Caetano Y Otros Zelmar Michelini Razones De Una Conducta.pdf

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ZELMAR

MICHELINI RAZONES DE UNA CONDUCTA ACCIÓN Y PENSAMIENTO

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© 2017, Fundación Zelmar Michelini Derechos exclusivos de edición reservados para Uruguay: © 2017, Editorial Planeta S.A. Cuareim 1647, Montevideo - Uruguay 1.ª edición: octubre de 2017 ISBN: 978-9974-880-23-8 Impreso De acuerdo con el artículo 15 de la Ley Nº 17.616: “El que edite, venda, reproduzca o hiciere reproducir por cualquier medio o instrumento -total o parcialmente-; distribuya; almacene con miras a la distribución al público, o ponga a disposición del mismo en cualquier forma o medio, con ánimo de lucro o de causar un perjuicio injustificado, una obra inédita o publicada, una interpretación, un fonograma o emisión, sin la autorización escrita de sus respectivos titulares o causahabientes a cualquier título, o se la atribuyere para sí o a persona distinta del respectivo titular, contraviniendo en cualquier forma lo dispuesto en la presente ley, será castigado con pena de tres meses de prisión a tres años de penitenciaría”, por lo que el editor se reserva el derecho de denunciar ante la justicia Penal competente toda forma de reproducción ilícita.

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COORDINADOR

GERARDO CAETANO

ZELMAR

MICHELINI RAZONES DE UNA CONDUCTA ACCIÓN Y PENSAMIENTO

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“Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia” José Saramago

Este libro, que es el resultado de un esfuerzo colectivo, no hubiera sido posible sin el generoso trabajo de los autores, que destacamos y agradecemos en primer lugar. El entusiasmo y dedicación de Gerardo Caetano y Salvador Neves, fueron decisivos. Primero en el impulso y realización del Seminario “Zelmar Michelini, Acción Política y Pensamiento” que culminó el 16 y 17 de noviembre de 2016. Luego, en base a sus ponencias, en la edición de este libro Zelmar Michelini: Razones de una conducta. Acción y Pensamiento. Queremos resaltar las valiosas y emotivas intervenciones de Belela Herrera y Louise Popkin en la apertura del seminario. Agradecemos la cálida participación como anfitriona de María Inés Obaldía, el aporte artístico de los músicos Pablo “Pinocho” Routin y Eduardo “Pitufo” Lombardo, el audiovisual acerca de Zelmar realizado para la ocasión por Mateo Gutiérrez, así como la posibilidad de mostrar imágenes de Zelmar del año 1966, material que están restaurando Isabel Wschebor e Ignacio Seimanas. A José Luis Corbo, Cecilia Alemany y Graciela Michelini por acompañarnos, compartiendo sus sentimientos y vivencias. 7

También queremos agradecer por su esfuerzo y trabajo a Mercedes Altuna, Emilia Asteggiante, Ismael Blanco, Carmen Bruzzone, Lino Cabrera, Elbio Ferrario, Lucía Levy, Gisselle Noroña, Daina Rodriguez y Gustavo Zidan. Así como a las instituciones y a los funcionarios que allí colaboraron: Ministerio de Relaciones Exteriores, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, Asociación de Empleados Bancarios del Uruguay, IMPO y SODRE. Por último, nuestro reconocimiento a la Editorial Planeta y su equipo, que han hecho un comprometido trabajo profesional para sacar adelante este libro. Fundación Zelmar Michelini

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Acerca de los autores

Cecilia Alemany Doctoranda de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y la Universidad de las Islas Baleares (UIB). Tiene un máster en Prospectiva Internacional de la Universidad de París V y una Licenciatura en Relaciones Internacionales de la UdelaR. Actualmente es coordinadora de la Red Sudamericana de Economía Aplicada (Red Sur), consultora de ONU Mujeres en Desarrollo de Programas, y asesora a los gobiernos de Chile (AGCI) y Uruguay (Dirección de Planificación de OPP). Estuvo a cargo de la agencia de Naciones Unidas para infraestructura y compras públicas (UNOPS) en Uruguay y Paraguay entre el 2011 y el 2016. Ha sido consultora de varios organismos internacionales y redes de sociedad civil a escala regional y global. En el pasado en Uruguay estuvo muy vinculada a varias ONG, en particular en el Centro Latinoamericano de Economía Humana (CLAEH), el Instituto del Tercer Mundo (ITeM) y el Instituto de Comunicación y Desarrollo (ICD).

Luis Alemañy Periodista y ensayista, ha publicado los libros El supremo orden del desorden (1986), en colaboración con Eliseo Corbo (1947-1997) y La construcción permanente de la sociedad democrática (1997). Participó con el texto titulado El legado de un compatriota sabio e ilustre en el libro Ardao por diez (2004). Publicó también, en 2005 La rebelión de la inteligencia, y en 2012, Centenario del nacimiento de Arturo Ardao. Ha escrito numerosos ensayos recogidos en diversos medios. 9

En julio del año 1974 renunció a la Dirección del MLNT, junto a Lucas Mansilla, William Whitelaw y Kimal Amir. Los cuatro se desvincularon definitivamente de dicha organización en noviembre del mismo año.

Fernando Aparicio Profesor de Historia (IPA, 1980). Radicado en México entre 1981 y 1986. Ejerció la docencia a nivel secundario y terciario tanto en México como en Uruguay. Actualmente lo hace en el Departamento de Historia Americana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UdelaR). Ha sido autor de Basilio Muñoz, caudillo blanco entre dos siglos (Arca, Montevideo, 1984) y de La construcción del puerto de Montevideo: el definitivo ingreso a la modernidad (Planeta, Montevideo, 2010) . Fue también coautor de Amos y esclavos en el Río de la Plata (Montevideo, Planeta, 2006) y de Espionaje y Política: guerra fría, inteligencia policial y anticomunismo en el sur de América Latina, 19471961, (Ediciones B, Montevideo, 2013).

Rodrigo Arocena Licenciado en Matemática, doctor en Matemática y doctor en Estudios del Desarrollo, los tres títulos otorgados por la Universidad Central de Venezuela. Ha sido profesor titular de Matemática y es profesor titular de Ciencia y Desarrollo en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, de la cual fue rector durante dos períodos entre 2006 y 2014. Fue militante de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay durante la segunda mitad de los 60, en particular como miembro de su Comité de Movilización en 1968 y como su delegado a la Mesa Representativa de la CNT. Es frenteamplista desde octubre de 1970. 10

Eduardo Arsuaga Militante del Partido Colorado y fundador en 1962 de la lista 99. Correligionario y amigo de Zelmar hasta su muerte. Presidente del Club Defensor durante 14 años. Fue secretario de la AUF. Integró como presidente honorario el programa Un gol al futuro durante 6 años.

Oscar Bottinelli Politólogo y periodista. Catedrático de Sistema Electoral y Comportamiento Electoral del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República - Facultad de Ciencias Sociales. Director general del Instituto Factum, de análisis político, investigaciones sociales y estudios de opinión pública. Autor de diversos libros y trabajos sobre comportamiento de los actores políticos, relaciones internacionales, sistema político, sistema electoral y comportamiento electoral. Participó junto con Zelmar Michelini en la publicación del semanario SUR (1971) y en el proceso fundacional del Frente Amplio. Fue secretario político del General Liber Seregni (1971-1987), cargo para el que fue propuesto por Zelmar Michelini.

Magdalena Broquetas Doctora en Historia (Universidad Nacional de La Plata) y licenciada en Ciencias Históricas (UdelaR). Integrante del Sistema Nacional de Investigadores de Uruguay (ANII). Investigadora y docente de la UdelaR, donde se desempeña como profesora adjunta del Departamento de Historia del Uruguay (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación) en régimen de dedicación total. Entre sus publicaciones se destacan: La trama autoritaria. Derechas y violencia en Uruguay (1958- 1966) (Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2014) y Fotografía en Uruguay. Historia y usos sociales. 1840-1930 (Montevideo, Ediciones CMDF, 2011), libro del que es coordinadora y coautora. 11

Gerardo Caetano Historiador y politólogo. Doctor en Historia. Docente e investigador grado 5 en el Instituto de Ciencia Política, Universidad de la República, del que fue director. Es director académico del Centro para la Formación en Integración Regional (CEFIR). Académico titular en la Academia Nacional de Letras del Uruguay. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Académico titular de la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay. Académico correspondiente de la Academia Nacional de Historia de la República Argentina. Presidente del Consejo Superior de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Investigador Nivel III en el Sistema Nacional de Investigadores del Uruguay. Docente en cursos de grado y de posgrado (Maestría y Doctorado) a nivel nacional e internacional. Autor de numerosas publicaciones en libros y revistas especializadas, por varias de los cuales ha obtenido distinciones y premios académicos nacionales e internacionales.

Javier Correa Morales Profesor de Historia egresado del Instituto de Profesores Artigas de Montevideo y magíster en Historia y Memoria (FHCE-UNLP). Docente grado 2 en el Departamento de Historia Americana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FHCE) y en el Servicio Central de Extensión y Actividades en el Medio (UdelaR). Docente de Historia en Educación Secundaria. Desde 2017 cursa el Doctorado en Historia que dicta la FHCE. Ha publicado diversos artículos sobre el pasado reciente, en particular sobre las políticas del gobierno cívico militar y sobre distintos aspectos de ese régimen en ciudades del interior del país.

José Costa Fundador de la lista 99 en 1962 y, al año siguiente, de la agrupación juvenil del sector. También participó, en 1971, 12

de la fundación del Frente Amplio. Secretario de redacción de la revista Avance. Colaborador de Zelmar Michelini desde sus comienzos en la actividad política hasta 1973.

César di Candia Fundador de la lista 99 y del semanario hechos. Amigo y correligionario de Zelmar hasta su muerte. Es escritor y periodista, oficios a los que dedicó su vida.

Juan Raúl Ferreira Director de la INDDHH. Es Doctor (Phd) en Relaciones Económicas Internacionales por la Universidad Lasalle de Estados Unidos de Norte América (EEUU). Se diplomó en Economía en el Instituto de Economía de Montevideo y es máster en Relaciones Internacionales por la Universidad George Washington de EEUU. Desempeñó diversos cargos públicos. Fue senador de la República, representante nacional y presidente de la Comisión de Seguridad Pública de la Cámara de Representantes; embajador de la República Oriental del Uruguay en la República Argentina; vicepresidente del Complejo Hidroeléctrico de Salto Grande y director del Banco de Seguros del Estado. Fue miembro de la Washington Office on Latin America (WOLA); Asesor, director de Programa y representante residente ante la ONU de la Liga Internacional de Derechos Humanos; presidente de la Comisión Uruguaya contra el Racismo y el Apartheid en Ginebra; miembro del Consejo Directivo y representante residente en Washington de la Asociación Latinoamericana de Derechos Humanos; presidente de la Comisión Uruguaya Pro-Judíos Soviéticos; presidente de la Agencia de Noticias PRESSUR; corresponsal en Washington del Diario El Día de Uruguay; corresponsal en Washington de Canal 13 TV de México; columnista de los diarios Últimas Noticias y El Observador de Montevideo, Cambio de Salto y El Telégrafo de 13

Paysandú; co-director de los semanarios Patria y Hebreo de Montevideo. Es autor de diversos libros y artículos de opinión y ha sido distinguido con diversos premios internacionales en reconocimiento a su labor.

Pablo Ferreira Profesor de Historia egresado del Instituto de Profesores Artigas (IPA, 2002), magíster en Ciencia Política (Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR, 2013) y estudiante del doctorado en Historia (Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, UdelaR). Ha sido docente en enseñanza secundaria y en el IPA. Actualmente es docente e investigador del Departamento de Historia del Uruguay en la mencionada Facultad de Humanidades. Becario de la Comisión Académica de Posgrados (UdelaR) e integrante del Sistema Nacional de Investigadores (ANII). Forma parte del grupo de investigación Crisis revolucionaria y procesos de construcción estatal en el Río de la Plata, donde trabaja temáticas vinculadas al área de la Historia Política y Social.

Carlos Luppi Nació en Montevideo en 1953. Es contador público y licenciado en Administración de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración (UdelaR) con estudios de posgrado en Economía. Es autor de numerosos libros. Sus últimos títulos han sido Biografía de Wilson. Una Comunidad Espiritual (2008); La crisis del capitalismo salvaje. ¿Qué nos dejó y cómo es el mundo que viene? (2009); y 2002 - 2012 La historia no oficial de la crisis / y una lección pendiente. También es responsable de una vasta producción periodística recogida por La Democracia, El País, Cuadernos de Marcha y Caras y Caretas, entre otros medios.

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Eduardo Mariani Eduardo Mariani nació en Montevideo en 1939. Fue profesor de matemática, militante estudiantil, sindical y político en el Uruguay en la década de los sesenta y comienzos de los setenta. Se exilió en 1972, primero en Chile, luego en Argentina tras el golpe militar de 1973, y finalmente en Francia, donde se diplomó en Ciencias e hizo una carrera de ingeniero informático de telecomunicaciones. Vive y escribe en Uruguay desde el año 2000. Su primera novela, “Fratelli”, ganó el primer premio de narrativa inédita en el concurso del M.E.C. en 2001. Publicó las novelas “La Tinta Invisible” en 2004 y “Laureano” en 2011. Escribe un blog de reflexiones y de análisis político desde 2010.

Vania Markarian Es doctora en Historia Latinoamericana (Columbia University, 2003) y licenciada en Ciencias Históricas (UdelaR, 1996). Ha enseñado e investigado en la Universidad de la República, New York University, Columbia University, City University of New York, Princeton University, Universidad Nacional de General Sarmiento y el CLAEH. Tiene numerosas publicaciones sobre el período de la Guerra Fría de Uruguay y Latinoamérica, entre las que se destaca el libro Left in Transformation: Uruguayan Exiles and the Latin American Human Rights Networks, 1967-1984 (Nueva York: Routledge, 2005; publicado en español por Ediciones La Vasija / Correo del Maestro y CEIU, México, 2006). Su último libro es El 68 uruguayo: El movimiento estudiantil entre molotovs y música beat (Buenos Aires: Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, 2012), publicado asimismo en inglés por University of California Press, Oakland, CA, 2016). Actualmente es responsable del Área de Investigación Histórica del Archivo General de la Universidad de la República e integra el Sistema Nacional de Investigadores del Ministerio de Educación y Cultura de Uruguay. 15

Virginia Martínez Productora y realizadora audiovisual. Investigadora. Publicó La vida es tempestad. Historia de la familia Barrett (Banda Oriental, 2017), Los rusos de San Javier (Banda Oriental, 2013), Siglo de mujeres (Banda Oriental, 2010), El círculo. Las vidas de Henry Engler (Banda Oriental, 2009, con Aldo Garay y José Pedro Charlo), Tiempos de dictadura. Hechos, voces, documentos. La represión y la resistencia día a día, Montevideo (Banda Oriental, 2005) y Los fusilados de abril ¿Quién mató a los comunistas de la 20? (Ediciones del caballo perdido, 2002). Directora de TNU (Televisión Nacional de Uruguay) entre 2010 y 2015 y de tevé Ciudad entre 1996 y 2000. Dirigió los documentales Las manos en la tierra (2010), Memorias de mujeres (2005), Ácratas (2000), Por esos ojos (1989) y trabajó en la producción de los documentales El almanaque (José Pedro Charlo, 2010), Ellas, la huella de Mercedes Pinto (David Baute, 2009), La sociedad de la nieve (Gonzalo Arijón, 2009), El círculo (José Pedro Charlo y Aldo Garay, 2006), Palabras verdaderas (Ricardo Casas, 2004), El Plan Cóndor (Roberto Mader, 2004); Los huérfanos del Cóndor (Emilio Pacull, 2003) y de la ficción La historia casi verdadera de Pepita la pistolera.

Carlos Medina Militante estudiantil y político. Exiliado en Buenos Aires desde 1974, período durante el que trabajó con Zelmar en los diarios Noticias y la Opinión. Desde 1976 a 1985 estuvo exiliado en Suecia.

Felipe Michelini Abogado especializado en derechos humanos y justicia internacional. Profesor adjunto en Derechos Humanos de la Facultad de Derecho de la UdelaR. Miembro del Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia, integrante del Consejo de Dirección del Fondo Fiduciario de la Corte Penal Internacional en beneficio de las Victimas, ex representante nacional. 16

Doctor en Derecho y Ciencias Sociales en la UdelaR y con una maestría en derecho LL.M en la Escuela de Derecho de la Universidad de Columbia - Nueva York. Octavo hijo de Zelmar Michelini y Elisa Delle Piane.

Margarita Michelini Maestra, periodista, editora y humorista. Durante los años 60 y 70 fue militante gremial y política. Es hija de Zelmar Michelini y Elisa Delle Piane. Forma parte del Consejo de la Fundación Zelmar Michelini.

Zelmar Michelini Delle Piane Periodista. Reside en París. Nació en Montevideo en 1955. Dirigente estudiantil entre 1970 y 1973. A los 18 años se exilió en Buenos Aires, donde vivió con su padre hasta mayo de 1976. En agosto de 1976 se exilió en Francia. Desde 2007 integra la asociación ¿Dónde Están? de Francia, que acompaña la lucha por verdad y justicia de los familiares de los desaparecidos y de todas las víctimas de la dictadura.

Wilfredo Penco Doctor en Derecho y Ciencias Sociales (Universidad de la República). Ministro vicepresidente de la Corte Electoral. Jefe y miembro de misiones internacionales de observación electoral en países de América Latina. Co-fundador del Consejo Electoral de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Ex director de Cultura de Montevideo, ex presidente y miembro de número de la Academia Nacional de Letras del Uruguay, correspondiente de la Real Academia Española y la Academia Argentina de Letras. Director honorario de la Colección de Clásicos Uruguayos (Biblioteca Artigas) y profesor honorario de la Universidad Ricardo Palma (Perú). 17

Fernando Pereira Presidente de AFUPRIM (Asociación de Funcionarios de Primaria), miembro del Secretariado Ejecutivo de la FUM-TEP, Presidente del PIT-CNT.

Matías Rodríguez Profesor de Historia egresado del Instituto de Profesores Artigas. Diplomado en Historia Política por la Facultad de Ciencias Sociales (UdelaR), tiene pendiente la defensa de su tesis de maestría, centrada en los cambios del programa económico de la Lista 15 del Partido Colorado entre 1958 y 1966. Para su elaboración, contó con una beca de Posgrados Nacionales de la ANII. Se desempeña como docente en Secundaria y en el IPA. Además, participa como ayudante en el proyecto de investigación Nacionalismos de derecha y anticomunismo en el Uruguay de la Guerra Fría, financiado por la CSIC y cuya responsable es Magdalena Broquetas.

Mauricio Rodríguez  Periodista, técnico en Comunicación Social de UTU y docente de periodismo. Cursó la Licenciatura en Periodismo en la Universidad ORT. Ha publicado trabajos en diferentes medios escritos, ha trabajado en radio y colaboró con distintos portales informativos. Desde 2004 es coordinador académico y docente del curso de Periodismo del Instituto BIOS. Entre sus libros se destacan El caso Gelman. Periodismo y Derechos Humanos (2006), Viejos son los trapos (2009) y ¡Vidas bien vividas! (2012) (estos últimos con el periodista Raúl Ronzoni). En 2012 también publicó En la noche. El rock uruguayo posdictadura (1982-1989) y en abril del 2016 una biografía integral sobre Zelmar Michelini llamada La voz de todos. En 2017 creó y dirige el portal cultural Granizo.uy y es desde 2013 periodista cultural del semanario Voces. 18

Yvette Trochón Profesora, egresada en Historia del Instituto de Profesores Artigas (1972) y del curso de formación de investigadores en Historia del Centro Latinoamericano de Economía Humana (CLAEH) (1980). Tiene una extensísima labor como investigadora. Entre sus libros pueden destacarse Las mercenarias del amor y Las rutas de Eros (sobre la prostitución y la trata en el Uruguay en torno al Novecientos) y el volumen de Escenas de la vida cotidiana acerca del período 1950-1973.

Isabel Wschebor Es licenciada en Historia y magíster en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República (UdelaR). Actualmente se encuentra realizando su doctorado en l› Ecole Nationale des Chartes y la UdelaR. Integra desde el año 2006 el equipo docente del Archivo General de la Universidad y coordina en su seno el Laboratorio de Preservación Audiovisual. Entre los años 2002 y 2009 integró el equipo del Centro de Fotografía de Montevideo y durante el 2015 fue directora de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente. A través de su especialización en archivos audiovisuales y de sus estudios sobre la historia contemporánea de Uruguay ha colaborado con diversos proyectos y publicado artículos relativos a ambas temáticas.

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Prólogo

Los textos que se exponen en este libro son fruto de los trabajos y reflexiones presentados en ocasión del seminario “Zelmar Michelini: acción política y pensamiento”, realizado en dos jornadas muy intensas los días 16 y 17 de noviembre de 2016. Este evento formó parte del ciclo “Ellos en nosotros. 40 años”, que marcó la agenda de la Fundación Michelini a lo largo de todo el año 2016, en conmemoración de los asesinatos de Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y William Whitelaw, y de la desaparición de Manuel Liberoff, ocurridos en Buenos Aires en mayo de 1976. Como se verá, son textos de distinta naturaleza, en una lógica de diversidad buscada en forma expresa desde el diseño y la coordinación de la actividad. En algunos casos se trata de testimonios acerca de distintas facetas y momentos de la vida de Zelmar Michelini; en otros se presentan estudios sistemáticos sobre períodos y temas de su acción política y de sus ideas; hay también ensayos interpretativos acerca de su praxis sobre algunos de los focos más relevantes de su rica trayectoria, como la defensa de los derechos humanos o sus vínculos con actores de la sociedad civil. De esa combinación plural resulta una visión muy polifónica, hasta casi “torrencial” para hacer honor a un rasgo tan definido del estilo de Zelmar. En ese marco general abrevan abordajes más académicos con sustento documental y perfil interpretativo, reflexiones de carácter más ideológico y conceptual, también, por cierto, aproximaciones marcadas por la emoción del recuerdo 21

comprometido. Como señalara una de las participantes, aquellas dos jornadas de debate —realizadas en la Cancillería y en la Facultad de Ciencias Sociales (Universidad de la República, Udelar), luego coronadas por un acto de cierre en el Auditorio Adela Reta del SODRE— configuraron una instancia muy especial, con “momentos mágicos”, en los que se pudo “converger en algunas de las mejores versiones” del país, de Uruguay. Confío en que ese tono tan singular que tuvieron aquellas jornadas haya podido ser expresado por las ponencias finalmente publicadas. Ellas se han nutrido de los aportes presentados inicialmente en dicha instancia, pero también se han enriquecido del debate suscitado en las jornadas y luego de ellas. En más de un sentido este libro viene a avanzar en la tarea indispensable de profundizar en el conocimiento de la vida personal y pública de Zelmar Michelini, pero también en las bases —muchas veces anticipatorias— de sus ideas y de su pensamiento, a menudo opacadas tras el carisma apasionado de su forma de acción política y de la fuerza evocadora de su figura singular. En ese sentido, creemos que este libro colectivo viene a confirmar de manera rotunda la relevancia política de su trayectoria no solo en el campo de la acción, sino también en el de las ideas. En este último campo, Michelini supo heredar la matriz batllista en un tiempo de conflictos, divisiones y hasta confusiones, pero también bregó por agregar sus aportes originales en áreas claves como las de los derechos humanos y de la política internacional. Y todo ello desde el pulso intenso de una vida apasionada y comprometida. Como señalara en el prólogo que hiciera al libro de Mauricio Rodríguez titulado Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos, publicado el año pasado, 22

sigo creyendo que estamos en deuda con Zelmar. Y una de las maneras de responder ante ese reto apunta sin duda a comprender más cabalmente sus legados, a discernir más y mejor sobre los elementos que convergían en su manera apasionada de entender y de hacer la política, a estudiar con profundidad intelectual los núcleos del pensamiento que había tras su oratoria electrizante. Desde cualquier perspectiva honesta, en la adhesión o la discrepancia pero siempre en el sano debate de ideas que él tanto alentó, en esa tarea las razones más radicales de la democracia y del republicanismo uruguayos tienen mucho que ganar para el futuro. Gerardo Caetano Mayo de 2017

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Testimonios y reflexiones

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El proyecto político de la 99 Eduardo Arsuaga

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No es fácil establecer cuándo nació la Lista 99. Por cierto, hay una fecha oficial, pero yo creo que esta es en realidad la culminación de un largo periplo que comenzó cuando Zelmar ingresó a la Cámara de Diputados. Muy pocos meses después ya despertaba la admiración de sus colegas por la profundidad de sus exposiciones, por la celeridad y dureza de sus contestaciones. Pero lo que sorprendió en esa época —y hoy sorprendería aún más— fue la rapidez con que hilvanaba sus discursos. En una ocasión, mientras Zelmar estaba haciendo una de esas intervenciones suyas, a toda velocidad, pero perfectamente coherentes y pronunciadas con muy buena dicción, César Batlle Pacheco le dijo “Yatasto”, que era el nombre del caballo más ligero que había en Maroñas, e inmediatamente Zelmar, más haciéndose el ofendido que agraviado en verdad, le preguntó en tono severo: “¿Usted me está diciendo que yo soy un caballo?”. Hubo las disculpas del caso, aunque tanto caso no hubiera, pero al término del episodio lo que Zelmar se ganó, y que era lo que buscaba, fue el respeto de sus colegas. A pesar de los veintinueve o treinta años que tenía entonces, había quedado claro que no se lo llevarían por delante así porque sí. 29

He dicho ya alguna vez que el año 1958 también marcó un hito en este proceso, pues entonces aparecen dos elementos importantes para la creación de la 99. El primero es que entra a la cancha un jugador que era esperado pero que hasta el momento no había aparecido, que es Jorge Batlle. En esa elección Jorge Batlle es candidato a diputado por primera vez y, lógicamente, apareció rodeado por toda una corte de gente que sabía que alrededor de él podía conseguir muchas más cosas que rodeando a Zelmar. Siendo Zelmar el primer candidato a diputado, lo lógico habría sido que se le encargaran a él las tareas de organización y propaganda más importantes. Sin embargo, a Zelmar lo pusieron en la Secretaría Nacional, lo que en realidad significaba ocuparse del interior, mientras que a Jorge Batlle le encargaron la Secretaría de Montevideo. Era toda una señal. La segunda cosa que viene alrededor del año 1958 es el debate por la autonomía de la Universidad. Zelmar y unos pocos diputados, entre los que estaba Luis Hierro Gambardella, luchaban porque la Lista 15 apoyara la autonomía, que no estuviera en contra de la libertad y la independencia de la Universidad. Pero llegó un momento en que hubo que decidirse y la ley orgánica finalmente se votó. Pero había sido demasiado difícil. Yo recuerdo un encuentro de entonces, creo que fue un sábado o un domingo. Fue a la vuelta a la Secretaría de Interior, que entonces estaba en la calle 18 de Julio 2020 casi Pablo de María. Nunca vi a Zelmar tan bajoneado, tan desacomodado. Hubo un momento en que pensé que alguna lágrima se le iba a escapar, pero recuerdo patente, patente, lo que me dijo al final: “Estos no se dan cuenta que pueden llegar a perder las 30

elecciones”. Lamentablemente aquello que él presumía se cumplió. Ya entonces al empezar el año 1959 Jorge es diputado y Zelmar, el primer diputado, siguió actuando. Las diferencias empezaron a surgir y ya en el año 1960 se encaminó lo que iba a ser el grito de Ipiranga. Tal vez haya sido a fines de ese año que un ingeniero que trabajaba en Usinas y Transmisiones Eléctricas (UTE), creo que de apellido Pereira, le cedió una casa en la calle —en aquel momento— Sierra (hoy Fernández Crespo) esquina Asunción, al lado de una estación de servicio de la Esso que no sé si sigue existiendo. Era una casa grande, que se mantuvo siempre cerrada. Nunca pusimos un cartel pero allí nos reuníamos. En pocos días llegamos a crear una especie de comité. Se fueron acercando dirigentes importantes de Montevideo. Entre ellos recuerdo, por la trascendencia que tenía, el caso de Liborio Sica. Sica había sido director de AFE [Administración de Ferrocarriles del Estado] y tenía en la calle General Flores el club quizás más importante de los que tenía la Lista 15 en Montevideo y que desde un primer momento estuvo al lado de Zelmar. En una de las primeras reuniones hablábamos de los principios, de lo que haríamos, de cómo configuraríamos la cosa, hasta que Zelmar dijo una frase que recogí en actas inmediatamente y que, palabra más palabra menos, decía algo así como: “Heredamos en la letra de la Constitución referencias a la escuela, a la previsión social, al trabajo, a la vivienda —bueno, y alguna cosa más— pero, en los hechos, ha pasado el tiempo, han pasado los gobiernos y no se ha cumplido ni una cosa ni la otra. Nuestra aspiración tiene que ser lo que la ciudadanía nos está reclamando, que es que se cumpla 31

de una vez por todas con los preceptos constitucionales y que de una vez por todas tengamos lo que la Constitución establece. Nuestra lucha tiene que ser de aquí en adelante luchar por esos principios que nos marca la Constitución”. En muchos discursos barriales que después pronunció, Zelmar repitió esa frase con cierta frecuencia. Avanzaron los años 1962 y 1963. En alguna conversación particular que tuvimos, Zelmar me dijo que él a lo que aspiraba era a hacer una lista a diputados dentro de la 15 pero independiente, con otro número, encabezada por él, con un abogado. En aquel momento todavía no estaba Hugo Batalla y creo que me habló de un doctor Pitamiglio, laboralista, del que él había recogido muy buena impresión. Para el tercer lugar Zelmar quería un médico. Así empezamos a caminar. Después, apenas trascendió que evidentemente nosotros nos apartábamos de la 15, y que reclamábamos independencia proponiéndonos formar una lista propia para diputados, se acercó Batalla y obviamente pasó a cumplir su condición de candidato. Más tarde llegó el médico en la persona de Aquiles Lanza, lamentablemente, digo yo, por cómo terminó al final. La lista necesitaba un nombre y le pusimos la 515. Hubo que alquilar una casa y se nos comunicó que frente a lo que hoy es el Ministerio de Finanzas había una casa muy linda, ideal para esto. Y bueno, fuimos a alquilarla un sábado de mañana con Zelmar y entonces el encargado nos dijo que ya había otros interesados en el local pero que él le alquilaría al primero que pusiera el dinero. Y Zelmar me apartó un poco y me dijo: “¿Tenés cheque?”. En aquella época todavía se usaban mucho y yo le respondí que tenía cheques 32

pero no plata. Entonces Zelmar me dijo que eso no importaba, pues él conseguiría el dinero a más tardar el lunes siguiente y lo depositaría a mi cuenta. Y bueno, entregué el cheque, lo firmé y que fuera lo que Dios quisiera. Zelmar era un tipo al que le gustaban las bromas, las gracias, no era un tipo “estirado”. Entonces el lunes en que debía depositar el dinero me llamó a las nueve y media de la mañana y me dijo: “Che, Eduardo, yo sé que a vos los libros te gustan y yo tengo una cantidad. Estoy buscando algunos para llevarte, porque no consigo la plata”. Pasó una hora y me volvió a llamar: “Che, Eduardo, conseguí tales y cuales libros. ¿Los leíste?”. Y yo, hasta ese momento, lo tomaba en broma, pero al rato, serían las 11:00, me llamó de nuevo y me dijo: “Che, vos sabés que sigo sin conseguir la plata”. Y ahí ya me empecé a poner un poco nervioso. A las 12:00 volvió a sonar el teléfono: “Yo sé que a las 12:00 vas a comer”, me dijo, “así que andá a comer tranquilo que ya conseguí la plata”. Teníamos local y número, ya habíamos hecho cartelería, ya habíamos impreso la papelería; y resulta que se hace un acto justamente en el club de este señor Sica, y ahí Batalla dice alguna expresión que para nada atacaba a la Lista 15 pero Acción no lo entendió así y publicó “Batalla nos ataca”. Ahí fue que se nos negó el número 515… ¿Qué hacíamos? Ya habíamos hablado alguna vez con Enrique Martínez Moreno fundamentalmente, [con el] que teníamos muy buena relación, de lo lindo que sería hacer una unión con el grupo de Renán Rodríguez y nosotros. Entonces, entre tanto se hablaba con Renán, se citó una asamblea de todos los clubes. Estando aún 33

dentro de la 15 habíamos logrado que nos acompañara un montón de clubes, pero era distinto salir a la intemperie. A la asamblea debía concurrir un representante por cada club, pero había una multitud que desbordaba el local y se derramaba en la calle. Yo conservo justamente una carta que Sica nos mandó a la mesa, que integrábamos Zelmar y yo, como secretario, donde nos decía que anunciáramos que al término de la reunión Zelmar iba a hablar desde el balcón porque la calle estaba cortada de tanta gente que había. Es decir que ya había despertado un interés muy grande. Por unanimidad ese día se resolvió independizarse y levantar candidatos propios. Zelmar no iba como senador, iba como primer diputado, porque los augures políticos, los politólogos diríamos hoy, decían que a la intemperie nosotros podíamos tener dificultades incluso para conseguir un diputado. Entonces Zelmar encabezaría la lista a Diputados y Renán Rodríguez la del Senado. La lista al Consejo Nacional de Administración sí estaba encabezada por Zelmar, que aparecía acompañado de nombres muy prestigiosos. Todos decían que un grupo de estos, a la intemperie, sin recursos económicos, sin una gran organización, era prácticamente imposible. Sin embargo, sacamos siete diputados y dos senadores. Ese fue el logro. Y si no se sacó más fue porque en un momento dado uno de los candidatos a consejero de Gobierno fue invitado al canal 10 y dijo alguna cosa a favor de Cuba. Habría que estar en aquella época para comprender el desastre que provocaron esas declaraciones. Pero con eso y todo, la votación fue sorprendentemente buena. 34

Los años pasaron y en 1966 el presidente Oscar Gestido nombró a Zelmar ministro de Industria. Zelmar tomó el cargo con entusiasmo, hasta que convencieron a Gestido de decretar Medidas Prontas de Seguridad. A los cinco minutos Zelmar había presentado su renuncia. “Cuando un gobierno debe recurrir a las medidas de seguridad, es que ha fracasado; por consiguiente debo renunciar”, explicó en su dimisión. Después murió Gestido y apareció Jorge Pacheco Areco, pero eso ya es otra historia.

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El laboratorio del batllista José Costa

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Lo primero que quiero comentar es que este texto está escrito por una persona que creció y vivió muchos años al lado de Zelmar en el ámbito político. Trabajé con él desde el comienzo de la 99 hasta el golpe de Estado. Lo que es realmente difícil en la actividad política es encontrar la verdad de los hechos, porque el mundo aparente toma vida propia, se desarrolla, tiene sus propias estructuras y no tiene nada que ver con la realidad. Entonces, es necesario tener fuentes originales para discernir, para determinar cómo se sucedieron los hechos, cómo transcurrió el procesamiento de ideas y por qué se llega a determinadas posiciones políticas. No hay nada casual en todo esto. Desde el punto de vista doctrinario, ideológico, Zelmar Michelini es cien por ciento batllista, de Batlle y Ordóñez. El batllismo contiene un claro republicanismo, es liberal progresista. No hay un solo liberalismo; de hecho, hay muchos. El suyo está relacionado con la línea de los liberales latinos que toman mucho de la Revolución Francesa. El republicanismo ve la esencia del Estado como un ser, un cuerpo institucional integrador de la sociedad. Las transformaciones que realiza el batllismo, a principio del siglo XX son las que convierten a Uruguay en un país moderno. Con su propia acción 39

política hace que los partidos opositores tomen el camino de la pacificación desde sus ideas, desde lo conceptual. Esta integración es fundamental para el desarrollo político del Uruguay de hoy. No se puede hacer un estudio en profundidad de Michelini sin conocer las relaciones de los acontecimientos políticos y económicos internacionales con la política nacional. Para Michelini estar informado fehacientemente de toda la política internacional era fundamental. Lo demostraba escribiendo tres o cuatro notas semanales sobre la política internacional en los diarios locales. Además de leer los cables de las agencias, leía todos los diarios argentinos. Cuando había paro de transporte, íbamos al aeropuerto de Carrasco a buscar la prensa. Siempre me decía: “Mirá, botija, si no entendés la política internacional y no estás bien informado, nunca vas a entender la política nacional”. Y eso lo fue ubicando en la política, lo fue transformando de un dirigente sindical a un líder parlamentario de primer orden, en figura nacional. Comenzó su vida parlamentaria en 1955. Se va dando una sucesión de hechos que lo hacen saltar del sexto lugar en la Lista 15 de diputados a la cabeza de esta. En el desarrollo de Michelini un punto a destacar es la tremenda coherencia que tuvo, la que se ve en los discursos del año 1956, tanto en los escritos internacionales como en las posiciones que mantuvo defendiendo el gobierno de la Lista 15 y de Luis Batlle, o enfrentándose al Partido Nacional. Recuerdo que cuando la gran huelga frigorífica de los años 1960 y 1961, hubo ciento cincuenta y nueve compañeros despedidos del Frigorífico Nacional y del Frigorífico Ecsa. 40

Michelini defiende a los obreros. Pero, además, los defiende en 1961 en una tribuna en el Cerro, barrio vedado para la Lista 15 y el batllismo por los duros enfrentamientos del año 1958. Y el mismo discurso de 1961 en el Cerro es el discurso de 1956 que tiene como base su intervención en la interpelación que le hacen los blancos al ministro de la 15 Amílcar Vasconcellos. Zelmar se va transformando, construyendo un estilo propio inigualable, convirtiéndose en un orador capaz, experto, profesional, porque va interviniendo en todas las comisiones y va conociendo todo el espectro político. Antes de sus intervenciones parlamentarias lee las versiones taquigráficas de las reuniones de las comisiones y de la Cámara de Diputados. Y también lee las intervenciones de sus adversarios. Lo mismo hace en el Senado. Cuando el legislador entraba al plenario de la Cámara sabía perfectamente lo que pensaba cada uno y cómo podía venir una intervención u otra. Es por esto que él lograba tener intervenciones que prácticamente no eran interrumpidas por sus adversarios. Una de sus grandes virtudes como orador era no aludir a los otros legisladores. Evitaba la réplica innecesaria y no daba oportunidad a contradecir sus dichos. La riqueza de su discurso le permitía exponer libremente sin cortes. Era tal el nivel de información que manejaba que dejaba a sus opositores sin respuesta. Si quería ser interrumpido planteaba temas que generaban gran polémica pero si no lo quería, si necesitaba desarrollar su implacable oratoria, eludía determinados puntos y podía hablar una o dos horas o tanto como fuera necesario, sin interrupciones. Existe una anécdota muy ilustrativa; en los comienzos de los años cincuenta había un caballo famoso 41

llamado Yatasto, un pura sangre muy veloz ganador en las dos márgenes del Plata. César Batlle, hijo de José Batlle y Ordóñez, también diputado, le llamaba “el Yatasto de la oratoria”. Su brillantez no proviene de la casualidad, es fruto de un arduo trabajo y estudio. Le dedicaba entre ocho y doce horas a la lectura y a la reflexión. Sus intervenciones eran producto de un pulido trabajo y de mucha dedicación al tema. Era el legislador que más trabajaba, llegaba primero que nadie a las comisiones de la mañana e integraba las más importantes: Hacienda, Presupuesto, investigadoras. Yo tuve la suerte de estar ahí como funcionario y observarlo. Él intervenía en todas ellas. Tenía un don sensacional: cuando llegaba ya tenía todo leído y no llevaba ninguna carpeta o papel. Leía y escribía como hablaba, muy velozmente. Sabía que las circunstancias, los hechos políticos y los hombres cambiaban y él tenía que ir acompañando esos cambios con su accionar, sin abandonar el batllismo y el republicanismo. La proximidad de las elecciones de 1958 fue modificando drásticamente el panorama político. Y hubo conflictos previos que aceleraron los hechos. Estados Unidos (EE. UU.) quería comprar nuestra lana, sucia, es decir, sin mano de obra uruguaya, y el presidente no la quería vender en ese estado. En cambio, el líder ruralista colorado Benito Nardone, desde su audición de radio, sugiere —o, mejor dicho, ordena— guardar la lana en los galpones. Lockout de los estancieros. Este fue un hecho inédito: los patrones agremiados actuando contra un gobierno democrático y conspirando para la derrota del batllismo. Todo esto se daba en estrecha relación con la embajada 42

de EE. UU., que también estaba colaborando para un cambio en la política económica. Zelmar Michelini vivió intensamente esta etapa. Conoció hasta “lo blanco del hueso” del ruralismo colorado, aliado al herrerismo. El mismo que se verá en 1971. Se tensan al máximo los hechos políticos por esta acción combinada del imperialismo y la oligarquía vacuna. Hasta en la propaganda electoral hubo innovaciones importantes, y mucho dinero se gastó en ellas. La propaganda callejera fue un ejemplo: los autos con parlantes pasaban continuamente; cuando el sonido de uno se diluía, aparecía el otro, siempre con el mismo jingle: “O gana la UBD o todo queda como está”.1 No había personas en la ciudad que no estuvieran siempre escuchando lo mismo. Y sonaba también en el interior. Fue una campaña llena de acusaciones falsas, de mucha demagogia. Las elecciones fueron ganadas por el Partido Nacional y ese triunfo no es el cambio de un partido a otro. Es la derrota del batllismo. Este fue el cambio más grande desde 1904 y 1958 es el cambio más radical luego de la Segunda Guerra Mundial. Muchos dirigentes que apoyaron la dictadura de Terra figuraron en este triunfo blanco. También al lado de Luis Batlle aparecen quienes pensaban parecido a los triunfadores. Desembarca en nuestro país el Fondo Monetario Internacional. Llega la reforma monetaria y cambiaria y las famosas e indeseables Cartas de Intención: acuerdos de dos, donde uno impone las condiciones, 1. La sigla corresponde a la Unión Blanca Democrática, liderada por Daniel Fernández Crespo. Reunía fundamentalmente a blancos independientes y algunos disidentes herreristas.

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el Fondo Monetario Internacional (FMI), y el otro acepta, el gobierno. Los compromisos que se contraen son bien conocidos: no más aumento de salarios, no más aumento de pensiones y jubilaciones, no más gastos en la salud, no más gastos en la enseñanza, etcétera, etcétera. Es un giro de ciento ochenta grados. Un duro golpe al país y al batllismo. Michelini se opone con toda su tenacidad a las cartas de intención. Acepta la necesidad de negociar y obtener préstamos pero no con las condiciones que impone el FMI, al que califica de “ave de rapiña”. Él estuvo en los puntos más álgidos de la polémica contra la reforma cambiaria, que fue la reforma más antiestado y antibatllista. El devenir de los hechos y la misma interna dentro de la Lista 15 determinaron su quehacer político y lo llevaron a formar la Lista 99, que era el número de reformas que había promovido José Batlle y Ordóñez. No buscaba una banca; esa ya la tenía. Lo que quería era un espacio para trabajar más el batllismo que veía debilitarse dentro de la 15. Se presenta en las elecciones de 1962 bajo la fórmula Michelini-Renán Rodríguez. Se trabaja fundamentalmente por hacer funcionar el Partido Colorado, pero sin poder lograrlo. Los candidatos por el Partido Colorado eran Luis Batlle, el general Gestido y Zelmar. Se funda el diario Hechos con tremendas dificultades económicas. Fueron épocas de mucha austeridad y de esfuerzos de militantes y amigos de Zelmar. De todas maneras, se sacaron votos en todo el país y su persona trascendió el grupo y comenzó a ser conocida en todo el territorio nacional. 44

En 1963 teníamos un congreso de la 99 en Florida. Fuimos tres muchachos de la Juventud a ayudar en la organización. Recuerdo que, tomando un café en un bar de la esquina, Michelini me dijo que Luis Batlle estaba muy enfermo y solo. La mano venía difícil… Además me recomendó leer a Domingo Arena. Yo tenía dieciocho años. Una cosa era ser el presidente de la Cámara de Diputados y de la bancada de la Lista 15, y otra, bien distinta, ser legislador por un grupo minoritario. Su figura se fue consolidando. Tenía el respeto de todos los legisladores. Muchos buscaban su asesoramiento e intercambiar ideas con él. Muerto Luis Batlle en 1964, se reduce casi totalmente el batllismo. Michelini es su único exponente. En lo que nosotros llamamos “laboratorio batllista” él queda solo. Siente profundamente el atropello que significan a la soberanía del país las condiciones impuestas por los organismos internacionales. Las considera una extorsión a la política nacional. Afirma permanentemente que estamos perdiendo independencia, hipotecando autonomía, y denuncia incansablemente las intervenciones del imperialismo en el país. Luego empieza a surgir el “antibatllismo”, pero además surge la política del neoliberalismo, que incide y se inserta sin dejarse ver, no reconociéndose como tal. Había una central de ideas que estaba influyendo en la derecha del Partido Nacional y del Partido Colorado. Las elecciones de 1966 marcan la separación con Renán por la reforma constitucional que se vota ese año. Renán era colegialista. La 99 y los votos de Renán van por separado. Saca un poco menos de votos que en 1962. 45

Michelini inaugura el Senado como integrante del Partido Colorado. Como siempre con gran dedicación y estudio. Estuvo siempre en los puntos más altos de la polémica. Se acostumbró al debate, como fuera y con quien fuera, siempre manteniendo su estilo. Pero nunca relegó su tiempo al estudio y a la información. Consideraba que el legislador debía brindarse por entero a esa tarea. Siempre me lo imaginé en un laboratorio, experimentando hasta alcanzar un resultado. Él tenía un pensamiento que iba adelantado y era difícil que lo revelara. Hablaba lo concreto. No actuaba desde el punto de vista de la agitación o como propagador de ideas utópicas o irrealizables. No solo tenía el encanto de la velocidad al hablar, esa espiral ascendente de la palabra, esa acentuación, ese magnífico tono de voz. Su voz era de por sí muy identificable y carismática. A eso se le agregaba su figura desgarbada, sus grandes ojos celestes, su largo pelo, su corbata de nudo grande y flojo. Era una figura romántica. Parecía salido de la Revolución francesa. En el Senado integra la comisión de vivienda, Se estaba estudiando una de las leyes más importantes sobre el tema que ha tenido el país, vigente hasta ahora. Cuando la ley pasa al plenario cuenta con los asesoramientos brillantes del doctor Bruschera, de Suárez Netto, de Melchor Bebe Bergara y otros. Michelini es el portavoz del Partido Colorado en defensa de la ley, que a su vez tenía opositores silenciosos dentro de la 15 (el arquitecto Pintos Risso). Aprobada la ley, el senador Legnani, de Gestido, ya fallecido, y otros legisladores, lo felicitan. Para destacar la importancia de Michelini en la defensa de esta ley corresponde aclarar que si él se hubiera opuesto, la ley no salía. 46

En 1968 la historia comienza a cambiar radicalmente. Diez años después del triunfo de las cartas intenciones del FMI y sus recetas, comienzan los enfrentamientos por el presupuesto. No hay fondos para la enseñanza. Los estudiantes liceales y de la Universidad del Trabajo del Uruguay (UTU) y la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU) se movilizan, ocupan las calles y los locales estudiantiles. Crecen las movilizaciones y crece la represión. 14 de agosto de 1968: primer estudiante asesinado. Líber Arce muere en una manifestación por una bala que le atraviesa la vena femoral. Suenan las sirenas de las fábricas. El cuerpo es velado en la Universidad de la República. La multitud era impresionante. A Zelmar y a mí nos costó mucho llegar a la escalinata, Zelmar integró la guardia de honor junto al féretro. Al retirarnos recuerdo que el silencio era sobrecogedor, y el olor a los gases lacrimógenos, insoportable. 15 de agosto: hubo paro general de la CNT y la consigna era marchar junto al estudiante asesinado. En los días siguientes hay muchos despidos de empleados públicos. 21 de setiembre: asesinan a Susana Pintos y a Hugo de los Santos. 1o de octubre: Zelmar Michelini interpela al ministro del Interior doctor Eduardo Jiménez de Aréchaga, que fue acompañado por Peirano Facio. La interpelación fue magistral. El ministro no rebatió ni un solo argumento. Michelini lo increpó porque en la represión se habían usado armas de perdigones de grueso calibre que ni el dictador argentino Onganía se había animado a usar. Los que faltaron al entierro de Líber Arce dejaron la interpelación sin número. Quedaron en sala Zelmar, Francisco Rodríguez Camusso, 47

Enrique Rodríguez, Amílcar Vasconcellos y Alba Roballo. La impunidad se hace presente; una mancha histórica. Comienza un acelerado baño de sangre. Mueren decenas de compatriotas. Este es un año que merece estudiarse más detenidamente. Mientras tanto Michelini sigue trabajando en política reagrupando fuerzas dentro del batllismo y del Partido Colorado para cambiar la correlación de fuerzas. Las primeras conversaciones se desarrollaron en casa del doctor Anguila en su chacra de Canelones, a las que concurrieron, además de Michelini, Vasconcellos. Asado mediante, se barajaron nombres como los de la doctora Roballo, Alberto Abdala, Flores Mora, con miras a formar un frente batllista grande, con la mayor cantidad de dirigentes en todo el país. Aún no se nombraba al general Seregni, aunque ya estaba en la cabeza de Michelini como posible candidato a la presidencia de esa coalición colorada. Pero también estaba en la de Vasconcellos la idea de su propia candidatura. Michelini iba a la sede de la Región n.o 1 de la calle Agraciada de mañana temprano o al mediodía para conversar con el general Seregni. Yo me quedaba en el auto. Acá no tenía chance de estar presente. Comienzan las reuniones de los dirigentes en la sala de ministros del Senado. En una de estas reuniones estaba citado el grupo de Vasconcellos, Pregón (grupo de la doctora Roballo) y Por el Gobierno del Pueblo, el grupo que integraba Michelini. Vasconcellos abre la puerta y hace pasar a la doctora Roballo. Ella le dice: “Pase usted. Así preside la reunión”. A lo que Amílcar Vasconcellos le contesta: “No…, yo estoy para presidir otras cosas”. Luego Zelmar me comentó: “Se terminó todo. Vasconcellos no cede en su deseo de candidatearse a la presidencia”. 48

Fracasados estos intentos dentro del Partido Colorado y agravándose la situación en el país, continúan buscándose alianzas que puedan incidir en algún cambio. Los problemas del país no daban tregua. La violencia era terrible. Ya hacía años que ocurrían los enfrentamientos con la guerrilla tupamara y no se vislumbraban caminos de negociación para la paz. En agosto de 1970 los tupamaros asesinan a Dan Mitrione. El Poder Ejecutivo propone decretar en su homenaje duelo nacional. Michelini desde su banca se opone. Desenmascara la calidad de espía de Dan Mitrione, de entrenador en tortura. Dice dónde y para quién trabaja. Zelmar se manejaba con mucha información. Son momentos de gran tensión y nerviosismo. Puedo asegurar que en mis cuarenta años de funcionario del Palacio nunca viví momentos iguales. Todos estaban conmocionados. Eran momentos en que parecía que se definía el futuro del país. Había mucha gente, mucha prensa. Había “tiras” (policías de particular) por todo el Palacio. Impresionaba la frialdad y tranquilidad con que Michelini expresaba su convicción de que el Senado uruguayo no debía homenajear a un espía, funcionario del gobierno de EE. UU. y de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Hubo muchos legisladores que dudaron y votaron a favor del homenaje que, con el tiempo, reconocieron que Zelmar tenía razón. Al mismo tiempo se continuaba trabajando en la búsqueda de nuevas alianzas. Esta vez con los partidos de izquierda, la Convención Nacional de Trabajadores (CNT), la FEUU, intelectuales independientes, con la prensa afín a la izquierda y diversas fuerzas sociales. Se hicieron cientos de reuniones en todo el país. 49

Pepe D’Elía ya había votado a la 99 en 1966, y eran muy amigos, también, Iglesias, del Sindicato del Vidrio, y Héctor Rodríguez, el textil. Se reunían semanalmente. Existía muy buena comunicación y afinidad entre ellos. Trabajaban juntos en el diario Hechos. En la 99 a muchos les costó vencer el abandono al Partido Colorado, Este proceso duró meses. Había reuniones diarias en Colonia 1159, sede del movimiento Por el Gobierno del Pueblo, y en todo el país. Muchos desistieron y abandonaron la 99. Otros acompañaron pero desconformes. Se llega al congreso y se resuelve afirmativamente la separación del Partido Colorado sin votos en contra. Michelini en su discurso menciona una frase de Robert Kennedy que decía: “En América Latina habrá una revolución. Ella será violenta o pacífica. Todo depende de nosotros”. En ese clima violento, desusado para Uruguay, se va construyendo el Frente Amplio. La Democracia Cristiana, con Juan Pablo Terra a la cabeza, participa activamente en esta alianza junto a Michelini. El Partido Comunista estuvo siempre de acuerdo. Otros grupos de izquierda tuvieron sus reparos pero acompañaron la marcha hacia la unidad. Michelini habló con todos. Estaba entregado en cuerpo y alma a esta nueva alternativa política. Le pone una impresionante energía a su consolidación. Se crea el Frente del Pueblo con la Democracia Cristiana y junto a Rodríguez Camusso hacen el llamado a la unidad de las fuerzas de izquierda. En 1971, año electoral, el 5 de febrero, se reúnen en la hoy Sala Zelmar Michelini bajo la presidencia del propio Zelmar. Se suscriben los acuerdos para ir juntos a las elecciones nacionales. Ya está asegurada la candidatura a la presidencia del general Liber Seregni. 50

El 26 de marzo se hace el primer acto público en la Explanada Municipal y toma vida propia la coalición Frente Amplio. Fue un bautismo multitudinario. Miles y miles de personas concurrieron al acto, la alegría y el entusiasmo eran enormes. Se había encontrado el camino para luchar contra la oligarquía y la arbitrariedad. Se expresaba en cánticos, en aplausos a los oradores. Era tanta la multitud que se producían “oleadas” que lo movían a uno hasta media cuadra. Estábamos uno pegado al otro. Todos querían ver al estrado. Cuando se iza la bandera de Otorgués y se canta el Himno Nacional fue un momento sublime. Éramos conscientes de que estábamos en un momento histórico. La emoción era hasta las lágrimas. Por primera vez, las tensiones, los temores y los miedos tenían una expresión política que los canalizaba. Teníamos esperanzas. La represión no disminuye. Los hechos inconstitucionales campean por las calles del país. En las elecciones de 1971 el Frente Amplio obtiene cinco senadores: Rodríguez Camusso, Juan Pablo Terra, Enrique Erro, Enrique Rodríguez y Zelmar Michelini. La actividad parlamentaria sigue con sus denuncias y los intentos infructuosos de levantar las Medidas Prontas de Seguridad. Estábamos llegando al fin del período de Pacheco Areco. El Poder Ejecutivo pide el desafuero del senador Enrique Erro, a quien vinculan con el Movimiento de Liberación Nacional (MLN). Zelmar hace la defensa de los fueros, alegando una total falta de pruebas. Este alegato se basa fundamentalmente en demostrar la falsedad de los testigos, interrogados en distintas fechas y distintos lugares del país, en expedientes sin firmas. 51

Mientras tanto corren rumores de que habría golpe de Estado si no se vota el desafuero. Esta vez la sesión no queda sin número. Tal es la contundencia de la exposición de Michelini. Y no se vota el desafuero. Michelini continúa con sus denuncias, muy documentadas, de torturas, con nombre y apellido y lugar donde se realizan. Pone una y mil veces en aprietos a los ministros y al oficialismo, les dice: “Vayan ahora a tal cuartel y tendrán la información”. Él recibe información de dentro de cuarteles y dependencias policiales y la vuelca en sala. Recibe amenazas todos los días. Nunca tuvo tiempo ni interés de hacerlas públicas. Tenía un coraje y un valor de los que nunca hizo gala. Se enfrentaba a los hechos con sus convicciones, su ideología, tranquilo, sereno. Y siempre apasionadamente. Recibía gente en su despacho, en el ambulatorio, en la antesala y el Salón de los Pasos Perdidos, todo el día, gente angustiada, llorosa, con denuncias que nadie recibía. Su tío Mario Guarch era el encargado de tomar el nombre, teléfono y dirección, que anotaba en un papelito y cuando Zelmar se sentaba en el escritorio con el teléfono, a recabar información, la iba anotando al dorso de estos. Después Mario llamaba a los interesados, con novedades o no. Ese trabajo hablaba a las claras de por qué era un líder parlamentario. La situación de cada uno era lo más importante. Para entonces, Erro ya estaba en Buenos Aires. Llegan las noticias al Senado de que ya se habían tomado las medidas para dar el golpe de Estado. Michelini resuelve viajar esa misma noche a la Argentina para impedir el regreso de Erro. Se retira del Palacio, sale a la calle, se dirige a su auto. Solo yo voy a su lado. Se detiene para abrir su puerta. Me dice: “Cuidate mucho”. Aguantando el llanto, le digo: “Chau, Flaco”. 52

Ninguno de los dos suponíamos que era la última vez que nos veríamos. Un gran silencio me invade. Abandonaba el país la persona más brillante que había conocido, la más coherente. Un batllista de pura cepa. Para finalizar, es imprescindible mencionar la intervención de Zelmar en el Tribunal Russell el 30 de marzo de 1974 en Roma, impresionante alegato sobre derechos humanos: “Representamos a los que no pueden venir porque han desaparecido de la faz de la tierra, asesinados por el régimen, a los que no pueden llegar porque han sido mutilados, a los que no pueden hacerse oír porque sus mentes se cerraron para siempre, víctimas de los tormentos padecidos. Nuestra voz es de todos aquellos que habiendo sufrido no pueden gritar su rebeldía, no pueden proclamar su lucha. Pero no es solo una voz de acusación y condena, es también y siempre una voz de esperanza y de fe”. Este magnífico documento de diez páginas leído en el tribunal es, para mí, su testamento político.

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Librepensamiento y compromiso Carlos Medina

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Este trabajo tiene la intención de compartir la visión personal de alguien que sintió un gran afecto por Zelmar y pretende aportar elementos que sustenten la idea de que uno de los principales legados que nos dejó fue que intentemos pensar libremente, “con cabeza propia”. Para comenzar, una serie de conceptos referidos a la personalidad de Zelmar extraídos de La voz de todos de Mauricio Rodríguez y de Ni muerte ni derrota de César di Candia. Hombre de diálogo Combatiente político Sensible Verdadero demócrata Realista Valiente Reformista político y social Inteligente Luchador por los derechos humanos Se anticipa a los hechos Honesto Humanista Apasionado por el bien público Bondadoso Con sentido del humor Pacifista Gran orador 57

La lectura de todos estos adjetivos, concentrados en una hoja de papel, impacta. Lo interesante es que no son solo amigos o correligionarios los que vierten estos elogios, sino que también lo hacen adversarios políticos de la talla de Julio María Sanguinetti, Carlos W. Cigliuti y Jorge Batlle, entre otros. Esta lista expresa en su totalidad conceptos positivos. Tal vez haya personas que tengan algo negativo para decir de Zelmar, pero esas ideas no han sido hasta ahora de público conocimiento, excepto las expresiones vertidas por parte de integrantes de la Fuerzas Armadas. Todos los que lo conocimos seguramente coincidamos con las cualidades enumeradas y podamos agregar más. Personalmente añadiría que detrás de su oratoria apabullante, de su intenso y avasallante accionar político existía un pensador, generador de ideas pautadas por el libre pensar. Zelmar era un intelectual de fuste, lo reafirma Carlos Maggi cuando dice: “Era como un caballo de carrera. En todas las cosas que hacía tenía un nivel muy bueno, pero en la política era donde se sentía a sus anchas, había nacido para eso. Por su nivel cultural perfectamente podía haber integrado la Generación del 45. Puede decirse también que, por su conexión con la realidad, el humanismo y el reformismo político y social, fue un hijo genuino de la Generación del 900”. Intentar interiorizarse en el pensamiento de Zelmar no es tarea fácil. La tentación de desviarse del objetivo y focalizarse en algunas de las características antes mencionadas está siempre peligrosamente cerca. Tal vez, esta sea una de las causas por las cuales no 58

se ha realizado hasta ahora el intento de ahondar en sus ideas. Hay dos frases, una de Zelmar y otra sobre él, que conducen a la hipótesis de definirlo como un librepensador. “Piensen con cabeza propia”, recuerdan algunos de sus hijos que les decía en los años tumultuosos de la década del setenta. Eran tiempos de verdades absolutas, de blancos y negros, sin la existencia de matices, de buenos y malos y de acción y lucha, y no había lugar para la reflexión. Él no les marcaba hacia dónde tenían que dirigir sus pensamientos y tampoco les aconsejaba que fueran indiferentes a los problemas que acuciaban al país. Con una sencilla frase les transmitía un concepto, una idea, un principio que lo acompañó a lo largo de toda su trayectoria política. Esa frase fue como si les estuviera ofreciendo una vacuna que los inmunizara contra la enfermedad del dogmatismo, patología muy extendida en aquellos años. La otra frase pertenece a su entrañable amigo, el periodista César di Candia, que en su libro Ni muerte ni derrota expresa: “Preocupado y atento por los sufrimientos ajenos, no era de los que se sumergían en las ideologías, tenía el don de sobrenadarlas sin perder de vista la costa”. En la búsqueda de material de apoyo para este trabajo, el hallazgo de la descripción del escritor ruso León Tolstói de las características principales de los librepensadores fue muy oportuno. “Los librepensadores son los que están dispuestos a utilizar sus mentes sin prejuicios y sin miedos a fin de comprender cosas que chocan con sus propias costumbres, privilegios o creencias. Este estado mental no es 59

frecuente, pero es esencial para el pensamiento correcto, que en el caso de estar ausente la discusión tiende a ser peor que inútil”, escribió Tolstói. El pensamiento como instrumento esencial en la búsqueda de la verdad debería, si quiere ser efectivo, seguir los movimientos, los vaivenes que va marcando la realidad. Para las personas de cabeza abierta no hay recetas, soluciones preconcebidas, es la realidad la que manda. Se trata de encontrar en cada situación los caminos que conduzcan hacia adelante. El filósofo español Fernando Savater cuenta que el filósofo alemán Friedrich Nietzsche decía: “‘Cuando veas una cosa que está a punto de caer hay que sostenerla o hay que empujarla en el momento en que todo está balanceándose’. ¿Qué es lo que debe hacer un librepensador —se pregunta Savater—, empujar y que todo siga la fuerza de la gravedad o mejor será sostenerla? Ese es el dilema del librepensador”. Se vislumbra en el análisis de la trayectoria política de Zelmar su capacidad para rectificar posiciones, posturas que ya no pasaban por el filtro de sus principios y convicciones, que eran el fundamento de su accionar. Esta plataforma de principios e ideas sobre las que él se apoya está claramente explicitada en un artículo publicado el 21 de enero de 1964, titulado “Por nuestro propio camino”: “Nuestro punto de partida es la igualdad en el ámbito de la libertad, no aceptamos otra base para las relaciones de los hombres entre sí. Rechazamos todas las discriminaciones sociales que se fundamentan en los privilegios, originados en la fortuna, en la familia, en la religión, en la raza o en el partido. 60

Sostenemos como base de la arquitectura social el principio de la dignidad humana. Y no hay dignidad posible para el hombre si carece de libertad o si no se siente igual entre iguales. No aceptamos, no podemos aceptar, que haya un orden democrático y justo, allí donde los hombres se reconocen súbditos de otros, en razón de privilegios azules de familias elegidas por principios aristocráticos, por imposiciones dictatoriales o por intereses oligárquicos. No aceptamos, no podemos aceptar, que se pretenda imponer una sujeción económica y una subordinación financiera, una calificación de nacionalidades en superiores e inferiores, de pueblo a pueblos, de gobierno a gobiernos, porque unos sean poderosos y otros seamos débiles e incipientes. Menos podemos aceptar aún que quienes invocan defender la Justicia Social, arrasen los derechos naturales del hombre y los políticos del ciudadano, allí donde mandan, y se proclamen reivindicadores de esos mismos derechos allí donde pretenden llegar a mandar. No queremos ideologías importadas ni aceptamos servilismos económicos ni dependencias de pueblos o poderes foráneos. Luchamos por una estructura económica que suprima el latifundio asfixiante, la propiedad improductiva y la tenencia sin fundamento de los bienes colectivos; por una estructura social que asegure iguales puntos de partida para todos y metas para cada uno, de acuerdo a los talentos, esfuerzos, virtudes y rendimientos personales. Por una estructura política que permita la libre y cabal expresión de todos los sectores que compo61

nen la voluntad popular, sin las cortapisas que los intereses particulares de personas o grupos imponen. Por una estructura jurídica que sea escudo del derecho de los débiles y muralla contra la prepotencia de los fuertes. Luchamos por la justicia integral, como única fórmula para la convivencia digna de los hombres. Para lograrla es imprescindible reformar, modificar, reestructurar, cambiar. Los conservadores que están apegados a una posición privilegiada, y quienes sin tenerla la ambicionan, se afanan por mantener la sociedad actual tal como está, no quieren cambios ni modificaciones estructurales, las reformas los asustan y los descontrolan. Los resentidos sociales, de ambos extremos, predican en cambio la ruptura, por la violencia, del orden actual. El procedimiento es conocido, y si pudo ser válido para otros pueblos y para otras épocas, no lo aceptamos para nosotros. La violencia es sangre fraterna derramada, destrucción, muerte, ruina y trae como secuela natural la entronización de los gobiernos fuertes y autoritarios que imponen la supresión de las libertades. Unos y otros conspiran contra el progreso. Quienes pretenden detener la evolución hacia la justicia social, para mantener sus privilegios, fomentan la violencia. Quienes desprecian la evolución pacífica para afiliarse a la revolución violenta favorecen la estratificación social del orden actual. Esto no es una paradoja sino una verdad sociológica. La evolución democrática de nuestro país, impulsada —en un momento histórico— por José Batlle y Ordóñez al frente del Partido Colorado, 62

fue acelerada y ejemplar. Pero en la actualidad está detenida y seriamente amenazada por tendencias reaccionarias que se aferran al pasado y por ideologías importadas que no se compadecen con nuestra idiosincrasia liberal y democrática. Hay que formar conciencia de este peligro en que vivimos para poder combatirlo. Es necesario seguir avanzando para no perecer, avanzando por nuestro propio camino, dejando a un lado a los que intentan detenernos y a los que pretenden desviarnos con cantos de sirena. Avanzar en la realización democrática de la justicia social, para que esta República libre e independiente siga siendo ‘feliz y justiciera’ y sea siempre gobernada por uruguayos, con ideas y soluciones uruguayas.” Estas ideas configuran la fuente que nutre de dignidad toda su trayectoria política. No son simples consignas, conceptos superficiales, son pilares ideológicos profundamente reflexionados. Él conoce los beneficios y perjuicios de cada una de esas ideas y las elige porque las considera las más adecuadas para la construcción de una sociedad más humana. Si se toma como referencia la reflexión de Tolstói que define las características propias de un librepensador, se puede afirmar, y ahí están sus artículos, discursos, intervenciones parlamentarias para probarlo, que no se dejaba guiar por prejuicios, tradiciones o privilegios. En una entrevista realizada por César di Candia, publicada en la revista Reporter el 24 de julio de 1962, afirma Zelmar: “Conservar su independencia es fundamental en un político honesto. En ocasión de las medidas de seguridad consideré que eran atentatorias, faltas de fundamento. Las medidas prontas de seguridad solo se justifican en caso de cataclismos. Los problemas 63

nacionales deben arreglarse con soluciones pacíficas y no de represión. La represión solo indica debilidad del gobierno”. En el mismo reportaje, y ante la pregunta del periodista de si él se consideraba más batllista que colorado, Zelmar responde: “La tradición no me pesa. La gente quiere ideas nuevas, progresar, vivir mejor, encontrar soluciones a sus problemas. Y eso no se logra en función de cintillos o divisas. Esto no me impide reconocer que el Partido Colorado ha sido fundamental para la evolución histórica del país. Yo soy colorado, pero sin pasión. No creo que sea un problema vital”. Nunca midió las consecuencias personales y electorales de las decisiones que su análisis de la realidad consideraba que debía tomar. Tal vez esa haya sido una de las causas por las cuales pocas veces logró éxitos electorales. En un artículo publicado el 2 de diciembre de 1966, después de haber sufrido una disminución de la cantidad de votos en las elecciones realizadas ese año en comparación con los resultados logrados en los comicios de 1962, reafirma su postura: los resultados electorales no le harán modificar sus procedimientos. “No daremos un solo paso atrás en el sostenimiento de principios que son la razón misma de nuestro luchar en la actividad política. Desde el primer instante supimos que habíamos elegido el camino más erizado de dificultades para alcanzar la meta propuesta. Y no serán seguramente resultados electorales contrarios a nuestras esperanzas los que nos puedan hacer desistir de los lineamientos a los cuales hemos ajustado nuestra conducta.” Muchas veces se ha dicho que Zelmar no tenía las características propias de un político y que esta 64

sería la causa de sus magros resultados electorales. Las ideas vertidas por él en el artículo citado contradicen esas opiniones. Él nos demuestra que elige esa manera de hacer política, que es una elección profundamente reflexionada, y que considera que es esa la única forma de ser fiel a los “altos intereses de la República”. Un hito importante en su carrera política fue su alejamiento del Partido Colorado y el haber hecho un aporte fundamental en la formación del Frente Amplio. En este hecho aparece la figura de Zelmar en toda su magnitud. El enorme paso que da es producto de una profunda reflexión, luego de haber intentado modificar rumbos que ya no compartía dentro de su partido. Zelmar da muestras de tener gran sensibilidad, imprescindible para comprender que ya no podía representar a un partido político que llevaba adelante políticas que colidían con sus propios principios de libertad, justicia social y respeto a los derechos humanos. Se suele decir que cuando un político deja un partido para integrarse a otro es porque busca sombra en otro árbol más frondoso. En el caso de Zelmar se puede afirmar rotundamente que esa aseveración no se puede aplicar. Si se repasa la historia electoral del país, se puede constatar que antes del año 1971 los partidos de izquierda nunca sobrepasaron el diez por ciento de los votos. Zelmar dio muestras de una firme confianza en sus ideas y principios y de un coraje muy grande al haber abandonado un frondoso árbol por otro que contaba con muy pocas hojas. 65

En el mes de febrero del año 1971, en un reportaje realizado en el semanario Marcha, Zelmar afirmaba: “No me asustan las ideas. Y en el tipo de definiciones [de alejarse del Partido Colorado] que hemos tomado no innovamos. En 1912, Domingo Arena dijo: ‘Si me he embanderado con tanta resolución en la gran fracción en la que estoy embanderado es, simplemente, porque he visto en ella la obrera del bien, la obrera del bienestar nacional. Si apareciese alguna otra capaz de mayores realizaciones, con más facultades de hacer el bien, la abandonaría porque mi verdadera orientación política es el bien del pueblo. Si mi partido no fuera capaz de realizar un programa obrerista, sería socialista, tal vez hasta anarquista’. Y en el propio Arena está lo que parece una definición del gobierno actual: ‘Gobernar con hombres de ideas y tendencias opuestas a las de quien gobierna es irracional; solo ocurre cuando no existe el propósito de implantar las ideas de su partido’. ¿Podríamos continuar junto a quienes niegan verdades esenciales de nuestro pensamiento?” Zelmar no dejó ningún material escrito que trate específicamente el tema del librepensamiento, pero esa forma de pensar, de ubicarse ante la realidad, es el hilo conductor que recorre sus discursos, intervenciones parlamentarias y su accionar político. Se hace muy difícil seleccionar, dentro de la inmensa cantidad de escritos producidos por él, los que sean representativos de cómo se ubicaba ante cada problemática. La elección recayó en opiniones que abarcan dos temáticas álgidas que generaron intensos debates en el pasado y los siguen generando hasta hoy. Una de ellas es referida a la situación de Cuba y la otra a la utilización de la violencia como herramienta para producir cambios trascendentales en una sociedad. 66

En el artículo titulado “A propósito de Fidel. Razones y sinrazones de Cuba y Estados Unidos”, publicado el 1o de setiembre de 1959 en el diario Acción, Zelmar expresaba: “Digamos antes dos palabras sobre Fidel Castro, que hace unos meses visitó Montevideo y a quien, sin conocer personalmente, tuvimos oportunidad de oír en la Explanada Municipal y en la conferencia de prensa que se le hiciera en televisión. Creemos que hay que deslindar las dos personalidades o —mejor dicho— las dos actividades de Castro: digno de admiración, respeto y adhesión como guerrillero y revolucionario, que al estilo de los más grandes héroes de América realiza una hazaña digna de figurar en las epopeyas homéricas, y como gobernante ahora. Confesamos que cuando lo oímos en Montevideo, no nos impresionó mayormente por la forma de considerar y encarar los problemas. Creemos que en esas oportunidades se evidenció su falta de experiencia en el manejo de las cosas de gobierno, pues expresó conceptos muy generalizados y algunos hasta infantiles. Nos pareció que el gobierno de Cuba era demasiado para él. Se nos ocurría que alguien tenía que decirle —los que en Montevideo y fuera de Montevideo tanto lo elogian— que la política no era improvisación de la noche a la mañana y que, aunque desprestigiada en muchas partes del mundo —interesadamente desprestigiada— es, sin embargo, ciencia y arte, muy difícil de aprender y honrosa por mil motivos. En cambio, creemos que Castro impresionó al pueblo uruguayo y supo ganar su adhesión por la convicción con que habló, por el tono de su voz, 67

por la limpieza de sus gestos y por la honradez que fluía de sus expresiones, que muchas veces hicieron olvidar lo rudimentario de sus conceptos. Tiene características naturales del caudillo que se impone por su sola presencia, pero deberá aprender la técnica del gobierno y —antes aún— respetar gobierno y política […]. Pero el hombre no escapa, así se llame Fidel Castro y sea un auténtico héroe, a las circunstancias que rodean su vida. Y no es la primera vez que grandes jefes revolucionarios, no calzan luego en el gobierno los mismos puntos.” Y luego abordaba el problema de la autodeterminación de esta manera: “La política interna de cada país deben manejarla sus propios hombres. Los problemas de Cuba solo interesan a Cuba. Ese principio lo hemos defendido permanentemente en nuestro país. Es la defensa de la soberanía de cada nación, acentuada en su pasión, cuando se tienen vecinos poderosos. Lo que hagan los cubanos en Cuba es cosa de ellos. Incluso, si realizan una reforma agraria. Debemos pensar y creer —no hay ninguna prueba en contrario— que se hace en función de los intereses de Cuba y su pueblo. Y esa reforma es un motivo político de adhesión de parte nuestra, que también preconizamos en el Uruguay. Acá está el primer error de Estados Unidos en su política, reiteración de un error que hemos visto repetidas veces en América del Sur. Los intereses de Estados Unidos no son los de las compañías integradas con capitales norteamericanos. La intervención de Estados Unidos, preocupándose por la suerte que puedan correr determinados intereses particulares y 68

haciendo presión sobre el gobierno (Uruguay conoce también lamentables casos como este) no puede justificarse ni debería repetirla.” Es este un claro ejemplo de cómo Zelmar se plantaba ante la realidad. No se deja impresionar por las emociones, los discursos, lo épico. Su objetivo es bucear en lo profundo de los hechos. No debe haber sido fácil en esas circunstancias permitirse a sí mismo opinar de la manera que lo hizo sobre un proceso revolucionario y un líder que gozaban de enorme popularidad, y además compartirlo públicamente. Su interés es que los aspectos positivos prevalezcan sobre los negativos y por eso de forma respetuosa advierte sobre los posibles riesgos que puedan aventurar el éxito de ese proceso. Destaca el valor de la política como instrumento ineludible para producir cambios sociales, y a la que tarde o temprano se vuelve. Defiende la soberanía de Cuba, su derecho a decidir su propio destino, y rechaza todo tipo de intervención de parte de Estados Unidos. Conjugando la defensa, la valorización de un hecho y a su vez remarcando lo que puede poner en riesgo sus logros demuestra que no solo es posible hacerlo sin caer en simplificaciones, sino que también esa es la mejor forma de ayudar a una causa noble a que logre sus objetivos. Referido a la temática de la violencia, un breve artículo publicado el 17 de diciembre de 1963 en el semanario Hechos es ilustrativo de su posición. Se titula “¡No! a la violencia” y expresa: “Somos contrarios a la violencia. Lo hemos manifestado con vehemencia, en forma reiterada. 69

No creemos en esta época, en pleno siglo XX, en los cambios que tengan como origen los movimientos de violencia. Sabemos de las dificultades de América, de la desigualdad permanente de sus clases sociales, del drama de años de sus pueblos, de la lucha tenaz y enconada contra los que desde afuera pretenden quedarse a veces con sus riquezas, otras con sus conciencias. Pero no es el camino de la violencia, de la sangre, de la muerte el que puede recorrerse con felicidad para esos mismos pueblos. Apelamos, entonces, a los partidos políticos y a la propia cultura cívica que el Estado puede y debe impartir, como medios valederos, reales para la lucha contra el privilegio, la desigualdad, la miseria, el hambre, el analfabetismo. Y reclamamos la responsabilidad de todos para que ambos extremos puedan cumplirse. La erradicación definitiva de esos males que citábamos y que niegan, día a día, la civilización de que se alardea y que ella se obtenga por los medios democráticos, de entendimiento, libertad y respeto, que deben ser los factores fundamentales que guíen y alienten al hombre en su lucha por la vida.” En el libro El pueblo vencerá, Mario Jaunarena escribe: “En muchas oportunidades expuso el tema, recogiendo incluso tesis de sociólogos y políticos norteamericanos que sostenían que la revolución latinoamericana era inevitable”. Jaunarena cita un discurso de la Lista 99 en el cine Ateneo el 30 de octubre de 1970: “Así debe ser. El problema es cómo se hace la revolución. Nosotros la queremos en paz, sin derramamiento de sangre, pero ¡la queremos!”. 70

El 13 de octubre de 1972, en un artículo titulado “De la violencia”, publicado en el semanario Marcha, Zelmar insiste con el tema: “Finalmente, después de muchos años, vamos a creer que efectivamente Dios ciega a quienes quiere perder. Sólo así, por la aplicación de ese aforismo de reminiscencias religiosas, podría comprenderse el reiterado acumular de torpezas y errores con que el gobierno realiza su labor. Tanto es así que al término de lo que cabría llamar su campaña de represión, el país quedará seguramente en mucho peores condiciones que al principio, con el agravante de que se habrá perdido una oportunidad —y no se presentan siempre— de haber mejorado ostensiblemente el clima que se vive. Las declaraciones del Ministro del Interior, así como todo el debate de la Asamblea General en su reciente sesión de prórroga de la suspensión de garantías, certifica este aserto. El gobierno ha puesto el énfasis en que la guerrilla, desde el punto de vista militar está derrotada, y que la lucha continúa en el campo político. Pues bien, aquí está el profundo déficit del gobierno y de quienes tienen la santa misión de comandar la represión. Porque en el campo político volverán a fracasar, pues siguen encadenados a los mismos razonamientos y a las mismas condicionantes con que siempre consideraron la existencia de la guerrilla. La reiteración en el error es fácil de comprobar y agrega a la falta de visión histórica para apreciar los problemas del país la insensibilidad que la posibilita y la vanidad de no querer reconocerla. Todo es muy simple para los hombres del régimen: este era un país sin dificultades, ideal, 71

con un estilo de vida recomendable, orgullo de todos y para todos, el oasis en medio de un mundo conmovido. Ni injusticias, ni privilegios, ni arbitrariedades. Y entonces surgió de golpe, como una tromba inexplicable, un grupo de delincuentes, resentidos, mal nacidos, mafiosos y lo echaron a perder todo. ¡¡Claro que con este esquema de análisis el Uruguay está perdido!! De lo que se trata simplemente es de erradicar el mal, exterminar definitivamente a los que, imbuidos de un espíritu maligno, pretendieron transformar el paraíso en vaya a pensarse qué. Planteamiento tan simple invalida toda actuación posterior y esto, que sería admisible en los poderosos terratenientes o en los intereses extranjeros afincados en nuestro suelo, es imperdonable en hombres que, emanados del voto popular, tienen la obligación de conocer, comprender y estimar el drama uruguayo de una manera totalmente distinta. Lo que es admisible en los editorialistas de determinada prensa, perfectamente identificable, les está prohibido —debería estarlo— a quienes tienen la inmensa responsabilidad de gobernar. ¿A qué conduce el planteo gubernamental, tal como lo hemos expuesto? A que el Uruguay estará condenado a no superar nunca más estos instantes tan difíciles que se viven. Porque basados en las premisas que levantaron, todo se reduciría —según el gobierno y sus corifeos— a poner entre rejas a aquellos desalmados y apátridas. Una vez cumplido este requisito, todo retornaría a la normalidad y no habría más motivos de intranquilidad. En otras palabras, el supuesto delito desaparecería con el apresamiento y el exterminio de los causantes. 72

Y sin embargo, todos sabemos que no fue así. En esta horrenda ficción que se vive, el gobierno y las Fuerzas Conjuntas —altos mandos incluidos— saben que no es así. Que la dependencia económicofinanciera con el extranjero existe. Y que también existen, son realidades tangibles, el gran latifundio, los cantegriles y pueblos de ratas, la rosca bancaria, los negocios sin aclararse, la desnutrición, el abandono del medio rural, la concentración de los medios de producción, el acomodo burocrático, la deserción escolar, los bajos salarios, la desocupación, el sometimiento a una política internacional dictada por la OEA [Organización de los Estados Americanos], las grandes masas desposeídas, el drama de los jubilados, en fin, todo lo que ha significado el sucederse de los años, la bancarrota del país. Sin contar todo lo que se agregó a partir de junio de 1968, cuando las medidas de seguridad —que no tuvieron en cuenta a los tupamaros porque no fueron decretadas por su causa— impusieron un estado policial, con presos políticos, destituidos, persecución, censura, cierre de diarios, clausura de sindicatos, atropellos a la Universidad, intervención de la enseñanza secundaria, y sangre en las calles, que comienza con la muerte de Líber Arce y no se sabe dónde ha de terminar, pasando por el asesinato planificado —según se demostró en la interpelación al Ministro de la época— de Susana Pintos y Hugo de los Santos. ¿Está todo esto tan lejano como para que se pueda olvidar? ¿Es que el Uruguay, los uruguayos, tienen tan mala memoria como para que la situación del país y la violencia del gobierno no sean tenidos en cuenta y se pretenda hacer creer que todo 73

surgió de la nada? Cuando se desencadenan hechos que sacuden a una sociedad y la conmueven, nadie puede descartar determinadas respuestas. La réplica combativa estaba en la misma iniciación de todo este pleito. A la violencia se llega principalmente —en este siglo XX— por hastío, por desesperanza, por cansancio. Quienes prometen y no cumplen, los que engañan a sabiendas, los que invocan al pueblo sufriente para mantener un régimen que lo esclaviza, los que una y mil veces desde los puestos de gobierno, o utilizando su representación política, no han hecho sino beneficiarse directamente o favorecer a la clase que representan, los que detentan privilegios o urden nuevas añagazas para crear otros o mantenerlos, los partidos, los sistemas, las clases, los hombres, en fin, todos aquellos que conociendo las necesidades populares no han hecho nada por aliviarlas o solucionarlas, esos son los que introducen la violencia, los predicadores del caos. Nadie es violento por naturaleza ni por definición, y mucho menos los movimientos políticos. Alguna vez hemos dicho que nadie quiere hasta por imposición visceral ni matar ni morir. Pero es que el pesimismo, el desencanto, la frustración, la pérdida de la fe impulsan a buscar denodadamente por cualquier medio reconquistar la fe perdida, lograr la felicidad ansiosamente buscada. Y además, algo que se olvida, y que es auténticamente generacional: el sentido de urgencia, de inmediatez que predomina en la mente y corazón de los que hoy son actores, a veces involuntarios, del drama nacional. Mucha otra gente frente a iguales circunstancias reacciona de otra manera, quizás porque su paciencia tenga mayores límites, pero más allá de 74

la repulsa que pueda originar la toma de las armas y la violencia, lo que no puede negarse es que la sociedad está dando razones que la posibilitan, y que esa violencia aparece siempre al fin de todo ese proceso y no al principio, y que tan responsables como los propios violentos son aquellos que con su conducta la provocaron, o que advirtiendo el deterioro de la situación, nada hicieron para amenguarlo o impedirlo. Cuando el gobierno confunde métodos con causas y fines, está desde ya decretando la tragedia en el país. Y cuando combate métodos, ignora causas y desprecia fines, comete un error histórico que lo paga todo el Uruguay. La guerrilla nace y se nutre en la miseria, en la injusticia, en el privilegio, en la arbitrariedad. Sólo hay una manera de terminar con la guerrilla. Y es eliminando radicalmente y para siempre las causas que la hicieron surgir. Ni Juan ni Pedro, por más conductores que puedan ser, son los verdaderos subversivos. La economía es la subversiva, el infra consumo, el subdesarrollo, el privilegio, la arbitrariedad, el abuso, las clases dominantes, la miseria, la desigualdad. Esto es más viejo que la propia humanidad. Sólo por ignorancia, unos pocos, pero decisivos, como que tienen en sus manos los hilos del gobierno, no lo pueden comprender. Y sería lamentable que experiencia tan dolorosa y sangrienta no reportase enseñanzas para nadie.” De la misma manera que en el caso anterior, Zelmar no visualiza los hechos en blanco y negro. Trata de comprender las causas que generaban la violencia política en la sociedad, pero a su vez se opone al 75

uso de ella como instrumento para lograr los objetivos de libertad y justicia social. Nuevamente advierte sobre los riesgos del camino elegido. Pero en ambas situaciones los oídos a los cuales iban dirigidas sus premoniciones no tienen en ese momento el grado de sensibilidad como para escucharlas y rectificar el rumbo cuestionado. De nada sirve utilizar la ucronía como forma de análisis, pero es imposible resistirse a la tentación de preguntar qué hubiese sucedido si se hubiesen tomado en cuenta las palabras de Zelmar en los dos ejemplos elegidos. Para concluir, es oportuno señalar que no es común encontrar a un intelectual, como decía Tolstói, que “utilice su mente sin prejuicios y sin miedos a fin de comprender cosas que choquen con sus propias costumbres, privilegios o creencias” y que se involucre en la vida política con el fin de llevar a la práctica el producto de sus reflexiones. Cuando no hay prejuicios, dogmas, intereses que dirijan el pensamiento, la realidad se presenta con el rostro más crudo. La complejidad, lo contradictorio y engorroso del quehacer político puede desanimar, descorazonar al que cargado de buenas intenciones pretende transformar la realidad. ¿De dónde proviene la capacidad de análisis de Zelmar que le permite descubrir las soluciones que exige cada situación y presagiar acontecimientos que en el futuro sucederán? Está relacionado directamente con el sistema que él utilizaba para analizar cada situación concreta. Él observaba con los ojos bien abiertos, sin anteojeras, escuchaba sin filtros, al decir de José Martí, con los oídos en la tierra. Pero a la hora de la síntesis, 76

¿qué es lo que le garantizaba transitar por un camino digno? Sus principios, son sus principios (nombrados más arriba), los que funcionan como un filtro reteniendo todo aquello que lo lleve a traicionarse a sí mismo. Una última consideración: la propuesta de conocer y profundizar en el pensamiento de Zelmar Michelini es una oportunidad para reflexionar. Si bien fue un ciudadano con características excepcionales, su ejemplo puede servirnos como fuente de inspiración para enfrentarnos a las problemáticas contemporáneas. Zelmar demostró que es posible participar de la actividad política con sensibilidad, cabeza abierta, coraje y fidelidad a los principios. Bibliografía Di Candia, César. Ni muerte ni derrota. Testimonios sobre Zelmar Michelini. Montevideo: Fin de Siglo, 2006. Jaunarena, Mario. El pueblo vencerá. Montevideo: Ediciones Fundación, 1985. Rodríguez, Mauricio. Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016.

