sexta, algunas explicaciones alternativas del fenómeno en cuestión –la paz entre cierto grupo de países. El artículo concluye con algunos comentarios acerca de nuestro continente como zona de paz y la TPD.

LA TPD DENTRO DE LAS RI COMO UN PROGRAMA DE INVESTIGACIÓN Como su nombre lo sugiere, la proposición central de la TPD –que las democracias no hacen la guerra entre sí– corresponde a una de las preocupaciones fundamentales de las RI: la coexistencia pacífica entre los Estados del sistema internacional. Sin embargo, y como también lo sugiere el nombre del enfoque que nos ocupa, en este planteamiento el resultado sistémico planteado se relaciona con el carácter de las unidades que conforman el sistema. Para la TPD, la paz internacional y la democracia al interior de los Estados están íntimamente relacionados. Así pues, una de las particularidades de la TPD es que vincula lo que en las RI convencionalmente se consideran como dos niveles de análisis discretos (es decir, separados): el sistémico y el de las unidades –o como Kenneth Waltz los llamaba, la tercera y la segunda imagen (la primera estaba relacionada con la naturaleza humana).1 Pero existe otra peculiaridad de la TPD sobre la cual resulta útil llamar la atención: este enfoque se ha convertido en uno de los principales –sin o es que el más destacado– programas de investigación en RI,2 aunque sea en un sentido laxo (los programas de investigación que Imre Lakatos, creador del término, tenía en mente se ubicaban en las ciencias duras, además de que lo que interesa destacar aquí es la acumulación de conocimiento y el debate centrado en un tema que genera un programa de investigación, no si las hipótesis centrales de éste se mantienen intactas). Podemos definir un programa de investigación como una serie de planteamientos o teorías relacionadas entre sí, a partir de las cuales se pueden generar planteamientos subsecuentes afines. En el centro del programa de investigación se encuentra un “núcleo duro”, el cual contiene el planteamiento medular que sostiene al programa; más allá del núcleo pueden existir diversas hipótesis auxiliares, las cuales son susceptibles de revisión constante. Un programa de investigación implica la existencia 1 Kenneth N. Waltz, Man, the State, and War: A Theoretical Analysis, Nueva York, Columbia University Press, 1959; David J. Singer, “The Level-of-Analysis Problem in Internationational Relations”, World Politcs, vol. 14, núm. 1, 1961. 2 Harvey Starr, “Democratic Peace and Integration: Synergies Across Levels of Analysis”, en Harvey Starr (ed.), Approaches, Levels, and Methods of Analysis in International Politics: Crossing Boundaries, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2006.

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de una comunidad de científicos o estudiosos que no sólo abordan la misma problemática desde diferentes ópticas, sino que –hasta cierto punto– comparten un mismo lenguaje (por ejemplo, categorías de análisis e indicadores) y construyen sobre el trabajo de dicha comunidad de investigación. La TPD se ha convertido en un importante programa de investigación en la disciplina, pues sobre el tema se han escrito más de 250 artículos, libros y reportes de investigación.3 Cabe destacar que los internacionalistas que hoy en día estudian el tópico comparten las definiciones fundamentales. Por ejemplo, cuando se habla de democracia se incluyen elementos como elecciones periódicas, derecho a voto generalizado, separación de poderes, supeditación del poder militar al civil y estabilidad política de al menos tres años.4 Todavía más, a la hora de operacionalizar los términos, los analistas tienden a recurrir a las mismas fuentes. Así, bases de datos frecuentemente utilizadas para trabajar la categoría “democracia” son Polity y Freedmom House. De manera análoga, para operacionalizar el término “guerra inter-estatal” se utilizan las bases de datos del Proyecto de Correlatos de Guerra y de Disputa Militar Inter-estatal en sus diferentes versiones.5 En este sentido, se puede afirmar que ha habido “progreso” en las RI, gracias en parte a la contribución de uno de sus principales programa de investigación: la teoría de la Paz Democrática.6

ORÍGENES Y ANTECEDENTES DE LA TPD Ahora un breve recorrido a lo que se podría considerar los orígenes de la En 1795, el filósofo alemán Immanuel Kant público su libro Paz Perpetua. En este breve tratado, que se considera algo así como la “Biblia” del enfoque que nos ocupa, el autor plantea varias condiciones necesarias para el fin de la guerra y el establecimiento de una paz duradera del entonces todavía en ciernes moderno sistema internacional. En lo que considera un proceso evolutivo de aprendizaje por el que transitarían las diversas naciones del mundo (hay que enfatizar que lo que el pensador TPD.

3 J. Hayes, “The Democratic Peace and the New Evolution of an Old Idea,” European Journal of International Relations, vol. 18, núm. 4, 2011, p. 784; J. Ray citado en A. Geis y W. Wagner, “How far is it from Konigsberg to Kandahar? Democratic Peace and Democratic Violence in International Relations”, Review of International Studies, núm. 37, 2011, p. 1559. 4 Randall L. Schweller, “Domestic Structure and Preventive War: Are Democracies More Pacific?”, World Politics, núm. 44, 1992, p. 240. 5 F. Chernoff, “The Study of Democratic Peace and Progress in International Relations”, International Studies Review, núm. 6, 2004, p. 66; E. Gartzke, “The Capitalist Peace”, American Journal of Political Science, vol. 51, núm. 1, 2007, p. 174; Geis y Wagner, op. cit., p. 1557; Hayes, op. cit., p. 770. 6 Chernoff, op. cit.

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alemán escribió era precisamente un “esbozo filosófico”, como reza el subtítulo de la obra en cuestión, y no un tratado histórico), Kant argumenta que la paz perpetua llegará una vez que los tres “artículos” definitivos que él plantea sean aceptados.7 El primer artículo establece que la constitución de los Estados sea republicana; el segundo que las repúblicas se constituyan en una especie de “federación pacífica”, y el tercero que a nivel internacional opere el “derecho cosmopolita”, el cual se limitaría a condiciones de hospitalidad universal.8 Vale la pena hacer aquí dos puntualizaciones respecto al planteamiento kantiano, las cuales cobrarán pleno significado a la luz de la discusión sobre la TPD que se esbozará más adelante. Primera, en tanto que los gobiernos democráticos crean vínculos económicos, políticos, sociales e incluso legales entre ellos, tienden a sospechar del actuar internacional de los Estados no democráticos, pues de entrada los perciben como en un estado de guerra contra su propia población.9 Segunda, en tanto que los beneficios de la “federación pacífica” ejercen un efecto de presión en los Estados no miembros para unirse a ella, podemos ubicar la fuente de la paz democrática no sólo en el elemento interno (de segunda imagen) sino en el sistémico (de tercera imagen); para Kant, la anarquía y la guerra están relacionadas con el estado de derecho y la paz en los dos niveles.10 Si bien puede considerarse a Kant como el padre fundador de la temática que después se conocería como TPD, otros pensadores de su época y algunos posteriores (pero también anteriores al surgimiento de las RI como disciplina a principios del siglo XX) notaron la relación entre el tipo de gobierno de los países y el carácter (pacífico o belicoso) de las relaciones internacionales. Así, por ejemplo, en 1835 Alexis de Tocqueville escribió Cuando el principio de la igualdad se expande, como es el caso en Europa hoy en día, no sólo dentro de una nación, sino al mismo tiempo entre varios pueblos vecinos, los habitantes de estos países, a pesar de sus diferentes lenguas, costumbres y leyes, siempre se parecen entre sí en el miedo de la guerra y el amor por la paz. En vano los príncipes ambiciosos o furibundos se arman para la guerra; muy a su pesar son tranquilizados por una especie de apatía general y buena voluntad la cual hace que la espada caiga de sus manos. Las guerras se vuelven más raras.11 7 L. Cederman, “Back to Kant: Reinterpreting the Democratic Peace as a Macrohistorical Learning Process”, American Political Science Review, vol. 95, núm. 1, 2001. 8 Michael Doyle, “Kant, Liberal Legacies, and Foreign Affairs”, Philosophy & Public Affairs, vol. 12, núm. 3, 1983, pp. 225-227. 9 Michael Doyle, “Kant, Liberal Legacies, and Foreign Affairs, Part 2”, Philosophy & Public Affairs, vol. 12, núm. 9, 1983, p. 323. 10 Wade L. Huntley, “Kant's Third Image: Systemic Sources of the Liberal Peace”, International Studies Quaterly, núm. 40, 1996, pp. 56-57; Cederman, op. cit. 11 Paul R. Hensel, Gary Goertz y Paul F. Diehl, “The Democratic Peace and Rivalries”, The Journal of Politics, vol. 62, núm 4, 2000.

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De manera similar, décadas más tarde, el presidente estadounidense Woodrow Wilson retomaría la relación entre el régimen político y la paz mundial cuando, paradójicamente, pidió al Congreso de su país declarar la guerra a las potencias centrales a fin de hacer el mundo “seguro para la democracia”.12 No es pues de sorprender que luego del surgimiento de las RI el vínculo entre política interna y la paz internacional haya sido un tema recurrente –si bien los enfoques que trascendían los niveles de análisis permanecieron en la periferia de la disciplina, sobre todo después de la formalización del llamado realismo estructural o neorrealismo.13Así, por ejemplo, el trabajo de Karl Deustch sobre comunidades de seguridad, es decir, zonas de paz en las cuales la guerra es prácticamente impensable, descansa en la compatibilidad de valores entre, y alta interacción de, sus Estados miembro –Estados que, como ilustra el propio Deustch, tienen todos regímenes democráticos.14 Al establecer de manera más directa la relación entre forma de gobierno y el estado de las relaciones internacionales, Dean Babst concluyó en un trabajo publicado en 1964: “la existencia de naciones independientes con gobiernos libremente elegidos incrementa sustancialmente las posibilidades del mantenimiento de la paz”.15 En sentido opuesto, pero también explorando la conexión entre régimen político y el estado de guerra o paz en el sistema internacional, Melvin Small y David Singer publicaron en 1972 un artículo que mantenía una tesis provocativa: “La tendencia belicosa de los regímenes democráticos, 1816-1965”. 16 Trabajos como los mencionados, sin embargo, no constituyeron una agenda de investigación sostenida e influyente acerca de la relación entre forma de gobierno estatal y paz o guerra internacional. El de Deustch fue sin duda el más influyente, pero su vasta obra tuvo mayor influencia en ámbitos diversos a la TPD.

SURGIMIENTO DE LA TPD La atención sostenida en la relación entre democracia y paz mundial, y particularmente el retorno al planteamiento kantiano, data de inicios de la década 1980. Un autor particularmente influyente tanto en la popularización de la TPD como del regreso al filósofo de Königsberg fue Michael 12 Véase Lapham's Quarterly, disponible en http://www.laphamsquarterly.org/voices-in-time/the-world-must-be-madesafe-for-democracy.php?page=all, consultado el 12 de junio de 2014. 13 Kenneth N. Waltz, Theory of International Politics, Reading, Massachusetts, Adison-Wesley, 1979. 14 Karl Deustch, en Starr, op. cit., p. 121. 15 Dean V. Babst, “Elective Governments: A Force for Peace”, The Wisconsin Sociologist, vol. 3, núm. 1, 1964, p. 14. 16 Melvin Small y David Singer, “The War: Proneness of Democratic Regimes, 1816-1965”, The Jerusalem Journal of International Relations, vol. 1, núm. 4, 1976.

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Doyle. En 1983 –muy acorde con los orígenes disciplinarios de la perspicacia kantiana–, publicó en la revista Philosopy & Public Affairs un artículo en dos entregas titulado “Kant, Legados Liberales y Asuntos Exteriores”. En ellas, el autor reconstruye el legado del pensamiento liberal, particularmente el de Immanuel Kant, y nota el contraste en el tipo de relaciones que se dan entre Estados exclusivamente liberales, y entre Estados liberales y no liberales. Las relaciones del primer tipo tienden a ser pacíficas, las del segundo no. En palabras de Doyle: “La paz se extiende tan lejos como, y no más allá de, las relaciones entre los Estados liberales”.17 He aquí el hallazgo fundamental de lo que devendría la TPD. Fue precisamente después de la publicación del artículo seriado de Doyle que el auge de la TPD tuvo lugar –y que su ensayo seminal se volvería un clásico: una búsqueda en Google académico arroja que casi dos mil trabajos los citan–. El auge de la TPD se explica por lo significativo de su observación central. En efecto, como escribió Bruce Russett en 1990, la TPD es “una de las poderosas generalizaciones no triviales o tautológicas que se pueden hacer acerca de las relaciones internacionales”.18 Y lo más intrigante del asunto, como notara David Lake un par de años después, es que, no obstante el nombre del entonces naciente programa de investigación, “En la actualidad no existe una teoría que pueda dar cuenta de esta sorprendente regularidad empírica”.19 En efecto, el hecho empírico –en general avalado por el registro histórico– de que las democracias no pelean entre sí no es tanto una teoría como una correlación –y la correlación, como reza la bien sabida máxima, no equivale a causación–. Se podría decir que el torrente de trabajos publicados sobre el tema en las últimas dos décadas se ha orientado precisamente a nutrir de contenido teórico el hallazgo empírico de la TPD.

VARIANTES DE LA TPD Como era de esperarse, un programa de investigación tan fértil ha tenido muchos brotes. Es decir, la tesis central (“las democracias no pelean militarmente entre sí”) ha sido abordada desde una multiplicidad de perspectivas metodológicas, a partir de las cuales se puede clasificar la literatura. A continuación una revisión de manera separada de cinco de las más comunes, si bien cabe notar que en la práctica de investigación en ocasiones se traslapan. Doyle, “Kant, Liberal Legacies, and Foreign Affairs”, p. 223. Russett citado en Huntley, op. cit., pp. 45-69. 19 David Lake citado en Huntley, op. cit., p. 46. 17 18

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Figura XII.1. Teoría de la paz democrática Sistema Internacional Estado no democrático

Estado no democrático

Estado no democrático

Zona de paz Estado democrático

Estado democrático

Estado no democrático Estado democrático

Estado democrático

Estado no democrático Estado no democrático

Fuente: Elaboración propia.

Monádica. Las democracias son simplemente pacíficas. Esto es, el mero hecho de tener un régimen democrático inhibe las tendencias belicosas del país en cuestión –independientemente de que se relacione con países que comparten su régimen (otras democracias) o no (regímenes autoritarios)–. A pesar de que algunos pensadores contemporáneos a Kant, como el inglés Thomas Paine, argumentaban que las repúblicas (que en términos actuales serían el equivalente funcional de lo que conocemos como democracias liberales) son más pacíficas en general, esta afirmación no es parte del planteamiento Kantiano, y tampoco mayormente del registro empírico, el cual sugiere que el relativo pacifismo de las democracias se limita a las relaciones entre ellas. La perspectiva monádica es, pues, minoritaria en la TPD. Diádica. Las democracias no pelean entre sí. El relativo pacifismo de los Estados democráticos se limita a las relaciones entre ellos; son los vínculos que unen a los países con este tipo de régimen los que explican la paz entre ellos. Estudios recientes de opinión pública concluyen que los individuos que viven en regímenes democráticos tienden a apoyar sustancialmente menos los ataques militares contra otros regímenes democráticos que

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contra regímenes autoritarios, y que esta distinción está relacionada con percepciones compartidas entre las personas de los Estados democráticos respecto a la amenaza y lo que es moralmente correcto.20 Fuera de ese ámbito, las democracias pueden ser tan o más belicosas que los países no democráticos en sus relaciones con ellos. Cabe notar que la perspectiva diádica no indica de manera inequívoca cuáles son los vínculos entre los Estados democráticos y cómo operan en la construcción de su zona de paz. Institucional. Las instituciones democráticas poseen ciertas particularidades que limitan la capacidad de los estadistas para hacer la guerra. La división de poderes, por ejemplo, resta discrecionalidad al poder ejecutivo para iniciar hostilidades. Si bien el argumento es de tipo monádico –existe algo en las democracias que las hace menos proclives a la guerra–, normalmente el argumento institucional se aplica en análisis diádicos, en el cual los estados que interactúan y no se declaran la guerra poseen regímenes democráticos. Normativa. Las normas sociales que operan en las sociedades democráticas hacen menos posible que éstas recurran a la guerra. Puesto que la cooperación y el acomodamiento son consustanciales a la teoría y práctica democrática que opera en estos países, el inicio de hostilidades hacia otros países es menos probable que en sociedades en donde dichas normas moderadoras del conflicto no operan. De nueva cuenta, el argumento normativo parece ser de carácter monádico, pero normalmente se utiliza en trabajos que utilizan la perspectiva diádica. De esta manera, el razonamiento se extiende al hecho de que las democracias comparten ciertas normas, no solamente con las que son comunes a ellas (como podría ser el hecho de que ciertos países se encuentren en la misma zona latitudinal del planeta). Constructivista. La paz democrática es socialmente construida en el ámbito internacional. Esto es, la cultura y la tercera imagen importan. La cultura importa porque es por medio de las pautas sociales que los Estados democráticos forman y comparten los vínculos afectivos o pacíficos entre ellos –vínculos que tienen lugar en el sistema internacional–. Como se sugirió más arriba, el componente sistémico de la paz entre las democracias se encontraba ya en el planteamiento de Kant (al menos en los incentivos que la existencia de una zona de paz produciría en los Estados –no democráticos– excluidos de ella). Sin embargo, debido a la hegemonía del 20 Michael R. Tomz y Jessica L.P. Weeks, “Public Opinion and the Democratic Peace”, American Political Science Review, vol. 107, núm. 4, 2013. Ver también Schweller, op. cit., p. 245.

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neorrealismo cuando la TPD cobra auge como programa de investigación, el énfasis se puso en el componente de segunda imagen del planteamiento. Como escribió Kenneth Waltz, máximo exponente del neorrealismo: “la tesis de la paz democrática sólo se sostendrá si todas las causas de la guerra descansan en los Estados”.21 Ha sido sólo en los últimos años que se ha retomado los planteamientos de la TPD haciendo énfasis en su componente sistémico, principalmente desde una perspectiva constructivista.

CRÍTICAS A LA TPD Como se adelantaba en la sección “Surgimiento de la TPD” con la referencia a David Lake, la regularidad empírica que vertebra la TPD carece, o carecía entonces, a inicios de la década de 1990, de contenido teórico. De ahí que el recién citado Waltz, por ejemplo, no se haya visto particularmente persuadido por un enfoque que cuestionaba la primacía de la estructura del sistema internacional en el entendimiento del comportamiento de los Estados (véase el capítulo XV de esta segunda parte). En palabras de Waltz: “No tenemos una teoría sino un supuesto dato clamando una explicación, como hacen los datos”.22 La multiplicidad de perspectivas desde las cuales considerar la anomalía encontrada por la TPD sugiere que la muy normal y sana diversidad de opiniones ha imperado en este programa de investigación. Como en la mayoría de los ámbitos del quehacer científico, la críticas han abundado. Así pues, habiendo consignado ya la paradójica cualidad ateórica que aqueja a la TPD, a continuación las cuatro críticas más importantes que se han hecho a esta literatura. La lógica es incorrecta. Los mecanismos causales requeridos por la TPD no funcionan de la manera estipulada. Por ejemplo, se cuestiona que el electorado imponga restricciones significativas sobre los líderes estatales en el ámbito de las relaciones internacionales, o que las democracias se guíen por sus normas internas de tolerancia y aceptación cuando tratan con otros Estados.23 La muestra de la cual se deriva la conclusión de la TPD no es válida. El problema está relacionado con la insuficiencia de datos de la muestra; esto es, puesto que la existencia de regímenes democráticos es reciente en la historia 21 Kenneth

N. Waltz, “Structural Realism after the Cold War”, International Security, vol. 25, núm. 1, 2000, p. 8. p. 7. S. Rosato, “The Flawed Logic of Democratic Peace Theory”, American Political Science Review, vol. 97, núm. 4, 2003.

22 Ibidem, 23

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–todavía en la época de Kant la democracia como hoy la conocemos era prácticamente inexistente– y los conflictos armados que pueden legítimamente ser clasificados como guerras son raros, es posible que la correlación observada sea simplemente un accidente estadístico producido por la pequeña muestra con que se cuenta.24 Las definiciones no son consistentes. Lo que se considera como régimen democrático cambia con el tiempo –y muchas veces también con la percepción de los líderes de las naciones en cuestión–. Esta complicación es fácilmente detectable en lo dicho hasta ahora pues, como se hizo notar, el ensayo que daría origen a la TPD, Paz Perpetua, habla de “repúblicas” –no de democracias– y el artículo que sirvió para catapultar el argumento kantiano habla de democracias “liberales” –no de democracias a secas, sin adjetivos–. 25 Así, en un trabajo posterior Michael Doyle actualiza los tres artículos definitivos planteados por Kant de la siguiente manera, a fin de que encajen en nuestro entendimiento convencional de las democracias liberales: 1) gobierno representativo con una legislatura electa, separación de poderes y estado de derecho; 2) respeto a los derechos humanos; 3) interdependencia económica y social.26 Reinterpretaciones como éstas hacen evidente que la definición de los Estados que se supone producen la paz democrática no ha sido del todo consistente. Variable omitida. Algunos críticos de la TPD afirman que no es la democracia lo que ha producido la paz entre cierto grupo de Estados, sino otra variable subyacente. Los argumentos giran en torno a que si bien el régimen democrático –como quiera que se le defina– ha permanecido en vigor en los Estados que han creado la zona de paz, otro factor –ya sea el liberalismo, el capitalismo o simplemente relaciones de mercado– es el que explica la ausencia de guerra entre ellos.27 Las críticas arriba citadas, y otras más, han enriquecido el debate en torno a la TPD –y ciertamente han vertebrado teóricamente el plantea24 John M. Owen, “How Liberalism Produces Democratic Peace”, International Security, vol. 19, núm. 2, otoño 1994, pp. 87-88. 25 Miriam Fendius Elman, “The Need for a Qualitative Test of the Democractic Peace Theory”, en Miriam Fendius Elman (ed.), Paths to Peace: Is Democracy the Answer?, Cambridge, MIT Press, 1997, p. 21; I. Oren, “The Subjectivity of the 'Democratic' Peace”, International Security, vol. 20, núm. 2, 1995. 26 Michael Doyle, “Peace, Liberty, and Democracy: Realists and Liberals Contest a Legacy”, en M. Cox, J. Ikenberry y T. Inoguchi (eds.), American Democracy Promotion: Impulses, Strategies, and Impacts, Nueva York, Oxford University Press, 2000. 27 Gartzke, op. cit.; Michael Mousseau, “The Nexus of Market Society, Liberal Preferences, and Democratic Peace: Interdisciplinary Theory and Evidence”, International Studies Quaterly, núm. 47, 2003; Henry S. Farber y Joanne Gowa, “Common Interests or Common Politics? Reinterpreting the Democratic Peace”, The Journal of Politics, vol. 59, núm. 2, 1997.

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miento inicial–. Mientras que los defensores de la TPD han defendido y redefinido sus proposiciones, los críticos han hecho surgir lo que puede considerarse una literatura complementaria o paralela a la por ella iniciada. Es decir, si bien los argumentos de las explicaciones alternativas a la TPD no podrían considerarse como simples hipótesis auxiliares “progresivas” del centro duro de la TPD, y que en ese sentido formen parte del mismo programa de investigación estrictamente hablando, sí se puede plantear que al derivarse de la observación inicial de la TPD (en el sentido de que lo que sucede al interior de los Estados –la segunda imagen– tiene una impacto importante y directo sobre la paz internacional –la tercera imagen–) los enfoques alternativos, a algunos de los cuales se tratarán en la siguiente sección, representan una continuación de la TPD, y en ese sentido conforman en conjunto un programa de investigación ampliado, en sentido laxo, como apunte en la primera sección de este capítulo. El hecho de que los autores de las diferentes ópticas involucradas se citen unos a otros y empleen ya por lo general las mismas definiciones y bases de datos, como también apunté arriba, abona en el sentido intimado. EXPLICACIONES ALTERNATIVAS A LA TPD Esta sección expone cuatro explicaciones alternativas de la TPD, con el objetivo de ilustrar la manera en que la discusión se ha enriquecido gracias al disenso. Quizás el enfoque alternativo natural para iniciar la ilustración del debate sea con uno que, si no antecedió, al menos fue contemporáneo a la explicación eminentemente política ofrecida por Kant, Tocqueville y Paine –abrevadero de los autores de la TPD–. Es un enfoque que se centra en los efectos de factores económicos en la política internacional. Pensadores como Adam Smith y John Stuart Mill insistían en los efectos pacificadores del libre comercio (el segundo, por ejemplo, escribió: “Es el comercio lo que está haciendo la guerra obsoleta, al fortalecer y multiplicar los intereses personales, los cuales son naturalmente opuestos a ella”).28 Más cercano en el tiempo y a la disciplina de RI, uno de sus fundadores, Norman Angell, era un ferviente proponente de la tesis de los efectos pacificadores del capitalismo y la interdependencia económica. En su obra La Gran Ilusión, Angell argumentaba que los dos fenómenos mencionados –el capitalismo y la integración económica– demostraban ya que “la guerra es cada vez menos redituable”.29 28 John Stuart Mill, Principles of Political Economy , Nueva York,

D. Appleton and Company, 1885 [1848], p. 453.

29 Norman Angell, The Great Illusion, Nueva York, Cosimo Inc., 2007 [1909], p. 96.

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Más recientemente, Michael Mosseau ha argumentado que es la sociedad de mercado (no el capitalismo en sí o el libre comercio) lo que se encuentra en la base de la paz democrática. Es decir, para el autor la variable explicativa se encuentra en “el grado en que la mayoría [de las personas] en una sociedad regularmente participa en, y por lo tanto se beneficia de, el intercambio contractual en el mercado”.30 En su lectura, las transacciones de mercado llevan al surgimiento de valores liberales y a la consolidación de instituciones democráticas; este desarrollo conduce a que los Estados que comparten dichas características tengan intereses similares y, por tanto, establezcan relaciones pacíficas entre sí. Así pues, en realidad no es el régimen político (i.e., la democracia) sino el económico (en un sentido amplio del término) lo que explica la TPD. De manera similar, Erik Gartzke afirma que la armonía identificada por la TPD está relacionada con factores económicos, pero él sí sostiene que se trata específicamente del capitalismo.31 Para enfatizarlo, él denomina el fenómeno observado “paz capitalista”. En su planteamiento, tres factores son cruciales para explicar el surgimiento de los intereses comunes que, en lo inmediato, explican la ausencia de guerra entre ciertos Estados: desarrollo económico, integración de los mercados de capital y compatibilidad de los intereses de los Estados. Gartzke sostiene que cualquiera de estos tres factores tiene más poder explicativo que “régimen político”, variable clave de la TPD. Aunque de carácter político, existe otra explicación alternativa, mencionada brevemente en la sección anterior, que de alguna manera está emparentada a las recién presentadas. Ésta sostiene que en realidad es el liberalismo el que da cuenta de la paz democrática, aunque está relacionada a las explicaciones anteriores porque el liberalismo se basa en el interés propio de los individuos; en esta corriente, es el interés propio el que posibilita la cooperación y la relación armónica entre ellos –tal como en las explicaciones que se basan en la sociedad de mercado o en el capitalismo.32 La explicación alternativa a la TPD basada en el liberalismo es, sin embargo, de naturaleza fundamentalmente política, pues a partir de las ideas liberales y los derechos que de ellas derivan (por ejemplo, libertad de expresión y elecciones libres) recurre a la instituciones democráticas para explicar el carácter pacífico de las relaciones entre Estados democráticos –no así las que tienen lugar entre regímenes liberales y no liberales–. Como argumentaba Stephen Walt recientemente, “Todas las sociedades verdaderamente liberales son democráticas, pero lo contrario Mousseau, op. cit., p. 489. Gartzke, op. cit. 32 Owen, op. cit., p. 94.

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no es el caso”.33 En esta línea de argumentación, sociedades democráticas pero “iliberales” son tan proclives a declarar la guerra a otro Estado democrático como a uno no democrático –la clave de la TPD radicaría entonces en el liberalismo. Finalmente, Anna Geis, Lothar Brock y Harald Müller han propuesto recientemente un enfoque interesante a partir de identificar el “lado oscuro” de la paz democrática: la “guerra democrática”. Haciendo explícito que se trata de una extensión de TPD, los autores encuentran un nicho de investigación en la inquisición tanto sobre la manera en que los Estados democráticos justifican el uso de la fuerza como en la forma en que llevan a cabo la guerra (esto es, hasta qué grado el modo de pelear de los ejércitos de países democráticos difiere del de países no democráticos). Aún más, el proyecto de investigación sobre la guerra democrática indaga también sobre la posible existencia de particularidades del régimen democrático o el pensamiento liberal que inclinen a los Estados en cuestión a elegir, en ciertas circunstancias, la guerra en lugar de la paz.34 Un común denominador de las explicaciones alternativas a la TPD revisadas es que todas participan en el debate iniciado por dicho programa de investigación. Pero más allá de la acumulación de conocimiento que el programa de investigación (en sentido laxo) ha propiciado, lo cual es evidentemente positivo, otra contribución de este enfoque –independientemente de la validez de sus hallazgos, o de si de uno está de acuerdo con ellos– es que ha impulsado a los internacionalistas a dejar atrás la camisa de fuerza que muchas veces representaba la adhesión estricta sólo al análisis de tercera imagen. Es decir, las explicaciones alternativas, como el planteamiento original, transgreden las barreras entre los niveles de análisis imperantes en la disciplina. El desvanecimiento de las fronteras analíticas, en la TPD y en otras áreas, ha probado tener efectos enormemente benéficos para el avance de las RI.

COMENTARIOS FINALES Hace un par de décadas, después de la Tercera ola democrática que azotó el mundo a partir de los años setenta del siglo XX, surgió la idea de una “norma democrática global”.35 Significativamente, por esos años se empezó a hablar incluso de que el sistema interamericano –del cual Cuba se 33 Stephen Walt, “Unrealistic Expectations”, Foreign Policy, 25 de febrero, 2014, disponible en http://www.foreign policy.com/ articles/2014/02/25/unrealistic_expectations_liberalism_or_democracy. 34 Geis, op. cit. 35 Samuel P. Huntington, The Third Wave: Democratization in the Late Twentieth Century, Norman, University of Oklahoma Press, 1991.

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encontraba suspendida– se estaba constituyendo en “una unión pacífica kantiana de estados liberales”.36 Como puede observarse, la idea de la existencia de una zona de paz en el hemisferio occidental, sea ésta constituida por regímenes liberales, democráticos o incluso no democráticos, no es nueva. La comunidad interamericana, cualquiera que sea el signo político de los Estados que la compongan, ha sido bastante competente por largo tiempo ya en evitar “males públicos”, uno de los cuales es precisamente la guerra entre sus miembros.37 En ese sentido, no hace falta alguna que Estados Unidos intervenga en la región para llevar la democracia a un país bajo el argumento de que con esa manera contribuye a la paz regional –tal como lo hizo el gobierno de George W. Bush en el Medio Oriente, más específicamente en Irak, hace una década–. De hecho, su antecesor, Bill Clinton fue explícito sobre los supuestos efectos pacificadores de la democracia cuando señaló que, puesto que “las democracias no se declaran la guerra entre sí… la mejor estrategia para asegurar nuestra seguridad y construir una paz duradera es apoyar el avance de la democracia en otras latitudes”.38 Sin embargo, un hecho es “apoyar”, lo cual se puede llevar a cabo de manera no injerencista, y otra es intentar “exportar” la democracia, tal como hizo Bush. El gobierno de Barak Obama parece haber sacado la conclusión correcta del contrastante desempeño que en este ámbito tuvieron las administraciones de sus dos antecesores. Así pues, regresando a la anécdota inicial de este capítulo: el hecho de que los miembros de CELAC (de la que al menos uno de sus miembros conspicuos no es una democracia, y varios distan de ser democracias liberales) declaren a la región como una zona de paz, deja en claro que los regímenes democráticos no tienen el monopolio sobre dicho estado de cosas en la política mundial. Ahora bien, lo anterior no significa que la TPD esté equivocada, tan sólo que ésta tampoco tiene la exclusividad, en este caso, sobre la explicación de la paz en las Relaciones Internacionales.

36 M. Peceny, “The Inter-American System as a Liberal “Pacific Union?,” Latin American Research Review, vol. 29, núm. 3, 1994, p. 102. 37 Federico Merke, “Liberalismo”, en Thomas Legler, Arturo Santa Cruz y Laura Zamudio (eds.), Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la Política Global, México, Oxford University Press, 2013, pp. 24-35; Arie M. Kacowicz, Zones of Peace in the Third World, South America and West Africa in Comparative Perspective, NuevaYork, Suny, 1998. 38 Owen, op. cit., p. 87.

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Premisas básicas de la teoría de la paz democrática • Las democracias son simplemente pacíficas. • Las democracias no pelean entre sí. • Los vínculos que unen a los países con este tipo de régimen explican la paz entre ellos. • Las instituciones democráticas poseen ciertas particularidades que limitan la capacidad de los estadistas para hacer la guerra. • Las normas sociales que operan en las sociedades democráticas hacen menos posible que éstas recurran a la guerra. • La paz democrática es socialmente construida en el ámbito internacional.

Estudio de caso La paz democrática entre Canadá y Estados Unidos “La frontera desguarnecida más larga del mundo”, rezaba el eslogan con el que, hasta antes de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, Ottawa y Washington presumían al orbe el carácter de su relación. La ausencia de cuarteles militares en los casi 9 mil kilómetros de frontera entre Canadá y Estados Unidos, sugiere el enfoque que nos ocupa, puede explicarse –al menos parcialmente– a partir del carácter democrático que los gobiernos de dos países (si bien Canadá era entonces parte del Reino Unido) han compartido desde la primera mitad del siglo XIX –aunque la frontera se desmilitarizó hasta después de la Guerra Civil estadounidense (1861-1865). La paz democrática en la parte más septentrional del continente es una realidad, y se explica por las afinidades históricas de estos dos países –“Hijos de una misma madre”, como dice la inscripción en el Arco de la Paz situado en la frontera que divide a los dos países en cuestión–. Desde el repliegue británico de América del Norte, las relaciones entre estos dos países se han profundizado. A fines del siglo XIX, Estados Unidos ya era un socio vital para su vecino del norte. Cerca del 59% de las importaciones de Canadá provenían de su vecino del sur y 34% de sus exportaciones se dirigían hacia este mismo destino. Aún más, al terminar la Segunda Guerra Mundial gozaban de la relación comercial más grande del mundo. En el ámbito económico, la paz democrática entre estos dos países fue coronada en 1988 cuando entró en vigor el Tratado de Libre Comercio Canadá-Estados Unidos (el cual sirvió de base para el Tratado de Libre Comercio de América del Norte de 1994, del cual también México es parte).

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Estudio de caso La paz democrática entre Canadá y Estados Unidos (continuación) La afinidad entre ambos también se encuentra en el aspecto estratégico. Durante la Segunda Guerra Mundial, los dos países formaron el Permanent Joint Board Defence que constituyó un compromiso para la defensa conjunta de Norteamérica. Además, en los albores de la Guerra Fría profundizaron su alianza con la fundación de la Organización Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Incluso, en 1958 crearon el NORAD (Comando de Defensa del Espacio Aéreo Norteamericano) para combatir un eventual ataque de la Unión Soviética. De acuerdo con la TPD, en la base de la interdependencia económica y militar de Canadá y Estados Unidos se encuentran sus raíces políticas y culturales compartidas. Ambas son dos de las democracias más antiguas del mundo moderno. Comparten valores como el respeto a los derechos humanos, la libertad de mercado y la animadversión hacia el autoritarismo. Así, para fines prácticos se puede afirmar que los fundamentos de la paz democrática en América del Norte han eliminado la probabilidad de guerra entre estos dos países.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Qué causa la paz entre las naciones? 2. ¿Por qué puede considerarse a la TPD un programa de investigación en la disciplina? 3. ¿Cuál es la obra que se considera el origen de la TDP y en qué consisten sus tres “artículos”? 4. ¿En qué consiste la variante monádica? 5. ¿En qué consiste la variante diádica? 6. ¿En qué consiste la variante institucional? 7. ¿En qué consiste la variante normativa? 8. ¿En qué consiste la variante constructivista? 9. ¿Cuáles son las semejanzas y diferencias que existen entre las variantes de la TDP? 10. ¿Cuáles son las principales críticas realizadas a la TDP?

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LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Angell, Norman, The Great Illusion, Nueva York, Cosimo Inc., 2007 [1909]. Cederman, L., “Back to Kant: Reinterpreting the Democratic Peace as a Macrohistorical Learning Process”, American Political Science Review 95, núm. 1, marzo, 2001, pp. 15-31. Chernoff, F., “The Study of Democratic Peace and Progress in International Relations”, International Studies Review, núm. 6, 2004, pp. 49-77. Doyle, Michael, “Kant, Liberal Legacies, and Foreign Affairs”, Philosophy & Public Affairs, vol. 12, núm. 3, 1983, pp. 205-35. –––––––, “Kant, Liberal Legacies, and Foreign Affairs, Part 2”. Philosophy & Public Affairs, vol. 12, núm. 9, 1983, pp. 332-53. Hayes, J., “The Democratic Peace and the New Evolution of an Old Idea”, European Journal of International Relations, vol. 18, núm. 4, 2011, pp. 767-91. Hensel, Paul R., Gary Goertz y Paul F. Diehl, “The Democratic Peace and Rivalries”, The Journal of Politics, vol. 62, núm. 4, noviembre, 2000, pp. 1173-1188. Kant, Immanuel , Sobre la paz perpetua, Madrid, Akal, 2012 [1795].

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XIII. REALISMO CLÁSICO

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INTRODUCCIÓN

E

l realismo ha sido uno de los enfoques teóricos de mayor peso y de más amplia utilización en la disciplina de las Relaciones Internacionales. A pesar de que ha tenido numerosos críticos, esta visión ha contado con varios defensores e impulsores. Si bien no fue el primer paradigma utilizado por los teóricos de la política internacional,1 el realismo se convirtió muy pronto en el enfoque dominante, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial. En general, el realismo explica los fenómenos globales en función de la política del poder. Es decir, los Estados deben buscar maximizar el poder y proyectarlo en el ambiente externo para beneficio propio. Esta perspectiva teórica plantea que el Estado es el principal actor del sistema internacional. Los realistas argumentan que el Estado es unitario y racional porque actúa como un solo ente y porque sus acciones y decisiones de política internacional están basadas en sus intereses y en sus objetivos. El realismo busca explicar los patrones de conflicto y cooperación bajo un sistema internacional caracterizado por la anarquía, es decir, por la ausencia de una autoridad central. Los asuntos de seguridad son usualmente los temas más trascendentales de la agenda de la política exterior de los Estados. Los conceptos básicos en el realismo son el poder, el equilibrio de poder, el interés nacional y la anarquía. El objetivo de este capítulo es introducir al estudiante de relaciones internacionales en la lógica de este enfoque teórico, así como identificar sus orígenes y sus supuestos básicos. El texto está dividido en cuatro partes. 1 Diversos autores consideran que el inicio formal de la disciplina de las Relaciones Internacionales ocurrió después de 1919. Los primeros internacionalistas utilizaron el idealismo como el primer enfoque propio de la nueva disciplina, puesto que se buscaba evitar una nueva conflagración como la que recientemente había terminado.

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La primera plantea el origen del realismo como enfoque de las Relaciones Internacionales. Esta parte incluye las aportaciones de pensadores clásicos como Tucídides, Maquiavelo y Hobbes, así como las ideas de los autores que dieron forma definitiva a este enfoque, como fueron E. H. Carr y Hans Morgenthau. La segunda parte describe los principales supuestos teóricos del realismo clásico. La tercera identifica las principales fortalezas y debilidades del enfoque, y la última busca explicar la política exterior de México en función de este enfoque teórico.

ORÍGENES DEL ENFOQUE El realismo, como enfoque de las Relaciones Internacionales, encuentra sus orígenes en los escritos de Tucídides, Maquiavelo y Hobbes. Evidentemente, cuando estos autores escribieron sus obras, el realismo como tal no existía. Es decir, los realistas modernos utilizaron los planteamientos de esos autores más adelante para construir esta teoría a mitad del siglo XX. Por lo tanto, el enfoque realista empezó a tomar forma después de la Primera Guerra Mundial. Las ideas de estos tres autores mencionados arriba contribuyeron significativamente para la conformación del paradigma realista de las Relaciones Internacionales. Tucídides (471-400 a.C.) es considerado uno de los principales fundadores de la disciplina de las Relaciones Internacionales y, por tanto, del enfoque realista. En su obra maestra sobre la guerra del Peloponeso,2 Tucídides no sólo se propuso describir los hechos de tal acontecimiento, sino que buscó explicar las causas de esta añeja guerra. No sólo exploró los motivos inmediatos del conflicto, sino que se esforzó por identificar las razones más profundas. De acuerdo con este pensador, la causa superficial de la guerra fue el choque de intereses opuestos de los principales rivales. Sin embargo, sugiere que la razón de fondo fue el crecimiento del poder de Atenas y el temor que ello causó a Esparta. Por lo tanto, como lo sugiere Tucídides, la causa real de aquel conflicto fue el temor asociado a un cambio en el equilibrio de poder. Aquí encontramos una aportación teórica fundamental por parte del historiador y militar ateniense: en general, la causa principal del conflicto internacional se encuentra en los grandes abismos que existen en el equilibrio de poder. Esta premisa se encuentra hoy día vigente puesto que muchas guerras se explican por temor en el cambio del equilibrio del poder. Ejemplos de ello son la Primera y Segunda Guerra Mundial. Era claro que a finales 2

Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso (libros I y II), Madrid, Gredos, 2012.

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del siglo XIX Alemania había llegado tarde a la repartición de colonias. El inicio del conflicto entre 1914 y 1918 fue porque Alemania buscaba un cambio en el equilibrio de poder. Igualmente, en la década de 1930, Hitler buscaba modificar el equilibrio del poder porque los Tratados de Versalles habían dejado a Alemania en una situación prácticamente humillante. Por su parte, Nicolás Maquiavelo (1469-1527) es considerado, por los politólogos, como padre fundador de la Ciencia Política moderna. Al mismo tiempo, este pensador contribuyó enormemente a la disciplina de las Relaciones Internacionales puesto que ayudó a consolidar el enfoque realista. Su principal obra, El Príncipe, es prácticamente un manual para la obtención, mantenimiento y expansión del poder. Maquiavelo se enfocó en los conceptos de poder, equilibrio de poder, formación de alianzas y contra-alianzas, y en temas de seguridad. Este filósofo político planteaba que una necesidad básica de los Estados era la seguridad frente a las amenazas internas y externas, lo que contribuyó significativamente a la construcción del concepto de seguridad nacional. Sobre la guerra, Maquiavelo decía: “Un príncipe no debe tener otro objetivo, ni otra preocupación, ni debe considerar como suyo otro estudio que el de la guerra, su organización y su disciplina. Porque éste es un arte necesario exclusivamente para quien manda”.3 Maquiavelo planteaba que la sobrevivencia del Estado era primordial para el soberano. Una de las tesis más controversiales de Maquiavelo fue aquella noción que planteaba que el poder y la seguridad justificaban cualquier medio para obtenerlos, dando forma a su frase célebre: “los fines justifican los medios”. Otra importante contribución del autor fue que la realidad política debía ser estudiada tal y como es, y no como debería ser. Por lo tanto, la ética y la política debían estar separadas. A su vez, Thomas Hobbes (1588-1679) tenía una visión pesimista de la naturaleza humana. Su libro más destacado, El Leviatán, se centró en la política interna y su propósito fue hacer un caso fuerte y posible de la necesidad de una autoridad política poderosa y centralizada. Para este autor, antes de la creación de las sociedades, el hombre vivía en un estado de naturaleza, en el cual todos peleaban contra todos. Hobbes inquiría un mundo sin autoridad, ni gobierno o cualquier otra estructura social. Para él, “tiene que haber algún poder coercitivo para obligar al hombre a cumplir con la ley, con la amenaza de un castigo más grande que el beneficio que pudiera tener al violar la ley”.4 Sin orden, apuntaba Hobbes, una civilización no es posible. La principal contribución de Hobbes al estudio de las Relaciones Internacionales fue la condición de anarquía en el 3 Nicolás 4

Maquiavelo, El príncipe, México, Porrúa, 1987. Thomas Hobbes, El Leviatán, México, FCE, 1992.

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sistema internacional por la ausencia de una autoridad central en donde los Estados pudieran reclamar su soberanía y su derecho a ser independientes. Como el estado de naturaleza del sistema internacional es la anarquía, sin la existencia un Leviatán o un poder central, habría conflicto, desconfianza, sospecha y guerra. Edward H. Carr es uno de los autores contemporáneos que contribuyeron ampliamente a la visión realista. En su libro La crisis de los veinte años 1919-1939, 5 Carr se propuso analizar las causas fundamentales y significativas del conflicto y no los motivos inmediatos o personales. Parafraseando a Tucídides, Carr concluyó que la causa más importante de la Primera Guerra Mundial fue el temor a un cambio en el equilibrio de poder en Europa. El pensador argumentó que el ejercicio del poder aumenta el apetito por más poder. Para Carr, las guerras que comienzan por motivos de seguridad o autodefensa pronto se transforman en guerras de agresión, en donde los atacados se convierten en agresores y terminan buscando el máximo provecho posible. Este autor criticó al idealismo como el enfoque dominante de las relaciones internacionales después de la Primera Guerra Mundial por su fracaso para mantener la paz veinte años después. Sin embargo, sugiere que cualquier política exterior debe estar basada en una combinación especial de principios idealistas y realistas, es decir, valores y poder. Después de la Segunda Guerra Mundial, Hans Morgenthau escribió un libro muy influyente titulado Política entre las naciones, la lucha por el poder y la paz. 6 Como su propósito principal fue elaborar una teoría de las relaciones internacionales, su trabajo ha sido considerado como el fundador de la visión realista de las relaciones internacionales contemporáneas. Su teoría pronto se convirtió en el enfoque dominante de la posguerra, sobre todo en Estados Unidos tras emerger como una de las principales potencias. En su libro, Morgenthau propone seis principios del realismo político: 1) el realismo asume que la política obedece a leyes objetivas que están enraizadas en la naturaleza humana; 2) el principal vehículo que permite al realismo encontrar su rumbo en los asuntos mundiales es el concepto de interés definido en términos de poder; 3) el realismo supone que el concepto de interés es una categoría objetiva de vigencia universal; 4) el realismo reconoce el significado moral de la acción política; 5) el realismo se niega a identificar las aspiraciones morales de las naciones, en particular los preceptos morales que gobiernan el mundo; y, 6) la diferencia 5 Edward H. Carr, La crisis de los veinte años, 1919-1939. Una introducción al estudio de las Relaciones Internacionales, España, Catarata, 1981. 6 Hans Morgenthau, Política entre las naciones, la lucha por el poder y la paz, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1986.

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entre el realismo y otras escuelas de pensamiento es profunda. Por lo tanto, la política internacional implica una lucha por el poder; entonces, el poder será siempre un objetivo inmediato. Con estos principios, Morgenthau se convirtió en una referencia básica del realismo clásico. Su libro se considera una de las principales aportaciones para la construcción de ese enfoque. Otros autores que contribuyeron al realismo clásico fueron Reinhold Niebuhr, Georg Schwarzenberger y Robert Tucker. Por su parte, Niebuhr consideraba que las naciones debían usar el poder para promover la justicia y satisfacer el interés nacional. Este autor sugería que el equilibrio de poder era un mecanismo necesario para la justicia y que un desequilibrio evitaría una justicia racional. Niebuhr era uno de los defensores de la contención del comunismo como pieza central de la política exterior de Estados Unidos.7 Por su parte, Schwarzenberger consideraba el poder como el factor clave de la política internacional. Parafraseando a Tucídides, este autor planteaba que los actores del sistema internacional tienden a “hacer lo que pueden, más que lo que deben”. Esta es la “esencia de la política del poder”,8 decía Schwarzenberger. Finalmente, Tucker afirmaba que el sistema internacional siempre ha sido anárquico y desigual. Debido a este rasgo, los Estados tienden a desarrollar la idea de autoayuda (self-help). Al ser un concepto relevante para las relaciones internacionales, Tucker lo definía como “el derecho” de cualquier Estado a determinar cuándo sus intereses legítimos son amenazados y cuándo emplear medidas coercitivas para reivindicar sus intereses.9

Principales precursores Tucídides (471-400 a.C.) Fue un filósofo griego, autor del libro La Guerra del Peloponeso. En este libro, Tucídides buscó explicar las causas de un conflicto. Su conclusión fue que el temor a un cambio en el equilibrio del poder es la causa principal de las guerras. Es considerado el precursor de la historia con sustento científico. Nicolás Maquiavelo (1469-1527) Fue un diplomático, filósofo político y escritor italiano, autor de una de las principales obras de ciencia política: El Príncipe. Este libro prácticamente se convirtió en un manual para la obtención, mantenimiento y ampliación del poder. Maquiavelo es considerado el padre de la ciencia política moderna. Su obra 7 Citado por James E. Dougherty y Robert L. Pfaltzgraff, Teorías en pugna de las Relaciones Internacionales, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1993, p. 104. 8 Citado por Celestino del Arenal, Introducción a las Relaciones Internacionales, Madrid, Tecnos, 1993. 9 Robert Tucker, The Inequality of Nations, Nueva York, Basic Books, 1977.

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Principales precursores (continuación) contribuyó significativamente a la construcción del realismo, como enfoque teórico de las Relaciones Internacionales. Thomas Hobbes (1588-1679) Fue un filósofo muy influyente para la ciencia política. Su obra principal fue El Leviatán. En este libro, Hobbes planteaba el estado de la naturaleza en el que no había un gobierno central. Esta idea llevó más tarde al concepto de anarquía en el sistema internacional, uno de los principales postulados del realismo. Edward H. Carr (1892-1982) Fue un connotado historiador, diplomático y periodista. Se le considera uno de los fundadores de la teoría de las Relaciones Internacionales. Su libro más influyente para las Relaciones Internacionales fue La crisis de Veinte Años. Es una obra publicada en 1939 justo en el año que inició la Segunda Guerra Mundial y describe la política internacional entre Versalles de 1919 y los conflictos de mediados de los años treinta. Su obra fue pionera para el debate entre el idealismo y el realismo. Hans Morgenthau (1904-1980) Fue un abogado y politólogo alemán. Fue un judío que huyó de la Alemania nazi y encontró refugio en Estados Unidos, donde desarrolló una fructífera carrera académica. Es considerado el padre fundador del realismo clásico. Su principal obra fue Política entre las naciones, la lucha por el poder y la paz, que se convirtió por muchos años en la principal referencia del realismo como enfoque teórico de la disciplina de las Relaciones Internacionales.

En resumen, las ideas de los filósofos clásicos fueron muy importantes para, siglos después, la construcción del enfoque realista. Los pensadores internacionalistas de mitad del siglo XX utilizaron sus nociones para plantear los principales supuestos de esta teoría. Sin embargo, éstos también contribuyeron con ideas propias y originales para dibujar un enfoque realista de las relaciones internacionales. Otros autores de la década de los setenta del mismo siglo y hasta sus finales también aportaron argumentos importantes para fortalecer el realismo. Pero ése es tema del siguiente capítulo. PRINCIPALES PREMISAS TEÓRICAS DEL REALISMO CLÁSICO El realismo plantea que el Estado es el principal actor del sistema internacional y que su principal interés es maximizar su poder en la arena global. Asimismo, los realistas consideran que el Estado es una actor racional y unitario en términos del proceso de toma de decisiones de la política exterior. Es racional porque las acciones están basadas en los objetivos

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planteados, los intereses supremos de la nación y en los valores que se buscan proyectar hacia el exterior. Es unitario porque actúa como un solo ente en el escenario internacional y normalmente no hay oposición de los grupos internos.10 Otro supuesto importante del realismo clásico es que el sistema internacional es anárquico por naturaleza. Por ello, los Estados tienden a buscar su propia ayuda y no depender de los demás. La receta que otorga el realismo a la anarquía es el equilibrio de poder. En otras palabras el equilibrio de poder será el mecanismo necesario para mitigar la anarquía y darle cierto orden al mundo. La anarquía nunca va a desaparecer y por ello los actores deben buscar mecanismos para sobrevivir a la anarquía. Al respecto, los realistas exponen serias dudas sobre la eficacia de las organizaciones internacionales para reducir la anarquía. El equilibrio de poder es un concepto básico desde la perspectiva del realismo. Con este mecanismo, los actores buscan evitar la presencia de un poder hegemónico en el sistema internacional. El principal objetivo es que haya un poder similar entre los Estados para evitar el conflicto. Si uno de estos actores busca incrementar su poder, los otros tratarán de evitarlo para no romper con el equilibrio del poder. La existencia de un desequilibrio del poder crea tentaciones para cambiar el statu quo, lo que normalmente llevaría a un conflicto en donde uno de los mecanismos sería el uso de la fuerza. Al existir anarquía en el sistema internacional, los actores tienden a generar mecanismos de autoayuda (self help en inglés). Sin embargo, este elemento lleva al dilema de la seguridad. Esta situación se presenta cuando un actor incrementa su poder militar con el objetivo de garantizar su seguridad interna. El problema es que, como respuesta y por desconfianza, los otros actores también aumentan su poder para equilibrar la situación. El dilema de la seguridad se presenta cuando la desconfianza entre los actores puede llevar al uso de la fuerza, lo cual conduciría a un conflicto armado. Otra premisa básica del realismo es que la principal motivación de los Estados para actuar en el escenario global es el interés nacional. Los realistas definen al interés nacional en términos de poder. Es decir, uno de los principales objetivos de los actores debe ser el aumento de poder con el fin de poder garantizar la seguridad interna. Así, los realistas plantean 10 Para una síntesis de los supuestos realistas, se recomienda: Tim Dunne y Brian Schmidt, “Realism”, en John Baylis y Steve Smith (eds.), The Globalization of World Politics: an Introduction to International Relations, Oxford, Oxford University Press, 2011, pp. 99-112; Arturo Sotomayor, “Realismo”, en Thomas Legler et al., Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la política global, México, Oxford, 2013, pp. 13-23; Karen Mingst, Fundamentos de las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2009; Rafael Velázquez, “Realismo”, en José Luis Orozco y Consuelo Dávila (coords.), Breviario Político de la Globalización, México, Fontamara-UNAM, 1997, pp. 415-423.

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que la agenda de la política internacional es jerárquica. Por ejemplo, ellos consideran que la seguridad nacional siempre debe estar a la cabeza de la agenda de la política internacional. En cuanto a los medios para alcanzar los objetivos de política exterior, los realistas prefieren el uso de la fuerza y la diplomacia coercitiva. En términos de intereses, la negociación diplomática puede ser poco efectiva en algunas ocasiones. Asimismo, para los realistas las medidas unilaterales son más efectivas que las multilaterales, puesto que resulta una pérdida de tiempo poner de acuerdo a varios actores sobre un problema en particular.

Premisas básicas del realismo clásico • Los Estados son los actores primarios de las relaciones internacionales. • Los Estados son racionales y unitarios. • Los Estados consideran el interés nacional en términos de poder, ya sea como un medio o como un fin; por lo tanto la política internacional es una lucha por el poder. • El sistema internacional es anárquico por naturaleza y el poder es el único medio para controlarlo; por lo tanto, los Estados necesitan adquirir capacidades militares suficientes para inhibir cualquier ataque de un enemigo potencial. • La obligación primaria de cualquier Estado en un ambiente de anarquía es promover el interés nacional. • La seguridad nacional siempre está a la cabeza de la agenda de la política exterior. • El factor económico es menos relevante para la seguridad nacional que para el poder militar y es solamente importante como un medio para adquirir prestigio nacional y poder. • Los Estados no pueden delegar la tarea de su seguridad a organizaciones internacionales o al Derecho Internacional. • Los países recurren a la diplomacia coercitiva para influir en las decisiones de otros Estados. • Las medidas unilaterales son más efectivas que las acciones multilaterales.

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Conceptos básicos Poder Es la capacidad que tienen los individuos, las instituciones o los países para poder influir en los otros actores. Es uno de los conceptos básicos del realismo.

Anarquía Es la ausencia de un poder hegemónico que pueda dar orden al sistema internacional.

Equilibrio de poder Es la situación en la que ningún Estado tiene predominio sobre los demás en el sistema internacional. Cuando un actor busca incrementar su poder, los otros Estados buscan mecanismos de contrapeso para evitar la pérdida del equilibrio de poder.

Sistema internacional Conjunto de actores, procesos, patrones y factores que interactúan de manera sistemática en un entorno global.

Dilema de la seguridad Este concepto aparece cuando un actor adquiere mayores potencialidades militares con el objetivo de garantizar su seguridad interna. Sin embargo, ello lleva a otros actores a hacer lo mismo con el objetivo de equilibrar la situación. El problema es que los actores tienen la tentación de usar esa potencialidad militar cuando crece su poderío.

Autoayuda (self-help) En un contexto de anarquía, los Estados deben buscar resolver sus problemas de manera individual debido a que los otros actores no están interesados en ofrecer su ayuda.

Interés nacional Son las necesidades básicas que tiene un Estado para su propia supervivencia. Es la principal motivación que tienen los Estados para diseñar sus políticas exteriores.

Seguridad nacional Es la ausencia de amenazas externas o internas que dañen la estructura social, económica y política de los Estados. Es también una serie de medidas para garantizar la seguridad de los individuos en una sociedad.

Conflicto Es el resultado de las diferencias de objetivos, valores e intereses que hay entre los diversos actores del sistema internacional. Normalmente el conflicto lleva al uso de la fuerza para el alcance de los objetivos. El conflicto se puede resolver mediante mecanismos pacíficos.

Cooperación Es el intercambio de recursos entre diversos actores con el fin de facilitar el alcance de ciertos objetivos. El objetivo principal es impulsar el desarrollo socioeconómico de los ciudadanos. Son interacciones pacíficas entre los diversos actores del sistema internacional.

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FORTALEZAS Y DEBILIDADES DEL REALISMO CLÁSICO Si bien el realismo clásico como enfoque teórico tiene varias fortalezas, también presenta debilidades. En primer lugar, es una adecuada herramienta para explicar el conflicto, pero tiene problemas para explicar la cooperación. En medio de su hegemonía como paradigma de la disciplina, el realismo fue cuestionado porque no tenía el poder para explicar causas y consecuencias. Además, los realistas no empleaban métodos rigurosos ni tampoco evidencia empírica para demostrar sus supuestos. Asimismo, la complejidad de la realidad pronto reveló que los Estados no siempre actúan racionalmente puesto que hay decisiones que se ubican en la esfera emocional, entre otras razones. Asimismo, el Estado hoy día no es completamente unitario porque existen actores subnacionales que tienen diferentes preferencias sobre los asuntos internacionales y buscan imponer su punto de vista en las decisiones de política exterior. Además, al interior de los gabinetes existen importantes diferencias entre agencias burocráticas y en ocasiones los poderes legislativos no coinciden con las políticas del ejecutivo. Por ello, hoy día es muy difícil hablar de unitarismo entre los Estados en plena globalización. Los realistas clásicos pensaban que la principal motivación de política exterior se encuentra al interior de los Estados. Pero pronto la realidad hizo notar que la estructura internacional también posee una influencia muy importante para ese tipo de decisiones. Tres eventos revolucionaron el pensamiento internacionalista de los realistas en la década de 1960 y 1970. La Guerra de Vietnam probó que el factor militar no era lo más importante y que la guerra también se podía perder al interior de Estados Unidos, puesto que muchos grupos se opusieron a la intervención estadounidense en la región. En términos prácticos, se podría decir que Estados Unidos perdió la Guerra de Vietnam porque su objetivo era evitar que ese país se unificara bajo un régimen comunista y en 1975 Vietnam del Norte y Vietnam del Sur se unieron bajo un gobierno de esta ideología. Por lo tanto, los realistas empezaron a perder capacidad explicativa en este sentido. Además, para los realistas la economía era secundaria. Sin embargo, el rompimiento del patrón dólar-oro de 1971 y el boicot petrolero de la OPEP de 1973 demostraron que los temas económicos tenían gran peso en la política internacional. En este sentido, el Realismo clásico tuvo que buscar una visión renovada para recuperar su poder explicativo.

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Estudio de caso La crisis de los misiles de 1962 La crisis de los misiles de 1962 representa un buen caso para explicarse mediante el realismo clásico. En esa ocasión, el gobierno de Estados Unidos decidió establecer un bloqueo naval sobre la isla de Cuba para evitar la instalación de bases de lanzamiento de misiles soviéticos. La medida también buscaba presionar a la Unión Soviética para retirar los misiles ya instalados. Esta decisión refleja con claridad los principales supuestos del realismo. En primer lugar, el bloqueo era reflejo de un Estado unitario y racional. En Estados Unidos, nadie se opuso a la medida y era congruente con el objetivo planteado. En el proceso de toma de decisiones, el tema de la seguridad nacional estadounidense se puso por encima de cualquier otra consideración. Era obvio que la Unión Soviética buscaba instalar las bases para mantener un equilibrio de poder puesto que Estados Unidos había instalado misiles similares en Turquía, en la frontera con la URSS. Sin embargo, John F. Kennedy no estaba dispuesto a modificar el equilibrio del poder ya que ello representaba una amenaza directa a su seguridad nacional. Además, el bloqueo implicaba el uso de la diplomacia coercitiva puesto que conllevaba la amenaza de atacar a Cuba si los soviéticos no retiraban las bases de lanzamiento. Como se puede apreciar, la maximización del poder fue una de las principales preocupaciones durante la crisis de los misiles.

Cuadro XIII.1. Realismo clásico

Equilibrio del poder

EL REALISMO Y LA POLÍTICA EXTERIOR DE MÉXICO México no se ha caracterizado por ser un actor que proyecte su política exterior en función del realismo clásico de manera contundente. Obviamente, el país no busca de manera directa ampliar su poder en el escenario global ni emplea la fuerza militar para alcanzar sus objetivos; pero sí ha buscado participar en el ambiente internacional para obtener beneficios al interior del país. En general, las relaciones internacionales del país han estado sustentadas en los principios normativos, como son la no inter-

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vención, la igualdad jurídica, la autodeterminación, la solución pacífica de controversias, entre otros.11 Sin embargo, como lo sugiere Mario Ojeda,12 México ha diseñado también su política exterior en función de sus intereses nacionales. Efectivamente, la política exterior mexicana históricamente ha oscilado entre el realismo (intereses) y el idealismo (principios). Es decir, la actuación del país en el plano exterior ha combinado una política sustentada en principios normativos, pero a la vez ha respondido al interés de la nación y a promover su seguridad nacional, ambos elementos coinciden con los supuestos realistas. En este sentido, México ha desarrollado una especie de política exterior basada en lo que se puede denominar un pragmatismo principista.13 Existen varios ejemplos en donde México ha proyectado una política exterior basada en supuestos realistas. A principios de los años ochenta, la administración de Miguel de la Madrid impulsó un mecanismo para promover la paz en Centroamérica llamado Grupo Contadora. Como la situación en la región estaba caracterizada por guerras civiles, Contadora representaba un instrumento que buscaba promover la seguridad nacional de México puesto que la estabilidad del sureste se ponía en riesgo debido a los conflictos y a las migraciones de refugiados centroamericanos. En los años noventa, el gobierno de Carlos Salinas de Gortari impulsó la firma de un acuerdo de libre comercio con América del Norte (TLCAN). La acción también contenía elementos realistas porque buscaba responder a los intereses nacionales luego de varias crisis económicas. El TLCAN simbolizó un cambio en el modelo de desarrollo económico. De un modelo nacionalista proteccionista, México pasó a un esquema de libre comercio. Este hecho marcó un cambio en la política exterior de México. De una posición pro América Latina y de crítica hacia Estados Unidos, México pasó a una política pro Estados Unidos y de alejamiento relativo de la región latinoamericana. Esta nueva realidad tenía, entonces, tintes realistas porque el país actuaba a partir de sus intereses nacionales. Otro ejemplo de pragmatismo principista (que se puede considerar una variante del realismo) de la política exterior de México ha sido el caso de Cuba. En la década de 1960, el país apoyó a la isla y votó en contra de las resoluciones que había propuesto Estados Unidos para afectar al régimen 11 La Constitución mexicana establece ocho principios normativos de política exterior: 1) la autodeterminación de los pueblos; 2) la no intervención; 3) la solución pacífica de controversias; 4) la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; 5) la igualdad jurídica de los Estados; 6) la cooperación internacional para el desarrollo; 7) el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos; y, 8) la lucha por la paz y la seguridad internacionales. 12 Mario Ojeda, Alcances y límites de la política exterior de México, México, El Colegio de México, 1976. 13 Al respecto, véase Rafael Velázquez, op. cit., pp. 58-60.

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de Fidel Castro. En el discurso, el gobierno mexicano argumentaba que esa posición respondía a una política apegada a los principios normativos de las relaciones internacionales. Sin embargo, la realidad era que esa política respondía a claros intereses vinculados a una visión realista. El gobierno priísta buscaba, con esa posición, apaciguar a los grupos radicales y nacionalistas internos, puesto que esa política generaba consensos internos. En segundo lugar, México buscaba mandar una señal a Estados Unidos sobre su autonomía en materia de relaciones exteriores. Finalmente, el gobierno mexicano buscaba evitar que Castro financiara a grupos rebeldes mexicanos que pudieran ocasionar revueltas en México. Obviamente, estas tres razones están íntimamente vinculadas a los supuestos teóricos del realismo.

COMENTARIOS FINALES Debido a que hoy día prevalece el uso de la fuerza militar en el mundo y el poder sigue siendo el eje principal de la política internacional, el realismo se ha mantenido como una herramienta teórica-metodológica de gran peso para explicar los fenómenos de las relaciones internacionales. Obviamente, el realismo clásico dejó de tener el poder explicativo de antaño. Por ello, fue necesario que a la luz de nuevos fenómenos el realismo se renovara y adquiriera elementos para fortalecer su capacidad explicativa. Esta realidad dio origen al realismo estructural o neorrealismo, el cual será analizado en el siguiente capítulo.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Quiénes fueron los primeros precursores del realismo clásico? 2. ¿Bajo qué contexto histórico surge la disciplina de las Relaciones Internacionales y qué eventos llevaron a la construcción del realismo? 3. ¿Cuáles fueron los principales problemas que tuvo el realismo como herramienta explicativa de la realidad internacional? 4. Mencione tres filósofos clásicos que con sus ideas contribuyeron a la formación del realismo como enfoque teórico de las Relaciones Internacionales.

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5. Indique tres supuestos básicos del realismo clásico. 6. ¿Por qué el realismo plantea que los Estados son actores racionales y unitarios? 7. ¿Qué significa que el sistema internacional tiene como principal característica la anarquía? 8. Desde la perspectiva realista, ¿qué elemento puede mitigar la anarquía? 9. ¿Cuáles son los principales objetivos que tienen los Estados desde la visión realista?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Baldwin, David, Neorealism and Neoliberalism: The Contemporary Debate, Nueva York, Columbia University Press, 1993. Baylis, John y Steve Smith (eds.), The Globalization of World Politics: an Introduction to International Relations, Oxford, Oxford University Press, 2011. Carr, E. H., La crisis de los veinte años, 1919-1939. Una introducción al estudio de las Relaciones Internacionales, España, Catarata, 1981. Del Arenal, Celestino, Introducción a las Relaciones Internacionales, Madrid, Tecnos, 1993. Dougherty, James y Robert Pfaltzgraff, Teorías en pugna de las Relaciones Internacionales, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1993. Hobbes, Thomas, El Leviatán, México, FCE, 1992. Jackson, Robert y Sørensen, Georg, Introduction to International Relations: Theories and Approaches, Nueva York, Oxford University Press, 2003. Kauppi, Mark y Paul Viotti, The global Philosophers: World Politics in Western Thought, Nueva York, Lexington Books, 1992. Kegley, Charles, “The Neoliberal Challenge to Realistic Theories of World Politics, an Introduction”, en Charles Kegley, Controversies in International Relations Theory, Realism and the Neoliberal Challenge, Nueva York, St. Martin's Press, 1995. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe, México, Porrúa, 1987.

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Mingst, Karen, Fundamentos de las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2009. Morgenthau, Hans, Política entre las naciones, la lucha por el poder y la paz, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1986. Ojeda, Mario, Alcances y límites de la política exterior de México, México, El Colegio de México, 1976. Schwarzenberger, Georg, Power Politics. A Study of International Society, Londres, 1941. Sotomayor, Arturo, “Realismo”, en Thomas Legler, Arturo Santa Cruz y Laura Zamudio González (eds.), Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la política global, México, Oxford, 2013, pp. 13-23. Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso libros I-II, Madrid, Gredos, 2012. Robert Tucker, The Inequality of Nations, Nueva York, Basic Books, 1977. Velázquez, Rafael, “Pragmatismo principista: La política exterior de México”, Foreign Policy Edición mexicana, abril-mayo 2013, pp. 58-60. Velázquez, Rafael, “Realismo”, en José Luis Orozco y Consuelo Dávila, Breviario Político de la Globalización, México, Fontamara-UNAM, 1997, pp. 415-423.

REFERENCIAS Carr, Edward H., La crisis de los veinte años, 1919-1939. Una introducción al estudio de las Relaciones Internacionales, Madrid, Catarata, 1981. Del Arenal, Celestino, Introducción a las Relaciones Internacionales, Madrid, Tecnos, 1993. Dougherty, James E. y Robert L. Pfaltzgraff, Teorías en pugna de las Relaciones Internacionales, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1993. Dunne, Tim y Brian Schmidt, “Realism”, en John Baylis y Steve Smith (eds.), The Globalization of World Politics: an Introduction to International Relations, Oxford, Oxford University Press, 2011. Hobbes, Thomas, El Leviatán, México, FCE, 1992. Maquiavelo, Nicolás, El príncipe, México, Porrúa, 1987. Mingst, Karen, Fundamentos de las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2009. Morgenthau, Hans, Política entre las naciones, la lucha por el poder y la paz, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1986.

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XIV. REALISMO ESTRUCTURAL

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INTRODUCCIÓN

E

l realismo estructural, también conocido como neorrealismo, surgió del debate entre los tradicionalistas y los cientificistas en un intento por dar a la corriente principal, el realismo, un componente más “científico”. La obra de Kenneth Waltz, Teoría de la política internacional, fue publicada en 1979 y marcó el inicio de esta nueva versión del realismo. Waltz es uno de los realistas estructurales más reconocidos de las teorías de Relaciones Internacionales. Este reconocimiento lo logró al introducir el aspecto estructural al análisis realista existente. El neorrealismo ha tenido desde entonces partidarios y adversarios. Más allá de estas posturas, lo cierto es que generó grandes discusiones y ha ido evolucionando gracias al trabajo de diversos autores, siendo el poder el común denominador en la política internacional.1 Este capítulo puntualiza las diferencias principales entre el neorrealismo y el realismo tradicional; enseguida, estudia los principales conceptos y supuestos neorrealistas; posteriormente, desarrolla la diferencia entre las variantes ofensiva y defensiva, y finaliza con una aplicación de la teoría al caso de la intervención internacional en Libia de 2011. REALISMO Y NEORREALISMO Cuando se llevó a cabo el debate intraparadigmático, una de las principales posturas de Waltz fue la de proporcionar una sistematización al 1 Existe una gran variedad de autores que pertenecen a las diferentes corrientes dentro del realismo estructural, ya sea ofensivo o defensivo. En este trabajo se toman algunos argumentos de diversos autores, pero se discute de manera más particular el realismo defensivo de Kenneth Waltz y el ofensivo de John Mearsheimer, dado que sus dos obras son consideradas una gran contribución a la literatura y teoría del realismo. Cfr. Glenn H. Snyder, “Mearsheimer's World– Offensive Realism and the Struggle for Security. A Review Essay”, International Security, vol. 27, núm. 1, 2002, pp. 149-173.

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realismo tradicional. Waltz entró en la discusión sobre la “cientificidad” de las Relaciones Internacionales y criticó duramente a autores como Morgenthau y Raymond Aron por su falta de postulados rigurosos. En este sentido, el planteamiento de Waltz significó continuidad con el realismo, pero diferenciación en estructurar una teoría de carácter científico.2 El neorrealismo de Waltz comparte características comunes a todos los realistas, pero se distingue por ciertas aportaciones originales. El cuadro XIV.1 puntualiza algunas diferencias básicas entre los dos enfoques. Cuadro XIV.1. Diferencias entre realismo tradicional y neorrealismo Realismo tradicional Poder: un medio, la mayor preocupación es la seguridad. La explicación de los comportamientos internacionales se encuentra en el nivel individual. Se entiende como una teoría política exterior, que tiene como objeto de estudio la distribución relativa de capacidades entre Estados y alianzas.

Los comportamientos se explican mediante el nivel sistémico, por la distribución de capacidades o los recursos de poder. Es una teoría de la política internacional cuyo núcleo es la distribución de capacidades a nivel sistémico.

No hay una visión sistémica. Se toman en cuenta solamente las interacciones entre los Estados.

Fuente: Elaboración del autor a partir de Kenneth Waltz, “Nuclear Myths and Political Realities”, The American Political Science Review, vol. 84, núm. 3, 1990, pp. 731-745; Scott Burchill, “Realism and Neo-realism”, en Scott Burchill, Andrew Linklater et al. (eds.), Theories of International Relations, Londres, Macmillan, 1996; Randall L. Schweller y David Priess, “A Tale of Two Realisms: Expanding the Institutional Debate”, Mershon International Studies Review, vol. 41, núm. 1,1997.

2 Kenneth Waltz, “Realist Thought and Neorealist Theory”, en Stephen Chan y Cerwyn Moore (eds.), Theories of International Relations (vol. I), Londres, Sage Publications, 2006, pp. 215-230. Hay diferencia de opiniones respecto al trabajo de Waltz. Por ejemplo, John G. Ruggie criticó la obra pero propuso ciertas “enmiendas”, considerándola en todo caso como una de las principales contribuciones a la teoría de las Relaciones Internacionales. Cfr. John G. Ruggie, “Continuity and Transformation in the World Polity: Toward a Neorealist Synthesis [Review of Theory of International Politics, by Kenneth N. Waltz],” World Politics, vol. 35, núm. 2, 1983, pp. 265-285. Por su parte, Jim George critica duramente la obra de Waltz al considerarla de poca sustancia. Cfr. Jim George, Discourses of Global Politics: A critical (re)introduction to International Relations, Boulder, Lynne Rienner, 1994. De las críticas de otros autores como Ashley, Cox y Wendt, surgió la semilla del reflectivismo en general y del constructivismo en particular. Cfr. Kepa Sodupe, La teoría de las relaciones internacionales a comienzos del siglo XXI, Bilbao, Universidad del País Vasco, 2003, p. 80.

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Muchos de los conceptos utilizados en el realismo tradicional forman parte del análisis estructural. Sin embargo, se debe poner más atención al componente sistémico derivado de la elaboración de Waltz, entre otros. A continuación, se presentan los principales conceptos neorrealistas. CONCEPTOS NEORREALISTAS “¿Qué tipo de cambios alterarían el sistema político internacional de manera tan profunda que antiguas formas de pensamiento ya no fueran relevantes? Los cambios del sistema lo harían; los cambios en el sistema no”.3 Mediante el análisis neorrealista, Waltz afirma que la validez de su teoría está en el hecho de poder explicar lo que sucede en el mundo sin importar el periodo ni las circunstancias. Para lograrlo, es necesario profundizar en varios conceptos, comenzando por los cambios y las continuidades que permite analizar la teoría sistémica. Teoría sistémica: cambios y continuidades En Teoría de la política internacional, Waltz critica tanto a autores tradicionalistas como conductistas. Desde su punto de vista, éstos elaboran teorías reduccionistas que no permiten entender la política internacional, puesto que se necesita más que sumar las políticas exteriores de los Estados y sus comportamientos externos para este propósito. De la misma manera, el mero análisis de los atributos internos de los Estados, aunque puede dar una descripción de sus objetivos, sus políticas y sus acciones, tampoco permite una explicación sobre las grandes continuidades que se observan a lo largo de la historia.4 La opción es, entonces, centrarse en la teoría sistémica que ponga mayor atención en las fuerzas en juego en el plano internacional. Sin embargo, Waltz establece la existencia de un lazo causal entre las unidades que interactúan –es decir, los Estados– y los resultados internacionales. Así, algunas causas de los resultados internacionales se localizan en la interacción entre los Estados y otras tantas se ubican en el nivel estructural. Cuando una teoría tiene la capacidad de analizar las causas en ambos niveles, puede entonces explicar los cambios y continuidades que se dan en un sistema internacional.5 3 Kenneth Waltz, “Structural Realism after the Cold War”, International Security, vol. 25, núm. 1,verano, 2000, p. 5. Traducción propia. 4 Kenneth Waltz, Theory of International Politics, Long Grove, Waveland Press, Inc., 1979 (reeditado 2010), p. 98. 5 Kenneth Waltz, “Nuclear Myths and Political Realities”, The American Political Science Review, vol. 84, núm. 3, 1990, pp. 731-745.

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De cualquier forma, la parte primordial de la explicación se encuentra en la estructura, que actúa limitando y condicionando el comportamiento de los Estados. De ahí que explique y prediga las continuidades en el sistema internacional. Las interacciones de los Estados van a resultar siempre afectadas por ciertos límites, dando lugar a comportamientos y acontecimientos recurrentes, aunque no deseados.6 Waltz asegura que mientras no exista un cambio estructural, habrá una continuidad en el sistema internacional que responderá a un mismo patrón de comportamiento, por lo que su teoría estructural será siempre válida. Del mismo modo, asegura que aun cuando el mundo conozca periodos de paz en los que se proclama la muerte del realismo, las continuidades del sistema quedan por encima de cualquier comportamiento estatal. Así, a lo largo de los siglos y del surgimiento de nuevas ideologías, se seguirán presentando la lógica del poder y la anarquía, como elementos subyacentes del sistema internacional, en donde sistema y estructura son fundamentales. Sistema y estructura Un concepto central en la teoría estructural realista es el sistema internacional. En su elaboración de la teoría sistémica, Waltz plantea dos distinciones: entre sistema y unidad, por un lado, y entre estructura y proceso, por el otro. El sistema está compuesto por la estructura y por unidades interactuantes –los Estados–. La estructura es el componente del sistema en su conjunto y hace posible pensar en el sistema como un todo; representa la forma mediante la cual las unidades se combinan para formar una totalidad. La estructura consiste en tres componentes o atributos analíticos: 1) el principio ordenador del sistema, que es la anarquía; 2) compuesto por dos o más unidades similares –Estados soberanos e independientes– que buscan sobrevivir con diferentes capacidades materiales aunque similares en sus funciones; y 3) el grado de concentración o de difusión de las capacidades dentro del sistema, lo que se traduce en sistemas multipolares, bipolares y unipolares, de acuerdo al número de actores importantes o a la distribución de capacidades entre las unidades (véase la figura XIV.1). Estos componentes se explican a continuación. 6 Según el autor, la estructura afecta el comportamiento dentro del sistema mediante la socialización –es decir, el comportamiento de acuerdo a las normas– y la competición –la racionalidad generalizada derivada de las acciones de los actores con mayor éxito en la obtención de su seguridad–. Esto reduce la variedad de comportamientos y de resultados posibles en el sistema. Cfr. Kenneth Waltz, Theory of International Politics…, pp. 111-116. También Kenneth Waltz, “Fair Fights or Pointless Wars?”, International Security, vol. 28, núm. 3, 2003-2004, p. 181.

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Figura XIV.1. División del sistema político internacional

Estructura Sistema Internacional Unidades interactuantes Unipolar Bipolar Multipolar

Fuente: Elaboración del autor.

Anarquía, unidades, capacidades y poder Waltz hace hincapié en que hay dos principios ordenadores en los sistemas: la jerarquía y la anarquía. A nivel interno, todos los sistemas estatales son centralizados y jerárquicos. Sin embargo, a nivel internacional, el principio ordenador del sistema es la anarquía. En su libro de El hombre, el Estado y la guerra (1954), Waltz explica que anarquía no significa desorden, sino ausencia de un órgano supranacional que imponga a los Estados normas de comportamiento. Es dicha anarquía la que permite que los Estados empleen la fuerza. Dado que no hay un responsable de los demás, cada uno deberá cuidarse a sí mismo –definido como el principio de autoayuda– y dirigir sus esfuerzos hacia la satisfacción de sus intereses por los medios posibles. En este escenario, la colaboración ocurrirá solamente cuando sea condicionada por la estructura de la anarquía. Waltz añade que para cumplir sus objetivos, las unidades funcionan de la misma manera. Esto significa que poco importa el tipo de gobierno o la composición de un Estado, pues este componente no impacta a nivel internacional. Lo que sí hace una diferencia son las capacidades dentro del sistema. Así, los resultados internacionales dependen de si hay dos, varios o ningún poder preminente que habite en el sistema. Esto conduce a la referencia directa de la polaridad en el sistema internacional, al mismo tiempo que al concepto de poder.7

7

Waltz, Theory of International Politics… p. 139.

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Conforme a lo mencionado anteriormente, el poder es la capacidad combinada de un Estado. Los neorrealistas utilizan dicho concepto como una característica que define la estructura, dependiendo de su distribución y de los cambios dentro de ésta, al presentarse la polaridad.8 Lo anterior es de suma importancia, dado que los cambios en la polaridad del sistema afectan la forma en que los Estados consiguen su seguridad. En 1964, Waltz afirmaba que los sistemas bipolares contaban un mayor equilibrio de poder, 9 puesto que se podía predecir las acciones de los dos poderosos de manera más estable . Consideraba que el sistema más inestable se daba en un contexto multipolar, pues con más de dos potencias, los Estados dependerían tanto de sus esfuerzos internos como de alianzas con los demás para salvaguardar su seguridad, con la complicación añadida de la posible inestabilidad de las alianzas, lo que lleva a otro concepto fundamental: el dilema de seguridad. La ecuación se dificulta aún más, dada la incertidumbre respecto a las capacidades de los Estados. El caso de la unipolaridad también es complicado. Un poder sin equilibrio, sin importar quien lo posea, es un peligro para los demás. El Estado poderoso podría pensar en sí mismo actuando en pro de la paz, la justicia y el bienestar del mundo, según refiere Waltz. En este sentido, sus acciones podrían estar en conflicto con las preferencias e intereses de los demás.10 De todas las consideraciones anteriores, falta hacer mención específica del concepto de equilibrio de poder. Se infiere que es la forma que se establece en el sistema internacional dependiendo de las capacidades relativas de los actores y de la polaridad. Cualquier intento de los Estados por adquirir más poder o algún evento que quite poder a alguno, tendrá efectos directos sobre éste. Waltz plantea en sus consideraciones sobre el equilibrio de poder que los Estados son actores unitarios y racionales cuyo objetivo es su preservación, aunque pueden igualmente tener como fin máximo, la domiWaltz, “Realist Thought and Neorealist Theory”, p 227. En esa fecha, Waltz propuso la durabilidad de los sistemas bipolares, aunado a una pacificación. Cfr. Kenneth Waltz, “The Stability of a Bipolar World”, Daedalus, vol. 93, núm. 3, 1964, pp. 881-909. Sin embargo, reconsidera esta última característica en su obra de 1979, refrendando solamente la durabilidad; más tarde, señaló que había cometido el error de combinar paz con estabilidad. Cfr. Kenneth Waltz, “The Emerging Structure of International Politics”, International Security, vol. 18, núm. 2, 1993, pp. 44-79. Han existido grandes discusiones acerca de la estabilidad de los diferentes tipos de polaridad. Cfr. Nuno Monteiro, “Unrest Assured: Why Unipolarity Is Not Peaceful”, International Security, vol. 36, núm. 3, invierno, 2011, pp. 9-40. Sobre el fin de la unipolaridad. Cfr. Randall L. Schweller y Xiaoyu Pu, “After Unipolarity: China's Visions of International Order in an Era of U.S. Decline”, International Security, vol. 36, núm. 1, verano, 2011, pp. 41-72. Según Waltz, cuatro factores limitaban la violencia en las relaciones entre Estados: primero, la existencia de dos poderes mundiales borraban a las periferias; en segundo lugar, la extensión de los factores incluidos en la competencia, en la medida en que se elevara la intensidad de ésta; como tercer factor del balance bipolar, se tenía la presencia constante de la presión entre los actores y las recurrencias de las crisis; el cuarto factor era el poder predominante de ambos polos. 10 Waltz, “Structural Realism after the Cold War”, p. 28. 8 9

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nación mundial. Para conseguir dichos objetivos recurren a sus medios internos, es decir, sus recursos de poder y a medios externos, traducidos en formación o fortalecimiento de alianzas.11 Finalmente, se debe responder a la pregunta central: ¿por qué las guerras se presentan incesantemente? Éste es el principal cuestionamiento de Waltz a la hora de desarrollar El hombre, el Estado y la guerra. La respuesta la encontró en los niveles de análisis –individuo, sociedad o Estado-nación y sistémico–, donde la causa permisiva es la anarquía, que se encuentra a nivel sistémico, junto con las causas eficientes, las cuales se pueden encontrar en los otros niveles. Sin embargo, dependiendo de cómo se considere al poder, será la variante realista estructural que se defina. ¿Por qué hay guerras? Los Estados han peleado guerras sin importar la diferencia entre sus instituciones económicas, sus costumbres sociales o sus ideologías políticas. El argumento se mantiene no sólo para los Estados, sino para cualquier tipo de organización. Si se identifica una condición como causante de la guerra, la pregunta es ¿por qué las guerras se repiten una y otra vez aun cuando sus causas hayan variado? La respuesta es que las variaciones en las características de los Estados no están directamente relacionadas con los resultados que producen sus comportamientos, como tampoco lo están las alteraciones en sus patrones de interacción.12 Por lo anterior, Waltz refiere que el nivel sistémico tiene capacidad explicativa y predictiva, pues la estructura del sistema internacional actúa como una fuerza que condiciona e influye en el comportamiento de los Estados. Así, establece que a lo largo de la historia, las naciones se transforman, desarrollan la tecnología y los armamentos, cambian las alianzas, 11 El “equilibrio de poder” se presenta en la obra de Waltz como central en la teoría sistémica. Argumenta que el equilibrio puede ser resultado de políticas deliberadas por parte de los Estados, pero principalmente se llega a situaciones de equilibrio de manera espontánea y recurrente. El concepto no puede atribuirse a ningún autor en específico. Hay datos de su uso en autores tan variados como Nicolás Maquiavelo (siglo XVI) o David Hume (siglo XVIII). Waltz hace mención de autores como Ernst Haas, quien plantea ocho significados diferentes del término; Martin Wight, quien encuentra nueve; o bien Hans Morgenthau, que cuenta cuatro definiciones diferentes. Cfr. Kenneth Waltz, Theory of International Politics…, pp. 116-123. Waltz explica que en ausencia de un líder absoluto, los Estados tienden a formar coaliciones o a “equilibrar” a los opositores. Refiere que Stephen Van Evera sugirió un opuesto de “equilibrio”: el bandwagoning (subirse al carro o tren), fenómeno que se presenta en el momento en que hay un Estado declarado netamente superior y los demás comienzan a aliarse con éste. Sin embargo, Waltz argumenta que en un sistema jerárquico, el “subirse al tren” del poderoso sería un comportamiento acertado, pero en un sistema anárquico es riesgoso darle más poder a algún Estado, pues no se sabe si esto se revertirá en el futuro. Los Estados tienen a reducir este riesgo comportándose como “equilibradores” (balancers). Es así como refiere que el equilibrio, no el bandwagoning, es el comportamiento inducido por el sistema internacional. Schweller, por su parte, argumenta que ya sean Estados de statu quo o revisionistas, la alianza con las súper potencias (bandwagoning) tiende a ser el comportamiento común. Cfr. Randall L. Schweller, “Neo-realism's Status-quo Bias: What the Security Dilemma Is?,” Security Studies, vol. 5, núm. 3, 1996, pp. 90-121. 12 Kenneth Waltz, “The Origins of War in Neorealist Theory”, The Journal of Interdisciplinary History, vol. 18, núm. 4, 1988, p. 617.