Fuentes - Diario Acción. - Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1990-1992. Tomos I a VI. - Revista Reporter. - Semanario Hechos. - Semanario Marcha.

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Zelmar, el amigo Juan Raúl Ferreira

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Lo que se habló sobre Zelmar el año pasado, a cuarenta años de ser asesinado junto al Toba [Héctor Gutiérrez Ruiz], Whitelaw y Rosario Barredo, secuestrado el día antes de que lo fuera Manuel Liberoff, fue abundante. Se escribió mucho, hubo ciclos de conferencias, todo tipo de recordatorios. Pero recién ahora, pasados unos meses de aquellas actividades, me doy cuenta de algo muy importante: se habló y salieron a luz muchas más cosas sobre su vida que sobre su trágico final. Es maravilloso recordar su muerte enriqueciéndonos con testimonios de su vida. Un día, tomando un café en el hotel Liberty, donde vivió su breve exilio, me dijo: “Yo a tu padre lo quiero y lo respeto, y esos son los dos ingredientes que hacen una amistad”. Si yo fuera a describir todo lo que me di cuenta en ese instante, y de ahí hasta el día de hoy todo lo que para Zelmar significaba “respetar y querer”, tendría que hacer un libro. Fui testigo de lo que eso significaba en su relación con mi padre, ¿y por qué no decirlo si lo siento?, con mi madre y conmigo, sobre todo durante el exilio. Yo era de los secretarios del Senado autorizados a entrar a sala. Solía pasar buena parte de mi tiempo llevando papelitos de uno al otro. Tenían los mismos códigos de humor, aunque estilos distintos de manifestarlo. Papá era de sonrisa irónica. Zelmar de un fino humor muchas veces expresado con el rostro serio. 81

Un día me hizo una seña en sala. Llegué a su lado y en vez de darme una notita me tomó fuertemente de mi brazo derecho con su mano izquierda e inquirió: —¿Cómo es su nombre? —Juan Raúl Ferreira —balbuceé un poco asustado. —¿Me permite su carnet? Lo miró y me dijo: —Puede permanecer en sala. Claro que para mí es imborrable. Pero también con el paso de los años, cuando uno puede darse el lujo de medir aún esos detalles de la vida cotidiana con cierta perspectiva, aprecio esa anécdota como una expresión de cariño, algo tan importante para Zelmar. Recién ahora con algunas canas, me doy cuenta que desde ese día nuestra relación no volvió a ser la misma. Quizás fue el inicio de algo que me permitió tener en él, durante el exilio compartido, algo más que el gran amigo de mi padre. Papá no tuvo tantos amigos. Sin duda, y de modo diferente, Zelmar y el Toba fueron dos de ellos. Es difícil decirlo. Hay gente que me para por la calle y me dice: “Fui amigo de su padre” y luego narran que una vez le apretaron la mano y no lo olvidaron nunca. ¿Cómo hablar de los pocos amigos de Wilson sin traicionar esa confianza depositada por tantos? Yo diría que por ellos estaba dispuesto a dar todo. Pero confiaba sus cosas más íntimas, dudas, inseguridades, alegrías con la misma libertad solo a unos pocos. Y en el momento que más los precisaba perdió dos de los mejores. Esa amistad sin duda abría puertas para un diálogo mucho más transparente en temas políticos. 82

Pero iba mucho más allá de eso. Era más fácil coincidir en ese clima, pero también era más fácil discrepar en ese tono. Aunque debo de decir que en el último período democrático las veces que discreparon, todas ellas, Wilson terminó reconociendo públicamente que se había equivocado. Cometió muchos errores. Pero no vacilaba en reconocerlo y asumir su responsabilidad por estos. Otros tiempos. En el exilio no recuerdo —quizás la hubo— ninguna discrepancia. Pero esta irrupción masiva ante la opinión pública de detalles de la vida de Zelmar permite entender mucho del porqué y el modo de aquella amistad. Yo aprendí ya veterano que la clave está en que se encontraron mucho antes de conocerse. Leo sobre su vida, escucho a sus hijos, atiendo las conferencias y me doy cuenta de que la familia Michelini tenía diez hijos y mis padres tres, pero en todo lo demás tuvimos una vida familiar muy parecida. Ahora se ve con más claridad que mucho de ello dependía de un paisaje cotidiano común de la juventud de nuestros padres, de los temas de la mesa, de la tertulia en la intimidad familiar. Andaban pisándose los talones sin conocerse. A lo mejor hasta de muchachos se cruzaron más de una vez antes de conocerse en la militancia gremial estudiantil. El golpe de Terra, el entierro de Brum, la guerra civil española, la lucha contra el advenimiento del fascismo los agarró del mismo lado: batllistas, blancos independientes, socialistas, comunistas, salían a manifestar juntos por la República en España. Todos ellos acudieron al llamado que por aquellos años hiciera Julia Arévalo para crear una gran corriente antifascista. 83

De todas las historias que oía en mi niñez, el único personaje que conocí personalmente fue a la Pasionaria.1 No solo sentí en ese momento la majestuosidad de la historia, sino también que entraba por un túnel del tiempo a la temprana juventud de mis padres. ¿No le hubiera pasado lo mismo a cualquier hijo de Zelmar? Mamá se fue hace tan poco que no puedo creer todos los testimonios en los que he podido hurgar. En el reverso de la tapa de un libro sobre la guerra mamá cuenta que en los actos de solidaridad republicana conoció a papá.2 Ella iba con su madre, y Wilson las llevaba de regreso “en ómnibus, pero pagaba el boleto”. Y termina diciendo: “La Guerra Civil Española, nuestra guerra, nos hacía vernos. Cada episodio, fuera la llegada de un líder exiliado o un acto de solidaridad, nos hacía encontrar. De algo tan trágico (y que nos generaba tanta pasión) surgió todo. Qué rara la vida: tantos muertos para dar inicio a algo tan feliz”. ¿Hubiera sido raro que esta historia les hubiese ocurrido en su tiempo a Zelmar y Elisa? Es decir que cada vez estoy más seguro de que cuando se conocieron deben haber descubierto que la arcilla de que estaban hechos y cómo esta había sido moldeada eran los ingredientes para “quererse y respetarse”. A eso se le agregaron hechos de la vida pública que ambos abrazaron y no podía no nacer la entrañable amistad que no pudo romper la muerte. Uno agnóstico, otro creyente, uno batllista, otro blanco, uno funda el Frente Amplio, el otro compite con él electoralmente. Sin embargo, uno piensa en ambas figuras y los imagina juntos construyendo sueños. 1. Dolores Ibárruri. 2. Vilar, Pierre. La guerra civil española. Barcelona: Grijalbo, 1986.

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Quizás eso debe hacernos pensar en el mundo complejo que hoy vivimos qué coincidencias y qué discrepancias son las que debemos observar para la construcción de un mañana. La pregunta es ¿de dónde venimos o a dónde vamos? Y después queda una lista de dudas que solamente con ambos vivos tendríamos autoridad moral para contestar. Y así vivieron en coincidencia y discrepancia su vida, como amigos. Antes ya de los años duros, Zelmar fue muy generoso con Wilson. Como cuando se votó la Ley 13.326 el 22 de abril de 1965, sobre finales del gobierno blanco, cuando a Wilson ni siquiera le acompañaba su partido en derogar determinados privilegios a los legisladores. La Lista 99 como otros sectores progresistas del Partido Colorado lo apoyó, al igual que los legisladores de diversos partidos de izquierda sin pedir nada a cambio. Porque era lo correcto.3 La llegada del pachecato encontró a Wilson y Zelmar ya muy amigos. Nunca supe si la amistad surgió de las coincidencias o estas fueron surgiendo de la enorme confianza que Wilson le dispensaba a Zelmar. Pero la renuncia de este a su cargo de ministro, cuando Pacheco adopta Medidas Prontas de Seguridad, era un episodio que Wilson evocaba con unción. El inicio de la oscura era de Juan María Bordaberry (oscura desde antes del golpe) hace que Wilson encuentre en su amigo Zelmar un compañero de lucha. Ahora es común que con gobierno de un partido presida la Cámara de Diputados alguien de la oposición. Esto no era así. Los que fuimos contemporáneos de otros tiempos a veces no nos detenemos a explicar 3. Ferreira, Juan Raúl. “El libro de Zelmar”. UYPress, 13/05/2016. Disponible en: ‹http://www.uypress.net/auc.aspx?68840,67›.

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estas cosas. El golpe fue hace casi 48 años. Los que hoy tienen menos de cincuenta años tenían a lo sumo dos años. Muchas veces los más veteranos no nos detenemos a explicar lo que no se autoexplica. La presidencia de la Cámara la ejercía aquel que hubiera reunido la mayoría parlamentaria (durante el bipartidismo, el que ganaba). Con Bordaberry no podía ser así por tres razones. La primera: por contralor. Era necesario balancear el autoritarismo creciente que el Ejecutivo mostraba ya desde su antecesor. La segunda: por política. Bordaberry había desoído el reclamo de Wilson de que no le “manoseara el Partido” formando mayoría con la minoría blanca. Los movimientos Por la Patria y de Rocha quedaron fuera del gobierno. La tercera: por garantías. Wilson sabía que el Toba ya era un objetivo de los golpistas. Y sabía que llegar a la presidencia de la Cámara no solo le daría mucho respaldo al propio Toba, sino que este, desde ese cargo, ejercería su influencia (como efectivamente ejerció) para enfrentar la escalada represiva.4 El Toba tenía que ser presidente y para ello se precisaban los votos de los diputados del Frente Amplio. El diputado Rodney Arismendi tuvo la primera conversación con Wilson. Le advirtió, compartiendo el planteo, que más allá de ser una decisión de la bancada de diputados, era importante generar un estado de opinión dentro del Frente. En pocos minutos Zelmar estaba en el despacho de Wilson (era de los pocos que no tenía que golpear para entrar). Se echó el tema encima y el 15 de febrero de 1972 el Toba 4. Ver, por ejemplo, el testimonio de la ministra Liliam Kechichian de cómo Toba salvó su vida y la de decenas de jóvenes comunistas en la víspera de la masacre de la seccional 20a de ese partido.

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asumía la presidencia de la Cámara con votos blancos y frentistas. Un año más tarde, todo era más difícil. Estábamos a poco del golpe y en Bordaberry la decisión no cabe duda que estaba tomada. En filas del Partido Nacional, ya no el Toba, Wilson comienza a tener dificultades. Muchos legisladores quieren que se repita el acuerdo pero para optar por otro legislador. Reelegir al Toba, para algunos, era “riesgoso”. Para Wilson, las tres razones que habían valido para que se lo votara se volvían ahora aún más valederas. Tuvo una reunión con su bancada y, lo que nunca se ha dicho, luego una reunión (tipo confesionario), de a uno, con todos los diputados. Otra vez necesitaba ayuda de su adversario partidario cada vez más compañero de lucha. Y una vez más Zelmar carga con el tema al hombro, Arismendi vuelve a coincidir con la necesidad de que el acuerdo prospere. Pero esta vez no se estaba pidiendo solo el voto. Se pedía que el Frente condicionara el acuerdo para votar un presidente de la mayoría blanca a que este fuera otra vez el Toba, y así fue. Pronto el golpe se vino encima. Me llama la atención que poca gente se pregunte por qué, en la célebre sesión de despedida del Senado, Zelmar no estuvo. La respuesta es que ya no estaba en Uruguay. Seregni y Wilson habían coincidido en el enorme riesgo que corrían Toba y Zelmar. Y aunque el primero fue más duro de convencer, Zelmar podía jugar un papel muy importante. Había que sacarlos del país, habían acordado el general Seregni y Wilson. A media mañana Zelmar estaba en casa, y yo también, por esos privilegios que me ha dado la vida; 87

no por méritos propios, sino por las circunstancias de esta. El golpe se iba a dar en forma indirecta. Hacía varias semanas que el Poder Ejecutivo había pedido el desafuero de Erro. El Parlamento lo negó. Erro había viajado a Buenos Aires a dar unas charlas invitado por la Juventud Peronista. Había que parar su regreso porque se poseía información fidedigna de que sería capturado, a pesar de su inmunidad parlamentaria, apenas pisara tierra oriental. Así lo conversan Zelmar y Wilson en casa y desde allá hablan por teléfono con Seregni, a cuyo domicilio se dirige de inmediato Zelmar antes de partir. Cuando salió de casa papá dio un respiro profundo y dijo: “Ahora convencer al Toba. Ellos dos no pueden estar acá esta noche”. “No pueden estar acá esta noche”, repitió. Tras el atentado a las instituciones los amigos se reencuentran en Buenos Aires. Es cierto que comenzaron a soñar juntos un futuro democrático que los encontrara en la misma vereda. No era secreto. Pero ojo, no era en tono de pactos, componendas ni repartos. Era que, a medida que se profundizaba la lucha, se hacía carne la idea de un Uruguay democrático de amplia base popular. Zelmar, no porque hiciera falta, sino porque era parte de aquellas largas conversaciones, siempre recordaba su solidaridad absoluta a la figura y conducción política del general Liber Seregni. Y ahí, y quizás entre otras cosas por ello, vino el zarpazo del secuestro y de la muerte. No quiero detenerme una vez más en el relato de aquella noche. Horas antes había estado con cada uno de ellos. Cuan88

do Alfonsín me informa que los encontraron muertos, él fue a avisarle a la familia de Zelmar y yo a papá, que abandona la protección diplomática que tanto nos había costado lograr para ir a contarle a Matilde y a la familia de Toba. Después de devueltos los respectivos restos, íbamos imprudentemente en taxi de un velatorio a otro y en el trayecto veía llorar a mi padre por primera vez desde la muerte de su madre. “Por qué no me habrá tocado a mí”, repetía en los trayectos para exhibir luego serenidad al ingresar a uno y otro lugar de duelo. Nos fuimos de Argentina pero nos siguieron acompañando. Mamá, que viajó días más tarde para poder despedirse de su madre, llevó consigo dos fotos muy lindas de ambos sonriendo para sustituir la más triste de ambos que habíamos levantado con papá de la prensa. “Así quiero que nos acompañen siempre, como fueron en vida, que sigan vivos siempre a nuestro lado”, nos dijo. Y fue verdad. Nos siguieron acompañando. No había discurso donde Wilson no lo nombrara. Y también a su sueño. Así, en un acto de la CNT presidido por Sixto Amaro, actual director del Banco de Previsión Social (BPS), dijo sentirse acompañado de Seregni, que es su amigo y adversario y que seguirá siendo su amigo, pero aspira que al regreso no siga siendo su adversario. Agrega que se siente acompañado por los presos políticos, por Liberoff, por el Toba: “como si sus pasos me siguieran quedamente”. Y entonces dijo: “Me siento muy acompañado por Zelmar. ¿Cómo no me voy a sentir acompañado por él, combatiente por la libertad y amigo entrañable? No puedo pensar en uno sin pensar en el otro”. 89

Las últimas palabras de esa intervención también fueron para sus amigos muertos: “Me parece que hasta estuvo bien que hubiera cierta justicia en la tragedia, en que cayeran juntos. Hay en esto una hermosa lección de unidad que todos debemos preservar”.

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Wilson y Zelmar: un proyecto político, económico y social que hubiera transformado al Uruguay Carlos Luppi

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El Uruguay entero se honra recordando a uno de sus hijos más preclaros, impulsor del desarrollo y la independencia nacional, mártir de la democracia y que sin duda, y bien sabemos que la ucronía es el más amargo de los ejercicios, hubiese sido un gran presidente de la República. A Zelmar se le aplica perfectamente lo que dijo Theodore Sorensen respecto al asesinato de John Fitzgerald Kennedy. En su monumental biografía de Kennedy, Sorensen, quien fue su asesor principal y amigo, escribió en relación al asesinato del presidente: “Comprenderán que no escriba sobre el hecho en sí mismo, ni sobre las circunstancias que lo rodearon. Me basta decir que lo peor de todo es lo que el mundo perdió”.1 Con la muerte de Kennedy quedó abierto el camino para la guerra de Vietnam, y, por lo que hemos ido sabiendo, se cerraron las puertas de un entendimiento con Cuba y acaso con la Unión Soviética (URSS) de Nikita Kruschev, que hubiera puesto fin a la Guerra Fría un cuarto de siglo antes, evitando “guerras vicarias”, como las que tuvieron lugar en América Latina en los años setenta. Con el asesinato del entonces senador (en el exilio) Zelmar Michelini (perpetrado junto al del 1. Sorensen, Theodore. Kennedy. Nueva York: Harper & Row, 1965.

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presidente de la Cámara de Diputados, Héctor Toba Gutiérrez Ruiz, los de los extupamaros Rosario Barredo y William Whitelaw, el de Manuel Liberoff —que permanece desaparecido— y el intento de matar a Wilson Ferreira Aldunate), seguramente se frustraron las negociaciones que podrían haber conducido a elecciones condicionadas en noviembre de 1976, poniendo un fin seguramente más digno que el que tuvo a la dictadura inaugurada con el golpe de Estado del 27 de junio de 1973. Como se dijo, los asesinos sabían muy bien a quién mataban. Zelmar perteneció a un tiempo —incomprensible para las personas que hoy tengan menos de cuarenta y cinco años— en que la política era uno de los más nobles destinos a los que podía aspirar un ciudadano. En esa época significaba afrontar una vida dedicada al servicio público y a la formación —propia y ajena— para servir a la nación. Los mejores hombres llegaban a la política a sacrificar sus fortunas, sus felicidades personales y hasta sus vidas en pos del bien común. Quienes hoy legítimamente no puedan creerlo pregunten a sus mayores. Muchos jóvenes de entonces faltábamos a clase en secundaria y en la universidad para ir al Parlamento a escuchar a nuestros políticos, a aprender de ellos, luchar por ellos, y a menudo establecíamos vínculos de admiración y afecto por encima de partidos, aun cuando era una época rigurosa en el sentido de pertenencia. Tuvimos ayer nomás, hace cuarenta y pocos años, que no es nada en la historia de las naciones, una de las clases políticas más notables del mundo. Había figuras admirables en los tres partidos de entonces, en el Partido Colorado, por ejemplo, se 94

destacaban Luis Hierro Gambardella, Manuel Flores Mora, Amílcar Vasconcellos y Carlos W. Cigliuti; en el Partido Nacional estaba el liderazgo indiscutible de Wilson, la más trascendente figura de esa colectividad en el siglo XX y lo que va del XXI, y hombres de la talla de Dardo Ortiz, Pedro Zabalza y Guillermo García Costa. En el caso del Frente Amplio, estaban Zelmar, Juan Pablo Terra y el comunista Rodney Arismendi, que tuvo estatura de teórico marxista a nivel mundial. A estos hombres, sin distinción de banderas, los respetábamos a todos en tiempos de dura y permanente confrontación ideológica. Prueba de ello es que Wilson Ferreira Aldunate, a quien este expositor seguía, nos enseñó a admirar y querer a Zelmar Michelini, estadista entonces frentista, de origen colorado y batllista, con quien quiso desarrollar un proyecto político que aquí se refiere, que hubiera cambiado toda la historia posterior. Cuando ese parlamento cayó el 27 de junio de 1973, en un golpe cívico militar encabezado por el entonces presidente Juan María Bordaberry, hombres y mujeres de todas las generaciones hicimos una huelga general de quince días que asombró al mundo. Esto nos lleva a dos conclusiones: i) Desde hace algunos años asistimos a la escritura de una versión de la historia reciente, encabezada por los libros La agonía de una democracia y La reconquista, de Julio María Sanguinetti, y varios autores que son funcionales a esta, que señala que la salida de la dictadura se dio exclusivamente gracias al diálogo entre el Partido Colorado y las Fuerzas Armadas, negando la acción política militante de los uruguayos dentro y fuera del país, negando la importancia de la huelga 95

general en junio/julio de 1973 y minimizando hechos como la jornada del 9 de julio de 1973 y las condiciones que sufrieron los presos políticos de la dictadura. Los que vivimos esos tiempos y estuvimos siempre en la oposición a Pacheco, a Bordaberry y a la dictadura debemos oponernos a esta versión con documentos en la mano, por todos los medios posibles. ii) Un país no puede desarrollarse ni ser independiente sin una gran clase política, como la que integraron Zelmar, Wilson, Maneco Flores Mora y otros. Es necesario integrar a los jóvenes a la acción política para que no nos encontremos un día con la amarga sorpresa de que ganó un émulo de Donald Trump o Marine Le Pen. Formuladas estas consideraciones preliminares, vamos al tema de fondo: la amistad y la comunión de los proyectos políticos, económicos y sociales que impulsaban Zelmar y Wilson. Wilson y Zelmar: un proyecto político común Un fenómeno fascinante como pocos de nuestra historia es la amistad entrañable y comunidad de ideas que hubo entre estos dos hombres surgidos de orígenes tan diferentes y que batallaron la mayor parte del tiempo en bandos aparentemente distintos. Uno provenía de Cerro Largo, en el interior profundo, de una familia de posición económica desahogada, católica y de origen radicalmente blanco. El otro pertenecía a la clase media montevideana, profesaba un fervoroso batllismo de tintes socializantes. Uno fue ministro de Ganadería y Agricultura y el otro fue ministro de Industria y Comercio. 96

Es necesario consignar un hecho poco recordado: al comenzar el segundo gobierno blanco (1962-1966), en 1963, el Partido Colorado anunció que no votaría el Presupuesto Nacional, como nos contó detalladamente el extinto senador y exministro Guillermo García Costa. Ello equivalía a paralizar el Estado. A quien se negaba el vital elemento era al país, pues, al quedar sin Ley de Presupuesto, el Estado detendría su marcha en seco. Un legislador colorado se hizo famoso por la frase: “A los blancos ni un vaso de agua”. Pues bien, quien impidió que esa tragedia se consumara fue el voto decisivo y generoso de Zelmar Michelini, a pedido de Wilson, acaso el primero de los que dio contra la mayoría de su partido. Eso lo marcó a fuego en la interna, y selló para siempre la entrañable amistad entre dos jóvenes legisladores completamente distintos en apariencia, Zelmar y Wilson. El senador Rafael Michelini, hijo de Zelmar, en testimonio para este cronista, recogido en libro, señala: “La amistad entre Wilson y mi padre comienza muy temprano, cuando cursaban estudios de Derecho. Debe recordarse que Zelmar y Wilson se turnaron en el cargo de Secretario General de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, de ahí viene su primer conocimiento”. El legislador agrega que llegan casi juntos al Parlamento y que comparten una multitud de intereses —la misma pasión por la cultura, una ética integral, la aspiración de un Uruguay mejor—. Eso los hizo, como comentaba Wilson, “amigos entrañables”. “Tal es así que Zelmar llegó a aconsejar a Wilson en varias oportunidades: una de ellas fue en el curso de una de sus famosas interpelaciones, lo llamó al Ambulatorio y le pidió ‘clemencia para los vencidos’, es decir que, 97

dado que la suerte ya estaba echada, no continuara golpeando al ministro —un sinvergüenza— que ya estaba derrotado”. Agrega el senador Michelini: “Varios funcionarios del Palacio me relataron que prueba de esa estima o cariño que se tenían es que el Dr. Canessa relató que, en una ocasión en que mi padre tuvo un fuerte malestar —fruto de su hiperactividad— y le recomendó descanso, Wilson insistió en que fuera a descansar a su estancia de Rocha como única forma de sacarlo de la vorágine. No sé si se concretó o no, pero si no se concretó, habrá sido porque mi padre amenazó ir con todos sus hijos. Te imaginas, somos diez”. En referencia a las oscuras jornadas de 1973, Rafael Michelini relató también: “El 25 de junio, mi padre visitó a Wilson en su casa por la mañana con buena información: los dados ya estaban echados. Acordaron que iría a Buenos Aires a impedir que Erro, que estaba allá, volviera, porque su detención era el pretexto para el golpe. La mañana del 27 de junio de 1973, ya con el golpe de Estado encima, Zelmar llama por teléfono a Wilson desde Buenos Aires y éste le ruega que no vuelva. No era fácil convencer a mi padre, pero la fórmula que empleó Wilson fue demoledora: le dice enigmáticamente: ‘quedate tranquilo que yo voy para ahí’, seguramente preanunciando lo que sería su propio exilio”. Los unieron la hombría de bien, la vastedad de sus culturas, el deseo de un Uruguay mejor, la lucha sin tregua por las libertades y el desarrollo económico con justicia social. En su carta al teniente general Jorge Rafael Videla, del 24 de mayo de 1976, dice Wilson: “… Zelmar Michelini era padre de diez hijos y también desde 1973 trabajaba de sol a sol aquí en Buenos Aires para mantener a su 98

mujer y a sus hijos pequeños, y para ayudar a los un poco más grandes, que todos son muy jóvenes. Diputado, Ministro, Senador, siempre militó en filas políticas distintas que las de Gutiérrez Ruiz y las mías. Pero todos sentimos siempre por él un inmenso respeto, que se volvió, hace ya bastantes años, amistad entrañable”. Sus ideas coincidían en materia de desarrollo, y encontraron su expresión en las propuestas de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE). Era natural que dos talentos políticos extraordinarios y animados de la misma voluntad de desarrollar el país como Zelmar y Wilson se involucraran decididamente en la CIDE. Al respecto, el libro Ideas y competencia política en Uruguay (1960-1973). Revisando el “fracaso” de la CIDE, del Dr. Adolfo Garcé, señala: “Ciertamente Ferreira Aldunate fue el político que más intensamente se involucró en la experiencia de la CIDE. La doctrina básica del Plan Nacional de Desarrollo se ajustaba muy bien a los principales rasgos del pensamiento de Wilson para quien, desde los tiempos ya lejanos de su simpatía hacia Quijano y la Agrupación Nacionalista Demócrata Social, la reforma agraria constituía una prioridad absoluta. […] El sector colorado que se lanzó más decididamente al encuentro de las ideas desarrollistas fue la Lista 99. El paralelismo entre Zelmar Michelini y Wilson Ferreira es muy nítido: dirigentes jóvenes, brillantes, atrevidos, modernizadores. Wilson construirá a fines de los sesenta la agrupación ‘Por la Patria’, abandonando la lista 400 de los Beltrán; Michelini lanzará la Lista 99 ‘Por el Gobierno del Pueblo’, independizándose de la imponente figura de Luis Batlle”.2 2. Garcé, Adolfo. Ideas y competencia política en Uruguay (1960-1973). Revisando el “fracaso” de la CIDE. Montevideo: Trilce, 2002.

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Efectivamente, las coincidencias profundas en el pensamiento de ambos hombres encontraron su expresión en las propuestas de la CIDE. Bien sabemos que ellas implicaban reforma agraria, nacionalización de la banca, nacionalización del comercio exterior, esfuerzos masivos en educación, ciencia y tecnología y un profundo cambio en la distribución de la riqueza. Lo que se postergó en la década del sesenta y en 1971 estaba listo para ser aplicado en las primeras elecciones posdictadura, y fue por eso que ocurrieron los hechos de mayo de 1976. Como dijo Wilson: “Los asesinos sabían muy bien lo que hacían”. Los unió la lucha contra el autoritarismo del presidente Jorge Pacheco Areco (1966-1972), contra la emergencia del poder militar en 1972 y contra la dictadura. Después del 27 de junio de 1973, los unió el destino del exilio, que dio con ellos en el Buenos Aires de la “primavera peronista”, que pronto iba a terminar trágicamente. Dicha amistad fue testimoniada en las dos cartas abiertas que el periodista Roberto García, que en 1976 era columnista del diario La Opinión (dirigido por el legendario Jacobo Timerman) junto con Zelmar, escribió en un vano esfuerzo orientado a que sus captores lo devolvieran con vida. “Eran memorables los enfrentamientos parlamentarios entre Michelini y Ferreira Aldunate —escribió García—. Se enfrentaban como solo podían ellos dos hacerlo, y después del combate Zelmar pasaba en silencio delante del escritorio de su oponente y dejaba, invariablemente, un caramelo de leche”. El periodista García fue hecho depositario por Zelmar de una carta donde este afirmaba que si llegaba a aparecer en Uruguay, ello sería fruto de un traslado contra su voluntad. “Cuando le dije que su 100

vida peligraba más que su libertad —dice García— me miró con una sonrisa cansada y me lanzó, como tantas veces, un caramelo de leche”. Todo hace suponer que Zelmar Michelini, contrariamente al Toba Gutiérrez Ruiz y a Wilson (que, dominados por su incurable optimismo, no veían la pavorosa circunstancia que se cernía sobre ellos), era plenamente consciente de la posibilidad de ser secuestrado y trasladado a Montevideo. Este cronista habló muchas veces con el senador Zelmar Michelini en el lobby del hotel Liberty —donde atendía y facilitaba trámites de radicación a centenares de personas por día (“sin preguntarles sus ideas, sin preguntarles, siquiera, si eran uruguayos”, como dijo Wilson) — y lo vio sufrir un proceso de envejecimiento acelerado que, por supuesto, no disminuía su prodigiosa inteligencia. Era el sufrimiento causado por las noticias que le llegaban intencionada y permanentemente, acerca de los sufrimientos que padecía su hija Elisa, detenida en Uruguay, y de lo cual se le hacía sentir culpable. Así como previó su secuestro, todo indica que tampoco la circunstancia de que lo asesinaran era ajena a su comprensión, pero que no la temía porque estaba corroído por un dolor mucho más intenso que el que pudiera infligirle cualquier tortura. En el exilio en Buenos Aires, en la “primavera camporista” de 1973 (que iba a terminar trágicamente en 1976), creció un proyecto político común entre Zelmar y Wilson, que la maquinaria del Plan Cóndor se ocupó minuciosamente de exterminar. Este cronista conoció la existencia de tratativas, aludidas públicamente en varias ocasiones, entre Wilson y Zelmar para iniciar una acción política orgánica conjunta cuando regresaran a Uruguay (Michelini estaba férreamente opuesto a la conducción 101

hegemónica que algunos sectores pretendían dentro del Frente Amplio), y ello obra en el conocimiento de numerosos protagonistas. Aquella iniciativa hubiera cambiado la historia del Uruguay. Otra vez, como escribió Wilson: “Los asesinos sabían muy bien lo que hacían”. El proyecto político común: dos testimonios personales Testimonio del cronista A fines de 1975 visité el apartamento de Wilson y Susana en la calle Corrientes Angosta, en una de las tantas visitas que pude hacerles en el período que medió entre febrero de 1974 y mayo de 1976. Ese día estaba solo y empezamos a conversar sobre unas notas de La Opinión (el diario donde escribía la crema y nata; el propio Zelmar, por ejemplo, y que yo leía regularmente). De repente, a boca de jarro, en el medio de comentarios sin mayor trascendencia y con la sonrisa de siempre, me preguntó: “¿Cómo ves en las próximas elecciones la fórmula Ferreira AldunateZelmar Michelini?”. Aquello, en aquellos tiempos (en cualquier tiempo) era equivalente a una bomba atómica en la política uruguaya. En el pasado (años 1970-1973) era habitual que Wilson preguntara la opinión de sus militantes sobre cuestiones determinadas, sin perjuicio de que luego hacía lo que él pensaba, sin tener en cuenta mayorías ni opiniones calificadas. En particular, era muy frecuente que le preguntara a los militantes del Movimiento Universitario Nacionalista (MUN), ya que a través de ellos podía testear a la vez la opinión de los jóvenes —que privilegiaba, porque los consideraba su 102

base y su mayor fortaleza ya que “éramos de él”— y de los universitarios, que necesariamente deberían estar más empapados de la realidad política y económica y de las discusiones del momento. Él auscultaba lo que pensábamos y lo que ocurría en esos ámbitos y, como ya se ha expresado, resolvía según su parecer. Ante la pregunta yo quedé en suspenso, totalmente confundido. Lo primero que me vino a la mente fueron las estructuras partidarias a que pertenecían los nombrados —Partido Nacional y Frente Amplio— y el carácter mítico que siempre se quiso dar a la fórmula presidencial Wilson Ferreira Aldunate-Carlos Julio Pereyra. —Pero… ¿y Carlos Julio? —tartamudeé. Rapidísimo como era, pero sin alterar su tono risueño, afirmó: —Ah, a ti te preocupa Carlos Julio. Era conocida en aquella época cierta rivalidad entre las juventudes de los movimientos Por la Patria y de Rocha, que llegaba al MUN. Ocurría que cada cual, obviamente, respondía a sus líderes, pero la puja se encubría bajo la discusión de quién era “más progresista”. —No, a mí no me importa Carlos Julio —dije—, pero… —¿Pero…? —dijo, esperando un desarrollo. —Y bueno, están las estructuras partidarias… —dije, y me quedé en silencio. —Supongamos —continuó Wilson tranquilamente, palabras más o palabras menos— que todos los problemas partidarios y legales se resuelven y se plantea la fórmula Ferreira Aldunate-Michelini. ¿Qué opinión te merece? ¿Qué pensarían tus compañeros ‘munes’? 103

Para mí aquella fórmula era como un sueño dorado inimaginable e imbatible y así se lo dije. En aquellos meses había visitado cada tanto a Zelmar en el hotel Liberty, donde me recibía como a los cientos de uruguayos y extranjeros que acudían diariamente. Mi admiración por él —inducida por Wilson, que más de una vez nos había dicho a los del MUN que no había otra cosa que mirarlo a los ojos para saber que decía la verdad, y que sabíamos del afecto especial que los unía— se había agigantado. En el año 1972 yo había visto a un esplendoroso hombre todavía joven en la culminación de su carrera política, que una vez en el ambulatorio del Senado nos dedicó a un puñado de “munes” una hora y veinte de su valioso tiempo de senador de la República. En esa época no eran de uso los trasiegos partidarios, o sea que no estaba haciendo proselitismo, sino política con mayúscula. Pocos meses después, a principios de 1974, veía a un hombre que enflaquecía y envejecía vertiginosamente y en quien —a pesar de que nunca se quejó— se traslucía un intenso sufrimiento. El pelo largo, que había sido enrulado y reluciente hacía unos meses, se había convertido en una masa blanca y quebradiza. Pero no perdía su cortesía, su paciencia ni su humor. Me decía siempre: “¿Cómo está, contador?”, y a mí, veinteañero, me daba una vergüenza terrible, porque todos nosotros no éramos nada al lado de aquellos gigantes que componían la clase política en 1973. —Esa fórmula sería hasta demasiado —dije al fin—, sería como el sueño del pibe. Además sería imbatible. Quedó meditando en silencio, esperando más comentarios. 104

—Bueno, es muy claro: tú representás el nacionalismo más progresista y él es el batllismo más socialdemócrata. Tú sos la reforma agraria y la nacionalización de la banca, y él es el desarrollo industrial. Tú sos el “pituco” por antonomasia —a Wilson le molestaba horriblemente que le dijeran “pituco”, pero su lenguaje y modales eran exquisitos, y yo tenía la suficiente inconsciencia juvenil y confianza como para “torearlo”— y él es el típico representante de las clases medias. Los dos son los mejores oradores de barricada que existen… —Los mejores oradores, querrás decir… —me interrumpió—, y lo de “pituco” ya sabés… —Bueno, los mejores oradores, los líderes más fuertes y dinámicos de ambos partidos, no sé qué más decir —dije medio abrumado. —¿O sea que no habría argumentos en contra? —Sacando los estructurales —repito—, es el sueño del pibe. Cortó el tema y seguimos con otras cosas. Este cronista ha publicado testimonios en el mismo sentido brindados por Luis Alemañy, el Dr. Alberto Zumarán, Carlos Julio Pereyra y el Dr. Guillermo García Costa. Testimonio del senador Rafael Michelini En su despacho lleno de libros y fotografías, el senador Rafael Michelini nos recibió el jueves 23 de marzo de 2006. En esa oportunidad nos narró el trámite inicial de esa amistad a la que ya hemos aludido. Preguntado acerca del acercamiento político entre Wilson y su padre, el legislador nos contó, con la 105

prudencia del caso: “Hay muchos elementos sobre el proyecto político común que acariciaban hacia 1975, cuando todavía funcionaban las negociaciones de Végh Villegas, pero también sé de fuentes intachables versiones de que Wilson, ya desde 1970, pensaba articular — vaya a saber por qué medios— un acuerdo con mi padre. Y lo menos que me dicen es que Zelmar ‘lo dejó hacer mientras pudo’, aunque la vida después dispuso otra cosa. No era fácil juntar todo el centro y la izquierda del país, unir lo que Wilson y mi padre significaban. ¿Te imaginás? El país hubiera sido otro”. Ucronías amargas Uruguay es un país desdichado. Zelmar Michelini pudo ser el vicepresidente de Gestido y sucederlo a su fallecimiento en 1967, en lugar de Jorge Pacheco Areco. Otra hubiera sido la historia, como otra hubiera sido con una victoria de Wilson en 1971, y también con un gobierno de Zelmar y Wilson en 1984, o incluso después. La ucronía es un emprendimiento estéril y a menudo amargo, pero es difícil pensar que si hubieran vivido Zelmar Michelini y Carlos Quijano (fallecido el 10 de junio de 1984), hubiera podido darse una salida cojitranca como fue la de 1984. En lugar de la “administración de la crisis” que hizo el Dr. Julio María Sanguinetti hubiéramos tenido un formidable impulso al país productivo, y tendríamos otra nación, y no la tierra devastada que dejó la catástrofe de 2002, originada en factores endógenos como el “atraso cambiario” (el crecimiento se recuperó de inmediato tras la devaluación), y no por “accidentes en los mercados internacionales de capital”, como han intentado hacernos creer los economistas neoliberales. 106

“Que nadie me recuerde con tristeza” Pocas vidas ha habido entre nosotros más plenas, más llenas de espacios y de diálogos, que las del político, escritor, periodista, deportista, “capitán de industrias” y, sobre todo, constructor de grandes proyectos políticos como no han vuelto a edificarse en Uruguay (baste pensar en su 99, en el Frente Amplio, y en su eventual alianza con Wilson, se diera en el marco que se diera), de generosidad, de claridad, de amor al prójimo, que la de Zelmar Michelini. Algunos de los recuerdos que más atesora este cronista fueron las irreproducibles conversaciones que escuchó, a veces entre una multitud, a veces solo, en la mesa del café Tortoni en que se reunían el Toba, Zelmar y Wilson. Allí palpitó, entre un humor que cubría la angustia, la esperanza del Uruguay. Como dijo Mauricio Rodríguez en su excelente libro La voz de todos: “Zelmar fue sueño, esfuerzo, talento, proyecto y luz”.3 Que Dios lo bendiga.

3. Rodríguez, Mauricio. Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016.

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El último Zelmar Zelmar Michelini (h)

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Mi primer impulso fue declinar la invitación de participar en este coloquio por dos razones principales, pero es difícil decirle que no a la Fundación y mucho más aún a mi hermana Cecilia, que tanto empeño y corazón pone en el desarrollo de sus actividades. La primera razón obedece a que no tengo la ciencia ni la paciencia propias del investigador, del historiador, para contrastar una hipótesis inicial de trabajo con las fuentes documentales a fin de corroborar su pertinencia. Mis reflexiones se basan sobre todo en la experiencia, siempre limitada, de protagonista parcial o simple testigo directo de algunos hechos u observador de los acontecimientos en general. La segunda tiene que ver con la dificultad que percibo, en lo que a mí respecta, de analizar serenamente la trayectoria política de mi padre. Su trágica muerte, tan cargada de heroísmo y fatalismo, perturba la necesaria objetividad del ejercicio, que conlleva la riesgosa tentación de reelaborar la historia, de pensar cuán distinta hubiese podido ser si la vida de Zelmar no hubiera quedado trunca. Cada día, cuando hablo con él, porque no hay día en que no hable con él, en que no evoquemos el pasado y el presente, en que no busque en su pasado inspiración para nuestro presente, resurge inevitablemente la frustración de tantas preguntas sin respuesta y la tremenda injusticia de su muerte. 111

Sin embargo, por sugerencia de Cecilia hablé con Gerardo Caetano, coordinador del coloquio a quien agradezco su colaboración con la Fundación Zelmar Michelini (FZM). Sin proponérselo, porque seguramente no estaba al corriente de mi reticencia, y sin saberlo me hizo cambiar de parecer cuando me dijo que había pensado que podía hablar de la radicalización o supuesta radicalización de mi padre en el conflictivo período del fin de los sesenta y comienzo de los setenta. No sé por qué razón eligió ese tema ni por qué me lo propuso a mí, pero bastó que lo mencionara para despertar un interés inmediato, estimulado por el recuerdo recurrente de dos ocasiones en que había escuchado a mi padre referirse a la radicalización que se le atribuía desde filas del gobierno. La primera vez, en Montevideo en el año 1972. La segunda vez, en Buenos Aires, ya en el exilio, durante un almuerzo con Mario Benedetti. “Dicen que estoy radicalizado”, dijo en la primera ocasión, cuando comentaba una de las tantas gestiones ante los ministros de Defensa o Interior para conocer el paradero de un detenido. “Dicen que me radicalicé por lo que le pasó a Elisa”, comentó la segunda vez, refiriéndose a mi hermana mayor que había sido detenida en 1972 y fue utilizada como un elemento de presión sobre mi padre, cuando estaba presa en la cárcel Cabildo antes del golpe y posteriormente en calidad de rehén. Dicho esto y antes de que este largo preámbulo despierte sospechas de que estoy llenando espacio y ganando tiempo, trataré de hablar del tema elegido. Lo haré, como verán y por las dos razones mencionadas al comienzo, en forma breve con la esperanza de despertar la curiosidad de algún historiador para que lo investigue con mayor profundidad. 112

¿Puede hablarse de una radicalización de Zelmar Michelini? ¿Una radicalización que explicaría su conducta en los últimos nueve años de su carrera política y de su vida? De lo que podría llamarse el “último Zelmar”, que va desde la renuncia al Ministerio de Industria bajo la presidencia de Oscar Gestido el 9 de octubre de 1967, en discrepancia con la adopción de Medidas Prontas de Seguridad, hasta su asesinato el 20 de mayo de 1976 en Buenos Aires, donde se encontraba exiliado. ¿Sufrió en esos años una radicalización ideológica, programática o política que lo llevó a romper con el gobierno y el Partido Colorado? ¿O, inversamente, esa ruptura facilitó una radicalización de sus posturas políticas arrastrándolo a alianzas y conductas contradictorias con su trayectoria anterior? Para poder responder a esas preguntas, conviene primero tratar de definir la palabra radicalización, que el oficialismo utilizaba en su aspecto más negativo para descalificar la actitud opositora de Zelmar, una radicalización que, incluso, podría haber sido causal de su asesinato, como lo insinúan cada tanto algunos sectores interesados. Luego, ver si se aplica a las grandes decisiones que tomó desde que renunció al gobierno y desarrolló una firme oposición a las presidencias de Pacheco Areco y Bordaberry. La palabra “radicalización” estaba omnipresente en el lenguaje político del Uruguay de los años sesenta y setenta. Era uno de los términos que más se utilizaba cuando se hablaba de la efervescencia política que vivía el país y su progresivo hundimiento en la violencia que desembocó en el golpe de Estado. 113

La palabra tiene que ver con ir a la raíz de las cosas y en política marca la evolución hacia soluciones radicales, a veces revolucionarias. Otra acepción, la que más nos interesa hoy, porque era en ese sentido que se empleaba en los turbulentos años sesenta, se refiere a una conducta intransigente, extremista, excluyente, fanática, violenta. En aquellos años, esta última acepción se aplicó en primer lugar a la juventud que la represión de las manifestaciones estudiantiles de 1968 volcó en forma numerosa a las organizaciones guerrilleras y las agrupaciones estudiantiles y juveniles que las apoyaban. Las organizaciones estudiantiles favorables a la lucha armada asumían esa radicalización. El concepto de lucha radical, opuesta al reformismo, formaba parte de la lucha política e ideológica que mantenían con el Partido Comunista, cuya organización juvenil e, incluso, círculos sindicales estaban bajo una fuerte presión y atracción de las fuerzas de ultraizquierda. La radicalización como sinónimo de violencia fue utilizada por el gobierno y los medios de comunicación adictos para armar el discurso que paulatinamente iba a justificar la represión de los estudiantes y de vastos sectores sociales y la violación de las libertades, de los derechos humanos y de la Constitución. Descarto que a partir del año 1967 mi padre se haya radicalizado ideológicamente o programáticamente. Considero que ideológicamente se mantuvo siempre en la línea inicial de su militancia política, que podríamos definir como básicamente socialdemócrata. Por un lado muy apegado a la defensa de los derechos sociales de los trabajadores y partidario de la intervención del Estado en la economía, lo que lo situaba en la izquierda del batllismo. Por el otro muy 114

exigente en la defensa de las libertades políticas y los derechos individuales, liberal y libertario a la vez, lo que lo alejaba de las corrientes comunistas, ya fueran estalinistas o no. También mantuvo su coherencia programática, ya que los puntos más criticados del programa del Frente Amplio, en cuya fundación tuvo un papel fundamental, como la nacionalización de la banca o la reforma agraria, ya aparecían en las bases programáticas de la 99 en 1962. Incluso, aunque formulados de otra manera, formaban parte de corrientes del batllismo en los años cincuenta. Cabe señalar además que el Frente Amplio —hecho inédito en la historia política de Occidente ya que por primera y única vez confluyeron en una alianza programática y electoral las tres grandes corrientes políticas de la posguerra, la democracia cristiana, el socialismo y el comunismo— fue antes que nada y sobre todo un movimiento para defender la democracia y las libertades amenazadas por la deriva autoritaria y dictatorial de los sucesivos gobiernos de Pacheco Areco. Corresponde entonces estudiar si Zelmar se radicalizó políticamente, si después de la ruptura con el gobierno de Gestido, en octubre de 1967, y el inmediato distanciamiento con el gabinete de Pacheco Areco, que inauguró su mandato presidencial disolviendo partidos políticos y clausurando diarios, se encerró en una oposición intransigente, extremista, excluyente, fanática, amiga de la violencia, como tanto se le reprochó en los años siguientes. Para analizar este punto recordemos, como lo proclamaba la Fundación Zelmar Michelini recientemente, que la singularidad de Zelmar reside sobre todo en 115

su conducta política, intransigente en la defensa de los principios, dialogadora en la búsqueda de soluciones. Fue principista y pragmático: siempre consecuente. Cualquier y cada momento de su trayectoria corrobora esa afirmación. Fue un dirigente político intransigente porque nunca sacrificó sus ideales en aras de acceder al poder; más bien sacrificó el poder en aras de defender sus ideales. Nunca aceptó tampoco cercenar las libertades y los derechos constitucionales en nombre del sacrosanto orden promovido por las clases dominantes. Fue un dirigente pragmático porque, por temperamento y convicción reformista, siempre promovió acuerdos tripartitos entre empresarios, trabajadores y el Estado para impedir el estallido de la violencia latente en el antagonismo social. Esa intransigencia pragmática siguió guiando sus pasos en la última etapa de su vida política, cuando el pacto social que ordenaba la vida del Uruguay quedó destrozado por la voluntad de la oligarquía y de las fuerzas reaccionarias de los partidos tradicionales y la violencia se instaló en el país. Lo dijo en un memorable discurso el 8 de agosto en la Asamblea General: “Manifiesto, además, que a mí no me afectan las expresiones y los adjetivos hirientes que puedan lanzarse contra mi persona. A lo largo de muchos años en la vida política del país, sé cuáles son mis obligaciones, y la primera es ser leal con mi pensamiento, con mis convicciones y con mis ideas. Ahora, como nunca, estoy siendo leal con mi pensamiento, con mis ideas y mis convicciones, que son de paz.” Fue intransigente en la defensa de las libertades, del orden constitucional y los derechos humanos, 116

atacados en forma sistemática por los sucesivos gobiernos de Pacheco Areco y Bordaberry, las Fuerzas Armadas y la Policía. Pero fue también un hombre de diálogo, un gran dialogador, que siempre tendió puentes para lograr acuerdos. Sobran testimonios en ese sentido y ese espíritu dialogador se manifestó siempre, incluso en las situaciones más difíciles, en los momentos de mayor tensión, en las circunstancias más trágicas. Basta leer los discursos pronunciados durante todos esos años en el Senado, en particular aquellos que tuvieron que ver con momentos críticos en la vida del país. Pienso en la interpelación a Jiménez de Aréchaga, la votación del estado de guerra, la discusión sobre la tregua en 1972, entre otros, para observar que junto a la denuncia de la actitud del gobierno y el análisis de la situación siempre se sugería un camino de entendimiento, de búsqueda de soluciones. Otro ejemplo, en otro contexto, son las conversaciones que mantuvo en abril de 1976 con Alejandro Végh Villegas, en ese entonces ministro de la dictadura, para explorar posibles salidas de la dictadura. Hasta el último minuto de su vida continuó dialogando, sin saber —aunque quizás lo sabía pero eso nunca lo sabremos— que su suerte ya estaba echada. El historiador, el investigador, analizará los discursos y artículos de Zelmar y los testimonios de los actores de esa época histórica para confirmar o desmentir la afirmación de que la radicalización no existió ni tampoco eran ciertas “las expresiones y los adjetivos hirientes” (tupamaro, comunista, violento, guerrillero, cobarde que se aprovecha de la inmunidad parlamentaria, etcétera) que la acompañaban. 117

Pienso que mi padre rechazaba la acusación de radicalización porque el objetivo de los que la difundían era asociarlo con la violencia, situarlo como cómplice del accionar guerrillero, pero también, y a eso quizás él le diera mayor importancia, insinuar una desviación, una traición, con relación a una conducta política tradicional y normal. No hay que olvidar que la descomposición del sistema político de los partidos tradicionales y la destrucción de la democracia llevó a Zelmar a una dolorosa ruptura con el Partido Colorado y con muchos correligionarios, la mayoría me atrevería a decir, con los cuales había desarrollado su carrera política. Y muchos, entre los cuales varios integrantes de la generación de los “jóvenes turcos”, eran los que decían, con tono descalificador, “Michelini se radicalizó”. Y, ya terminando, quiero decirles que en estos días, a medida que iba hilvanando estas tenues observaciones, se fue abriendo paso la idea de que el último Zelmar fue en definitiva el Zelmar de siempre: un político de principios, amante de la libertad y la democracia, partidario del diálogo y del compromiso. Y, sobre todo, la convicción de que, contrariamente a lo que la acusación de radicalización insinúa, Zelmar no se desvió de su línea de conducta. En un país en crisis, con un sistema político en descomposición y un sistema institucional amenazado, en el que el oficialismo optó por la represión y la solución autoritaria y los líderes de los partidos tradicionales tomaban a menudo decisiones erráticas o irracionales, fue un actor coherente, estable, una brújula que marcó siempre el mismo norte cuando los otros protagonistas perdían el rumbo.

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Michelinistas Fernando Pereira

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La presente publicación tiene como objeto fundamental recorrer y homenajear la vida de una de las personalidades más destacadas del siglo XX en nuestro país. Una persona que se destacó como un político brillante, como representante genuino de la corriente batllista, que representa una de las vertientes democráticas más importantes de la historia nacional. Michelini fue un fiel representante de las mejores tradiciones democráticas del país, de una forma de pensar la política que siempre puso por delante los intereses nacionales a los partidarios, y que siempre tuvo como centro la defensa de los intereses de los más débiles. Una persona que, proveniente de los movimientos sociales, asumió responsabilidades políticas, siendo uno de los parlamentarios más notables de la historia uruguaya, sin dejar por un minuto de defender las mismas ideas que defendió como trabajador organizado y hasta el último de sus días. Michelini era entonces un demócrata convencido y comprometido, y que supo ser consecuente en los momentos más duros de nuestra historia. Zelmar es, por lo tanto, un símbolo que trasciende por mucho las referencias partidarias y se ha transformado para siempre en patrimonio de lo mejor de nuestra identidad y nuestras convicciones republicanas. Por este motivo es que resulta difícil pensar cuál de las tantas notables cualidades que representa es 121

más importante abordar para este trabajo. No faltarán en esta publicación abordajes profundos que realizarán destacados historiadores, escribiendo sobre su biografía y sobre el aporte imprescindible de Michelini al pensamiento político nacional. Tampoco faltarán en esta edición artículos que rescaten un estilo parlamentario y periodístico que marcó a fuego una época y constituye parte de los valores democráticos de toda la sociedad uruguaya. Es por eso que prefiero abordar este trabajo exponiendo lo que implicó Zelmar para mi vida y la de mi familia, tratando de ejemplificar de esa forma la importancia que tuvo su figura para miles de familias que, a lo largo y ancho del país, encontraron en el ejemplo y grandeza de Michelini la confianza que nos permitió a muchos comprometernos con esas convicciones democráticas por las cuales Zelmar dio la vida. No suelo hablar de política partidaria, no porque crea que la política partidaria no sea para los dirigentes sindicales. No lo hago porque los días tienen 24 horas y apenas me alcanza el tiempo para ocuparme de las tres tareas que tengo a nivel del Movimiento Sindical, que implican mucha responsabilidad y muchas horas de dedicación. Sin embargo, nunca oculto mi pasado: yo fui miembro de la 99. Casi nadie lo sabe, pero milité en la 99 desde el año 1983 hasta que la 99 decidió salir del Frente Amplio. Mi padre y mi madre fueron militantes desde la propia creación de la Lista 99. En mi casa habían puesto un club o un comité; no recuerdo cómo se denominaba a los organismos barriales de la 99 en 1971, lo que sé es que era muy fácil encontrar a Michelini en mi casa. Entonces no puedo hablar de él sin hablar del amor que mis padres le tenían. 122

En el año 1976 yo tenía unos diez años, vivía con mis dos padres, mis dos abuelos y un hermano un poco mayor, y recuerdo una charla de mi madre con mi abuela en la que decía una palabra fácil: “Cuídelos”. De verdad no sabía en ese momento qué pasaba, y años después me enteré de que mis padres habían decidido ir juntos al sepelio de Michelini, y consideraban que ese día podían o no volver a su casa, no estaban seguros de que pudieran volver, pero aun así decidieron asumir el riesgo para despedir a esa notable figura. Soy hijo de militantes de la 99 desde la época del Partido Colorado. Mis padres habían hecho el cruce con Michelini desde el Partido Colorado al Frente Amplio y ni una sola semana de mi vida desde 1976 para acá he dejado de escuchar hablar de Zelmar. Nosotros éramos “michelinistas”, incluso más que frenteamplistas. Eso el pasaje del tiempo lo va transformando, pero quiero decir que en mi periplo vital he perdido casi todos los libros, menos los seis tomos que se hicieron con las intervenciones parlamentarias y otros escritos de Zelmar Michelini.1 Los he cuidado religiosamente e inclusive ahora, ya con más serenidad, he podido releer sus intervenciones políticas en muchos ámbitos, y me sigue resultando sorprendente la vigencia de muchos de sus planteos, su claridad y contundencia. Sin duda Michelini es una de las figuras fundamentales para entender las transformaciones políticas del país en la segunda mitad del siglo XX y hasta nuestros días. Por eso hasta el día de hoy sigo buscando materiales en distintas ferias de la ciudad y me sigo sorprendiendo 1. Nota de la editora: El autor se refiere a la obra Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 19901992.

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al encontrarme con análisis que explican con una claridad meridiana uno de los momentos más complejos de la historia reciente del país, análisis que implican una lectura de la realidad comprometida y valiente. Por eso es que, antes de hablar de Michelini sindicalista, quisiera hablar de ese hombre que fue capaz de cautivar a miles de uruguayos y uruguayas, como mis padres. Mi madre era votante socialista y mi padre se sumó a Zelmar siendo colorado. Mi abuelo y mi abuela, que fueron colorados hasta su muerte, votaron en el 71 a la 99 en el Frente Amplio. Michelini representaba a un sector de la sociedad uruguaya que es parte de la más rica historia del país y que encuentro muy presente en mi familia. En estos días estuve hablando con un compañero que estuvo exiliado en Venezuela con una parte de mi familia, y me contaba cómo mi abuela, a la que le decían Tata en el barrio, les empezó a llevar alimentos a los presos políticos. Con el tiempo fue haciendo cierta complicidad con uno de los policías que cuidaba la puerta del penal. Un día llegó y el uniformado le dijo: “Tata, no traiga comida, traiga calmantes”. Me sorprendieron dos cosas de esta historia: lo primero, la familiaridad con la que la llamaban Tata, y lo segundo es que el policía la indujera a tratar de calmar el dolor que sufrían mis familiares y tantos otros allí. Fueron momentos de mucho dolor en nuestro pueblo, pero también fueron años en los que aparecieron acciones que forman parte de las conductas humanas más increíbles y hermosas de las que somos capaces las personas. En el año 1976 o 1977 destituyeron a mi padre del Poder Judicial y estaba trabajando en una barraca de lana o cargando leña. Recuerdo que un poco antes de 1980, había un hombre en Jacinto 124

Vera que salía a cobrar el recibo de la 99. Llegaba a una casa y le decían: “Usted sabe que no puedo pagar la luz y no le puedo pagar la cuota este mes”, y entonces el propio cobrador iba, la pagaba, y mi padre, que era quejoso, decía: “Bárbaro este hombre, pero quiero que cobre alguna estampilla”. Fue la primera vez que entendí la importancia de la distribución del ingreso. Así era la 99 de ese entonces. Otra cosa que recuerdo es que siendo muy joven hacía travesuras, iba y le tiraba listas de la 99 a los pachequistas de la cuadra, y mi padre, que era calentón, me rezongaba, porque ellos tenían esa cultura como comunidad política de hablar con todos, aun con el que creían que estaba más alejado de su posición política. Esto respondía a una concepción que Michelini expresaría mejor que yo, y es que no hay que levantar un muro delante de las personas con las que querés conversar, si levantás ese muro nunca te van a escuchar. Si vos adjetivás, insultás al que piensa distinto, muy difícilmente abras oídos a tu opinión. Esa es la cultura política que Michelini aportó al Uruguay, cultura que es legado de la cultura batllista, pero que Zelmar supo aportar en momentos muy complejos del Uruguay. Además Zelmar promovió desde siempre, tanto en sus intervenciones parlamentarias como en sus trabajos periodísticos, una forma de entender la democracia que se apoyaba en una amplia participación del pueblo organizado. Una forma de entender la participación del pueblo que no admitía ni intermediarios ni atajos. Una forma de entender la democracia que encontraba desde su concepción espacios para la participación de todos, pero que no podía de ninguna forma ser propiedad exclusiva de nadie. 125

Michelini era referencia de esos valores en la sociedad uruguaya, y cuento esto porque pienso que no se puede ver a Zelmar solamente como un hombre que hacía política, y por eso no me gustaría que quede solo la imagen de un brillante político, me gustaría que quede la imagen de un brillante ser humano, de un ser humano profundo. Yo no lo puedo decir por mi vivencia porque no recuerdo mucho. Sé que alguna vez me tocó la cabeza, que recuerdo mucho su mirada; pero sobre todas las cosas sé que Zelmar fue un empuje que le permitió a miles de uruguayos y uruguayas soportar algunos de los momentos más duros de la historia de nuestro país; fue fuente de inspiración de enormes gestos de generosidad y abnegación en el pueblo uruguayo y por todo eso es que siento que Zelmar es uno de los compañeros que, aun muerto y sin haber tenido la fortuna de tener con él un vínculo más cercano, me resulta entrañable. Y por eso también siento que es uno de los compañeros que más quiero, y eso es mucho decir para cualquier persona. Ese amor se lo debo a mis padres, a mis abuelos, y aprendimos desde entonces a cultivarlo con mi hermano, que les podría decir la misma historia desde una versión un poco más madura, porque él es más grande. Hay una historia que me parece interesante en tanto retrata una forma de sentir en la sociedad uruguaya a la figura de Zelmar. Una calentura de mi padre, que aunque no comparto me parece significativa. Él decía que a Zelmar le habían hecho la peor campaña en el año 1971 diciendo que todo el mundo concordaba en que Michelini ya era seguro senador, pero que había que tener cuidado con que Enrique Erro quedase afuera del Parlamento. Después Michelini terminó entrando por un margen ajustado al Senado y mi padre se 126

murió hace diez años diciendo eso, que lo habían embromado. Mi padre no era burrero, pero ni bien murió Michelini empezamos a ir todos los domingos al hipódromo. No se imaginan lo que aprendí de caballos. Y eso era un homenaje de todos los fines de semana. Íbamos a la playa a las seis de la mañana y al mediodía nos íbamos al hipódromo, una costumbre que mantuvimos veinte años como homenaje a Zelmar. Lo digo sin vergüenza en todos lados y sobre todo en el PIT-CNT (Plenario Intersindical de Trabajadores – Convención Nacional de Trabajadores): yo me siento batllista y me siento michelinista, y eso no me hace perder mi concepción de clase. Porque imagínense en el año 66, conformada la central sindical y con apenas algunas decenas de miles de votos de las izquierdas: ¿Quiénes eran el resto de los afiliados del Movimiento Sindical? Eran batllistas, nacionalistas, wilsonistas, eran esos, en el sector público y privado. Conozco a muchos de ellos, que en algunos casos después se pasaron a la izquierda con el pasaje de la 99 y otros sectores de los partidos tradicionales. Es que Michelini era desde sus comienzos en la actividad social una persona descollante. Integró una generación que se formó al calor de debates intensos en el Centro de Estudiantes de Derecho. Cuentan que sus intervenciones lo hacían brillar entre aquellos estudiantes universitarios que, para bien y para mal, asumieron en los años venideros las riendas del país. Sus intervenciones cargadas de fundamentos meditados, explicados de forma contundente, y llenas de respeto por las opiniones diferentes fueron construidas a base de principios sólidos que lo acompañaron desde ese momento hasta su muerte y lo convirtieron en 127

una referencia ineludible de cada uno de los lugares en los que estuvo. Es que la vida de Michelini parece por momentos la encarnación de la vida del país, siendo una persona que fue dirigente estudiantil y sindical en momentos en los que se forjó para siempre la alianza obrero-estudiantil. Estuve hablando con varios compañeros, con los jubilados bancarios (algunos mayores de noventa años), militantes muy activos que mantienen en funcionamiento una comisión de trabajo de los jubilados bancarios, que no solo tratan los temas de la caja bancaria, tratan todos los temas. Imagínense ustedes pedirle a una persona de la generación de Gerardo Cuesta y León Duarte que no opine de política por estar jubilado… Y me hicieron algunos cuentos fantásticos: en el Uruguay del laburo seguro, entrar a un banco era entrar para siempre. Cerraban los bancos pero los bancarios “reestructuraban”. Si hay algo que han hecho los bancarios es cuidar los puestos de trabajo, incluso en la crisis de 2002. El sindicato bancario, del cual Michelini era miembro, ponía plata para que los compañeros no perdieran el trabajo. Dicen, sin embargo, que Michelini, quien estuvo aproximadamente siete años en el sindicato bancario, en un momento decidió dejar el banco, y lo decidió en función de hacer política. Decía con enorme acierto Gerardo Caetano que nunca Michelini eligió caminos fáciles. Mi padre contaba que él era un elegido de Luis Batlle, inclusive decía (en esa cosa que tienen los veteranos de sentirse impunes) que lo prefería a su hijo Jorge y que eso generaba largas discusiones en el bar del Palacio Legislativo. Lo cierto es que aun teniendo ese lugar de privilegio en el entorno de Batlle decidió seguir sus convicciones y, eludiendo otra vez los 128

caminos fáciles, fundar su propia agrupación y, años más tarde, promover la fundación del Frente Amplio. Con esto quiero decir que Michelini era un hombre valiente, y que incluso hoy es difícil ver a la gente tomar esos riesgos. Por eso puedo transmitir, en función de lo que me cuentan, que el Michelini dirigente social no tiene ninguna diferencia con el Michelini dirigente político. Porque Michelini tanto en su trabajo como en los espacios políticos se comportaba de la misma forma, solidario, comprometido, amigo de sus amigos, transmisor de experiencia siendo un hombre muy joven. Esto último hay que verlo en perspectiva. Hoy un compañero me decía acerca de un cuadro sindical: “Hay que proteger a este compañero que tiene un gran talento, que es demasiado joven, tiene veintisiete años”. Yo a esa edad era miembro del Secretariado Ejecutivo; sin embargo, la sociedad cambió y esa evolución se está estudiando, pero lo cierto es que ellos eran dirigentes muy jóvenes y tenían una vastísima experiencia social y política. Y por eso Michelini es, para muchos, referencia de esa audacia y valentía, de compromiso con la verdad y con las convicciones. De decir lo que se piensa en el lugar en el que toque decirlo, asumiendo los costos como parte de ese compromiso ético. Michelini fue en sus labores parlamentarias un permanente defensor de las libertades sindicales. Es difícil medir cuánto de su enorme capacidad para la oratoria fue forjado al calor de las asambleas estudiantiles y de trabajadores en las que participó desde edades muy tempranas. Lo que sí es claro es que fue allí donde aprendió a defender sin matices las libertades sindicales, tanto en el trabajo parlamentario como en la posición de respeto a la independencia 129

y autonomía del movimiento sindical que sostenía y promovía. El día del asesinato de Zelmar es una de las cosas que más marcó mi vida, un día que no voy a olvidar nunca. Puedo olvidar el día que hablé por primera vez en un Congreso del PIT-CNT, puedo no recordar la fecha exacta, hace muy poco, en la que tuve el altísimo honor de ser electo presidente de nuestra querida central, pero recuerdo con precisión la hora en la que mis padres salieron para el sepelio de Zelmar. Sin embargo, y para terminar, quiero reafirmar que no querría recordar a Michelini exclusivamente como un hombre que la dictadura asesinó. No me gustaría que a Zelmar se lo recordara solo por eso, prefiero recordarlo como el gran tipo que fue, aún por encima de su superlativa trayectoria política; creo que lo más importante, lo más destacable es que hablar de Zelmar es hablar de un ser humano espléndido. Podría haber recopilado datos con la mucha documentación que mi padre preservaba y tuve la fortuna de heredar, pero me pareció que lo más valioso era preservar lo que sentían decenas de miles de personas por Michelini. Eso que hacía que, cuando recuperábamos la democracia, en cada una de nuestras casas aparecieran las fotos de Zelmar o que nos conmoviera cuando —allá por el año 1984— empezáramos a ver el parecido de Rafael con su padre. Por último quiero decir que no sé si merezco hablar de una persona de este volumen, pero lo que sí sé es que guardo por él un amor que me acompaña cada día, que se ha transformado en fuente permanente de inspiración y compromiso social.

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Con él, igual César di Candia

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“Primero mataremos a los subversivos, después a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, después a los que permanezcan indiferentes.” General Ibérico Saint Jean, gobernador de la Provincia de Buenos Aires durante la dictadura del general Jorge Rafael Videla.

“No me acompañes —me dijo sin tratar de ocultar su angustia—. Me han dicho que quieren matarme. Puede ser una falsa alarma, pero no tenés por qué exponerte.” Fui con él igual. No por valiente, sino porque no le creí. Aquel Zelmar se había transformado en otra persona muy distinta a aquella con la cual había estado almorzando ocho o nueve meses antes en un restaurante de la calle Maipú, a una cuadra de su hotel. Había envejecido notoriamente, las desdichas se le habían acumulado en la espalda, la delgadez le afilaba el rostro y en su voz se percibía claramente el desánimo. Recuerdo haber seguido caminando con él, Corrientes hacia abajo hacia la calle San Martín, donde estaba el diario La Opinión. No podré olvidar nunca su andar lento, de anciano prematuro, ni su aplastante tristeza. Creo que fue en aquella oportunidad, abril de 1976, Semana de Turismo, que me hizo una terrible confesión. 133

“Lo de Elisita me está volviendo loco, Negro. Cada vez que denuncio públicamente lo que pasa en nuestro país, la torturan; y para que no lo hagan debo quedarme callado y hacer de cuenta que allá no sucede nada. La semana pasada un malnacido me llamó por teléfono desde Montevideo y me hizo una propuesta inmunda: si hablaba bien de la dictadura, la dejarían en paz.” Al llegar a la puerta del diario donde trabajaba, no me despidió apretándome el brazo, como le era habitual hacerlo con sus amigos. Me dio un abrazo largo y apretadísimo en el que descargó toda su angustia. Luego se dio vuelta y escondió los ojos, que habían sido tremendamente penetrantes y ya no lo eran. Fue la última vez que lo vi con vida. Mi relación con Zelmar tuvo al principio un tono de admiración y de respeto. Fueron simples conversaciones alrededor de pocillos de café, en la esquina de la casa de su madre. Cuándo se fueron convirtiendo en amistad, no lo sé. De esos menesteres se encargan fuerzas misteriosas. Recuerdo que a los dos meses, me llamó a las siete de la mañana para desayunar juntos en la Conaprole de Carrasco. Una hora y un lugar insólitos para cualquier caudillo político. Allí me hizo una propuesta inesperada. “Negro: te voy a pedir que te tires del trampolín con la pileta vacía.” Era cierto. Quería que yo renunciara al diario El País para dirigir un semanario político, es decir que diera un triple salto mortal sin red. Debía abandonar a una empresa sólida como el Banco República para irme a una publicación cuyo futuro era más que incierto. Igual lo hice, no por especulaciones que a esa altura estaban todas en mi contra, sino por un impulso emocional que solamente quienes conocieron 134

a Zelmar pueden entenderlo. Desde ese momento, lo acompañé siempre. En el semanario, en el diario, que era como tratar de dar vida a un anciano deteriorado y al borde del colapso, en varias giras al interior, en largas conversaciones privadas, que teníamos cuando al caer la tarde el diario se apagaba por unas horas y quedábamos solos. Allí lo vi lagrimear al día siguiente de las elecciones del año 1966, cuando la Agrupación de Gobierno de la Lista 99 se negó a aceptar el acuerdo que lo hubiera llevado a ser a ser candidato a la vicepresidencia del general Gestido. “¿Te das cuenta? —me dijo—. Ninguno de aquellos que vetaron el acuerdo tenía un solo voto aparte del propio. Y yo, que era quien los tenía, tuve que acatar. No tuve fuerzas para oponerme. Yo no sé mandar, no soy caudillo. ¡Cuánta razón que tenía don Luis Batlle cuando ejercía su poder sobre todos nosotros!” Hubo también otras confidencias, en otros momentos de tristeza que no revelo ni revelaré nunca, a riesgo de perder el honor. Después pasó el tiempo y arrasó con todo. El diario, su cargo de senador, el mío de periodista, el de su permanencia en el país, el de su familia martirizada, el del propio país envuelto en una gris cerrazón irrespirable. Días después de aquella despedida en Buenos Aires, tuve el dolor de asistir con mi esposa al velatorio, sin cuerpo, de mi amigo en su casa de la calle Larrañaga. Éramos pocos, también es preciso recordarlo, porque el miedo paralizaba a los más audaces. Los ocho o diez presentes escuchamos una conversación telefónica en la que su hermano Pedro le pedía a su interlocutor que no se expusiera, que en cualquier momento podían detenerlo y matarlo también a él, que ya se iba para Buenos Aires en un 135

avión taxi. Cuando cortó, nos miró y nos dijo, puedo repetirlo fielmente palabra tras palabra: “Hablaba con Wilson. No quiere dejar solo el cadáver. Es un hombre fuera de serie.” Al día siguiente acompañamos su cuerpo en el Cementerio Central mientras una horda de represores, trotando sobre las tumbas y los panteones, procuraba prohibirnos hasta el dolor. Si cuento, Flaco, que todavía te siento a mi lado, no miento.

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Acción política

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El periplo de Zelmar Michelini en la Lista 15, 1946-1958 Pablo Ferreira, Matías Rodríguez

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En el año 1958 Uruguay vivió uno de los cambios más importantes de su historia política. El Partido Nacional ganó las elecciones, obtuvo la mayoría en el Consejo Nacional de Gobierno y cortó la hegemonía casi centenaria del Partido Colorado. Los resultados electorales cerraban el segundo ciclo político gubernamental del batllismo, una etapa que tiene pendiente un abordaje historiográfico más profundo, que dé cuenta de los impulsos y los frenos del elenco gobernante, sus apoyos sociales, sus elementos renovadores y sus aspectos conservadores.1 Los años finales de gobierno batllista estuvieron marcados por la impronta de un conjunto de dirigentes nuevos, con impulsos de cambio, pero formados en una colectividad política tradicional y, acostumbrada al ejercicio del poder. Una de las trayectorias más 1. José Batlle y Ordóñez fue dos veces presidente de Uruguay (1903-1907 y 1911-1915) y máxima figura del Partido Colorado hasta su muerte en 1929. Referimos en este capítulo como “batllistas” a los distintos grupos políticos que reivindicaron su legado como fundamento de su accionar político. De los trabajos que abordan el segundo batllismo o neobatllismo destacamos: D’Elía, Germán. El Uruguay neo-batllista. 1946-1958. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1982; Nahum, Benjamín, et al. Crisis política y recuperación económica. 1930-1958. Montevideo: La República – Ediciones de la Banda Oriental, 1998; Ruiz, Esther. “El Uruguay próspero y su crisis. 1946-1964”, en: VV. AA. Historia del Uruguay en el siglo XX (1890 -2005), Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2007, pp. 123-162.

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destacadas fue la de Zelmar Michelini, que en esos años se convirtió en uno de los máximos dirigentes de la Lista 15, grupo político que lideraba el expresidente Luis Batlle Berres. Formado en la militancia sindical y universitaria, fue uno de los llamados “jóvenes turcos”, que encontraron su espacio de destaque tras las elecciones internas del batllismo en 1953. También, uno de los que mejor representó la apuesta al “todo o nada” que propuso la Lista 15 a la ciudadanía en las elecciones de 1954. El capítulo que presentamos se propone reconstruir la trayectoria de Zelmar Michelini en la Lista 15 hasta las elecciones de 1958. Lo hemos dividido en cuatro partes. En la primera se aborda la situación de Uruguay a inicios de la década de 1950, se describe su sistema de partidos y se analizan las disputas al interior del batllismo. En la segunda se aborda el ingreso de Zelmar Michelini a la Lista 15, su pasaje como secretario político de Luis Batlle y su inserción en el grupo de dirigentes jóvenes antes referido. En la tercera se reconstruyen aspectos de su participación en la legislatura iniciada en 1955 y se analiza la correspondencia mantenida con dirigentes del sector en 1958, cuando ocupó la secretaría política de la Lista 15. En la última parte se abordan las elecciones de 1958, sus resultados y las primeras señales de una lectura crítica y superadora de la experiencia del segundo batllismo en el discurso de Michelini, Para la elaboración del capítulo ha sido relevado un cuerpo de fuentes amplio y diverso. Se consultó la prensa del sector (el diario Acción y el semanario Canelones) y de algunos sectores opositores (La Mañana), se revisaron actas de la Cámara de Representantes correspondientes a la legislatura que va de 1955 a 1959 142

y se trabajó con documentación de archivo que conserva la Fundación Zelmar Michelini. Un segundo batllismo En Uruguay el período que transcurre entre la segunda posguerra y el final de la década de 1950 suele ser recordado como una etapa de prosperidad económica, estabilidad democrática y avance en las reformas sociales. Esta imagen, fuertemente instituida por el elenco gobernante de entonces, se afirmó en el contraste con los países vecinos (en especial con Argentina) y con el ciclo autoritario que había vivido el país en los años treinta. Posteriormente, el llamado “Uruguay feliz” será evocado como antítesis de las convulsionadas décadas de los sesenta y setenta. En el plano económico el país vivió un ciclo expansivo en el que se combinaron el incremento de la demanda externa de sus productos primarios con el crecimiento industrial. El historiador Germán D’Elía refiere a un ciclo de “desarrollo acelerado” iniciado tras la Segunda Guerra y que empezó a dar señales de agotamiento a mediados de los cincuenta.2 Para ese entonces las condiciones externas variaron rápidamente. Europa se había recuperado de los efectos de la guerra, disminuyó la demanda y el precio de los principales productos de exportación del país, elevándose a su vez el precio de los insumos que requería el sector industrial. La baja rentabilidad del sector agropecuario y las dificultades de la industria aumentaron las disputas entre los sectores empresariales. Se incrementó la presión sobre el Estado y también sobre los sectores populares. 2. D’Elía, Germán, ob. cit, p. 27.

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En el período Uruguay estuvo gobernado por el Partido Colorado, concretamente por el ala reformista que reivindicaba el legado de José Batlle y Ordóñez. Los “batllistas” retomaron el poder en las elecciones de 1946 y se mantuvieron en el gobierno hasta 1959. Su antagonista fue el Partido Nacional, liberal en lo económico y conservador en materia social, liderado por Luis Alberto de Herrera. Completaban el sistema de partidos los grupos no batllistas del Partido Colorado (de perfiles conservadores y ligados a la dictadura terrista de los años treinta), el Partido Nacional Independiente, la Unión Cívica y los partidos de izquierda de origen marxista, el socialista y el comunista. Desde 1946 era pública la existencia de dos corrientes al interior del batllismo. En torno al diario El Día y los hermanos César y Lorenzo Batlle Pacheco se articuló un espacio político que fue perfilándose como la vertiente moderada del sector y se identificó con la Lista 14. Por el contrario, alrededor del liderazgo de Luis Batlle Berres se constituyó el sector más progresista del batllismo, identificado con la Lista 15.3 La fórmula presidencial integrada por Tomás Berreta y Luis Batlle, triunfante en las elecciones de 1946, ha sido interpretada como una transacción entre ambas tendencias. Sin embargo, la muerte de Tomás Berreta el 2 de agosto de 1947 llevó a Luis Batlle a la presidencia, desnivelando los equilibrios internos del batllismo. Según el historiador Carlos Zubillaga, la sucesión presidencial “introdujo modificaciones al programa de acción socio-económica” del batllismo. El eje pasó a estar en el impulso a la industrialización, sustentado sobre “un esquema de apoyo social urbano, que conjugó 3. César y Lorenzo Batlle Pacheco eran dos de los hijos de José Batlle y Ordóñez, en tanto que Luis Batlle Berres era su sobrino.

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los intereses de la burguesía empresarial, las capas medias y el proletariado”.4 En esta etapa se profundizaron las discrepancias entre ambas vertientes, los quincistas calificaron como conservadores a sus rivales, mientras que estos últimos consideraban a Luis Batlle como un “demagogo”.5 Para las elecciones de 1950, ambas vertientes no lograron conciliar sus diferencias a través de un acuerdo y presentaron dos candidaturas. La Lista 14 impulsó la fórmula César Mayo Gutiérrez-Lorenzo Batlle, mientras que la Lista 15, con apoyo del presidente Luis Batlle, presentó las candidaturas de Andrés Martínez Trueba y Alfeo Brum. En las elecciones triunfó la Lista 15, pero las diferencias respecto a sus rivales fueron muy reducidas. Tras asumir la presidencia, Martínez Trueba inició conversaciones con dirigentes de distintos partidos que culminaron con la firma de un acuerdo para reformar la Constitución. La propuesta tuvo como aspecto más destacado la sustitución del presidente por un Ejecutivo colegiado, una antigua aspiración del batllismo, pero que fue interpretada por los más cercanos a Luis Batlle como una maniobra para impedir su retorno a la presidencia en las elecciones siguientes. La tensión social en el país iba en aumento y una de las primeras 4. Zubillaga, Carlos. “Los Partidos Políticos ante la Crisis (19581983)”, en VV. AA. De la tradición a la crisis. Pasado y presente de nuestro sistema de partidos. Montevideo: CLAEH – Ediciones de la Banda Oriental, 1991, p. 65. 5. Sobre las diferencias entre las vertientes batllistas véase Ferreira, Pablo. “Batllismo, reforma política y conflicto social en los tempranos cincuenta. Una mirada desde la teoría de la Democracia y la Ciudadanía”. Encuentros Uruguayos, volumen V, n.º 1, diciembre de 2012, pp. 179-205. Disponible en: ‹http://www.encuru.fhuce.edu. uy/images/archivos/Encuru_numero_05.pdf›.

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acciones del colegiado que entró en funciones en marzo de 1952 fue decretar Medidas Prontas de Seguridad ante una huelga en salud pública. En setiembre de ese año volvieron a implementarse ante diversos conflictos sindicales en el ámbito público y privado.6 Según diversos testimonios recogidos por el periodista Mauricio Rodríguez, fue en esta coyuntura que Zelmar Michelini comenzó a militar activamente en el sector que lideraba Luis Batlle.7 Sus primeras experiencias político-partidarias se remontarían a las elecciones de 1942, en las que acompañó a la Lista 20, encabezada por los dirigentes Efraín González Conzi y Armando Malet. Por esos años inició una activa militancia en la política universitaria, que lo convirtió en protagonista de la reunificación del Centro Estudiantes de Derecho en 1943. En 1945 Michelini ingresó al Banco Hipotecario del Uruguay, donde trabajó por diez años, desarrollando una intensa actividad sindical en la Asociación de Bancarios del Uruguay. Según Elisa Delle Piane, esposa de Michelini, este militó de modo entusiasta para las elecciones de 1946. Sin embargo, tras las elecciones, su actividad partidaria se interrumpió.8 Es posible que ello se deba al giro conservador del efímero gobierno de Tomás Berreta, que podría haber alejado a un militante joven y de perfiles progresistas. Otra explicación se puede encontrar 6. Para profundizar en la movilización sindical en los tempranos cincuenta, véase: Cores, Hugo. La lucha de los gremios solidarios. Montevideo: Compañero, 1989. Sobre el uso de las Medidas Prontas de Seguridad en el período, véase: Iglesias, Mariana. “La excepción como práctica de gobierno en Uruguay, 1946- 1963”, en Contemporánea. Historia y Problemas del siglo XX, volumen 2, año II, 2011, pp. 137-155. 7. Rodríguez, Mauricio. Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016, pp. 67-69. 8. Rodríguez, Mauricio, ob. cit., p. 67.

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en la estructura orgánica del batllismo. Esta se integraba por un primer círculo de dirigentes dedicados a tiempo completo a la política y luego por un segundo nivel conformado por militantes cuya actividad era más discontinua y se intensificaba a partir de que se iniciaban los “trabajos electorales”. Era a este segundo círculo al que pertenecía Michelini a inicios de los años cincuenta. Oscar Bottinelli, muy cercano a Michelini desde fines de los sesenta, señaló que el acercamiento de Zelmar con el grupo de dirigentes jóvenes que rodeaba a Luis Batlle estuvo asociado al conflicto bancario de 1952 en que tuvo una actuación muy destacada.9 Por su parte, Elisa Delle Piane destacó que fue Jorge Batlle el que incorporó a Zelmar a la Lista 15, destacando el vínculo entre ambos surgido en la política universitaria. Concretamente ubica en 1952, luego de un viaje realizado a Chile en representación del sindicato bancario, el momento en que Michelini comenzó a trabajar como secretario personal de Luis Batlle. Jorge Batlle confirmó esa versión, señalando que el vínculo inicial se generó en la Facultad de Derecho y que él, junto al dirigente Ricardo Capeletti Vidal, fueron quienes presentaron a Zelmar y Luis Batlle en casa de este último.10 Su actividad como “secretario” político del máximo dirigente de la Lista 15 es uno de los puntos sobre el que existen pocas fuentes. Consultado Bottinelli, señaló que no era un cargo institucional, lo que explicaría la inexistencia de documentación, sumado al hecho de que Zelmar era muy “desordenado con los papeles”.11 9. Entrevista a Oscar Bottinelli realizada por Matías Rodríguez, 3 de noviembre de 2016. 10. Rodríguez, Mauricio, ob. cit., pp. 67-68. 11. Entrevista a Oscar Bottinelli, ob. cit.