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pero prevalecen resultados similares. Esto se explica por la actuación de fuerzas provenientes del nivel de los sistemas. Aunque el neorrealismo no explica por qué ciertas guerras tienen lugar, sí explica su recurrencia a lo largo de los tiempos. De cualquier manera, el intentar explicar la guerra mediante una sola causa es una empresa imposible. En general, los realistas estructurales mantienen que la ocurrencia de las guerras se ve afectada por la arquitectura del sistema internacional. Algunos realistas argumentan que la variable clave es el número de grandes potencias o polos en el sistema; otros se enfocan en la distribución de poder entre los Estados más fuertes; otros más analizan cómo afectan los cambios en la distribución del poder; finalmente, algunos están convencidos de que las variaciones en el equilibrio ofensivo-defensivo tienen la mayor influencia.13 El dilema de seguridad El término dilema de seguridad fue acuñado por John H. Herz y utilizado por Waltz en el análisis neorrealista. Se refiere a una noción estructural en la que la autoayuda lleva a un aumento de inseguridad. La autoayuda significa que los Estados se pondrán en una posición que les permita cuidarse a sí mismos. Para ello, utilizarán los medios internos (como aumentar su capacidad económica y su fuerza militar), así como los externos (como afianzar alianzas o debilitar al oponente). Así, un Estado interpreta sus medidas como defensivas, mientras que éstas son percibidas como potencialmente amenazadoras por los demás. Cuando una gran potencia toma medidas para acrecentar su seguridad, de manera inversa decrece la seguridad de los demás –y modifica el equilibrio de poder–. He ahí el dilema y lo que Mearsheimer llama “la tragedia de la política de poder”. Ahora bien, si los Estados tienen cada uno un poder relativo y están de acuerdo con éste, no habría razón para querer obtener más poder. El problema es que no se puede confiar en que los Estados se conformarán con el poder que poseen y no buscarán aumentarlo, sobre todo a expensas de otro Estado. La siguiente pregunta sería entonces ¿por qué y cuánto poder quieren los Estados? John Mearsheimer responde a esta pregunta cuando distingue entre tres tipos de realismo: el de la naturaleza humana, que correspondería al realismo tradicional de Morgenthau; el realismo ofensivo y el realismo defensivo. 13 Para una explicación de cada variante, Cfr. John J. Mearsheimer, “Structural Realism”, en Tim Dunne, Milja Kurki y Steve Smith, International Relations Theories. Discipline and Diversity (3ª ed.), Oxford, Oxford University Press, 2013, pp. 84-88. John J. Mearsheimer, The Tragedy of Great Power Politics, Nueva York, W. W. Norton, 2001, versión kindle.

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Un análisis sobre estas categorías establecidas por Mearsheimer, Feng y Ruizhuang, apunta que este criterio permitiría que el realismo clásico –o de naturaleza humana– de Hans Morgenthau se clasificara como realismo ofensivo. En su lugar, proponemos utilizar los niveles de análisis como el criterio de clasificación. Así, el realismo ofensivo y el defensivo se clasificarían como realismo estructural, pues ambos enfatizan al sistema internacional y las restricciones que impone al comportamiento de los Estados. 15

LAS VARIANTES DEL REALISMO ESTRUCTURAL El realismo estructural puntualiza los argumentos para responder a la pregunta inicial sobre por qué quieren poder los Estados. Mearsheimer explica cinco supuestos del sistema internacional, muy similares a los supuestos del realismo tradicional:16 1. Las grandes potencias son los actores principales de la política internacional y operan en un sistema anárquico, en tanto principio ordenador de dicho sistema. 2. Todos los Estados poseen cierta capacidad militar ofensiva. 3. Los Estados no pueden estar seguros de las intenciones de sus pares. Siempre estarán buscando saber si otros Estados utilizarán la fuerza para alterar el equilibrio de poder –que serían considerados Estados revisionistas– o si estarían satisfechos con lo que tienen y sin intenciones de usar la fuerza para modificar esta situación –considerados Estados de statu quo. 4. El objetivo principal de los Estados es su supervivencia, por lo que buscarán mantener su integridad territorial y su autonomía. 5. Los Estados son actores racionales, capaces de tener estrategias que maximicen su supervivencia. Mearsheimer puntualiza que individualmente estos supuestos no muestran la razón del apetito de poder de los Estados. Sin embargo, en conjunto explican que los Estados se preocupen por el equilibrio de poder y justifica que tengan fuertes incentivos para obtener más poder que los demás. Esto da claridad a la aseveración de Morgenthau sobre que los Estados tienen un apetito insaciable de poder. No obstante, el poder también 15 Liu Feng y Zhang Ruizhuang, “The Typologies of Realism”, Chinese Journal of International Politics, vol. 1, 2006, p. 112.

John J. Mearsheimer, “The False Promise of International Institutions”, en Stephen Chan y Cerwyn Moore (eds.), Theories of International Relations, vol. I, Londres, Sage Publications, 2006, pp. 255-303. 16

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será la condición sine qua non para la supervivencia, lo cual lo convierte en una necesidad y no en una necedad de los Estados. Lo anterior lleva a hacer la distinción, respondiendo a la pregunta ¿cuánto poder es suficiente? Esta respuesta es lo que divide principalmente a los realistas estructurales en ofensivos y defensivos, aunque finalmente se puede llegar a las mismas conclusiones. El realismo defensivo De acuerdo al concepto de sistema internacional descrito más arriba, los autores estructurales realistas defensivos, principalmente Waltz, deducen ciertas proposiciones. Primero, dado que no hay quien frene lo que los Estados pueden hacer, cada uno debe ayudarse a sí mismo para poder sobrevivir y en todo caso, obtener sus objetivos. Deben por tanto, desarrollar sus capacidades materiales, incluyendo población, territorio, recursos, capacidades económicas, fuerza militar, estabilidad política, entre otras. Segundo, el desarrollo de las capacidades permite a los Estados tomar la ofensiva y atacar a sus pares deliberadamente. Tercero, de la combinación de la anarquía y las capacidades relativas, se deduce que las grandes potencias estarán especialmente tentadas de atacar e intervenir en otros Estados y no sólo eso, sino que esto incluirá el imponer o hacer cumplir por la fuerza el derecho internacional, porque si se tiene la capacidad, se tiene la autoridad. La cuarta proposición es que, dado que la condición de la política internacional es la inseguridad, todo se traducirá en una preocupación por las ganancias relativas. Esto da como resultado tres consideraciones: a) quiere decir que se preocuparán porque otro gane más que ellos, con lo que se presenta el dilema de seguridad; b) las preocupaciones por las ganancias relativas harán la cooperación más difícil; y c) este contexto llevará a la formación recurrente de equilibrios de poder.17 Los realistas defensivos reconocen que el sistema internacional crea incentivos importantes para que los Estados quieran aumentar su poder. Sin embargo, consideran que es estratégicamente equivocado el pretender ser una hegemonía. Waltz establece que los Estados no deben maximizar su poder, aunque sí deben esforzarse por tener una “cantidad apropiada” de éste. Waltz explica el comportamiento internacional de los Estados mediante el equilibrio de poder. En cuanto un Estado se convierta en uno muy poderoso, los demás comenzarán a equilibrar (o “balancear”) el 17 Karen Ruth Adams, “Structural Realism: The Imperialism of Great Power”, en Jennifer Sterling-Folker (ed.), Making Sense of International Relations Theory (2ª ed.), Londres, Boulder, Lynne Rienner Publishers, 2013, pp. 23-24. Kenneth Waltz, citado en Mearsheimer, “Structural Realism”, p. 81.

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sistema mediante la formación de coaliciones que hagan contrapeso y mediante una mayor acumulación de elementos militares por parte de las grandes potencias. Lo que se espera es que al menos el Estado aspirante a la hegemonía se sienta menos seguro. Igualmente, se aprecia un argumento de equilibrio ofensa-defensa, por medio del cual los Estados deben calcular sus decisiones. De esta manera, decidirán si vale la pena tomar un comportamiento ofensivo, dependiendo de las ganancias posibles. Sin embargo, dado que este equilibrio normalmente se mueve a favor del defensor, el Estado que intente ganar una buena cantidad de poder adicional, se encontrará peleando una serie de guerras perdidas. De esta forma, los Estados reconocerán la nimiedad del comportamiento ofensivo y se concentrarán más en mantener su posición en el equilibrio de poder existente. Más aún, los realistas defensivos creen incluso que si una conquista es probable, no brindará muchos beneficios, puesto que los costos serán mayores –por ejemplo, debido al nacionalismo en los territorios conquistados.19 Por otro lado, Michael Mastanduno argumenta que los realistas esperan que los Estados eviten que haya espacios sin llenar a favor de sus aliados, pero no necesariamente van a intentar maximizar dichos espacios a su favor. Esto quiere decir que los Estados no son considerados como maximizadores de espacios vacíos (gap maximizers), sino defensores –o como los llama Joseph Grieco, defensive positionalists–.20 En este sentido, el poder se vuelve un medio útil y posible. En situaciones cruciales, la última preocupación de los Estados no es por el poder, sino por la seguridad. Los Estados asumen el deseo o el objetivo, como mínimo, de supervivencia.21 Así, se observa que cada autor tiene su propio punto de vista al momento de desarrollar sus ideas en esta rama. Waltz describe el contexto internacional como anárquico, en el que se genera un dilema de seguridad; la competencia de seguridad se presenta como en un estado de la naturaleza hobbesiano. Otros autores, como Charles Glaser, no enfatizan ni el estado de anarquía ni el dilema de seguridad. Consideran que los Estados tienen una seguridad adecuada, particularmente si se toman en cuenta sus factores internos. Así, los autores que consideran el estado de anarquía sostienen que la política ideal en el sistema internacional es mantener un equilibrio de poder, cada Estado manteniendo su poder relativo. Aquellos que no ponen énfasis en la anarquía argumentan que los Estados deben mantener un equilibrio entre defensa-ofensa en su tecnología de 19 Idem. 20 Michael Mastanduno, “Do Relative Gains Matter? America's Response to Japanese Industrial Polilcy”, International Security, vol. 16, núm. 1, 1991, pp. 73-113. 21 Waltz, Theory of International Politics…, pp. 93-95.

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armamento y sugieren que se puede mantener la seguridad mediante la cooperación. El realismo ofensivo Para responder a la pregunta ¿cuánto poder es suficiente?, los realistas ofensivos –en especial Mearsheimer– argumentan que los Estados deben de aprovechar cualquier oportunidad que se presente para obtener más. Su objetivo último será maximizar su poder y alcanzar la hegemonía, pues de esta manera aseguran su supervivencia. Señalan categóricamente que no es posible encontrar Estados que prefieran el statu quo en el sistema internacional, dado que la anarquía ha provocado que todos los Estados tengan un déficit de seguridad.22 Además, argumentan que los Estados que se encuentran o se sienten amenazados normalmente se equilibran contra los enemigos poderosos. Sin embargo, sostienen que dicho equilibrio es casi siempre ineficiente, especialmente cuando se trata de formar coaliciones (balancing coalitions). Aunado a ello, cuando ocurre esta ineficiencia, se le presenta a un agresor avisado la oportunidad de tomar ventaja de sus adversarios. Además, los Estados amenazados en ocasiones optan por el buck-passing, en lugar de integrarse en una coalición de equilibrio. Esto significa intentar que otros asuman el peso de contraponerse al poderoso, quedándose al margen y sin tener que asumir costos. Este comportamiento es “lugar común” entre las grandes potencias y crea oportunidad para la agresión.23 Por otro lado y en argumento contrario a los realistas defensivos, Mearsheimer indica que la historia ha demostrado que el lado que inicia la guerra gana más a menudo y en ocasiones puede conseguir la hegemonía. Esto se une al razonamiento sobre las conquistas. Si bien en ocasiones no se traduce en ganancias, en muchas otras éstas sí son obtenibles, por lo que sigue siendo una opción muy válida para los Estados “ofensivos”. Además, los Estados buscan sobrevivir en un contexto de anarquía, mediante la maximización de su poder relativo frente al de otros Estados.24 Son considerados entonces offensive positionalists. Como lo menciona Fareed Zakaria, “la mejor solución para el problema perenne de la incertidumbre de la vida internacional es que un Estado aumente su control sobre su medio mediante la expansión persistente de sus intereses políticos al

Mearsheimer, The Tragedy of Great Power Politics... Mearsheimer, “Structural Realism”, p.81. John Mearsheimer, “Back to the Future. Instability in Europe After the Cold War”, International Security, vol. 15, núm. 1, 1990, pp. 12. 22

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exterior”.25 Los realistas ofensivos esperan que las grandes potencias estén de manera constante buscando oportunidades para tomar ventaja sobre los demás, siendo el fin último la hegemonía. Argumentan, como lo especifica Mearsheimer, que los Estados van a la guerra no solamente por conside-raciones de seguridad, sino también ideológicas o económicas. Para dicho autor, es claro que los Estados, aunque no siempre ni bajo cualquier circunstancia, optarán por maximizar su poder. Los incentivos sistémicos para un Estado racional no permiten que se contenten con establecer un equilibrio contra agresores potenciales, sino que los motivan a tomar pasos concretos para aumentar su porción de poder mundial con fines de autoprotección.26 El realismo ofensivo, a diferencia del defensivo, estima que las grandes potencias no tienen límite en la búsqueda de poder. Considera que una gran potencia que se jacte de serlo busca ser la más poderosa y tener hegemonía, es decir, ser la única gran potencia dentro del sistema. Al no existir potencias de statu quo, rara vez habrá una conformidad con la actual distribución del poder; al contrario, tendrán incentivos para cambiar esa distribución a su favor. Pero Mearsheimer también considera que, en ocasiones, los costos y riesgos de tratar de alterar el equilibrio de poder son demasiado grandes, lo que obliga a las grandes potencias a esperar circunstancias más favorables, aunque ello no significa que el deseo de mayor poder desaparezca. Cuadro XIV.2. Características del realismo defensivo y ofensivo Realismo ofensivo

Realismo defensivo Visión del mundo Anarquía. Los Estados no deben maximar su poder, aunque si deben esforzarse por tener una “cantidad apropiada” de éste (Waltz). Poder para obtener seguridad. Seguridad

La condición de la política internacional es la inseguridad; preocupación por las ganancias relativas, dilema de seguridad.

Comportamiento de los Estados

La búsqueda de seguridad llevará a la formación recurrente de equilibrios de poder.

Estados

Se concentrarán en mantener una posición en el equilibrio de poder existente: statu quo. (defensive positionalist Joseph Grieco).

Anarquía. El objetivo último de los Estados será maximizar su poder y alcanzar la hegemonía. Poder para ser hegemonía y asegurar la supervivencia.

Revisionistas que buscan sobrevivir mediante la maximización de su poder relativo (offensive positionalists).

Fuente: Elaboración propia. 25 Fareed Zakaria, From Wealth to Power: The Unusual Origins of America's World Role, Princeton, Princeton University Press, 1999, p. 20. Traducción propia. 26 John J. Mearsheimer, “Reckless States and Realism”, International Relations, vol. 23, núm. 2, junio, 2009, pp. 250-251.

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Finalmente, la clasificación de realismo ofensivo y defensivo existe cuando se toma en consideración el criterio de los niveles de análisis, quedando ambos en el realismo estructural, puesto que enfatizan la existencia del sistema internacional y sus restricciones estructurales sobre el comportamiento de los Estados. Sin embargo, los diversos autores no comparten los mismos puntos de vista, sobre todo respecto a la racionalidad de los Estados, punto principal del realismo en su conjunto.

ALCANCES Y LÍMITES DEL REALISMO ESTRUCTURAL: UNA CONCLUSIÓN Una de las grandes ventajas del realismo fue la sustancial simplificación de la enorme complejidad de las relaciones internacionales. Dicha ventaja también significó que se dejaran de lado aspectos muy importantes para poder explicar el mundo y sobre todo, predecir los resultados de los acontecimientos internacionales. Lo anterior ha generado críticas tanto hacia el desarrollo de la teoría sistémica, como de los postulados estructurales, principalmente respecto de la elaboración neorrealista de Kenneth Waltz. Cuando Waltz publicó Teoría de la Política Internacional, argumentó que había elaborado una teoría sistémica capaz de explicar el mundo y el comportamiento de los Estados a través de los tiempos y bajo diversas circunstancias, con la cual ganaba el argumento tanto a los realistas tradicionales en contra de los idealistas, como en contra de los cientificistas. En este sentido, Richard Ashley considera que finalmente termina traicionando a ambos, puesto que en el primero traiciona el compromiso con la autonomía de la política al reducir la práctica política a una lógica económica, y en el segundo caso, neutraliza las facultades críticas del cientificismo, mediante el seguimiento ortodoxo de reglas metodológicas, que convertirían a la ciencia en una iniciativa puramente técnica. Ashley argumenta que el realismo estructural aprende del realismo, “solo un interés en el poder; de la ciencia toma solamente un interés en expandir el alcance de control; y de esta selección crea una perspectiva teórica que resuelve sobre la posibilidad de un poder racional que nunca necesita aceptar o admitir los límites del poder. Lo que se logra, según este autor, es un estructuralismo positivista que toma el orden dado como el orden natural, limita el discurso político, en lugar de extenderlo, niega o trivializa el significado de la variedad a través del tiempo y el espacio, subordina toda práctica a un control, se postra ante el ideal de un poder social más allá de la responsabilidad y por tanto, priva a la interacción

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política de estas capacidades prácticas que hacen posible el aprendizaje social y el cambio creativo. Lo que surge es una ideología que anticipa, legitima y orienta un proyecto totalitario de proporciones globales: la racionalización de la política global”.27 Respecto a los límites estructurales, John Mearsheimer elabora una fuerte crítica a los argumentos de Waltz, en el sentido de que éste, al optar por el rechazo al supuesto del “actor racional”, genera tres problemas para la teoría. Primero, significa que no está preparada para explicar el comportamiento de los Estados, lo que denota una utilidad limitada para explicar cómo funciona el sistema internacional. En segundo lugar, la afirmación de Waltz de que su teoría puede explicar los resultados internacionales –en oposición al comportamiento de los Estados– no es convincente, pues estos resultados estarán siempre fuertemente influenciados por las acciones de las grandes potencias, pero si su teoría no puede predecir su comportamiento, es probable que tampoco pueda predecir de manera confiable los resultados de su comportamiento. Tercero, el supuesto de Waltz de que los Estados frecuentemente se comportan de manera imprudente, lleva a que habría un mundo mucho más competitivo del que describe en su teoría. Mearsheimer concluye su crítica sugiriendo que la teoría de Waltz tiene una gran virtud normativa: explicar cómo debería ser el mundo, no cómo funciona en realidad. Sobre estos argumentos, algunos realistas defensivos aceptan que las grandes potencias se comportan muchas veces en formas que contradicen la teoría. Sostienen que la causa reside en que no actúan de manera racional y, por lo tanto, tienden a ser destruidos –como en los casos de Alemania imperial, Japón imperial y Alemania nazi–. Así, argumentan que los Estados que maximizan su poder no aumentan sus posibilidades de supervivencia, sino que las disminuyen. El problema con este argumento es que –como lo mencionó Waltz– se necesita otra teoría que sea capaz de explicar por qué los Estados actúan de manera no racional y estratégicamente tonta –una teoría de política exterior–. Finalmente, como lo apunta atinadamente Mearsheimer, dicha teoría complementaria enfatizaría elementos de política interna, por lo que ya no podría estar considerada como una teoría realista estructural. Además, hay autores que consideran que Mearsheimer, al proveer a la teoría de Waltz con la racionalidad sobre los Estados revisionistas, da la fundación para mezclar los realismos ofensivo y defensivo en una misma teoría: finalmente vincula al objetivo defensivo inherente –la seguridad y la supervivencia– con el comportamiento ofensivo. 27 Richard K. Ashley, “The poverty of neorealism”, en Andrew Linklater (ed.), International Relations. Critical Concepts in Political Science, vol. IV, Londres y Nueva York, Routledge, 2000, pp. 1574-1575. Traducción propia.

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Si bien es difícil hacer una división estricta entre las diversas variantes del realismo estructural y se pueden argumentar muchas críticas para cualquiera de éstas, lo cierto es que desde su elaboración ha servido para explicar tanto la recurrencia de la guerra, como el comportamiento de los Estados desde una lógica de poder y de seguridad. Su aplicación resulta muy pertinente en múltiples casos tanto históricos como contemporáneos cuando se quiere realizar un análisis sistémico. En el siguiente estudio de caso se analiza la intervención en Libia bajo la perspectiva realista estructural. Estudio de caso Libia: poder y seguridad de las grandes potencias* El realismo estructural implica analizar los eventos internacionales desde un nivel sistémico, en donde los actos de las grandes potencias –que son las unidades que interactúan dentro de la estructura–, influyen en el resto de los Estados, dictando el orden y los equilibrios de fuerzas. El mismo argumento es igualmente válido para analizar los efectos de la anarquía a nivel interno. En el caso de Libia, se harán ambos análisis, a fin de observar los efectos de los atributos de la estructura en el sistema internacional. Las acciones de las fuerzas externas De acuerdo con el realismo estructural, el sistema internacional está compuesto por una estructura y las unidades que interactúan en ésta. La estructura posee tres atributos: a) la anarquía, b) su composición por dos o más unidades (Estados), y c) el grado de concentración o de difusión de las capacidades dentro del sistema. Para poder analizar el conflicto, se debe tomar en cuenta que Libia pertenece a la categoría de Estados débiles, que son siempre más propensos a las guerras civiles, dado que durante su historia ha sido blanco de conquistas e intervenciones por parte de grandes potencias. De esta forma, es posible que sus fronteras, su forma de gobierno, sus estructuras internas y su sistema económico hayan sido impuestos o diseñados por las grandes potencias de acuerdo a sus intereses. Los Estados débiles siempre serán afectados por las acciones de los fuertes. Después de su independencia de Italia, Libia fue estructurada mediante el establecimiento de una monarquía apoyada por el Reino Unido. No se forjaron instituciones fuertes ni un sentimiento nacional. El país era dependiente económicamente hasta el descubrimiento de petróleo en 1959, aunque este hecho no fortaleció sus estructuras. En 1969, Muammar Gadafi convirtió al Estado en una república islámica. Durante la Guerra Fría que caracterizó al sistema como uno bipolar, gracias al poder relativo que le dieron los recursos obtenidos del pe-

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Estudio de caso Libia: poder y seguridad de las grandes potencias (continuación) tróleo, Libia pudo maniobrar fuera de la influencia del conflicto Este-Oeste, aunque se inclinó por financiar a grupos terroristas contra Occidente. Al término de este periodo cambiaron las capacidades dentro del sistema. La bipolaridad se transformó en un sistema unipolar, bajo el dominio de Estados Unidos. Esto significaba que dicho país gozaba de grandes capacidades relativas, es decir, contaba con un alto grado de poder, que usaría para obtener seguridad. En 2003, intervino en Irak bajo el argumento de defensa preventiva en contra de un régimen del que se sospechaba tenía armas de destrucción masiva. En ese momento, Gadafi optó por un proceso de socialización que, en términos neorrealistas, lo llevaría a comportarse con apego a las normas seguidas por los demás Estados del sistema. Esto generó que Libia restableciera relaciones diplomáticas y comerciales con el mundo occidental. A principios de 2011, en un contexto de crisis económica mundial, estallaron diversos movimientos populares en Túnez, Egipto, Bahréin, Yemen, Siria y Libia, conocidos como la Primavera Árabe –aunque el término es aún objeto de debate–. La revuelta contra Gadafi inició en febrero.

Estructura al interior de Libia El principio ordenador del sistema a nivel internacional, la anarquía, se contrapone a la jerarquía a nivel interno, que justamente ordena a un Estado. Sin embargo, puede suceder que esta jerarquía se pierda y un Estado termine sin una autoridad central, pareciéndose al sistema internacional y estando presente la causa permisiva de una guerra. El caso de Libia presentó esta similitud. Después de haber dirigido el país por más de 40 años, el coronel Gadafi intentó apagar las protestas de sus ciudadanos mediante la fuerza. No había poder externo que obligara a Gadafi a ser justo y buen gobernante con sus ciudadanos, como tampoco lo había para obligar a la población a someterse a su tirano. Ésta terminó sublevándose y utilizando la fuerza para resistir. Cuando el Estado se debilita de esta manera, la política interna se asemeja a la internacional y el supuesto estado de derecho dará paso a la dominación con base en las capacidades (fuerza) de los actores implicados.

Estructura al exterior de Libia Según Waltz, el sistema internacional está formado por “balancers” o “equilibradores”, dependiendo de las capacidades relativas de cada uno y de la polaridad. Cualquier intento por adquirir más poder por parte de los Estados o algún even-

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Estudio de caso Libia: poder y seguridad de las grandes potencias (continuación) to que quite poder a alguno, tendrá efectos directos sobre el equilibrio de poder. En el momento en que dicho equilibrio se vio alterado en Medio Oriente y el norte de África por los levantamientos, la primera reacción de los Estados fuertes fue la búsqueda de su seguridad, al igual que la preocupación por las ganancias relativas y por buscar mayor influencia y poder en la región. Ningún Estado poderoso ayudó a los gobiernos débiles de Medio Oriente y del norte de África a contener las revueltas internas.

El principio de autoayuda En un sistema anárquico basado en el principio de autoayuda, dichos factores se tradujeron en la intervención armada, que partió de la aprobación de la resolución 1973(17/03/11), del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), autorizando a los Estados miembros a adoptar las medidas necesarias para proteger a los civiles. Con esta acción, las potencias demostraron la cooperación por un interés propio, cuyo grado se vio afectado por éste: Libia tenía importantes relaciones comerciales con Estados Unidos y en particular con Italia, Francia y Reino Unido –en especial contratos de miles de millones de dólares en equipo militar, además de ser una importante fuente de suministro de petróleo para los países europeos, sin olvidar las grandes reservas de agua dulce. Al buscar su seguridad mediante la garantía de la continuación de los negocios y los recursos, los países que intervinieron militarmente se comportaron como maximizadores de poder. Francia, sobre todo, intentó ejercer mayor influencia en la política internacional y proteger sus intereses en Libia. Fue el primer país en reconocer a la oposición libia como un gobierno legítimo, desconociendo al régimen de Gadafi. Al parecer, hubo información sobre el posible retiro de miles de millones de euros propiedad de Gadafi en los bancos europeos para resituarlos en China; además de una cancelación de la compra de aviones franceses y la marginación de empresas francesas en el proyecto de construcción de un reactor nuclear.

Anarquía y capacidades relativas: el restablecimiento del equilibrio La intervención en Libia fue posible gracias a la anarquía internacional y a las capacidades de las potencias occidentales –infinitamente mayores que las del ejército de Gadafi–, que intervinieron con el objetivo de mantener su seguridad y maximizar su poder en un sistema de autoayuda. La debilidad del gobierno libio coadyuvó al éxito de dicha intervención.

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Estudio de caso Libia: poder y seguridad de las grandes potencias (continuación) La capacidad relativa de las potencias las pone al centro de los asuntos internacionales. En un sistema político internacional, lo que transforma el equilibrio son éstas y no las intenciones. Quienes mantienen las capacidades y el poder mantienen amplia capacidad de tomar decisiones en política exterior. En el mejor de los escenarios, la recomposición del gobierno libio será determinada por los intereses de las grandes potencias. Una Libia controlada representa poder, seguridad y un equilibrio deseable en la región; representa el control del petróleo, de las bases militares occidentales, de reservas de agua potable, entre otros. Los Estados buscan obtener más poder, y con ello obtendrán también mayor seguridad. Aunque la coalición venció al dictador, no está aún claro si los vencedores moldearán tan fácilmente las instituciones de Libia. En 2012, un grupo de hombres armados atacó la embajada de Estados Unidos en dicho país y asesinó a su embajador. En 2014, aún no hay señales de estabilidad en el país, en donde los crímenes políticos y la inestabilidad están a la orden del día. Hasta… ¿una nueva intervención? *El presente caso es una versión de J. De Alba Ulloa, “La estructura del sistema internacional: El Neorrealismo de Waltz y la intervención en Libia”, en J. De Alba Ulloa (coord.), Libia, el final de la primavera. El conflicto libio analizado por las teorías de las relaciones internacionales, México, Tirant Humanidades, 2014, pp. 119-154.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Qué explica la anarquía en el sistema internacional y cuáles son sus consecuencias? 2. ¿Cómo es el comportamiento de los Estados en un sistema anárquico? 3. ¿Los Estados persiguen la hegemonía? 4. ¿Cómo miden los Estados su seguridad? 5. ¿Cuánto poder es suficiente? 6. ¿El equilibrio de poder es confiable?

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7. ¿Cómo se presenta el dilema de seguridad y cómo se puede solucionar? 8. ¿Cómo se describe la polaridad y de qué depende?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Dunne, T. y B. Schmidt, “Realism”, en J. Baylis y S. Smith (eds.), The Globalization of World Politics (3ª ed.), Oxford, Oxford University Press, 2004. Mearsheimer, John J., The Tragedy of Great Power Politics, Nueva York, Norton, 2001. Snyder, J., Myths of Empire: Domestic Politics and the International Ambition, Ithaca, Nueva York, Cornell University Press, 1991. Van Evera, Stephen, Causes of War: Power and the Roots of Conflict, Ithaca, Nueva York, Cornell University Press, 1999. Vasquez, John y Colin Elman, Realism and the Balance of Power: A New Debate, Upper Saddle River, Nueva Jersey, Prentice Hall, 2002. Walt, Stephen M., The Origins of Alliances, Ithaca, Nueva York, Cornell University Press, 1987. Waltz, Kenneth, Theory of International Politics, Long Grove, Waveland Press, Inc., 1979 (reeditado en 2010). Zakaria, Fareed, From Wealth to Power: The Unusual Origins of America's World Role, Princeton, Nueva Jersey, Princeton University Press, 1998.

REFERENCIAS Adams, Karen Ruth, “Structural Realism: The Imperialism of Great Power”, en Jennifer Sterling-Folker (ed.), Making Sense of International Relations Theory, (2ª ed.), Londres, Boulder, Lynne Rienner Publishers, 2013. Ashley, Richard K., “The Poverty of Neorealism”, en Andrew Linklater (ed.), International Relations. Critical Concepts in Political Science, vol. IV, Londres y Nueva York, Routledge, 2000. Burchill, Scott, “Realism and Neo-realism”, en Scott Burchill, Andrew Linklater et al. (eds.), Theories of International Relations, Londres, Macmillan, 1996.

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XV. LA ESCUELA INGLESA DE LA TEORÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES: UNA APROXIMACIÓN CONCEPTUAL JOSÉ LUIS GARCÍA AGUILAR

INTRODUCCIÓN

U

na de las corrientes teóricas que en años recientes ha experimentado un creciente interés en los principales textos y análisis de la teoría de Relaciones Internacionales es la llamada “Escuela Inglesa de Relaciones Internacionales”, poco estudiada en América Latina y particularmente en México. Esta corriente de pensamiento, como su nombre lo indica y veremos más adelante, ha desarrollado sus principales propuestas a raíz de trabajos cuyos autores han sido en su mayoría ingleses. La atención que ha recibido por parte de sus seguidores o detractores ha hecho que no sea ya propiamente “inglesa”, pero se usa ese estándar denominativo para hacer resaltar su origen intelectual, no la nacionalidad de sus impulsores. Además, la Escuela Inglesa de la Teoría de Relaciones Internacionales presenta ciertos aspectos conceptuales, que la hacen asemejarse o diferenciarse de otras teorías como el realismo y el constructivismo, pero que al mismo tiempo hacen que posea un perfil propio aunque es conveniente decir que su metodología ha sido materia de fuertes cuestionamiento.1 El presente capítulo tiene el objetivo de familiarizar al lector con las propuestas teóricas de esta escuela de pensamiento, sus principales autores, así como la contribución general a la teoría de Relaciones Internacionales y una explicación sobre el porqué de adentrarse en su propuesta conceptual.

1 Véase, por ejemplo, Roy Jones, “The English School of International Relations: a Case for Closure”, Review of International Studies, vol. 7, núm. 1, Cambridge University Press, 1981, pp. 1-13.

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ORÍGENES DE LA ESCUELA INGLESA DE LA TEORÍA DE RELACIONES INTERNACIONALES Los autores contemporáneos que han estudiado las contribuciones de la llamada Escuela Inglesa de la teoría de Relaciones Internacionales atribuyen a una serie de académicos británicos (aunque no todos lo eran, Hedley Bull era australiano) reunidos en el famoso British Committee on the Theory of International Relations, el origen de esta corriente de pensamiento. Este grupo se creó después de la Segunda Guerra Mundial, bajo los auspicios de la Fundación Rockefeller, con la finalidad de reflexionar sobre el estado de la teoría de Relaciones Internacionales a la luz del contexto de la Guerra Fría y sobre el futuro de la disciplina de Relaciones Internacionales. Es importante decir que, previo al establecimiento del British Committee, se había creado en Estados Unidos, bajo el patrocinio de la misma fundación, un comité similar, lidereado por Kenneth Thompson, donde participaron intelectuales del calibre de Hans Morgenthau, George Kennan, Reinhold Niebuhr y Arnold Wolfers, entre otros; es decir, la crema y nata del realismo político o, al menos, de su variante norteamericana. Del otro lado del Atlántico, académicos de la talla de E. H. Carr, Herbert Butterfield, Martin Wight, el historiador militar Michael Howard (el único sobreviviente actual del Comité), Adam Watson (surgido del ámbito diplomático) y Hedley Bull fueron los que establecieron los fundamentos de esta corriente, aunque el primero, por razones más bien atribuibles a cierta rivalidad académica, no fue finalmente invitado al Comité, pero sus ideas sí fueron una parte importante en los inicios de la Escuela Inglesa. En primera instancia se puede observar la composición académicamente ecléctica del grupo: filósofos, políticos, diplomáticos y, sobre todo, historiadores. Este rasgo es importante porque será un elemento metodológico distintivo del grupo y sus seguidores. Tanto Carr como Butterfield eran historiadores que se habían adentrado de una u otra manera en los asuntos internacionales, sobre todo E. H Carr. Este último ya era un historiador con muy buena reputación generada por sus libros sobre la metodología histórica y el nacionalismo ruso. También hay que decir que Carr escribió el muy influyente libro La Crisis de los Veinte Años, publicado justo antes de la Segunda Guerra Mundial. Si bien a Carr siempre se le ha considerado un realista por su defensa de los postulados de esa corriente de pensamiento frente al “utopianismo” –lo que dio origen al primer gran debate teórico de las Relaciones Internacionales–, mostró una cara inexplorada por el realismo político: la de considerar que

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también existían ciertas normas a seguir en las relaciones internacionales y ésas eran las del interés nacional de los Estados y, por lo tanto, seguirlas era una obligación de los Estados y de sus élites. Él se manifestaba en contra de la doctrina de “armonía de intereses” y proponía reconocer el “conflicto de intereses” que existe en las relaciones entre Estados, al mismo tiempo que los compromisos que el Estado posee hacia otros Estados, derivados de su interacción legal, es decir, sus obligaciones de carácter jurídico derivados de los tratados y del reconocimiento diplomático. Como puede observarse, con Carr se inició una cierta base conceptual de la posterior Escuela Inglesa de Relaciones Internacionales. Central a las ideas de esta corriente de pensamiento en Relaciones Internacionales se encuentra Martin Wight, quien en su libro International Relations, the Three Traditions dio pauta para ulteriores desarrollos conceptuales, sobre todo, los relacionados con la base filosófica de la idea de la sociedad internacional, concepto fundamental de la Escuela Inglesa de las Relaciones Internacionales. A Martin Wight, él mismo historiador, no le convencía mucho la idea de una “teoría de Relaciones Internacionales”, pues consideraba que no hay una “teoría internacional”2 en el sentido en que la maneja, por ejemplo, Hans Morgenthau o el mismo Kenneth Waltz. Más bien, argumentaba Wight, lo que existe es un cuerpo de ideas, patrones de pensamiento que han tenido su origen en la filosofía política, el derecho internacional y la práctica diplomática; estos patrones pueden ser identificados a través de la historia de las relaciones entre los Estados, es decir, identificados si se analiza la historia de la sociedad internacional. A esos patrones de pensamiento Wight los denominó “tradiciones” de la teoría internacional, a saber: 1) la tradición realista que proviene de Nicolás Maquiavelo y Thomás Hobbes, 2) la tradición racionalista que se desarrolla a partir de Hugo Grocio y los seguidores del derecho natural y, finalmente, 3) la tradición revolucionaria que tiene su origen en los escritos de Emmanuel Kant y su obra fundamental, La Paz Perpetua. Este conjunto de tradiciones de pensamiento internacional, o las “tres R’s” expresan diferentes maneras de contemplar el mundo. En la primera tradición, Wight observó el mundo natural, de pura competencia por el poder y la sobrevivencia. Al otro extremo, se encuentra la idea de la creación de una comunidad que contenga y permita la plena realización del ser humano, esto es, una comunidad humana más bien cercana a la utopía. La tradición intermedia es, no sorpresivamente, la Grociana o racionalista, misma que se basa en la relación establecida entre 2 Martin Wight, “Why is no there no an International Theory”, en James Der Derian (ed.), International Theory: Critical Investigations, Nueva York, New York University Press, 1995, pp. 30

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los Estados a través de la razón y el orden legal, es decir, la diplomacia y el derecho internacional. Wight indujo también otra idea, la de la composición misma del ámbito internacional, que es, fundamentalmente, la de un sistema de Estados mismo que se “mantiene por el entendimiento tácito de que cada miembro del sistema de Estados al reclamar soberanía e independencia política para sí, reconoce el mismo reclamo para cada uno de los otros miembros”.3 Hedley Bull, uno de los estudiantes más brillantes de Wight, coincidiendo con su maestro, es quien sin duda consolidó el corpus conceptual de la Escuela Inglesa de Relaciones Internacionales. En su libro La sociedad anárquica. Un estudios sobre el orden en la política mundial, Bull desarrolla el concepto de sociedad internacional que, como ya se mencionó, es piedra angular de su propuesta teórica.

EL CONCEPTO DE SOCIEDAD INTERNACIONAL EN LA ESCUELA INGLESA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES Como ya hemos comentado, la sociedad de Estados o sociedad internacional es un concepto invariablemente asociado con la Escuela Inglesa. En la teoría más convencional de Relaciones Internacionales que proviene de la escuela americana más positivista, el término “sistema internacional” resulta más común. En efecto, encontramos en Morton Kaplan una obra pionera, pero fue con Kenneth Waltz donde la idea del sistema internacional con un orden anárquico encontró su veta más elaborada, dando origen al neorrealismo.4 En este sentido, Martin Wight fue quien desarrolló una idea diferente a la americana. En la obra póstuma Sistema de Estados, compilada por Hedley Bull, Wight asevera que las relaciones internacionales se han compuesto de diferentes “sistemas de Estados” que han evolucionado de diferente manera pero que han tenido como algo común la cultura que los asemeja e identifica. Así, son tres grandes sistemas los que más han sobresalido: el Occidental, el Greco-romano y el de los Estados “guerreros” (warring States) en China. Para Wight, un sistema de Estados significa “la unión de varios Estados contiguos similares entre sí en sus maneras, religión y el grado de mejoramiento social y unidos por la reciprocidad de intereses comunes”.5 En Martin Wight, International Theory, The Three Traditions, Londres, Leicester University Press, 1994. Kenneth Waltz, Teoría de la Política internacional, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1988, pp. 151-189. 5 Ian Hall, International Political Thought of Martin Wight, Gordonsville, Palgrave, 2006, p. 99.

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este sentido, Wight deja de lado otros sistemas de Estados tales como los desarrollados por los incas o los aztecas en el continente americano, pero se puede observar que ya expresa los elementos primigenios de la sociedad de Estados o sociedad internacional. Este concepto fue desarrollado más ampliamente por Hedley Bull, profesor en la London School of Economics, en su libro La sociedad anárquica. Un estudio sobre el orden en la política mundial. Este libro es seminal para entender las propuestas de la Escuela Inglesa de Relaciones Internacionales y en particular el concepto de sociedad internacional a la cual Hedley Bull define como: Una sociedad de Estados (o sociedad internacional) existe cuando un grupo de Estados, conscientes de ciertos intereses comunes y valores comunes, forman una sociedad en el sentido de que ellos mismos se conciben unidos entre sí por un conjunto común de reglas en las relaciones entre ellos y en la operación de instituciones comunes.6

Conviene hacer un análisis de esta definición. En primer lugar, es importante hacer notar la idea de sociedad y de los vínculos que la forman, es decir, intereses y valores comunes. Esta idea se contrapone con la propuesta neorrealista de Kenneth Waltz del sistema internacional basado en un orden anárquico donde los Estados son unidades o actores de dicho sistema y en cuanto Estados (que son soberanos) poseen la misma función dentro del sistema, que es preservar su seguridad. Lo que los hace diferentes son sus capacidades materiales, esto es, el poderío de su ejército y el tamaño de sus economía.7 En el argumento de Bull, hay una conciencia de unidad entre los miembros de la sociedad internacional, es decir, entre los Estados, pero los vínculos que los unen son las normas e instituciones que los mismos Estados han creado para mantener esa sociedad a lo largo del tiempo. También es importante aquí llamar la atención de otros elementos de dicha definición, mismos que están relacionados, por ejemplo, con el origen y la evolución de dicha sociedad (propiamente europea u occidental) en la cual se debe situar a la Europa medieval o la temprana Europa moderna y que paralelamente significó la evolución del derecho natural al positivo, del dominio dinástico a la soberanía popular y, sobre todo, de la Europa cristiana o Cristiandad (Res publica Christiana) al estado secular.

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Hedley Bull, The Anarchical Society. A Study of Order in World Politics, Londres, McMillan Press, 1977, p. 13. Kenneth Waltz, Teoría de la Política Internacional, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1988, p. 136.

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Así, Europa, y el orden social que creó su desarrollo y con el tiempo su expansión y la colonización de otros territorios, puso énfasis en los Estados y en la soberanía como entes centrales de dicha sociedad y en las reglas que se desarrollaron alrededor de ella: no intervención, balance de poder, diplomacia y la responsabilidad del manejo internacional estable de las grandes potencias.8 Lo anterior es el origen de la sociedad internacional, es decir, el orden legal internacional 9 da origen a una sociedad, en este caso de Estados, que son a la vez partícipes del orden legal internacional, lo que nos remite de nuevo a Wight. Así, y por su énfasis en su evolución histórica, la sociedad internacional es un concepto más histórico que teórico si lo comparamos con el concepto de sistema internacional desarrollado por Kenneth Waltz, ya mencionado. En este sentido, la Escuela Inglesa asume que la sociedad internacional es autoconsciente (ya que está formada por Estados, es decir, entes soberanos) y abre posibilidades para establecer reglas e instituciones mediante la diplomacia y el diálogo internacional y, desde luego, para desarrollar también las identidades, con lo cual la hace un buen antecedente del constructivismo en Relaciones Internacionales.10 Como ya se ha visto, el concepto de sociedad internacional no sólo es útil para tratar de explicar la naturaleza de las relaciones internacionales, es decir, de qué está constituida y cómo se relacionan ciertos elementos entre sí tales como intereses, valores e instituciones. Esta cualidad hace al concepto de sociedad internacional muy dinámico y útil para tratar de explicar el cambio internacional, en comparación con el concepto de sistema internacional a la Waltz que es intrínsecamente estático y mecanisista, debido a la cualidad anárquica del orden sistémico internacional. Con Waltz, la noción de cambio se debe al resultado de grandes guerras, mismas que alteran la configuración o distribución del poder, pero la anarquía prevalece. En la sociedad internacional, la idea de cambio emerge por la identificación de intereses entre las comunidades políticas soberanas, los Estados, la evolución de las reglas e instituciones y la generación de ideas y valores que al ser socializadas por los Estados y sus líderes, permiten promover cambios en dicha sociedad de Estados, no necesariamente teniendo como base las grandes guerras sistémicas.

8 Buzan, Barry y Richard Little,“The Historical Expansion of International Society”, en Robert Allen Denemark (ed.), The International Studies Encyclopedia, Chichester, Wiley-Blackwell, International Studies Association, 2008. 9 Wight, International Theory. The Three Traditions, op. cit. 10 Bull, op. cit.

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LOS ELEMENTOS NORMATIVOS DE LA ESCUELA INGLESA DE RELACIONES INTERNACIONALES. LA SOBERANÍA COMO RESPONSABILIDAD Además de los elementos constitutivos de la sociedad internacional, en la Escuela Inglesa de la Teoría de Relaciones Internacionales se pueden encontrar elementos de carácter normativo, es decir, que están relacionados con la conducta que deben seguir los miembros de la sociedad internacional, adecuándose a las reglas que ellos mismos crean de acuerdo a determinados valores que comparten y, desde luego, a ciertos intereses que identifican de manera mutua. Esto es, los vínculos entre los Estados también son de orden moral y ético ya que los Estados son soberanos y pertenecen a esa sociedad por voluntad propia, soberanamente, entonces las obligaciones que se establecen entre ellos son fundamentalmente morales, además de ser jurídicas o económicas, entre otras. Así, los Estados crean un “orden”, entendiéndose éste como un “patrón de actividad que sostiene las actividades primarias o elementales de la sociedad de Estados” 11 y no sólo como una configuración del poder estructural de las unidades del sistema y su distribución a lo largo del mismo. En otras palabras, existe un código de conducta que se basa en el principio pacta sunt servanda, lo cual significa que los acuerdos deben respetarse. Ello implica que los Estados en un acto volitivo crean la sociedad internacional y que, por lo tanto, asumen la obligación de cumplir con una serie de compromisos, entre ellos hacer honor a los principios sobre los que descansan sus relaciones, por ejemplo, la igualdad de los Estados y la no intervención. En el mundo hobbesiano del sistema internacional de competencia perpetua, como el que los neorrealistas asumen, esto no es posible debido a que la lógica de la anarquía impele a los Estados a una búsqueda continua de su seguridad, debido a la persistencia del llamado “dilema de la seguridad”. Dado que la soberanía es la piedra angular de la convivencia internacional y la esencia misma de la identidad del Estado, este concepto es primordial para el mantenimiento del orden en la sociedad internacional, pero no el único. También los neorrealistas asumen que los Estados soberanos son los actores primordiales del sistema internacional, dando origen con ello al orden anárquico. No obstante lo anterior, Bull encuentra que la soberanía (siendo esencial a la sociedad internacional por ser el elemento primigenio del Estado) es un valor y, por lo tanto, es necesario protegerlo. De ahí que el Derecho Internacional se haya desarrollado por acuerdo 11 Idem.

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de los Estados para su propia protección y, por lo tanto, es una obligación de los mismos seguir las normas internacionales. Bajo esta lógica, los Estados no son meros actores de las relaciones internacionales, presas del orden anárquico del sistema internacional, sino que son, fundamentalmente, sujetos de la sociedad internacional y sus normas. Del razonamiento anterior se desprende la idea de que la soberanía y su ejercicio implican no sólo autoridad suprema del Estado y la no injerencia de otros Estados en los asuntos internos, sino que también conllevan responsabilidad, lo cual tiene consecuencias para cuestiones que van más allá de un enfoque Estado céntrico, es decir, para los individuos que componen a los Estados. Así, la protección de los derechos humanos, y si se quiere, la seguridad humana, es primordialmente una responsabilidad de los Estados y, por ende, de la sociedad internacional.12 Lo anterior merece una elaboración más amplia ya que nos parece que la responsabilidad de los Estados es el eslabón normativo, de carácter ético, más profundo de la Escuela Inglesa de las Relaciones Internacionales y que plantea preguntas tales como ¿qué hay que hacer frente a ciertos hechos, sobre todo aquellos que transcienden la misma soberanía de los Estados? En otras palabras, ¿existe la obligación de intervenir en otro Estado cuando éste viole las normas de la sociedad internacional? ¿Existe una obligación moral de los Estados de “comportarse bien” (civilizadamente) en la sociedad internacional, tanto interna como internacionalmente? ¿Hay obligaciones compartidas cuando hay problemas comunes, sobre todo de carácter humanitario o que ponen en riesgo la sobrevivencia misma de la sociedad mundial (ya no la de los Estados), entendida ésta como la máxima organización humana, que trasciende a los Estados mismos? Para tratar de responder a éstas y otras preguntas similares que pueden derivar del entendimiento del desarrollo téorico de la Escuela Inglesa de Relaciones Internacionales, es necesario dirigir nuestra atención a otro de los pilares de dicha escuela como lo fue John Vincent, reconocido por su contribución sobre las relaciones internacionales y los derechos humanos. Vincent en su libro Human Rights and International Relations 13 utiliza una analogía interesante para referirse a la sociedad internacional y a los Estados soberanos. Vincent aduce que la soberanía es como una caja de cartón para huevos. Los Estados soberanos son los huevos y la sociedad internacional es la caja de cartón. El papel de la caja de cartón es separar y acolchonar a los huevos. El material y el diseño son importantes porque los huevos son frágiles y su contenido muy valioso. De 12 Barry Buzan, “The English School: A Neglected Approach to International Security Studies”, Security Dialogue, vol. 46, núm. 2, 2015, pp. 126-143. 13 John Vincent, Human Rights and International Relations, Cambridge, Cambridge University Press, 1986, pp. 111-128.

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esta forma no sólo los huevos son importantes, sino la caja también. Por analogía, los Estados son importantes, al igual que la sociedad en que se encuentran y las relaciones que hay entre ellos; es decir, su valor intrínseco y, de acuerdo a Vincent, ese valor es, fundamentalmente, la protección de los individuos de ese Estado. En otras palabras, nos acercamos más a una concepción solidarista de la Escuela Inglesa, la cual posee una visión de carácter ético y de búsqueda de la justicia más que de preservación del orden internacional.

REFLEXIONES FINALES: ¿EN QUÉ MEDIDA PUEDE SER ÚTIL LA TEORÍA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES EN EL MUNDO ACTUAL Y EN ESPECIAL PARA EL CASO MEXICANO? Es claro ahora que la disciplina de Relaciones Internacionales ha dejado ya de ser una disciplina “americana” en el sentido que la gran mayoría de las teorías con las que se estudia provienen de autores originarios de Estados Unidos, más orientados a una metodología positivista.14 Sin dejar de tener una identificación occidental, ya que abreva de los clásicos de la teoría política de Occidente, la Escuela Inglesa aporta ideas interesantes que van más allá de las teorías que se enseñan usualmente a los estudiantes de Relaciones Internacionales tales como el realismo y sus derivados como el neorrealismo, el liberalismo, el marxismo o inclusive el constructivismo, enfoque ahora convertido por derecho propio en uno de los pilares del cuerpo teórico de nuestra disciplina. Por ejemplo, dentro del discurso de la práctica de sus relaciones internacionales, México ha asumido como eje central su apego a los principios del Derecho Internacional de tal manera que incluso se encuentran delineados en el artículo 89, párrafo X de nuestra Constitución. Los principios de no intervención y de autodeterminación de los pueblos han sido eje central de la posición de México en varios asuntos internacionales. Los críticos de esta posición juridicista, como el fallecido Mario Ojeda, han establecido que México ha seguido esta posición más bien por cálculo político en la defensa de sus intereses nacionales. 15 En otras palabras, la posición de apego al derecho internacional por parte de México no es más que una herramienta para instrumentar la posición defensiva de México, a falta de un poder material real. De ahí que el derecho interna14 Stanley Hoffman,” International Relations, still an American Social Science?”, en James Der Derian, International Theory: Critical Investigations, Londres, MacMillan, 1995, pp. 56-70. 15 Mario Ojeda, Alcances y límites de la política exterior de México, México, El Colegio de México, 1976, p. 85.

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cional sea una forma de defensa frente a un contexto internacional adverso y amenazante. Otro enfoque argumenta que México busca una posición para contribuir al orden internacional tal y como lo sugiere el texto pionero de Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, mismo que estudia el papel de México en las conferencias que dieron lugar a la Organización de las Naciones Unidas.16 Quizá habría que voltear a la Escuela Inglesa para tratar de explicar el papel de países que, como México, buscan una cierta autonomía de acción en el ámbito internacional, pero a que, a la vez, aún no han logrado consolidar un compromiso ético en sus relaciones internacionales. Es decir, si seguimos a Bull y a Vincent, la sociedad internacional es ante todo un ente unido por compromisos morales y estándares éticos, en particular con referencia a los derechos humanos. En este contexto, México aún no se encuentra de lleno en la sociedad internacional, aunque quizá en otros sentidos, sobre todo en el económico, se halla ante la formación de una sociedad internacional de carácter regional (o “subglobal” como lo denomina Barry Buzan) en América del Norte.17 Así, México forma parte de un sistema internacional de Estados, pero no plenamente de una sociedad internacional y muchos menos de una comunidad mundial, aspiración que se encuentra, desafortunadamente, todavía en los linderos de la utopía. Figura XV.1. Elementos de la Escuela Inglesa de Relaciones Internacionales

Fuente: Elaboración propia. Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa, México y el Orden Internacional, México, El Colegio de México, 1962. Buzan, From International to Wordl Society? English School Theory and the Social Structure of Globalisation, Cambridge, Cambridge University Press, 2004, pp. 209-210. 16

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PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Qué fue el Comité Británico para la Teoría de las Relaciones Internacionales y por qué se formó? 2. ¿Quiénes fueron los principales intelectuales que dieron origen a la llamada Escuela Inglesa de las Relaciones Internacionales? 3. ¿Cuáles son las “tres R’s” o tradiciones en el pensamiento internacional según esta Escuela? 4. ¿Qué es la sociedad internacional? 5. ¿Cuál es la diferencia con el sistema internacional desarrollado por Kenneth Waltz?

6. Para la Escuela Inglesa, ¿qué significa el orden internacional? 7. ¿Cuáles es la diferencia metodológica entre la Escuela Inglesa y el análisis teórico en los Estados Unidos? 8. ¿Cuál es el significado más importante para la soberanía de los Estados según la Escuela Inglesa?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Anderson, Kai y Andrew Hurrell Hedley, Bull and International Politics, Londres, Palgrave Palgrave Mcmillan, 2000. Bellamy, Alex J. (ed.), International Society and its Critics, Oxford, Oxford University Press, 2005. Burchill, Scott et al., Theories of International Relations, Nueva York, Palgrave Mcmillan, 2005. Bull, Hedley, The Anarchical Society. A Study of Order in World Politics, Nueva York, Columbia University Press, 1977. Bull, Hedley and Watson Adam (eds.), The Expansion of International Society, Oxford, Oxford Universiy Press, 1984. Buzan, Barry, From International to World Society? English School Theory and the Social Structure of Globalization, Cambridge, Cambridge Univerity Press, 2004.

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Buzan, Barry, “From International System to International Society. Structural Realism and Regime Theory Meet the English School”, International Organization, vol. 47, núm. 3, 1993, pp. 327-352. –––––––, An Introduction to the Enghlish School of International Relations. The Societal Approach, Londres, Polity Press, 2014. –––––––, “The English School: A Neglected Approach to International Security Studies”, Security Dialogue, vol. 46, núm. 2, 2015, pp. 126-143. Carr, E. H., “The Twenty Year's Crisis: 1919-1939: An Introduction to the Study of International Relations, Londres, Mcmillan, 1946. Dunne, Tim, Inventing International Society. A History of the English School, Londres, Macmillan, 1998. Hall, Ian, International Political Thought of Martin Wight. London, Palgrave Mcmillan, 2006. Jackson, Robert y Georg Sorensen, Introductions to International Relations, Oxford, Oxford University Press, 1999. Jeffery, Renee, Hugo Grotius in International Thought, Londres, Palgrave Mcmillan, 2006. Jones, Roy, “The English School of International Relations: A Case for Closure”, Review of International Studies, vol. 7, núm. 1, pp. 1-13. Navari, Cornelia (ed.), Theorizing International Society. English School Methods, Londres, Palgrave Mcmillan, 2008. Vincent, R. J. Human Rights and International Relations. Issues and Responses. Cambridge, Cambridge University Press,1986. Watson, Adam. The Evolution of International Society. Nueva York, Routdelge, 1992. Wheeler, Nicholas y Saving Strangers. Humanitarian Intervention in International Society. Oxford, Oxford Univerity Press, 2000. Wight, Martin, “Why is there no International Theory?”, en James Der Derian, International Theory. Critical Investigations, Nueva York, Nueva York University Press, 1995. –––––––, (1977), Systems of States. Leicester, Leicester University Press. –––––––, International Theory: The Three Traditions, Londres, Leicester University Press,1991.

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XVI. MARXISMO Y TEORÍA DEL IMPERIALISMO

SALVADOR VÁZQUEZ VALLEJO

INTRODUCCIÓN

E

ste capítulo expone los elementos fundamentales del paradigma marxista, sus alcances explicativos acerca de la sociedad capitalista y su crítica. De manera particular, explica la teoría del imperialismo aplicada al análisis y estudio de las relaciones internacionales, en su formulación clásica y derivados en un sistema bipolar y de Guerra Fría durante la segunda mitad del siglo XX, así como su pertinencia en las tendencias de las teorías contemporáneas de las relaciones internacionales.

EL PARADIGMA MARXISTA Y LOS ESTUDIOS INTERNACIONALES El desarrollo de las ciencias sociales a partir de la segunda mitad del siglo XIX para la comprensión de la sociedad moderna, no podría entenderse sin el conocimiento de las investigaciones de Marx y Engels. A lo largo del siglo XX la producción teórica y científica del marxismo fue prolífica y se convirtió en referente paradigmático en el vasto campo de los estudios sociales.1 Las Relaciones Internacionales no fueron la excepción. El marxismo como paradigma de la investigación y el conocimiento social no se limita a las vanas discusiones en torno a las obras del Marx joven o maduro y las teorías del valor-trabajo y la plusvalía. El desarrollo de su pensamiento científico trasciende las temporalidades coyuntarales de la producción del conocimiento y sus condiciones históricas porque parte de la concepción de la sociedad como totalidad. Para su comprensión e identificación, el paradigma marxista se analizará en dos niveles. El primero resuelve pragmáticamente el dilema plan1

Cfr. Pierre Fougeyrollas, Ciencias sociales y marxismo, México, FCE, 1984, pp. 13-19.

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teado por Kunh en torno a las revoluciones científicas y los paradigmas.2 En consecuencia se adopta el criterio estipulativo propuesto por John A. Vasquez 3 para aglutinar las diversas tendencias del marxismo y al conjunto de teorías que desarrolla en los diversos niveles de análisis científico-social. Esto facilitaría el entendimiento y la claridad de las relaciones complejas del fenómeno internacional. En cuanto al segundo nivel, éste debe de establecer los supuestos básicos del marxismo como paradigma, los cuales han permitido desarrollar diversas teorías en torno a las experiencias históricas, a la realidad geopolítica específica y a las perspectivas del movimiento de cambio del sistema internacional. En suma, nos hace posible relacionar nítidamente los diversos “marxismos”. Es importante recordar que el marxismo no configuró en sus inicios una teoría de las relaciones internacionales. Los esfuerzos teóricos comenzaron a partir del triunfo de la revolución soviética, con el cual se incorporó al sistema internacional un nuevo actor que a la vez asumió el rol de agente revolucionario del sistema, real y potencial. El marxismo enfrentaría los problemas de la praxis de la política internacional. Hay que dejar claro que existen autores que evitan el uso del marxismo como paradigma y prefieren referirse al paradigma de la “dependencia” o a la “concepción marxista” de las relaciones internacionales 4 aunque de manera ambivalente dejan entrever el carácter sustantivo del marxismo en el estudio de las relaciones internacionales. Los supuestos básicos del paradigma marxista en relación con el estudio de las relaciones internacionales son: 1. Al igual que en la sociedad nacional, existe una infraestructura de la sociedad internacional. Los Estados nacionales tendrán también un carácter superestructural y sus interacciones en el sistema internacional serán de ese carácter, pero siempre en relación con la infraestructura mencionada. 2. En la sociedad internacional la ideología caracteriza las relaciones entre sus componentes. 3. Incorpora al escenario de la sociedad internacional a otros actores no estatales. Los Estados nacionales son actores secundarios, el cual cuestiona el carácter estatocéntrico de los enfoques tradicionales occidentales. 4. El actor clave de la sociedad internacional son las clases sociales fundamentales. Cfr. Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 1986, pp. 268-278. Para Vasquez, las definiciones estipulativas no son ni correctas ni incorrectas, sino que son capaces de clarificar las relaciones que se dan entre un conjunto de fenómenos que se estudian. Define al paradigma como: “los supuestos fundamentales que tienen los investigadores sobre el mundo que están estudiando”. Cfr. John A. Vasquez, El poder de la política del poder, México, Gernika, 1992, pp. 20-23. 4 Cfr. Celestino Del Arenal, Introducción a las Relaciones Internacionales, México, Rei, 1993, pp. 33-37 y 382-385. 2 3

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MARXISMO Y TEORÍA DEL IMPERIALISMO

5. El nivel analítico que adopta el marxismo corresponde al de una sociedad internacional. 6. La fuerza motriz de la sociedad internacional es el imperialismo. 7. Establece una relación entre los fenómenos nacionales y los fenómenos internacionales. 8. Formula una teoría del cambio social extensiva a la sociedad internacional, contraria a las tendencias comunes que propugnan por el statu quo.5

Figura XVI.1. El marxismo y la teoría del imperialismo Paradigma Marxista

Sociedad internacional

Clases sociales

Estados Interacciones estatales y no estatales basadas en el sistema capitalista Conflictos internacionales basados en el interés de clase

Explotación

Contradicciones fundamentales del sistema capitalista

Transform ación y cambio Teoría del Imperialismo

Desarrollo teórico Teoría de la revolución mundial Clásico

Tercer mundo

Occidental

Cambios geopolíticos (desintegración de la URSS) La nueva sociedad internacional de la globalización

Mutaciones de la teoría

Imperialismo

Imperio

Valor explicativo y epistemológico

5 Estos supuestos son retomados de las investigaciones marxistas. Cfr. Roberto Mesa, La nueva sociedad internacional, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, pp. 83-109; Ekkehart Krippendorf , El sistema internacional como historia. Introducción a las Relaciones Internacionales, FCE, 1993; Las relaciones internacionales como ciencia. Introducción, México, FCE, 1993.

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Respecto al nivel de análisis de la sociedad internacional algunos autores opinan que la concepción marxista de las relaciones internacionales puede considerarse como estudios o teorías transnacionales.6 Independientemente del criterio clasificatorio, es conveniente mantener la postura del paradigma porque permite vincular las teorías que se formularon en torno a los fenómenos internacionales. El imperialismo como motor de la sociedad internacional y fenómeno esencial del capitalismo del siglo XX, mereció una especial atención por lo que fue objeto de una teorización específica y necesaria para entender al sistema internacional de las posguerras. La teoría del imperialismo no siguió un camino unívoco por lo que debemos comprender el curso de su desarrollo, a partir de la denominada teoría clásica del imperialismo; sus variantes durante los periodos de entreguerras y segunda posguerra en su versión soviética; las formulaciones occidentales de la segunda mitad del siglo XX y las reconstrucciones elaboradas desde la óptica del tercer mundo (África, Asia y América Latina). Después de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), la teoría del imperialismo cayó en un letargo heurístico, y los debates y la nueva producción teórica se reanudaron a partir de los primeros años del siglo XXI. LA TEORÍA DEL IMPERIALISMO La teoría clásica del imperialismo surgió de los esfuerzos teóricos de los revolucionarios marxistas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Los trabajos teóricos de Marx y Engels no alcanzaron a vislumbrar la integridad de los cambios de una nueva era del capitalismo y la serie de fenómenos nuevos que la acompañarían. La teoría del imperialismo es un producto de sucesivos debates entre los marxistas, en los que destacan las aportaciones de Rudolf Hilferding, Rosa Luxemburgo, Nicolás Bujarin y Nicolás Lenin. Las discrepancias giraron en torno a determinar el eje fundamental del nuevo capitalismo y sus rasgos esenciales.7 Entendida así es poco conveniente reducirla a la versión de Lenin a pesar de que su influencia haya sido determinante para su difusión en el pensamiento revolucionario. Rosa Luxemburgo puso énfasis en el carácter mundial del proceso de acumulación del capital en el mundo, el cual produjo una nueva etapa del 6 Cfr. Celestino del Arenal, op. cit., p.386 y Lincoln Bizzozero Revelez, Aproximación a las relaciones internacionales. Una mirada desde el siglo XXI, Montevideo, Uruguay, Ediciones Cruz del Sur, 2011, pp.145 y ss. 7 Cfr. Armando Córdova, Guillén Arturo et al., El imperialismo. Algunas formulaciones clásicas, 2ª ed., México, Editorial Nuestro Tiempo, 1981, pp. 9 y ss.

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capitalismo que a su vez ampliaba el espectro de sus contradicciones.8 Así identificó el fenómeno del imperialismo. Bujarin sigue más o menos esa línea de trabajo teórico y traslada las contradicciones fundamentales del capitalismo a la esfera internacional y de las relaciones entre los Estados.9 Para Lenin el fenómeno del imperialismo se percibía como una transformación del capitalismo competitivo a uno de carácter monopolista, en donde las formas monopólicas del capital se asocian con el capital financiero y la aristocracia financiera para la exportación de capitales y el reparto del mundo entre las asociaciones de capitalistas. Definió al imperialismo como la fase monopolista del capitalismo. Esa definición comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de las alianzas monopolistas de los industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial que se extiende sin obstáculos a las regiones todavía no conquistadas por ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo enteramente repartido.10

El gran mérito de Lenin es sin duda sacar la teoría del imperialismo de su entorno económico y trasladarlo al contexto internacional de la primera posguerra. El imperialismo se vinculó al internacionalismo proletario, al principio de la autodeterminación de los pueblos, la revolución mundial y el socialismo en un solo país, la guerra y las relaciones entre los países capitalistas y la naciente URSS como nación socialista. La supuesta crisis generalizada del capitalismo en su era imperialista anunciaba su desaparición, lo que le daba al proletariado un protagonismo esencial en la transformación del sistema internacional. Por eso se reconoce a Lenin como el iniciador de una teoría de las relaciones internacionales cuyo núcleo explicativo es el conflicto entre las clases sociales, Estados y naciones, con un carácter progresista hacia la transformación del mundo en aras del bien de la humanidad. La dogmatización del marxismo y de manera especial de la teoría del Imperialismo por parte de Joseph Stalin dio un giro a los estudios internacionales marxistas. Se supeditó el conflicto clasista a escala mundial por el proceso de consolidación de la URSS, se regresó a una visión estatocéntrica en detrimento del protagonismo esencial del proletariado y las clases

Cfr. Rosa Luxemburgo, La acumulación del capital, México, Grijalbo, 1967, pp.363 y ss. Cfr. Nicolás Bujarin, La economía mundial y el imperialismo, 9ª ed., México, Plaza y Valdés, 1984, pp. 83 y ss. 10 Cfr. V.I. Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, tomo I, Obras escogidas, Moscú, Editorial Progreso, 1979, pp. 753-754. 8

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sociales. El predominio de la visión heredada de Stalin en la URSS generó un realismo socialista, una política del poder dictada por los intereses y la sobrevivencia del estado soviético. Esta visión tuvo un impacto importante en el desarrollo de los movimientos revolucionarios en el tercer mundo y en la oposición comunista en las naciones desarrolladas. La política exterior soviética fue determinante en la estrategia de los partidos comunistas y en la teorización respecto del curso del imperialismo y los proyectos de transformación del sistema internacional. A partir de 1945 las fases en que se desarrolló el sistema bipolar y de Guerra Fría propiciaron la formulación de “doctrinas” como la conocida doctrina Truman y la Brezhnev, entre otras. Reflejaron la evolución del conflicto interestatal EUA-URSS, donde la distensión como la coexistencia pacífica permearon los impulsos de las luchas antiimperialistas y anticoloniales en el Tercer Mundo.11 En ese entorno empírico-histórico, el desarrollo teórico del imperialismo se caracterizó por su adaptación a las necesidades de las diferentes realidades geopolíticas. En Europa occidental, los comunistas franceses, italianos y españoles hicieron una profunda revisión del mismo. El movimiento eurocumunista adoptó cambios importantes, renunció a la dictadura del proletariado y a la vía revolucionaria para acceder al poder. En América Latina, la teoría del imperialismo pasó por un proceso de reelaboración a partir de experiencias históricas propias producto de las luchas de independencia y anticoloniales, creándose así formulaciones híbridas pero funcionales para las estrategias revolucionarias. El caso más exitoso en América Latina de una lucha antiimperialista es el de Cuba, mismo que sirvió como parámetro para otras experiencias fallidas de transformación social y anticolonialismo. El “castrismo” reelaboró la teoría del imperialismo a partir de elementos del nacionalismo libertario de José Martí, las experiencias de la ocupación norteamericana de la isla y las necesidades de transformación económicas y sociales para el pueblo cubano.12 Otros casos de mestizaje teórico son los de Nicaragua en donde se mezcla con los ideales anticolonialistas de César Augusto Sandino, y el de El Salvador que retoma el legado político de Farabundo Martí. La teoría del imperialismo no obstante se enriqueció desde otras perspectivas dentro del paradigma marxista. A partir de los años sesenta y setenta tuvo lugar un vigoroso movimiento intelectual al que se le denominó dependentismo. La teoría de la dependencia es una versión del imperialismo que incorporó ese término a los estudios marxistas latinoa11 Cfr. Fred Halliday, Génesis de la segunda Guerra Fría,1ª ed. en español, México, FCE, 1989, pp. 21-40. 12 Cfr. Fidel Castro, Socialismo y comunismo un proceso único, 4ª ed., México, Diógenes, 1978.

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mericanos. La vertiente dependentista permitió el avance de los estudios sociales e internacionales en América Latina. Incorporó al análisis del fenómeno del imperialismo categorías como subdesarrollo, capitalismo periférico, etc. Puso énfasis en el carácter dependiente del capitalismo latinoamericano y en la explicación de su naturaleza. De manera más sistemática y epistemológicamentre organizada, se planteó una explicación sobre la inserción de América Latina en el sistema mundial. Al capitalismo mundial le corresponde también un espacio de capitalismo dependiente.13 Así, los dependentistas contribuyeron al enriquecimiento de la teoría del imperialismo. Establecieron un criterio cíclico a partir de la segunda posguerra para identificarlo con una nueva era de alta integración capitalista, fundada en la concentración, conglomeración, centralización e internacionalización del gran capital monopólico. En este nuevo ciclo, las empresas tranasnacionales son las células básicas del nuevo imperialismo que al asociarse con el Estado crean una fuerte concentración monopólica.14 A partir de ese nuevo ciclo las contradicciones se profundizarían y se abriría una era de revoluciones ante la crisis de los modelos desarrollistas 15 y sus consecuencias políticas y sociales en la región. De esta forma, la alianza Estado-capital a través de las empresas transnacionales es una adaptación del capitalismo monopolista de Estado que complementó la teoría clásica del imperialismo. Algunos dependentistas dieron sus aportaciones en el sentido de suscribir un añadido teórico conocido como el subimperialismo. Categoría que comprende la composición orgánica media del capital, el expansionismo económico y una alineación más integral con el imperialismo. En su momento se llegó a considerar a Brasil como el único caso en América Latina que podría ser considerado en como un centro subimperialista. Los resultados de las investigaciones de los dependentistas en cuanto a las perspectivas de cambio social en América Latina y su inserción en el sistema mundial capitalista no fueron acertadas a pesar de la “década perdida” y la enorme crisis que vivió la región.16 Es necesario mencionar que los trabajos de Immanuel Wallerstein han desarrollado importantes aportaciones al paradigma marxista en el estudio de las relaciones internacionales. Aunque no se le puede identi-

Cfr. Jaime Osorio, Crítica de la economía vulgar. Reproducción del capital y dependencia, México, Miguel Ángel PorrúaUniversidad Autónoma de Zacatecas, 2004, pp. 129-150. 14 Cfr. Theotonio Dos Santos, Imperialismo y dependencia, 3ª ed., México, Era, 1982, pp. 16 y ss. 15 Ibidem, pp. 281 y ss. 16 Cfr.Ruy Mauro Marini, Acumulación capitalista mundial y el subimperialismo, Cuadernos políticos, México, Era, abriljunio,1977.

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ficar como un autor que participe de lleno de la teoría del imperialismo. Wallerstein desarrolla su teoría del sistema-mundo, en la cual postula la existencia de un sistema con una dinámica propia que va más allá de las fronteras nacionales. El sistema está integrado por un centro de países capitalistas industrializados, países periféricos, subdesarrollados y dependientes. Finalmente, el sistema se complementa con un núcleo de países semiperiféricos. El sistema desarrolla sus propios mecanismos económicos, políticos y culturales, de donde emanan las desigualdades provenientes de una estructura social transnacional. Finalmente, los acontecimientos geopolíticos de la década de los ochenta hicieron mella en la URSS, y los procesos de la perestroika y la glasnost iniciados por Mijaíl Gorbachov obligaron a una revisión de los supuestos fundamentales en los que se había asentado el paradigma marxista. El fracaso de las reformas en la URSS y su posterior desintegración política afectó a todo el pensamiento de la izquierda mundial. Lo más importante es que generó un vacío teórico momentáneo produciendo un letargo en la producción científico-social. Las condiciones en las que se daba el nuevo imperialismo de la economía global no alcanzaban a percibirse plenamente por lo que la visión de la nueva economía mundial y los reacomodos geopolíticos eran de pesimismo histórico y fatalismo. En América Latina, la oposición a los cambios producidos por la globalización y la nueva geopolítica adquirieron un matiz de movimientos antisistémicos de mediano contenido teórico, más de resistencia que de una propuesta alternativa. La producción teórica en torno al imperialismo se limitó más a un discurso contestatario que a un análisis profundo de los cambios producidos en la sociedad internacional. La polémica se reinició entre los estudiosos del paradigma marxista a partir de la publicación de la obra de Michael Hardt y Antonio Negri en los primeros años del presente siglo, en la que desarrollan una propuesta fuera de la ortodoxia del tratamiento del imperialismo con una nueva teorización sobre el fenómeno imperialista. La nueva teorización apuntaría a sustituir la teoría del imperialismo por una teoría del imperio y a partir de ella replantear la validez de algunos supuestos fundamentales del marxismo, así como su aplicación en el análisis de los estudios internacionales. Hardt y Negri sostienen que se está constituyendo un nuevo orden mundial que sustentará al imperio. Imperio no como una reminiscencia metafórica de los que recibieron tal denominación a lo largo de la historia, como es el caso de los romanos o de los persas. Todo lo contrario, se usa esta categoría para asir los cambios que se han producido a raíz de la globalización y la reconfiguración geopolítica. Imperio a juicio de estos autores permite entender las transformaciones jurídicas que indican los

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cambios en la constitución material del poder y el orden mundial. Es también un modelo de autoridad, de producción de legitimidad a lo largo y ancho del espacio mundial.17 No se trata de un simple cambio de palabras carentes de significado epistemológico. El orden imperial descansa en un entramado supranacional de articulación del orden jurídico en el que la excepcionalidad es la base del carácter policial de dicho orden. Sólo la legitimidad alcanzada por el imperio a base de la construcción de valores universales que permiten distinguir a los miembros del imperio de aquellos que quedan fuera, hace posible la paz y el orden. El imperio nos permite identificar una nueva era del capitalismo y del desarrollo de la sociedad internacional a partir de la desarticulación posmoderna del mundo y sus estructuras que antaño le acompañaron en su devenir histórico. Entre esas estructuras que se desarticulan se encuentran el Estado, la soberanía y el poder disciplinario de los instrumentos de coerción que se utilizaron en la dominación colonial e imperialista durante el siglo XX. Tanto la tercera revolución tecnológica como la crisis del Estado y la producción y ampliación de los espacios de comunicación crean los elementos necesarios para transitar hacia formas más sofisticadas de poder que ejercen el control de los súbditos del imperio. Las empresas transnacionales nuevamente aparecen como el elemento conectivo entre el mundo biopolítico del imperio en el que se reducen paulatinamente los instrumentos disciplinarios del viejo imperialismo. El imperio controla toda la producción de la vida humana hasta sus partes más recónditas e inexploradas por el ser humano que cada vez es menos consciente de este proceso de dominación.18 El imperio visto por Hardt y Negri libra en su interior una lucha por la sobrevivencia y su reproducción, lo que significa que los súbditos del imperio también son capaces de generar alternativas a esta dominación imperial. Los autores siguiendo la tradición marxista sostienen que sí es posible generar alternativas de cambio de la dominación imperial dentro del imperio mismo, pero por medio de un nuevo sujeto social-imperial. Por lo tanto se propone una visión superadora de las clases sociales fundamentales que sustentaban la lucha contra el imperialismo. Sin embargo, el sujeto social-imperial que proponen es un sujeto amorfo al que denominan multitud, la cual debe comprenderse en el contexto de las redes globales de dominación del imperio como respuesta a las luchas modernas que buscaron alternativas al imperialismo.19 Hoy la Cfr. Michael Hardt y Antonio Negri, Imperio, Buenos Aires, Paidós, 2002, pp. 29-31. pp. 36-46. 19 Ibidem, pp. 55-57.

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18 Ibidem,

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explotación es más brutal y la humanidad casi completa se halla sometida a ella o a alguna de sus formas, las líneas trazadas por la explotación colonial e imperialista no se han borrado, al contrario, han dado lugar a esa brutalidad explotadora de la que emerge la multitud. La multitud cuestiona el fondo clasista del paradigma marxista al integrar no sólo a los sujetos de la explotación imperialista y colonial, sino a los súbditos del imperio arrojados a los límites de la pobreza y la impotencia para combatirla.20 La multitud integra migrantes, mujeres, grupos que pugnan por el reconocimiento de la diversidad sexual, analistas simbólicos, los nuevos trabajadores del capital global, grupos indígenas y muchos más que son excluidos por el imperio y la globalización. Las redes globales de dominación, las comunicaciones y sus espacios hacen posible que se ensanchen las posibilidades de las alternativas dentro del imperio. Hoy la lucha es más global y menos local ya que esto último sólo es reactivo y no transformador. La multitud se encuentra a lo largo y ancho del imperio. En América Latina, desde finales del siglo XX, se realizaron investigaciones y encuentros entre los teóricos marxistas, quienes reunidos en la Habana formularon una propuesta teórica que consistió en la construcción de paradigmas emancipatorios para la región en consonancia con el paradigma marxista. Las investigaciones se realizaron de 1995 a 2005 y recogieron las evidencias empíricas hasta entonces existentes. Los resultados aún son difusos pero las hipótesis aceptadas para los debates permiten incorporar a la teoría del imperialismo algunos elementos que amplían aspectos del paradigma marxista.21 Entre las hipótesis que se aceptaron como guía de las discusiones resaltan: • Analizar los cambios mundiales, comprender que la globalización y la transnacionalización recoge hoy un espectro de contradicciones. • La ciudadanía en la globalización ya no refleja nexos reales. • La teología neoliberal conduce al género humano a su destrucción. • Es necesario construir un pensamiento contrahegemónico. • Acabar con los reduccionismos y verticalismos teóricos del análisis marxista. • Hoy se articula un sistema de dominación múltiple. 20

Ibidem., pp. 56-57. Cfr. Colectivo Galfisa et al., Paradigmas emancipatorios en América Latina. Diversidad y articulación de pensamientos y prácticas, La Habana, Academia, 2005, pp. 9-14. 21

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• Es necesario explorar las distintas vertientes del sujeto social-popular en América Latina. Como se puede observar el pensamiento emancipatorio latinoamericano también ha abierto caminos de revisión sobre las predicciones y teorías que se construyeron desde el paradigma marxista para analizar y estudiar la sociedad internacional. Finalmente, es importante señalar que las propuestas de Hardt y Negri en torno a la transformación del imperialismo a imperio han sido duramente cuestionadas desde algunas posiciones del pensamiento emancipatorio latinoamericano.22

COMENTARIOS FINALES Se ha expuesto de manera sucinta una de las teorías aplicada al estudio de las relaciones internacionales y a la comprensión de la política internacional más importante del siglo XX, que inició con un ciclo de revoluciones que cambiaron la historia de la humanidad. Las condiciones prevalecientes en el sistema internacional han cambiado mucho de 1917 a la actualidad, sin embargo, la teoría del imperialismo mantiene su capacidad analítica y explicativa acerca de los fenómenos que caracterizan la política internacional del siglo XXI. El vacío teórico emanado de la desintegración soviética demostró las limitaciones de la ortodoxia marxista y la rigidez teórica a la que sometió gran parte de los estudios marxistas críticos que señalaban la inconsistencia de los mecanicismos y reduccionismos que no aportaban nada al avance de las investigaciones marxistas en torno al fenómeno del imperialismo y el advenimiento de la denominada globalización. Ésa es la razón por la cual se ha hablado de la teoría del imperialismo y sus desarrollos complementarios. Es decir, la teoría del imperialismo conserva la validez de algunos de sus supuestos básicos o fundamentales, primordialmente en lo relativo al papel del capital financiero y las concentraciones monopólicas. Otros en cambio deben ser reformulados como es el caso de tipo de dominación política y el tipo de trabajo que caracterizan a esta era de globalización y revolución tecnológica. Sólo una revisión crítica y objetiva de la teoría sin conservar dogmatismos permitirá que mantenga su pertinencia y posibilidad de proponer alternativas de cambio en el sistema internacional. Es muy probable 22

Cfr. Atilio Boron, Imperio e imperialismo, La Habana , Cuba, Fondo Cultural del Alba, 2006.

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que no se abra una nueva era de revoluciones y que las contradicciones por sí mismas conduzcan a la desaparición del imperialismo. Lo que sí es muy posible es que se incorporen nuevos sujetos y actores a la lucha de los pueblos y los excluidos por el neoliberalismo y el imperialismo global. Uno de los aspectos importantes en la existencia de las teorías de las relaciones internacionales derivadas de los paradigmas, radica en la contrastación de sus premisas básicas, de la validez de sus argumentos, de sus juicios y prescripciones con el entorno internacional, la conducta de los actores internacionales y su capacidad para ordenar y explicar la realidad. A la teoría del imperialismo no se le puede negar el enorme valor heurístico y explicativo del acontecer mundial del siglo XX. De las grandes transformaciones sociales, políticas, culturales y económicas que cimbraron la vida de los pueblos y de la humanidad en general. La historia internacional nos proporciona la información necesaria sobre los acontecimientos que ilustran lo pertinente de la teoría del imperialismo para explicar el comportamiento de algunos actores internacionales en la ruta de las políticas imperialistas. El cuadro que a continuación se presenta permite identificar el núcleo de la teoría del imperialismo y sus desarrollos complementarios. Premisas básicas de la teoría del imperialismo • El imperialismo constituye una era nueva del capitalismo a partir de la internacionalización del proceso de acumulación del capital, la concentración de la producción, el dominio del los monopolios y del capital financiero, la exportación de capitales y la alianza entre los monopolistas y la oligarquía financiera. • Las asociaciones monopolistas de los capitalistas se reparten primero los mercados nacionales, luego proceden a ensanchar la exportación de capitales hasta crear esferas de influencia y se distribuyen el mercado mundial. • Las grandes potencias asociadas a los monopolistas y el capital financiero practican una política colonial mundial y por consiguiente entran en una abierta pugna por el mundo. • El carácter parasitario y la descomposición del capitalismo en su fase imperialista agudiza sus contradicciones internas abriendo una nueva era propicia para las revoluciones y la transformación de la sociedad mundial. • El proletariado deberá de asumir la conducción del proceso revolucionario mundial bajo la guía de sus vanguardias organizadas. Los desarrollos complementarios • Actualmente nos encontramos en una nueva era. La era de la posmodernidad. • El imperialismo corresponde a la era de la modernidad y la constitución del imperio corresponde a la era posmoderna.

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Premisas básicas de la teoría del imperialismo (continuación) • El modelo de autoridad y dominio imperial es difuso y carece de un centro o referencia geográfica específica. • El imperio implementa la dominación biopolítica, el control y el estado excepción sobre los seres humanos que viven bajo el imperio. • Propone una revisión de la teoría del valor trabajo para comprender la multiplicidad del nuevo sujeto revolucionario: la multitud. El pensamiento emancipatorio latinoamericano propone • Un amplio consenso antineoliberal. • La caracterización del modelo de dominación global como un sistema de dominación múltiple.

Estudio de caso 1 La guerra de Corea. La primera guerra de agresión imperialista de la segunda posguerra La península de Corea fue el primer territorio objeto de la agresión norteamericana. Estados Unidos a partir de los acuerdos de Yalta y el posterior deterioro de las relaciones con la URSS, fundamentaró en la contención (George KennanHarry S. Truman) una política de intervención, reparto del mundo y de policía mundial arrogándose la defensa del “mundo libre”. La estabilidad de Corea, que quedó dividida en dos zonas de influencia (soviética-norteamericana), era muy endeble. El fracaso del proceso electoral polarizó los proyectos sociales y políticos e hizo imposible la reunificación política. La lucha iniciada el 25 de junio de 1950 difiere en cuanto a quién inició la agresión. Lo relevante fue la respuesta inmediata de Estados Unidos, que no vaciló en utilizar a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para llevar a cabo la agresión. Esto fue posible gracias al equívoco de la URSS al no acudir al Consejo de Seguridad, lo cual facilitó la intervención norteamericana a nombre de la comunidad internacional. Sin embargo, los norteamericanos cometieron dos errores. El primero fue de cálculo militar y el segundo político social. El primero evidenció que una guerra de agresión, a pesar de la superioridad técnico-militar, requiere de una base de legitimación interna y externa. No concluye en cuestión de días. El segundo no consideró la convicción de las masas en la defensa de su territorio a una práctica colonialista e imperialista. Actualmente el conflicto está latente y sólo regulado por un armisticio. Es improbable una nueva guerra. Sin embargo, es un saldo difícil de concluir en el actual sistema internacional.

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Estudio de caso 2 Invasión a Bahía de Cochino o Playa Girón El 15 de abril de 1961 fuerzas de mercenarios entrenados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) que partieron de territorio guatemalteco y panameño, divididos en dos grupos, llevaron a cabo la invasión a Cuba con la finalidad de derrocar el régimen revolucionario encabezado por Fidel Castro. Los objetivos fueron evidentes: formar una cabeza de playa contra el régimen, establecer un gobierno provisional que con apoyo popular solicitara el reconocimiento de la Organización de Estados Americanos (OEA) y lo demás sería cuestión de tiempo para recuperar Cuba para Estados Unidos. El fracaso de la invasión y la intervención del imperialismo norteamericano fue estrepitoso. Dwigth D. Eisenhower se había equivocado en el cálculo políticomilitar y en la isla se tuvo un efecto contrario. En este caso la agresión fue encubierta pero el mensaje era claro: no se tolerarían en territorio del continente americano ningún otro experimento político-social que fuera opuesto a los intereses norteamericanos, lo que incluía no sólo a los comunistas sino a grupos de nacionalistas u otras tendencias que fomentaran el anticolonialismo y el antiimperialismo. Lo que había hecho posible la injerencia de la CIA años anteriores en la Guatemala de Árbenz no iba a resultar en Cuba. La determinación en la defensa de la revolución cubana por las masas fortaleció el sentimiento antiimperialista en toda América Latina, convirtiéndose en un referente emancipatorio en la región. Sin embargo, el fracaso de Playa Girón perfeccionó otras herramientas de intervención imperialista que se plasmaron en el diseño y ejecución de la operación cóndor en Sudamérica.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Debe considerarse al marxismo como un paradigma en el estudio de las relaciones internacionales? Exponga sus argumentos. 2. De los supuestos fundamentales del paradigma marxista expuesto en el texto, enuncia los que lo distinguen de otras tradiciones teóricas. Haga las contrastaciones correspondientes. 3. ¿Cómo se delimita la teoría clásica del imperialismo? Identifica sus aportaciones teóricas al estudio de las Relaciones Internacionales.

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4. ¿Estás de acuerdo con que la teoría del imperialismo es fundamental en la comprensión de la política internacional a partir de 1945? Fundamenta con elementos histórico-empíricos tu respuesta. 5. Describe brevemente la crisis teórica del marxismo a partir de los años sesenta hasta la desintegración de la URSS. Enfatiza la evolución de que fue objeto la teoría del imperialismo. 6. Explica las contribuciones de los dependentistas a la teoría del imperialismo desde una perspectiva latinoamericana. 7. Identifica los supuestos básicos de la teoría del imperio de Hardt y Negri. 8. Construye una pequeña tabla comparativa entre la teoría del imperialismo y la teoría del imperio de Hardt y Negri. Al final formula una crítica personal. 9. Realiza una reseña de las hipótesis y propuestas que orientan las investigaciones de los paradigmas emancipatorios para América Latina. 10. Analiza los supuestos teóricos de la teoría del imperio de Hardt y Negri, y de los paradigmas emancipatorios para América Latina. Haz una tabla comparativa y establece sus diferencias y coincidencias.

Para fundamentar las respuestas y desarrollar las actividades de aprendizaje y reflexión que se sugieren, el alumno deberá consultar la bibliografía que a continuación se enlista.

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Bizzozero Reveles, Lincoln, Aproximación a las relaciones internacionales. Una mirada desde el el siglo XXI, Montevideo, Ediciones Cruz del Sur, 2011. Boron, Atilio, Imperio e imperialismo, La Habana, Fondo Cultural del ALBA, 2005. Bujarin, Nicolai, La economía mundial y el imperialismo, Cuadernos de pasado y presente, 9ª ed., México, Plaza y Valdés, 1984.

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Castro, Fidel, Socialismo y comunismo un proceso único, 4ª ed., México, Diógenes, 1978. Del Arenal, Celestino, Introducción a las relaciones internacionales, 1ª ed. mexicana, México, Rei, 1993. Dos Santos, Theotonio, Imperialismo y dependencia, 3ª ed., México, Era, 1982. Dougherty, James y Robert Pfaltzgraff, Teorías en pugna en las relaciones internacionales, Buenos Aires, GEL, 1993. Galfisa, Paradigmas emancipatorios en América Latina, La Habana, Ed. Academia, 2005. Hardt, Michael y Antonio Negri, Imperio, México, Paidós, 2002. Lenin ,V. I., Obras escogidas, Moscú, Editorial Progreso, 1979. Krippendorff, Ekkehart, Las relaciones internacionales como ciencia, México, FCE, 1977. Mesa, Roberto, La nueva sociedad internacional, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1992. Osorio, Jaime, Crítica de la economía vulgar. Reproducción del capital y dependencia, México, Miguel Ángel Porrúa-Universidad Autónoma de Zacatecas, 2004. Vasquez, A. John, El poder de la política del poder, 2ª ed., México, Gernika, 1992.

REFERENCIAS Bizzozero Revelez, Lincoln, Aproximación a las relaciones internacionales. Una mirada desde el siglo XXI, Montevideo, Ediciones Cruz del Sur, 2011. Boron, Atilio, Imperio e imperialismo, La Habana, Fondo Cultural del Alba, 2006. Bujarin, Nicolás, La economía mundial y el imperialismo, 9ª ed., México, Plaza y Valdés, 1984. Castro, Fidel, Socialismo y comunismo un proceso único, 4ª ed., México, Diógenes, 1978. Colectivo Galfisa et al., Paradigmas emancipatorios en América Latina. Diversidad y articulación de pensamientos y prácticas, La Habana, Academia, 2005. Córdova, Armando, Guillén Arturo et al., El imperialismo. Algunas formulaciones clásicas, 2ª ed., México, Editorial Nuestro Tiempo, 1981. Del Arenal, Celestino, Introducción a las Relaciones Internacionales, México, Rei, 1993.

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Dos Santos, Theotonio, Imperialismo y dependencia, 3ª ed., México, Era, 1982. Fougeyrollas, Pierre, Ciencias sociales y marxismo, México, FCE, 1984. Halliday, Fred, Génesis de la segunda Guerra Fría, 1ª ed. en español, México, FCE, 1989. Hardt, Michael y Antonio Negri, Imperio, Buenos Aires, Paidós, 2002. John A. Vasquez, El poder de la política del poder, 2ª ed., México, Gernika, 1992. Krippendorf, Ekkehart, El sistema internacional como historia. Introducción a las Relaciones Internacionales, México, FCE, 1993. –––––––, Las relaciones internacionales como ciencia. Introducción, México, FCE, 1993. Kuhn, Thomas, La estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 1986. Lenin, V.I., El imperialismo, fase superior del capitalismo, tomo I, Obras escogidas, Moscú, Progreso, 1979. Luxemburgo, Rosa, La acumulación del capital, México, Grijalbo, 1967. Marini, Ruy Mauro, Acumulación capitalista mundial y el subimperialismo, Cuadernos políticos, México, Era, abril-junio, 1977. Mesa, Roberto, La nueva sociedad internacional, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1992. Osorio, Jaime, Crítica de la economía vulgar. Reproducción del capital y dependencia, México, Miguel Ángel Porrúa-Universidad Autónoma de Zacatecas, 2004. Vasquez, John A., El poder de la política del poder, 2ª ed., México, Gernika, 1992.

XVII. LA TEORÍA DE LA DEPENDENCIA Y LOS NUEVOS ESQUEMAS DE DEPENDENCIA ECONÓMICA

JUAN CARLOS GACHÚZ MAYA

INTRODUCCIÓN

L

a teoría de la dependencia es una de las aportaciones académicas más importantes de América Latina para el análisis de las relaciones internacionales y las ciencias sociales en general. El análisis de las estructuras de poder y dominación a nivel doméstico e internacional y el concepto de autonomía relativa del Estado, siguen siendo elementos relevantes para analizar la dinámica internacional contemporánea. Aun en un contexto internacional diferente en el cual la teoría se desarrolló (en los años setenta sobre todo), existen elementos teóricos y metodológicos basados en este enfoque que hoy en día son útiles para dilucidar los procesos de la realidad internacional contemporánea, particularmente las relaciones económicas internacionales. El intercambio inequitativo entre empresas multinacionales y países periféricos son aspectos centrales para analizar escenarios económicos contemporáneos. Esta teoría ofrece argumentos relevantes para la explicación de estos fenómenos, sin embargo, como cualquier otro enfoque teórico también enfrenta limitaciones conceptuales y metodológicas, estas limitaciones y críticas serán analizadas en la parte final de este capítulo. Para el análisis de esta teoría usamos el concepto dependencia como corolario de dominación, una situación en la cual un país (usualmente subdesarrollado) debe depender de otros países desarrollados para estimular su propio crecimiento.1 El concepto ha sido definido también por Theotonio Dos Santos como 1

Michael Todaro P., Economic Development, Boston, Addison Wesley Longman, 2000, p. 738.

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una situación condicionante en la cual las economías de un grupo de países son condicionados por el desarrollo y la expansión de otras. Una relación de interdependencia entre dos o más economías o entre tales economías y el sistema comercial mundial se convierte en una relación de dependencia cuando algunos países pueden expandirse a través de auto impulso mientras otras, estando en una posición dependiente, puede expandirse sólo como un reflejo de la expansión de los países dominantes, lo cual puede tener efectos positivos o negativos en su desarrollo inmediato. En cada caso, la situación básica de dependencia ocasiona que esos países queden rezagados y explotados.2

Las relaciones de dependencia entre Estados han existido históricamente desde la creación de estos mismos. Es, sin embargo, a partir de la revolución industrial, con la creación de empresas multinacionales, que este tipo de relaciones se acentúan entre los países desarrollados con países de menor desarrollo. Las relaciones de dependencia se institucionalizan sobre todo en el siglo XIX y dan pauta a una mayor inequidad en las relaciones económicas internacionales. Los factores que pueden desafiar la adopción e implementación de políticas de Estado no están restringidos a la esfera local. Un Estado nación o un grupo de Estados –nación, instituciones, personas o, en este caso, corporaciones multinacionales– pueden tener exigencias, preferencias o intereses que contradicen las políticas del Estado. El espacio de maniobra del Estado para enfrentar estos retos y su habilidad para adoptar e implementar políticas independientes de intereses del exterior es lo que podemos llamar la noción de autonomía del Estado. Las diferencias intrínsecas en el balance de poder de un Estado a otro implican que la dimensión externa de la autonomía del Estado en una situación de conflicto dependerá, primero, de las habilidades de cualquier Estado para enfrentar sanciones de otro Estado o grupo de Estados utilizando sus propios recursos políticos y económicos. Adicionalmente, las alianzas que un Estado pueda formar con otros Estados o actores internacionales de importancia son también factores centrales para explicar el concepto de autonomía del Estado en su dimensión externa.3 En esta tesitura, el objetivo de este capítulo es analizar la teoría de la dependencia como un enfoque teórico latinoamericano cuyos preceptos (aun con ciertas limitaciones conceptuales y metodológicas) siguen siendo vigentes para explicar problemas estructurales de las economías de países 2 Ibidem, véase adicionalmente Theotonio Dos Santos, A Teoria da Dependência: Balanço e Perspectivas, Brasil, Civilização Brasileira, 2000, p. 13. 3 Véase Christian Anglade y Carlos Fortin, “Accumulation, adjustment and autonomy of the State in Latin America”, en Christian Anglade y Carlos Fortin (eds.), The State and Capital Accumulation in Latin America, vol. 1, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1985, p. 26.

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subdesarrollados, sus relaciones de dependencia entre países industrializados y el papel de la inversión extranjera directa e indirecta y su impacto en las economías de estos últimos países. En la estructura del capítulo se incluye primero una parte de antecedentes donde se explican los inicios de la teoría, el contexto y los principales autores y su aportación al desarrollo de la misma, subrayando algunas de sus ideas principales que sustentan las bases de este enfoque teórico; posteriormente, se presentan las premisas básicas de la teoría, los conceptos centrales, ideas principales y esquemas básicos, así como un mapa conceptual de la teoría. En este contexto, también se analiza un caso histórico (la industria automotriz en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN), aplicando los preceptos de la teoría y enfatizando la utilidad de algunos elementos de la misma para explicar un caso de relevancia contemporánea. El siguiente apartado del capítulo, hace una conexión del contexto histórico de los sesentas y setentas con algunas aportaciones teóricas contemporáneas que se basan o están influenciadas en la teoría de la dependencia. Se establece una diferenciación entre los enfoques para el análisis de la globalización, una perspectiva crítica basada en la teoría de la dependencia y otros enfoques de corte liberal proglobalización. En la parte de comentarios finales, se discuten las principales críticas a la teoría, sus limitantes, el carácter prescriptivo de la misma y la controversia y debate que se han generado en torno a sus recomendaciones en política económica internacional. Al final del capítulo, se enumeran una serie de preguntas que tienen como objetivo principal reforzar el aprendizaje de la temática analizada en el capítulo y generar discusión sobre esta teoría.

ANTECEDENTES DE LA TEORÍA DE LA DEPENDENCIA La teoría de la dependencia llamada a veces teoría estructuralista de América Latina tiene sus orígenes en los años sesenta, en el análisis realizado al interior de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) y la Comisión de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) para debatir y hacer una crítica estructural a la teoría desarrollista, misma que prevalecía como el eje de modelo de desarrollo para los países periféricos o países menos desarrollados. A nivel institucional, es necesario subrayar el papel del Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES) de la Cepal y diversos centros académicos de análisis económico internacional de varias universidades Latinoamericanas (Chile, Brasil, Argentina, México, etcétera). Ya desde

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finales de los años cincuenta, los elementos esenciales de la teoría se iban conformando bajo el liderazgo de Raúl Prebisch, quien fue gerente general del Banco Central de Argentina (1943) y años después secretario ejecutivo de la Cepal de 1950 a 1963. El análisis de Prebisch surge como una aportación y crítica a la primera gran crisis del capitalismo, “la Gran Depresión”, la cual trajo efectos reveladores para analizar los ciclos de crisis del sistema capitalista y dejó entrever la importancia del análisis marxista para dilucidar las razones principales de esta crisis y sus efectos en economías desarrolladas y periféricas. La teoría de la dependencia retoma elementos de la teoría marxista 4 y la teoría del imperialismo de Lenin e incluye razonamientos en términos de dependencia de las economías periféricas respecto a las hege-mónicas para explicar las contradicciones del sistema capitalista mundial. Asimismo, además de “la Gran Depresión” otros sucesos histórico-estructurales eran analizados para dilucidar la situación contemporánea, partiendo de la época colonial en Latinoamérica, movimientos independentistas en la región, las fallidas revoluciones en algunos países y la creciente dependencia de la mayoría de los países latinoamericanos respecto a Estados Unidos. De acuerdo a esta perspectiva, el planteamiento histórico-social determinaba estructuras imperantes rígidas o estáticas que eran prácticamente imposibles de cambiar si no se tomaban medidas de corte radical al interior de los países subdesarrollados. Éste fue el marco dentro de la región de Latinoamérica que sirvió para vislumbrar nuevas ideas y tratar de explicar nuevos patrones de dependencia. Posteriormente, se unen al debate diversos intelectuales latinoamericanos como Theotonio Dos Santos, André Gunder Frank, Ruy Mauro Marini, Celso Furtado, Enzo Faletto, Fernando Henrique Cardoso, Pablo González Casanova, etcétera. Los intelectuales latinoamericanos aportaron dinamismo, complementariedad y numerosas obras que posicionaron a la teoría a nivel internacional, como veremos más adelante; eventualmente intelectuales de otras latitudes se unirían al grupo de teóricos aportando nuevos elementos y diferentes perspectivas para explicar las relaciones de dependencia a nivel global. 4 En el capítulo XXV de El Capital, crítica de la economía política, titulado “La moderna teoría de la colonización”, Karl Marx ofrece una primera aproximación histórica a las relaciones de dependencia y acumulación originaria internacional que tienen su origen en el periodo colonial y prevalece con matices en Europa y Australia (véase Carlos Marx, El Capital I: crítica de la Economía Política, México, FCE, 2008, pp. 650-658). Sin embargo, Lenin es quien da profundidad y relevancia al análisis del sistema capitalista internacional. Así, Lenin considera que el imperialismo surgió como desarrollo y continuación directa de las propiedades fundamentales del capitalismo en general. Para Lenin, lo característico del imperialismo es la tendencia a la anexión no sólo de las regiones agrarias, sino incluso de las más industriales, en este contexto los monopolios de los países industrializados se expanden y reparten mercados en todo el globo (véase V.I. Lenin, El imperialismo y los imperialistas, Moscú, Progreso, 1980, pp. 51-52).

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PREMISAS BÁSICAS De acuerdo a Theotonio Dos Santos (uno de los representantes más importantes de esta teoría), el concepto de dependencia se contextualiza en un orden global específico que emerge del desarrollo histórico de las formaciones sociales capitalistas con sus leyes inherentes: desarrollo desigual y combinado. Bajo esta perspectiva, el capitalismo moderno es resultado, primero, del periodo colonial de los siglos XVII y XVIII y posteriormente de la repartición de poder económico y político después de las dos guerras mundiales. La dependencia es una situación donde la economía de cierto grupo de países está condicionada por el desarrollo y expansión de otra economía, a la cual se somete aquélla. La relación de interdependen- cia establecida por dos o más economías, y éstas por el comercio mundial, adopta la forma de dependencia cuando algunos países (los dominantes o países del centro o centrales) pueden expandirse y gozar de privilegios históricos en el sistema monetario internacional establecido, en tanto que otros (los dependientes o países periféricos) sólo pueden hacerlo como reflejo de esa expansión, que puede influir positiva o negativamente en su desarrollo inmediato. De cualquier manera la situación básica de dependencia lleva a los países dependientes a una situación global que los mantiene atrasados y bajo la explotación de los países dominantes. En pocas palabras el centro domina a la periferia y establece relaciones de dependencia estructurales permanentes si no hay acción de respuesta por parte de las economías periféricas. 5 En este contexto, los países del centro disponen de un predominio tecnológico, comercial, de capital y sociopolítico sobre los países de la periferia que les permite imponerles condiciones de explotación y extraerles parte de los excedentes producidos interiormente. En resumen, la dependencia está fundada en una división internacional del trabajo que permite el desarrollo industrial de algunos países y limita este mismo desarrollo en otros, sometiéndolos a las condiciones de crecimiento inducidos por los países del centro.6 Además de los conceptos de centro y periferia, otro actor no gubernamental cobra relevancia en el análisis de las relaciones económicas internacionales: la empresa transnacional o empresa multinacional. De acuerdo a la teoría de la dependencia, las empresas siempre tienen una matriz definida aun cuando tengan filiales por distintos países en el mundo, en ocasiones las multinacionales traen beneficios en términos de empleo e 5 6

Theotonio Dos Santos, Imperialismo y dependencia, México, Era, 1978, p. 305. Idem.

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infraestructura en los lugares donde se establecen, pero siempre los dividendos mayores irán al corporativo central o matriz de la multinacional que en conexión con el Estado sede de la empresa absorbe los beneficios principales de las operaciones mundiales de la empresa. El nexo estratégico Estado (matriz)-empresa explica una parte importante de la dinámica del capitalismo contemporáneo. En este orden de ideas, de acuerdo a Raúl Prebisch, la región de América Latina se ubica en la región de países periféricos. Estos países forman parte del sistema centro-periferia. Prebisch asigna un carácter activo a los centros industriales y una pasiva a la periferia. Los países productores y exportadores de materias primas están así conectados con el centro en función de sus recursos naturales, de modo que forman una periferia vasta y heterogénea, incorporada en el sistema en forma y amplitud diferentes. El tipo de conexión de cada país periférico con el centro y la amplitud de esta conexión dependen en gran medida de sus recursos y de su capacidad económica y política para movilizarlos. La concentración del progreso técnico y sus frutos en las actividades económicas orientadas hacia las exportaciones se volvió característica de una estructura social heterogénea, donde una gran parte de la población permanecía al margen del desarrollo en los países periféricos mientras que los países del centro enfrentaban crisis cíclicas pero mantenían el control sobre actividades económicas estratégicas.7 El concepto de especialización también es central para explicar la teoría de la dependencia. Al respecto, Celso Furtado ofrece una explicación muy clara al referirse al sistema centro-periferia. De acuerdo con Furtado, los países periféricos, al especializarse (frecuentemente en productores de materias primas o manufacturas con poco valor agregado), se transformaban en importadores de nuevos bienes de consumo, fruto del progreso tecnológico en los países céntricos. El control del progreso tecnológico y la posibilidad de imponer patrones de consumo, de parte de uno o de algunos subsistemas, viene a condicionar la estructuración del aparato productivo de los demás subsistemas, los cuales se vuelven “dependientes”. En efecto, esa estructuración se produce de tal forma que permite que una minoría, dentro del subsistema dependiente, esté en condiciones de reproducir los patrones de vida de prestigio, creados en el subsistema dominante. De esta forma en la economía dependiente existirá, bajo la forma de un “enclave” social, un grupo culturalmente integrado en el subsistema dominante. Así, lo que caracteriza a esa nueva economía 7 Raúl Prebisch, “Cinco etapas de mi pensamiento sobre el desarrollo”, 1983, disponible en: http://aleph.org.mx /jspui/bitstream/56789/6057/1/DOCT2065096_ARTICULO_10.PDF, consultado el 7 de marzo de 2014.

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internacional es el control, por grupos ubicados en los subsistemas dominantes, de la difusión de nuevas técnicas, o sea, de nuevos productos y de nuevos procesos productivos. Dada la estructura actual del sistema global, y por lo tanto de cada sistema dependiente, el acceso a esas nuevas técnicas constituye una condición necesaria para el “desarrollo”, entendiéndose como tal la realización de las aspiraciones de los grupos dominantes en cada subsistema.8 El poder político y militar son dos conceptos que los teóricos de la dependencia enfatizan en su análisis. Las relaciones económicas internacionales se cimentan en relaciones políticas establecidas por los países del centro, mismos que controlan con base en la fuerza y la disuasión cualquier intento por cambiar la estructura del comercio internacional o la división internacional del trabajo. Los países del centro invierten sumas gigantescas de recursos para mejorar sus sectores militares, primero para alentar el desarrollo económico interno de estos países y posteriormente para disuadir a los países periféricos de cualquier movimiento de insurrección para cambiar el orden establecido. Figura XVII.1. Mapa conceptual de la teoría de la dependencia

Fuente: Elaboración propia. 8 Celso Furtado, “Dependencia externa y teoría económica”, 1996, disponible en: http://aleph.org.mx/jspui/ bitstream /56789/6051/1/DOCT2065096_ARTICULO_4.PDF, consultado el 7 de marzo de 2014.

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En el mapa conceptual podemos observar a los cuatro principales actores del sistema internacional, en primer lugar se encuentran los países del centro que controlan las variables macroeconómicas, las acciones del sistema monetario internacional y la legislación del comercio internacional; en segundo lugar aparecen las empresas multinacionales, cuyas sedes se establecen casi en su mayoría en países del centro y ejercen su influencia a nivel global estableciendo filiales o subsidiarias en todo el mundo pero reportando intereses a los países sede y stockholders o propietarios de los medios de producción en los países sede o matriz. Posteriormente, se encuentran los países de la periferia que históricamente han sido relegados a la producción de materias primas o de manufacturas de poco valor agregado y que funcionan también como mercados para los productos de empresas multinacionales, sobre todo de los países del centro. Por último, se puede apreciar también en el esquema a los países semiperiféricos, como veremos más adelante, estos países han alcanzado un grado de desarrollo económico superior al de países de la periferia, sin embargo, siguen manteniendo relaciones de dependencia similares hacia los países del centro y las empresas multinacionales. Prebisch afirma en ese sentido que si bien algunos países periféricos demuestran algún avance significativo en su desarrollo económico o industrial, es el sistema estructural el que les obstaculiza pasar de la periferia al centro.

Principales autores Raúl Prebisch puede considerarse el precursor de la teoría de la dependencia, pues aprovechando el intercambio de ideas dentro del marco de la Cepal, inició el planteamiento y las bases metodológicas para el planteamiento de la teoría. La idea central de Prebisch son las condiciones de desigualdad estructural entre los países dentro del sistema capitalista y la incapacidad de modificar tales estructuras producto de las condiciones inequitativas de competencia. Prebisch señala en ese sentido que “el interés económico de los grupos dominantes del Centro se combina con intereses estratégicos, ideológicos y políticos que forman en ellos una constelación de donde emanan obstinados fenómenos de dependencia en las relaciones centro-periferia”.9 Ya mencionamos anteriormente que las estructuras de inequidad y dependencia en Latinoamérica tienen su origen primero en la etapa colonial y se refuerzan con la conformación del sistema financiero interna9

Raúl Prebisch, Capitalismo periférico, crisis y transformación, México, FCE, 1981, p. 38.

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cional, cuyo control queda desde 1944 (fundación del sistema Bretton Woods) en los países del centro, particularmente de Estados Unidos. Otro de los principales autores de la teoría de la dependencia es André Gunder Frank. Su análisis se enfoca particularmente en esta definición del carácter “colonial” de las economías periféricas producto de los periodos de dominio histórico en la región y que han determinado estructuras de dependencia entre los países del centro y la periferia. Adicionalmente, otra de las principales aportaciones de Gunder Frank es su enfoque sobre la aceptación ideológica de mecanismos de dominación externa por parte de los países periféricos. Este autor señala que siglos de dominación han llevado a una aceptación generalizada de que tal condición es, de alguna forma, normal y que en el sistema capitalista algunos ganan y otros pierden. Gunder Frank señala en ese sentido que La dependencia no debe ni puede considerarse como una relación generalmente externa impuesta a todos los latinoamericanos desde fuera y contra su voluntad, sino que la dependencia es igualmente una condición interna e integral de la sociedad latinoamericana, que determina a la burguesía dominante en Latinoamérica, pero a la vez es consiente y gustosamente aceptada por ella. Si la dependencia fuera solamente externa podría argumentarse que la burguesía nacional tiene condiciones objetivas para ofrecer una salida nacionalista o autónoma del subdesarrollo. Pero esta salida no existe porque la dependencia es integral y hace que la propia burguesía sea dependiente.10

En este concepto integral de dependencia del que habla Gunder Frank se ubica otra dimensión que obstaculiza a los países periféricos el lograr mayor autonomía estatal, este obstáculo es el modelo de consumo exportado por los países del centro hacia los países de la periferia para adquirir bienes y servicios de los países del centro, pero con muchos menos recursos en el caso de los países periféricos. El adquirir estos bienes es una meta de las clases medias y medias altas de los países periféricos en su afán de “copiar” patrones de consumo de los países desarrollados. En ese sentido, otro de los autores principales en la teoría de la dependencia es Celso Furtado, cuya aportación es relevante sobre todo en lo concerniente a la exportación de patrones de consumo y necesidades impuestas desde los países del centro, que toman ventaja de las desigualdades con los países periféricos para condicionar la estructuración del aparato productivo conforme a sus intereses. Al respecto Furtado afirma

10 Ruy Mauro Marini, “Teoría de la Dependencia”, Problemas educativos en América Latina, núm. 6, mayo 2012, p. 5.

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un aspecto fundamental en general que no es aclarado consiste en que los países “periféricos”, al especializarse, se transformaban en importadores de nuevos bienes de consumo, fruto del progreso tecnológico en los países “céntricos” […] el control del progreso tecnológico y la posibilidad de imponer patrones de consumo, de parte de uno o de algunos subsistemas, viene a condicionar la estructuración del aparato productivo de los demás subsistemas, los cuales se vuelven “dependientes”. En efecto, esa estructuración se produce en tal forma que permite que una minoría, dentro del subsistema dependiente, esté en condiciones de reproducir los patrones de vida de prestigio, creados en el subsistema dominante.11

Además de imponer patrones de consumo, la empresa multinacional se expande mediante monopolios a nivel global y en este proceso Latinoamérica es sólo una región más de la expansión de las trasnacionales. Este punto es analizado por Samir Amin (de origen egipcio). Amin le dio a esta teoría una perspectiva internacional y contribuyó a expandir la visión a veces muy enfocada en Latinoamérica. La contribución de Amin es muy vasta y en la actualidad aún sigue contribuyendo con su obra al análisis de las relaciones económicas internacionales. Una de las principales contribuciones de Samir Amin es su concepto de monopolios de poder y dependencia en la estructura económica internacional, de acuerdo a esta idea los monopolios internacionales políticos, medios de comunicación y grupos de poder contribuyen también a perpetuar relaciones de dependencia. En palabras de Samir Amin las tendencias de la evolución del capitalismo contemporáneo se articulan en torno al refuerzo de lo que he llamado los “cinco monopolios” que caracterizan a la mundialización polarizante del imperialismo contemporáneo: (i) el monopolio de las nuevas tecnologías; (ii) el del control de los flujos financieros a escala mundial; (iii) el control del acceso a los recursos naturales del planeta; (iv) el control de los medios de comunicación; (v) el monopolio de las armas de destrucción masiva. La implementación de estos monopolios es operada por la acción conjunta, complementaria pero también a veces conflictiva, del gran capital de las multinacionales industriales y financieras y de los Estados que se encuentran a su servicio. […] Existe una nueva división internacional desigual del trabajo en la cual las actividades de producción localizadas en las periferias, subalternizadas, funcionan como subcontratistas del capital dominante.12

Otro de los trabajos principales de Samir Amin es La acumulación a escala mundial, crítica de la teoría del subdesarrollo. De acuerdo con el autor, el sistema financiero internacional impacta de manera negativa en el funcio11 Celso Furtado, op.cit.

Samir Amin, “Capitalismo, imperalismo, mundialización”, en José Seoane y Emilio Taddei (comps.), Resistencias mundiales (De Seattle a Porto Alegre), Buenos Aires, Clacso, 2001.

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namiento del sistema bancario de la periferia: éste está totalmente al servicio del sistema capitalista periférico, extranjero o nacional, privado o público, pues se ocupa sólo de generar ganancias para los propietarios y no coadyuva en la generación de facilidades para la inversión doméstica e impactar el crecimiento en las economías de los países pobres.13 Las ideas de Samir Amin aún siguen influenciando los análisis más recientes sobre las críticas al proceso de globalización y las nuevas formas de dependencia económica. La división internacional del trabajo y el desarrollo de los países periféricos basado en ventajas competitivas estáticas (como bajos costo de mano de obra) no permiten que los países de la periferia compitan de manera directa con los monopolios del capital privado de los países del centro. Ruy Mauro Marini, economista y sociólogo brasileño, es otro de los autores de referencia de esta teoría y su aportación principal gira en torno al tema de la división internacional del trabajo. Para Marini, la división internacional del trabajo en la que se inserta Latinoamérica no presenta condiciones favorables para lograr la autonomía del Estado por lo que se requiere de reformas políticas y económicas estructurales para revertir la dependencia y terminar con el círculo vicioso que ésta representa. Marini señala en ese sentido que “las relaciones de América Latina con los centros capitalistas se insertan en una estructura definida: la división internacional del trabajo, que determinará el curso del desarrollo ulterior de la región. El fruto de la dependencia no puede ser por ende sino más dependencia, y su liquidación supone necesariamente la supresión de las relaciones de producción que ella involucre”.14 En el libro titulado Subdesarrollo y Revolución, Ruy Mauro Marini coincide con Theotonio Dos Santos en que la única forma de cambiar las estructuras económicas enraizadas en Latinoamérica es por medio de movimientos sociales, “una relación más efectiva entre las clases explotadas y sus vanguardias políticas”.15 Aparte de las condiciones de desigualdad en las relaciones económicas internacionales, otro aspecto fundamental de la teoría de la dependencia es el papel de los movimientos sociales solidarios a nivel internacional y la identidad cultural de regiones específicas (como Latinoamérica) para lograr cambiar y establecer un contrapeso a las estructuras de poder del centro hacia la periferia. En este contexto, otros teóricos de la dependencia como Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto subrayan la importancia de la identidad cultural y lazos de amistad e históricos en Latinoamérica para tratar de revertir la dependencia que establecen los Amin Samir, La acumulación a escala mundial, crítica de la teoría del subdesarrollo, México, Siglo XXI, 1977, p. 512. Ruy Mauro Marini, “Dialéctica de la dependencia”, Amauta, 1991, disponible en: http://www.iberori.org/doctos/ manual_chicago.pdf, consultado el 7 de marzo de 2014. 15 Ruy Mauro Marini, Subdesarrollo y revolución, México, Siglo XXI, 1977, p. 21. 13 14

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centros de poder hegemónicos que no permiten su desarrollo.16 Adicionalmente, Cardoso y Faletto enfatizan las enormes diferencias políticas y económicas entre el centro y la periferia lo que supone una contradicción entre desarrollo y autonomía, donde el mercado interno de los países de la periferia sirve como mercado de expansión de los países del centro. Ellos apuntan parecería que la relación entre la economía nacional y los centros dinámicos de las economías centrales se establece en el mismo mercado interno. Sin embargo, en dos sentidos se mantienen las características de heteronomía: el desarrollo del sector industrial continúa dependiendo de la “capacidad de importación” de bienes de capital y de materias primas complementarias para el nuevo tipo de diferenciación del sistema productivo (lo que lleva a lazos apretados de dependencia financiera), y además, esta forma de desarrollo supone la internacionalización de las condiciones del mercado interno.17

Immanuel Wallerstein es otro de los autores fundamentales de esta teoría al aportar conceptos innovadores como semiperiferia, y contribuir al análisis del capitalismo moderno como un sistema neocolonial que enfatiza el rol hegemónico de las economías centrales en la organización del sistema capitalista y deja nulo o poco margen de maniobra a los países de la periferia.18 Wallerstein considera que la realidad social en la cual vivimos y determina cuáles son nuestras opciones no ha sido la de los múltiples Estados nacionales de los que somos ciudadanos sino algo mayor (sistema-mundo). Este sistema cuenta con muchas instituciones –Estados y sistemas interestatales, compañías de producción, marcas, clases, grupos de identificación de todo tipo– y estas instituciones forman una matriz que permite al sistema operar pero al mismo tiempo estimula tanto los conflictos como las contradicciones que afectan el sistema.19 Wallerstein considera que el mercado absolutamente libre funciona como una ideología, un mito y una influencia restrictiva, pero nunca como una realidad cotidiana. Una de las razones por las que un mercado totalmente libre no es una realidad cotidiana, si es que alguna vez fuera a existir, es que volvería imposible la acumulación incesante de capital.20 A continuación presentamos un ejemplo contemporáneo ilustrativo de esta tendencia que tiene sus bases en causas estructurales de la dependencia centro-periferia y el sistema-mundo al que se refiere Wallerstein. Fernando Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI, 1977, p. 35. Immanuel Wallerstein, Análisis del sistema-mundo, México, Siglo XXI, 2001, p.45. 18 Ibidem, p. 68. 19 Immanuel Wallerstein, Análisis de sistemas-mundo, una introducción, México, Siglo XXI, 2005, p. 21. 20 Ibidem, p. 23. 16

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Estudio de caso El TLCAN y la industria automotriz en Norteamérica Las diferencias económicas intrínsecas de los miembros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y el papel de las empresas multinacionales, primero en la negociación del tratado y posteriormente en la implementación del mismo, son muestra empírica de las relaciones inequitativas entre Estados y un ejemplo de la influencia que las empresas multinacionales y gobiernos de Estados industrializados pueden ejercer para obtener determinados objetivos. La teoría de la dependencia sigue teniendo validez para explicar este proceso que implica la existencia de un “centro” y “regiones periféricas” que dependen en gran medida de él, tal y como sucede con las relaciones de dependencia de México con Estados Unidos, particularmente en el sector automotriz dentro del TLCAN. Desde inicios de los años noventa, cuando los gobiernos de México, Estados Unidos y Canadá anunciaron las discusiones preliminares para la negociación del TLCAN, las discusiones a favor y en contra del tratado se reflejaban en el acalorado debate que comenzó respecto a los posibles efectos que el acuerdo traería para las tres economías. Los analistas ofrecían diferentes opiniones del impacto que el TLCAN tendría sobre los diferentes sectores y áreas en los tres países. Gran parte de este debate se concentró en el desarrollo económico de la región y particularmente en los temas de flujos comerciales, inversión, empleos y salarios. Un reporte de la Cepal acerca de la inversión extranjera directa en la industria automotriz en México plantea en ese sentido que la competitividad del sector de autopartes ha estado basada en ventajas estáticas como los bajos sueldos y la dependencia de un solo mercado (el de Estados Unidos). Más aún, la organización considera que el sector de las autopartes ha carecido de transferencia tecnológica, prácticas organizacionales, capacidades de diseño y capacitación de recursos humanos. El reporte señala que la competitividad internacional más importante de la industria de autopartes en México está basada en ventajas estáticas (ya mencionadas) como los salarios bajos, proximidad geográfica y acceso preferencial al mercado estadounidense. Así como la industria de autopartes en el país llegó a integrarse fuertemente con la red de proveedores estadounidenses, también vino a reproducir las mismas relaciones conflictivas sin obtener los beneficios correspondientes (el nuevo papel de los proveedores de sistemas para las plantas modulares). El avance industrial y tecnológico estuvo limitado notablemente a la capacidad de los recursos humanos y a algunos vínculos productivos, ya que hubo poca transferencia y asimilación del desarrollo empresarial y tecnológico.21 La Cepal también considera que la industria automotriz mexicana debe implementar nuevas normas para competir exitosamente en otros mercados. 21 Véase ECLAC, “Investment and Business Strategies in the Automotive Industry”, Foreign Investment in Latin America and the Caribbean, ECLAC, 2003, pp. 124-126.

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Estudio de caso El TLCAN y la industria automotriz en Norteamérica (continuación) Sugiere además que “la industria automotriz mexicana debe diseñar e implementar normas adecuadas que le permitan avanzar de su plataforma exportadora –basada en salarios bajos y acceso privilegiado, proximidad geográfica a un solo mercado– hacia un centro manufacturero integrado que compita sobre la base de recursos humanos especializados, habilidades tecnológicas y una cadena integrada por proveedores de clase mundial”.22 La falta de diversificación de las fuentes de inversión extranjera directa (IED) hacen a México vulnerable a los problemas económicos y políticos de Estados Unidos y el desempeño de los fabricantes de vehículos junto con la industria de autopartes establecida en México dependen demasiado de la economía estadounidense. Cuando ésta muestra signos de recesión y por consiguiente la demanda de vehículos en ese país disminuye (como sucedió en los años 20092010), los fabricantes ya establecidos y las compañías de autopartes no tienen otra opción más que ajustarse a estas fluctuaciones y reducir su producción de vehículos mediante paros técnicos o despido de empleados. Este sector industrial está expuesto a situaciones continuas de crisis debido al alto grado de dependencia hacia el mercado de Estados Unidos. Se ha visto en los últimos catorce años que, cuando la economía estadounidense crece, entonces la industria automotriz en México crece también. Si hay recesión en la economía estadounidense, entonces la industria automotriz en México se contrae, trayendo todas las consecuencias negativas anteriormente mencionadas.

“GLOBALIZACIÓN” ECONÓMICA Y LAS NUEVAS FORMAS DE DEPENDENCIA ECONÓMICA

Ideas importantes de la teoría de la dependencia han sido retomadas por autores contemporáneos, quienes han adaptado preceptos de esta teoría a nuevos conceptos como el de autonomía del Estado y sobre todo han surgido interpretaciones críticas del concepto de la globalización. Existen varias definiciones académicas del concepto “autonomía relativa del Estado”. Dietrich Rueschemeyer y Peter Evans, por ejemplo, argumentan que el factor principal que define la autonomía de un Estado está directamente relacionado a la independencia del Estado a nivel doméstico. Los autores consideran que “el Estado no puede escapar de ser un instrumento de dominación. Las interrelaciones entre las diferentes partes del aparato del

22 Ibidem, p. 130.

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Estado, por un lado, y las clases o facciones con más influencia, por el otro, determinarán el carácter del pacto general de dominio”.23 Theda Skocpol coincide con esta noción de la independencia de las entidades respecto a otras e introduce la categoría funcional de la implementación o capacidades de los Estados para alcanzar metas oficiales, incluso en circunstancias adversas. Al respecto, Skocpol dice Los Estados concebidos como organizaciones que dicen poseer control sobre territorios y gente pueden formular y perseguir metas que simplemente no reflejan las demandas o los intereses de grupos sociales, clases o sociedades. Esto es lo que normalmente significa “autonomía del Estado […] buscando más, uno puede entonces explorar las ‘capacidades’ de los Estados para implementar metas oficiales, especialmente sobre la oposición real o potencial de grupos de influencia”.24

En su definición de autonomía de Estado, Christian Anglade y Carlos Fortin incluyen una categoría para definir la habilidad del Estado para adoptar e implementar políticas. Los autores apuntan por autonomía relativa del Estado capitalista periférico entendemos la habilidad del Estado para adoptar e implementar de manera consistente políticas que contradigan las demandas, preferencias o intereses de las clases dominantes, o que reten al patrón de dependencia externa de la economía y la sociedad, en el contexto de una configuración dada de acción política por las clases subordinadas y por actores no políticos. La noción por lo tanto incluye referencia a la adopción de políticas e implementación y particularmente a la dinámica de su relación.25

Una versión opuesta (de tendencia liberal) con autores como Robert Reich y Octavio Ianni sostiene que la globalización es una tendencia de origen reciente (la cual comenzó principalmente después de la Guerra Fría) que implica la unificación de patrones culturales y sociales. Este proceso está llevando a la consolidación de una economía global que propicia la apertura de fronteras al flujo de inversión y personas. De acuerdo a esta perspectiva, este proceso está trayendo efectos positivos en cuestiones sociales y culturales, expandiendo el libre comercio y la democracia por

23 Véase Dietrich Rueschemeyer y Evans Peter, “The State and Economic Transformation: Toward an Analysis of the Conditions Underlying Effective Intervention”, en Peter Evans, Dietrich Rueschemeyer y Theda Skocpol (eds.), Bringing the State Back in, Cambridge, Massachusetts, Cambridge University Press, 1985, p.47. 24 Véase Theda Skocpol, Bringing the State Back in, p.9. 25 Véase Anglade Christian y Carlos Fortin, “Accumulation, Adjustment and Autonomy of the State in Latin America”, en Christian Anglade y Carlos Fortin (eds.), The State and Capital Accumulation in Latin America (vol. 2), Londres, Macmillan, 1990, p. 223.

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todo el mundo. Además, los autores afirman que tarde o temprano ésta terminará en la creación de una “aldea global”.26 En ese sentido, Ankie Hoogvelt señala que dentro del contexto de globalización de la economía mundial, la naturaleza de los Estados está cambiando y que estos están convirtiéndose en instrumentos del mercado mundial. Esta autora plantea que el ajuste de los Estados para la competición global y la especialización son ahora la mayor prioridad.27 Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) coincide en que la globalización económica está trayendo beneficios por todo el mundo y por lo tanto el proceso tiene que ser fomentado mediante el libre comercio. Donald J. Johnston, exdirector de la OCDE, señala en este sentido que “el contexto internacional está cambiando, la globalización está influenciada por el dinamismo de las economías no miembros de la OCDE, especialmente Asia y América Latina […] estamos experimentando una nueva era global donde los beneficios del libre comercio a nivel mundial y la inversión pueden fluir a todos los países”.28 Por otro lado, críticos de la globalización que retoman elementos de la teoría de la dependencia han cuestionado algunos de los efectos positivos mencionados arriba. Por ejemplo, John Saxe-Fernández asegura que el concepto de globalización ha sido utilizado para justificar las crecientes inequidades, polarización y concentración de la riqueza entre los países. Él declara que contrario a los argumentos de los defensores de la globalización, sólo pocos actores han sido capaces de globalizarse, entre ellos, los principales son las empresas multinacionales.29 Bradshaw York y Michael Wallace en su libro Global inequalities sostienen que el proceso de globalización en lugar de hacer la economía mundial más uniforme, está influenciando una división económica más severa. Los autores comparan diferentes variables económicas en países desarrollados y subdesarrollados en los últimos 20 años y concluyen que la brecha entre los países pobres y los ricos se está ampliando más, y esta situación está relacionada directamente al contexto de “globalización”.30 Bob Sutcliffe señala de igual forma que el proceso de globalización es contradictorio porque ha privilegiado la movilidad internacional de capital pero no ha permitido en las fronteras el libre movimiento de la mano de obra. Además, dentro del contexto de globalización, hay una 26 Véase Octavio Ianni, “Estado-nación y globalización”, El Cotidiano, núm. 71, septiembre, 1995; y Robert Reich, The Work of Nations, Nueva York, Vintage Books, 1997. 27 Ankie Hooguel, Globalization and the Postcolonial World. The New Political Economy of Development, Londres, McMillan Press, LTD, 1997, p. 138. 28 Donald J. Johnston, The World in 2020, Towards a New Global Age, OCDE, 1997. 29 John Saxe-Fernández (ed.), Globalización, critica a un paradigma, México, UNAM, 1999, p. 122. 30 York W. Bradshaw & Michael Wallace, Global inequalities, Thousand Oaks, Pine Forge Press, 1996, pp. 18-22.

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tendencia de los gobiernos para imponer más límites y restricciones a la inmigración.31 Chomsky concuerda que la globalización, como paradigma, puede afectar negativamente los intereses de los países en desarrollo, produciendo la “desaparición de fronteras”, la entrega de la soberanía nacional y una dependencia política y económica más fuerte de los países en vías de desarrollo respecto a las economías industrializadas.32 Paul Hirst y Graham Thompson también han cuestionado el carácter “global” de la globalización, argumentando que ésta implica principalmente la expansión de países industrializados y sus compañías en países en vías de desarrollo. Los autores estimaron que en los años noventa, había 37 mil multinacionales operando por todo el mundo, de las cuales 24 mil (más de 70% del total) eran compañías con oficinas centrales en 14 países altamente desarrollados.33 En tanto, Pelagidis y Papasotiriou sostienen que las transacciones internacionales no son realmente globales, ya que ocurren primordialmente en las regiones avanzadas del mundo y sólo en un grado menor en algunas regiones del tercer mundo.34 Ellos afirman que las potencias mayores tienen incentivos económicos, también como políticos para reducir su dependencia en la fuerza hegemónica (de Estados Unidos), pero también sólo ellos pueden lograr esto a través de bloques regionales.35

COMENTARIOS FINALES La teoría de la dependencia, como cualquier otro enfoque teórico, ha recibido numerosas críticas, algunas con fundamentos teórico-metodológicos válidos y otras con erróneas interpretaciones de análisis. Quizá el supuesto más controversial de la teoría es el carácter estático de las estructuras económicas internacionales y la imposibilidad de que países periféricos puedan ascender a la categoría de países del centro. La contribución de Immanuel Wallerstein y su concepto de sistema-mundo ubican en el mapa mundial a los países semiperiféricos que han alcanzado cierto desarrollo económico, algunos incluso con ingreso per cápita igual o más alto que países del centro (Singapur, Corea del Sur, Taiwán, entre otros). Sin

31 Bob Sutcliffe, “Freedom to Move in the Age of Globalization”, en Dean Baker, Gerald Epstein y Robert Pellin (eds.), Globalization and Progressive Economic Policy, Cambridge, Cambridge University Press, 1998, p. 23. 32 Noam Chomski, La sociedad global, México, Nuestro Tiempo, 1992, p. 73. 33 Graham Thompson y Paul Hirst, Globalization in Question, Cambridge, Polity Press Cambridge, 1996, p. 93. 34 Theodore Pelagidis y Harry Papasotiriou,“Globalization or Regionalism? States, Markets and the Structure of International Trade”, Review Of International Studies, núm. 28, 2002, p. 520. 35 Ibidem, p. 535.

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embargo, el caso específico de otros países en ascenso y su eventual evolución a países del centro o potencias regionales o mundiales como China, India o Brasil aún requiere de mayor análisis por parte de los teóricos de la dependencia. El reciente ascenso de estas economías y su creciente poder político obliga a replantear algunas de las premisas de la teoría de la dependencia y da pauta a nuevas líneas de investigación y análisis que incorporen un nuevo tipo de relación entre estas economías en ascenso y su relación con países del centro y de otras economías periféricas, éste es quizá uno de los principales retos de esta teoría. Como comentamos al principio de este capítulo, la teoría de la dependencia tiene un carácter prescriptivo, es decir, emite recomendaciones y alternativas en política económica internacional para cambiar el statu quo de los problemas estructurales en las relaciones económicas internacionales. En este sentido, es importante subrayar que existen diferencias importantes entre los teóricos de la dependencia y sus argumentos para cambiar y revertir la situación de inequidad en el sistema centroperiferia. Para Theotonio Dos Santos, el cambio estructural sólo vendría con una transformación radical de la división internacional del trabajo en el cual los movimientos sociales y lucha de clases al interior de los países periféricos serían el mecanismo de cambio.36 Con una perspectiva diferente, para Raúl Prebisch, la solución a algunos de estos problemas enraizados en el sistema centro-periferia es la aplicación de algunas políticas de corte keynesiano, este hecho es un pasaje poco estudiado en el marco de la teoría de la dependencia. En realidad Raúl Prebisch ya mostraba cierta inclinación e influencia de la teoría keynesiana desde que escribió el libro Introducción a Keynes (la primera edición apareció en 1947). En este libro el autor destaca que uno de los problemas principales es la insuficiencia de las inversiones para emplear el ahorro, insuficiencia de inversiones significa insuficiencia de demanda, de ahí la conclusión de que hay que provocar deliberadamente el crecimiento de las inversiones, hasta que la demanda sea suficiente para absorber toda la oferta que proviene del pleno empleo. Para Prebisch la obra de Keynes tiene “trascendencia y oportunidad”.37 En otro texto de Prebisch que resulta básico para analizar la teoría de dependencia, Capitalismo periférico, crisis y transformación, el autor señala que es imprescindible que el Estado regule el uso social del excedente, para acrecentar el ritmo de acumulación y corregir progresivamente las disparidades distributivas de carácter estructural, distintas de las dispari36 Theotonio Dos Santos,

Imperialismo y dependencia, pp. 437-459.

37 Raúl Prebisch, Introducción a Keynes, México, FCE, 1987, pp. 9 y 13.

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dades funcionales. Para Prebisch sólo existen dos formas en que el Estado puede ejercer acción reguladora: 1) que tome en sus manos la propiedad y gestión de los medios productivos o 2) que use el excedente con racionalidad colectiva sin concentrar la propiedad en sus manos, aunque el autor se pronuncia abiertamente por la segunda opción (teoría keynesiana de nuevo) debido, en palabras del propio autor, a que las grandes fallas del sistema no radican en la propiedad privada en sí misma sino en la apropiación privada del excedente y en las consecuencias nocivas de la concentración de los medios de producción […] la primera opción es incompatible con el concepto primordial de democracia y de derechos humanos que le son inherentes, en tanto que la segunda hace posible la plena compatibilidad de este concepto, en la teoría y la praxis.38

El punto principal del modelo Prebisch es que para crear condiciones de desarrollo dentro de un país es necesario: 1. Controlar la tasa de cambio monetario, poniendo mayor énfasis en políticas fiscales que en políticas monetarias. 2. Promover un papel gubernamental más eficiente en términos de desarrollo nacional. 3. Crear una plataforma de inversiones, dando prioridad al capital nacional. 4. Permitir la entrada de capitales externos siguiendo prioridades ya establecidas en planes de desarrollo nacionales. 5. Promover una demanda interna más efectiva en término de mercados internos como base para consolidar el esfuerzo de industrialización en Latinoamérica en particular y en naciones en desarrollo en general. 6. Generar una mayor demanda interna incrementando los sueldos y salarios de los trabajadores. 7. Desarrollar un sistema seguro social más eficiente por parte del gobierno, especialmente para sectores pobres a fin de generar condiciones para que estos sectores puedan llegar a ser más competitivos.

38 Rául Prebisch, Capitalismo periférico, crisis y transformación, op. cit.

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8. Desarrollar estrategias nacionales que sean coherentes con el modelo sustitución de importaciones, protegiendo la producción nacional al imponer cuotas y tarifas a los mercados externos.39 El problema estructural se torna cíclico cuando paradójicamente los países del centro se apegan más al esquema propuesto por Prebisch, y de manera opuesta, los países periféricos optan por aceptar la condicionalidad de los mecanismos financieros internacionales y los programas de ajuste estructural de los mismos organismos. En ese sentido, otros autores como Samir Amin consideran que lo que se necesita “más que una teoría imposible del desarrollo es [...] desarrollar una teoría de la acumulación a escala mundial, es decir, una teoría de los mecanismos de acumulación en el centro y en la periferia en sus relaciones recíprocas”. 40 Los críticos de la teoría de la dependencia insisten que más que reducir situaciones complejas a variables más simples, el esfuerzo debería dirigirse a complejizar y contextualizar la relación a nivel global. El problema es, bajo esta perspectiva, que no se reconocen algunos aciertos de la teoría de la dependencia como la explicación de la dinámica de las empresas multinacionales y el papel del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en la toma de decisiones en política a nivel global. Para analizar las relaciones económicas internacionales contemporáneas, se necesita por lo tanto de un análisis global, tomar en consideración variables del nuevo contexto internacional y establecer la creación de mecanismos de diálogo más directos entre los países centrales y periféricos. PREGUNTAS GUÍA 1. Explica el concepto de dependencia de acuerdo a la definición de Theotonio Dos Santos. 2. ¿Cuáles son las acciones específicas que los países periféricos tienen que implementar para reducir su dependencia con respecto a los países del centro según Raúl Prebisch? 3. ¿Cuál es la contribución de Samir Amin a la internacionalización de la teoría de la dependencia? 39 Giovanni E. Reyes, “Principales teorías sobre desarrollo económico y social y su aplicación en América Latina y el Caribe. Teoría de la dependencia”, Zona Económica, disponible en: http://www.zonaeconomica.com/teoria-dependencia, consultado el 8 de marzo de 2014. 40

Samir Amin, La acumulación a escala mundial, crítica de la teoría del subdesarrollo, op. cit., p. 51.

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4. ¿Cómo definen Cardoso y Faletto el mercado interno de los países periféricos? 5. Según Ruy Mauro Marini, ¿cuál es el rol de Latinoamérica en la división internacional del trabajo? 6. ¿Cuál es la explicación de Celso Furtado de la “importación” de los patrones de consumo de los países periféricos? 7. Paul Hirst y Graham Thompson afirman que las formas de dependencia económica han evolucionado a nuevos esquemas, ¿cuáles son estos esquemas? 8. ¿Cuáles son las principales críticas a la teoría de la dependencia?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Amin, Samir, “Capitalismo, imperalismo, mundialización”, en José Seoane y Emilio Taddei (comps.), Resistencias mundiales (De Seattle a Porto Alegre), Buenos Aires, Clacso, 2001. –––––––, La acumulación a escala mundial, crítica de la teoría del subdesarrollo, México, Siglo XXI, 1977. Anglade, Christian y Carlos Fortin, “Accumulation, Adjustment and Autonomy of the State in Latin America”, en Christian Anglade y Carlos Fortin (eds.), The State and Capital Accumulation in Latin America (vol. 1), Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1985. –––––––, “Accumulation, Adjustment and Autonomy of the State in Latin America”, en Christian Anglade y Carlos Fortin (eds.), The State and Capital Accumulation in Latin America, vol. 2, Londres, Macmillan, 1990. Bennett, Douglas y Kenneth Sharpe, Transnational Corporations versus the State, the Political Economy of the Mexican Auto Industry, Princeton, Princeton University Press, 1985. Cardoso, Fernando y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI, 1977. Chomsky, Noam, La sociedad global, México, Nuestro Tiempo, 1992. Dos Santos, Theotonio, Imperialismo y Dependencia, México, Era, 1978. –––––––, A Teoria da Dependência: Balanço e Perspectivas, Brasil, Ed. Civilização Brasileira, 2000.

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XVIII. LA TEORÍA GENERAL DE SISTEMAS: UNA OPCIÓN TEÓRICA PARA EL ESTUDIO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES LUZ ARACELI GONZÁLEZ URESTI

INTRODUCCIÓN

P

ara el estudioso de las relaciones internacionales, la necesidad de un marco teórico de referencia se hace claramente evidente en la medida en que profundiza en su objeto de estudio: indagar, relacionar acontecimientos, describir y explicar líneas de causalidad e interconexión entre los hechos observados, todas ellas actividades que exigen un esfuerzo organizacional que fácilmente puede extraviarse en ausencia de un hilo conductor. Hemos de reconocer que las RI se han caracterizado por la presencia de diversas concepciones e interpretaciones de su objeto de estudio. Es común escuchar en diversos foros que el estudio de las Relaciones Internacionales se halla en debates teóricos y paradigmáticos prácticamente desde sus orígenes como disciplina, y al día de hoy esto sigue vigente con más énfasis. Hablar de teoría, o mejor dicho, de teorías de Relaciones Internacionales implica ubicarnos en el plano epistemológico, es decir, en el área del objeto formal de la disciplina, el cual encierra una amplia gama de conceptos, categorías, modelos y visiones donde, frecuentemente, se enfrentan y disputan el derecho de explicar lo que ocurre en la realidad. No olvidemos que a final de cuentas, una teoría no es sino un intento de explicación de la realidad, que por lo menos debe ser sistemática, objetivo, racional y verdadero desde el punto de vista de la lógica, lo que permite su verificación. Así entendida, una teoría se convierte en el instrumento indispensable para aprehender la realidad, superando los enfoques meramente descriptivos, aparenciales y fenomenológicos. El “menú” de opciones teóricas es muy amplio: va desde las llamadas teorías 347

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clásicas como el idealismo o el realismo, pasando por los enfoques sociológicos, hasta las propuestas de orientación más cientificista como los enfoques sistémicos, entre los que destaca la teoría general de sistemas (TGS) a la cual nos enfocaremos más adelante. El estado actual de la teoría de RI se caracteriza por estar anclado en profundos debates que incluyen las llamadas concepciones clásicas surgidas hace casi un siglo a las que se han sumado una abrumadora presencia de neologismos, tales como el neorrealismo, el neofuncionalismo, el neoestructuralismo u otros que, en sus planteamientos, retoman nociones ya trabajadas pero supuestamente reforzadas o enriquecidas a la luz de la experiencia y la reflexión. Siguiendo esta lógica de los “neos”, la década de 1990 se caracterizó por el gran énfasis puesto al pensamiento neoliberal frente a los argumentos de los neorrealistas. Hoy día, la teoría de las Relaciones Internacionales se caracteriza por un debate constante entre diversas perspectivas a las que se han sumado enfoques y discusiones que giran en torno a la modernidad y la posmodernidad: el del globalismo frente al regionalismo, el del universalismo ante los dilemas de los localismos y otros como las teorías de género, el “pensamiento verde”, y muchas más que no hacen sino evidenciar y corroborar el hecho de que la sociedad internacional es sumamente compleja y difícilmente aprehensible desde una única perspectiva, y es justo en este contexto que se inscribe la teoría general de sistemas. Este trabajo presenta una introducción general, así como los supuestos básicos de la teoría general de sistemas y su aplicación al estudio de la realidad internacional. Señala las valiosas aportaciones que se han hecho desde esta perspectiva a partir de mediados de la década de 1950, y la manera en que ésta se ha ido actualizando hasta la época actual, pasando por las ideas pioneras de Ludwig von Bertalanffy en la ciencia hasta las propuestas de análisis de sistemas complejos en ciencias sociales con especial énfasis en las aportaciones, en el campo específico de las Relaciones Internacionales, de Morton Kaplan y Charles McClellan. Resulta oportuno destacar la profunda distinción existente entre la llamada teoría general de sistemas y otras contribuciones como las teorías sistémicas o los enfoques sistémicos, cuyo alcance explicativo, profundidad analítica y supuestos gnoseológicos difieren sustancialmente pese a compartir el concepto de sistema.

349

LA TEORÍA GENERAL DE SISTEMAS

Cuadro XVIII.1. Distinciones entre la teoría general de sistemas y otros aportes Teoría general de sistemas (TGS) Metateoría equiparable a un paradigma. Al referirnos a la TGS hemos de distinguir sus alcances y dimensiones científicas, teóricas, metodológicas y filosóficas. Concibe la realidad como una totalidad. Es una propuesta desarrollada para el análisis de los sistemas en la ciencia y no en un campo disciplinario en particular gracias a la incorporación que hace de la noción de isomorfismos. Integra distintas dimensiones analíticas como estructura, conducta y función. Aspira a una interpretación holística del universo y en consecuencia a la unidad de la ciencia. Al haber sido trasladada a distintos campos disciplinarios, dio origen a diversas teorías sistémicas que si bien rescatan algunos elementos de la TGS, no han incorporado todas las dimensiones que propone la TGS.

Teorías sistémicas

Enfoques sistémicos

Explicaciones formuladas a partir de la consideración de una serie de elementos interrelacionados que generan entre sí secuencias de interacciones e interdependencias.

Si partimos de la definición de enfoque como la perspectiva, manera o ángulo desde el que uno como observador, se ubica para considerar un problema o analizar una situación, los enfoques sistémicos los podemos identificar más como una aproximación de carácter metodológico. Es decir la posición del observador respecto a su objeto de estudio.

Rescatan los principios de la cibernética entre los que se destacan las funciones de control y comunicación. Tal es el caso de la teoría de las comunicaciones y el análisis de las relaciones internacionales de Karl W. Deutsch.* En las teorías sistémicas destaca la incorporación de alguna de las dimensiones analíticas de la TGS como la estructura, las funciones o las conductas, lo que ha dado origen a la inmensa gama de teorías estructuralistas y funcionalistas. Conductistas o la combinación de algunas de las anteriores como la llamada teoría estructural-funcionalista de Talcott Parsons presente en su libro: El sistema social.

Los enfoques sistémicos se ubican más a lo que en lengua inglesa se denomina approach. Éstos se refieren al abordaje de la realidad desde perspectivas integrales que incorporan la necesidad de considerar la existencia de variables y elementos múltiples en el análisis de un proceso particular. Los enfoques sistémicos subyacen a todos los esfuerzos de teorización que buscan superar las perspectivas limitadas, parciales, descriptivas, enumerativas y atomistas de la realidad.

Los enfoques sistémicos proponen análisis integrales, de aspiraciones totalizantes, Como ejemplo de otras teorías sistémicas tenemos la teoría de en los que la consideración de las comunicaciones (Deutsch); múltiples variables y niveles teorías de la integración (Hass y de análisis están presentes. Mitrany); teoría de la vinculación (Rosenau), teoría Como hemos apunado, los de juegos (Morgenstern) y las enfoques sistémicos subyacen teorías de la negociación en aproximaciones tales como (Schelling); entre otras como la la interdependencia compleja, interdependencia (Nye y simétrica y asimétrica, en las Keohane) e incluso el propio teorías medioambientalistas, en neorrealismo de Waltz. los enfoques de regímenes internacionales, gobernanza, conflictos e incluso en el propio neorrealismo.

Fuente: Elaboración propia. *Karl W. Deutsch, El análisis de las relaciones internacionales, Buenos Aires, Paidós, 1976.

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LA TEORÍA GENERAL DE SISTEMAS Originalmente desarrollada en el terreno de las ciencias naturales, la teoría general de sistemas pretendió convertirse en un instrumento útil para el análisis científico de la realidad, para lo cual propone un esquema de interpretación fincado en la noción de sistema y una explicación de la dinámica del universo a partir de ella. Con base en estas ideas, estudiosos de la escena social intentaron trasladar esa propuesta al campo de estudio de los fenómenos humano-sociales. El biólogo L.V. Bertalanffy, por muchos reconocido como el padre de esta teoría, fue uno de los primeros estudiosos en tomar la palabra “sistema” y dotarla de un nuevo contenido y significado para el quehacer científico. Las primeras reflexiones de este autor se remontan a la primera mitad del siglo XX, cuando buscaba organizar una serie de observaciones y premisas para dar origen a lo que él llamó la teoría general de sistemas. Según Bertalanffy, la teoría general de sistemas es en principio “un campo matemático que ofrece técnicas, en parte novedosas y muy detalladas, estrechamente vinculadas a la ciencia de la computación, y orientado más que nada por el imperativo de vérselas con un nuevo tipo de problemas”; 1 de ahí, que el objetivo del autor fue desarrollar no sólo un modelo, sino elaborar toda una nueva visión del mundo, es decir, proponer un nuevo paradigma en el sentido que Thomas Kuhn imprime a este término. 2 Bertalanffy menciona que se pueden distinguir tres aspectos o niveles en su propuesta. En principio, ésta puede ser analizada como “la ciencia de los sistemas”, es decir, “la exploración y la explicación científica de los sistemas de las varias ciencias (física, biología, psicología, ciencias sociales...), con la TGS como doctrina de principios aplicables a todos los sistemas, de modo que la teoría general de los sistemas es la exploración científica de ‘todos’ y ‘totalidades’ que no hace tanto se consideraban nociones metafísicas que salían de los lindes de la ciencia”.3 En un segundo plano, se identifica la llamada “tecnología de los sistemas”, es decir, “el de los problemas que surgen en la tecnología y la sociedad modernas y que comprenden tanto el hardware de computadoras, automatización, maquinaria autorregulada, así como el software de los nuevos adelantos y disciplinas técnicas. La tecnología y la sociedad modernas se han vuelto tan complejas que los caminos y medios tradicionales no son ya suficientes 1 Ludwig von Bertalanffy, Teoría General de los Sistemas, México, Fondo de Cultura Económica, 1993,

Prefacio, p.VIII. Cfr. Thomas Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, México, Fondo de Cultura Económica ,1991, y John Vásquez, El Poder de la Política del Poder, Madrid, Gernika, 1991, cap.1. 3 Bertalanffy, op.cit., p. XIV. 2

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y se imponen actitudes de naturaleza holística, o de sistemas y generalista o interdisciplinaria”. 4 En tercer lugar, se señala la “filosofía de los sistemas”, a saber, la reorientación del pensamiento y la visión del mundo resultante de la introducción del “sistema” como nuevo paradigma científico, en contraste con el paradigma analítico, mecanicista, unidireccionalmente causal de la ciencia clásica. Al igual que toda teoría científica de gran alcance, la teoría general de los sistemas tiene sus aspectos “meta científicos” o “filosóficos”. El concepto de sistema constituye pues una “nueva filosofía de la naturaleza” 5 en el sentido más amplio. A partir de lo dicho hasta ahora, de manera general podemos señalar que la TGS, como su propio nombre lo indica, pretende ser una alternativa teórico-metodológica integral, que busca la formulación de principios válidos para sistemas en general, sea cual fuese la naturaleza de sus elementos componentes y las relaciones o “fuerzas” reinantes entre ellos. De tal suerte que como apunta Bertalanffy, la TGS es una ciencia general de la “totalidad”.6 En este sentido, podemos afirmar que la TGS, al ser un nuevo paradigma, busca romper con las tendencias de súper especialización en las ciencias, visión heredada del positivismo decimonónico. De manera alternativa, propone la unidad de la ciencia y, consecuentemente, una visión holística del universo, al afirmar que todo cuanto existe puede ser analizado a la luz de su concepto central, es decir, mediante la noción de sistema, ya que todo sistema, sin importar la naturaleza específica del mismo, posee características comunes. De ahí que tanto un átomo, como una célula, un ser humano o un Estado o la misma sociedad internacional puedan ser concebidos como sistemas que responden necesariamente a las mismas características y propiedades sin desconocer que éstos representan agregados sistémicos cualitativamente diferenciables, esto gracias a la inclusión de isomorfismos. De acuerdo con Bertalanffy, un sistema va a ser definido como “un complejo de elementos interactuantes” donde “el todo es más que la suma de las partes”, 7 una totalidad integrada por varios elementos que interactúan todos entre sí, el cual se distingue de su entorno o medio, del que recibe toda una gama de estímulos, a través de una frontera. Asimismo, un sistema va a estar constituido por subsistemas, que en sí mismos son sistemas, pero que al integrarse en una unidad mayor se convierten en subsistemas, de tal manera que todo cuanto existe es sistema y subsistema 4 Ibidem, p. XV. 5 Idem. 6 Ibidem, pp. 35-37. 7 Ibidem, p.55.

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a la vez y en consecuencia van a manifestar lo que el autor denomina propiedades sistémicas que sirven como punto de partida para el análisis epistemológico de la realidad. Las principales propiedades que caracterizan a los sistemas según Bertalanffy son: que se comportan como una totalidad, pero funcionalmente se llevan a cabo procesos de especialización, centralización y segregación progresivas, lo cual conlleva una jerarquización entre los sistemas y subsistemas, sin embargo, al mismo tiempo debe de darse un proceso de suma entre los esfuerzos de todos los subsistemas para lograr la propia sobrevivencia del todo, lo cual constituye la “preocupación” central original de todo sistema. De igual forma, se observa una competencia entre las partes integrantes del sistema que genera una característica muy importante, a saber, la contradicción interna de todo sistema. Otra propiedad observable es que todos los sistemas tienen una finalidad, es decir, un elemento teleológico y para lograrlo el sistema tiene que desarrollar la capacidad de adaptación, mediante mecanismos de homeóstasis, frente a perturbaciones provenientes ya sea del interior del mismo sistema o del exterior, con la finalidad última de la supervivencia del mismo sistema.8 Cabe destacar que si bien las propiedades sistémicas anteriormente señaladas son las que brindan sentido y dinámica a los sistemas, debemos dar especial énfasis al elemento de la contradicción interna, ya que éste se convierte en piedra angular de la TGS, pues supone un punto de interés filosófico. Bertalanffy lo expresa en los siguientes términos: Si hablamos de sistemas, aludimos a totalidades o unidades. Parece entonces paradójico que sea introducido con respecto a un todo el concepto de competencia entre sus partes. La verdad es que a estas afirmaciones en apariencia contradictorias tocan ambas aspectos esenciales de los sistemas. Cada todo se basa en la competencia entre sus elementos y presupone la “lucha entre partes”. Es un principio general de organización en sistemas fisicoquímicos sencillos así como en organismos y unidades sociales, y es, en última instancia, expresión de la coincidentia oppositorum que la realidad presenta. 9

En cuanto a las metas principales que Bertalanffy identificó para la TGS, encontramos la tendencia general hacia la integración de las varias ciencias naturales y sociales al ser éste un recurso en todos los campos de la ciencia, incluidos los no físicos, capaz de elaborar principios unificadores que corran “verticalmente” por el universo de las ciencias y que conduzcan a la unidad e integración científica.10 Aunque la TGS pretendía ser un marIbidem, pp. 54-90. Ibidem, p.68. 10 Ibidem, p.38. 8

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co general de aplicación universal a partir de la unidad de la ciencia, la realidad ha sido otra, y pese a su riqueza teórica, metodológica y conceptual, ésta ha sido aplicada de manera parcial en distintas disciplinas. Por ejemplo, Anatol Rapoport desarrolló análisis sistémicos en las matemáticas; Talcott Parsons lo hizo en la sociología; David Easton en la ciencia política, en tanto que Morton Kaplan intentó trasladarla al campo de las Relaciones Internacionales. Cabe precisar que si bien abundantes esfuerzos intentaron incorporar la TGS a campos disciplinarios particulares, éstos sólo se quedaron en la formulación de meros “modelos” o también de los llamados “análisis de sistemas” o “teorías sistémicas”, que a menudo suelen confundirse con la teoría general de los sistemas, por lo que surgen equívocos como los que señala Robert J. Lieber al decir: “El análisis de sistemas es realmente un conjunto de técnicas para el análisis sistemático que facilita la organización de datos, pero que no posee ninguna meta ideal teórica. Por contraste, la teoría general de los sistemas incluye un conjunto integrado de conceptos, hipótesis y proposiciones que teóricamente son ampliamente aplicables en todo el espectro del conocimiento humano”.11 Así, resulta imperativo precisar que el desarrollo de análisis fincados en la teoría general de sistemas no necesariamente es equivalente a estudios sistémicos, enfoques sistémicos, modelos sistémicos o incluso teorías sistémicas, pues cada una de éstas son aproximaciones, que si bien tienen en su base el concepto de sistema como eje del análisis, el nivel de profundidad así como las implicaciones en términos epistemológicos entre una y otras debieran ser claramente distinguibles. SISTEMAS EN RELACIONES INTERNACIONALES En el ámbito específico de las Relaciones Internacionales, la incorporación de los análisis sistémicos se inició en la década de 1950 y encontró su mayor desarrollo en la década de 1960. Pero aclaremos que más bien se ha trabajado en lo que Lieber define como análisis de sistemas, y no en la reflexión y aplicación de la TGS. En el contexto de la llamada “revolución behaviorista” de las ciencias sociales que trajo aparejada una nueva visión paradigmática, se incorporan en el análisis internacional los métodos y técnicas de las llamadas ciencias exactas. El advenimiento del llamado “paradigma científico” vino a revolucionar las nociones tradicionales imperantes para la explicación de los asuntos internacionales. La incorporación de nuevos conceptos, métodos y técnicas significó un cambio radical en la percepción del mundo. 11

Robert J. Lieber, Theory and Word Politics, Cambridge, Winthrop, 1972, p.123.

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Siguiendo a Dougherty y Pfaltzgraff, las características de este nuevo enfoque se podían resumir en los siguientes términos: 1) Adaptación de teorías, proposiciones, marcos conceptuales, metodologías e ideas de otras disciplinas. El acento se pone, pues, en la investigación interdisciplinaria. 2) Intento de relacionar fenómenos estudiados por otras disciplinas con fenómenos similares que se producen en la esfera internacional. 3) Atención al problema de las unidades de análisis, tratando de distinguir, tanto conceptual como metodológicamente, diversas unidades. 4) Preocupación por el problema de los niveles de análisis y tendencia a centrarse en uno u otro nivel. 5) Aplicación de análisis comparado en una doble dimensión. Por una parte respecto de los fenómenos internacionales actuales; por otro, respecto de los que son ya historia. 6) Atención a los problemas de recolección de datos y posterior utilización en base a bancos de datos. 7) Preocupación por la metodología, pero falta de consenso sobre la más apropiada en el estudio de las Relaciones Internacionales. 8) Esfuerzo por relacionar la investigación con la elaboración de teorías desde una perspectiva acumulativa.12

Adicionalmente, aplicación de métodos matemáticos, estadísticos y de verificación, pretendiendo la unidad de la ciencia y, en consecuencia, de la realidad, así como, y de manera muy importante, la aspiración a desideologizar el quehacer científico, es decir, establecer la objetividad como una prioridad. Tal como se había planeado, el desarrollo de la TGS llevó, en las Relaciones Internacionales, a la consideración de tres marcos conceptuales susceptibles de integrar en su seno todo el conjunto de aportaciones científicas. El primer centro de análisis teórico es el que específicamente proporciona la noción de “sistema”. El segundo es el que se refiere a la noción de “actor”, el cual trata de analizar su tipología y comportamiento (behavioristas). Finalmente, el tercer centro de análisis teórico es el que se refiere a las “relaciones e interacciones” que tienen lugar entre los actores que integran el sistema internacional (estructural-funcionalismo). La transpolación del esquema explicativo de la TGS al área de las RI se ha llevado a cabo a partir de la utilización de los conceptos principales que ésta aporta y además se han elaborado estudios en varios niveles de análisis, según Dougherty estos serían el desarrollo de modelos de sistemas internacionales en los cuales se especifican los modelos de interacción; el estudio de los procesos por los cuales los encargados de tomar decisiones en una unidad nacional, interactuando entre sí y respondiendo a estímulos del entorno interno e internacional, formulan la 12 James Dougherty y Robert L. Pfaltzgraff, Contending Theories of International Relations (2ª ed.), Nueva York, Harper Collins, 1990, p.711-712.

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política exterior, si bien, como Raymond Tanter lo ha sugerido, los enfoques de los sistemas internacionales pueden implicar modelos de interacción, mientras que los enfoques de política exterior pueden sugerir modelos de toma de decisiones; el estudio de la interacción entre un sistema político nacional y sus subsistemas internos –tales como la opinión pública, los grupos de interés y la cultura– a fin de analizar modelos de interacción; el estudio de “grupos de vinculación” externos, es decir, otros sistemas, agentes o estructuras políticas en el sistema internacional con el cual tiene relaciones directas el sistema nacional en estudio, y el examen de la interacción entre “grupos de vinculación” externos y aquellos grupos internos que más responden a los acontecimientos externos, tales como élites de asuntos exteriores, los militares y la gente de negocios comprometida en el comercio mundial. Estos focos analíticos de ninguna manera son mutuamente excluyentes: entender los procesos de toma de decisiones y los sistemas de nivel nacional es esencial para entender la interacción entre unidades nacionales del sistema internacional.13

Mención especial merecen las aportaciones, a mediados de la década de 1950, de Charles A. McClelland con su obra Applications of General Systems Theory in International Relations, por ser el primero en incursionar en dicho enfoque, aunque Morton Kaplan quien es considerado como el que realmente consagra la teoría de sistemas en el ámbito internacional. Charles McClelland Reconocido como pionero en los intentos por aplicar la TGS en las Relaciones Internacionales, Charles McClelland contempla a la TGS como una mera técnica para desarrollar una comprensión de las relaciones entre naciones-Estado. Lo anterior muestra su visión tradicional antes que científica y por lo tanto limitada de la TGS a un mero enfoque sistémico. Para este autor, la teoría de los sistemas es simplemente un marco para un modelo de acontecimiento-interacción o una técnica para identificar, medir y examinar la interacción dentro de un sistema y sus subsistemas. Para él, la teoría sistémica se ocupa del análisis de los vínculos, o secuencias recurrentes de comportamiento que se originan en un sistema y producen reacciones en otro. De tal manera que si las consecuencias pudieran aislarse y examinarse, entonces se podrían obtener reflexiones sobre la naturaleza de la interdependencia de los sistemas nacionales e internacionales.14 El modelo sistémico de McClelland busca relacionar la teoría de los sistemas con el establecimiento de niveles de análisis para el estudio de 13 Ibidem,

pp. 159-160.

14 Ibidem, p.161.

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las Relaciones Internacionales a partir de una visión ampliada del modelo de dos Estados en interacción, considerando el carácter multidimensional del sistema internacional y presentando a los Estados como unidades de acción en constante y variada interacción, tanto gubernamental como no gubernamental. De esta forma, los acontecimientos que se producen en el sistema internacional derivan de acciones generadas al nivel oficial en el interior de los Estados y de acciones de los subsistemas existentes dentro de los mismos. Este modelo no sólo incluye las interacciones que se producen a nivel internacional, sino también las que tienen lugar entre la unidad nacional y sus subsistemas. En este sentido, el autor afirma que el comportamiento internacional de un Estado es una actividad con una doble dirección de toma y daca con referencia al entorno internacional. Todo lo que se toma se da, cuando se considera conjuntamente y para todos los actores nacionales, se llama sistema internacional.15 McClelland centró su atención principalmente en la visión estatocéntrica, es decir, se enfocó en las interacciones entre Estados, antes que en las interacciones entre los Estados y los demás actores y subsistemas tanto externos como internos. En esta línea su investigación se orientó hacia uno solo de los subsistemas que integran el sistema mayor que es el sistema internacional. Su enfoque se centró en lo que el autor denominó “crisis internacional aguda”, lo cual significa que hay que identificar los modelos de interacción con el fin de compararlos en diferentes crisis, mediante el análisis de los datos fácticos o datos sobre acontecimientos y el boceto de las secuencias de acción de crisis. Con esto, el autor sentó las bases de lo que se ha llamado el “análisis de los datos fácticos” en el estudio de las Relaciones Internacionales.16 Más que una comprensión cabal de los postulados y la intención original de la TGS, la obra de McClelland da la impresión de ser un intento de adaptación del lenguaje del análisis sistémico a la fórmula tradicional (estatocéntrica) de concebir a las Relaciones Internacionales. En este sentido, McClelland ciertamente traduce la visión tradicional al enfoque “de moda”, no obstante, brinda escasas evidencias de asumir un auténtico cambio paradigmático, es decir, de haber asimilado el sustratum filosófico implícito en la TGS, y sólo elabora un modelo sistémico distanciado epistemológicamente de la TGS. Si bien es cierto que es poco conocido el trabajo de McClelland, no debe pasarse por alto, pues a pesar de observarse en su modelo importantes deficiencias, sobre todo si se analizan a la luz de la propuesta original de Bertalanffy, sirvió como base para el posterior desarrollo de modelos 15 16

Charles A. McClelland, Theory and international system, Nueva York, Macmillan, 1972, p.85-90. Celestino del Arenal, Introducción a las Relaciones Internacionales, España, Tecnos, 1989, pp.198-200.

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sistémicos en Relaciones Internacionales, las cuales finalmente se popularizaron gracias a las aportaciones de Morton Kaplan.

Morton Kaplan A pesar de no haber sido el primero en el ámbito de las Relaciones Internacionales, se ubica a Morton Kaplan como el exponente más representativo de este enfoque. Kaplan pretendió elaborar una teoría científica de las Relaciones Internacionales. Sin embargo, dadas las limitaciones que se derivan de esta disciplina, Kaplan consideró que, en un primer momento, se empezará no por una teoría general de las mismas, sino por una teoría inicial o introductoria de la política internacional, que centrara su estudio en los llamados sistemas de acción. En su obra System and Process in International Politics de 1957, Kaplan pretendió incorporar las nociones de Bertalanffy al análisis internacional. Parte de la noción de sistemas de acción formulado por Parsons. En su obra, Kaplan concibe la noción de sistema como “un conjunto de variables relacionadas de tal modo frente a su medio que las regularidades de comportamiento descriptibles caracterizan las relaciones internas de las variables entre sí y las relaciones del conjunto de variables individuales con combinaciones de variables externas al sistema”,17 es decir, una serie de variables interrelacionadas, distinguibles de su entorno y sometidas al impacto de los trastornos provenientes del exterior. Para Kaplan, este planteamiento permite exponer explícitamente el conjunto de variables acerca de las cuales se enuncian diversas proposiciones. Además, permite la integración de variables procedentes de disciplinas distintas, a la vez que proporciona un método para ajustar las semejanzas estructurales de una materia a otra. Adicionalmente Kaplan considera que el análisis sistémico debe contemplar el estudio de varios planos: el de las variables, el de los actores, el de los valores y el de los roles, sin perder de vista la noción de perturbación y equilibrio dinámico que permite la configuración de los antagonismos y alineamientos. Desde esta perspectiva, Kaplan trata, ante todo, de describir posibles sistemas internacionales y de especificar las circunstancias ambientales que favorecen la permanencia de cada sistema o las condiciones en las que cada uno de ellos tiende a transformarse en alguno de los otros.

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Stanley Hoffmann, Teorías contemporáneas sobre las Relaciones Internacionales, Tecnos, España, 1981, p.148.

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En su labor de construcción teórica, y con un criterio que merece toda la atención que se le pueda dar, Kaplan recurre a la historia, ya que, para él, ésta es el gran laboratorio donde se desarrolla la actividad internacional, además de ser ella la que proporciona los materiales necesarios para construir y verificar los sistemas de acción.18 De acuerdo a lo anterior, y considerando cinco tipos de variables (las normas esenciales, las normas de transformación, las variables clasificatorias, las variables de capacidad y las de información), además del número de actores y la configuración estratégica, Kaplan propone, consecuentemente, seis modelos de sistemas internacionales hipotéticos que suministran un marco teórico dentro del cual las hipótesis pueden generarse y comprobarse, y que además sirven de base para la construcción de una tipología comparativa. Sus modelos sistémicos son el sistema de equilibrio de poder, el sistema bipolar flexible, el bipolar rígido, el internacional universal, el jerárquico internacional y el internacional de veto por unidad.19 Según Kaplan, todos los sistemas presentan una serie de características comunes: constan de una serie de normas esenciales, comparten ciertos elementos internos, por ejemplo tipos de actores, capacidad de éstos, factores de información y reglas de transformación; y están sujetos a ciertos límites. Además, el equilibrio de los sistemas obedece a tres principios: En primer lugar, las normas esenciales están en equilibrio, en el sentido de que un cambio acontecido en una de ellas produce cambios por lo menos en otra. En segundo lugar, un cambio en el conjunto de dichas normas produce un cambio en otras características del sistema y viceversa. Finalmente, en tercer lugar, el sistema está en equilibrio con su entorno; todo cambio en el sistema produce un cambio en el entorno y viceversa.20

El modelo general de sistema internacional que construye Kaplan, no obstante, es en principio estable. Kaplan centra su análisis en los actores y las interacciones que en ellos se producen, de ahí que los actores sean diferenciados entre nacionales y supranacionales; de bloque o universales y por lo tanto considerados como parámetros del sistema internacional, es decir, subsistemas del mismo, cuyas respuestas son variables a considerar. Sin embargo, los actores también pueden ser tratados como sistemas diferenciados, en cuyo caso el sistema internacional pasa a ser considerado como un parámetro de los sistemas de acción. Kaplan reconoce que su Morton Kaplan, System and Process in International Politics, Londres, Ecpr Press, 2005, pp.19-25. Ibidem, pp. 34-60. 20 Morton Kaplan, “Sistemas internacionales”, Enciclopedia internacional de las Ciencias Sociales, vol. IX, Madrid, Aguilar, 1977, p.727.