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El secretario político oficiaba como nexo entre Luis Batlle y los dirigentes de su sector, mediando también en la relación con los otros partidos. En esta etapa se intensificó además su participación en el vespertino Acción, donde escribía algunos de los editoriales. Las diferencias en la interna batllista se hicieron agudas en este período; se exacerbaron en el marco de la campaña de reforma constitucional y ante la conflictividad social del año 1952. El anticomunismo de los principales dirigentes catorcistas se transformó en un ataque a toda forma de protesta social. A su vez, la interna de la Lista 15 experimentó movimientos, siendo notorias las diferencias entre Luis Batlle y Andrés Martínez Trueba, que finalmente terminó cercano a las posiciones de la Lista 14. El alineamiento de algunos dirigentes de amplia trayectoria en la Lista 15 junto a Martínez Trueba permitió (obligó) a Luis Batlle a buscar apoyos en una nueva generación de dirigentes, que contribuyeron con su impronta a radicalizar (al menos discursivamente) a la Lista 15. “Todo o nada” Desde finales de la década del cuarenta, la Lista 15 reunía a jóvenes interesados en la política, muchas veces atraídos por el carisma y el optimismo de Luis Batlle, e iba generándoles espacios en los medios de prensa partidarios —la radio Ariel y el mencionado Acción—, para que profundizaran su formación política y se prepararan para ingresar en órganos representativos nacionales o departamentales, o en la estructura gubernamental. Desde las páginas del vespertino Acción se llamaba a la participación de jóvenes, 148

provenientes “desde las aulas hasta las fábricas”, para que plantearan sus “naturales y elogiables rebeldías” en el marco del Partido Colorado y del sector de la Lista 15.12 Este grupo de nuevos dirigentes era referido en ocasiones como los “jóvenes turcos” y estaba integrado entre otros por Zelmar Michelini, Glauco Segovia, Manuel Flores Mora, Alberto Abdala y Luis Hierro Gambardella.13 En los comicios de 1950, otro dirigente joven, Amílcar Vasconcellos, ingresó al Parlamento, y en las siguientes elecciones lo harían varios de los antes nombrados. Esta modalidad de inserción en la vida partidaria puede apreciarse al analizar la historia del semanario Canelones.14 El primer número de dicho órgano de prensa salió el 27 de agosto de 1953, y tanto su director —Manuel Flores Mora— como sus colaboradores —Guzmán Acosta y Lara, Teófilo Collazo, Tabaré Hackenbruch, Zelmar Michelini y Julio María Sanguinetti— provenían de ese grupo de jóvenes dirigentes.15 12. “Juventud y renovación”. Acción, 6/11/1953. 13. Sanguinetti, Julio María. Luis Batlle Berres. El Uruguay del optimismo. Montevideo: Sudamericana - Taurus, 2014, p. 110. El nombre de “jóvenes turcos” era una referencia a los dirigentes del Comité de Unión y Progreso (CUP), partido nacionalista y reformista que gobernó Turquía entre 1908 y 1918. Mustafá Kemal Atatürk, héroe de la guerra de independencia y presidente de la República de Turquía entre 1923 y 1938, integró ese partido y en su gobierno posterior llevó adelante muchas de las reformas occidentalistas y secularizantes que había propuesto el CUP. Apunta Miguel Ángel Campodónico, en su biografía sobre Carlos Maggi, que por ese entonces no se tuvieron presentes otros aspectos del gobierno del CUP, tales como la deportación forzosa y el exterminio de civiles armenios entre 1915 y 1923. Véase Campodónico, Miguel Ángel. Maggi. Montevideo: Fin de Siglo, 2015, p. 95. 14. Véase Sanguinetti, Julio María, ob. cit., p. 139. 15. Contratapa del primer número del semanario Canelones, 27/08/1953.

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El surgimiento del semanario se vinculaba de forma directa con las disputas dentro del batllismo, buscando competir con la Lista 14 en el departamento, donde la figura de Luis Alberto Brause acercaba muchos votos al sector. En ese clima de disputa interna, que no lograba evitar los tonos personales, el batllismo realizó a finales de 1953 elecciones en Montevideo para conformar los órganos directivos del sector. La competencia entre las fracciones fue dura y la actividad partidaria intensa, ya que junto con las posiciones de poder estaba en pugna la tradición batllista. Por un lado, el vespertino Acción llamaba a la renovación al afirmar que “los jóvenes tienen el deber de actuar en política” y les ofrecía “entrar al Partido por la puerta grande”.16 Instaba además a no vetar “el prestigio legítimo de los dirigentes que saben interpretar la opinión pública”, en una referencia que buscaba polemizar con las críticas del diario El Día al “personalismo” de Luis Batlle, pero que, al mismo tiempo, implicaba una bienvenida a nuevos cuadros políticos.17 Por otra parte, en la cobertura que realizó Acción de los actos y reuniones partidarias en que se impulsaban las candidaturas del sector, Michelini aparece mencionado como uno de los oradores principales, y en algunos casos se lo señala como acompañante del líder del sector.18 Además, como miembro de la redacción del vespertino quincista, su pluma estaba detrás de muchos de los editoriales que expresaban las posiciones del sector en la disputa interna. 16. “Juventud y renovación”. Acción, 6/11/1953. 17. “El Partido Colorado”. Acción, 9/11/1953. 18. “Cartelera de actos”. Acción, 1/11/1953.

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Las internas de 1953 terminaron en triunfo para la Lista 15, que comenzó a trabajar en la perspectiva de los comicios nacionales del año siguiente. Dando por descontado el triunfo sobre el Partido Nacional, la pugna principal se estableció entre las fracciones batllistas, que habían tenido una distancia muy exigua en las elecciones de 1950. Las acusaciones fueron mucho más directas que en elecciones anteriores, criticándose, en páginas de Acción, el “sentido dogmático” que tenía la interpretación del batllismo que realizaba la Lista 14.19 La disputa se veía incrementada por la radicalización en el discurso y en las propuestas de la Lista 15, que era expresión, según voceros del sector, de su “responsabilidad” ante la perspectiva de ser gobierno.20 Esto suponía la integración de la lista al Consejo Nacional de Gobierno únicamente con candidatos del sector, dejando de lado cualquier posible acuerdo con la Lista 14, en pos de lograr una mayor “eficacia” gubernamental.21 A principios de noviembre de 1954 la Lista 15 culminó la trabajosa confección de listas de candidatos a los distintos cargos electivos. Zelmar Michelini era candidato a la diputación por Montevideo en un lugar destacado, lo que auguraba su ingreso a la Cámara de Representantes.22 En la campaña electoral tuvo un intenso protagonismo, participando en gran cantidad de actos. A modo de ejemplo, entre el 12 y el 20 de noviembre, en las páginas de Acción se anunciaron veintiuna participaciones de Michelini en actos en la capital, en varios de ellos acompañando 19. “El miedo que quiere ser terror”. Acción, 1/11/1954. 20. “En las próximas elecciones, todo o nada”. Canelones, 24/09/1953. 21. “Por el camino del triunfo”. Acción, 21/11/1954. 22. “Noticias políticas”. La Mañana, 5/11/1954.

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a Batlle Berres.23 El día de las elecciones su foto sufragando apareció impresa en el vespertino. En febrero de 1955 asumieron los nuevos legisladores y comenzaron a discutirse los nuevos planes de gobierno al tiempo que se revisaba la gestión anterior. Una de las primeras intervenciones de Michelini en la cámara baja tuvo relación con la formación de una comisión investigadora sobre la gestión en la Dirección Nacional de Aduanas, que en el período anterior había estado encabezada por el doctor Guillermo Retamoso, dirigente de la Lista 14 sobre el que pesaban acusaciones de irregularidades administrativas. Michelini fue uno de los autores de la moción que propuso formar la investigadora, lo que justificó en virtud de las irregularidades constatadas y porque, a su entender, la voluntad de seguir investigando estaba en el “ánimo popular”.24 Al tratarse la propuesta en la cámara, el diputado César Batlle Pacheco cuestionó la participación de Michelini como denunciante, señalando que en la comisión preinvestigadora había participado Glauco Segovia, lo que generaba la sobrerrepresentación de la mayoría quincista y desconocía las divisiones internas del batllismo. Criticó Batlle Pacheco que por el “deseo de los recién llegados”, todas las comisiones formadas en la Cámara de Diputados estuvieran encabezadas por diputados de la Lista 15.25 Prometía votar afirmativamente la investigadora pero cuestionaba el hecho de que no estuviera integrada por algún diputado “más 23. “Actos batllistas de la Lista 15”. Acción, 12/11/1954. 24. Parlamento del Uruguay. Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes. Montevideo: Florensa y Lafón, 1955. Tomo 500, pp. 236-237. 25. Parlamento del Uruguay, ob. cit., p. 238.

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vinculado” al principal implicado.26 Frente a los cuestionamientos, Michelini insistió en que defendía “el interés público” por encima de la pertenencia partidaria y que al presentar la denuncia pretendía representar “la voz de la calle”, que exigía un “máximo de moralidad” en las personas que ejercían cargos públicos.27 Se reconocía como parte de los “recién llegados”, pero destacaba que esos hombres jóvenes habían logrado la diputación gracias al “movimiento de renovación del batllismo” que representaba la Lista 15.28 En respuesta, Batlle Pacheco cuestionó el “entusiasmo” de Michelini, su tono “moralista” y su pasado sindical, exigiéndole que “en razón de su juventud” aceptara el rol de “discípulo” y no pretendiera el de “maestro”.29 De forma inmediata, el novel diputado pidió la palabra y sin amilanarse asumió su militancia sindical, destacando su postura crítica ante las huelgas en instituciones del Estado. Posteriormente, acusó a Batlle Pacheco de su continuo “desconocimiento de los problemas” del país y afirmó que solo respondería “ante el pueblo que [lo] eligió”, entre quienes no estaba, “por suerte”, el dirigente de la Lista 14.30 Al final, la comisión fue aprobada por la cámara y a ella se integró Michelini. Este episodio, que también es referido entre los recuerdos que compila César di Candia, permite observar varios rasgos del novel diputado. Por un lado, la preocupación por la honestidad en el desempeño de la función pública, que lo lleva a tomar la iniciativa 26. Ibídem, p. 242. 27. Ibídem, pp. 242-243. 28. Ibídem, p. 243. 29. Ídem. 30. Parlamento del Uruguay, ob. cit., pp. 243-244.

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de denunciar irregularidades en la Administración Pública. Por otro, un temperamento que le permitía, en una de sus primeras intervenciones en el Parlamento, enfrentar a uno de los referentes históricos del batllismo sin retroceder en sus posturas. Finalmente, se destacaba su intención de responder a las expectativas y aspiraciones de la ciudadanía que lo había elegido y a la que pretendía representar. Un diputado batllista y a la izquierda El cruce de intervenciones referido más arriba marcó la irrupción del discurso de Michelini en la cámara baja. Su actuación en los años siguientes fue intensa. Integró la comisión permanente de Industria y Comercio y la comisión de Legislación del Trabajo desde el inicio de la legislatura. También participó de la comisión especial para estructurar el orden del día, que fue designada en agosto de 1955. Esta era una comisión importante, donde los partidos debían ubicar a figuras dotadas de capacidad de diálogo, estrategia y persuasión política. Asimismo integró, aunque de forma efímera (siendo sustituido por Luis Hierro Gambardella), una comisión investigadora sobre la inclusión en el plan de obras públicas de un discutido puente en el paso Belastiqui, sobre el río Santa Lucía. En el año 1956 presentó (junto a otros legisladores del sector) dos proyectos de ley, uno que buscaba “agilitar” la justicia laboral creando juzgados letrados de trabajo en Montevideo, y un proyecto de estímulo a la construcción y vivienda propia.31 En el marco de su participación en la comisión de Legislación del Trabajo, le correspondió una activa 31. Acción, 6 y 28 de agosto de 1956.

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gestión en aras de solucionar el conflicto general en la industria metalúrgica que se produjo en 1955. En abril la empresa Ferrosmalt, subsidiaria local de la holandesa Philips, había despedido a más de un centenar de trabajadores con el argumento de incrementar los niveles de productividad, pero con un claro trasfondo de persecución sindical. El conflicto era difícil para los batllistas; por un lado el directorio de la empresa era encabezado por un destacado dirigente del Partido Colorado, el expresidente y excanciller José Serrato, que presidía la Cámara de Industrias. Además los niveles de violencia entre los trabajadores en huelga y la empresa, que contrató nuevo personal y organizó grupos armados para su protección, fueron en aumento. La comisión de Legislación del Trabajo intervino tempranamente a pedido de los trabajadores y el 21 de junio censuró públicamente el accionar de la empresa al “constatar la persecución sindical en los despidos”.32 El 20 de agosto la situación se agravó al producirse un violento enfrentamiento entre los trabajadores en huelga y los contratados para suplirlos. La comisión buscaba una salida legislativa a través de la aprobación de una ley que viabilizara el reintegro de los despedidos, cuando diversas denuncias referidas al comisario de la seccional 20ª demandaron su atención. El 7 de setiembre la comisión convocó al ministro del Interior Francisco Gamarra y Michelini fue el encargado de presentar las denuncias. En ellas acusaba al comisario Regueiro de una serie de medidas arbitrarias que configurarían “un verdadero atropello a los derechos 32. Ferreira, Pablo. “Resistencia obrera y violencia patronal en el ‘Uruguay feliz’ de los años 50: la huelga en Ferrosmalt”, en Archivos de historia del Movimiento obrero y la izquierda, año V, n.º 9, 2016, pp. 145-146.

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individuales”, de “estar sembrando poco menos que el terror en numerosas familias de obreros, que tendrían que sufrir, además de las lógicas consecuencias económicas y sociales de la huelga que están realizando, la perturbación en su vida y sus relaciones familiares y sociales”.33 La comisión de Legislación del Trabajo presentó varios proyectos de ley para buscar una salida al conflicto y en todos tuvo destacado protagonismo Michelini, tanto en la formulación de estos, como en su defensa. Zelmar y otras figuras del batllismo quincista aparecen ubicados en una difícil situación, en la medida que son vistos como referentes del ala izquierda de un partido ideológicamente muy amplio y que apostaba a articular una alianza social plagada de contradicciones. En el caso de la huelga metalúrgica, industriales y obreros tenían interlocutores en el batlllismo e incluso a la interna de la Lista 15. Las arduas negociaciones, las marchas y contramarchas que se aprecian al ver el tratamiento de los distintos proyectos de ley son un reflejo de las tensiones internas del sector. A inicios del año 1958 el país ingresaba en clima electoral y daban comienzo los trabajos para los comicios que se desarrollarían a fin de año. El Partido Nacional contaba con posibilidades ciertas de desafiar la hegemonía del Partido Colorado; había logrado incorporar al lema al conjunto de sectores que integraban desde inicios de los años treinta el “nacionalismo independiente”, que junto a sectores escindidos del herrerismo conformaron la Unión Blanca Democrática. 33. Intervención de Zelmar Michelini en el llamado a la Comisión de Legislación de la Cámara de Diputados del Ministro del Interior, Jorge Gamarra, 7 de setiembre de 1955, en Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. Montevideo: Florensa y Lafón, 1956. Tomo 211, p. 232.

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A su vez el herrerismo conformó una alianza con la Liga Federal de Acción Ruralista, un movimiento de origen gremial, de perfil conservador, liderado por Benito Nardone. Zelmar Michelini era en 1958 un dirigente de primera línea en la Lista 15. Diputado, hombre de confianza de Luis Batlle y referente de una generación de recambio en el sector. Su nombre circuló como posible ministro de Industria, lo que finalmente no prosperó. El cónsul uruguayo en Río de Janeiro, Carlos D. Cartolano, le escribía sobre el asunto el 1º de abril de 1958: “A mí me consta que don Luis lo aprecia enormemente y deposita en usted mucha confianza; de ninguna manera podía ofrecerle un Ministerio desprestigiado (por una pésima y demagógica gestión anterior), a un muchacho joven, talentoso, bien inspirado y poseedor de la estima y consideración de la opinión pública. Descartada esta posibilidad, lo pertinente es pensar en algún “serrucho casero”. ¡Ojo! Miche, a no confiar en nadie, todos buscan la ventajita y cuando ven que un compañero escala posiciones, tratan de hacerlo rodar.”34 En el archivo de la Fundación Zelmar Michelini hay varias carpetas de correspondencia política de los primeros meses del año 1958, etapa en que Zelmar desempeñó la secretaría nacional de organización de la Lista 15, que representan una valiosa fuente para conocer las formas de hacer política en el Uruguay de los años cincuenta. Son cartas recibidas desde diversos puntos del país (Paysandú, Rivera, Artigas, Melo, Río Branco, Tranqueras, Tupambaé, Maldonado, Piriápolis, Durazno, San José, entre otros), algunas escritas 34. Carta de Carlos D. Cartolano, cónsul de Uruguay en Río de Janeiro, a Zelmar Michelini, Río de Janeiro, 1º de abril de 1958, en Archivo Fundación Zelmar Michelini, carpeta 37, sin foliar.

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prolijamente con máquina, otras más simples elaboradas de puño y letra, e incluso algunos pequeños apuntes en papeles de reducido tamaño. También hay telegramas que llegaban a su casa particular o a su despacho en la Cámara de Diputados. Las solicitudes recibidas eran diversas: agilitar trámites ante organismos estatales interponiendo un pedido de “pronto despacho”, interceder ante Luis Batlle para la designación de “correligionarios” en cargos vacantes (de la más diversa índole), solicitudes para acompañar a obreros que venían a la capital a presentar reclamos, denuncias de atropellos policiales en el interior del país y pormenores de conflictos a la interna del batllismo (y del quincismo) en distintos departamentos que exigían la mediación de dirigentes “nacionales” del sector. Todas estas cartas y telegramas son piezas documentales muy valiosas. Razones de espacio obligan a seleccionar unas pocas a las que consideramos representativas del conjunto y que permiten apreciar la forma particular en que se hacía política en esos años.35 35. Algunos textos de los años sesenta y setenta avanzaron reflexiones sobre las características de la vida política y las funciones de los partidos políticos en el Uruguay. Véase especialmente: Solari, Aldo. “Réquiem para la izquierda”, en: Uruguay: partidos políticos y sistema electoral. Montevideo: FCU, 1988, pp. 155-178 (publicado originalmente en Tribuna Universitaria, en diciembre de 1962); Rama, Germán. El club político. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental. 1971; y Real de Azúa, Carlos. Partidos, política y poder en el Uruguay (1971. Coyuntura y pronóstico). Montevideo: Facultad de Humanidades y Ciencias, 1988. En la etapa posdictadura han avanzado reflexiones sobre el tema: Rama, Germán. La democracia en el Uruguay. Montevideo: Arca, 1987; Caetano, Gerardo, Rilla, José, y Pérez, Romeo. “La partidocracia uruguaya. Historia y teoría de la centralidad de los partidos políticos”, en Cuadernos del CLAEH, n.º 44, 1987; y Panizza, Francisco. Uruguay: batllismo y después. Pacheco, militares y tupamaros en la crisis del Uruguay batllista. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1990.

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Por ejemplo, en una escrita a mano, Omar Gobba desde Punta del Este le solicitaba el 24 de abril de 1958, que si el casino departamental permanecía abierto en invierno, se lo ubicara en un cargo en “limpieza”, aclarando (“entre nosotros”), que sabía que había una “vacante”. Se ponía “a su entera disposición y a sus órdenes”, indicándole que lo podía encontrar, “como siempre”, en el bar “Foca bailarina”.36 El 24 de marzo del mismo año, desde la ciudad de Lascano, Manuel Lascano le hacía saber su “deseo de activar y aclarar” su situación. Le advertía que “no [habrían de] demorar en comenzar los trabajos políticos” y no quería “quedar atrás”, pero necesitaba que le “solucionara [su] situación económica con cargo rentado en la administración pública”, para poder desde allí “trabajar la causa política a favor de nuestro líder”. Le proponía dos opciones: “Un cargo público rentado en Lascano donde ten[ía] relaciones que serían votos” o “la liquidación desde el año 1954 de [su] expediente jubilatorio”, que estaba “paralizado”. Cerraba la carta señalando que “con la jubilación liquidada le promet[ía] abrir un comité para ir atendiendo a nuestros correligionarios en sus distintas necesidades” y le señalaba que “reuniéndose seguido se crea el entusiasmo partidario que será la base para otro triunfo del señor Batlle”.37 También son interesantes un conjunto de cartas enviadas desde Tupambaé (departamento de Cerro Largo) por Manuel Saavedra, donde se refieren asuntos políticos de la localidad y también se hacen 36. Carta de Omar Gobba a Zelmar Michelini, Punta del Este, 24 de abril de 1958, en Archivo Fundación Zelmar Michelini, carpeta 37, sin foliar. 37. Carta de Manuel J. Lascano a Zelmar Michelini, Lascano, 24 de marzo de 1958, en Archivo Fundación Zelmar Michelini, carpeta 37, sin foliar.

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pedidos para designaciones. Entre ellas se señala una vacante en el correo local para la que sugiere a Nelly Viera, que “pertenece a una familia netamente batllista” y que ha sido “una de las mejores colaboradoras que tuve en los últimos actos eleccionarios”. Agrega que Viera “está próxima a casarse con otro amigo y gran compañero batllista”, un dirigente “relevante” en Fraile Muerto que “trabaja activamente en política”. Luego refiere a la situación en el departamento a la que considera “muy embarullada”. Señala que “Don Exequiel [Silveira] es la figura que dentro del departamento concita aún actualmente el mayor número de adeptos”. Lo considera un “patriarca en Cerro Largo” y dice ver con “dolor que se lo combate despiadadamente por figuras jóvenes y advenedizas dentro del partido”. Considera que ha tenido “errores” que “se hallan en la propia esencia del ser humano”, pero considera que ha sido “trabajador y consecuente con el gran partido de Batlle”. Según Saavedra, se lo debía valorar por tener “un fuerte arrastre” y por ser “un paisano bueno y sencillo, asequible a cuantos lo necesitan”.38 Las citas que anteceden muestran lo que implicó para Michelini desempeñarse como uno de los articuladores políticos de un partido con fuerte imbricación en el aparato estatal. Hacer política y ganar adhesiones era expresar ideas, era proponer políticas, pero también era integrar una vasta red de resolución de problemas que iban desde el territorio a las altas esferas del poder y que garantizaba luego la obtención de votos. 38. Carta de Manuel Saavedra a Zelmar Michelini, Tupambaé, 17 de abril de 1958, Archivo Fundación Zelmar Michelini, carpeta 37, sin foliar.

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Mauricio Rodríguez, en su biografía sobre Michelini, recoge un diálogo entre este y Alba Roballo, durante la campaña electoral de 1958. En la conversación Michelini señalaba sus dudas con esa forma de hacer política y en especial respecto al vínculo del partido con sus votantes en el interior del país: “Todos los años vemos las mismas caras de hambre en las asambleas, los mismos marginados a los que han regalado banderitas coloradas para que agiten y les decimos los mismos lugares comunes, les proponemos los mismos grandes planes que nunca se realizan. Y a la elección siguiente otra vez. Con la diferencia de que los que nos habían escuchado tan esperanzados cuatro años atrás, ahora están pobres y en cambio nosotros estamos disfrutando de los cargos que ellos nos dieron con sus votos.”39 En los meses previos a las elecciones, Michelini ocupó un lugar central en el debate político. Junto a las elecciones nacionales y departamentales se iban a plebiscitar dos propuestas de reforma constitucional. Los batllistas eran defensores del Ejecutivo colegiado por una cuestión de principios, una definición que se encontraba en el programa partidario y que los ligaba con las luchas políticas de José Batlle y Ordóñez en las primeras décadas del siglo. Era también un hecho bastante aceptado que, cuando se propuso reformar la Constitución en 1951, algunos integrantes de la Lista 15 no se habían mostrado entusiastas con el proyecto. Aun así, todavía en 1958, expresarse contra el colegiado era para un batllista un acto temerario. 39. El diálogo fue publicado inicialmente en el libro de César di Candia, Ni muerte ni derrota. Testimonios sobre Zelmar Michelini (Montevideo: Atenea, 1988), y citado en Rodríguez, Mauricio, Zelmar Michelini…, ob. cit., p. 104.

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El 16 de octubre, Zelmar Michelini se manifestó en la prensa como partidario de reformar la Constitución y retornar a un Poder Ejecutivo unipersonal. “Estos siete años de colegiado han convencido a todos de la imposibilidad de resolver los problemas, en muchos casos graves y arduos, con el actual sistema, cuya complejidad y lentitud representan, en mi opinión, sus fallas principales. Un sistema tardío en soluciones, que favorece la elusión de responsabilidades […]. No creo que el fin del partido batllista sea el colegiado […], las nuevas generaciones no tenemos ataduras sentimentales ni anímicas como pueden tenerlas otros hombres de otras generaciones […]. Mi posición es clara y conocida. En todos lados, en conferencias y mitines, cuando se me ha preguntado he manifestado que soy presidencialista…”40 Por la importancia política de Zelmar su discurso resultó movilizador. Según informó el diario La Mañana, al día siguiente se reunieron los seis consejeros colorados con los cuatro candidatos principales de la Lista 15 para las futuras elecciones. Uno de los temas que iban a tratar, según la nota de prensa, eran las declaraciones de Michelini y la posibilidad de que fueran expresión de un viraje en las posiciones de Luis Batlle.41 El fin de una etapa Las listas para las elecciones de noviembre de 1958 se terminaron de confeccionar hacia el mes de octubre. El quincismo confiaba en su potencialidad para retener el poder. Había logrado aprobar a marcha forzada 40. “Michelini reformista”. La Mañana, 17/09/1958, p. 12. 41. “Candidatos con aprensiones”. La Mañana, 20/09/1958, p. 4.

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un conjunto de leyes que según la diplomacia europea en Montevideo tenían por objeto ganar el voto del electorado y evitar un resultado adverso.42 Sin embargo, el ambiente social y político era tenso. Por un lado, las movilizaciones sociales iban en aumento, especialmente por parte de los estudiantes, que reclamaban la aprobación de la Ley Orgánica de la Universidad de la República. Por otro, las críticas políticas arreciaban sobre el oficialismo, que se veía atacado desde diversas tiendas: el tradicional adversario nacionalista —ahora reunificado—, el movimiento ruralista y las críticas de los otros sectores colorados. La Lista 15 apostó a lograr el apoyo del electorado sobre la base de la continuidad de su programa, insistiendo en la defensa de la industria, en la paz social, en el rol activo del Estado y en la importancia de la libertad y la democracia, a la vez que negaba la existencia de una crisis que afectara al país. A lo sumo se admitía que existían “problemas”, pero que Uruguay continuaba en una “situación envidiable” en comparación con otros países del mundo.43 Sin embargo, algunos síntomas de la crisis no podían pasar desapercibidos para 42. Informe de André Schaffhauser, encargado de negocios de Francia, de 7 de noviembre de 1958, numerado 138 en Nahum, Benjamín. Informes diplomáticos de los representantes de Francia en el Uruguay. 1950-1958. Montevideo: Departamento de publicaciones Universidad de la República, 2000, p. 308. La diplomacia española iba en el mismo rumbo, véase el informe de Carlos Cañal, embajador de España, del 1° de noviembre de 1958, numerado 204, en Nahum, Benjamín. Informes diplomáticos de los representantes de España en el Uruguay. Tomo IV: 1948-1958. Montevideo: Departamento de publicaciones - Universidad de la República, 2001, p. 309. Entre las leyes aprobadas en octubre figuraban normas sobre el seguro de paro, las asignaciones familiares para desocupados, el salario por maternidad y la Ley Orgánica de la Universidad, según Nahum, Benjamín, et al. Crisis política y recuperación económica…, p. 123. 43. “Tercera crónica de la victoria”. Acción, 6/11/1958.

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los dirigentes del sector. En un acto en el barrio del Cerro, Luis Batlle fue increpado y agredido por vecinos, teniendo que ser retirado bajo custodia policial, hecho que llegó a ser debatido en el Consejo Nacional de Gobierno. Los temores de Michelini sobre el descrédito de su sector ante el electorado se confirmaron el 1o de diciembre de 1958, cuando el Partido Nacional ganó las elecciones por una diferencia mayor a los ciento veinte mil votos. A partir de allí el batllismo debió encarar la difícil explicación de un hecho que, para muchos, resultaba impensable en lo previo. Desde la redacción de Acción, donde por algunas semanas ocupó el cargo de redactor en jefe, Michelini fue testigo de la trabajosa y compleja elaboración de una explicación del fracaso electoral. Probablemente, teniendo en cuenta sus expresiones anteriores y posteriores, la lectura dominante en el sector, que suponía no asumir responsabilidades, denunciar las calumnias de la oposición —tanto nacionalista como catorcista—, y reprocharle al electorado haber incurrido en un “error”, no satisfacía sus inquietudes. Esa tesis era la sostenida por Batlle Berres, que en un acto en la casa del Partido Colorado a fines de febrero, expresó que la derrota se debía a una “campaña difamatoria, calumniosa y falsa” y afirmó que “la República se va a dar cuenta no del error, sino de la falta que cometió”.44 Esta visión predominó sobre cualquier pretensión revisionista. Cuando a poco de iniciado el gobierno nacionalista se discutió en la Cámara de Representantes 44. Archivo General de la Nación, Fondo Archivos Particulares, Archivo Luis Batlle Berres, caja 134, repartido 9, “Palabras del señor Luis Batlle Berres en la Casa del Partido acto en el cual hablaron además los consejeros electos M. Rodríguez Correa y Ledo Arroyo Torres. 18 de febrero de 1959”.

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un llamado a sala del ministro de Defensa Nacional —por los rumores de inquietud en las Fuerzas Armadas y los relevos de mandos realizados el 1o de marzo de 1959—, Michelini hizo una intervención en la que adhirió a la tesis del “error” del electorado, pero también advirtió sobre la “desconfianza” que se había generado hacia su sector y sostuvo que el desafío estaba en “reconquistar el aprecio de la ciudadanía”.45 La Lista 15 debía tomar acciones para ganar las siguientes elecciones. No bastaba con acusar a la ciudadanía de haber cometido un error o cuestionarle su credulidad ante la campaña opositora, sino que había que revisar lo actuado y buscar las responsabilidades propias en la derrota. O, como diría en 1961 en un acto en el Cerro, “de nada habrá servido la derrota si seguimos creyendo que fue un gran gobierno el de 1954-58 y que solo la calumnia y el agravio decretaron nuestro fracaso electoral”.46 Fuentes - Archivo Fundación Zelmar Michelini, carpetas varias. - Archivo General de la Nación, Fondo Archivos Particulares, Archivo Luis Batlle Berres, caja 134. - Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, Montevideo, 1955 y 1959, tomos 500 y 530. - Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, Montevideo, 1956, tomo 211. - Entrevista a Oscar Bottinelli realizada por Matías Rodríguez, 3 de noviembre de 2016. 45. Parlamento del Uruguay. Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes. Montevideo, 1959. Tomo 530, pp. 94-95. 46. “Habla Michelini”. Discurso pronunciado en el Cerro el 13 de diciembre de 1961, p. 41-42, Archivo Fundación Zelmar Michelini, carpeta 25, sin foliar.

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Prensa - Diario Acción, Montevideo, 1953-1958. - Diario La Mañana, Montevideo, 1954-1958. - Semanario Canelones, Canelones, 1953-1958.

Bibliografía Caetano, Gerardo, Rilla, José, y Pérez, Romeo. “La partidocracia uruguaya. Historia y teoría de la centralidad de los partidos políticos”, en Cuadernos del CLAEH, n.º 44, 1987. Campodónico, Miguel Ángel. Maggi. Montevideo: Fin de Siglo, 2015. Cores, Hugo. La lucha de los gremios solidarios. Montevideo: Compañero, 1989. D’Elía, Germán. El Uruguay neo-batllista. 1946-1958. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1982. Di Candia, César. Ni muerte ni derrota. Testimonios sobre Zelmar Michelini. Montevideo: Fin de Siglo, 2006. Ferreira, Pablo, “Batllismo, reforma política y conflicto social en los tempranos cincuenta. Una mirada desde la teoría de la Democracia y la Ciudadanía”. Encuentros Uruguayos, volumen V, n.º 1, diciembre de 2012, pp. 179-205. “Resistencia obrera y violencia patronal en el ‘Uruguay feliz’ de los años 50: la huelga en Ferrosmalt”, en Archivos de historia del Movimiento obrero y la izquierda, año V, n.º 9, 2016, pp. 139-158. Iglesias, Mariana. “La excepción como práctica de gobierno en Uruguay, 1946-1963”. Contemporánea. Historia y Problemas del siglo XX, vol. 2, año II, 2011, pp. 137-155. Nahum, Benjamín, y otros. Crisis política y recuperación económica. 1930-1958. Montevideo: La República – Ediciones de la Banda Oriental, 1998. Nahum, Benjamín. Informes diplomáticos de los representantes de Francia en el Uruguay. 1950-1958. Montevideo: 166

Departamento de publicaciones, Universidad de la República, 2000. Informes diplomáticos de los representantes de España en el Uruguay. Tomo IV: 1948-1958. Montevideo: Departamento de publicaciones, Universidad de la República, 2001. Panizza, Francisco. Uruguay: batllismo y después. Pacheco, militares y tupamaros en la crisis del Uruguay batllista. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1990. Rama, Germán. El club político. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1971. La democracia en el Uruguay. Montevideo: Arca, 1987. Real de Azúa, Carlos. Partidos, política y poder en el Uruguay (1971. Coyuntura y pronóstico). Montevideo: Facultad de Humanidades y Ciencias, Udelar, 1988. Rodríguez, Mauricio. Zelmar Michelini. Su Vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016. Ruiz, Esther. “El Uruguay próspero y su crisis. 19461964”, en: VV. AA. Historia del Uruguay en el siglo XX (18902005). Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2007, pp.123-162. Sanguinetti, Julio María. Luis Batlle Berres. El Uruguay del optimismo. Montevideo: Sudamericana – Taurus, 2014. Solari, Aldo. “Réquiem para la izquierda”, en Uruguay: partidos políticos y sistema electoral, Montevideo: FCU, 1988, pp. 155-178 (publicado originalmente en Tribuna Universitaria, diciembre de 1962). Zubillaga, Carlos. “Los partidos políticos ante la crisis (1958-1983)”, en VV. AA. De la tradición a la crisis. Pasado y presente de nuestro sistema de partidos. Montevideo: CLAEH – Ediciones de la Banda Oriental, 1991.

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Desde el llano: la ruptura con Luis Batlle1 Mauricio Rodríguez

1. Basado en el libro de Mauricio Rodríguez, Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016.

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Luego del fracaso electoral de 1958, el Partido Colorado pretendía renacer de sus propias cenizas con el horizonte puesto en las elecciones de 1962. El Partido Nacional había alcanzado en aquella instancia los 499.425 votos (50,7 por ciento del electorado), mientras que el Colorado apenas superó el 38 por ciento (379.062 votos). Luego del cimbronazo que los radió del poder, los dirigentes colorados comenzaron a digerir el nuevo escenario en el que debieron convivir con su tradicional rival político encaramado en lo más alto del gobierno. Casi cien años después, la jefatura del Poder Ejecutivo había cambiado de manos. En el libro Historia contemporánea del Uruguay. De la colonia al siglo XXI se señala al respecto: “Muchos anunciaron entonces, de manera solemne, que el viraje electoral significaba ‘el corte más profundo en la historia uruguaya’, advirtiendo que la derrota del batllismo en las urnas se traducía en realidad en el fin del ‘Uruguay batllista’. Las expectativas rupturistas y fundacionales parecían alimentarse tanto a partir de los múltiples indicios de la hondura estructural de la crisis, como respecto a las señales y tendencias predominantes en los centros hegemónicos del mundo capitalista. Algunos sostuvieron que había llegado en el Uruguay la hora de transformaciones traumáticas. Otros, en cambio, se mostraron 171

más escépticos ante esa eventualidad, advirtiendo que las líneas de continuidad y ‘amortiguación’ podían volver a operar aún después de la ‘tormenta’”.2 Puertas adentro de su colectividad los colorados intentaron “acomodar el cuerpo” al nuevo escenario. Como era de esperarse, la convivencia en aquellos tiempos fue un cruce de acusaciones y ataques internos que apuntaron, sobre todo, a establecer responsabilidades a la hora de explicar el histórico fracaso en las urnas. El camino que pretendió recorrerse para “dejar el llano” se vio entonces empantanado por los reproches y se acrecentaron las fisuras. En su momento, Zelmar no vio con buenos ojos que don Luis Batlle se autoproclamara como candidato al Consejo Nacional de Gobierno para las elecciones siguientes, las de 1962. Muchos lo hacían principal responsable de la derrota colorada, aunque para sus colaboradores cercanos el desastre se explicaba por el accionar del diario El Día, que se sumó a la agresiva campaña que el Partido Nacional desarrolló en los meses previos a los comicios de 1958. Zelmar era de los pocos que no solo compartía la tesis que abonaba la responsabilidad principal del presidente en el descalabro colorado, sino que —como casi ninguno— se lo planteó mirándolo a los ojos. Esas desavenencias derivarían en el alejamiento irreversible de quien fue su mentor político. Zelmar intentó primero armar un nuevo grupo dentro de la propia Lista 15 —la 515— pero no fue aceptado por Luis Batlle y esa negativa originó entonces un tercer polo colorado de raíz batllista, la Lista 99. 2. Caetano, Gerardo, Rilla, José. Historia contemporánea del Uruguay. De la colonia al siglo XXI. Montevideo: CLAEH – Fin de Siglo, 2005, p. 279.

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El proceso que terminó con el rompimiento de Zelmar con Batlle Berres fue complejo y no puede explicarse por una única causa. Varios motivos se fueron hilvanando hasta el quiebre definitivo que los distanció de manera irreversible. El indudable respeto y estima personal que ambos se tenían dificultó la separación. O quizás solo la dilató, porque las divergencias políticas los ubicaron en un punto de no retorno. Además, a los tirones entre ambos se agregó la influencia, marchas y contramarchas de parte de sus allegados personales y políticos. El debate acerca de la Ley de Autonomía Universitaria encendió la mecha. En las discusiones previas, que se dieron entre abril y octubre de 1958, Zelmar marcó sus discrepancias con Batlle Berres y con el paso del tiempo se fueron sumando otros temas que desnudaron sus desencuentros. La combustión final se generó en las miradas disímiles que tenían sobre la línea social y económica que había seguido el gobierno encabezado por don Luis. Y que Zelmar entendía que debían revisarse porque estaba convencido de que en las elecciones de 1962 triunfaría el Partido Colorado. Por esos tiempos no fueron pocos los que lo escucharon decir: “Somos varios los que pensamos así [distinto al presidente]. En estos últimos años, mientras hicimos oposición la cosa fue cómoda, pero gobernando va a ser imposible”. El olfato de Zelmar —seguramente condicionado por su visión montevideana del mapa político del país— estuvo apenas desajustado. Porque si bien en las elecciones siguientes el Partido Nacional volvió a quedarse con el gobierno, en la capital del país arrasaron los votos colorados. Para Elisa Delle Piane de Michelini “el gran tema” que separó a Zelmar de Luis Batlle fue que este “no 173

hiciera una autocrítica” luego de la derrota de 1958. Según le contó en una entrevista al periodista César di Candia, Zelmar decía que le daba vergüenza “ir cada cuatro años a hacer el mismo discurso a la gente sin que hubiera cambiado nada, sin que se hubiesen cumplido las promesas”. “Lo que más reclamaba era un análisis que explicara la causa de esa derrota catastrófica, una explicación en profundidad, no superficial. Aunque le seguía manteniendo a don Luis Batlle el mismo respeto, ya no coincidía con él en sus posiciones políticas”, dijo Elisa.3 En la misma línea, uno de los hombres más cercanos a Zelmar y luego histórico —y cuestionado— dirigente frenteamplista, Hugo Batalla, dijo en el libro Hugo Batalla. Una vida al rescate de la persona que en ese año 1962 la 99 apareció dando “una interpretación” de la derrota. “Fue cierto que Luis Batlle fue un hombre calumniado. La propaganda técnicamente organizada del Partido Nacional que votaba por primera vez unido y la incapacidad del partido para actuar unido, en el sentido que había una profunda división entre la 14 y la 15, fueron factores que existieron y tuvieron gravitación, pero para nosotros tal vez lo más importante que todos los otros factores fue el hecho que el Partido no sabía realmente qué camino tomar”.4 Según recuerda el periodista Efraín Quesada en el libro Ni muerte ni derrota, la relación de Michelini con Batlle “comenzó a flaquear al pedirle éste que El Flaco (Zelmar) hiciera la defensa del Ministro (de Industria y Trabajo), Fernando Fariña, a raíz de una interpelación parlamentaria. Michelini le respondió telefónicamente 3. Di Candia, César. Ni muerte ni derrota. Testimonios sobre Zelmar Michelini. Montevideo: Fin de Siglo, 2006, p. 83. 4. Scaffo, Sonia. Hugo Batalla. Una vida al rescate de la persona. Montevideo: edición de autor, 1991, p. 45.

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que le resultaba difícil hacerlo y que ‘no podía asumir esa responsabilidad’. Batlle se disgustó e insistió con su pedido. Tiempo después, ya separado del lema, Michelini me contó que le había contestado ‘que no iba a defender al Ministro y que además no recibía órdenes”.5 A finales de 1961 una de las primeras voces que manifestó públicamente sus discrepancias con la conducción económica del gobierno y realizó una profunda interpretación de la derrota colorada fue precisamente la de Hugo Batalla. El propio dirigente cuenta en el libro de Scaffo: “En determinado momento yo empiezo a sentir la necesidad de replantear lo que era el pensamiento y la conducta de lo que era la 15. […] En el 62 comencé a acercarme a Michelini en la medida que estaba en una línea que yo compartía. Creo que a fines del año 61 hubo un acto en el Cerro y Zelmar hizo un discurso para mí excepcional. Él señalaba, decía mejor lo que yo también pensaba. […] Es posible que (la creación de la 99) fuera un camino irreversible; yo lo hablaba muchas veces con Zelmar y le decía: ‘Mirá, Zelmar, ni tú ni yo queremos pelearnos con Batlle pero la propia dinámica de los hechos nos va a llevar a que nos peleemos con Batlle’. Zelmar me tomaba el pelo y decía: ‘No llegó la dinámica, empezaste vos’. Es muy difícil para los caudillos, de gran valor personal aún como Luis Batlle, admitir que pueda haber diferencias, discrepancias. Él era típicamente un caudillo, no un líder, son cosas distintas”.6 En una entrevista realizada por César di Candia y publicada en la revista Reporter el 7 de octubre de 1961 —más de un año antes de las elecciones de 1962— algunos dichos de Zelmar revelaron que el alejamiento 5. Di Candia, César, ob. cit., p. 83. 6. Scaffo, Sonia, ob. cit., p. 84.

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de Luis Batlle había entrado en un camino que había perdido toda posibilidad de recomposición. Zelmar anticipó allí algunas de sus posiciones y el escenario que pronto empezaría a tomar forma. Entre otras cosas, comentó también que no creía en “frentes populares” aunque diez años más tarde la situación del país y su propia posición sería otra y en 1971 sería el gran artífice en la creación del Frente Amplio. En el artículo, Di Candia lo presentó como “impulsivo, inquieto y seguro de sí mismo”. “El joven diputado quincista Zelmar Michelini es considerado hoy por las nuevas generaciones batllistas —y bajo la mirada aprobatoria y paternalista de buena parte de las otras generaciones— como el portaestandarte del viejo radicalismo colorado, que parecía definitivamente enterrado bajo años de burocracia y desgaste en el poder. De un izquierdismo sincero y vehemente que le valió una carrera de desusado brillo y rapidez, […] ese mismo izquierdismo parece estar llevando actualmente a Michelini a un inexorable alejamiento del jefe de su fracción, Luis Batlle Berres, y al liderato del ala más avanzada de su partido”. Zelmar reflexionó en la entrevista: “La derrota (electoral de 1958) nos vino bien. El llano decanta y purifica a los partidos. Además el triunfo nacionalista clarificó el panorama político, dividiéndolo en dos tendencias perfectamente definidas: las derechas, agrupadas alrededor de las dos facciones del Partido Nacional, y las izquierdas, representadas por el Partido Colorado y particularmente por el batllismo. […] Creo que hay que buscar alguna fórmula de unidad, porque es necesario darle alguna esperanza al pueblo. Sin esa esperanza, que mantenga a la gente optimista para el año 62, podría pasar cualquier cosa, pues el gobierno blanco ya no es solución ni para ellos mismos. […] A los problemas 176

nuestros debemos oponerles soluciones nuestras”. Zelmar aventuró que quizás podría haber acercamientos con el general Oscar Gestido, “un hombre intachable, respetado, de ideas liberales e independiente de las facciones”, además de gente de la Lista 14, entre los que citó a Renán Rodríguez, Alberto Brause, Aquiles Lanza. O incluso “gente más joven” como Alberto Abdala o Amílcar Vasconcellos. Para ese entonces, Zelmar ya era padre de ocho hijos. El 24 de enero de 1961 había nacido Felipe. El nuevo integrante de la familia no perturbó la rutina laboral de su padre, que empezaba muy temprano y se repetía todos los días casi como un ritual. A las ocho de la mañana, y antes de ir al diario Acción, se iba a desayunar leche chocolatada al local de Conaprole que existía en la esquina de 18 de Julio y Yí. Allí recibía a correligionarios, amigos y políticos, por lo que aquellas mesas fueron testigos de los cambios que se avecinaban. Cuando la separación de Luis Batlle parecía inevitable, Zelmar se reunió con el dirigente Nelson Alonso,7 tomó una servilleta, la apoyó sobre una de esas mesas y le escribió los nombres de las personas que él creía podrían acompañarlo. Se equivocó en la mayoría de los nombres. Al respecto, Jorge Bazzani recordó en Ni muerte ni derrota… que varios le dijeron: “Andate, Flaco, que nos vamos contigo”,8 pero luego no cumplieron su palabra y permanecieron junto a Batlle Berres. Respecto al derrotero que siguió la incipiente agrupación de Zelmar en esos días, Batalla contó ante 7. Alonso fue edil por la Lista 99 y luego, a partir de 1967, diputado por la misma agrupación. 8. Jorge Bazzani fue compañero de fútbol de Zelmar en la Liga Universitaria y luego cofundador de la Lista 99.

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Scaffo: “En un primer momento armamos dentro de la propia Lista 15 una corriente de pensamiento, la 515, que, con el liderazgo de Luis Batlle, llevara una lista de diputados distinta y planteaba un esquema de funcionamiento de partido distinto. Eso no fue admitido por Luis Batlle. Yo que había dicho cosas desde la tribuna de la 15 sin que nadie me planteara nada, cuando empecé a decirlo desde otra tribuna no era la misma adhesión y la aceptación. Y eso hizo que, después de un discurso mío en un acto inicial del partido, en un artículo de Acción que se llamaba ‘Batalla nos ataca’, Batlle señalaba que yo no podía decir desde tiendas de la 15 lo que estaba diciendo. Y eso nos condujo a la 99”. El día D de la ruptura se dio el 4 de mayo de ese 1962, cuando las elecciones de ese año apuraban decisiones y alianzas políticas casi sin margen de tiempo. En esa jornada, el dirigente colorado del club Batllismo en acción, Liborio Sica, organizó un acto partidario en su local, ubicado en General Flores y Lorenzo Fernández. Hubo una buena convocatoria —más de mil personas— y aquello se interpretó como el primer encuentro público de la recién creada —y efímera— Lista 515, que pronto sería obligada a usar el número 99. Los oradores fueron sucesivamente Sica, Aquiles Lanza, Hugo Batalla y Zelmar, quien al terminar su discurso recibió una impresionante ovación. Al bajar del estrado, Batalla lo abrazó y le dijo al oído: “No sacaremos votos, pero que nos vamos a divertir, nos vamos a divertir”. Fueron unos dichos de Batalla los que dispararon la enérgica respuesta de Luis Batlle y precipitaron la ruptura. Hugo se subió al escenario y dijo: “Vamos a señalar los errores del Partido Nacional, sí, pero vamos a señalar los errores del Partido Colorado también, porque los hemos tenido y justicia es 178

reconocerlo para decirle lealmente a la ciudadanía que nosotros nos sentimos responsables una vez del fracaso del Partido Colorado, y que nos sentimos también responsables, por incapacidad a veces, por debilidad otras, de haber constituido en 1954 una gran esperanza que no fue luego desde el gobierno lo que el pueblo esperaba. Creo que es nuestro camino, señalarle al pueblo que hemos aprendido la lección, que no vamos a señalarle ni a decirle al pueblo que ha votado jugando. No, el pueblo se equivocó porque buscó soluciones donde no las había, pero hubo errores grandes del Partido Colorado y del batllismo que impusieron ese cambio en el gobierno”. El mea culpa de Batalla provocó una inmediata respuesta de Batlle Berres, quien el 10 de mayo de ese 1962 publicó en Acción una filosa nota titulada “Batalla nos ataca”. El artículo rezaba: “Si nuestras culpas fueron una causa de la derrota y ahora sale a precisarlas el doctor Batalla, ¿por qué ha reclamado una lista que terminara con el número 15, y no ha buscado otro número, para dar la lucha frontal al sector de la 15, moviéndose, al parecer, con la preocupación de confundir a la gente? […] El gobierno de la 15 fue malo, tuvo culpas, tiene la responsabilidad de la derrota del Partido Colorado; si así lo entiende el doctor Batalla y cree que es conveniente y necesario precisarlo ante la opinión pública y andar otros caminos, puede hacerlo, pero sin confundir a la misma opinión pública buscando la sombra y el prestigio de la 15, en su terminal 515, y precisando, en cambio, un nuevo agrupamiento dentro del batllismo. […] La 15 constituye la inmensa fuerza del Partido Colorado, la victoria del Partido Colorado se podrá asegurar con una 15 que tenga en noviembre próximo más de 350 mil votos, pero será necesario que tengamos una disciplina férrea entre nosotros y no salir a la calle a 179

decirle que perdimos por nuestros errores, por nuestras faltas, y quienes así lo entiendan, que se enfrenten a la 15 y con otros hombres, otras directivas, salgan a la calle y salven al Partido, si se sienten con razones y fuerzas para hacerlo”.9 El editorial de Batlle Berres era una invitación a Zelmar, Batalla y el resto de quienes lo acompañaban a salirse del paraguas de la 15. Una elegante forma de mostrarles dónde estaba la puerta. Antes del quiebre final, hubo un último intento por evitar la fractura. Según recordó Santiago Michelini, el hermano de Zelmar, se hizo un almuerzo “de camaradería” en un restorán llamado La Paloma, en el barrio Malvín, cuya especialidad era arroz con azafrán y pollo. Durante la velada tres dirigentes cercanos a Zelmar le plantearon a Batlle Berres la intención de mediar en la tensa situación. “Batlle les dijo que él no tenía ningún inconveniente —señaló Santiago— aunque creía que una solución a esa altura era muy difícil. Los tres hablaron con Zelmar posteriormente y éste les expresó más o menos lo mismo, pero propuso una última reunión que debía efectuarse con participación de dos personas. Don Luis designó a su hijo Jorge y Zelmar me nombró a mí. Arreglamos una reunión en mi apartamento de Bulevar Artigas y allí nos juntamos. Cambiamos ideas durante dos horas y media y llegamos a la conclusión de que el arreglo era imposible”.10 Elisa, la esposa de Zelmar, vivió aquellos cambios con intensidad. Con estas palabras los recordó ante Di Candia: “En las elecciones, cuando fueron a hacer las listas, Zelmar le dijo a Luis Batlle que él quería ir en 9. Tomado de García, Leonel. Hugo Batalla. Las luchas más duras. Montevideo: Ediciones B, 2013, p. 38. 10. Di Candia, César, ob. cit., p. 87.

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Montevideo con su propia lista. En aquel momento se dijo que él quería saber si sus discrepancias con Batlle tenían fuerza dentro del partido porque si él no era apoyado no quería seguir en algo que se estaba haciendo rutinario. Batlle le dijo primero que sí y después que no. Y a tres meses de las elecciones le negó el número ‘515’. Las únicas opciones que le quedaban entonces eran o irse para casa o largarse por su cuenta también en lo nacional. Tenía mucho miedo de tirarse solo, en realidad estaba convencido de que si se tiraba con lista propia fracasaría. Todos los antecedentes similares en el partido habían terminado en desastres”.11 Lalo Cerdeira contó que Zelmar vivió con “mucho dolor” la separación de Luis Batlle porque le tenía “una gran admiración”.12 “Zelmar plantea la lista 515 para medir sus posibilidades —dijo Cerdeira—. Me consta que Luis Batlle valoraba a Zelmar porque conviví de casualidad durante 15 días junto a Luis Batlle en una estancia de Paysandú. Sucede que no nos quieren dar el sub-lema, por lo que no podíamos actuar políticamente. Finalmente sacamos un sub-lema: ‘Por el gobierno del pueblo’. ¡Un precioso nombre! Eso fue idea de Zelmar. Tenía una gran capacidad también para crear”.13 Por esos mismos tiempos, la izquierda se veía atravesada por un debate que apuntaba a que todas las “fuerzas populares” debían apostar a la unificación. Latinoamérica, con el faro de la Revolución cubana en su mayor esplendor y en el contexto de la Guerra Fría, atravesaba una etapa en la que intentaba generar una sintonía cuyos ejes principales eran la libre autodeterminación de los pueblos y romper amarras con los 11. Ibídem, p. 85. 12. Dirigente desde sus inicios de la Lista 99. 13. Entrevista del autor.

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llamados países imperialistas. Zelmar, aunque había afirmado en forma categórica que no creía en “frentes populares”, fue visto como una de las figuras más prometedoras en un posible nuevo escenario. En marzo de 1962 el semanario Marcha publicó una nota, bajo el título “Hacia la unión nacional y popular”, que divulgó la declaración de centenares de ciudadanos que plantearon la necesidad de conformar un nuevo espacio político “sobre un programa de contenido popular y nacional, de orientación definidamente progresista y antiimperialista”, que tanto en su integración como en “su contenido ideológico y en acción concreta” debía ser “absolutamente independiente de toda potencia o fuerza integrante de los bloques poderosos del mundo”. Luego del fracaso de las negociaciones entre los emisarios de Zelmar y don Luis, ya con todas las cartas políticas sobre la mesa pero con el afecto entre ambos intacto, Zelmar hizo un último —y finalmente infructuoso— movimiento. Se fue a hablar personalmente con Batlle Berres. “Pero mire, Zelmar, que yo estoy muy fuerte”, le dijo el expresidente. Y Zelmar le respondió: “Justamente, por eso me voy ahora, porque si usted estuviera débil, estaría al lado suyo”. Cuando salió de la reunión con Batlle Berres, Zelmar se fue a ver a su hermano Pedro y le comentó: “Es tan inteligente don Luis que hasta me despidió dándome un consejo: ‘Usted es joven, es capaz, y va a caminar muy bien en el partido. No va a desaparecer porque me abandone. Más le digo: hay gente muy bien en otros grupos que necesita del respaldo de gente como usted”. Luis Pedro, uno de los hijos de Zelmar, recordó: “Creo que Luis Batlle pensaba que fuera de su ala el viejo no iba a estar bien y entonces le permitió usar el número 515 para su lista. Pero faltando muy poquito para el cierre de las listas y 182

viendo la fuerza que agarraba con su propia agrupación, le sacó el número diciendo que era muy parecido a la 15, etcétera. Ahí surge la 99 y lo recuerdo muy bien porque nos quedaron muchos afiches, pegotines, etcétera, de la 515. Mucho tiempo después el viejo empezó a seguir el 99 a la quiniela”.14 Una de las primeras “acciones” que se definieron para la flamante agrupación fue crear los llamados “equipos de movilización”, que tenían como objetivo detectar y acercar a quienes tuvieran afinidades e intereses comunes en lo laboral, lo cultural o lo social. Zelmar definió que en su lista quería tener un abogado, un médico y una profesora, lugares que fueron ocupados por Batalla, Lanza y Reina Reyes, quien luego prefirió acompañar pero sin figurar en la lista. Según algunos dirigentes Zelmar y Batalla no tenían una gran amistad, aunque por supuesto tenían buenas relaciones que se afianzaron en la nueva etapa que los tiempos políticos les obligaron a enfrentar. Para varios, la designación de Batalla fue algo sorpresivo pero dio la pauta del olfato de Zelmar para elegir a su gente. Mientras el tablero político de los colorados no terminaba de acomodar sus fichas, el exaviador y militar retirado Oscar Gestido comenzó a cosechar crecientes adhesiones dentro del partido. Era un hombre que había cultivado una imagen de buen administrador —dirigiendo algunos entes estatales— y cuya popularidad se había disparado luego de estar al frente de la comisión que organizó la ayuda y prestó asistencia a los damnificados por las inundaciones de 1959. Gestido era la figura excluyente de la Unión Colorada y Batllista, que contaba entre sus filas a ciudadanos del 14. Entrevista del autor.

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ala más conservadora del partido. En la vereda de enfrente, Zelmar pretendió ocupar “la izquierda” de los colorados y formó el espacio Por el Gobierno del Pueblo, con la Lista 99. Este escenario le cedía el “centro” del partido a Luis Batlle y su Lista 15. Y efectivamente estas fueron las tres posiciones, vinculadas a estos tres hombres que, dentro del Partido Colorado, se pusieron a consideración de la ciudadanía a fines de noviembre de 1962. Cinco años después, en las elecciones de 1966, Zelmar y Gestido estuvieron muy cerca de conformar una fórmula presidencial. Finalmente no se concretó, Gestido fue electo presidente y meses después Zelmar integró su gabinete como ministro de Industria. El expresidente Julio María Sanguinetti recordó en una entrevista: “Zelmar pretendía formar una lista dentro de la misma estructura de la 15, pero con otro rumbo. Y nosotros éramos bastante proclives a pensar en esa dirección, que era buena, pero don Luis Batlle no pensaba así. Nos decía que teníamos que mantener la identidad del grupo, mantener la idea de la 15 frente a la de la 14. ‘Si estos muchachos quieren hacer su camino, que lo hagan, pero por su lado’, dijo don Luis. Yo tenía una gran amistad con Zelmar pero nunca dudé de seguir con la 15 y de hecho cuando él empieza esa apertura, justamente se sorprendió mucho de que yo no lo siguiera. Teníamos una gran afinidad pero yo sentía que el camino no era ese, y ahí nos quedamos junto a Luis Batlle”.15 El 24 de julio de 1962, a escasos cuatro meses de las elecciones, la revista Reporter publicó en su tapa una foto de Zelmar junto al título “¿Rebelde con causa?”. En las páginas centrales se incluyó una extensa entrevista —realizada por el periodista César di Candia— 15. Entrevista del autor.

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donde el entonces joven dirigente/disidente colorado expuso sus argumentos. Para ilustrar su sentir, Zelmar apeló a un recuerdo de su niñez: “Cuando yo tenía siete u ocho años, mi padre me dio un peso y me mandó a hacer una visita. Subí al tranvía que entonces costaba cuatro centésimos y esperé que el guarda me diera el vuelto. El tranvía pasó por donde yo tenía que bajarme y no me animé a pedirle nada. Me llevó hasta la parada final, allá por (la calle) Pérez Castellanos. Ya no quedaba nadie, y me armé de valor para reclamarle mi vuelto. Entonces el guarda me agarró del cuello, me puso sobre la plataforma y de un puntapié me echó del tranvía. Me quedé solo en la calle, sin un cobre, lejos de mi casa, temiendo la reacción de mi padre y por sobre todas las cosas con la horrible sensación de haber sido estafado, humillado, despreciado. Esa misma amarga sensación de burla, de desazón, volví a sentirla hace dos meses cuando Luis Batlle nos retiró el número 515 que ya se nos había otorgado, provocando así nuestra separación”. El periodista hizo un afinado análisis del distanciamiento que como un muro infranqueable se instaló entre Zelmar y Luis Batlle. “Michelini creía que la candidatura de Batlle era inoportuna —escribió Di Candia—. Batlle, que solo a su alrededor y bajo su enorme prestigio personal, podían aglutinarse los votos colorados con los que se intentará dar una batalla decisiva. Michelini piensa que el Partido Colorado perdió las elecciones por factores ajenos y por errores propios, Batlle no admite esto último y se asombra de que el entonces diputado Michelini no haya intentado reaccionar desde su banca de legislador contra esos supuestos errores. Michelini sostiene que se le echa del quincismo porque no se le permite discrepar con el jefe. Batlle, que no es posible discrepar con el quincismo, 185

señalar sus defectos pasados, y utilizar el magnetismo del número para provecho electoral”. A ese respecto, Zelmar señaló en la misma entrevista que su “oposición fundamental” con Luis Batlle fue que este se autoproclamó como candidato al Consejo Nacional de Gobierno. Zelmar entendía que antes de la proclamación “era necesaria una movilización ideológica que le ofreciera algo nuevo al país, y un inmediato acuerdo de todas las fracciones coloradas no en torno a fórmulas electorales, sino en base a ese programa de gobierno”. Según él, “recién entonces” podía pensarse en candidaturas. El expresidente e hijo de don Luis Batlle, Jorge Batlle, recordó la traumática separación de su padre con Zelmar. “Lo viví de una manera muy dolorosa, penosa —dijo el fallecido ex presidente—, porque, más allá de una comunidad política, con Pito teníamos una amistad que habíamos profundizado enormemente en esos años. Yo no hablé con Pito pero supe lo que estaba pasando porque él lo fue a ver a papá, a la radio Ariel luego de la elección de 1958 y le dijo que entendía que era el momento de que papá se retirara de la política. Que él creía que había que hacer otras cosas. Y bueno, mi padre entendió por tanto que Michelini lo que quería era llevar adelante un grupo político orientado fundamentalmente por él mismo, con independencia. Naturalmente estaba en su derecho. Recuerdo que mi padre escribió al respecto un artículo en el diario Acción, un texto breve, que decía ‘Un barco que se aleja’. Fue muy doloroso para todos nosotros y seguramente para ellos también. Este tipo de distanciamientos siempre provoca un desgarro. Desde el punto de vista personal lo que se cortó fue esa vida prácticamente cotidiana de encontrarnos todos los días. Siempre tuvimos afecto recíproco, 186

pero pasado el tiempo no volvimos a hablar sobre esto porque lo que sucedió fue que los hechos políticos nos fueron separando”.16 Aunque por otros motivos menos ideológicos y más bien mundanos, el rompimiento con el presidente Batlle fue un sacudón también para la interna familiar de los Michelini. Elisa Michelini, otra de las hijas de Zelmar, tenía trece años por esos días y recuerda: “Para nosotros fue una conmoción. Porque además Luis Batlle nos mandaba regalos y un día nos dimos cuenta de que pasaba algo porque no vinieron más regalos [risas]. Nosotros, los hijos, siempre andábamos escuchando lo que pasaba en casa. Recuerdo que cuando papá volvía de alguna sesión de la Cámara nos quedábamos a esperarlo, había muchos problemas y mi casa era refugio de todos. Incluso durante un tiempo hubo un policía en la puerta de casa y nosotros le llevábamos café con leche, porque papá siempre nos enseñó eso, el ser humanos. Más adelante, cuando fue ministro de Industrias, todos los días alguien le mandaba algún regalo y mi padre los devolvía. No quería quedarse con ningún regalo”.17 De los mismos tiempos, Margarita Michelini recuerda: “Tuvimos acceso a cosas como ir a visitar a Luis Batlle. Son situaciones que daban seguridad, porque no te deslumbrás con facilidad, vivís todo con más naturalidad. Son vivencias que desde muy chicos nos dieron la dimensión de la relatividad de algunas cosas, eso de estar arriba y estar abajo y que no sos más ni menos que nadie”. Sanguinetti sostiene que luego de la irreversible decisión de romper con Batlle Berres, habló con Zelmar con la intención de convencerlo de que se quedara 16. Entrevista del autor. 17. Ídem.

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dentro de la 15. El expresidente contó: “Con Zelmar realmente no había discrepancias profundas, era más una elección electoral que una confrontación ideológica. Cuando se configura la 99 mantuvimos la amistad y nos seguíamos viendo. Recuerdo que yo iba al diario y a veces nos juntábamos a tomar un café temprano. Nos encontrábamos normalmente en La Alhambra, que era una confitería y bar que estaba en la plaza Matriz. El Flaco era muy madrugador. Arrancaba temprano y andaba todo el día por la calle. ¡Era un callejero! [Risas] No era de trabajar en la casa, digamos, y salía y volvía de noche. Yo no me resignaba a que se fuera del Partido, lo sentía como un desgarramiento. Siempre estuve diciéndole ‘mirá, Flaco, me parece que no es por ahí’”. La ruptura dejó heridas que permanecieron abiertas durante mucho tiempo. En 1988, a más de 25 años de haberse producido aquel quiebre, el periodista César di Candia entrevistó para el semanario Búsqueda18 a Matilde Ibáñez, la viuda de Luis Batlle, quien señaló: “En 1958 hubo dirigentes que creyeron que mi marido podía estar terminado. Batlle tenía un enorme cariño por Michelini. Zelmar para nosotros era como un hijo más. En casa tenía una absoluta confianza. Bueno, en un momento Zelmar se apartó de Batlle y a éste le dolió mucho. Pero no solo se fue sino que le pidió el uso del número 15. Y Batlle le contestó: ‘Mire, Michelini, yo respeto que usted crea que yo no tenga ya vitalidad, o que haya cometido errores, pero la 15 no se la doy’. Lo menciono porque a mí me dolió enormemente […]. Zelmar quiso desplazar a Batlle y quedarse con la 15. Te voy a ser franca: no lo entiendo. Me parece mucho mejor 18. Di Candia, César. Confesiones y arrepentimientos. Selección de entrevistas. Montevideo: Colección diario El País, 2007, p. 81.

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ser leal que no serlo, conseguir las cosas de otra manera, no así”.19 En sentido contrario, Aída, la hermana de Zelmar, comentó en Ni muerte ni derrota… que en la separación entre Zelmar y Batlle Berres “influyeron varios factores”. “Don Luis lo quería mucho y Pito a él también. Puede haber habido celos de otra gente, no sé. No creo que haya sido porque Pito fue el único que se animó a decirle en la cara que el culpable de la derrota del 58 había sido el propio Batlle. Es muy posible que hasta la propia señora de Batlle haya influido. Hasta hubiera sido humano y lógico. Era y es madre y se jugaría por su hijo —Jorge— al que Pito empezaba a hacerle sombra”.20 Elisa, la esposa de Zelmar, le dijo en una entrevista a Di Candia: “A partir de la fundación de la 99, para los Batlle fue como si nos hubiésemos muerto. No solo nos borraron Luis y su señora, sino todos los que estaban a su alrededor. No sé si hubo orden o hacían méritos, pero fue como si estuviésemos malditos. Antes teníamos una muy buena relación con doña Matilde. Siempre tenía atenciones con los chiquilines, pero cuando nació mi hija Cecilia, ya después de la ruptura, no vino a verme absolutamente nadie. No entiendo eso de mezclar la amistad con la política. O uno es amigo o no lo es y entonces no importa lo que vota. Bueno, con (Aquiles) Lanza a mí me pasó lo mismo, lo borré y lo requeteborré pero la situación fue diferente”.21 En los días siguientes a la ruptura, Zelmar empezó a contactar a distintos actores —de muy diversas tiendas políticas— con el fin de invitarlos a sumarse a 19. Entrevista del autor. 20. Di Candia, César. Ni muerte ni derrota… Montevideo: Fin de Siglo, 2006, p. 90. 21. Di Candia, César, ob. cit., p. 87.

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su nuevo proyecto partidario. Un día citó en su despacho de la Cámara de Diputados a Héctor Rodríguez, quien se sorprendió por la separación. Zelmar le dijo: “Mirá, soy diputado desde el año 54. Desde entonces he tenido grandes dificultades con el gobierno, que era obviamente el de mi propia lista. Eso me ha creado cargos de conciencia que no quiero volver a tener. En las próximas elecciones, si voy con ellos, seré senador, y como el batllismo puede ganar, puede ser peor. Prefiero mantener mi propia independencia”. Según dice Rodríguez en Ni muerte ni derrota…, Zelmar le propuso trabajar juntos. Él se lo agradeció, pero le explicó que no podría sumarse al Partido Colorado, aunque le anticipó que si algún día se iba del lema, quizás “se podrían entender”. Los tiempos de entendimiento entre ambos llegarían años después, cuando fueron actores esenciales en la creación del Frente Amplio. Dolorosamente rotos los lazos con don Luis Batlle, Zelmar y los pocos que prometieron acompañarlo —y efectivamente lo hicieron— se abocaron a afianzar el flamante espacio al que dieron vida. A contra reloj, debieron elegir a sus propios candidatos, además de explicarle a la ciudadanía qué objetivos perseguían, ya desgarrado el paraguas protector de la 15. El dirigente de la 99 Eduardo Arsuaga contó que la agrupación trabajó durante muchos años en un local de la calle Sierra casi Asunción que se había logrado conseguir gratis. Se reunían una vez por semana. En otras oportunidades los encuentros eran en un bar cercano al Palacio Legislativo. “Allí iban dirigentes que se habían manifestado en contra del rumbo que Luis Batlle quería imprimirle a la Lista 15. Algunos se tomaban una copa y había que pararlos para que no fueran a la quinta de don Luis a plantearle su enojo. Cuando llegó definitivamente la separación, lamentablemente casi ninguno acompañó 190

a Zelmar”. 22 El dirigente colorado Yamandú Fau contó a Di Candia que en esa nueva etapa el mensaje de Michelini concitaba “una multitud en la plaza”, pero después eso “no se reflejaba electoralmente”. “Había enormes deseos de verlo y escucharlo pero sus palabras no germinaban. En una ocasión, durante un acto multitudinario en Mercedes, uno de los mejores que habíamos hecho en la campaña del 62, Zelmar se bajó de la tribuna y una mujer ya mayor le dijo: ‘Usted parece Cristo’. La gente se impactaba, pero uno después se preguntaba qué le habría quedado del mensaje. Y las cifras electorales de muchos lugares del interior dijeron que era muy poco”, dijo Fau.23 El pulgar hacia abajo de Luis Batlle determinó que la 515 tuviera una vida efímera y que pronto debiera calzarse los ropajes de una nueva agrupación, la 99. Hasta ese momento, la estrategia del grupo había sido pensada exclusivamente para lo departamental, pero el nuevo escenario los obligó a revisar sus planes para incluir, también, lo nacional. Con muy poco tiempo por delante, la nueva lista se lanzó de lleno —más con entusiasmo que con recursos— a realizar su propia campaña electoral. Entre las primeras medidas, se definió el número de lista que la identificaría. Recurrieron a la Corte Electoral, que les dio como opciones los números 45, 123 (que luego usaría Oscar Gestido y más tarde identificaría al pachequismo) y 99, que fue finalmente el elegido. Según algunos testimonios, uno de los principales motivos que inclinaron la balanza hacia ese número fue la practicidad y economía que significaba hacer un solo molde —el del número 9— y simplemente repetirlo a la hora de pintar chapas, 22. Di Candia, César, ob. cit., p. 83. 23. Di Candia, César, ob. cit., p. 88.

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carteles y paredes. Juan Batalla, el hermano de Hugo, fue el responsable de diseñar los moldes y tipo de número que identificarían a la agrupación. Fuentes - Arsuaga, Eduardo. Entrevista realizada por el autor en Montevideo en junio de 2015. - Batlle, Jorge. Entrevista realizada por el autor en Montevideo en mayo de 2014. - Cerdeira, Lalo. Entrevista realizada por el autor en Buenos Aires en junio de 2015. - Michelini, Elisa. Entrevista realizada por el autor en Parque del Plata en diciembre de 2014. - Michelini, Luis Pedro. Entrevista realizada por el autor en Montevideo en noviembre de 2014. - Michelini, Margarita. Entrevista realizada por el autor en Montevideo en abril de 2014. - Sanguinetti, Julio María. Entrevista realizada por el autor en Montevideo en febrero de 2015.

Bibliografía Caetano, Gerardo, y Rilla, José. Historia contemporánea del Uruguay. De la colonia al siglo XXI. Montevideo: CLAEH – Fin de Siglo, 2005. Di Candia, César, en revista Reporter, Montevideo, 1961-1962. Confesiones y arrepentimientos. Selección de entrevistas. Montevideo: Colección diario El País, 2007. Ni muerte ni derrota. Testimonios sobre Zelmar Michelini. Montevideo: Fin de Siglo, 2006. García, Leonel. Hugo Batalla. Las luchas más duras. Montevideo: Ediciones B, 2013. Scaffo, Sonia. Hugo Batalla. Una vida al rescate de la persona. Montevideo: edición de autor, 1991. 192

La actuación parlamentaria de Zelmar Michelini durante el primer gobierno colegiado blanco (1959-1963) Magdalena Broquetas

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En las elecciones nacionales de noviembre de 1958 el Partido Nacional triunfó en las urnas por primera vez, luego de casi un siglo de hegemonía colorada, provocando una rotación histórica de los partidos en el gobierno. La victoria correspondió al sector herrerista del partido, que había acordado una alianza con la Liga Federal de Acción Ruralista liderada por Benito Nardone. Con esta nueva correlación de fuerzas los representantes de la mayoría del Consejo Nacional de Gobierno impulsaron la liberalización de la economía y cambios en la política social del Estado. Se inauguraba así el período de los “colegiados blancos” (19591967), caracterizado por la profundización de la crisis económica, una intensa movilización social y la reconfiguración de alianzas en el mapa político partidario. Para el Partido Colorado estos fueron años de autocrítica, rupturas y reestructuración de sus diferentes vertientes. En marzo de 1959, Zelmar Michelini asumía, por segunda vez consecutiva, una banca por Montevideo en la Cámara de Diputados en representación de la Lista 15, sector en el que además se desempeñaba como secretario nacional. Para ese entonces llevaba una década de actividad política en la agrupación dirigida por Luis Batlle y formaba parte 195

de su círculo de confianza. En los siguientes cuatro años, desde su lugar en el Parlamento y a través de una vasta producción periodística, Michelini profundizó la autocrítica a propósito de la derrota quincista y desarrolló una intensa actividad opositora a la apertura económica y al giro autoritario impulsados por el herrero-ruralismo. A partir de la sistematización de sus intervenciones en la Cámara de Representantes, en esta ponencia se examinarán las grandes líneas de su actuación parlamentaria en lo que fueron sus últimos años dentro del batllismo quincista. En primer lugar se desarrollarán algunos aspectos del acontecer político, económico y social de los tempranos años sesenta que permitirán inscribir adecuadamente a Michelini en “su” época y en segundo lugar se presentarán algunas constantes de su acción política a través de la actividad parlamentaria. De los años cincuenta a los sesenta: crisis económica, movilización social y cambios en el gobierno Al promediar la década de 1950 Uruguay asistía al fin de la coyuntura externa favorable que había caracterizado el decenio anterior, posibilitando el crecimiento de una industria de bienes suntuarios y cierta mejora en el nivel de vida de los sectores asalariados y las capas medias. La crisis se manifestaba a través del agotamiento de una industria protegida —que había resultado viable hasta la recuperación de los mercados europeos y el definitivo establecimiento de Estados Unidos como potencia mundial hegemónica—, del estancamiento del sector agropecuario y de la expansión 196

de la actividad especulativa por parte de varios grupos sociales. En su condición de país dependiente, ante el cambio en la coyuntura exterior reaparecieron problemas de larga data vinculados a las formas de tenencia y explotación de la tierra que, entrelazados con factores internos, incidieron en la concreción de cambios significativos en la política y la economía, derribando el modelo proteccionista ensayado desde la década de 1930.1 No era la primera vez que el país atravesaba por una crisis económica, así como tampoco esta sobresalía por su gravedad. Sin embargo, el clima de tensión social que enmarcó el abandono de la década de 1950 y los tempranos años sesenta dejó en evidencia que para los contemporáneos esa era una crisis de carácter estructural, en cuya salida se ponía en juego la posibilidad de lograr un nuevo modelo de país en el que incidían ejemplos externos, adaptados a la realidad nacional por integrantes de partidos políticos y movimientos sociales a la luz de viejas y nuevas corrientes de pensamiento que abarcaban la totalidad del espectro ideológico.2 El gobierno colegiado con mayoría batllista llegó a las elecciones nacionales de 1958 desprestigiado y cuestionado, incluso por aquellos que lo habían apoyado y se habían beneficiado de su política redistributiva, entre los que sobresalían el empresariado 1. Nahum, Benjamín, Cocchi, Ángel, Frega, Ana, y Trochon, Ivette. Crisis política y recuperación económica, 1930-1958. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1994, pp. 146-152; y D’Elía, Germán. El Uruguay neo-batllista. 1946-1958. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1981, pp. 69-84. 2. Nahum, Benjamín, Cocchi, Ángel, Frega, Ana, y Trochon, Ivette, El fin del Uruguay liberal. Montevdeio: Ediciones de la Banda Oriental, 1990, p. 100.

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industrial y los sectores medios y obreros. En este contexto, la victoria nacionalista ha sido analizada como una de las primeras respuestas sociales a la crisis.3 El colegiado que asumió funciones el 1o de marzo de 1959 quedó integrado con seis representantes “herrero-ruralistas” correspondientes al lema ganador (Partido Nacional) y tres representantes del lema Partido Colorado que le siguió en votos. A la interna de cada grupo se aplicaba el criterio de representación proporcional, que en este caso equivalió a tres miembros por el herrerismo y tres por el ruralismo en la representación de la mayoría y dos batllistas de la Lista 15 y uno de la 14 por la minoría.4 No es posible dilucidar el aporte electoral del ruralismo debido al uso de listas comunes en las que los candidatos de ambas procedencias figuraban alternados. Sin embargo, se cree que fue el trasiego de votos colorados 3. Sobre el fin del colegiado colorado y la escasamente estudiada victoria nacionalista, véase: Nahum, Benjamín, et al. El fin del Uruguay… Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1990, pp. 115-122; y Zubillaga, Carlos. “Los partidos políticos ante la crisis (1958-1983)”, en Caetano, Gerardo, Rilla, José, Mieres, Pablo, y Zubillaga, Carlos. De la tradición a la crisis. Pasado y presente de nuestro sistema de partidos. Montevideo: CLAEH – Ediciones de la Banda Oriental, 1985, pp. 41-47. Sobre la construcción de liderazgo de Benito Nardone y su impronta en el movimiento ruralista de los años cincuenta, véase Jacob, Raúl. Benito Nardone. El ruralismo hacia el poder (1945-1958). Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1981. 4. Dentro de la mayoría seis consejeros pertenecían al herreroruralismo: Martín Recaredo Echegoyen, Benito Nardone, Eduardo Víctor Haedo, Faustino Harrison, Justo Alonso y Pedro Zabalza Arrospide. De los tres consejeros por la minoría colorada, Manuel Rodríguez Correa (quien falleció en 1961 y fue sustituido por Héctor Grauert) y Ledo Arroyo Torres pertenecían a la Lista 15 y César Batlle Pacheco representaba el ala conservadora del batllismo expresada a través de la Lista 14. La presidencia del cuerpo recayó sucesivamente en los cuatro primeros consejeros.

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mudados gracias al ruralismo lo que permitió la victoria histórica del nacionalismo. Así lo creyó el propio Nardone tan pronto comenzó a organizarse el nuevo gobierno e inició un proceso de adjudicación de cargos que concluyó en la ruptura definitiva de la alianza con Herrera, cuyo fallecimiento un mes después de la asunción del nuevo gobierno provocó una crisis en el sector que había liderado durante más de medio siglo. Mientras que parte del herrerismo, identificada con la figura de Martín Echegoyen, mantuvo la alianza con el ruralismo conformando el denominado “eje herreroruralista” (corriente también conocida como “echegoyenismo”), otros miembros del sector constituyeron el “herrerismo ortodoxo”, que se mantuvo fiel al desencanto sufrido por Herrera en sus últimos días en relación al ruralismo. Herreristas de larga trayectoria, como Eduardo Víctor Haedo, Alberto Héber Usher y Luis Giannattasio, entre otros, se encontraban en las filas dirigentes de esta tendencia.5 El ala mayoritaria del nuevo gobierno representaba los intereses de amplios sectores rurales que ansiaban el fin del modelo urbano-industrial y el desmantelamiento del contralor de cambios, al que responsabilizaban por las, a su juicio, injustas transferencias de recursos que redundaban en el atraso tecnológico y productivo del sector agropecuario. Bregaban por una economía de libre mercado que habilitara la supervivencia solamente de aquellas industrias que resultaran eficientes y competitivas y a favor de una disminución de la intervención estatal en este plano. La principal responsabilidad de la crisis era adjudicada a la mala gestión de gobierno de Luis Batlle, aunque no quedaba 5. Zubillaga, Carlos. “Los partidos políticos ante la crisis (19581983)”, en Gerardo Caetano, et al., ob. cit., pp. 47-49.

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exento en este cuestionamiento el sistema colegiado. No en vano la alianza triunfante había convocado a un plebiscito constitucional —finalmente no aprobado— para reinstaurar el Poder Ejecutivo unipersonal, considerado eficiente, ágil y menos costoso que el entonces vigente colegiado. A su vez, estas ideas tenían varios puntos de contacto con los postulados defendidos para América Latina por los organismos internacionales de crédito como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, en los que predominaban los lineamientos estadounidenses.6 El nuevo gobierno inmediatamente realizó cambios drásticos en la política económica apuntando a beneficiar a los sectores postergados por el modelo industrial batllista, según su discurso, verdaderos productores de la riqueza nacional. En diciembre de 1959 se aprobó una Ley de Reforma Cambiaria y Monetaria que puso fin al sistema de contralor de importaciones y exportaciones y suprimió los “cambios múltiples” que estipulaban el valor del dólar en función de los productos comercializados. La nueva ley también devaluó el peso uruguayo —que se creía sostenido artificialmente—, eliminó subsidios a la producción y al consumo y determinó detracciones a la exportación de lanas, carne y cueros. A mediados de año había llegado por primera vez al país una misión exploratoria del Fondo Monetario Internacional (FMI), con el que se firmó una primera “carta intención” acorde con los lineamientos de esta institución, que exigía políticas de estabilización monetaria, cambiaria y fiscal. Estas medidas expresan el abandono del dirigismo estatal 6. Jacob, Raúl, ob. cit., pp. 34-37 y 127-153; y Alonso, Rosa, y Demasi, Carlos. Uruguay 1958-1968. Crisis y estancamiento. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1986, pp. 63-64.

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y la implantación de un primer modelo de corte liberalizador desde la crisis de 1929. En este sentido, la coalición herrero-ruralista proponía una alternativa al modelo batllista.7 Sin embargo, el ingreso a la senda del liberalismo no fue ágil ni estuvo exento de rechazos sectoriales y retrocesos. En el transcurso del primer colegiado blanco, y a pesar de resultar favorecido a través de diversos estímulos económicos, el sector agroexportador no aprovechó el cambio de orientación para concretar inversiones productivas o de mejora de sus establecimientos, derivando las ganancias obtenidas hacia actividades improductivas, como negocios inmobiliarios o especulación con moneda extranjera. En la misma línea, tampoco el sector industrial, contraído por la ausencia de asistencia estatal y cada vez más reducido en su faceta empleadora, realizó inversiones productivas, sino que contribuyó a la especulación financiera y la inflación acelerada, que cada vez resultaba más difícil controlar. Al llegar al final de este período de gobierno las exigencias fondomonetaristas no llegaban a cumplirse cabalmente, puesto que a la presión sindical y de aquellos grupos económicamente poderosos que no se veían favorecidos se sumaban las oscilaciones del propio gobierno, que no se mostraba dispuesto a tomar medidas impopulares que repercutiesen en su caudal electoral. La crisis económica continuaba profundizándose y, en simultáneo a la vertiginosa expansión del sector financiero, aumentaba el endeudamiento externo del país. Ante el incumplimiento de las políticas correctivas, el FMI fue endureciendo sus 7. Nahum, Benjamín, et al., El fin del Uruguay… Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1990, pp. 106-116, y Alonso, Rosa, y Demasi, Carlos, ob. cit., pp. 63-95.

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condiciones de préstamo, por lo que este aspecto también generó un laberinto de difícil salida para las élites gobernantes.8 Por otra parte, es importante tener presente que desde el comienzo de la Guerra Fría, Uruguay se mantuvo alineado en la órbita de los Estados Unidos, pero fue recién en los albores de la década de 1960 cuando esta relación se profundizó y se manifestó no solo en la asistencia financiera, sino también en la intensificación de la propaganda cultural y las acciones anticomunistas en diversos ámbitos (educación, sindicatos, Estado), impulsadas por organizaciones autodenominadas “demócratas” y gobernantes.9 La violencia estuvo presente en el discurso de la mayoría de estos grupos y en algunos también formó parte de sus acciones públicas o encubiertas. En numerosas oportunidades, consejeros del gobierno herrero-ruralista recortaron la dimensión política de la protesta social equiparándola a la delincuencia común y la presentaron como apéndice de una fuerza externa a la realidad local. Estas representaciones —asociadas fundamentalmente al universo 8. Alonso, Rosa, y Demasi, Carlos, ob. cit., capítulo 2; Nahum, Benjamín, et al., ob. cit., p. 115. Por una síntesis de las políticas económicas durante el período 1959-1962, véase también: Cancela, Walter, y Melgar, Alicia. El desarrollo frustrado. 30 años de economía uruguaya (1955-1985). Montevideo: CLAEH - Ediciones de la Banda Oriental, 1985, pp. 20-26. Por una mirada más general de la crisis desde mediados de los cincuenta hasta la víspera del golpe de Estado de 1973, véase: Finch, Henry. La economía política del Uruguay contemporáneo. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2005, pp. 243-268. 9. Sobre el recrudecimiento de la Guerra Fría en América Latina y las posiciones de las derechas en los movimientos demócratas y en el gobierno nacional de Uruguay, véase: Broquetas, Magdalena. La trama autoritaria. Derechas y violencia en Uruguay (1958-1966). Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2014, capítulos 2, 3 y 6.

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sindical, aunque rápidamente extendidas al movimiento estudiantil— en las que sus protagonistas fueron percibidos como delincuentes y marionetas manejadas por fuerzas ajenas a la problemática nacional, abonaron el terreno para la estigmatización de los movimientos sociales que, en esta línea discursiva, encarnaron la figura del “enemigo interno” estructurante de la cosmovisión bipolar de la Guerra Fría. Esta fue la primera de un amplio repertorio de coincidencias entre el gobierno y los movimientos demócratas de los primeros años sesenta, tanto en materia de preocupaciones como en su estilo retórico. Así, por ejemplo, en las discusiones en el seno del colegiado gobernante emergió la preocupación por el lugar de Uruguay en el contexto de la Guerra Fría. Esta inquietud aludía a la importancia geopolítica de su capital en tanto vía de entrada al continente sudamericano, pero también respondía a la falta de una legislación restrictiva que acompasara la vigilancia ejercida sobre las izquierdas en los demás países del Cono Sur. Recordemos que, para la fecha, además de gozar de una arraigada tradición en materia de asilo y recepción de refugiados políticos, Uruguay era uno de los pocos países donde el Partido Comunista nunca había sido ilegalizado, aunque desde la década de 1930 existían iniciativas para hacerlo. En este sentido, se manejaron diversas propuestas para la limitación de derechos políticos y civiles con el objetivo de contrarrestar la movilización social y las libertades gozadas por los extranjeros en el país. Por lo general estas iniciativas no respondieron a amenazas reales de desestabilización, sino a percepciones de peligro que bastaron para activar mecanismos de defensa y autoconservación del propio Estado. 203

Durante el primer gobierno colegiado, tales proyectos fueron propuestos en un clima de serios cuestionamientos al régimen democrático vigente. Los consejeros herrero-ruralistas y el representante catorcista de la minoría se mostraron partidarios de la tipificación de nuevos delitos, al tiempo que bregaron por cambios en las prácticas represivas del Estado, conforme a lo que se percibía como una guerra encubierta dentro del territorio nacional. Por su parte, los ruralistas evidenciaron en varias ocasiones un alto grado de proclividad a abandonar el régimen democrático, lo cual no pasó de meras enunciaciones que no contaron siquiera con el respaldo de sus aliados circunstanciales, más dispuestos a las modificaciones jurídicas que a rupturas abruptas. En su mayoría se trató de iniciativas que se vieron malogradas por la acción opositora del batllismo quincista, lo cual indica que en la primera mitad de la década en Uruguay todavía funcionaban contrapesos en la clase política. Algunas constantes en las posiciones de Zelmar Michelini en la Cámara de Diputados.10 Desmantelamiento del Estado batllista y liberalización económica En octubre de 1959 Michelini formó parte de la delegación de legisladores que emprendió una larga gira por varios países de Europa y Asia, por lo que no participó de la extensa discusión que precedió a la aprobación de la Ley de Reforma Cambiaria y 10. Este apartado se confeccionó a partir del relevamiento exhaustivo de los diarios de sesiones de la Cámara de Diputados. No obstante, no se examinó la participación de Michelini en comisiones legislativas específicas.

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Monetaria que modificaría sustancialmente el rumbo de la política económica de Uruguay. Sin embargo, tuvo oportunidad de exponer su posición sobre el tema en la sesión del 20 de julio de 1960, en ocasión de discutirse un aumento de cuota del Fondo Monetario Internacional y del Banco de Reconstrucción y Fomento.11 Su exposición reforzó los argumentos dados por sus compañeros de sector Glauco Segovia y Luis Hierro Gambardella y no se redujo a un diagnóstico técnico, sino que abordó temas relativos a la soberanía, la dependencia y el imperialismo estadounidense. A su juicio, lejos de ser un cuerpo estrictamente bancario, el FMI respondía a los intereses políticos de Estados Unidos, que encontraba perjudiciales para el desarrollo económico y social de los países latinoamericanos. A modo de ejemplo expuso con detalle el contenido de los programas de estabilización que este organismo había implementado en Argentina y Chile, provocando un aumento en la desocupación y en la pobreza, y cuestionó su aplicación en Uruguay. “Cada vez que el FMI ha tenido que acudir a América Latina, ha tenido en cuenta estos cuatro puntos: primero, la transferencia al sector agropecuario —en este caso del Uruguay fundamentalmente al sector ganadero, carnes y lanas— de una mayor porción del ingreso nacional mediante el aumento de los precios de los productos agropecuarios, el encarecimiento de los productos de importación, la liberalización de los controles de precios y la congelación de salarios. Segundo, un amplio concurso al capital extranjero bajo la forma de empréstitos, comenzados generalmente con los institutos internacionales. Tercero, una política desinflacionaria tendiente 11. Parlamento del Uruguay. Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, 20 de julio de 1960, pp. 317-326.

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a comprimir el actual nivel de ocupación y a transferir mano de obra. Y, cuarto, eliminación de los cauces laterales en el comercio exterior con miras a la adopción de una multilateralidad limitada.” 12 Criticó con firmeza la concepción fondomonetarista de la inflación —una de las consecuencias más visibles de la crisis—, que ponía el foco en el exceso de dinero circulante en un contexto de estancamiento productivo, y se manifestó contrario al redireccionamiento de los créditos, antes volcados mayoritariamente hacia la industria y el comercio y en ese momento desplazados hacia el sector agropecuario. Procuraba demostrar que la nueva orientación económica, cuyo buque insignia era la reforma cambiaria y los acuerdos con los organismos internacionales de crédito, había contribuido a que aumentara el valor de las tierras y bienes en manos de los grandes ganaderos y terratenientes. Todavía fiel al modelo de desarrollo económico impulsado por el batllismo quincista, Michelini defendía el proteccionismo, la pequeña industria sostenida por la mediana burguesía y la posibilidad de superar el estancamiento productivo a través de reformas graduales que atacaran los problemas de tamaño y tenencia de las tierras. En este sentido sus ideas se emparentaban con la concepción “estructuralista” que contemporáneamente se desarrollaba en el marco de la Comisión de Inversión y Desarrollo Económico, ligada a las líneas latinoamericanas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). En materia de comercio exterior, percibía en Uruguay un proceso de eliminación de los cauces bilaterales y el direccionamiento hacia una “multilateralidad limitada” que conducía inevitablemente al área del 12. Ibídem, p. 320.

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dólar impidiendo la concreción de acuerdos ventajosos. Se trataba de un proceso similar al que se había dado en otros países subdesarrollados que ya habían entablado vínculos con estos organismos de crédito. Para Michelini no quedaban dudas de que se estaba ante un contramodelo que apuntaba a desmantelar el sistema proteccionista y con él la industria nacional, valorada especialmente como fuente laboral. En este sentido destacó las virtudes del sistema de cambios múltiples que había regido las relaciones comerciales hasta la aprobación de la reforma cambiaria y recordó la férrea defensa que los gobiernos colegiados de la década anterior habían mantenido a propósito de los “tops”, término que designaba a la lana lavada y peinada y que representaba uno de los pocos rubros exportables del país.13 En este marco, la aceptación de las condiciones impuestas por el Fondo eran percibidas en términos de claudicación. “Dijimos que nunca habíamos contratado un préstamo con él, no porque no lo hubiésemos pedido —que nunca dijimos eso— sino porque cuando lo pedimos, las condiciones que trataron de imponernos fueron de tal manera gravosas y en algunos casos entendidas lesivas 13. En 1955, en ocasión de un viaje a los Estados Unidos en el que se intentó sin éxito la apertura de ese mercado para los productos uruguayos, Luis Batlle sintetizó en pocas palabras su posición en defensa de la industria y de la venta de productos con algún agregado de mano de obra local. “La paz, la fortuna de la paz […] nos ha provocado algún trastorno económico. Durante la guerra, nosotros tuvimos que proveernos a nosotros mismos y proveer al mundo comprador […]. En nuestro país tenemos casi 200 mil obreros industriales y en la industria de la lana, tejidos y tops, tendremos unas 20 mil personas. Si nosotros nos pusiéramos solo a vender lana sucia, lana virgen, tendríamos que cerrar todas estas industrias”. A partir de ese año la industria pasó a tener tasas de crecimiento negativas. Nahum, Benjamín, et al., ob. cit., pp. 148-149.

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para nosotros, que las rechazamos de plano de inmediato. […] Nunca negamos la importancia del FMI; nunca negamos —lo decíamos ayer— el que hayamos pedido dinero prestado […]. Lo desdoroso pueden ser las condiciones en que se acepta el dinero, desdoroso es renunciar a la soberanía; desdoroso es cuando no se tienen en cuenta las condiciones del país o las tradiciones personales para aceptar el dinero que se ofrece.” 14 La política del gobierno ante la movilización gremial La respuesta autoritaria del gobierno ante la conflictividad social en ascenso fue otro de los tópicos que concitó la preocupación del diputado Michelini a lo largo de todo el período. En mayo de 1960, en ocasión de una interpelación al ministro de Salud Pública Carlos Stajano, habló extensamente sobre la orientación del Poder Ejecutivo en los conflictos gremiales.15 Se refirió a los “fines reaccionarios” del gobierno y no dudó en calificar la modalidad de contención de la protesta como “represión sindical”. En sus intervenciones sobre este tema puede reconocerse una temprana preocupación por el uso cada vez más extendido de mecanismos represivos legales y los excesos en el empleo de la violencia como respuesta a las medidas de lucha de gremios y sindicatos. En la interpelación mencionada denunció el procesamiento de dirigentes sindicales a través de la tipificación de delitos de orden penal común. 14. Parlamento del Uruguay. Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, 20 de julio de 1960, p. 321. 15. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 5 de mayo de 1960, pp. 137-157.

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“Más que los palos en la calle, más que el cierre de sindicatos, más que la persecución, más, inclusive, que el hambre o el sacrificio de algunos dirigentes, es la cárcel para hombres y mujeres primarios que nunca la conocieron; hombres y mujeres de buena familia, sin antecedentes penales de ninguna clase, estimados por sus propios compañeros, estimados por los vecinos de la zona donde viven, hombres con 30 y 35 años de funcionarios y mujeres con 15 y 20 años de funcionarias, que de la noche a la mañana son llevados a la cárcel y alojados como delincuentes…” 16 En esta misma dirección se mostró contrario a la adopción de Medidas Prontas de Seguridad exigidas por los consejeros del herrero-ruralismo y rechazó categóricamente el uso de la violencia como forma de disuasión: “Nada hay más peligroso, señor Presidente, que emplear la fuerza y la violencia […] —sostuvo premonitoriamente apenas iniciada la década—. La violencia engendra violencia, y el rencor engendra rencor”.17 Opuesto a la interpretación de la mayoría gobernante que identificaba en la movilización social al “enemigo” comunista que usaba a los obreros con fines desestabilizadores, Michelini afirmó que en el trasfondo del conflicto estaba la crisis económica que afecta a la población de ingresos fijos. “En circunstancias en que el país atraviesa la crisis económica más grande de su historia; en circunstancias en que el pueblo tiene hambre […] en circunstancias en que se presencian en localidades del interior hechos nunca vistos antes, en materia de gente hambrienta, de niños necesitados […] creemos que es totalmente absurdo, arbitrario y peligroso, que conspira contra la paz 16. Ibídem, p. 140. 17. Ídem.

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social, que se busque por medidas disciplinarias reprimir al movimiento sindical. La masa trabajadora del país […] está observando con tremenda inquietud […] el desarrollo de estos acontecimientos que han terminado con el encarcelamiento de dirigentes gremiales y la aplicación de sanciones económicas gravísimas en momentos de grandes dificultades, para hacer hocicar al funcionariado, para entregarlo, para reprimirlo, para hacerle sentir mediante el hambre que no debe ser rebelde y levantarse.” 18 Un año y medio más tarde, en los meses de octubre y noviembre de 1961, en un contexto de suspensión masiva de obreros de frigoríficos, tuvo lugar otro extenso debate sobre los alcances del derecho de huelga y la modalidad de tramitación del conflicto por parte del Poder Ejecutivo. Junto a varios legisladores de izquierda, presentó un proyecto de ley que buscaba reponer a los trabajadores despedidos por conflictos sindicales en los frigoríficos Nacional (donde el número de sancionados era de mil seiscientos sesenta y nueve trabajadores) y Anglo (con cuarenta obreros cesados). En la fundamentación de motivos se afirmaba que la finalidad de los despidos había sido “quebrar la organización sindical y barrer los derechos esenciales del trabajo” y se subrayaba que los trabajadores no se habían rehusado a trabajar en forma ilegítima, sino en el ejercicio de un derecho constitucional.19 El 23 de octubre de 1961 Michelini solicitó llamar a sala a los ministros de Industria y Trabajo y Ganadería y Agricultura para informar sobre los motivos 18. Ibídem, p. 141. 19. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 6 de diciembre de 1961, pp. 50-51.

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que había tenido el Directorio del Frigorífico Nacional para suspender a obreros y empleados.20 La moción resultó aprobada quince días más tarde cuando se rectificó la votación.21 En esta oportunidad opinó que el problema que subyacía en este aparente conflicto gremial era la crisis que atravesaba la industria de la carne y las medidas adoptadas por el gobierno al respecto.22 El precio de la materia prima, así como el de los insumos que intervenían en la producción y el salario representaban los tres rubros fundamentales en los costos de la industria cárnica. Entre ellos, se buscaba reducir específicamente el costo de los salarios. Cuestionó la variable de la “productividad” manejada en la discusión del consejo de salarios que buscaba laudar montos para la industria frigorífica y que justificaba la disminución de los sueldos y la supresión de beneficios sociales adquiridos. Sostuvo que “para que el Poder Ejecutivo pueda rebajar los costos de producción en la industria de la carne, haciendo desaparecer la incidencia del factor mano de obra, […] tiene que enfrentar primero los sindicatos de la carne, arrasarlos, quebrarlos y tratar de que pierdan cohesión las organizaciones gremiales”.23 Militarización en las fábricas y denuncias de torturas El 12 de junio de 1962 los diputados socialistas Vivián Trías y Germán D’Elía solicitaron la conformación de una comisión investigadora sobre la detención 20. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 23 de octubre de 1961, p. 475. 21. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 7 de noviembre de 1961, p. 126. 22. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 6 de diciembre de 1961, pp. 99-106. 23. Ibídem, p. 102.

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de trabajadores de las plantaciones de caña de azúcar del norte del país que denunciaban haber sido torturados en dependencias policiales.24 Los “cañeros”, como se los conocía popularmente, habían participado en la primera “marcha por la tierra” liderada por Raúl Sendic y resultado detenidos luego del asalto a la Central Sindical del Uruguay, vinculada a las centrales internacionales lideradas por los sindicatos estadounidenses.25 El planteo de los diputados socialistas se fundamentaba no solo en este acontecimiento, sino también en las numerosas denuncias de organizaciones sindicales sobre detenciones arbitrarias y castigos corporales aplicados a sus militantes. La instancia no llegó a concretarse debido el voto contrario de los representantes del Partido Nacional Walter Santoro (herrerista) y Luis M. de Posadas (de la UBD) que integraron la comisión preinvestigadora junto al diputado quincista Luis Riñón Perret. En la sesión que puso punto final a la iniciativa, Michelini acompañó los argumentos y denuncias de su compañero de sector, quien presentó un informe en minoría avalando la conformación de una comisión investigadora sobre la base de que había indicios más que suficientes para afirmar que la Policía no significaba una garantía para la ciudadanía. Ambos centraron su argumentación en la obligatoriedad moral del Parlamento, que no podía permanecer indiferente ante las graves denuncias de atentados contra las libertades de 24. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 12 de junio de 1962. 25. Sobre los “cañeros” y su vinculación con el Partido Socialista y la organización armada denominada el Coordinador, véase: Duffau, Nicolás. El Coordinador (1963-1965). La participación de los militantes del Partido Socialista en los inicios de la violencia revolucionaria en Uruguay. Montevideo: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Udelar, 2008.

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reunión y expresión y la violación de derechos individuales.26 La condena a las torturas y el empleo de métodos violentos volvió a ser tema de discusión en la sesión del 31 de julio de 1962, cuando tuvo lugar una interpelación al ministro del Interior, Nicolás Storace Arrosa, en la que se trató el tema de los confusos episodios de secuestro y ataque a jóvenes que resultaron tatuados con esvásticas.27 En esa oportunidad, ya totalmente inmerso en un año con inusitados niveles de violencia política, Michelini sostuvo que la Policía “no da[ba] garantías necesarias con respecto a [la] vida, [los] bienes y [el] honor de los ciudadanos”.28 Se refirió al clima de temor generalizado que imperaba en todo el territorio nacional y dedicó buena parte de su intervención a recordar la pérdida sostenida de puestos de trabajo, el descenso salarial y el vertiginoso aumento del costo de vida que afectaba especialmente a los sectores asalariados y pasivos. Ante este diagnóstico llegó incluso a augurar la radicalización de movimientos de izquierda que emplearan la violencia para enfrentar el deterioro de las condiciones de vida de una enorme porción de la población.29 También en esa oportunidad defendió los derechos de los trabajadores del gremio textil y se ocupó de deconstruir la acusación de “comunista” con que ruralistas y algunos herreristas buscaban descalificar a los trabajadores sindicalizados. 26. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 19 de julio de 1962, pp. 67-70. 27. Sobre los actos de violencia terrorista de 1962 y sus conexiones con el anticomunismo y el antisemitismo, véase: Broquetas, Magdalena, ob. cit., pp. 185-193. 28. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 31 de julio de 1962, p. 123. 29. Ibídem, pp. 123-126.

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Benito Nardone y la campaña anticomunista En este período Michelini fue blanco frecuente de los ataques radiales que Benito Nardone lanzaba contra sus adversarios políticos bajo el seudónimo de Chico Tazo. En una sesión del mes de junio de 1962 respondió a estas alusiones sacándolas de la órbita personal y ubicándolas como parte de la prédica antisindical de líder ruralista. “Él representa, en idea y orientaciones, a los grandes intereses patronales del país. Ha estado permanentemente, a lo largo de muchísimos años en el ataque constante a todos los obreros. A mí me ha encontrado siempre enfrente […] cada vez que se trató un problema de carácter gremial o social estuvimos a miles de kilómetros de distancia: él en la defensa de los grandes intereses patronales; yo, por el contrario, en la defensa de las clases más humildes del país, en la defensa de las clases trabajadoras, en la defensa de aquellos donde yo creía que estaba la justicia.” 30 En este discurso se posicionaba en las antípodas de su adversario en lo que refería a la concepción del Estado, la sociedad y el respeto por las libertades individuales y colectivas. En ese sentido fue una oportunidad para exponer su rechazo a los imperialismos de cualquier signo —“él representa además el cipayismo criollo llevado hasta sus últimos extremos […] nosotros estamos contra los grandes imperialismos […] de izquierda o de derecha”— y retomar la necesidad de un proyecto de industrialización nacional. “El señor Nardone […] no vela por el pobre paisano del campo, por el modesto o el mediano agricultor, a quienes ha contribuido a fundir, a quienes ha llevado a 30. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 18 de junio de 1962, p. 421.

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la miseria […]. Él está en contra de la agricultura en general, además. Es quien ha hecho amenguar las plantaciones de trigo y cereales, porque defiende en el Uruguay la política de la gran estancia, la política que conviene a los grandes países altamente industrializados, y por eso desarrolla una política de cipayo en este país. Ha estado, además, en contra de la industrialización de la República; ha estado permanentemente en contra de todo lo que significara un adelanto fabril; ha estado en contra de todo lo que significara la posibilidad de que el Uruguay pudiera producir artículos dentro de sus fronteras. Por el contario, ha estado en la defensa de la libre importación, haciendo que vengan artículos fabricados en todas partes del mundo, exclusivamente a efectos de que tengamos que dedicarnos a la producción rural de la gran estancia…” 31 Por otra parte, aprovechó la oportunidad para alertar y manifestar su preocupación sobre el desprestigio hacia la institucionalidad republicana que producían las acusaciones radiales de Nardone. Entendía que una prédica como la del ruralismo socavaba la confianza de la ciudadanía en los cuerpos políticos, el Parlamento y los partidos, lo cual resultaba especialmente grave en un contexto de crisis económica y social.32 Antiimperialismo, antimilitarismo y neutralismo en defensa de la libre determinación de los pueblos El antimilitarismo fue otra de las constantes de su actuación parlamentaria y se tradujo en varias oportunidades en la condena de los golpes de Estado y las 31. Ídem. 32. Ibídem, pp. 222-223.

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dictaduras que iban afianzándose en la región. En el mes de agosto de 1960, dos ciudadanos paraguayos que residían en Montevideo y Buenos Aires fueron detenidos en el norte del país y conducidos a dependencias del Servicio de Inteligencia y Enlace, donde se determinó su pertenencia al Movimiento 14 de Mayo, una organización guerrillera que buscaba derrocar la dictadura imperante en Paraguay. Esto ocurría pocos días después de que una delegación del gobierno uruguayo visitara Paraguay y estrechara lazos con el gobierno del general Alfredo Stroessner. Michelini denunció estos hechos y promovió la convocatoria del ministro del Interior interino a sala para indagar sobre el tema. Él y su compañero de sector, Glauco Segovia, denunciaron la confraternidad entre el gobierno uruguayo y la dictadura paraguaya y presentaron, con éxito, una moción de interpelación a los ministros de Relaciones Exteriores e Interior para que se pronunciaran sobre este tema y sobre el tratamiento dado los exiliados paraguayos radicados en Uruguay.33 La preocupación por el bienestar de los exiliados políticos y por el cumplimiento de las prerrogativas que suponía el derecho de asilo fue otra inquietud recurrente del diputado Michelini en esta primera legislatura de los años sesenta. Otro ejemplo de su temprana militancia antidictatorial puede encontrarse en la moción presentada el 26 de junio de 1962 solicitando que se llamara a sala al ministro de Relaciones Exteriores con la finalidad de explicar el reconocimiento del gobierno de José María Guido en Argentina surgido a partir del golpe militar 33. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 3 de agosto de 1960, pp. 530-537.

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que derrocó al presidente Arturo Frondizi. Aunque la iniciativa no prosperó, aprovechó la ocasión para exponer su rechazo ante las rupturas institucionales de cualquier tipo. Advirtió que, a pesar de sus discrepancias con el presidente depuesto, le avergonzaba que el gobierno y el Parlamento uruguayo no tuviesen una actitud de repudio ante un golpe militar.34 En el transcurso de 1961 el tema cubano fue objeto de varias discusiones en la Cámara de Representantes. En respuesta a un pedido de los diputados Hierro Gambardella y Zelmar Michelini, en el mes de marzo se decidió interpelar al ministro de Relaciones Exteriores para que explicara los motivos que llevaron al Poder Ejecutivo a declarar “persona no grata” al embajador cubano en el mes de enero, con el voto contrario de los consejeros quincistas.35 En ese contexto se pronunciaron contra los movimientos y las manifestaciones que se autodenominaban “demócratas” —“aun cuando naturalmente puedan tener en sus filas a hombres y estudiantes demócratas”, afirmó Michelini, “no son tales”— y criticaron duramente su actuación en los acontecimientos de enero que habían desembocado en el ataque a la sede del Partido Comunista del Uruguay y la muerte de Serafín Billoto, miembro activo de la tendencia demócrata.36 Hierro Gambardella sostuvo que la interpelación debía orientarse con la doble finalidad de cuestionar la política internacional y la política de contención de la 34. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 26 de junio de 1962, pp. 596-598. 35. Sobre estos acontecimientos véase: Broquetas, Magdalena, ob. cit., pp. 106-108. 36. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 15 de marzo de 1961, pp. 9-11, y 24 de mayo de 1961, pp. 396-400.

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protesta social del gobierno. Centrándose en el corolario de los hechos de enero, Michelini denunció la, a su juicio, injustificada declaración de “persona no grata” en relación al embajador cubano y la maniobra para asociar a Cuba y la URSS con acciones de desestabilización en Uruguay: “… la verdad que este hecho de declarar persona no grata al embajador de un país hermano no tiene precedentes en la historia de nuestras relaciones diplomáticas, no ya solamente en América, sino en el mundo, como así tampoco —y pongo el énfasis en ello— la circunstancia anota[da por] el señor Diputado Hierro Gambardella, de que en el mismo decreto, simultáneamente, se haría mención al embajador cubano y a un funcionario de segunda o tercera categoría de la Embajada de la Unión Soviética, tratando evidentemente, frente a la opinión pública, de vincularlos o de hacerlos aparecer en una conmixtión o en una coordinación, de tal modo que el pueblo creyese que los actos a los cuales se les vinculaba tenían la misma razón, el mismo fundamento y estaban estrechamente relacionados.” 37 Consecuente con su definición antiimperialista, en setiembre de 1961 elogió la realización de la primera conferencia de los países neutralistas que por esos días había tenido lugar en Belgrado. Argumentando que el movimiento de países no alineados despertaba su interés en tanto alternativa a la división bipolar entre los bloques liderados por EE. UU. y la URSS, mocionó para que la Comisión de Asuntos Internacionales buscara toda la información posible sobre esa conferencia, que había pasado prácticamente 37. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 24 de mayo de 1961, p. 399.

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desapercibida para Uruguay, de manera tal que se pudiera hacer un estudio exhaustivo y tratar el tema entre los legisladores.38 Reflexiones finales En la legislatura que inauguró la década de 1960 Zelmar Michelini desarrolló una intensa actividad parlamentaria, participando de numerosos debates, presentando proyectos de ley, asumiendo una activa posición opositora y procurando siempre ampliar el marco de alianzas para enfrentar el autoritarismo en ascenso del herrero-ruralismo y de algunos sectores de su propio partido. En un momento histórico en que el Parlamento todavía funcionaba como una verdadera tribuna donde los legisladores tenían consciencia de que sus dichos iban a ser recogidos y ampliamente difundidos por la prensa, Michelini se destacó como un avezado orador y polemista. Procurando desentrañar las razones más profundas de la crisis económica que comenzaba a atravesar Uruguay, defendió un modelo de país que confiaba en las posibilidades de la industria ligera y las políticas proteccionistas. En esa dirección fue un ferviente opositor del proceso de liberalización de la economía y estrechamiento de vínculos con el Fondo Monetario Internacional impulsado durante el primer colegiado blanco. Tributario del ideario del primer batllismo, apostaba al estímulo de las clases medias y se comprometió invariablemente con las causas de los trabajadores, protegiendo sus derechos gremiales y cuestionando la 38. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 12 de setiembre de 1961, pp. 626-627.

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arbitrariedad de muchas de las medidas que se iban volviendo habituales en la contención de la protesta social, como las Medidas Prontas de Seguridad o el trato recibido en los lugares de detención bajo este régimen. En numerosas ocasiones alzó su voz para denunciar excesos en el empleo de la violencia por parte del Estado, alertando sobre una inminente radicalización política de la que sería muy difícil salir. Sobre la base de sus posiciones antimilitaristas y antiimperialistas y su prédica democrática a ultranza, a principios de los años sesenta Michelini todavía aparece formando parte de la cultura política del republicanismo batllista, que en el período inmediatamente posterior comenzará a perder espacio dentro del Partido Colorado. Prueba de ello es la distancia que mantuvo en relación a la división bipolar de la Guerra Fría, la incondicional condena a los golpes de Estado y gobiernos de facto y su participación en la polémica semántica y política en torno al concepto “demócrata” que se negaba a ceder a movimientos políticos que levantaban las banderas de la persecución ideológica. Fuentes - Diarios de Sesiones de la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay (1959-1963).

Bibliografía Alonso, Rosa, y Demasi, Carlos. Uruguay 1958-1968. Crisis y estancamiento. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1986. Broquetas, Magdalena. La trama autoritaria. Derechas y violencia en Uruguay (1958-1966). Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2014. 220

Cancela, Walter, Melgar, Alicia. El desarrollo frustrado. 30 años de economía uruguaya (1955-1985). Montevideo: CLAEH – Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1985. D’Elía, Germán, El Uruguay neo-batllista. 1946-1958. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1982. Duffau, Nicolás. El Coordinador (1963-1965). La participación de los militantes del Partido Socialista en los inicios de la violencia revolucionaria en Uruguay. Montevideo: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Udelar, 2008. Finch, Henry. La economía política del Uruguay contemporáneo. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2005. Jacob, Raúl. Benito Nardone. El ruralismo hacia el poder (1945-1958). Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1981. Nahum, Benjamín, Cocchi, Ángel, Frega, Ana, y Trochon, Yvette. El fin del Uruguay liberal. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1990. Crisis política y recuperación económica, 1930-1958. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1994. Rodríguez, Mauricio. Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016. Zubillaga, Carlos. “Los partidos políticos ante la crisis (1958-1983)”, en Caetano, Gerardo, Rilla, José, Mieres, Pablo, y Zubillaga, Carlos. De la tradición a la crisis. Pasado y presente de nuestro sistema de partidos. Montevideo: CLAEH – Ediciones de la Banda Oriental, 1985, pp. 41-47.

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Zelmar Michelini: su último impulso por el batllismo colorado (1966-1968)1 Javier Correa Morales

1. En este trabajo retomo varios de los puntos tratados en el artículo “Cuando en el gobierno hay tiranos. La ruptura de Zelmar Michelini con el Partido Colorado”, en Cuadernos de la historia reciente. Uruguay, 1968-1985, n.º 2. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2007, pp. 79-96.

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El artículo abordará un período en el que Zelmar Michelini desarrolló una intensa actividad política dentro del Partido Colorado (PC), para que este volviese al gobierno tras ocho años, y profundizar la impronta batllista en el gobierno. Fue un período caracterizado, a nivel nacional, por una fuerte crisis socioeconómica, que estimuló realineamientos políticos; de construcción, participación y discusión partidaria a nivel interno; y de significativas luchas políticas y cambios a escala internacional. Todo esto, de una manera o de otra, permeó la actividad política de Michelini en estos años en los que fue candidato a presidente, senador, ministro y fuerte opositor del partido y del gobierno. Batllismo para gobernar La Lista 99 fue creada en 1962, tras el alejamiento de Zelmar Michelini de la Lista 15 y de Renán Rodríguez de la 14. En las elecciones de ese año tuvo un gran respaldo electoral: logró dos bancas en el Senado y siete en Diputados. Identificados como la “izquierda” del PC, se proponían “actualizar y dinamizar” el batllismo clásico. 225

A mediados del año 1965 Uruguay atravesaba una grave crisis económica y social. Crisis bancaria, alto desempleo, huelgas, fuga de capitales, especulación, devaluaciones, contrabando de ganado, rumores de golpe militar y de invasiones desde Brasil, se sucedieron —y acentuaron— conforme el tiempo pasaba.2 Ante este panorama, y al acercarse las elecciones, comenzaron las críticas al gobierno y, sobre todo, al sistema Colegiado. Un sector de la Lista 15 del PC, dirigido por Jorge Batlle, planteó, en los días previos a las elecciones internas del grupo, la necesidad de reformar la Constitución. Desde entonces, la mayoría de los sectores colorados comenzaron a trabajar en un proyecto común de reforma.3 Hubo nuevos alejamientos en la Lista 15 que fueron determinantes meses después: un grupo de legisladores contrarios al liderazgo de Batlle formó una nueva agrupación política, el Frente Colorado de Unidad (FCU). Sus principales dirigentes eran Glauco Segovia, Manuel Flores Mora, Justino Carrere Sapriza y Alba Roballo. También se alejó el consejero Amílcar Vasconcellos, enfrentado a Jorge Batlle y contrario, además, a la reforma de la Constitución. La 99 decidió embarcarse en el proyecto reformista. El tema también generó discusiones internas y provocó el alejamiento de figuras importantes, como

2. Se debe agregar que en 1964 fallecieron importantes dirigentes políticos: Luis Batlle Berres, Daniel Fernández Crespo, Javier Barrios Amorín, Benito Nardone y, en 1965, César Batlle. 3. En los últimos treinta años hubo siete elecciones nacionales y once propuestas de Constitución; todas proponían modificaciones al Poder Ejecutivo. Markarian, Vania. El 68 uruguayo. El movimiento estudiantil entre molotovs y música beat. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2012, p. 20.

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Renán Rodríguez.4 Igualmente, desde Hechos,5 se sostenía que la reforma era “reclamada” por la República y se proponía: eliminar el “tres y dos”,6 implementar una reforma agraria y crear oficinas de planeamiento y desarrollo. También se sostenía que a estos efectos estaban dispuestos a mantener contactos con todos los grupos del PC.7 Conscientes de las diferencias que había causado la propuesta de reforma en la 99, Hechos aclaró sus posturas respecto a qué era lo importante de esta (que, seguramente, no coincidía con los intereses de otros sectores colorados reformistas): “Para quienes el colegiado es un principio fundamental esta tesis impide la participación en la lucha; para quienes entendemos que la liberación económica social de nuestro hombre, en este Uruguay de hoy, es lo primordial, la integración del Poder Ejecutivo no adquiere razones de inhibición”.8

4. Hugo Batalla se mostró contrario a la reforma y no la votó en el Parlamento. Enrique Martínez Moreno también estaba en contra pero la votó por “disciplina partidaria”. Rodríguez, Mauricio. Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016, pp. 171-172. 5. Se empezó a editar como semanario en julio de 1963, fue el órgano oficial de la 99 hasta su cierre en 1968; en 1965 pasó a ser un diario. Ver: Rodríguez, Mauricio, ob. cit., pp. 149-162. 6. Sistema de “cuotificación política” previsto en la Constitución de 1952: los directores de los entes autónomos y servicios descentralizados eran designados por el Poder Ejecutivo, tres por la mayoría y dos por la minoría. 7. Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1990. Tomo I, pp. 175-176. 8. Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1990. Tomo I, pp. 206-207.

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Durante los primeros meses de 1966, los grupos colorados reformistas elaboraron un proyecto común (“rosado”) que fue presentado ante la Asamblea General (AG) en mayo. También fue presentado el proyecto (“amarillo”) elaborado por el Frente Izquierda de Liberación (FIdeL) y los sindicatos afines. Los blancos presentaron el suyo (“gris”) a la presidencia de la AG con la firma de casi todos los legisladores del Partido Nacional (PN). Los tres proponían la supresión del Ejecutivo colegiado. Ninguno sería aprobado si se presentaban por separado. Por eso se creó una comisión parlamentaria —integrada por blancos, colorados y demócrata cristianos— para elaborar un proyecto común. Los grupos colorados debieron superar ciertas contradicciones: eran fervientes opositores de los blancos y ya tenían aprobado un proyecto de reforma propio. La 99 no tenía demasiadas expectativas sobre el acuerdo (pacto, según sus opositores).9 Sin embargo, participó en la comisión que aprobó el proyecto (“naranja”).10 Durante su elaboración, la 99 y la Unión Colorada y Batllista (UCB) intentaron concretar un acuerdo electoral (faltaban menos de tres meses para las elecciones) que, pareciendo logrado en primera instancia, finalmente no prosperó.11 El fracaso significó otro 9. El cambio económico social era lo que buscaba Michelini, por eso enfatizaba: “La reforma por sí sola no da soluciones, pero una buena Constitución las facilita, junto a un partido unido”. Marcha, 17/06/1966, p. 9. 10. Se alejaron de la comisión el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el sector blanco liderado por Martín Echegoyen. 11. Hay más de una versión sobre estas negociaciones y los motivos del “fracaso” (incluso hay quienes sostienen que no hubo ofrecimientos concretos). Ver: Rodríguez, Mauricio, ob. cit., pp. 173182; y Fernández Huidobro, Eleuterio. El tejedor. Héctor Rodríguez. Montevideo: TAE, 1996, p. 274. Allí Héctor Rodríguez sostiene que

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revés para el grupo, ya que tuvo que iniciar una campaña propia faltando poco tiempo para las elecciones y debía competir con dos candidaturas fuertes (la de Oscar Gestido12 y la de Jorge Batlle). Igualmente, la candidatura de Michelini y Lanza fue tomada con esperanzas por el sector, si se tiene en cuenta el apoyo recibido en las anteriores elecciones. Agrega Zubillaga que “era vista por núcleos diversos de la ciudadanía como una apuesta válida para incidir en la política nacional a través de un sector de los partidos tradicionales que reivindicaba vagamente lo mejor del batllismo de Don Pepe”.13 En cuanto a su programa de gobierno, sostienen Alonso y Demasi que estaba “prolijamente” elaborado por equipos técnicos, dirigidos por el contador Luis Faroppa, lo que contribuía a reforzar la solidez del diagnóstico y sus posibilidades de concreción. Según los autores, el programa combinaba propuestas de la CIDE con los clásicos planteos solidaristas del batllismo.14 El PC ganó las elecciones (venció por más de cien mil votos al PN) y se aprobó la reforma “naranja” por Gestido le ofreció la presidencia a Michelini, quien no aceptó por preferir una clara definición de tipo programático, en la que jugaría un papel muy importante Faroppa. 12. El candidato a vicepresidente fue Jorge Pacheco; a su vez, el acuerdo al que llegó Gestido con el FCU, hizo que el candidato a intendente por Montevideo fuese Glauco Segovia (quien resultó electo). Ver: Chagas, Jorge, y Trullen, Gustavo. Pacheco. La trama oculta del poder. Montevideo: Rumbo, 2005, pp. 105-112. 13. Zubillaga, Carlos. “Los partidos políticos ante la crisis (19581983)”, en Caetano, Gerardo, Rilla, José, Mieres, Pablo, y Zubillaga, Carlos. De la tradición a la crisis. Pasado y presente de nuestro sistema de partidos. Montevideo: CLAEH - Ediciones de la Banda Oriental, 1985, p. 65. 14. Alonso, Rosa, y Demasi, Carlos. Uruguay 1958- 1968: crisis y estancamiento. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1986, p. 46.

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amplio margen.15 Con la nueva Constitución retornó el Ejecutivo unipersonal a nivel nacional y departamental; se fortalecieron las facultades de ese poder; se introdujeron las leyes de urgente consideración; se crearon la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) y el Banco Central del Uruguay (BCU) —dos “apuestas” fuertes de la 99—; se suprimió el régimen del “tres y dos” y se dispuso una regulación más precisa de los partidos políticos. El punto más criticado de la reforma fue el incremento de las facultades colegislativas del Ejecutivo, sobre todo en materia económicofinanciera. Para la 99 el resultado electoral no fue bueno: tuvo un cuarenta por ciento menos de votos que en 1962. Quedaron notoriamente debilitadas sus fuerzas dentro del futuro gobierno y del partido. Haber iniciado tratativas con Gestido (identificado con el ala conservadora del PC) significó para el grupo relegar la imagen “izquierdista” que tenía, pero no concretar ese acuerdo lo perjudicó aún más. De todos modos, el triunfo colorado había llegado después de ocho años de oposición. Michelini confiaba en que el PC impulsaría los cambios prometidos, preveía —al mismo tiempo— las dificultades que tendría que superar y por eso creía necesario que: “prime la unidad partidaria […] la unidad ideológica […] la única 15. Los sectores FCU y UCB que respaldaron la fórmula ganadora, Gestido-Pacheco, obtuvieron cuatro y tres bancas al Senado; Unidad y Reforma (Batlle-Lacarte) obtuvo seis; Por la Defensa del Batllismo (Vasconcellos-Rodríguez), dos, y Por el Gobierno del Pueblo (Michelini-Lanza), uno. En el PN, la Alianza Nacionalista que respaldó la fórmula Echegoyen-Ortiz obtuvo un significativo triunfo sobre las demás (seis senadores en trece). El FIdeL logró una banca en el Senado y el PDC tres diputados.

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forma de actuar debe ser el ejercicio de la más pura y leal democracia interna”.16 La tarea para el gobierno no sería sencilla. Entre las obligaciones inmediatas en materia económica se destacaban las de obtener finanzas para el presupuesto, pagar millonarias deudas al exterior y detener el ritmo creciente de la inflación. Por eso Gestido, amparado en su imagen (y en lo que había prometido en la campaña) intentó gobernar junto a todo el partido: designó un gabinete heterogéneo, con representantes de todos los grupos colorados.17 Sin embargo, los problemas se hicieron evidentes a poco de comenzar. En abril, la Lista 15 intentó interpelar al ministro del Interior; la propuesta no logró apoyos. En esa oportunidad, Michelini insistió con que ese tipo de asuntos debían tratarse en la Agrupación de Gobierno.18 El “gran proyecto gestidista” —la “Ley de urgencia”— fue enviado al Parlamento y se discutió durante tres meses. Las esperanzas de un Poder Ejecutivo dinámico se disiparon pronto. En junio tuvo lugar la primera “batalla” entre “fondomonetaristas” y “batllistas-dirigistas”. Los primeros estaban representados —en ese momento— por la Lista 15, mientras que los otros sectores colorados se inclinaban por los segundos. Gestido, a través de Faroppa, había generado un “diálogo productivo” con la CNT. Los borradores pasaron a ser propuestas concretas, la tregua parecía estar cerca, pero “los acuerdos 16. Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1991. Tomo II, pp. 96-97. 17. En un gabinete con 12 cargos (ministerios y OPP) hubo cuatro de UCB, tres de la Lista 15, dos del FCU y de la 315 (Vasconcellos) y uno de la 99. 18. Rodríguez, Mauricio, ob. cit., p. 193.

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que Faroppa ‘tejía’ con Gestido de día, Jorge Batlle los ‘destejía’ de noche”.19 La crisis estalló a fines de junio: tras las duras críticas al gobierno de Jorge Batlle en radio Ariel, Gestido —después de reunirse con Michelini y otros dirigentes colorados— resolvió pedirles la renuncia a los ministros de la Lista 15.20 Terminaban así los primeros cuatro meses de gobierno con una crisis ministerial y la promesa de un cambio radical en las políticas de gobierno. El batllismo colorado en el gobierno Gestido resolvió enfrentar la crisis a través de “una economía social batllista, con medidas que interpretaran las ideas más progresistas del partido en el campo social y económico”.21 La opción fue arriesgada: dejaba de lado las propuestas del FMI y de la Lista 15. Nombró a Amílcar Vasconcellos para Hacienda, quien, junto a Faroppa desde OPP, llevaría adelante el rumbo económico-financiero. Además, Michelini fue nombrado ministro de Industria y Comercio. Se buscaba, con el resto de los integrantes del gabinete, una coordinación más coherente y armónica. Cuando Vasconcellos asumió debía resolver dos asuntos graves: el pago de los intereses de la deuda externa y el déficit fiscal. Ante la llegada de una nueva misión del FMI al país, el ministro y director de OPP resolvieron desoír “las recetas” (congelación de salarios y devaluación del peso) y optar por un camino gradual e intervencionista. 19. Chagas, Jorge, y Trullen, Gustavo, ob. cit., p. 119. 20. Fueron sustituidos Lacarte Muró (Industria y Comercio) y Hierro Gambardella (Cultura). También renunció Végh (Hacienda). 21. El Día, 29/06/1967, p. 1.

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Desde su cargo, Michelini intentó coordinar las acciones con Vasconcellos y Faroppa, pero sobre todo con el ministro de Trabajo, Véscovi. Ante la crisis y el alza constante de precios, anunció por cadena de radio y televisión que diecinueve productos de esencial necesidad tendrían un precio menor al del mercado. Pidió apoyo a la ciudadanía y anunció futuros planes para salir de la crisis.22 Empero, la conflictividad social siguió en aumento y se vio acrecentada con el lockout patronal en la prensa que llevó a una huelga de casi tres meses de gráficos, periodistas y vendedores (los tres en los que Michelini estuvo al frente del ministerio). El conflicto se desató porque la Asociación de Diarios del Uruguay adujo que no podía cumplir el convenio colectivo que preveía aumentos de salarios: fueron despedidos doscientos trabajadores.23 Michelini fue atacado con dureza por su condición de “hombre de gobierno” y dueño de un diario: en varias oportunidades El Popular (uno de los medios, junto a Extra, Verdad, Marcha y El Sol que continuaron editándose durante el conflicto) lo asociaron con otros integrantes de “la patronal” y políticos, como Manini Ríos, Jorge Batlle y Rodríguez Larreta.24 Ante la falta de soluciones concretas, los reclamos se hicieron más persistentes. Un nuevo paro general convocado por la CNT, conflictos en el puerto, 22. Rodríguez, Mauricio, ob. cit., pp. 201 y 203-205. 23. Elsa Altuna, administradora del periódico sindical Verdad, sostuvo que los empresarios buscaban presionar al gobierno para mantener el dólar preferencial, eso les permitía importar insumos a menor costo. Rodríguez, Universindo, y Trías, Ivonne. Gerardo Gatti. Revolucionario. Montevideo: Trilce, 2013, p. 118. 24. Ver: Rodríguez, Mauricio, ob. cit., p. 202.

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en bancos oficiales y en UTE empezaron a cuestionar la política social batllista del gobierno. Dentro de él hubo figuras que poco a poco ganaron posiciones: el general Juan Pedro Rivas (presidente del puerto), Santiago de Brum Carbajal (BROU) y Ulysses Pereira Reverbel (UTE): los “tres jinetes del Apocalipsis”.25 Reclamaban mayor dureza del gobierno frente a los reclamos y que primara el principio de autoridad frente al “dialoguismo” con los sindicatos. En la primera semana de octubre el periodista Carlos María Gutiérrez cuestionó duramente las contradicciones del gobierno y llamó la atención sobre la proclividad que tenía el presidente para tomar decisiones apresuradas, pero el principal argumento de su crítica era sobre la falta de voluntad del presidente y la mayoría de los ministros para solucionar el conflicto con la prensa. Según Gutiérrez, el ministro Carrere Sapriza tenía resuelto —y firmado por los sindicatos— el conflicto, pero el PE no lo avaló.26 Desde Extra se empezó a insistir con la idea de “contener la agitación sindical”, lo que mostraba un realineamiento dentro de los colorados que apoyaban a Gestido (de UCB y FCU). En ese marco, el 6 de octubre el general Rivas dirigió un mensaje a la población en el que acusó al Partido Comunista de la situación que se vivía en el país. Tres días después se discutió en 25. Chagas, Jorge, y Trullen, Gustavo, ob. cit., p. 124. 26. En la misma nota sostenía: “Durante casi tres meses el gobierno ha funcionado sin que la oposición haya podido utilizar su gran prensa; al mismo tiempo, el diario oficialista [Extra] ha salido regularmente y esa es una situación de indirecto beneficio, que el régimen ha prolongado sin que nadie pueda acusarlo de coartar ninguna libertad […] desde principios del mes pasado el Poder Ejecutivo ha sido un espectador más”. Marcha, 7/10/1967, p. 9.

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el Consejo de Ministros el decreto para aplicar Medidas Prontas de Seguridad (MPS).27 El intento “social batllista” duró noventa y nueve días. Con el argumento de frenar la agitación sindical hubo una importante censura de prensa y más de cuatrocientas personas detenidas. El decreto motivó la inmediata renuncia de Faroppa y de los ministros Vasconcellos, Michelini, Heraclio Ruggia y Véscovi; estas fueron inmediatamente aceptadas y los cargos fueron ocupados —días después— por políticos independientes y de la Lista 15 (que había logrado un nuevo acuerdo con el presidente). Sin dudas el nombramiento que más llamó la atención fue el de la cartera de Hacienda, que iba a ser ocupada por el exministro de Gabriel Terra, César Charlone. En Marcha se sostuvo que el canciller Héctor Luisi había viajado en setiembre a Estados Unidos y allí había comenzado a planificar y a negociar una nueva reestructura en el gabinete y un drástico cambio en la política económico-financiera del gobierno.28 También desde Marcha se preguntaba Héctor Rodríguez días después del decreto de Medidas Prontas de Seguridad: “¿Cuál es la causa de esta extraña opción gubernamental?, ¿qué motivos tiene el presidente de la República para apresurarse a provocar y a aceptar la renuncia de cinco ministros?, ¿cómo explicar la agresión contra los sindicatos que no han especulado con dólares, ni artículos de primera necesidad, que no han retenido lanas, ni escondido forrajes como otros?, 27. Las últimas habían sido decretadas por el colegiado blanco el 7 de octubre de 1965. Chagas, Jorge, y Trullen, Gustavo, ob. cit., pp. 127-128. 28. Marcha, 14/10/1967, p. 12. Vasconcellos denunció, semanas después, algo similar. Las acusaciones generaron que Gestido y Luisi lo retaran a duelo. Chagas, Jorge, y Trullen, Gustavo, ob. cit., p. 129.

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¿cómo compaginar todo esto con la ‘igualdad de sacrificios’ que reclamó el general Gestido al llegar al gobierno?”.29 Sin embargo, Rodríguez sostuvo muchos años después que “tanto el movimiento sindical como la izquierda de ese momento se ubicaron mal ante los primeros y decisivos meses del gobierno de Gestido y, muy en especial, ante Zelmar”. Para el sindicalista, las medidas tomadas entre julio y octubre eran “algo casi revolucionario para el momento. Merecía un apoyo [pero] no hubo un solo gesto de apoyo”.30 A fines de mes el presidente anunció que se habían reiniciado las negociaciones con los organismos internacionales de crédito y junto a su nuevo gabinete decretó una devaluación del orden del ciento dos por ciento.31 El cambio fue rápido y brusco. Michelini no lograba asimilarlo y denunció en Hechos: “Mientras el votante, simpatizante o activista blanco, que votó por Echegoyen, Heber o Gallinal puede asistir alborozado a lo que siente como un reconocimiento a la labor desarrollada por su partido en ocho años […] el hombre del Partido Colorado, ciudadano que dio el triunfo de noviembre pasado o el hombre independiente que votó en función de programas opuestos a los del Partido Nacional, asiste sorprendido, angustiado, dolorido a estos sucesos de hoy”.32 29. Marcha, 14/10/1967, p. 9. 30. Fernández Huidobro, Eleuterio, ob. cit., pp. 274-276. 31. Las MPS ya habían sido levantadas, o sea que el mayor “logro” que tuvo la medida fue el de “alejar” del gabinete a los ministros “social-batllistas”. El duro conflicto con los trabajadores de la prensa se resolvió el 19 de octubre; los trabajadores lograron el reintegro de los despedidos y varias de las demandas que realizaron. Ver: Rodríguez, Universindo, y Trías, Ivonne, ob. cit., pp. 119-120. 32. Hechos, 8/11/1967, p. 3.

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El inesperado fallecimiento de Gestido en los primeros días de diciembre frenó los enfrentamientos entre los colorados. Tras la asunción de Jorge Pacheco Areco los distintos sectores fueron tomando posiciones. Al poco tiempo, Michelini se reunió un par de veces con él, según anunció Hechos, para que el partido comenzara una nueva etapa, centrada en la unidad.33 Al año siguiente se volvieron a reunir: el presidente le habló sobre la necesidad de recomponer las fuerzas dentro del partido y expresó su voluntad de convocar a la Agrupación Colorada de Gobierno (ACG).34 Las expectativas de Michelini se centraban en su concreción. Allí, sostenía, podría manifestar su oposición a las políticas que tomaba el gobierno e incidir más en lo planteado en la campaña electoral. Coincidían en el punto los grupos dirigidos por Vasconcellos, Glauco Segovia y Alberto Abdala.35 A fines de marzo, la reestructuración parcial del gabinete (ingresaron Carlos Queraltó, del sector de 33. Una semana después de asumir, Pacheco firmó un decreto que establecía la ilegalidad de varios grupos políticos de izquierda y sus medios de prensa. Se los acusaba de estar vinculados con comandos armados. Según Gillespie, Gestido había firmado el decreto días antes de morir. Gillespie, Charles. Negociando la democracia. Montevideo: ICP- FCU, 1995, p. 43. 34. Un mes después del decreto de MPS, Renán Rodríguez, excompañero de Michelini, opinó que “gran parte de las dificultades que ha vivido el gobierno últimamente, solo pudieron ser evitadas si el partido de la mayoría hubiera tenido una organización aunque fuera mínima […], debe bregarse por ella en forma urgente. Como sostuve al día siguiente de las elecciones, se debe constituir una Agrupación de Gobierno que permita ajustar criterios sobre las soluciones políticas”. Hechos, 13/11/1967, p. 3. 35. En los intrincados días de octubre del año anterior, Segovia había presentado su renuncia como intendente de Montevideo. Los motivos no están claros. Ver: Chagas, Jorge, y Trullen, Gustavo, ob. cit., p. 128.

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Vasconcellos, y Aquiles Lanza, de la 99) pareció un gesto de entendimiento entre el gobierno y los sectores alejados del gabinete desde octubre. Sin embargo, al cabo de casi dos meses la ACG seguía sin ser convocada. Michelini insistía con la instalación. En ese marco, apoyó la interpelación al canciller Luisi (promovida por Vasconcellos) y manifestó en el Senado su descontento con el gobierno: “No tengo absolutamente ningún compromiso político para respaldar […] ni al señor Luisi ni a ningún otro ministro que sea llamado circunstancialmente”.36 El debate se trasladó al Parlamento. En una larga y dura intervención, Michelini dejó clara su oposición al rumbo que estaba tomando el gobierno. Denunció, refirió Marcha, “el fracaso de las gestiones para construir las autoridades partidarias, insinuó que de haber existido estas, el cuestionamiento a la gestión del canciller no tendría por qué haberse radicado en el Senado”.37 Luisi fue censurado; tras un año de gobierno colorado, “caía” nada menos que el canciller tras la interpelación de un correligionario. El mismo día, otra interpelación (de Wilson Ferreira Aldunate al ministro de Trabajo Guzmán Acosta y Lara) dio otro duro golpe al gobierno: dejó en evidencia la responsabilidad del ministro y del presidente del Banco Hipotecario en las denuncias por extorsión que presentó el legislador.38 La interpelación pasó a cuarto intermedio. Al otro día Pacheco le pidió la renuncia a Acosta y Lara y al resto del gabinete.

36. Hechos, 3/04/1968, p. 3. 37. Marcha, 3/05/1968, p. 15. 38. Hechos, 27/04/1968, pp. 1-6.

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El batllismo colorado en la oposición La crisis era evidente. Tras la renuncia del gabinete en pleno (pedida por Pacheco) el presidente comenzó una práctica que desarrollaría hasta el fin de su mandato: reunirse con dirigentes del PN y especular con su ingreso al gabinete o a los entes autónomos. Los nuevos ministros fueron políticos (Flores Mora y Roballo) y empresarios (Carlos Frick Davie y Jorge Peirano Facio). La 99 quedaba cada vez más alejada del gobierno; por esos días también se concretó el cierre de Hechos. Luego de estos cambios Pacheco convocó la ACG, pero no para debatir. Solo hubo dos anuncios: la disolución del FCU y la desvinculación de Aquiles Lanza de la 99. Ambos favorecieron a Pacheco y quienes lo apoyaban ya que la disolución del FCU favoreció tanto a UCB como a la Lista 15: quedaron como los sectores con mayor representación dentro del PC; Lanza decidió apoyar la gestión del presidente. La crisis económica tampoco menguaba. Hacia fines de mayo, el ministro de Trabajo (Flores Mora) había anunciado en el Consejo de Ministros que los diálogos con la CNT avanzaban; el Consejo aprobó por unanimidad la instalación de la Tripartita para lograr acuerdos con la central en el marco de la creciente inflación y carestía.39 Sin embargo, dos semanas después se resolvió decretar —nuevamente— MPS. Según el decreto, era para “frenar” la agitación estudiantil. Si bien Flores Mora apoyó las MPS, renunció a su cargo ya que las negociaciones con la CNT se detendrían. También renunciaron Queraltó y Roballo. La concreción del proyecto “fondomonetarista” estuvo acompañada de una firme represión contra los 39. Chagas, Jorge, y Trullen, ob. cit., pp. 154-155.

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estudiantes y (como era de prever) el movimiento sindical: se prohibieron huelgas y manifestaciones, hubo intentos de reglamentar la actividad sindical, se censuraron órganos de prensa opositores y hacia fines de mes se militarizó a los empleados de los bancos República y Central (Lanza renunció a la OPP). Las medidas sí contaron con el apoyo de la Cámara de Comercio, la Asociación Rural, la Cámara Mercantil, la Federación Rural, la Asociación de Bancos, la Bolsa de Valores, la Confederación de Entidades Comerciales e Industriales del Interior y la Asociación Comercial.40 En tanto, y a pesar de no poder tomar una resolución,41 en la AG se discutía el camino elegido por el gobierno. Michelini debatía, por un lado, con sus correligionarios que apoyaban al gobierno, y con legisladores blancos, por otro. Estos reprochaban —no sin razón— al PC por las críticas que habían “sufrido” en los anteriores gobiernos por medidas similares a las adoptadas y por la campaña que se había hecho en contra de esas medidas en los meses previos a las elecciones de 1966. Mientras el autoritarismo ganaba terreno, empezaron a levantarse voces que reclamaban una oposición conjunta y más eficaz. El diputado Juan Pablo Terra, del PDC, planteó, en ese convulsionado junio, la disolución del Parlamento, elecciones legislativas y 40. Esos apoyos se pueden entender porque “la devaluación favoreció como en el 60 a los rurales y exportadores y a las rentas del Estado, reduciendo el nivel de los salarios reales […], la congelación salarial que impuso una nueva redistribución de la renta en 1968 no hubiese sido posible a comienzos de la década, cuando todavía seguía vigente el estilo batllista de gobierno”. Finch, Henry. Historia económica del Uruguay contemporáneo. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1980, p. 49. 41. Entre junio de 1968 y marzo de 1969 la AG fue citada ochenta y tres veces, sin tomar resoluciones por falta de quórum.

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la creación de un “frente opositor” con representantes de todos los grupos contrarios a la política del gobierno.42 La 99 criticaba duramente la política del gobierno y no se negaba a una “coordinación opositora”, pero (aún) no manejaba la posibilidad de abandonar el partido. Michelini opinó en una entrevista que: “… la 99 se resiste a trabajar con el comunismo. Buscamos fuerzas con similitud de ideas y ese no es el caso. Pero, por otra parte, no creemos que estén agotadas las instancias dentro del Partido Colorado. Es en ese ámbito que estamos trabajando y trabajaremos”. Por un lado, se resistía a llegar a un acuerdo con el FIdeL.43 Por otro, parecía convencido de que el gobierno —o el PC— realizaría un cambio de rumbo: “Todavía pienso que la acción vigorosa de los verdaderos batllistas puede reconquistar la dirección del Partido”. También advertía que: “… si el Partido Colorado sigue siendo esto que se llama gobierno, entonces nos va a ser muy difícil votarlo como lema en 1971. En ese caso, incluso, intentaríamos eliminar las restricciones de la ley de lemas”.44 Como se desprende de estas opiniones, los duros enfrentamientos con “el comunismo” de meses atrás, pero sobre todo el convencimiento de que el PC lograría encauzar el rumbo del gobierno a través de los órganos partidarios y la acción conjunta, hacían poco probable la concreción de la propuesta de Terra. Días antes, además, su grupo junto con el de Vasconcellos y el de Roballo comenzaron a actuar en el Parlamento 42. Chagas, Jorge, y Trullen, ob. cit., p. 164. 43. Enrique Rodríguez (FIdeL) sostuvo en la misma nota de Marcha: “Quizás no sea el momento oportuno para plantear una unión electoral. Insisto en el acercamiento en torno a ciertos puntos comunes, para oponernos a la línea de gobierno con un planteo común”. 44. Marcha, 28/06/1968, p. 9.

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con un acuerdo tácito (lo formalizarían en abril del año siguiente) como grupo opositor al gobierno.45 A fines de ese mes se firmó otro decreto que establecía la congelación de precios y salarios y la suspensión de los Consejos de Salarios. Se buscaba frenar el proceso inflacionario y contener los salarios “a la fuerza”. También se decretó la intervención de los directorios de los entes autónomos, medida que, además, excluyó a los colorados que se oponían y enfrentaban al gobierno. Entre ellos estaban tres de la 99: Vargas (BROU), Roselli (UTE) y Martínez Moreno (BHU). El grupo de Michelini quedó excluido totalmente del gobierno y cada vez con menos peso dentro del partido. En los meses siguientes, la represión desatada por el gobierno para defender su política económico-financiera alcanzó niveles dramáticos. En uno de los tantos enfrentamientos con la Policía, integrantes de una manifestación universitaria resultaron gravemente heridos. Uno de ellos, Líber Arce, murió a los pocos días: el 14 de agosto. En la sesión de la AG de ese día Michelini denunció detenidamente la política del gobierno y de quienes lo apoyaban: “¿No hay quien sumarie al Jefe de Policía?; ¿no hay quien sumarie al ministro del Interior, al Poder Ejecutivo o al Presidente de la República? […] tendría que hacerlo el Parlamento, pero también quiero hacer esta defensa: se pretende echar culpas sobre el Parlamento, pero los grupos ausentes, los que no concurren a las sesiones de la Asamblea General, y de cuya ausencia se puede inferir una acusación contra el Parlamento, sosteniendo que no trabaja o no cumple con sus responsabilidades […] los que no concurren son los que respaldan al propio Presidente de la República. Es el grupo de 45. Marcha, 18/04/1969, p. 9.

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la Lista 15, el de la Unión Colorada y Batllista y son los grupos blancos que resolvieron no entrar a sala”.46 En este fragmento de su larga y contundente intervención se pueden percibir algunos puntos que años después darían fundamento a la salida de la 99 del PC. Entre ellos, habría que destacar el considerable apoyo que recibían las medidas del PE en el Parlamento, traducidas en la práctica sistemática de dejar sin quórum las sesiones y —sobre todo— que ese apoyo estaba dado por un conjunto heterogéneo integrado mayoritariamente por colorados y con una considerable cantidad de los blancos guiados por Echegoyen. Setiembre terminó con otros dos estudiantes asesinados por la Policía mientras participaban de una manifestación: Susana Pintos y Hugo de los Santos. En esa oportunidad Michelini logró que se votara la interpelación al ministro del Interior, Eduardo Jiménez de Aréchaga.47Allí planteó que: “Nuestra colectividad política va a llevar como una mancha permanente la sangre de estos muchachos […]. Nosotros, que criticamos a la policía, a los jefes de policía y a ministros del Interior durante los gobiernos nacionalistas, tanto en el Consejo Nacional de Gobierno como en el Parlamento, lo hicimos porque entendíamos que no se estaban haciendo las cosas como el Partido Colorado y nosotros reclamábamos que se hicieran. Y tenemos que decir hoy, con la misma franqueza que en aquel instante, que los sucesos vergonzosos que nosotros habíamos repudiado encontraron eco en hombres del Partido Colorado y en 46. Parlamento del Uruguay. Diario de Sesiones de la Asamblea General, 14/8/1968, p. 714. 47. La sesión fue levantada por falta de quórum y la interpelación no pudo seguir, el ministro envió desde Estados Unidos su renuncia en diciembre.

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un gobierno elegido por el pueblo”. Por eso “esta interpelación no la podía promover nadie más que un hombre del Partido Colorado”. Michelini denunció en términos duros la política represiva del gobierno: “Tiene en sus manos absolutamente todos los medios de información, que los usa dentro y fuera del país como se le antoja […]. Se han usado armas modernas, nuevas, que pocos países de América conocen, para hacer frente a esta clase de manifestaciones […], no hay justificación posible (que lo sepa, el señor ministro, él a solas tiene que saberlo) para la muerte de estos dos muchachos”.48 El año había comenzado con reuniones entre Pacheco y Michelini con el fin de lograr que el PC trabajara unido. En abril, al no habilitarse los órganos partidarios, Michelini comenzó su tenaz oposición al gobierno. Desde el Parlamento denunció la represión desatada contra trabajadores y estudiantes y la política de exclusión que aplicaba su partido. Su grupo político sintió el impacto y sufrió más alejamientos: el diputado Pedro Cersósimo se unió al pachequismo. En 1969 Michelini intentó acercarse a Pacheco y retomar los caminos de diálogo, pero el intento quedó en eso. Los integrantes de la 99 quedaron relegados del gobierno y en el partido tenían un peso cada vez menor. La coordinación opositora, dentro del PC, se mantuvo pero no logró cristalizarse y esa posibilidad, construida desde 1968, se terminó de quebrar en 1970. El último intento para permanecer en el PC fue el de reformar la Ley de Lemas, pero no tuvo prácticamente respaldo político. Los contactos, que ya existían, con otros grupos políticos se intensificaron y derivaron, 48. En Jaurena, Mario. El pueblo vencerá. Buenos Aires: Fundación, 1985, pp. 19-28.

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primero, en el alejamiento definitivo de la 99 del PC y en la creación del Frente Amplio después. Reflexiones finales En el artículo intenté dar cuenta de la acción política de Zelmar Michelini en un período sumamente complejo para el país, para el sistema político y para él mismo. El último año de gobierno del PN tuvo una intensa campaña electoral en la que los colorados mostraron sus divisiones, pero las disimularon al tener un enemigo común. Como parte de esa campaña se elaboró un nuevo proyecto de reforma constitucional que implicó, al resultar aprobado en las elecciones, cambios determinantes en los años siguientes. Michelini tomó decisiones políticas que le hicieron perder respaldo en su sector y en el electorado. De todas maneras fue una figura clave para darle una impronta batllista y dirigista al nuevo gobierno; integró el gabinete con la intención de sacar al país de la crisis que atravesaba y de hacer retornar al gobierno el batllismo social que él defendía. El PC, sin coordinación, autoridades comunes y programas (que sí tenían los sectores que lo integraban) entró también en una profunda crisis (prácticamente desde que asumió el gobierno) que lo llevó, desde que gobernaba Gestido, a cambiar de ministros constantemente, a aplicar —sin fundamentos serios— mecanismos constitucionales represivos, y no logró frenar la crisis socioeconómica, que se profundizó de manera trágica desde agosto de 1968. Michelini en ese contexto se convirtió en un implacable opositor a esas medidas: las denunciaba por inoportunas, autoritarias y porque no eran “batllistas”. 245

Se puso, como entendía debía hacerlo un batllista, del lado de las víctimas de las políticas que aplicaba el Ejecutivo y que respaldaba la mayoría del Parlamento. Eso lo alejó del gobierno y luego del partido. El primer “bloque opositor” al rumbo fondomonetarista, que en un principio tenía representantes del FCU e independientes, perdió vigor y solo se recuperó tímidamente tras el anuncio de reelección y el inicio de la campaña electoral. El “batllismo colorado” que defendía Michelini dejó de ser posible para él desde 1969; y, como sugería en un informe a su grupo un año después, no se resignó a “desempeñar el papel de rastrillo de izquierda de las fuerzas reaccionarias”.49 Bibliografía Alonso, Rosa, y Demasi, Carlos, Uruguay 1958-1968: crisis y estancamiento. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1986. Chagas, Jorge, y Trullen, Gustavo. Pacheco. La trama oculta del poder. Montevideo: Rumbo, 2005. Correa Morales, Javier. “Cuando en el gobierno hay tiranos. La ruptura de Zelmar Michelini con el Partido Colorado”, en Cuadernos de la historia reciente. Uruguay, 19681985, n.º 2. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2007, pp. 79-96. Di Candia, César. Ni muerte ni derrota. Testimonios sobre Zelmar Michelini. Montevideo: Atenea, 1987. Fernández Huidobro, Eleuterio. El tejedor. Héctor Rodríguez. Montevideo: TAE, 1996. Finch, Henry. Historia económica del Uruguay contemporáneo. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1980.

49. El Popular, 4 y 5/12/1970, p. 7.

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Gillespie, Charles. Negociando la democracia. Montevideo: ICP – FCU, 1995. Jaurena, Mario. El pueblo vencerá. Buenos Aires: Fundación, 1985. Markarian, Vania. El 68 uruguayo. El movimiento estudiantil entre molotovs y música beat. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 2012. Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1990. Tomos I y II. Rodríguez, Mauricio. Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016. Rodríguez, Universindo, y Trías, Ivonne. Gerardo Gatti. Revolucionario. Montevideo: Trilce, 2013. Zubillaga, Carlos. “Los partidos políticos ante la crisis (1958-1983)”, en Caetano, Gerardo, Rilla, José, Mieres, Pablo, y Zubillaga, Carlos. De la tradición a la crisis. Pasado y presente de nuestro sistema de partidos. Montevideo: CLAEH – Ediciones de la Banda Oriental, 1985.

Fuentes de prensa - El Día. - El Popular. - Hechos. - Marcha.

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Del Partido Colorado al Frente Amplio (1968-1973) Oscar Bottinelli

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El periplo de Zelmar de 1968 a 1973, primero dentro del Partido Colorado y luego hacia la formación del Frente Amplio, es paradigmático de un tiempo clave en la vida del país, que refleja el epílogo de aquel largo ciclo de vigencia de la poliarquía. Desde el punto de vista del sistema político es el principio del fin del bipartidismo tradicional y el comienzo de la construcción de un nuevo sujeto político, el Frente Amplio, como alternativa pacífica y transformadora a lo que se consideraba el agotamiento de los partidos tradicionales y el deslizamiento del Uruguay hacia el autoritarismo. El comienzo del pachequismo El momento que puede considerarse inicial de este tiempo clave —en tren de poner fecha fija a los acontecimientos— es el 13 de junio de 1968, cuando el Poder Ejecutivo presidido por Jorge Pacheco Areco implanta Medidas Prontas de Seguridad. Es el momento que puede ubicarse como inicio del pachequismo y también cuando Pacheco se convierte en pachequista, es decir, cuando comienza la construcción del personaje. Ese 13 de junio no llega de repente ni por casualidad, sino que arriba luego de un sostenido proceso. A mediados de los años cincuenta del siglo pasado 251

comienza el deterioro del país, con caída de la economía, aumento de la desocupación y niveles elevados y crecientes de inflación. La disconformidad y los deseos de cambio se expresan en 1958, cuando por primera vez en noventa y tres años el Partido Nacional accede a la titularidad del gobierno. La tesis generalizada en el sector mayoritario del Partido Colorado, la Lista 15, liderada por Luis Batlle Berres, fue atribuir la derrota a una campaña difamatoria de parte de los blancos. Aparece entonces la voz disidente del líder de la bancada de diputados de la Lista 15, Zelmar Michelini, quien plantea la necesidad de analizar los errores propios y las disconformidades de la ciudadanía. Esa actitud lo llevará finalmente al alejamiento de la Lista 15 y la construcción de la Lista 99 junto a Renán Rodríguez, que a su vez hace un análisis crítico de la otra ala colorada, la Lista 14. El primer gobierno blanco (1959-1963) no colma las expectativas y el segundo (1963-1967) fracasa. A partir de 1962 se extiende la percepción creciente de que en el país falta autoridad. Esta percepción se fundamenta en dificultades inherentes a un Poder Ejecutivo de carácter colectivo (el Consejo Nacional de Gobierno), sin liderazgo claro y en medio de una grave crisis económica. La característica más fuerte fue la falta de un diagnóstico omnicomprensivo por parte de las élites nacionales (políticas, económicas e intelectuales) y el reduccionismo explicativo a aspectos institucionales que llevaron a una reforma constitucional de eliminación del colegiado y la restauración de la figura del presidente de la República, con mayores poderes que los existentes en la etapa previa al colegiado (Constitución de 1942). En la misma línea comienza 252

la búsqueda de candidaturas o referentes militares. Así apareció el general Oscar D. Gestido en 1962 (que ese año obtiene la banca de la minoría en el Consejo Nacional, alcanza la presidencia en 1966 y muere al finalizar el año siguiente). Desde los años cincuenta hay un crescendo en las movilizaciones sociales, particularmente en protestas callejeras y huelgas laborales, que obtienen como respuesta la aplicación de Medidas Prontas de Seguridad en forma cada vez más frecuente y más extensa. El último intento de cambio es la elección en 1966 del general Oscar Gestido (con Jorge Pacheco Areco como vicepresidente). En nueve meses cambia tres veces de gabinete y de línea económica: primero liberal, luego intervencionista, de nuevo liberal. Poco antes de morir, en octubre de ese 1967, aplica Medidas Prontas de Seguridad. Al terminar el año la inflación alcanza el 136,31 por ciento. Zelmar fue ministro en el segundo de los gabinetes, el de línea intervencionista del Estado, y renuncia precisamente ante la adopción de las medidas extraordinarias. Hay quien sostiene que decretar tales medidas tuvo, además de la motivación directa de carácter represivo, una segunda finalidad que fue llevar a la renuncia al ministro de Economía Vasconcellos, al ministro de Industria y Trabajo Michelini y demás componentes de un batllismo neto, y así posibilitar el giro hacia el liberalismo económico. El 6 de diciembre de 1967 muere Gestido, asume Pacheco y seis días después se da un preámbulo al pachequismo, un hecho que apareció como un rayo en pleno sol de verano: un decreto de corte autoritario en que —por primera vez en el país— el Poder Ejecutivo disuelve partidos y movimientos políticos, uno de ellos 253

con representación parlamentaria.1 En su momento no se tuvo conciencia de lo que significaba como prólogo de un cambio sustantivo en el juego político y social, y de degradación de la poliarquía. Ya en el otoño de 1968 se viven movilizaciones sindicales muy fuertes y manifestaciones estudiantiles constantes, crecientes, que llegaron a niveles muy elevados de violencia contra bienes, al establecimiento de barricadas en las calles centrales de Montevideo, a quemas de automóviles, rotura de vidrieras particularmente de empresas vinculadas a lo financiero o a lo norteamericano. Ese fue “el mayo uruguayo”, o una de las aristas del “mayo uruguayo”, que alcanzó similares niveles de violencia a los que llegó a alcanzar el mayo estudiantil francés. En ese contexto de crisis económica, inflación, movilizaciones sociales, se arriba al 13 de junio. Pacheco opta por recurrir a las Medidas Prontas de Seguridad pero en una forma de aplicación que se sitúa en el borde o por fuera del propósito constitucional: dejan de ser medidas rápidas de corta duración para transformarse en un verdadero estado de excepción, y se aplican no solo en materia de seguridad, sino tam1. El epicentro del decreto fue la clausura del diario Época y la disolución de las organizaciones políticas que sostenían ese proyecto periodístico: con representación parlamentaria el Movimiento Revolucionario Oriental y sin representación parlamentaria la Federación Anarquista del Uruguay, el Movimiento de Acción Popular Unitario (predecesor de los Grupos de Acción Unificadora), el Movimiento de Izquierda Revolucionario y el Partido Socialista, además del Grupo de Independientes de Época, un conjunto de intelectuales de apoyatura al diario. También fueron clausurados — por primera vez en la historia del país sin que mediasen institutos de excepción— órganos de prensa afines a los grupos políticos disueltos, como el semanario socialista El Sol, fundado en el primer cuarto de siglo por Emilio Frugoni.

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bién en materia económica, cuya ópera prima es la congelación de precios y de salarios, dictada el 28 de junio (al cierre de junio la inflación de los últimos doce meses trepó al 166,8 por ciento). El bloque opositor a las Medidas Prontas de Seguridad La oposición a las Medidas Prontas de Seguridad es multidimensional: político-partidaria, sindical, estudiantil, más adelante de docentes asociados con padres de alumnos liceales. Es necesario precisar que este análisis se enfoca y reduce a la dimensión político-partidaria. También es necesario subrayar que en su origen, las Medidas Prontas de Seguridad tienen un abrumador apoyo parlamentario. Son muy pocos los que se pronuncian en contra en la primera sesión de consideración del tema en la Asamblea General, el 14 de junio. Es más adelante que se va conformando un bloque opositor más firme y claro, de enfrentamiento a lo que Carlos Quijano llamó “paréntesis cesarista”. El apoyo parlamentario fue mayoritario a lo largo de todo el gobierno de Pacheco, expresado en la mayoría del Partido Colorado y la mayoría del Partido Nacional. En la oposición es necesario destacar un núcleo duro inicial, de radical enfrentamiento, y sectores y personas que irán progresivamente asumiendo actitudes opositoras, en algunos casos con mucha dureza. Ese círculo de oposición radical inicial lo conformaban: a) el Frente Izquierda de Liberación (la 1001, incluido allí el Partido Comunista), con un senador y cinco diputados; 255

b) el Partido Demócrata Cristiano, con tres diputados; c) en el Partido Nacional, el senador Francisco Rodríguez Camusso y los diputados Alberto Gutiérrez Cirimelo y Héctor Gutiérrez Ruiz; d) en el Partido Colorado, dos grupos: la Lista 99 (senador Zelmar Michelini, y diputados Hugo Batalla y Nelson Alonso) y la agrupación Pregón (senadora Alba Roballo y diputado Sergio Previtali). Ese círculo va conformando un bloque parlamentario sólido, interrelacionado, que extiende su coordinación al campo de la movilización social. Cabe agregar la existencia de otro sector colorado de oposición también radical al estado de excepción, pero que no se visualiza como parte de ese bloque ni en su funcionamiento parlamentario ni en el plano movilizatorio: la Lista 315 conducida por el senador Amílcar Vasconcellos, originalmente con otro senador y cinco diputados, algunos de los cuales se desgajan luego e inclusive pasan al pachequismo. A medida que transcurre el estado de excepción aumenta la oposición; se suman, aunque en forma diferente a este núcleo duro inicial, el Movimiento Nacional de Rocha en el Partido Nacional, el senador nacionalista Wilson Ferreira Aldunate y dos diputados que le siguen y el sector Lucha Colorada (Manuel Flores Mora). El reglamento de la Asamblea General permitía reunirse sin número “al solo efecto de compeler a los ausentes”, lo que fue utilizado por el bloque opositor radical como escenario de protesta y de alimentación del periodismo opositor y de la protesta social. Hubo una sesión fantasmagórica que describe bien a ese círculo opositor y aparece como prefiguración del Frente Amplio. Fue en 1969 en medio de un 256

apagón; diez, doce, trece legisladores se apretaban en torno a faroles a mantilla, junto a ellos media docena de periodistas y allá lejos, por encima, con farol propio, el presidente de la Asamblea. Casi todos esos diez, doce o trece —entre los que estaba Zelmar— confluirán dos años después en el Frente Amplio. No lo harán ni Gutiérrez Ruiz ni Gutiérrez Cirimelo. La búsqueda de una alternativa dentro del Partido Colorado En las elecciones de 1966 dos grandes corrientes obtuvieron casi las tres cuartas partes del voto del Partido Colorado:2 la que respaldó la fórmula GestidoPacheco Areco con 262.040 votos (y el 37 por ciento del voto partidario) y la Lista 15 (Jorge Batlle-Lacarte Muró) con 215.642 votos (35,5 por ciento). Otras dos corrientes importaron e importarían: la Lista 315 (Vasconcellos-Renán Rodríguez) con 77.476 votos (12,8 por ciento) y la Lista 99 (Michelini-Lanza) con 48.022 votos (7,9 por ciento). Tras la muerte de Gestido y los sucesos de 1968 surge la figura poderosa de Jorge Pacheco Areco, que logra fuerte adhesión en una parte de las capas medias por su firmeza en enfrentar la movilización social y combatir la gran cantidad de huelgas, y en los niveles bajos, beneficiados por la congelación de precios y no afectados por la congelación de salarios, dado que se trata de un sector ajeno a las grandes estructuras laborales. Además, a este nivel bajo ofrece la protección propia de los liderazgos paternal-autoritarios. El pachequismo va camino a transformarse en la mayoría del partido y además despuntan las voces que propi2. El total del Partido Colorado fue de 607.633 votos.

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cian una reforma constitucional que permita la reelección presidencial. La Lista 15 apoya plenamente la política de Pacheco Areco tanto en lo institucional (el estado de excepción) como en la política económica; más aún, Jorge Batlle fue uno de los principales impulsores de la congelación salarial. Por tanto, no presenta una diferenciación sustantiva, aunque sí matices, especialmente en cuanto a una postura políticamente más liberal y con mayores garantías, de oposición al autoritarismo puro. Consolidado el estado de excepción como régimen de larga duración, surgen en el coloradismo juegos en procura de construir un tercer polo entre el pachequismo y la 15, que supusiese una postura crítica respecto a los tintes autoritarios del gobierno y a su política económica. La idea es crear una tercera fuerza que retomase los viejos valores de un batllismo liberal en lo político, progresista en lo social y radicalmente democrático. No fue un proceso orgánico a través de reuniones formales, por lo que no es posible detectar con precisión un adentro y un afuera del proyecto. Hay un gran pívot, que es Zelmar, y otro pívot, en un juego propio y diferente, que es Glauco Segovia. Participan en distinta medida los senadores Manuel Flores Mora y Alba Roballo, quienes dimiten como ministros al implantarse las Medidas Prontas de Seguridad, ambos electos por una lista que apoyó la fórmula Gestido-Pacheco Areco (que también integró Segovia). En las conversaciones interviene además el presidente de la Asamblea General Alberto Abdala (quien es ex oficio el primer sucesor de Pacheco en la Presidencia de la República), que fuera elegido por la Lista 15. 258

Un elemento clave es Amílcar Vasconcellos, hombre de personalidad complicada, muy rígido en sus posiciones, poco maleable y por ello no muy fácil para arribar a entendimientos. La búsqueda de autoridad, como se señaló en el primer ítem de este capítulo, llevó a la aparición de candidaturas militares, en primer término la de Gestido. Surgirá más tarde —en el sector más conservador del Partido Nacional y entonces dominante— el general Mario Oscar Aguerrondo. Y comienza a sonar en el Partido Colorado el nombre del general Liber Seregni, como referente y candidato presidencial de ese tercer polo. El nombre de Seregni adquiere relevancia —siendo jefe de la Región Militar n.º 1— por sus diversos enfrentamientos con Pacheco Areco por dos grandes motivos: la aplicación de las Medidas Prontas de Seguridad y su estrategia de llevar a una confrontación entre las Fuerzas Armadas y los movimientos populares. El desenlace es su pase a retiro entre diciembre de 1968 y abril de 1969. Seregni era un hombre de clara pertenencia batllista que había sido uno de los oficiales muy cercanos a Luis Batlle y protegido por este. De larga data tenía vasto conocimiento directo de la dirigencia afín a Luis Batlle; y de larga data tenía trato con quienes conversaban de ese posible tercer polo. Probablemente un elemento que ofició de detonante en el estallido del proyecto de ese tercer polo colorado fue la dificultad de resolver la primacía entre Seregni y Vasconcellos. Para todos los partícipes en las conversaciones había dos cosas muy claras: que Seregni debía ser el referente y candidato, y que era imprescindible la participación de Vasconcellos, lo que conducía ineluctablemente a la fórmula Seregni259

Vasconcellos. Este estaba de acuerdo con la fórmula, pero a la inversa: Vasconcellos-Seregni. Los intentos de entendimiento fracasaron. Seregni en conversaciones con este autor (varias y en diversos años) se adjudicaba haberse equivocado: buscó como escenario una cena de los dos matrimonios y no un mano a mano, y en esa cena dijo que “no es momento para políticos”. Esto último provocó el enojo de Vasconcellos, que vio en Seregni los prejuicios de los militares respecto a los políticos; se sintió ofendido y ofendido delante de su esposa. Allí se rompió no solo la posibilidad de un tercer polo, sino la relación Seregni-Vasconcellos, que nunca más se recompondría. Sin duda la imposibilidad de acuerdo entre ambos fue un gran obstáculo a ese tercer polo, pero además es necesario tener en cuenta que quienes conversaban no constituían un conjunto compacto, que no opinaban exactamente igual ni sobre la forma de oposición al estado de excepción ni sobre las movilizaciones populares. Precisamente esas movilizaciones populares contra Pacheco y sus medidas extraordinarias era claramente apoyada por Zelmar y su gente, y por Roballo, pero no tan claramente por los demás. También Zelmar y Roballo participaban en esas acciones conjuntas de lo que en el ítem anterior figura como “bloque opositor”, tanto en la Asamblea General como en actos, manifestaciones, conferencias. Sin duda se avecinaba un momento en que el camino era uno u otro: o el “tercer polo colorado” o el “tercer partido”.