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aportación se reduce a la presentación de modelos de sistemas internacionales que son macro modelos de la política internacional y, por lo tanto, instrumentos para investigar la realidad, así como en principio modelos hipotéticos analíticos. Debe quedar claro que el enfoque sistémico en Relaciones Internacionales de ninguna manera se agota con Kaplan. De hecho él es el iniciador de una corriente importante que se extiende desde la década de 1950 hasta prácticamente nuestros días, pues como señaló Boulding en su momento: el estudio de Kaplan es muy importante, más por la vía que abre que por el objetivo que alcanza. 21En su obra observamos más que una mera adaptación del vocabulario propio de TGS, un intento por manejar sus supuestos epistemológicos. Aunque el intento resulta todavía insuficiente debido a que este autor ignora características fundamentales del comportamiento sistémico, su obra es, sin duda, un paso muy importante en la dirección adecuada. Posterior a Kaplan, diversos son los autores que intentaron formular explicaciones de la problemática internacional desde la óptica de la visión científico-sistémica‚ entre los que cabe mencionar a clásicos como Karl Deutsch, Richard Rosecrance, George Modelski, John Burton, Kenneth Waltz, David Singer y Bruce Russet, así como a Nye y Keohane con su perspectiva inderdependentista y algunos más contemporáneos como Patrick McGowan, Jan Rood, Ulrich Franke, Jeffrey Reinken, entre otros. En la actualidad, las teorías sistémicas y los aportes desde la TGS mantienen una enorme vigencia y se sigue reconociendo el valor epistemológico de estas aproximaciones, más aún en un mundo en que las lógicas de la globalización y la agudización de los conflictos escapan a los análisis parciales o fragmentados. La necesidad de perspectivas omnicomprensivas y totalizadoras es evidente y junto a esto, la necesidad creciente de análisis multi y transdisciplinario que, hasta el día de hoy, sólo la teoría general de sistemas ofrece. Estudios como los de Ilya Progogine, Imre Lakatos o Niklas Luhmann merecen un estudio adicional en esta misma línea teórica. No obstante, hemos de reconocer que al lado del enorme potencial epistemológico que ofrece, su mayor debilidad, la cual la hace objeto de severas críticas, es su aguda visión positivista, sus planteamientos y propuestas omnicomprensivos y holísticos que ponen en evidencia sus ambiciones analíticas en el marco del análisis de sistemas complejos. Ciertamente su riqueza analítica ampliamente expresada en el plano teórico se convierte en su principal debilidad en el terreno de la aplicación práctica. Recordemos que la TGS y las teorías sistémicas tienen implícitos 21 Kenneth Boulding, “Theoretical Systems and Political Reality: A review of Morton Kaplan”, Journal of Conflict Resolutions, diciembre, 1958, p. 329.

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distintos niveles de análisis, múltiples variables, consideran distintos actores, factores y dinámicas que llevados al terreno de la realidad suelen simplificarse, en ocasiones al extremo en visiones sumamente reduccionistas o de mera construcción de modelos. Figura XVIII.1. Mapa conceptual de la teoría general de sistemas

Fuente: Elaboración propia.

CONSIDERACIONES FINALES Pese a todos los esfuerzos por desarrollar un enfoque científico y sistémico en Relaciones Internacionales en particular, y en ciencias sociales en general, seguimos observando en los autores (sólo mencionamos a los más representativos por cuestiones del alcance del presente capítulo) un mar-

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cado distanciamiento con la TGS propuesta por Bertalanffy, ya que a lo que más se ha llegado es a la construcción de modelos parciales que, como en el caso de Kaplan, aun sin proponérselo‚ vuelven a caer en las nociones tradicionales al dar supremacía en sus modelos al Estado como actor principal y a las relaciones de poder y la capacidad militar como determinantes del sistema. Propuestas como la teoría de juegos, las técnicas de simulación, la teoría de toma de decisiones, la de las causas de la guerra, la del conflicto, la de la vinculación o también llamada de Linkage, la teoría de la negociación, de la integración y la de las comunicaciones, entre muchas otras, se elaboraron a partir de los conceptos sistémicos‚ estructuralistas y behavioristas. En el contexto de la necesidad permanente de un marco teórico referencial para el análisis de la realidad, la teoría general de los sistemas ha demostrado, a lo largo de ya más de cincuenta años, una solidez conceptual y una coherencia estructural para abordar la temática propia de las más variadas áreas de estudio, con un interesante poder explicativo que invita a continuar la investigación sobre su amplio potencial para el análisis internacional contemporáneo, a la luz de las aportaciones sistémicas más vanguardistas en las que hoy los sistemas complejos están en el centro de la reflexión. Representarnos al mundo y explorarlo como si se tratara de un sistema (una totalidad compuesta por partes interactuantes inexorablemente vinculadas entre sí, afectándose mutuamente e intercambiando con un entorno) parece ser una fórmula atractiva para entenderlo mejor, particularmente en nuestros días, caracterizados por dinámicas cada vez más complejas de profunda interdependencia y globalización, mismas que sólo mediante esquemas explicativos integradores, podrán ser aprehendidas en sus múltiples dimensiones. Premisas básicas de la teoría general de sistemas • Es una metateoría, es decir, una teoría de teorías. En términos kuhnianos, un paradigma. • Sus conceptos centrales son los de sistema y totalidad. • Los sistemas se definen como un complejo de elementos interactuantes. • “El todo es más que la suma de las partes”. • Todo en el universo puede ser analizado a la luz del concepto de sistema. Todo

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Premisas básicas de la teoría general de sistemas (continuación) cuanto existe, independientemente de su naturaleza específica (biológica, física o social), puede ser estudiado como un sistema mediante el establecimiento del isomorfismo. • Parte de una visión holística del universo superando con esto las visiones atomistas. • Propone perspectivas de análisis complejo frente a los lineales, descriptivos unicausales y parciales. • Propone la existencia de una serie de propiedades inherentes a todos los sistemas: entropía, segregación, especialización, centralización, jerarquización, suma, sobrevivencia, finalidad, competencia, contradicción interna, adaptación, homeostasis (equilibrio y auto regulación) las cuales son la base sobre la que se construyen sus fundamentos. • Sugiere la unidad de la ciencia mediante la integración de los distintos campos. • Todo sistema incorpora niveles analíticos referentes a las estructuras, conductas y funciones.

Estudio de caso La crisis siria desde perspectivas sistémicas Para la comprensión de la guerra civil siria, que detonó en marzo del 2011 a raíz de la llamada Primavera árabe, es necesario tomar a este país como unidad de análisis en sí, inmerso en un sistema regional mayor, denominado Medio Oriente, cuyas dinámicas y procesos vienen a alterar la estructura y funciones del sistema base, así como la incidencia de éste en el sistema global internacional. El análisis de la guerra civil siria exige la identificación de los elementos que conforman la estructura de poder al interior del país, así como las interacciones, fuerzas, funciones específicas y finalidades de los actores involucrados. En este sentido, tenemos por un lado al gobierno encabezado por Bashar al-Assad respaldado por la comunidad shiita alawita, a la que se suman diversas minorías no musulmanas y un gran número de musulmanes sunnitas que temen el arribo al poder de

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Estudio de caso La crisis siria desde perspectivas sistémicas (continuación) las fuerzas islamistas radicales, en caso de la caída del régimen actual. A estos actores se suma la comunidad kurda (alrededor de dos millones de personas) quienes han decidido asumir una posición de neutralidad basada tanto por su oposición a la participación turca e iraní, así como a la política del presidente al-Assad. El rol de esta comunidad amenaza el equilibrio del sistema de alianzas, pesos y contrapesos de romperse su condición neutral. Por otra parte, la oposición al gobierno actual es dispersa, heterogénea y no posee una finalidad convergente. En este escenario encontramos a los grupos yihadistas como Yubhat el Nusra, el Estado Islámico de Irak y Siria, el Frente Islámico (Ahrar el Sham), entre otros, que buscan establecer un régimen radical islámico en el país. En tanto que desde la posición de los grupos seculares como el Consejo Nacional Sirio, el derrocamiento de al-Assad tiene como finalidad la construcción de un estado democrático y secular. Estas dinámicas evidencian las profundas contradicciones internas del sistema que enmarcan su crisis y posible derrumbamiento. El entorno regional altera el efímero equilibrio sirio con la intervención de actores extrasistémicos, tal es el caso de Irán y el Hezbollah, los cuales respaldan al gobierno sirio, mientras Turquía, Arabia Saudita y Qatar financian al movimiento rebelde. Toda esta dinámica se inserta en el sistema global estructurado en dos ejes: el mundo occidental abanderado por la ONU, Estados Unidos y la Unión Europea que enfatizan la necesaria democratización de Siria, y el segundo eje con Rusia y China a la cabeza, que manifiesta su oposición a cualquier intervencionismo extraregional en el conflicto. Un análisis sistémico quedaría incompleto si no consideramos adicionalmente a las conductas de los actores, el rol de factores tales como la posición geopolítica del Medio Oriente, la existencia de bases militares navales de potencias extraregionales (Tartus-Rusia y QatarEstados Unidos), la relevancia de los hidrocarburos en los mercados globales, las disputas ideológicas entre shiitas y sunnitas, el terrorismo internacional (Al Qaeda), la proliferación nuclear en la región, y la existencia de Israel en el centro del sistema regional. El análisis sistémico nos permite, además de estructurar la información, integrar en el estudio distintos niveles de análisis que van des-

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Estudio de caso La crisis siria desde perspectivas sistémicas (continuación) de lo local, pasando por lo nacional, regional hasta lo global, a la vez que apreciar la incidencia de distintos actores y factores en juego, cuya interacción genera múltiples dinámicas y cuyas repercusiones son, igualmente, múltiples y en diversos ámbitos. Las perspectivas sistémicas nos permiten superar los análisis coyunturales, descriptivos, simplistas y de lógica causal lineal, y en su lugar nos invitan a reflexiones con mayor profundidad analítica desde lógicas dialécticas y de sistemas complejos.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Cuáles son los elementos que nos permiten identificar y distinguir la teoría general de sistemas respecto a teorías sistémicas en general y los enfoques sistémicos? 2. ¿Cuáles son los alcances y límites de la teoría general de sistemas? 3. ¿Cuáles son las principales propiedades sistémicas y cómo se pueden aplicar éstas en un proceso contemporáneo de la agenda mundial? 4. ¿Cuáles son los principales aportes en Relaciones Internacionales desde las perspectivas sistémicas? 5. ¿Cuáles son los principales alcances y limitaciones que podemos identificar en la propuesta de Morton Kaplan para el estudio de la realidad internacional contemporánea?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Bertalanffy, L.V., Perspectivas en la Teoría General de Sistemas, Madrid, Alianza Universidad, 1979. –––––––, Teoría General de los Sistemas, México, FCE, 1976. Buzzan, Barry y Little Richard, International Systems in World History, Londres, Oxford University Press, 2000.

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XIX. EL LIBERALISMO INSTITUCIONAL

JUAN PABLO PRADO LALLANDE *

INTRODUCCIÓN

L

as relaciones internacionales, más que conflictivas, son esencialmente de naturaleza cooperativa. Este es, en síntesis, el enfoque a partir del cual la teoría liberal y sus diversas acepciones como el liberalismo institucional sustentan sus postulados sobre la interacción entre los actores que componen a dicha disciplina. Lo anterior, en contraposición con el realismo y el neorrealismo, implica que desde la perspectiva liberal la cooperación internacional constituye un rasgo distintivo de la dinámica global. Es decir, mientras los realistas tienen una visión pesimista de las Relaciones Internacionales (permeadas por el conflicto y la lucha por el poder como fin último), los liberales son más bien optimistas respecto de las posibilidades de que los Estados y muchos otros actores internacionales colaboren entre sí. Lo curioso es que si bien en el entorno internacional la cooperación prevalece respecto al conflicto, buena parte de las teorías, cursos en universidades e inclusive noticias, suelen darle preferencia a los problemas, crisis, enfrentamientos y guerras entre países y otras entidades. De esta forma, se suele dejar en un segundo plano a aquellos procesos de cooperación entre actores de la sociedad internacional que permiten que gobiernos nacionales y subnacionales, organismos multilaterales, organizaciones de la sociedad civil, fundaciones, etcétera, interactúen, generando beneficios compartidos. Es decir, a pesar del protagonismo que usualmente se le confiere a los conflictos, la cooperación internacional se practica de manera constante. Por señalar algunos ejemplos, acciones *El autor agradece a Marco Almazán St. Hill, profesor-investigador de la Universidad de las Américas de Puebla (UDLAP), por las observaciones de orden teórico realizadas a este texto. De igual forma, se aprecia el apoyo de Immanuel Brand Rivas, estudiante de la licenciatura en Relaciones Internacionales de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y asistente de investigación del autor, por su apoyo en la elaboración del escrito. El contenido del capítulo es responsabilidad exclusiva del autor.

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cooperativas se practican de forma permanente en múltiples ámbitos como la seguridad, el medio ambiente, el comercio, el desarrollo, la resolución de contenciosos e incluso en el ámbito del crimen organizado trasnacional. Los esquemas utilizados pueden ser multilaterales, bilaterales, triangulares y subregionales, del orden global, regional, birregional y subregional, mediante países desarrollados (Norte-Norte), entre países desarrollados y en desarrollo (Norte-Sur), a partir de países en desarrollo (Sur-Sur) e inclusive bajo el esquema Sur-Norte. Evidentemente, combinaciones entre dichos modelos también forman parte de la dinámica actual de la cooperación internacional. Con el fin de analizar y explicar de manera apropiada el referido “ámbito positivo de las relaciones internacionales”, el liberalismo se aboca a aportar elementos teóricos que facilitan la comprensión de aquellos factores que intervienen y condicio-nan a este conglomerado de ejercicios cooperativos, así como sus alcances, desafíos, limitaciones y efectos. La referida teoría cuenta hoy en día con acepciones que procuran adaptarse a los diversos factores que se consideren más apropiados abordar, dependiendo del perfil de determinadas experiencias de cooperación. En este sentido, destacan el liberalismo sociológico, el interdependiente, el republicano y el institucional. Esta última modalidad –tema central del presente capítulo– establece que las instituciones nacionales e internacionales y su respectiva estructura determinan las acciones, los procedimientos, así como los éxitos o fracasos de la cooperación internacional. El propósito de este capítulo es presentar los principales fundamentos del liberalismo institucional, haciendo énfasis en sus antecedentes y postulados. Lo anterior con miras a que estudiantes, tesistas y otro tipo de investigadores e interesados en las Relaciones Internacionales, tras comprender el enfoque y premisas de dicha teoría, se encuentren en capacidad de utilizarla para explicar una amplia gama de fenómenos de cooperación internacional. Para atender este propósito, el capítulo está dividido en seis secciones. Luego de la Introducción, el primer apartado se refiere a los antecedentes del liberalismo, así como a sus principales premisas y acepciones. Posteriormente, el escrito trata de manera más puntual al liberalismo institucional. Para ello, el estudio sintetiza sus principales postulados, incluye algunas preguntas de investigación inherentes a la mencionada plataforma teórica y recurre también a ejemplos actuales (como el caso sirio) y otras estrategias pedagógicas para su comprensión. En los comentarios finales se enfatiza la visión y aportes del liberalismo institucional, así como sus limitaciones, se concluye que esta teoría es particularmente apropiada para explicar ciertos fenómenos de cooperación internacional.

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EL LIBERALISMO EN SU DIMENSIÓN DE TEORÍA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES Toda teoría, sea en el plano de las ciencias básicas o de las sociales, se fundamentan en postulados, paradigmas o teorías predecesoras. En el caso del liberalismo de las relaciones internacionales, como se apuntó en capítulos anteriores, sus antecedentes se encuentran en los escritos de los filósofos liberales del siglo XVII. Autores como John Locke expresaron su optimismo respecto a que la modernidad y la racionalidad pueden llevar a la humanidad hacia mejores niveles de convivencia y bienestar. Kant, en el siglo XVIII, avizoró un estado de “paz perpetua” entre Repúblicas, basada en normas y en un entorno de entendimiento entre países, proclives a la colaboración. Desde esta visión el Estado moderno liberal (promotor del mercantilismo y, a la postre, capitalismo), mediante el ejercicio de un sistema democrático y de libre competencia económica, es capaz de promover un entorno nacional e internacional de prosperidad. Si bien los individuos son competitivos entre sí, los liberales argumentan que las personas, sociedades e inclusive países, al compartir intereses comunes en múltiples aspectos, son proclives a colaborar unos con otros. Ello genera beneficios colectivos entre las partes involucradas. En síntesis, los liberales aseveran que mediante el uso de la razón es posible cooperar entre individuos, sociedades y países. Bajo esta lógica, los procesos de modernización conminan a los actores involucrados a que el interés colectivo prevalezca respecto a actitudes egoístas o conflictivas, pues de esta forma es factible generar y repartir los dividendos generados. Como señalan Zacher y Matthew, la colaboración prevalece respecto al conflicto, debido a que los procesos de modernización (inherentes a la creciente interrelación entre diversos sujetos, sociedades, países y regiones) incrementan los incentivos para mantener o incrementar este tipo de acciones colectivas.1 Un conocido exponente de los postulados liberales es Francis Fukuyama. En su emblemático artículo The End of History?, este analista augura que tras el término de la Guerra Fría, en el marco del triunfo del Estado liberal y del sistema democrático-capitalista, la probabilidad de conflictos a gran escala entre Estados disminuye, incrementándose en consecuencia la colaboración entre los actores del sistema internacional.2 1 En Robert Jackson y Georg Sørensen, International Relations. Theories and Approaches, Oxford University Press, Oxford, 2010, p. 97. 2 Francis Fukuyama, “The End of History?”, The National Interest, 1989, p. 25. Esta visión optimista “…no implica de ninguna manera el fin de los conflictos internacionales per se”, dado que según este analista continuarán generándose –inclusive en mayor proporción– disputas por cuestiones nacionalistas, étnicas y religiosas, aunque éstas no tendrán repercusiones globales (Idem).

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Es importante subrayar que si bien los liberales hacen énfasis en la cooperación internacional por encima de contenciosos, esto no significa que partan del supuesto de que la colaboración se realiza en todo momento de forma automática o tersa, inclusive sin conflicto de por medio. En sentido contrario, los liberales dedican buena parte de sus estudios a la identificación de las dificultades y otros factores inherentes a la colaboración practicada entre aquellos actores internacionales que se esfuerzan por conseguir objetivos comunes. Ello dado a que, para conseguir beneficios compartidos, es necesario en primera instancia superar las barreras que impiden poner en marcha acciones colectivas,3 tales como la falta de información suficiente ente los cooperantes sobre sus intenciones, la desconfianza, la postura de free rider,4 la traición, no asumir los costos de transacción, 5 etcétera. Para Robert O. Keohane, la cooperación debe distinguirse de la armonía. La armonía se presenta en escenarios donde las políticas de los actores convergen en “automático” y facilitan el logro de objetivos en común. Por ello, según él, cuando se presenta la armonía, la cooperación es innecesaria.6 Esto porque la cooperación se presenta cuando, al carecerse de armonía entre las partes involucradas, “los actores ajustan sus respectivos comportamientos a las preferencias del otro, mediante un proceso de coordinación política”.7 De ahí que desde este argumento la cooperación sea un ejercicio eminentemente político, en el sentido de que para que ésta ocurra es necesario que los patrones de comportamiento entre dos o más partes sean alterados a favor de la convergencia entre los involucrados. Dicho de otro modo, la cooperación no debe entenderse como mera ausencia de conflicto ni de armonía, sino más bien como una reacción frente a tales escenarios o a la posibilidad de que los mismos se presenten.8

3 Jennifer Stelink-Folker, Making Sense of International Relations Theory, Londres, Lyyne Rienner Publishers, 2006, p. 58. 4 Postura que consiste en beneficiarse de esfuerzos colectivos de la cooperación internacional, aunque sin involucrarse de forma activa en los mismos. Por ejemplo, China se beneficia de los efectos positivos de la cooperación internacional mundial en materia de disminución de emisiones de carbono, sin que este país asuma responsabilidades nacionales al respecto. 5 Consistentes en los esfuerzos nacionales de diversa índole (económicos, burocráticos, y de la gestión misma de proyectos) necesarios para colaborar con otros. 6 Robert O. Keohane, After Hegemony. Cooperation and Discord in the World Political Economy, Princeton, Princeton University Press, 1984, p. 51. Para Keohane, “la cooperación intergubernamental se lleva a cabo cuando las políticas instrumentadas por un gobierno son percibidas por sus pares como medios facilitadores de sus propios objetivos, como efecto de un proceso de coordinación política”. Ibidem, pp. 51-52. 7 Keohane, op. cit., p. 51. Para Keohane, “la cooperación intergubernamental se lleva a cabo cuando las políticas instrumentadas por un gobierno son percibidas por sus pares como medios facilitadores de sus propios objetivos, como efecto de un proceso de coordinación política”. Ibidem, p. 51-52. 8 Ibidem, p. 54.

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Como se señaló, el liberalismo tiene diversas modalidades que responden al enfoque que los impulsores de esta corriente teórica, cuyos ejemplos más representativos se sintetizan a continuación.

Liberalismo sociológico Para el liberalismo sociológico, los Estados y gobiernos nacionales no definen a las relaciones internacionales, dado que además de estos últimos, organizaciones públicas y privadas (sean éstas centralizadas o descentralizadas), universidades, fundaciones, ONG’s, determinados individuos, etc., representan en buena medida la clave de entendimiento de la dinámica global. En otras palabras, desde esta visión, las relaciones internacionales son en esencia relaciones transnacionales, del orden cooperativo. Esta postura analiza la manera en que estos y otros actores internacionales –de distinta jerarquía por su tamaño, estructura, recursos y capacidades– tienen la aptitud de interrelacionarse y cooperar entre sí, sin necesariamente contar con esquemas preestablecidos y procedimientos formales.

Liberalismo interdependiente Desde esta postura, la creciente interacción entre actores internacionales conlleva a que se generen lazos lo suficientemente fuertes y profundos que incentivan dependencia mutua. En estas circunstancias, entre mayor acercamiento y contactos haya entre dos o más países en múltiples aspectos, aumentará la interdependencia entre sí. Dependiendo de las características de sus practicantes, la interdependencia puede ser de distintos tipos. Por ejemplo, la interdependencia simétrica se presenta cuando las capacidades de los países en cuestión son similares y existe cierto equilibrio en la relación. En tanto que la interdependencia asimétrica se da al momento en que los lazos no son equitativos y uno depende en el otro. La interdependencia compleja, por otro lado, se presenta en contextos de profunda interacción, lo cual conlleva a la proliferación de diversos mecanismos de cooperación entre múltiples entidades de los países participantes.9

9 Robert O. Keohane y Joseph S. Nye, Power and Interdependence, Nueva York, Harper Collins Publishers, 1989, pp. 8-18.

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Liberalismo republicano Esta visión asevera que las democracias liberales no suelen hacerse la guerra entre sí, sino que, por el contrario, tienden a practicar la cooperación. Dicha postura, proveniente de Kant, argumenta que conforme los cánones democráticos avanzan (en particular tras el final de la Guerra Fría), el contexto global es más proclive a favorecer la cooperación en detrimento del conflicto. Como se analiza en el capítulo respectivo, lo anterior se consigue debido a que los países democráticos son más propensos a resolver conflictos internacionales (y nacionales) mediante procesos de diálogo. Esta aseveración tiene su fundamento en virtud de que los gobiernos de dichos países son sensibles a las demandas de su población, practicando sistemas gubernamentales más transparentes, sustentados en el aval de sus respectivas poblaciones. Este perfil de liberalismo, el de menor sustento, parece adaptarse de mejor manera a la conducta de y entre países occidentales democráticos desarrollados (es decir, cooperación Norte-Norte). Como se sabe, existen múltiples ejemplos de invasiones de países desarrollados a países en desarrollo (estos primeros, por muy democráticos que sean), así como entre países del Sur, lo cual le resta validez a dicha propuesta teórica. EL LIBERALISMO INSTITUCIONAL COMO TEORÍA DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES Esta tendencia del liberalismo considera que las instituciones promueven, mejoran y aumentan la permanencia a través del tiempo de la cooperación internacional, y de ahí el adjetivo “institucional”.10 ¿Qué son las “instituciones internacionales”, o en otras palabras ¿qué estudia el liberalismo institucional? Para Keohane son “el conjunto de reglas (formales e informales) persistentes e interconectadas que prescriben roles de comportamiento, constriñen actividades y moldean expectativas”.11 Dicho de otra forma, las instituciones son mecanismos normativos de las relaciones internacionales que pretenden influir en la conducta de sus actores. Lo anterior con miras a que quienes participan en su ejercicio inicien, mantengan o incrementen sus lazos de cooperación unos con otros, consiguiendo tras ello atender necesidades comunes, previamente percibidas entre las partes involucradas. Véase Stephen D. Krasner (ed.), International Regimes, Ithaca, Coronell University Press, 1983;Keohane, op. cit; Oran R. Young, International Cooperation. Building Regimes for Natural Resources and the Environment, Ithaca, Cornell University Press, 1989. A esta teoría se le conoce también como neoliberalismo institucional y en ocasiones como rational choise institutionalism. 11 Keohane, op. cit., p.3.

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La participación en las instituciones internacionales deviene de una acción, digamos, soberana o voluntaria de quien desee adherirse a éstas, genera obligaciones que dependen del tipo de institución que se trate. En estos casos la convergencia en determinados temas por parte de sus practicantes es necesaria. A cambio de ese “insumo” (la convergencia de políticas que conllevan a realizar cooperación), el incentivo reside en que en el marco de las instituciones internacionales se incrementa la posibilidad de conseguir mediante menores costos, esfuerzos y plazos de tiempo los propósitos planeados. Según Keohane,12 las instituciones internacionales pueden concebir tres formas: Organizaciones intergubernamentales. Se conforman por organismos internacionales creados por gobiernos nacionales. Son instancias burocráticas formales con estabilidad temporal, basadas en normas precisas. Estas normas son los tratados internacionales (que generan obligaciones jurídicas a sus miembros) y aquellos lineamientos internos que establecen la manera en que los organismos se estructuran y realizan sus respectivas actividades. Existen organismos internacionales globales (Organización de las Naciones Unidas, ONU; Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE; Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN), regionales (Organización de Estados Americanos, OEA; Unión Europea, UE; Asociación de Naciones del Sureste Asiático, ANSEA; etcétera), subregionales (Mercado Común del Sur, Mercosur; Alianza Bolivariana para Nuestra América, Alba; Comunidad del Caribe, Caricom por sus siglas en inglés, etcétera), que son su objeto de estudio.13 Regímenes internacionales. Consisten en reglas institucionalizadas con menor formalidad y mayor flexibilidad respecto a las organizaciones intergubernamentales, dado que las normas en las que se basan no son obligatorias. Estas entidades son constituidas por diversos actores internacionales que pueden ser públicos, privados o mixtos, configurados para atender temas específicos. Aunque los regímenes internacionales no siempre (o no solamente) son producto de tratados internacionales, también pretenden incidir en el comportamiento de quienes los establecen, impulsando la realización de ciertas actividades y proscribiendo otras en temas específicos. Es importante reiterar que si bien “los regímenes internacionales implican obligaciones, éstas no son vinculantes”.14El régimen internacional de 12 Robert O. Keohane, “Neoliberal Instititionalism: A Perspective on World Politics”, en Robert O. Keohane, Institutions and State Power. Essays in International Relations Theory, Boulder, Colorado, Westview, 1989. 13 En una frase: “Los Organismos Internacionales consisten en burocracias intergubernamentales formales”, Thomas G. Weiss y Rorden Wilkinson (eds.), International Organization and Global Governance, Londres, Routledge, 2014, p. 7. 14 Cfr. Keohane, After Hegemony...,1984, p. 59.

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protección al medio ambiente (conformado por tratados, convenciones, consensos, etc.) es un ejemplo de ello. En palabras de Stephen D. Krasner, un régimen internacional es el “conjunto de principios implícitos y explícitos, normas, reglas y procesos de toma de decisiones en donde las expectativas de actores convergen en un área determinada de las relaciones internacionales”.15 En este segmento se ubican aquellos mecanismos de cooperación y gobernanza global y regional que no se regulan de forma exclusiva (al menos) mediante tratados internacionales como el sistema mundial de cooperación internacional para el desarrollo, los regímenes monetarios, de comercio, ambientales, de seguridad, de derechos humanos, etc. Los “G’s” (G-7, G-20, G-77) son también un importante objeto de estudio de los regímenes internacionales. Iniciativas de colaboración regional (Cumbre de Río), subregional (Alianza del Pacífico), así como en el espectro birregional (cumbres iberoamericanas, UE-Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Celac), o entre un país y una región (Cumbres China-África, etcétera) pueden ser también estudiadas desde esta perspectiva. Finalmente –mas no por ello menos relevante–, la forma y estructuras formales e informales mediante las cuales ONGs, fundaciones, universidades, empresas gobiernos locales e inclusive el crimen organizado pueden ser también analizadas mediante esta óptica. Por último, vale la pena decir que los regímenes internacionales son efecto o producto de las características del sistema internacional y a su vez pretenden regular aspectos clave de éste. En palabras de Keohane y Nye, si bien la distribución del poder internacional “afecta profundamente la naturaleza de los regímenes”, éstos, dependiendo de la premisa anterior, son capaces también de “afectar y, en cierta medida regular la negociación política y la toma de decisiones diarias que se producen dentro del sistema internacional”.16 Convenciones. Son las instituciones internacionales menos formales y por ende las de menor interés por parte de los institucionalistas. Consisten en prácticas internacionales y normas informales provenientes de la costumbre, conformadas de reglas y procedimientos implícitos en determinados temas. Este tipo de acuerdos facilitan a los actores coordinar o alinear su comportamiento entre sí. La reciprocidad es un ejemplo de una Convención, puesto que los líderes esperan que en el marco de las negociaciones internacionales, cuando una parte colabora o cede en algún aspecto, la otra haga lo mismo, aumentando en consecuencia las posibilidades de que la colaboración prevalezca.17 15 16 17

Krasner, op. cit., p. 2. Keohane y Nye, op. cit, p. 21. El ejemplo más común a este respecto es el denominado “dilema del prisionero”, el cual es una interesante

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En varios casos estas tres dimensiones de instituciones internacionales conviven entre sí. Por ejemplo, el régimen del comercio internacional se refuerza mediante la Organización Mundial del Comercio (OMC), heredera del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) y creada en 1995, en cuyo seno se realizan también negociaciones bilaterales que frecuentemente se celebran con base en la reciprocidad en término de concesiones comerciales mutuas. En otros casos, las instituciones internacionales no siempre se consagran mediante la fórmula de organismos internacionales. La ya referida Alianza del Pacífico, iniciativa de integración regional conformada hasta ahora por Colombia, Chile, México y Perú, es un ejemplo de ello. Cabe la posibilidad de que algunas instituciones internacionales materializadas en mecanismos de colaboración, al conseguir gradualmente mayores niveles de institucionalización, puedan mutar, formalizándose mediante organismos multilaterales. Así ocurrió en 2010 al crearse ONU Mujeres como organismo parte del Sistema de Naciones Unidas. En otros casos, como los ya referidos “G-7, G-20, G-77” e incluso redes internacionales de trabajo informales (que pueden ser académicas, mercantiles, deportivas y hasta del narcotráfico, entre muchas otras), su dinamismo y en ocasiones eficacia se basa precisamente en no depender de organismos burocráticos internacionales. LAS INSTITUCIONES COMO PROMOTORAS DE LA COOPERACIÓN INTERNACIONAL El institucionalismo explora la manera en que las referidas entidades multilaterales, regionales, bilaterales, triangulares o nacionales dedicadas a la cooperación internacional (en una palabra, instituciones) interactúan unas con otras con miras a conseguir múltiples propósitos, analizando sus normas internas, estructura, procesos de toma de decisiones, instancias de coordinación, gestión interna y, por supuesto, su forma de operar y resultados generados. Este énfasis se explica por los supuestos mismos del institucionalismo, que afirman que la estructura, el diseño y funcionalidad de las agencias de cooperación internacional, organismos multilaterales, mecanismos de cooperación, etcétera, desempeñan un rol trascendental, puesto que tales factores determinan la capacidad de estos entes para conseguir sus objetivos.18 herramienta para explicar la relación entre percepciones y comportamiento frente a un escenario en donde en un principio es mejor traicionar al oponente, aunque en realidad cooperar les genera mayores réditos. Un excelente libro sobre el tema, con ejemplos basados en sucesos reales (como la crisis de los misiles en Cuba y la guerra de Corea), se encuentra en William Poundstone, El dilema del prisionero, Madrid, Alianza Editorial, 1995. 18 Margaret Karns y Karen Mingts, International Organizations. The Politics and Processes of Global Governance, Londres, Lynne Rienner Publishers, 2010, p. 38.

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Desde esta visión, el funcionamiento y operatividad de las instancias dedicadas a la cooperación internacional se sustentan en la aplicación de reglas o normas. El fin de tales ordenamientos (como se ha visto, formales e informales) consiste en establecer procesos institucionalizados de sus actividades, en el sentido de que sus acciones y resultados sean predeterminados y durables. En síntesis, este postulado teórico plantea que los aparatos burocráticos-administrativos dedicados a la cooperación internacional, los regímenes internacionales y las convenciones, según cada caso, son capaces de conducir el comportamiento de actores internacionales, moldeando expectativas y comportamientos en su ámbito de acción.19 Siendo así, este tipo de estructuras e instituciones “coordinan el comportamiento estatal para alcanzar ciertos resultados en áreas específicas, siendo también un fenómeno persuasivo. Sus patrones de acción generan expectativas y ayudan a la creación de normas que a su vez refuerzan las instituciones creadas”.20 Para analistas como Georg Sørensen, este tipo de ejercicios consagrados en normas internacionales pretenden “homologar” comportamientos en torno a propósitos comunes en temas clave, lo cual se consigue mediante incentivos, aunque en ocasiones también puede recurrirse a la coerción.21Al relacionar la gobernabilidad con las instituciones estatales y la ayuda externa, Stephen D. Krasner señala que “la autoridad, la legitimidad y la eficacia de las instituciones centrales del Estado resultan fundamentales para los autores que ponen énfasis en la capacidad institucional. Las instituciones estatales deben ser capaces de fijar y hacer cumplir las reglas del juego. Deben establecer el orden público, garantizar el Estado de derecho y proporcionar bienes colectivos”.22 Dichas normas, al activar lo que Holsti denomina “protocolos de actuación”,23 mismos que “dominarán las futuras transacciones”, pretenden disminuir la discrecionalidad presente en todo ejercicio de cooperación (puesto que no existe ninguna autoridad superior que obligue a los actores a colaborar), aumentando en consecuencia la predictibilidad del proceso y los resultados del ejercicio colaborativo en cuestión. Esto último es en particular relevante, dado que implica que dichas instituciones internacionales, a través de sus respectivas normas y mediante organismos 19 Cfr. Daniel Deudney y John Ikenberry, “The Nature and Sources of Liberal International Order”, Review of International Studies, núm. 25, 1999, p. 186. 20 Raúl Benítez y Carlos Rodríguez, “Inseguridad, instituciones e integración subregional. Los dilemas de la Iniciativa Mérida”, en Alejandro Chanona Burguete et al. (coords.), Los regionalismos frente a la agenda de seguridad internacional, México, UNAM, 2011, p. 194. 21 Georg Sørensen, Changes in Statehood. The Transformation of International Relations, Londres, Palgrave, p. 53. 22 Stephen D. Krasner, “Desarrollo estatal, construcción del Estado y ayuda externa”, Foro Internacional, núms. 201202, México, El Colegio de México, 2010, p. 695. 23 K. J. Holsti, International Politics. A Framework for Analysis, Nueva Jersey, Eaglewood Cliffs, 1967, p. 494.

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internacionales, regímenes y convenciones, contribuyen al fomento de la gobernanza global. El siguiente mapa conceptual representa los principales elementos distintivos del liberalismo y liberalismo institucional para su mejor comprensión. Figura XIX.1. Mapa conceptual del liberalismo y del liberalismo institucional

Fuente: Elaboración propia.

En resumen, para los institucionalistas el funcionamiento y operatividad de las instancias que realizan cooperación internacional se sustentan en la aplicación de reglas o normas. El fin de tales reglas y normas, que pueden ser formales o informales, consiste en promover procesos institucionalizados de sus actividades, en el sentido de que las acciones y los resultados sean durables y predeterminados. Con ello se pretende que sus acciones sean capaces de conducir mediante mecanismos predictibles el comportamiento

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de los cooperantes. Dicho proceso moldea las expectativas generadas en el ámbito de acción correspondiente, impulsando procesos de gobernanza global o regional en el tema que se trate. 24 Entre las preguntas que los institucionalistas se plantean y pretenden responder se encuentran las siguientes: ¿Por qué los actores internacionales cooperan entre sí? ¿Cuáles son los factores de los cuales depende la cooperación internacional? ¿Cuáles son los problemas, desafíos, logros y debilidades de la cooperación internacional, y qué circunstancias los explican? ¿Bajo qué condiciones y mediante qué procesos se conforman las instituciones internacionales? ¿Cuál es el impacto de las instituciones en la cooperación internacional? ¿Cuáles son los objetivos, estructura, procedimientos de toma de decisiones, acciones y efectos de los organismos internacionales, mecanismos de colaboración y otros aparatos de cooperación internacional? ¿En qué circunstancias se conforma un determinado régimen internacional, quiénes lo componen, de qué forma opera y cuáles son los logros y desafíos inherentes a su actuar? ¿En qué medida las instituciones y normas internacionales inciden en el comportamiento de los actores internacionales y nacionales (en términos de convergencia de políticas), con miras a conseguir objetivos comunes? ¿Cuál es el contenido de las leyes/tratados y otras normativas globales, regionales, nacionales o subnacionales en materia de cooperación internacional y qué instituciones, procesos operativos y programáticos se desprenden de ellos y cuál es su impacto?

24

Con base en Jackson y Sørensen, op. cit., pp. 105-109.

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¿De qué forma las instituciones influyen en la gestión de programas y proyectos de cooperación internacional y cuál es su impacto, en términos de los resultados conseguidos? ¿Cuál es el impacto de las instituciones internacionales, la interacción de países y de otros actores internacionales en la gobernanza global?

COMENTARIOS FINALES El liberalismo y sus diversas acepciones pretenden establecer premisas generales para explicar aquellos factores que intervienen en los procesos de cooperación internacional. Estas teorías pueden servir para analizar distintas experiencias en donde dos o más actores internacionales deciden realizar acciones colectivas que, mediante la convergencia de sus respectivas políticas, permiten conseguir propósitos que beneficien a sus practicantes. Si bien tales plataformas teóricas estudian aquellos factores que explican la generación de la cooperación internacional, no asumen que dicha actividad se realice de manera automática o tersa. Por el contrario, el liberalismo analiza también las dificultades para que se cumplan los propósitos planteados. En este sentido, el liberalismo institucional pone énfasis en las instituciones y en su estructura como factor clave del cual depende la colaboración entre distintos actores internacionales. Sin embargo, y como ocurre en toda teoría, los postulados liberales son incapaces de explicar por sí mismos los diversos fundamentos, motivaciones y efectos de la cooperación internacional. Por ejemplo, el liberalismo institucional no consigue explicar experiencias de colaboración en donde su instrumentación resulta un ejercicio de política exterior tendiente a ejercer influencia y poder por parte del oferente en el beneficiario.25 De igual forma, aquellas experiencias en donde la cooperación internacional se realiza gracias al liderazgo de un país hegemónico también quedan fuera de las premisas liberales.26 Asimismo, visiones en donde se percibe a la cooperación internacional como una estrategia neoimperial tampoco podrían ser estudiadas desde dicha matriz teórica.27 Por su parte, frente a experiencias de cooperación internacional genuinamente sustentadas en la ética y la solidari25 26 27

En este caso, el realismo resulta útil para explicar dicha posibilidad. Para estos casos, se sugiere recurrir a la teoría de la estabilidad hegemónica. Esta visión de la colaboración externa es abordada por los estructuralistas de tendencia marxista.

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dad, producto de la externalización de valores pro sociales individuales y colectivos, también escapan del ámbito del liberalismo. 28 Lo mismo sucede cuando a pesar de la existencia de normas e instituciones, la autoridad no las cumple cabalmente debido al déficit de voluntad política para hacerlo. Dado lo anterior, posturas críticas de esta teoría, como la de Mark Zacher y Richard Matthew, aseveran que el liberalismo y por ende sus acepciones deben ser considerados exclusivamente un acercamiento analítico de las relaciones internacionales y no una teoría en sí misma, debido a que sus fundamentos carecen de postulados sólidos.29 Más allá de estos planteamientos, cuando la cooperación internacional depende en buena medida de las principales razones por las cuales se activan experiencias de cooperación internacional, en un grado mayor o menor, consiguen políticas entre los actores involucrados. Por su parte, cuando la cooperación internacional depende en buena medida de las instituciones (oficinas gubernamentales –agencias de cooperación, etcétera–, organismos multilaterales –ONU, OEA, etcétera– o supranacionales –instancias de la UE–, mecanismos de colaboración –Celac, Alianza del Pacífico, etcétera–, regímenes, normas formales e informales, entre otros), el liberalismo institucional es la teoría de las Relaciones Inter-nacionales que puede explicar de mejor manera este tipo de sucesos de cooperación internacional. En definitiva, si se desea estudiar ejercicios de cooperación bilateral, multilateral, subregional, subnacional, del orden Norte-Norte, NorteSur, Sur-Sur, triangular, entre otros, en temas tan variados como el desarrollo, comercio, desarme, medio ambiente, en donde las instituciones desempeñan un rol relevante en los procesos y efectos, el liberalismo institucional ofrece adecuados fundamentos teóricos para hacerlo. En todo caso, dado que las motivaciones de la cooperación internacional son de múltiple naturaleza, se sugiere ampliamente que, dependiendo de cada experiencia de colaboración entre actores internacionales, se utilicen las plataformas teóricas que mejor se adapten a la particularidad del objeto de estudio. En este sentido, la complementación de algunas teorías de las Relaciones Internacionales para explicar un mismo suceso, es un recurso metodológico cada vez más utilizado en el ámbito académico de nuestra disciplina.

El constructivismo es la teoría que se adapta a esta particular motivación del ejercicio de la cooperación internacional. Matthew Richard y Mark W. Zacher, “Liberal International Theory: Common Threads, Divergent Stands”, en Charles Kegley, In Controversies in International Relations Theory: Realism and the Neo-Liberal Challenge, Nueva York, St. Martin´s Press, 1995, citado en Andrew Moravcsik, “Taking Preferences Seriously: A Liberal Theory of International Politics”, International Organization, vol. 51, núm. 4, 1997, p. 515. 28

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Premisas básicas del liberalismo institucional • Las instituciones promueven, mejoran y aumentan la permanencia de la cooperación internacional. • Las instituciones internacionales, mediante normas e instancias formales (tratados internacionales) e informales (mecanismos de colaboración, la costumbre, etc.) o a través de una mezcla de ambos (regímenes internacionales), en su dimensión de recursos normativos de las relaciones internacionales, pretenden influir en la conducta de sus actores, promoviendo y reforzando la cooperación entre sí. • Los regímenes internacionales incentivan la convergencia de políticas entre distintos actores, generando expectativas, y en caso de éxito, satisfaciéndolas. • La debilidad de las instituciones internacionales consiste en que sus normativas y procedimientos no son obligatorios (vinculantes), lo cual se explica dado que la cooperación internacional depende de la voluntad política de quien la desee practicarla en un momento dado. • La cooperación debe distinguirse de la armonía. Para que exista cooperación es necesario que dos o más partes decidan ajustar sus respectivos comportamientos para que, mediante la convergencia de acciones, se genere un propósito común. De ahí que la cooperación internacional sea un ejercicio político. • La estructura, el diseño, procesos de toma de decisiones y funcionalidad de las agencias de cooperación internacional, organismos multilaterales, mecanismos de cooperación, entre otras, desempeñan un rol trascendental, puesto que tales factores determinan la capacidad de estos entes para colaborar y por ende conseguir sus objetivos. • Los aparatos burocráticos-administrativos dedicados a la cooperación internacional, los regímenes internacionales y las convenciones, según cada caso, son capaces de conducir el comportamiento de actores internacionales, moldeando expectativas y comportamientos en su ámbito de acción. • Este tipo de estructuras e instituciones inciden en el comportamiento estatal, por lo que su naturaleza es del orden persuasivo. Sus patrones de acción generan expectativas y ayudan a la creación de normas que a su vez refuerzan las instituciones creadas. • Tales normas y regulaciones internacionales pretenden “homologar” comportamiento de los actores a favor de objetivos colectivos, lo cual se consigue por medio de incentivos, aunque en ocasiones también puede recurrirse a la coerción. • Las instituciones internacionales, al pretender incidir en el comportamiento de los actores internacionales, y al facilitar ejercicios de cooperación entre sí, inciden en la gobernanza global o regional en temas específicos. Fuente: Elaboración propia.

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Estudio de caso Logros y desafíos de la Unión Europea a la luz del liberalismo institucional El proceso de integración en Europa occidental, materializado por la Unión Europea, cuya clave de su funcionamiento se explica gracias a sus instituciones permanentes, es un buen ejemplo de la manera en que el liberalismo y el liberalismo institucional contribuyen al análisis de dicho fenómeno. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, y a partir de la Declaración Schuman del 9 de mayo de 1950 –firmada por Francia y Alemania, en donde establecen su voluntad política para terminar el enfrentamiento armado entre sí y tras ello iniciar un proceso de cooperación–, en 1951 se crea la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA). Esta Comunidad, conformada por Francia, Alemania (occidental), Bélica, Países Bajos, Luxemburgo e Italia, mediante el Tratado de París, fue constituida mediante diversas instituciones dedicadas a la producción, administración y comercialización de los referidos insumos industriales. La figura institucional constituida por la “Alta Autoridad” de la CECA tendría un perfil supranacional (por encima de la autoridad nacional de los países miembros en los temas citados) que impulsaría la convergencia de intereses entre los mismos. Tras el éxito de la CECA, en 1957, mediante los Tratados de Roma, se crean la Comunidad Económica Europea y la Euratom, con el fin de aumentar la convergencia entre los países miembros en múltiples ámbitos de interés mutuo. De nueva cuenta, tales procesos se realizaron gracias a diversas instituciones que sirvieron como base a los subsiguientes procesos de profundización de la integración y de ampliación de su membresía. En 2003, el acervo comunitario conformado por diversas instituciones, regímenes subregionales y convenciones se renovó mediante el Tratado de Maastrich, el cual conforma de manera formal a la UE, hoy en día conformada por 28 países. La conjunción de las diversas instituciones de la UE, sean intergubernamentales como el Consejo, el Parlamento o aquellos del orden comunitario y supranacional (especialmente la Comisión, así como el Tribunal de Cuentas y el de Justicia), al tener distintas funciones, responsabilidades y ámbitos de influencia y poder, promueven un entorno de colaboración y gobernanza multinivel. Esta institucionalización se replica incluso en las relaciones exteriores de la UE, consagradas en la política exterior y de seguridad común. Así, la UE, mediante diversos Acuerdos de Asociación con terceros países, junto con diversas disposiciones y mandatos emanados del Consejo, la Comisión y el Parlamento, pretende consagrarse como un actor internacional de creciente relevancia a escala global. Es más, buena parte de la cooperación internacional ofrecida por la UE impulsa procesos de institucionalización nacional o subregional en sus países socios; por ejemplo, promueve buen gobierno en terceros países (democracia, derechos humanos, etc.) o refuerza mecanismos de integración subregional (como el Mercosur). Como se ha señalado en este capítulo, el institucionalismo no se dedica a estudiar exclusivamente casos de éxito en materia de procesos instituciona-

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Estudio de caso Logros y desafíos de la Unión Europea a la luz del liberalismo institucional (continuación) lizados de integración y cooperación. De ahí que esta teoría es particularmente útil para analizar los logros, desafíos e incluso la actual crisis que vive la UE, en donde la interacción y la capacidad de sus instituciones para permitirle salir a flote resultan fundamentales. En definitiva, son diversos los fenómenos en donde el institucionalismo en sus diferentes facetas puede ser utilizado, entre ellas se puede incluir la guerra civil siria iniciada en 2011 y los intentos por parte de la comunidad internacional para contribuir a la resolución del conflicto. En este sentido, la crisis ucraniana de 2014, junto con la violencia generada entre Palestina e Israel, en donde diversos países, organismos multilaterales y otros actores internacionales mediante diversas estrategias cooperativas han intervenido para contribuir a resolver los conflictos, son también ejemplos a este respeto. Finalmente –mas no por ello menos importante– el liberalismo institucional es particularmente útil para analizar aquellos procesos de colaboración que no emanan de conflictos, como acuerdos bilaterales, regionales o hemisféricos de cooperación en los ámbitos comercial, de seguridad, ambiental, desarrollo, educación, migración, entre muchos otros. La Alianza del Pacífico, promovida por Colombia, Chile, México y Perú, puede ser también estudiado mediante el liberalismo institucional, dado que, de nueva cuenta, su andamiaje institucional (si bien débil, pero en proceso de evolución), explica en buena medida los alcances y retos de este ejercicio de integración y cooperación latinoamericana. Fuente: Elaboración propia.

  PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Qué se entiende por “instituciones internacionales” y cuál es su papel en la cooperación internacional? 2. Según Robert Keohane, ¿cuáles son las tres acepciones de las instituciones internacionales? 3. Para el liberalismo institucional, ¿cuál es la relevancia de la estructura, el diseño, funcionalidad y normas que regulan a las agencias nacionales de cooperación internacional, organismos internacionales, mecanismos de colaboración, etcétera?

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4. ¿Por qué las instituciones y normas pueden conducir el comportamiento de gobiernos y otros actores internacionales, con miras a disminuir la discrecionalidad en el ejercicio de la cooperación internacional, y cuáles son los efectos de ello? 5. Mencione tres casos actuales de cooperación internacional que pueden ser explicados mediante el liberalismo institucional.

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Ayllón, Bruno, “La cooperación internacional para el desarrollo: fundamentos y justificaciones en la perspectiva de las teorías de las Relaciones Internacionales”, Carta Internacional, Núcleo de Pesquisa em Relacoes Internacionais da Universidade de Sao Paulo, Sao Paulo, 2007. Borja, Arturo (comp.), Interdependencia, cooperación y globalismo. Ensayos escogidos de Robert O. Keohane (Colección de Estudios Internacionales), México, CIDE, 2009. Fukuyama, Francis, State Building: Governance and World Order in the 21st Century, Ithaca, Cornell University Press, 2004. Keohane, Robert O., After Hegemony. Cooperation and Discord in the World Political Economy, Princeton, Princeton University Press, 1984, Keohane, Robert O. y Joseph S. Nye, Power and Interdependence, Nueva York, Harper Collins Publishers, 1989. Krasner, Stephen D. (ed), International Regimes, Ithaca, Coronell University Press, 1983. Krasner, Stephen D., “Desarrollo estatal, construcción del Estado y ayuda externa”, Foro Internacional, núms. 201-202, El Colegio de México, 2010, p. 695. Mawdesley, Emma, From Recipients to Donors. Enmerging Powers and the Changing Development Landscape, Londres, Zed Books, 2012. Prado Lallande, Juan Pablo, “La cooperación internacional para el desarrollo de México. Un análisis de sus acciones, institucionalización y percepciones”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, vol. 28, núm. 220, UNAM, 2014. Salomón, Mónica, “La teoría de las relaciones internacionales en los albores del siglo XXI: Diálogo, disidencia, aproximaciones”, Revista D´Afers Internacionals, núm. 56, Barcelona, 2001.

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REFERENCIAS Benítez, Raúl y Carlos Rodríguez, “Inseguridad, instituciones e integración subregional. Los dilemas de la Iniciativa Mérida”, en Alejandro Chanona Burguete et al. (coords.), Los regionalismos frente a la agenda de seguridad internacional, México, UNAM, 2011. Carr, Edward H., La crisis de los veinte años, 1919-1939. Una introducción al estudio de las Relaciones Internacionales, Madrid, Catarata, 1981. Deudney, Daniel y John Ikenberry, “The Nature and Sources of Liberal International Order”, Review of International Studies, núm. 25, 1999. Fukuyama, Francis, “The End of History?”, The National Interest, 1989. Disponible en: https://ps321.community.uaf.edu/files/2012/10/ Fukuyama-End-of-history-article.pdf Holsti, K. J., International Politics. A Framework for Analysis, Nueva Jersey, Eaglewood Cliffs, 1967. Jackson, Robert y Georg Sørensen, International Relations. Theories and Approaches, Oxford University Press, Oxford, 2010. Karns, Margaret y Karen Mingts, International Organizations. The Politics and Processes of Global Governance, Londres, Lynne Rienner Publishers, 2010. Keohane, Robert O., After Hegemony. Cooperation and Discord in the World Political Economy, Princeton, Princeton University Press, 1984. –––––––, “Neoliberal Instititionalism: A Perspective on World Politics”, en Robert O. Keohane, Institutions and State Power. Essays in International Relations Theory, Boulder, Colorado, Westview, 1989. Keohane, Robert O. y Joseph S. Nye, Power and Interdependence, Nueva York, Harper Collins Publishers, 1989. Krasner, Stephen D., (ed.), International Regimes, Ithaca, Coronell University Press, 1983. Krasner, Stephen D., “Desarrollo estatal, construcción del Estado y ayuda externa”, Foro Internacional, núms. 201-202, México, El Colegio de México, 2010. Moravcsik, Andrew, “Taking Preferences Seriously: A Liberal Theory of International Politics”, International Organization, vol. 51, núm. 4, 1997. Película “Su Excelencia”. México, 1966. Discurso Final. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=WOuHaadMRyU Poundstone, William, El dilema del prisionero, Madrid, Alianza Editorial, 1995.

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XX. LA TEORÍA DE LA INTERDEPENDENCIA

JORGE ALBERTO SCHIAVON URIEGAS

INTRODUCCIÓN

C

omo se discutió en el capítulo anterior, el liberalismo es una de las principales escuelas o familias teóricas de las relaciones internacionales, la cual encuentra sus raíces filosóficas en la teoría política liberal de la Ilustración, así como su aplicación a temas internacionales en el idealismo wilsoniano de inicios del siglo XX, con la creación de la Sociedad de Naciones tras la Primera Guerra Mundial y con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) tras la Segunda Guerra Mundial. El liberalismo se fundamenta en la posibilidad del progreso humano porque confía en que la naturaleza humana es básicamente buena y que, a través del ejercicio de las libertades individuales en un estado de derecho que garantice su pleno ejercicio, las personas pueden mejorar su condición moral y material, generando progreso social. Por medio de la educación y las instituciones, la agresión y el conflicto pueden ser moderados y, con el tiempo, eliminados.1 Estos ideales, trasladados al plano global, hacen que el objetivo central de la teoría liberal en las relaciones internacionales sea identificar las causas de la guerra y el conflicto en un sistema internacional anárquico –es decir, aquél en el cual no existe una autoridad central jerárquicamente superior al Estado–, con la finalidad de proponer soluciones o estrategias para maximizar las probabilidades de la cooperación y paz internacionales, y reducir así la existencia o incidencia del enfrentamiento militar y el conflicto en el ámbito internacional. Dentro de esta corriente teórica se inscribe, en la década de 1970, la teoría de la interdependencia, una de las primeras teorías liberales que buscan explicar la observación empírica de que, en la mayoría del tiempo y 1 Farah Naaz, “Liberalism”, en Rumki Basu (ed.), International Politics. Concepts, Theories and Issues, Nueva Delhi, Sage, 2012, pp. 153-154.

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en la mayoría de los países y regiones parece prevalecer la paz y la cooperación a nivel mundial, en vez del conflicto y la guerra, aun en un sistema internacional anárquico. En particular, Robert O. Keohane y Joseph Nye, con la publicación de su libro Poder e Interdependencia, 2 cuestionaron el poder explicativo de la teoría realista para entender las relaciones internacionales en un mundo caracterizado por la globalización y la interdependencia. Este capítulo analiza la teoría de la interdependencia, inscribiéndola dentro de la tradición del liberalismo. Para ello, en primer lugar explica qué es la interdependencia y cómo ésta impacta el funcionamiento del sistema internacional. En segundo, presenta y analiza los conceptos centrales de la teoría de la interdependencia compleja, y los contrasta con las premisas fundamentales del realismo estructural. En tercero, desarrolla un estudio de caso específico, aplicando los conceptos teóricos previamente discutidos. Finalmente, el capítulo concluye destacando las contrbuciones de la teoría de la interdependencia para el análisis de las relaciones internacionales así como sus limitaciones, sentando las bases para desarrollos teóricos liberales posteriores, como el neoliberalismo institucional y el neoinstitucionalismo, los cuales serán analizados a detalle en los siguientes capítulos del presente volumen.

¿QUÉ ES LA INTERDEPENDENCIA Y CÓMO AFECTA EL FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA INTERNACIONAL? En la década de 1970, después de 30 años de relativa estabilidad en el sistema internacional resultado del balance de poder entre las dos superpotencias –Estados Unidos (EUA) y la Unión Soviética– enfrentadas ideológicamente en la Guerra Fría, el mundo ha cambiado radicalmente. La ausencia de un conflicto armado directo entre las dos superpotencias y sus principales aliados dentro del mundo industrializado, aun ante la existencia de conflictos aislados en algunos espacios periféricos, permitió, en especial en el mundo capitalista occidental, un desarrollo económico y tecnológico acelerado entre 1945 y 1970. Como resultado de ello, se redujeron sustantivamente los costos de transacción en las actividades económicas (comercio y finanzas), de movilidad humana (migración), de información (comunicación) y de intercambio de ideas (cultura), multiplicándose así el intercambio y movimiento de bienes, servicios, capitales, 2 Robert O. Keohane y Joseph S. Nye, Power and Interdependence: World Politics in Transition, Boston, Little and Brown, 1977.

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personas, información e ideas entre países y sociedades, dando lugar a un mundo globalizado. Al ser así, se observa un incremento importante en los actores internacionales con relevancia e incidencia en el ámbito mundial, así como en los temas que interesan a éstos y los instrumentos y estrategias que utilizan para interactuar en el sistema global. Por ello, la teoría realista –que reduce su análisis a los Estados, particularmente a las grandes potencias, y centra su interés en los temas de seguridad y en el uso de la fuerza militar como principal instrumento de acción estatal– resulta seriamente limitada en su capacidad para explicar la nueva realidad internacional. Ante ello, surge una propuesta novedosa dentro de la tradición liberal, la teoría de la interdependencia, la cual busca explicar cómo funciona la política mundial cuando hay interdependencia creciente en el sistema internacional. Para entender esta teoría, en primer lugar es necesario definir sus conceptos centrales. Por dependencia se entiende aquel estado en el cual algo o alguien se encuentra determinado o significativamente afectado por otro o por una fuerza externa; la interdependencia es, en términos simples, dependencia mutua entre dos o más elementos o actores. Ahora bien, en el sistema global, la interdependencia implica la mutua dependencia entre actores internacionales –principalmente Estados, aunque también organizaciones internacionales, empresas transnacionales, grupos de interés, etcétera–, la cual se caracteriza por la existencia de efectos recíprocos –tanto costos como beneficios– entre dichos actores. Estos efectos recíprocos aumentan como resultado del incremento en las relaciones entre ellos, por lo que el aumento en la globalización ocasionado por el incremento en los intercambios internacionales –crecimiento de los flujos de bienes, servicios, capital, personas e información por la reducción de los costos de transacción–, genera un mundo cada vez más interdependiente. En un mundo interdependiente, los actores internacionales se preocupan por las ganancias absolutas derivadas de un intercambio con otro actor, a diferencia de lo que ocurre en un mundo realista donde las ganancias relativas son lo que importa. Dado que los realistas consideran que la anarquía genera un mundo donde predomina la autoayuda y un Estado sólo puede contar consigo mismo para garantizar su sobrevivencia, la cooperación es muy difícil, pues aplica una lógica de suma cero sobre los beneficios de la cooperación: lo que gana uno es pérdida para el otro, ya que el diferencial en las ganancias puede ser transformado en poder por el primero, y el aumento relativo de poder de éste amenaza la seguridad del segundo. En contraposición a esto, los interdependentistas argumentan que los actores internacionales están preocupados por la generación de

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ganancias absolutas, lo cual hace que predomine una lógica de suma positiva: es preferible ganar algo que nada por medio de la cooperación, aun cuando un actor gane más que el otro. Siendo así, los realistas se preguntan quién gana más, en términos relativos, con la cooperación internacional, mientras que los liberales e interdependentistas están concentrados en maximizar el nivel total de ganancias absolutas de todas las partes. Ahora bien, ¿quién gana más mediante la cooperación? La teoría de la interdependencia reconoce la importancia del poder y la distribución de capacidades en la conducción de los asuntos internacionales. En la interdependencia, los efectos recíprocos (costos y beneficios) pueden ser simétricos o asimétricos –es decir, iguales o diferentes para ambas partes respectivamente–, siendo la asimetría en la interdependencia la fuente fundamental de poder en el sistema internacional. Los actores menos dependientes en una relación interdependiente son más poderosos, al asumir menos costos o perder menos beneficios en el caso de rompimiento o desaparición de una determinada relación. Según la teoría realista, sólo debe considerarse el poder militar como fuente de poder, entendido éste como la habilidad de un actor para conseguir que otros actores hagan algo que de otro modo no harían. En contraposición, en un mundo interdependiente las fuentes del poder son más complejas e incluyen factores militares, políticos, económicos, culturales, tecnológicos, etcétera. Como resultado de lo anterior, la teoría que analiza la suma e interacción de esta multiplicidad de fenómenos interconectados se ha denominado interdependencia compleja. Como se apuntó con anterioridad, el poder relativo depende inversamente del nivel de dependencia en una relación, la cual a su vez está explicada por las capacidades nacionales para responder ante una crisis global. En caso de un shock en el sistema internacional o en una relación entre actores internacionales, la dependencia de un actor determina su capacidad o grado de respuesta ante la misma. La capacidad de acción en el corto plazo, manteniendo sin cambios su estructura política, económica e institucional interna, es conocida como sensibilidad. Ahora bien, el grado de respuesta que tiene un actor en el mediano plazo, tras tener la posibilidad de transformar su estructura política, económica o social interna como resultado de la crisis externa, es conocido como vulnerabilidad. Esta vulnerabilidad refleja mejor que la sensibilidad la asimetría de poder en la mutua dependencia –es decir, el poder– en una relación interdependiente, ya que incluye la capacidad de cambio o reacción interna de un país ante un shock internacional. En suma, para esta

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teoría, entre más vulnerable es un Estado ante cambios en el sistema internacional o en una relación de interdependencia, es también menos poderoso. Con la finalidad de ejemplificar lo anterior, en la tercera parte de este capítulo se desarrolla un caso hipotético. En el caso de un rompimiento total de relaciones entre México y Estados Unidos en un año determinado, supongamos 2010, ¿cuál de los dos Estados sería más vulnerable, es decir, más dependiente y menos poderoso y, por tanto, se vería más afectado como resultado de esta crisis bilateral?

LA INTERDEPENDENCIA COMPLEJA Como se analizó en el capítulo sobre realismo, los supuestos fundamentales de esta teoría son los siguientes: 1) los Estados son unidades coherentes y son el actor dominante en la política internacional; 2) el uso de la fuerza militar es un instrumento utilizable y muy eficaz en la política internacional; y, 3) existe una clara jerarquía en los asuntos de la política internacional, donde predominan los temas de “alta política” (seguridad internacional) sobre los de “baja política” (asuntos económicos, diplomáticos, sociales, culturales, así como temas particulares de la agenda global: medio ambiente, derechos humanos, etcétera). En contraposición a esta construcción teórica, los supuestos centrales de la interdependencia compleja son: 1) además del Estado, existen otros actores relevantes en el sistema internacional, como los organismos internacionales, las empresas y grupos de interés transnacionales, organizaciones no gubernamentales, etcétera; asimismo, el Estado no es un ente racional unificado, sino que está compuesto por diferentes poderes –ejecutivo, legislativo y judicial–, niveles de gobierno –federal o central, estatal o intermedio, municipal o local–, y divisiones administrativas dentro del propio poder ejecutivo (secretarías de Estado, organismos descentralizados y empresas paraestatales, entre otros, cada uno de ellos con sus propias divisiones jerárquicas de facultades y atribuciones); 2) el uso de la fuerza militar, dado su alto costo, es un instrumento ineficaz en la política internacional; y 3) no existe una clara jerarquía en los asuntos de la política internacional, ya que pueden ser, dependiendo del tiempo y el lugar, similarmente relevantes los temas económicos y de seguridad, así como la agenda diplomática global.

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Cuadro XX.1. Premisas básicas del realismo y la interdependencia, y sus consecuencias Realismo

Actores relevantes

Estado racional unificado y dominante en sistema internacional

Instrumentos de poder

Fuerza militar muy eficaz

Agenda internacional

Jerarquizada: domina la seguridad

Importancia de regímenes internacionales

Irrelevantes y dominados por potencias

Predicción Lógica de ganancias sobre relativas (suma cero): funcionamiento domina competencia del sistema y conflicto

Interdependencia compleja

Estado (y sus componentes) y actores no estatales (organismos internacionales, empresas transnacionales, organizaciones de sociedad civil, etc.) Fuerza militar poco eficaz; otros instrumentos (comercial, financiero, diplomático, cultural, entre otros) Sin jerarquía clara: temas de seguridad, económicos, diplomáticos, culturales, ambientales Relevantes (ayudan a establecer agenda, generar coaliciones y funcionar como foro de encuentro) Lógica de ganancias absolutas (suma positiva): domina cooperación

Consecuencias sobre las relaciones internacionales Actores múltiples

Instrumentos múltiples

Agendas múltiples

Regímenes múltiples

Cooperación entre actores múltiples, en agendas múltiples, mediante instrumentos múltiples, en el marco de regímenes múltiples

Fuente: Elaboración propia con base en los supuestos centrales del realismo y la interdependencia.

Como resultado de lo anterior, en un mundo caracterizado por la interdependencia compleja: 1) existen canales múltiples que conectan a las sociedades, en las que hay no sólo relaciones interestatales (EstadoEstado), sino transgubernamentales (componentes del Estado-componentes del Estado) y transnacionales (actores extra-estatales con otros extra-estatales o componentes del Estado o el mismo Estado); 2) dado el alto costo del uso de la fuerza militar, ésta se convierte en un instrumento ineficaz de política exterior, por lo que se privilegian otros instrumentos (comercial, financiero, diplomático, cultural, entre otros); y 3) al haber una ausencia de jerarquía en los temas de agenda internacional, se observa una agenda múltiple y compleja; además, no necesariamente existe una vinculación directa entre los diferentes temas de la agenda internacional. Con la finalidad de facilitar la coordinación entre la multiplicidad de actores, agendas e instrumentos, en un mundo interdependiente existen

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fuertes incentivos para la creación de regímenes u organismos internacionales. Estos mecanismos sirven como foros de encuentro temporal o permanente entre actores internacionales, los cuales ayudan a establecer las agendas de negociación, aumentar la cantidad y calidad de información disponible para aumentar la confianza y reducir el costo de transacciones, todo ello con la finalidad de generar consensos y facilitar la cooperación internacional. Figura XX.1. Mapa conceptual del sistema internacional según realismo e interdependencia

Fuente: Elaboración propia.

En suma, según la teoría de la interdependencia compleja, en el mundo existen multiplicidad de actores, canales, temas, estrategias y regímenes internacionales, los cuales facilitan y promueven la cooperación internacional. Esta coordinación genera ganancias absolutas –aunque asimétricas– a todos los participantes, quienes tienen un interés en mantener y multiplicar los espacios y mecanismos de cooperación, privilegiando la paz y estabilidad en el sistema internacional al mitigar la anarquía en el mismo.

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INTERDEPENDENCIA, PODER Y REALIDAD Una de las mayores críticas a la teoría realista es que no es útil para explicar las relaciones internacionales más allá de los temas de “alta política” de las potencias. La teoría de la interdependencia, al incluir en su análisis a una multiplicidad de actores que se relacionan a través de canales múltiples, en una gran variedad de temas internacionales y haciendo uso de estrategias e instrumentos diversos, permite estudiar las relaciones entre países menos poderosos y, también, las de éstos con las potencias globales. Con la finalidad de ejemplificar cómo se usaría empíricamente la teoría de la interdependencia, a continuación se analiza una relación bilateral caracterizada por una gran asimetría de poder, la relación entre Estados Unidos y México. De acuerdo con la teoría realista, dado que Estados Unidos es sustantivamente más poderoso que México –sin importar el indicador que se use para cuantificar las capacidades relativas, como puede observarse en el cuadro XX.2: PIB 17 veces mayor, territorio y fuerzas armadas cinco veces mayor, presupuesto militar 10 veces mayor y población tres veces mayor, aproximadamente–, una predicción realista sería que las preferencias de política de Estados Unidos siempre se impondrían sobre México, en todo momento y tema de la agenda bilateral. Cuadro XX.2. Indicadores de poder México-Estados Unidos Indicador (2010)

Estados Unidos*

México**

Comparativo Estados Unidos/ México (veces mayor)

Producto Interno Bruto (miles de millones de dólares, USD, corrientes)

14,958

895

16.71

Territorio (miles de km 2)

9, 147

1,958

4.71

309

116

2.66

1,569

331

4.74

698

65

10.73

Población (millones de habitantes) Fuerzas armadas (miles) Presupuesto militar (miles de millones de dólares, USD, corrientes)

Fuente: Elaboración propia. *World Bank, World Development Indicators, “Data by country: United States”, disponible en: http://data.world bank.org/country/united-states (consultado el 13 de marzo de 2014); **World Bank, World Development Indicators, “Data by country: Mexico”, disponible en: http://data.worldbank.org/country/ mexico (consultado el 13 de marzo de 2014).

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Sin embargo, lo que se observa desde la teoría de la interdependencia es que, cuando menos desde la década de 1930, la creciente dependencia mutua entre ambos países ha multiplicado los actores, temas, instrumentos y las instituciones que son relevantes en la relación bilateral y, dependiendo del momento histórico y el tema particular, México ha podido contener la hegemonía absoluta de Estados Unidos, logrando generar espacios de cooperación de los cuales se derivan ganancias absolutas para ambas partes y la distribución de las mismas es menos inequitativa de los que podría esperarse ante la gran asimetría de poder entre ellos. Desde la Independencia hasta la actualidad, la relación bilateral más importante para México, en términos de política exterior, ha sido y es con Estados Unidos. Es más, la gran mayoría de los asuntos de política exterior de México están ligados, directa o indirectamente, a su relación con Estados Unidos. La ubicación geoestratégica de México es el factor internacional que ha incidido de manera más decisiva en su situación económica, política e internacional. Dada la enorme asimetría de poder frente a su vecino del norte, la prioridad de la política exterior de México siempre ha sido la misma: contener la hegemonía estadounidense para maximizar su soberanía nacional. A partir de la década de 1930, una vez establecido el régimen autoritario mexicano centrado en la hegemonía política de un partido oficial (el Partido Revolucionario Institucional, PRI, y sus antecesores), aunado a que la posibilidad de una intervención militar por parte de Estados Unidos quedó prácticamente descartada y la integridad territorial mexicana dejó de estar amenazada, la prioridad soberana mexicana se centró en maximizar su autonomía para gobernar al país sin intervenciones ni injerencias externas. Por su parte, la prioridad de la política exterior de Estados Unidos hacia México se definió en términos del mantenimiento de la estabilidad y seguridad en su frontera sur; esta prioridad se ha mantenido constante hasta la fecha. Estados Unidos es incapaz de conseguir este objetivo unilateralmente; sólo el gobierno mexicano tiene la capacidad de mantener la estabilidad económica, política y social en México, para así garantizar la estabilidad y paz social al interior del país y la seguridad, desde el sur, de los 3 mil 142 kilómetros de frontera que comparte con Estados Unidos. Al ser así, existe un espacio de intersección entre las prioridades de las políticas exteriores de México y Estados Unidos hacia el otro: un Estado mexicano que posea los mayores márgenes de autonomía y que garantice la estabilidad económica, política y social en México, y la seguridad desde el flanco sur de Estados Unidos.

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Desde la Segunda Guerra Mundial y como resultado de las prioridades de política exterior de ambos países antes descritas, la estrategia dominante en la relación México-Estados Unidos ha sido la cooperación. Así, las relaciones México-Estados Unidos se han caracterizado por un interés común de minimizar las fricciones y privilegiar la cooperación para la solución de los asuntos bilaterales. Esto ha establecido una “relación especial” entre los dos países, que ha permitido amplios márgenes de autonomía a México en el manejo de su política interna y exterior en momentos de estabilidad, pero que ha requerido de su alineamiento discreto con Estados Unidos en momentos de crisis.3 Esta “relación especial” ha generado que el número de actores que participan en temas bilaterales se hayan multiplicado sustancialmente en ambos países en cuando menos cuatro ejes o niveles. En primer lugar, otras dependencias de los Ejecutivos federales distintas a la Secretaría de Relaciones Exteriores y el Departamento de Estado llevan a cabo, de manera directa, relaciones con sus contrapartes burocráticas o administrativas en el otro país; es más, todas las secretarías de Estado en México y Estados Unidos cuentan con una Dirección General de Asuntos Internacionales para coordinar estas actividades. Esto implica que la agenda de temas en la agenda bilateral no se restringe de manera exclusiva a temas de seguridad, sino que incluye todas las áreas de política pública de ambos gobiernos. En segundo, en ambos lados de la frontera, los Poderes de la Unión, particularmente el Legislativo, aunque en ocasiones también el Judicial, han incrementado sus contactos con sus contrapartes del otro país. En tercera instancia, los órdenes de gobierno de los dos países, tanto estatales como locales, han incrementado sus relaciones internacionales. Finalmente, actores no estatales, como empresas transnacionales, organizaciones no gubernamentales y diversos grupos de interés (académicos, empresariales, sindicales, partidarios y deportivos, entre otros) también han aumentado considerablemente su participación e incidencia en diversos temas de la relación bilateral. De esta forma, se observa una multiplicación tanto de actores y temas como de los mecanismos e instrumentos, en los que hay no sólo relaciones interestatales (México-Estados Unidos), sino transgubernamentales (Poderes de la Unión, Secretarías de Estado o gobiernos subnacionales con sus contrapartes del otro país), y transnacionales (empresas transnacionales, organizaciones no gubernamentales y grupos de interés con sus contrapartes o componentes del Estado al otro lado de la frontera). Además, con la finalidad de administrar estas áreas de cooperación, se han creado mecanismos e instituciones bilaterales, las cuales facilitan la identi3 Mario Ojeda Gómez, Alcances y límites de la política exterior de México, México, El Colegio de México, 1984.

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ficación de agendas de cooperación, el establecimiento de compromisos y, en algunos casos, monitoreo en el cumplimiento de los mismos. Para el año 2014, existían 71 tratados bilaterales vigentes entre México y Estados Unidos, los cuales cubren prácticamente todas las áreas de política pública. Ahora bien, ¿cómo puede medirse el nivel o grado de interdependencia entre México y Estados Unidos? En el cuadro XX.3 se presentan una serie de indicadores comerciales, financieros, demográficos y diplomáticos para conocer el nivel de interdependencia entre ambos países. Como se puede observar, existe un alto grado de interdependencia económica entre ellos, pero México, de forma muy clara, es considerablemente más dependiente de Estados Unidos que viceversa. En otras palabras, se observa una gran asimetría en los niveles de dependencia entre ambos países, siendo México más vulnerable que Estados Unidos en caso de una crisis en la relación bilateral. Cuadro XX.3. Indicadores de interdependencia México-Estados Unidos Indicador (2010)

Estados Unidos*

Exportaciones totales (miles de millones de USD) Importaciones totales (miles de millones de USD) Exportaciones totales (% del PIB) Importaciones totales (% del PIB) Exportaciones bilaterales al otro (miles de millones de USD) Importaciones bilaterales del otro (miles de millones de USD) Exportaciones bilaterales al otro (% de exportaciones totales)

1,843

México** 244

2,362

257

12%

30%

16%

31%

1631

2382

2303

1454

8.8%

62%

Fuente: Elaboración propia. *World Bank, World Development Indicators, “Data by country: United States”, disponible en: http://data. worldbank.org/country/united-states (consultado el 13 de marzo de 2014), **World Bank, World Development Indicators, “Data by country: Mexico”, disponible en: http://data.worldbank.org/country/ mexico (consultado el 13 de marzo de 2014); 1 US Census Bureau, “Trade in Goods with Mexico”, Foreign Trade, disponible en: https://www.census.gov/foreign-trade/balance/c2010.html (consultado el 13 de marzo de 2014); 2 Secretaría de Economía, “Principales productos exportados por México a Estados Unidos”. Subsecretaría de Comercio Exterior, disponible en: http://200.77.231.38/sic_php/pages/estadisticas/mexicojun2011/G8ppx_e.html (consultado el 13 de marzo de 2014); 3US Census Bureau, “Trade in Goods with Mexico”, Foreign Trade, disponible en: https://www.census.gov/foreign-trade/balance/c2010.html (consultado el 13 de marzo de 2014); 4 Secretaría de

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Cuadro XX.3. Indicadores de interdependencia México-Estados Unidos (continuación) Importaciones bilaterales del otro (% de importaciones totales Inversión bilateral directa del otro (miles de millones de USD) Inversión bilateral directa del otro (% de la inversión extranjera total) Población del otro en país (en miles) Población del otro en país (% de extranjeros en país) Representación diplomática y consular del otro en país

9.6%

44, 6585 (de México a EUA)

37%

205, 1026 (de EUA a México)

17%

56%7

31,798,2588

738,1039

63%10

76.8%11

50 consulados y 1 embajada 12

9 consulados13 y 1 embajada14

Economía, “Principales productos importados por México procedentes de Estados Unidos”. Subsecretaría de Comercio Exterior, disponible en: http://200.77.231.38/sic_php/pages/estadisticas/mexicojun2011/G8 ppm_e.html (consultado el 13 de marzo de 2014); 5 International Monetary Fund, “Direct Investment from/ in Counterpart Economy Data-Outward Direct Investment (2010)”, Coordinated Direct Investment Survey, disponible en: http:// cdis.imf.org/ (consultado el 12 de marzo de 2014); 6 International Monetary Fund, “Direct Investment from/ in Counterpart Economy Data-Inward Direct Investment (2010)”, Coordinated Direct Investment Survey, disponible en: http://cdis.imf.org/ (consultado el 12 de marzo de 2014); 7 International Monetary Fund, “Direct Investment from/ in Counterpart Economy Data-Inward Direct Investment (2010)”, Coordinated Direct Investment Survey, disponible en: http://cdis.imf.org/ (consultado el 12 de marzo de 2014); 8 United States Census, “Table 1. Hispanic or Latino Origin Population by Type: 2000-2010”, The Hispanic Population. 2010 Census Brief, disponible en: http:// www.census.gov/prod/cen2010/briefs/c2010br-04.pdf (consultado el 13 de marzo de 2014); 9 Instituto Nacional de Estadística y Geografía, “Informativo Oportuno. Conociendonos todos”, Censo de Población y Vivienda 2010, disponible en: http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/contenidos/Articulos/ sociodemograficas/ nacidosenotropais.pdf (consultado el 13 de marzo de 2014); 10 United States Census, “Ta-ble 1. Hispanic or Latino Origin Population by Type: 2000-2010”. The Hispanic Population. 2010 Census Brief, disponible en: http:// www.census.gov/prod/cen2010/briefs/c2010br-04.pdf (consultado el 13 de marzo de 2014); 11Instituto Nacional de Estadística y Geografía, “Informativo Oportuno. Conociendonos todos”, Censo de Población y Vivienda 2010, disponible en: http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/contenidos/Articulos/sociodemograficas/ nacidosenotropais.pdf (consultado el 13 de marzo de 2014); 12 Secretaría de Relaciones Exteriores, “Embajada de México en Estados Unidos”, Representaciones, disponible en: http://www.sre.gob.mx/index.php/embajadas/estadosunidos (consultado el 13 de marzo de 2014); 13 Embassy of the United States, “Directory of Consulates General and Consular Agencies in Mexico”, About Us, disponible en: http://mexico.usembassy.gov/eng/edirectory.html (consultado el 13 de marzo, 2014); 14 Secretaría de Relaciones Exteriores, “Representaciones Diplomáticas Acreditadas en México”, Representaciones, disponible en: http://www.sre.gob.mx/acreditadas/index.php?option=com_content &view=article&id=84:44&catid =35 (consultado el 13 de marzo de 2014).

Supongamos, hipotéticamente, que como resultado de una gran crisis diplomática entre ambos países, se diera un rompimiento total de las relaciones bilaterales entre México y Estados Unidos. ¿Cuál país se vería más afectado, tanto en el corto como en el largo plazo? Con base en los indicadores contenidos en el cuadro XX.3, la respuesta es clara: México es más sensible en el corto plazo y vulnerable en el mediano plazo ante una crisis en la relación bilateral. En el corto plazo, México perdería el merca-

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do para el 62% de sus exportaciones y carecería de sustitutos para el 37% de sus importaciones, siendo el comercio internacional fundamental para el país, ya que representa el 61% de su PIB. Además, perdería 205 mil 102 millones de dólares en inversión extranjera directa acumulada, 56% del total en el país. Esto sería una gran catástrofe para el desarrollo económico y la estabilidad política de México. Por su parte, Estados Unidos también resultaría afectado, pero en mucho menor manera, ya que sólo perdería mercado para el 8.8% de sus exportaciones, a la vez que carecería de sustitutos para el 9.6% de sus importaciones, siendo el comercio internacional menos importante para el país, al sólo representar el 28% de su PIB (suma de exportaciones e importaciones). La pérdida de inversión extranjera directa sería menor, aunque no despreciable, el 17% del total en el país. Ahora bien, en el mediano plazo, una vez que ambos países tengan la posibilidad de modificar sus estructuras e instituciones internas, el impacto para Estados Unidos y, por tanto, su grado de vulnerabilidad, sería limitado, ya que para una potencia mundial sería relativamente sencillo encontrar mercados para una parte menor al 10% de sus exportaciones e importaciones. Además, dado el tamaño de su mercado interno, el comercio internacional sólo representa una vigésimaoctava parte del producto nacional, lo que hace a Estados Unidos menos dependiente del comercio internacional que México. En contraposición, la vulnerabilidad mexicana aún sería muy elevada, ya que sus relaciones comerciales internacionales representan 61% de su producto interno. Por ello, México tendría que enfocar esta modificación de sus estructuras internas para encontrar mercados y proveedores para 62 y 37% de sus exportaciones e importaciones respectivamente, sumado al golpe de la pérdida de 56% de la inversión extranjera en el país. México tendría que hacer un gran esfuerzo comercial y diplomático para establecer o fortalecer sus relaciones económicas con otras regiones del mundo. En suma, incluso ante la multiplicación de actores, temas, canales e instrumentos en la relación bilateral México-Estados Unidos, resultado de la creciente interdependencia entre ambos países, aún se observan importantes diferencias o asimetrías de dependencia y poder, siendo México considerablemente más sensible y vulnerable que Estados Unidos. Sin embargo, lo interesante es que la interdependencia, aunque asimétrica, sirve para facilitar la cooperación bilateral y los resultados de la misma que, dada la multiplicidad de factores antes descritos, generan ganancias para ambas partes cuya distribución es menos desigual que la asimetría de poder entre ambos países.

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CONSIDERACIONES FINALES Como se discutió ampliamente en este capítulo, el liberalismo considera que la cooperación en un sistema internacional anárquico es posible, ya que los Estados no sólo están preocupados por su sobrevivencia sino también por la generación de bienestar. Dado que en un mundo interdependiente es más costoso el uso de la fuerza y participan más actores a través de más canales en los asuntos globales, lo que genera beneficios económicos y relaciones complejas, esto sirve para palear la anarquía en el sistema internacional y, como consecuencia, reducir la incidencia de la guerra al aumentarse los costos y reducirse los beneficios de la misma. Ahora bien, dependiendo de la realidad internacional que se analice, el poder explicativo de las teorías realistas y liberales, entre ellas la interdependencia, será mayor o menor. En un mundo caracterizado por bajos niveles de globalización e interdependencia, donde existiera una competencia de poder y, por tanto, los beneficios de una acción bélica pudieran ser mayores a sus costos –es decir un mundo en guerra o al borde de la misma, como las dos guerras mundiales o la Guerra Fría–, el realismo tendría un poder explicativo mayor. Sin embargo, en una realidad internacional caracterizada por altos niveles de interdependencia y globalización, donde los actores internacionales comparten valores y reglas y donde los beneficios de la cooperación son elevados –como en las relaciones entre los países occidentales o en la construcción de la Unión Europea–, la capacidad explicativa de las teorías liberales sería mayor. Como se analizará en los siguientes capítulos de este libro, el debate entre teorías realistas y liberales se profundizó durante las décadas de 1980 y 1990, en buena medida como reacción al neorrealismo estructural de Kenneth Waltz y con la publicación de su libro Theory of International Politics en 1979, así como las respuestas neoliberales (teorías de regímenes, neoliberalismo institucional y neoinstitucionalismo). La principal crítica hecha por los neorrealistas a la teoría de la interdependencia es su falta de parsimonia, es decir, la inclusión de una multiplicidad de variables para explicar las acciones de los Estados, por lo que, según estos críticos, es muy difícil saber a ciencia cierta cuál es la variable explicativa o causa real de las acciones estatales. Otra crítica importante es que, cuando los Estados perciben una amenaza a su seguridad, como ocurrió por ejemplo con los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, haya o no interdependencia, los Estados reaccionan de la misma manera: anteponiendo la seguridad por sobre cualquier otra variable económica o institucional. Finalmente, los neorrealistas consideran que la teoría de la interdependencia sobredimensiona las

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capacidades de los actores no estatales, los cuales, argumentan, a final de cuentas dependen del poder estatal: el Estado regula a todos los actores al interior de sus fronteras, sean empresas transnacionales, grupos de interés, partidos políticos o individuos, mientras que en el ámbito internacional son los Estados quienes constituyen a las organizaciones internacionales, las cuales, por ende, dependen de éstos.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Cuáles son las premisas centrales de la teoría de la interdependencia y cómo se aplican al estudio de las relaciones internacionales? 2. ¿Por qué surge la teoría de la interdependencia en la década de 1970 y cuál es su impacto en el desarrollo teórico de las relaciones internacionales? 3. ¿Cuál es la diferencia entre ganancias absolutas y relativas, y cuáles prevalecen en un mundo realista y en uno interdependiente? 4. ¿Cuál es la diferencia entre sensibilidad y vulnerabilidad? 5. ¿Cuál es la relación entre vulnerabilidad y poder en el sistema internacional o en una relación interdependiente? 6. ¿Cuáles son las diferencias principales en términos de actores, instrumentos y agenda internacional entre realismo e interdependencia compleja? 7. ¿Cómo se ejerce el poder en un mundo interdependiente? 8. ¿Cuáles son los alcances y limitaciones explicativas de la teoría de la interdependencia? 9. ¿Cuáles son las principales críticas de los neorrealistas a la teoría de la interdependencia? 10. ¿Qué teoría sirve mejor para explicar la relación México-Estados Unidos: realismo o interdependencia? ¿Por qué?