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El camino hacia el Frente Amplio La unificación de la izquierda es sin duda un largo proceso de muchas fuentes. La versión de la izquierda clásica pone énfasis en el llamado del Partido Comunista (PCU) a la creación del Frente Democrático de Liberación Nacional (1956), los dos frentes electorales de 1962 (Frente Izquierda de Liberación, exitoso, con los comunistas como pívot, y la Unión Popular, fallida, con el soporte principal de los socialistas), el proceso de unificación sindical y creación de la Convención Nacional de Trabajadores (1964-1966), el Congreso del Pueblo en 1965. Sin embargo, para que se crease algo más amplio, policlasista y pluridimensional como el Frente Amplio era necesario algo más que los empujes previos desde los ámbitos clásicos de la izquierda y de las organizaciones sociales motorizadas por la izquierda tradicional. Y allí aparecen dos tipos de componentes esenciales. Uno es el proceso de izquierdización del Partido Demócrata Cristiano (PDC) y su convicción de la necesidad de crear una fuerza política alternativa a los partidos tradicionales para evitar que el país se despeñase en el autoritarismo. Así surge el llamado a un “tercer partido” que formula el PDC en 1969. Otro es que sectores o personalidades significativos de los partidos tradicionales asumiesen el acto parricida de romper con sus respectivos lemas históricos para emprender otro proyecto. Lo uno y lo otro necesitaba además de un proceso de coincidencias políticas y de acción en conjunto para que el proyecto cuajase, y además encontrar un referente claro para esa nueva opción, para lo cual 261

aparecía también el nombre de Seregni. Oficialmente manejado por Zelmar, también era visto como natural por los democristianos, por figuras independientes como Carlos Quijano, por gente de la izquierda autónoma como Héctor Rodríguez, por figuras políticas como Eduardo Víctor Haedo y por observadores políticos independientes. Desde 1969 hasta mediados de 1970 hay sin duda dos obstáculos a este frente: uno, la posibilidad del tercer polo colorado, y otro, la resistencia en algunos ámbitos a conformar un frente con la participación del Partido Comunista. Precisamente el término “frente amplio” (o “frente sin exclusiones”, incluidos los comunistas) surge como oposición a un frente restringido (o con exclusiones, es decir, excluido el Partido Comunista). La posibilidad de un frente restringido fue cayendo por sí misma, al comprobarse que hubiese carecido de fuerza una postura que a la vez buscase enfrentar a ambos partidos tradicionales por un lado y por otro al Partido Comunista y sus aliados (es decir, al conjunto de la 1001). Para quienes vieron el fracaso unificador de la izquierda de 1962, un frente restringido significaba tropezar por segunda vez con la misma piedra. Zelmar trabajaba simultáneamente en el proyecto del “tercer polo colorado” y del “tercer partido”, con la convicción de dos postulados básicos y comunes: que era necesario crear algo para enfrentar al pachequismo y el deslizamiento al autoritarismo, y que ese nuevo instrumento político debía tener como referente al general Seregni. Por un lado la posibilidad del tercer polo colorado va camino al fracaso y por otro la coordinación de ese grupo opositor duro al pachequismo avanza, tanto en el plano parlamentario como en el apoyo a las 262

movilizaciones sindicales, estudiantiles, universitarias, de padres de alumnos y docentes de la educación media. Desde el punto de vista del juego político, es esencial cuando al despuntar 1970 comienzan a reunirse de manera regular Zelmar Michelini, el senador nacionalista Francisco Rodríguez Camusso, el presidente del PDC Juan Pablo Terra, el presidente del FIdeL Luis Pedro Bonavita y el secretario general del PCU Rodney Arismendi. Este quinteto desbrozará el camino y en particular despejará muchas inquietudes: el alineamiento internacional del futuro frente y las contradicciones de sus futuros componentes, el predominio comunista en el movimiento social y los temores por ello de los democristianos, en particular el miedo de ser percibidos como —para usar un término en boga en la época— “cretinos útiles” de los comunistas. Zelmar junto a Rodríguez Camusso oficiaron de trait d’union entre el PDC de un lado y el PCU más el FIdeL del otro. E inclusive quedaron como garantes de las bases del acuerdo. La última garantía que requería la Democracia Cristiana era la creación del Frente del Pueblo y su calidad de convocante a la creación del Frente Amplio. El PDC veía un frente con tres grandes alas: una marxista, encabezada por los comunistas; otra más radical o más revolucionaria, para la que se perfilaban socialistas, el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO) y los Grupos de Acción Unificadora (GAU); y lo más importante para ellos, un ala democrático liberal. Esta ala, con el nombre de Frente de Pueblo, debería quedar constituida por el PDC y los escindidos de ambos partidos tradicionales. Pero tan importante como este equilibrio de tres alas era para el PDC que ese frente amplio no surgiese 263

de una convocatoria de la izquierda clásica, sino que fuese a partir de un llamado que hiciese el Frente del Pueblo. Hacia mediados de la primavera de 1970 estaba todo pronto para caminar hacia el Frente Amplio. Faltaban dos cosas: el abandono del Partido Colorado por la Lista 99 de Zelmar Michelini, Enrique Martínez Moreno, Hugo Batalla y Nelson Alonso, y el abandono del Partido Nacional por el Movimiento Blanco Popular y Progresista de Francisco Rodríguez Camusso. No es fácil ya bastante entrado el siglo XXI, con casi medio siglo de vida de ese Frente Amplio y un tercer período de gobierno, comprender el desgarramiento que suponía para todos ellos el abandonar su colectividad tradicional. Porque no se rompía el Partido Colorado en partidos diferentes (como en 1958), no se rompía el Partido Nacional en dos, tres, cuatro o cinco partidos diferentes (como desde 1926 a 1954). Lo que ocurría es que había gente nacida y criada en el Partido Colorado que decía adiós a su hogar paterno, y blancos que hacían lo propio con su partido. Afrontaban el riesgo de ser vistos como traidores. Fue un acto desgarrador para todos, mitigado por el decir: yo sigo fiel a mis convicciones, es mi partido el que abandonó sus convicciones y sus tradiciones; y además por el sentir y poder decir: abro una esperanza a través de un nuevo camino para el Uruguay, por los cauces de la lucha política por vía pacífica y democrática; e incluso por ofrecer a los jóvenes un camino alternativo al de la lucha armada. Cabe destacar que el proyecto del “frente amplio” quizás llega tarde como elemento de ruptura en la colectividad blanca, porque simultáneamente comienza a surgir —aunque el auge ocurrirá al año siguiente, 264

a poco de las elecciones— una propuesta renovadora y esperanzadora detrás de la figura de Wilson Ferreira Aldunate; y ello oficia de freno a la emigración desde el Partido Nacional hacia el nuevo sujeto político. Del Frente del Pueblo a la Corriente El Frente del Pueblo finalmente se forma en enero de 1971 y cumple su función básica de ser el convocante a la fundación del Frente Amplio (FA), para el 5 de febrero, ahora así con mayúscula, como nombre del nuevo actor político que sale a romper el bipartidismo histórico. Y el Frente del Pueblo cumple una función esencial: fue decisivo para que Zelmar Michelini conservase la banca de senador. El Frente Amplio obtuvo 304.275 votos y presentó seis listas principales a la cámara alta, encabezadas respectivamente por Enrique Rodríguez (Lista 1001) con 100.211 votos, Juan Pablo Terra (PDC) con 61.257, Enrique Erro con dos listas que totalizaron 70.944 votos, José Pedro Cardoso (Socialistas) con 35.927 votos y Zelmar Michelini (99) con 31.4791. Con esos votos obtienen dos bancas la 1001, una el PDC, otra Erro y hay una quinta que requiere explicación. Si todas las listas hubiesen votado con sublema propio la quinta banca habría correspondido a Cardoso. Pero el PDC y 99 utilizaron el sublema Frente del Pueblo que, en conjunto, totalizó 92.736 votos; con ello duplicó a los socialistas y logró su segunda banca en detrimento de Cardoso. El sublema permitió entonces al Frente del Pueblo alzarse con dos bancas y no solamente con una. Y dentro del Frente del Pueblo, el PDC no logró duplicar a la 99 por tan solo ochocientos cincuenta y un votos, con lo que Zelmar logró ser nuevamente electo. 265

Todos esos hechos, que no fueron planificados con finalidad electoral, terminaron siendo una combinación de resultado fundamental para la sobrevivencia parlamentaria de Zelmar, que le permitió cumplir el rol trascendente durante la presidencia de Bordaberry. Pero más allá de ese logro esencial, el Frente del Pueblo nació políticamente con dificultades de viabilidad. Dentro de la 99 se perfilaban dos corrientes: una que con Zelmar a la cabeza se fue decantando hacia posiciones más combativas y otra —que se puede reflejar en Hugo Batalla— que ponía más el acento en las coincidencias democrático liberales y en posturas más moderadas. Pero un hecho determinante para hacer fracasar el Frente del Pueblo como proyecto político conceptual es que en el proceso fundacional del Frente Amplio se agrandan las escisiones del Partido Colorado y se posibilita la formación de una corriente batllista con Alba Roballo y su agrupación Pregón, Enrique Rodríguez Fabregat (Doctrina Batllista) y Washington Fernández, exministro de Luis Batlle; votarán como Lista 9988. Esos batllistas —incluida buena parte de la 99— se sentían muy incómodos en alianza con un partido como el Demócrata Cristiano, al que veían como algo conservador y —aunque no confesional— de fuerte inspiración religiosa. A ello hay que sumar que tanto Roballo como Washington Fernández hicieron un recorrido similar al de Zelmar y la mayoría de la 99, hacia posiciones más combativas. En 1972, pasadas las elecciones, aparece con bastante claridad la existencia de tres grandes espacios en el Frente Amplio, pero no los imaginados por Juan Pablo Terra. Uno es esa ala más moderada que pone como énfasis lo democrático liberal, ajena al marxismo 266

y refractaria a toda justificación de la acción directa; queda reducida al PDC y sus aliados (la 808). Una segunda ala con fuerte impronta marxista, a su vez con dos polos: uno, la 1001, con comunistas, FIdeL, Rodríguez Camusso; y otro con los socialistas (la 90). Y la tercera ala es el producto de la confluencia de pensamiento y acción de otros grupos que pueden definirse como más combativos, que concluye en un proyecto político que adopta la denominación de la Corriente. Participan esencialmente: La 9988 (en ese proceso la 99 cambia de nombre y pasa de llamarse movimiento Por el Gobierno del Pueblo a denominarse Agrupación Avance), el conjunto de grupos que respaldaron a Erro en Patria Grande (incluido el MRO), el Movimiento de Independientes 26 de Marzo (muy afín al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros) y los GAU. Sin duda Zelmar y Héctor Rodríguez son quienes ven con más claridad la necesidad y la posibilidad de ese espacio. Desde el punto de vista electoral representaba la tercera parte de los votos del FA (102.423 en un total de 304.942). Desde el punto de vista parlamentario su fuerza consistía en la suma de dos senadores (Michelini y Erro) y seis diputados (Batalla, de la 99, y cinco de Patria Grande). A su vez los distintos grupos aportaban elementos diferentes: Zelmar, su capacidad como portavoz político, luchador parlamentario y orador de masas; Erro, su calidad de referente ético y receptor de apoyo electoral (70.944 votos); los GAU, un equipo sólido de cuadros políticos y sindicales de alto valor intelectual; y el movimiento 26 de Marzo, una gran base militante. La Corriente a su vez aparece como un relativo correlato de un agrupamiento 267

sindical conocido como la Tendencia (que incluye además al grupo entonces no frenteamplista de la Resistencia Obrero Estudiantil, que años más tarde será el núcleo central del Partido por la Victoria del Pueblo). Para ver la importancia que tuvo la Corriente en Zelmar hay que partir de dos hechos. Uno, cuantitativo, que desde el punto de vista electoral la trayectoria de Zelmar y la 99 fue en constante declive: 6,6 por ciento del total del electorado en 1962, 3,9 en 1966 y 1,9 en 1971. Lo otro es que cuando se forma el Frente Amplio hay una cierta desconfianza de Zelmar en la izquierda y particularmente entre los jóvenes. Lo veían como un político típico, en un momento de fuerte desprestigio de los políticos. Era el Zelmar de los partidos tradicionales, el de carreras de caballos, el que nunca planteaba la lucha política en tonos personales, el que trataba a los adversarios con respeto, el que mantenía amistades con muchísima gente que apoyaba o respondía al pachequismo. Ese estilo de Zelmar, tolerante, abierto, despertaba mucha desconfianza, máxime en un momento de creciente intolerancia y polarización. Tiene que venir el año 1972 para que esa gente descubra al Zelmar que, sin perder su talante tolerante, pelea en primera fila y con gran destaque contra el estado de guerra interno, contra las sucesivas suspensiones de las garantías individuales, contra la ley de seguridad del Estado, contra la tortura, por los derechos humanos. Y la Corriente opera como el elemento que permite a esos jóvenes y a esos militantes verlo como suyo. Es muy probable —y esto es una afirmación subjetiva carente de pruebas, no existían entonces las encuestas científicas— que en el momento de arribarse al golpe de Estado el apoyo electoral a Zelmar pudiese 268

duplicarse y hasta triplicarse respecto al obtenido en noviembre de 1971. Llega el golpe de Estado con un Zelmar como claro referente popular de ese polo del Frente Amplio. Epílogo Es importante resaltar el proceso político e ideológico que se da en Zelmar en tan solo cinco años, desde aquel que busca caminos para construir una alternativa dentro del Partido Colorado —que tomara los valores de un batllismo liberal en lo político, progresista en lo social y radicalmente democrático— y el referente de la Corriente y adalid en la lucha por los derechos humanos. Hay en esos cinco años una evolución política y un crecimiento como figura impresionantes, a la vez que se detectan significativas líneas sustantivas de continuidad y congruencia. Probablemente alcanza su cenit en el discurso ante el Tribunal Russell en Roma. Estos últimos cinco años de la vida parlamentaria de Zelmar Michelini son el recorrido que marca desde la frustración en renovar al Partido Colorado a la construcción de una nueva esperanza como el Frente Amplio y el liderazgo de un ala con una propuesta diferente a la demócrata cristiana y a las marxistas.

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El pensamiento, las polémicas

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¿Hay espacios para izquierdas democratizadoras de inspiración socialista? Rodrigo Arocena

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Zelmar Michelini y el socialismo democrático en tiempos improbables Una medianoche de noviembre de 1971 en Montevideo, enmarcada en el inmenso despliegue militante del recién nacido Frente Amplio, Michelini cerraba el último acto de su sector de cara a las elecciones. A esa hora y en tal contexto levantó la bandera del socialismo democrático, como nadie de su estatura lo hacía en el Uruguay, como lo venía haciendo Salvador Allende. Probablemente nunca hubo tiempos demasiado propicios para esa opción. No lo fueron los tempranos años setenta en América Latina. Cuando las izquierdas parecían avanzar, la democracia no jugaba papel significativo en los proyectos de sus organizaciones predominantes. Cuando cayó la noche de las dictaduras, dos actitudes de signo opuesto se afirmaron: o identificar el futuro posible y deseable con el llamado “socialismo real” o abandonar las búsquedas inspiradas por el ideal socialista. En su exilio en Buenos Aires, preguntado en una conversación privada durante 1974 acerca del futuro del Uruguay, Michelini empezó su respuesta diciendo que el país tenía que apuntar a un socialismo democrático muy diferente de los regímenes autoritarios 275

que se proclamaban socialistas. Ratificaba el rumbo, siempre en tiempos improbables. Cuarenta años después, el socialismo real es poco más que una nostalgia. Sin embargo, buena parte de la izquierda parece ignorar todavía que, al decir de Jaurès, “democracia es el mínimo de socialismo, socialismo es el máximo de democracia”. El socialismo democrático tiene mínima incidencia gubernamental, política, movilizadora. No lo revivió la ansiada renovación de la izquierda: esta o simplemente fracasó o alimentó al social liberalismo. Mientras, en América Latina, las movilizaciones progresistas masivas tienen signo nacional popular; son mucho más capaces de resistir en tiempos oscuros y de distribuir en horas de bonanza que de pelear en los nuevos terrenos del poder y construir alternativas sostenibles a largo plazo. Michelini combinó la firmeza de sus convicciones básicas con una permanente y talentosa labor de construcción política, así como con una notable empatía con las sensibilidades de las nuevas generaciones de militantes. ¿Qué significado puede tener hoy su búsqueda de ayer? Como pequeño testimonio de admiración y aprecio grande, aquí se ensaya una respuesta esquemática. La orienta la convicción de que vivimos una época de crisis sobre todo ambiental e ideológica en la cual hacen más falta que nunca propuestas y prácticas propias de izquierdas democratizadoras de inspiración socialista. Una manera de entender el compromiso original Las izquierdas son acciones orientadas por ciertas ideas que se refieren a valores, hechos, tendencias y propuestas. Al reflexionar al respecto, cuatro enfoques 276

conviene pues tener en cuenta: (i) un enfoque normativo, centrado en los valores que debieran constituir la definición primera; (ii) un enfoque fáctico, que procura describir e interpretar los principales aspectos de la realidad que enmarcan los esfuerzos en pro de aquellos valores; (iii) un enfoque prospectivo, que intenta detectar ciertas tendencias fundamentales que condicionarán a futuro semejantes esfuerzos; (iv) un enfoque propositivo, que formule alternativas normativamente deseables así como fáctica y prospectivamente viables. ¿Podemos juntar los esfuerzos de muchas personas en acciones coordinadas de modo de lograr que la sociedad en la que vivimos sea menos injusta y ofrezca mayores posibilidades de mejorar la vida de todos? Al menos debemos intentarlo. La pregunta planteada y la respuesta sugerida constituyen (el punto de partida de) una actitud ante la vida que, de una forma u otra, diversas gentes sienten como propia. Las izquierdas debieran definirse, en primerísimo lugar, por formar parte de esas gentes. Esa raíz ética incluye una afirmación fuerte acerca de lo que está mal en el mundo y de por dónde hay que buscar mejorarlo. Las grandes desigualdades de poder entre personas y grupos son injustas; dificultan el aprovechamiento de las capacidades de la gente en pro del bien colectivo; hacen que muchos seres humanos sean grandemente explotados y dominados; así les imponen vidas desgraciadas en las que disponen de muy pocas libertades efectivas. Tratar de cambiar esa situación puede llevar a que la mayoría conozca una mejor calidad de vida material y espiritual. La reducción de las desigualdades tiene su más elocuente ejemplo real en la experiencia histórica de 277

la democracia. Sus logros son a menudo efímeros, siempre provisionales y aún contradictorios, en el mejor de los casos muy parciales. Sin embargo, frecuentemente tales logros disminuyen la concentración en pocas manos del poder político; muestran las potenciales consecuencias beneficiosas de ello en diversos ámbitos de la vida individual y colectiva, particularmente cuando abren vías para que se conozcan y se tomen en cuenta los problemas de los sectores más desfavorecidos; ilustran y dan sustancia concreta a la noción orientadora de que es viable reducir la injusticia ampliando el poder del pueblo. El compromiso original de las izquierdas no puede sino asociarlas con la defensa de la democracia política, su profundización y su expansión a otros ámbitos de la sociedad: deben ser izquierdas democratizadoras. La inspiración socialista podría caracterizarse por el propósito de extender la democracia al conjunto de la sociedad, mediante la acción colectiva racionalmente orientada, con protagonismo de los sectores postergados y prioridad asignada a sus necesidades. El socialismo irrumpe en la escena histórica en el atardecer de la Revolución Francesa. Su vocación perdurable es levantar a la misma altura y de manera interconectada las tres consignas de la gran revolución: libertad, igualdad, fraternidad. Impulsa militancias que tienen como horizonte común de referencia la construcción de igual libertad para todos en sociedades solidarias. Ya muy poco sustento tiene el socialismo entendido como etapa necesaria en la evolución de la humanidad, o como modo de producción viable e intrínsecamente superior. Pero las izquierdas radicalmente 278

democratizadoras no pueden sino nutrirse de la inspiración socialista. Ser de izquierdas implica dar testimonio de los valores invocados así como luchar contra las tendencias y los grupos que obstaculizan la vigencia de tales valores. Pero debe ir más allá. El compromiso ético con la transformación social de orientación racional incluye elaborar e impulsar propuestas deseables y viables, que han de sustentarse en el análisis de los hechos y las tendencias que signan el acontecer social. Esto último constituye una lección irrenunciable del marxismo. Estudiar con la mayor objetividad posible tanto los recursos potencialmente disponibles para mejorar la calidad de vida como las relaciones de poder prevalecientes, sus cimientos y sus dinámicas, es condición necesaria para impulsar transformaciones democratizadoras con inspiración socialista que tengan alguna posibilidad de reflejarse en la realidad. Esa inspiración implica que las izquierdas no solo deben reivindicar derechos, sino también afirmar deberes. Ello recoge la tradición de la democracia participativa. Los deberes a los que se alude incluyen los de militar en formas plurales y variadas en pro de los valores proclamados. Esta visión “activista” —que apuesta a la “agencia” individual y colectiva— es una guía normativa fundamental para la elaboración e implementación de propuestas alternativas. Es clave para un enfoque propositivo que vaya más allá del Estado de bienestar en su formulación habitual. Lleva a propiciar formas de la igualdad en las cuales los sectores postergados no son receptores más bien pasivos de beneficios, sino activos constructores de cambios para mejorar sus condiciones de vida.

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Intentando interpretar ciertos hechos Pasar de los valores a las propuestas requiere tratar de entender algo de la realidad y sus posibles configuraciones a futuro. Para ello se manejarán dos hilos conductores interconectados. En primer lugar, se considera que el cambio acumulativo mayor que registra la historia de la humanidad es la expansión desestabilizadora de las fuerzas productivas y destructivas, o sea, el incremento de los recursos para, a la vez, (i) producir bienes y servicios, y (ii) destruir gentes y entornos, proceso acelerado por la expansión del conocimiento científico y tecnológico, que trastoca rutinas, ocupaciones e instituciones. En segundo lugar, se observa que para satisfacer (la mayor parte de) las aspiraciones humanas se necesita a la vez actividad material y coordinación social; por consiguiente, el análisis de las interacciones entre tecnología y relaciones sociales ofrece una vía para analizar las dinámicas del poder que configuran la vida colectiva. Marx asignó importancia superlativa a la evolución de las fuerzas productivas y a sus influencias recíprocas con las relaciones de producción. Michael Mann sostiene que el poder proviene ante todo de la organización que se genera en las relaciones sociales, fundamentalmente las de tipo ideológico, económico, militar y político. Llamaremos pues esquema conceptual Marx-Mann al que prioriza el análisis de: (i) la variación de la base tecnológica material de las fuerzas productivas y destructivas; (ii) los cambios en las relaciones económicas, políticas, militares e ideológicas; (iii) las interacciones entre tecnología y relaciones sociales. 280

Los elementos conceptuales anotados sugieren una interpretación de ciertos hechos fundamentales del mundo contemporáneo a través de una narrativa sumaria. Hacia 1950 existían dos grandes conjuntos de sociedades de base industrial con muy distintas relaciones sociales, el Primer Mundo capitalista y el Segundo Mundo del socialismo de Estado. El resto conformaba un Tercer Mundo que, sin desmedro de su extrema heterogeneidad, se caracterizaba porque la industria no constituía su base técnico productiva principal. La separación entre las sociedades industriales y las otras reflejaba las consecuencias del gran salto tecnológico iniciado en un mundo de base agraria con la Revolución Industrial inglesa de la segunda mitad del siglo XVIII y acelerado a partir del llamado “matrimonio de la ciencia y la tecnología” que tuvo lugar a fines del siglo XIX en Europa occidental y Estados Unidos, vale decir, en casi todo lo que llegaría a ser conocido como Primer Mundo. En el Segundo Mundo, la concentración del poder ideológico, económico y político en un Estado que priorizaba lo militar posibilitó la industrialización acelerada de la Unión Soviética, la cual le permitió reducir grandemente la distancia con el oeste en el poder productivo y casi eliminarla en el poder destructivo. Pero esa misma concentración del poder forjó relaciones sociales poco propicias para la innovación tecnológica y organizacional. Así tanto la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) como su intenso aprovechamiento tuvieron lugar en el Primer Mundo y no en el Segundo. En la década de 1980 el creciente retraso tecnológico y productivo de la Unión Soviética respecto al oeste era inocultable; los intentos aperturistas para paliarlo 281

desencadenaron dinámicas de poder social que condujeron a la desintegración del Estado. Para entonces China ya había iniciado un espectacular viraje hacia el capitalismo autoritario que, mediante la colaboración entre el Estado-partido y el capital transnacional, la transformaría en la principal sede fabril de la globalización. El socialismo de Estado prácticamente se desvaneció. En el Primer Mundo la interacción del cambio tecnológico, propulsado por las TIC, con la ofensiva ideológica y política del neoliberalismo dio lugar a una profunda reestructura del capitalismo. Se debilitó el papel de los sindicatos y de las políticas sociales, con la consiguiente pérdida de gravitación de los partidos socialdemócratas y afines, que habían sido factores principales de la importante redistribución de la riqueza durante la etapa anterior de capitalismo regulado, con significativos acuerdos entre gobiernos, empresarios y trabajadores. Las políticas de privatización y desregulación fortalecieron al capital y sobre todo a las finanzas. La base principal de las fuerzas productivas y destructivas fue mutando de la industria propiamente dicha al conocimiento científico y tecnológico de punta. La sociedad “postindustrial”, anunciada hace varias décadas, se configuró en el “norte” a fines del siglo XX como una sociedad capitalista del conocimiento. Ella es la principal impulsora de la globalización —productiva, financiera, comunicacional— que signa al mundo de comienzos del siglo XXI, con la privatización del conocimiento como dinámica constitutiva y expansiva. El subdesarrollo, aunque marginado en los debates ideológicos y políticos, no ha desaparecido de la realidad con la globalización capitalista basada en el 282

conocimiento avanzado. Pero no puede vérsele, como hace cincuenta años, asociado sobre todo a la escasez de industria. La condición periférica radica en la debilidad de la base material generada por la especialización en la producción de bienes y servicios con bajo valor agregado de conocimiento avanzado y altas calificaciones. Puede o no superarse en los procesos industrializadores. No lo ha logrado México pese al vertiginoso crecimiento de su producción manufacturera en buena medida maquiladora, cuya competitividad radica principalmente en las pobres condiciones de trabajo. En buena medida Corea del Sur ha logrado escapar a la condición periférica a través de un sistemático incremento del contenido de conocimiento y calificaciones en su producción. El subdesarrollo puede caracterizarse como la combinación de la condición periférica, ligada a la debilidad productiva en materia de conocimientos, con la subordinación externa en lo económico y político, también en lo militar e incluso en lo ideológico. En América Latina, cuando la bonanza se va evaporando, la persistencia del subdesarrollo deviene inocultable. Ella pone en cuestión la profundización y aún la mera preservación de los avances sociales de los últimos años. En el llamado “Sur Global” de hoy —cuya geografía no es idéntica pero sí bastante parecida a la del Tercer Mundo de ayer— el subdesarrollo constituye un obstáculo mayor para avanzar en los propósitos de las izquierdas. Revisando tendencias y encrucijadas Difícilmente se debilite la tendencia a la creciente gravitación del conocimiento avanzado en las más 283

diversas facetas de la vida humana y particularmente en la distribución del poder social. Se anticipa por ejemplo que su potencial desestabilizador podría manifestarse en una nueva ola de desempleo tecnológico debido a la automatización de actividades relativamente rutinarias. La desestabilización por expansión del conocimiento ha puesto a la humanidad, ya desde fines de la Segunda Guerra Mundial, ante una encrucijada: o se avanzaba de manera inédita en la regulación geopolítica de ciertos usos del poder militar o se afrontaba un escenario de catástrofe atómica adecuadamente bautizado MAD (sigla en inglés de destrucción mutuamente asegurada). Esa posibilidad no ha desaparecido, pero su concreción fue evitada durante setenta años por la relativa institucionalización del manejo de conflictos a escala internacional. Una segunda tendencia que apunta a acentuarse, directamente impulsada por la expansión del conocimiento, es el incremento y la diversificación en la producción de bienes y servicios, que alimenta el crecimiento del consumo y, más aún quizás, de la aspiración a consumir, cuya incidencia política se registra en regímenes muy diversos. Una tercera tendencia que viene confirmándose es la mejora promedial de ciertos aspectos de la existencia humana, la cual es consecuencia bastante directa aunque no automática de las dos previamente anotadas. La multiplicación del conocimiento y de la producción se refleja en los avances de la esperanza de vida, en el acceso a la educación, en la disminución de la pobreza medida por los ingresos monetarios y en otros indicadores. 284

Una cuarta tendencia, la degradación ambiental, resulta también alimentada por las dos señaladas inicialmente o, de manera más precisa, por las formas prevalecientes en la generación y uso del conocimiento para el incremento de la producción. Se ha configurado así otra encrucijada mayor: o se revierten ciertas características predominantes en el uso del conocimiento y en la producción o se afrontará otro escenario de tipo MAD, la catástrofe climática. Son ya visibles los perjuicios que la anticipan. Evitarla exigirá modificaciones sustanciales en las prioridades de la ciencia y la tecnología pero sobre todo demandará cambios en lo económico, lo político y probablemente más todavía en lo ideológico, incluyendo valores, aspiraciones y pautas de vida. Una quinta tendencia apunta al incremento de la desigualdad al interior de la mayor parte de los países del mundo. Una triple causalidad la alimenta. En primer lugar se destaca algo bien denunciado como el uso del poder económico, político e ideológico para favorecer directamente al uno por ciento más rico de la población mundial, particularmente a las cúpulas de las finanzas; cabría decir que esta es la causa neoliberal de la desigualdad creciente, enraizada en las relaciones sociales prevalecientes. En segundo lugar figura un factor bastante menos advertido pero probablemente no menos relevante, ligado a la base tecnológica principal: el conocimiento avanzado es un recurso con rendimientos crecientes a su uso, vale decir, los grupos o regiones que más lo usan más lo tienen. Para comprobarlo basta pensar en qué sucede, en materia de conocimientos, con personas o equipos que acceden a la educación avanzada y a ocupaciones que exigen innovar a alto nivel, por comparación con quienes no 285

tienen oportunidades similares: unos aprenden sistemáticamente y otros más bien desaprenden. En tercer lugar cabe señalar un factor ubicado en las interacciones entre relaciones sociales y tecnología: quienes ocupan en aquellas las posiciones dominantes tienen influencia fundamental en las decisiones acerca de qué se investiga y para qué, cuáles innovaciones son priorizadas y cuáles problemas son más bien postergados. El ejemplo más contundente de esto es lo que la Organización Mundial de la Salud llama “la brecha 90-10”: el 90 por ciento de los recursos que solventan la investigación en salud tiene que ver con problemas que son prioritarios para el 10 por ciento de la población mundial. Cabe así decir que el control en gran medida oligárquico de la producción y uso del conocimiento avanzado es la tercera gran causa de la tendencia al incremento de la desigualdad. Varios de los fenómenos evocados en los párrafos precedentes se dan cita en torno a un proceso mayor y reciente: la reacción en los países del norte, apoyada en los que allí son los perdedores de la globalización, contra las élites que la dirigen. Esos perdedores son gran parte de los de abajo, los que han visto disminuir su porción del ingreso nacional con el auge de la desigualdad, los que no encuentran empleo por la “deslocalización” al sur de actividades productivas con menor valor relativo de conocimientos, los que no disponen de calificaciones para insertarse en otro tipo de actividades, los que se consideran perjudicados por la inmigración. La reacción es, pues, o tiende a ser económicamente proteccionista, políticamente nacionalista, ideológicamente derechista y chovinista. La ejemplifican el brexit, el auge de los neofascismos 286

europeos y, sobre todo, el acceso de Trump a la presidencia de Estados Unidos. En lo militar, todavía esa reacción es solo ruido de sables, pero el chovinismo imperial es intrínsecamente agresivo. En un contexto de conflictividad multifacética y descalificación de la institucionalidad internacional, palabras incendiarias y aprestos bélicos pueden inducir escaladas difíciles de revertir. Si ello ha llevado a que algunos consideren hoy menos improbable que en un ayer próximo el escenario MAD, indudable es el agravamiento del otro escenario de catástrofe cuando desde el gobierno del país más poderoso del mundo a la vez se niega el deterioro climático y se anuncian acciones que lo agravarán sensiblemente. Así la segunda globalización —generada por la sociedad capitalista del conocimiento como lo fuera la primera a fines del siglo XIX por la sociedad capitalista industrial— desemboca en una incertidumbre mayúscula y amenazante. Sugiriendo algunas pistas ¿Tienen en este mundo las izquierdas democratizadoras de inspiración socialista espacios significativos para la acción? Seguramente muy pocos pero tal vez no insignificantes. Construirlos y ampliarlos requiere superar la contraposición entre posibilismo y criticismo. La primera opción designa a un conjunto de prácticas que aceptan las relaciones económicas predominantes y no cuestionan mayormente las ideologías afines, apuntando a redistribuir desde la política una porción del excedente para beneficiar a los más postergados y paliar ciertas desigualdades, 287

por lo cual cabe hablar al respecto de social liberalismo. Abona en su favor la prudencia ante el poder del capitalismo, inigualado desde hace un siglo y corroborado por la endeblez de incluso las más moderadas estrategias socialdemócratas. De hecho, el social liberalismo apenas si cuestiona el predominio de las finanzas, las raíces profundas de la desigualdad y el subdesarrollo, el reinado del capitalismo en el terreno de la innovación técnico-productiva y la extensión de las lógicas mercantiles a espacios sociales cada vez más amplios, una consecuencia mayor de lo cual es el agudizado deterioro climático. Probablemente esto último sea el principal obstáculo para la identificación, en círculos progresistas, entre social liberalismo y realismo político. En el terreno de las ideas un enfoque contrapuesto al anterior puede ser descrito como criticismo. Tiene una fuente vigorosa en la tradición marxista que centraba la tarea ideológica en la crítica del orden capitalista, pues la superación de este llevaba inexorablemente a una sociedad sin contradicciones. En algunos ámbitos esa tradición sobrevive —ignorando cuidadosamente lo que debiera enseñar la historia del socialismo de Estado— y a menudo se combina con la frecuente actitud de los intelectuales de enseñar lo que debiera hacerse sin mayor atención ni experiencia en lo que se refiere a las especificidades y dificultades de la práctica. Así en América Latina se cuestionó en buena hora al neoliberalismo, alimentando resistencias necesarias, pero se elaboraron escasos elementos ideológicos para, en las horas de avance, hacer algo mejor que el social liberalismo en lo económico y que el seguidismo de los líderes nacional populares en lo político. Poca atención se prestó, en la teoría como en la práctica, al poder del conocimiento. 288

Izquierdas democratizadoras de inspiración socialista tendrán alguna vigencia si superan la disyuntiva entre criticismo y posibilismo. El deber ético de intentar simultáneamente paliar las injusticias prevalecientes y cuestionar efectivamente sus raíces implica: (i) la auténtica crítica se manifiesta fundamentalmente en propuestas alternativas, que (ii) desbordan la lógica del orden existente, (iii) siendo en sí mismas altamente deseables y (iv) a la vez viables en alguna medida, de modo tal que (v) su implementación por lo general parcial es en sí misma positiva, sobre todo para los sectores más desfavorecidos, al tiempo que (vi) amplía el espacio de lo que es y se considera posible. Se trata pues de combinar resistencias con reformas que apunten a incidir en los resortes claves del poder de modo de disminuir injusticias y privilegios a la vez que se expanden las capacidades individuales y colectivas para vivir vidas dignas y deseables. La esquemática revisión previa de procesos y perspectivas mayores subraya que uno de esos resortes es el conocimiento avanzado: abandonar ese terreno a los sectores privilegiados es resignarse a la consolidación de la desigualdad y del subdesarrollo. Puede implicar también que el enfrentamiento a la globalización capitalista basada en el conocimiento tenga orientación y consecuencias reaccionarias, como se registra en la situación actual cuya similitud con la década de 1930 no debiera ocultar cuánto más débiles son hoy que ayer las alternativas izquierdistas y progresistas. Así, para concluir este texto se elaborará la conjetura de que enfoques propositivos con las características anotadas pueden ejemplificarse mediante estrategias para la democratización del conocimiento, las cuales, si bien se mira, tienen que ver con la mayor 289

parte de los asuntos que legítimamente preocupan a las izquierdas. El punto de partida para vertebrar propuestas y articular apoyos es que las formas de producción y distribución prevalecientes son incompatibles con la preservación ambiental y ahondan la desigualdad social. Hay que apuntar a producir bienes y servicios que mejoren más la calidad de vida con menos recursos naturales y mayor protección ambiental; ello demanda hacer un uso a la vez distinto y mayor del conocimiento avanzado, entre otras maneras priorizando la investigación y la innovación orientadas a la inclusión social, a la vez que se aprende a innovar al más alto nivel en condiciones de frugalidad. Tanto el pragmatismo como la inspiración socialista sugieren involucrar, en esas políticas para el conocimiento a contracorriente de las usuales, a los sectores populares, incluyendo los más postergados, como agentes efectivos. Condición necesaria para lo antedicho es generalizar la educación avanzada y permanente, particularmente a través de su combinación con el trabajo. Esto tiene claro carácter de propuesta alternativa porque implica transformar la lógica predominante de los sistemas de enseñanza, sus conexiones con el resto de la sociedad y las formas de enseñar. Apunta a desbordar el orden existente ya que cuestiona una causa profunda de la desigualdad, arraigada en la ideología elitista según la cual no todos pueden acceder a la educación llamada superior. Es pues deseable por su carácter democratizador, porque amplía las libertades de la gente y porque es imprescindible para hacer del conocimiento avanzado una palanca de desarrollo inclusivo. Su viabilidad la muestra el análisis comparativo de las experiencias nacionales. Avanzar en tal dirección 290

es positivo, sobre todo para los más postergados, como surge de la frecuente correlación entre (falta de) oportunidades educativas y muy variadas problemáticas sociales. Concretar semejante avance amplía el espacio de lo posible, pues multiplica posibilidades para que los actores populares tengan una relación con el conocimiento avanzado muy distinta de la hoy usual, particularmente en lo que hace a la calidad del trabajo y a la incidencia real en la gestión de empresas públicas, privadas, recuperadas, cooperativas. Una reforma que apunte a generalizar la educación avanzada de calidad y permanentemente conectada con el trabajo debiera ser emblemática para izquierdas democratizadoras de inspiración socialista enfrentadas a la sociedad capitalista del conocimiento. Entre varias otras transformaciones imprescindibles una bastante descuidada es la de procure reformar al Estado de modo que los intereses materiales y morales de los funcionarios públicos contribuyan a un salto en materia de eficiencia solidaria. El Estado no dejará de ser arena de conflictos e incluso instrumento de dominación, pero podría ser también más sólido “escudo de los débiles” y mejor articulador de actores variados para el Desarrollo Humano Sustentable. Los “intereses objetivos” de grandes sectores pueden llevarlos a respaldar programas que apunten a compatibilizar el incremento sobre todo cualitativo de la producción con la preocupación ecológica y la disminución de la desigualdad, particularmente a través de procesos de democratización del conocimiento. Sin eso luce difícil, en países como el nuestro, transitar hacia la superación de la condición periférica, dotar de continuidad a los progresos sociales recientes y extenderlos a otros ámbitos. 291

En Uruguay Michelini fue relevante protagonista del “segundo batllismo”, el proceso político uruguayo que durante una década larga desde fines de la Segunda Guerra Mundial impulsó la Industrialización por Sustitución de Importaciones y significativas políticas sociales. Fue parte del “crecimiento hacia adentro” de América Latina, que en este país terminó antes y alcanzó más altos niveles de redistribución que en la mayor parte de la región. El fin del ciclo dio lugar a un viraje reaccionario, durante el cual Michelini fue también protagonista de la articulación política de oposiciones que engendró al Frente Amplio. Este frente popular inusual se afirmó enfrentando al autoritarismo, se convirtió en el partido de la resistencia a la dictadura y, fortalecido por esa tradición, sobrevivió cuando otras construcciones inicialmente similares ya habían desaparecido. Su resistencia al neoliberalismo lo hizo heredero del batllismo. La crisis aceleró su avance. Llegó al gobierno justo cuando se había abierto una etapa de notable bonanza. Lo ha ejercido desde 2005 impulsando un ciclo de progreso social que permite hablar de un “tercer batllismo”. Su programa luce ya más bien agotado al tiempo que la bonanza se desdibuja. Cabe preguntarse si las izquierdas tendrán sensibilidad hacia las nuevas generaciones, capacidad propositiva y talento articulador como para evitar un retroceso e ir más allá del batllismo, cosa que hasta ahora nunca sucedió en el Uruguay. Hay hoy pocas fuerzas de izquierda en el mundo con panorama mejor al del Frente Amplio así que, si este vuelve a estar a la altura del desafío que afronta, será grande su impacto para el futuro de las izquierdas. 292

Rompiendo códigos. Zelmar Michelini y su deriva hacia la izquierda Yvette Trochon

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En las páginas que siguen, buscaremos rastrear los momentos de inflexión en la trayectoria política de Zelmar Michelini, aquellos que implicaron un patente desafío a los códigos vigentes. En particular los que revelan su firme vocación de promover los principios de justicia social dentro del partido en el que inicialmente actuó, el Partido Colorado, el abandono posterior de dicha colectividad y su audaz decisión de incorporarse a la emergente coalición de izquierda, buscando nuevos espacios donde desarrollar aquel batllismo raigal que le era tan caro. Fuentes de inspiración “Preocupado y atento por los sufrimientos ajenos, no era de los que se sumergía en las ideologías: tenía el don de sobrenadarlas, sin perder de vista la costa.”1 Zelmar Michelini mostró desde los comienzos de su actuación pública una precoz sensibilidad social inspirada en dos vertientes básicas. Por un lado, en el batllismo de inicios del siglo XX, el liderado por José Batlle y Ordóñez y su grupo, expresión de una temprana social-democracia que se autopercibía como 1. Di Candia, César. Ni muerte ni derrota. Testimonios sobre Zelmar Michelini. Montevideo: Fin de Siglo, 2006, p. 12.

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expresión de un socialismo sin programa, y “escudo de los débiles”. Zelmar se reconocía heredero de una tradición en la que batallaron dentro del Partido Colorado las figuras señeras de Domingo Arena o Julio César Grauert. “Somos batllistas”, decía entusiasmado en octubre de 1966, “en cuanto el batllismo significó y significa —aunque muchos actualmente lo hayan olvidado pese a sus invocaciones diarias— la realización en nuestro país de la más profunda revolución social que, sin violencia, se concretó en Latinoamérica”.2 Por otra parte, su juvenil experiencia gremial como dirigente estudiantil y bancario lo llevó a defender los reclamos del movimiento sindical, siempre dispuesto a levantar su voz contra lo que consideraba el avasallamiento de sus derechos. De acuerdo a Héctor Rodríguez, reconocido dirigente sindical de la segunda mitad del siglo XX: “Cada vez que se planteaba una controversia a nivel sindical parecía obligatorio hacer una consulta a Zelmar. A fines de 1958, en que la situación laboral se agravó muchísimo, su actuación en la Cámara resultó fundamental”.3 Prueba de esta sintonía es que en 1966, ante la conformación de una nueva central, la CNT, Zelmar mostró su adhesión: “Si el movimiento sindical se une, se coordina para propiciar soluciones a los grandes problemas del país, incorpora un interlocutor importante al gran debate nacional y en la medida que jerarquice sus posiciones, contribuye a la superación de la crisis que en el país se vive”.4 2. Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1991. Tomo II, p. 130. 3. Di Candia, César, ob. cit., p. 62. 4. Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1990. Tomo I, p. 213.

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Asimismo, distinguiendo su trayectoria en la escena pública, destaca su pasaje de dirigente sindical a político profesional, algo poco común en los partidos tradicionales. El semillero donde germinaban sus dirigentes no era el campo gremial, cosa que sí ocurría en la izquierda. Esta marca de origen lo acompañaría toda su vida y determinaría su interés por tales asuntos. Por eso, su actuación dentro del Partido Colorado se alineó del lado de los sectores más progresistas, como lo fue en su momento la Lista 15, liderada por Luis Batlle Berres quien lo prohijó como una de las figuras con mayor futuro dentro de esa colectividad. Más tarde, sin embargo, profundas discrepancias en cuanto a la política económica y social desplegada por el gobierno de Luisito entre 1954-1958 le fueron generando “incomodidades” difíciles de superar, determinando finalmente su separación. Como si nuevamente el tema político-social marcara su posicionamiento. Corriéndose a la izquierda “De un izquierdismo sincero y vehemente […]. Ese mismo izquierdismo parece estar llevando actualmente a Michelini a un inexorable alejamiento del jefe de su fracción, Luis Batlle Berres, y al liderazgo del ala más avanzada de su partido.”5 “Capitoste del ala izquierda del coloradismo desde 1962.”6 5. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo I, p. 95 (entrevista de César di Candia en 1961). 6. Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1992. Tomo V, p. 18 (entrevista de Antonio Mercader en diciembre de 1970).

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Así, mientras en los años siguientes la 15 se iba deslizando hacia el centro del espectro político, Michelini y su grupo, siguiendo su propia dinámica, lo hacían hacia la izquierda. Además, la forzada cohabitación bajo el mismo lema con los grupos más retrógrados del partido —la Lista 14 de los Batlle Pacheco— añadía un segundo y fuerte elemento de malestar. “El cargo más grave que yo le hago —se refería a este sector liderado por uno de los hijos de Don Pepe—, es el de haber mechado a la fracción más derechista del país, dentro de un partido que había sido durante toda su vida el representante de las izquierdas y el liberalismo”.7 Porque para Zelmar —lo afirmó en 1958— “la gran masa del batllismo está con la izquierda”. Los desencuentros, la tirantez cada vez más notoria con el quincismo y la necesidad de tener una mayor autonomía culminaron con la formación de su propia lista, la 99, en 1962. Votar por ella implicaba, a su entender, “terminar con los conservadores dentro del partido y derrotarlos”.8 Lo decía, convencido, dos años más tarde: “Pertenecemos a un partido que por tradición, por realizaciones y por tendencia fue y es progresista, popular y democrático. […] Nos ubicamos a la izquierda del partido, porque sentimos la necesidad […] de luchar por hacer realidades los principios de la justicia social”.9 Esto hizo que los roces con Luis Batlle continuaran hasta la muerte de éste en 1964, y se ahondaran visiblemente con el resto del partido en los años posteriores. Por ejemplo, el grupo de Michelini se negó, 7. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo I, p. 96. 8. Sobre el fortalecimiento de las posiciones conservadoras dentro del Partido Colorado, y el notorio deslizamiento de la Lista 15 hacia el centro derecha consultar Gonzalo Pereira (1988), Gerardo Caetano y José Rilla (2003), y Daniel Chasquetti (2006). 9. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo I, p. 151.

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en 1964, a acompañar la censura al ministro de Ganadería Wilson Ferreira Aldunate y, al año siguiente, contribuyó con su voto a la aprobación del Presupuesto General de Gastos. Estas posiciones —tildadas por muchos como una traición al Partido Colorado y que marcaban su perfil independiente— agudizaron el malestar reinante dentro de dicha colectividad.10 Tiempo más tarde, en el camino hacia las elecciones de 1966, el apoyo de Michelini a la reforma constitucional anticolegialista, identificada con la papeleta naranja, le valió nuevamente acerbas críticas. ¿Cómo un batllista de ley podía abandonar uno de los pilares que había identificado y dado razón de ser a la lucha política de Don Pepe? Ante tales recriminaciones, Michelini defendió su postura argumentando que los ejecutivos pluripersonales eran lentos e inefectivos, y que su identidad batllista no residía, como muchos sostenían, en lo que calificaba como “mito colegialista”, sino en la pertenencia a un partido que había llevado a cabo una transformación social y ciudadana inédita en Latinoamérica. Pensar que la desaparición del régimen colegiado implicaba derrotar el proyecto central del accionar de Don Pepe suponía “empequeñecer su verdadera personalidad y gravitación que debe reconocérsele en la evolución cívica y social del país”. “Al hablar de esa supuesta derrota de Batlle están diciendo que Batlle es el colegiado y nada más que el colegiado”.11 La 99 aspiraba a una “reforma con mayúscula” que renovara “las estructuras caducas e inadecuadas del país”, en particular la recuperación del pleno uso de la tierra, 10. Daniel Chasquetti. “¿Cómo se renuevan los partidos políticos en Uruguay? Examen de la ‘resurrección’ del Partido Colorado en los sesenta”. Scribd, 2006, p. 12. Disponible en: ‹chasquetti.blogspot. com/2008/02/›. 11. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo II, pp. 92-93.

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su riqueza básica.12 Una postura que en estos aspectos revelaba sus coincidencias con las posiciones de la izquierda nacional. Pero que también señalaba su creciente incomodidad con su comunidad de origen. El triunfo del Partido Colorado en las elecciones de 1966 —con la fórmula Gestido-Pacheco— y la reforma naranja parecieron abrirle mayores posibilidades a la 99 y su ideario. En el nuevo gabinete elegido por Oscar Gestido, Zelmar fue convocado como ministro de Industria y Comercio. Sin embargo, la aplicación de Medidas Prontas de Seguridad por parte del gobierno provocó su renuncia a dicho cargo, ya que a su entender “gobernar bajo medidas prontas de seguridad es admitir el fracaso de toda una política”.13 Otra vez, los espacios para actuar dentro de su partido se contraían notoriamente. La muerte de Oscar Gestido en diciembre de 1967 y el gobierno de Jorge Pacheco Areco cortaron finalmente toda posibilidad de entendimiento. De acuerdo a Michelini, mientras que Gestido había gobernado con el partido y con políticos profesionales, Pacheco había destrozado a esa colectividad y gobernado con empresarios. También a su entender, había dividido al país de un tajo: de un lado los pobres; del otro, los ricos. Por eso, agregaba, si se querían evitar las reacciones que alteraban la otrora pacífica convivencia social: “En lugar de reducir libertades y conculcar derechos, que asegure las unas y proteja los otros y verá enseguida florecer la paz”.14 12. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo I, p. 244. 13. Rodríguez, Mauricio. Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016, p. 207. 14. Michelini, Zelmar. “La democracia se morirá por asfixia”. De Frente, 20/10/1969, p. 24.

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El nuevo gobierno, cerrado a tales planteamientos, agudizó sus aristas más retrógradas, haciendo imposible la supervivencia de un espacio progresista en su seno. Las cartas estaban echadas; las posibilidades de un entendimiento entre corrientes antagónicas eran nulas. De allí que, finalmente, la 99 y su líder, en un movimiento audaz e irreversible, saltaron las tranqueras del lema que hasta entonces los había acogido para integrar un nuevo agrupamiento aglutinado bajo la forma de un frente común en el que convergieran distintas tradiciones pero unidas por la voluntad de promover una opción de izquierda en el país. “Un acto de parricidio” —señalará Bottinelli— “muy duro emocionalmente” determinado por el vuelco partidario hacia posturas cada vez más conservadoras. Romper con el Partido Colorado suponía —según Michelini— distanciarse del “sometimiento a la política del FMI, el ataque a los sindicatos, la política de congelamiento de los salarios, la represión, la fuerza desencadenada contra las clases populares, la censura y la persecución ideológica”.15 No podía admitir —sostuvo en una entrevista que se le realizó en 1970— que dentro de un partido coexistiesen programas y hombres antagónicos: “La política supone coherencia de ideas y el Partido Colorado no las tiene”. “Para ser coherente con mis ideas solo me quedaba este camino. ¿Cómo seguir en un partido donde militan hombres que gobiernan a espaldas del país?”.16

15. Rodríguez, Mauricio, ob. cit., p. 240 (entrevista de Guillermo Chifflet en diciembre de 1970). 16. Ibídem, p. 241.

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La opción frentista. El cruce del Rubicón “La unidad de las izquierdas se forma a partir de una realidad: la unidad de las derechas.”17 Las circunstancias llevaban a este paso, por más que dejara atrás su opinión contraria a la formación de frentes políticos que había manifestado expresamente en otras oportunidades: “No creo en frentes populares —sostuvo en los años sesenta— ni en partidos internacionales. A los problemas nuestros debemos oponerles soluciones nuestras”.18 No obstante, los tiempos eran otros y también lo eran los remedios para superarlos. La formación de un nuevo agrupamiento presentaba, a su entender, notorias diferencias con los del pasado: “El FIDEL —aludiendo a una de las experiencias frentistas del pasado— no fue una conjunción de sectores políticos ni la reunión de grupos con representación parlamentaria sino fusión del comunismo con ciertas figuras prestigiosas”. Ahora, ya no era así; por el contrario, se estaba ante una reunión de fuerzas “con organización nacional, que dialogarán de igual a igual”.19 Por otra parte —lo sostuvo con pleno convencimiento— aquellos que aseguraban que el Frente Amplio tenía un programa marxista estaban completamente equivocados; este era nacionalista, antioligárquico, antiimperialista y, por tanto, podía ser suscrito por fuerzas de distinta tendencia.20 Si abandonaba el 17. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo V, p. 18. 18. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo I, p. 98. 19. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo V, p. 17 (entrevista de Antonio Mercader del 21/12/1970). 20. “Quiénes empezaron la violencia”. Marcha, 21/04/1972, pp. 8, 11 y 14.

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Partido Colorado lo hacía porque creía en la presencia y el desarrollo de una izquierda nacional consciente de la misión que podía cumplir en esa etapa del país. Varias de las posturas de la 99 revelaban la sintonía ideológica con la nueva opción política. Eran de ello ejemplo las propuestas de reforma agraria, nacionalización de la banca y del comercio exterior, el antiimperialismo, o su frontal rechazo al sistema capitalista que había convertido a América Latina en “un continente al servicio de otras naciones”. No obstante, como siempre recordaría, tampoco se enrolaba en las filas del marxismo porque, desde su perspectiva, “ha demostrado que el individuo pierde muchos de sus derechos individuales y colectivos”. De allí que proponga optar por “un sistema propio”, “que se sitúe a mitad de camino entre el capitalismo y el comunismo […], deben aprovecharse los principios económicos del marxismo conjugados con la defensa de los derechos individuales y colectivos que Occidente predica”.21 Por consiguiente, sus contactos con la izquierda se dieron más con los sectores de inspiración socialdemócrata en lo ideológico que con los de raíz marxista leninista. Razón por la cual defendió los valores políticos para él esenciales como la democracia, la Constitución, la separación de poderes, la imprescindible subordinación del poder militar al político o el fomento de una sociedad más justa basada en un reparto más equitativo de la riqueza. Todos elementos que transportaba de su anterior posicionamiento partidario. Por eso, el hecho de poder anidar el batllismo en el frente en formación agregaba un valioso elemento a tener en cuenta. “Nunca me sentí muy colorado sino muy batllista. […] El batllismo tiene ideas y 21. Rodríguez, Mauricio, ob. cit., p. 240.

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el coloradismo sentimientos. Pero al escindirnos no renunciamos a esas ideas”. De acuerdo a esos alegados principios, Zelmar Michelini abandonó el Partido Colorado en 1971 para contribuir a la formación del Frente Amplio. Es importante resaltar el peso que tuvieron, en la decisión de Zelmar y su grupo de abandonar una colectividad que los marginaba y con la cual no se identificaban, las experiencias que se estaban procesando en el ámbito latinoamericano y que parecían indicar al grupo escindido el camino a seguir. Buen ejemplo de ello era el triunfo del Frente Popular en Chile, en 1970. Esta nueva opción, en la que se depositaban tantas esperanzas, ayudó a Michelini a fortalecer su posición ya que era un ejemplo de que la izquierda podía llegar al gobierno no por las armas, sino por la fuerza de los votos. Ya integrando el nuevo conglomerado político, Michelini formula ideas respecto a su concepción de la democracia que son reveladoras del momento por el que atravesaba el país y de su propia deriva ideológica. En diciembre de 1972, habla de promover una “democracia activa” donde la autoridad no estuviera solo en el gobierno como factor de poder, sino en otros centros, lo que llama “el pueblo organizado” opuesto al “quietismo de las masas, a las que se quiere embretar en el formal texto de la consulta popular y el poder por delegación”. “Pero entre elección y elección, es imprescindible un esfuerzo cívico militante, acosando a un régimen para que no se haga inexpugnable en sus privilegios y prebendas […], lo único que se necesita es que el pueblo sepa que es factor de poder, indestructible en su unidad”.22 Asimismo, siguiendo esa misma tendencia, 22. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo V, pp. 251-252.

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tan propia de las circunstancias por las que atravesaba el país, se hace más frecuente en sus intervenciones o artículos la utilización de la contraposición pueblooligarquía o pueblo-ejército. Hombre de paz “Los resentidos sociales, de ambos extremos, predican en cambio la ruptura por la violencia del orden actual. El procedimiento es conocido, y si pudo ser válido para otros pueblos o para otras épocas, no lo aceptamos para nosotros. La violencia es sangre fraterna derramada, destrucción, muerte, ruina y trae como secuela natural la entronización de los gobiernos fuertes y autoritarios que imponen la supresión de las libertades.” 23 Poco después de la elecciones nacionales de 1966, Zelmar se alarmaba tempranamente por la reaparición del terrorismo en el país. No importaba —resaltaba— si provenían de la extrema izquierda o de la extrema derecha pues dichos actos estaban “reñidos con el espíritu, con el estilo de vida de nuestro país, con las normas que rigen el modo de actuar de nuestro pueblo que acaba de demostrar en un acto verdaderamente ejemplar cómo quiere encauzar los cambios en la marcha de la República, aún los institucionales, por la vía de la acción democrática, en plena vigencia de la paz social, con absoluta igualdad para todos los ciudadanos en quienes recae, en definitiva, la soberanía”.24 Tiempo más tarde, ante el recrudecimiento de la violencia armada marcaba con claridad las líneas que separaban el terrorismo de la acción política 23. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo I, p. 152. 24. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo II, pp. 201-202.

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propiamente dicha: “Un grupo que se autodenomine revolucionario en el sentido que le estamos dando a la palabra, se niega a sí mismo si ingresa a un partido político y confía en el veredicto de las urnas. Nadie que acepte la revolución por las armas podrá votar por el Frente sin contradecirse”.25 El 14 de abril de 1972, día fatídico en la marcha del enfrentamiento entre tupamaros y gobierno, Michelini realizó un discurso en la Asamblea General en el que frente a la exacerbación de las contradicciones políticas en el país dejó en claro la posición de su grupo: “De más está decir que no participamos nosotros de esa ideología. Elegimos el camino parlamentario, la concientización de las masas, la búsqueda de las grandes soluciones colectivas, quizá por modalidad propia o porque siempre fuimos hombres de paz”.26 Orillando el golpe de Estado, en una entrevista que concediera al semanario Respuesta afirmaba: “Ni la revolución se hace necesariamente con violencia ni los cambios sociales y de estructura, de fondo, reclaman siempre la lucha armada como medio de rubricar el éxito. Otros caminos conducen también a transformaciones radicales que implica siempre toda revolución”.27 No obstante, como si una lenta evolución lo impulsara a matizar sus posiciones, cuando analiza las causas que habían provocado la emergencia de la violencia armada en el país reivindica el peso de ciertos elementos estructurales en su génesis. Pues: “[si bien] nunca hemos defendido la violencia […] sí hemos tratado, con el mejor de nuestro discernimiento, 25. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo V, p. 18. 26. “Quiénes empujaron hacia la violencia”. Marcha, 21/04/1972, pp. 8-11 y 14 (discurso del senador Michelini ante la Asamblea General el viernes 14/04/1972). 27. Rodríguez, Mauricio, ob. cit., p. 311.

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de entenderla, no de justificarla, pero sí de explicarla”.28 Así lo había hecho unos meses antes. “Cuando se habla de violencia —decía a fines de abril de 1972—, se pone el énfasis, exclusivamente, en la lucha armada. Yo digo que hay muchas clases de violencia: rebajar los salarios de los trabajadores, despedirlos, hacer circular listas negras, todo eso es violencia”.29 Al aprobarse a principios de julio de 1972 la Ley de Seguridad del Estado y del Orden Interno que dio luz verde a la injerencia de la justicia militar, Zelmar Michelini propuso en el Parlamento la aprobación de una tregua acompañada de un alto el fuego en el enfrentamiento entre tupamaros y Fuerzas Armadas. Al plantear esto en dicho ámbito les preguntaba a sus colegas: “¿Los señores senadores están dispuestos a votar de inmediato la consideración de un alto el fuego acordando una tregua, discutiendo determinadas condiciones? Nosotros estamos dispuestos a hacerlo. Nos parece que éste es el paso más importante que podemos dar hoy […]. Mociono para que se nombre una comisión que analice las posibilidades de que se concierte una tregua en el Estado de Guerra Interno declarado por decisión de la Asamblea General”.30 Este llamado de Zelmar logró el apoyo de solo siete de los veinticinco senadores, cerrando la posibilidad de implementar una salida respaldada institucionalmente. Sin embargo, tupamaros y militares sí conversaron y pactaron una tregua —que rigió entre el 30 de junio y el 23 de julio de 1972— a espaldas del Parlamento e ignorada por la opinión pública. La lógica de los guerreros se imponía y 28. “Parlamento y ejército”. Marcha, 4/08/1972, pp. 9 y 22. 29. “Quiénes empujaron hacia la violencia”. Marcha, 21/04/1972, pp. 8-11 y 14. 30. Rodríguez, Mauricio, ob. cit., p. 287.

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las instituciones quedaban al margen, soslayadas expresamente. La única voz que reveló este acuerdo secreto fue la de Zelmar en la sesión del 31 de julio, lo que provocó encendidas controversias. Días más tarde el legislador explicó las razones de su actitud. Su propósito no había sido enjuiciar a nadie, sino revelar un suceso que por su naturaleza no debía ser callado ni silenciado. “Cuando reconozco públicamente que integrantes de las Fuerzas Armadas conversaron con miembros del Movimiento de Liberación Nacional y establecieron una tregua, lo que estoy diciendo es que esa tregua pudo haberse convertido en paz y que, finalmente, se está haciendo lo que nosotros tantas veces reclamamos, para que no corriese sangre”. Porque, en definitiva, lo recalcaba: “Lo que yo quiero es la paz en mi país y la tranquilidad para la República”. Finalmente, invitaba a nombrar una comisión parlamentaria “con el secreto y las garantías debidas” a fin de brindarle todas las pruebas que obraban en su poder.31 Las debilidades de un Parlamento expuesto a tensiones que lo desbordaban y no sabía resolver, la intransigencia del Poder Ejecutivo, y el restablecimiento y agudización de una dinámica de guerra que implicaba la destrucción total del enemigo cercenaron cualquier posibilidad de entendimiento. Y pese a la desesperación de unos pocos, el país marchaba inexorablemente hacia sus épocas más oscuras. El adalid de los derechos humanos “Cuando se escriba la historia de este tiempo dramático que vive la nación, uno de los capítulos más importantes será el de los apremios físicos, morales y 31. Ibídem, pp. 289-290.

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espirituales a los que han sido sometidos los detenidos, culpables o no. Parece imprescindible contribuir con la compilación de antecedentes para que el historiador tenga a mano elementos de juicio pertinentes.” 32 La pionera y contundente defensa de los derechos humanos —de innegable origen liberal— y sus esfuerzos por incluir este punto en la agenda de una izquierda más volcada a reivindicaciones de otro tipo, se convirtió en uno de los aspectos centrales del accionar político de Zelmar, quien frente al patente descaecimiento de los valores de convivencia ciudadana levantó la bandera de la defensa de los derechos individuales, incluyendo la de los ciudadanos frente al Estado.33 El 9 de junio de 1972, en una entrevista que le realizara Guillermo Chifflet y que publicara el semanario Marcha, aseguraba de forma contundente: “Las torturas son actos de delincuencia”; “estoy defendiendo —dije textualmente en el parlamento— los derechos humanos, que pertenecen también a los terroristas, como a todos los demás hombres”.34 Y unos meses más tarde, en agosto, agregaba: “Tras la consigna de la lucha antisubversiva, hay quienes pretenden sustituir todo poder lesionando el fuero íntimo de cada persona, atentando, contra su físico, con una agresividad incontrolada […]. El gobierno instauró oficialmente la tesis que afirmó combatir: el fin justifica los medios […]. Ni el pretendido axioma de salvar a la patria justifica el cercenamiento 32. “Zelmar Michelini. Tiempo dramático”. Marcha, 18/08/1972, p. 11. 33. La excepción a esta actitud de los grupos de izquierda pudo verse en el período de la dictadura de Gabriel Terra. 34. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo V, pp. 188-189.

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de derechos humanos elementales y la degradación del hombre por el hombre mismo”.35 Tal vez esta intransigente defensa le haya permitido percibir, a comienzos de 1973, cuando se conocieron los comunicados cuatro y siete de las Fuerzas Armadas —una especie de canto de sirena que embriagó a gran parte de la izquierda—, las contradicciones y peligros que los mismos contenían. Pocos días después, el 23 de febrero, escribió en Marcha: “Una fuerza militar que impone sus enunciados y para justificar su conducta dice interpretar el sentir popular, que no consulta ni ausculta directamente, no puede ser aceptada por el pueblo, por positivos, justos o valederos que sean sus enunciados. Nadie puede pretender hablar por el pueblo, ni ser su consultor o su representante. […] Si esos enunciados son realmente importantes, confesemos que los hechos supervinientes no se adecuan a los mismos. […] Se sigue torturando […]. Contradiciéndose hasta límites insospechables, Ejecutivo-Fuerzas Armadas, prorrogaron la suspensión de garantías. Los jueces militares siguen procediendo con sublevante injusticia”. Haciendo gala de su independencia de criterio y alertando sobre la verdadera naturaleza del accionar de aquellos “nuevos centuriones”, hizo especial hincapié en la amenaza que significaba el envío de un proyecto de ley configurando el “estado de peligrosidad” que dejaba en manos administrativas “el honor, la libertad, los bienes de los ciudadanos”. “Esto es fascismo puro, guste o no guste la calificación y no hay dialéctica posible que pueda cambiar sus términos”. Por eso: “¿Cómo no distinguir estas contradicciones notorias, entre lo que las Fuerzas Armadas proclaman y lo que se hace? ¿Qué tiene que ver todo lo enunciado en los días de la crisis con las soluciones 35. “Zelmar Michelini. Tiempo dramático”, ob. cit.

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alcanzadas posteriormente? ¿Y cómo juzgarlas?”.36 No había que dejarse engañar: “Oligarquía y ejército marchan casi siempre de la mano, y si no que lo diga el sufrido continente latinoamericano. Ejército y pueblo, muy pocas y no por mucho tiempo”. “El pueblo no puede dar cancha libre a nadie ni prestarse a aventuras de clase alguna. En el pueblo organizado radica la soberanía del país, para adentro y para afuera. […] ¡Vaya si será hora de definiciones y si habrá que estar atentos!”.37 La ejemplar postura de Michelini en este aspecto se convertirá en la columna vertebral de su accionar en los años posteriores, así como un diferencial en relación a las posiciones de otra parte de la izquierda frentista. En 1974, su actuación en el Tribunal Russell en Roma o la búsqueda de contactos en ese sentido en los Estados Unidos con grupos o instituciones defensoras de los derechos humanos son prueba de ello. Ambas actitudes constituían una plataforma fundamental al habilitar la internacionalización de las denuncias y la creación de organismos capaces de investigar, juzgar y condenar la ejecución de actos violatorios de tales principios esenciales. Acompañando estos itinerarios se debe mencionar su defensa constante de la libertad en todas sus expresiones, el derecho de resistencia a la opresión —que se hace central luego del golpe de Estado—, la independencia de la justicia, la defensa acérrima de los fueros parlamentarios y de su función investigadora, la imprescindible subordinación de las Fuerzas Armadas al Poder Ejecutivo. En suma, su claro sentido de la institucionalidad. 36. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo V, p. 274. 37. Ibídem, p. 276.

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En octubre de 1972 dejó al descubierto con contundencia y valentía las bases de la política represora del gobierno de Bordaberry: Medidas Prontas de Seguridad, suspensión de garantías, vigencia del estado de guerra, aprobación de la ley de seguridad que había entregado a los militares la administración de la justicia para determinados delitos. “Nuestra obligación es denunciar sus llagas, poner de manifiesto sus déficit, sus carencias, su despotismo […]. ¿Quién marcará el cometido de los nuevos centuriones, quién vigilará a los que creen tener la palabra de Dios en su pecho y actúan y se mueven con sentido mesiánico […]. Bueno es que cuando otros transitan el apacible y calmo camino del silencio y disimulo, se levanten indomables las voces de la denuncia y la acusación”.38 Una misión que cumplió hasta sus últimas consecuencias, pagando, incluso, con su propia vida. Concluyendo, Zelmar Michelini aportó al Frente Amplio su talante dialogador, principista y reformista. Al trasladar en sus alforjas los principios de justicia social defendidos por el batllismo temprano, le otorgó a la nueva colectividad una perspectiva no marxista que atenuaba las rigideces de la izquierda tradicional. Mientras esto sucedía, el Partido Colorado perdió parte de aquellos contenidos sin que en el momento dicha pérdida fuera percibida en su real dimensión. El alejamiento de Zelmar Michelini y otros compañeros del Partido Colorado marcó, en los hechos y simbólicamente, el vaciamiento de algunos de los postulados básicos del batllismo fundacional, que no logró reverdecer en las décadas siguientes. Un espacio que no pudo —hasta el día de hoy— incorporar savia nueva. 38. Ibídem, pp. 227-228.

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Bibliografía Broquetas, Magdalena. La trama autoritaria. Derechas y violencia en Uruguay. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2014. Chagas, Jorge; Trullen, Gustavo. Pacheco. La trama oculta del poder. Montevideo: Rumbo, 2005. Chasquetti, Daniel. “¿Cómo se renuevan los partidos políticos en Uruguay? Examen de la ‘resurrección’ del Partido Colorado en los años sesenta”. Scribd, 2006. Disponible en: ‹chasquetti.blogspot.com/2008/02/›. Di Candia, César. Ni muerte ni derrota. Testimonios sobre Zelmar Michelini. Montevideo: Fin de Siglo, 2006. Pereira, Gonzalo. El viraje de la 15. Del dirigismo económico al neoliberalismo. Montevideo: Gandhi, 1988. Rilla, José. La actualidad del pasado. Usos de la historia en la política de partidos del Uruguay (1942-1972). Montevideo: Debate, 2008. Rodríguez Metral, Matías. “La aparición de contenidos liberales en la campaña de la Lista 15 del Partido Colorado en 1966”. Actas del VII taller de Las derechas en el cono sur. Siglo XX. Buenos Aires: Instituto de Desarrollo Humano, Universidad Nacional General Sarmiento, 2015. Rodríguez, Mauricio, Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016. Zubillaga, Carlos. “Los partidos políticos ante la crisis (1958-1983)”, en Gerardo Caetano, et al. De la tradición a la crisis. Pasado y presente de nuestro sistema de partidos. Montevideo: CLAEH – Ediciones de la Banda Oriental, 1991.

Fuentes - Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1990-1992. Tomos I a VI. - Semanario Marcha, números: 1460, 1506, 1514, 1589, 1597, 1600, 1604, 1605, 1606, 1639. 313

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El asesinato de Zelmar, el Toba, Whitelaw y Barredo y el asedio del centro político Eduardo Mariani

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Hablaré de las ideas de Zelmar Michelini en relación con las mías propias, es decir, desde el punto de vista de mi evolución y cambio desde los sesenta hasta ahora. Me dirán que es autorreferencial, y lo es, pero mi abordaje del pensamiento de Zelmar Michelini no es abstracto, tiene que ver con mi vida. Yo fui protagonista, es decir, militante, y luego exiliado, lo cual significa sobre todo espectador, pero también testigo pensante y comprometido. Aparte de trabajar para ganarme el sustento, trabajé aún más para aclarar mis ideas, aquellas justamente que me habían llevado a militar y me habían hecho naufragar en un país extranjero. La fracción de la generación a la que pertenezco ya había roto amarras con el estalinismo. Éramos discípulos de Quijano y lectores de Marcha. No nos afiliábamos ni a un imperio ni al otro. Pero vibrábamos con las luchas de los pueblos del “Tercer Mundo”, creíamos que en Cuba, en Vietnam, en China se hacían cosas nuevas que prometían otros horizontes. Cuba era la gran esperanza. El sesentismo, justamente, es la idea de que el camino de la justicia social es la revolución como en Cuba. La Revolución cubana triunfó en 1959 y ganó nuestra adhesión más entusiasta. El sesentismo cundió en Iberoamérica. Mucho de 317

lo que pasó después deriva de, y se explica por, esa llamarada de esperanza y de fe; fue la obra de la “religión guerrillera”. Decir “Revolución cubana” es decir “lucha armada” y “guerrilla”. Ese era el clima ideológico que vivíamos quienes integrábamos la juventud militante en los años sesenta, y que se fue calentando hasta el año 1968 y después. Por eso sorprende leer los editoriales y los discursos de Zelmar Michelini en esos años, si los comparamos con nuestras ideas de entonces. Ideas que evolucionaron con el mundo: En 1975 triunfó la guerra de liberación en Vietnam, y aparecieron los boat people. Ganaron los jemeres rojos, y empezó el genocidio de la población camboyana. Algunos pocos años después China se convirtió al capitalismo salvaje practicando una política que podría resumirse en una consigna: “Capitalismo sí, democracia no”. Pocos años antes, en 1968, Fidel Castro había públicamente apoyado la invasión soviética de Checoslovaquia, dirigida a someter por la fuerza a quienes querían reformar el socialismo. Recuerden el “socialismo con rostro humano”. La decepción con el régimen cubano, la condición desnuda del “socialismo real” y la derrota inapelable de la lucha armada —y esto por razones estructurales, estratégicas, no tácticas— dejó a nuestra juventud náufraga de utopías, y buscando cómo seguir la lucha por la justicia y la equidad. Los botes que nos rescataron de aquel naufragio se llaman Democracia y Derechos Humanos, y también Defensa del Medioambiente, Feminismo, Solidaridad, Lucha Sindical. En ellos Zelmar remaba desde hacía tiempo, nunca los había abandonado. 318

Pero el bote o navío de Zelmar no era solamente el de los derechos humanos, era mucho más que eso en su idea. El navío de Zelmar era sobre todo la “independencia del centro”. El centro político que quería Zelmar, como lo demuestran sus editoriales, sus discursos, sus artículos, era un centro radicalmente reformador, con proa contra las injusticias y a las inequidades (e iniquidades) del estado de cosas. Llámenle “izquierda” si quieren, pero era “centro” por sus rasgos principales: Entiendo por centro político a los sectores reformistas auténticamente democráticos y moderados. Reformistas en el sentido más amplio, de querer arreglar todo, desde el tránsito de Montevideo hasta el latifundio; eso se ve claro leyendo Hechos, hay planes para el metro de Montevideo y preocupación por los rancheríos. Y digo democráticos porque su acción se desarrolla dentro de las instituciones en uso legítimo de los derechos constitucionales. Pero moderados, esto es muy importante, porque se mantienen a distancia de las visiones apocalípticas, las que pretenden arreglar los vicios y las injusticias de la sociedad con un cambio súbito y draconiano, generalmente mediante una revolución armada o un régimen autoritario. Insisto sobre lo de auténtico, porque estamos rodeados de usos fraudulentos y espurios de la denominación “democrático”, desde las “democracias populares” de Europa del Este a la “democracia islámica”, grupos que se visten de democráticos para hacer avanzar ideas y planteos autoritarios o violentos. Zelmar está en esta línea, muchas veces remando a contracorriente, como cuando pierde votos entre la juventud porque no se inclina ante la lucha armada o 319

como cuando denuncia la tortura desde su frágil banca parlamentaria, siempre afirmando su independencia política. No hay que olvidar que en épocas normales un centro independiente es un poderoso imán electoral. Los partidos de todo el espectro político codician esa posición, y quieren someterla, o destruirla si no les pertenece. Sostengo que el final trágico de Zelmar está directamente relacionado con sus ideas y su accionar en aquel momento, y con lo que pensaba y expresaba sobre las grandes cuestiones de la organización política del país, de la libertad, de las revoluciones. ¿Qué pensaba Zelmar de la lucha armada y de la revolución? Leemos una cita de Zelmar que responde a esto con elocuencia: “Somos contrarios a la violencia, lo hemos manifestado con vehemencia, en forma reiterada. No creemos en esta época, en pleno siglo XX, en los cambios que tengan como origen los movimientos de violencia. Sabemos de las dificultades de América, de la desigualdad permanente de sus clases sociales, del drama de años de sus pueblos, de la lucha tenaz y enconada contra los que desde afuera pretenden quedarse a veces con sus riquezas, otras con sus conciencias. Pero no es el camino de la violencia, de la sangre, de la muerte el que puede recorrerse con felicidad para esos mismos pueblos…” (Semanario Hechos, 17 de diciembre de 1963.) Convendría comparar esta declaración con las ideas de Frantz Fanon en su libro Los condenados de la tierra, publicado póstumamente en 1961, y con el 320

prólogo de Sartre a este, que machacaba el clavo de la exaltación de la violencia. Hay ejemplos a lo largo de toda su carrera de su adhesión a los principios democráticos, a los reales. Tenemos como pruebas los editoriales del semanario Hechos y sus discursos en el Tribunal Russell, separados por diez años de vicisitudes políticas. Las parodias de las “democracias populares” nunca lo convencieron. No lo sedujo ni Fidel Castro ni la República Popular China ni la URSS. No veía en ellos la realización de un ideal. Lo dijo siempre y nunca se desmintió. Apoyó la Revolución boliviana de 1952, y comprendió sus problemas, apoyó a los barbudos de Sierra Maestra, pero no veía a la violencia como la partera de una sociedad justa. En eso estaba desfasado de nuestra generación, que creyó en la Revolución cubana como paradigma de la Liberación (obligatoriamente con “L” mayúscula). Zelmar Michelini nunca se apeó de su defensa de los derechos humanos, que, recordemos, eran vistos como un accesorio burgués por nuestra izquierda revolucionaria de aquel entonces. Empezamos a mirar las cosas de un modo diferente a partir de la derrota de la lucha armada en Uruguay, del golpe de Estado en Chile, de la evolución del peronismo en Argentina. La juventud revolucionaria estaba desencontrada con ese reformista radical que era Michelini. Fue ese desencuentro generacional y un reencuentro en Buenos Aires lo significativo del exilio bonaerense y lo que explica, a mi entender, el desenlace trágico. ¿Qué ocurría en el exilio bonaerense de los opositores uruguayos a la dictadura? 321

En el exilio bonaerense la organización MLN-Tupamaros se encontró dividida. La derrota aplastante sufrida fue digerida de manera distinta por diferentes actores. Lo que se puso en cuestión fue no solamente una cierta estrategia, sino el fundamento mismo de la organización, el dogma de la “lucha armada”, es decir, la afirmación de que solamente una revolución triunfante por las armas podría cambiar al país y “liberarlo”. Había en la puesta en cuestión de ese dogma algo más que una confrontación con la derrota; a la vez conducía a profundizar sobre qué modelo de país se quería construir, es decir, en el significado de una “liberación”. Sobre ese tema se escindió el MLN. Los dirigentes escindidos formaron un grupo que llamaron Nuevo Tiempo, y también se los conoció con el nombre de “renunciantes”, o sea, renunciantes a la lucha armada. Cuatro se destacaban a la cabeza de ese grupo. Uno de ellos era William Whitelaw. Los dirigentes escindidos, antes y después de la escisión, mantuvieron intensos contactos e intercambios de ideas con Michelini y Gutiérrez Ruiz. No puedo dudar de que la claridad de ideas de Zelmar y del Toba y su fe en la democracia influyeran y sirvieran a la reflexión que acompañó al cambio. La cuidadosa puesta en escena que los verdugos presentaron al público, los cuerpos del Toba, de Zelmar, de Rosario Barredo y de William Whitelaw abandonados en un auto en la calle Dellepiane, con reivindicación del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) incluida, es una mueca siniestra de los asesinos y un mensaje mafioso. Es, primero, un grosero intento de desinformación propio y característico de los operadores de los 322

servicios, un mensaje que intenta pasar, en primera lectura, la idea de que “los legisladores uruguayos están junto a los tupamaros, son lo mismo”. Pero tiene también un significado oculto, accesible solamente para los conocedores de la historia verdadera, que eran muy pocos en aquel tiempo, y ese significado oculto lo leemos ahora, en el futuro, con los datos que fueron emergiendo a lo largo de los testimonios liberados cuando cayeron las mordazas. Los verdugos no atentaron contra la vida de sus víctimas tan solo porque estas dañaban la imagen internacional del régimen cívico-militar, como lo hizo Zelmar en el Tribunal Russell en 1974. Sostengo que el crimen estuvo dirigido a abortar un proyecto político, un proyecto que representaba un peligro muy serio para la dictadura, y no solo para ella, sino también para la supervivencia del régimen político tradicional uruguayo. Y creo leerlo en ese mensaje. Fue la potencialidad de la alianza que se forjaba en Buenos Aires lo que los hizo reaccionar. En efecto, una alianza reformista liderada por políticos experimentados de la talla de Zelmar, del Toba, de Wilson quizás, integrando a una parte de la juventud rebelde convertida a la política democrática, era una alternativa seria y ponía en peligro cualquier transición que intentara la dictadura. Recordemos que era el año en que se debía sustituir a Bordaberry, y que Zelmar había mantenido contactos con Végh Villegas. Y, más hacia el futuro, creaba un paisaje distinto en el tablero político del país.1 1. Nota del autor: Sobre esto vale la pena leer el capítulo “Végh Villegas, la transición y la posible fórmula Wilson-Zelmar” en el libro de Mauricio Rodríguez Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016, pp. 405-419.

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¿Por qué obraron de ese modo y no del que empleaban habitualmente: la tortura, el asesinato y desaparición forzada, el que usaron por ejemplo con Liberoff en ese mismo momento? Sostengo que fue para dejar un mensaje. No les bastaba con la desaparición, que creaba angustia en las familias y en los allegados, querían dejar el mensaje en forma explícita: necesitaban mostrar que habían destruido ese proyecto y que esa vía política estaba cerrada. Un mensaje a todos los que dentro y fuera del país trabajaban para la transición inminente. El reencuentro de la tradición democrática y radicalmente reformista, exigente en derechos y logros que Zelmar representaba, con un político nacionalista democrático de gran arraigo como el Toba y con la juventud revolucionaria representada por William Whitelaw fue abortado por el crimen del 20 de mayo. El crimen pagó, me duele decirlo, porque privó a la política uruguaya de dirigentes lúcidos y audaces, reformadores; centristas en aquello en que no adherían a ningún extremo, que rechazaban la violencia conservadora y la revolucionaria; centristas en eso que denunciaban la falsedad de la promesas de las utopías, en que no admitían la impunidad del terrorismo de Estado; y esa pérdida la sentimos todavía hoy. El que quedaba de los líderes uruguayos exiliados, Wilson Ferreira Aldunate, debió alejarse de la región para salvar su vida, en una época de comunicaciones mucho más difíciles que hoy, y más tarde fue proscrito de la contienda electoral que restauró las instituciones. Pero eso está fuera de nuestro tema de hoy. Debo terminar diciendo que la persecución del centro no se terminó con los asesinatos del 20 de mayo de 1976 ni con el extrañamiento y posterior 324

proscripción de Wilson. Coherente con esta interpretación es el hecho de que los grandes líderes de centro izquierda de los países de la región fueron blanco de asesinatos orquestados por el Plan Cóndor. Cayeron Letelier, Prats, Torres, Frei y quizás Goulart, en operaciones que recuerdan de una manera u otra aquella que hoy evocamos.

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Zelmar Michelini y Wilson Ferreira Aldunate Batllismo y liberalismo social; nacionalismo y democracia social Luis Alemañy

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Entre los diversos desafíos contemporáneos, uno de los más críticos consiste en reconocer la necesidad de identificar y procesar las enseñanzas que nos brinda la historia de las últimas décadas. Es fundamental entender que no se trata solamente de un ejercicio de revisión o investigación histórica, que también son muy necesarios, sino de la búsqueda de enseñanzas para proyectar el porvenir. Pero sabido es que solo es posible aprender cuando se está dispuesto a hacerlo, cuando se ve y se siente la necesidad y significación del aprendizaje. Y es en dicho contexto que se torna imprescindible que quienes viviéramos activamente la historia de las últimas décadas, desde los más diversos espacios y niveles de actuación, reflexionemos con la mayor ecuanimidad, honestidad y valentía intelectual sobre la experiencia acumulada. En ese sentido, antes que nada, es importante señalar que no encontraremos luz alguna si, al abordar el pasado reciente, solo nos dedicamos a rememorar los horrores padecidos. No hay duda de que ellos continúan formando parte de la realidad, en la medida que han dejado heridas que se encuentran abiertas hasta el día de hoy. 329

Decenas de familias continúan sin conocer las trágicas circunstancias en que fueron ultimados sus seres queridos y sin que sus restos se les hayan entregado, ni hayan podido realizar el duelo que les permita asumir cabalmente la pérdida. Tampoco arrojaríamos luz si suscribiéramos la hipótesis de que “los dos demonios” fueron los únicos responsables de los horrores padecidos entre los años sesenta y ochenta del siglo pasado. Fueron los más connotados responsables, pero no los únicos. Los dos bandos minoritarios, uno irregular y otro incrustado en las fuerzas regulares y represivas del Estado se transformaron, a través de su dialéctica violenta, en el motor de la tragedia. Para quienes formamos parte de esos bandos, las circunstancias particulares no nos eximen de nuestras responsabilidades concretas, sean ellas individuales como grupales. Y quienes nos encontramos en el bando de los irregulares debemos asumir que con nuestro accionar contribuimos, de manera muy decisiva, a que los sectores más autoritarios de las Fuerzas Armadas terminaran gobernándolas y oprimiendo por once años al conjunto de la sociedad. Es cierto que muchos de los generales que en su juventud se “formaron” leyendo Mi lucha de Adolfo Hitler lo hicieron antes de que la mayoría de nosotros naciera, pero también no es menos cierto que contribuimos decisivamente a su irresistible ascensión en el escenario militar. ¿Involuntariamente?, se preguntarán los más ingenuos, a los que les debemos recordar que la máxima “lo peor es lo mejor” significaba que cuanto peor le fuera a los destinos de la institucionalidad democrática —como parte de las condiciones objetivas—, más favorable sería para crear las condiciones subjetivas 330

que posibilitarían la toma del poder por parte de los grupos revolucionarios. Las visiones maniqueas de la historia no permiten otra cosa que ocultar la realidad vivida e impedir la reflexión ecuánime sobre ella. El pensamiento dicotómico desvirtúa la realidad, porque lleva a interpretarla como si transcurriera en blanco y negro, cuando la realidad de la vida y la naturaleza es multicolor, con matices infinitos. El politólogo argentino Andrés Malamud, en su artículo “Un dilema moral entre hechos, estimaciones y sensibilidades”, viene de expresar: “El maniqueísmo nacional tiene una larga historia. La democracia naciente fue un intento por superarlo: ‘Al combatir al demonio con las armas del demonio, la Argentina se convirtió en un infierno’. Esto afirmaba Raúl Alfonsín en 1983, dando origen a lo que algunos bautizaron como ‘teoría de los dos demonios’. En realidad, Alfonsín nunca aceptó esta interpretación; en sus palabras, ‘el terrorismo de Estado es el peor de todos los terrorismos’. Pero los fanáticos no escuchan razones, y el primer presidente de la democracia aparece asociado a una idea que no compartió”.1 Todo esto acaeció en el período de la Guerra Fría, que congelara espiritualmente al mundo y que tan fuertemente invadiera a las sociedades latinoamericanas. La crisis de ideas en lo interno, con el consecuente vaciamiento intelectual de la política, se expresó fehacientemente en los partidos políticos tradicionales. En el Partido Nacional, durante el gobierno que transcurrió entre 1962 y 1966, se ignoraron las propuestas transformadoras de su joven ministro de Ganadería y 1. Véase: ‹http://www.lanacion.com.ar/2005777-pensar-el-pasado -cuando-aun-duele›.