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LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Borja Tamayo, Arturo (comp.), Interdependencia, Cooperación y Globalismo: Ensayos escogidos de Robert O. Keohane, México, CIDE, 2005. Doyle, Michael W., “Liberalism and World Politics”, The American Political Science Review, vol. 80, núm. 4, 1986, pp. 1151–1169. Dunne, Tim, “Liberalism”, en John Baylis, Steve Smith y Patricia Owens (eds.), The Globalization of World Politics: An Introduction to International Relations (6ª ed.), Oxford, Oxford University Press, 2014, pp. 113-125. Jørgensen, Knud Erik, “The Liberal International Theory Tradition”, en Knud Erik Jørgensen, International Relations Theory: A New Introduction, Nueva York, Palgrave-Macmillan, 2010, pp. 57-77. Kant, Immanuel, La Paz Perpetua (10ª ed.), México, Porrúa, 1998. Keohane, Robert O., After Hegemony: Cooperation and Discord in the World Political Economy, Princeton, Princeton University Press, 1994. Keohane, Robert O. y Joseph S. Nye, Power and Interdependence: World Politics in Transition, Boston, Little and Brown, 1977. Mingst, Karen A., Fundamentos de las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2006. Naaz, Farah, “Liberalism”, en Rumki Basu (ed.), International Politics. Concepts, Theories and Issues, Nueva Delhi, Sage, 2012, pp. 153-169. Ojeda Gómez, Mario, Alcances y límites de la política exterior de México, México, El Colegio de México, 1984. Torres, Blanca (coord.), Interdependencia: ¿Un Enfoque útil para el Análisis de las relaciones México-Estados Unidos?, México, El Colegio de México,

1990.

REFERENCIAS

Keohane, Robert O. y Joseph S. Nye, Power and Interdependence: World Politics in Transition, Boston, Little and Brown, 1977. Naaz, Farah, “Liberalism”, en Rumki Basu (ed.), International Politics. Concepts, Theories and Issues, Nueva Delhi, Sage, 2012. Ojeda Gómez, Mario, Alcances y límites de la política exterior de México, México, El Colegio de México, 1984.

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INTRODUCCIÓN

L

a afinidad guardada entre los países anglosajones constituye uno de los casos que mejor demuestra la relevancia de la identidad en la política mundial. Por ejemplo, en octubre de 2013 y en medio del escándalo de espionaje desatado por las revelaciones de Edward Snowden, el diario El País publicó una nota titulada “Bajo la vigilancia de los cinco ojos”, donde se recordaba la existencia de una comunidad de inteligencia integrada por Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda: “los cinco pares de ojos blancos y anglófonos” que vigilan al mundo. De acuerdo con James Cox, la unión de estos países resulta “reforzada por su cultura anglosajona común, sus aceptados valores democráticos y liberales y sus intereses nacionales complementarios”.1 El hecho de que estos Estados actúen en bloque en determinados contextos, ha supuesto la existencia de una “esfera anglosajona” compuesta por pueblos de origen británico que, como señala David Haglund, “forman parte de una identidad colectiva” cuya visión es “prevalecer sobre la arena internacional”.2 Algo aún más interesante que se desprende de este grupo de países y de su interés en dominar la política mundial, es que dos de sus miembros han ejercido la hegemonía en las relaciones internacionales en los últimos siglos. Gran Bretaña y Estados Unidos han sido identificados como “potencias hegemónicas”, es decir, han recibido una etiqueta que constituye 1 Duncan Campbell, “Bajo la vigilancia de los cinco ojos”, El País, 7 de julio de 2013; James Cox, “Canada and the Five Eyes Intelligence Community”, Strategic Studies Working Group Papers, diciembre, 2012, p. 5. 2 David Haglund, “Relating to the Anglosphere: Canada, 'Culture', and the Question of Militry Intervention”, Journal of Transatlantic Studies, vol. 3, núm. 2, 2005, pp. 184 y 189.

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una identidad específica entre las naciones. Respecto a Estados Unidos se afirma que “como potencia hegemónica […] puede proveer un bien público” como la mediación en conflictos internacionales; mientras que sobre Gran Bretaña se escribe que, de acuerdo a su realidad actual, estaría “en busca de una identidad post hegemónica” tal y como apunta Immanuel Wallerstein. 3 Estos ejemplos sucintamente descritos representan una muestra de los casos que pueden ser estudiados por el constructivismo en las Relaciones Internaciones (RI). El marco analítico que aquí nos ocupa tiene como conceptos centrales a las estructuras sociales, las normas, las identidades y los intereses de los distintos actores internacionales. El objetivo del presente capítulo es brindarle al estudiante de RI una explicación concisa de la propuesta teórica constructivista, la cual se organiza en tres apartados: primero se tratará brevemente la entrada del constructivismo a las RI; en segundo término se hablará de las estructuras sociales y las normas; finalmente estudiaremos las identidades y los intereses.4

CONSTRUCTIVISMO EN LAS RI A partir de la década de los noventa el constructivismo comenzó a tomar protagonismo en la disciplina de las RI.5 Un poco antes, en 1989 Nicholas Onuf propuso llamar “constructivismo” a aquellas explicaciones que intentaban dar cuenta del mundo en construcción que se observaba con el fin de la Guerra Fría. En 1988 Robert Keohane ya había reconocido el empuje de recientes perspectivas que privilegiaban los valores, las normas y las prácticas para comprender los arreglos institucionales en la política mundial.6 Las corrientes racionalistas, neorrealismo y neoliberalismo, eran objeto de crítica por su incapacidad para anticipar la caída de la era bipolar y el conjunto de cambios sobrevenidos después de 1989 como la evidente disolución y creación de nuevos Estados, así como el surgimiento del conflicto interno como el fenómeno de guerra más frecuente en la política internacional. La consolidación del enfoque constructivista en la disciplina podría situarse de manera más precisa en dos obras: la primera, 3 Joseph S. Nye, “Estados Unidos y los bienes públicos mundiales”, El País, 23 de septiembre de 2007; Immanuel Wallerstein, “Gran Bretaña, en busca de una identidad post hegemónica”, La Jornada, 9 de junio de 2013. 4 En este capítulo presentamos el llamado “constructivismo moderado o moderno”. Existe otra vertiente clasificada como “constructivismo postestructural”, sin embargo ambas versiones son sustancialmente semejantes. 5 Arturo Santa Cruz (ed.), El Constructivismo y las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2009, p. 10. 6 Nicholas Greenwood Onuf, World of Our Making: Rules and Rule in Social Theory and International Relations, Columbia, Columbia University Press, 1989, p. X; Robert O. Keohane, “International Institutions: Two Approaches”, International Studies Quarterly, núm. 32, 1988, p. 389.

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el artículo “Seizing the Middle Ground: Constructivism in World Politics” de Emmanuel Adler, donde ubica al enfoque en el terreno medio entre el racionalismo y las perspectivas radicales; la segunda, el libro Social Theory of International Politics de Alexander Wendt, el cual formula una teoría estructural para las RI.7 Desde entonces, el constructivismo ha representado una propuesta diferente a los enfoques racionalistas para el estudio de las RI. Toma distancia del neorrealismo y del neoliberalismo debido a la distinta ontología –es decir, la definición del objeto del estudio– y epistemología –forma de acercarse al conocimiento– que emplea. En cuanto a la ontología, los enfoques racionalistas conciben una estructura material donde los Estados son actores egoístas, maximizadores de seguridad y preocupados por la distribución de capacidades materiales; mientras que los constructivistas estudian estructuras de relaciones intersubjetivas. Respecto a la epistemología, los enfoques racionalistas se ciñen a métodos exclusivamente positivistas –análisis de costo-beneficio y de teoría de juegos–; por su parte, el constructivismo, sin dejar de lado al positivismo, privilegia a la hermenéutica, esto es, a la interpretación de textos y discursos para comprender la realidad internacional.8 Pero como bien apuntó Emmanuel Adler, el constructivismo es el terreno medio en las RI, así también muestra diferencias sustanciales con la teoría crítica y el pospositivismo. A diferencia de estos, el constructivismo moderado considera estándares positivistas para observar el mundo, es decir, acepta la existencia de una realidad externa cognoscible (aunque ni objetiva ni subjetiva, sino intersubjetiva); reconoce la distinción sujeto/objeto para fines de investigación y admite que existen ideas y creencias en el mundo que pueden calificar como verdades susceptibles de ser conocidas mediante la ciencia.9 Así pues, como la definición de su objeto de estudio lo propone, en la política mundial las relaciones relevantes son las intersubjetivas y tienen lugar gracias a una dinámica compuesta por los actores y las estructuras normativas, las cuales abordaremos en el siguiente apartado.

7 Emanuel Adler, "Seizing the Middle Ground: Constructivism in World Politics", European Journal of International Relations 3, núm. 3, 1997, pp. 319-63; Alexander Wendt, Social Theory of International Politics, Cambridge, Cambridge University Press, 1999. 8 Véase Audie Klotz y Cecelia Lynch, Strategies for Research in Constructivist International Relations, Nueva York, M.E Sharpe, 2007, p. 8. 9 Véase David Dessler, “Constructivism within a positivist social science”, Review of International Studies, núm. 25, 1999, pp. 123-137.

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ESTRUCTURAS SOCIALES Y NORMAS Para el constructivismo, las estructuras sociales son la clave para estudiar las RI. De acuerdo con Alexander Wendt, las estructuras poseen tres elementos: los entendimientos intersubjetivos, los recursos materiales y las prácticas. 10 Estos tres factores pueden ser vistos como analíticamente separables pero en realidad funcionan de manera simultánea como un todo. El primero de estos tres componentes es el más relevante porque tanto el significado que posean los recursos materiales como las prácticas (interacciones) estará en función de los entendimientos intersubjetivos normativos que definan y estructuren las RI. Los entendimientos intersubjetivos son las ideas socialmente compartidas. No son la percepción subjetiva de un individuo, sino el conocimiento que un conjunto de individuos tiene en común para darle sentido a su mundo.11 Ejemplos de ello son las normas, reglas, significados, lenguajes e ideologías, las cuales, adelantemos, serán fundamentales para la construcción de identidades y, por ende, para guiar las acciones de los actores internacionales. Cuando los entendimientos intersubjetivos se vuelven estables crean órdenes sociales e instituciones cuyas normas determinarán cómo funciona una sociedad: definirán, por ejemplo, qué comportamientos, identidades e intereses son legítimos para la convivencia grupal y con ello, inevitablemente, se establecerán jerarquías y relaciones de poder.12 Los entendimientos intersubjetivos determinan el funcionamiento de una estructura social. De acuerdo con Arturo Santa Cruz, “la intersubjetividad descansa en la estabilidad que las normas proveen”.13 Para este autor, las estructuras son normativas y por lo tanto las concepciones y acciones de los actores internacionales estarán determinadas por ellas. Las normas se definen como “expectativas colectivas acerca de una conducta apropiada para una identidad dada”. Las normas operan en dos sentidos: por un lado, de manera constitutiva, es decir, creando identidad; por otro, en un sentido regulativo, manteniendo identidad. Así pues, las normas establecen expectativas sobre quién es un actor y sobre cómo se comportará de acuerdo a una identidad construida.14 10 Alexander Wendt, “Constructing International Politics”, International Security, vol. 20, núm. 1, 1995, p. 72. 11 Klotz y Lynch, op. cit., pp. 7-8; Ian Hurd, “Constructivism”, en Christian Reus-Smit y Duncan Snidal (eds.), The Oxford Handbook of International Relations, Nueva York, Oxford University Press, 2008, p. 301. 12 Klotz y Lynch, op. cit., p. 8. 13 Arturo Santa Cruz, “Constructivismo”, en Arturo Santa Cruz, Thomas Legler y Laura Zamudio (eds.), Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la Política Global, México, Oxford University Press, 2013, p. 44. 14 Ron Jepperson, Alexander Wendt y Peter J. Katzenstein, “Norms, Identity, and Culture in National Security”, en Peter J. Katzenstein (ed.), The Culture of National Security. Norms and Identity in World Politics, Nueva York, Columbia University Press, 1996, p. 14.

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La intersubjetividad le otorga sentido al segundo componente de las estructuras que apunta Wendt. El significado de los recursos materiales provendrá de la estructura de conocimiento compartido que los envuelva.15 Los objetos por sí solos no dicen nada, es preciso dotarlos de ideas. Aquí conviene traer el célebre ejemplo de Wendt, que cuestiona por qué 500 armas nucleares británicas son menos amenazantes para Estados Unidos que cinco norcoreanas. La respuesta se encuentra en los entendimientos intersubjetivos. La norma, la expectativa de conducta actual entre Estados Unidos y Gran Bretaña consiste en que sus capacidades militares no serán usadas por uno en contra del otro –como si fueron empleadas en algún momento de la historia, por ejemplo, en la guerra de 1812–, lo cual denota la variabilidad de la intersubjetividad. Respecto al tercer elemento, Wendt señala que las estructuras sociales existen porque los actores las reproducen en la práctica.16 En este sentido, si Estados Unidos y Gran Bretaña no se temen mutuamente es porque han sido aliados a lo largo de importantes interacciones en el sistema internacional –i.e. en las guerras mundiales y la Guerra Fría–. Es decir, han reproducido y hecho constantes, en la práctica, normas relacionadas con la no agresión mutua y la identificación de amenazas en común, lo cual los ha llevado a actuar en conjunto ante varios problemas como lo ejemplifica la citada comunidad de inteligencia de los cinco ojos y la guerra que Londres y Washington emprendieron en 2003 contra el régimen de Saddam Hussein. Así pues, las estructuras normativas existen si y sólo si los Estados las reproducen. La reproducción de estructuras sociales no implica que éstas sean inmutables. Las interacciones son el proceso mediante el cual se van estableciendo los entendimientos intersubjetivos. Por lo tanto, en la perspectiva constructivista el sujeto se convierte en un agente que no sólo reproduce su orden social, sino que lo va transformando, precisamente, al relacionarse con los demás. La historia de México y Estados Unidos es un caso que ayuda a ilustrar el argumento. En cierto momento, estos países experimentaron una estructura de relación sumamente conflictiva cuyo punto más álgido fue la guerra en que México perdió la mitad de su territorio. Sin embargo, el patrón de interacciones comenzó a moverse hacia uno de “convivencia de intereses en el periodo finisecular” por la afinidad de ideas liberales.17 De este modo, las identidades de los Estados en cuestión cambiaron: pasaron de ser enemigos a socios, por lo tanto su Alexander Wendt, “Constructing International Politics”, International Security, vol. 20, núm. 1, 1995, p. 73. Ibidem, pp. 73-74. 17 Octavio Herrera y Arturo Santa Cruz, Historia de las relaciones internacionales de México 1821-2010: América del Norte, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, 2011. 15 16

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interés ya no era hacer la guerra sino aprovechar sus relaciones económicas. Al cambiar su conducta y sus identidades México y Estados Unidos reconstituyeron la estructura de relación social que los determinaba. Así “la anarquía es lo que los Estados quieren que sea”.18 Por ende, los agentes y las estructuras no pueden concebirse de manera separada. Esta afirmación nos lleva a tratar uno de los temas más interesantes para el constructivismo, a saber, la constitución mutua entre agentes y estructuras.19 Las estructuras normativas determinan la conducta de los actores y éstos con sus acciones reproducen dichas normas. Citemos un ejemplo trivial: un profesor está determinado en su proceder por los entendimientos intersubjetivos que rigen una institución escolar. Se espera que asista a un salón de clases y que imparta algún conocimiento que debe dominar. Al hacerlo, el profesor está reproduciendo la estructura normativa que lo creó. Algo similar sucede en las RI. Cuando un Estado se erige como promotor del libre comercio, éste está asimilando y reproduciendo la estructura normativa internacional de apertura económica. El sistema multilateral de comercio prescribe pautas de comportamiento dirigidas a la liberalización de aranceles, la creación de tratados y el tratamiento de nación más favorecida. Los Estados ponen en práctica estas normas en sus relaciones exteriores y con ello hacen posible la existencia de esa estructura. Al influir en las acciones de un actor, las estructuras normativas afectan la identidad y los intereses. Esto sucede bajo una lógica de constitución mutua. Una de las estructuras sociales más relevantes de las RI es el orden hegemónico (ver estudio de caso). Como lo señala Christian Reus-Smit, un Estado es hegemónico cuando cumple las siguientes tres características: la superioridad material sobre los demás, el gozo de un consenso que lo legitima y la voluntad para ejercer la hegemonía al crear y promover normas dirigidas a establecer un orden favorable en las relaciones internacionales.20 Como ya se señaló, Gran Bretaña y Estados Unidos han sido los dos últimos Estados que han detentado la hegemonía. Cada uno con estructuras sociales diferentes. El primero, por ejemplo, expandiendo las prácticas comerciales liberales y el equilibrio de poder entre las naciones; mientras que el segundo, después de 1945, promoviendo un orden multilateral para la diseminación de sus valores políticos y económicos, con la intención constante de tener la identidad de única potencia hegemónica. 18 Alexander Wendt, “Anarchy is What States Make of it: the Social Construction of Power Politics”, International Organization, vol. 46, núm. 2, 1992. 19 Christian Reus-Smit, “Constructivism”, en Scott Burchill et al.(eds.), Theories of International Relations, Nueva York, Palgrave Mcmillan, 2001, pp. 212-235. 20 Christian Reus-Smit, American Power and World Order, Cambridge, Polity, 2004, pp. 7-11.

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IDENTIDAD E INTERESES Una de las principales contribuciones del constructivismo es problematizar las identidades y los intereses de los actores internacionales. Las corrientes neorrealistas y neoliberales consideran a estos conceptos como algo dado. En oposición a esto, los constructivistas afirman que las identidades y los intereses son variables socialmente construidas que dependen del contexto histórico y cultural en el que estén insertos. Aún más, las identidades y los intereses son conceptos indisociables, como Ted Hopf señala el papel que un actor desempeña en un escenario reflejará el conjunto de sus intereses y preferencias. Para Hopf, los intereses se derivan de las identidades, –en este sentido serían la variable dependiente–.21 No obstante, otros autores señalan la posibilidad de que los intereses contribuyan a formar una identidad.22 Desde nuestra perspectiva, metodológicamente conviene entender primero una identidad para comprender sus intereses asociados. A pesar de ser un concepto ampliamente utilizado en las ciencias sociales, la identidad se incorporó como una variable importante en las RI hasta la llegada del constructivismo. En nuestra disciplina el término se emplea para el estudio de actores colectivos, principalmente de los Estados-nación, aunque también ha sido una valiosa herramienta para analizar organizaciones no gubernamentales e instituciones.23 El concepto es fundamental para el enfoque que aquí nos ocupa porque genera y moldea los intereses de los distintos actores del sistema internacional. Conviene puntualizar que el constructivismo es un enfoque estatocéntrico. Por lo anterior, es más frecuente asociar el concepto de identidad al estudio de los Estados-nación. 24 Jepperson, Wendt y Katzenstein mencionan que emplean la “identidad como una etiqueta para las variadas construcciones de Estados nación”. En el mismo tenor estato-céntrico, Abdelal et al. señalan que en la política mundial “las identidades de los Estados son formadas por la constante interacción con otros Estados”.25 Estudiar una identidad implicará indagar la particular ideología y propósito que un país erige al interior de su sociedad y proyecta internacio21 Ted Hopf, “The Promise of Constructivism in International Relations Theory”, International Security, vol. 23, núm. 1, 1998, p.174; Alexander Wendt, “Anarchy is What States Make of it: the Social Construction of Power Politics”, pp. 397-398; Ted Hopf, Social Construction of International Politics. Identities & Foreign Policies, Moscow, 1955 and 1999, Ithaca, Cornell University Press, 2002, pp.16-17. 22 Santa Cruz, “Constructivismo”, p. 47. 23 Véase Margaret Keck y Kathryn Sikkink, Activists Beyond Borders: Advocacy Networks in International Politics, Ithaca, Cornell University Press, 1998, y Michael Barnett y Martha Finnermore, Rules for the World. International Organizations in Global Politics, Ithaca, Cornell University Press, 2004. 24 Jepperson, Wendt y Katzenstein, op. cit., 17 y 18. 25 Rawi Abdelal, Yoshiko M. Herrera, Alastair Iain Johnston y Rose McDermott, "Identity as a Variable", Perspectives on Politics 4, núm. 4, 2006, pp. 699.

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nalmente.26 Por lo tanto, el conocimiento de la identidad permitirá conocer los cursos de acción de un Estado y la manera en que puede afectar al sistema internacional. Aunque el constructivismo enfatiza la importancia del Estado, no ignora la pluralidad que caracteriza las relaciones internacionales. Por esta razón, una definición de identidad útil debe incluir al conjunto de actores internacionales. Así pues, la identidad se refiere a las imágenes de individualidad formadas, proyectadas y modificadas en las relaciones que, a lo largo del tiempo, un actor sostiene con sus otros significativos. Estas imágenes de singularidad serán producto de una identidad en cuya construcción intervienen los siguientes elementos: 1) los atributos propios de un sujeto, 2) la conciencia del “yo” frente al “otro”, y 3) las interacciones sociales dentro de una estructura normativa.27 Los atributos que posee un actor son fundamentales en la construcción de su identidad. Las características que contribuyen a definir las imágenes de individualidad de un actor pueden ser de índole étnica, cultural, geográfica, religiosa, política o económica. Este tipo de elementos son necesarios para definir, por citar algunos ejemplos, a un país como “árabe”, “desarrollado” o “productor de petróleo”. Siguiendo estos criterios, sería muy difícil pensar que Francia llegue a pertenecer a la Liga Árabe o que un país en vías de desarrollo como Paraguay ingresara al Grupo de los 8; o bien, que Japón cuya geografía posee crudo de manera muy limitada perteneciera a la OPEP. Como se observa, estos países no pueden aspirar a la adopción de ciertas identidades debido a la carencia de elementos intrínsecos. No obstante, conviene remarcar que las propiedades materiales están en función del significado que les sea otorgado. Por ejemplo, Francia podría apelar a su numerosa población musulmana para ingresar a la Liga Árabe, sin embargo, esto no ha sucedido o por lo menos es sumamente difícil pensarlo hoy. Así pues, cuando un Estado construye una identidad lo hace considerando sus propios atributos. Un hegemón sólo puede ser aquel Estado que cuenta con los recursos materiales para convertirse en tal. Por ejemplo, Estados Unidos tiene supremacía en áreas fundamentales: cuenta con la economía más grande del mundo y el ejército más poderoso. Estas características le otorgan ventaja sobre los demás países y son elementos imprescindibles para construir su imagen como potencia hegemónica. Por otra parte, y evocando nuevamente el caso de la comunidad de inteJepperson, Wendt y Katzenstein, op. cit., 17 y 18. Samuel Hungtinton, Who Are We? The Challenge to America's National Idenity, Nueva York, Simon & Schuster, 2004. Las interacciones para construir una identidad de un estado se dan tanto al interior de su sociedad, como en sus relaciones con otros actores internacionales significativos, véase Abdelal et al., op. cit. 26

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ligencia de los cinco ojos, se afirma que la unión del grupo se ha visto reforzada por su cultura anglosajona común que funge, también, como un factor de exclusión de aquellos que, como Alemania –incluso siendo aliados–, no gozan de la misma membresía por un criterio de orden lingüístico cultural. Como observamos, las identidades tienen límites y esto nos lleva al segundo factor que hemos elegido para explicar la construcción de la identidad. Las individuos y las colectividades definen sus identidades no sólo por su adscripción, sino también estableciendo límites con los otros. Debe existir una conciencia del “yo” frente al “otro”. 28 La identidad es un fenómeno social, por esta razón, no es posible sin la existencia de un actor referente –de alguien más–, que sea ese otro significativo indispensable para construir una identidad. Un ejemplo muy elemental sería la madre-hijo. Ambos adquieren esas identidades gracias al otro, es decir, una mujer no puede tener una identidad como madre si no tiene un hijo ni viceversa. Algo similar sucede con los Estados-nación. Como ya se apuntó, las identidades de los Estados se forman por la constante interacción que experimentan con otros Estados. Por ejemplo, en el caso de México un primer “otro significativo” en la construcción de la identidad del Estado fue España; pero conforme transcurrió el siglo XIX Estados Unidos se fue convirtiendo en el “otro significativo” de México al grado de definirlo territorialmente, y aún más, llegando a ser el referente del proyecto de nación, tanto para contener su intervención como para obtener ventajas de él. En la construcción de las identidades, el discurso que reproduce la dicotomía entre el “nosotros” y el “ellos” es fundamental. Durante la Segunda Guerra Mundial, el presidente Franklin Delano Roosevelt alentaba a su país diciendo “Debemos ser el gran arsenal de la democracia” en oposición a las dictaduras de las potencias del Eje.29 Unos años más tarde, en los albores de la Guerra Fría, Harry Truman pronunciaba ante el Congreso de Estados Unidos la doctrina que lleva su nombre. Definió la identidad de su país como de líder de los pueblos libres, afirmando que “los pueblos libres de la tierra buscan ayuda en nosotros para mantener sus libertades, si fallamos como líderes, ponemos en peligro la paz de nuestro mundo”.30 Las palabras de Truman estaban dirigidas a la contención del comunismo, usaba el concepto de “libertad” en contraposición al totaliRichard Ned Lebow, "Identity and International Relations", International Relations, vol. 22, núm. 4 , 2008. Samuel Eliot Morison, Henry Steele Commager y William E. Leuchtenberg, Breve Historia de los Estados Unidos, México, Fondo de Cultura Económica, 2013, p. 707. 30 Harry Truman citado en “NATO Expansion: Cautious at the Crossroads”, Declaraciones de la secretaria de Estado, Madeleine Albright, en la reunión ministerial extraordinaria del Consejo del Atlántico Norte, en Bruselas, Bélgica, jueves 18 de febrero de 1997, disponible en http://www.defense.gov/speeches/speech.aspx?speechid=632 28

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tarismo soviético y con ello dividía al orbe en una estructura intersubjetiva bipolar que consistía en países con identidades capitalistas y comunistas. Como parte de esta construcción social, George Kenann, consejero en la embajada estadounidense en Moscú, afirmaba en la revista Foreign Affairs que “no podría haber nunca del lado de Moscú ninguna sincera suposición de una comunidad de metas entre la Unión Soviética y las potencias consideradas capitalistas”.31De este modo, definió su concepción de fronteras con los otros en función de la creencia de que el grupo al que se pertenece posee cualidades buenas y superiores frente a los demás. El tercer componente para la construcción de la identidad lo constituyen las interacciones ocurridas en el marco de una estructura normativa –donde una identidad va siendo reconocida, rechazada o negociada–. Recordemos que las normas son fundamentales en la construcción de una identidad. En la década de los ochenta, México experimentó un cambio de identidad al transitar de una economía cerrada, guiada por un modelo de sustitución de importaciones, hacia una economía de mercado y de libre comercio. Para construir este nuevo rol internacional, a mediados de esa misma década, este país ingresó al GATT, adoptó sus normas y en la práctica redujo aranceles para impulsar las exportaciones y las importaciones. Desde entonces México ha sostenido su identidad como país abierto al libre comercio en sus relaciones exteriores. A partir de 1994 ha firmado doce tratados de libre comercio con cuarenta y cinco países y ha aumentado considerablemente su intercambio de bienes y servicios con el mundo (especialmente con Estados Unidos). Todavía más, en 2014 se encontraba en camino de consolidar otros dos acuerdos de integración económica: el Acuerdo Transpacífico y la Alianza del Pacífico. De este modo, la constancia en esta práctica es lo que ha cimentado una identidad favorable al libre comercio. Estados Unidos, por su parte, es una potencia hegemónica porque así ha construido esa identidad en la práctica. Establecer una hegemonía implica crear, promover y mantener reglas que sostengan un orden internacional y, en consecuencia, el poder del país líder. Esto hizo precisamente Washington con la construcción del orden de posguerra, creando, por ejemplo, los organismos económicos internacionales en la Conferencia de Bretton Woods y el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con la Carta de San Francisco. La identidad de Estados Unidos como hegemonía se ha reafirmado (en la práctica) mediante el reconocimiento otorgado a su facultad de veto ejercido en estos escenarios. Otra manera en que los demás países legitiman la identidad de potencia 31

Morison, Commager y Leuchtenberg, op. cit.,p. 739.

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hegemónica se observa en el respaldo dado en misiones militares autorizadas por la ONU y encabezadas por Estados Unidos, tal y como ocurrió en la Guerra del Golfo de 1991. No obstante, una identidad es variable y por lo tanto discutida, como lo demuestra el caso de la Invasión de Irak de 2003, en donde la potencia hegemónica careció del apoyo de aliados tradicionales como Canadá y Francia quienes rechazaron este tipo de liderazgo estadounidense.32 Desde entonces se ha comenzado a hablar de una crisis de la identidad de Estados Unidos como potencia hegemónica, la cual se ha observado en los periodos del presidente Barack Obama por sus titubeos para actuar en los conflictos de Siria y Ucrania. La respuesta a la pasividad estadounidense ante estos conflictos podría hallarse en el concepto de interés. Probablemente, es válido afirmar que Washington no ha estado del todo resuelto en derrocar al gobierno de Damasco porque no ha contado con suficiente respaldo internacional debido a la crisis de su identidad como potencia hegemónica. De ahí que no le interese agravar aún más el momento con una intervención militar. Con este ejemplo, se trata de demostrar que los intereses están asociados a las identidades y por lo tanto varían junto con ellas. En este punto, recordemos que los constructivistas son diferentes a los racionalistas (neorrealistas y neoliberales), ya que consideran a los intereses como variables socialmente construidas y no como un dato dado sobre el carácter del Estado. Para el neorrealismo y el neoliberalismo, los intereses de los Estados consisten en maximizar su seguridad y su bienestar. El constructivismo no rebatirá esta definición, su aportación radica, más bien, en la problematización que hace al respecto. Al definirlos como variables propone estudiarlos de acuerdo a la particularidad de cada actor internacional y de cada contexto histórico. Así, pueden observarse de manera más clara los distintos intereses entre los diferentes estados. Por ejemplo, un país de rango medio como México se propone “velar por los intereses de los mexicanos en el extranjero”; 33 mientras que la potencia hegemónica tendrá en su interés “la seguridad de Estados Unidos, la de sus aliados y socios”.34 De este modo “las identidades generan y moldean los intereses”. Los Estados, pues, no pueden decidir sus intereses hasta que sepan qué están representando y quiénes son.35 De acuerdo con Peter Katzenstein, el interés no está allí para ser descubierto sino que se construye a través de un proceso de interacción 32 José Bravo y Arturo Santa Cruz, “Hegemonía pírrica: la influencia estadounidense sobre Canadá y México en el contexto de la invasión a Iraq”, Foro Internacional 209, núm. LII, 2012. 33 Gobierno de la República, Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, México, 2013, p. 152. 34 The White House, National Security Strategy , Washington, 2010, p. 7. 35 Jepperson, Wendt y Katzenstein, op. cit., p. 60.

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social donde el rol de la identidad es fundamental.36 El interés de México de “velar por los intereses de los mexicanos en el extranjero” está relacionado con su identidad como vecino de Estados Unidos, la cual es fundamental para entender la migración hacia el norte. Estados Unidos por su parte formula un interés acorde a su identidad como potencia hegemónica que se reafirmó en la posguerra. El interés por proteger a sus aliados sólo se entiende en el periodo histórico posterior a 1945, previamente Washington se mostraba renuente como lo indican sus entradas tardías en ambas guerras mundiales. Sin embargo, el interés no cambia de forma repentina. Para estudiar su variación se debe de indagar el proceso social que lo constituyó. Por ejemplo, durante el periodo de entreguerras Estados Unidos manifestaba interés en aislarse de los asuntos mundiales como lo demostró su rechazo a formar parte de la Liga de Naciones y las leyes de neutralidad de la década de 1930. Para revertir esta tendencia el gobierno emprendió una campaña para movilizar a la opinión pública y crear un consenso y esfuerzo nacional sobre el deber de Estados Unidos para con sus aliados y “el mundo libre”. Su interés, entonces, comenzó a definirse como uno de involucramiento ineluctable en los asuntos mundiales, como se observa en su liderazgo en la construcción del orden de Naciones Unidas y posteriormente en su interés en contener al comunismo durante la Guerra Fría. Los intereses se construyen al interior de los países, aunque esto no quiere decir que se ignoren los condicionamientos externos. Insistimos en que son construcciones sociales, y por lo tanto implican la formación de entendimientos intersubjetivos entre los representantes del estado y la sociedad que los legitima. Constituyen, asimismo, una manifestación de las acciones y objetivos del estado en función del lugar que ocupa en el sistema internacional.37 En este sentido, por ejemplo, el gobierno mexicano no podría trazarse como interés nacional la defensa de la seguridad de otros países, por la razón de que no es compatible con su imagen de aislamiento de los asuntos militares internacionales y que además no cuenta con la capacidad material para hacerlo. La sociedad mexicana simplemente no legitimaría un interés de esta índole. En cambio, su vecino del norte ha hecho explícito su interés en establecer un “orden internacional liderado por Estados Unidos”.38 A fin de cuentas, se puede señalar que la definición de los intereses le otorga sentido a las políticas y acciones concretas de los estados. Si México 36 Peter Katzenstein, “Introduction: Alternative Perspectives on National Security”, en Peter Katzenstein (ed.), The Culture of National Security: Norms and Identity in World Politics, Nueva York, Columbia University Press, 1996, p. 2. 37 Jutta Weldes, “Constructing National Interests”, European Journal of International Relations, vol. 2, núm. 3, 1996, p. 280. 38 The White House, op.cit., p. 7.

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promueve la formación de la Alianza del Pacífico, es porque es congruente con su identidad como país a favor del libre comercio y define como uno de sus intereses el “refirmar el compromiso del país con el libre comercio, la movilidad de capitales y la integración productiva”.39 Por su parte, Estados Unidos, aterriza en parte, su interés en liderar el orden internacional buscando tener información privilegiada mediante el espionaje llevado a cabo por la comunidad de los cinco ojos. Con esto Washington apuntala el control que, como potencia hegemónica, busca tener. Así pues, la ejecución de las políticas y acciones cierra el proceso de la lógica constructivista. La conducta de un estado estará en función del cumplimiento de un interés, el cual estará asociado a una identidad. Asimismo, y a manera de recapitulación, para construir una identidad los actores internacionales interiorizan y modifican las normas sociales internacionales a través de las interacciones. Todo esto ocurre en una dinámica de constitución mutua entre agentes y estructuras.

CONSIDERACIONES FINALES En este capítulo se ha presentado una somera introducción al constructivismo. Como cualquier perspectiva, el enfoque aquí presentado tiene un importante límite: no aporta (porque no lo pretende) una teoría de la realidad internacional. Estrictamente hablando, el constructivismo, por ejemplo, no explica la guerra con una variable tal y como lo hace el neorrealismo con el equilibrio de poder; más bien el constructivismo investiga cómo se construye al enemigo y cómo el desequilibrio de poder fue entendido colectivamente como una amenaza. No obstante, el constructivismo puede ser útil en varios casos. Invitamos al estudiante a que recurra a él cuando desee conocer el surgimiento o modificación de normas internacionales y la conformación o transformación de la identidad de un Estado. Esto ocurrirá cuando se observe por ejemplo: transiciones de régimen, cambios en los modelos económicos, adscripción o pertenencia a distintas regiones, establecimiento de alianzas, o pasar de una relación de enemistad a amistad y viceversa. El lector atento notará que en los sucesos mencionados está implícito el fenómeno del interés del Estado, y en el mismo tenor, invitamos a utilizar el constructivismo cuando se estudien los intereses nacionales. Estas sugerencias no son exhaustivas, creemos que la creatividad de cada internacionalista es el verdadero límite en el uso de las teorías. 39

Gobierno de la República, Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, p. 152.

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Finalmente, llamamos la atención del estudiante para que vea al constructivismo como una herramienta utilizable más allá del ámbito académico. En la disciplina de las RI abundan términos que son fundamentales para nuestras relaciones personales: anarquía, balance de poder, cooperación, conflicto, dependencia, interdependencia, reciprocidad, etcétera. Los conceptos del constructivismo son igualmente valiosos para la vida de las personas, ¿cómo no considerar importante conocer las normas que definen nuestras identidades como hijos, padres de familia, estudiantes, profesionistas? El enfoque teórico presentado en este capítulo nos permite también, estar conscientes de al menos dos hechos más: uno que en tanto individuos en sociedad tenemos identidades y luchamos por lograr nuestros intereses; y dos, que nuestro andar cotidiano está determinado por un entramado de entendimientos intersubjetivos que le dan sentido a nuestra vida. Premisas básicas del constructivismo • Las estructuras relevantes de las relaciones internacionales son intersubjetivas. • Las estructuras sociales se componen de tres elementos: entendimientos intersubjetivos normativos, recursos materiales y práctica. • Las normas son fuente de la identidad de los actores. • Las identidades generan y moldean los intereses de los actores. • Los agentes y las estructuras se constituyen mutuamente. Figura XXI.1. Mapa conceptual del constructivismo Estructura social

Entendimientos intersubjetivos normativos Recursos materiales Práctica

Identidad Intereses Acción

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Estudio de caso La hegemonía de Estados Unidos como ejemplo de estructura social La hegemonía es un ejemplo de estructura social donde se establecen relaciones de poder. Un hegemón es un actor que posee la mayor capacidad material, prestigio basado en la credibilidad, así como la voluntad para ejercer liderazgo y goza de legitimidad consensuada. Del mismo modo, es capaz de coordinar y dirigir un orden social jerárquico con base en un patrón general de principios negociados que permiten la construcción de una estructura de interacción regulada por normas e instituciones internacionales. Desde 1945 la posición hegemónica de Estados Unidos se ha desarrollado con base en una relación de poder sustentada en la posesión de una capacidad material (militar y económica) mayor que la de cualquier otro país en el mundo, un prestigio basado en un credibilidad fortalecida por la práctica de algunos de sus patrones de comportamiento (derecho internacional, la libertad, la democracia y el libre comercio) respaldada por la creación y promoción de las instituciones internacionales que permiten la regulación estandarizada de ciertos principios generales de comportamiento, así como su voluntad para asumir dicha posición bajo el entendimiento de establecer un orden favorable.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Cuáles son las principales diferencias entre el constructivismo y los enfoques racionalistas? 2. ¿Cuáles son las principales diferencias entre el constructivismo, la teoría crítica y el pospositivismo? 3. ¿Cuáles son los elementos que componen una estructura social? 4. ¿Cuál de los elementos que componen una estructura social es el más importante? 5. ¿Qué es un entendimiento intersubjetivo? 6. ¿Qué es una norma? 7. ¿Qué es identidad? 8. ¿A qué se le llama interés de un actor?

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9. ¿Qué significa la constitución mutua entre agentes y estructuras? 10. De acuerdo al planteamiento constructivista, ¿cómo es concebida la anarquía?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Adler, Emanuel, “Seizing the Middle Ground: Constructivism in World Politics”, European Journal of International Relations, vol. 3, núm. 3, 1997, pp. 319-63. Hopf, Ted, “The Promise of Constructivism in International Relations Theory”. International Security, vol. 23, núm. 1, 1998, pp. 171-200. Hurd, Ian, “Constructivism”, en Christian Reus-Smit y Duncan Snidal, The Oxford Handbook of International Relations, Nueva York, Oxford University Press, 2008, pp. 298-317. Katzenstein, Peter J. (ed.), The Culture of National Security. Norms and Identity in World Politics, Nueva York, Columbia University Press, 1996. Klotz, Audie y Cecelia Lynch, Strategies for Research in Constructivist International Relations, Nueva York, M.E Sharpe, 2007. Reus-Smit, Christian, “Constructivism”, en Theories of International Relations, Londres, Palgrave, 2001, pp. 209-230. Santa Cruz, Arturo, “Constructivismo”, en Arturo Santa Cruz, Thomas Legler y Laura Zamudio, Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la Política Global, México, Oxford University Press, 2013, pp. 31-50. Santa Cruz, Arturo (ed.), El Constructivismo y las Relaciones Internacionales, México, CIDE, 2009. Wendt, Alexander, “Anarchy Is What States Make of It: The Social Construction of Power Politics”, International Organization, vol. 46, núm. 2, 1992, pp. 391-425. –––––––, “Constructing International Politics”, International Security, vol. 20, núm. 1 1995, pp. 71-81.

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TERCERA PARTE ENFOQUES Y DEBATES TEÓRICOS CONTEMPORÁNEOS

XXII. TEORÍA DE LA TRANSICIÓN DE PODER

ANA BÁRBARA MUNGARAY MOCTEZUMA

INTRODUCCIÓN

E

l colapso económico y la disolución de la Unión Soviética a principios de la década de los noventa del siglo XX generaron nuevas preguntas sobre la naturaleza del sistema internacional, las causas de las guerras y el rol que Estados Unidos y otras potencias desempeñarían en la nueva estructura internacional. La Guerra Fría dejó de estar en el centro de los argumentos sobre los conflictos en el mundo, y con el tiempo nuevas y más difusas amenazas transnacionales aparecieron, tales como el crimen internacional, la guerra contra las drogas y el terrorismo, el uso de armas químicas y biológicas y la proliferación nuclear. Estas amenazas generaron retos académicos importantes. En este plano, la teoría de la transición de poder (TTP) provee fundamentos teóricos para entender el funcionamiento del sistema internacional pero también genera implicaciones de política nacional y exterior al considerar dos ámbitos de la acción internacional: el orden internacional dado por una jerarquía de poder y el grado de satisfacción de los Estados con ese orden. El objetivo de este capítulo es presentar a los estudiantes de Relaciones Internacionales las generalidades de este enfoque teórico y su importancia como herramienta analítica para el entendimiento de los conflictos internacionales. El capítulo se divide en tres partes. La primera describe los principales conceptos teóricos que sustentan la teoría. La segunda parte explica la dinámica de la jerarquía internacional y las predicciones más importantes de la misma. Por último, la tercera parte comenta sobre sus relaciones con otras teorías de Relaciones Internacionales, y de economía política. 423

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PRINCIPALES SUPUESTOS TEÓRICOS El precursor de la TTP, A. F. K. Organsky (1958), describe al sistema internacional como una estructura jerárquica cuyo buen funcionamiento depende de las capacidades de los grandes poderes para generar las reglas y estructuras de incentivos para que las naciones coexistan en relativa cooperación. Así, el poder se ejerce por medio de la persuasión al generar incentivos o premios para los que cumplan con dichas demandas, o de la disuasión al amenazar con posibles castigos a quienes no las atiendan, ya sea a partir de los organismos internacionales, las reglas del comercio internacional o la intervención directa de un poder dominante sobre otros. Es decir, dentro de esta estructura jerárquica coexiste la cooperación y la competencia. A diferencia de las teorías realistas y liberales, cuyas definiciones de poder son unidimensionales, ya sea desde lo militar o lo económico, la TTP lo define en función de tres dimensiones: 1. 2. 3.

Tamaño de la economía; es decir, la productividad medida por el Producto Interno Bruto (PIB). Tamaño de la población, lo cual determina el potencial de trabajadores o militares. La capacidad política; esto es, la efectividad del gobierno para extraer recursos de la sociedad para alcanzar sus metas.

De tal forma, los países más poderosos serán aquellos que tengan estabilidad en sus instituciones internas, crecimiento económico y una población relativamente grande para que en un momento dado puedan responder de manera contundente y con rapidez a las amenazas del sistema internacional. Es importante mencionar que estas dimensiones o variables pueden cambiar en el corto y mediano plazo. Es decir, no son fijas. Un país puede pasar de ser un poder mediano a ser un gran poder; inclusive un gran poder puede convertirse en poder dominante si cuenta con una población muy amplia y logra crecer en su economía y capacidad política. Desde esta perspectiva, la paz o el orden en el sistema internacional dependen del grado de colaboración entre el poder dominante y las grandes potencias, de tal forma que se puedan mitigar los efectos de la anarquía. La colaboración entre los actores del sistema internacional estará en función del grado de satisfacción de los mismos con el orden internacional (statu quo) y ello depende de la afinidad entre las institu-

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ciones políticas internas de los Estados. Como ejemplo, países democráticos tenderán a hacer alianzas económicas, militares y políticas con otros países democráticos y menos alianzas con países no democráticos. El funcionamiento de la jerarquía se describe en la figura XXII.1. En la parte más alta de la jerarquía se ubica el poder dominante, quien se encarga de organizar o definir el statu quo; esto es, el conjunto de reglas, incentivos y castigos que generan los patrones de interacción económica, militar y política existentes entre los miembros del sistema internacional. Durante casi todo el siglo XX y hasta la década pasada, Estados Unidos ocupaba de manera preponderante este lugar en la jerarquía. Debajo del poder dominante se encuentra el conjunto de países conocidos como grandes poderes que normalmente tienden a ser aliados con el poder dominante por dos razones: 1) su cercanía con el poder dominante los convierte en los principales beneficiarios de su toma de decisiones, políticas y estrategias, ya que requiere de aliados para mantener el orden internacional; 2) son países que difícilmente cumplirán con el tamaño de la población requerido para convertirse en poder dominante, lo que los hace querer permanecer en ese lugar, tal es el caso de Inglaterra, Japón, Alemania, Francia, entre otros. En este grupo también se ubican algunos países que se encuentren insatisfechos con el statu quo. Estos representan la mayor amenaza para el poder dominante, ya que promueven valores y funcionan con una estructura institucional interna que contrastan con los predominantes en el sistema internacional. En términos de poder, son países que han logrado un crecimiento económico importante y cuentan con una amplia población. Normalmente su debilidad es interna, pues no logran consolidar su capacidad política, tal es el caso de China e India. En un peldaño menor de la jerarquía se encuentran los poderes medianos, que tienen problemas para consolidar su crecimiento económico y el funcionamiento de sus instituciones políticas, como es el caso de la mayoría de los países de América Latina. En el último de los peldaños de la jerarquía, se ubican los poderes menores, los cuales se caracterizan por ser países pobres o países con severos conflictos internos. Entre menos poder tengan los países, más insatisfechos con el statu quo se encontrarán.

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Figura XXII.1. Estructura de la jerarquía global según la TTP

Poder dominante Poderes grandes

Poderes medianos

Poderes menores

Fuente: Fuente: Tammen, Ronald, Jacek Kugler, Douglas Lemke, Carole Alsharabati, Briand Efird y A.F.K. Organski, Power Transitions; Strategies for the 21 Century, Nueva York, Chatham House Publisher, 2000, p. 10.

Conceptos clave: poder, jerarquía, satisfacción e insatisfacción con el statu quo. Esta estructura de la jerarquía se replica a nivel regional. De tal forma, los poderes dominantes en las regiones que son grandes poderes en la jerarquía global se encargan de promover los valores y estructura de reglas establecidos por el poder dominante en la estructura global. La teoría de la TP se construye a partir de dos variables: la distribución del poder y el grado de satisfacción con el orden internacional. La distribución del poder permite identificar jerarquías regionales y globales de actores estatales: un poder dominante que organiza y representa los valores e intereses en las relaciones entre las grandes potencias y otros Estados. La satisfacción con ese orden internacional es fundamental para comprender su estabilidad, y menos adeptos a ese orden se encontrarán entre menos poder se tenga.

DINÁMICA Y CONFLICTO EN EL SISTEMA INTERNACIONAL Como se mencionó anteriormente, el poder de los países y su lugar en la jerarquía pueden cambiar si logran incrementar su poder a partir del

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crecimiento económico y mejoran su capacidad política. Estos posibles cambios son los que pueden generar tensiones o conflictos en el sistema internacional, dependiendo del grado de satisfacción que estos países tengan con el orden internacional. A diferencia de las predicciones realistas en torno a la balanza de poder, la TTP explica que en los periodos de “paridad de poder”, es decir, cuando dos Estados concentran la misma cantidad de poder relativo, se incrementa la probabilidad de conflicto entre ellos. La figura XXII.2 muestra cómo el periodo de paridad es el de mayor tensión entre los países. Esta tensión terminará en conflicto si el país que reta o que incrementa su poder se encuentra insatisfecho con el statu quo o terminará en cambio pacífico el liderazgo de la jerarquía cuando el país que incrementa su poder se encuentra integrado a la dinámica impuesta por el anterior líder en el sistema internacional. Figura XXII.2. Dinámica del conflicto o integración en la paridad

Fuente: Kugler, Jacek y Frank C. Zagare, “The long term stability of deterrence”, International Interactions 15, 1989, pp. 255-278.

El ejemplo más significativo de la situación de integración en el cambio de liderazgo es el caso de Inglaterra y Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial. Una de las fortalezas de esta teoría es que al tener la capacidad de predecir el crecimiento de poder de los países se pueden realizar políticas de integración entre ellos, para que en el momento que un país retador supere al país dominante se aminoren las posibilidades de conflicto. En una relación bipartita entre países que cuentan con relativamente el mismo poder, la cooperación entre actores del sistema internacional

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tenderá a funcionar como se explica en el cuadro XXII.1. Los países que se encuentran satisfechos con el estado de las cosas en el sistema internacional establecerán cooperaciones de largo plazo, alianzas duraderas tanto en el ámbito militar como en el ámbito económico y aunque pueden presentar disputas o competencia entre ellos contarán con mecanismos institucionales para resolverlas sin romper la relación de mutua conveniencia que los une. Por otro lado, dos países insatisfechos con el estado de las cosas a nivel internacional también podrán cooperar en una colusión contra el sistema. Sin embargo, la teoría predice que esta cooperación tenderá a ser de corto plazo puesto que las tensiones internas, las crisis políticas y las revueltas sociales en estos países suelen ser altas. Por ello, los gobiernos se concentran en contener sus problemas internos antes de gastar sus recursos en cambiar el orden internacional. Cuadro XXII.1. Resultados de la relación entre Estados en paridad de poder dado su grado de satisfacción con el statu quo

Colusión contra el statu quo Asociaciones de corta duración

Fuente: Elaboración propia.

La relación entre un país satisfecho con el statu quo y un país insatisfecho tiende a ser conflictiva o de no cooperación. Es decir, independientemente del lugar que ocupan en la jerarquía estos países, la probabilidad de una guerra entre ellos incrementa. La diferencia entre una relación de conflicto entre países poderosos y países menos poderosos se refleja en el tipo de guerra y la duración de la misma. Como ejemplo, un conflicto entre países poderosos que disponen de armas tecnológicamente avanzadas será de alto impacto y corta duración. Una guerra entre países no poderosos con armas convencionales será de bajo impacto y larga dura-

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ción. Si hay una situación de no cooperación entre países no satisfechos con el estado de las cosas a nivel internacional, la teoría predice una escalada bélica entre los mismos, aunque es poco probable que este tipo de situaciones se presenten. La TTP difiere de los supuestos fundamentales de las teorías estructurales, realistas y liberales, que asumen a los Estados como actores unitarios del sistema internacional al “abrir las cajas negras”; es decir, darle importancia a la dinámica política y económica interna de los países.

COMENTARIOS FINALES La TTP es una teoría con un amplio potencial explicativo para las guerras de alto y bajo impacto pero también para la integración entre países. La complejidad en la construcción de su concepto de poder la relaciona con teorías importantes de otras disciplinas como la economía y la ciencia política. Para entender el crecimiento de poder de los países y su rol en el mundo, es necesario comprender los modelos de crecimiento endógeno de las economías y su relación con la democracia, las instituciones políticas, la formación de capital social, la construcción de las políticas nacionales y la política exterior. Esta visión implica que los países no están determinados a ocupar siempre un mismo lugar en el mundo. Ellos pueden mejorar su posición en el sistema internacional y los cambios en la estructura global no necesariamente devienen de las guerras. Cuadro resumen. Teoría de la transición de poder

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Estudio de caso 1 Venezuela El poder es un concepto profundamente discutido en la ciencia política y las Relaciones Internacionales. Sin él, la comprensión del orden internacional sería imposible, pero también es cierto que es una variable difícil de medir. Lo observamos en las capacidades militares, en la capacidad política, la relación entre la población y el tamaño de la economía, o bien en la capacidad para limitar los resultados de las interacciones internacionales. Pero ¿cómo es posible identificar una variable como el “grado de satisfacción” con el orden internacional? El caso de Venezuela y su política internacional de los últimos años podría ilustrar un caso de insatisfacción con ese orden. En 2006, Hugo Chávez, entonces presidente venezolano, ofreció un discurso en la Asamblea General de la ONU en donde llamó al gobierno de George W. Bush la tiranía del mundo y realizó una demanda para el fortalecimiento del sistema multilateral, ampliamente debilitado por la incursión de Estados Unidos en Irak desde 2003. En otro contexto, en 2012, el gobierno de Hugo Chávez denunció a la Convención Americana de Derechos Humanos, e incluyó críticas en las que calificaba a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y a la Corte Interamericana de Derechos Humanos como instrumentos de influencia de Estados Unidos para afectar a los gobiernos progresistas latinoamericanos. Ambos casos ilustran una insatisfacción con el orden y las preferencias políticas hacia el país dominante, Estados Unidos, mismas que han sido acompañadas de una política exterior que busca reafirmar las relaciones con otras naciones que en diversos ámbitos se oponen a la primacía de Estados Unidos, como Rusia e Irán. De acuerdo con la teoría de la transición de poder, a pesar de la relativamente poca satisfacción venezolana con el orden internacional, en este contexto la disparidad de poder es tal –evidente en las capacidades militares o el diferencial que provocan las armas nucleares–, que la posibilidad de un enfrentamiento militar con el poder dominantes es casi nula. Por otro lado, es más interesante reflexionar sobre las posibilidades de cooperación e integración entre ambos actores, a partir de estas variables. El resultado es similar a la probabilidad de conflicto. Mientras se conserven las diferencias respecto al orden internacional y las preferencias tan dispares, las posibilidades de acercamiento y cooperación estable permanecerán bajas. Además, es probable que Venezuela continúe fortaleciendo su visión multilateral del orden internacional con aquellos que en mayor o menor medida se oponen a la influencia de Estados Unidos.

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Estudio de caso 2 China Para la teoría de la transición de poder, la condición de paridad, el momento en que una gran potencia se acerca al poder del Estado dominante, es una situación límite que podría implicar una mayor probabilidad de conflicto si coincide con una situación de insatisfacción con el orden internacional sostenido por el poder dominante. En la historia de las relaciones internacionales es posible identificar diversos momentos de transición de poder en la escala regional o global, y que derivaron en condiciones de conflicto armado entre los Estados, mientras que en otras situaciones no surgió la disputa. Los casos de Francia y Alemania en la Primera Guerra Mundial o de Estados Unidos y Gran Bretaña al inicio del siglo XX figuran entre las transiciones conflictiva y pacífica, respectivamente. Desde la década de 1980, el crecimiento económico de la República Popular China ha atraído la atención de los estudiosos de la economía política internacional. Su población, que ha experimentado cambios socioeconómicos como el crecimiento de la clase media, y el fortalecimiento de su capacidad política legitimada por la prosperidad económica, permiten observarlo como una potencia emergente. En círculos internacionales se le observa como una potencia internacional, con cada vez más influencia e intereses en diferentes regiones del mundo como África, Medio Oriente o el Sudeste Asiático, aparejado con un mayor consumo de recursos naturales estratégicos, competencia por influencia económica y una mayor asertividad geopolítica (disputa por territorio en mar del Sur con Filipinas o Japón, por ejemplo). ¿Cuál es el significado del ascenso de China para el orden internacional liberal liderado por Estados Unidos? La escuela realista tradicional, por ejemplo, esperaría conflicto en diversas escalas, incrementado por la competencia en seguridad e influencia global exacerbado por la caída de Estados Unidos y el temor ante la incertidumbre en un sistema anárquico. Para la teoría de la transición, la respuesta reside en el grado de satisfacción con el orden internacional. De acuerdo con diversas estimaciones, China se convertirá en una gran potencia a lo largo del siglo XXI; en palabras de la teoría de la transición de poder, alcanzará la paridad con Estados Unidos. Sin embargo, hasta ahora no es posible asegurar si está cerca una era de conflicto y competencia entre grandes potencias. Por un lado, si bien el gobierno chino ha señalado preocupaciones por la influencia militar de Estados Unidos en Asia del Este, o se ha enfrentado diplomáticamente con ellos por casos de espionaje o de derechos humanos, es notable que el crecimiento económico de China y su ascenso global se deben en gran medida a su adopción del orden liberal. Éste es un contexto de ambigüedad respecto al grado de satisfacción de China con el orden internacional, sin embargo, la interdependencia económica y el peso de Estados Unidos y Europa en la capacidad tecnológica de su sistema

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Estudio de caso 2 China (continuación) económico permiten sostener que China abrazaría el orden internacional en gran medida. Si la cercanía con el orden liberal continúa siendo vital para el sistema económico chino, la posibilidad de conflicto entre estas grandes potencias resulta poco probable.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Qué dinámicas del sistema internacional busca explicar esta teoría? 2. ¿Bajo qué contexto histórico surge la teoría de la transición de poder? 3. ¿Cuáles son las principales debilidades y fortalezas que tiene la teoría de la transición de poder como herramienta explicativa de la realidad internacional? 4. Menciona los supuestos teóricos de la teoría de la transición de poder. 5. Explique cómo se construye el concepto de poder en esta teoría y sus diferencias con las teorías realista y liberal. 6. ¿Qué significa que el sistema internacional es jerárquico? 7. Desde la perspectiva de la transición de poder, ¿qué se puede hacer para evitar los conflictos a nivel internacional?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Efird, Brian, Jacek Kugler y Gaspare Genna, “From War to Integration: A Generalized Power Transition Dynamic”, International Interactions, vol. 29, núm. 4, 2003, pp 293- 313. Lemke, Douglas y Susanne Werner, “Power Parity, Commitment to Change, and War”, International Studies Quarterly, vol. 40, núm. 2, 1996, pp. 235-260. Organski, A. F. K., World Politics, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1958.

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Organski, A. F. K. y Jacek Kugler, The War Ledger, Chicago, University of Chicago Press, 1980. Tammen, Ronald, Jacek Kugler, Douglas Lemke, Carole Alsharabati, Briand Efird y A.F.K. Organski, Power Transitions; Strategies for the st 21 Century, Nueva York, Chatham House Publisher, 2000.

REFERENCIAS Kugler, Jacek y Frank C. Zagare, “The long term stability of deterrence”, International Interactions 15, 1989, pp. 255-278. Organski, A. F. K., World Politics, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1958. Tammen, Ronald, Jacek Kugler, Douglas Lemke, Carole Alsharabati, Briand Efird y A.F.K. Organski, Power Transitions; Strategies for the 21 Century, Nueva York, Chatham House Publisher, 2000.

XXIII. EL NUEVO INSTITUCIONALISMO EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES LAURA ZAMUDIO GONZÁLEZ JORGE ENRIQUE CULEBRO MORENO

INTRODUCCIÓN

¿

Qué tanto importan las instituciones en la explicación del comportamiento político individual y/o colectivo?, ¿qué tan relevantes son para explicar procesos de toma de decisiones y para encauzar la acción?, ¿son capaces de redefinir intereses y preferencias? Si bien la respuesta a estas preguntas puede ser muy diversa y deriva de la aproximación teórica que adoptemos, para quienes se adhieren al llamado nuevo institucionalismo la respuesta es que las instituciones no sólo importan, sino que ellas son decisivas en la explicación del comportamiento político y en la definición de preferencias. Para una gran parte de los enfoques nuevo institucionalistas, 1 los individuos existen en relación con otros, al tiempo que se mueven y se ven afectados por reglas, normas, incentivos, tradiciones, rutinas y, en suma, por toda una serie de restricciones ideadas por el hombre para moldear su interacción.2 Esto significa que, estando inmersos en estos contextos institucionales, los individuos toman decisiones, definen estrategias de acción, diseñan políticas e incluso reformulan sus intereses e identidades al conferir sentido a sus acciones. Sea porque las instituciones logran definirse como estructuras cognitivas de interpretación de la acción individual y colectiva e impactan en la convergencia de valores (como sostienen las versiones sociológica o normativa del nuevo institucionalismo), o porque, mediante 1 No existe una versión homogénea del nuevo institucionalismo. Se hace referencia al nuevo institucionalismo histórico (NIH), sociológico (NIS), normativo (NIN), económico (NIE), de elección racional (NIER) e incluso internacional (NII). De manera que existen tantos enfoques institucionales como ciencias, disciplinas e incluso híbridos teóricoconceptuales. Guy Peters, El Nuevo Institucionalismo. Teoría Institucional en Ciencia Política, Barcelona, Gedisa, 1999. 2 Douglas North, Institutions, Institutional Change, and Economic Performance, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, p. 3.

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incentivos, inducen a una racionalidad colectiva a partir de actores egoístas que buscan la maximización del beneficio individual (como sostienen las versiones económica y de elección racional), en el fondo, el punto de partida de todos estos acercamientos es el mismo, a saber, que las instituciones importan y, en su interacción, decididamente afectan el comportamiento. Trasladar este planteamiento a la disciplina de las Relaciones Internacionales y preguntarnos si las instituciones, en general, son determinantes para explicar las decisiones que toman los Estados sobre su política exterior y más aún, si ellas generan algún tipo de restricción en sus conductas o en la formulación de sus intereses para crear un orden supranacional o mundial, parece algo excesivo para una disciplina que gravita en torno al paradigma estadocéntrico y que, por lo tanto, entiende que los Estados son los únicos actores verdaderos con autoridad y agencia en el escenario internacional. Para la escuela realista, que goza todavía de gran importancia dentro de la disciplina, el comportamiento estatal se explica más por la combinación y disposición de recursos materiales nacionales, el grado de poder relativo de los Estados y el sentido de inseguridad o amenaza al mismo, que por restricciones, significados cognitivos o posibles beneficios derivados de la existencia de reglas. Por sobre las reglas y las normas están la distribución del poder, los intereses nacionales de actores poderosos y las estrategias de maximización o la búsqueda perenne de seguridad del Estado como actor individual.3 Ello no quiere decir, por supuesto, que las instituciones sean ajenas a la disciplina. Existe, por el contrario, una fuerte tradición intelectual de institucionalismo formal, contractualismo y funcionalismo en torno a los cuales se acepta la existencia de organizaciones e instituciones formales dotadas de recursos y mandatos orientados al cumplimiento de tareas previamente asignadas por los Estados. Como se analizó en el capítulo seis, aproximaciones más recientes, como el neoliberalismo institucional, aceptan también que los Estados recurren a instituciones para resolver problemas de acción colectiva, alentar cooperación, reducir costos de transacción, asimetrías de información y oportunismo. 4 La teoría del régimen o de los regímenes advierte sobre la existencia de principios, reglas, normas y procedimientos de toma de decisiones en torno a los cuales convergen las expectativas de los actores sobre temas específicos,5 dando cuenta así de una dimensión institucionalizada de la política internacional caracterizada por un creciente número de “reglas del juego”.6 3 Kenneth Waltz, Theory of International Politics, Massachusetts, Addison-Wesley, 1979; Robert Gilping, War and Change in International Politics, Cambridge, Cambridge University Press, 1981. 4 Robert Keohane y Joseph Nye, Power and Interdependence. World Politics in Transition, Boston, Little Brown, 1977. 5 Stephen Krasner, International Regimes, Ithaca, Cornell Univesity Press, 1983, p. 2. 6 Douglass North, op.cit., p. 3.

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Las instituciones existen entonces en la arena internacional. Pero ¿qué tan cerca estamos en la disciplina de Relaciones Internacionales de aceptar que esas instituciones y reglas del juego, diseñadas y acordadas por los Estados, una vez puestas en marcha habrán de impactar y definir, al menos en parte, sus intereses, preferencias y valores?, o puesto de otra manera, ¿qué tanto puede explicarnos la realidad internacional una aproximación nuevo institucionalista? El objetivo general de este capítulo es reflexionar sobre estas interrogantes y a partir del análisis de los supuestos básicos del nuevo institucionalismo de manera específica, intentar una mínima respuesta. Inclusive, reflexionar si la teoría de los regímenes constituye, como sostiene Peters, la versión institucional más próxima a esta escuela o si, por el momento, estamos adoptando y adaptando los análisis nuevo institucionalistas existentes en las ciencias sociales para explicar fenómenos internacionales en diferentes niveles de análisis,7 ya sea desde una visión contraria al conductismo,8 o bien como una versión diferente a los enfoques estructuralistas. 9 En este sentido, y tomando en cuenta la creciente importancia que van adquiriendo los enfoques institucionales para analizar diversos fenómenos internacionales, no se trata de un texto propiamente de teorías de RI, sino de un texto que pretende establecer un diálogo y un puente entre las relaciones internacionales y el nuevo institucionalismo.10

EL NUEVO INSTITUCIONALISMO EN LAS CIENCIAS SOCIALES El llamado nuevo institucionalismo no es una corriente de pensamiento homogénea y hasta podría catalogarse como una moda en las ciencias sociales, pues contempla una versión histórica, económica, sociológica, de elección racional y, para algunos autores, internacional. Cada versión define de manera distinta lo que es una institución, las razones de su existencia, su utilidad, las posibilidades de diseño y el impacto de las mismas en la reformulación de preferencias e intereses, así como un mayor o menor grado de individualismo metodológico. Sin embargo, como Walter Powell y Paul J. Dimaggio, El Nuevo Institucionalismo en el análisis organizacional, México, FCE,1991. Uno de los postulados más importantes del conductismo se encuentra en generar explicaciones acerca de los fenómenos individuales y colectivos a partir del comportamientos observables. Alexander Rosenberg, Philosophy of Social Science, Nueva York, Westview Press, 1995. 9 Robert Merton, “Applications of Option-Pricing Theory: Twenty-Five Years Later”, American Economic Review, American Economic Association, vol. 88, núm. 3, 1998, pp. 323-349. 10 Por ejemplo, un texto sobre el institucionalismo en las relaciones internacionales: Jeffrey Checkel, International Institutions and socialization in Europe, New Haven, Yale University Press, 2007. 7 8

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recurso didáctico, se puede establecer que todas estas aproximaciones comparten en lo general tres postulados básicos: 1) aceptan que existe un marco de relaciones y regulaciones que afecta decididamente el comportamiento de los individuos; 2) que, en ciertas circunstancias, los comportamientos así establecidos, se vuelven repetitivos y relativamente estables en el tiempo, convirtiéndose en motivaciones casi automáticas y normalizadas de la acción individual; y, 3) al hacerse estables se convierten en patrones, por lo que cambiarlos o modificarlos no es un proceso fácil y en ocasiones ni los propios actores pueden dirigirlos (véase el cuadro XXIII.1). Contrario a lo que proponía el conductismo, y con variaciones importantes entre sí, los nuevo institucionalistas se alejan en lo general del individualismo metodológico extremo al establecer que los individuos no existen aislados, sino antes bien, insertos en contextos que los afectan e influyen constantemente y a veces de manera contradictoria. Los individuos escogen sí, pero en un marco complejo de influencias donde las motivaciones de un mismo individuo pueden cambiar en la medida en que una decisión sea tomada por ejemplo, en el seno de una iglesia o de un partido político. La institucionalización es un proceso lento y dinámico, pero una vez establecido puede ser muy difícil de modificar. Por esto es importante el tema del diseño y del cambio institucional. Con variaciones considerables, los nuevo institucionalistas reconocen que las conductas repetidas –institucionalizadas– generan “patrones de dependencia”, lo cual reduce las posiCuadro XXIII.1. Premisas principales de los nuevos institucionalistas 1. Los esquemas de relación y regulación afectan el comportamiento de los actores. Los individuos no solamente toman decisiones con base en sus preferencias o en un cálculo costo-beneficio, sino que también se encuentran influenciados y restringidos por sistemas de reglas, normas, incentivos, rutinas, etc. 2. Los comportamientos de los actores en su relación, se repiten en el tiempo y terminan institucionalizándose. 3. Aunque se acepta la posibilidad de diseñar paquetes de incentivos, costos, regulaciones, normas, etc., para inducir nuevas conductas, ello no garantiza el cambio de comportamientos, pues ello no es automático. Fuente: Elaboración de los autores.

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bilidades reales de cambio en función de las combinaciones posibles de incentivos, costos y regulaciones. Dicho esto, cabe recordar que existen algunos institucionalistas, cercanos al pensamiento económico, donde la apuesta por el diseño de paquetes de “buenas reglas”, que cambian automáticamente las instituciones previamente establecidas es muy alta. Entonces, como se puede observar, fuera de las premisas básicas que más o menos comparten, los nuevos institucionalismos son muy distintos. Ontológicamente se puede trazar una línea de clara diferenciación y clasificarlos en torno a dos grandes grupos: aquellos en donde predomina una forma de pensar instrumental y racional acerca del comportamiento y las decisiones de los actores –generalmente asociada a lo que se conoce como la lógica de las consecuencias–,11 y aquellos en donde se observa una orientación más sociológica y una manera de pensar desde las perspectivas culturales en las cuales el papel que desempeña la intersubjetividad en la explicación de la acción humana es fundamental 12 (véase figura XXIII.1). Figura XXIII.1.

Fuente: Elaboración de los autores.

11 James March y Johann Olsen, “The New Institutionalism: Organizational Factors in Political Life”, op. cit.; James March y Johann Olsen, Rediscovering Institutions, op. cit. 12 Idem.

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En el primer grupo, donde se inscriben el NIE y el institucionalismo de elección racional, 13 se observa un origen en teorías que privilegian el comportamiento individual de los actores tales como la elección pública, el agente-principal, costos de transacción, etc., en donde las instituciones surgen y operan para solucionar problemas relativos a la acción colectiva y la cooperación. El comportamiento individual se orienta a objetivos y cálculos sobre las consecuencias (lógica de las consecuencias, LOC).14Para estos enfoques el individuo –egoísta y maximizador– es el eslabón principal, pero identifican que se pueden alcanzar beneficios y resultados quizás más efectivos si colabora con otros, en la medida en que haya estructuras de incentivos que así lo permitan e incrementen las probabilidades de obtener lo que desea, sin crear un dilema de acción colectiva. Para estas perspectivas, el diseño de las instituciones es una pieza nodal y se parte de la idea de que las posibles combinaciones de reglas, incentivos, costos, son casi infinitas, de suerte que el cambio puede serlo también. Si un conjunto de instituciones no logra los resultados esperados, lo que procede es el cambio de esquema de relaciones e incentivos. El cambio se explica como resultado de las decisiones que hacen los actores a partir de ciertos cálculos. Estas reformas pueden ser causales o diseñadas por algunos actores “privilegiados”. Para el segundo grupo de teorías –donde están el NIN, el NIH y el NIS–, se advierte el desarrollo de instituciones de carácter cognitivo, que proveen significado a las relaciones sociales, normativas relacionadas con los valores que crean expectativas de lo que es socialmente deseable, y regulativas que gobiernan y limitan el comportamiento de las personas.15 Se manifiesta una relación más estrecha con el contexto a partir de una definición de identidad de los actores bajo una lógica de lo apropiado (LOA), que en esencia confiere significado a las acciones de los actores. Estas posturas rechazan abiertamente el individualismo metodológico y enfatizan el papel que asumen los valores, las normas y las rutinas en la formación de intereses, identidades y conductas, pero precisamente por esta endogenización de los valores, reconocen que el cambio institucional y el diseño de instituciones son complejos y problemáticos. Los procesos de institucionalización generan patrones o tendencias que no cambian de manera automática y en donde el diseño mismo, deviene 13 Para una versión NI de corte escandinavo, pueden verse los trabajos de Barbara Czarniawska, The Tales of Institutional Entrepreneurs, Estocolmo, Gothenburg Research Institute, 2003; Nils Brunsson y Johann Olsen (eds.), Organizing organizations, Bergen-Sandviken, Noruega, Fagbokförlaget, 1998, y The reforming organization, Londres y Nueva York, Routledge, 1993. 14 Daniel Little, Varieties of Social Explanation: An Introduction to the Philosophy of Social Science, Nueva York, Westview Press, 1991. 15 Richard Scott, Institutions and Organizations, Thousand Oaks, Sage Publications, 2001; James March y Johann Olsen, op. cit.; James March y Johann Olsen, Rediscovering Institutions, op. cit.

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limitado. Para el NIN, contrario a una lógica instrumental, el cambio aparece cuando existe una discrepancia entre los ideales normativos de una organización con lo que sucede en la práctica.16 En el NIH, las instituciones surgen y se establecen en periodos formativos, en los que se comparten un conjunto de valores y no es sino a partir de coyunturas críticas que ocurren los cambios. Finalmente, para el NIS el cambio surge a partir de una relación muy estrecha con el ambiente a través de procesos de difusión y del llamado isomorfismo ya sea coercitivo, mimético o normativo 17 (véase cuadro XXIII.2). Cuadro XXIII.2. Debates al interior de los nuevos institucionalismos

Se diseñan desde arriba

Finalmente, antes de cerrar este apartado, conviene aclarar la diferencia entre lo que es una institución y lo que es una organización, pues suelen usarse como sinónimos. Sobre la diferencia entre ambas, la gran mayoría de los enfoques coinciden en que existe una trayectoria o periodo en el tiempo a través del cual una organización se convierte en una institución y no viceversa. Desde una perspectiva instrumental,18 la organización es un medio para alcanzar algunos fines previamente definidos. Las primeras Guy Peters y John Pierre, “Institutions and Time: Problems of Conceptualization and Explanation”, op. cit. Paul DiMaggio y Walter W. Powell, op. cit. 18 Tom Christensen, Per Lægreid, Paul Roness, Arne Røvik, Organization Theory and the Public Sector. Instrument, Culture and Myth, Nueva York, Routledge, 2007. 16 17

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ideas provienen del trabajo seminal de Selsznick 19 que sugiere que una organización se vuelve una institución cuando ha pasado por un proceso mediante el cual ha adquirido e internalizado los valores propios de dicha organización. Es decir, que el valor de la organización va más allá de la eficiencia y los requerimientos técnicos, adquiriendo de esta manera un alto grado de legitimidad. Esta institucionalización puede operar en dos vías, de manera vertical y horizontal: 20 primero de manera vertical como el proceso por el cual las normas y los valores se comparten; y la horizontal se refiere a los mecanismos de integración de la organización y los distintos acoplamientos entre las unidades. Mientras que Hodgson señala que las instituciones se vuelven organizaciones especiales cuando cumplen tres condiciones: 1) criterios para establecer sus linderos y para distinguir a sus miembros de los no miembros; 2) principios de soberanía en lo que se refiere a quién está al mando de qué; y, 3) cadenas de mando que delinean responsabilidades dentro de la organización.21

EL NUEVO INSTITUCIONALISMO EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES El nuevo institucionalismo ha permeado, de alguna manera, en todas las disciplinas sociales y las Relaciones Internacionales no son la excepción. Algunas aproximaciones cognitivistas y racionalistas dentro de la disciplina aceptan la existencia de relaciones estructuradas, continuadas y fuertemente reguladas (Keohane, Nye, Oye, Kratochwil, Ruggie, Cox, Hasenclever, Mayer Rittberger), y comparten también los abordajes y supuestos del análisis nuevo institucional que se ha desarrollado en otras ciencias sociales. Sin embargo, tomando en consideración la heterogeneidad propia del NI, es difícil pensar que la teoría del régimen o de los regímenes es el NI de las RI.22 Si bien es cierto que esta teoría ofrece una explicación distintiva del comportamiento político, centrada en la existencia de regímenes, entendidos como “principios, normas, reglas y procedimientos para la toma de decisiones, implícitos o explícitos, en los cuales convergen las expectativas de los actores en un área dada de la política internacional”,23 Philip Selznick, Leadership in Administration, Nueva York, Harper & Row, 1957. Arjen Boin y Tom Christensen, “The Development of Public Institutions- Reconsidering the Role of Leadership”, Administration and Society, núm. 40, vol. 3, 2008, pp. 271- 97. 21 Geoffrey Hogdson, “What are Institutions?”, Journal of Economic Issues, vol. XL, núm.1, marzo, 2006, pp. 1-25. 22 Guy Peters, El Nuevo Institucionalismo, op. cit., p. 192. 23 Stephen Krasner, International Regimes, op. cit., p. 2. 19

20 Krasner, 1988, citado por

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en realidad no constituye una perspectiva homogénea,24 como sucede también con el propio nuevo institucionalismo.25 De conformidad con Barkin, existen dos interpretaciones importantes: la versión racional (que se identifica con el institucionalismo neoliberal de Robert Keohane) y la cognitiva o constructivista (donde se pueden ubicar a Alexander Wendt, Friedrich Kratochwil, John Gerard Ruggie y Robert Cox, entre otros).26 Para el institucionalismo neoliberal, encabezado por Keohane, los regímenes se reducen a reglas explícitas o contratos aceptados por los Estados, concretamente, “instituciones con reglas específicas, acordadas entre los gobiernos, referentes a conjuntos específicos de temas de la política internacional”.27 Su función es ayudar a reconocer intereses comunes y a coordinar el comportamiento de Estados interesados, egoístas y maximizadores, para quienes resulta difícil cooperar. La existencia de contratos, reglas, acuerdos y mecanismos de vigilancia aceptados y durables, apuesta a reducir la incertidumbre contextual y hacer más racional el hecho de cooperar.28 Las visiones racionalistas asumen que los Estados son autointeresados, buscan objetivos y decisiones guiadas por una racionalidad instrumental, por lo que la existencia de instituciones y acuerdos regulados tiene la ventaja de reducir los costos de transacción, las asimetrías de información y las posibilidades de ser engañado, todo lo cual es visto como problema de acción colectiva o falla de mercado, pero ello no necesariamente significa que se afecten intereses o valores, pues los regímenes “solamente alteran los incentivos de la acción (y) cambian el cálculo de ventajas que hacen los gobiernos”.29 Por otro lado, la versión cognitivista o constructivista de los regímenes parte de la idea crítica de que la racionalidad individual requiere socialización.30 “El comportamiento del Estado presupone estructuras normativas que no pueden ser explicadas desde el punto de vista del actor racional. Las instituciones sociales y las prácticas son la condición de posibilidad de la elección individual y sin ellas el pensamiento racional sería imposible”.31 24 Samuel Barkin, International Organization, Theories and Institutions, Nueva York, Palgrave, 2006; Andreas Hasenclever, Peter Mayer y Volker Rittberger, Theories of International Regimes, Inglaterra, Cambridge University Press, 1997. 25 No obstante, una de la aproximaciones del NI puede encontrarse en la llamada corriente constructivista de las RI, en los trabajos de Finnemore y Checkel, entre otros. 26 Para Hasenclever, Meyer y Rittberger la teoría de los regímenes acepta tres versiones: las aproximaciones basadas en el poder, en el interés y en el conocimiento. 27 Robert Keohane, “Neoliberal Institutionalism: A perspective on World Politics”, en Robert Keohane, International Institutions and State Power: Essays in International Relations Theory, Boulder, Co., Westwiew Press, 1989, p. 4. 28 Robert Keohane, After Hegemony: Cooperation and Discord in the World Political Economy, Princeton, Princeton University Press, 1984, p. 97. 29 Ibidem, pp. 26 y 32. 30 Andreas Hasenclever, Peter Mayer y Volker Rittberger, op. cit, p. 155. 31 Ibidem, p. 158.

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Para estas escuelas, antes de tomar una decisión o curso de acción, los actores se preguntan ¿qué situación es ésta?, ¿cuál es mi rol en esta situación?, ¿qué tan apropiadas son las instituciones para mí (como ocupante de este rol) en esta situación? 32 “Los regímenes pueden ser conceptualizados como entendimientos de principios compartidos, de formas aceptables y deseables de comportamiento social”,33 más como prácticas constitutivas que como esquemas de comportamientos regulados con una dimensión regulativa y una constitutiva, de suerte que, por una parte operan como imperativos requiriendo a los Estados comportarse de acuerdo a principios, normas y reglas y por otra, ayudan a crear significados del mundo social y de comportamiento.34 Los Estados son vistos como jugadores de roles, no como maximizadores de una función de utilidad y las normas buscan guiar e inspirar comportamientos antes que forzarlos, llevando a la convergencia de expectativas mutuas, en torno a una lógica de lo adecuado o esperado.35 De esta manera, para la lógica de lo adecuado, el orden político internacional se construye a partir del desarrollo de identidades, capacidad y comunidades epistémicas; es decir, a partir de la construcción de identidades y reglas: Explicamos la política exterior como la aplicación de las normas asociadas con identidades particulares a las situaciones particulares. Explicamos el comportamiento mediante la determinación de las identidades que son evocados y el significado que se da a la situación institucional. Los actores representan una sociedad internacional como una comunidad de seguidores de reglas y jugadores de rol con los lazos socioculturales distintivos.36

No obstante, para algunos institucionalistas,37 el NIS es la perspectiva institucional más cerca y útil para las RI, ya que a partir de estos enfoques se puede entender la internalización de las normas y el cambio político a nivel nacional como producto de las presiones externas o los procesos de aprendizaje y adaptación de los actores. Un ejemplo es el trabajo de Finnemore y Sikkink sobre el desarrollo de las normas internacionales a partir de tres momentos con diferentes actores y mecanismos de influencia: 1) el surgimiento de la norma mediante la persuasión que hacen James March y Johann Olsen, Rediscovering Institutions. op. cit., p. 23. Friedrich, Kratochwil y John Ruggie, “International Organization: A Stare of the Art on an Art of the State”, International Organization, núm. 40, 1986, p. 744. 34 Andreas Hasenclever, Peter Mayer y Volker Rittberger, op. cit., p. 163. 35 Friedrich Kratochwil y John Ruggie, op. cit., p.767. 36 James March y Johan Olsen, “The Institutional Dynamics of International Political Orders”, International Organization, núm. 52, 1998, pp. 951-952. 37 John Campbell, Institutional Change and Globalization, Nueva Jersey, Princeton University Press, 2004. 32

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principalmente los OI, 2) el efecto cascada a través de la imitación y difusión, y 3) la internalización de las normas o instituciones internacionales.38 De ahí que una de las formas para comprender las relaciones internacionales sea el llamado nuevo institucionalismo ideacional, cuya premisa principal es la existencia de una relación transformacional entre las ideas y las instituciones, de tal forma que la construcción de las instituciones ocurre a partir de las ideas y de la forma en la cual se difundan y circulen. En el plano internacional, muy cercano a las comunidades epistémicas, las instituciones desempeñan un doble papel; por un lado, “las instituciones median el impacto de los programas a nivel internacional”39 y, por el otro, es precisamente el contexto institucional el que se incluye en los procesos de cambio institucional y procesos de toma de decisión.40 De acuerdo con Campbell, la globalización como fenómeno internacional puede ser explicado mediante las herramientas teóricometodológicas del NI, y sugiere que no sólo es mucho menor el cambio institucional a nivel nacional de lo que la literatura sobre globalización nos dice, sino también que tiende a ser más evolucionario que revolucionario, debido a la importancia de las instituciones nacionales y la forma en que éstas responden al contexto. Lo anterior, porque estos proceso de transformación internacional ocurren dentro de una trayectoria de la dependencia (Path-Dependence) y en una combinación de elementos institucionales viejos con los nuevos.41 En suma, aun cuando operan dos lógicas distintas en el ámbito internacional, se asume que desde un mundo global y racionalizado resulta difícil entender el orden mundial como un proceso instrumental y planeado, y que debería visualizarse también como un fenómeno cultural y social más allá de los espacios estatales y con un alto grado de interdependencia.42

COMENTARIOS FINALES La versión propia del nuevo institucionalismo para las Relaciones Internacionales está, por decirlo de alguna forma, todavía en proceso de construcción. El más claro atisbo de este tipo de explicaciones está princi38 Martha Finnemore y Kathryn Sikkink, “International Norms Dynamics and Political Change”, International Organization, núm. 52, 1998, pp. 887-917. 39 John Campbell, op. cit., p. 111. 40 Idem. 41 Idem. 42 Tom Christensen, “Modern Ideas and Public Sector Reform: A Theoretical Elaboration and Empirical Discussion of a Neoinstitutional Theory”, The American Review of Public Administration, vol. 42, núm. 6, 2012, pp. 635-653.

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palmente en la teoría de los regímenes, por cuanto dicha teoría ofrece al definir lo que podrían considerarse instituciones internacionales (evidentemente los regímenes como tal) y a través de ellas, permite observar un escenario de relaciones interestatales cada vez más regulado por reglas y normas que no dependen ya enteramente de la voluntad o decisión de un buen número de Estados. Sin embargo, la teoría de los regímenes es en realidad un conjunto de teorías heterogéneas que de manera simplista, podría decirse está dividida ontológicamente en torno a una versión que llamamos racional instrumental y a otra que podemos llamar constructivista, ambas difícilmente conciliables y que definen a los regímenes de tal manera que a veces parecen instituciones y otras no tanto. Otras corrientes de la disciplina hablan de instituciones aunque no las pongan en el centro de su análisis. Esta heterogeneidad en donde las teorías de las Relaciones Internacionales han recuperado el concepto de institución, ya sean teorías cercanas o no al nuevo institucionalismo, puede explicar en parte por qué dicha recuperación ha sido llevada a cabo de una manera sustantivamente dispersa. Se podría decir entonces que las Relaciones Internacionales han “absorbido” desordenadamente algunas versiones del nuevo institucionalismo que han sido más bien creadas y discutidas desde otras disciplinas sociales. Regresando al ejemplo de la teoría de los regímenes se puede observar con claridad cómo los conceptos institucionalistas han permeado de manera heterogénea a la disciplina. En el nuevo institucionalismo es clave la relación entre estructura y agente, y la mayoría de los escenarios el NI parte de la existencia de una estructura de relación que afecta profundamente al actor en su comportamiento. En la visión racional de la teoría de los regímenes, el agente o Estado predomina sobre la estructura o régimen (pues finalmente son los Estados quienes diseñan y acatan o no sus disposiciones y restricciones e incluso pueden optar por abandonarlo), mientras que en la versión constructivista, la importancia de la estructura por sobre el agente es muy considerable, llegando inclusive a redefinir la identidad y preferencias de los actores estatales. De esta manera, no es siempre claro cómo las instituciones importan en la teoría de los regímenes. Sin embargo, el acercamiento a la teoría nuevo institucionalista desde la disciplina de las Relaciones Internacionales promete dotarnos de nuevas estructuras de análisis, orientadas a escudriñar una realidad internacional que se ha venido también institucionalizando históricamente. No es casual que la disciplina participe tardíamente (comparada con otras disciplinas) en esta “vuelta a las instituciones” que planteó la ciencia política y la economía, pues en realidad el proceso de institucionalización

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internacional estuvo, por decirlo de algún modo, congelado durante la Guerra Fría. El proceso de globalización económica por un lado y la de organizaciones y grupos no gubernamentales que participan en casi todos los temas de la agenda internacional por el otro, están claramente acotando la capacidad de los Estados vistos como actores monolíticos. Si esto es aceptado, es claro que se están reduciendo las posibilidades de un orden internacional que no dependa ampliamente de la creación de instituciones formales e informales que permita la interacción entre Estados, y entre Estados y otros actores no estatales, como las empresas multinacionales, las organizaciones financieras, las organizaciones internacionales, entre muchas otras. Las fuerzas económicas y políticas que están empujando el proceso de institucionalización de la política internacional están en marcha, y con toda seguridad requeriremos de aproximaciones e instrumentos de análisis nuevos para comprender esta dinámica que ya no es sólo internacional (en el sentido estricto de “entre naciones”), sino también de relaciones entre actores no-estatales y actores no-internacionales que sin embargo actúan y afectan importantemente la arena de las relaciones “entre naciones”. El nuevo institucionalismo podría ser de utilidad, pero requiere aceptar todas sus premisas, incluyendo aquella que sostiene que las instituciones pueden modificar e incluso restringir el comportamiento de los Estados. Estudio de caso 43 Proceso de paz en El Salvador (1992-1994) ¿Cómo se explicaría el proceso de paz de El Salvador a partir del nuevo institucionalismo económico (NIE)? El proceso de paz en El Salvador no fue fácil ni estuvo exento de graves contratiempos. Doce años de guerra y un sistema político y social históricamente inequitativo, militarizado y represor dejaron un escenario cargado de desconfianza entre las partes y, en más de una ocasión, después de haber firmado el acuerdo de paz, estuvieron a punto de retornar a la guerra civil. Para el frente guerrillero “Farabundo Martí” era difícil entregar las armas, pues además de no haber entrado triunfante a San Salvador, no se aceptó su inclusión en el gobierno. Para el gobierno, dirigido por ARENA (partido de derecha), era difícil romper su alianza histórica con los militares y las oligarquías, y aceptar la competencia política electoral con la inclusión de los partidos de izquierda. Para los militares era difícil reducir su tamaño prácticamente a la mitad y replegarse de los asuntos de orden civil. 43 Si bien es cierto que el NI puede ofrecer diversos enfoques para el estudio de los problemas y conflictos en el ámbito internacional, el ejemplo toma tan sólo elementos del NIE, del NIN y del NIH.

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Estudio de caso Proceso de paz en El Salvador (1992-1994) (continuación) Una aproximación nuevo institucionalista de corte económico (NIE) nos diría que el éxito del proceso de pacificación fue posible por el diseño e implementación de un conjunto de reglas y procedimientos que formaron los esquemas de incentivos y costos adecuados para evitar el oportunismo y el engaño, que en el fondo era lo que impedía a todos cooperar.44 Las actividades de ONUSAL (Misión de Naciones Unidas en El Salvador) dan cuenta de que además de asumir una posición de intermediario entre los bandos combatientes, lo cual constituye el mandato tradicional de las operaciones de paz, esta misión buscó apoyar la implementación del acuerdo de paz y construir instituciones. Pero más allá de que ONUSAL contribuyó significativamente a la reforma constitucional y a la creación de un Tribunal Supremo Electoral, la misión desplegó una serie de reglas y procedimientos con los que impactó en las asimetrías de información, los costos de transacción, los derechos de propiedad y los mecanismos de vigilancia y monitoreo, que en su conjunto generaron certidumbre y confianza. ONUSAL estableció, por ejemplo, un calendario escalonado para el cumplimiento de los acuerdos. De manera alternada y progresiva cada parte iba entregando un monto especificado de armas/ de tierras /de becas o apoyos económicos, todo lo cual evitó que una de las partes sintiera que podía ser engañada y, cuando había alguna controversia, se proporcionaba de inmediato un mediador de alto nivel (costos de transacción). La misión de la ONU publicaba reportes sobre el nivel de cumplimiento de los acuerdos y hacía público cuando una de las partes no cumplía con lo acordado. Estableció cuerpos de investigación independientes como la Comisión de la Verdad, cuyo efecto era señalar a quienes habrían cometido abusos, todo lo cual impactó a los donantes internaciones y a los votantes de un próximo evento electoral (asimetrías de información). Por otra parte, la organización acompañó a los líderes guerrilleros, recibió y destruyó armas; visitó los cuarteles para atestiguar la desmovilización del ejército y se encargó de acompañar el proceso electoral. Investigó y definió técnicamente los montos o topes para la entrega de tierras, las cuotas y condiciones de participación de la policía nacional civil, así como su entrenamiento e integración (derechos de propiedad y mecanismos de vigilancia). Una mirada desde el NIH, centrada en las trayectorias históricas, puede argumentar que se diseñó un sistema de acuerdos y reglas que cambiaron la naturaleza del régimen político, pero no la propiedad ni la naturaleza elitista de la sociedad salvadoreña. Los privilegios y la polarización económica se mantuvieron casi intactos.

44 Laura Zamudio, Pacificadores vs. Oportunistas. La difícil implementación de un acuerdo de paz. El Caso de El Salvador (1992-1994), México, UIA y Plaza y Valdés, 2007.

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Estudio de caso Proceso de paz en El Salvador (1992-1994) (continuación) Una aproximación desde el NIN implica la formación de identidades en el ámbito internacional y desarrollo de identidades en los ciudadanos, instituciones políticas autónomas. Los resultados exitosos en el proceso de pacificación se podrían haber entendido por la cada vez más aceptada idea de los gobiernos democráticos, el apoyo a los derechos humanos, y a ser reconocido como un actor confiable y respetado. Esto es que las élites salvadoreñas identificaron que era conveniente desmilitarizar la sociedad y aceptar la competencia política para asumir un lugar en el escenario internacional.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Cuáles son las premisas básicas de los nuevos institucionalismos? 2. ¿Cómo se define una institución y qué la hace diferente de una organización? 3. ¿Por qué se dice que, en mayor o menor grado, los enfoques nuevo institucionalistas rechazan el individualismo metodológico? 4. ¿En qué radica la importancia de las instituciones para cada una de las dos versiones ontológicas del NI? 5. ¿Cómo se explica el diseño y el cambio institucional en la versión instrumental y la versión sociológica del NI? 6. ¿Por qué se considera a la teoría de los regímenes como la aproximación más cercana al nuevo institucionalismo internacional? LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Barkin, Samuel, International Organization. Theories and Institutions, Nueva York, Palgrave, 2006. Campbell, John, Institutional Change and Globalization, Princeton, Nueva Jersey, Princeton University Press, 2004. Checkel, Jeffrey, International Institutions and Socialization, Nueva York, Cambridge University Press, 2007.

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Finnemore, Martha, “Norms, Culture, and World Politics: Insights from Sociology's Institutionalism”, International Organization, núm. 50, 1996, pp. 325-347. Hasenclever, Andreas, Peter Mayer y Volker Rittberger, Theories of International Regimes, Cambridge, Cambridge University Press, 1997. Krasner, Stephen, International Regimes, Ithaca, Cornell University Press, 1983. March, James y Johann Olsen, “The New Institutionalism: Organizational Factors in Political Life”, American Political Science Review, vol. 78, 1984, pp. 738-749. March, James y Johann Olsen, Rediscovering Institutions. The Organizational Basis of Politics, Nueva York, The Free Press, 1989. North, Douglass, Institutions, Institutional Change and Economic Performance, Cambridge, Cambridge University Press, 1990. Peters, Guy, El Nuevo Institucionalismo. Teoría institucional en ciencia política, Barcelona, Gedisa, 2003.

REFERENCIAS Barkin, Samuel, International Organization, Theories and Institutions, Nueva York, Palgrave, 2006. Boin, Arjen y Tom Christensen, “The Development of Public InstitutionsReconsidering the Role of Leadership”, Administration and Society, vol. 40, núm. 3, 2008. Brunsson, Nils y Johann Olsen (eds.), The reforming organization, Londres y Nueva York, Routledge, 1993. ––––––––, Organizing organizations, Bergen-Sandviken, Noruega, Fagbokförlaget, 1998. Campbell, John, Institutional Change and Globalization, Nueva Jersey, Princeton University Press, 2004. Checkel, Jeffrey, International Institutions and Socialization in Europe, New Haven, Yale University Press, 2007. Christensen, Tom, “Modern Ideas and Public Sector Reform: A Theoretical Elaboration and Empirical Discussion of a Neoinstitutional Theory”, The American Review of Public Administration, vol. 42, núm. 6, 2012. Christensen, Tom, Per Lægreid, Paul Roness, Arne Røvik, Organization Theory and the Public Sector. Instrument, Culture and Myth, Nueva York, Routledge, 2007.

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XXIV. TRANSNACIONALISMO ADRIANA SLETZA ORTEGA RAMÍREZ MISAEL GONZÁLEZ RAMÍREZ

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as interconexiones sociales a lo ancho y largo de las fronteras caracterizan nuestro tiempo. Las redes sociales en Internet pueden detonar revoluciones, mientras las personas y las colectividades tienen mayores posibilidades de contacto a través de canales de comunicaciones y transportes cada vez más rápidos que les permiten trascender las distancias geográficas y generar acciones con impactos múltiples en diversos territorios. En la teoría de Relaciones Internacionales (RI), la incorporación de lo transnacional ha sido un reto debido a tres problemas básicos: 1) las dificultades para superar el Estado-centrismo esencialista que dio origen a la disciplina; 2) la caracterización de los actores no-Estado y su ampliación conceptual para incluir también a individuos y colectividades, no solamente a líderes, élites y organizaciones; y 3) la conceptualización del poder de las interconexiones y de las redes que cruzan las fronteras y sus repercusiones en diversos espacios geográficos. El objetivo de este capítulo es presentar la evolución del transnacionalismo como perspectiva, para lo cual se divide en cuatro apartados. El primer apartado está dedicado a la conceptualización de lo transnacional; el segundo aborda los debates sobre los actores no-Estado en la disciplina de las Relaciones Internacionales; en el tercer apartado, se exponen las premisas del transnacionalismo, así como cuatro conceptos relevantes: las redes, los espacios sociales, los circuitos y la difusión transnacional; el capítulo concluye con reflexiones generales sobre los límites de esta perspectiva. DEFINIENDO LO TRANSNACIONAL En la disciplina de las Relaciones Internacionales, diversos académicos desde la década de 1960 se preocuparon por distinguir lo transnacional de 453

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lo internacional en un contexto de mayor visibilidad mundial de las empresas a partir del traslado de sus cadenas productivas a distintos países, el crecimiento del comercio exterior, los movimientos de personas a través de las fronteras y la circulación de información (véase cuadro XXIV.1). Cuadro XXIV.1. Precursores del transnacionalismo en RI • Raymond Aron, en su clásico libro Paix et guerrre entre les nations: la théorie des relations internationales, señalaba que una sociedad “transnacional” se revela por el “intercambio comercial, la migración de personas, las creencias comunes, las organizaciones que cruzan fronteras…”.1 • Robert Keohane y Joseph Nye, en Transnational Relations and World Politics, definieron las relaciones transnacionales como “los contactos, las coaliciones e interacciones a través de las fronteras estatales que no son controladas por los órganos centrales de política exterior de gobiernos”. Las interacciones transnacionales son “movimiento de tangibles e intangibles a través de las fronteras de los Estados donde al menos uno de los actores no es agente de un gobierno”.2 • Marcel Merle, en Sociologie des relations internationales, consideraba a las relaciones internacionales como “flujos” y aquellas relaciones que escapan al control de las autoridades gubernamentales, tales como como los desplazamientos de personas, los movimientos de capitales, los intercambios de mercancías y la circulación de ideas, se les podía calificar como transnacionales. Merle distinguió a las fuerzas transnacionales organizadas como las empresas y la opinión pública internacional de aquellas espontáneas o no-organizadas.3 • Samuel Huntington, en su artículo “Transnational Organizations in World Politics”, diferenció las organizaciones transnacionales de las “nacionales” al definirlas como aquellas que realizan operaciones centralmente dirigidas en los territorios de dos o más Estados-nación. Una organización es considerada “internacional” sólo si tiene un control expresamente compartido entre representantes de dos o más nacionalidades y una organización es “multinacional” sólo si personas de dos o más nacionalidades participan significativamente en sus operaciones.4 • Karl Kaiser definió las relaciones transnacionales como “interacciones regulares a través de las fronteras nacionales donde al menos un actor es un agente no-Estado o no opera en nombre de un gobierno nacional o una organización intergubernamental”.5 Raymond Aron, Peace and War: A Theory of International Relations, Nueva York, Doubleday & Company, 1966, p. 105. Robert Keohane y Joseph Nye (eds.), Transnational Relations and World Politics, Cambridge, Massachusetts, y Londres, Harvard University Press, 1971, p. 332. 3 Marcel Merle, Sociología de las relaciones internacionales, Madrid, Alianza, 1991 [1978], p. 338. 4 Samuel Huntington, “Transnational Organizations in World Politics”, World Politics, vol. 25, núm. 3, abril, 1973, p. 336. 5 Kaiser Karl, “Transnational Politik”, en Ernst-Otto Czempiel (ed.), Die anachronistische Souverdnitdt, Cologne-Opladen, WestdeutscherVerlag, 1969, pp. 80-109, citado en Thomas Risse, Bringing Transnational Relations Back In. Non-state Actors, Domestic Structures and International Institutions, Cambridge, Cambridge University Press, 1995. 1 2

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El prefijo “trans” significa “a través de” o “al otro lado de” y, en este caso, las relaciones transnacionales refieren a aquellas relaciones sociales o societales a través de las fronteras nacionales. Se diferencian de las relaciones internacionales y las supranacionales al entender que las primeras son aquellas protagonizadas por las naciones y formalmente consideradas por el Derecho Internacional Público como Estados-nación, es decir, relaciones inter-estatales; mientras que las supranacionales se ubicarían por encima de los Estados-nacionales. Aunque en la actualidad, sólo la Unión Europea tiene instancias formalmente reconocidas como supranacionales y otras como interestatales (véase la figura XXIV.1). Figura XXIV.1. Relaciones supra-nacionales

Estado-nación

Relaciones Inter-estatales e Inter-nacionales

Estado-nación

Relaciones trans-nacionales Fuente: Elaboración propia.

Para definir lo transnacional, los dos referentes básicos son el Estado territorial trascendido y la nacionalidad trascendida. La conceptualización de lo transnacional en Relaciones Internacionales ha estado basada principalmente en una oposición a la visión estadocéntrica clásica de la disciplina, así lo transnacional se define más en términos de intercambios, interacciones y flujos sociales no-territorializados o extraterritoriales que transcienden las fronteras políticas establecidas por los Estados.

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En la década de 1970, Samuel Huntington argumentaba que debido al incremento en el número, tamaño, alcance y variedad de las organizaciones transnacionales surgidas desde la Segunda Guerra Mundial era posible plantear una “revolución de la organización transnacional en la política mundial”, particularmente porque estas organizaciones eran capaces de operar en una mayor escala e incluso globalmente como nunca había sido posible en el pasado.6 En las siguientes décadas, el crecimiento de las actividades transnacionales se convirtió en una preocupación para el sistema de las Naciones Unidas. Medir la actividad transnacional y generar marcos normativos representa, sin duda, un desafío a los gobiernos y a las organizaciones internacionales. Por ejemplo, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) en 1995 propuso un índice de transnacionalidad para empresas multinacionales (TNI) a partir de calcular el promedio de tres indicadores: el total de bienes en el extranjero, el total de ventas en el exterior y el total de empleados extranjeros.7 Otro ámbito transnacional de preocupación para la ONU han sido las organizaciones criminales que aprovechan su actuar extraterritorial para configurar amenazas que derivan en “delitos transnacionales”, de cuya definición se puede derivar que lo transnacional es aquello que: 8 a) ocurre en los territorios de más o dos Estados, b) se desarrolla en un Estado pero tiene origen, es planeado u organizado en otro u otros Estados, c) se realiza por un mismo actor en dos o más territorios estatales y d) tiene efectos en otro u otros Estados. Así, el territorio es un referente que los actores transnacionales trascienden pues las fronteras estatales no sólo no limitan su acción transnacional, sino que incluso resultan beneficiados al operar en distintos territorios estatales. Por estas razones el poder de estos actores renueva discusiones básicas en la disciplina de Relaciones Internacionales sobre cómo definir quiénes y cuáles son los actores “relevantes” en RI que protagonizan los procesos transnacionales; y particularmente si entre los Huntington, op. cit., p. 333. United Nations Conference on Trade and Development, The Universe of the Largest Transnational Corporations, Nueva York y Ginebra, Naciones Unidas, 2007. Disponible en: http://unctad.org/en/Docs/iteiia 20072_en.pdf. (consultado el 22 de abril de 2014). 8 Oficina Contra la Droga y el Delito de las Naciones Unidas, Convención de las Naciones Unidas Contra la Delincuencia Organizada Transnacional y su protocolo, Nueva York, Naciones Unidas, 2004, disponible en: http://www.unodc.org/ documents/treaties/UNTOC/Publications/TOC%20Convention/TOCebook-s.pdf. (consultado el 22 de abril de 2014). 6 7

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actores transnacionales existen distinciones claras entre aquellos gubernamentales y privados, además de cómo medir y caracterizar su operación, su poder e incidencia en el mundo y entender sus complejidades.

LOS DEBATES SOBRE ACTORES NO-ESTADO EN RI Ampliar la perspectiva sobre los actores cuestiona de raíz la relación subordinada de los actores no-Estado respecto a los Estados planteada por los enfoques clásicos, particularmente el realismo y aún más el neorrealismo de Kenneth Waltz, quien argumentaba que los Estados “ponen la escena” donde ocurren las interacciones entre los Estados y los actores no-Estatales; y son los Estados quienes pueden cambiar las reglas que modifiquen el escenario, 9 de tal forma que existen distinciones clásicas entre la “alta política internacional” y la “baja política”. Tradicionalmente sólo los Estados y los estadistas se ubicaban en la “alta política”, aunque como argumentan Robert Keohane y Joseph Nye los actores transnacionales pueden también ser actores “significativos”, con autonomía, tener control de recursos relevantes (materiales o simbólicos) y participación en las relaciones políticas para inducir que otros actores internacionales hagan lo que de otra manera no harían.10 La herencia del realismo y los enfoques clásicos en la disciplina de las RI fue la dicotomía básica entre actores Estado y los actores no-Estado, que implicó la distinción posterior entre actores internacionales gubernamentales y no-gubernamentales o privados. La propuesta de Kjell Skjelsbaek distingue a las organizaciones internacionales que derivan de acuerdos o tratados entre los Estados y en ello radica su carácter intergubernamental, por ejemplo, los organismos del Sistema de la ONU. Por otro lado, ubica la operación transnacional de organizaciones no-gubernamentales internacionales (non-governmental organizations, NGO por sus siglas en inglés) y también la operación de las empresas en el mundo. Por su parte, Robert Keohane y Joseph Nye distinguieron a los actores por su participación en relaciones intergubernamentales, transgubernamentales y no-gubernamentales; las primeras protagonizadas exclusivamente por Estados; las transgubernamentales con participación de actores gubernamentales que no están a cargo de “la política exterior oficial”, donde se puede incluir a gobernadores, alcaldes o jueces; y las relaciones no-gubernamentales llevadas a cabo por actores privados.11 9

Kenneth Waltz, Theory of International Politics, Nueva York, McGraw-Hill, 1979, p. 94.

10 Keohane y Nye, op. cit., p. 378. 11 Ibidem,

p. 380.

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La discusión de los actores internacionales privados se amplió en la disciplina de las RI a partir de la década de 1990 desde dos perspectivas: por un lado, al reconocer a diversas colectividades e individuos y no sólo a organizaciones, élites y líderes; y por el otro, al dar cuenta que existen diversos híbridos entre actores internacionales gubernamentales, lucrativos y no lucrativos.12 Por ejemplo, en la actualidad grandes compañías petroleras estatales como PetroChina, Statoil de Noruega e incluso la mexicana, Pemex, realizan intensas actividades transnacionales, es decir, son empresas estatales y transnacionales. En otras disciplinas, como la antropología cultural y la sociología, también a partir de la década de 1990 se desarrollaron perspectivas teórico-metodológicas que proponen centrarse en las transacciones culturales en un mundo con interacciones de mayor intensidad en la que individuos, grupos y colectivos como familias, barrios y comunidades son caracterizados como “transnacionales” desde análisis “micro” y “meso”.13 Incluso, el sociólogo John Urry ha sugerido para el siglo XXI una sociología de la movilidad debido a que esta época se caracteriza por “diversas movilidades de personas, objetos, imágenes, información y desechos”.14 La perspectiva transnacional se adopta en estas disciplinas como una crítica a los estudios globalizantes-homogeneizadores cuyas bases se encuentran en el paradigma liberal, por ejemplo la teoría de interdependencia compleja, el neoliberalismo institucional y la gobernanza global. La perspectiva transnacional propone también rebasar el nacionalismo metodológico, ya que parte de la premisa de que el Estado y las soberanías tradicionales están siendo reconfiguradas a partir de que los grupos y personas transnacionales traspasan los constreñimientos, las convenciones y las reglas impuestas por las fronteras estatales. Así, los actores transnacionales son capaces de ejercer influencia política, económica, cultural o ideológica desde sus acciones como migrantes, personas de negocios, famosos, intelectuales, criminales, terroristas, etcétera. En ese sentido, la perspectiva transnacional parte del supuesto de que los actores transnacionales emergen y fortalecen en un contexto de crisis de los Estados-nacionales, por lo que en el futuro se podría prever un 12 James Rosenau, Turbulence in World Politics: A Theory of Change and Continuity, Princeton, Nueva Jersey, Princeton University Press, 1990, p. 15; Gustaaf Geeraerts, “Analyzing Non-State Actors in World Politics”, Pole Paper Series, vol. 1, núm. 4, 1995. Disponible en: http://poli.vub.ac.be/publi/pole-papers/pole0104.htm (consultado el 7 de febrero de 2014). 13 Arjun Appadurai, “Disjuncture and Difference in the Global Cultural Economy”, Public Culture, vol. 2, núm. 2, 1990, pp. 1-23; Linda Bash, Nina Glick Schiller y Cristina Szanton-Blanc, Nations Unbound: Transnational Projects, Postcolonial Predicaments and Deterritorialized Nation-States, Londres, Taylor & Francis, 1994; Ulf Hannerz, Transnational Connections: Culture, People, Places, Nueva York y Londres, Routledge 1996; Ludger Pries, “Migración laboral transnacional y espacios transnacionales: bosquejo teórico-empírico”, en Saúl Macías y Fernando Herrera (coords.), Migración laboral internacional, Puebla, México, BUAP, 1996, pp. 17-53. 14 John Urry, “Mobile sociology”, British Journal of Sociology, vol. 51, núm. 1, marzo, 2000, p. 347.

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creciente debilitamiento de la autoridad estatal y creciente protagonismo de lo transnacional, en donde el Estado-nación ya no es un contenedor de relaciones sociales territorializadas. PREMISAS Y CONCEPTOS CLAVE La perspectiva del transnacionalismo centra sus bases en tres premisas: •

Las relaciones transnacionales son interacciones sociales a través de las fronteras no controladas, dirigidas o protagonizadas por los órganos centrales ni de política exterior de Estados nacionales, más bien son protagonizadas por actores que pueden ser individuos, hogares, colectividades y organizaciones con estructuras formales o informales actuando en redes. • Estas relaciones generan espacios sociales transnacionales a partir del intercambio, circulación y flujos de información, personas, bienes materiales e inmateriales, símbolos y representaciones. • Los circuitos transnacionales se forman en espacios sociales transnacionales que conectan dos o más espacios geográficos. Los flujos transnacionales generan impactos en los espacios geográficos conectados.

Así, estas premisas parten de conceptos clave con amplio potencial heurístico para las Relaciones Internacionales: las redes sociales, el espacio social transnacional y los circuitos transnacionales. En la disciplina de RI, estos conceptos han sido sólo tangencialmente desarrollados desde técnicas de análisis de redes y estudios sobre sociabilización y difusión internacional de normas internacionales.15 a) Redes El poder de los actores transnacionales está relacionado con sus capacidades de actuar en redes que operan en distintos espacios geográficos. Las redes transnacionales pueden ser poderosas en un mundo cada vez más interconectado e intercomunicado. Las personas y organizaciones transnacionales (empresas, activistas e incluso crimen organizado) actúan en interconexiones de redes. 15 Emile

Hafner-Burton, Miles Kahler y Alexander H. Montgomery, “Network Analysis for International Relations”, International Organization, vol. 63, verano, 2009, pp. 559-592; Ann Ohanyan, “Network Institutionalism and NGO Studies”, International Studies Perspectives, vol. 13, núm. 4, noviembre, 2012, pp. 366-389; Sanjeev Khagram, James Riker y Kathryn Sikkink, Transnational Social Movements, Networks and Norms, Minneapolis, University Minnesota Press, 2002.

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Particularmente, en la era de la información, como plantea Manuel Castells, las funciones dominantes y los procesos están crecientemente organizados mediante redes que constituyen la nueva morfología de las sociedades, las cuales si bien no son nada nuevas porque las personas, familias y las sociedades históricamente han desarrollado relaciones en redes, ahora las redes tienen mayor potencial expansivo que en otros momentos históricos.16 El argumento de Castells es que la lógica de las redes, cuyas bases materiales contemporáneas están en las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), induce determinaciones sociales mayores que en el pasado. El poder de los flujos adquiere prioridad sobre los flujos del poder por lo que las sociedades en redes se caracterizan por la preeminencia de la morfología social sobre la acción social, esto es, el poder de las redes sobre los actores y sus acciones. Estas afirmaciones obtienen sustento en la teoría de redes sociales desarrollada propiamente en la sociología, la cual explica el papel de individuos y sus interacciones en grupos en la conformación de redes. Cada actor constituye un nodo, mientras que las redes son nodos interconectados. La red social surge de la necesidad de sociabilización humana a partir de la cual se construyen los lazos, y la fuerza de estos lazos sociales se basa en la cantidad de tiempo, la intensidad y la reciprocidad.17 La centralidad de cada nodo, según esta teoría, está en función de la cercanía con otros nodos y el poder de estar en medio. Esto implica que hay actores más centrales que otros en la red y por tanto más influyentes. El nodo con más conexiones y que funge como puente entre distintos grupos puede adquirir gran importancia en el flujo de información entre todos los nodos de la red al adquirir la capacidad de bloquear o facilitar la comunicación e incluso controlarla.18 La sociabilización en las redes modelan el comportamiento de los actores pues sus acciones están fijadas por sistemas concretos de relaciones sociales.19 A partir de las conductas esperadas se establecen reglas, que si bien pueden no estar escritas, norman las relaciones sociales. Además, la cohesión de la red se basa en conexiones fuertes y débiles. Aquellas redes con conexiones fuertes generan cohesión local pero pueden llevar a la fragmentación con la comunidad total de nodos; en cambio aquel nodo con mayor número de conexiones débiles consigue mayores 16

Manuel Castells, The Rise of the Network Society, vol. I, Oxford y Malden, Massachusetts, Blackwell, 2000, p. 76. Mark S. Granovetter, “The Strength of Weak Ties”, The American Journal of Sociology, vol. 78, núm. 6, mayo, 1973, The University of Chicago Press, p. 1361. 18 Lintonc Freeman, “A Set of Measures of Centrality Based on Betweenness”, Sociometry, vol. 40, núm. 1, 1977, American Sociological Association, pp. 35-36. 19 Mark S. Granovetter, “Economic Action and Social Structure: The Problem of Embeddedness”, The American Journal of Sociology, vol. 91, núm. 3, noviembre, 1985, The University of Chicago Press, p. 485. 17

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oportunidades y alternativas por el potencial de tender puentes entre distintos grupos. Los lazos débiles pueden unir a miembros de grupos pequeños, mientras que los lazos fuertes tienden a concentrarse en grupos particulares.20 El efecto de contagio y copia se propaga en las redes. Todo lo que fluye en las redes está determinado por cinco reglas que determinan la estructura y la función de la red: 1) Una red se forma entre actores parecidos a partir de una tendencia a la hemofilia, es decir, a asociarse entre similares y a quienes comparten afinidades, intereses o metas. 2) La red da forma a los actores como nodos, donde su lugar en la red los afecta y ocupar una posición más central hace que el nodo sea más susceptible a las fluctuaciones de la red. Además, se presenta el principio de transitividad por el que si A está enlazado a B y B está enlazado a C, entonces A también está enlazado a C. 3) En la red existe una tendencia a influenciarse y a copiarse entre sí. La difusión diádica consiste en que si A está relacionado con B, entonces lo que le pase a A influye también a B. 4) De igual forma, ocurre la difusión hiperdiádica donde si A está relacionado con B y B está relacionado con C, entonces C también ejerce influencia sobre A. 5) La red social asume vida propia, las redes pueden tener propiedades y funciones que sus miembros no controlan ni perciben. Para comprender estas propiedades se debe estudiar al grupo y su estructura, no a los nodos aislados.

Considerando lo anterior, se puede proponer que las redes sociales transnacionales son aquellas que conectan a nodos a través de las fronteras y podrían presentar transitividad, difusión diádica e hiperdiádica. En el mundo contemporáneo, actores individuales y colectivos están conectados en redes en diversos territorios y generando acciones transnacionales que pueden tener impactos positivos y negativos. En el aspecto negativo, el “lado oscuro” del transnacionalismo lo protagonizan criminales que plantean nuevos retos de seguridad como sugieren Arquilla y Ronfeldten en Networks and Netwars, quienes advierten que más allá de las ciberguerras que pueden generarse a través de Internet, los nuevos conflictos en la era de información y las comunicaciones funcionarán en redes de acción y propaganda. Los criminales y radicales como sociedad anticivil o no cívica son capaces de organizarse en redes multiorganizacionales en expansión, especialmente en redes “todo-canal”, donde cada nodo 20 Mark S. Granovetter, “The Strength of Weak Ties”, op. cit.

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está conectado a cada uno de los otros nodos, otorgándoles amplias ventajas de expandir su organización, doctrina y estrategia frente a los Estados que tradicionalmente han estado organizados en jerarquías.21 b) Espacios sociales transnacionales La noción de espacio social transnacional se ha desarrollado fundamentalmente a partir de la perspectiva transnacionalista en los estudios migratorios aunque, en la disciplina de Relaciones Internacionales, Kathryn Sikkink, Sanjeev Khagram y James V. Riker recurren a las palabras de “espacio transnacional” en su concepto de “actores colectivos en espacio transnacional” (CATS por sus siglas en inglés) para su estudio sobre activistas y movimientos sociales. 22 La conceptualización de espacios sociales transnacionales se basa en los reacomodos de las relaciones entre geografía y espacios sociales que han aparecido a principios del siglo XXI, pues no hay que olvidar que por siglos las prácticas sociales, símbolos y artefactos estaban relacionados con contenedores geográficos de una sola localidad. Los espacios sociales extendidos en más de un país son espacios sociales transnacionales. En la época contemporánea, la existencia de estos espacios ha dejado de ser una característica marginal de unos cuantos grupos y personas, ya que las nuevas tecnologías de transporte y comunicación y el movimiento global de personas, artefactos y sistemas simbólicos permiten la generación de estos espacios.23 Los actores transnacionales desarrollan prácticas que se encuentran históricamente situadas y culturalmente constituidas, pero sus identidades, conducta y valores no son limitados por su localización; ellos pueden construir y utilizar identidades personales y nacionales flexibles en espacios sociales transnacionales, y estos espacios facilitan la hibridación por medio de la cual se crean nuevas prácticas que mezclan elementos de distintas sociedades.24 El espacio social transnacional retoma las nociones de campo social de Pierre Bourdieu. De tal forma que la perspectiva transnacionalista asume que el campo social de los actores transnacionales se amplía para vincular simultáneamente a diversos países a través de actividades regula21 John Arquilla y David Ronfeldt (eds.), Networks and Netwars. The Future of Terror, Crime and Militancy, California, RAND Corporation, 2001. 22 Sanjeev Khgram, James Riker y Kathryn Sikkink, op. cit. 23 Ludger Pries, New Transnational Social Spaces, International migration and Transnational Companies in the Early Twentyfirst Century, Londres y Nueva York, Routledge, 2001, pp. 3-6. 24 Brenda Yeoh, Karen Lai, Michael W. Charney y Tong Chee Kiong, Approaching Transnationalism, Studies on Transnational Societies, Multicultural Contacts, and Imaginings of Home, Londres, Kluwer Academic Publishers, 2003, p. 2.

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res con impacto en la reconfiguración de identidades y grupos, así como en su desarrollo social, político y económico. En este sentido, el campo social transnacional refiere que las relaciones sociales transnacionales posibilitan el mantenimiento de nexos entre dos o más países mediante actividades socioculturales, políticas y económicas emprendidas por actores transnacionales, dejando sentir sus efectos en diferentes espacios geográficos debido a las conexiones transnacionales. c) Circuitos transnacionales Los circuitos transnacionales son aquellos que se forman conectando dos o más espacios geográficos en países diferentes, además de caracterizarse por una gran circulación de flujos e interacciones transnacionales. Cuando los espacios sociales van consolidando las relaciones entre dos espacios geográficamente distantes debido a la importancia que adquieren las interacciones transnacionales continuas, se pueden generar circuitos transnacionales. La noción de circuito transnacional se deriva de los estudios migratorios internacionales que han observado la formación de circuitos migratorios entre localidades de origen y destino de migrantes localizadas en distintos países. Entre estos dos espacios geográficos distantes existe una intensa y continua circulación de personas, bienes, información y capitales, al grado que estos flujos tienen efectos concretos en las localidades conectadas y los espacios geográficos son transformados y moldeados debido a estas interacciones y flujos a través de las fronteras.25 Los espacios geográficos fronterizos actualmente denominados “transfronterizos” son espacios transnacionales en los cuales existen múltiples hibridaciones e impactos producto de las conexiones sociales, culturales, económicas y políticas entre localidades que aunque formalmente pertenecen a distintos países, se distinguen de sus países por las transformaciones y reconfiguraciones que presentan como resultado de los procesos transnacionales que en ellas ocurren, así como por las formas diferenciadas en que se insertan y articulan respecto a los espacios territorialmente considerados “nacionales”.26 25 Jorge Durand, “Circuitos Migratorios en el Occidente de México”, Revue Europeanne des Migrations Internationals, vol. 2, núm. 2, pp. 49-67. Disponible en: http://www.persee.fr/web/revues/home/prescript/article/remi_0765-0752_ 1986_num_2_2_1098 (consultado el 4 de abril de 2014); Roger Rouse, “Making Sense of Settlement: Class Transformation, Cultural Struggle, and Transnationalism among Mexican Migrants in the United States”, Annals of the New York Academy of Sciences, julio, 1992, pp. 25-52. 26 José Gasca, “La constitución de espacios sociales transfronterizos: el caso de la región fronteriza México-Estados Unidos en Espacio geográfico, epistemología y diversidad”, en Patricia Olivera (coord.), Espacio geográfico, epistemología y diversidad, México, UNAM, 2003, pp. 63-98.

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El volumen de las conexiones transnacionales entre dos o más espacios fronterizos, por ejemplo, dos ciudades que comparten una frontera internacional puede dar lugar a la formación de un circuito transnacional entre ciudades fronterizas, debido a que están ampliamente interconectadas por relaciones sociales, culturales, económicas, políticas y ambientales; lo que ocurre en una ciudad afecta a la otra por la densidad de sus interrelaciones y además ambas ciudades presentan hibridaciones y transformaciones derivadas de las interconexiones transnacionales que mantienen. Figura XXIV.2. Mapa conceptual de los espacios sociales transnacionales

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Fuente: Elaboracón propia.

d) Difusión transnacional La difusión se puede considerar un efecto de propagación o contagio, es decir, cómo se “transportan” elementos o fenómenos de un lugar a otro. En un mundo más interconectado obviamente es mayor la posibilidad de difusión internacional en concordancia con la teoría de redes sociales. En la disciplina de las Relaciones Internacionales, el interés por la “difusión” se ha centrado especialmente en normas y políticas en diversos países, esto es, cómo la adopción de alguna norma o política en algún país altera las probabilidades de adopción en otros países aunque la difusión en el mundo está mediada por la soberanía de los Estados.

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Fabrizio Gilardi propone cuatro mecanismos para que la difusión transnacional ocurra: coerción, competencia, aprendizaje y emulación. A continuación se definen los mismos. a) Coerción. Proceso para “presionar” la adopción de normas y políticas. b) Competencia. Proceso mediante el cual los tomadores de decisiones anticipan o reaccionan ante el comportamiento de otros países. c) Aprendizaje. Proceso mediante el cual los tomadores de decisiones usan las experiencias de otros países para estimar consecuencias similares de cambio en sus políticas. d) Emulación. Proceso mediante el cual las políticas se difunden debido a sus propiedades normativas y socialmente construidas en vez de sus características objetivas.27 Gilardi, sin embargo, explica estos mecanismos y ejemplifica situaciones de difusión que no necesariamente serían “transnacionales” dependiendo de los actores e interacciones involucradas. Particularmente en la “coerción”, muchos de los ejemplos son de relaciones interestatales y de clásica asimetría de poder ya que Estados poderosos y organizaciones intergubernamentales pueden condicionar recursos o beneficios a países con mayores debilidades como ocurre de manera clásica en la cooperación internacional norte-sur. Por su parte, la explicación de mecanismos de competencia, aprendizaje y emulación son más constructivistas con una fuerte base de psicología social e individual sobre sociabilización de comportamientos. Lo importante desde la perspectiva transnacionalista, a diferencia del realismo o del constructivismo, sería enfatizar el papel de los actores noestatales en estos procesos “desde fuera” y “desde dentro” para impulsar transformaciones domésticas en políticas y normas; y los estudios en la disciplina de las RI que han ido en ese sentido de manera más determinante han sido los que se refieren a las redes de defensa y activismo transnacional en materia de derechos humanos (TAN por sus siglas en inglés), al grado tal que los propios constructivistas reconocen el valor que tienen estas redes y su movilización para generar poder discursivo y comunicativo que permite transformaciones en identidades y normas por medio de la presión y el aprendizaje. Las redes de defensa transnacional han ayudado en el mundo a definir argumentativamente cuáles son las prácticas que deben ser promovidas y cuáles erradicadas.28 27 Gilardi Fabrizio, “Transnational Diffussion: Norms, Ideas and Policies”, en Walter Carlnaes, Thomas Risse y Beth Simmons (eds.), Handbook of International Relations, Thousand Oaks, California, SAGE, 2013, pp. 453-477. 28 Margaret Keck y Kathryn Sikkink, Activists beyond Borders: Advocacy Networks in International Politics, Ithaca, Cornell University Press, 1998; Thomas Risse, Stephen Ropp y Kathryn Sikkink (eds.), The Persistent Power of Human Rights: From Commitment to Compliance, Cambridge, Cambridge University Press, 2013; Alejandro Anaya, El país bajo presión.

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REFLEXIONES FINALES Y LÍMITES DEL TRANSNACIONALISMO

El transnacionalismo es una perspectiva que enfatiza las capacidades de los actores transnacionales en el mundo con frecuencia en contraposición al papel de los Estados. Esto implica que tienda a minimizar la importancia real que aún tienen las fronteras políticas y las soberanías, y a sobrevalorar a las fuerzas transnacionales. El transnacionalismo tiende a idealizar a actores transnacionales por lo que puede invisibilizar los conflictos, fallas y problemáticas de los propios actores transnacionales e incluso directamente atribuirlos a la acción estatal. Además, no todos los actores que podrían considerarse como transnacionales logran establecer vínculos a través de las fronteras de manera constante y sostenida; su articulación en redes y su incidencia es variable, así como sus capacidades para generar cambios estructurales. La caracterización de los actores transnacionales continúa siendo motivo de una amplia controversia en la disciplina de las Relaciones Internacionales debido a que la división entre lo público y lo privado es muy difusa; y finalmente las conexiones transnacionales son altamente heterogéneas con impactos diferenciados y asimétricos difícilmente generalizables. Estudio de caso El transnacionalismo de las personas migrantes La perspectiva transnacionalista en los estudios migratorios es una propuesta teórico-metodológica que se centra en los procesos mediante los cuales, las personas migrantes construyen un campo social que los vincula simultáneamente al país de origen y al país de residencia a través de actividades regulares y sostenidas a pesar de la distancia y las fronteras. Metodológicamente requiere que las investigaciones se realicen en el lugar de origen y el lugar donde radican los migrantes para constatar cuáles son las transformaciones en estos lugares a partir de las prácticas transnacionales. Los lazos y redes sociales familiares y de paisanaje que facilitan las migraciones internacionales también permiten las conexiones transnacionales en las que existe circulación de información, dinero, bienes tangibles e intangibles, símbolos y prácticas sociales. Las redes transnacionales conectan a los migrantes con sus lugares de origen y permiten que se desarrollen los espacios sociales transnacionales. Thomas Faist

Debatiendo el papel del escrutinio internacional de derechos humanos sobre México, México, CIDE, 2012; Arturo, Santa Cruz, Observación internacional de elecciones, soberanía y la idea del Hemisferio Occidental: el surgimiento de una norma internacional, México, Universidad de Guadalajara, 2011, p. 39.

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Estudio de caso El transnacionalismo de las personas migrantes (continuación) clasifica a los espacios transnacionales en grupos familiares transnacionales, circuitos transnacionales y comunidades transnacionales.29 Los grupos familiares transnacionales se caracterizan por mantener normas sociales de equivalencia y control sobre sus miembros, establecer relaciones recíprocas en las cuales lo que una persona recibe de otra requiere de entregar algo en respuesta. Los circuitos transnacionales se distinguen por la circulación transnacional y la explotación de ventajas internas, lazos sociales fuertes y débiles en sus redes; los actores intercambian obligaciones y expectativas mutuas que son resultado de actividades instrumentales. A su vez, las comunidades transnacionales destacan por la movilización de representaciones colectivas a través de lazos simbólicos y de compartir ideas, creencias, evaluaciones y símbolos, que son expresados en algún tipo de identidad colectiva.30 En México, algunas de las prácticas transnacionales de los migrantes más comunes son el envío de remesas familiares, consumo de productos del mercado de la “nostalgia”, uso de remesas en festividades y actividades comunales, recreación de fiestas patronales y cívicas en el extranjero, inversiones de migrantes en empresas y negocios “transnacionales”, organización de clubes de oriundos o asociaciones de migrantes y participación política de migrantes en comunidades de origen.

Estudio de caso La empresa transnacional El libro The Theory of Transnational Corporations fue publicado por la ONU en 1997. La teoría de la Empresa Transnacional se enfoca en explicar la existencia y crecimiento de las corporaciones transnacionales e identificar y evaluar los determinantes de la producción que estas empresas realizan en el exterior.31 La empresa transnacional (TNC por sus siglas en inglés) es aquella que cuenta al menos con una unidad productiva en el exterior y con recursos propios mediante la inversión de la matriz. Esta unidad ubica personas y activos que gestiona y controla para realizar cualesquiera de las actividades primarias de su cadena de valor en distintos países.32 Las unidades que establece la TNC fuera de su lugar de origen se convierten en una reproducción de la empresa matriz adaptada al tamaño o escala del mercado receptor y produce líneas de productos de la empresa matriz para 29 Thomas Faist, “The Border-Crossing Expansion of Social Space: Concepts, Questions and Topics”, en Thomas Faist y Eyüp Özvern, Transnational Social Spaces: Agents Networks and Institutions, Londres, Ashgate Publishing, 2004, p. 203. 30 Idem. 31 John Dunning, Alliance Capitalism and Global Business, Londres, Routledge, 1997, p. 1. 32 Oskar Villareal Larrinaga, “La internacionalización de la empresa y la empresa transnacional: una revisión conceptual contemporánea”, Cuadernos de Gestión, País Vasco, 2005, p. 63.

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Estudio de caso La empresa transnacional (continuación) comercializarlos en el país y mercados cercanos en el que se encuentra localizada.33 En el año 2007, la UNCTAD propuso medir a las TNC a través del Índice de Propagación Transnacional (TSI por sus siglas en inglés), el cual contempla el índice de transnacionalidad de empresas desarrollado en 1994, el índice II 31 (índice de internacionalización), el índice NSI (índice de propagación de redes) y el NEC (número equivalente de países receptores). Las TNC por medio del establecimiento de sus unidades en países extranjeros exportan su forma de organización, filosofía y sistema de producción. Estas transferencias tienen el objetivo de replicar las prácticas de la matriz aunque complementadas con las formas de vida y costumbres del país huésped. De este modo, el transnacionalismo en las TNC va más allá de la simple ubicación espacial de los centros de producción o prestación de servicios. Implica que trasplanten su tecnología, filosofía y organización a otro país con la intención de replicar su experiencia de negocios y generar ganancias. 34

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Qué es el transnacionalismo? 2. ¿En qué contexto histórico se desarrolla la perspectiva transnacionalista? 3. ¿En qué se diferencia el transnacionalismo de otras perspectivas teóricas de las Relaciones Internacionales? 4. ¿Cuál es la importancia de las redes en el transnacionalismo? 5. ¿Qué es un nodo en una red? 6. ¿Cuáles son las características de los espacios sociales transnacionales? 7. ¿Por qué se presenta el efecto contagio en las redes? 8. ¿Qué actores son relevantes en la difusión transnacional?

33 34

Idem. United Nations Conference on Trade and Development, op. cit.

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9. ¿Por qué las redes pueden afectar a los propios actores que las conforman? 10. ¿Qué límites tiene el transnacionalismo como perspectiva teóricometodológica?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Castells, Manuel, The Rise of the Network Society, vol. I, Oxford y Malden, Blackwell, 2000. Faist, Thomas y Eyüp Özveren, Transnational Social Spaces: Agents, Networks, and Institutions, Londres, Ashgate Publishing, 2004. Keohane, Robert y Joseph Nye (eds.), Transnational Relations and World Politics, Cambridge y Londres, Harvard University Press, 1971. Risse, Thomas, Bringing Transnational Relations back in. Non-state Actors, Domestic Structures and International Institutions, Cambridge, Cambridge University Press, 1995. Risse, Thomas, “Transnational actors in World Politics”, en Walter Carlnaes, Thomas Risse y Beth Simmons (eds.), Handbook of International Relations, Thousand Oaks, California, SAGE, 2013.

MATERIALES VISUALES Video en YouTube “Crimen Organizado Transnacional”, http://youtu.be/ Jfle1I-852o. Video en YouTube “El papel de las redes sociales en la política internacional”, Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI), en https://www.youtube.com/watch?v=5d9vb1DHnNs

REFERENCIAS Anaya, Alejandro, El país bajo presión. Debatiendo el papel del escrutinio internacional de derechos humanos sobre México, México, CIDE, 2012. Appadurai, Arjun, “Disjuncture and Difference in the Global Cultural Economy”, Public Culture, vol. 2, núm. 2, 1990. Aron, Raymond, Peace and War: A Theory of International Relations, Nueva York, Doubleday & Company, 1966.

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TRANSNACIONALISMO

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XXV. GOBERNANZA GLOBAL

MARCELA LÓPEZ-VALLEJO OLVERA

Global governance was not created to take mankind to heaven, but to save humanity from hell. Dag Hamarskjöld

INTRODUCCIÓN

E

n los debates sobre las teorías de Relaciones Internacionales casi siempre surge la pregunta sobre si la disciplina se debería seguir llamando así, Relaciones Internacionales. Muchos estudiantes y profesores han llegado a la conclusión de que es tiempo de cambiarle el nombre a la luz de la complejidad global que hoy vivimos; otros afirman que la disciplina no requiere de cambio alguno. Una de las propuestas que surge recurrentemente en estos debates para nombrar la disciplina es “Gobernanza Global”. Pero, ¿qué es la gobernanza global? Las teorías de Relaciones Internacionales son herramientas para analizar lo que se concibe como realidad. Algunas de estas teorías afirman que la realidad existe y debe ser explicada, otras dicen que la realidad es un objeto dinámico que debe cambiar constantemente de forma ordenada o desordenada, muchas otras que la realidad no existe como tal, sino que es subjetiva. La teoría de la gobernanza global se ubica en la segunda categoría, la cual concibe un ideal de cambio basado en que la humanidad puede definir el rumbo y ejercer la libertad de decisión en un mundo con reglas claras y de forma colaborativa. La gobernanza global comparte con otras teorías la característica de ser estructural, es decir, que el escenario en el cual funciona es una estructura global integrada por diversos elementos, que en este caso están interconectados irremediablemente y cuyos flujos se favorecen por la globalización. 473

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Hoy en día, la teoría de la gobernanza global se sigue construyendo y debatiendo, especialmente en círculos académicos estadounidenses o europeos. Cabe señalar que en México o en América Latina la incorporación de esta teoría al análisis de la disciplina data de no más de una década y, por lo tanto, hay pocos estudios que la interpretan y todavía menos que colaboran en su construcción. 1 Por ello, el objetivo de este capítulo es contribuir con la construcción de dicha teoría desde una interpretación mexicana, argumentando que la teoría de la gobernanza global merece un lugar importante entre las teorías de Relaciones Internacionales, pues logra sistematizar diversos conceptos que explican el mundo, especialmente después de la Guerra Fría. Además, esta teoría cuenta con una aplicación práctica que se refleja en programas de Naciones Unidas o en la innovación en esquemas de cooperación. Este capítulo se ha divido en varias secciones. En la primera se presentan los principales supuestos en torno a cómo conciben el mundo quienes utilizan esta teoría para explicar las relaciones internacionales. En segundo lugar se presentan los antecedentes de dicha teoría. En la tercera sección se plantea la definición de gobernanza global y se discuten las tres premisas esenciales de la teoría. Finalmente, es necesario reconocer que toda teoría tiene límites y puede ser criticada desde otras ópticas, por lo que la cuarta sección explora estas críticas y limitaciones.

LOS SUPUESTOS GENERALES QUE FUNDAMENTAN LA GOBERNANZA GLOBAL En la actualidad, no existe una sola definición operativa de la gobernanza global aceptada por la mayoría del mundo académico. Sin embargo, cuando un estudioso o practicante de las relaciones internacionales (profesor, investigador, estudiante, tomador de decisiones, etcétera) la escoge como marco analítico o práctica política, está asumiendo algunos presupuestos. Al pensar la gobernanza global como teoría es necesario estar consciente de los siguientes aspectos: a) Las relaciones de gobernanza entre actores son favorecidas por un contexto de globalización; 2 1 Dos textos que aportan luz a este tema son: 1) Fernández de Soto, Guillermo y Pedro Pérez Herrero, América Latina: sociedad, economía y seguridad en un mundo global, Madrid, Marcial Pons, 2013; 2) Cristina Zurbriggen, “Gobernanza: una mirada desde América Latina”, Perfiles Latinoamericanos, vol. 19, núm. 38, Flacso-México, julio-diciembre, 2011. 2 Según Craig N. Murphy, la gobernanza global es una teoría que interpreta al mundo después de que termina la Guerra Fría. Craig N. Murphy, “Global Governance over the Long Haul”, International Studies Quarterly, vol. 58, International Studies Association, marzo, 2014, pp. 216-218.

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b) Implica dejar de lado la idea de que el Estado es la única fuente de autoridad y de poder, pues la gobernanza global refleja la diversa gama de intereses, valores e ideas; c) El mundo es un espacio en donde diversos actores se relacionan (incluyendo al Estado) de formas diferentes, con distintas intensidades, para temas diversos y con el objetivo de producir bienes públicos de preferencia globales (por ejemplo, la seguridad, la democracia, los derechos humanos, el medio ambiente sano, etcétera); d) Para lograr obtener bienes públicos, las instituciones internacionales, los Estados, las sociedades y demás actores, deben homologar sus políticas hacia agendas comunes para poder producirlos colaborativamente; e) No hay una distinción entre la alta política (high politics) y la baja política (low politics); cualquier tema, actor o relación son dignos de ser analizados bajo esta teoría, pues cualquier actor puede tener la autoridad en algún momento y ejercer el poder. Esta complejidad implica que las relaciones de gobernanza son posibles en un mundo en donde parte de la soberanía de los Estados es perforada por múltiples canales de interacción y la estructura global cambia constantemente. LA TEORÍA DE LA GOBERNANZA GLOBAL: ANTECEDENTES Los fundamentos la teoría de la gobernanza global pueden ser ubicados históricamente en algunas teorías liberales. Por ejemplo, los imperativos categóricos de Immanuel Kant están reflejados en la agenda global como temas éticamente pertinentes y en la necesidad de un gobierno mundial (una de las propuestas para la creación de la Sociedad de Naciones de principios del siglo XX). Ya en el siglo XX, teorías como el transnacionalismo aportaron la idea de que hay fenómenos que traspasan fronteras estatales. Por su parte, la teoría de la interdependencia compleja, de Robert O. Keohane y Joseph Nye, explica que la cooperación tiene beneficios y que ésta puede incluso ayudar a los gobiernos de los Estados a paliar sus deficiencias (económicas, políticas, de bienestar, etcétera). Asimismo, las ideas sobre integración y regionalismo le dieron un nuevo alcance al concepto de gobernanza; ejemplos como la Unión Europea y la profundización de sus procesos de

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integración en la década de 1990 resultaron en la inclusión del análisis regional en la teoría de gobernanza global. Una influencia fundamental para delinear la teoría de la gobernanza global fueron los textos de James Rosenau a principios de la década de 1990 sobre la turbulencia generada por la existencia del mundo estatocéntrico (con el Estado como principal actor) que convivía simultáneamente con el mundo multi-céntrico (con el surgimiento de otros actores igual de importantes). Esto da paso a que el mismo Rosenau junto con Ernst Czempiel hablen de un mundo con traslapes de instituciones, actores, autoridades y relaciones que por primera vez en el mundo académico llaman gobernanza.3 Teóricamente, la gobernanza global intenta hacer frente al dominio de teorías con influencias realistas, pues, según Robert Keohane, estas teorías quedaban cortas en cuanto al estudio de procesos, política doméstica e identidades. Reviviendo el famoso primer debate de la disciplina de Relaciones Internacionales, en la década de 1990, se suscitan polémicas entre autores que critican la teoría de la gobernanza global como John Mearsheimer, Robert Jervis, Stephen Walt, Kenneth Waltz, Susan Strange o Martha Finnemore con autores que la defendieron o que siguen aportando ideas sobre dicha teoría, como Robert Keohane, Joseph Nye, Stephen Krasner, James Rosenau, Ernst Czempiel, Phillip Cerny, Lawrence Finkelstein, Thomas Weiss, David Held, Aseem Pakrash, Jeffrey Hart, Timothy Sinclair, entre otros. Por otro lado, la gobernanza global abría el escenario a algunas teorías liberales enfocadas en el Estado (como la interdependencia compleja) hacia el estudio de otros actores que participaban en el proceso político. En este contexto, las aportaciones de Oran Young y Stephen Krasner con la teoría de regímenes establecieron que las relaciones entre actores dependen del interés sobre temas específicos, no necesariamente guiados por el Estado, sino por complejos de autoridad llamados regímenes. Por su parte, las aportaciones del institucionalismo (y su revisión llamada “neoinstitucionalismo”) fueron clave para clarificar el papel de las instituciones en la toma de decisiones y en la categorización de actores. Pero estas ideas que ayudaron a construir la teoría de la gobernanza global fueron rápidamente incorporadas a la agenda de Naciones Unidas. Así como teóricamente, la práctica de la gobernanza global se va delineando en la segunda mitad del siglo XX y llega a su apogeo a partir de la década

3 James Rosenau y Ernst Czempiel, Governance without Government: Order and Change in World Politics, Cambridge: Cambridge University Press, 1992; James Rosenau, “Governance in a New Global Order”, en David Held y Anthony McGrew, The Global Transformations Reader: An Introduction to the Globalization Debate, Cambridge, Polity Press, 2000.

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de 1990. La integración europea,4 la idea de privatización del Consenso de Washington y la aplicación de sus principios por el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial dieron a la teoría un sustento práctico.5 Son dos publicaciones en el año de 1995 las que se refieren directamente a la práctica de la gobernanza global. La primera fue la publicación titulada Our Global Neighborhood, texto de la recién creada Comisión de Gobernanza Global de Naciones Unidas. Ese mismo año, el Consejo Académico del organismo internacional también inaugura la revista académica Global Governance. 6 Ambas iniciativas se sustentan en la idea de que hay problemas que van más allá de lo que los gobiernos de los Estados pueden resolver. Como sostienen Thomas Weiss y Rorden Wilkinson, el concepto de gobernanza global reflejaba la capacidad del sistema internacional para proveer servicios de tipo gubernamental en la ausencia de un gobierno mundial. Por ejemplo, cuando algunos Estados se desmoronaban ante el fin de la Guerra Fría y no podían proteger a su población (como la ex URSS), otros Estados encontraban límites en cuanto al surgimiento (o resurgimiento) de identidades cívicas o étnicas que no permitían que los Estados gobernaran (como la ex Yugoslavia), y otros simplemente no habían podido sacar de la pobreza y la exclusión social a su población (como algunos países en Asia, América Latina y África). En este escenario se pensaba que una nueva forma de practicar las relaciones entre actores emergentes y actores tradicionales sería ideal para la producción de bienes públicos globales, mediante esquemas multilaterales (Estados y otros actores) guiados por organizaciones internacionales. Los bienes públicos son aquellos en donde no existe rivalidad, pues el hecho de que una persona use ese bien no excluye a otros de también usarlo. Los bienes públicos tampoco cuentan con exclusividad, pues sería muy costoso o difícil excluir a alguien de su uso. Ejemplo de ello es tener un medio ambiente limpio y no contaminado; éste es un bien público con alcance global en donde todos gozan de sus beneficios y es inclusivo para todos.7 Generalmente, los bienes públicos los produce el Estado, pero, a veces, el Estado no tiene la capacidad para producirlos o la responsabilidad debe caer en muchos más actores involucrados. 4 La integración europea avanza con el Tratados de Schengen en 1985 (que permite la movilidad entre países firmantes) y el Tratado de Maastricht en 1992 (que formaliza la creación de la Unión Europea y la entrada en vigor de una sola moneda: el euro). 5 El Consenso de Washington de 1989 diseñó los lineamientos que guiarían a los gobiernos en un esquema neoliberal en donde se “privatizaban” algunos de sus servicios mediante nuevas formas de contratación externa (llamada en inglés outsourcing), coproducción de bienes y cooperación pública-privada, siendo las empresas y las ONGs las nuevas proveedoras de servicios para los gobiernos. Para mayor detalle véanse los capítulos XVI y XXIII. 6 Thomas G. Weiss y Rorden Wilkinson, “Rethinking Global Governance? Complexity, Authority, Power, Change”, International Studies Quarterly, núm. 58, International Studies Association, marzo, 2014, pp.207-215. 7 La definición clásica que explica estas dos características no es nueva, proviene del artículo de Paul A. Samuelson de

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DEFINICIÓN Y PREMISAS GENERALES DE LA TEORÍA DE LA GOBERNANZA GLOBAL

Como se nota, hay muchas influencias históricas que han contribuido a la construcción de la teoría y su aplicación práctica. Con el objetivo de contar con una definición general que conjunte los elementos esenciales de la teoría podemos entender gobernanza global como “las relaciones (formales e informales) entre actores (gubernamentales o no gubernamentales) a través de normas y reglas para identificar, entender, manejar y solucionar problemas que se ubican en diferentes estratos de autoridad y formas de ejercer el poder”. Esta definición conjunta las tres premisas principales de la teoría: a) Existe una diversidad de relaciones posibles, pues hay diferentes tipos de actores e intereses que se relacionan a través de normas/ reglas, creando nuevas instituciones o reformando las anteriores. b) Es posible contar con esta diversidad de actores y normas/reglas porque la autoridad ya no se concentra en el Estado solamente, sino que se ubica en otros lados y se “re-localiza”. c) El objetivo de la teoría y su práctica es identificar, entender, manejar y solucionar problemas mediante la producción de bienes públicos en los estratos global, regional, nacional, local. A. Diversidad de relaciones, actores e instituciones En una definición sencilla y muy clara, Douglas North define a las instituciones como estructuras que moldean el comportamiento de los actores. En este sentido, las instituciones son foros de negociación en donde se operan, proponen y hacen realidad las normas y sus reglamentos. Algunas teorías de corte liberal clasifican a las instituciones como “públicas y privadas”.8 La gobernanza global se diferencia de éstas en la forma de categorizarlas, pues un actor tradicionalmente considerado “público” (como una Secretaría de Estado) puede vincularse a actores privados como empresas para generar programas sociales o incentivar el cambio tecnológico de la industria. En este ejemplo, ¿una empresa o una organización no gubernamental global (ONG) 1954 llamado “The Pure Theory of Public Expenditure”, The Review of Economics and Statistics, vol. 36, núm. 4, MIT Press, noviembre, pp. 387–389. 8 Douglas North, Institutions, Institutional Change, and Economic Performance, Cambridge, University Press, 1990.

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que provee servicios médicos para la Secretaría de Salud serán públicas o privadas? La teoría de gobernanza global respondería que tanto la empresa como la ONG pueden ser ambas, pues a pesar de que una empresa o una ONG son privadas legalmente, están involucradas en el diseño y desempeño de la política pública de salud de un Estado. Para evitar esta ambigüedad en la caracterización, la gobernanza global clasifica a las instituciones y las normas en formales e informales. Son formales cuando existen leyes y sanciones escritas que crean estructuras como gobiernos de los Estados, los organismos internacionales o las ONG (por ejemplo, leyes, tratados, constituciones); en cambio, son informales cuando se trata sólo lineamientos de acción, prácticas sociales que crean estructuras temporales o estructuras sin marcos legales o sanciones tácitas para lograr ciertos objetivos.9 Para que las instituciones y las normas sean útiles a la sociedad deben ser efectivas y legítimas, en otras palabras, deben cumplir sus objetivos, ser adecuadas al contexto y estar sujetas a rendición de cuentas. Al final del día, cabe preguntarnos, ¿quién tiene la autoridad legítima para crear, manejar y transformar estas instituciones y normas, ya sean formales o informales? La respuesta se fundamenta en los conceptos de jerarquía y anarquía, es decir, en cómo es el contexto en el que se distribuye esa autoridad. Por ejemplo, ¿cómo es el contexto que permitió que dicha empresa u ONG de servicios médicos pudiera prestar el servicio e incidir en política pública? ¿Es un contexto en donde la Organización de Naciones Unidas cuenta con la autoridad para delinear las normas jerárquicamente hacia “abajo” y definir quién, cómo y cuándo se distribuirá una medicina? ¿O es un contexto anárquico en el que la autoridad se ubica en otro lado, por ejemplo en grupos de presión de las comunidades afectadas por la enfermedad o donde una comunidad epistémica tiene la solución en sus manos al descubrir la cura o en donde una farmacéutica decide o no sacar al mercado cierta medicina? Esta discusión ha resultado en que la gobernanza pueda clasificarse en diferentes formas de acuerdo a la estructura en la que opera (si es jerárquica o anárquica), como se nota en figura XXV.1. Las formas de gobernanza de tipo jerárquico cuentan con una autoridad que permea las normas e instituciones y que generalmente proviene del estrato global (por ejemplo, la Organización Mundial de la Salud).10 Si Para mayor referencia véanse los siguientes textos: 1) Aseem Pakrash y Jeffrey Hart, Globalization and Governance, Londres, Routledge, 1999; 2) Nils Boesen, “Governance and Accountability—how Do Formal and Informal Interplay and Change”, International Seminar: Informal Institutions and Development, París OECD, 2006. Disponible en: http://www.oecd.org/dataoecd/52/38/37790183.pdf; 3) Henry Farrell y Adrienne Héritier, “Formal and Informal Institutions under Codecision: Continuous Constitution-Building in Europe”, Governance: A International Journal of Policy, Administration and Institutions, vol. 16, núm. 4, octubre, 2003, pp. 577-600. Disponible en http://www.utsc. utoronto.ca/~farrell/governance.pdf 10 Para una discusión sobre los tipos de jerarquía en las relaciones internacionales, véase David A. Lake, Hierarchy in International Relations, Nueva York, Cornell University Press, 2009. 9

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Figura XXV.1. Formas de gobernanza y su relación con la jerarquía y la anarquía

• Gobernanza multi-nivel • Gobernanza FOCI (functional, overlapping, competing, jurisdictional)

• Gobernanza multi-estrato (”multi-player”)

• Gobernanza poli-céntrica (incluyendo al Estado)

• Gobernanza poli-céntrica

• Gobernanza en red (incluyendo al Estado)

• Gobernanza en red (”network”)

Fuente: Elaboración propia

las formas de gobernanza son anárquicas, la autoridad puede ubicarse en cualquier lado dependiendo del tema y contexto.11 Cuando las formas de gobernanza jerárquicas o anárquicas privilegian relaciones formales, la autoridad recae en instituciones con claridad en sus responsabilidades plasmadas en marcos legales. Si las formas jerárquicas incluyen relaciones informales, la autoridad no tiene fronteras tan claras, pues actores tradicionalmente formales pueden realizar actividades coyunturales y sin marcos legales en ciertos contextos y viceversa. 11 Como se explica en el capítulo de este libro sobre el realismo estructural de Kenneth Walz, la anarquía es entendida como principio que ordena el sistema internacional y en el que existe ausencia de una autoridad que limite a las grandes potencias. Por ello, es inevitable que éstas entren en conflicto y realicen alianzas con otros Estados. Cabe aclarar que lo que se entiende por anarquía desde gobernanza global es diferente al concepto realista. Para la teoría de gobernanza global, anarquía implica que existen interacciones en donde las instituciones y normas compiten o comparten la autoridad de igual a igual con otras instituciones y normas, pero siempre bajo un grupo de reglas. Algunos otros tipos de gobernanza anárquica se fundamentan en que el Estado y su gobierno funcionan limitadamente debido a situaciones como guerras civiles, conflictos étnicos, golpes de Estado, entre otros. Estos vacíos de autoridad dan pauta para que diferentes instituciones informales se empoderen creando redes o múltiples centros de poder. Para entender este tipo de gobernanza, es necesario explorar los conceptos de policentrismo de Elinor Ostrom; de redes de Margaret E. Keck, Kathryn Sikkink y Manuel Castells; de gobernanza sin gobierno de Thomas Risse. Dichos conceptos se encuentran en: Elinor Ostrom, “Policentricity, Complexity, and the Commons”, Good Society, vol. 9, núm. 2, 1999, pp. 37-41; Margaret E. Keck y Kathryn Sikkink, Transnational Advocacy networks in International and Regional Politics, Oxford, Inglaterra, Blackwell Publishers, 1999; Manuel Castells, The Rise of Network Society, vols. I y II, Malden, MA, Blackwell Publishers, 1996; Thomas Risse, Governance without a State? Policies and Politics in Areas of Limited Statehood, Nueva York, Columbia University Press, 2011.

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B. La re-localización de la autoridad La teoría de la gobernanza global hace posible ubicar a la autoridad en otro lugar al tradicional (los gobiernos de los Estados). Como vimos en el ejemplo anterior, la autoridad para el caso de servicios médicos puede ubicarse en diferentes actores, pues para algunos temas son otros actores diferentes al Estado quienes llevan el liderazgo y asumen la mayor parte de los costos y beneficios. Algunos temas como derechos humanos, medio ambiente, migración, narcotráfico o terrorismo, pueden evidenciar cómo los gobiernos de los Estados tienen límites en la producción de bienes públicos y son otros los actores quienes crean instituciones o normas para obtenerlos. Al contar con diversas fuentes de autoridad, el alcance de la teoría de la gobernanza global es amplio y se ha caracterizado en niveles de análisis global, regional, nacional, local.12A nivel global, se incluyen procesos y temas que impactan a todo el mundo de una forma u otra. Cabe notar que las instituciones formales de la gobernanza global no son considerados como un “gobierno mundial”, pues no cuentan con instrumentos legales para obligar a las sociedades a seguir ciertas pautas o con algún sistema de rendición de cuentas directo para los ciudadanos. A nivel regional, se tratan interconexiones entre normas e instituciones formales como los acuerdos comerciales regionales o acuerdos de integración (como la Unión Europea o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte), pero también se incluyen los informales como instituciones trans-regionales (por ejemplo, los movimientos sociales globales, asociaciones de individuos que se conectan virtualmente o comunidades epistémicas). A nivel local se pueden incluir gobiernos locales o grupos de la sociedad civil, al igual que instituciones formales e informales de pequeño alcance que se vinculan con la globalización para lograr sus objetivos, por sencillos que éstos sean. Estos diferentes niveles persiguen el objetivo de explicar la producción de bienes públicos a cualquier nivel. Es en el nivel nacional en donde se ha generado confusión, pues se ha traducido el término en inglés de governance como gobierno o gobernabilidad. A nivel nacional, los Estados son los que cuentan con la autoridad y el ejercicio de poder de forma legal o legítima. Cuando es así, el gobierno (la estructura que procesa las demandas sociales) cuenta con gobernabilidad (capacidad legítima para gobernar), pues la sociedad ha aceptado que el Estado puede gobernar y hacer cumplir los pactos sociales. Un ejemplo de este tipo de confusión es la definición que proporciona el 12 Elke Krahmann, “National, Regional and Global Governance”, Global Governance, vol. 9, núm. 3, 2003, pp. 323346.

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Banco Mundial (BM) sobre gobernanza, pues afirma que ésta “consiste en las tradiciones e instituciones por las cuales se ejerce la autoridad dentro de un país […] incluyendo la forma de elección de los gobiernos, la capacidad de formular e implementar buenas políticas públicas y el respeto de los ciudadanos a instituciones que gobiernan las interacciones sociales y económicas”.13 Definido de esta manera, a lo que el BM se refiere sería al proceso y ejercicio de gobierno y gobernabilidad dentro de cada Estado. Los gobiernos de los Estados participan en los procesos de gobernanza a través de su gobierno nacional y de los provinciales, municipales, comunitarios, entre otros. Dicho de otra forma, los gobiernos están inmersos en procesos de gobernanza que los ayudan a 1) llenar los vacíos de poder, 2) como legitimador de la acción de los órdenes de gobierno y 3) complementar lo que no son capaces de realizar. Sin embargo, hablar de niveles de gobernanza no refleja del todo la complejidad y diversidad de la que hemos venido hablando. Por ello, algunos autores argumentamos que el concepto de niveles es muy rígido y sugiere “fronteras” igualmente rígidas que no coinciden con la gama de interacciones que la teoría pretende explicar. Por ello, hay sugerencias para sustituir el término niveles por estratos (en inglés layers), los cuales resultan permeables, flexibles e incluyentes.14 C. La producción de bienes públicos para diversos temas y estratos La teoría de la gobernanza global tiene el objetivo de identificar, entender, manejar y solucionar problemas por medio de la producción de bienes públicos. Para producir bienes públicos, a veces hay que vincular diversos temas y agendas. En este sentido, se puede decir que la teoría de la gobernanza global estudia las relaciones entre algunos regímenes internacionales. Un régimen aborda un tema sobre el cual se articulan los intereses, ideas, valores y objetivos de diversos actores. Un régimen cuenta con instituciones y normas especializadas para ello. Pensemos en el régimen de derechos humanos, en el que intervienen instituciones de Naciones Unidas, instituciones como la Organización para la CooBanco Mundial, Worldwide Governance Indicators, Washington, Banco Mundial, 2013. Disponible en: http://info. worldbank.org/governance/wgi/index.aspx#home 14 Algunos de los autores con este tipo de propuestas son Isidro Morales, Post-NAFTA North America: The Challenges for Economic and Political Governance in a Changing Region, Basingstoke, Palgrave-McMillan, 2008, pp. 20-21; Fabio Masini, “Economic Epistemology and Methodological Nationalism: A Federalist Perspective”, Perspectives on Federalism, vol. 3, núm. 1, Centro Studi sul Federalismo, 2011; Marcela López-Vallejo, Reconfiguring Global Climate Governance: A Transregional Approach, Surrey, Inglaterra, Ashgate, 2014. Otros autores como Lisbet Hooghe y Gary Marks emplean el término de “centros” de poder para referirse a estos estratos, en “Unraveling the Central State, but How? Types of Multi-Level Governance”, The American Political Science Review, vol. 97, núm. 2, American Political Science Association, mayo, 2003, pp. 233-243.

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peración y el Desarrollo Económico (OCDE) o el Banco Mundial, organizaciones no gubernamentales globales y locales, individuos, hasta gobiernos, comunidades virtuales, entre otras. Pero la teoría de los regímenes encontraría limitantes al tratar de analizar un tema como el derecho humano al medio ambiente limpio, pues este último tema cuenta con su propio régimen. Sin embargo, la teoría de la gobernanza global puede analizar ambas al explorar las nuevas formas de relación formales e informales que surgen entre los dos regímenes (o más actores fuera del régimen). La figura XXV.2 presenta a continuación, de manera visual, las tres premisas esenciales para el ejemplo anterior. Figura XXV.2. Ejemplo de gobernanza del derecho humano a un clima limpio

Fuente: Elaboración propia.

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En este esquema la autoridad legítima se ubica en diversas instituciones, cada una con sus propias normas que, sin embargo, articulan diversos temas para producir un bien público global. Las conexiones (flechas) comunican a los dos regímenes (medio ambiente y derechos humanos) en múltiples formas, creando relaciones formales e informales de gobernanza en diferentes estratos.

Estudio de caso La producción de bienes públicos globales en la gobernanza climática global En noviembre de 2013 se llevó a cabo la 19ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático en Varsovia, Polonia. Este evento reunió a más de 180 países, medios de comunicación, organizaciones de la sociedad civil, representantes de gobiernos, con el objetivo de continuar las negociaciones sobre cambio climático que comenzaron en 1992 en la Conferencia de Río de Janeiro. El instrumento principal diseñado en 1997 en la COP3, en Kioto, Japón, fue un protocolo en el que se establecían los compromisos específicos de los Estados para reducir o limitar su emisión de gases de efecto invernadero (GEI). El rango de compromiso fue en ese entonces entre 4 y 6% de reducción tomando como base el año 1990. Por ejemplo, Canadá se comprometió a reducir en 6% la emisión de GEI para el año 2012. Canadá tendría que seguir creciendo económicamente pero sin quemar la misma cantidad de combustibles fósiles, lo cual implicaba un reto tecnológico. Así como Canadá, varios países fueron incluidos en las listas del Protocolo de Kioto con compromisos específicos (los países listados en el Anexo I y en el Anexo II). El objetivo era que los principales contaminadores tuvieran incentivos para reducir sus emisiones de GEI y produjeran un bien público global: un aire menos contaminado para el mundo. Sin embargo, países como China, India, Rusia, Brasil, Sudáfrica o México no estaban en ningún anexo, pues en esos momentos no eran economías sólidas y no eran de los principales contaminantes. Dos décadas después, estos países están situados entre los primeros diez lugares en contaminación debido a que sus economías comienzan a despegar. Sin embargo, siguen sin contar con algún compromiso de reducción o límite de GEI. La gobernanza climática global, representada por el Convenio Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático y el Protocolo de Kioto, ha difundido sus prácticas hacia diferentes países, creando cambios institucionales importantes. Se han creado diversas instituciones en diferentes estratos que sirven de plataforma para crear normas que aborden el problema. Por ejemplo, existen asociaciones de gobiernos locales (provincias, municipios y ciudades) como el ICLEI, donde colaboran con empresas u ONGs para ello. Cuando se habla de gobernanza local en cambio climático, la autoridad se localiza en este tipo de

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Estudio de caso: La producción de bienes públicos en la gobernanza climática global (continuación) instituciones y se trasciende tanto al Estado (y sus políticas nacionales) como a la misma ONU. De estas asociaciones de gobernanza global se desprenden normas e instituciones que adquiriendo legitimidad, cuentan con su propia dinámica de toma de decisiones y que vinculan relaciones formales e informales de igual manera.

CRÍTICAS Y LÍMITES DE LA TEORÍA DE LA GOBERNANZA GLOBAL La gobernanza global es una teoría viva, que sigue en construcción diaria. Como tal, es objeto de críticas que evidencian sus carencias y límites. En esta sección se resaltarán solamente las más recurrentes. Falla en la producción de bienes públicos. La producción de bienes públicos ha sido muy limitada y no se han podido superar la exclusión social y pobreza. Tanto la teoría como su práctica han sido catalogadas como imposiciones de los líderes liberales-capitalistas. En esta tesitura se ubican algunos autores como Mark Rupert, Naomi Klein, George Monbiot, Michael Hardt, Antonio Negri, David Held, Manuel Castells o Saskia Sassen, quienes critican estas fallas y evidencian las contradicciones del liberalismo, capitalismo y de la globalización misma.15Las ideas sobre democracia, libertad, derechos humanos, desarrollo sustentable, entre otros, tienden a ser pieza clave de los análisis y programas de algunas instituciones intergubernamentales como la ONU, la OCDE, el BM o el FMI. Estos conceptos generalmente se han desarrollado en Estados Unidos, Canadá o Europa. Esta situación ha provocado que la sociedad se organice y reaccione, creando movimientos antiglobalización, que en último término argumentan que la gobernanza global guiada desde los organismos internacionales no es eficiente, está condicionada al ingreso económico de las sociedades y no representa los valores e intereses reales de la diversidad de sociedades que existen. Uno de los movimientos que comenzaron esta ola de protestas tuvo lugar en 1998 en la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Génova, Italia, y su subsecuente presencia en Seattle, Estados Unidos, en 2002, inaugurando el movimiento integrado por los “globalifóbicos”. Actualmente encontramos movimientos globales derivados de la crisis financiera global de 2008, como el de los Indignados en España o el movimiento Occupy Wall Street en Estados Unidos, o grupos organizados por 15

Andrew Jones, Globalization: Key Thinkers, Cambridge, Inglaterra, Polity Press, 2010.

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medio de las redes sociales (como Facebook o Twitter). Estos movimientos de resistencia se fundamentan en lo que hace algunas décadas, Michel Foucault concibió como “gobernamentalidad” (governmentality), concepto que cuestionaba las teorías positivistas e introducía la pregunta sobre quién decide cuáles son los valores para construir la agenda internacional y con qué fines.16 Esta idea se resume en la clásica premisa de Robert Cox que sostiene que la teoría siempre es para alguien y para algo, es decir, que alguien la diseña con alguna intención específica.17 Contradicción entre heterogeneidad-homogeneidad. ¿Cómo hacer que la diversidad que plantea la teoría sea ordenada? La dicotomía heterogeneidadhomogeneidad o lo que David Held ha llamado la dicotomía hiperglobalización (homogenización con valores liberales) versus fragmentación (diversidad por valores locales) es una de las contradicciones de la teoría y de su práctica. Esta dicotomía se ejemplifica cuando las instituciones (y sus normas) que no cambian tienen una agenda clara con las que están en constante cambio. En muchos casos, estas últimas deberán seguir los lineamientos de las primeras o cumplir con sus condicionamientos políticos para cumplir con los criterios la “buena gobernanza” y garantizar la solidez institucional hacia el cambio. Asimismo, dicha dicotomía se evidencia cuando se trata de homogenizar criterios institucionales dentro de la misma sociedad o comunidad. Crítica desde teorías realistas. John Mearsheimer publicó en 1994-1995 un texto cuyo título evidencia su falta de confianza en las instituciones, parte importante de la teoría de la gobernanza global, “The False Promise of International Institutions”. 18 Mearsheimer argumenta que en particular los tomadores de decisiones occidentales creyeron que las instituciones garantizarían la paz mundial, pero las instituciones han demostrado que tienen una mínima influencia en el comportamiento de los Estados. Esta idea nos recuerda lo que Martha Finnemore comenta sobre el ejercicio del poder, pues cuando la gobernanza global afirmaba que el poder era para la sociedad (empoderamiento social), en realidad el poder se ha ejercido sobre la sociedad. 19 Por su parte, Kenneth Waltz, como realista estructural, 16 Michel Foucault, Vigilar y castigar: Nacimiento de una prisión, A. de Garzón (trad.), México, Siglo XXI, 1998 [1975]. Un ejemplo proveniente de las artes que ejemplifica el poder del conocimiento que en ciertos contextos causa enajenación es el célebre disco “The Wall” del grupo británico Pink Floyd en 1982. 17 Robert Cox, Power and World Order: Social Forces in the Making of History, Nueva York, Columbia University Press, 1987. 18 John Mearsheimer, “The False Promise of International Institutions”, International Security, vol. 19, núm. 3, 19941995, pp. 5-49. 19 Martha Finnemore, “Dynamics of Global Governance: Building on What We Know”, International Studies Quarterly, núm. 58, marzo, 2014, pp. 221-224.

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tampoco estaba convencido de que las instituciones fueran la solución, pues argumentaba que el ejercicio de poder no está realmente en sus manos, sino en los Estados que son influidos por el sistema internacional y que el único tema real de agenda internacional es la seguridad. Siguiendo este argumento, Barnett y Duvall notan que históricamente han sido las grandes potencias las que han creado las instituciones internacionales para preservar sus intereses. En otras palabras, el Estado aún es el centro de la autoridad y el ejercicio de poder, siendo Estados Unidos hoy en día el hegemón.20 En general, estos autores realistas evidencian que la teoría de la gobernanza global falla en analizar el conflicto y la lucha por el poder.

COMENTARIOS FINALES: EL DIÁLOGO CONTINÚA La teoría de la gobernanza global cuenta con supuestos y premisas particulares esenciales. Es una teoría que encuentra sentido en un contexto de globalización y al ser su alcance máximo global, es considerada como teoría estructural. La estructura de la gobernanza global es dinámica, pues incluye las relaciones entre actores, instituciones y normas que cambian constantemente. Este dinamismo es favorecido por la re-localización de la autoridad y el ejercicio de poder a cargo de diversos actores en un espectro de amplio alcance. Con el objetivo de proveer bienes públicos globales, diferentes estratos se vinculan a temas y actores diversos. Para concluir diremos que este capítulo comenzó planteando que la gobernanza global podría ser un nuevo nombre para nuestra disciplina y para explicar el mundo actual, sin embargo, las críticas presentadas anteriormente (y muchas más) harían imposible llegar a un consenso. A pesar de ello, cabe resaltar que la teoría de la gobernanza global es una idea que ha tomado fuerza en el siglo XXI y que está aquí para aportar al debate en Relaciones Internacionales.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Cuáles son los supuestos generales de la teoría de la gobernanza global? 2. ¿Cuáles son los antecedentes de la teoría de la gobernanza global? 20 Michael

Barnett y Raymond Duvall, “Power in International Politics”, International Organization, vol. 59, núm. 1,

MIT Press, 2005, pp. 39-75.

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3. ¿Cuál es el alcance de la teoría de gobernanza global? 4. ¿En dónde reside la autoridad y quién ejerce el poder en la gobernanza global? 5. En la gobernanza global, ¿cómo puede existir anarquía cuando hay instituciones “ordenadoras”? ¿Realmente existe un orden garantizado por las instituciones internacionales? 6. ¿Por qué en la gobernanza global se clasifican las instituciones y normas en formales e informales y no en público-privadas? 7. ¿Por qué se dice que el objetivo principal de la gobernanza global es producir bienes públicos nacionales, locales o globales? 8. ¿Cuáles son los límites y críticas a la teoría? ¿Qué es en lo que falla en explicar? 9. ¿Existen nuevos espacios de relación que deberíamos incluir en la categorización de estratos (que provienen a veces del mundo virtual)? 10. ¿Qué peso deben tener las normas informales en la gobernanza, cuando éstas por un lado dan voz a prácticas sociales, pero por otro pueden ir en contra del orden deseado?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Enderlein, Henrik, Sonja Wälti y Michael Zürn (eds.), Handbook of MultiLevel Governance, Cheltenham, Inglaterra, Edward Elgar Publishing, 2010. Ianni, Octavio, Teorías de la Globalización, México, Siglo XXI, 2002. Keohane, Robert O., “International Institutions: Two Approaches”, en Frederich Kratoshwil y Edward D. Mansfield (eds.), International Organization: A Reader, Nueva York, Harper Collins, 1994. Keohane, Robert O., Power and Governance in a Partially Globalized World, Londres, Roultledge, 2002. Kjaer, Anne Mette, Governance, Cambridge, Inglaterra, Polity Press, 2004. Levi-Faur, David (ed.), The Oxford Handbook of Governance, Oxford, Inglaterra, Oxford University Press, 2012.