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Agricultura, Wilson Ferreira Aldunate, impulsándolo a la renovación que fructificaría años después. El Partido Colorado a partir del año 1967 quedó en manos de Jorge Pacheco Areco, que sustituyó en su gobierno a buena parte de los dirigentes políticos por empresarios y financistas inescrupulosos, expulsando de sus filas a varios de sus integrantes con mayor sensibilidad social, como fueran las circunstancias que a partir de ese momento debiera enfrentar Zelmar Michelini. Fue en este proceso de crisis de ideas, política, económica y social, en el que buena parte de la intelectualidad de la época contribuyó a que muchos jóvenes impacientes se reconocieran como latinoamericanos, no desde el artiguismo y la filosofía de José Enrique Rodó, Carlos Vaz Ferreira y Arturo Ardao, sino desde las ideologías más dogmáticas y empobrecedoras en boga. Es en el marco de esa coyuntura que emergen, como figuras políticas trascendentes, Wilson Ferreira Aldunate y Zelmar Michelini. Utopías reaccionarias Para los bandos radicales y violentamente confrontados, el Estado de derecho, la institucionalidad democrática y la convivencia en paz eran enemigos comunes. Fue así que, a partir de junio de 1973, tomando por asalto al Poder Legislativo, sustituyendo al Poder Judicial por la caricaturesca justicia militar, la actividad política fue ilegalizada por un largo período y posteriormente permitida dentro de férreos límites impuestos por los dictadores, después de que la ciudadanía les rechazara la enmienda constitucional del año 1980. El fondo de los problemas de aquellos años, que hasta el día de hoy nos continúa condicionando, es el 332

peso del autoritarismo —tanto de derecha como de izquierda—. A pesar de largos períodos de vigencia de la institucionalidad democrática, el autoritarismo siempre ha permanecido en las entrañas de nuestra sociedad, tal como acontece —en mayor o menor grado y con mayor o menor vigor— en todas las sociedades contemporáneas, incluidas aquellas donde primero surgió la democracia moderna. Y en nuestra particular y corta historia como nación, el resurgimiento del autoritarismo puso en crisis el formidable desarrollo de las ideas de libertad, democracia y justicia que se produjera a lo largo y ancho de la primera mitad del siglo XX. El autoritarismo, en sus diversas manifestaciones dogmáticas, busca transformar a la persona en objeto, impidiéndole pensar por sí misma, infundiéndole el terror de actuar a su libre arbitrio y de relacionarse independientemente con los demás, so pena de ser perseguido y castigado por quienes ejercen el poder. Bajo esas condiciones vivieron desde los años sesenta los bandos en pugna y, desde 1973 hasta el año 1985, el conjunto de la sociedad uruguaya y desde ya, millones y millones de seres humanos en el resto del mundo, a lo largo y ancho del siglo XX, y se prolonga hasta nuestros días con los resurgimientos populistas, tanto de izquierda como de derecha. Vienen al caso las palabras de Norberto Bobbio (1909-2004), quien reflexionando sobre los más importantes fenómenos del siglo XX se refiere a un trabajo de investigación que lo impresionara fuertemente en los últimos días de su vida, y dice: “Respecto a la libertad de la democracia liberal y burguesa, nazismo y comunismo son hermanos: tienen el mismo enemigo. Me ha gustado mucho el libro que acaba de salir, 333

de Paolo Bellinazzi — L’utopia reazionaria [La utopía reaccionaria, Editorial Name, 2000]— que analiza los argumentos que nazismo y comunismo proponen como defensa de sus propias tesis y demuestra que el nazismo y el comunismo, contrariamente a la opinión común según la cual son ideologías opuestas, tienen matrices comunes: los dos combaten el libre mundo burgués del mercado y de los estados parlamentarios, los dos casan con la Gemeinschaft contra la Gesellschaft, la comunidad arcaica (aquella en la que un individuo es solo parte de un organismo) contra la sociedad moderna de los individuos singulares (y en cuanto tales, en libre relación entre ellos), los dos se oponen al individualismo y son partidarios del organicismo social”.2 Muy en particular aquí en Uruguay —aunque también es transferible a la mayor parte de América Latina— no se encontrará el camino para construir la sociedad libre, democrática y justa hasta tanto no comprendamos, integral y consensualmente, que las concepciones que se enfrentaron violentamente durante el siglo XX, desde los años sesenta en adelante, son también en su arquitectura fundamental utopías esencialmente reaccionarias. La falta de una profunda reflexión sobre lo vivido ha hecho que esas concepciones, en las que los individuos son concebidos como parte de un organismo, reivindicando ser enemigos acérrimos de la sociedad moderna de los individuos singulares en libre relación entre ellos, continúan hasta el día de hoy conformando la columna vertebral de muchos de los programas de no pocos partidos y grupos políticos. 2. Véase: ‹http://elpais.com/diario/2001/01/29/cultura/980722801 _850215.html›.

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Desde esa perspectiva histórica a la que se refiere el pensador italiano se agigantan las luchas que grandes hombres y mujeres, tanto en el terreno de la política como del pensamiento, han librado a través de los siglos para buscar hacer prevalecer —en las condiciones concretas de las sociedades en que les tocó actuar— la libertad, la democracia y la justicia como los tres pilares fundamentales sobre los que, generación tras generación y a pesar de tantas derrotas transitorias, se han venido construyendo las sociedades democráticas modernas. Y entre todos esos grandes hombres y mujeres, esa visión de la perspectiva histórica y de los caminos para la evolución de las sociedades era el tronco común de las ideas que movían el accionar de Zelmar Michelini y Wilson Ferreira Aldunate, desde que comenzaran a vivir, muy jóvenes aún, la pasión por la política. Grandeza política y amplitud de miras Cuando en el mes de mayo de 1975, viviendo en el exilio de Buenos Aires, Zelmar Michelini nos comunicara la voluntad de Wilson Ferreira Aldunate de que, llegado el momento del retorno, debían hacerlo políticamente juntos, nos pareció un paso trascendente en el proceso de enfrentamiento pacífico a la dictadura, al que adherimos fervientemente. Ya estábamos frente no solo a dos grandes estadistas unidos por la adversidad, sino a los herederos más lúcidos de las corrientes políticas y de ideas más avanzadas dentro de los partidos tradicionales. De ahí que buena parte del mundo no les dio la espalda. La acción en el exilio de Michelini, Ferreira Aldunate y Gutiérrez Ruiz recibió el apoyo de líderes 335

democráticos y organizaciones de defensa de los derechos humanos de todo el orbe. Y por encima de todos sus aportes a la recuperación de la democracia, les demostraron a las nuevas generaciones nacidas a la vida política, en medio del congelamiento espiritual provocado por la Guerra Fría, que ellos estaban renovando las mejores tradiciones de las ideas y la política, creadas por los pensadores y estadistas con los que el país había contado. Tanto Ferreira Aldunate como Michelini y Gutiérrez Ruiz encarnaban parte de lo mejor de una generación muy particular, formada en el transcurrir del siglo XX en la sociedad uruguaya bajo el influjo intelectual de la Generación del 900, que los forjara como hombres de pensamiento y de acción. Pero para ellos, la alianza que comenzara a forjarse en el otoño de 1975, en el exilio de Buenos Aires, era algo mucho más profundo que una simple alianza táctica para enfrentar al enemigo circunstancial, la dictadura cívico-militar. Mas, en el otoño del año siguiente, la insania reinante en un pequeño grupo de sicarios de la dictadura les quitó las vidas a Michelini, Gutiérrez Ruiz, Rosario Barredo y William Whitelaw —salvándose por milagro Ferreira Aldunate—, segándole al país la posibilidad de que conociera el fenómeno político más removedor y renovador que se estaba gestando en Buenos Aires. Michelini era uno de los más genuinos herederos del liberalismo social que caracterizara al fenómeno del batllismo desde los primeros años del siglo XX. Fue el historiador sueco Göran Lindahl, tal vez el primero, quien postulara al primer batllismo como la primera experiencia gubernista de la socialdemocracia en Occidente. Pero el pensamiento filosófico de Batlle 336

y Ordóñez distaba en mucho del pensamiento socialista de su época, así como del positivismo tan en boga en aquellos días, como fehacientemente lo demostrara Arturo Ardao.3 En todo caso, las realizaciones uruguayas en la edificación del Estado secular y benefactor que comenzaran a principios del siglo XX son fruto de librepensadores como lo fueran José Batlle y Ordóñez en el Partido Colorado y Lorenzo Carnelli en el Partido Nacional, constructores de un peculiar camino edificado por ideas propias del liberalismo social o como más adelante, ya en las postrimerías de dicho siglo, a partir de Teoría de la justicia de John Rawls (1971), con mucho más acierto, se ha venido denominando como liberalismo igualitario. Hablamos de liberalismo social o igualitario, para distinguirlo de lo que tan equívocamente se ha dado en denominar, en las últimas décadas, como neoliberalismo. En un enjundioso trabajo de Arturo Ardao sobre la evolución histórica del liberalismo, publicado en la edición de agosto de 1997 de Cuadernos de Marcha, titulado “Liberalismo y liberalismos”, este comienza escribiendo: “No parece superflua la evocación de algunos aspectos históricos del liberalismo en el Uruguay, a la hora en que desde el campo del neoliberalismo económico tanto se acostumbra presentar a éste como el liberalismo a secas. Etimológicamente, liberalismo viene de liberal. Liberal, por su parte, tiene dos procedencias: en una vertiente, viene por vía directa de liberalidad (e indirecta de libertad); en otra, directamente de libertad”. Agregando más adelante: “El liberalismo económico 3. “Espiritualismo y positivismo en el Uruguay” (1950), “Batlle y Ordóñez y el positivismo filosófico” (1951), disponibles en: ‹http:// www.autoresdeluruguay.uy/biblioteca/Arturo_Ardao/lib/exe/fetch. php?media=ardao_-_batlle_y_ordonez_1951_.pdf›.

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de nuestros días recibe a menudo, de partidarios y adversarios, el prefijo ‘neo’; vaya y pase, aunque más de una vez debiera recibir el de ‘paleo’. Se omite en cambio, no menos habitualmente, el siempre obligado calificativo de ‘económico’, sustentándosele o impugnándosele entonces, como si fuera por excelencia ‘el liberalismo’. Ni histórica ni conceptualmente es ello legítimo”. Para finalizar afirmando: “El tradicionalmente llamado liberalismo político (que en nuestro país se remonta a las Instrucciones del año XIII), asumido en toda su plenitud humanista —como por encima de interpretaciones restrictivas debe serlo— es el único e imperecedero LlBERALISMO sin más”.4 Fue en la Agrupación Nacionalista Demócrata Social, fundada por Carlos Quijano en el año 1928, que recibió, más adelante en el tiempo, su bautismo político el muy joven Wilson Ferreira Aldunate, en la lucha contra la dictadura de Gabriel Terra, en la que coincidieran con los blancos radicales de Lorenzo Carnelli, el nacionalismo independiente y el batllismo. Colaboró, desde esos tiempos, en las publicaciones dirigidas por Quijano, tanto en Acción como posteriormente en Marcha. En 1998, al cumplirse los diez años de la prematura desaparición física de Ferreira Aldunate, Ardao —que fuera uno de los principales redactores de la Declaración de Principios de la Agrupación Nacionalista Demócrata Social—, escribiría: “Pero, junto al gladiador, está el estadista influyente que también fue. Natural es que personalidad semejante esté dando lugar ya a múltiples referencias y precisiones, de mayor o menor entidad, biográficas y documentales, 4. Véase: ‹http://www.autoresdeluruguay.uy/biblioteca/Arturo_ Ardao/lib/exe/fetch.php?media=liberalismo_liberalismos.pdf›.

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que de un modo u otro van anticipando los detenidos estudios que solo con el tiempo habrán de producirse. Entre ellos, sitio propio habrán de tener los relativos, precisamente, al pensamiento y la obra del estadista. Bajo este aspecto, un capítulo hay que no podrá ser pasado por alto: el de la etapa juvenil de su iniciación política, inevitablemente inclusiva de buena parte de su formación también política. De tal etapa, un bagaje doctrinario de ideas y valores, y hasta, en cierto sentido, un estilo —tamizados, enriquecidos y readaptados a su modo por lo personalísimo de su inteligencia y su carácter— no dejarán de verse reflejados en su acción de conductor y gobernante. Rápidos pero concretos datos fueron aportados por el propio Wilson. Testimonios y elementos diversos de distintas procedencias, han de complementarlos.” 5 Y bastante más adelante en el tiempo, dentro de su pródiga labor periodística, Zelmar Michelini también encontraría en las páginas de Marcha una tribuna donde expresar su pensamiento. Si bien pertenecían a tradiciones diferentes como las de los partidos Colorado y Blanco, Michelini más afín al liberalismo social y Wilson a la democracia social nacionalista, ellos convergían en la misma fuente, la fuente de la filosofía de la inteligencia, esencialmente humanista, que los pensadores uruguayos de aquella Generación del 900 habían contribuido a fundar. De ahí la dificultad para encasillarlos dentro de determinada corriente de pensamiento, como las que muy genéricamente líneas arriba esbozamos, pues eran hombres acostumbrados a pensar por ideas y no por sistemas, como tan insistentemente preconizara Carlos Vaz Ferreira. 5. Arturo Ardao. “Wilson Ferreira y la Democracia Social”. Cuadernos de Marcha, marzo de 1998.

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En el año 1958, el joven diputado Zelmar Michelini integró la comisión de dicha cámara que como homenaje en vida a Carlos Vaz Ferreira decidiera editar sus obras completas. Combinaban una sólida formación intelectual en constante crecimiento y una vocación innata por la política, como el instrumento más idóneo para promover la evolución de la sociedad democrática a estadios superiores. Dos personalidades diferentes y fascinantes, embarcadas en una lucha política muy difícil, nos mostraban a los más jóvenes los rasgos trascendentes que tenían en común. A pesar de todo lo padecido en el exilio, junto a Gutiérrez Ruiz, eran hombres sin odios y de una grandeza humana sin límites, obsesionados por recuperar las libertades democráticas en el menor tiempo posible, dado que tenían plena conciencia de que ellas habían forjado la comunidad espiritual en la que se había transformado Uruguay hasta los años setenta del siglo XX, caracterizándonos como país en el concierto regional y mundial. La grandeza política y la amplitud de miras los hacían, constantemente, velar por los intereses nacionales auténticos muy por encima de sus divisas partidarias. Y la amistad que entre ellos se prodigaban, reforzada por la adversidad y riesgos compartidos, es uno de los ejemplos de hasta qué cumbres puede alcanzar la nobleza humana. Para construir el porvenir En el tiempo por venir, cuando se señale cuáles fueron las obras que en el siglo XX creó la inteligencia uruguaya, como aporte al arte de pensar y de hacer a 340

la humanidad, seguramente tendrá un lugar de privilegio la tríada conformada por Ariel de José Enrique Rodó (1900), Lógica Viva de Carlos Vaz Ferreira (1908) y Lógica de la razón y Lógica de la inteligencia de Arturo Ardao (2000). Y también, en el tiempo por venir, al término de este ya desmesurado período posdictatorial que mucho nos ha disminuido tanto a nivel intelectual como político, surgirán las figuras de Wilson Ferreira Aldunate y Zelmar Michelini como las de los dos más grandes estadistas y dirigentes de las últimas décadas del siglo XX, que mejor comprendían cuáles eran los caminos para construir en Uruguay una sociedad cada vez más justa. No tenemos ni siquiera una idea aproximada del conocimiento pormenorizado que ellos tenían de la realidad uruguaya, de las capacidades de los uruguayos y las circunstancias ideológicas y políticas mundiales. No les interesaban las filiaciones políticas de las personas más competentes y mejor formadas en las áreas que fueran del quehacer nacional, para acudir a ellas en su ayuda y sumarlas sin ninguna otra contrapartida que no fuera la de encontrar los caminos más fecundos para el desarrollo del país. Recién comenzada, a nivel mundial, la revolución de las ciencias y las tecnologías, ellos ya tenían muy claro que los destinos del país estarían signados por la elevación del sistema educativo que permitiera la ascensión social de los sectores más postergados. Cuando los intelectuales y las dirigencias políticas no aciertan a discernir de dónde vienen las sociedades y dónde se encuentran en la evolución de su desarrollo, no pueden acertar hacia dónde ir. 341

Ferreira y Michelini sabían perfectamente que hasta el inicio de los años setenta la historia en sus líneas fundamentales estuvo signada por el desarrollo de la inteligencia de cada vez más personas y que allí radicaban las mayores riquezas con las que el país contaba. Como tan precursoramente acertaran Rodó, Vaz Ferreira y —en la segunda mitad del siglo XX— Ardao, no es la base material la que determina la conciencia, sino que es el desarrollo de la inteligencia lo que determina la conciencia de las personas, para el crecimiento cada vez más equitativo, sustentable y democrático de las sociedades modernas. La clave para comprender el fenómeno de nuestro país durante la primera mitad del siglo XX, cuando nos llamaran “la Suiza de América” o —mucho mejor aún— “la Atenas del Plata”, es que fue a partir del desarrollo cultural que se produjeron los avances políticos, sociales y económicos. Y esa misma clave es la que explica que sociedades que hasta hace no muchas décadas eran pobres o muy pobres —como pudo ser alguna de las escandinavas o las del sudeste asiático— se transformaran en las sociedades actuales más justas, registrando los más elevados índices de desarrollo humano. Lo que en un principio Carlos Vaz Ferreira denominara como “lógica viva” y que posteriormente José Ortega y Gasset llamara “lógica de la razón vital”, después de muchas anticipaciones, terminaron siendo pilares fundadores de la Filosofía de la Inteligencia que lo más elevado del pensamiento universal forjara en todo el transcurrir del siglo XX. Así lo demuestra Ardao, relevando los desarrollos acumulados en el siglo 342

que terminaba, en su obra Lógica de la razón y Lógica de la inteligencia. Jorge Liberati, refiriéndose a dicha obra de Ardao que, vista en perspectiva, constituye su más auténtico pasaporte al porvenir, escribía en su trabajo “La pasión y el método”: “En su último libro Ardao presenta el proceso que conduce a la llamada ‘lógica informal’. Destacados desprendimientos de esta lógica no crecen, ni aun nacen, en medios académicos sino en la eufórica autopista de las tecnociencias, de la industria y de los negocios. Hoy nos valemos de sus sorprendentes aplicaciones en artefactos electrodomésticos cuyos dispositivos son operados por programas de computación informales o ‘borrosos’. El secreto que gobierna esta lógica está en la flexibilidad de la significación lingüística y no en la rigidez del cálculo matemático. Incluso la ciencia de los números, apremiada por la misma euforia, ensaya los caminos de la borrosidad bajo rótulos bastante conocidos en el campo de la administración: teoría de la decisión, conjuntos borrosos, condiciones de la incertidumbre, ingeniería ‘fuzzy’”.6 El gran salto en la calidad de la formación de formadores que impulsara la Generación del 900 logró la aparición de una pléyade de mujeres y hombres de pensamiento y acción que se destacaran en todos los órdenes de la vida nacional. Esa generación persuadió de que era necesario pensar creativamente en las más diversas profesiones y actividades, a las cuales cada quien eligiera consagrar su vida, previniéndolos sobre el sinfín de equívocos a los que conducen las falsas oposiciones —que la mayoría de las veces ocultan complementariedad— 6. Relaciones, n.o 200-01, 2001.

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y los paralogismos que conducen al error trasladando la relativa lógica de una disciplina a otra muy diferente, así como las limitaciones intrínsecas al conocimiento a las que llevan los sistemas de ideas cerrados, deterministas y dogmáticos. La envergadura de la transformación cultural fue de tal magnitud que sin ella no se pueden entender los caminos ecuánimes y sensatos que la sociedad uruguaya transitó para recuperar su institucionalidad democrática, sorteando uno de los períodos más dramáticos de su historia moderna. Pero el empobrecimiento material y cultural que comenzara en aquellas décadas sigue siendo el más pesado lastre que condiciona, cada vez más, el porvenir, en la medida que intelectuales y dirigencias no acierten a discernir cuáles fueron las fuerzas motrices de nuestra historia hasta los años setenta del siglo XX. Y a nivel de las dirigencias políticas más lúcidas, mucho tienen para reflexionar sobre del mensaje vital y creador que nos legaran Zelmar Michelini y Wilson Ferreira Aldunate. Es de esperar que, más temprano que tarde, llegue el día en que wilsonistas, batllistas, socialdemócratas e independientes comprendan que, colocando por encima los intereses nacionales, será mucho más importante lo que los aúne que lo que, hasta ahora, los ha separado. Transitando por ese camino, buscando los más amplios consensos para edificar la sociedad justa, libre y democrática que lo más elevado de nuestra particular historia reclama, es seguro que encontrarán muchas más coincidencias entre ellos que al interior de las fuerzas que hoy los maniatan. En una entrevista que Carlos Luppi le realizara a Arturo Ardao, en relación a las ideas de Wilson 344

Ferreira Aldunate, le expresó: “¿Sabe qué era lo que se proponía Wilson…? Wilson se proponía cambiar el mundo, comenzando por Uruguay”.7 Hoy podemos decir que, en aquellos años en los que compartieran el exilio en Buenos Aires, Zelmar Michelini y Wilson Ferreira Aldunate eran socios en esa misma empresa: la de cambiar el mundo, comenzando por Uruguay. Las circunstancias políticas en las que hoy vivimos, aquí y en el mundo, deberían motivarnos y comprometernos a la revuelta de aquella utopía, tan realista como posible.

7. Carlos Luppi. Wilson. Una comunidad espiritual. Montevideo: Sudamericana, 2013.

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Denunciar, instituir y debatir la verdad Los ecos de Zelmar Michelini sobre los crímenes de la dictadura en el presente Isabel Wschebor Pellegrino

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Las siguientes líneas constituyen una primera reflexión respecto de las denuncias realizadas por Zelmar Michelini hace más de cuarenta años sobre los crímenes cometidos en dictadura, la repercusión que estos reclamos realizados en 1974 tuvieron a lo largo de las décadas siguientes y los ecos de estas denuncias en el momento actual. Pese a mi condición profesional y académica de historiadora y archivera, esta presentación no busca ser un análisis histórico sobre los acontecimientos ocurridos en las tres últimas décadas en relación a la búsqueda de la verdad sobre el período de la dictadura. Se trata sobre todo de relatar una experiencia personal asociada, probablemente, a mi condición generacional de persona nacida en 1978 y educada en un contexto de fuerte crítica desde la izquierda a la ausencia de verdad y justicia en el país tras el triunfo de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, luego del primer intento por derogarla en 1989. Las afirmaciones realizadas en los párrafos que siguen se elaboran en un marco de denuncia de los hechos, buscando que las prácticas políticas llevadas a cabo por Zelmar Michelini en el pasado permitan abrir un nuevo escenario de diálogo y reflexión acerca 349

de las políticas de derechos humanos sobre el pasado reciente en la actualidad. Denunciar por la verdad El 30 de marzo de 1974, Zelmar Michelini denunciaba ante el Tribunal Russell en Italia los tipos de tortura, encarcelamiento masivo, asesinato y maltrato a la población que se había opuesto a la instalación del régimen militar en Uruguay desde 1973. Afirmaba que “los uruguayos torturados superan los 5 mil y por las cárceles y cuarteles militares han desfilado más de 40 mil personas. El número debe relacionarse con el total de habitantes del país y entonces las conclusiones son escalofriantes. Uruguay tiene 2,5 millones de habitantes”. Michelini inició las denuncias por la violación a los derechos humanos en Uruguay antes del golpe de Estado en el ámbito parlamentario,1 cobrando en el año 1974 significación internacional en un contexto de exilio y dictadura. Finalizaba su discurso en aquel momento afirmando: “En este Tribunal Russell representamos a los que no han podido venir porque desaparecieron de la faz de la tierra asesinados por el régimen, a los que no pueden llegar porque han sido mutilados, a los que no se han podido hacer oír porque sus mentes se han cerrado para siempre víctimas de los tormentos padecidos. Nuestra voz es la de todos aquellos que habiendo sufrido no pueden gritar su rebeldía, no pueden proclamar su lucha, pero no solo es una voz de acusación, de condena, es 1. La intervención de Virginia Martínez en el seminario que dio origen a esta publicación refiere especialmente a las denuncias realizadas por Michelini en el Parlamento Nacional durante el estado de guerra interno en 1972.

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también la voz de la esperanza y de fe. De esperanza y de fe en nuestra patria, en nuestro pueblo, en nuestra lucha, en el hombre nuevo que está surgiendo para la liberación”. Dos años después, Michelini fue hallado sin vida en un auto junto al exdiputado del Partido Nacional Héctor Gutiérrez Ruiz y dos exmiembros del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, Rosario Carmen Barredo y William Whitelaw. El asesinato de los cuatro uruguayos exiliados en Argentina constituyó un temprano ejemplo públicamente conocido de acontecimientos que evidenciaban una coordinación regional entre las dictaduras de América Latina orientada a perseguir a las personas que se opusieran a dichos regímenes. Las denuncias de Michelini no pusieron límite al avance de los gobiernos autoritarios de la región. Sin embargo, tras la consolidación de estos regímenes se conformaron importantes redes de denuncia sobre la situación de estos países, organizadas por colectivos de exiliados que encontraron un contexto de apoyo para ello en organizaciones internacionales como Amnistía Internacional o Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), entre otras. Las modalidades de denuncia de Michelini, amparadas en una concepción liberal de respeto a los derechos humanos e individuales, se transformaron en bandera de grupos que habían sido expulsados de estos países por su militancia en el marco de una izquierda clásica, defensora del cambio social y refractaria de la democracia liberal como expresión política del sistema capitalista.2 2. Markarian, Vania. Idos y recién llegados. La izquierda uruguaya en el exilio y las redes transnacionales de derechos humanos, 1967-1984. México: Ediciones la Vasija / Correo del Maestro y CEIU, 2006.

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Progresivamente, el desconocimiento del paradero o destino de personas secuestradas por las fuerzas militares o policiales que seguían desaparecidas tuvo como resultado la conformación de organizaciones de familiares que se sumaron a los reclamos de violación a los derechos humanos. Si bien las transiciones democráticas y la recuperación de los derechos políticos en la región tuvieron características muy diversas, la modalidad de denuncia de violación a los derechos humanos se convirtió en un reclamo de las organizaciones de la sociedad civil en todos estos países. Pese a que no todos iniciaron procesos de justicia transicional en el marco del restablecimiento de las garantías democráticas, los reclamos por el derecho a la verdad, asociados a las campañas de denuncia de la violación a los derechos humanos, constituyeron un escenario compartido de combate contra la impunidad de quienes fueran responsables de los crímenes cometidos. En el caso uruguayo, la aprobación de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado en 1986, y el triunfo de las posiciones que no querían derogarla en un plebiscito realizado tres años después, clausuró toda posibilidad de juicio a los responsables del proceso represivo. Si bien los alcances de esta ley fueron puestos en cuestión y posteriormente suprimidos en el escenario local, esta impunidad ha quedado establecida como un a priori frente a los impulsos diversos de dar respuestas políticas o judiciales a estos hechos. Lo cierto es que entre las opciones de transición política, Uruguay eligió una salida pactada que permitiera restablecer las instituciones de la democracia representativa sin poner en marcha los mecanismos de justicia penal que garantiza este sistema, que teóricamente 352

permiten establecer responsabilidades sobre los crímenes del período inmediatamente anterior. Pese a este marco claramente limitado, el artículo cuarto de la ley de caducidad antes mencionada permitía que se investigara el destino de los desaparecidos. En ese contexto se instalaron a mediados de la década de 1980 comisiones investigadoras parlamentarias que se ocuparon de acopiar información sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado en el período inmediatamente anterior. Durante la década de 1990, el legislador Rafael Michelini —hijo de Zelmar Michelini— inició una serie de investigaciones que abonaron información para la identificación de niños que habían nacido en cautiverio y se encontraban desaparecidos en aquel momento. En ese mismo contexto, el legislador denunció, abriendo para ello una causa en la Justicia uruguaya, la puesta en marcha durante el período de la transición democrática de una operación denominada Zanahoria, que indicaba el desenterramiento y reenterramiento o exhumación de los cuerpos que habrían sido enterrados y continuaban desaparecidos. Las denuncias de Michelini (hijo) en este contexto se realizaron mediante una metodología similar a la utilizada por el padre en los tempranos setenta. Se trataba de denuncias en la órbita pública, de los organismos reconocidos por la democracia representativa, sobre acontecimientos cuya investigación constituía asunto tabú en la sociedad de aquel entonces. Instituir la verdad Durante el año 2015 tuve una experiencia de trabajo en la órbita gubernamental de la Secretaría de 353

Derechos Humanos para el Pasado Reciente, institucionalidad creada a los efectos de buscar soluciones en relación al acceso a la información para dilucidar los crímenes de Estado cometidos entre 1968 y 1985. Buena parte de la documentación contenida en este organismo refiere a los diferentes escenarios de búsqueda señalados en el apartado anterior. Como breve repaso, se trata de un organismo que tuvo diversas modificaciones en términos de denominación y estructura. Fue creado durante la primera presidencia de Tabaré Vázquez con el objetivo de dar soporte institucional a la búsqueda de los desaparecidos en el país. Su estructura era continuadora de la secretaría creada en los años previos, cuando el gobierno de Jorge Batlle había instalado la Comisión para la Paz. Lo cierto es que, por diferentes vías, tanto la Comisión para la Paz como la Secretaría que continuó con las búsquedas ordenadas por las presidencias del Frente Amplio buscaron estrategias diversas para elaborar conocimientos sobre estos asuntos, acopiándose información sobre las denuncias e investigaciones realizadas en las décadas precedentes. El período frenteamplista inauguró un trabajo de análisis de algunos de los archivos existentes en la órbita de los organismos públicos que no habían sido consultados, así como la indagatoria sobre informaciones y detección en los terrenos de posibles restos de personas aún desaparecidas. Una de las tareas realizadas durante el año 2015 por nuestro equipo en la órbita de esta secretaría gubernamental fue el análisis general de los fondos documentales existentes en la órbita del propio organismo. De este modo, se sistematizó documentación que 354

provenía tanto de las comisiones investigadoras parlamentarias de la década de 1980 como de los expedientes creados a partir del trabajo de la Comisión para la Paz, testimonios recabados por todos estos organismos, así como vestigios de documentación acopiada por los equipos técnicos de trabajo en el marco de los gobiernos frenteamplistas. Entre los aspectos que me llamó más la atención de esta experiencia se encuentra el nivel de fragmentación interna del organismo en relación a la custodia de la documentación existente, así como las dificultades de aunar esfuerzos para sistematizar el conjunto de los documentos en una misma órbita de archivo para que estos estuvieran disponibles para la ciudadanía. Las tareas de investigación de Estado que buscaban realizarse bajo reserva entraban en franca contradicción con una política de sistematización de la documentación para su acceso público. Este escenario simultáneo de trabajo en materia de sistematización global e investigaciones particulares y reservadas en la órbita del Poder Ejecutivo o del Poder Judicial no permitió realizar una tarea de sistematización profesional, indispensable para el adecuado cruzamiento de datos entre los diferentes conjuntos documentales. Lo cierto es que la permanencia del secreto, las consecuencias de la impunidad y la creciente demanda pública de acceso a la información, amparada por leyes que felizmente hoy lo permiten, no nos permitieron actuar bajo una órbita coherente, lo que provocó un alejamiento de quien suscribe y de varios miembros del equipo que se había constituido. Un organismo que institucionalizó las tempranas demandas de Zelmar Michelini hoy está preso de sus propios laberintos de secreto, así como de las presiones 355

de un país que no enfrentó la impunidad de los responsables de estos hechos en su momento y que hoy lo mantiene como una deuda de intereses crecientes. Por otra parte, el paso del tiempo y las consecuentes investigaciones de diverso orden permiten que hoy sean claramente identificables muchos de los responsables por buena parte de la población informada sobre dichos asuntos, cuestión que dificulta de manera creciente la buena convivencia en torno a este pasado traumático. En alguna medida, el discurso de denuncia de violaciones a los derechos humanos —deudor de las acciones de Zelmar Michelini— hoy tiene su propia institucionalidad, presupuesto público, organismos anexos; y, sin embargo, esas mismas preguntas que se hacía el senador en el Tribunal Russell siguen en buena medida pendientes en el escenario político actual. Lo cierto es que el material relevado en la órbita de la Secretaría, así como la detección de numerosos archivos en la última década, muestra la existencia de un profuso volumen de documentación e informaciones sobre este pasado. Debatir la verdad Tras la experiencia pasada en estos espacios de trabajo, quisiera tomar yo misma la metodología de enunciación de Michelini (padre) para denunciar que quizás no sea ausencia de información lo que hoy existe en nuestro medio, sino una combinación entre la impunidad fáctica de los responsables y la expectativa de justicia en muchas organizaciones de derechos humanos que no encuentra eco en el gobierno. Esta reserva a la espera de fallos judiciales dilata a su vez 356

el avance de procesos de derecho a la verdad. El largo combate por resoluciones judiciales en torno a estos asuntos, que sin duda fortalecerían las garantías democráticas, también ha motivado una especial discreción en torno a la divulgación de informaciones que merecerían ser de conocimiento público. La ausencia de una política definida en torno a este tema, y la larga implicancia con los hechos de los actuales decisores, ha derivado en importantes escenarios de confrontaciones de intereses en relación a quién posee el poder de la información sobre lo que se conoce o presume. La ausencia de una política definida ha derivado en un escenario de pugna de intereses particulares que, una vez más, neutralizan el posible conocimiento de los hechos denunciados por Michelini hace más de cuarenta años. Sin duda ha de existir en mi mirada sobre estos hechos un componente generacional. En este sentido, y nuevamente bajo el espejo del propio Zelmar Michelini, que se enfrentó abiertamente a su generación precedente a nivel partidario, considero necesario en la actualidad interpelar —en términos de diálogo— a esta generación que ha denunciado las violaciones a los derechos humanos en dictadura y que hoy ha naturalizado sus reclamos en torno a la verdad y la justicia, a pesar de que ejerce el poder del Estado como para dar cuenta de ellos. El íntimo involucramiento con los hechos de quienes hoy tienen responsabilidades de gobierno en esta materia provoca un nuevo escenario de silencio. Se trata de un silencio muy probablemente asociado a difíciles experiencias personales de orden traumático, pero que en la actualidad pueden constituir un obstáculo en relación al acceso social a la verdad sobre estos 357

acontecimientos y a las condiciones adecuadas para el desempeño de la justicia. Dentro de los ejemplos que permitirían presentar los debates dichos y no dichos en torno a este tema se encuentran sin duda las denuncias relativas a la llamada Operación Zanahoria. Se trata de una acción de desenterramiento y exhumación o reenterramiento de personas que estaban desaparecidas durante la dictadura, que parece haber ocurrido en el período de transición democrática (probablemente entre 1983 y 1985). Esta fue denunciada por primera vez en 1997 por Rafael Michelini ante el juzgado penal a cargo del entonces juez Alberto Reyes. Pese a que Reyes invocó la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada para dar curso a las investigaciones, el Tribunal de Apelaciones revocó la decisión por considerar que los artículos 1o y 3o de la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado vedaban cualquier intervención del Poder Judicial en la materia. Si bien en este primer período la denuncia realizada sobre esta operación parecía estimular la búsqueda de posibles restos humanos que habrían sido reubicados, una nueva interpretación de esta operación fue utilizada en el Informe de la Comisión para la Paz en 2003 para declarar que la exhumación de los cuerpos no ameritaba continuar con estrategias de búsqueda de los ciudadanos que aún permanecían desaparecidos. Este informe buscaba dar una explicación final de los hechos y, dando por ciertas informaciones confidenciales brindadas a la comisión por la órbita castrense, desalentaba las demandas de búsqueda y restitución de las personas desaparecidas a sus familias. 358

El conjunto de informaciones asociadas a esta operación constituye un núcleo de debate no solo por las repercusiones simbólicas que tiene, sino porque esta fue realizada entre fines de la dictadura y principios de la primera presidencia de Julio María Sanguinetti. Es decir que todo vestigio de prueba en relación a ella constituye un elemento de denuncia no solo de los crímenes cometidos en dictadura, sino de la complicidad en torno al silencio sobre estos crímenes durante el propio régimen democrático. Lo cierto es que buena parte de las investigaciones arqueológicas coordinadas por el Dr. José López Mazz, llevadas a cabo entre 2005 y 2014, tuvieron entre otros objetivos el de intentar dilucidar aspectos asociados a esta posible operación. En ese marco, numerosas informaciones preservadas en la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente refieren directamente a estas denuncias, en el marco de dichas investigaciones. Se destaca la búsqueda de información en esta materia realizada durante el ministerio de la Dra. Azucena Berrutti entre 2005 y 2007. Aquellas sirvieron de soporte para la detección en los terrenos de pruebas estratigráficas de dicha operación, así como para sugerir la intervención arqueológica en sitios como los galpones del Servicio de Materiales y Armamentos. Los informes contenidos en el archivo de la secretaría y presentados por el equipo coordinado por López Mazz, conocidos públicamente a través de muy diversas fuentes en la actualidad, comparaban las fuentes castrenses con otro tipo de vestigio como las vistas satelitales. El mismo equipo solicitó también un análisis por georradar a la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República, a los efectos de detectar posibles anomalías en el terreno denunciado. Si bien en todos 359

los casos se trataba de indicios, la única posibilidad de confirmar las fuentes de calificación variable era realizando una intervención en los sitios propiamente dichos. Desde el punto de vista técnico, López Mazz consideraba necesario excavar en los emplazamientos de dichas denuncias, pero las incertidumbres sociales y políticas relativas a esta operación, el desaliento producido por las conclusiones del Informe de la Comisión para la Paz en relación a la búsqueda, así como la discreción y falta de iniciativa del Poder Judicial no alentaron la intervención en estos espacios. Si bien el juez penal Dr. Pedro Salazar cauteló algunos de los galpones denunciados en el Servicio de Materiales y Armamentos en el marco de estas investigaciones, las presiones en torno a los resultados efectivos de la búsqueda tuvieron como resultado la renuncia del coordinador del equipo de Antropología y la ausencia de definición en esta materia. En la actualidad, el Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia desestimó la búsqueda en estos lugares alegando que las nuevas intervenciones del Equipo Argentino de Antropología Forense con georradar no recomendaban la indagatoria en estos sitios. Lo cierto es que, por diversos motivos, una denuncia que data de 1997, sobre hechos que han estado presentes en todas las investigaciones asociadas a la búsqueda de la verdad sobre el destino de los desaparecidos y que han derivado en discusiones de orden especulativo, no cuenta hoy con un espacio de corroboración concreta en los sitios denunciados. El caso de la Operación Zanahoria constituye una denuncia realizada por Rafael Michelini, utilizando una metodología similar a la práctica política de su padre a posteriori del período dictatorial. 360

Más recientemente, en octubre de 2015, el allanamiento del domicilio del coronel retirado y fallecido Elmar Castiglioni y la comprobación de una investigación iniciada también durante el ministerio de Azucena Berrutti entre 2005 y 2007 habría confirmado una hipótesis de existencia de un archivo de investigación sobre personas, realizado por agentes del campo militar desde la transición democrática hasta buena parte del período posterior a la dictadura. La denuncia sobre este archivo había sido reiterada en varias oportunidades por el periodista Samuel Blixen desde el semanario Brecha, pero ninguna acción se había tomado hasta el momento. La puesta en marcha de una operación judicial en esta materia permitió identificar un nuevo acervo documental que, si bien actualmente está nuevamente preso entre la reserva de las investigaciones de Estado y los reclamos de acceso público, constituye en sí mismo una nueva prueba de que es necesario indagar sobre las acciones de la corporación militar al momento de la transición democrática, tal y como lo denunció hacia fines de la década de 1990 Michelini (hijo). Intervenir para confirmar o rechazar hipótesis, con el objetivo de avanzar en los términos del acceso a la verdad o de brindar la posibilidad de debatir sobre esta, debería ser una fuente de concientización para la puesta en marcha de mecanismos de justicia. Hace poco apareció este grafiti virtual en el muro de una red que afirmaba: “‘Hacen falta dos para decir la verdad; uno que hable y otro que escuche’. Así que no alcanza con decirla, hay que trabajar para que nos escuchen”. Más allá de la denuncia, que aprendimos de Michelini desde los años setenta, trabajemos ahora en que se escuche y se actúe. 361

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Zelmar Michelini: principios de su visión política internacional Cecilia Alemany, con la colaboración de

Patricia Alemañy

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“Hay muchas maneras de recordar a los hombres que mueren. Y seguramente ello depende en grado sumo del enfoque que se haga sobre sus virtudes y defectos, sobre sus méritos y limitaciones, sobre las luces y sombras de cada hombre. Nosotros recordaremos siempre a Kennedy, el Presidente asesinado, como a un luchador.” Zelmar Michelini1

Introducción La manera en que Zelmar Michelini recuerda a John F. Kennedy es conmovedora, y vuelve en varios de sus artículos de prensa. Nosotros recordamos a Zelmar de muchas maneras, pero él muere como víctima del terrorismo de Estado, siempre lo recordamos “como a un luchador”, y en este capítulo buscamos además recordarlo como un precursor e internacionalista de primera línea. Zelmar fue un hombre de paz, y defendió con su vida la libertad y la democracia. Denunció los abusos 1. Michelini, Zelmar. “Luchador por un nuevo mundo”. Hechos, 3/12/1963, y en Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1990. Tomo I, p. 132.

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del terrorismo de Estado, del cual fue primero testigo y luego víctima. Fue un hombre de Estado desde el Legislativo, su capacidad oratoria encuentra su momento póstumo en el Tribunal Russell II en Roma, discurso que las próximas generaciones podrán seguir escuchando en línea.2 Este capítulo no se escribe desde la vivencia de esa época ni desde la complicidad de la amistad con Zelmar, sino desde el descubrimiento de su visión internacional a través de la lectura de sus notas periodísticas en Acción y Hechos, y los testimonios de su locuacidad que se pueden encontrar en línea, así como de relatos informales de algunas personas de su entorno a lo largo de los años. En este sentido, este capítulo es de carácter parcial y exploratorio, se concentra en el análisis de sus artículos de prensa en el período 1959-1968. Desde el periodismo Zelmar posicionaba una mirada del mundo, de las relaciones internacionales y de la política exterior uruguaya. La pregunta central de este capítulo es: ¿Cuáles eran los principios rectores de la visión internacional de Zelmar Michelini? El período analizado se caracteriza por un mundo bipolar, donde la dualidad de regímenes pro capitalistas o pro comunistas parecía la única opción política, donde la tensión internacional permanente llevaba a estrategias de tensión y distensión movedizas entre los principales actores del sistema internacional, y en el que la guerra focalizada o generalizada y la paz formaban parte del día a día. En ese sentido, se puede decir que cualquier representante de la comunidad política en Uruguay podía tener posiciones marcadas y un conocimiento de las dinámicas internacionales, ya que 2. Véase: ‹https://www.youtube.com/watch?v=-_M-Eg_4GLA›.

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esas divisiones binarias del mundo se producían y reproducían en la realidad nacional. Sin embargo, es impactante, quizás a la luz de la falta de manejo de los temas internacionales en profundidad por la comunidad política actual de Uruguay, el conocimiento profundo que tenía Zelmar de la situación internacional, su intento permanente de comprensión de las sociedades y sus líderes con un enfoque de sociología y antropología de las relaciones internacionales muy precursor para su época. A lo que se sumaba su observación atenta de las instituciones, las dinámicas de gobernanza y manejo de la política en profundidad describiendo y analizando noticias del resto del mundo de forma permanente. Tenía temas recurrentes de interés sobre los que seguía reportando en sus noticias a lo largo del tiempo, siempre con una vocación de socialización y educación sobre la diferencia y acercando todo lo que le pudiera parecer lejano a los lectores locales. En casi todos sus artículos cierra con una reflexión y un llamado a la humildad de alguna manera, diciendo que el tema da para mucho y es más amplio. Se esfuerza siempre por ir más allá, reflexiona “con sentido de hombre universal y no de determinado país”.3 Zelmar tiene una vocación de hacer entender las relaciones internacionales y de ir más allá de los debates dicotómicos tan presentes en el pensamiento bipolar. Afirma, casi cansado de que no lo entiendan: “Que la consideración de los problemas internacionales no es tan simple como pretenden presentarla algunos censores 3. Michelini, Zelmar. “Rusia, Estados Unidos y China”. Hechos, 20/03/1967, y en Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1991. Tomo II, p. 232.

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criollos, basando todo el problema en la alternativa de comunismo y anticomunismo, trasladando a ese dilema todo conflicto […]. Y nuestra lucha en la esfera de influencia a que podemos acceder ha sido desde hace muchos años, para hacerles entender a muchos, que las relaciones internacionales no pueden reducirse al apoyo incondicional y permanente a la política norteamericana, convirtiendo a esa nación en la representante única y exclusiva de la libertad en el mundo y mucho menos callar nuestras críticas y nuestros planteos a la oposición sobre la base de que contribuimos a disminuir su fuerza o a debilitar sus posiciones”.4 Este llamado de atención a superar el pensamiento dicotómico sigue vigente en pleno siglo XXI. Hoy la solidaridad de regímenes justifica en algunos actores del sistema político y social en Uruguay la defensa de gobiernos afines, perdiendo la perspectiva independiente y democrática. Algunos siguen “basando todo el problema en la alternativa de comunismo y anticomunismo”, y pierden la independencia en el análisis de la erosión de la democracia ya sea en términos de un régimen de facto como el que se instala en Venezuela o en un ambiente de pérdidas de libertades de expresión como el que se vive en una de las democracias más antiguas: en Estados Unidos. En cualquier caso, donde la versión oficial y la voz oficial se imponga, no importa con qué argumento político o económico se haga, se estarán coartando las libertades de la ciudadanía y erosionando la democracia. Zelmar es liberal en el sentido original del término, pregona la libertad de pensamiento y se resiste a 4. Michelini, Zelmar. “La Iglesia abandona la tesis occidentalista”. Hechos, 7/01/1967, y en ob. cit., p. 209.

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las presiones por un pensamiento único: “No comulgamos con aquellos que acostumbran a pregonar por la existencia de regímenes donde hay un solo pensamiento: el oficial; un solo dogma: el que impone el gobierno; una sola voz: la dictada por la autoridad”.5 Exploración sobre los principios de la visión internacional de Zelmar Michelini Zelmar entiende muy bien la política y las relaciones internacionales, así como la naturaleza humana. Le da así un sentido humano a sus reflexiones que no son solamente las de un estratega o un estadista, sino las de lo que hoy llamaríamos “un ciudadano del mundo”, comprometido por construir un mundo mejor para las futuras generaciones. Sus principios de política internacional son claros y contundentes, se afirman a lo largo de sus artículos de prensa y su actuación como legislador primero y luego en el exilio; asume la complejidad como un dato de la realidad: “La situación mundial es de tal complejidad que ya nadie se puede proyectar por sí solo”.6 En ese contexto intenta comunicar en cada artículo los hechos principales y sus implicancias para cada parte y para las relaciones internacionales globalmente. Sus reflexiones hechas hace cincuenta años aproximadamente tienen en su mayoría gran actualidad, sus principios rectores son principios que en su mayoría han caracterizado a la política exterior del Uruguay 5. Michelini, Zelmar. “Deber de todos”. Hechos, 16/03/1967, y en ob. cit., p. 228. 6. Michelini, Zelmar. “El desarrollo económico y el capital extranjero”. Hechos, 13/06/1966, y en Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1990. Tomo I, p. 354.

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del siglo XX. Defiende la paz, el antiimperialismo, la libre determinación de los pueblos, la no intromisión en asuntos internos, los derechos y libertades en todas sus expresiones, el rol de los países de menor tamaño relativo, la importancia de Naciones Unidas y del multilateralismo en general como garante para los menos poderosos, el libre mercado y la integración latinoamericana, y la independencia. Así resume su mirada de las relaciones internacionales: “En el complejo mundo de las relaciones internacionales, donde tantos y tan variados intereses se manejan, se hace necesaria la presencia de otras voces y de otros países que hablando un lenguaje distinto puedan imponer, sin embargo, las premisas permanentes de la paz universal. La sospecha, la desconfianza, cuando no el temor y la inseguridad, han provocado —y puede repetirse— tremendas conflagraciones mundiales que solo desgracia y tragedia han aparejado. Y parecería que la experiencia y el recuerdo de los hechos del pasado debería gravitar en los organismos internacionales para que esas guerras —definitivas ahora con el alto poder destructivo de las armas modernas— fuesen erradicadas definitivamente”.7 Si circuláramos esta cita en 2017, podríamos adherir a ella sin pena ni temor a estar fuera de contexto. A continuación, se retoman sus principales pasajes en torno a cada uno de sus principios rectores de las relaciones internacionales identificados en esta revisión. Los principios identificados son seis: • 1er principio: La paz ante todo y las Naciones Unidas (ONU) como garante. • 2o principio: La igualdad y la libertad como base de todas las relaciones. 7. Michelini, Zelmar. “Ha llegado el momento de dar la lucha por la Paz”. Hechos, 10/05/1966, y en ob. cit., tomo I, p. 311.

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• 3er principio: Defensa de la soberanía, la autodeterminación de los pueblos y la no intromisión en asuntos internos (antiimperialismo). • 4o principio: El desarrollo humano y el derecho al desarrollo. • 5o principio: Latinoamericanista con una mirada integracionista y a favor del libre comercio. • 6o principio: Criticismo a las condicionalidades de políticas de los organismos internacionales. Primer principio: La paz ante todo y Naciones Unidas como garante Zelmar Michelini fue un hombre de paz, que entendía la política como una proyección hacia lo futuro,8 y sostenía que: • “No puede haber causa más noble en el mundo que la causa de la paz. Luchar por el desarme es luchar por la paz definitiva. Y es una tarea propia de la pacífica tradición de nuestro pueblo y nuestro país”.9 • “Para nosotros, habitantes de un país de 187.000 km cuadrados de superficie y 2,5 millones de habitantes, es decir, de una nación con escaso peso específico en la arena mundial, asfixiada por los males del subdesarrollo, la Asamblea General de la ONU y todas las organizaciones del ente mundial que podamos integrar sin encontrar impedimentos, representa la única oportunidad que tenemos de hacer que nuestra filosofía, nuestra ideología, nuestros problemas y nuestras soluciones 8. Durán Julio, colaborador de Zelmar Michelini, responsable de la investigación y recopilación publicada por la Cámara de Senadores, prefacio del tomo I, ob. cit. 9. Michelini, Zelmar. “Ha llegado el momento de dar la lucha por la Paz”. Hechos, 10/05/1966, y en ob. cit., tomo I, p. 311.

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sean escuchados y valorizados en el ámbito de la opinión mundial”.10 • “Somos partidarios decididos de la ONU y de su actual senda de desarrollo. Propugnamos, en relación con lo que antes afirmamos, una labor permanente, metódica, tesonera y multifacética en todos los organismos y en todos los problemas suscitados por la vida de la organización mundial; la selección y destino de los más calificados de nuestros ciudadanos en las distintas manifestaciones de nuestra vida para tales actividades; la integración permanente de un órgano nacional orientado a informar a nuestra ciudadanía sobre las actividades generales de la organización mundial, al estudio y planificación de nuestra futura actividad en la misma y al mejor asesoramiento de todos los interesados en su destino y desarrollo y la más amplia difusión, por todos los medios disponibles, de todas las actividades, resoluciones y orientaciones que agitan la ONU y, especialmente, las de su Asamblea General”.11 • “Vietnam y Medio Oriente suponen un riesgo que ya se hace muy difícil de sobrellevar y en esta emergencia la ONU no parece contar con las fuerzas —morales y espirituales— para imponer la paz. Si deseamos la superación de estos momentos difíciles no es solo por todo lo que supone indudablemente el mantenimiento de la Paz y el alejamiento de las clarinadas de guerra, sino, tan importante como eso, la seguridad de que el organismo internacional puede continuar siendo el elemento de orden, regulador, imprescindible”.12 10. Michelini, Zelmar. “Asamblea de las Naciones Unidas: Parlamento Mundial”. Hechos, 5/11/1963, y en ob. cit., tomo I, p. 121. 11. Ídem. 12. Michelini, Zelmar. “¿Las Naciones Unidas sirven para algo?”. Hechos, 03/06/1967, y en ob. cit., tomo II, p. 330.

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• “¿Las Naciones Unidas no pueden establecer la paz? ¿Las grandes potencias, jugarán por igual, la vida de otros pueblos y sus propios intereses, en ese tablero del ajedrez internacional?, y en última instancia, ¿el hombre y la mujer común de este siglo, tendrán la certeza de que su vida es cosa suya o se resignarán a que otros decidan por ellos? De las respuestas a estas interrogantes depende más que la propia existencia de las Naciones Unidas, la vigencia de la paz”.13 Nuevamente, estas interrogantes y provocaciones de Zelmar, de fines de los años sesenta, podrían aplicarse hoy al rol de las grandes potencias, las mismas que en aquella época, y a la difícil búsqueda de la paz y el rol ambiguo que las potencias juegan bombardeando por un lado y deteniendo cualquier consenso posible en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para la búsqueda de la paz, por ejemplo en Siria. Dentro de su visión multilateral condena el aislacionismo como principio en general que cobraba especial fuerza por la importancia de China (RPCH) desde todo punto de vista en aquella época, lo que plantea en reiteradas ocasiones: • “Que sea cual sea la validez, que no discutimos en esta oportunidad, que los estrategas norteamericanos atribuyan a su política de aislamiento de la RPCH en la ONU y la que los estrategas soviéticos den a la propia de desprestigio y frialdad con China comunista, ambas combinadas no alcanzan, de ninguna manera, para justificar el hecho concreto del aislamiento internacional de los 720 millones de personas efectivamente gobernadas por el régimen comunista de la República Popular China”.14 13. Michelini, Zelmar. “Las Naciones Unidas y la vigencia de la paz”. Hechos, 22/06/1967, y en ob. cit., tomo II, p. 358. 14. Michelini, Zelmar. “¿Debe China ingresar a la ONU?”. Hechos, 15/10/1963, y en ob. cit., tomo I, p. 113.

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• “… la política de aislamiento y cerco de la RPCH no contempla los intereses generales de la Humanidad, invocados constantemente por las grandes potencias y sus bloques”.15 • “En muchas oportunidades anteriores —con iguales o distintas perspectivas— hemos sido partidarios del ingreso de China comunista a las Naciones Unidas. Pensamos que las circunstancias actuales hacen más imperativa su admisión, pues el aislamiento de esa gran potencia —no se puede cerrar los ojos a la realidad— sería un motivo de permanente controversia, el desplazamiento de la guerra fría a otras fronteras y la posibilidad, dependiente siempre de imponderables, de que se gestase un conflicto bélico que provocase el caos mundial. La delegación de Uruguay en esa Asamblea, debe votar, en un acto de justicia y de interés general, por la admisión de China comunista en las Naciones Unidas”.16 • “Nuestro slogan es TODOS EN LA ONU y con él rechazamos toda tentativa de embarcarnos en las llamadas Primera, Segunda o Tercera posiciones especialmente cuando la última se refiere a Nosotros con exclusión de todos los demás”.17 • “Si existe voluntad real de ‘coexistencia pacífica tanto en EE.UU. como en la URSS, ella no se alimenta con el mantenimiento de un foco de conflictos que en cualquier momento podrían llegar a afectar a mil de los dos mil setecientos millones de habitantes del planeta y degenerar en una nueva guerra general y que, en conse15. Ídem. 16. Ídem. 17. Michelini, Zelmar. “Asamblea de las Naciones Unidas: Parlamento Mundial”. Hechos, 5/11/1963, y en ob. cit., tomo I, pp. 121-122.

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cuencia, la política de aislamiento y cerco de la RPCH no contempla los intereses generales de la humanidad, invocados constantemente por las grandes potencias y sus bloques”.18 Segundo principio: La igualdad y la libertad como base de todas las relaciones • “Nuestro punto de partida es la igualdad en el ámbito de la libertad, no aceptamos otra base para las relaciones de los hombres entre sí. Rechazamos todas las discriminaciones sociales que se fundamentan en los privilegios, originados en la fortuna, en la familia, en la religión, en la raza o en el partido. Sostenemos como base de la arquitectura social, el principio de la dignidad humana. Y no hay dignidad posible para el hombre, si carece de libertad o si no se siente igual entre iguales”.19 • “No aceptamos, no podemos aceptar, que se pretenda imponer una sujeción económica y una subordinación financiera, una calificación de nacionalidades en superiores e inferiores, de pueblo a pueblos, de gobierno a gobiernos, porque unos sean poderosos y desarrollados y otros seamos débiles e incipientes”.20 • “De nada vale la libertad de expresión, sin pan y sin techo. De nada valen el pan y el techo que se pueda tener en un país donde el hombre es condenado por pensar y escribir. Sólo la igualdad de los dos conceptos —libertad individual y económica—, justifica plenamente la 18. Michelini, Zelmar. “De interés palpitante”. Hechos, 12/09/1966, y en ob. cit., tomo II, p. 108. 19. Michelini, Zelmar. “Por nuestro propio camino”. Hechos, 21/01/1964, y en ob. cit., tomo I, p. 151. 20. Ídem.

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vida del hombre y su permanente lucha por un mundo mejor”.21 • “Lo que realmente interesa es que nadie, en este siglo XX, puede ser detenido y privado de su libertad en virtud de sus ideas”.22 Condena de los regímenes autoritarios que amenazan las libertades individuales: • “No concebimos —al menos el que esto escribe— la vida sin la efectividad total y plena de lo que entendemos son las libertades primarias: libertad de pensar, de elegir, de decidir, de prensa, de reunión, de agremiación, etc. De nada vale para nosotros que se asegure tranquilidad económica si ella lleva implícita el cercenamiento de las otras libertades. Rusia sostiene que lucha, antes que nada, por la libertad económica de cada persona y que de nada vale la posibilidad de pensar, o de expresarse libremente, si no se cuenta antes con la total libertad económica. Y observa al mundo capitalista —Estados Unidos es su principal expresión— que las diferencias económicas entre los hombres no constituyen oportunidad propicia para poder pensar en forma igualitaria. El mundo reprocha a Rusia que no otorgue libertad de expresión, ni de reunión, ni de prensa y que impida que cada hombre manifieste su voluntad. Y le marca que esa libertad ha sido suplantada, en su ejercicio, por un estado omnipotente, al servicio de quienes lo dirigen. Tenemos posición formada y militante sobre el problema. Y —muy modestamente, pero con firme convicción que la lucha política y la experiencia de todos los días 21. Michelini, Zelmar. “El inconcebible juicio a los escritores en la URSS. Ni esclavos por hambre, ni esclavos por ideas”. Hechos, 16/02/1966, y en ob. cit., tomo I, p. 247. 22. Michelini, Zelmar. “Inalienable”. Hechos, 09/05/1966, y en ob. cit., tomo I, p. 306.

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acrecienta constantemente— sostenemos que la libertad individual es anterior a toda otra. Cada hombre debe tener la posibilidad de decidir su destino, de elegir sus caminos, de pensar con su cabeza, y mucho tememos, que el logro de la llamada libertad económica termine con las posibilidades del individuo”.23 En cuanto al acceso a la información y la transparencia como se concibe hoy, reconoce que en virtud de toda la “información que se le proporciona al público estadounidense, éste conoce los problemas y forma su opinión. Podrá discreparse con ella o no comprenderla, pero para nosotros que tenemos un culto militante por la libertad y que entendemos que debe admitírsela y pregonársela con el ejemplo, esta libertad de información de los Estados Unidos merece nuestra máxima aprobación y todo nuestro respeto y pensamos que no puede hablarse de democracia y de igualdad mientras no esté permanentemente afirmada la posibilidad de la libertad de expresión y de información. Minuto a minuto, en todos los pueblos, ciudades y zonas rurales de este país, ese concepto está teniendo vigencia y demostración”.24 Tercer principio: Defensa de la soberanía, la autodeterminación de los pueblos y la no intromisión en asuntos internos (antiimperialismo) Zelmar, como muchos líderes de su época en lo que se llamaba el Tercer Mundo, es antiimperialista, defiende a ultranza la libre determinación de los 23. Michelini, Zelmar. “El desarrollo económico y el capital extranjero”. Acción, 13/06/1966, y en ob. cit., tomo I, p. 54. 24. Michelini, Zelmar. “El viaje tiene para Nixon profundo significado político”. Acción, 5/08/1959, y en ob. cit., tomo I, p. 38.

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pueblos, la no intromisión en los asuntos internos y es crítico del imperialismo de Estados Unidos y de Rusia a la vez. Sus principales pasajes siguen teniendo actualidad. Aunque algunos de esos términos hoy se hayan sustituido y lo que llamaba “empresismo” hoy se llame trasnacionalización del sector privado y el Tercer Mundo se autodenomine “Sur Global”, los problemas se parecen mucho a los que él describía: • “Afirmar la soberanía es deber de todo instante. Somos de los que creemos que los problemas relativos a las relaciones internacionales deben manejarse con extremo cuidado y que nunca será poca la mesura y la ponderación en esa clase de temas. Pero al mismo tiempo exigimos siempre una firme determinación de defender en todo momento nuestra soberanía, nuestra historia y con ella la memoria de nuestros próceres”.25 • “Somos celosos como nadie de la soberanía del país y no permitimos la intromisión de diplomáticos —sean del país que sean— en nuestros asuntos, pero tampoco podemos permitir que bajo la bandera de la defensa de esa soberanía se pretenda eludir culpas y responsabilidades”.26 • “Batlle y Ordóñez le llamaba ‘empresismo’ al fenómeno económico de presiones de todo orden que los capitalistas extranjeros ejercen muchas veces contra los gobiernos que velan por los intereses del pueblo. Hoy a ese fenómeno, se le llama genéricamente ‘imperialismo’ y tiende a definir no solo a las empresas, sino también a los gobiernos que protegen, interfiriendo en 25. Michelini, Zelmar. “Ante un agravio al país, afirmar la soberanía es deber de todo instante”. Hechos, 11/02/1966, y en ob. cit., tomo I, p. 238. 26. Michelini, Zelmar. “La expulsión de los diplomáticos soviéticos”. Hechos, 05/10/1966, y en ob. cit., tomo II, p. 128.

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la política de otro país, a los capitales invertidos en el exterior”.27 • “Este año 1965 descubrió además con mayor agudeza la creciente incapacidad de las grandes potencias para solucionar las verdaderas dificultades de nuestro siglo. Norteamérica se halla siempre en peligro de convertirse en vigilante de regulaciones trasnochadas y de curar la fiebre nacional o social a puñetazos. Y, tras cincuenta años de experimento comunista, la Unión Soviética tan solo puede velar la bancarrota a que le llevaron la utopía de sus intentos con nuevos experimentos”.28 • “Porque es evidente que si la posibilidad de desarrollo, depende exclusivamente del esfuerzo de organismos internacionales y de la ayuda que deseen prestar los Estados Unidos, cuya influencia además en esos organismos es notoria, mal podrá encararse un respaldo económico, o la posibilidad de auspiciar grandes obras de recuperación o inversión, si la tesis norteamericana es derrotada. Y asimismo, sostenemos enfáticamente que si el precio que se quiere pagar por el desarrollo económico es la extensión de las medidas políticas de la OEA —en última instancia, no nos engañemos, apuntalar la influencia o el poder decisorio de Estados Unidos— América no puede admitirlo, porque no debe abdicar de su soberanía en función de mejoras económicas”.29 27. Michelini, Zelmar. “La batalla por el petróleo argentino, Illia con el dedo en el ventilador”. Hechos, 19/11/1963, y en ob. cit., tomo I, p. 123. 28. Michelini, Zelmar. “Cómo ven los alemanes la situación del mundo a principios de 1966”. Hechos, 2/02,1966, y en ob. cit., tomo I, p. 224. 29. Michelini, Zelmar. “Buenos Aires. El destino de América se discute en tres frentes”. Hechos, 24/03/1966, y en ob. cit., tomo I, p. 286.

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• “No se pueden hacer concesiones políticas en la OEA. No se deben hacer. Y Uruguay debe combatir y luchar contra las naciones que pretendan imponer esas concesiones. Ni aún, lo repetimos, a costa de progresos económicos. Que en esta materia larga tradición tiene nuestro país, como que en los albores de nuestra independencia, ya Artigas proclamó la firme voluntad de no vender la libertad al bajo precio de la necesidad”.30 • “Sabemos que […] la OEA ha cumplido su ciclo, que debe ser impostergablemente reformada y que en su nueva constitución no deben figurar los Estados Unidos”.31 • “Acá está el primer error de Estados Unidos en su política, reiteración de un error que hemos visto repetidas veces en América del Sur. Los intereses de Estados Unidos no son de las compañías integradas con capitales norteamericanos. La intervención de Estados Unidos, preocupándose por la suerte que puedan correr determinados intereses particulares y haciendo presión sobre el gobierno (Uruguay conoce también lamentables casos como este) no puede justificarse ni debería repetirla”.32 • “Que Cuba exprese sus opiniones, pensando y actuando siempre en función de América y discuta y sostenga sus ideas. Ninguna nación puede vivir sola ni practicar la política de aislamiento. Estados Unidos debe comprender que la revolución cubana es mucho más importante que los actos personales de Fidel y que además tiene un sentido de liberación económica que toda América siente como propia. Y creemos que Esta30. Ídem. 31. Michelini, Zelmar. “Venezuela, Cuba, OEA y nosotros”. Hechos, 24/05/1967, y en ob. cit., tomo II, p. 312. 32. Michelini, Zelmar. “A propósito de Fidel, Razones y Sinrazones de Cuba y Estados Unidos”. Acción, 1/09/1959, y en ob. cit., tomo I, p. 82.

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dos Unidos necesita que le hablen con claridad y le digan la verdad. Pero que quien lo haga tenga autoridad democrática, política y popular para hacerlo”.33 “Creemos que hay que deslindar las dos personalidades o —mejor dicho— las dos actividades de Castro: digno de admiración, respeto y adhesión como guerrillero y revolucionario, que al estilo de los más grandes héroes de América, realiza una hazaña digna de figurar en las epopeyas homéricas, y como gobernante ahora”.34 Tiene una visión muy crítica del rol imperialista que en un ámbito de Guerra Fría tienen tanto Estados Unidos como Rusia y analiza en detalle todas las negociaciones que se van dando entre ambas potencias, las potencias de segundo orden y sus intereses en las diferentes regiones del mundo y cómo todo esto afecta a los países de menor peso: “El tema es demasiado importante para esos países que en el área rusa como en el área norteamericana sufren las consecuencias de una política de exportaciones e importaciones que supone siempre el empobrecimiento de los países pobres, por más ‘hermanos’ o integrantes de la Alianza para el Progreso, que puedan hacer, en beneficio exclusivo de los ricos y poderosos. Con una diplomacia distinta, en un lenguaje diferente, trasuntando o transmitiendo cientos de años de vida enfrentados, de filosofías opuestas, los dos grandes colosos de la humanidad, practican, sin embargo, el mismo juego, se rigen por las mismas normas, hacen las mismas trampas”.35 Vinculada a su visión antiimperialista, reflexiona en varias ocasiones sobre la pérdida de prestigio de Estados Unidos, país que observa muy atentamente. 33. Ibídem, p. 84. 34. Ibídem, p. 80. 35. Michelini, Zelmar. “Rusia: los vicios del capitalismo”. Hechos, 21/05/1967, y en ob. cit., tomo II, p. 309.

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Su política interior parece suscitar cierta admiración en Zelmar al menos hasta la era Kennedy, pero en lo exterior lo critica y observa casi con tristeza su falta de compromiso con la paz: “No obstante, la oposición interna y la repercusión desfavorable que en el exterior tiene su actitud, la guerra en Vietnam continúa y con ella aumenta el desgaste de Estados Unidos, su pérdida de prestigio, el enojo de sus amigos. En un mundo en que se necesita más que nunca la comprensión de todos y el esfuerzo colectivo para superar el hambre, la miseria, el analfabetismo, la enfermedad, Estados Unidos, una de las piezas fundamentales en esta intención, por su poderío, por su avance técnico, por la calidad humana de sus hombres en ese esfuerzo, sigue empeñado en desprestigiarse, desfibrando su imagen y comprometiendo la tradicional política de occidente”.36 Critica abiertamente el peso de los poderes fácticos y su intromisión en asuntos internos, con referencia a las trasnacionales como parte del intervencionismo de Estados Unidos: “… por bajo cuerda, sin duda, quienes tantos gobiernos han depuesto y tantos dictadores han entronizado, empezarán a buscar mediaciones de los militares argentinos, siempre con vocación del gobierno de hecho. Porque los intereses petroleros han de ser tan expertos como la United-Fruit en esta materia de tratar con militares y de destrozar gobiernos”.37

36. Michelini, Zelmar. “¿Por qué y para qué se lucha en Vietnam?”. Hechos, 4/01/1967, y en ob. cit., tomo II, p. 206. 37. Michelini, Zelmar. “La batalla por el petróleo argentino, Illia con el dedo en el ventilador”. Hechos, 19/11/1963, y en ob. cit., tomo I, p. 124.

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Cuarto principio: El desarrollo humano y el derecho al desarrollo En cuanto al debate sobre el desarrollo humano, plantea casi como un docente los debates internacionales y el significado del derecho al desarrollo: • “… el actor de la primera idea fue Bertrand Russell. En 1955 había lanzado un llamado a los hombres de ciencia para que trataran conjuntamente las consecuencias sociales y políticas de la revolución científica que emprendían con la exploración del átomo. Ese documento —‘Recordad vuestra condición humana y olvidad el resto’— fue firmado por casi todos los sabios que habían recibido el Premio Nobel. Einstein estaba entre ellos y, por esa razón, la declaración se conoció en Occidente por el documento Einstein-Russell, aunque los soviéticos le añadieron el nombre de Curie”.38 • “El desarrollo debe cumplirse sin monopolio, y en una cooperación concreta entre individuos, sociedades y pueblos. El desarrollo es una actividad humana e implica la responsabilidad y el amor del hombre; no puede reducirse a la asistencia social o a la limosna; es, al contrario, una mutua comunicación de personas y de pueblos para realizar bien la vocación humana en la historia, que es la humanización de nuestro planeta, a fin de que sea una patria digna del hombre…”.39 • “Un derecho: El desarrollo no es solamente un hecho, es realmente un ‘derecho’ para cada individuo a ser una persona plena y el derecho para cada nación a ser 38. Michelini, Zelmar. “Cuando la proposición era ‘Cosa de locos’”. Hechos, 20/08/1963, y en ob. cit., tomo I, p. 104. 39. Michelini, Zelmar. “Del Obispo de Talca, Monseñor Larrain, La vida económico-social sudamericana constituye un gran peligro para la paz”. Hechos, 28/06/1966, y en ob. cit., tomo I, p. 374.

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un pueblo independiente. De esta manera, el desarrollo implica un triple derecho: 1) El derecho al desarrollo histórico querido, pues, igualmente aquí, no avanzar es retroceder. 2) El derecho de acceder a los nuevos progresos de la ciencia y de la técnica y 3) El derecho para los pueblos subdesarrollados de salir de su injusta situación También un deber: El desarrollo, siendo un derecho, es también un deber de estricta obligación moral para las naciones ricas de acudir en ayuda de las naciones pobres”.40 Quinto principio: Latinoamericanista con una mirada integracionista y a favor del libre comercio Zelmar defiende principalmente la soberanía de Uruguay y su independencia para negociar como quiera con el país que quiera independientemente de su régimen; entiende que es un país demasiado dependiente del resto, por lo que no se puede atar a ningún bloque y debe mantener su independencia de cualquier injerencia o influencia de sus vecinos u otros. Su mirada de la integración, hoy se podría catalogar como de regionalismo abierto, que como los hechos lo demuestran está llena de desafíos, que Zelmar identifica dentro de su defensa simultánea de integrarse y a la vez comerciar bilateralmente con terceros, con todos sin restricción: • “Y América es eso que se narra y dice. Un pueblo harto, insatisfecho, cansado, dolido, que recurrirá a cualquier medio con tal de superar sus crisis invetera40. Ibídem, p. 373.

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das, su miseria de años, su analfabetismo, enfermedad y pobreza crónicas. Que no admite más ser un simple productor de materias primas al servicio de los grandes países súper-industrializados y que reclama la libertad total, no solo el libre ejercicio de su soberanía sino también la posibilidad económica de independencia. ¿Cuánto tardarán en comprender esto los líderes norteamericanos? ¿Cuánto en admitirlo —ya lo saben— los que en América Latina representan y sirven obsecuentemente sus intereses?”.41 • “Los países de este continente no tienen otra alternativa que acelerar su integración de modo de hacer más fuertes sus razones, de crear un verdadero monopolio de países productores de materias primas que enfrente, en un pie de igualdad a los monopolios de los países altamente industrializados, hablándoles el lenguaje que, al parecer, es el único que están en condiciones de entender”.42 • “Resulta cada día más claro que no será posible para los países de América Latina salir del subdesarrollo sin una efectiva armonización de sus recursos y esfuerzos, que permitan ir creando un enorme mercado de más de 200 millones de consumidores, abatiendo los costos de sus industrias y haciéndolas competitivas con el mundo desarrollado. Nadie puede pensar seriamente en la actualidad que nuestro país, por ejemplo, con una población de 2 millones y medio de habitantes, se puede desarrollar como una economía cerrada y en tales condiciones determinar el progreso del sector industrial a 41. Michelini, Zelmar. “¿Qué se quiere para América Latina?”. Hechos, 29/10/1963, y en ob. cit., tomo I, p. 115. 42. Michelini, Zelmar. “El proyecto colorado de reforma y América Latina. La integración económica es el porvenir americano”. Hechos, 14/03/1966, y en ob. cit., tomo I, p. 276.

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los niveles necesarios para absorber la creciente oferta de mano de obra, todo ello actuando dentro de márgenes razonables de eficacia y competencia. Esa es, por otra parte, la realidad de la gran mayoría de los países de este continente y el concepto integracionista se va haciendo día a día más intenso”.43 • “Las experiencias realizadas hasta ahora, aunque no demasiado alentadoras, han servido por lo menos para desbrozar el camino e ir marcando la ruta de la integración, en una corriente de la cual nuestro país puede convertirse en líder, porque las razones políticas y geográficas nos colocan en inmejorables condiciones para ello”.44 • “Nunca practicamos el patrioterismo malsano que supone la explotación de determinados hechos para exacerbar el ánimo de nuestro pueblo, actitudes como esta deben ser cortadas de cuajo para evitar que se interprete indebidamente un silencio o tímida respuesta”.45 • “Y cuando sentimos cada vez con mayor fuerza la verdad de que América debe integrarse para luchar unida por su bienestar, por la paz y el progreso, estos golpes de la dictadura brasileña, constituyen un penoso jalón de oscuridad y regresión contra el que tenemos que alzar airados nuestra voz de protesta”.46 Se refiere a la estrategia de la dictadura brasileña de suplantación de las fronteras territoriales, por supuestas fronteras ideológicas, que según la dictadura brasileña, habrían supe-

43. Ibídem, p. 275. 44. Ibídem, pp. 275-276. 45. Michelini, Zelmar. “Ante un agravio al país, afirmar la soberanía es deber de todo instante”. Hechos, 11/02/1966, y en ob. cit., tomo I, p. 239. 46. Michelini, Zelmar. “Sucesos de Brasil”. Hechos, 21/10/1966, y en ob. cit., tomo II, p. 145.

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rado la clásica noción de soberanía.47 Estas reflexiones sobre aquella dictadura brasileña están lejos de la crisis de corrupción y legitimidad del gobierno de Brasil en el poder desde 2016, pero no dejan de recordar que la gobernabilidad resentida de Brasil tiene y tendrá efectos sobre cómo se integra la región en su conjunto. En cuanto a la necesidad de mantener los márgenes de libertad comercial, que luego podrían asimilarse a características del regionalismo abierto, Zelmar se expresa muy vehementemente con respecto a la necesidad vital de Uruguay de abrir mercados sin prejuicios de ningún tipo adhiriendo a la expresión “exportar o morir” cercana a la de “libertad o muerte” y refiriendo así a la libertad de comercio como condición de vida de un país como Uruguay, con un mercado interno muy reducido: • “Clarificando un tema que puede resultar árido para un buen sector de la población y demostrando, sin temor a los calificativos hirientes que inevitablemente vendrán, la importancia que para el Uruguay tiene no atarse a determinadas zonas y mercados para la colocación de sus productos”.48 • “Mil veces hemos proclamado la necesidad de que Uruguay adoptara, en su comercio exterior, una política agresiva, tratando por todos los medios de buscar nuevos mercados para sus materias primas y para el trabajo de sus obreros. Comprar a quien nos compre y vender a quien nos venda, fue una frase muchas veces repetida, que sintetizaba nuestra definida convicción de que solo 47. Michelini, Zelmar. “No declinemos el derecho inalienable de autorregirnos”. Hechos, 04/11/1966, y en ob. cit., tomo II, p. 150. 48. Michelini, Zelmar. “Libertad de comercio como única manera de progresar”. Hechos, 11/03/1967, y en ob. cit., tomo II, p. 226.

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así Uruguay podría encontrar salida a los problemas que lo afligen”.49 • “Cuando reclamamos la apertura de nuestras compras y ventas en el extranjero, reivindicando para nuestro país la libertad de comercio que es bandera efectiva de otras naciones y que les permite desarrollarse y mejorar, no lo hacemos solamente en función del campo comunista. Lo proclamamos en atención a todos los países del mundo, cualquiera sea el régimen que en él impere y con abstracción de los hombres o sistemas que puedan gobernar”.50 • “Hay mercados en los que se puede desarrollar en toda su plenitud ‘una política agresiva’ de exportaciones que den una solución al planteo crucial: ‘exportar o morir’”.51 • “No atarse absolutamente a ningún bloque en el mundo, debe ser la primera premisa a sostener con firmeza”.52 Esta visión del libre comercio podría parecer contradictoria con su visión latinoamericanista. Sin embargo queda claro a lo largo de sus artículos de prensa que plantea la integración regional como una prioridad política, como plataforma de acción que no limite la soberanía nacional y la libertad de comercio en el plano económico como el eje de su visión de la inserción internacional del Uruguay. En este sentido, entiende los desafíos de un país de menor tamaño relativo que precisa 49. Michelini, Zelmar. “El acuerdo comercial entre Uruguay y la URSS”. Hechos, 24/06/1967, y en ob. cit., tomo II, p. 360. 50. Michelini, Zelmar. “España es para nosotros, pieza importante a jugar de inmediato con confianza”. Hechos, 20/05/1967, y en ob. cit., tomo II, p. 305. 51. Michelini, Zelmar. “Libertad de comercio como única manera de progresar”. Hechos, 11/03/1967, y en ob. cit., tomo II, p. 227. 52. Ídem.

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defender su soberanía en cada acto y que a la vez puede actuar con mayor libertad por ser menos poderoso: • “A veces es conveniente, cuando no imprescindible, que a los poderosos, las naciones pequeñas les allanen el camino de las tratativas, para que nadie se sienta comprometido en la iniciativa, y para que no se actúe con el temor al fracaso o pensando en las ventajas políticas, que en el mundo podrían derivarse del éxito”.53 • “Hemos reclamado de nuestro país, en múltiples oportunidades, una política internacional no comprometida, es decir no atada de antemano a país o bloque alguno. Porque son esas naciones, las que mantienen independencia de decisiones las que pueden actuar cuando la hora del peligro se acerca y la paz del mundo compromete”.54 • “Nuestra democracia tiene historia en la opinión internacional. Historia de firmeza, de estabilidad y de tolerancia. Historia que significa una base excelente para actuar con entera libertad en la ONU y, especialmente, en su Asamblea General”.55 Usando el caso de Estados Unidos, coloca el debate sobre la privatización que hoy se da en llamar participación público-privada y sostiene que ha de ser incomprensible en Uruguay: • “Una discusión que se torna por momentos áspera se sucede en torno a un problema que no se comprendería en Montevideo. Se discute sobre si la administración, 53. Michelini, Zelmar. “Ante los hechos. Ha llegado el momento de dar la lucha por la Paz”. Hechos, 10/05/1966, y en ob. cit., tomo I, p. 311. 54. Michelini, Zelmar. “Dramático anuncio de U Thant”. Hechos, 15/05/1967, y en ob. cit., tomo II, p. 298. 55. Michelini, Zelmar. “Asamblea de las Naciones Unidas: Parlamento Mundial”. Hechos, 5/11/1963, y en ob. cit., tomo I, p. 122.

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organización y servicio del puerto de Detroit debe ser pública o privada. Hay un respeto tan grande por todo lo que es organización privada en este país, y un deseo de dejar librado a la competencia lo que entienden que es propio de ella, que actualmente en la prensa, en la televisión y en los organismos públicos, se libra apasionado debate por ese tema. Defensores ardorosos de cada una de la posiciones no faltan y por supuesto que el resultado final no puede ser previsible para nosotros. Sin embargo, uno entiende que se defienda aunque no lo comparta, la administración del puerto por organizaciones privadas. Es que en Estados Unidos la organización de muchos servicios en manos de particulares ha dado excelentes resultados, se le tiene confianza y respeto. Pero en Montevideo, una discusión de esta naturaleza, no tendría sentido. Ni aun los más antiestatistas se animarían a propiciar la entrega del puerto a los particulares”.56 Sexto principio: Criticismo a las condicionalidades de políticas de los organismos internacionales Zelmar es crítico de las condicionalidades de políticas que imponen los organismos internacionales y propone la alianza entre los países de la región para fortalecer el poder negociador de estos frente al poder de las instituciones financieras internacionales: • “Las relaciones de los países latinoamericanos con el Fondo Monetario Internacional han sido en los últimos años motivo de permanente preocupación, como que las directivas que aquel organismo traza e impone a 56. Michelini, Zelmar. “En un país gigantesco: Algunas ideas y problemas”. Acción, 07/08/1959, y en ob. cit, tomo I, pp. 42-43.

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los países adheridos han tenido repercusión no solo en el aspecto económico sino también en el político”.57 • “Y sin perjuicio del cumplimiento de las obligaciones que el país tiene y del pago de las deudas contraídas y de los planteamientos firmes y definitivos que Uruguay pueda realizar, es necesario que todo el tema se trate a nivel máximo, en una reunión conjunta de todos los países latinoamericanos, a fin de tomar una resolución común y negociar como continente. Mientras no se aplique el viejo aforismo de que la unión hace la fuerza, el Fondo, como el lobo del viejo cuento, se irá devorando uno a uno a los sub—desarrollados países de esta castigada América”.58 • “No desconocemos las enormes dificultades que supone el constituirse en punta de lanza del hemisferio, en un intento firme e impostergable de que el poderoso y avasallante F.M.I modifique su política en Latinoamérica. Pero mucho más peligroso, sería ignorar que continuar atado al carro de tan peligroso aliado —factor siempre de estancamiento económico y de regresión social en Latinoamérica— significará indefectiblemente postergar la gran esperanza de recuperación que el nuevo gobierno ha despertado”.59 Consideraciones finales Estos seis principios no agotan la visión de Zelmar, que supera esta revisión parcial. En gran medida estos representan la política exterior uruguaya del siglo XX 57. Michelini, Zelmar. “Posición del F.M.I”. Hechos, 02/02/1967, y en ob. cit., tomo II, p. 213. 58. Ibídem, p. 214. 59. Michelini, Zelmar. “La futura gestión del gobierno y el F.M.I”. Hechos, 28/03/1967, y en ob. cit., tomo II, p. 243.

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y lo que va del siglo XXI. Su vigencia es impactante. Las tensiones internacionales se repiten aunque los actores cambien, muchos de aquellos problemas perduran cincuenta años después. La lucidez del análisis de las relaciones internacionales de Zelmar hace pensar que hubiera podido ser un gran presidente o canciller, pero eso ya es otra historia. Su visión del Uruguay como laboratorio social (con otros términos de su época) denota también su comprensión de lo única que había sido la construcción local del Estado batllista en el mundo en desarrollo del siglo XX. Su defensa de la revolución social no violenta fue coherente con su visión de la paz ante todo. Su criticismo al comunismo y al capitalismo era osado para la época, donde la comodidad de muchas personas estaba en refugiarse en una de esas dos categorías. Él explicaba esto sosteniendo: “Somos batllismo. No somos comunistas, ni sentimos siquiera afinidad con sus procedimientos. Si así fuera, tendríamos la valentía y honestidad de decirlo. Somos solamente batllistas, y lo somos en cuanto el batllismo significó y significa —aunque muchos actualmente lo hayan olvidado pese a sus invocaciones diarias— la realización en nuestro país de la más profunda revolución social que, sin violencia, se concretó en Latinoamérica”.60 Por último, cabe destacar que más allá de la visión global del mundo que se desprende de sus artículos, Zelmar tiene un profundo respeto por quienes defendieron sus ideas, y más aún por quienes lo hicieron hasta la muerte, y comparte información y análisis sobre la trayectoria de varios personajes de su época en este sentido. Recuerda, por ejemplo, la trayectoria de 60. Michelini, Zelmar. “Kennedy y la ‘99’”. Hechos, 05/10/1966, y en ob. cit., tomo II, p. 130.

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René Cassin, redactor de la Declaración de los Derechos Humanos de Naciones Unidas junto a Eleanor Roosevelt, y a la vez presidente y principal redactor de la Constitución de la V República Francesa, quien al recibir el premio Nobel de la Paz humildemente sostenía: “El mundo está en tiempos de transición. La unidad es difícil. Las mentalidades y estructuras deben cambiar. Es difícil pero llegará”.61 En uno de sus tantos pasajes en homenaje a Kennedy, se refiere a su asesinato y su visión como sigue: “La muerte, ese asesinato cuya maraña tenebrosa indigna cada vez que se recuerda, lo encontró en plena lucha dentro de su propio país, contra muy poderosos intereses y contra anacrónicas formas de segregación racial. Y lo sorprendió también, cuando alcanzaba la dimensión de un estadista de excepción bregando ahincadamente por la paz en el mundo y por un destino mejor para los pueblos de esta América nuestra. Por eso nuestro recuerdo, nuestra emoción en este día del tercer aniversario de su muerte. Y junto a ellos, la esperanza de que sus ideas, aquéllas por las que dio su esfuerzo en la vida e incluso el sacrificio injusto de su muerte, tengan un día, lo más cercano posible, plena vigencia en toda América y en todo el mundo. Ese será, como el de todos los grandes hombres, el gran triunfo de Kennedy”.62 Su propia reflexión describe en gran medida a Zelmar también y al posterior sacrificio injusto de su muerte. Si sus principios se mantienen vigentes en su país, América Latina y en todo el mundo, ese será 61. Michelini, Zelmar (firmando como Marcos San Sebastián). “René Cassin: Premio Nobel de la Paz”. El Diario, 11/12/1968, y en ob. cit., tomo III, p. 149. 62. Michelini, Zelmar. “John F. Kennedy”. Hechos, 22/11/1966, y en ob. cit., tomo II, p. 159.

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como el de todas las grandes personas, el gran triunfo de Zelmar y de todos/as aquellos/as que defienden sus ideas de paz, libertad y democracia. Bibliografía Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1990-1991. Tomos I, II y III.

Internet Discurso de Zelmar Michelini ante el Tribunal Russel II. Disponible en: ‹https://www.youtube.com/watch?v= —_M—Eg_4GLA›, visitado el 20 de noviembre de 2016.

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Derechos humanos

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Zelmar Michelini: los derechos humanos como parte esencial de su pensamiento Felipe Michelini

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Introducción Abordar las ideas políticas de Zelmar Michelini, mi padre, a cuarenta años de su desaparición física, representa un enorme desafío. Su carisma y prolífica trayectoria de casi cuatro décadas de intensa actividad gremial, sindical, periodística y legislativa son siempre una especial fuente de inspiración para todo aquel preocupado por el ayer, el hoy y el mañana. Las trágicas circunstancias de su fallecimiento junto a Rosario Barredo, William Whitelaw y Héctor Gutiérrez Ruiz, sumadas a las consecuencias aún lacerantes del legado del terrorismo de Estado dentro y fuera de fronteras, le dan aún más importancia a comprender la profundidad de su pensamiento. La larga lucha por la verdad, la justicia, la memoria y la reparación ha tenido a Zelmar como un referente ineludible por su valor simbólico. A varias décadas de su asesinato, su figura y personalidad tienen un lugar privilegiado en el corazón de su pueblo. Las ideas de Michelini trascienden su trágica circunstancia final. Asimismo, su pensamiento va más allá de dos hechos cruciales, acaecidos previamente a su vil asesinato, que lo identifican total, inequívoca y directamente con la lucha por la plena vigencia de los derechos humanos en Uruguay y su protección efectiva. 399

Por una parte la acción de denuncia firme y constante a nivel parlamentario de los abusos y vejámenes del autoritarismo tanto del gobierno como del régimen del “pachecato” primero y después del bordaberrismo. Luego la resistencia constante en el exterior al golpe de Estado cívico militar, acompañada concomitantemente con una desinteresada solidaridad con los compatriotas dentro y fuera del país. Así lo tienen como un actor principal, las denuncias realizadas en las actuaciones parlamentarias de su último período denunciando los asesinatos, las torturas, los tormentos y arbitrariedades de miles de detenidos, incluidos los despidos abusivos de cientos de trabajadores. Esas denuncias eran detalladas, específicas y minuciosas. Respaldadas por testimonios e información fidedigna y verificadas escrupulosamente. Ninguna pudo ser desmentida o tildada de falsa. Es bueno tener presente que las víctimas no eran necesariamente de su sector político y por otra parte era notoria su discrepancia radical con los métodos de acción directa promovidos por muchos de ellos. El otro hecho central, y a la postre su último discurso y testamento político, fue su brillante y ejemplar intervención en el Tribunal Russell. Tanto en la sesión de apertura como en las actuaciones de las jornadas posteriores, su voz fue de denuncia de los atropellos como de fe y de esperanza en la búsqueda de soluciones para su pueblo. Ambas actitudes demuestran claridad de conceptos, un método riguroso de análisis de los hechos y de suma profesionalidad en la presentación de estos. Las instancias reseñadas, vistas las circunstancias, muestran un enorme coraje político. Han asociado su nombre en forma indeleble al reclamo de la plena vi400

gencia de los derechos humanos en nuestro país. Entendidos estos como promoción de la dignidad humana, en el marco de una democracia como sistema de convivencia legítimo con el libre y total ejercicio de las libertades públicas y sus garantías. Estos conceptos han evolucionado, clarificándose en el transcurrir del tiempo tanto a nivel universal, regional como nacional, lo que podría inducirnos al error de pensar que ese abordaje era evidente en su época. Nos llevaría eventualmente a extrapolar el análisis de que existía una plena conciencia de los límites del ejercicio del poder estatal. Hoy no hay duda de que hay límites no traspasables legítimamente en el caso de recurrir al uso de la violencia por parte del Estado o en caso de resistencia a la opresión, la tiranía o cualquier otro régimen. Por ejemplo, la regla del derecho a no ser objeto de torturas como derecho a la integridad personal, la vida y el debido proceso, era conocida. La norma se encuentra en el principal instrumento universal de protección de los derechos humanos, la Declaración Universal y a nivel regional la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre. En cambio, aún estaba en ciernes que eso constituía un límite infranqueable que no podía traspasarse y no admitía justificación alguna. Este trabajo desarrolla que la concepción de Michelini de los derechos humanos no fue simplemente producto de una reacción —por cierto valiosa e importante—, sino que deviene de una reflexión profunda sobre el ser humano, la sociedad y el poder que se incorpora a una filosofía política que intenta ser fiel a sí misma aun en las más difíciles situaciones.

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Trayectoria y contexto Zelmar nació en 1924 criado en el seno de una familia batllista. Asistió a la escuela y liceo público y a la Universidad de la República. Tanto de niño como de joven, vivió el golpe de Estado de Terra con el impacto social del asesinato de Julio César Grauert y el martirologio de Baltasar Brum. En el plano internacional la guerra civil española enmarcada en la dicotomía de las luchas antifascistas y antinazistas como preámbulo de la Segunda Guerra Mundial. Sus cursos en la Facultad de Derecho, aparte de su actividad gremial, no fueron necesariamente gratificantes, le diría años después a César di Candia: “… me aburrían horriblemente”.1 Treinta años después, a 122 días del exilio en Buenos Aires que lo definía como “… casi una cárcel…” le escribía a Margarita, su segunda hija, una larga carta en la que señalaba que había comenzado su peripecia: “Llevo en esto 35 años. Cuento desde el día que unos cuantos muchachos del Rodó […] fundamos la AER [Asociación de Estudiantes del liceo Rodó]”.2 Agregando que “… de ahí en adelante, ininterrumpidamente a través de muy distintos campos de lucha y en muy diferentes cargos, desde soldado anónimo hasta oficial de jerarquía más o menos gravitante. Creo que en las orientaciones de carácter general, en lo que son mis grandes líneas de acción y pensamiento nada he cambiado. Y que cada paso que he dado, cuando incluso he cambiado de lugar, ha sido para permanecer fiel a mis ideas o para servir mejor y más adecuadamente mi pensamiento y mi doctrina”.3 1. Di Candia, César. “15 minutos con Michelini”. Reporter, p. 2. 2. Carta a Margarita Michelini, inédita, 1973. 3. Ídem.

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La figura de Michelini como líder se consolida a partir de la conformación del sector Por el Gobierno del Pueblo, Lista 99, dentro del Partido Colorado, con el preámbulo de las diferencias con Luis Batlle bajo el telón de fondo de las luchas obreras, especialmente la huelga frigorífica del año 1961 con su impacto en la vida social por su conflictividad y la lucha distributiva. En ese marco se robustece un conjunto de ideas esenciales de su pensamiento, que lo ubican además en el espectro político nacional. Escribe años después: “El batllismo era para mí una filosofía, una forma de vida, una ideología que en 1940 representaba lo que yo entendía como las aspiraciones populares”.4 Hace cincuenta años de la fundación del sector Lista 99 y del surgimiento de Zelmar Michelini como líder. En efecto, fue la conjunción de sectores de las listas 14 y 15 del Partido Colorado pocos meses antes de una elección nacional, rompiendo esa barrera de bloques que eran competitivos a la interna y muy poderosos hacia afuera a los efectos de ganar elecciones, de gobernar y administrar el país. Ese quiebre de fronteras no era una cuestión sencilla ni usual en la política nacional. Una decisión política de enorme coraje político. En ese Uruguay se estaban procesando profundos cambios sociales. La mujer se estaba incorporando en forma creciente al trabajo remunerado, al trabajo como segundo ingreso de los recursos de la familia y al mismo tiempo asumiendo nuevos roles. Michelini lo identifica como el hecho más importante de este siglo al decirle a su amigo Di Candia: “La igualdad de derechos entre la mujer y el hombre, esa revolución que 4. Ídem.

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ha permitido a la mujer adquirir su sitio en la sociedad contemporánea”.5 Asimismo, se popularizó en forma creciente la educación secundaria, cuando anteriormente asistir al liceo y más aún terminar el Bachillerato era solamente posible para algunos pocos. También se desarrollaron incipientemente los medios masivos de comunicación. Hoy se considera a la televisión como algo normal, de la vida cotidiana, pero en esa época se daban los primeros pasos. Otro aspecto importante es que en el año 1958 se sancionó la Ley Orgánica de la Universidad de la República, producto de masivas movilizaciones estudiantiles, lo que marcó fuertemente a esa generación. En el plano económico, se entraba en un proceso de crisis productiva, incluyendo la caída muy significativa de la productividad, de debilitamiento de la inserción internacional del país con impacto en su comercio exterior. En el plano político, en el año 1958 se dio el primer gobierno del Partido Nacional en el país, con el trasfondo de “ruido de sables militares” que puso en duda el traspaso del gobierno. En la izquierda nacional se destaca la reestructura de las fuerzas históricas del Partido Socialista y del Partido Comunista, con una mayor inserción popular reconociendo aspectos de la tradición nacional como parte de su plataforma programática. Asimismo, comenzó una incipiente y minoritaria instalación de movimientos de guerrilla urbana inspirados en la gesta guevarista y la Revolución cubana. Todo ello en el marco del proceso de reunificación de los movimientos obreros de claro sesgo izquierdista vinculándose al movimiento estudiantil. 5. Di Candia, César, ob. cit., p. 8.

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Como datos no menores debemos recordar el fallecimiento, en esa época, de dos líderes históricos de las fuerzas tradicionales: Luis Batlle Berres y el doctor Herrera. En ese contexto, a pocos meses de las elecciones, surgía la 99 y el liderazgo de Michelini. Uruguay es un país que no tiene accidentes geográficos importantes, pero de todas formas una campaña nacional para conformar un nuevo sector no era, en aquella época, una tarea sencilla. Es demostrativo de ello que una comunicación telefónica desde Las Piedras a Montevideo demoraba una hora y media, e ir hasta Artigas representaba poco menos que una peripecia y llevaba más de una jornada. En el marco de la descrita crisis emergente en el país, la iniciativa fundante de la 99 promovida por exintegrantes de las listas 14 y 15 del Partido Colorado, que la conformaron, se explica por la búsqueda de caminos de entendimiento, de soluciones para recuperar la prosperidad y los niveles de civilidad que la sociedad uruguaya venía perdiendo en forma creciente. Los que conformaron la Lista 99 bajo el liderazgo de Michelini coincidían en una base común del pensamiento de Batlle y Ordóñez, pero estaba influida por tres aspectos históricos de enorme sensibilidad y trascendencia. El golpe “marzista” del año 1933 con las muertes de Baltasar Brum y Julio César Grauert, que implicó la ruptura de las instituciones en aquella época; la guerra civil española —que tuvo un impacto trascendente porque, por un lado, dividió a la familia uruguaya pero, al mismo tiempo, unificó y reordenó ideológicamente a nuestra sociedad—, y la impronta derivada de la lucha contra el nazifascismo de la Segunda Guerra Mundial. 405

Esa gesta, que naturalmente ubica a Zelmar Michelini como actor principalísimo, no tendría relevancia, más allá de un acontecimiento o hecho histórico peculiar, a no ser por el hilo conductor de su trayectoria, que resalta los valores republicanos con vocación política de servicio, con actitud de austeridad republicana, con entrega a las ideas sobre la base de la tolerancia, la fe en la democracia, la libertad y la justicia. A través de la 99 aquellos hombres y mujeres impulsaron en la década del sesenta el lema artiguista que los identificaba y comprometía en su acción: “Que los más infelices sean los más privilegiados”. Michelini interpretaba dicho pensamiento, ya en su adultez política, a través de su compromiso con las ideas progresistas del batllismo. Su definición no es simplemente ritualista, sino por el contrario se adecua al momento histórico. Es uno por cierto de enorme complejidad y azaroso, pues en el plano internacional se vive a plenitud la Guerra Fría incluyendo la influencia de la Revolución cubana en el continente. En el plano nacional, la profundidad de la crisis económica y social, reflejando el fracaso del modelo desarrollista, por una parte, y, en la otra, la implementación de los planes de ajuste promovidos por los organismos de crédito internacional afectando directamente las políticas de desarrollo nacional y la equitativa distribución del ingreso. Pensamiento y doctrina Michelini se expresa en el diario Hechos explicitando las bases conceptuales de su pensamiento, un conjunto de ideas que explican su derrotero posterior. 406

En ese sentido, el artículo de enero de 1964 titulado “Por nuestro propio camino”6 resulta premonitorio. El eje central del pensamiento de Zelmar Michelini lo define él mismo, asumiendo, como “base de la arquitectura social, el principio de la dignidad humana. Y [que] no hay dignidad posible para el hombre, si carece de libertad o si no se siente igual entre iguales”; definiéndose “por la Justicia integral, como única fórmula para la convivencia digna de los hombres”. Complementando el concepto con la idea de “una estructura jurídica que sea escudo del derecho de los débiles y muralla contra la prepotencia de los fuertes”. Asimismo, como hombre de acción su tarea no era la simple contemplación de la realidad, sino que para su logro era “imprescindible reformar, modificar, reestructurar, cambiar”. Finalizaba el artículo proponiendo “avanzar en la realización democrática de la justicia social, para que esta República libre e independiente, siga siendo ‘feliz y justiciera’ y sea siempre gobernada por uruguayos, con ideas y soluciones uruguayas”. En ese mundo la idea de los derechos humanos aún se encontraba en una etapa de consolidación. Se habían sancionado las declaraciones fundamentales como la universal y la americana, pero muchos discutían su obligatoriedad y carácter vinculante al no ser tratados que generasen obligaciones entre los Estados partes. Los que hoy se consideran hitos normativos aún habrían de esperar. En el plano universal recién en 1966 se aprobarían los Pactos Internacionales de Derechos Humanos: el de los derechos civiles y políticos y el de los económicos, sociales y culturales, 6. Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1990. Tomo I, p. 151.

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que recién una década después, en 1976, entrarían en vigor. En el plano interamericano habría que esperar a 1969 para que se aprobara la Convención Interamericana de Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica, que recién entraría en vigencia en 1978. La Convención de Naciones Unidas Contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes entró finalmente en vigencia en 1987. Muchos más años debió esperar la creación de la Corte Penal Internacional como tribunal de carácter permanente para juzgar los crímenes más repugnantes como el genocidio, los de guerra, de lesa humanidad y de agresión, que entró en vigencia recién en el siglo XXI. La Guerra Fría se reflejaba también en la discusión teórica de qué eran derechos humanos y cuáles constituían tan solo aspiraciones. El bloque capitalista liderado por los Estados Unidos sostenía que solamente los derechos civiles y políticos podían ser considerados derechos, y el bloque del socialismo real dirigido por la Unión Soviética sostenía la inversa, que solo los derechos económicos, sociales y culturales podían considerarse derechos. Una vez producido el colapso del bloque socialista, la Declaración y Plan de Acción de Viena de la Cumbre de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos realizará la síntesis de todos los derechos humanos, tanto los civiles y políticos como los económicos, sociales y culturales determinando que son universales, indivisibles e interdependientes y están relacionados entre sí y que no es posible alegar la negación de unos para la afirmación de los otros. Esta perspectiva fue aún más subrayada en la concreción del Examen Periódico Universal en el flamante Consejo de los Derechos Humanos de acuerdo a la reforma del año 2006. 408

Ese concepto ya estaba sintetizado en el pensamiento de Michelini, que lo resume en el año 1966 otra vez en Hechos en el título de su artículo del 16 de febrero de 1966 de “Ni esclavos por hambre, ni esclavos por las ideas”.7 Allí desarrolla con claridad la tesis de que: “… ambas nociones se complementan y que no puede hablarse en un sentido restrictivo del concepto de libertad, sino que se integran con todos los aspectos que hacen posible que un hombre, un grupo, un pueblo, puedan ser dueños de su vida y de su destino”. Subrayando el concepto de que “para que un hombre sea integralmente libre, no solo debe tener todas las posibilidades de emitir y manifestar sus sentimientos, sus ideas, de ejercer su voluntad, sino también la seguridad de poder atender a su sustento económico y el de su familia, y así el alimento, la vivienda, el vestido, la educación, la salud, son nociones integradas definitivamente al concepto de libertad”. Finalizando: “De nada vale la libertad de expresión, sin pan y sin techo. De nada valen el pan y el techo que se pueda tener en un país donde el hombre es condenado por pensar y escribir. Sólo la igualdad de los dos conceptos —libertad individual y económica— justifica plenamente la vida del hombre y su permanente lucha por un mundo mejor”. Su pensamiento se expresa el 17 de diciembre de 1965 cuando se exigía públicamente la investigación sobre torturas en el caso del ingeniero Julio Arizaga, “… porque no admitimos torturas de clase alguna”. Premonitorias palabras en el sentido de que “si repudiamos a quienes, investidos de autoridad, maltratan a los detenidos, censuramos igualmente con dureza, a los jerarcas administrativos o judiciales, que habituados a colaborar con la policía, llegan por debilidad a 7. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo I, p. 246.

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permitir estos desmanes y a no ponerles el freno que la ley y un sentido elemental de justicia les impone. Investigar para sanear, para prevenir, para tranquilizar. Insistiremos todo lo que sea necesario”, expresaba al final del artículo.8 Estos claros conceptos de la obligación de garantizar los derechos que expresa Michelini, se irán consolidando en el sistema de protección regional de los derechos humanos. Luego en el primer caso contencioso de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en la sentencia Velázquez Rodríguez de 1988, se concluye que ninguna actividad del Estado puede estar basada en el desprecio del ser humano. Las ideas de Michelini hablan de la memoria, la justicia y la reparación. En la citada carta a Margarita, expresaba su fe en el triunfo: “[aunque] no lo vea, contento estaré… Pero llegará. Y sin rencor, sin odio, pero con muy buena memoria, digo también que no debe olvidarse a los que estuvieron contra la ola revolucionaria y a los que, impunemente, castigaron al pueblo. Un concepto bíblico dice que nadie puede querer eludir su destino —palabra más o menos. Pues bien nuestra tarea, parte de ella, es tener memoria para que nadie lo eluda, entendiendo también por destino el pago de las culpas”.9 El pensamiento de Michelini no es solo reflexión, sino que por el contrario se concreta en líneas de acción que lo llevan a interpelarse constantemente sobre su labor. Lo dice él con claridad: “… yo puedo afirmar —sin vanidad alguna— que realmente vivo pues me he ido adecuando a las circunstancias de una sociedad cambiante y no me he quedado en las formas vacías que podían preconizarse en aquel entonces. 8. Ibídem, p. 170. 9. Michelini, Zelmar, Carta a Margarita, ob. cit.

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Democracia, libertad, derechos humanos, igualdad —visto están— pueden transformarse en etiquetas sin contenido, si no se tiene la valentía y la constancia de interpretarlas constantemente”.10 Esa es una conducta constante de Michelini. La manifiesta ya en oposición a las Medidas Prontas de Seguridad en 1958, adoptadas por Martínez Trueba y llevadas adelante por el jefe de Policía de la época en el sentido que lo expresa en el año 1962 como primera discrepancia con Luis Batlle: “Las Medidas de Seguridad […] eran atentatorias, faltas de fundamento […] solo se justifican en caso de cataclismos. Los problemas nacionales deben arreglarse con soluciones pacíficas y no de represión. La represión solo indica debilidad del gobierno”.11 Esta visión de Michelini en la defensa de la dignidad humana no se restringe tan solo a hechos o situaciones dentro de las fronteras nacionales. Es producto de un pensamiento integral que pasa también por la comprensión desde esa perspectiva de los fenómenos internacionales, y se expresa en su actuación periodística, parlamentaria y política. Un buen ejemplo de ello es cuando presenta conjuntamente con todos los diputados de la Lista 99 en enero de 1965 el proyecto de ley que “declara el día 24 de abril de recordación de los mártires armenios”. La exposición de motivos del proyecto que se transformaría en la Ley 13.326 de 22 de abril de 1965 es una clara denuncia de los asesinatos de armenios en 1915 y los presenta como una forma inequívoca del genocidio ocurrido y tantas veces negado. 10. Ídem. 11. Di Candia, César, ob. cit.

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A más de cincuenta años de aquel proyecto de ley, el Consejo Nacional Armenio y el Consejo Nacional Armenio de Sudamérica destacan “la valentía de los legisladores uruguayos, la claridad de sus conceptos y lo enérgico de su repudio a toda forma de genocidio plasmada en la Exposición de Motivos de la Ley, y en las actas de las Sesiones durante su trámite parlamentario, lejos de quedar reservadas a los historiadores, han cobrado año a año mayor actualidad…”.12 En definitiva, asume que no es con la violencia estatal que se resuelven los problemas, sino que “la paz no se impone por las armas. Ni por la fuerza. Ni ha sido nunca patrimonio de los vencedores. Se logra por el entendimiento, por el acercarse a la conversación, por ese diálogo tan publicitado…”.13 En ese sentido se adelantaba a lo que hoy se entiende como parte sustancial en la forma, en cómo las sociedades y sus gobiernos deben hacer para no caer en situaciones de violencia con graves y sistemáticos atentados a los derechos humanos. Conclusión La conducta y el discurso de Michelini lo ubican como un adelantado a su época en la reflexión sobre los derechos humanos. Si bien la acción lo tuvo como protagonista principal en relación a su defensa, ella no fue solamente como una reacción o un activismo vacuo, sino producto de una reflexión profunda vinculada a su particular interpretación del batllismo como pensamiento político. 12. Véase: ‹http://www.causaarmenia.org/?page_id=475›. 13. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo I, p. 167.

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Esta se expresa siempre apoyándose en la futura perspectiva histórica, tal como lo reflejan sus intervenciones parlamentarias o el discurso del Tribunal Russell. En mayo de 1984, junto a sus amigos de la Lista 99 que aún no se resignaban a ver a su amigo, líder, mentor y compañero asesinado y a quien no pudieron rendirle el merecido homenaje el día del entierro en plena dictadura, se convocaron en el Cementerio Central para hacerlo ocho años más tarde, un acto por sí mismo de resistencia al régimen que aún ilegítimamente controlaba el país. Finalizando la parte oratoria, Liborio Sica señalaba con vívida y sincera emoción que Zelmar “murió en la vida, renació en la muerte”.14 Hoy, a cuatro décadas de su vil asesinato, Zelmar renace en cada acto de rebeldía ante la injusticia, pero también en cada reflexión e idea para hacer realidad, como escribía él mismo en 1965, ese “mejor destino, [que] merece nuestro pueblo uruguayo”.15

14. Lectura de Liborio Sica en el acto público en 1984 en el Cementerio Central, en la instalación de la primera placa recordatoria. Este discurso fue publicado por el semanario nacionalista La Democracia. 15. Michelini, Zelmar, ob. cit., tomo I, p. 167.

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1972: Zelmar Michelini, la conciencia de la república Virginia Martínez

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En el período previo al golpe de Estado, marcado por la violencia política y los conflictos sociales, Zelmar Michelini se recorta como una referencia política y ética en un país que avanza hacia la ruptura institucional. La ponencia revisa su actuación parlamentaria en el año 1972, centrada en la denuncia de la acción del Escuadrón de la Muerte, la tortura, la aplicación de la justicia militar a civiles, la creciente autonomía de las Fuerzas Armadas y el peligro que suponen el estado de guerra interno y la ley de seguridad del Estado. En esa coyuntura Michelini destaca por una prédica democrática radical y se anuncia como adelantado en la defensa de los derechos humanos, campo político y teórico por entonces inexistente para la izquierda uruguaya, que le dará proyección internacional. Introducción En un reportaje que le hace a principios del año siguiente el periodista Ernesto González Bermejo para la revista Chile hoy, Michelini caracteriza al año 1972 como un año recorrido por dos grandes luchas: “la lucha económica de los trabajadores por la defensa de su salario y la lucha por los derechos humanos”.1 1. Jaunarena, Mario (selección y prólogo). El pueblo vencerá. Discursos, entrevistas y artículos de Zelmar Michelini. Buenos Aires: Fundación, 1985, p. 269.

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En ese momento de la vida del país, que él define como trágico y que, en efecto, tiene los componentes del género, Michelini destaca por la lucidez, la fuerza y el compromiso en la defensa de las libertades y, sobre todo, de la dignidad humana, una idea central en la moderna concepción de los derechos humanos. Ese también fue un año difícil en lo personal pues poco después del inicio de la legislatura, que lo tiene ahora como senador electo por el Frente Amplio, sufre el primero de una serie de atentados y en junio detienen a Elisa, su hija mayor. La ya larga trayectoria de Michelini había hecho foco en la igualdad social y el antiimperialismo; ahora se verá obligado a centrarse en la lucha por las libertades y la defensa de la vida contra el avance autoritario. No es menos cierto que esa prédica no nació en 1972, sino que tenía antecedentes en las numerosas denuncias que venía haciendo desde principios de la década del sesenta sobre la arbitrariedad policial con refugiados paraguayos, los allanamientos nocturnos sin orden judicial a dirigentes estudiantiles y sindicales, la violación del derecho al trabajo con la destitución de funcionarios de UTE, de la Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland y la banca pública, y de las cada vez más frecuentes listas negras que condenaban a la desocupación a los trabajadores con compromiso social. El 24 y 25 de setiembre de 1968 interpeló al ministro del Interior Eduardo Jiménez de Aréchaga por el asesinato de los estudiantes Hugo de los Santos y Susana Pintos. Pidió las renuncias del ministro y del jefe de Policía por su responsabilidad política en el uso por parte de la Policía de escopetas de balines para reprimir manifestaciones de estudiantes y trabajadores, 418

todos heridos de bala “del tórax para arriba”.2 En ese entonces todavía era un hombre del Partido Colorado pero no dudó en afirmar: “Nuestra colectividad política va a llevar como una mancha permanente la sangre de estos muchachos”.3 El 14 de agosto de 1970, luego del asesinato de Dan Mitrione, se negó a votar la suspensión de garantías individuales e hizo un anuncio premonitorio: “El país va a vivir días mucho más oscuros”.4 No retorno En efecto, el año 1972 encuentra al país sumido en la violencia política y la conflictividad social. Desde hace cuatro años rige un régimen de excepción que combina y superpone la suspensión de las garantías individuales con la aplicación de Medidas Prontas de Seguridad. Vencido el plazo el Poder Ejecutivo, solicita la aprobación de la Asamblea General para reimplantarlas pero también las extiende unilateralmente cada vez que lo entiende necesario. A ello se agrega la aprobación del estado de guerra interno y luego la ley de seguridad del Estado. Si pudiéramos volver a esa época veríamos un Montevideo patrullado día y noche, sacudido por atentados con bombas, allanamientos masivos, conmovido por el asesinato de militares y civiles, las acciones de la guerrilla y del Escuadrón de la Muerte. La represión también se ha extendido al interior: se tortura en cuarteles de Artigas, Treinta y Tres y Maldonado, para citar solo algunas de las unidades militares que se repetirán en las denuncias de Michelini. 2. Jaunarena, ob. cit., p. 19. 3. Ibídem, p. 26. 4. Ibídem, p. 35.

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El año 1972 marca un punto de no retorno en la historia del país y así lo expresa Michelini en el citado reportaje: “El Uruguay de antes no vuelve más”. Solo en la primera mitad del año hay más de treinta intervenciones suyas en el Senado y la Asamblea General denunciando alguna de las numerosas violaciones a los derechos humanos que ocurren en el país. En todas ellas hay una pasión desesperada (casi física, se diría) en la defensa de las libertades y de la vida. Una pasión racional, aun si los términos parecen contradictorios. En Michelini, la pasión no es un adjetivo de la forma ni un velo que nubla el pensamiento. Es, por el contrario, un atributo que nace de su convicción política y ética, de la conciencia democrática que lo anima. Pero además, o por eso mismo, lo que dice tiene una fuerza y una belleza trágicas. Las intervenciones están surcadas de imágenes potentes, de metáforas y citas, y en sus artículos periodísticos, por momentos, puede encontrarse la mejor literatura. Esa cualidad lo distingue de sus contemporáneos en el Parlamento y también de los legisladores del presente, una época ganada por el lenguaje político plano. Adelantado La lucha de Michelini en la defensa de los derechos humanos tiene rasgos propios, que permiten hablar de una concepción integral temprana en ese campo teórico y político aún inexistente para la izquierda uruguaya. Los principales rasgos de su actuación en el período son: La denuncia intransigente de la tortura. La práctica no era nueva en el país ni el asunto ajeno al 420

debate parlamentario, pero a partir de fines de los sesenta y al amparo de las medidas de excepción para combatir a la sedición se generalizó, agravó y, sobre todo, alcanzó a un sector de la sociedad que antes no había tocado. “No hay problema que nos angustie y nos importe más que el de las torturas”, dice a mitad de año en el Senado.5 Y en agosto escribe en Marcha: “Cuando se escriba la historia de este tiempo dramático que vive la nación, uno de los capítulos más importantes será el de los apremios físicos, morales y espirituales a que han sido sometidos los detenidos, culpables o no. Parece imprescindible contribuir con la recopilación de antecedentes para que el historiador tenga a mano elementos de juicio pertinentes”.6 En los primeros ocho meses del año 1972 hubo seis muertos por tortura: Luis Carlos Batalla (mayo), Juan Fachinelli (junio), Edison Marín (junio), Walter Sanzó (junio) Héctor Jurado Avellaneda (julio) y Carlos Alvariza (agosto). En esos días también se conoció que Héctor Castagnetto, estudiante secuestrado meses antes, que estaba desaparecido, había sido torturado y asesinado. Si históricamente la tortura se había empleado como método de interrogatorio ahora empieza a ser un instrumento de contención de la lucha social, necesario para imponer el miedo y gobernar. Dice Michelini: “Hay un vejamen continuo para cientos y cientos, cuando no miles de ciudadanos, que no tienen nada que ver con la sedición”.7 Dos años más tarde, ante el 5. Parlamento del Uruguay. Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. Montevideo, 14 de junio de 1972. 6. “Tiempo dramático”. Marcha, 18/08/1972. 7. Parlamento del Uruguay. Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. Montevideo, 19 de mayo de 1972.

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Tribunal Russell, definirá la tortura como una “exhibición de poder absoluto”. Siempre que se evoca a Michelini se recuerda la potencia de su oratoria, que el general Liber Seregni definió como prosa torrencial. Menos frecuente es la mención a que, tanto como sabía hablar, sabía escuchar. Y por eso, entre otras cualidades personales, se convierte en la referencia de los familiares de los presos y torturados. “¿Fuiste a ver a Michelini?”, “Andá a ver a Michelini”, es la pregunta y el consejo que se repiten los familiares de los presos políticos en 1972. Van a visitarlo al Parlamento, llegan a la casa con un dato o pidiéndole que lo averigüe, lo buscan para que les dé ayuda o consejo. Él recibe a todos, como hará más tarde en el hotel Liberty de Buenos Aires. La descripción de las técnicas de tormento. La picana, las colgadas, el submarino, el teléfono, los simulacros de fusilamiento, el plantón y la capucha. En el inventario del horror que Michelini despliega a diario hay que detenerse en la tenacidad con la que denuncia el uso de la capucha (antesala de la tortura física y tortura en sí misma) que busca amedrentar y destruir psicológicamente a la persona detenida. La capucha, que muchos hombres y mujeres que la padecieron describen casi como peor que la tortura física, rompe el vínculo del prisionero con el mundo exterior y lo sume en su soledad y desamparo. Cada vez que se refiere a la capucha, con una insistencia que no ceja, no pierde la ocasión de recordarle al ministro de Defensa general Enrique Olegario Magnani que él comprometió su honor ante el Parlamento de que no se usaría más: “Las capuchas siguen, siguen y siguen, no obstante aquellas palabras altisonantes del señor 422

ministro de Defensa Nacional”, le reprocha una de las tantas veces que menciona el asunto.8 Denuncia la tortura a menores de edad, pide informes por detenidos que llevan más de cuarenta, cincuenta o sesenta días incomunicados sin siquiera ser sometidos a la justicia militar y también se preocupa por la situación de los presos internados en la sala 8 del hospital Militar. A fin de año comienza a ocuparse de un nuevo capítulo en la tortura a los detenidos: el recién inaugurado Establecimiento Militar de Reclusión número 1, que ya se conoce con el nombre de Penal de Libertad. Y el contenido de su denuncia adelanta lo que más tarde y por más de una década se leerá en los informes de las organizaciones de derechos humanos: el carácter represivo del reglamento de la prisión militar Penal de Libertad, la supresión del nombre del detenido sustituyéndolo por un número, la despersonalización del régimen carcelario, su filosofía destinada al escarnio y la destrucción. “No podrá citarse un ejemplo parecido en la penología moderna”, afirma Michelini. La batalla de la información. Los comunicados de la Oficina de Prensa de las Fuerzas Conjuntas que se difunden a las ocho de la noche por cadena de radio y televisión son el único medio para informarse de lo que sucede en el país sin incurrir en delito militar. Al día siguiente del asesinato de los ocho obreros comunistas, la madrugada del 17 de abril de 1972 en el seccional 20o de su partido, el Ministerio de Defensa y el Ministerio del Interior emiten la Orden de Seguridad número 1. La orden establece que los medios de comunicación no podrán dar información sobre 8. Parlamento del Uruguay. Diario de Sesiones de la Asamblea General. Montevideo, 29 y 30 de junio de 1972.

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operaciones militares o policiales que no sea suministrada oficialmente; tampoco podrán informar de acciones de las organizaciones subversivas, reproducir documentos relacionados con ellas ni emitir opiniones o juicios sobre la actuación de las Fuerzas Armadas que conspiren contra su moral y reputación. La violación de cualquiera de las disposiciones que contiene la orden se considera delito militar. Michelini tiene conciencia de que para desmentir la versión de los comunicados militares, hacer visible la violación de los derechos humanos y señalar la responsabilidad política del gobierno es imprescindible romper el aislamiento informativo que imponen las órdenes y partes oficiales. Las intervenciones en el Parlamento serán la principal herramienta con la que intentará escapar al monopolio de la información que ejercen el gobierno y las Fuerzas Conjuntas. Lo dice expresamente en el Senado cuando presenta el pedido de informe al Ministerio de Defensa por la muerte de los presos Walter Sanzó y Edison Marín: “… es necesario aclarar el sentido de los mismos, ya que podría parecer que si se piden datos de si fallecieron dos detenidos, existieran dudas sobre si realmente estas personas fallecieron. Me interesa aclarar esto, porque el país debe conocer que, efectivamente, esas personas fallecieron y estaban detenidas ambas. Pero este recurso de que un senador tenga que plantear el tema en el Cuerpo, a efectos, a efectos de poder dar difusión a la noticia, seguramente no tiene precedentes en la historia del país”.9 Responsabilidad en el trabajo de información. Michelini cruza los datos que recibe, confirma las 9. Parlamento del Uruguay. Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. Montevideo, 6 de junio de 1972.

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fuentes, y no afirma si no tiene certeza y conocimiento de la materia y caso que denuncia. Para ello consulta a médicos, se entrevista con militares, respalda las denuncias con la presentación de historias clínicas, exige autopsias. Y siempre ofrece al Poder Ejecutivo la posibilidad de que confirme o desmienta su versión. El ofrecimiento no es un asunto metodológico de fiabilidad y verificación, sino que tiene una intención política inocultable: impedir que el Poder Ejecutivo pueda alegar ignorancia y, a la vez, obligarlo a investigar. Así sucede cuando denuncia la paliza que le dieron al secretario de Seregni, Luis Franco. Según la versión del ministro Magnani, Franco estaba internado por un ataque de histeria. Michelini lo invita a ir juntos al hospital Militar para comprobar en forma directa y personal la denuncia. Le proporciona el número de sala y de cama donde está Franco y, además, ofrece al ministro llevarlo en su auto.10 En julio denuncia las torturas al secretario general del sindicato de FUNSA, León Duarte, en el cuartel de San Ramón. Y le pide al general Magnani que reciba a Duarte para escuchar personalmente su testimonio: “Si el ministro de Defensa Nacional tiene sensibilidad tendría que llamarlo ya, sea para decirle que es un mentiroso, o para iniciar de inmediato las investigaciones”.11 Responsabilidad de los medios de comunicación. Michelini identifica a los medios de comunicación (prensa, radio y televisión) como reproductores de las verdades oficiales y cómplices del clima de 10. Parlamento del Uruguay. Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. Montevideo, 16 de mayo de 1972, p. 329. 11. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 4 y 5 de julio de 1972, p. 454.

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impunidad que va ganando al país. La acusación se repite en las intervenciones parlamentarias: habla del “silencio culpable” 12 de Acción, El Día y El País, y más adelante denuncia el silencio de la llamada prensa grande: “diarios con tradición dignísima en la materia —otras épocas y otros hombres— tendieron a silenciar, por interés propio o por justificación de una ‘sagrada cruzada’, lo que jamás debió callarse. Súmense a eso las radios y la televisión que nunca […] informaron sobre los hechos reiteradamente denunciados. Por supuesto que radio y televisión constituyen en más de un caso un ejemplo de concentración de poder informativo que habrá que investigar —en última instancia su salida al aire depende de la concesión gubernamental en materia de ondas”. Desnuda el mecanismo de silenciamiento del gobierno, que actúa en combinación con los medios. Describe una escena que se repite: “Cuando denunciamos apremios físicos y morales y damos los nombres de las víctimas, el ministro calla. No niega ni admite. Pero después hace declaraciones a la prensa negando todo. En la Asamblea General no dice nada y está ahí de cuerpo presente durante 8,10, 20 o 30 horas. Acepta absolutamente todo lo que le dicen. Es incapaz de alguna reacción y después niega absolutamente todo, y, claro, como nuestras palabras no se hacen públicas y, en cambio, las de él pasan por los canales de televisión, por las radios, etc.”.13 Ganar la batalla de la opinión pública es la única manera de combatir lo que él llama el “efecto narcotizante” del autoritarismo en la sociedad: “Pensamos que 12. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 15 y 16 de mayo de 1972. 13. Ídem.

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una de las maneras más efectivas para que la tortura pueda terminar —lo decimos con claridad, no escondemos nada— es mediante una gran presión por parte de la opinión pública. Que se sepa perfectamente bien que el oficial que tortura tiene que ser señalado ante la opinión pública y que está comprometiendo a todo el Ejército y al país”.14 Importancia de la solidaridad internacional. Junto a las redes nacionales y los comités de apoyo a los presos políticos, la solidaridad internacional integra un entramado de relaciones personales y colectivas cuyo valor Michelini comprende tempranamente. Este es un aspecto de su trabajo que más tarde desarrollará en el exilio pero que ya está presente en 1972, se refiere al Sindicato Médico del Uruguay (SMU), a la Federación Médica del Interior, a la Asociación de Psicólogos, a la Conferencia Episcopal Uruguaya y a la Comisión Internacional de Juristas, actores y potenciales aliados en la red de agentes receptivos y activos en la denuncia. Por otro lado, Michelini conoce, y es un ejemplo para él, el trabajo que llevó adelante el arzobispo de Olinda y Recife, Helder Câmara, quien con el respaldo de sectores de la Iglesia había llegado hasta el papa en la denuncia de las torturas en Brasil. Y cita expresamente el apoyo del senador Edward Kennedy a la denuncia de don Helder Câmara, contacto que él mismo buscará desde Buenos Aires. Y a principios del año siguiente subraya como fenómeno nuevo y sustantivo la existencia de los comités de apoyo a los presos políticos y sus denuncias en la Comisión Internacional de Juristas, en Ginebra. 14. Parlamento del Uruguay, ob. cit., 15 y 16 de junio de 1972.

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Por último, se impone señalar que el trabajo de Michelini trasciende la necesaria denuncia concreta de la tortura (casos, técnicas, responsabilidades) para internarse en una reflexión lúcida y premonitoria sobre sus efectos políticos, sociales y morales de largo plazo: rechaza las voces que justifican o minimizan la tortura amparándose en razones de Estado y advierte que una vez que el mecanismo de violación a los derechos humanos se ha puesto en marcha es imposible de detener porque empieza a responder a su propia lógica. Apunta además otra consecuencia: la tortura lesiona a la sociedad y envilece a quienes la practican, en este caso a los uniformados. Para ello recurre, más de una vez, al ejemplo de la guerra de Argelia. La elección no podía ser más pertinente porque Francia aplicó en Argelia un método de represión que luego exportará a Estados Unidos y a países latinoamericanos y que tiene lo esencial de la configuración del terrorismo de Estado que va a implantarse en los países del Cono Sur en los años siguientes: la teoría del enemigo interno, una técnica represiva basada en la división de la ciudad en zonas, los allanamientos masivos, la tortura, la ejecución sumaria y clandestina y la desaparición de los cuerpos. En particular, Michelini cita como ejemplo aleccionador la peripecia del más joven de los generales franceses. Jacques Bollardière, un católico y gaullista de la primera hora, que se niega a obedecer la orden de torturar que le da otro general, Jacques Massu, tan católico y gaullista como él. Además de conocer y dominar los temas de política internacional, está claro que Michelini ha quedado vivamente impresionado por la integridad de Bollardière. Por lo menos en dos oportunidades se refiere a su negativa a cumplir órdenes denigrantes y cita 428

extensamente el testimonio del general: “Torturar a los árabes para hacerlos hablar aun cuando ello apareciera como el único medio eficaz, quedaba descartado […] si el comando cede en el principio absoluto de respeto a la persona, sea o no enemiga, se da un desencadenamiento de instintos turbios que no conocen límites y siempre se encuentra el medio de justificarse”. Michelini apela a la lectura del testimonio de Bollardière en la sesión del 14 y 15 de abril de 1972, cuando la Asamblea General se ha reunido para discutir el mensaje del Poder Ejecutivo de suspensión de las garantías individuales y aprobar el estado de guerra interno, día clave en la cronología que aceleró el avance del país hacia el autoritarismo y la represión política. Bibliografía Jaunarena, Mario (selección y prólogo). El pueblo vencerá. Discursos, entrevistas y artículos de Zelmar Michelini. Buenos Aires: Fundación, 1985.

Fuentes - Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores. - Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes. - Semanario Marcha, 1972.

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Michelini desde Buenos Aires Una prédica pionera de la defensa de los derechos humanos de la izquierda uruguaya Vania Markarian

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Zelmar Michelini tuvo un papel central en los procesos de transformación de las izquierdas uruguayas en el exilio bonaerense a mediados de los años setenta. Radicado en la capital argentina desde 1973, fue seguramente el primero en ubicar la denuncia internacional de las violaciones a los derechos humanos en el centro de sus preocupaciones políticas. El rasgo distintivo de su prédica no fue tanto su radical oposición a estos abusos, que compartía con sus compañeros en la izquierda, sino la expresión específica de esta posición en las condiciones de su exilio argentino. El interés de Michelini era captar la atención del mundo sobre la situación en Uruguay y aprovechar los mecanismos internacionales disponibles para castigar a los gobiernos que violaran los derechos de sus ciudadanos. Se dirigía directamente al gobierno de Estados Unidos porque lo acusaba de apoyar la instalación de regímenes autoritarios en América Latina y pensaba, por lo tanto, que su intervención podía determinar un cambio de rumbo. Como parte de este esfuerzo, Michelini recurrió a sus antecedentes liberales y apeló a las tradiciones nacionales de respeto a los derechos individuales, presentando a la dictadura como un quiebre sustancial con este legado. Con este lenguaje y estos argumentos, 433

fortaleció sus vínculos con las redes transnacionales de derechos humanos y consiguió una invitación para dirigirse al Congreso de Estados Unidos en 1976. Teniendo en cuenta el final trágico de su asesinato, estas páginas buscan rescatar los ecos de su impulso en el paulatino convencimiento de muchos otros exiliados de que era necesario buscar nuevos aliados mediante un lenguaje que definía a la dictadura de acuerdo a sus prácticas represivas sistemáticas. Luego de su muerte, otros continuaron su trabajo por atraer la atención de la comunidad internacional y establecieron vínculos con grupos que presionaban al gobierno de Estados Unidos para suspender la ayuda militar al régimen uruguayo. El éxito relativo de sus esfuerzos es parte de la historia más compleja de la Guerra Fría en América Latina pero no opaca el papel pionero de Michelini en una transformación ideológica y cultural que signa a la izquierda uruguaya hasta el presente. *** Este artículo se basa en una investigación realizada hace alrededor de tres lustros.1 Mucho se ha publicado en este lapso sobre las prácticas represivas de los regímenes autoritarios del Cono Sur y las iniciativas de denuncia de la situación de los derechos humanos en esos países. Esta literatura ha demostrado fehacientemente el enorme papel que tuvieron los exiliados de esas dictaduras en la creación de un movimiento de 1. Ver: Markarian, Vania. Idos y recién llegados. La izquierda uruguaya en el exilio y las redes transnacionales de derechos humanos, 1967-1984. México: Ediciones la Vasija / Correo del Maestro y CEIU, 2006, antes editado como Left in Transformatio. Uruguayan Exiles and the Latin American Human Rights Networks. Nueva York: Routledge, 2005.

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alcance mundial que promovió técnicas innovadoras de activismo transnacional y se convirtió en una fuente de información confiable para gobiernos y organizaciones internacionales y en un modelo ineludible para esfuerzos posteriores en contra de otros regímenes represivos.2 Las páginas que siguen suman en esa dirección al enfocarse en la prédica de Zelmar Michelini, exministro y senador del Partido Colorado, fundador de la coalición de izquierda Frente Amplio en 1971 y exiliado en Buenos Aires desde el golpe de Estado de 1973. Sus acciones fueron claves en el proceso que llevó a la decisión de 1976 del Congreso de Estados Unidos, ratificada luego por el presidente Gerald Ford, de suspender la ayuda militar al gobierno uruguayo debido a sus violaciones sistemáticas de los derechos humanos. Este proceso permite ver las complejas relaciones entre una serie de actores que, desde diferentes partes del mundo, unieron esfuerzos con un fin común. Grupos de exiliados uruguayos, activistas europeos y norteamericanos, diputados y senadores estadounidenses usaron el discurso de los derechos humanos para plantear sus posiciones acerca de la situación en Uruguay. Mi trabajo reconoce las conexiones entre estos actores y el sistema internacional de derechos humanos nacido luego de la Segunda Guerra Mundial que legitimaba sus acciones y les proporcionaba un lenguaje común y procedimientos básicos para plantear sus reivindicaciones. Sin embargo, la preocupación 2. A modo de ejemplo ver la síntesis de temas y tendencias contenidas en Roniger, Luis, Green, James N. y Yankelevich, Pablo (ed.). Exile and the Politics of Exclusion in Latin America. San Diego: Sussex Academic Press, 2014. Sobre el caso uruguayo, ver Dutrenit, Silvia (ed.). El Uruguay del exilio: Gente, circunstancias, escenarios. Montevideo: Trilce, 2006.

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central es mostrar las razones y las formas específicas de los diferentes actores al embarcarse en la defensa del núcleo de derechos individuales que era la base de ese sistema en los años setenta: el derecho a la vida (a no “desaparecer” o ser ejecutado) y el derecho a no ser torturado, arrestado ni detenido arbitrariamente. El primer interrogante surge con respecto a la izquierda uruguaya. ¿Por qué muchos militantes adoptaron un discurso político largamente asociado al anticomunismo de la Guerra Fría? La pregunta no desconoce la génesis compleja de las ideas políticas ni niega que los derechos humanos tienen, además del obvio antecedente liberal, raíces en tradiciones socialistas, libertarias y cristianas no reductibles a ese esquema bipolar. Pero este señalamiento no es suficiente para entender el cambio de la izquierda uruguaya. En primer lugar, porque en la retórica revolucionaria de los años sesenta se solía identificar los derechos humanos con el sistema internacional que pretendía protegerlos y ver en este una forma de extender el modelo político y social del capitalismo occidental. En segundo lugar, porque el giro de la izquierda hacia mediados de los años setenta no conllevó una revisión doctrinaria explícita: no hay editoriales, actas de congresos o manifiestos donde el cambio de actitud de estos grupos aparezca en toda su dimensión política y complejidad ideológica. Para responder a la pregunta del comienzo hay que considerar primordialmente una necesidad de orden práctico: los exiliados uruguayos empezaron a usar el lenguaje de los derechos humanos al reconocer que su espacio de militancia revolucionaria en el Cono Sur se estaba reduciendo dramáticamente. Este reconocimiento fue lento pero la gran mayoría de los 436

grupos y partidos de izquierda había llegado a esa conclusión hacia fines de 1976. Los años inmediatamente anteriores fueron, sin embargo, muy complejos en términos de definiciones y alianzas políticas, tanto para los militantes uruguayos como para sus pares en la región. Un repaso somero de lo ocurrido en ese lapso es imprescindible para entender el involucramiento transnacional de muchos de esos exiliados y el papel central y pionero de Michelini en esa transformación. Luego del notorio deterioro hacia 1972 de la situación política uruguaya, Buenos Aires se convirtió en el destino de miles de militantes de izquierda. En Argentina se vivía un tiempo relativamente propicio para las protestas populares, marcado por la movilización de resistencia peronista, la legalización de este movimiento y la elección de Héctor Cámpora como presidente en marzo de 1973. Sin duda, estas circunstancias auspiciaron el optimismo de los exiliados uruguayos sobre el futuro de la región. La permanencia en el gobierno del socialista Salvador Allende en Chile también contribuyó a ese estado de ánimo. En este clima, los militantes de organizaciones guerrilleras y de acción directa, que componían la mayoría de la primera camada del exilio uruguayo en Buenos Aires, procuraron entender sus experiencias recientes. Consideraron los motivos de su revés, redefinieron sus objetivos inmediatos y replantearon sus métodos de lucha, pero no abandonaron la idea de un pronto desarrollo revolucionario a nivel regional. Estas reconsideraciones se expresaron con claridad en la fundación de la Junta Coordinadora Revolucionaria por parte de los tupamaros uruguayos y otros movimientos armados de Argentina, Bolivia y Chile. 437

El golpe de Estado de junio de 1973 en Uruguay provocó un aumento exponencial de la cantidad de exiliados en Buenos Aires. La llegada de miles de militantes de diferentes grupos de izquierda y de algunos líderes de los partidos tradicionales amplió el abanico de posiciones políticas e ideológicas. Hubo entonces varios intentos de reorganizar la lucha contra la dictadura uruguaya con especial interés en retornar al país para fortalecer la resistencia interna. En las filas de la izquierda, este énfasis fue evidente, por ejemplo, en la amplia convocatoria del acto organizado por el grupo de filiación anarquista Resistencia Obrero-Estudiantil (ROE) en abril de 1974 y en la creación de la Unión Artiguista de Liberación (UAL) en octubre de ese año.3 El rápido deterioro de la situación argentina comenzó a erosionar este relativo optimismo al tiempo que los exiliados se convertían en blanco de las fuerzas represivas y de los grupos paramilitares que actuaban en Buenos Aires con el apoyo de los gobiernos de la región. Finalmente, la implantación de un régimen militar brutal en marzo de 1976 terminó de transformar a esa ciudad en una trampa mortal para los refugiados latinoamericanos, entre ellos los uruguayos y los chilenos que huían de la dictadura de Pinochet. La paulatina toma de conciencia de la gravedad de la represión en la región llevó a un cambio lento pero marcado en las formas de militancia de los grupos de 3. Por la ROE, ver: “Uruguay: La resistencia vencerá”, mayo de 1974, reproducido en Uruguay: North American Congress on Latin America (NACLA) Archive of Latin Americana, Wilmington, Del., Scholarly Resources, 1998, rollo 4 (en adelante citado como NACLA); y Cores, Hugo. Memorias de la resistencia. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2002, pp. 135-154 y 167-168; por la UAL, ver Caula, Nelson. Erro: Fiscal de la nación. Montevideo: Puntosur, 1989. Vol 3, pp. 59-68 y 110-40.

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izquierda uruguayos en el exterior. Al ver que perdían capacidad para incidir en la escena política regional, varios comenzaron a buscar protección y apoyo en organismos internacionales, gobiernos extranjeros y actores transnacionales. Trataron de encontrar un lenguaje que les permitiera plantear sus reclamos en estos ámbitos y encontrar caminos para salvar sus libertades y sus vidas. La percepción de la pérdida del “lugar natural” de su actividad política es la explicación general más acertada del giro de la izquierda uruguaya hacia los derechos humanos en la segunda mitad de los setenta. Algo similar planteó Hannah Arendt al explicar las “perplejidades de los derechos del hombre” en la segunda posguerra: “la privación fundamental de los derechos humanos se manifiesta primero y sobre todo en la privación de un lugar en el mundo que dé significado a las opiniones y efectividad a las acciones”.4 Entre los uruguayos, Zelmar Michelini fue seguramente el primero en ubicar la denuncia internacional de las violaciones a los derechos humanos en el centro de sus preocupaciones. Su interés por estos temas había nacido antes del golpe de Estado, cuando había sido uno de los principales denunciantes de maltratos policiales a los detenidos por motivos políticos por lo menos desde 1971. En relación a los objetivos de este trabajo no importa tanto su tajante oposición a estos abusos, que compartía con otros muchos en la izquierda, sino la expresión específica de esta posición en las condiciones de su exilio argentino, en particular cuando se la compara con las formas adoptadas 4. Arendt, Hannah. “The perplexities of the rights of man”, en Baehr, Peter (ed.). The portable Hannah Arendt. Nueva York: Penguin Books, 2000, p. 37. Este texto forma parte del libro de Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, publicado por vez primera en 1951 (original en inglés; traducción de la autora).

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por otros sectores para encarar esos mismos asuntos. Esta comparación deja de lado una serie de matices y divergencias políticas e ideológicas importantes en los primeros años de dictadura, pero sirve para ilustrar las diferentes formas de considerar las prácticas represivas del régimen. El Partido Comunista, por ejemplo, seguía actuando clandestinamente en Uruguay y no fue un blanco principal de la represión hasta 1975. Fue alrededor de esa fecha que los documentos partidarios empezaron a catalogar al régimen de “dictadura fascista” y que sus dirigentes y militantes comenzaron a prestar más atención a las actividades de denuncia a nivel internacional, siempre subordinadas a preocupaciones político-doctrinarias nacionales y globales.5 También los sectores más radicales (muchos tupamaros y otros grupos de acción directa) tomaban por entonces distancia de lo que un grupo de exiliados en Estocolmo denominó, en abril de 1974, “actividad informativa pura” y “lamentos humanistas” que desconocían “los términos de la lucha de clases”.6 Algunos de estos militantes tenían relaciones con organizaciones de derechos humanos pero no parecían considerarlas centrales en la oposición al régimen, ya que aún confiaban en el éxito a corto plazo de sus métodos de lucha y resistencia tradicionales centrados en Uruguay. Esta afirmación vale incluso 5. Ver por ejemplo las expresiones del secretario general del partido, Rodney Arismendi, en octubre de 1975, reproducidas en Rico, Álvaro. La resistencia a la dictadura, 1973-1975: Cronología documentada. Montevideo: Problemas, 1989, pp. 287-288. 6. Boletín del comité de defensa de los prisioneros políticos de Uruguay, abril de 1974, pp. 2-3, en Centro de Estudios Interdisciplinarios del Uruguay, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República, Montevideo (en adelante citado como CEIU).

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para el Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), cuya “dirigencia de emergencia decidió privilegiar la denuncia internacional de las desapariciones” en 1976, “en medio de la cacería” de sus miembros en Buenos Aires.7 Además de la confianza en la resistencia interna, otros rasgos de la cultura política de la izquierda uruguaya de fines de los sesenta y principios de los setenta permiten explicar el relativo desinterés inicial por las actividades internacionales de denuncia. En primer lugar, predominaba una forma de entender la militancia que “heroicizaba” el sacrificio y la entrega a la causa revolucionaria. También existía un cierto rechazo a expresiones sociales y políticas consideradas “menores” por no atacar la “contradicción esencial” de la sociedad, ya expresada en términos marxistas de clase o en su versión populista de “oligarquía versus pueblo”. Lo primero sirve para entender por qué algunos militantes y líderes de izquierda tardaron en advertir el alcance y las consecuencias de la escalada represiva desatada en el Cono Sur en los años setenta. Lo segundo explica el desprecio a organizaciones internacionales por ser “instrumentos del imperialismo norteamericano”, a grupos de inspiración religiosa o intención caritativa hacia el Tercer Mundo y a emprendimientos enfocados en asuntos “marginales” con respecto a la mentada “contradicción esencial”. Con esto no quiero desestimar las posiciones asumidas en el polarizado contexto de la época, sino mostrar sus diferencias con las opiniones y acciones de Michelini en los años previos a 1976. 7. H. Cores. Memorias de la Resistencia, p. 197. En años posteriores, el PVP se convirtió en un impulsor central del trabajo de denuncia a nivel internacional, profundizando las relaciones iniciadas en Argentina. Ver la obra citada y mi entrevista con Cores, Montevideo, 26 de diciembre de 2001.

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Su papel pionero en las acciones de denuncia internacional de violaciones a los derechos humanos no puede dejar de relacionarse con su capacidad para recurrir a su historial como político liberal a la hora de explicar sus experiencias recientes como dirigente de izquierda y dar cuenta de la situación de miles de compatriotas que recurrían a él para que los ayudara a salvar sus vidas. Pero este recurso a los antecedentes liberales no implicó de modo alguno un renunciamiento a sus convicciones más radicales ni un alejamiento de sus compañeros: participó de la fundación de la UAL, insistió en el derecho de los pueblos a combatir a un gobierno opresivo y afirmó la necesidad de organizar una oposición cerrada el régimen uruguayo inspirándose nada menos que en el Vietcong.8 Además, no dudó en señalar directamente a los culpables de la situación en Uruguay al sostener que: “… la práctica de la tortura es […] parte de un plan político para someter a la nación, en acuerdo con órdenes que […] vienen del extranjero y tienen un origen común. […] En Brasil, Chile, Bolivia, en las ‘repúblicas bananeras’, en Uruguay, oficiales de diferentes ejércitos —pero todos ellos entrenados por los Estados Unidos— practican con eficiencia probada, la subyugación de los seres humanos, usando los métodos más abyectos. La comisión del Senado de los Estados Unidos que estudió la intervención norteamericana en América Latina […] dejó en claro […] la cooperación, intervención y 8. Ver “Organizarse para vencer”, en Respuesta, 2-9 de agosto de 1973; “Los pueblos siempre triunfan”, Respuesta, 9-16 de agosto de 1973; y “El derecho de los pueblos”, Respuesta, 18-25 de octubre de 1973. Estos textos se pueden encontrar en Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1992. Tomo VI, pp. 15-20.

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apoyo [de Estados Unidos a las dictaduras latinoamericanas].” 9 Su percepción de la gravedad de la situación sudamericana y su oposición radical a los responsables de esta no lo llevó a descartar aliados, sino a incursionar en todos los ámbitos de la actividad política donde su voz de denuncia pudiera tener resonancia. Se negó, en principio, a desestimar alianzas entre las fuerzas de oposición al régimen uruguayo evitando referir a los problemas internos de la izquierda y buscar culpables de la derrota del movimiento popular entre sus compañeros. Seguramente coincidía con sectores de la izquierda no comunista en muchos de estos temas y por eso adhirió a la UAL, pero no puso esas consideraciones por delante de su compromiso con la coalición de izquierda Frente Amplio, fundada en 1971, y su principal dirigente Liber Seregni, preso en Montevideo. Buscó, por el contrario, mantener esos vínculos, así como acercarse a otros líderes de la oposición dentro de los partidos tradicionales, especialmente al expresidente de la Cámara de Diputados Héctor Gutiérrez Ruiz y al máximo líder del Partido Nacional Wilson Ferreira Aldunate, ambos exiliados en Buenos Aires.10 Además de estrechar lazos con las fuerzas de oposición al régimen, Michelini desarrolló importantes iniciativas destinadas a hacer conocer el caso 9. Discurso de Zelmar Michelini ante el Tribunal Russell, en Jerman, William (ed.). Repression in Latin America: A report on the first session of the second Russell Tribunal (Rome, april 1974). Nottingham: Spokesman Books, 1975, p. 116. Original en inglés, traducción de la autora. 10. Por los vínculos de Michelini con el Frente Amplio en Uruguay y los líderes del Partido Naciónal en Buenos Aires, véanse por ejemplo el testimonio de Liber Seregni en Barros-Lemez, Álvaro. Entrevista con Seregni. Montevideo: Monte Sexto, 1989, p. 107; y mi entrevista con Alberto Pérez Pérez, Montevideo, 24 de mayo de 2000.

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uruguayo a nivel internacional. El análisis de tres de esas instancias permite contrastar sus posiciones con las de otros grupos y dirigentes de la izquierda uruguaya en ese momento. Su testimonio ante el Tribunal Russell en Roma en abril de 1974, sus esfuerzos para contactarse con políticos estadounidenses y su carta abierta de marzo de 1975 a Kenneth James Golby, un profesor canadiense que se había interesado por la situación de los presos políticos en Uruguay, dan cuenta de sus nuevas prioridades políticas.11 Según demostró en esas instancias, el interés de Michelini era encontrar un equilibrio entre los principios de no-intervención y auto-determinación, por un lado, y la creación de mecanismos internacionales para castigar a los gobiernos que violaran los derechos de sus propios ciudadanos, por el otro. Insistía también en la necesidad de captar la atención del mundo sobre la situación en Uruguay y de vincularse con grupos de derechos humanos como Amnesty International y la Cruz Roja, así como de reconsiderar el rol de los diversos actores internacionales. Como vimos, su prédica se dirigía directamente al Congreso de Estados Unidos porque acusaba a ese país de apoyar la instalación de regímenes autoritarios en América Latina y pensaba, por lo tanto, que su intervención podía determinar un cambio de rumbo. Como parte de este esfuerzo, Michelini empezó a usar un lenguaje nuevo para denunciar las prácticas represivas del gobierno uruguayo. 11. Ver discurso frente al Tribunal Russell en abril de 1974 en Jerman, W. (ed.). Repression in Latin America, pp. 111- 117; su carta al profesor canadiense K. J. Golby (24 de marzo de 1975), en NACLA 5; y su artículo “Lo que puede enseñarnos el Tribunal Russell”, originalmente publicado en Noticias, 28 de abril de 1975, y también reproducido en NACLA 5.

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Mientras el lenguaje habitual de la izquierda resaltaba la calidad de “héroes” y “mártires” de quienes sufrían la represión en carne propia, Michelini comenzó a hablar también de “víctimas” de violaciones a los derechos humanos por parte de un régimen represivo. Esta prédica ponía el énfasis en la denuncia de los métodos del Estado por encima de la exaltación de los atributos de los militantes. Así, Michelini empezó a caracterizar a la dictadura basándose en sus prácticas sistemáticas de represión y sus violaciones a los derechos humanos de los ciudadanos y ya no solamente como la expresión última de la “contradicción esencial” entre la “oligarquía” y el “pueblo”. Para efectuar esta operación, como dijimos, el exsenador hizo uso de sus antecedentes liberales recurriendo a las tradiciones nacionales de respeto a los derechos individuales y presentando al autoritarismo como un quiebre sustancial con este legado. Ante el Tribunal Russell, por ejemplo, acusó “a la dictadura uruguaya, los civiles que cumplen diferentes funciones en ella y las Fuerzas Armadas sin excepción de […] destruir las tradiciones uruguayas, pisotear las libertades, violar la Constitución, las leyes nacionales y los acuerdos interamericanos”.12 Reclamaba así derechos exclusivos a la extendida idea de Uruguay como “la Suiza de América”, un país que destacaba en la región por el florecimiento de la libertad y el progreso social a lo largo del siglo XX. Se trataba de un recurso inteligente para lograr el apoyo más amplio de sus compatriotas y atraer la atención internacional.

12. Ver discurso frente al Tribunal Russell en abril de 1974 en W. Jerman (ed), ob. cit., pp. 116-7.

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Con este lenguaje y estos argumentos, Michelini fortaleció sus vínculos con organizaciones transnacionales de derechos humanos y estableció contactos con algunos legisladores estadounidenses. Trabajó en estrecha colaboración con Louise Popkin, una profesora norteamericana que estaba investigando en Buenos Aires y se interesó por el caso uruguayo.13 Le sugirió que apelara al ejemplo chileno para cuestionar la perspectiva de los políticos de su país con respecto a Uruguay: “De lo que se trata es de explicarle a [Edward] Kennedy y a los demócratas que no hay diferencia entre lo de Chile y lo de Uruguay y hacerles ver que son regímenes iguales, que adoptan posiciones internas e internacionales coherentes. Si se es tan riguroso […] con los militares chilenos, ¿por qué dejar de lado a Uruguay que presenta los mismos síntomas, se tortura a la gente y la ayuda militar norteamericana se vuelca contra el pueblo? Creo que sobran los argumentos.” 14 Con la ayuda de Popkin, Michelini consiguió una invitación para dirigirse al Congreso de Estados Unidos en 1976, mientras este organismo reconsideraba los términos de la ayuda militar de su país a diversos regímenes autoritarios. Pero en mayo de ese año, antes de que pudiera viajar, efectivos de las fuerzas represivas argentinas operando en acuerdo con sus pares 13. Ver mi entrevista con Louise Popkin, Nueva York, 1o de abril de 1999. Entre otras muchas acciones de denuncia de la situación uruguaya en estos años, Popkin cumplió el invalorable rol de traductora de Michelini y envió sus escritos a NACLA y otros grupos interesados por América Latina en Estados Unidos. 14. Carta de Michelini a Popkin en Di Candia, César. Ni muerte ni derrota. Testimonios sobre Zelmar Michelini. Montevideo: Atenea, 1987, p. 230.

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uruguayos secuestraron y asesinaron a Michelini, a su colega parlamentario Héctor Gutiérrez Ruiz y a otros dos uruguayos que habían estado vinculados a los tupamaros.15 Hay quienes han relacionado el asesinato con el intento de detener sus esfuerzos de denuncia, especialmente frente al Congreso, mientras que Popkin, la persona que más lo ayudó a establecer lazos en Estados Unidos, ha dicho que el Departamento de Estado “no hizo ningún esfuerzo” por salvarlo.16 Más allá del éxito de estos intentos conjuntos por acallar su denuncia, su labor no quedó inconclusa. Los propios asesinatos, sumados a la decisión de los militares uruguayos de destituir a Juan María Bordaberry, el presidente civil que había permanecido en su cargo luego del golpe, confirmaron en muchos exiliados la necesidad de buscar nuevos aliados.17 Luego de la muerte de quien fuera el primer promotor de estos acercamientos, otros continuaron su trabajo por atraer la atención de la comunidad internacional y establecieron vínculos con grupos, como Amnistía Internacional, 15. Por un relato detallado de los secuestros y asesinatos, ver la carta de Wilson Ferreira Aldunate al presidente argentino Rafael Videla en Ferreira Aldunate, Wilson. El exilio y la lucha. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1986, pp. 10-24. 16. Ver las expresiones de Liber Seregni y Louise Popkin en Di Candia, César, ob. cit., pp. 161 y 190-195. 17. Por las discusiones entre Bordaberry y los mandos militares que determinaron la expulsión del primero, ver Lessa, Alfonso. Estado de guerra: De la gestación del golpe del 73 a la caída de Bordaberry. Montevideo: Fin de Siglo, 1996. Por la vinculación entre este episodio y el asesinato de Michelini, ver el testimonio de Alejandro Végh Villegas en Jaque, 31 de octubre de 1985. Otro elemento a considerar es que la Constitución preveía elecciones nacionales para 1976 y había quienes creían, especialmente en los partidos tradicionales, que la fecha sería respetada por los militares. Los acontecimientos de mayo y junio mataron esta ilusión.

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que presionaban al Congreso de Estados Unidos para suspender la ayuda militar a la dictadura uruguaya.18 La historia que sigue también es conocida. En junio de 1976, Wilson Ferreira Aldunate dio su persuasivo testimonio frente al Congreso. Era un buen orador y Popkin, que actuó de traductora, mantuvo el alto contenido emocional de sus palabras. Tres meses más tarde, el Congreso aprobó la enmienda que prohibía la asistencia y el entrenamiento militar así como la venta de armas a Uruguay por sus violaciones a las normas internacionales de derechos humanos. El 1o de octubre Ford la ratificó.19 Fue un triunfo para los Demócratas que trataban de dar un giro a la política internacional de su gobierno, hasta entonces decisivamente identificado con los autoritarismos latinoamericanos y en medio de la debacle de su incursión en Vietnam. El régimen uruguayo protestó con vehemencia frente a este inesperado paso que anunciaba la consolidación del aparato de derechos humanos durante la administración de Jimmy Carter. Pero si bien es innegable que la suspensión contribuyó al descrédito de la dictadura ante grandes sectores de la opinión pública internacional, también demostró no ser suficiente para derrocarla. Del otro lado de la ecuación, el de la oposición a la dictadura, los efectos de estas acciones son también difíciles de evaluar. Por un lado, la conciencia del entronizamiento autoritario y la magnitud de sus prác18. Ver la descripción de la campaña de Amnistía en Ruiz, Marisa. La piedra en el zapato, Amnistía y la dictadura uruguaya: La acción de Amnistía Internacional en los sucesos de mayo de 1976 en Buenos Aires. Montevideo: Departamento de Publicaciones de Udelar, 2006. 19. Ver: U. S. Congress. Congressional Quarterly Almanac, 94º Cong., 2ª Ses., 1976, pp. 781-789.

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ticas represivas llevaron a casi todos en la izquierda a decidirse a participar de alguna forma de denuncia de las violaciones a los derechos humanos en alianzas diversas con grupos y organizaciones con quienes poco tenían a común más allá de ese objetivo básico. Por otro lado, estas acciones estuvieron generalmente subordinadas o al menos estrechamente vinculadas a sus intentos de conformar alianzas internas y crear un frente opositor común. En ese contexto, su adhesión al lenguaje de los derechos humanos y su foco en la condición de “víctimas” de sus compañeros presos, asesinados y desaparecidos, no implicó una renuncia a elogiar su “heroísmo revolucionario” ni el abandono de caracterizaciones previas de la situación uruguaya en términos de actores como “pueblo”, “oligarquía” o “imperialismo”. Esto expresó su capacidad para procesar los desafíos surgidos de la instalación de los nuevos autoritarismos del Cono Sur y continuar su lucha cuando prácticamente no tenían capacidad para influir en la escena política nacional y regional. En la segunda mitad de los setenta ocurrieron cambios en la política internacional que favorecieron el contacto con los nuevos aliados. Muchos exiliados se convirtieron entonces en expertos en el uso de los mecanismos de denuncia disponibles ante la Organización de Estados Americanos, las Naciones Unidas y otros foros internacionales. Todas estas actividades tenían un obvio precedente en los primeros esfuerzos de Michelini, quien, al adherir a un tipo de activismo que no tenía antecedentes sistemáticos entre sus compañeros de la izquierda, se había apartado de las disputas internas y se había centrado en hacer conocer el caso uruguayo en las redes de derechos humanos. Luego de su muerte, 449

sin embargo, no hubo otro dirigente de su talla que estuviera tan comprometido con un planteo de este tipo. Más que como un ejemplo político, Michelini fue en esos años recordado como un compañero caído, uno de los más importantes. Cada 20 de mayo, los exiliados de todos los partidos y grupos se juntaban en diferentes ciudades para conmemorar los aniversarios de los asesinatos de Michelini y Gutiérrez Ruiz. Los promotores de esas reuniones pensaban que eran buenas oportunidades para la movilización común, principalmente porque los legisladores asesinados representaban un amplio espectro político. Además, habían sido políticos respetables cuyas muertes probaron que la dictadura uruguaya había violado toda definición posible de “seguridad nacional” y por lo tanto atraían la atención de gobiernos extranjeros y organizaciones internacionales. A tono con este énfasis no partidario, las ceremonias conmemorativas con frecuencia incluían servicios religiosos y presentaban a los legisladores como “víctimas de la dictadura” o “mártires de la democracia”.20 Esta operación los hizo referencias ineludibles en todos los intentos de unificación de las fuerzas de la oposición en esos años, especialmente cuando se empezó a vislumbrar la posibilidad de una salida negociada que pusiera fin a la dictadura. 20. En 1978, por ejemplo, hubo servicios religiosos en Washington y Viena. Ver News from WOLA, mayo de 1978, en CEIU, e “Informaciones de la Unión de Comités”, agosto de 1978, en Federatie Uruguay Komitees, International Institute for Social History, Amsterdam. Ver también Desde Uruguay, junio de 1977, p. 7, en NACLA 1, e Informes y Testimonios, julio de 1977, pp. 14 y 1617, en NACLA 2. Por análisis de los aniversarios de los asesinatos, ver Marchesi, Aldo. “¿Guerra o terrorismo de Estado? Recuerdos enfrentados sobre el pasado reciente uruguayo”, en Jelin, Elizabeth (ed.). Las conmemoraciones: Las disputas en las fechas “in-felices”. Madrid: Siglo XXI, 2002, pp. 124-130.

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Para ese entonces, grandes sectores de la izquierda uruguaya y latinoamericana dominaban el lenguaje de los derechos humanos y lo tenían completamente integrado a su actividad política en contra de los regímenes autoritarios de sus países. Es claro que tanto la adaptación de nuevos lenguajes a sus objetivos del momento como la revisión de las formas de entender la militancia fueron efectos del exilio que marcaron la integración de esos sectores a los procesos políticos de los años ochenta. Como es obvio, nada de esto (ni de lo que la izquierda uruguaya hizo respecto de su política de derechos humanos al asumir el gobierno nacional a comienzos del siglo XXI) es responsabilidad de Michelini. Pero poco de lo sucedido en esos sectores hasta el presente puede entenderse sin referir a su prédica pionera. Ese ha sido el propósito de estas páginas. Repositorios documentales - Centro de Estudios Interdisciplinarios del Uruguay, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República, Montevideo (citado como CEIU). - Federatie Uruguay Komitees, International Institute for Social History, Amsterdam. - North American Congress on Latin America (NACLA), Uruguay: North American Congress on Latin America Archive of Latin Americana, Wilmington, Del., Scholarly Resources, 1998 (microfilm; citado como NACLA).

Entrevistas - Hugo Cores, Montevideo, 26 de diciembre de 2001. - Alberto Pérez Pérez, Montevideo, 24 de mayo de 2000. - Louise Popkin, Nueva York, 1o de abril de 1999. 451

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Zelmar Michelini y su denuncia de 1974 ante el Tribunal Russell II: república y derechos humanos en clave universal Gerardo Caetano

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Introducción El texto que sigue amplía y profundiza una exposición oral que el suscrito realizara en el marco del Coloquio “Memoria del Tribunal Russell II”, organizado por la Fundación Zelmar Michelini y realizado el 14 de julio de 2010 en la Sala de Conferencias del teatro Solís.1 En aquella oportunidad y desde la participación en el último panel del coloquio, centrado en el tema “La importancia del Tribunal Russell desde la perspectiva histórica y de la defensa de los Derechos Humanos”, en compañía de otros ponentes como Hebe Martínez Burlé y Zelmar Michelini (hijo), procuré aportar desde la Historia como disciplina algunos elementos interpretativos para realizar un balance de aquel hito, tanto en el último tramo de la vida de Zelmar Michelini como en la proyección internacional de la lucha contra la dictadura uruguaya implantada en 1973. Debe decirse ante todo que en aquel momento y hasta el día de hoy no son muchos los abordajes académicos sistemáticos sobre el tema, en particular provenientes de autores uruguayos. Entre ellos sobresale el 1. Como fruto de esa actividad se publicó la obra titulada Coloquio: Memoria del Tribunal Russell II. Primera Sesión, Roma 1974. Fundación Zelmar Michelini, Montevideo, 2013, 84 pp.

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aporte de Vania Markarian, desde su libro Idos y recién llegados. La izquierda uruguaya en el exilio y las redes transnacionales de derechos humanos, 1967-1984,2 historiadora que también interviene con una ponencia en las jornadas que han dado origen a este libro colectivo.3 Existen sin embargo compilaciones documentales y bibliografía extranjera que abordan en particular las instancias de este denominado Tribunal Russell II, celebrado entre 1974 y 1976 en tres instancias que tuvieron lugar en Roma (30 de marzo a 6 de abril de 1974), en Bruselas (11 a 18 de enero de 1975) y nuevamente en Roma (10 a 17 de enero de 1976).4 En el texto que sigue se buscará profundizar acerca del contexto histórico en que se dio esta segunda sesión del Tribunal Russell (focalizada en la consideración específica de cuatro dictaduras latinoamericanas, las de Brasil, Chile, Uruguay y Bolivia), su significa2. Cfr. Markarian, Vania. Idos y recién llegados. La izquierda uruguaya en el exilio y las redes transnacionales de derechos humanos, 1967-1984. México: Ediciones la Vasija / Correo del Maestro y CEIU, 2006. (Su edición original en inglés está publicada bajo el título Left in transformation. Uruguayan exiles and Latin American. Nueva York: Routledge, 2005.) 3. Cfr. Markarian, Vania. “Michelini desde Buenos Aires. Una prédica pionera de la defensa de los derechos humanos de la izquierda uruguaya”, inserto en este libro colectivo. 4. Cfr. por ejemplo: Atti Della prima sessione del Tribunale Russell. Chile, Bolivia, Uruguay: violazione dei diritti dell’uomo. Venezia-Padova: Marsilio editore, 1975; Bimbi, Linda (ed.). Tribunale Russell II. Brasile, violazione dei diritti dell’uomo. Milan: Feltrinelli, 1975; Jerman, William (ed.). Repression in Latin America: A report on the first session of the second Russell Tribunal (Rome, April 1974). Nottingham: Spokesman Books, 1975; varios textos de Alberto Filippi, entre ellos su ponencia titulada “Lelio Basso y los aportes del Tribunal Russell a la construcción democrática de los derechos en Suramérica”, inserto en la compilación Coloquio: Memoria del Tribunal Russell II. Primera Sesión, Roma 1974, antes citada; entre otros.

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ción histórica en general y la relevancia de las denuncias realizadas por Zelmar Michelini en aquella oportunidad, tanto en su alegato inicial como en sus otras intervenciones a nivel del plenario del Tribunal, así como en conferencias de prensa realizadas por aquellos días en Roma. Esta profundización del análisis contará con el relevamiento de amplia documentación aportada por el Archivo Fundación Zelmar Michelini.5 Como se verá, la hipótesis que se trabaja en este texto es que las convicciones que expresaba Michelini en sus denuncias de 1974 implicaban una confirmación de muchas de las ideas fundamentales que habían caracterizado su trayectoria política de las décadas anteriores, a lo que venía a sumarse una visión muy contundente acerca de las características que él veía como distintivas de la dictadura uruguaya y la especial relevancia que otorgaba en aquellas circunstancias críticas a las acciones de denuncia internacional contra los regímenes autoritarios en América Latina. En más de un sentido, en los pronunciamientos de Michelini de 1974, como en muchas de las intervenciones que jalonaron este Tribunal Russell II, ya se encontraban anticipaciones de enfoques más contemporáneos, vinculados a concepciones como las de “Justicia transicional” o las del “Derecho Internacional de los Derechos Humanos”. A este respecto ha señalado en 2010 el filósofo italiano Alberto Filippi: “Las denuncias de la dictadura de Uruguay y los otros países de Suramérica [en el Tribunal Russell II] significaron también el comienzo de las reivindicaciones siempre más fuertes y 5. Entre sus muchas actividades, esta Fundación creada en junio de 2008 cuenta con la sistematización de un profuso archivo relacionado con la vida, la acción y el pensamiento de Zelmar Michelini.

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compartidas hacia la democracia política. Es el inicio de las nuevas luchas por el derecho y las elaboraciones de lo que ahora se denomina ‘Justicia de Transición’ de la que Lelio [Basso] y Zelmar [Michelini] fueron precursores, en la construcción de los nuevos Estados constitucionales de derecho”.6 Como el propio Filippi ha registrado, las instancias del Tribunal Russell sobre América Latina antecedieron en más de dos décadas a la firma, también en Roma el 17 de julio de 1998, del Acta Final de la Conferencia que constituyó la Corte Penal Internacional con sede en La Haya.7 El Tribunal Russell como anticipación del Derecho Internacional de los Derechos Humanos En primer término, el análisis de las denuncias de Zelmar Michelini en el Tribunal Russell II en marzo y abril de 1974 suscita el señalamiento —salvando las distancias de diversa índole— de una sintonía fundamental entre las ideas de Bertrand Russell y Zelmar Michelini. En efecto, hay algo que los une, más allá de sus disímiles historias particulares, a partir de ciertos puntos de contacto de extraordinaria vigencia. Recordar a Zelmar Michelini, escucharlo nuevamente desde algunos de sus inolvidables discursos, nos devuelve tal vez el rumbo de algunas de las mejores razones que tienen los uruguayos “para andar juntos”.8 La primera de ellas apunta a una concepción radical de la li6. Cfr. Filippi, Alberto. “Memorias del Tribunal Russell II sobre América Latina”, en Coloquio: Memoria del Tribunal Russell II…, ob. cit., p. 10. 7. Ibídem, p. 12. 8. La expresión corresponde a Carlos Real de Azúa, que la repite en varios de sus trabajos sobre la identidad y el nacionalismo uruguayos.

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bertad como valor primordial, vinculada con una visión efectivamente republicana de los derechos. Esa articulación entre libertad y republicanismo le venía a Michelini de su matriz batllista,9 a la que él sin duda sumó —entre otros elementos— una defensa directa de los derechos humanos y de su proyección internacional como soporte ineludible de toda lucha contra cualquier régimen dictatorial o autoritario. Esta última convicción, que sin duda resultaba anticipatoria, en particular dentro del campo de las izquierdas latinoamericanas de entonces, reconocía antecedentes específicos en la acción y en el pensamiento de Michelini antes de la dictadura: su defensa irrestricta de los derechos individuales en especial en los años sesenta, su rechazo militante ante todo desborde represivo de un gobierno, la asociación integral que hacía de la conjugación de los derechos políticos, civiles y sociales como inherentes a la dignidad humana, su repudio incondicional a todo régimen que vulnerara las libertades, fuera del signo que fuera, entre otras.10 9. Para una visión acerca de la articulación de estas nociones en el discurso y en la práctica política del primer batllismo de José Batlle y Ordóñez, cfr. Caetano, Gerardo. La República batllista. (18901930). Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2011. 10. Entre tantas citas que podrían sumarse en esta dirección, puede hacerse referencia a una que sin duda cobra una significación especial, como la de su condena sin matices, en el seno del Parlamento uruguayo, de la invasión de la URSS a Checoslovaquia en 1968: “Nosotros tenemos que ser enérgicamente categóricos en la expresión de nuestro más franco repudio a esta invasión que ha realizado la Unión Soviética a Checoeslovaquia y, por supuesto, que no vamos a admitir, de ninguna manera, que la tesis de la seguridad, más allá de las fronteras, esgrimida también en América por algunos militares de países vecinos… (Muy bien. Apoyados)…pueda ser, en modo alguno, la teoría que permita a Rusia invadir a Checoeslovaquia, convirtiéndose en árbitro único de la situación. Y como país pequeño, en la misma situación que Checoeslovaquia dentro del mundo comunista, nosotros

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Por su parte, referir a Bertrand Russell y al tribunal que llevó su nombre también implica el registro de una visión radical de la libertad intrínsecamente unida a la defensa de los derechos humanos en perspectiva universal. El Tribunal Russell había sido diseñado conceptualmente en 1966 por el propio Russell (en aquel entonces presidente de la Peace Foundation con sede en Londres) en dupla con Jean Paul Sartre (que sería primer vicepresidente del Tribunal), con el objetivo prioritario de la denuncia de los crímenes de guerra cometidos por los EE. UU. durante la guerra de Vietnam. Fue convocado por primera vez en noviembre de 1966.11 En dicha instancia fundacional, el Tribunal se reunió en dos sesiones realizadas en Estocolmo y Copenhague, con la participación de políticos, intelectuales y referentes de los derechos humanos de varios países del mundo,12 aunque no mereció consideración alguna por parte del gobierno de los EE. UU., que optó por ignorarlo. El Tribunal Russell nacía de este modo sostenemos, aquí, en América, que el derecho y la ley son los únicos que pueden regir la vida de las naciones. Y el derecho a la autodeterminación de los pueblos, lo defendemos permanentemente, no con menos palabras en el continente americano, para dejarlo de lado cuando se trata del mundo comunista. Venga de donde venga la intervención, nosotros no podemos admitirla, de ninguna manera”. Cfr. Diario de la Asamblea General, Tomo 49, Sesión del 21 de agosto de 1968, p. 743. El pronunciamiento de Michelini se daba en respuesta directa a una intervención del entonces diputado José Luis Massera, que había argumentado en favor de la intervención soviética “para sostener la estabilidad del régimen democrático-socialista en Checoeslovaquia, amenazado por estos elementos contrarrevolucionarios”. Cfr. ibídem, p. 742. 11. Russell, Bertrand. War crimes in Vietnam. Ed. Monthly Review, January 1967. 12. Entre otros, además de Russell, participaron Jean Paul Sartre, Julio Cortázar, Lelio Basso, Lázaro Cárdenas, Simone de Beauvoir, Stokely Carmichael, Isaac Deutscher.