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XXVI. FEMINISMO Y GÉNERO

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INTRODUCCIÓN

L

as teorías feministas 1 tienen una larga tradición fuera de la disciplina de Relaciones Internacionales (RI) a la que entran en la década de los ochenta aportando, entre otros aspectos, el enfoque de género. El feminismo en RI desafía, reinterpreta, critica y resiste desde múltiples perspectivas la concepción clásica de la teoría y la práctica de las relaciones internacionales y sus efectos en la economía global, así como sus conceptos básicos: Estado, poder, violencia y seguridad, entre otros. Por ejemplo, en los estudios de seguridad el modo tradicional de análisis es el nivel estructural, del Estado o de los tomadores de decisiones, en tanto que las feministas se preguntan cómo contribuye el mundo político a la inseguridad del individuo.2 Por su parte, el enfoque de género propició un espacio para la inclusión de los estudios de masculinidad, identidad/es de género y sexuales, así como sobre las personas LGTTTBI (lesbiana, gays, travestis, transexuales, transgénero, intersexuales, bisexuales) 3 –especialmente en derechos humanos–, avanzando también la teoría Queer,4 los cuales, junto con el feminismo, contribuyen a entender cómo funciona el mundo político desde 1 En general, existen múltiples teorías feministas en Relaciones Internacionales. Definimos como feministas: “aquellas que creen que las mujeres no deben verse en desventaja por su sexo, que las mujeres deben ser reconocidas por poseer dignidad humana al igual que los hombres y la oportunidad de vivir con la libertad de elegir como los hombres”. Susan Okin, “Is Multiculturalism Bad For Women?”, en Joshua Cohen, Matthew Howard y Martha C. Nussbaum (eds.), Is Multiculturalism Bad For Women? Susan Moller Okin with Respondents, Princeton, Princeton University Press, 1999, p. 10. Traducción propia. 2 J. Ann Tickner, Gendering World Politics. Issues and Approaches in the Post-Cold War Era, Nueva York, Colombia University Press, 2001, p. 30. 3 Es necesario aclarar que estas siglas no engloban a todos los grupos que luchan por su identidad y el reconocimiento de sus derechos por lo que quizá se irán agregando en tanto sus identidades se vean vulneradas. 4 La palabra Queer tiene diferentes significados: como sustantivo significa “maricón”, “homosexual”, “gay”; se ha utilizado en forma peyorativa en relación con la sexualidad, designando la falta de decoro y la anormalidad de las orientaciones lesbianas y homosexuales; y como adjetivo significa “raro, “torcido”, “extraño” y refleja la transgresión

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otros marcos teóricos y métodos de análisis como el del cuarto debate en RI. En este debate, el pospositivismo dio lugar a los enfoques no tradicionales en la disciplina que pretenden dar una visión más amplia en la comprensión de la problemática del mundo global cuestionando su objeto de estudio, teorías, metodologías y práctica política. En la actualidad las teorías feministas y los estudios de género son reconocidos como parte del estudio de las Relaciones Internacionales en general, especialmente en universidades de países occidentales donde los libros introductorios a la disciplina incluyen capítulos sobre el tema y se imparten materias con dicho enfoque. Asimismo, asociaciones importantes como la International Studies Associations (ISA) o la British International Studies Association (BISA) tienen un caucus de género o cuentan con grupos de trabajo sobre género y RI. Sin embargo, dicho reconocimiento no ha sido fácil, sobre todo desde la óptica de los considerados estudios clásicos, como el realismo y liberalismo, cuyas epistemologías y metodologías positivistas no reconocen que están fuertemente influidas por la perspectiva de género. En el caso de México, aunque el feminismo tiene una larga tradición en otras disciplinas, en RI sólo ha logrado (junto con los estudios de género) un incipiente reconocimiento en universidades, literatura y asociaciones. En general, es frecuente que por desconocimiento se descalifiquen las teorías feministas, se confunda género con mujer o se tengan percepciones erróneas sobre su trabajo y valor en la política global. Un error habitual es tener la idea de que sólo agregando mujer al estudio de la política (mundial o no) es suficiente para entender los objetivos y la contribución del feminismo y del enfoque de género. Cuando esto sucede se establecen con facilidad algunas premisas generales que se atribuyen a todo el pensamiento feminista ignorando la pluralidad del mismo. La autora Jennifer SterlingFolker 5 destaca algunos de estos errores de percepción sobre las teorías feministas en RI: •



Sólo tienen el objetivo de medir el incremento de la representación de la mujer en la política mundial (aumento de lideresas, presidentas, etcétera) para mostrar y terminar con su discriminación. Equiparan mujer con paz (si la mujer gobernara el mundo éste sería más pacífico) por la tendencia a pensar que son naturalmente

de lo que se considera la norma: la heterosexualidad. Carlos Fonseca Hernández y María Luisa Quintero Soto, “La Teoría Queer: la de-construcción de las sexualidades periféricas”, Sociológica, vol. 24, núm. 69, enero-abril, 2009, pp. 45-46. 5 Jennifer Sterling-Folker, “Feminist Approaches”, en Jennifer Sterling-Folker (ed.), Making Sense of International Relations Theory, Boulder y Londres, Lynne Rienner Publishers, 2006, p. 244.

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pacíficas por estar a cargo del cuidado de otros, especialmente más vulnerables, como niños y ancianos.6 Prioriza “los asuntos de mujeres” a expensas de otros que son más importantes para la disciplina como la seguridad, las guerras, las organizaciones internacionales, las negociaciones comerciales o actualmente el terrorismo. Enfocan su trabajo en la mujer promedio y no está directamente relacionado con los tomadores de decisiones en política o economía por lo que no es válido para el estudio de la disciplina de RI.

A los que se agregan: • •

Muestran a las mujeres sólo como víctimas y a los hombres como victimarios. Consideran a las mujeres como grupo homogéneo, idea que se repite respecto a los hombres.

Este tipo de percepciones dificulta entablar un diálogo más amplio en la disciplina. Por lo que el objetivo general de este capítulo es mostrar el papel y relevancia del feminismo y del género en RI con el propósito de entender su propuesta y contribución. Un primer objetivo específico es tener una visión general del feminismo, de la diversidad de sus perspectivas y de la importancia del género en RI. El segundo, exponer cómo impacta la política global a través de la construcción social de lo masculino y lo femenino. Tercero, mostrar la manera en que el feminismo y el género han contribuido (y siguen haciéndolo) a la teoría y práctica de la política internacional. Finalmente, exponer cómo los objetivos anteriores aun con limitantes y críticas son relevantes en la teoría y práctica de la disciplina. En la primera parte se esboza (más no se agota) un breve panorama introductorio a la teoría feminista en RI, su desarrollo, diversidad, diferencias y traslapes que dificultan tener una “clasificación” homogénea de la misma. En la segunda, se muestra cómo el enfoque de género es una contribución importante para analizar y entender las relaciones de poder en la política global. En la tercera, se destacan diversas perspectivas feministas que retoman preceptos de diversos enfoques en RI que desde un análisis de género llevan más allá la reinterpretación y reformulación de conceptos clave de la disciplina. La última parte incluye una breve intro6 Esto también se conoce como esencialismo y parte de la idea de que los hombres y mujeres son naturalmente aptos (as) para ciertas actividades a partir de sus características masculinas y femeninas, respectivamente. Cabe señalar que hay algunos feminismos que sí consideran esta interpretación.

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ducción a los actuales estudios sobre masculinidad e identidad de género y sexualidad. Finalmente, se expondrán algunas de las críticas y los límites generales del feminismo y género y de sus implicaciones.

¿CÓMO UBICAR EL FEMINISMO EN RI? Los feminismos en RI comparten ciertas características, una de ellas es considerar el conocimiento como emancipatorio,7 es decir, que pueda explicar las causas del por qué las mujeres están en una condición subordinada –desde lo personal hasta la política global– y después llevarlo a la práctica, especialmente mediante los movimientos feministas. La diferencia radica en el camino que toman para lograr ese objetivo, lo cual se refleja en la diversidad teórica feminista (aunque no están exentos de traslapes) en la disciplina. Aunque no se pretende abordar todos los enfoques feministas en este capítulo, se hace un breve recuento de algunos de los más conocidos. Una primera distinción está relacionada con el debate más amplio en RI entre positivismo y pospositivismo, donde los segundos desconfían del método científico y de la cuantificación de la investigación para explicar la realidad internacional. En el marco de este debate es útil hablar de tres generaciones u olas del feminismo. La primera acaecida a mediados de los ochenta (auge del feminismo positivista), la segunda a finales de la misma década y la tercera en los noventa (auge del feminismo pospositivista) 8 como se mostrará más adelante. Ante la diversidad de corrientes teóricas es más adecuado hablar de feminismos, los cuales han sido clasificados de diversas maneras. Alison Jaggar 9 utiliza criterios de carácter político para distinguir el feminismo liberal (la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en todas las áreas, incluso lo internacional y el desarrollo), el feminismo socialista/marxista (desigualdad y opresión socioeconómica de las mujeres tanto por la estructura capitalista como por condición de género que las subordina a menores recursos en el mercado de trabajo o sin salario en el hogar generando a su vez relaciones de dominación) y el feminismo radical (critica el patriarcado que permea todo tipo de instituciones sociales, incluyendo al Estado). Por su parte, Sandra Harding,10 durante las primeras etapas del trabajo fe7 J. Ann Tickner, “Gender in World Politics”, en John Baylis, Steve Smith y Patricia Owen (eds.), The Globalization of World Politics. Introduction to International Relations, Nueva York, Oxford University Press, 2011, p. 264. 8 Al hablar de generaciones u olas no se pretende hacer un corte rígido o estático, ya que hay continuidades, traslapes y cambios entre éstas. 9 Alison Jaggar, Feminist Politics and Human Nature, Lanham, MA., Rowman & Littlefield, 1983. 10 Sandra Harding, The Science Question in Feminism, Ithaca, Cornell University Press, 1986.

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Fuente: Elaboración propia.

Figura XXVI.1.

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minista en RI, sugiere una clasificación a partir de criterios epistemológicos –cómo podemos obtener conocimiento del mundo– que distingue como empirismo feminista (la investigación científica es sexista y androcéntrica, en ella las mujeres no están representadas pero es el mismo método

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científico el que puede corregirla, incluir más mujeres en la ciencia puede contribuir a percatarse de este sesgo), punto de vista feminista (la experiencia de subordinación de las mujeres es el punto de partida que permite revelar el sesgo masculino que tiene el conocimiento y la ciencia) y posmodernismo feminista (cuestiona y discute los supuestos de la ciencia). Uno de los ejemplos más conocidos del feminismo de punto de vista es la reinterpretación que hace Ann Tickner de los seis puntos del realismo político de Hans Morgenthau. Otra clasificación es la propuesta de Ann Tickner11 y Laura Sjober12 que parte de diferentes enfoques teóricos de RI, especialmente pospositivistas como el crítico, constructivista, posestructuralista/posmoderno y poscolonial pero desde la perspectiva de género, que se desarrollan de manera breve más adelante. Como se puede observar, si bien los feminismos representan una diversidad de ideas teóricas y políticas, para Marcela Lagarde significan una cultura que, en su globalidad, es crítica de un sujeto social –las mujeres–, a la sociedad y a la cultura dominantes, pero es mucho más; es afirmación intelectual, teórica y jurídica de concepciones del mundo, modificación de hechos, relaciones e instituciones; es aprendizaje e invención de nuevos vínculos, afectos, lenguajes y normas, se plasma en una ética y expresa en formas de comportamiento nuevas tanto de mujeres como hombres.13

GÉNERO Y RELACIONES INTERNACIONALES El género es una herramienta útil para entender el estudio de la política internacional; sin embargo, su definición y utilización con frecuencia son un poco confusas. Por un lado, se utiliza como equivalente a mujer y, por otro, se entiende como la forma biológica de identificar el sexo de las personas (hombre-mujer), pero para las feministas el concepto va mucho más allá de estas dos ideas. Anne Sisson Runyan y Spike Peterson lo definen como “los comportamientos socialmente aprendidos, las actividades repetidas y las expectativas idealizadas que se asocian y permiten distinguir entre los papeles de género prescritos de masculinidad y feminidad”.14 La socialización de dichos comportamientos permite la construcción de lo que se considera debería ser masculino o femenino, que por cierto puede no ser lo mismo en distintas sociedades. 11 Tickner, “Gender in World Politics”.

J. Ann Tickner y Laura Sjober (eds.), Feminism and International Relations: Conversations about the Past, Present and Future, Oxford y Nueva York, Routledge, 2011. 13 Marcela Lagarde, El Feminismo en mi vida. Hitos, claves y topías, México, Inmujeres, 2012, p. 461. 14 Anne Sisson Runyan y V. Spike Peterson, Global Gender Issues in the New Millennium, 4ª ed., Boulder, Colorado, Westview Press, 2014, p. 2. Traducción propia.

12

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Estas diferencias otorgan ciertas características que se suelen asociar a lo masculino como el poder, la racionalidad, la fuerza, el valor, la independencia y el papel de proveedor, y como lugar de acción lo público. Lo femenino, por el contrario, suele relacionarse a lo emocional, lo débil, y a un papel dependiente y protector de su ámbito de acción, lo privado (el hogar). Esta diferenciación suele llamarse relacional, es decir, una diferencia depende de la otra para tener un significado, ocasionando un problema cuando las masculinas se asumen en forma más positivas que las femeninas.15 Como ejemplo podría asumirse que una mujer jefe de Estado tendría que comportarse como hombre para ser considerada poderosa y racional. Al contrario, un hombre con características asociadas a lo femenino, lo débil y lo emocional, podría ser considerado poco apto para el cargo que ocupa. Por lo que en este tipo de asociaciones las características y comportamientos masculinos suelen ser más valoradas en la teoría y práctica de las relaciones internacionales o incluso ser los únicos considerados para darles significado. La autora Joyce P. Kaufman observa que Morguenthau en su libro Politics Among Nations se refiere al “Hombre de Estado” y no existen “mujeres” en el índice del libro. Por su parte, otro autor clásico, Kenneth Waltz, en su libro Man, State, and War, sólo cuenta con una referencia: “Mujeres, su papel en el gobierno”, donde el autor “discute la paz y trata de entender el comportamiento humano con el fin de entender lo que conduce a la guerra”.16 En ambos casos la política internacional y la guerra están asociados con lo masculino. Al privilegiar unas características se crean jerarquías que otorgan poder a unas y subordinan a otras, las cuales se reflejan en relaciones de poder y desigual tanto entre hombres y mujeres como entre Estados, cuyas características son asociadas con este tipo de relaciones (débil o fuerte). Como consecuencia, estos determinismos crean estereotipos y prejuicios hacia individuos o grupos que no cumplen con ellos, por lo que la discusión de género en RI ha sido llevada más allá del feminismo para incluir a los hombres y masculinidades y otras identidades y sexualidades haciéndola más plural. Marianne Marchand y Anne Sisson Runnyan señalan que, debido a esta pluralidad, un análisis de género debe tener en cuenta dimensiones que reflejen la complejidad que esto genera: “a) lo material, es decir, nuestro entorno tangible; b) nuestras identidades o subjetividades, especialmente las que conciernen a las relaciones y expectativas de género, y c) lo simbólico e ideológico, expresados especialmente

Tickner, “Gender in World Politics”, p. 265. P. Kaufman, Introduction to International Relations. Theory and Practice, Plymouth, Inglaterra, Rowman & Littlefield Publishers, 2013, pp. 67-68. Traducción propia. 15

16 Joyce

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en los regímenes de género”,17 por lo que no es posible sólo equipar al género con mujer. En resumen, con las asociaciones respecto al género se han construido estructuras de instituciones y prácticas sociales en el ámbito públicoprivado y se ha interpretado la política y la economía internacional, motivo por el que el feminismo lo considera un elemento importante de análisis. FEMINISMO, GÉNERO Y POLÍTICA GLOBAL El feminismo en RI es diverso, sin embargo, la mayoría comparte algunas premisas básicas que permiten entender el por qué de las relaciones desiguales de género. Premisas básicas del feminismo en RI • La mayoría rechaza la separación positivista entre hechos y valores. Consideran que no hay neutralidad en la política, en el poder y en otras concepciones racionalistas, “objetivas”. • La política internacional/global se basa en relaciones de poder altamente influidas por el género, lo cual genera jerarquías en los que la visión masculina prevalece sobre la femenina y otras identidades. • Consideran a las relaciones sociales como unidad de análisis, enfatizando las causas y consecuencias de las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres en el tiempo, las culturas y los niveles de análisis.18 • Lo personal es internacional, lo internacional es personal.19

Quizá con excepción del feminismo liberal que se inclina por metodologías positivistas para explicar la subordinación de las mujeres en RI, los demás enfoques parten de estas premisas para interpretar la política global y la profunda desigualdad por género que tiene la disciplina y la práctica al excluir a las mujeres y otros grupos vulnerables. Marianne Marchand y Anne Sisson Runnyan (eds.), citado en Marianne Marchand, “Género y Relaciones Internacionales: Una Mirada feminista 'poscolonial' desde América Latina”, en Thomas Legler, Arturo Santa Cruz y Laura Zamudio González, Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la Política Global, México, Oxford University Press, 2013, pp. 63-64. 18 Paul R. Viotti y Mark V. Kauppi, International Relations Theory, Glenview, Illinois, Longman, 2012, p. 363. 19 Cynthia Enloe, Bananas, Beaches & Bases: Making Feminist Sense of International Politics, California, University California Press, 1989.

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Feminismo liberal Se enfoca de manera especial en la desigualdad entre hombres y mujeres en aspectos como la pobreza, la violencia, la educación, la salud, el trabajo y la política. Por ejemplo, en conflictos armados donde la violencia es experimentada de manera diferente por hombres y mujeres, como en el caso de la violación usada como táctica de guerra, o en el ámbito del trabajo sobre el que la ONU reporta que durante 2013 el 55% de las víctimas de trabajos forzados fueron mujeres y niñas. Respecto a la violencia el panorama no es más optimista, el 70 % de las mujeres en el mundo han sufrido violencia física.20 Las feministas liberales también le otorgan importancia a la participación de las mujeres en instituciones en donde suelen medir el avance en la igualdad y participación en la toma de decisiones. Es decir, agregan la variable “mujer” que permite visibilizar la situación de subordinación que ha tenido en la política global mediante encuestas, reportes y otros tipos de estudios cuantitativos. Consideran que para revertir la desigualdad es necesario quitar las barreras legales que impiden su avance en ámbitos políticos, sociales, culturales, económicos y así poder tener las mismas oportunidades que los hombres. Sin embargo, Marianne Marchand advierte que este enfoque “no cuestiona el sistema capitalista ni la democracia liberal” 21 por lo que aunque contribuye con exhibir dicha desigualdad, ésta todavía persiste. Feminismo crítico Inspirado en el marxismo y la teoría crítica, el feminismo crítico retoma la tradición del materialismo histórico pero dando énfasis a lo económico (material) y las ideas (importantes efectos de cambio). Una de sus principales premisas es considerar al género como un elemento estructural que moldea “prácticas y políticas en el mundo” 22 a través de las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, donde estas últimas tienen poco acceso a éste en diversos ámbitos como la política internacional. Feminismo constructivista Contra su estudio en los procesos que dan forma a las ideas del significado del género en la política global y viceversa. Cuestiona la forma en que 20 Verónica Rosas González, “Día Internacional de la Mujer. Mujeres, Arriba”, El Universal.mx , viernes 7 marzo, 2014, versión electrónica, disponible en; http://www.eluniversal.com.mx/el-mundo/2014/impreso/mujeres-arriba86114. html, consultado el 17 de julio de 2014. 21 Marchand, “Género y Relaciones Internacionales…”, p. 64. 22 Oliver Daddow, International Relations Theory, Los Angeles, SAGE, 2009, p. 150. Traducción propia.

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se construyen lo masculino y lo femenino: ¿quién las construye y con qué motivo?, ¿son éstas justas y equitativas? 23 Elisabeth Prügl, en su libro The Global Construction of Gender, argumenta que principalmente el trabajo informal que realizan las mujeres en casa sean labores domésticas (limpiar, cocinar, cuidar a hijos y ancianos, entre otros) y pagados como coser, enrollar cigarros, ensamblar joyería para grandes corporaciones e intermediarios, parte de la idea de la división trabajo-casa donde el segundo es mal pagado o no remunerado. Situación que genera prácticas “normalizadas” que influyen en la economía y política mundial, y que es también fomentada por los Estados.24 Feminismo posestructuralista Cuestiona la forma en la que se da sentido al mundo en RI a través de teorías, ideas, lenguaje, y especialmente en la manera “científica” de estudiarlo.25 Por lo que no es casual que se enfoque en las consecuencias que tiene el construir un leguaje dicotómico que expresa de diversas maneras lo masculino/femenino: racional/irracional, público/privado, fuerte/débil o en RI, orden/anarquía, desarrollado/no desarrollado. Diferencias que asociadas con la construcción hombre/mujer les atribuyen características que empoderan a unos y subordinan a otros. Feminismo poscolonial Retoma las críticas posmodernas y posestructuralistas pero situándolas en un contexto geográfico específico cuya característica es haber sido colonizado. Argumenta que aunque se haya obtenido la independencia política y económica la relación de poder-subordinación continúa en otras formas. Tal como en el discurso feminista hegemónico occidental/Norte/ desarrollado sobre las mujeres no-occidentales/Sur/Tercer Mundo o de color 26 que tiende a verlas como una categoría homogénea, universal, sin considerar las diferencias históricas, de raza, clase, etnia, identidad de género, identidad cultural, entre otras. Para Rosalva Aída Hernández Castillo, esto funciona como “estrategias de colonización discursiva” que tienden a construir a las mujeres no occidentales/Sur como: “circunscrita al espacio doméstico, vícti23 Tickner

y Sjober, op. cit., p. 200. Elisabeth Prügl, The Global Construction of Gender. Home-Based Work in the Political Economy of the 20° Century, Nueva York, Columbia University Press, 1999. 25 Daddow, op. cit., p. 151. 26 En la literatura poscolonial, especialmente la desarrollada en Estados Unidos, se utiliza el término mujeres de color para referirse a aquellas cuyo origen étnico es diferente al de las mujeres occidentales, blancas de clase media, como chicanas, afroamericanas, asia-americanas, entre otras. Sin embargo, en México no es muy común escuchar ese término. 24

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ma, ignorante, pobre, atada a la tradición”, 27sin agencia. Chandra Mohanty lo interpreta como una nueva forma de colonialismo donde “lo otro”, “lo diferente” es generado a partir de su construcción (otredad).28 En una clara crítica a dicha homogenización se desarrolla el análisis de interseccionalidad, cuyo significado es que el género siempre es “racializado, clasista, sexualizado y nacionalizado”,29 es decir, entreteje varias características a un mismo tiempo que distan mucho de ser homogéneas. Para Graciela Alonso y Raúl Díaz, el análisis interseccional permite “estudiar la multiplicidad de las opresiones y la matriz de dominación que funda las mismas”30 como las subalternas silenciadas o ignoradas a lo largo de la historia.

HOMBRES Y LOS ESTUDIOS DE MASCULINIDAD EN RI En 1996, Adam Jones, en su artículo “Does Gender Make the World Go Round?”, argumenta que el feminismo sólo se concentra en el estudio de mujeres y su problemática, dejando de lado el hecho de que el hombre también experimenta las consecuencias de ser considerado una categoría homogénea, ser víctima en algunos casos 31 y experimentar –al igual que las mujeres– las consecuencias de lo que se asume como características “naturales” de género. Para Sterling-Folker, lo anterior tiene como consecuencia la idea de la masculinidad inamovible,32 la cual hace difícil considerar al hombre fuera de los patrones generados por ésta como en una situación de guerra donde la violación es utilizada como táctica desmoralizadora y donde suele considerarse a las mujeres como las únicas víctimas, siendo que en una situación de conflicto cualquiera puede ser la víctima o el victimario.

27 Rosalva Aída Hernández Castillo, “De Feminismos y Poscolonialismos: Reflexiones desde el Sur del Río Bravo”, en Liliana Suárez Navaz y Rosalva Aída Hernández Castillo (eds.), Descolonizando el Feminismo: Teorías y Prácticas desde los Márgenes, Madrid, Cátedra, 2008, p. 88. 28 Chandra Mohanty, “Bajo los ojos de Occidente: academia feminista y discursos coloniales”, en Liliana Suárez Navaz y Rosalva Aída Hernández Castillo (eds.), Descolonizando el Feminismo: Teorías y Prácticas desde los Márgenes, Madrid, Cátedra, 2008. 29 Sisson y Peterson, op. cit. 30 Alonso Graciela, “Reflexiones acerca de los aportes de las epistemologías feministas y descoloniales para pensar la investigación social”, Debates Urgentes, vol. 1, núm. 1, abril, 2012, p. 89. 31 Adam Jones, “Does Gender Make the World Go Round? Feminist Critiques of International Relations”, Review of International Studies, núm. 22, 1996. 32 Sterling-Folker, “Feminist Approaches”, p. 39.

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Violación como táctica de guerra Posterior a la guerra en la ex Yugoslavia un grupo de profesionales de la salud que atendían campos de refugiados documentó que en Croacia había ocurrido “un número significativo de violaciones a hombres durante el conflicto, algunos también fueron castrados parcial o totalmente y torturados sexualmente con electrochoques en los genitales, pero comentaron que era muy difícil darles tratamiento adecuado o denunciar los hechos puesto que pocos hombres admiten haber sufrido una ataque de este tipo”.33 Así, la mayoría de estos casos queda oculto o no es abordado de manera apropiada por los organismos internacionales o incluso por la sociedad civil, la cual también estigmatiza a los hombres que han sido violados, violencia que ocurre en mayor proporción si son gays.34

Los estudios de masculinidad también se han interesado por cambiar la idea del hombre homogéneo cuestionando la idea generalizada de lo masculino /blanco/occidental/clase media/heterosexual que se asume como categoría estática y que no necesariamente es compartida por todos los hombres, lo cual genera exclusión o relaciones de poder-subordinación entre los que cumplen con dichas características y los que no, por lo que los estudios de masculinidad dejan ver que el entorno, historia, geografía e incluso identidad sexual dan lugar a múltiples masculinidades. GÉNERO, IDENTIDADES SEXUALES, TEORÍA QUEER Y RELACIONES INTERNACIONALES Como consecuencia de los estudios de género en RI, se han integrado los trabajos críticos de diversas identidades sexuales, como las LGBTTTBI, que han hecho contribuciones no sólo a la disciplina sino a las ciencias sociales en general donde el feminismo lésbico ya tenía una larga tradición. Por lo que sería un error asumir que el feminismo no se había comprometido con anterioridad con la complejidad del estudio de las identidades de género y la sexualidad, incluso antes de la aparición de la Queer Theory en los años noventa.35

33 Pauline Oosterhoff, Prisca Zwanikken y Evert Ketting, “Sexual torture of men in Croatia and other conflict situations: an open secret”, Reproductive Health Matters, vol. 12, núm. 23, 2004. 34 Lara Stemple, “Male Rape and Human Rights”, Hastings Law Journal, 60, febrero, 2009, p. 631, disponible en: http://scienceblogs.de/geograffitico/wp-content/blogs.dir/70/files/2012/07/i-e76e350f9e3d50b6ce07403e0a3d35feStemple_60-HLJ-605.pdf 35 Jacqui True, “Feminism”, en Scott Burchill, Andrew Linklater, Richard Devetak, Matthew Paterson y Jacqui True (eds.), Theories of International Relations, Nueva York, St. Martin's Press, 1996, p. 42. Traducción propia.

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Al igual que el feminismo, la teoría Queer (asociada al posestructuralismo) parte de la idea de que las identidades sexuales son construcciones sociales por lo que “desafía la construcción dominante de género como esencialista –ligado directamente al sexo biológico”.36 Pero a diferencia de las primeras (incluyendo las lésbicas y estudios gay) va más allá en el planteamiento de lo que constituye ser queer (o antinatural/ anormal),37 cuyos planteamientos son más radicales como lo señala Beatriz Suárez Briones. Para esta autora, la teoría Queer es [a]ntiinstitucional y absolutamente crítica del impulso hacia la normalización de los sujetos: contesta (es movimiento contestatario) que se tenga que ser o volverse normal para convertirse en alguien legítimo. Ser queer no es ser lesbiana. Ser queer no es ser gay, más bien es un argumento en contra de la especifidad lesbiana o gay que parece implicar normativamente que, si soy lesbiana o gay, tengo que desear de cierta forma (del mismo modo que ser heterosexual implica cierto tipo de deseo y prácticas y no de otros).38 Esta es la razón por la que esta teoría tiene actitudes disidentes en cuanto al género y la sexualidad lo que facilita la generación de espacios para una diversidad de expresiones e identidades sexuales tales como personas intersexuales y transgénero por mencionar algunas.39 La teoría Queer y las identidades sexuales han generado críticas a las normas sociales y culturales construidas que se reflejan en varios temas de la agenda de las RI. Por ejemplo, las personas LGBTTTBI discuten el género y la igualdad de derechos en diversos temas como derechos humanos, el asilo político, las identidades sexuales en cuestiones militares, las políticas de refugiados o de desarrollo del Banco Mundial, en las que es frecuente la discriminación puesto que sus políticas son orientadas bajo esquemas de la familia tradicional o de la identidad que se asume “tradicional”.

COMENTARIOS FINALES En México, resulta frecuente que la disciplina de Relaciones Internacionales ignore o minimice el análisis feminista y de género por la prevalencia que se da al estudio y enseñanza de las teorías clásicas derivadas de la fuerte influencia que tanto el realismo como el liberalismo (y sus neo) –especialmente desde Estados Unidos– han ejercido en la academia mexicana. Idem. Jill Steans, Gender & International Relations, 3ª ed., Cambridge, Polity Press, 2013, p. 42. 38 Beatriz Suárez Briones, “Feminismos del siglo XXI”, Lectora, núm. 12, 2006, p. 150. 39 True, op. cit., p. 42. Traducción propia. 36

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Si bien hay autores que perciben de manera positiva la entrada del feminismo en las RI, éstos han sido criticados por las corrientes positivistas. Por ejemplo, Robert Keohane reconoce la contribución del feminismo empirista y de punto de vista al estudio científico de la disciplina,40 pero no así a los que analizan el género desde un enfoque pospositivista o posestructuralista, a quienes considera relativistas/no objetivos/no racionales. De forma, que la “bienvenida” sólo ha sido para los enfoques feministas que utilizan (o son más acordes) herramientas positivistas/objetivas/empíricas en sus investigaciones (como la utilización de género como variable). Por su parte, las corrientes feministas pospositivistas aunque están de acuerdo con la contribución de la corriente empírica-liberal para visibilizar a las mujeres en la disciplina, consideran que no ha sido suficiente debido a que persisten las causas más profundas que generan las relaciones desiguales de poder, derivadas de las diferencias que se asumen entre hombres y mujeres. Una crítica al feminismo en general se deriva de su diversidad teórica ya que al no existir una teoría única se tiende a pensar que sólo pretenden hacer una serie de críticas a las teorías clásicas de RI. 41 Para Steans, la diferencia entre los enfoques feministas sólo es una manera de mostrar que la visión del papel que deben asumir las mujeres en la disciplina es controversial, por lo que también se pregunta: “¿Realmente importa si las acciones políticas de las mujeres son una declaración feminista o son el resultado de un deseo de corregir un error? ¿Están todas las acciones políticas de las mujeres feministas en virtud del hecho de que son mujeres? Y más importante ¿cómo la respuesta a estas preguntas nos ayudan a entender las relaciones internacionales?”.42 Una segunda crítica es la que hace el feminismo poscolonial que considera que la universalización del feminismo occidental deja fuera otras formas de exclusión y discriminación que viven mujeres de color o del Tercer Mundo por historia, cultura y contexto. En este mismo sentido, la discusión/crítica entre las mujeres y feministas del norte global/sur global sobre el esencialismo es importante. En general se cuestiona el término pues considera las características asociadas a las mujeres como válidas para su análisis, situación que da fundamentos para que los estereotipos sobre mujeres y hombres sigan prevaleciendo. Sin embargo, el esencialismo es también utilizado como estrategia política especialmente por las mujeres del sur global. 40 Robert Keohane, 'International Relations Theory: Contributions of a Feminist Standpoint”, Millenium: Journal of International Studies, vol. 1, núm. 2, 1989. 41 Kaufman, op. cit., p. 70. 42 Steans, op. cit., p.42.

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Una de las críticas a la teoría Queer es que por la radicalidad de su discurso no toma en consideración el carácter institucional tanto de la identidad sexual –heterosexuales y gay entre otros– como del papel que ocupan en la sociedad, lo cual dificulta el desarrollo de un trabajo empírico que haga frente a cuestiones políticas que por ejemplo presentan las personas LGTTTBI a nombre de dichas identidades sexuales.43 Al respecto, Steans plantea que “si todos los estándares de normalidad en lo que respecta a los temas de sexualidad y el género son cuestionados… ¿Dónde ponen la línea las sociedades con respecto a las prácticas sexuales?”,44 que por cierto, es un punto focal de la discusión en general sobre el género y las identidades sexuales. Una crítica que Paul R. Viotti y Mark V. Kauppi consideran relevante es que aunque existe una gran producción académica sobre la perspectiva feminista en las RI generada durante las últimas décadas, no existen muchos trabajos críticos al respecto. Una causa podría ser la poca publicación de estos trabajos en revistas especializadas en la disciplina o “[s]iempre es posible que los académicos de las principales corrientes, a menudo encuentren los supuestos feministas en RI, al menos en términos de sus propios trabajos, irrelevantes, interesantes pero tangenciales, o peligrosos por temor a ser tachados como hombre ignorante ‘quien simplemente no entiende’ ”.45 Finalmente, al contrario de lo que se piensa con las diversas críticas, incluir el género en RI no cambia las fronteras de la disciplina ni del campo de estudio como sugieren algunos, puesto que incorporarla ofrece otro punto de vista sobre los temas más convencionales como la guerra, la seguridad, la política exterior, el poder, entre otros.46 Con lo que permite mostrar que más allá de lo que se piensa que debe abarcar el estudio de la disciplina, hay temas que se consideran “centrales” en detrimentos de otros que no se estiman importantes.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Es el género importante para el estudio de la política internacional? 2. ¿Consideras que el género es socialmente construido? ¿por qué? 43 Green Adam, “Gay But not Queer: Toward a Post-Queer Study of Sexuality”, Theory and Society, vol. 31, núm. 4, 2002, pp. 521-545. 44 True, op. cit., p. 42. Traducción propia. 45 Viotti y Kauppi, op. cit., p. 369. Traducción propia. 46 Steans, op. cit., p. 15.

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3. ¿Qué dimensiones debe tener un análisis de género? 4. ¿Cómo se construyen los binarios heteronormativos y cómo éstos contribuyen a la desigualdad del “otro” reforzando las relaciones superior/ inferior? 5. ¿Qué críticas le harías al feminismo en RI? 6. ¿Debe considerarse el hombre una categoría homogénea? 7. ¿Cuántas masculinidades puedes identificar? Problematízalas con tus compañer@s de clase. 8. ¿Consideras que el feminismo poscolonial tiene algo que decir sobre la historia, cultura y contexto del lugar dónde vives? 9. ¿Consideras que las identidades sexuales y la teoría Queer pueden contribuir al análisis de la política mundial? 10. ¿En tus clases se usa la perspectiva de género para analizar problemas de la agenda internacional?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Butler, Judith, Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity, Londres, Routledge, 1999. Enloe, Cynthia, Manoeuvres: The International Politics of Militarising Women's Lives, California, University of California Press, 2000. Marchand, Marianne y Anne Sisson Runyan (eds.), Gender and Global Restructuring: Sightings, Sites and Resistances, Londres, Routledge, 2000. Mohanty, Chandra, “Bajo los ojos de Occidente: academia feminist y discursos coloniales”, en Rosalva Suárez Navaz y Aída Liliana Hernández Castillo (eds.), Descolonizando el Feminismo: Teorías y Prácticas desde los Márgenes, Madrid, Cátedra, 2008. Peterson, Spike (ed.), Gendered States: Feminist (Re)Visions of International Relations Theory, Boulder, Lynne Rienner, 1992. Runyan Sisson Anne y Peterson V. Spike, Global Gender Issues in The New Millenium, 4ª ed., Boulder, Colorado, Westview, 2014.

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iariamente, cientos de mercancías y personas transitan entre México y Guatemala a través del Río Suchiate. Pero la gran mayoría de éstos no lo hace a través de los puentes y garitas oficiales sino mediante lanchas, tablas, o incluso grandes cámaras de neumáticos. Migrantes provenientes de distintos países centroamericanos comparten espacio en esos transportes adaptados con pesadas cargas. Abarrotes, ropa, electrónicos, gasolina, o incluso ganado, van y vienen entre ambos lados de esa frontera natural. Este tránsito cotidiano es irregular y debería ser sancionado de acuerdo con las leyes de ambos Estados, sin embargo, éste ocurre con toda normalidad, inclusive a escasos metros de las estaciones migratorias y de aduanas sin ningún impedimento, y esto ha sido así durante décadas. INTRODUCCIÓN La situación de los movimientos informales de bienes, servicios y cuerpos a través de las fronteras no atañe únicamente a la frontera de MéxicoGuatemala, sino que hay muchas similares que acontecen día a día alrededor del mundo. Y si miramos más de cerca, podemos observar que hay una gran variedad de actividades políticas, sociales y económicas que en su mayoría se mantienen fuera del ámbito de competencia de los Estados, así como de sus legislaciones. Sin embargo, estas mismas actividades informales transfronterizas generalmente también son pasadas por alto por las teorías de las Relaciones Internacionales (RI). En otras palabras, éstas se mantienen invisibles. 513

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Mientras que algunos argumentan que dichas prácticas son invisibles debido a su escasa importancia, existen voces que denotan que precisamente esa invisibilidad es el resultado de constelaciones de poder que dan prioridad a puntos de vista occidentales o eurocéntricos, además de que son los que determinan cuáles actores o temas son los más relevantes dentro de las RI. Las teorías de las RI se forjaron en un sistema internacional donde las principales potencias marcaban las pautas en las dinámicas políticas y económicas a nivel mundial. A partir de la creación de organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas o el Banco Mundial, las voces provenían básicamente de los Estados, pero de aquellos que pertenecían al “Primer Mundo”. Los planes de desarrollo, industrialización o de educación eran conceptualizados desde el Norte, con una visión que precisamente veía al Sur como lugar de intervención o producción más que de generación de conocimiento. Con la globalización se acentuó más esta división. Por su lado, el poscolonialismo y los estudios decoloniales argumentan que tales puntos de vista no necesariamente reflejan las realidades políticas, económicas y sociales del Sur Global. Como se verá en el resto de este capítulo, el poscolonialismo y los estudios decoloniales tienen como objetivo el descentralizar tales teorías “occidentales” dominantes. Es decir, pensar y crear espacios dentro de las teorías de RI que escuchen a “otras” voces, hasta ahora silenciadas, y den visibilidad a las prácticas como las que acontecen día a día en el Río Suchiate.

Cuadro XXVII.1. Definición del Sur Global y Norte Global Durante gran parte del siglo XX, diversos estudios en ciencias sociales denotaron una diferencia entre el norte y el sur del globo. La diferencia radicaba en un mayor desarrollo económico en los países que se encontraban en el norte del hemisferio y, por el contrario, mayor pobreza y retraso social en la parte sur. La diferencia provenía desde la colonización llevada a cabo por los países europeos y que se matizó con el posterior desarrollo industrial que tuvieron países como Estados Unidos, Canadá y Japón. Términos como “Tercer Mundo”, “periferia” o “países subdesarrollados” eran ocupados comúnmente para la categorización de los países del sur. Con el desarrollo industrial y económico apoyado en severos cambios políticos suscitados en algunos países, se consideró por algún tiempo la categorización de “economías emergentes” o de “Segundo Mundo”, es decir, un nivel intermedio entre ambos polos de desarrollo. Sin embargo, con la finalización de la Guerra Fría, la división tripartita ya no fue válida, y es así como la noción del Norte y Sur Global emergen. Adicionalmente, procesos sociopolíticos y económicos relacionados e integrados en la globalización replantearon

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Cuadro XXVII.1. Definición del Sur Global y Norte Global (continuación) las bases geográficas de esos términos, como se puede observar en algunos bolsillos con altos niveles de desarrollo económico en el Sur Global y, contrariamente, círculos o zonas de pobreza dentro de las ciudades del Norte Global. De esta manera, académicos que trabajan dentro de tradiciones teóricas críticas han incrementado el uso de conceptos relacionales y no tanto de índole meramente geopolítico.1 En otras palabras, la diferenciación Norte-Sur “alude tanto a una geografía estructural como a una geografía moral”.2

El presente capítulo está constituido por dos partes. En la primera se desarrollan los antecedentes del poscolonialismo y se presentan sus principales postulados y conceptos. Asimismo, en esta parte se consideran los aportes que se han desarrollado desde Latinoamérica. La segunda parte trata propiamente los estudios poscoloniales/decoloniales dentro de las Relaciones Internacionales.

LA TEORÍA POSCOLONIAL: ANTECEDENTES Y CONCEPTOS El poscolonialismo enmarca a un grupo de estudios, críticas y teorías que tienen su origen a partir de las distintas independencias que se suscitaron en el siglo XX debido a los cambios geopolíticos al finalizar la Segunda Guerra Mundial. A partir de diversos cuestionamientos a las sociedades independientes, sus instituciones y nuevos contextos culturales surgidas en la época moderna, el poscolonialismo profundiza la complejidad de estas “nuevas” sociedades tras varios siglos de colonialismo. Desde esta perspectiva se señala que las relaciones de raza, clase o género de la época colonial no se eliminaron con las independencias, sino que persisten y aún influyen de manera trascendental en la construcción de las sociedades independientes y, por ende, en la conformación de las identidades de los individuos. Aunque inicialmente el poscolonialismo se originó en la crítica literaria, diferentes disciplinas han empleado y desarrollado distintos postulados a partir de este enfoque, entre ellas las RI. El poscolonialismo hace una revisión y reinterpretación del colonialismo, y considera que éste influyó y trastocó profundamente la vida de los Boike Rehbein, “Critical Theory after the Rise of the Global South”, Transcience Journal, vol. 1, núm. 2, 2010. Heriberto Cairo Carou y Breno Bringel, “Articulaciones del Sur Global: Afinidad cultural, Internacionalismo solidario e Iberoamérica en la globalización contrahegemónica”, Geopolítica(s), vol. 1, núm. 1, 2010, p. 43, disponible en: http://revistas.ucm. es/index.php/GEOP/article/view/14272. 1

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colonizados. Por lo anterior, uno de los aspectos fundamentales del poscolonialismo es la internalización del colonialismo. Es decir, cómo los individuos de sociedades colonizadas han adoptado en sus formas de vida (lenguaje, identidad, costumbres, organización, etcétera) aspectos como el racismo, esclavitud, opresión o violencia, reproduciéndose generacionalmente entre los colonizados hasta nuestros días. Frantz Fanon, psiquiatra y filósofo nacido en Martinica, estudió la psicología del colonizado y remarcó la complejidad que ellos enfrentan ante la desaparición de su originalidad cultural local y su relación con el lenguaje y cultura de los dominantes: “El hombre negro quiere ser como el hombre blanco. Para el hombre negro sólo hay un destino. Y eso es ser blanco”.3 La teoría o teorías poscoloniales se originaron principalmente por académicos provenientes de países de Oriente (como Asia y África), recientemente independizados o aún colonias, y que habían migrado a Europa y Estados Unidos. Precisamente esa condición compleja en sus vidas personales, entre pertenencia y extranjería, produjo entre los poscoloniales un extenso debate de la influencia del colonialismo en la construcción de los sujetos y los Estados. Principalmente mediante el análisis literario y de la cultura, los poscoloniales destacaron categorías y valores creados a partir de la diferenciación entre el Occidente y el Oriente. Uno de los autores más reconocidos dentro del poscolonialismo es Edward Said, quien evidenció la manipulación que el Occidente hacía en la imaginación o percepción del Oriente, ya sea en su geografía, su conocimiento, o su articulación. Lo anterior mediante connotaciones binarias, por ejemplo: Europa es poderosa, articulada, moderna y racional; Asia es derrotada, distante, peligrosa y antigua.4 Por otra parte, Said señala las formas que emplearon las potencias Europeas durante la colonización de África y Asia, como la creación de una serie de instituciones, institutos y escuelas para el estudio del Oriente, tanto en Europa como en las propias colonias, precisamente bajo esas categorías binarias y principalmente con la función de dominar y diseminar el conocimiento europeo. “El Oeste es el actor, el Oriente un pasivo reactor. El Oeste es el espectador, el juez y jurado, de cada faceta del comportamiento Oriental”.5

3 4 5

Frantz Fanon, Black Skin, White Masks, Londres, Pluto Press, 2008, p.178. Traducido por los autores. Edward W. Said, Orientalism, Londres, Penguin Books, 2003, p. 57. Ibidem, p. 109.

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Cuadro XXVII.2. Discursos orientalistas en la política internacional actual “Cuando los niños afganos comiencen sus clases, encontrarán que Estados Unidos ya ha enviado a su país más de cuatro millones de libros escolares. Los libros están escritos en los idiomas afganos de Pashtu y Dari –y antes de terminar el año habremos enviado cerca de diez millones de libros a los niños de Afganistán–. Estos libros escolares enseñarán tolerancia y respeto para la dignidad humana, en lugar de adoctrinar a los alumnos con fanatismo e intolerancia. Y serán acompañados por pizarrones, equipo para los maestros y otros enseres escolares. Todavía nos queda mucho por hacer en Afganistán. Los valientes hombres y mujeres de las fuerzas armadas estadounidenses continúan luchando contra las fuerzas del al-Qaida que están tratando de reagruparse, y desean nada más que volver a atacar nuevamente a Estados Unidos. Y al tiempo que luchamos contra el terror, la compasión americana ofrece una alternativa a la amargura, el resentimiento y el odio. Estados Unidos ha ayudado a Afganistán a evitar una hambruna masiva. Estamos reparando sus caminos y puentes. Estamos reconstruyendo sus clínicas y sus escuelas. Y dentro de una semana, con sus libros escolares en las manos, las niñas de Afganistán comenzarán la escuela. Este será un momento notable en la historia de Afganistán –y un momento orgulloso para el pueblo de Estados Unidos–. Gracias por escuchar”. 6 El discurso del entonces presidente George W. Bush, a unos meses de haber iniciado la ocupación estadounidense y británica de Afganistán en 2001, ejemplifica las críticas que hacen los poscoloniales sobre las connotaciones del Oriente y Occidente hasta nuestros días. Dejando a un lado los problemas por los cuales ha atravesado Afganistán durante décadas, la cuestión a subrayar en este discurso es la visión que tiene el mandatario de la primera potencia armada en el mundo: por una parte, un Afganistán atrasado, lleno de amargura y odio; y por otra parte, un invasor que trae el desarrollo, la educación y la compasión. En 2011, a diez años de la ocupación y más de dos mil soldados muertos, el vicepresidente estadounidense Joe Biden declaró: “No es nuestra intención gobernar o construir una nación. Eso es responsabilidad del pueblo afgano y son completamente capaces de ello”.7 Para 2014, año impuesto para la retirada completa del ejército estadounidense por la administración de Barack Obama, aún se debate la permanencia de un reducido grupo de militares. En este sentido, después de las elecciones presidenciales de 2014 en Afganistán, las declaraciones de Obama parecen no distar a las de Bush: “Ahora, nosotros también rendimos homenaje a los muchos americanos, militares y civiles, quienes han sacrificado tanto por el apoyo del pueblo afgano así como su responsabilidad para su propio futuro”.8 6 George W. Bush, “Discurso: 16 de marzo de 2002-Wikisource,” Wikisource, 16 de marzo, 2002, http://es.wikisource. org/wiki/Discurso:_16_de_marzo_de_2002. 7 Reuters/EP, “Biden asegura que EEUU no busca 'gobernar' Afganistán”, Europa Press, 11 de enero, 2011, secc. Internacional, http://www.europapress.es/internacional/noticia-biden-asegura-eeuu-no-busca-gobernar-afganistan20110111171848.html. 8 Barack Obama, “Statement by the President on Elections in Afghanistan | The White House”, The White House, 5 de

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Samir Amin destaca el concepto de eurocentrismo, donde aborda cómo desde el Renacimiento y a partir de la consolidación del sistema capitalista, la cultura europea se ha basado en una construcción mítica sustentada en una separación geográfica donde el Atlántico es el centro y el resto la periferia.9 De acuerdo a Amin, el eurocentrismo ha trastocado todas las áreas del pensamiento social, como la teoría de la nación. En ese sentido, la visión europea como articuladora de la nación, del Estado y clases, es un modelo que ha sido reproducido incluso fuera de Europa convirtiéndose en la teoría dominante. El modelo se basa en la formación de la nación estrechamente vinculada a un Estado quien ha unificado a los mercados locales de un área delimitada, y organiza las operaciones y condiciones materiales del tiempo en términos de la población óptima en suficiencia de densidades, transporte y medios de defensa.10 Amin señala que la coincidencia entre el Estado y la nación es un modelo ideal, imperfectamente realizado, y que la ideología nacionalista se ha fundado en el mito de la preexistencia de la nación antes de su constitución como Estado. Sin embargo, Amin recalca que, por el contrario, el rol del Estado en la construcción de la nación siempre ha sido decisivo.11 En ese sentido, el universalismo que se le ha otorgado al Eurocentrismo ha producido periferias compuestas por naciones subdesarrolladas y conquistadas, es decir, bajo un determinismo geográfico basado en métodos superficiales y totalitarios que han dado pie al racismo tanto genético como cultural (religión, educación, creencias, formas de organización política, etcétera): 12 “Países protestantes ricos, países católicos pobres”, “países con invierno ahorradores, países tropicales despilfarradores”, “países desarrollados con universidades, países subdesarrollados sin educación formal”. El “otro” es uno más de los conceptos clave que ha analizado profundamente el poscolonialismo. Al constituirse la noción de Europa, a su vez también se ha constituido al Otro, a lo no-europeo, mediante procesos violentos tanto físicos (la propia colonización y control armado de los pueblos) como epistémicos (al internalizar la colonización en los colonizados con connotaciones basadas en castas, por ejemplo). El Otro fue subjetivizado por el Occidente durante la colonización mediante la pasividad y el silencio ya que su voz no fue tomada en cuenta. En este sentido, abril, 2014, http://www.whitehouse.gov/the-press-office/2014/04/05/statement-president-elections-afghanistan. Traducido por los autores. 9 Samir Amin, Eurocentrism, Russell Moore y James Membrez (trads.), 2ª ed., Nueva York, Monthly Review Press, 2009, p.105. 10 Ibidem, p. 256. 11 Ibidem, p. 258. 12 Ibidem, pp. 171-173.

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Gayatri Chakravorty Spivak se pregunta precisamente si el Otro, el subalterno, podría hablar.13 El cuestionamiento de Spivak busca complejizar la condición del Otro, el cual es heterogéneo (es decir, que se trata de muchos Otros), y está situado en diferentes contextos locales sociales, culturales y económicos: no es lo mismo ser indígena en la Sierra de Oaxaca que ser indígena oaxaqueño emigrado a la Ciudad de México. Aunque hay cierto reconocimiento que durante los procesos de independencias se pudieron escuchar algunas voces de los Otros, Spivak señala que éstas provenían principalmente de las élites, las cuales construyeron a las naciones ahora independientes y están actualmente bajo su influencia. Spivak señala que aunque ya no son los colonizadores los que constituyen a los subalternos, ahora es la élite quien continúa con su construcción. Por ejemplo, a pesar de que el sistema internacional ha ido congregando y le ha dado voz a una gran variedad de países independientes a lo largo del siglo XX, ya sea en la ONU o en los grandes bloques económicos, estas voces provienen de la minoría selecta o grupos de poder de cada país y que probablemente no representan a la gran mayoría de sus poblaciones. Las voces de los separatistas, las mujeres, grupos de protección ambiental, demandas por libertad de culto, grupos étnicos, entre otros, difícilmente llegarán a escucharse en ese nivel por medio de sus representantes. Es por ello que Spivak se pregunta no únicamente si los subalternos podrán hablar, sino ¿cuáles subalternos? Cuadro XXVII.3. La construcción de los subalternos en el discurso de poder Rosario Robles, titular de la Secretaría de Desarrollo Social y quien tiene a su cargo uno de los programas asistenciales más importantes a nivel federal (antes denominado Oportunidades, ahora Prospera), declaró en su visita a un poblado indígena cora que las familias indígenas que tengan más de tres hijos se les negará el apoyo con dicho programa, bajo la justificación de que abusan de éste para tener más ingresos en el hogar.14La declaración atrajo una gran variedad de críticas, especialmente por el tono discriminatorio al apuntar a un grupo en particular, y por que el 60 por ciento de los mexicanos en situación de marginalidad está en las zonas urbanas y son éstas donde se dirigen los mayores recursos de dicho programa. La anterior declaración entra en oposición con la postura que Robles había mantenido a cargo de la secretaría, donde señalaba que era necesario “construir un auténtico programa de igualdad, con políticas que 13 Gayatri Chakravorty Spivak, “Can the Subaltern Speak?”, en Cary Nelson y Lawrence Grossberg (eds.), Marxism and the Interpretation of Culture, Chicago, University of Illinois Press, 1988, pp. 271-313. 14 Myriam Navarro, “Familias indígenas con más de 3 hijos ya no tendrán apoyo de Oportunidades,” La Jornada, 2 de mayo, 2014, secc. Política, http://www.jornada.unam.mx/2014/05/02/politica/020n1pol.

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Cuadro XXVII.3. La construcción de los subalternos en el discurso de poder (continuación) realmente vayan al fondo de esta desigualdad, de esta discriminación, de esta violencia que todavía se padece en el país”. 15Una de las críticas la realizó Arturo Lona, obispo emérito de Tehuantepec, quien lamentó la ignorancia de Robles sobre la estructura étnica por lo cual le pidió estudiar la historia indígena: “No sabe que las mujeres de los pueblos indígenas no saben de abortos, no saben de condones, ellas sólo saben de los milagros de la vida”.16 Sin embargo, la declaración del obispo también acarreó severas críticas, especialmente por el importante papel de la Iglesia durante la Colonia y su compleja relación con la población indígena: “Mira, que gracioso: un obispo pidiendo que se estudie la historia indígena, cuando los que hemos leído algo al respecto sabemos que ellos son culpables de muchas actitudes sociales de los pueblos indígenas”. Comentario realizado por uno de los lectores del periódico en línea, Idem.

ESTUDIOS DECOLONIALES DESDE AMÉRICA LATINA Aníbal Quijano menciona que en la conquista de América Latina emerge el concepto de raza dando pie así, mediante la violencia, a un nuevo modo de dominación social sin precedentes en la historia.17 Ese nuevo modo o forma de relación social está basado en la idea de superioridad/inferioridad que ha conformado a las estructuras de dominación desde 1492 a la fecha, como elemento constitutivo de la materialidad de las relaciones sociales, pero más importante aún, de la propia materialidad de las personas que participan en esas relaciones sociales.18 Al igual que Quijano, varios autores que son suscritos al enfoque decolonial argumentan la importancia que ha tenido la conquista de América para la modernidad (Castro-Gómez, Grosfoguel, de Sousa Santos, Walsh), y esto es clave para la diferenciación con el poscolonialismo. Es decir, que el periodo a partir de la conquista no sólo significó la construcción de América, sino también la construcción de lo que hoy conocemos por Europa, siendo así procesos paralelos. Quijano menciona que antes de América no había España, y 15 Notimex, “Pide Rosario Robles políticas públicas que eviten la discriminación de las mujeres | SDP Noticias”, SDPnoticias.com, 22 de julio de 2013, secc. Nacional, http://www.sdpnoticias.com/nacional/2013/07/22/pide-rosariorobles-politicas-publicas-que-eviten-la-discriminacion-de-las-mujeres. 16 Pedro Matías, “'Estudiar historia indígena', sugiere obispo de Oaxaca a Rosario Robles”, Proceso, 14 de mayo de 2014, secc. Nacional, http://www.proceso.com.mx/?p=372230. 17 Aníbal Quijano, “Colonialidad del poder y des/colonialidad del poder”, presentado en el XXVII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Buenos Aires, Centro de Estudios y Actualización en Pensamiento Político, Decolonialidad e Interculturalidad, 2009, p. 4, http://ceapedi.com.ar/imagenes/biblioteca/libros/51.pdf. 18 Idem.

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menos con las connotaciones coloniales de poder que acarrea hasta el día de hoy. Precisamente en el proceso de construcción es donde se erige el eurocentrismo y toma relevancia el término de raza y sus problemáticos efectos como el racismo, la discriminación, la esclavitud o la desigualdad social. Los argumentos de Quijano indican que los estragos que tuvo la Colonia no han desaparecido, el racismo permeó profundamente a la modernidad y sus efectos se conjuntan con el desarrollo del capitalismo: flexibilización y explotación del trabajo, el trabajo esclavo contemporáneo, la desmaterialización de las mercancías, el control de las subjetividades, etcétera.19 Y precisamente el punto clave de la decolonialidad es la desnaturalización de esas estructuras. Es decir, pensar que han habido otras formas de vida a las construidas por la colonización, y que algunas siguen persistiendo, o incluso la posibilidad de construirse otras muy diferentes a la actual forma de vida hegemónica. Siguiendo a Walter Mignolo, la descolonización debe ser pensada y actuada en términos de la transformación del pensamiento monocéntrico y unidireccional del Occidente que ha caracterizado al mundo moderno/colonial.20 Precisamente la posibilidad de ese cambio de matriz, de acuerdo a Mignolo, viene de sus “márgenes”, es decir, mediante la narración de la historia silenciada, de los no-europeos, de los bárbaros, de los que enfrentan a la matriz colonial de poder. Pensar y reconocer que hay muchas naciones dentro una sola nación; respetar el pensamiento indígena de que no hay propiedad sobre la tierra o el agua; pensar más allá de una única globalización capitalista en términos de libre mercado; reconocer que la esclavitud persiste y se expande no sólo en las periferias, también dentro de los países del “centro”; des-atenerse a un Estado sometido y moldeado por las corporaciones; entre otras muchas, son las demandas que circulan dentro del pensamiento decolonial. Si no existe una única definición de lo que es el poscolonialismo, especialmente por la apertura de voces y debate en torno a ello, similarmente sucede con el decolonialidad. Sin embargo, desde el debate latinoamericano, la diferencia entre ambas áreas podría consistir con el rompimiento epistémico o conocimiento colonial que intenta el segundo. Es decir, más que producir estudios sobre los subalternos, se trata producir con y desde una perspectiva subalterna.21De acuerdo a Ramón Grosfoguel, Ibidem, pp. 12-13. Walter Mignolo, “Cosmopolitanism and the De-Colonial option”, Studies in Philosophy and Education, vol. 29, núm. 2, marzo, 2010, pp. 124-125, doi:10.1007/s11217-009-9163-1. 21 Ramón Grosfoguel, “Eurozine-Transmodernity, Border Thinking, and Global Coloniality-Rámon Grosfoguel Decolonizing Political Economy and Postcolonial Studies”, Eurozine, 4 de julio, 2008, http://www.eurozine.com /articles/2008-07-04-grosfoguel-en.html.

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gran parte de la producción de conocimiento (incluso la propia teoría crítica poscolonial) se realiza bajo el esquema y pensamiento occidental, dándole preferencia al canon y autores occidentales. En otras palabras, la teoría que se produce en el Norte es sobre sujetos que viven en el Sur.22 Por lo anterior es que Boaventura de Sousa Santos demanda el derecho al conocimiento: la necesidad de un derecho a conocimientos alternativos, una forma de conocimiento que venga del colonialismo a la solidaridad, que rompa con el círculo vicioso de la producción de víctimas y victimizadores. 23 ESTUDIOS POSCOLONIALES/DECOLONIALES EN RELACIONES INTERNACIONALES Como se discutió en la primera sección de este libro, diversos grandes debates se han realizado en el corazón de las RI. El primero de ellos fue el debate realista-idealista que surgió en respuesta a los acontecimientos de los años entreguerras y la Segunda Guerra Mundial. Por una parte, los idealistas sostuvieron que las RI debían estar basadas en el derecho y la cooperación internacional debido a que la naturaleza humana es benévola y, como consecuencia, los Estados y los estadistas actuarían como actores racionales promoviendo la cooperación. Los realistas, en cambio, sostenían que la naturaleza humana es antagónica, por ende los Estados y estadistas constantemente estarían buscando someter a sus enemigos y acumular poder. Sin embargo, tanto realistas e idealistas compartían la idea de que el sistema internacional se ha caracterizado por la anarquía y, por lo tanto, los Estados eran los actores más importantes para mantener el orden en este ambiente hostil. El segundo gran debate se sostuvo entre los llamados realistas clásicos y conductistas. Este debate no fue tanto sobre cómo abordar a las RI, más bien sobre los métodos usados para entender el comportamiento del Estado en un mundo anárquico. Mientras los realistas clásicos como Hans Morgenthau o incluso Hedley Bull 24 tomaron una acercamiento interpretativo histórico de las RI, una nueva generación de académicos en la disciplina, la gran mayoría de ellos educados en Estados Unidos durante 22

Idem.

23 Boaventura de Sousa Santos, Descolonizar el saber, reiventar el poder, Montevideo, Trilce-Universidad de la República,

2010, p. 89. 24 Hedley Bull es considerado también como el padre fundador de la llamada Escuela Inglesa, y de esta manera debe distinguirse de los realistas clásicos como Morgenthau. Sin embargo, él se apegó a los realistas clásicos en el debate con los conductistas, o como él lo llamaba, con el enfoque científico. Véase Hedley Bull, “International Theory: The Case for a Classical Approach”, World Politics, vol. 18, núm. 3, abril, 1966, pp. 361-377, http://www.jstor.org/stable/ 2009761.

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finales de la década de los sesenta y principios de los setenta, defendieron un acercamiento “científico”. Dicho acercamiento motivaba a estudiar las RI en una manera más sistemática y rigurosa, a menudo implicando el uso de métodos cuantitativos o de teoría de elección racional. Finalmente, el tercer gran debate 25 emergió a finales de los ochenta y principios de los noventa, y en contraste con el segundo debate el cual concernía a asuntos metodológicos, este último se caracterizó precisamente por la amplitud de perspectivas y promovió una plataforma para múltiples voces en la teoría de RI. Como Yosef Lapid apunta Sobre todo si se compara con la coherencia simplista del movimiento filosófico positivista, pospositivismo no es una plataforma filosófica unitaria. Se presenta a sí misma más como un paraguas remendado para un conjunto confuso de articulaciones filosóficas remotamente relacionadas.26

En otras palabras, el tercer debate fue y continúa siendo no sólo un debate entre las dos mayores escuelas de pensamiento, sino una rica y desordenada discusión entre dos escuelas mayores de pensamiento filosófico, también referida como la “Torre de Babel” o “terreno de disputa” de la teoría de las RI.27 Es en este contexto que hasta ahora muchas voces críticas y marginalizadas aparecen, entre ellas las RI feministas, posestructuralismo e intervenciones poscoloniales. Aunque el pospositivismo llegó a las RI hace 25 años atrás, sigue originando mucho debate, como se puede observar en la reciente publicación especial de European Journal for International Relations y el simposio en línea de International Studies Quarterly.28 Si bien el cambio pospositivista en RI proveyó un potencial ambiente receptivo para la teoría poscolonial, sus primeras contribuciones fueron principalmente en áreas que estaban, en sí mismas, al margen de las RI. La teoría poscolonial inicialmente estuvo interesada en el Sur Global y sus construcciones por teorías eurocéntricas; asimismo, tenía interés en las prácticas e instituciones enfocadas a la teoría del desarrollo, además de los discursos concomitantes, prácticas y arreglos institucionales. Las contribuciones por científicos sociales como Arturo Escobar y Chandra Mohanty 25 Algunos académicos se refieren a cuatro debates en RI mientras que otros reconocen sólo tres. Para propósitos de este capítulo, nosotros seguimos la distinción entre tres debates de Yosef Lapid (ver la nota al pie 26 para referencia). El tercer debate es generalmente considerado por haber emergido en el contexto de los antecedentes de la globalización, el fin de la Guerra Fría y los debates en otras ciencias sociales y teoría social. 26 Yosef Lapid, “The Third Debate: On the Prospects of International Theory in a Post-Positivist Era”, International Studies Quarterly, vol. 33, núm. 3, septiembre, 1989, p. 239, http://www.jstor.org/stable/2600457. Traducido por los autores. 27 Ibidem, pp. 237-238. 28 Véase Patrick Tahddeus Jackson, “The 'Third Debate' 25 Years Later”, International Studies Quarterly, International Studies Association, 20 de marzo, 2014, http://www.isanet.org/Publications/ISQ/Posts/tabid/1770/ID/297/The-ThirdDebate-25-Years-Later.aspx; Tim Dunne, Lene Hansen y Colin Wight, “The End of International Relations Theory?”, European Journal of International Relations, vol. 19, núm. 3, 2013, pp. 405-425, doi:10.1177/1354066113495485.

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acerca del aparato del desarrollo y sus construcciones discursivas subyacentes, influyeron a las primeras intervenciones en la teoría de las RI. Basándose en sus aportaciones, académicos como Christine Sylvester, Jane Parpart, Geeta Chowdhry, L.H.M. Ling, Sibu Grovogui y Marianne H. Marchand contribuyeron con las preocupaciones emergentes acerca del Sur Global dentro de las RI.29 Sus preocupaciones resonaron con asuntos vinculados con el desarrollo teórico de académicos como Edward Said y Gayatri Spivak. Estas primeras intervenciones se enfocaron particularmente en las representaciones del Sur Global como el Otro y la producción de conocimiento acerca de éste. Hasta cierto punto, estas discusiones estaban en paralelo con las intervenciones posmodernas y posestructuralistas en el campo de las RI que también formaban parte del giro pospositivista. La principal diferencia entre las intervenciones poscoloniales y posestructuralistas/posmodernas giraba en torno a los temas que abordan. Si bien los autores que escriben desde una perspectiva posestructural o posmoderna desarrollaron críticas de los conceptos centrales vinculados con las teorías dominantes, las críticas poscoloniales por su parte plantearon cuestiones que no eran necesariamente fundamentales para las corrientes principales de las RI. 30 A pesar de estas diferencias, hay autores que establecieron puentes entre estas diversas revisiones críticas; en particular Iver Neumann, quien incluyó preocupaciones posestructurales sobre la “otredad” en su análisis posestructural de la formación de la identidad europea en la era posterior a la Guerra Fría.31 Una segunda oleada de intervenciones poscoloniales surgió en la primera parte del presente siglo. A diferencia de las primeras intervenciones, los académicos poscoloniales comenzaron cada vez más a cuestionar los principios centrales de la disciplina de las RI, incluyendo construcciones de la anarquía y el poder, y su producción de conocimiento acerca de las pruebas y tribulaciones del sistema internacional.32 Dos aspectos, en particular, han recibido la atención por parte de los académicos poscoloniales: 1) los debates en torno al imperio, de lo cual la crítica 29 Para intervenciones iniciales, veáse la colección de Marianne H. Marchand y Jane L. Parpart (eds.), Feminism/ Postmodernism/ Development, Londres, Routledge, 1995; además véase a Siba N'Zatioula Grovogui, “Glasnost: The New World Order and Postcolonialism in Africa”, en Jeremy Brecher, Jill Cutler y John Brown Childs (eds.), Global Visions: Beyond the New World Order, Boston, South End Press, 1993. 30 Es interesante notar que la organización académica más grande para el estudio de las RI, la International Studies Association, no incluyó una sección que tratara de las cuestiones relativas al Sur Global hasta 1995, cuando se creó la sección de Desarrollo Global. 31 Iver B. Neumann, Uses of the Other: “The East” in European Identity Formation, Minneapolis, Manchester University Press, 1999. 32 L.M.H. Ling, Postcolonial International Relations (International Political Economy Series), Nueva York, Palgrave Macmillan, 2002; Geeta Chowdhry y Sheila Nair (eds.), Power, Postcolonialism and International Relations: Reading Race, Gender and Class (Routledge Advances in International Relations and Global Politics), Nueva York, Routledge, 2002; Siba N'Zatioula Grovogui, Beyond Eurocentrism and Anarchy: Memories of International Order and Institutions (Culture and Religion in International Relations), Houndmills, Basingstoke, Palgrave Macmillan, 2006; Sanjay Seth, “The Limits

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académica se intensificó después de los eventos del 9/11; y 2) los asuntos relacionados con el encuentro con el Otro colonial o poscolonial, incluyendo las construcciones discursivas sobre los migrantes y de la gente proveniente del Sur Global. Es en el segundo punto donde parcialmente se inscriben los esfuerzos por “decolonizar” la teoría de las RI, dando voz a aquellos que previamente habían sido silenciados en el (o los) discurso(s) de RI. Aunque Michael Hardt y Antonio Negri publicaron el primer volumen de su trilogía Empire,33 poco antes de los ataques a las Torres Gemelas en Nueva York, su tesis fue ampliamente discutida y debatida después de los eventos del 9/11. Mientras que algunos académicos notaron una cierta reticencia para adoptar el marco conceptual de Hardt y Negri, no tanto por sus inclinaciones neomarxistas, sino en el sentido como Michael Cox lo formula: “... Americanos en general y académicos más en particular –con la excepción de los revisionistas sobre la derecha o la izquierda– parecen incómodos con la idea de un Imperio Americano”;34 sin embargo, otros académicos, entre los cuales están los poscoloniales, han destacado la . utilidad de la noción de Imperio en las RI.35 Bryan Mabee, por ejemplo, analizó cómo el concepto de Imperio podría fundamentalmente cambiar la idea realista de un mundo anárquico.36 Por su parte, Tarak Barkawi y Mark Laffey adoptaron el concepto de Hardt y Negri para cuestionar la propia naturaleza imperial de las RI, es decir, como una ciencia social americana y su representación de la política mundial en términos distintivamente americanos; asimismo, desafían a los propios Hardt y Negri por su idea de un Imperio de naturaleza “suave” y global de soberanía: 37 En RI, la oposición entre el Estado de los Estados Unidos y el imperio europeo está inscrito en la academia de las RI perteneciente a la posguerra y reforzado por el desarrollo de estudios de área como una forma particular de concepof International Relations Theory: A Postcolonial Critique”, E-International Relations, 24 de agosto, 2012, http://www. e-ir.info/2012/08/24/the-limits-of-international-relations-theory-a-postcolonial-critique/; Siba N'Zatioula Grovogui, “Postcolonialism”, en Tim Dunne, Milja Kurki y Steve Smith (eds.), International Relations Theories: Discipline and Diversity, Oxford, Inglaterra, Oxford University Press, 2013, pp. 247-264; Sanjay Seth, Postcolonial Theory and International Relations: A Critical Introduction (Interventions Series), Nueva York, Routledge, 2001. 33 Michael Hardt y Antonio Negri, Empire, Cambridge, Massachusetts, Harvard University Press, 2009; Michael Hardt y Antonio Negri, Multitude: War and Democracy in the Age of Empire, Nueva York, Penguin Books, 2005; Michael Hardt y Antonio Negri, Commonwealth, Boston, Harvard University Press, 2011. 34 Michael Cox, “Empire by Denial? Debating US Power”, Security Dialogue, vol. 35, núm. 2, junio, 2004, p. 230, doi:10.1177/0967010604044981. Traducido por los autores. 35 Tarak Barkawi y Mark Laffey, “Retrieving the Imperial: Empire and International Relations”, Millennium-Journal of International Studies, vol. 31, núm. 1, enero, 2002, pp. 109-127, doi:10.1177/03058298020310010601; Anna M. Agathangelou y L.M.H. Ling, “Power, Borders, Security, Wealth: Lessons of Violence and Desire from September 11”, International Studies Quarterly, vol. 48, núm. 3, septiembre, 2004, pp. 517–38; Anna M. Agathangelou y L. H. M. Ling, Transforming World Politics: From Empire to Multiple Worlds, Londres y Nueva York, Routledge, 2009. 36 Bryan Mabee, “Discourses of Empire: The US 'Empire', Globalisation and International Relations”, Third World Quarterly, vol. 25, núm. 8, 2004, pp. 1359–78. 37 Barkawi y Laffey, op. cit., p. 126.

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tualizar los dominios de la periferia, una manera ligada más o menos directa a los intereses estatales de Estados Unidos y uno que facilita el poder imperial de los Estados Unidos. En ambos casos, el tropo de “América” sirve para oscurecer las realidades imperiales de la política mundial, en pasado y presente. Hemos tratado de recuperar algunas de estas realidades para comprender la política mundial.38

Mientras Barkawi y Laffey encuentran alguna utilidad en el concepto de Imperio de Hardt y Negri, Agathangelou y Ling lo rechazan puntualizando Nuestro tratamiento de imperio difiere significativamente del de Hardt y Negri (2000). Donde ellos ven a Imperio como seguro, universalizable, y determinado, a cargo de un sistema capitalista de autorregulación, nosotros presentamos al imperio como una formación socio-política que intenta dos objetivos al mismo tiempo: 1) establecerse como la única posibilidad disponible para todos, y 2) negar, rechazar o borrar otros mundos. Hegemonía no es sólo una colusión entre las instituciones estatales y la sociedad civil para preservar los intereses de la élite, como Gramsci teorizó (…), pero también como esfuerzo sistemático para acabar con todas las otras formas de ver, hacer, ser y relacionarse en el mundo.39

Al igual que puede considerarse como un tipo de violencia discursiva en sí misma el tratar de categorizar las intervenciones poscoloniales y decoloniales como lo hemos hecho en este capítulo, queremos dejar claro que las categorías y las intervenciones que hemos identificado no son estáticas ni pretenden silenciar o marginar los argumentos presentados por estos u otros autores. Más bien, hemos introducido algunas de las ideas y de las intervenciones de los académicos poscoloniales con el fin de generar un mayor interés de éstas dentro de las RI. Nos gustaría puntualizar que algunas intervenciones van más allá de la teorización poscolonial deconstructiva y están destinadas a decolonizar a las RI (teorías), ofreciendo puntos de vista alternativos y voces subalternas que enriquezcan el debate dentro de la “disciplina”. Volviendo a la corta viñeta introductoria, nos podemos preguntar: ¿Qué nos podrían decir las personas que cruzan a diario el Río Suchiate sobre las RI? ¿Qué pueden decirnos sobre cuestiones como las fronteras, migración, soberanía estatal, comercio, la economía política, de seguridad, etcétera? ¿Qué nos podrían decir las mujeres indígenas que viven en las tierras altas de Chiapas cuando hablamos de las “intimidades del imperio” tan a menudo mencionadas por los académicos poscoloniales? Lo más probable es que sus historias nos informen acerca 38

Ibidem, p. 127.

39 Agathangelou y Ling, op. cit., p. 2.

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Fuente: Elaboración propia.

Figura XXVII.1. Conceptos clave y autores de referencia del poscolonialismo

de las prácticas desiguales y excluyentes, los discursos y las instituciones, incrustados en las complejidades y en los intersticios de la raza, la nación, el género, la clase, la sexualidad y la religión. Es en este sentido que los académicos poscoloniales interesados en decolonizar las RI sugieren como punto de partida lo ordinario, la vida cotidiana. Como se ilustra en la introducción, aquí es donde tenemos que aprender sobre el Imperio, la violencia, la seguridad y acerca de la globalización.

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PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Qué significa la internalización del colonialismo? 2. ¿Cuál es la aportación de la perspectiva poscolonial a las Relaciones Internacionales? 3. ¿Cuál es el significado del Norte y Sur Global? 4. ¿Cuál fue el contexto que influyó en los primeros teóricos o académicos poscoloniales? 5. ¿Qué otro ejemplo podrías mencionar sobre un discurso orienta-lista en tu vida cotidiana? 6. ¿Cuál es la coincidencia que Samir Amin señala entre Estado y nación? 7. ¿A partir de qué procesos se ha construido al Otro? 8. ¿Cuáles son las aportaciones al poscolonialismo desde Latinoamérica? 9. ¿Qué entiendes por decolonizar? 10. Describe cuáles son los tres debates que se han generado dentro de las Relaciones Internacionales.

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Amin, Samir, Eurocentrism, Russell Moore y James Membrez (trads.), 2ª ed., Nueva York, Monthly Review Press, 2009. Ashcroft, Bill, Gareth Griffiths y Helen Tiffin (eds.), The Post-Colonial Studies Reader, Nueva York, Routledge, 2003. Chowdhry, Geeta y Sheila Nair (eds.), Power, Postcolonialism and International Relations: Reading Race, Gender and Class (Routledge Advances in International Relations and Global Politics), Nueva York, Routledge, 2002. De Sousa Santos, Boaventura, Descolonizar el saber, reinventar el poder, Montevideo, Trilce-Universidad de la República, 2010. Escobar, Arturo, “Worlds and Knowledges Otherwise”, Cultural Studies, vol. 21, núm. 2, 2007, pp. 179-210.

POSCOLONIALISMO/ESTUDIOS DECOLONIALES Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES

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XXVIII. TEORÍA CRÍTICA: PROMESA Y PROGRESO EN RELACIONES INTERNACIONALES

HÉCTOR CUADRA MONTIEL

INTRODUCCIÓN

L

a teoría crítica se distingue de manera sustantiva frente al resto de las teorías en ciencias sociales en general, y en Relaciones Internacionales en particular, en la promesa de liberación y emancipación. Si bien la promesa es todavía inalcanzada, ha habido avances sustantivos en la construcción teoría/praxis que superan las posiciones y los argumentos tradicionales de herencia e influencia positivista. Bosquejar rasgos distintivos del progreso para alcanzar la promesa de la emancipación y liberación en los ámbitos de las Relaciones Internacionales es el objetivo de este capítulo. Debe decirse desde el principio que la teoría crítica no es ni típica ni tradicional en Relaciones Internacionales. La genealogía del pensamiento crítico abreva de las grandes fuentes de la teoría social. Con una fuerte raíz de pensamiento marxista, y posteriores construcciones teóricas herederas de esa tradición, no debe cometerse el error de encasillar a la teoría crítica simplemente como otro argumento o una reformulación marxista. Sus aportaciones han trascendido ampliamente las limitaciones deterministas, economicistas y connotaciones de clase del marxismo ortodoxo.

LA PROMESA DE LAS PREMISAS PRINCIPALES DE LA TEORÍA CRÍTICA Sin duda alguna, la afirmación que mejor sintetiza la ambición de la teoría crítica fue expuesta por Carlos Marx en la célebre tesis XI de Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el 533

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mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.1Es precisamente la agenda de transformación de una situación conocida, aunque no deseada, hacia una deseable, pero todavía desconocida, lo que ha orientado los esfuerzos de intelectuales asociados con la teoría crítica. La promesa de la emancipación y la liberación no simplemente se detiene en preceptos normativos, que señalan lo que debe ser o lo que se debe hacer. El cambio es acción social en tránsito y movimiento. En ese sentido, la teoría crítica no puede ser distanciada de la praxis social, y no resulta gratuito del todo su asociación con movimientos sociales de naturaleza diversa y de reivindicaciones múltiples. La teoría crítica hoy en día, en las ciencias sociales en general y en Relaciones Internacionales en particular, se esfuerza por entablar diálogos y orientar acciones al entendimiento que superen la miopía del enfrentamiento, trascendiendo divisiones y distinciones tanto disciplinarias como teóricas. Escasas posiciones tan ambiciosas en las tareas y tan generosas en la colaboración. Esta importante y vibrante tradición teórica es virtualmente inexistente en los textos introductorios de Relaciones Internacionales. Sobre todo para las escuelas anglosajonas de la disciplina, es considerada en el mejor de los casos como curiosidad intelectual, perteneciente a otras esferas de estudio en ciencias sociales. Y en el peor de los escenarios, es simplemente desconocida o ignorada. Sin embargo, ofrece mucho más que las perspectivas teóricas tradicionales, tendencias dominantes o modas académicas en Relaciones Internacionales. En los terrenos de las ciencias sociales, la teoría crítica se identifica con las dos generaciones de la Escuela de Frankfurt, nombre con el que se ha identificado al Instituto de Investigación Social establecido en Frankfurt, Alemania en 1923. La primera generación de intelectuales asociados a ese instituto construyó una agenda interdisciplinaria de investigación de amplio espectro. Entre sus preocupaciones se cuentan indagar sobre las condiciones de reproducción y transformación de la sociedad, el significado de la cultura, las relaciones entre el individuo, la sociedad y la naturaleza, además del objetivo de contribuir a una crítica de la ideología, sin olvidar el desarrollo de política ausente de autoritarismo y burocratismo. Considerada por sus opositores como una escuela de marxismo occidental, y aunque sin privilegiar una posición o un discurso unitarios, el trabajo ahí realizado contribuyó a la formación y afirmación de la nueva izquierda, principalmente en Europa. La larga lista de intelectuales incluye a Max Horkheimer, Theodor Adorno, Herbert Marcuse, Leo 1 Karl Marx, Tesis Sobre Feuerbach, México, Ediciones de Cultura Popular, 1979 [1888], p. 229. Tesis Eleven, una de las más reconocidas revistas académicas especializada en Teoría Crítica, toma su nombre de esta célebre contribución.

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Lowenthal, Friederich Pollock, Erich Fromm, Franz Newman, Otto Kircheimer y Walter Benjamin, entre otros.2 Quizá la obra seminal de la teoría crítica la escribió Horkheimer en 1937: Traditional and Critical Theory. Además, Dialectic of Enlightment, escrita en coautoría con Adorno, resultó también influyente. La extraordinaria fertilización cruzada de ideas planteó el reto de superar la ortodoxia marxista. La investigación interdisciplinaria favoreció que los esfuerzos intelectuales de la segunda generación de la Escuela de Frankfurt rechazaran posiciones deterministas e interpretaciones positivistas del materialismo histórico. La variedad de abrevaderos intelectuales contribuyó a la orientación de su trabajo hacia el desarrollo de la conciencia y la promoción de un involucramiento y activismo político. La segunda generación de pensadores ha superado ampliamente el análisis de clases sociales en sus propuestas, criticado la filosofía positiva de la ciencia y alentado la investigación interdisciplinaria, permaneciendo al pendiente de sus contextos sociales y de sus contextos prácticos de aplicación. 3 Autores destacados son Jürgen Habermas, Albrech Wellmer, Klaus Eder y Claus Offe. Este último conocido por sus trabajos sobre las contradicciones del Estado de Bienestar. A los ámbitos de filosofía, sociología, psicología, literatura, economía, planeación, cultura, entre otros, tratados originalmente por sus predecesores, los exponentes de la segunda generación incorporaron filosofía hermenéutica, y análisis del lenguaje, para considerar que toda interacción social está mediada lingüísticamente y constituye una característica fundamental de la socialización humana. Dicho giro hacia la comunicación en gran medida se debe a los aportes de Habermas, de quien su obra Teoría de la Acción Comunicativa, destaca significativamente. EL PROGRESO DE LAS PREMISAS PRINCIPALES DE LA TEORÍA CRÍTICA EN RELACIONES INTERNACIONALES Dentro de las principales preocupaciones de la teoría crítica en las Relaciones Internacionales, se encuentra la inequidad estructural del sistema internacional, a la cual no considera inmutable. Tomando en consideración tanto fuerzas materiales como ideológicas, se plantean alternativas en las que la inequidad estructural puede superarse. Para ello la vinculación de la teoría y la práctica, donde no exista una marcada división de pensamiento 2 David Held, Introduction to Critical Theory: Horkheimer to Habermas, Berkeley y Los Angeles, University of California Press, 1980. 3 Axel Honneth, “Critical Theory”, Social Theory Today, Stanford, Stanford University Press, 1987, pp. 347-382.

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y acción, puede plantear escenarios y agendas por las que se pueda reformar el orden internacional para hacerlo más justo. En ese sentido, la teoría crítica explora la relación que vincula la anarquía entre los Estadosnación y la jerarquía económica entre las clases sociales.4 En las Relaciones Internacionales, la influencia de Antonio Gramsci ha sido innegable, como también lo ha sido el uso de categorías como clase social. Abogado de la revolución social como mecanismo de transformación al interior de un Estado, Gramsci nunca se planteó esa posibilidad en el ámbito internacional. El autor de los Cuadernos de la Cárcel no consideró al sistema internacional como eje de sus estudios, sino más bien influyó a autores como Robert Cox y Stephen Gill, quienes reformularon algunos de sus conceptos principales. Nodal entre todos ellos, la noción de hegemonía implica para Gramsci un liderazgo moral e intelectual, ejercido en una congruencia histórica de alianza de fuerzas políticas y sociales. Cuando se puede ejercer el dominio de una clase, ganándose inclusive el consentimiento de los dominados, haciéndoles creer que existe confluencia de intereses entre quienes dominan y quienes son dominados, se asegura la hegemonía de quienes están por arriba. El dominio de las preferencias ideológicas y culturales es muy importante para todo ello.5 Las formas que asume el poder en este sentido no se ejercen mediante el uso de la fuerza y capacidades militares, a diferencia de los (neo) realistas, sino se asume de manera ideológica, siguiendo liderazgos externos. Para Gramsci, la congruencia de fuerzas políticas y sociales o bloque histórico utiliza el poder hegemónico en un Estado-nación amplio, el cual no se limita a los aparatos políticos, sino que además incorpora a la sociedad civil. La alianza de fuerzas materiales, instituciones e ideología en la lucha cultural trasciende las fronteras nacionales para alcanzar dimensiones de orden mundial. La revaloración de la teoría crítica en Relaciones Internacionales se atribuye a Robert Cox. Además de la citada influencia gramsciana, Karl Polanyi también fue una fuente de inspiración para este autor. Entre las obras más conocidas de Cox se encuentran Production, Power and World Order: Social Forces in the Making of History escrita en 1987, y Approaches to World Order editada en 1996. Dentro de los ensayos que contiene el segundo título se encuentran un par de contribuciones fundamentales.

4 Martin Griffiths, Steven C. Roach y M. Scott Solomon, Fifty Key Thinkers in International Relations, 2ª ed., Londres, Routledge Taylor and Francis Group, 2009. 5 Stephen Gill, Gramsci, Historical Materialism and International Relations, Cambridge, Cambridge University Press, 1993.

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Partiendo de reconocer que el conocimiento es siempre parcial o fragmentario, afirma que todas las posiciones teóricas tienen una perspectiva que refleja su posición en el tiempo y espacio sociales y políticos. La frase más citada de la teoría crítica en Relaciones Internacionales pertenece a Cox: “…la teoría es siempre para alguien o para algún propósito”. 6 Anuncia la imposibilidad de distinguir entre el sujeto y el objeto de estudio. Es una crítica al positivismo filosófico y al neorrealismo en RI. Deja claro que al haber conocimiento preexistente sobre intereses y propósitos, resulta inexacta la neutralidad entre el sujeto apartado de la realidad objetiva que pretende estudiar. Es por ello que se afirma que todo conocimiento sobre la sociedad es incompleto si carece de un propósito emancipatorio o de liberación. Respecto al carácter de la teoría, Cox distingue dos grandes tipos de teorías. En primer lugar, la teoría de solución de problemas, primordialmente de filiación positivista, que privilegia el statu quo. Para este autor, el hecho de que se consideren las relaciones sociales y de poder como prevalecientes para enmarcar los cursos de acción a tomar, responde a una necesidad de fijar parámetros que no alteren posiciones ni intereses.7 En términos generales, todo enfoque científico de posición ontológica y epistemológica positivista se ubica dentro de estos confines. La edificación axiomática y de supuestos ceteris paribus, donde todo permanece constante, favorece el establecimiento de leyes, sobre las cuales se argumenta la capacidad predictiva de la ciencia al aducir patrones de regularidad. La gran preocupación de la teoría de solución de problemas, como su nombre lo enuncia, radica en hallar la manera en que las relaciones y las instituciones no violenten los confines que les limitan, para lidiar con las fuentes del problema, sin alterar mayormente el orden internacional. Critica al realismo como ejemplo de teoría de solución de problemas, dado que asume la hegemonía ideológica de Estados Unidos, al omitir su perspectiva y contexto histórico. Por otro lado, la teoría crítica, de naturaleza historicista, se pregunta cómo es que se constituyó el orden internacional que hoy conocemos. No da por supuestas ninguna relación social, de poder o institucional. Este tipo de teoría no se concentra en las partes de un problema determinado, sino que se dirige a todo el complejo social o político, para enfatizar la continuidad de los procesos de cambio histórico. Su preferencia normativa se inclina en favor de un nuevo orden alternativo y posible, contemplando las posibilidades de una transformación estructural.8 La 6 Robert W. Cox, “Social Forces, States and World Orders: Beyond International Relations Theory (1981)”, Approaches to World Order, Cambridge, Cambridge University Press, 1996. p. 87. 7 Ibidem. 8 Idem.

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acción hace referencia a las estructuras históricas de una particular configuración de fuerzas en las que se incluyen capacidades materiales, ideas e instituciones. Sumado a los aportes de hegemonía e ideología, el uso de categorías de clase es recurrente para autores neogramscianos como Cox y Gill, quienes han puesto énfasis en la disección del capitalismo hiperglobalizante, la consideración de fuerzas contra-hegemónicas y la crítica del neoliberalismo disciplinario. Resulta claro que una de las posturas favorecidas por ellos es la que propone que ante los procesos asociados con la globalización impuesta desde arriba, puede ejercerse resistencia y contrapeso con procesos emanados desde abajo, a la manera de la tesis del doble movimiento polanyiano.9 Claramente una de las preocupaciones de Stephen Gill en su agenda de investigación sobre Relaciones Internacionales y Economía Política Internacional son los aspectos culturales e ideológicos de la hegemonía.10 La combinación de las formas de poder estructural y conductual en combinación con el poder estructural del capital, como rasgos del neoliberalismo disciplinario, se refleja en algunos de sus escritos.11 Destaca en su producción American Hegemony and the Trilateral Commission. Es autor también de Power and Resistence in the New World Order. A dos plumas, conjuntamente con David Law, escribió The Global Political Economy: Perspectives, Problems and Policies. Conocido también como un destacado exponente de la teoría de la dependencia, 12 André Gunder Frank ha expuesto el devenir desigual y combinado del capitalismo situando los procesos de desarrollo y de subdesarrollo. Argumenta que siendo el desarrollo una serie de procesos multifacéticos de cambios económicos, sociales y tecnológicos, estos pueden ser utilizados para la mejoría en las condiciones de bienestar de la población. El autor de Dependent Accumulation and Underdevelopment, además de World Accumulation 1492-1789, aboga por una democracia civil más participativa a nivel global al considerar el ascenso de nuevos movimientos sociales provenientes de sectores marginalizados dentro del sistema capitalista.13 Establece inclusive que por la insostenibilidad de los sistemas de dominación y explotación es posible romper y apartarse de la economía mundial capitalista. 9 Karl Polanyi, The Great Transormation: The Political and Economic Origins of Our Time, Boston, Beacon Press, 1957 [1944]. Propone que a un primer movimiento de creación y expansión de los mercados, sucede de manera paralela aunque asincrónica un movimiento de protección social frente a los excesos de los mercados. 10 Stephen Gill y David Law, The Global Political Economy: Perspectives, Problems and Policies, Brighton, Inglaterra, Harvester Wheatsheaf & Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1988. 11 Griffiths, Roach y Solomon, op. cit. 12 Véase el capítulo XXI. 13 Griffiths, Roach y Solomon, op. cit.

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En este punto debe destacarse con contundencia que la Teoría Crítica en Relaciones Internacionales no se ha detenido con el uso de categorías de clase, tesis sobre la hegemonía e influencia gramsciana. Muy por el contrario, algunas de las contribuciones contemporáneas más significativas han sido planteadas por Jürgen Habermas y Andrew Linklater. El salto ha sido no menos que espectacular. El progreso hacia la promesa de emancipación es todavía una vibrante agenda en construcción. Si a las tesis marxistas se les asociaba con el enfrentamiento de clases sociales en el ámbito de las relaciones económicas de producción, y la preeminencia de las relaciones materiales sobre las estructuras económicas para determinar la acción humana, acarreando las críticas de visiones economicista, determinista, materialista, estructuralista y clasista; en el umbral del siglo XXI esto ha cambiado de manera significativa. Considérese que a las reformulaciones posteriores del marxismo clásico se han ofrecido un creciente número de enfoques diversos, visiones claramente políticas, apertura a la impredecibilidad y contingencia que la acción intencional de los agentes brindan dentro de los procesos en los que se encuentran inmersos. La revaluada importancia de las ideas y los valores para trascender la inequidad estructural es agenda compartida hoy en día por feministas, ambientalistas, posmodernistas y teoristas críticos, entre muchos otros. De manera central, ha sido Habermas quien ha trascendido del paradigma del enfrentamiento entre clases sociales al subrayar la importancia de las acciones orientadas al entendimiento. Característico de la naturaleza humana son sus formas de relacionarse por medio de la acción comunicativa, esto es, entendimiento lingüístico como un mecanismo de coordinación de las acciones. Las acciones sociales orientadas al entendimiento son entonces comunicativas.14 Superando el anterior énfasis en las relaciones económicas de producción, su propuesta se orienta al diálogo y comunicación con otros. Puntos importantes de la acción comunicativa son la reconsideración de los tipos y niveles de inclusión y exclusión, dado que poniendo en entredicho los límites y diferencias, se puede transitar a la construcción de acuerdos y consensos. Ésas son precisamente la serie de críticas dirigidas al Estado-nación, donde de manera histórica los límites y diferencias señaladas con vehemencia parecen diluirse en importancia cada vez más.15 El 14 Las acciones sociales orientadas al éxito son meramente estratégicas, mientras que aquellas acciones no sociales orientadas al éxito se consideran instrumentales. Jürgen Habermas, Teoría de la Acción Comunicativa (dos volúmenes), México, Taurus Humanidades, 2008 [1981]. 15 Andrew Linklater, “The Achievements of Critical Theory”, en Ken Booth Steve Smith y Marysia Zalewski (eds.), International Theory: Positivism and Beyond, Cambridge, Cambridge Univesrdity Press, 1996.

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filósofo proponente de la teoría de la acción comunicativa ha aportado intelectualmente a temáticas varias, que incluyen entre otras el desarrollo institucional, la ética cosmopolita y las teorías del discurso. Destacan también sus siguientes trabajos: The Structural Transformation of the Public Sphere y Between Facts and Norms. En Legitimation Crisis, de manera coincidente con Claus Offe, sostiene que el Estado de Bienestar nunca fue diseñado para ser democráticamente incluyente, y que el asunto de la legitimidad de la autoridad mediante argumentaciones razonadas no está exento de contradicciones. Con la convicción de la defensa de la razón y el compromiso por la racionalidad y la democracia, la cognición y la razón comunicativa subrayan la capacidad de los individuos para alcanzar consenso mediante los elementos constitutivos de la acción comunicativa: deliberación, argumentación, empatía y debate. Para Habermas, el mundo de la vida es el concepto que considera el correlato de los procesos de entendimiento culturales, donde los sujetos se comunican y logran entenderse. Es el lugar en que el hablante y el oyente salen al encuentro, y que proporciona el contexto de la acción comunicativa, en donde se establecen las relaciones entre el actor y los mundos objetivo, subjetivo y social.16 Habermas sostiene que hacen falta más procedimientos y normas institucionales para reforzar la frágil democracia a nivel global con mecanismos de obligatoriedad que vinculen con mayor solidez prácticas democráticas con solidaridad democrática.17 Optimista sobre el surgimiento de un cosmopolitismo legal, reconoce que todavía no se ha forjado una teoría de la política internacional. Aunque existe progreso en la dirección de reformular las propuestas de Habermas para otros ámbitos de las ciencias políticas y sociales, quizá de manera similar a la que Cox y Gill reformularon conceptos de Gramsci, todavía no se ha consumado la promesa de la emancipación de la teoría crítica para Relaciones Internacionales. Sin embargo, apuntando en la mencionada dirección, han sido notables los avances de Andrew Linklater, quien ha sostenido que las fuertes divisiones y distinciones entre la teoría política y las Relaciones Internacionales resultan fútiles e innecesarias. Sus señalamientos apuntan a la crítica de la lógica teórica y la práctica social de la exclusión y la heteronomía en relaciones intra-estatales y entre las teorías de Relaciones Internacionales. Considera que los estadios de la teoría crítica en el estudio de los aspectos de RI son filosófico –normativo, sociológico y práctico–.18 Recupera la hebra 16 Jürgen Habermas, op. cit. El mundo social engloba a los mundos objetivo y subjetivo. 17 18

Griffiths, Roach y Solomon, op. cit. Idem.

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universalista de la teoría política en la obra de Kant. El autor de Men and Citizens in the Theory of International Relations, además de Beyond Realism and Marxism: Critical Theory and International Relations, y de The Transformation of Political Community: Ethical Foundations of the Post-westphalian Era sostiene que los hombres son sustituidos por los ciudadanos como los sujetos adecuados de consideraciones morales. Su teoría praxeológica examina las oportunidades prácticas para intervenir en las Relaciones Internacionales, con la idea de ampliar el espectro de obligaciones morales a través de los límites territoriales. Para Linklater, el asunto de la exclusión y la inclusión no se centra sobre la clase, el sexo, la raza, la nacionalidad o cualquier otra categoría sociológica. Exclusión e inclusión debe y tiene que estar relacionado con la conducta humana.19 El asunto resulta de relevancia si se considera que el Estado puede hoy en día bloquear la puesta en vigor e implementación de normas y restringir la evolución de los principios universales, poniendo en entredicho la universalización del principio del daño. COMENTARIOS SOBRE LOS PROGRESOS CUALITATIVOS DE LA TEORÍA CRÍTICA Puede afirmarse que los progresos cualitativos de la teoría crítica en las Relaciones Internacionales incluyen la superación de posiciones tradicionales que distinguen entre sujeto y objeto de la ciencia. La teoría crítica no es ni heredera ni seguidora de la filosofía positiva de la ciencia. Igualmente relevante, el enfoque que nos ocupa, y siguiendo a Robert Cox quien lo ha establecido claramente, reconoce que todo el mundo social, político, económico y cultural es alterable, no hay nada en él que deba permanecer inmutable. Es contrario al statu quo y favorece la construcción de mejores alternativas (refiérase a la figura XXIX.1). De manera similar, a partir de los planteamientos de Habermas, la teoría crítica supera la herencia marxista de pensamiento ortodoxo, y el énfasis en las relaciones sociales de producción y la oposición de las clases sociales. Así, lo que propone es transitar de la lógica del enfrentamiento para construir, mediante ejercicios y prácticas orientadas al entendimiento, un diálogo que incorpore acciones comunicativas.20 En este diálogo resulta fundamental alcanzar la paulatina erosión de los criterios de límite y diferencia, con el objetivo de construir de manera cada vez más incluyente una serie de acuerdos y consensos que sumen los esfuerzos para superar las características indeseables e injustas en el sistema internacional contemporáneo. 19 20

Idem. Linklater, op. cit.

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Figura XXVIII.1. Teoría crítica en RI statu quo

Fuente: Elaboración propia.

Retomando la argumentación coxiana de que no hay valor tal como la completa neutralidad y objetividad de la ciencia social porque la teoría termina por servir a alguien y tiene algún propósito, independientemente de que no sean mencionados explícitamente; la clasificación teórica que presenta ha resultado de gran claridad y utilidad. Por un lado, la teoría de solución de problemas por ninguna razón reconoce la necesidad de fuertes modificaciones en las estructuras sociales. Para ella el cambio resulta imposible o improbable y se contenta simplemente con ajustes menores. Toda la tradición positiva de ciencias sociales cabe en esta categoría. Por el otro lado, es la teoría crítica la que considera de manera muy seria y contundente la posibilidad de transformaciones estructurales de alcance global respecto a las estructuras socialmente construidas, y por ende jamás definitivas del nuestra realidad social, política, económica, cultural e internacional. Asunto de crucial importancia, según sostiene Habermas, la utilidad de la racionalidad y el conocimiento evidencia la imposibilidad de la distinción del sujeto con respecto al objeto de la ciencia. Ello no solamente de manera instrumental, moral o estratégica, sino con la posibilidad crítica de transformar, liberar y emancipar. Pocos proyectos intelectuales teóricoprácticos tan ambiciosos y completos.21 En el siglo XIX Marx había enunciado respecto al papel del individuo en la historia que los hombres son los arquitectos de su propia historia, a la 21 Linklater, op. cit.

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que sin embargo, no pueden dar forma libremente bajo condiciones de su propia elección, sino que deben realizarla bajo las circunstancias históricas y contextuales que les corresponden, transmitidas de alguna herencia del pasado.22 Si las estructuras del mundo social no son dadas por la naturaleza, entonces han sido construidas socialmente por el hombre y pueden, por ende, ser modificadas como parte de una nueva y constante (re)construcción social. Es precisamente por ello que resultan insoportables e injustificables las desigualdades de poder y riqueza. Si los actores tienen la capacidad de incidir en el contexto en que se encuentran situados, dichas desigualdades o cualesquiera otras pueden ser alterables cuando se consideran dignas de modificación. En todo ello yace un prospecto de libertad inmanente dentro de las relaciones sociales existentes. Hablando del sistema internacional, su condición de anarquía no resulta inescapable de ninguna manera, como tampoco lo es la lógica del poder y la dominación, sean estos últimos abiertos o encubiertos. De igual manera, la categoría crítica de hegemonía se identifica con la cultura y la ideología. Para que todo ello tenga sentido, la conjunción de la teoría con la praxis, o la teoría praxeológica según Linklater, subraya repetidamente la vinculación de las ideas con la acción social, debido a que de otra forma las transformaciones necesarias para los proyectos emancipatorios no podrían ser alcanzados. Claramente otra fase de progreso de la teoría crítica es que se ha enfatizado la relevancia de las relaciones y la interacción social. En un primer momento la atención otrora otorgada a las relaciones de producción gira en una segunda instancia cuando el trabajo de los intelectuales críticos identifica la importancia de las interacciones de comunicación, a la vez que presta debida atención a las formas de aprendizaje social. Se hace cada vez más evidente que el análisis de los límites abre posibilidades para la liberación de condiciones no deseadas, haciendo necesaria la emancipación. Pueden entonces, superarse conflictos de clase y los sistemas de dominación en las sociedades contemporáneas. Para Habermas, la defensa de la racionalidad y la democracia se logra mediante acciones comunicativas orientadas al entendimiento. Recupera la razón dentro de un marco intersubjetivo, de características hermenéuticas o interpretativas. Las interacciones que comunican a la vez que construyen diálogos son ampliamente generalizadas en todos los fenómenos humanos, dando pie y fundamento a la vida sociocultural. La crítica de los criterios de límite y diferencia se fundamenta en que distorsionan las acciones comunicativas. Sean estructuras sociales o institucionales, un buen número de ellas funcionan como barreras que per22

Karl Marx, The Eighteenth Brumaire of Louis Napoleon. Marx/Engels Internet Archive (marxist.org), 2006 [1852 ].

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turban la comunicación cotidiana. Se vuelve entonces tremendamente racional el abogar por la supresión de esas barreras, para lograr unos mejores flujos de acciones comunicativas orientadas al entendimiento.23 El equipamiento y la voluntad para la comunicación y el establecimiento de diálogos con otros es una característica nodal de la teoría crítica contemporánea que supera los planteamientos neogramscianos. Si el objetivo de la comunicación es la construcción de un diálogo que permita alcanzar niveles de acuerdo y consenso, debe minimizarse al máximo la exclusión de posiciones. El diálogo con terceros, sean semejantes o diferentes, supera ampliamente los razonamientos monológicos, verticales y jerárquicos comunes en otras escuelas de pensamiento. Si los niveles de acuerdo alcanzan la madurez suficiente para ser consensados, puede construirse una condición de legitimación en donde la validez de las normas cuenta con el respaldo y el consentimiento de aquellos a quienes afecta. Es mediante el diálogo y la comunicación que la necesidad de la fuerza se vuelve obsoleta, y que las características de la hegemonía ideológica se diluyen. En ausencia de los primeros es que los últimos buscan imponerse a toda costa. Las acciones comunicativas orientadas al entendimiento y el diálogo con otros permiten cuestionar los sistemas de inclusión y de exclusión, poner en entredicho las fronteras entre lo interno y lo externo, y alentar la supresión de los límites morales, políticos y estatales. No queda la menor duda de que en Relaciones Internacionales el diálogo es preferible a la política de la fuerza, y de que éste debe ser abierto e incluyente de diversas posiciones para facilitar la expansión de argumentos, visiones, alternativas y escenarios. Sin embargo, no todo acuerdo o nivel de entendimiento se traduce en consensos. Si bien los intelectuales asociados con la teoría crítica privilegian el diálogo como garantía frente a la dominación, también es cierto que han cuestionado al Estado-nación como un sistema de exclusión y su posición tradicional de la soberanía. Bajo estos argumentos, surge la reconsideración del ciudadano “posnacional” y el hecho de que las normas adquieren legítima universalidad cuando son aprobadas por aquellos a quienes afecta.24 COMENTARIOS SOBRE LA PROMESA EMANCIPATORIA DE LA TEORÍA CRÍTICA Aunque innegable el progreso de la teoría crítica en Relaciones Internacionales, su promesa emancipatoria no ha sido todavía alcanzada, o no se ha materializado definitivamente. Suyas son una serie de agendas en 23 Linklater, op. cit. 24 Linklater, op. cit.

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construcción, a cual más de ellas formidables. La vigencia de los planteamientos de Gramsci, Cox, Gill y Frank sobre hegemonía e ideología han resultado de crucial importancia. Sus aportes han enriquecido el análisis y fundamentado cada vez con mayor contundencia la promesa de transformación, liberación y emancipación. El cuestionar las condiciones de desigualdad, explotación y dominación para transitar de su conocida aunque indeseable condición, hacia una condición deseable aunque todavía desconocida requiere de enormes esfuerzos tanto intelectuales como prácticos. La reformulación de argumentos filosóficos metateóricos orientados a Relaciones Internacionales no es un asunto menor, como tampoco lo es el mantenimiento de divisiones teóricas y disciplinarias innecesarias. Fundamentado en los aportes de Habermas y Linklater, se identifica que la reforma de las relaciones internacionales comienza con la transformación de una comunidad moral fronteriza/limitada. Un rasgo fundamental de la teoría crítica es la construcción de alternativas. La disposición de una construcción abierta, incluyente y dialogada no se la disputa nadie. No se conforma con diagnósticos incisivos para luego bajar los brazos en el desamparo. Por ejemplo, a diferencia del cosmopolitismo, la teoría crítica enfatiza la necesidad de mayor solidaridad. Frente a los esfuerzos de deconstrucción del posmodernismo y el respeto por el otro y la diferencia, la teoría crítica no se desarma en esa etapa, sino que procede a la comunicación que tienda puentes y engarce el diálogo para el imaginario y propuesta de alternativas. La teoría crítica no transita únicamente por la vía del empirismo, justificando mediante evidencias su argumentación teórica. Tampoco se detiene en las prácticas constructivistas del reconocimiento de los valores y las teorías. Al hacer explícitos los valores que informan sus argumentos teóricos, y repetidamente vincular la praxis, la teoría crítica propone lo que otros ni siquiera imaginan: la posibilidad real de transformación, liberación y emancipación (véase la figura XXVIII.1). La teoría crítica no tiene una construcción monológica de herencia positivista. Su posición crítica ontológica y epistemológica le permite participar en un diálogo con otras posiciones teórico-metodológicas. Típicamente el formato positivista de teoría favorece una coherencia y lógica internas, tradicionalmente en dos grandes modalidades. En la primera, se busca una explicación, generalmente externa a la temática de estudio, donde se hace una nítida distinción entre sujeto y objeto de estudio. Busca favorecer la identificación de una causa X, que propicia un efecto Y, bajo condiciones Z. La ubicación de patrones de regularidad permite establecer leyes de comportamiento y, por ende, a partir de la repetida evidencia, ambicionar su capacidad predictiva. En la segunda, se aboga por una com-

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prensión interna que favorece la interpretación de los procesos, y que considera la participación de los actores en los procesos que ellos mismos estudian. Martin Hollis y Steve Smith sostienen que las Relaciones Internacionales como disciplina son herederas de la tradición científica que busca la explicación del conocimiento, pero que también tienen linaje de la otra tradición científica que persigue la comprensión de la acción.25 Claramente, en la disciplina de Relaciones Internacionales se procede explicando las relaciones causales, y su identificación y asociación de variables sobre resultados o efectos de interés. Adicionalmente, la tradición académica y de investigación en RI recurre a la comprensión tanto holista como individual de las dinámicas y procesos en las cuales los actores ejercen su agencia para incidir en las dinámicas de los procesos que les ocupan. No obstante lo anterior, ha habido fructíferos esfuerzos que combinan metodológicamente las fortalezas de sus respectivos métodos y técnicas de investigación. La teoría crítica no puede encasillarse en ninguna de las mencionadas preferencias metodológicas. La razón es simple, ambas tradiciones en Relaciones Internacionales en particular, y en ciencias sociales en general, fueron construidas atendiendo su consistencia interna, pero no les preocupa entablar un diálogo externo con otras disciplinas, diferentes teorías, variadas posiciones y múltiples argumentos. Ambas tradiciones científicas de construcción y desarrollo teórico únicamente permiten comunicarse al interior de ellas mismas. La teoría crítica, por su parte, identifica como necesario y urgente no sólo el rigor metodológico interno, sino que es también perceptiva de favorecer la orientación de las acciones al entendimiento. El privilegio de la comunicación y el diálogo con otros es una agenda totalmente desatendida en las Relaciones Internacionales. Se torna imperioso para RI tender puentes y engarces entre las teorías en las que se apoya la disciplina. En ese tenor, se subraya que las divisiones disciplinarias y teóricas, como han funcionado a la fecha, tienden a meter ruido a la comunicación y dificultan el diálogo. De ello se desprende que asociado con la proposición de cons-trucción de puentes y engarces que favorezcan la comunicación de visiones varias, debe ejercitarse de manera racional el cuestionamiento de criterios que marcan diferencias, que empujan por la exclusión, que dibujan fronteras y límites sobre los que se prohíbe transgredir. En la medida que las acciones comunicativas orientadas al entendimiento permitan voluntades y posiciones de diálogo abierto e incluyente, las agendas en construcción que cuestionen como insatisfactorias e in25

Martin Hollis y Steve Smith, Explaining and Understanding International Relations, Oxford, Clarendon Press, 1991.

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deseables las condiciones de desigualdad, explotación y dominación, se logra un notable avance. En ese momento se colocan los cimientos que permiten la movilidad y el tránsito de una condición existente y conocida, pero insatisfactoria y no del todo deseada, hacia una serie de alternativas que aunque desconocidas, resulten preferibles, deseables y posibles. La posibilidad y el potencial de transformación, liberación y emancipación pueden entonces permitir la materialización de la promesa de cambio, harto deseada y deseable, en las Relaciones Internacionales. La tarea de la construcción y propuestas teórico-prácticas continúa.

COMENTARIOS SOBRE LAS LIMITACIONES Y RETOS DE LA TEORÍA CRÍTICA La teoría crítica es una metateoría de un alto nivel de abstracción, a diferencia de la gran mayoría de teorías y enfoques de naturaleza positivista. Estos últimos, como muy lucidamente lo estableció Cox, pueden agruparse como problem solving theory, focalizando las fuentes del problema sin alterar el orden global. En Relaciones Internacionales, hay un campo muy fértil y todavía inexplorado para la teoría crítica. Su uso y recurso no es una aplicación metodológica, ni una mera operacionalización de variables. La teoría crítica es de un rango y alcance mayores, contemplando las posibilidades de transformación del sistema internacional. Sin embargo, no debe confundirse con un argumento adhoc para explicar todo en la disciplina ni para la realización de predicciones. Los retos que enfrenta por delante la teoría crítica en Relaciones Internacionales son formidables y apuntan en la dirección de la acción comunicativa señalada en este capítulo. Hoy día hace falta una reformulación de la teoría crítica orientada a nuestra disciplina. Aunque se han dado pasos significativos en esa dirección el verdadero potencial explicativo, argumentativo y emancipatorio en Relaciones Internacionales se encuentra subdesarrollado. Además de la reformulación pendiente, la praxis que debe acompañarla hacen el reto todavía de mayor envergadura porque esta metateoría, a diferencia de otras muchas, no puede ni debe distanciarse de la práctica. En la medida que tanto la reformulación de planteamientos incidan en la realidad, la posibilidad de emancipación y transformación se materializa. No se trata sólo de perseguir utopías, sino de proponer y actuar en consecuencia. En suma, el reto de la teoría crítica en Relaciones Internacionales es la construcción real y fáctica de mundos deseables.

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Premisas básicas de la teoría crítica • Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo. • Hegemonía implica un liderazgo moral e intelectual con el consentimiento de los dominados. • Dentro del bloque histórico, las alianzas de fuerzas materiales, instituciones e ideología alcanzan dimensiones de orden mundial. • La teoría sirve siempre a alguien y tiene algún propósito. • La teoría de solución de problemas se preocupa por focalizar las fuentes del problema sin alterar el orden global. • La teoría crítica contempla las posibilidades de una transformación estructural del sistema internacional. • El neoliberalismo disciplinario combina formas de poder estructural, conductual y del capital. • La acción comunicativa implica un entendimiento lingüístico como mecanismo de coordinación de las acciones. • Dentro del mundo de la vida, se proporciona el contexto de la acción comunicativa y permite que los sujetos se comuniquen y logren entenderse. Estudio de caso 1 El creciente reconocimiento de que se puede superar y transformar la naturaleza de los conflictos mediante mecanismos de diálogo y comunicación, evitando el uso y la recurrencia a la violencia gana terreno en la escena internacional. El método Transcend ha sido aplicado exitosamente a niveles micro, meso y macro para lograr la paz por medios pacíficos. Mediante acciones comunicativas que involucran a un trabajador de la paz y las partes interesadas, la terapia de rondas de diálogo supera niveles de conflicto ideológico y la hegemonía cultural de la violencia en el sistema internacional. Soluciones creativas logran emancipar construyendo niveles de entendimiento a través de disciplinas y enfoque sociales diversos. Praxis que trasciende y libera hacia la solución de conflictos.

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Estudio de caso 2 Tanto los acuerdos internacionales como las normas institucionales se conforman y construyen mediante argumentaciones razonadas. En ellas, las consideraciones de empatía y argumentos éticos y morales son utilizadas, v.g. tanto en el enfrentamiento Israel-Palestina, como en las etapas del proceso de integración de la Unión Europea, para marcar una distancia con escenarios conocidos de política internacional. Dichos argumentos se despegan de la consideración anárquica de la sociedad internacional y apuntan hacia una transformación deseable, legitimizando el poder de los procesos legales. De esta manera, el mundo de la vida internacional no es estrictamente anarquía y se transforma en institucional. La constitucionalización del derecho tanto en la Unión Europea como los acuerdos en la franja de Gaza, son praxis que trasciende y libera enfocada a la construcción de acuerdos internacionales y normas institucionales.

PREGUNTAS GUÍA 1. ¿Cuáles son los rasgos distintivos de la teoría crítica? 2. ¿En qué radica la promesa de la emancipación? 3. ¿Qué progresos ha realizado la teoría crítica en las Relaciones Internacionales? 4. ¿Cuáles son las premisas básicas de la teoría crítica? 5. ¿Qué distinción se hace respecto al papel de la teoría? 6. ¿Qué retos enfrenta la teoría crítica en las Relaciones Internacionales?

LECTURAS BÁSICAS RECOMENDADAS Cox, Robert W. Approaches to World Order. Cambridge: Cambridge University Press, 1996. Gill, Stephen. Gramsci, Historical Materialism and International Relations, Cambridge: Cambridge University Press, 1993. Gramsci, Antonio. Selections from the Prison Notebooks, Q. Hoare and G. Smith, (eds.), New York: International Publishers, 1971.

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Habermas, Jürgen. Teoría De La Acción Comunicativa, Dos Volúmenes, México: Taurus Humanidades, 2008 (1981). Held, David. Introduction to Critical Theory: Horkheimer to Habermas. Berkeley Los Angeles: University of California Press, 1980. Honneth, Axel. “Critical Theory”, Social Theory Today. Stanford: Stanford University Press, 1987, 347-382. Horkheimer, Max. “Traditional and Critical Theory”, in Critical Theory: Selected Essays, Frankfurt: Bloomsbury Academic, 1972 (1937). Linklater, Andrew. Beyond Realism and Marxism: Critical Theory and International Relations, London, Macmillan, 1990. Marx, Karl. Tesis Sobre Feuerbach. México: Ediciones de Cultura Popular 1888 (1979). Marx, Karl. The Eighteenth Brumaire of Louis Napoleon. Marx/Engels Internet Archive (marxist.org). 1852 (2006).

REFERENCIAS Cox, Robert W., “Social Forces, States and World Orders: Beyond International Relations Theory (1981)”, Approaches to World Order, Cambridge, Cambridge University Press, 1996. –––––––, Approaches to World Order, Cambridge, Cambridge University Press, 1996. –––––––, Production, Power and World Order: Social Forces in Making of History, Nueva York, Columbia University Press, 1987. Gill, Stephen, American Hegemony and the Trilateral Commission, Cambridge, Cambridge University Press, 1990. –––––––, Gramsci, Historical Materialism and International Relations, Cambridge, Cambridge University Press, 1993. –––––––, Power and Resistance in the New World Order, Londres, Palgrave Macmillan, 2003. Gill, Stephen y David Law, The Global Political Economy: Perspectives, Problems and Policies, Brighton, Inglaterra, Harvester Wheatsheaf & Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1988. Gramsci, Antonio, Selections from the Prison Notebooks, Q. Hoare y G. Smith, (eds.), Nueva York, International Publishers, 1971. Griffiths, Martin, Steven C. Roach y M. Scott Solomon, Fifty Key Thinkers in International Relations, 2ª ed., Londres, Routledge Taylor and Francis Group, 2009. Griffiths, Martin, World Accumulation, 1492-1789, Nueva York, Monthly Review Press, 1978.

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Gunder Frank, André, Dependent Accumulation and Underdevelopment, Nueva York, Monthly Review Press, 1978. Habermas, Jürgen, Between Facts and Norms, Cambridge, Massachusetts MIT Press, 1996. –––––––, Legitimization Crisis, Boston, Beacon Press, 1975. –––––––, Teoría de la Acción Comunicativa (dos volúmenes), México, Taurus Humanidades, 2008 [1981]. –––––––, The Structural Transformation of the Public Sphere, Cambridge, Massachusetts MIT Press, 1961. Held, David, Introduction to Critical Theory: Horkheimer to Habermas, Berkeley y Los Angeles, University of California Press, 1980. Hollis, Martin y Steve Smith, Explaining and Understanding International Relations, Oxford, Clarendon Press, 1991. Honneth, Axel, “Critical Theory”, Social Theory Today, Stanford, Stanford University Press, 1987, 347-382. Horkheimer, Max, “Traditional and Critical Theory”, en Critical Theory: Selected Essays, Frankfurt, Bloomsbury Academic, 1972 [1937]. Horkheimer, Max y Theodor W. Adorno, Dialectic of Enlightenment: Philosophical Fragments, Stanford, Stanford University Press, 2002 [1947]. Linklater, Andrew, “The Achievements of Critical Theory”, en Ken Booth Steve Smith y Marysia Zalewski (eds.), International Theory: Positivism and Beyond, Cambridge, Cambridge University Press, 1996. –––––––, Beyond Realism and Marxism: Critical Theory and International Relations, Londres, Macmillan, 1990. –––––––, Men and Citizens in International Relations, 2ª ed., Londres, Macmillan, 1990. –––––––, The Transformations of Political Community: Ethical Foundations of the Post-westphalian Era, Carolina del Sur, University of South Carolina Press, 1997. Marx, Karl, Tesis sobre Feuerbach, México, Ediciones de Cultura Popular, 1979 [1888]. –––––––, The Eighteenth Brumaire of Louis Napoleon. Marx/Engels Internet Archive (marxist.org), 2006 [1852]. Polanyi, Karl, The Great Transormation: The Political and Economic Origins of Our Time, Boston, Beacon Press, 1957 [1944]. Risse, Thomas, “'Let's argue!': Communicative Action in World Politics”, International Organization 54, 2000, pp. 1-39.

XXIX. INVESTIGAR LA PAZ EN EL ÁMBITO DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES GERARDO PÉREZ VIRAMONTES

Si solamente nos fijáramos en los momentos bélicos dejaríamos un mundo mucho más amplio marginado, un mundo que convive y vive a pesar de las guerras: el de la paz. Eduardo Enríquez

INTRODUCCIÓN

E

n la primera quincena de enero de 1994, una multitud salió a las calles de México a exigir al gobierno federal y a los zapatistas que dejaran a un lado las armas y se sentaran a negociar. La paz era entonces un reclamo generalizado desde diferentes rincones del país. Sin embargo, había en el aire un cuestionamiento difícil de comprender: ¿cómo atender pacíficamente las demandas de los zapatistas que exigían principalmente la satisfacción de sus necesidades fundamentales? Comenzó a hablarse entonces de una paz con justicia y dignidad. No cualquier paz ni a cualquier precio era la respuesta que se esperaba por parte del gobierno federal, sino una paz en la que los indígenas se sintieran reconocidos y tuvieran la capacidad de participar de manera autogestiva en su propio bienestar. En ese contexto, don Samuel Ruiz García, el obispo de San Cristóbal de las Casas que fungió como mediador en Los diálogos de la Catedral en marzo de aquel año, señalaba que el levantamiento armado zapatista era sólo la punta del iceberg de lo que sucedía en todo el país y que, por lo tanto, el trabajo a favor de la paz era una tarea de todos, que debía realizarse en escuelas, centros de trabajo, empresas, medios de comunicación, etcétera. Surgió entonces la pregunta: ¿cuál puede ser la contribución de la universidad para fortalecer esa cultura de paz que se necesita en México? A 20 años de aquellos hechos, y frente a la ola de vio553

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lencia que continúa incrementándose en el país, queremos profundizar en algunas ideas sobre lo que significa construir la paz ahí donde cada uno de nosotros lleva a cabo sus proyectos de vida. A partir de una idea global de lo que se puede entender por cultura de paz, se explican cada una de las cinco “parcelas” en las que es posible cultivar este valor universal y se incluye un texto, con preguntas para la reflexión grupal, en el que se describe la actitud asumida por los familiares de las víctimas que sufrieron una situación de violencia extrema. Tomando en cuenta que se trata de un texto introductorio al estudio de estos temas, se hace referencia a múltiples autores de quienes nos hemos nutrido para escribir este capítulo.

LA PAZ: UN CAMPO DE ESTUDIOS EN CONSTRUCCIÓN Para lograr una comprensión adecuada de lo que significa la paz –señalaba David Smith–,1 es necesario analizar las relaciones que se establecen entre ésta, la violencia y los conflictos. En la realidad concreta, las tres temáticas se presentan interrelacionadas, y la intervención en cualquiera de ellas tiene repercusiones en las otras dos. Con estas ideas, decidimos adentrarnos en este campo de estudio a raíz de lo sucedido en Chiapas en aquel mes de enero de 1994. En un primer momento, constatamos lo sencillo que resulta encontrar estudios sobre la violencia, donde se abordan por ejemplo las consecuencias de las grandes guerras a nivel internacional (Lo que queda de Aschwitz, Giorgio Agamben), los traumas derivados de las dictaduras militares que hubo en nuestro continente (Psicología y violencia política en América Latina, ILAS), el origen o las causas que explican el por qué de la conducta violenta (El sexo de la violencia, Vicenç Fisas). Asimismo, se observó la abundante literatura que existe en relación con los conflictos para explicar el contexto en el que surgen y se manifiestan (La cultura del conflicto, Marc Howard Ross), las dinámicas que siguen y las posibilidades que existen para su resolución (Conflictología, Eduard Vinyamata) o los mecanismos que se pueden utilizar para su transformación positiva (La justicia es conflicto, Stuart Hampshire). Sin embargo, muy pronto caímos en la cuenta de lo difícil que resulta encontrar literatura en la que se aborde explícitamente lo que es la paz y los mecanismos que facilitan su construcción social (El largo camino de la violencia a la paz de José María Tortosa y Paz por medios pacíficos de Johan Galtung; son dos textos prácticamente 1

David C. Smith, “Estudio de los conflictos y educación para la paz”, Perspectivas. Revista Trimestral de Educación, vol.

IX, núm. 2. UNESCO, 1979.

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inconseguibles en las librerías de nuestro país). De esta manera, a raíz del primer acercamiento que se hizo al estudio de estas temáticas, logramos aprender mucho más aspectos de la violencia que de la paz. De manera paralela a esta primera incursión en el estudio de estos temas, se logra identificar a diversos autores que explican qué es la mediación, buscando eliminar el conflicto o reducir al mínimo sus efectos destructivos (Mediación y resolución de conflictos: técnicas y ámbitos, Helena Soleto). Nos topamos también con otra serie de pensadores que argumentan sobre el sentido ético de la noviolencia y los métodos a través de los cuales se ha llevado a la práctica (La fuerza de los no-violentos, Lanza Del Vasto). Tras la revisión de éstos y otros tantos autores, así como de la discusión de sus ideas en múltiples foros, cursos, seminarios o talleres, la conclusión a la que hemos llegado es que cada uno de estos temas puede ser considerado en sí mismo como una “parcela”, que se puede cultivar y abonar de distinta manera, para obtener diferentes frutos, en el marco de un gran campo de estudios al que genéricamente se le puede denominar cultura de paz. Sin embargo, al no contar con una metodología clara que permita la acumulación de conocimientos sistemáticos y verificables, al no tener unos conceptos bien definidos con los cuales se puedan elaborar modelos teóricos respecto de lo que sucede en la realidad, al no ser un objeto de estudio e investigación en el ámbito universitario; la paz no puede ser considerada aún como una disciplina científica al estilo de la sociología, la economía o la antropología. Esta situación desde nuestro punto de vista, lejos de ser una carencia, abre el campo para poder abordar la paz desde perspectivas multi, inter y transdisciplinarias en un doble sentido: señalando un conjunto de problemáticas cuyas respuestas se espera sean elaboradas en el ámbito y con metodologías propias de las disciplinas, y como un espacio académico que se nutre, crece y consolida con el aporte de todas ellas.2 ¿Cuál puede ser entonces la contribución específica de las Relaciones Internacionales para la consolidación de este campo de estudios? Johan Galtung, uno de los más importantes investigadores de este tema a nivel internacional, propone a lo largo de sus publicaciones identificar: 1) los cuatro elementos que constituyen una política de paz: resolución de conflictos, equilibrios de poder, desarme y políticas alternativas de seguridad; 3 2) los tres procesos que se deben poner en marcha cuando se ha terminado un conflicto armado y se han firmado acuerdos: recons-

2 Cfr. Francisco A. Muñoz, et al., Investigación de la Paz y los Derechos Humanos desde Andalucía, Granada, Universidad de Granada, 2005, cap. 5. Disponible en: http://www.ugr.es/~fmunoz/documentos/pazddhhand.pdf. 3 Johan Galtung, Hay alternativas: cuatro caminos hacia la paz y la seguridad, Madrid, Tecnos, 1984.

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trucción, reconciliación y resolución; 4 3) veinticinco principios en los que se deben fundamentar los procesos del desarrollo para consolidar una paz justa y duradera (“desarrollar” sólo puede entenderse como verbo intransitivo, no como transitivo); 5 4) dos valores que sirven como parámetros para evaluar las repercusiones de la violencia cultural: la preservación de la vida y la coherencia que siempre debe existir entre fines y medios;6 y 5) acciones pacíficas que se pueden poner en marcha en función de los actores (satisfacer las necesidades de todos empezando por los más necesitados) y aquellas que deben estar orientadas a la transformación de las estructuras sociales (trabajar para que la estructuras tengan mayores niveles de autodependencia). 7 Asimismo, al utilizar la metáfora de un campo dividido en parcelas que debe ser trabajado desde distintas teorías y modelos científicos para conseguir los frutos que se esperan (la paz), queremos enfatizar también: 1) la perspectiva construccionista del conocimiento 8 que enfatiza la importancia que tiene la acción empírica e intelectual para elaborar cualquier tipo de saberes; 2) la etimología de la palabra “cultura”, como cultivo cuidadoso y constante de la naturaleza en sus interacciones con los humanos; 9 y 3) la idea que subyace en Pierre Bourdieu cuando explica lo que es un campo intelectual: “el campo intelectual, a la manera de un campo magnético, constituye un sistema de líneas de fuerza: esto es, los agentes o sistemas de agentes que forman parte de él puede describirse como fuerzas que, al surgir, se oponen y se agregan, confiriéndole su estructuras específica en un momento dado del tiempo”.10 Así, en la investigación para la paz, diversos autores adscritos a distintas universidades o centros de investigación, cooperan, se enfrentan y luchan por especificar qué y cómo se debe indagar en este concepto tan universal y abstracto, generándose conflictos y disputas de diversa naturaleza entre ellos. Puesto que existen estudios en los que se documenta la evolución histórica que ha seguido la investigación para la paz,11 la pregunta que aquí queremos abordar va en otra dirección: ¿Cuáles son las acciones que implica el cultivo sistemático de cada una de estas cinco parcelas en las que es posible cultivar la paz? (véase figura XXIX.1). 4 Johan Galtung, Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Afrontando los efectos visibles e invisibles de la guerra y la violencia, Bilbao, Bakeas-Gernika Gogoratuz, 1998. 5 Johan Galtung, Investigaciones teóricas. Sociedad y cultura contemporáneas, Madrid, Tecnos, 1995. 6 Johan Galtung, “Violencia cultural”, Documento núm. 14, Bilbao, Gernika Gogoratuz, 2003. 7 Johan Galtung, Sobre la Paz, Barcelona, Fontamara, 1985. 8 Cfr. Kenneth Gergen, Reflexiones sobre la construcción social, Madrid, Paidós, 2011. 9 Gilberto Giménez Montiel, Teoría y análisis de la cultura, México, Conaculta, 2005. Disponible en: http://seminario demetodologiadelainvestigacion.files.wordpress.com/2011/06/teorc3ada-y-anc3a1lisis-de-la-cultura-1.pdf. 10 Pierre Bourdieu, Campo de poder, campo intelectual, Buenos Aires, Montressor, 1980, p. 9. Disponible en: http:// correo0.perio.unlp.edu.ar/catedras/system/files/pierre_bourdieu_-_campo_de_poder_campo_intelectual.pdf. 11 Cfr. Fernando Harto de Vera, Investigación para la paz y resolución de conflictos, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005.

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Figura XXIX.1. El campo de estudios para construir una cultura de paz

Cultura de paz

Visibilizar

Regular

De-construir

Paces

Conflictos

Violencias Guerra

Metodología: no-violencia activa Adecuar los medios a los fines

Fuente: Elaboración propia.

Antes de abordar cada uno de estos ámbitos de trabajo es importante dejar en claro que la construcción de una perspectiva pacífica va a demandar de quienes quieran empeñarse en ella, poner en marcha un cambio, un giro, una inversión epistemológica, respecto a muchos asuntos que hemos dado por verdaderos o buenos en nuestras sociedades contemporáneas.12 Pero vamos por partes.

DE-CONSTRUIR LA VIOLENCIA Una de las formas más extendidas de pensar la paz es considerarla como oposición a la guerra (“si no hay guerra, hay paz”).13 Esta manera dicotómica y simple de abordar la realidad, impide plantearse las alternativas a las que podría sumarse la sociedad civil, ya que desde esta visión restringida se deja en manos de los mandos castrenses la posibilidad de construir la paz. El giro epistemológico que aquí se demanda al estudioso de la paz consiste en pensar la guerra como una forma particular de la violencia y a 12 Para profundizar en la reflexión sobre lo que significa este cambio de mentalidad, véase Vicent Martínez Guzmán, “Saber hacer las paces. Epistemologías de los Estudios para la Paz”, Convergencia, núm. 23, septiembre-diciembre, 2000. Disponible en: http://convergencia.uaemex.mx/rev23/pdf/martinez.PDF. 13 Francisco Fernández Buey, Jordi Mir y Enric Prat, Filosofía de la paz, Barcelona, Icaria, 2010. Estos autores describen ampliamente la manera en que muchos pensadores modernos (Kant, Clausewitz, Marx, Tolstoi, etc.), con sus reflexiones, han abonado a este modo de pensar la paz.

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ésta, como contraparte de la paz. Frente a los tres tipos de violencia señalados por Galtung (directa, estructural y cultural), la nueva forma de plantearnos las cosas demanda de-construir todas esas explicaciones que se han instalado como obvias en nuestra cultura, para poder dejar en claro que los seres humanos no estamos determinados por nuestra genética o nuestro medio ambiente para ser violentos o pacíficos “por naturaleza”.14 Cuando calificamos ciertos sucesos como violentos, estamos asumiendo implícitamente un marco axiológico de valores desde el cual juzgamos tales hechos, mismo que tenemos que analizar.15 Sucede también que un mismo acontecimiento es objeto de múltiples interpretaciones dependiendo de la posición social o los intereses que se ponen en juego. Para hacer frente a este fenómeno complejo, podemos seguir las propuestas que hacía Martín-Baró16 para la de-construcción de la violencia que de manera sintética se presentan en la siguiente figura. Figura XXIX.2. Acciones que contribuyen a la de-construcción de hechos violentos

Fuente: Elaboración propia.

14 Véase el Manifiesto de Sevilla de 1989, avalado por la UNESCO. Disponible en: http://www.unesco.org/cpp/sp/ declaraciones/sevilla.htm. 15 ¿A qué cosas llamamos violencia? ¿Cómo hablamos de la violencia? ¿Qué se sigue de considerar a algo como violencia? Son algunas de las preguntas a las que intenta responder José Manuel Martín Morillas. Véase “Violencia simbólica”, en Mario López Martínez (dir.), Enciclopedia de Paz y Conflictos, Granada, Universidad de Granada y Junta de Andalucía, 2004. 16 Ignacio Martín-Baró, “Violencia y agresión social”, Acción e Ideología: psicología social desde Centroamérica, San Salvador, UCA Editores,1988.

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APRENDER A REGULAR CONFLICTOS Estudiar en sí misma la violencia no conduce necesariamente a identificar las acciones pacíficas que se pueden llevar a cabo. Por lo tanto, el giro epistemológico que en este punto hay que realizar consiste en identificar el(los) conflicto(s) que está(n) detrás de cualquier hecho de violencia. Ésta es una manera burda y simple de enfrentar determinados conflictos (destruyendo o bloqueando a las contrapartes), aunque al usarla sólo crece el conflicto y altera aún más las relaciones sociales. De ahí que la propuesta pacifista consista en investigar los conflictos, hayan o no derivado en hechos de violencia, para poder identificar maneras de regularlos constructivamente. Aunque en la literatura académica se habla de “resolver”, “gestionar” o “regular” conflictos, las propuestas más innovadoras se plantean como objetivo llegar a transformar las relaciones que mantienen el conflicto y trascender las contradicciones en las que se basan.17 En un sentido parecido, Paco Cascón plantea la necesidad de educar y educarnos en y para el conflicto,18 de modo que lleguemos a entenderlo como un aspecto fundamental de la vida que tienen su origen en la diversidad biológica y cultural que nos constituye como personas y comunidades; ser capaces de analizar los conflictos desde distintas perspectivas e identificar todas las alternativas que existen para manejarlos sin violencia; y utilizar lo más posible la imaginación y la creatividad para reconocer esas alternativas. Los problemas humanos pueden ser resueltos de muchas maneras y –como afirma Galtung–, no existe un solo conflicto que no pueda ser transformado con los métodos de la noviolencia. Además de los esquemas propuestos por Fisher19 para analizar conflictos, resulta útil y sencillo el modelo elaborado por Lederach20 (véase el cuadro XIII.1) a partir de su experiencia como mediador en diversos conflictos armados de Somalia, Mozambique o Liberia.

17 Consultar John Paul Lederach, El pequeño libro de transformación de conflictos, Bogotá, Good Books, 2009. Disponible en: http://www.dh.iteso.mx/textos1/CONFL_Transformaci%c3%b3n%20de%20conflictos_Lederach.pdf; y Johan Galtung, “Transformación de conflictos no violenta”, en Paz por medios pacíficos, Bilbao, Gernika-Gogoratuz, 2003. Disponible en: http://www.dh.iteso.mx/textos/Confl_GaltungTransformacion.pdf 18 Cfr. Paco Cascón Soriano, Educar en y para el conflicto, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 2002. Disponible en: http://catedu.es/escuela_de_paz/IMG/pdf/educ._eny_para_conflicto-_Gascon.pdf. 19 Simon Fisher et al., Trabajando con el conflicto, Londres, Cepade, Cideca y RTC, 2000. Disponible en: http://www. bibliotecavirtual.info/recursos/Trabajando-con-el-Conflicto.pdf. 20 Jhon Paul Lederach y Marcos Chupp, ¿Conflicto y Violencia? ¡Busquemos alternativas creativas!, Guatemala, Ediciones Semilla, 1995, p.89.

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Cuadro XXIX.1. Aspectos para analizar en los conflictos

Fuente: Elaboración propia a partir de John Paul Lederach, El pequeño libro de transformación de conflictos, Bogotá, Good Books, 2009.

VISIBILIZAR LAS PACES En términos generales podemos afirmar que, a lo largo de la historia, la paz ha sido una experiencia personal y social, un concepto o idea sobre lo que puede ser un mundo mejor y un conjunto de prácticas sociales o instituciones creadas con esa intencionalidad. Como experiencia, entendemos que todas las personas en algún momento de su vida, han sido protagonistas de momentos de tranquilidad, convivencia armónica o solidaridad, a partir de los cuales han adquirido ciertas capacidades o competencias para convivir armónicamente con los demás:21 diálogo, tolerancia, cooperación, etcétera. Constatamos también que en el trascurrir de los siglos ha habido muchos más momentos de paz que de violencia, aunque a través de la educación se nos haya intentado convencer de lo contrario. En un día cualquiera, el maestro de escuela que prepara bien sus clases y las imparte con profesionalismo, la enfermera que cuida adecuadamente a los enfermos a su cargo o el funcionario público que cumple sin negligencia sus deberes… son muestra de que la paz es una realidad presente en la vida cotidiana. Sin embargo, al no estar acostumbrados a considerar como pacíficas estas acciones, el cambio epistemológico que debemos hacer consiste en darnos cuenta de todo lo bueno que los seres humanos somos capaces de hacernos constantemente unos a otros. 21 Vicent Martínez Guzmán, Podemos hacer las paces. Reflexiones éticas tras el 11-S y el 11-M, Bilbao, Desclée De Brouwer, 2005, cap. 3.

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En tanto concepto, nuestras ideas de paz podemos enriquecerlas si analizamos el significado de los diversos sinónimos con los que también se le ha nombrado (armonía, tranquilidad, concordia, amnistía, reconciliación, etcétera), las cosmovisiones en las que se utilizan palabras como shalom, eirene, pax, salam aleikum o shanti; 22 o las categorías que se han construido en el ámbito académico para investigar y explicarla: paz positiva, paz negativa, paz imperfecta, 23 paz neutra, 24 paz compleja y conflictiva, 25 paces transracionales,26 etcétera. Podemos también hacer visible las diferentes formas de construir paz si analizamos el quehacer de todas aquellas personas e instituciones o de esos movimientos sociales que han realizado acciones afines a los valores vinculados con la paz en coyunturas o situaciones particulares: Irena Sendler, Eugeniusz Lazowski, Greenpeace, la Fundación Nobel, Médicos sin fronteras, las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo, el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, etcétera. Ante problemáticas específicas, cada uno de estas o estos actores sociales idearon fórmulas concretas para revertir la violencia o regular de la mejor manera posible la conflictividad en la que se encontraban inmersos. Como se puede constatar, los seres humanos contamos con alternativas y capacidades para hacer las paces, mismas que podemos asumir como objeto de estudio de nuestras investigaciones, tomando en cuenta lo que señala Muñoz: son tantas las preocupaciones asociadas a la Paz, tantas las escalas, las variables culturales, las propuestas teóricas, que a veces podríamos sentirnos turbados e incluso desanimados ante tan inmenso campo. Pero este sentimiento puede atemperarse adoptando otro enfoque: en primer lugar comprender que esto ocurre por la propia la complejidad de la especie humana, en cualquiera de sus manifestaciones; en segundo lugar que esto es fruto de la propia riqueza cultural humana en la que las normas y comportamientos propiciatorios de la paz son mayoría; y, en tercer lugar, que estas situaciones sólo pueden ser abordadas desde métodos cooperativos que sean capaces de confluir en espacios culturales y científicos donde cada aportación particular adquiera mayor sentido.27 22 Francisco A. Muñoz y Mario López Martínez (eds.), Historia de la paz. Tiempos, espacios y actores, Granada, Universidad de Granada, 2000. Disponible en: http://dev2.rubendivall.es/~fmunoz/ruubikcms/useruploads/files/historiapaz.pdf. 23 Francisco A. Muñoz, La paz imperfecta ante un universo en conflicto, La paz imperfecta, Granada, Universidad de Granada, 2001. Disponible en: http://www.ugr.es/~eirene/eirene/Imperfecta.pdf. 24 Francisco Jiménez Bautista, “Hacia un paradigma pacífico: la paz neutra”, Convergencia, núm. esp. IA, UAEM, 2009, pp. 141-190. Disponible en: http://convergencia.uaemex.mx/revespecial/pdf/11-FranciscoJimenez-p141-p190.pdf. 25 Francisco A. Muñoz y Beatriz Molina Rueda, “Una Cultura de Paz compleja y conflictiva”, Revista de Paz y Conflictos, núm. 3, 2010. Disponible en: http://www.ugr.es/~revpaz/articulos/rpc_n3_2010_art3.pdf. 26 Wolfgang Dietrich, La Paz como concepto cultural, s/f. Disponible en: http://loshilosdelmundo.files.word press.com/2012/11/dietrich_la-paz-como-concepto-cultural-copy.pdf. 27 Muñoz y Molina, op. cit, p.49.

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POTENCIAR LAS MEDIACIONES La mediación por lo general ha sido entendida como una técnica que permite a un agente externo intervenir, desde una posición imparcial, para encontrar o construir salidas constructivas y provechosas para los implicados en un conflicto. Quien funge como mediador, aparte de ser reconocido como tal para actuar en situaciones concretas, debe comprender los elementos y las dinámicas que mantienen vivos los conflictos, tener habilidades para conducir procesos de diálogo que permitan el reconocimiento mutuo de sentimientos, valores y percepciones encontradas, identificar las necesidades insatisfechas y las alternativas que existan para satisfacerlas, precisar de qué manera los intereses divergentes se pueden transformar en intereses comunes y requilibrar las relaciones de poder de manera que sea posible la negociación. Sin embargo, este modo de posicionarse frente a los conflictos, que en algunas ocasiones es una opción eficaz para regularlos sin violencia, es puesto en entredicho por Mayer,28 quien critica la neutralidad que asume el mediador, por lo limitada que resulta su intervención, y advierte sobre la importancia de comprometerse de manera más decisiva con el proceso del conflicto que conduzca a su resolución. Desde una perspectiva teórica diferente, en la que no se busca resolver o eliminar el conflicto sino lograr los equilibrios dinámicos que faciliten una convivencia pacífica, se plantea la necesidad de entender las mediaciones (en plural) como todas aquellas situaciones, circunstancias, instituciones, personas, espacios o mecanismos que entrelazan de manera conflictiva la paz y la violencia.29 Entre ambos extremos –plantean los autores–, es posible imaginar y crear innumerables alternativas para trascender y transformar las dinámicas que mantienen la conflictividad. La construcción y consolidación de esas mediaciones supone la participación activa de la sociedad civil en su conjunto, no sólo la intervención de unos cuantos expertos capacitados en técnicas de mediación. En este sentido, retomando algunas ideas propuestas por Max-Neef,30 se pueden pensar como mediaciones pacíficas la adquisición y el fortalecimiento de capacidades individuales, la consolidación de nuevas o renovadas instituciones y leyes, la ejecución de otras acciones o la creación de escenarios o situaciones que propicien la convivencia pacífica y el entendimiento como se indica en el cuadro XXIX.2. De esta manera, cobra un nuevo sentido lo señalado por don Samuel Ruiz en 1994 en el contexto del conflicto 28 29 30

Bernard S. Mayer, Más allá de la neutralidad. Cómo superar la crisis de la resolución de conflictos, Barcelona, Gedisa, 2008. Francisco A. Muñoz et al., op. cit., cap. 4. Manfred Max-Neef, Desarrollo a escala humana: conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones, Barcelona, Icaria, 1998.

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armado en Chiapas: la paz se puede construir ahí donde cada uno de nosotros lleva a cabo sus proyectos de vida. Cuadro XXIX.2. Ámbitos existenciales donde es posible la construcción de mediaciones pacíficas

Fuente: Manfred Max-Neef, Desarrollo a escala humana: conceptos, aplicaciones y algunas reflexiones, Barcelona, Icaria, 1998.

PRACTICAR LA NOVIOLENCIA ACTIVA Mahatma Gandhi, junto con Martin Luther King y Nelson Mandela, son reconocidos internacionalmente por sus aportaciones en la línea de la acción noviolenta. Pero, más que una actitud pasiva frente a la violencia institucionalizada que les tocó vivir (actitud que se expresa cuando se habla de la “no-violencia”), estos personajes decidieron hacer algo para transformar su entorno. Por eso, para resaltar esa actitud comprometida con la transformación positiva de la realidad, algunos autores prefieren hablar de la noviolencia activa. Desde nuestro punto de vista, con esta expresión se busca enfatizar el método con el que se debe cultivar cada una de esas “parcelas” en las que hemos dividido nuestro campo de estudios. Para hacer visibles las paces que practicamos a diario en nuestras relaciones, para transformar positivamente los conflictos que mantenemos con los que nos rodean, para potenciar las mediaciones que necesitamos desarrollar en lo personal y social, para de-construir la violencia que culturalmente hemos introyectado como algo natural, los métodos deben ser activos, propositivos, sin violencia, es decir, coherentes con el fin que se persigue. Estos métodos se fundamentan en un conjunto de principios y postulados sobre las necesidades y capacidades que nos hacen vivir como humanos, el tipo de relaciones que nos conviene establecer entre nosotros y con la naturaleza o de qué manera podemos transformar positivamente situaciones de injusticia extrema. Así, en esta parcela, cultivar la paz significa entre otras cosas: comprender los señalamientos

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que hace Henry Thoureau 31 sobre cómo, cuándo y por qué tendrían que desobedecerse leyes injustas; entender cuáles son las razones que llevan a la gente a someterse voluntariamente, como lo planteaba Etienne de la Boéite; 32 profundizar lo que significan dentro de la cosmovisión hindú en la que se formó Gandhi, conceptos como swaraj, ahimsa o satyagrhaga; 33 conocer los principios en torno a las cuales se organizaba la comunidad El Arca, fundada por Lanza del Vasto 34 en Francia para poner práctica los postulados gandhianos; identificar los argumentos utilizados por Pepe Beunza 35 para negarse a realizar el servicio militar y las alternativas que proponía para convertirlo en un servicio civil a la sociedad.36 La noviolencia activa –aclara Pere Ortega37 – no es “pacifismo” en un sentido peyorativo del término. Es una fórmula para el empoderamiento de la gente, en la que se utilizan el conflicto y la agresividad de manera positiva, con el objetivo de transformar situaciones graves de injusticia. Su fuerza moral –aclara el autor– radica en los argumentos que se utilizan para tratar de cambiar las percepciones y conductas del opresor, y para convencerlo del mal que hace cuando no respeta la condición humana y vulnerable que nos constituye como personas (figura XXIX.3).

ANÁLISIS DE CASO Al principio del capítulo se señalaba que para comprender adecuadamente lo que es la paz, es necesario considerarla en las relaciones que mantiene tanto con la violencia como con los conflictos. La paz a la que realmente podemos aspirar es a una paz imperfecta, es decir, a una paz al estilo de los seres humanos que somos: conflictivos, incoherentes, contradictorios, etcétera. Desde esta perspectiva podemos plantearnos que, ante situaciones donde se ha vivido violencia extrema, la venganza no es la única ni la mejor alternativa de acción. Culturalmente contamos con otros mecanismos que podemos utilizar si tenemos la voluntad explícita para hacer las paces. Tal es el caso del relato que se presenta a continua31 Henry Tohreau, Del deber de la desobediencia civil, 2006. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2006 /08/13/sem-henry.html). 32 Etienne de la Boéite, Sobre la servidumbre voluntaria, 1548. Disponible en: http://www.noviolencia.org/publica ciones/contrauno.pdf). 33 Pietro Amglio Patella, Gandhi y la desobediencia civil. México hoy, México, Plaza y Valdés, 2010. 34 Lanza Del Vasto, La fuerza de los no-violentos. Para evitar el fin del mundo, Bilbao, Mensajero, 1993. 35 http://emma2.radio4all.net/pub/files/[email protected]/1968-1-20070810-pepe_beunza_27_11_2002_radio4.mp3. 36 José Luis Fernández Casadevante y Alfredo Ramos, "Entrevista con Pepe Beunza. Las virtudes de la desobediencia", Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, núm. 108, 2009. Disponible en: http://www.fuhem.es/media/ cdv/file/biblioteca/Entrevistas/Entrevista_Pepe_Beunza.pdf). 37 Pere Ortega y Alejandro Pozo, Noviolencia y transformación social, Barcelona, Icaria, 2005.

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Figura XXIX.3. La noviolencia activa y sus métodos

Fuente: Elaboración propia a partir de Pere Ortega y Alejandro Pozo, Noviolencia y transformación social, Barcelona, Icaria, 2005.

ción extraído de libro Mañana en paz: 38 tras la violencia, surgen nuevos conflictos, respecto de los cuales sus protagonistas llevan a cabo acciones que construyen paz. Al final del texto se plantean algunas preguntas con la intención de concretar las reflexiones planteadas en los apartados anteriores y así cuestionarnos cómo cultivar la paz en nuestros espacios de vida cotidianos. 38 Peaceful Tomorrows, 11-S. Familias por un mañana de paz. Transformando nuestro pesar en acciones por la paz, Barcelona, Icaria, 2005, p. 45.

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Para honrar a las víctimas Por Ryan Amundson 4 de noviembre de 2001 El 11 de septiembre mi hermano Craig murió en el Pentágono. Mi familia y yo estamos desolados, pero dispuestos a afrontar nuestra pérdida de manera saludable. Es sencillo deslizarse por la destructiva senda de la ira, pero a largo plazo eso sólo conducirá a sufrimientos mayores. Centrarnos en la venganza nunca nos traerá tranquilidad. En cambio, nosotros queremos recordar a mi hermano y trabajar curando. Los ataques del 11 de septiembre no fueron sólo una pérdida personal para mi familia, sino para toda nuestra nación y para el mundo. También a esa escala es necesario un compromiso para afrontar nuestra pérdida de forma saludable y constructiva. Desafortunadamente, Estados Unidos ha tomado colectivamente el sendero simple y destructivo de la revancha violenta. Esperemos que eso cambie. El 26 de octubre de 2001, el periodista Russell Makhiber la preguntó al jefe de Prensa de la Casa Blanca, Ari Fleischer, sobre la opinión del presidente ante el posicionamiento de muchos familiares de las víctimas, opuestos a la violenta respuesta de la Administración. Me alegra que se perciba nuestra oposición pero me decepcionó la respuesta que dio el jede de Prensa de la Casa Blanca. En nombre del presidente, Ari Fleischer respondió: “La razón de que Estados Unidos, en las contadas ocasiones que ha ido a la guerra, haya ganado todas las contiendas que ha librado se debe a que siempre su pueblo ha tenido la libertad de expresar su opinión de que la guerra es un error, que la guerra es mala y que EUA no tendría que participar en ella. Esa es la razón de que seamos un país libre y fuerte. También es opinión del presidente que las acciones que ha tomado contribuyen a salvar vidas, a proteger vidas, y que es una guerra que debemos librar para la próxima generación, para nuestros hijos y nietos, para que ellos puedan vivir libres del terror y para que sus familias no tengan que sufrir por los crímenes que afectaron a las familias…” Al pretender que nuestra oposición a la guerra le ayudará a ganar esa guerra a la que nosotros nos oponemos, la respuesta del presidente se sitúa entre el sinsentido y el insulto. Ignora nuestro alegato y evita cualquier argumento racional. Nuestra posición es definida como aquella que se opone a las acciones del presidente basándose en “la opinión de que la guerra es un error, que la guerra es mala y que Estados Unidos no tendría que participar en ella”. Semejante comentario es tan simplista y absurdo como decir que la Administración tiene “la opinión de que la guerra es un acierto, que la guerra es buena y que EUA debería participar en ella”. Nuestro cuestionamiento de la guerra no se fundamenta en una convicción rígida contra las guerras.

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Para honrar a las víctimas (continuación) Es probable que se nos haya malinterpretado, por lo que desearía hacer una aclaración. Creemos que la guerra puede ser necesaria en ciertas circunstancias, pero consideramos que en este caso no lo es. Las violentas acciones del 11 de septiembre fueron un crimen contra la humanidad perpetrado por terroristas, no un acto bélico emprendido por una nación en particular. No obstante, Estados Unidos ha atacado a una nación entera y la ciudadanía está siendo alertada de que habrá más ataques.

PREGUNTAS PARA EL DEBATE COLECTIVO 1. ¿Cómo calificarías los hechos que aquí se describen? ¿Guerra, terrorismo, violencia internacional? ¿Por qué? ¿Cuál es el fondo ideológico que se utiliza para justificar la no intervención armada de los Estados Unidos en Afganistán o para hacerle la guerra a ese país? 2. ¿Qué conflictos o contradicciones son puestos en evidencia por el autor de este relato? ¿Qué percepciones, valores, sentimientos, necesidades, intereses o recursos salen a relucir en esta narración? ¿Qué alternativas propone el autor para transformar positivamente el dolor y la ira? 3. De las diferentes ideas o concepciones de paz señaladas anteriormente, ¿cuáles logras identificar en este relato? ¿Por qué podemos considerarlas pacíficas? 4. ¿Qué situaciones, circunstancias, instituciones, personas, espacios o mecanismos se podrían utilizar como mediaciones para reconstruir las relaciones sociales que se vieron afectadas por estos hechos? 5. Además de la oposición abierta a la guerra, ¿qué otras acciones noviolentas se podrían organizar para apoyar la búsqueda de justicia que llevan a cabo los familiares de los muertos el 11-S en Nueva York? ¿Con qué argumentos las justificarías?

COMENTARIO FINAL La paz que necesitamos en México no va a surgir por generación espontánea, ni podemos esperar que caiga del cielo o de alguna de sus iglesias. Tampoco va a ser resultado de los programas gubernamentales como la cruzada contra el hambre y la pobreza extrema. Se trata ante todo de una construcción social que exige el compromiso explícito y decidido de todas

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las personas e instituciones y de todos los sectores sociales. Desde las universidades podemos hacer nuestra parte si nos enfocamos en comprender que la paz es muchas cosas más que la mera ausencia de guerra, si logramos formular un pensamiento alternativo para dotar de nuevos significados a los hechos y realidades que nos circundan, si nos empeñamos en configurar nuevas relaciones entre nosotros y con la naturaleza de la que formamos parte. Pero no se trata de perseguir la paz como un estado de cosas al que podremos llegar algún día, sino como el camino que a diario debemos recorrer como lo afirmaba el mismo Gandhi: la paz es el camino para la paz. Y específicamente en el ámbito de las Relaciones Internacionales, el giro epistemológico que hemos esbozado en este capítulo demanda asumir una posición crítica respecto de ciertos principios que son considerados como verdades por el realismo político, para entender que: • No todo poder tiene por qué ser considerado como sinónimo de violencia o imposición. Además del poder sobre, existe el poder para hacer y deshacer nuevos mundos más humanos y pacíficos, poderes que fácilmente podemos constatar en la vida cotidiana de miles de comunidades a lo largo y ancho del planeta. • El fin no justifica los medios. La paz sólo puede ser cultivada por medios pacíficos. La “guerra santa”, la “cruzada contra el hambre”, la “guerra contra el terrorismo” son contradictorias en sí mismas si no utilizan herramientas acordes a la paz: la tolerancia, la cooperación, el diálogo, la empatía, la construcción de redes sociales, etcétera. • En “la realidad” orden y desorden van de la mano, se autogeneran permanentemente, conviven y se contraponen de manera complementaria. La paz “real” a la que podemos aspirar debe tomar en serio y utilizar creativamente el dinamismo que está presente en los conflictos, es decir, se trata de construir una paz imperfecta, acorde a nuestras características humanas. • El Estado no puede ser el único parámetro de organización de las sociedades, facultado para ejercer violencia de manera legítima (sic). En un régimen democrático el poder es del pueblo, de la gente que se reúne en la plaza pública a deliberar y decidir cómo quiere gobernar su propia vida; y puede por lo tanto decidir constituir de manera autónoma otras instituciones para gestionar el bienestar común, sin tener que recurrir a la violencia. Además del poder destructivo, tenemos que considerar también el potencial positivo que se encierra en el poder constructivo y el poder integrador de las personas y los pueblos.

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A esta nueva manera de contemplar las relaciones entre los Estados, vale la pena añadir la perspectiva que propone John Paul Lederach a partir de su experiencia de intervención en conflictos armados. Desde su perspectiva, el arte y el alma de la construcción de paz sólo puede surgir de la imaginación moral. Una imaginación moral que nos ayude a romper los ciclos del conflicto destructivo y a actuar en esa red de relaciones de interdependencia en la que vivimos, donde también están presentes nuestros enemigos. Es decir, poner en marcha las capacidades que tenemos para romper la idea de que es a través de la violencia como se provee seguridad; encontrar formas de interactuar con la complejidad de las relaciones y realidades que vivimos; confiar en la creatividad del espíritu humano que está siempre a nuestro alcance para imaginar maneras de superar nuestras diferencias; adentrarnos en los terrenos desconocidos e impredecibles que implica un compromiso constructivo con aquellas personas y situaciones que menos comprendemos y más tememos. El autor añade: ¿Por qué tiene que ser la política un campo de la actividad humana que dependa casi exclusivamente de la comprensión cognitiva de las realidades complejas y que en virtud de su autodefinición limite la capacidad de imaginar todo un mundo de nuevas posibilidades y percepciones?39

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SOBRE LOS AUTORES

Marco Aurelio Almazán St. Hill es profesor titular del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política de la Universidad de las Américas, Puebla. Es bachelor of Science, First Class Honours por la London School of Economics and Political Science y doctor en Ciencia Política por la Universidad de Harvard.

José Jesús Bravo Vergara es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara. Es profesor-investigador adscrito al Centro de Estudios para América del Norte del Departamento de Estudios del Pacífico de la Universidad de Guadalajara. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores como candidato. Alejandro Chávez Segura se desempeña como investigador posdoctoral en El Colegio de San Luis, A.C. y director del Instituto Karuna en San Luis Potosí. Es doctor por la University of St. Andrews (Reino Unido) y licenciado en Relaciones Internacionales por El Colegio de San Luis, A.C. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, de la International Political Science Association, la American Academy of Religion y el Centre for the Study of Religion and Politics. Héctor Cuadra Montiel es profesor-investigador en El Colegio de San Luis, A.C. Es doctor en Estudios Internacionales por la Universidad de Birmingham, Inglaterra. Ha contribuido en obras internacionales y es autor de artículos especializados en revistas académicas en Reino Unido, Italia, Estados Unidos, India, Croacia, Brasil, Chile, Colombia y México. Cultiva un enfoque interdisciplinario de investigación sobre la economía política del bienestar y el desarrollo, escenarios de cooperación, cambio, crisis, paz y conflicto. 573

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SOBRE LOS AUTORES

Jorge Enrique Culebro Moreno es profesor del Departamento de Estudios Institucionales de la UAM-Cuajimalpa. Su producción académica incluye artículos y libros sobre regulación, reforma administrativa y nuevo institucionalismo. Es doctor por la Universidad de Bergen, Noruega, maestro en Administración Pública por el CIDE y licenciado en Derecho –por la UNAM, FES Acatlán–. Es SNI nivel I y Research Fellow del Center for Organizational Research and Design de la Arizona State University. Jessica Lillian De Alba Ulloa es coordinadora académica en la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad Anáhuac –México Norte (UAMN)– e investigadora del Centro Anáhuac de Investigación en Relaciones Internacionales (CAIRI) y del Centro de Análisis de Diferendos y su Modo de Solución (Universidad de París XI, Francia). Coordinó un libro sobre teorías de Relaciones Internacionales. Es licenciada en Relaciones Internacionales por la Universidad de las Américas y doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de París XI, Francia. Juan Carlos Gachúz Maya es doctor en Gobierno por la Universidad de Essex, Inglaterra, así como licenciado y maestro en Relaciones Internacionales por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Fue Rajawali Fellow en el Ash Center for Democratic Governance de la Universidad de Harvard. Es autor de diversas publicaciones nacionales y extranjeras, y ponente en diversos foros en más de 15 países. Actualmente es profesor-investigador en el Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política de la Universidad de las Américas, Puebla. José Luis García Aguilar estudió Relaciones Internacionales en la Universidad de las Américas, Puebla (UDLAP), la maestría en Estudios sobre Estados Unidos en la misma institución y el doctorado en Relaciones Internacionales en la Escuela de Estudios Avanzados Internacionales de la Universidad Johns Hopkins. Ha desarrollado sus ámbitos de especialización en las áreas de teorías de RI, política exterior de Estados Unidos, política exterior de Canadá, política comparada y seguridad internacional. Actualmente es profesor titular I y coordinador de la Licenciatura en Relaciones Internacionales de la Universidad Iberoamericana, Puebla.

TEORÍAS DE RELACIONES INTERNACIONALES EN EL SIGLO XXI

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Salvador Gerardo González Cruz es candidato a doctor del Programa en Filosofía con Orientación en Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Nuevo Léon (UANL). Es secretario académico de la licenciatura en Relaciones Internacionales. Profesor con perfil PROMEP de los programas de licenciatura y maestría en Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública de la UANL. Es maestro en Administración y Gestión por la Universidad de Hamline y licenciado en Derecho y Ciencias Sociales por la UANL. Es miembro del Consejo Técnico del Examen de Egreso de la Licenciatura en Relaciones Internacionales del CENEVAL. Misael González Ramírez es profesor-investigador de Relaciones Internacionales en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Es doctor en Investigación en Ciencias Sociales con Mención en Sociología por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO-México). Entre sus últimas publicaciones destacan: Perspectivas transnacionales y migración. Enfoques temáticos y Puebla y sus migrantes. Tendencias y retos de agenda pública. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Luz Araceli González Uresti es profesora-investigadora del Tecnológico de Monterrey, campus Monterrey. Fue directora de la carrera de Relaciones Internacionales hasta 2007 y desde 2012 es directora del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política. Su investigación se enfoca al área teórico-metodológica de las Relaciones Internacionales y al análisis de la política exterior de México y la política internacional. Es miembro del SNI del Conacyt. Es doctora en Ciencias Políticas y Sociales con maestría y licenciatura en Relaciones Internacionales por la UNAM. José Luis León-Manríquez es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Columbia. Se ha desempeñado como profesor e investigador de distintas instituciones académicas en México y el extranjero. Es autor o coordinador de 10 libros y más de 100 artículos especializados y capítulos de libro. Entre sus publicaciones más recientes destacan: China Engages Latin America. Tracing the Trajectory y Crisis global, respuestas nacionales. La Gran Recesión en América Latina y Asia Pacífico. Actualmente es nivel II del Sistema Nacional de Investigadores y profesor-investigador en la Univer-sidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.

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SOBRE LOS AUTORES

Marcela López-Vallejo Olvera es doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad de las Américas, Puebla, y profesorainvestigadora del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores. Es editora asociada de Latin American Policy. Ha realizado estancias de investigación en el Oxford Institute for Energy Studies, la Universidad de Ottawa, la Universidad de McGill, la Université de Montréal y en la Universidad de Buenos Aires. Cuenta con publicaciones nacionales e Internacionales sobre cambio climático y política energética, diplomacia local y regionalismo en América del Norte, así como teoría de Relaciones Internacionales. Alberto Lozano Vázquez es candidato a doctor en Relaciones Internacionales y Política Comparada por la Universidad de Miami y maestro en Estudios Internacionales por la misma universidad. También es licenciado en Relaciones Internacionales por la UNAM, FES-Acatlán. Fue becario 2008-2013 del Conacyt. Actualmente es profesor-investigador y director del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad del Mar, campus Huatulco. También es miembro de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI) y de la International Studies Association (ISA). Marcela Maldonado Bodart es profesora-investigadora en la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), donde actualmente es coordinadora de la licenciatura en Relaciones Internacionales. Es miembro del cuerpo académico de Estudios del Desarrollo Global y de la Red de Relaciones Internacionales y Desarrollo Global. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores de Conacyt. Es licenciada en Relaciones Internacionales por la UABC, y maestra y doctora en Estudios del Desarrollo Global. Marianne Helena Marchand es profesora del Departamento de Relaciones Internacionales y Ciencia Política en la Universidad de las Américas Puebla, donde coordina el Programa de Estudios Canadienses. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel III. Antes de llegar a México, fue profesora en Canadá, Estados Unidos, Países Bajos, Trinidad y Tobago y Surinam. Su actual interés de investigación se enfoca en la vinculación entre género, migración y desarrollo, así como conocimientos subalternos y fronteras. Además, fue vicepresidenta de la International Studies Association (ISA) de 2007 a 2008.

TEORÍAS DE RELACIONES INTERNACIONALES EN EL SIGLO XXI

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Edmundo Meza Rodríguez es candidato a doctor en Creación y Teorías de la Cultura en la Universidad de las Américas, Puebla, y es asistente de investigación en el Programa de Estudios Canadienses en esa institución. Su investigación vincula los temas de comunidad, migración, nuevos medios electrónicos y cultura. Por lo anterior, Meza ha organizado y participado en múltiples seminarios, congresos y proyectos de investigación, además imparte cursos a nivel licenciatura referentes a esos temas. Actualmente está desarrollando investigación crítica sobre el empleo de Internet por parte de migrantes y el potencial de las redes sociales. Isidro Morales Moreno es doctor en Relaciones Internacionales por el Institut d'Etudes Politiques de París y miembro del SNI, nivel III. Fue director de la EGAP del campus Estado de México y director fundador de la revista Foreign Policy, edición mexicana. Actualmente es profesorinvestigador de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey, Santa Fe, y editor en jefe de Latin American Policy, revista distribuida globalmente por Wiley Blackwell. Ana Bárbara Mungaray Moctezuma es economista por la Universidad Autónoma de Baja California. Obtuvo los grados de maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de California, en Los Ángeles, y en Economía Política Internacional por la Claremont Graduate University, así como el doctorado en Ciencias Económicas en la UABC. Ha publicado cuatro libros y diversos artículos en revistas arbitradas y capítulos en libros. Actualmente es profesora-investigadora en la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la UABC, donde dirige la Coordinación de Posgrado e Investigación. Luis Ochoa Bilbao es internacionalista egresado de la UDLA, Puebla, maestro en sociología por la UNAM y doctor en Sociología por la BUAP. Es profesor-investigador de la licenciatura en Relaciones Internacionales en la BUAP. Sus líneas de investigación son política exterior y cooperación internacional; sociología histórica de las relaciones internacionales; opinión pública y política exterior.

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SOBRE LOS AUTORES

Adriana Sletza Ortega Ramírez es profesora-investigadora de Relaciones Internacionales en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Es doctora en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: Perspectivas transnacionales y migración. Enfoques temáticos y Políticas migratorias sub-nacionales en México. Evaluación de las oficinas estatales de Atención a Migrantes. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Gerardo Pérez Viramontes es doctor en Paz, Conflictos y Democracia por la Universidad de Granada-España. Maestro en Educación por el ITESO y licenciado en Psicología por la UNAM. Investigador del Centro de Investigación y Formación Social. Es miembro de la Red Iberoamericana de Investigación de Paz Imperfecta con sede en la Universidad de Granada. Línea de investigación: conflictividad y empoderamiento en agrupaciones sociales contemporáneas de Jalisco. Juan Pablo Prado Lallande es profesor-investigador de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en la licenciatura de Relaciones Internacionales. Es autor de una amplia cantidad de textos académicos dedicados a diversas vertientes de la cooperación internacional y consultor para los gobiernos de México, España y varios organismos internacionales. Es licenciado en Relaciones Internacionales por la UNAM, magister en Cooperación Internacional y doctor en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Alfonso Sánchez Múgica estudió la licenciatura en Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y la maestría en Historia de México en la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Es doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la misma universidad, y se desempeña como profesor en la licenciatura y el posgrado, en donde es coordinador de Docencia. Sus áreas de interés son la historia intelectual, la política exterior de México, y los problemas teóricos y metodológicos de las Ciencias Sociales.

TEORÍAS DE RELACIONES INTERNACIONALES EN EL SIGLO XXI

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Arturo Santa Cruz es profesor-investigador del Departamento de Estudios del Pacífico y director del Centro de Estudios de Estudios sobre América del Norte de la Universidad de Guadalajara. Obtuvo el doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Cornell. Entre sus publicaciones se encuentran Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la Política Global (Oxford University Press, 2013, co-editor) y Mexico-United States Relations: The Semantics of Sovereignty (Routledge, 2012). Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II. David Jamile Sarquís Ramírez es doctor en Ciencias Políticas y Sociales con especialidad en Relaciones Internacionales por la FCPyS de la UNAM y doctor en Historia por la Universidad Autónoma Metropolitana. Sus áreas de interés son la teoría de las relaciones internacionales y la historia del sistema internacional contemporáneo. Es autor de los libros: Las relaciones internacionales: una perspectiva sistémica y La dimensión histórica en el estudio de las relaciones internacionales: el proceso de reconstrucción de sistemas históricos internacionales. Actualmente es docente-investigador en el ITESM-CEM y es miembro del SNI, nivel I. Jorge Alberto Schiavon Uriegas es profesor-investigador de la División de Estudios Internacionales (DEI) del CIDE desde 1999. Fue presidente de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI) para el periodo 2011-2013. Ha publicado más de 80 productos académicos sobre relaciones internacionales y política exterior. Es licenciado en Relaciones Internacionales por El Colegio de México, maestro en Ciencia Política por la Universidad de California en San Diego y candidato a doctor en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por la misma universidad. Miguel Ángel Sigala Gómez es profesor investigador del Centro de Estudios sobre América del Norte de la Universidad de Guadalajara. Es maestro en Ciencias Sociales con orientación en Relaciones Internacionales por la misma universidad. Recientemente ha publicado el capítulo “Canadá como potencia media: la construcción de una identidad en la posguerra", en el libro Canadá, Seguridad nacional, cambio económico e identidades, editado por la UAM y la Universidad del Rosario.

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SOBRE LOS AUTORES

Marta Tawil Kuri es doctora en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Institut d'Etudes Politiques de París y maestra en Estudios del Mundo Árabe y Musulmán por el mismo instituto. Es profesorainvestigadora del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. Tiene publicaciones en México, Francia y Canadá, y ha organizado, participado y moderado mesas redondas en México y en el extranjero sobre temas relacionados con el Próximo Oriente, la relación entre legitimidad y política exterior en algunos países árabes, así como la política de Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia hacia esa región. Mónica Trujillo López es doctora en Relaciones Internacionales por la Universidad de las Américas, Puebla (UDLAP), y profesorainvestigadora de tiempo completo en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). Es maestra en Estudios Diplomáticos por la Academia Diplomática del Instituto Matías Romero. Trabajó en la Secretaría de Relaciones Exteriores en la Dirección General para Asia y el Pacífico. Sus líneas de investigación son seguridad humana, género y RI, teoría de RI, sociedad civil transnacional, diplomacia no tradicional y arte y cultura en RI. José Manuel Vázquez Godina es profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Administración Pública de la UANL. Es miembro del cuerpo académico de Relaciones Internacionales de la misma institución. Es maestro en Políticas Públicas, doctor en Gerencia y Política Educativa, y pasante del doctorado en Filosofía de Relaciones Internacionales con especialidad en Diplomacia y Negocios Internacionales de la UANL. Salvador Vázquez Vallejo es doctor en Ciencias Sociales con especialidad en Relaciones Internacionales por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Es profesor de carrera de la Facultad de Derecho de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, adscrito a la carrera de Relaciones Internacionales. Es profesor invitado de la maestría en Derecho y maestría en Administración Pública de la UAQ. Es autor entre otros títulos del libro El pensamiento internacional de Octavio Paz.

TEORÍAS DE RELACIONES INTERNACIONALES EN EL SIGLO XXI

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Rafael Velázquez Flores es profesor-investigador en la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Baja California. Es doctor en Estudios Internacionales por la Universidad de Miami. Presidente electo de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI) para el periodo 2015-2017. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt, nivel II. Es autor de varios libros y artículos sobre la política exterior de México y la disciplina de las Relaciones Internacionales. Laura Zamudio González es profesora-investigadora del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Fue coordinadora del programa de licenciatura en Relaciones Internacionales y actualmente es directora del Departamento de Estudios Internacionales de la misma institución. Sus publicaciones más recientes son Introducción al estudio de las organizaciones internacionales gubernamentales e Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la Política Global. Es licenciada en Historia por la UNAM, maestra en Economía y Política Internacional por el CIDE y doctora en Ciencia Política por la Universidad Iberoamericana.

Teorías de Relaciones Internacionales en el siglo XXI: Interpretaciones críticas desde México. Se terminó de imprimir en agosto de 2016 en los talleres de Impresión y Diseño, Suiza 23-Bis, Col. Portales, C.P. 03300, Ciudad de México. El tiraje consta de 2000 ejemplares, impresos en Offset en papel Cultural de 90 grs. y forros impresos en Cartulina Sulfatada de 12 puntos con plastificado mate. En su composición se usó el el tipo NewBskvill BT en 11/13.5 puntos. El cuidado general de la edición estuvo a cargo de la Dirección de Publicaciones del CIDE.

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