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sin ninguna habilitación para imponer sanciones vinculantes, pero contó desde el comienzo con un gran prestigio mundial, que lo convertía en una institución con fuerte poder de condena moral y de amplia proyección internacional. La segunda convocatoria al Tribunal Russell en 1974 inicialmente tuvo como aspiración tratar solamente el caso de Brasil, pero luego sus objetivos se ampliaron también a la consideración de los casos de Chile, Uruguay y Bolivia. En esta segunda instancia le correspondió un rol fundamental, como ya se ha señalado, a Lelio Basso, reconocido activista socialista y defensor de los derechos humanos.13 Así relataba Salvatore Senese, presente en las primeras reuniones del Tribunal Russell II realizadas en Roma, su recuerdo de las intervenciones de Michelini en aquella ocasión: “Yo presenté el 30 de marzo de tarde un informe de síntesis sobre el carácter de la dictadura brasileña. Por la mañana había estado el Senador Michelini y había presentado ante el Tribunal el alegato del pueblo del Uruguay contra aquellos que habían confiscado todas las libertades, en aquel país de antiguas y gloriosas tradiciones […]. Fue un alegato lleno de pasión y, sin embargo lo recuerdo como si fuera ayer— sostenido por una gran lucidez. Pensé, mientras lo escuchaba, que aquel hombre estaba implicado en primera persona en las injusticias y los daños que denunciaba y, sin embargo, conseguía dominar sus emociones y gobernar con 13. Para un seguimiento de estas primeras etapas del Tribunal Russell cfr. el trabajo ya citado de Alberto Filippi, “Memorias del Tribunal Russell II sobre América Latina”, en Coloquio: Memoria del Tribunal Russell II…, ob. cit., pp. 8-13. También Filippi ha trabajado en forma intensa sobre la obra y el pensamiento de Lelio Basso. Sobre este último, cfr. Mulas, Andrea (comp.). Lelio Basso: la ricerca dell’utopia concreta. Roma: Edup editor – Fondazione Basso, 2006, 258 pp.

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gran precisión las noticias que nos suministraba, en especial las noticias institucionales”.14 Resulta en verdad sugestiva esta asociación simbólica entre Russell y Michelini, al punto que parece imposible imaginarlos asintiendo frente a una injusticia, frente a una imposición dictatorial. Cada uno a su modo y en su tiempo y circunstancia, emblematizaban todo lo opuesto a una dictadura. Eran mentes orientadas al horizonte de la libertad y de los derechos, todo lo contrario a ese sentido ominoso que prospera en una dictadura, del signo que sea. Y ambos coincidían, tal vez sin advertirlo en toda su dimensión, en la defensa y promoción de un “Derecho Internacional de los Derechos Humanos”, tendencia que en tiempos más recientes, y a propósito de los mismos temas, se ha vuelto un eje de acción y de reflexión central en la cuestión de los derechos humanos en el mundo.15 Sobre este punto señaló también Alberto Filippi en 2010, en su participación en el coloquio ya antes 14. Intervención de Salvatore Senese en el Coloquio “Memoria del Tribunal Russell II”, celebrado el 14 de julio de 2010. Archivo Michelini. El testimonio de Senese, al igual que los de Elena Pasciotti y Linda Bimbi, fueron enviados desde Italia para ser leídos en el coloquio y están recogidos en la publicación ya citada sobre este. 15. A propósito de este tema crucial, dentro de una amplísima bibliografía que podría citarse, puede recurrirse a la lectura de: Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Derechos Humanos. Recopilación de instrumentos internacionales. Volumen I y II. Naciones Unidas, Ginebra, 2002; Tullio, Alejandro (compilador). Los límites de la justicia global. Derechos humanos y relaciones internacionales en el siglo XXI. Buenos Aires: CARI – Universidad Nacional de Lomas de Zamora, 2003; Sikkink, Katrhryn. La cascada de la justicia. Cómo los juicios de lesa humanidad están cambiando el mundo de la política. Buenos Aires: GEDISA, 2013 (su primera edición está en inglés y fue publicada en forma simultánea en Nueva York y Londres en 2011 por W. W. Norton and Company).

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referido y uniendo en la comparación a la figura de Lelio Basso: “Basso y Michelini estaban planteando [en 1974] el reconocimiento de la ‘universalización de la justicia’ sin distinción de países y continentes. Habían entendido que se debía trabajar para un nuevo derecho internacional de los derechos humanos que ante todo reconociera a la tortura como delito de lesa humanidad y que propugnara su prohibición […] estaban anticipando nada menos que la idea de fondo que sustenta la instauración de la nueva (y probablemente futura) justicia internacional penal”.16 Mi inolvidable maestro, José Pedro Barrán, señalaba en un texto que escribiera en 1997 bajo el título de Reflexiones sobre lo contemporáneo desde la Historia que “las libertades suelen convertirse en las pesadillas del poder, y estas equivalen siempre a los sueños del hombre común”.17 Cuánto viene a cuento esa aseveración al recordar a Zelmar Michelini y su célebre alegato contra la dictadura uruguaya frente al Tribunal Russell II. Esa denuncia temprana contra el régimen dictatorial uruguayo ha adquirido con el tiempo una significación especial. Adviértase el momento en el que se producía: marzo y abril de 1974. La dictadura uruguaya no había alcanzado su pico represivo, estaba en su fase comisarial. Todavía no había llegado el peor de los horrores, ese que se radicalizaría entre los años 1975 y 1978, con la práctica sistemática del terrorismo de Estado en toda su magnitud, inserto además en la expansión de la tristemente célebre Operación Cóndor. 16. Filippi, Alberto. “Memorias del Tribunal Russell II sobre América Latina”, en Coloquio: Memoria del Tribunal Russell II…, ob. cit., p. 12. 17. Cfr. Barrán, José Pedro, et al. Epílogos y legados. Escritos inéditos. Testimonios. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2010, p. 209.

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Existió en efecto una coincidencia muy significativa entre ese auge represivo, que no casualmente consolida su fase inicial con los asesinatos de Zelmar Michelini, de Héctor Gutiérrez Ruiz, de William Whitelaw, Rosario Barredo y con el secuestro y desaparición de Manuel Liberoff en mayo de 1976, y la confirmación de la “etapa de los fundadores”, en el marco de los itinerarios de la dictadura civil militar uruguaya. Cuando los líderes del impulso fundacional de la dictadura terminaron de prevalecer y de imponer su hegemonía dentro de la conducción del colectivo cívico-militar del régimen autoritario, fue que se desplegó el terrorismo de Estado en todas sus dimensiones. El registro de esta asociación importa y mucho para entender la trama oculta de aquellos años. Se apuntó sobre Michelini y sobre quienes estaban cerca de él, entre otros, porque su figura era al mismo tiempo implacable en la denuncia pero también insustituible para toda transición pensable por aquellos años. Ese núcleo identificado con la prolongación de la dictadura atrás del proyecto de un “nuevo orden”, que lideró la radicalización represiva, ya comenzaba a advertir a Michelini como un enemigo central a destruir. En este marco, resulta muy revelador registrar hasta qué punto su discurso ante el Tribunal Russell de marzo de 1974 resultó profético en más de un sentido. Como veremos, Michelini supo orientar sus denuncias a las entrañas mismas del núcleo distintivo de la dictadura uruguaya. Aun sin haber visto sus peores imágenes, aun antes de vivir en carne propia el eje del terrorismo de Estado en sus máximas expresiones, Michelini señalaba ya en 1974 los que a su juicio constituían los ejes básicos de la dictadura uruguaya: en su denuncia, como 466

veremos, se habrían de resaltar la tortura y la prisión política masiva como principales señas de identidad del régimen. Zelmar Michelini encontraba así en 1974 un lugar hospitalario en el Tribunal Russell para defender al Uruguay sometido a una dictadura que, si bien ya sabía de la práctica de la desaparición forzada, antes que nada apostaba a la tortura y a la prisión indiscriminadas como focos de su modalidad específica de terrorismo de Estado. Michelini supo valorar entonces un tribunal de opinión porque creía en la relevancia de foros internacionales con ese carácter y creía también que los derechos fundamentales podían además protegerse desde la denuncia argumentada y de proyección internacional. Y, como ya se ha dicho, hacia 1974 esa convicción era novedosa y hasta polémica para muchos, en especial en el seno de las izquierdas latinoamericanas. Claves del alegato y las denuncias de Michelini Cuando se constituyó en 1966 y 1967, el Tribunal Russell reivindicó la legitimidad de su acción en defensa de los derechos humanos y fundamentales de esta manera: “Aunque esta tarea no nos ha sido confiada por ninguna autoridad constituida, nos hemos responsabilizado de ella en nombre del género humano y en defensa de la civilización. Nuestra acción se basa en una iniciativa privada; somos absolutamente independientes de todo gobierno y de toda organización oficial o no oficial y creemos firmemente expresar la profunda ansiedad y el clamor de todos aquellos que en numerosas naciones son nuestros hermanos. Creemos firmemente que nuestra acción contribuirá a despertar la conciencia del mundo”. 467

No fue entonces casual que un político como Zelmar Michelini subiera al estrado del Tribunal Russell para afirmar su denuncia sobre la dictadura que asolaba a su país. En más de un sentido, como se ha visto, esa opción congeniaba con muchas de sus convicciones más preciadas: la afirmación de un sentido superior de humanidad, la visión de un “Uruguay internacional” que en las buenas y en las malas, a lo largo de su historia, había afirmado su arraigo en la defensa del Derecho y de la comunidad internacionales, incluso como claves de su propia identidad. Esa conciencia de mundo y esas ideas estaban en Michelini cuando en 1974 apostaba a encontrar en ese Tribunal Russell II un escenario propicio para amplificar sus denuncias sobre la dictadura uruguaya y proyectarlas en perspectiva internacional. Y no fue casual que sus denuncias, que todavía hoy siguen provocando emoción, marcaran a fuego a la dictadura de entonces. Uno de los protagonistas emblemáticos de la tortura y del terrorismo de Estado en el Uruguay de aquellos años ha relatado con frontalidad poco creíble el momento de su primera tortura. Su confesión está en un documental público.18 En ella recordó que un general de la época, antes por cierto del 27 junio de 1973 (porque resulta ampliamente confirmado que el terrorismo de Estado en Uruguay empezó antes del golpe de Estado), los empujó a la barbarie de la tortura por medio de una arenga muy singular. En ella, para forzar y para consolidar la voluntad de la tortura, les señalaba que para defender al ejército había que ir más allá 18. La referencia surge por boca de un reconocido torturador de la dictadura uruguaya entrevistado para el film de Mario Handler titulado Decile a Mario que no vuelva, estrenado en 2008. Véase: ‹http://decileamario.blogspot.com.uy/›.

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de arriesgar el cuerpo, había que arriesgar el alma. Era una definición tan salvaje como certera. Se afirmaba de esa manera ominosa uno de los principales signos de identidad de la dictadura uruguaya. En su alegato inicial, Zelmar Michelini utilizó la estrategia de defender al comienzo los valores que entendía centrales de una democracia. Para ello afirmó, por ejemplo, que no podía pensarse en una democracia sin partidos políticos o sin sindicatos libres y fuertes, reivindicó a los partidos y a un Parlamento independiente como sustentos insustituibles de toda institucionalidad democrática que mereciera el calificativo de tal. Incluso confrontó la visión de un Uruguay clásico “cuyo mayor orgullo era su estabilidad institucional, su culto a la libertad, el respeto al hombre y a los derechos inherentes a su persona”, su “imagen de paz, de concordia, de tolerancia”, con la visión histórica de una “América Latina convulsionada, permanentemente herida por los avatares de un destino trágico…”.19 Pero luego de esta presentación, si se quiere, tradicional, Michelini se volcó de inmediato a explorar y registrar el sentido más profundo de por qué la dictadura uruguaya había optado por los caminos de la tortura y de la prisión masiva por motivos políticos como los ejes de su accionar represivo. “Para impedir toda resistencia y eliminar toda posibilidad de reacción, la dictadura militar se ha visto obligada a torturar, perseguir, acosar, maltratar a todos aquellos que la enfrentan, a los que no son sus adeptos o a los que simplemente no adaptan su accionar. Aun sin actitud de enfrentamiento, aquel que no comulgue con el régimen sufrirá sus represalias. Es así que hoy en día la represión ha alcanzado 19. Archivo Michelini. Denuncia del Senador Zelmar Michelini ante el Tribunal Russell 2º sobre Uruguay, f. 1.

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límites que superan toda imaginación. Los uruguayos torturados superan el número de 5.000 y por las cárceles y cuarteles uruguayos han desfilado más de 40.000 personas. El número debe relacionarse con el total de habitantes del país y entonces las conclusiones son escalofriantes. […] Hoy hay en los establecimientos de detención uruguayos, más presos políticos que presos por delitos comunes”.20 Ese cálculo ominoso que llevaba al Uruguay a constituirse por entonces en la dictadura latinoamericana con mayor número de presos políticos y de torturados por habitante resultaba una denuncia directa al corazón del régimen. Este énfasis también implicaba el señalamiento acusatorio sobre los alcances de la justicia militar en Uruguay, con sus prácticas de arbitrariedad contrarias a toda noción posible de Derecho. Para Michelini, ello comportaba “una entrega total del ciudadano a la Justicia Militar, ejercida por oficiales, que carecen de independencia, competencia y vocación para poder ejercer tan delicada función. […] La justicia militar seguramente única en América, coloca al civil, al ciudadano, en un sometimiento total al poder militar”.21 Como ya había hecho en sus denuncias de 1972 en el Parlamento uruguayo, Michelini alegaba ante el Tribunal las razones más profundas de la “institucionalización de la tortura” como eje de la acción represiva. En esa dirección, advertía que los objetivos de esta política iban mucho más allá de la búsqueda de información y que perseguía fines que trascendían la condena y la prisión de los detenidos. En esa dirección profundizaba Michelini ante el Tribunal Russell: “Hay toda una literatura que tiende a explicar el placer sádico 20. Ibídem, f. 3. Los subrayados pertenecen al original. 21. Ibídem, f. 4.

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de torturar al ser humano […], pero sería un error imperdonable creer que el ejército uruguayo practica la tortura como una desviación moral, aunque lo sea, o como consecuencia de una enfermedad contraída en la actividad profesional, aunque haya casos de esta naturaleza. El ejercicio de la tortura es una actividad planificada, una conducta consciente originada en los altos mandos, consentida cuando no inspirada por el propio Sr. Bordaberry, es la parte medular de un plan político… […] La necesidad impostergable para la oligarquía vernácula, dependiente del imperio del norte, de reducir toda combatividad de sus pueblos y todo intento de real liberación, ha impuesto la tortura como no se había conocido antes en estos países, retrotrayendo la lucha a siglos y civilizaciones superadas”.22 Michelini ya en 1974 juzgaba al terrorismo de Estado como bastante más que el fruto de un desborde represivo o de una reacción “comisarial” para “poner la casa en orden”. En su visión, ya por entonces resultaba parte inherente de todo un proyecto político y social, que requería en forma directa del disciplinamiento y del amedrentamiento de la ciudadanía. A su juicio, era un terror con objetivos estratégicos, orientado a eliminar toda posibilidad de transformación social y política. Resultaba una descripción muy precisa y significativa, en momentos en los que la dictadura uruguaya comenzaba a practicar la mayor ferocidad del rumbo en el que se proyectaba como régimen. En la interpretación de Michelini, hacia 1974 ya se incubaba el pleno despliegue del terrorismo de Estado y su proyecto político fundacional como apuestas en la hoja de ruta de los líderes de la dictadura uruguaya, en connivencia con los regímenes militares de la región, 22. Ibídem, f. 5.

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con la complacencia también de civiles adictos. En suma, el anuncio premonitorio de la resolución de la primera “dictadura comisarial” en la dirección de prácticas sistemáticas e institucionales de terrorismo de Estado constituía tal vez el núcleo más importante del primer alegato de Zelmar Michelini. “Acusamos a la dictadura uruguaya —concluía—, a los civiles con cargo, a las fuerzas armadas sin excepción, de haber arrasado las instituciones, conculcado las libertades, mancillado la tradición oriental, violado la Constitución, las leyes, los acuerdos internacionales. Los acusamos de haber perseguido, torturado, vejado y asesinado a su pueblo transformando las cárceles en lugares de sufrimiento y escarnio. Los acusamos de haber tratado por todos los medios de reducir al hombre común y anónimo, al que solo vive, así como al que lucha por la liberación nacional, a meras cosas.” 23 Esa “cosificación” del ciudadano constituía una afrenta absoluta para con los valores que entendía clásicos y tradicionales del Uruguay. Y es que aquel Zelmar Michelini de 1974, además de asociarse profundamente a su país, no tenía aspiración de martirio. Quería vivir para seguir luchando contra una dictadura que negaba de modo tan rotundo lo que entendía como las “raíces” del Uruguay de siempre. Incluso en la parte final de su alegato demostraba su devoción por el país y su historia citando en forma expresa los legados de “nuestro padre Artigas, héroe de nuestra independencia”, registrando su frase premonitoria sobre que “nada debemos esperar sino de nosotros mismos”. Con su estilo ya tradicional de exhaustividad en el trámite de sus denuncias sobre atropellos a los derechos ciudadanos, finalizaba luego: “Aportaremos la 23. Ibídem, f. 6.

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prueba necesaria, los testimonios correspondientes, los documentos que certifiquen nuestros dichos. […] Sólo queremos que nuestra verdad se sepa, que en todos los rincones del mundo se divulgue la maldad y la traición de estos hombres, así como la sangre y las viriles lágrimas de quienes han sufrido y han dado su vida por la liberación nacional. Los hechos no suceden en vano. Siempre hay una sanción moral, un juicio de la historia. A ello nos remitimos pero no pasivamente. Aspiramos a hacer nosotros mismos la historia de estos años. […] Nuestra voz es la de todos aquellos que habiendo sufrido no pueden gritar su rebeldía, proclamar su lucha. Pero no solo es una voz de acusación y de condena. Es también y siempre una voz de esperanza y de fe”.24 En una articulación de “uruguayidad” y de renovada convicción sobre el sentido internacional de la lucha por recuperar las democracias latinoamericanas, en su discurso de denuncia, Zelmar Michelini ya anticipaba la idea de que había delitos cuyo signo identificatorio era antes que otra cosa su negación radical de todo sentido de humanidad. De allí sacaba fuerzas para el retorno de su pasión de siempre en el decir, esa que no había podido desplegar luego del golpe de Estado pero que ahora podía reencontrar ante el auditorio de un Tribunal que tal vez no tuviera poder vinculante en sus decisiones, pero que tenía la fuerza de la opinión y de la razón. En los días que siguieron Michelini volvió a hablar ante el plenario del Tribunal y en conferencias de prensa. De ese modo pudo ampliar sus denuncias aludiendo a temas especialmente candentes: la situación de los presos políticos que la dictadura tenía en 24. Ibídem, f. 7.

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la condición de “rehenes”;25 la influencia de EE. UU. y de Brasil en la expansión de las dictaduras latinoamericanas; el rol de Dan Mitrione como instructor de prácticas de tortura en Brasil y Uruguay; los ataques continuos del régimen uruguayo a la libertad de expresión; los atropellos vividos por Liber Seregni durante su primera prisión; incluso la denuncia específica del caso por entonces muy reciente de Aldo Perrini, trabajador de Carmelo que había sido detenido el 26 de febrero de 1974 y que luego fue torturado hasta la muerte, acaecida finalmente el 3 de marzo (menos de un mes antes del inicio de la sesión inaugural del Tribunal Russell en Roma) en el Batallón n.º 4 de la ciudad de Colonia.26 25. En su denuncia ante el Tribunal Russell, Michelini refirió el número y nombró a diecisiete rehenes. En esta lista incorporaba al señalamiento clásico de los nueve líderes hombres, el de ocho de las once mujeres que compartieron esta terrible condición entre junio de 1973 y setiembre de 1976. Entre las tres mujeres detenidas que pronto se agregarían a la lista de las “rehenas”, junto a Miriam Montero y Lía Maciel, se hallaría su propia hija mayor, Elisa Michelini Delle Piane, incorporada definitivamente a esta condición ominosa en setiembre de 1975. La hipótesis sobre que este ensañamiento especial con Elisa Michelini fue realizado por la dictadura uruguaya en venganza y como instrumento de chantaje frente a las denuncias internacionales de su padre y en particular por su alegato ante el Tribunal Russell parece muy plausible. Sobre este tema específico, cfr. Ruiz, Marisa, Sanseviero, Rafael. Las rehenas. Historia oculta de once presas de la dictadura. Montevideo: Fin de Siglo, 2012, pp. 133-137. La situación de estas “rehenas” fue durante mucho tiempo invisibilizada, tanto en dictadura como en democracia. 26. Archivo Michelini. Tribunal Russell 2º sull’ America Latina. Conferencia de prensa de los exiliados uruguayos. Roma, 5/4/1974, fojas 1 a 21. Declaración ante el Tribuna Russell, fojas 1 a 11. Documento 5 Tribunal Russell, fojas 762 a 793. Tanto en la conferencia de prensa como en la documentación sobre las discusiones sobre Uruguay en el plenario del Tribunal hablan también otras personas, en ocasiones

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Muy poco después de finalizada esta primera instancia del Tribunal Russell II, y de retorno en Buenos Aires, Michelini escribió a modo de balance de aquella experiencia un artículo para el diario argentino Noticias bajo el título de “La enseñanza del Tribunal Russell”. En ese texto Michelini destacaba la significación del Tribunal Russell pero al mismo tiempo registraba “la ausencia de otros medios a nivel internacional para denunciar y juzgar las violaciones de los derechos humanos”. En relación a este punto fundamental, sostenía: “Los gobiernos afectados [por las denuncias], que solo se limitan a negar enfáticamente las acusaciones […] sin permitir control de clase alguna […], invocan el principio de no intervención y de autodeterminación de los pueblos para impedir toda posibilidad de comprobación. […] De más está decir que nadie ha sido más celoso que nosotros en la defensa de esos derechos […]. Pero de ahí a creer que es una patente de corso […] media un abismo. […] El ordenamiento jurídico internacional no puede prescindir de los organismos correspondientes. […] La humanidad toda se pierde y desaparecen sus valores cuando un hombre sufre y sucumbe en la tortura y el martirio que otros hombres —gobiernos, dictaduras, militares— le infieren. […] Sólo del equilibrio de los tres principios —no intervención, autodeterminación de los pueblos y vigencia de los derechos humanos— saldrá la identificados de manera específica (Ariel Collazo y Alain Labrousse en la conferencia de prensa o el Dr. Cassalis, los profesores François Rigaux y James Petras y Amalia Fleming durante las intervenciones en el plenario del Tribunal, para citar algunos ejemplos notorios), pero en otras referidas de manera genérica como “testigos”. De todos modos, de la documentación existente surge que la “voz cantante” de las denuncias y pronunciamientos siempre estuvo a cargo de Michelini.

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humanidad que tan empeñosamente se procura. De no ser así, todo será en vano”.27 Michelini insistiría en buscar redes y vínculos internacionales para amplificar sus denuncias contra la dictadura uruguaya. No pudo, sin embargo, participar en la segunda instancia de este Tribunal Russell II, celebrada en enero de 1975 en Bruselas. Un intercambio de cartas entre Lelio Basso y Michelini de febrero de ese año da cuenta de que las gestiones para que ello ocurriera fueron intensas, de la misma forma que el interés manifiesto del senador uruguayo por participar.28 De manera particular Michelini intentó profundizar sus relaciones con políticos y activistas de los derechos humanos en EE. UU.29 Precisamente, su asesinato impediría que Michelini compareciera en 1976 ante el Congreso norteamericano, cuando este estudiaba la reconsideración de la ayuda militar a las dictaduras latinoamericanas. A esta instancia finalmente debió concurrir en solitario Wilson Ferreira Aldunate, quien en su alegato de denuncia debió registrar con pesar las razones de la no comparecencia de quien había sido su amigo y su compañero en la denuncia internacional del régimen dictatorial uruguayo.30 27. “La enseñanza del Tribunal Russell. Dura condena al régimen de terror de las dictaduras de Brasil, Chile, Uruguay y Bolivia”, Noticias, 28/04/1974, p. 2. 28. Archivo Michelini. Carta de Lelio Basso a Zelmar Michelini fechada el 4 de febrero de 1975. Carta de respuesta de Michelini a Basso del 22 de febrero del mismo año. Ambas cartas fueron aportadas por la Fundación Lelio Basso. 29. En dichas gestiones resultó clave la intermediación de la profesora norteamericana Louise Popkin. Cfr. el texto de Vania Markarian incluido en esta compilación. 30. Por la declaración de Wilson Ferreira del 17 de junio de 1976 ante el Congreso de los EE. UU., cfr. Wilson Ferreira: el exilio y la lucha, Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1986, pp. 25-34.

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Por cierto que Michelini sabía con toda claridad la proyección de sus denuncias y que estas lo ubicaban como un objetivo directo para la dictadura uruguaya y sus cómplices del Cono Sur. Como era su costumbre, su coraje no era hijo de la temeridad ni de la pasión emocional en el discurso. Era plenamente consciente de los riesgos que corría y de la incertidumbre personal de los tiempos venideros. La “voz de la república” y su proyección internacional Tal vez en el final de este texto sea imperioso reafirmar con convicción ciudadana ciertas ideas centrales, las mismas que estuvieron en los discursos de Zelmar Michelini ante el Tribunal Russell en marzo y comienzos de abril de 1974: un sentido de justicia radical no puede someterse ni restringirse a las fronteras del Estado nacional; debe arraigar en la utopía necesaria de construir una conciencia internacional sustentada en el Derecho que contribuya en forma decisiva a terminar con toda dictadura, con toda violación a los derechos humanos fundamentales concebidos como delitos de lesa humanidad; para todo ello resulta imprescindible la defensa irrenunciable del principio de la libertad, acompañado siempre de la promoción de una auténtica cultura de los derechos humanos de perfil genuinamente universalista y pluralista. Tal vez todavía estemos a tiempo de recoger esos legados de Zelmar Michelini y de sus denuncias emblemáticas de 1974. Para ello habrá que ser genuinamente radicales en la defensa de estos valores. Siempre hay unas pocas causas primordiales que justifican un radicalismo inclaudicable. Una de ellas es que no 477

puede haber aceptación del olvido impuesto ni de la impunidad. Los valores decisivos para la convivencia no pueden resultar objeto de transacción. No hay ningún valor que pueda ser intercambiable a la verdad y a la justicia. Mucho menos el de la paz, porque la paz no puede ser otra cosa que la consecuencia de la vigencia de la verdad y de la justicia. Y en esa lucha, que es para siempre, resulta imperiosa la necesidad de construir una cultura de los derechos humanos como sustento irrenunciable de una visión humanista e internacionalista de la convivencia. Ese compromiso tiene que ser en efecto radical y por ello tiene que servir para condenar cualquier violación a los derechos humanos, venga de donde venga y se cometa en relación a cualquier fin. Y si viene de lugares supuestamente “afines”, la condena deberá ser más fuerte y profunda. Esos principios son, entre otras cosas, el legado de Zelmar Michelini. Esa es la razón de la vigencia perdurable de su discurso ante el Tribunal Russell en 1974, la fuerza que nos deja su voz inconfundible, recuperada desde la historia.

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Más allá de la política

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Zelmar, la política y los intelectuales Wilfredo Penco

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La perspectiva que se ofrece en estas páginas intenta registrar la relación que Zelmar Michelini mantuvo con intelectuales uruguayos (y de otros países) a lo largo de su vida, poniendo de relieve el lugar que le asignaba en su quehacer político a las manifestaciones culturales como expresión social, así como la incidencia de tales manifestaciones tanto en los desarrollos ideológicos como en la actividad partidaria, la práctica oratoria, la gestión parlamentaria, el desempeño periodístico y otras responsabilidades públicas que asumió. Compromisos e identificaciones respaldaron, en tal sentido, su personalidad, consolidada a imagen y semejanza de un país como el Uruguay, donde la educación y la cultura formaban parte de sus rasgos más característicos en la construcción de un modelo social. Un lector veloz y empedernido Como ha señalado Mauricio Rodríguez, su biógrafo más reciente, para Michelini “la actividad política […] fue su pasión, compartida con el turf, la lectura, el fútbol y la numerosa familia”. En particular “dedicaba mucho tiempo a leer y ver cine”, seguramente dos de las actividades más frecuentadas que lo disciplinaron desde el punto de vista intelectual, vinculándolo con netas expresiones culturales que incidieron de ese modo en sus enfoques para encarar y comprender el mundo que 483

lo rodeaba y contribuyeron decisivamente a moldear y enriquecer el atractivo político de su magnetismo personal. Más que intelectual en cuanto expresión de una categoría social o en el sentido que le atribuye Gramsci como ejercicio de una función orgánica, el desarrollo de la labor pública de Zelmar Michelini lo muestra y lo proyecta en su plenitud, cada vez con más intensidad y rigor a medida que fue asumiendo compromisos y definiciones de mayor exigencia y riesgo, sobre un escenario propio del dirigente u operador político que requiere, en parejo nivel, tanto de la inteligencia, la producción intelectual, como de la pasión y la entrega personales para el cumplimiento de un designio histórico, como fue su caso, cuyas circunstancias terminarían por no darle tregua ni admitirían marcha atrás. Zelmar en Buenos Aires, tres décadas antes de su muerte, joven aún y en vías de ennoviarse con quien sería su esposa, Elisa Delle Piane, en setiembre de 1943 “recorrió varias librerías con la intención de comprarle [a su prometida] el Corazón de Edmundo de Amicis o el Ariel de José Enrique Rodó. Pero no dio con ellos por lo que optó por regalarle uno de Antonio Machado”. Este testimonio ofrece, como muchos otros, la imagen temprana de una vocación de lectura identificada con valores de una generación que se buscaba a sí misma en los ejemplos o en los modelos de vida, en los estímulos sentimentales y la construcción de idealismos. La obra decimonónica de Amicis, tan ampliamente difundida como pocas, más de medio siglo después de escrita continuaba en pie y mantenía con eficacia su propósito formativo y su encuadre de civismo, pese a que ya entonces no podían pasar disimulados algunos de sus artificios e ingenuidades, del mismo modo 484

que el arielismo de Rodó, objeto de tantos aplausos y apologías, venía siendo objeto de cuestionamientos y revisiones sobre todo desde finalizada la Primera Guerra. No obstante el paso del tiempo que hizo mella en ambas obras, es probable que el joven lector no percibiera tales debilidades o limitaciones, o aun comprobadas prefiriera obviarlas porque seguramente lo que más le interesara —y por eso las buscaba— era su prestigio como muestras de optimismo histórico, con proyección utópica, con lo cual se sentía consustanciado para la construcción de un proyecto de vida junto a Elisa e incluso, en una escala social más abierta que la del círculo familiar (que para él fue básico y determinante), en el más amplio contexto de la sociedad uruguaya de su tiempo. El regalo para Elisa terminó siendo un libro de Antonio Machado, no sabemos si de poesía o prosa, pero en todo caso inscripto en una sensibilidad más acorde con los nuevos tiempos. En definitiva la obra de Machado debe haber calado a fondo en Zelmar (lo venía haciendo de tiempo atrás) para convertirse en el obsequio elegido. Por lo demás, su futura trayectoria política, apreciada ahora en retrospectiva, produce el efecto ilusorio de haber seguido, al pie de la letra, la filosofía implícita en los proverbios y cantares machadianos, por más generalizable que esta sea, cuando enseña, por ejemplo: “Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / Caminante, no hay camino / se hace camino al andar”. Y vaya si las huellas de Zelmar hoy se recuerdan, porque su andar hizo efectivamente camino, llegó hasta las últimas consecuencias y dejó, muy marcadas, como dice el poeta sevillano, sus “estelas en la mar”. 485

Antonio Machado no le era un desconocido, pues como también señala el mismo Mauricio Rodríguez: “Desde los lejanos tiempos de su niñez en los que, para curarle su tartamudez, le hacían leer al propio Machado, Juan Ramón Jiménez o Rubén Darío, siempre mantuvo un estrecho vínculo con el mundo de las letras”. Otras lecturas de juventud, que ilustran intereses diversificados y amplios, abarcan desde obras de Bakunin, Rosa Luxemburgo y Trotski, hasta El Proceso de Kafka, las Memorias y aventuras de Barry Lyndon del novelista inglés William M. Thackeray o El negro de Narcissus de Joseph Conrad. Más tarde se sumarían otros autores y títulos y entre sus preferidos, según César di Candia, se contaron Evelyn Waugh, Chesterton, Bernard Shaw, Joyce, Simone de Beauvoir, Lanza del Vasto. Más nombres del mundo literario que frecuentó, como surge “de notas, cartas o documentos de su puño y letra”, fueron, entre muchos, Rousseau, Brecht, Juan Bautista Alberdi, Joyce Cary, Sinclair Lewis. Convertido en asiduo lector de la revista Time, la guerra de Vietnam lo llevó a interesarse asimismo, ya en los años sesenta, por los escritos de Le Duan, Ho Chí Minh y Vo Nguyen Giáp. “Era un lector empedernido y tenía una impresionante rapidez para leer”, ha recordado su hijo Luis Pedro. A su tiempo, Carlos González, su secretario, dijo lo mismo de otro modo: “Era un lector voraz. Tenía, como hábito, leer más de un libro a la vez”. Omar Prego Gadea, narrador y periodista, compañero de tareas en El Diario y seguidor de su prédica política, afirmó también que “tenía una capacidad lectora impresionante y una memoria prodigiosa”. De esa extraordinaria velocidad y retentiva hacía caudal la personalidad de Michelini, ya fuera en 486

su expresión oratoria, tan característica como rasgo diferenciador, o en la atención de asuntos muy variados que el ejercicio político y en especial el legislativo le fueron exigiendo y a los que lo empujaban necesariamente. Pero también en lecturas de amplio espectro, procesadas y hasta disfrutadas por su memoria de modo excepcional tanto para su registro como análisis. Como si lo que aseguran sus más allegados no fuera suficiente para dar prueba de esa privilegiada condición, César di Candia recogió, en un pionero volumen testimonial, la siguiente versión, tan convincente como asombrosa, del librero Domingo Maestro, propietario de la tradicional librería montevideana Feria del Libro: “Compraba libros en cantidades inusuales. Los fines de semana solía venir a mi librería y se llevaba varios que consumía a una velocidad que hacía desconfiar de que realmente los leyera. Pero era cierto. Volvía la semana siguiente y yo le hacía preguntas sobre los libros que había llevado y sus respuestas me demostraban que efectivamente los había leído. Una vez se llevó El barón rampante de Ítalo Calvino y a las pocas horas volvió a buscar otra cosa. ‘¿Lo empezó y no le gustó?’ recuerdo haberle preguntado. ‘Ya lo leí todo’, me contestó. Le dije que no era posible en tan poco tiempo y le pedí que me lo contara. Me lo contó de pe a pa”. Vetas de la identidad Si hubiera que establecer un común denominador de los rasgos más salientes que se concentraban en Zelmar Michelini, entonces no habría mejor manera de hacerlo que refiriéndolo a la palabra y su enunciado como poderoso instrumento de entendimiento 487

y comunicación. Esa es la nota predominante de su identidad, la que permite aproximarse con más precisión a su concepción de vida, sus relaciones sociales, sus compromisos políticos, su perspectiva sobre el mundo. Fue reconocido, en primer lugar, como uno de los más grandes oradores uruguayos del siglo XX. En la calle, en la plaza, en la tribuna abierta produjo desbordes y encandilamientos, sus discursos impresionaron, deslumbraron, generaron admiración por la precisión, eficacia, contundencia y autenticidad de que dieron cuenta desde los tiempos de la militancia estudiantil y gremial. El carisma que su formidable locuacidad le fue potenciando puede rastrearse en la misma infancia. Su compañera en las aulas de la escuela República Argentina, Dora Isella Rusell, que años después fuera conocida poeta y directora del suplemento dominical de El Día, recordó que en los años de niñez Zelmar “tenía un don oratorio excepcional, que lo hacía el número puesto en todos los actos de la escuela. Improvisaba y hablaba ligero como una ametralladora. Cuando llegaba medio de improviso a la escuela alguna visita importante, el que sacaba a todos del apuro era Zelmar. Se paraba todavía de pantalón corto en una tarima y a velocidad vertiginosa decía unas palabras de bienvenida que dejaban atónitos a los visitantes”. También Dora Isella aclararía que “no solo era orador improvisado y actor en todas las representaciones. También recitaba con mucho fervor y pasión. Me parece verlo recitando aquel poema de Marquina: ‘Pequeña te hizo dios como una mano, patria mía’ y a todos nosotros estremecidos aplaudiendo a rabiar”. 488

Otro testimonio similar y del mismo período fue el del más tarde poeta, narrador y dramaturgo Milton Schinca, que hizo amistad con Zelmar también en los patios de la escuela República Argentina. Su evocación puso el acento en “un fulgor propio muy particular que lo hacía totalmente individualizable. Era el ídolo de la escuela y ni qué decir que número puesto en todas las fiestas patrióticas: el encargado de recitar, de actuar, de lo que fuera. Poseía un carisma que lo hacía muy popular. Aunque parezca exagerado, toda la escuela giraba en cierta forma a su alrededor”. Estos dos futuros y destacados intelectuales uruguayos son los primeros testigos —de infancia— que coinciden en ofrecer una visión de las condiciones caracterizadoras de Michelini y sus precoces atributos de relacionamiento social, que el tiempo habría de confirmar con creces. Como afirmó Milton Schinca, quien lo siguió tratando décadas después en el ámbito del Palacio Legislativo, Michelini siguió siendo un “hombre instruido, culto, interesado en todos los aspectos del mundo contemporáneo”. La claridad conceptual de sus exposiciones, la construcción límpida del discurso, la articulación de palabras, frases y párrafos que se desplazaban en su oralidad casi a ritmo de vértigo, le dieron el perfil necesario para hacer inconfundibles su brillo y su elocuencia. El célebre artista en ambas orillas del Plata, Hermenegildo Sábat, con quien compartió, cada uno en lo propio, labores periodísticas en el diario Acción, dijo sin eufemismos: “En la Cámara o en la calle, no había con qué darle”. Sus adversarios le temían a la hora del debate, sobre todo en el Parlamento; sus compañeros de bancada confiaban en él y en su demoledora capacidad dialéctica. La gestación y consolidación de su 489

liderazgo fue solo cuestión de tiempo, y de no mucho tiempo, desde temprano. Carlos W. Cigliuti, batllista como Michelini, pero con quien nunca militó en las mismas filas dentro del Partido Colorado, lo recordó, casi una década y media después de su muerte, como “un orador verdaderamente excepcional, emotivo, intenso y caudaloso. Su oratoria era erizante e incontenible […], adoctrinaba a sus multitudes con su verbo inflamado y elocuente”. Mario Jaunarena, taquígrafo en el Parlamento y compilador póstumo de sus discursos y diversos escritos, hizo notar que “la gente iba especialmente a escuchar su oratoria cálida, apasionada, convincente, conmovedora”. Esa fuerza verbal, que fue también vital en la proyección de su discurso, con un significado implícito tanto en la elección del método de lucha democrática al que se mantuvo consecuente hasta sus últimos días y desde el que buscó convencer con argumentaciones y diálogos de cercanía, sin prejuicios ni gratuidades; tanto en esa opción de la que fue principal articulador, dentro del país y en el exilio, como en la denuncia implacable de lo que entendía una pérdida de los mismos valores democráticos con los que se sintió profundamente identificado, esa fuerza tan propia e irrenunciable de Zelmar Michelini, que lo mostraba de cuerpo entero, tal vez no tuvo otro reconocimiento más efectivo que el que confesaron, años más tarde, quienes descreían de su apuesta a la convivencia pacífica o aun a la confrontación en términos diferentes, contrarios o distanciados de la violencia y en particular del enfrentamiento armado. Sobre el particular, el periodista Guillermo Reimann, que integró el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, y fue preso político, declaró: 490

“Nosotros, que nos habíamos erigido en generación desconfiada de la palabra, que habíamos abrazado la causa del hecho y la acción (estos indebidamente contrapuestos a aquella), debimos reconocer el poder de la palabra, cuando esta es sabia e inteligente, cuando es iluminadora y movilizadora de conciencias, cuando es transformadora de realidades, cuando es valiente y decidida, cuando puede llegar a ser eficazmente verdad, o sea, cuando brota firme y generosa en labios de hombres justicieros como Zelmar”. Una segunda veta que cultivó, con disciplina y profesionalismo, fue la del trabajo periodístico en la prensa. Editoriales políticos, crónicas de viaje, artículos sobre la realidad nacional e internacional, notas de denuncia sobre violaciones de derechos humanos se sumaron, en su más frecuentada producción, entre otros escritos, la mayor parte de los cuales fue reunida y publicada póstumamente en seis volúmenes por resolución de la Cámara de Senadores. Su hijo Felipe (junto a Rafael y, en una variante alternativa, Zelmar, conocido también como Chicho, sus herederos más notorios en la vida política contemporánea) ha considerado que “si se ve todo lo que escribió, se nota que tenía una pluma estupenda, además de ser un gran lector y tener una oratoria formidable”. Y en efecto, la obra escrita refleja un importante relieve de su perfil intelectual y vuelve a poner de manifiesto su visión inquieta, incisiva, de esfuerzo abarcador, capaz de anuncios y anticipaciones. Esa obra, casi cotidiana y construida a la par del ejercicio de la política partidaria, y muchas veces a su servicio, se apoya también en la palabra como consolidación de una historia personal y a un tiempo colectiva, concebida como lucha desde el espacio de un país subdesarrollado y 491

que advierte, ya en los primeros años de la década del sesenta, a partir de lúcidas e inclusivas lecturas aun de puntos de vista provenientes de estructuras hegemónicas, que “América es […] un pueblo harto, insatisfecho, cansado, dolido, que recurrirá a cualquier medio con tal de superar sus crisis inveteradas, su miseria de años, su analfabetismo, enfermedad y pobreza crónicas”. La palabra escrita complementa, de este modo, la palabra oral, ambas variantes del mismo discurso con interdependencia de una causa pública íntimamente involucrada con una vocación individual. En carta a una amiga, analizando sus dos principales modos de manifestación, el habla discursiva y la escritura, Zelmar se confiesa de este modo: “Escribo mal […], es decir, tengo una muy particular manera de escribir, que es prácticamente como hablo. Por consiguiente, lo que en una oratoria puede quedar bien, porque el énfasis o el tono acentúan una palabra o dan fuerza a una expresión, escrito queda rematadamente mal”. Lo que parece mostrarse como autocrítica no obstante resulta teñida o mediatizada por los éxitos instantáneos que aseguran aplausos o demás entusiastas apoyos en un caso, ante la menos perceptible o más dilatada repercusión en el siguiente. Lo cierto es que, sin duda más celebrada una que otra, ambas formas de comunicación se complementaron en la construcción de una imagen veraz, profunda, comprometida de quien las practicaba con igual ímpetu y dedicación. Una tercera cantera relevante de sus dotes intelectuales y en particular de las expresiones con las cuales se distinguió por su capacidad comunicativa pertenece también al ámbito de la escritura, pero más personal y a veces hasta íntima, la escritura de 492

una considerablemente nutrida y en todo caso emblemática correspondencia, que aún permanece inédita en su mayoría. Formación y prácticas intelectuales La formación curricular de Michelini, tras los años liceales y de preparatorios (durante los cuales hizo sus primeras armas en las letras participando en la revista de la Asociación de Estudiantes del Liceo Rodó), transcurrió en la Facultad de Derecho, en la que cursó estudios regulares que nunca completó y en la que cumplió intensa actividad gremial como estudiante universitario y se relacionó con figuras de su generación o cercanas a su generación que se destacarían en la cultura y en la política del país en las décadas siguientes. Tales los casos de Carlos Maggi (compañero de primer año de Facultad, en 1942), Emir Rodríguez Monegal, Manuel Flores Mora, Carlos Ramela, Carlos M. Fleitas (que sería ministro de Cultura), Enrique Martínez Moreno, entre otros, y en la Federación de Estudiantes Batllistas, de la que llegó a ser prosecretario: Amílcar Vasconcellos, Luis Tróccoli y muchos más. Fue Carlos Maggi quien aventuró una original tesis que distribuye a la Generación del 45 en dos centros, sobre todo en su vinculación política: el semanario Marcha dirigido por Carlos Quijano y el grupo de los llamados “jóvenes turcos” conformado en torno a Luis Batlle y de cuya camada Zelmar formó parte. Pese a lo discutible que puede llegar a ser este esquema, no hay duda de que Luis Batlle supo atraer a un conjunto de figuras —jóvenes y no tanto— que participaron activamente en el debate intelectual del país, en la propuesta de diseños sobre su destino comunitario, y en las 493

propias manifestaciones culturales en las que el batllismo había dado y seguía dando nombres de la calidad de Domingo Arena, Justino Zavala Muniz u Óscar Secco Ellauri, entre varios. También se ha señalado a Zelmar Michelini como “hijo genuino” de la Generación del 900 por “su conexión con la realidad, el humanismo y la reforma política y social”, pero asimismo de la Generación del 45 (aunque más que hijo, coetáneo) por su caracterizadora condición crítica. Su matriz ideológica se abasteció con interpretaciones y valores generados y asumidos en su apogeo sobre las primeras décadas del siglo XX, pero la evolución de la historia social y política del Uruguay y el continente lo llevó a terminar identificado con una visión más radical y transformadora que reconoce sus raíces en una cultura que cuestiona y pone en evidencia las grietas de un modelo que había parecido en el imaginario colectivo, durante décadas, tan idílico como permanente. El diario Acción (que Luis Batlle comenzó a editar en octubre de 1948) se convirtió, durante años, para Michelini y otros, en una segunda escuela no solo de política y periodismo, sino también de inserción en la cultura del país. Allí se cruzó con Juan Carlos Onetti (el gran novelista, fundador de una nueva concepción estética en la literatura uruguaya, que, curiosamente, en su inestable juventud laboral, casi de buscavida, había probado suerte como ayudante en el consultorio odontológico de su padre y con el que volvería a coincidir veinte años después en las páginas de Marcha), y también con sus compañeros de estudio Maggi y Flores Mora, a la vez correligionarios batllistas como Luis Hierro Gambardella (nueve años mayor que él, poeta y futuro ministro de Cultura) y Julio María Sanguinetti 494

(diez años menor, periodista, que ejercería la presidencia de la Comisión de Artes Plásticas, como ministro de Educación y Cultura y presidente de la República), además de otros jóvenes que despuntaban su brillo intelectual como Ángel Rama, Ida Vitale, Nelson Di Maggio, Edgardo Sajón, sin olvidar a quien oficiaba como corrector de páginas en el diario: el poeta Líber Falco. Según Alba Roballo (otra poeta y batllista que asumiría la titularidad del Ministerio de Cultura, compañera de ruta en la Lista 15 dentro del Partido Colorado y después en el Frente Amplio), quien ejerció una gran influencia sobre Zelmar en esa época fue el redactor responsable de Acción, Eduardo Lezama, “un hombre tan extraño, casi un marxista, de una cultura vastísima, con una gran pasión por los temas sociales”. Entre otros intelectuales uruguayos con quienes compartió pasajes de su vida política y social se cuentan el narrador e historiador, biógrafo de José Batlle y Ordóñez, exministro de Instrucción Pública y diplomático Enrique Rodríguez Fabregat, compañero también de Zelmar en el proyecto frenteamplista; el periodista y narrador Carlos Manini Ríos, colorado independiente, director del diario La Mañana, ministro de Cultura en 1967, en el mismo gabinete del presidente Gestido que Zelmar integró, y el escritor Julio C. da Rosa, que fue diputado en la primera bancada de la Lista 99 por el departamento de Treinta y Tres. Proveniente del sector encabezado por Renán Rodríguez, otro exministro de Instrucción Pública con quien Michelini había fundado la nueva agrupación política que proyectó su liderazgo dentro y fuera del Partido Colorado, Da Rosa recordó su amistad con él, gestada en el ámbito legislativo, en actos partidarios, giras por el interior del país y en tantas como 495

entrañables conversaciones en las que no podían faltar comentarios sobre libros y lecturas. Distanciados políticamente a fines de 1965, con motivo de la campaña de reforma constitucional a favor de la abolición del régimen colegiado, que Zelmar promovía y contra la que se pronunciaron Renán y Da Rosa, este último guardó sin embargo para sí mismo una imagen cercana y cálida de quien había llegado a ser su amigo, un político con “olfato”, admirable por “el tacto con que trataba a compañeros y adversarios”, “conversador infatigable” que prefería conversar “caminando o de pie, siempre nervioso, siempre tenso”, y el orador “a cielo abierto” que “hacía vibrar a la gente en una forma como nunca vi hacer a nadie”. Tampoco nunca olvidó que le había regalado un libro memorable: Historia universal de la infamia de Jorge Luis Borges. Al enterarse de su asesinato, en mayo de 1976, Da Rosa escribió, conmocionado, una breve página referida a “aquel hombre de poderoso talento, de sangre arrebatada, de dialéctica torrencial, de singular generosidad, de irresistible talento”. Otra prueba de la vocación intelectual de Michelini, de su curiosidad afinada sobre variadas expresiones de la educación y la cultura, además de su sentido de la amistad en las circunstancias en las que se hacía más necesaria, la documenta esta carta dirigida a Vicente Cicalese, profesor titular de la cátedra de latín en la Facultad de Humanidades, que hasta ahora permanecía inédita: “Cámara de Representantes / Particular / Amigo Cicalese: / Circunstancias de orden político —la Cámara se reúne extraordinariamente para considerar un problema de fueros— me impiden, como son mis deseos, asistir a la clase inaugural que dicta hoy en la Cátedra de Latín. / Los que sabemos de su larga lucha y de su esfuerzo, sabemos con cuánta emoción concurre 496

Ud. hoy a decir, frente a sus alumnos, en el ejercicio de la más pura docencia sus primeras palabras al frente de la Cátedra. / Quiero hacerle saber, que aunque no esté físicamente presente, mi solidaridad es la de siempre y mis aplausos se sumarán a los aplausos cálidos con que sus alumnos y sus amigos, rendirán homenaje a este triunfo suyo, tan valioso y que tanto debe enorgullecerlo. / Reciba las expresiones de mi estima personal y mis augurios sinceros de su éxito total. / Affmo. / Zelmar Michelini / Montevideo, junio 4 de 1959”. Hechos y no palabras Ya conformada la Lista 99, bajo la dirección de Michelini y Renán Rodríguez apareció el primer número del semanario Hechos el 23 de julio de 1963, más tarde convertido en diario, como expresión de la agrupación partidaria fundada poco más de un año antes, pero a la vez desde una concepción de trabajo que apuntaba al profesionalismo del periodismo uruguayo y a su perfeccionamiento, así como a la atención especializada, entre otras, de las manifestaciones culturales. Desde el punto de vista gráfico y en algunos de sus enfoques emparentado en cierto modo con otras empresas periodísticas contemporáneas como la revista Reporter o el diario Época, no obstante el semanario y después diario dirigido por Michelini desde el número inicial hasta el último, dio muestra de una personalidad propia en cuya definición no estuvo ausente el sello establecido por el director. Como ha indicado Yamandú Fau (otro futuro ministro de Educación y Cultura, tras la recuperación de la democracia, en el segundo gobierno colorado presidido por Sanguinetti), en el diario Zelmar “estaba 497

en todo. Hacía los editoriales, pero le gustaba estar en la redacción donde opinaba, leía, vichaba, controlaba, sugería. […] En tanto él vivía lo cotidiano, el medio periodístico que se ocupaba de eso era su lugar natural. Michelini no era un hombre de laboratorio: era de escribir el hoy”. Por su parte, Danilo Arbilla, sobreviviente del proyecto periodístico liderado por Zelmar, que continuó con éxito hasta el presente su ejercicio profesional en otras empresas, recordó muchos años después a algunos de los integrantes del plantel de Hechos: “Desde César di Candia, el redactor responsable y director periodístico que corregía y daba el visto bueno a todo lo que salía, pasando por Luis Horacio Vignolo, Alberto Carbone, un anarco que siempre tenía información de todo lo que ocurría, Fernando Aínsa y Gabriel Saad, dos intelectuales actualmente en París, el ‘Flaco’ [Guillermo] Chifflet, Iván Kmaid, Franklin Morales, Federico Ferber, Gley Eyherabide, Jorge Bazzani, William Puente, Héctor Rodríguez, Agustín Rodríguez Larreta, el cronista de carreras que un día acertó el pronóstico de las ocho carreras de Maroñas… Y en medio del grupo, sentándose con unos y con otros, compartiendo todas las preocupaciones, el ‘Flaco’ Zelmar”. Esta última frase da una idea precisa no solo de cómo Michelini se insertaba en la labor del periódico en su condición de director, sino también de su inquietud permanente, su versatilidad intelectual para estar al día e interesarse por todo y su calidad humana proyectada sobre los demás en un gesto de apoyo o incentivo —ya fuera como magisterio o aprendizaje— al trabajo de los otros, siempre con generosidad, atento, respetuoso, cordial y solidario. Por su parte, Fernando Aínsa ha resumido la significación cultural de Hechos en su tiempo de este modo: 498

“En la elección del equipo de redactores, [Michelini] […] no quería que fuera una simple ‘hoja parroquial partidaria’, sino un semanario con notas y crónicas de actualidad, exhaustivos análisis sobre problemas nacionales y un ejemplar contenido cultural. […] De allí que reuniera las firmas de reconocidos críticos como Emir Rodríguez Monegal y Homero Alsina Thevenet, Manuel Martínez Carril (fundador de Cinemateca). En el primer número Emir consagró un largo artículo a El paredón, polémica novela de Carlos Martínez Moreno donde contraponía el civilismo democrático uruguayo a la flamante revolución cubana. Cada semana el crítico representativo de la generación del 45 escribiría sobre Lawrence de Arabia, Roberto de las Carreras, Maurice Chevalier, el caso Profumo, Líber Falco, ‘la revolución del negro norteamericano’, el mundo del gaucho, ‘muchas novelas, pocos novelistas’, los best-sellers uruguayos, ‘Fellini se psicoanaliza’, el mundo de Juan José Morosoli, Edith Piaf, Giorgios Seferis, mientras Alsina comentaba estrenos y anunciaba próximas películas con su reconocida erudición. El popular caricaturista Leopoldo Novoa, que firmaba ‘Lázaro’ en el diario Acción, pasó a la redacción de  Hechos, secundado poco después por Alberto Monteagudo en páginas de humor de las que nunca prescindió el semanario. César di Candia como redactor responsable aseguró el rigor profesional de un periodismo novedoso en el Uruguay —que había inaugurado con éxito Carlos María Gutiérrez— y que prolongaría después en el diario Hechos, del que fue director. A este equipo inicial se sumarían sucesivamente Gustavo Adolfo Ruegger (en una sección titulada ‘Teletemas’), Pablo Mañé Garzón, el joven escritor Gley Eyherabide”. A esas prestigiosas firmas se suman otras que colaboraron en el semanario o el diario con diferente 499

asiduidad, tales los casos frecuentes de Jorge Pignataro e Ildefonso Beceiro, o los más excepcionales de Jorge Ruffinelli (sobre Cesare Pavese) o Adolfo Elizaicín. La novedosa televisión, el cine, los libros, en menor medida el teatro y otras artes fueron registrados en las páginas de Hechos, pero también la irrupción de Los Beatles en la música moderna, las primeras apariciones de la Feria de Libros y Grabados en las calles de Montevideo, una encuesta pionera sobre “¿Por qué las mujeres no actúan en política?” a cargo de Martínez Carril o la actualidad de “El tabú de la educación sexual”. Referencia especial merece una nota de Gabriel Saad, publicada en la edición del 19 de febrero de 1966, en la que cuestiona la tesis en torno a la función de los intelectuales en los procesos de cambios sociales expuesta, desde una visión eurocéntrica, por el francés Michel Crozier, sociólogo de las organizaciones y en particular del fenómeno de la burocracia, que acababa de publicar su famoso libro El mundo de la organización del trabajo, y cuyo artículo a propósito del tema objeto de polémica había sido reproducido, con derechos exclusivos de Preuves, por el mismo Hechos. Si bien Zelmar no intervino directamente en el debate, todo indica que debe haber seguido con interés la polémica y hasta que haya dado a conocer su opinión favorable a los argumentos de Saad, sobre todo a partir del título de su nota: “El intelectual y la política”.1 1. En su análisis crítico, Saad escribe: “En ‘La revolución cultural’ Crozier sostenía que el intelectual es, en la sociedad ‘su principal factor de cambio’, él dice ‘lo recto, lo bueno, lo bello’. Sólo un resabio de pensamiento mágico puede hacer creer que lo bueno, lo bello, lo recto surgen solo después que el intelectual ha pensado en ellos. Es obvio que si estos conceptos son expresados por el intelectual, éste no hace más que reflejar una cierta realidad.

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La política como operación intelectual está presente en su pensamiento y sus escritos, en sus definiciones ideológicas y acciones partidarias. Tal vez pueda discutirse el alcance de conceptos y palabras. Para Yamandú Fau, por ejemplo, Michelini “no era un hombre con ideología” aunque tuviera “una concepción de la sociedad, del mundo, de los problemas, que le permitía ser un hombre claro y definido”. Y en el periodismo, según Fau, ocurría lo mismo: “No escribía con voluntad de concientizar sino con voluntad de análisis de los hechos cotidianos”. Para mayor precisión de lo que fueron sus concepciones y el modo en que articulaba O, mejor dicho, que si estos conceptos encuentran un eco en la masa, es porque hay una realidad material que justifica, o sea, que la elaboración de la realidad que ha hecho el intelectual coincide con idéntica elaboración que la masa ha hecho pero aún no ha expresado. Desde este punto de vista el intelectual aparecería como portavoz de la sociedad de que forma parte. Pero notemos que no es el único portavoz que ésta tiene, porque también el artesano, el plástico, el obrero, en general todo creador, están expresando esos mismos conceptos, aunque con diferente lenguaje. La diferencia, una vez más, se encontrará en la tarea de abstracción”. En apoyo de su cuestionamiento al enfoque del ensayista francés, Saad agrega: “En la medida en que el intelectual se convierte en portavoz de la realidad política, ¿hasta qué punto está determinando un cambio social? De lo que antecede es fácil deducir [que] su función en este sentido es la de una mera tarea esclarecedora. Tarea cuyo acierto se verá verificado o desmentido por la posterior evolución de la sociedad. E, incluso, por el eco que, a través de esa misma evolución social el intelectual —o sus obras si él ya ha desaparecido— encuentre en las masas. Pero el verdadero motor social estará en quienes producen transformaciones materiales concretas. […] La gravitación del intelectual en la transformación social se dará, pues, sobre todo, a través de esa estricta realidad humana”. Aunque no puede afirmarse de manera comprobada, es probable que el director de Hechos compartiera la perspectiva de Gabriel Saad en torno a un tema que sin duda le interesaba, y a propósito de cuya presentación se hizo constar “la esperanza que los numerosos nuevos juicios que aporta al tema sigan permitiendo la tarea de desbrozamiento de equívocos y lugares comunes a que el tema nos tiene acostumbrados”.

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un proyecto de sociedad o los objetivos planteados en cada encrucijada que la propia vida y el acontecer histórico le reclamaban como imperativos para seguir avanzando sobre las meras circunstancias, sus declaraciones —hasta las más privadas— resultan el mejor instrumento para ilustrar a tales fines, sobre la base de la madurez de su experiencia y la agudeza de sus especulaciones. En tal sentido pocos textos dan una idea más cabal que este párrafo que forma parte de una carta desde el exilio a su hija Eli, encarcelada ya en tiempos de dictadura, y que lo muestra de cuerpo entero, casi asumiendo una metodología pero también una sensibilidad para abordar lo que había hecho toda su vida: “La política no es, como algunos creen, una ruleta loca, sino una ciencia que tiene su lógica, sus reglas y sus alternativas, de tal manera que los hechos que se producen y provocan hoy, indefectiblemente, provocarán mañana otros hechos. El problema, la inteligencia, la capacidad, es saber interpretar esos hechos”. Como en un juego de palabras que aluden al título del semanario y diario que dirigió y al instrumento que él manejaba como ninguno, justamente la palabra, así como a su forma de concebir la realidad y actuar en consecuencia, a sus concepciones políticas y a los acontecimientos que lo asediaban y ponían a prueba, a su prédica tanto sobre lo inmediato como sobre un atisbado porvenir, hacia fines de 1965 tituló uno de artículos “El deber no es solamente una bandera: hay que cumplirlo”, y allí dejó asentado, casi a modo de premonición: “Hechos y no palabras, dice el viejo proverbio latino. Hechos que confirmen las palabras, decimos nosotros; porque si no, se las lleva el viento. Y el viento forma y aumenta las tempestades…”. 502

El ámbito del periodismo fue muy propicio para el cultivo de sus relaciones con intelectuales. Desaparecido Hechos, comenzó el fecundo período de sus comentarios internacionales firmados como Marcos San Sebastián en El Diario (1968-1972). Después, en los años previos al golpe de Estado de 1973, aparecen sus notas en Marcha y Respuesta, en las que analiza la progresiva pérdida de libertades y se concentra en la defensa de los derechos humanos conculcados, elemento central de toda su actividad pública. En esos medios periodísticos reencontrará a viejos conocidos como Héctor Rodríguez, Guillermo Chifflet y Carlos Quijano, entre otros. Chifflet, que ya lo había entrevistado en vísperas de la formación del Frente Amplio más de un año antes, vuelve a hacerlo en 1972 para las mismas páginas de Marcha como una suerte de anticipo de lo que serán sus próximas colaboraciones periódicas en el semanario. El mismo Chifflet recordaría en Zelmar después de su muerte “una magia especial para atraer a la gente; […] gran capacidad de contacto humano, gran simpatía y carisma […] gran capacidad de convencimiento”. En cuanto a Quijano, este no solo le ofreció las páginas de Marcha sino además confió en Zelmar y en su apoyo cuando lo siguió rumbo al exilio, en su primera parada en Buenos Aires previa a su partida a México. Entre esas dos ciudades intercambiaron importante correspondencia. Por lo menos dos nombres más deben citarse en el círculo de amistades intelectuales de Michelini antes de su radicación en Buenos Aires. Uno es Mauricio Rosencof (narrador, autor teatral, poeta, cronista parlamentario y también dirigente tupamaro), que lo frecuentó hasta caer preso tras los sangrientos sucesos de abril de 1972. En conocimiento de que venía siendo 503

objeto de torturas, promovió la consiguiente denuncia parlamentaria que contribuyó a aliviar algo su situación. El segundo de sus amigos fue Vivián Trías, ensayista e historiador, dirigente y diputado del Partido Socialista, promotor de la edición de su libro Batllismo y antiimperialismo (1971), cuyas páginas recogen una exposición de Zelmar en el Senado, en la que puso en evidencia el sistema interamericano bajo el dominio de Estados Unidos y su instrumentación por la OEA y se opuso a la ratificación de las reformas a su Carta Orgánica. Buenos Aires, la solidaridad sin límites Durante los casi tres años vividos en Buenos Aires, desde que, horas antes de la disolución de las Cámaras, en junio de 1973, viajó a la otra orilla para convencer al senador Enrique Erro de que no regresara a Montevideo donde era inminente su detención, hasta el crimen que arrasó con su vida y la de tres uruguayos más, en mayo de 1976, toda la atención y los esfuerzos de Zelmar Michelini se concentraron en la lucha contra la dictadura. El ejercicio de la labor periodística le permitió su sustento y el de su familia. Muy orgulloso, le escribió a su hija Eli: “Dejame tener esta pequeña vanidad de que nada le debemos a nadie y fuera del país, sin conexiones ni vinculaciones, cuando uno ya tiene unos años, supe ganarme y bien la vida […]. Todo lo conseguí con mi cabecita, mis conocimientos y mi trabajo. Eso sí, son 10 o 12 horas por día, leyendo, para aprender y conocer los temas, y luego darle a la máquina, para hacer las notas”. En esa misma carta, que da cuenta de sus condiciones para la escritura en el género epistolar, hace esta 504

apología de la lectura: “Un buen libro te obliga a pensar y a discutir, interiormente, con el autor. Cuando el tema vale y está bien escrito se produce, prácticamente, una polémica con el escritor. Eso sirve después para todas las cosas, pequeñas y grandes y en primer término para distinguir unas de otras, es decir las que son pequeñas de las que realmente interesan”. En Buenos Aires se vinculó con el diario Noticias que dirigía Miguel Bonasso, y en cuya redacción participaban destacados intelectuales argentinos como Juan Gelman, Rodolfo Walsh, Paco Urondo y Horacio Verbitsky, entre otros. También colaboró con la agencia Prensa Latina, donde coincidió con el poeta y narrador uruguayo Carlos María Gutiérrez, uno de los maestros del nuevo periodismo uruguayo y latinoamericano, quien habría de evocar una década después ese encuentro: “Zelmar entró a la agencia Prensa Latina de Buenos Aires con el aire reconcentrado e intenso de siempre, el ceño fruncido y el mechón indócil de siempre, la corbata de gran nudo flojo de siempre, con la inveterada sonrisa, la ternura involuntaria y el enérgico apretón de brazo que subraya cualquier tema […] en aquella sala llena de ruido, la mirada celeste de Zelmar recreó el Montevideo perdido y ciertos recuerdos comunes…”. El otro medio periodístico del que formó parte fue el innovador diario La Opinión, de Jacobo Timerman, prestigiado por firmas como las de Gelman, Osvaldo Soriano, Tomás Eloy Martínez y muchos más. En sus páginas también escribía otro uruguayo, profesor constitucionalista muy cercano a Michelini y que había sido decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales hasta la intervención de la Universidad por la dictadura: Alberto Pérez Pérez. También integraba el 505

plantel de La Opinión Roberto García, periodista argentino que conocía a Zelmar desde los tiempos en que cubría los acontecimientos políticos uruguayos para la ya desaparecida revista porteña Primera Plana. García fue el destinatario de la carta de Zelmar en la que daba cuenta de haber recibido amenazas telefónicas de un posible atentado y traslado forzoso a Montevideo, entre otras denuncias, entregada quince días antes de su secuestro y publicada después de la confirmación de su muerte. Dos figuras provenientes del mundo de la cultura y en particular de las letras cumplieron un papel muy importante durante el exilio de Zelmar Michelini. Uno fue Mario Benedetti, quien ya había coincidido con él en la Mesa Ejecutiva del Frente Amplio, en la que representaba al Movimiento 26 de Marzo. Como indica su biógrafa Hortensia Campanella: “Mario redescubrió […] [en Buenos Aires] al ser humano cálido, interesado en la literatura, excelente analista de las relaciones internacionales. Durante meses se vieron varias veces a la semana para comentar los vaivenes de la política uruguaya o simplemente para comer en un pequeño restaurante de la calle Maipú, y charlar de libros, del ‘boom’ latinoamericano, de Onetti”. Ambos compartieron también amenazas, sacrificios y zozobras y Benedetti se convirtió en testigo privilegiado de la preocupación de Zelmar por atender y dar solución a los problemas de cada vez más uruguayos que peregrinaban hasta el hotel Liberty, donde Michelini residía, en busca de su orientación y su apoyo. A mediados de 1974 Mario Benedetti le presentó a Zelmar a Louise Popkin, una profesora universitaria norteamericana, doctora en lengua y literaturas 506

hispánicas, con especialidad en estudios hispanoamericanos, y también activista por los derechos humanos interesada en colaborar en la recuperación de las libertades públicas en Uruguay. Desde entonces ambos trabajaron en forma coordinada y se apoyaron mutuamente con una misma finalidad. De esa amistad y relación de trabajo da cuenta una importante correspondencia que solo ha sido publicada parcialmente, y que permite sobre todo conocer el proceso de su lucha por dentro. A principios de 1975, por ejemplo, Michelini le confiesa: “No estoy desanimado, no me desanimo nunca. Por el contrario, todos los días renuevo fuerzas, única manera de seguir adelante. Creo que la gente cuando está convencida de que tiene la verdad en su mano y de que trabaja por una obra de justicia, no puede decaer. Las cosas no son fáciles, pero no las cambiaría. Y además, algo que es muy importante, nada se consigue sin esfuerzo ni tampoco de inmediato. Y una frase, que la tengo grabada en mi mente y en mi corazón, porque me impactó cuando la leí, dice: en la vida no hay derrota ni victoria parciales. Una sola y gran victoria, final. Al término del camino, que no necesariamente tenemos que recorrer nosotros, físicamente. Quien debe recorrer el camino es la idea y el sentido de justicia por el cual luchamos”. En esa misma línea incorpora una cita literaria cuando comenta en los envíos epistolares a su amiga norteamericana, la reclusión de su hija: “El régimen de Punta Rieles es de hijos de puta. Algún día los carceleros conocerán las cárceles que ellos crearon. Pero Eli está mejor y eso es lo importante. Es muy fuerte, supongo que ha heredado mi tenacidad y mi fe. ‘No te des por vencido ni aun vencido’, decía el poeta [refiriéndose a Almafuerte]. Yo lo repito y creo que es lo que finalmente vale en la vida”. Cuando conversa con su corresponsal, 507

también comenta la literatura que conoce y le refiere su admiración por Rafael Alberti (cuya obra ella había estudiado) y sus Coplas a Juan Panadero, su lectura de Phillip Roth o su conocimiento de Proust, entre otros. Desde Estados Unidos, ella le envía a veces mensajes en clave retransmitidos por la ya anciana escritora argentina María Rosa Oliver, quien cita a Zelmar en su residencia de Barrio Norte, donde se producen encuentros que él recordará con gran simpatía. Dos de sus hijos lo acompañaban la noche en que sus asesinos lo llevaron secuestrado. “Llamen a Louise”, fueron las últimas palabras que le escucharon. Ella, que estaba preparando el viaje de Zelmar a Estados Unidos para promover en diversos ámbitos la causa de los derechos humanos en el Uruguay, recibió la noticia y de inmediato activó contactos e influencias que no pudieron, sin embargo, impedir el crimen. Habían pasado más de dos largos años desde su comparecencia ante el Tribunal Russell, el 30 de marzo de 1974, en Roma, donde leyó una pieza que había preparado minuciosamente, que escribió y reescribió, leyó una y otra vez, registró a fondo en la memoria y cuidó hasta el último detalle, como explicó un íntimo testigo presencial de todo ese esfuerzo de construcción escrita y hablada: su hijo Chicho. La intervención alcanzó una gran repercusión, se convirtió en un modelo en su género y ha sido reproducida con amplitud. El párrafo final hizo particular impacto en la sala: “De esperanza y de fe en nuestra Patria, en nuestro Pueblo, en nuestra Lucha, en el Hombre Nuevo que está surgiendo para la Liberación. Por eso, como el poeta que antes lo dijera tan cálidamente, repetimos nosotros: ‘honramos a los que se han ido para siempre; cantamos a los que, estando en la tierra, ya están renaciendo en el trigo’”. 508

Entre los participantes de esa jornada se encontraban relevantes personalidades internacionales, algunas pertenecientes a la literatura latinoamericana como Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. Para Zelmar Michelini, más que un día de gloria, fue la señal del deber cumplido. En Buenos Aires lo esperaban cientos, tal vez miles de compatriotas exiliados para pedirle también su palabra y su mano extendida, siempre por él ofrecidas, nunca negadas. Por ese motivo, entre otros, regresó. Como su nombre de personaje literario, su vida y sobre todo su martirio lo convirtieron en parte en leyenda, pero con contenido de verdad. En un homenaje en México, a dos años de su muerte, Mario Benedetti,2 que lo había seguido tan de cerca durante su estadía en la capital argentina y había calado en profundidad su generosa condición humana, dijo de él, en su recuerdo, con muy pocas palabras, lo que nadie dijo mejor: “Debe haber sido el uruguayo más solidario que he conocido jamás”. Bibliografía Ainsa, Fernando. “Hechos en la memoria”, en Relatos y memorias. Web. Disponible en: ‹fernandoainsa.com›. Campanella, Hortensia. Mario Benedetti. Un mito discretísimo. Montevideo: Seix Barral, 2008. Colección del semanario (1963-1964) y del diario (1965-1968) Hechos, Biblioteca Nacional, Montevideo. Di Candia, César: Ni muerte ni derrota. Testimonios sobre Zelmar Michelini, Montevideo: Atenea, 1987.

2. Un poema de su autoría, escrito en memoria de Zelmar, fue incluido en La casa y el ladrillo, 1976.

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Jaunarena, Mario (selección y prólogo). El pueblo vencerá. Discursos, entrevistas y artículos de Zelmar Michelini. Buenos Aires: Fundación, 1985. Michelini, Zelmar. Artículos periodísticos y ensayos. Montevideo: Secretaría de la Cámara de Senadores de la República Oriental del Uruguay, 1990-1992. Tomos I a VI. Rodríguez, Mauricio. Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016.

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Hechos y palabras Margarita Michelini

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Este trabajo se basa en el registro del contenido de hechos, órgano periodístico de la Lista 99, durante su primera etapa como semanario en los inicios de la década del sesenta. No es esta una investigación académica, sino una descripción y un análisis realizados alternando el triple “sombrero” de hija, periodista y exmilitante política que mantiene vigente su compromiso social. Tal vez el rol de hija fue el más relevante porque se convirtió en el principal motor para concretar la tarea. La ilusión de retomar un diálogo inconcluso con mi padre fue más fuerte que el temor a revivir el dolor de la pérdida que provoca remover papeles y recuerdos. Revisar la colección del semanario derivó en una oportunidad para volver a conversar con él sobre los mismos temas que hace cincuenta años, con mayor serenidad y experiencia de mi parte. En aquellos tiempos exigentes y difíciles, sin tomar en cuenta su cansancio, sus preocupaciones o su estado de ánimo, sentía que él debía estar siempre listo para escuchar reclamos sobre sus ideas y posiciones, aceptar discusiones con más pasión que razón, y varios etcéteras. Desde hace años, del recuerdo de aquellas conversaciones y de la lectura de sus escritos surgen más coincidencias entre el Zelmar de aquel tiempo y quien escribe. Compartíamos la convicción de que era necesario luchar por alcanzar la justicia social, lo admiraba por 513

defender los derechos de las personas y crecí en un hogar en que reinaban la libertad de pensamiento y expresión. En cambio, otros asuntos como la defensa intransigente de las instituciones, la saludable convivencia de ideas diferentes, el rechazo al concepto de que los fines por más justos que sean no legitiman cualquier medio para alcanzarlos, y la condena de la violencia y el totalitarismo estaban en cuestión para gran parte de la juventud militante de la que yo formaba parte. Hoy, mis hijos ya superaron los veinticinco años que yo tenía en 1976 y tengo unos cuantos años más que los que tenía mi padre cuando murió. Visitar su obra, reconocer, valorar y subrayar la vigencia de su pensamiento es mi homenaje. *** La palabra escrita fue una herramienta relevante de la práctica política y parlamentaria de Zelmar Michelini, quien ejerció el oficio periodístico como cronista, analista y también como gestor y director de hechos, semanario que luego se transformó en diario. La producción periodística de Michelini es una fuente necesaria como parte de este proyecto que se propuso estudiar su acción política, su pensamiento y su compromiso social. Por un lado, los artículos que llevan su firma, en diversas publicaciones a lo largo de su vida, así como los editoriales sin firma de hechos, periódico del que fue codirector, dan cuenta de su filosofía política, muestran su punto de vista acerca de la realidad nacional e internacional de la época, su manera de encarar su acción política, parlamentaria y partidaria, así como su relación con los diversos sectores sociales. 514

Por otra parte, el producto que llegaba a los quioscos junto con testimonios que dan cuenta de cómo funcionaba la redacción reflejan las ideas y valores de Michelini en el ejercicio de la profesión; porque su liderazgo fue determinante en la concreción del proyecto periodístico. Él fue cofundador de hechos, forjador del diseño general de la publicación, la puesta en marcha y la elección del equipo para hacerlo posible. El rescate de hechos contribuye a mostrar a Zelmar periodista, vocación y oficio que practicó con gran pasión y no fue solo un apéndice de su acción partidaria. La pluma, máquina de escribir en su caso, y la palabra fueron dos herramientas relevantes de su práctica política y legislativa. Pero fue más que eso. En Uruguay fue cronista de variados temas durante sus viajes, y analista internacional con el seudónimo Marcos San Sebastián. En el exilio, fue un periodista todoterreno que con el ejercicio de la profesión se ganó la vida en Buenos Aires. Este trabajo no se propuso el estudio del contenido del semanario para conocer en profundidad el pensamiento de Michelini, y de la agrupación política a la que pertenecía, sobre la realidad nacional e internacional. Su objetivo fue observar de qué manera se reflejaba en hechos el compromiso social de Michelini. Señas de identidad Un buen punto de partida para acercarse a la publicación es la descripción de su aspecto, la organización de las secciones y la integración del equipo de trabajo. El primer número de hechos salió a la calle el martes 23 de julio de 1963. Fueron veintisiete ediciones 515

semanales en formato tabloide. De ellas, hubo veintiuna ediciones de veintiocho páginas y seis de veinte. El 21 de enero de 1964 salió a la calle el último número en ese formato, anunciando que apostaban a más: editar un diario. Hubo que esperar veintidós meses para que hechos volviera a los quioscos como diario de la tarde, en formato “sábana”, el 22 de noviembre de 1965. Con respecto al diseño del semanario, Lino Cabrera, asesor gráfico de la Fundación Zelmar Michelini, señala que “la gráfica del semanario hechos se integra en un criterio general de diseño común de ese tipo de publicaciones de su época”. Agrega que a su juicio, “a pesar de ello” se manifiestan “ciertos elementos de interés”. Entre ellos señala que “en el planteo tipográfico aparece un juego de tipografías con serifa y sin serifa, que —con los recursos de cursivas y tamaños, para títulos y subtítulos— hacen más ligeras las páginas del formato tabloide”. Además, “el recurso del título de la publicación de gran cuerpo en minúscula y en negativo anuncia un avance de modernidad en el trabajo de diagramado”. En su análisis, Cabrera también menciona como punto de interés el manejo del color en tapa, contratapa y centrales; destaca el uso de viñetas en los textos y la concentración de caricaturas (humor gráfico) en una sola página, que oxigena visualmente aumentando la legibilidad. En cuanto a las imágenes fotográficas que ofician de ilustración en apoyatura al texto, si bien la calidad gráfica “es la que permitían los recursos tecnológicos de ese momento”, se destaca “su calidad descriptiva del asunto central tratado en los textos”, por lo general “en temas de carencias en el orden económico-social”. 516

Aparte de estas observaciones puntuales, y sin entrar en el análisis de los contenidos, Cabrera percibe “cierto interés en el planteo de diseño que propende con más libertad a zafarse del encofrado de estilo del momento”. Así, observa “en esta intención el aspecto más significante de la publicación”.1 La lectura del staff del primer número consigna que Zelmar Michelini y Renán Rodríguez, los dos referentes principales de la Lista 99, compartían la dirección. El redactor responsable era César di Candia, y los administradores, Julio Souto y Adalberto Banchero. El equipo de redacción estaba integrado por Fernando Aínsa, Homero Alsina Thevenet, Gley Eyherarbide, Pablo Mañé Garzón, Leopoldo Novoa (Lázaro), Emir Rodríguez Monegal, Nilo Suburú y Luis H. Vignolo en la redacción; José Lupinacci, Alberto Monteagudo, el ya citado Novoa en dibujo, y en fotografía Carlos Scavino. A lo largo de los meses hubo algunas variaciones y se publicaron numerosas notas de personas que no figuraban en el staff, tanto de periodistas como de profesionales en diversas áreas, legisladores y militantes de la Lista 99. Sin aparecer en la plantilla, Pedro Pocho Michelini, hermano de Zelmar, formó parte desde el inicio de aquella tripulación, a cargo de la gestión comercial y financiera. Las secciones dan un panorama de la amplitud de la temática de la que se ocupaba el semanario: Opiniones, Cartas (correspondencia de los lectores) Política, Humor Gráfico, Internacionales, Actualidad, Gremiales, Partidarias, Agrarias, Economía, Espectáculos, Libros, Televisión. 1. Informe de Lino Cabrera realizado para este trabajo.

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En cuanto a la publicidad, en todos los números del semanario se publicaron avisos de entidades estatales y empresas privadas. El precio inicial fue de $ 1,50 y los números atrasados $ 2. En las páginas del semanario se publicaba un cupón para suscribirse por un año. La colección de hechos semanario cabe en un solo tomo, un libraco respetable tamaño tabloide. Hojearla, recorrer las páginas es un viaje al pasado, sin duda, aunque impregnado de presente por varias de las cuestiones que toca el semanario que hasta hoy no se han solucionado —la participación de las mujeres en política y la deficiencia del transporte montevideano son solo dos entre muchos ejemplos— así como por las polémicas que siguen vigentes, como la inserción comercial de Uruguay en el mundo o la concepción de la discusión en la interna del partido. Política y propósitos Mauricio Rodríguez, en su libro Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos, bajo el título “Hechos: el anhelado proyecto periodístico” relata el nacimiento del semanario de esta manera: “En julio de 1963, ocho meses después de las elecciones y cuando el segundo gobierno del colegiado blanco se hundía en el pantano de la crisis, Zelmar editó hechos, el semanario que sería la voz oficial de la Lista 99. Ya había dedicado suficientes horas a aporrear máquinas de escribir haciendo notas y editoriales en otras publicaciones, por lo que conocía los secretos del oficio. Fue un proyecto largamente añorado que finalmente pudo cristalizar ese año. Su nueva y ardua tarea de director del semanario —que compartía con Renán Rodríguez— 518

le permitió volcar en sus páginas toda su experiencia, pero lo obligó a dividir el tiempo entre estas nuevas responsabilidades y la tarea legislativa. Ambos proyectos se retroalimentaron gracias a la publicación, ya que hechos se presentó como “el órgano periodístico oficial de la Lista 99”, por lo que muchas veces constituyó una plataforma para difundir ideas, proyectos y actividades de Zelmar y el resto de la agrupación partidaria.”2 Testigo de ese nacimiento fue Fernando Aínsa, escritor y ensayista, periodista de hechos desde el inicio, quien recuerda con claridad sus vivencias en la redacción. “Lo primero que viene a mi memoria es la atmósfera de alegre camaradería que siempre reinó en la redacción del semanario y, luego, del diario. Se preparaba café, se tomaba mate, se comían milanesas a caballo con aceitosas papas fritas, regadas con botellas de cerveza Doble Uruguaya o Patricia pedidas a un bar vecino y se fumaba sin prohibición. Había buen humor y se cruzaban bromas y anécdotas del momento. Se discutía con vehemente pasión la realidad política: la guerra fría con su particular incidencia en América Latina y la del Uruguay, gobernado por el partido Nacional, sufriendo los embates de la inflación y la presión del Fondo Monetario Internacional. Una cordial atmósfera que se prolongaba en las reuniones de redacción en la sede del semanario en la céntrica calle Colonia 1159 y un par de años después en la del diario, en la calle Ciudadela y Cerrito…”3 ¿Y cómo se presentaba el semanario ante sus lectores? 2. Rodríguez, Mauricio. Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016. 3. Aínsa, Fernando. “Hechos en la memoria”, disponible en: ‹http://fernandoainsa.com/node/388›.

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En el semanario, en la página 2, en el lugar del staff, debajo del logo con el nombre de la publicación se consigna: “órgano periodístico oficial de la Lista 99”. En el primer número del diario la autodefinición es más amplia y rotunda: “Órgano oficial de la Lista 99 – Partido Colorado ‘Batllismo’”. Hechos no era una excepción, porque casi todos los diarios de aquellos años respondían a los partidos políticos y sus agrupaciones. Los órganos de prensa eran valiosas herramientas de comunicación de ideas y posiciones así como trincheras de crítica a los adversarios; hechos fue, explícitamente, un vocero partidario. De acuerdo a este concepto, en el primer editorial del semanario se proclama el compromiso del grupo, Lista 99, con el país y con el Partido Colorado. “Las mismas razones, los mismos fines, la misma firme y necesaria posición revisionista que decidieron la formación de nuestro núcleo político, están motivando ahora la aparición de este periódico que será su portavoz, y que como aquél, tendrá su acento respetuoso, su contenido polémico, su orientación de avanzada, su terca pero constructiva firmeza ante los problemas que vive el país. HECHOS estará, además, al servicio del Partido Colorado y del Batllismo como una nueva tribuna partidaria que se levanta para afirmar sus principios populares, adecuándolos a la realidad presente. […] Las páginas de HECHOS estarán permanentemente —sin demagogia pero sin desfallecimientos ni compromisos— en la defensa de las soluciones populares y en la lucha contra el privilegio, contra la propiedad anti-social, contra la acumulación excesiva de riqueza, 520

contra los desniveles sociales. Pero no solo nos interesa procurar para todos un standard de vida adecuado y un bienestar material, sino que además consideramos imprescindible el acceso de esa enorme masa desprovista y desesperanzada, a la enseñanza, a la educación, a la cultura. Y HECHOS bregará también por la recuperación moral, tan necesaria para el progreso y desarrollo del país. Recuperación moral que comience en los partidos políticos y sus dirigentes, en los grupos que tienen mayor responsabilidad frente a la conducción de los asuntos públicos. El país está enfermo de escepticismo, de desconfianza, de falta de fe en sus valores más representativos. Recuperar esa confianza es uno de los imperativos inmediatos.” Hay dos compromisos claros en este primer editorial: estar al servicio del Partido Colorado y del Batllismo y defender las soluciones populares en contraposición al privilegio. Ambas promesas se cumplen en cada edición del semanario. Se entiende que el compromiso partidario es indisoluble del compromiso social. Es así que se insiste en reclamar unidad del partido, unidad de programa, democracia interna y responsabilidad ante la crisis, herramienta que se considera imprescindible para mejorar la vida de la gente y cambiar las estructuras obsoletas del país. Aparece también una dura confrontación con el gobierno blanco que estaba en el gobierno. A la salida del semanario Uruguay estaba gobernado por el Partido Nacional, triunfante en las elecciones de 1962. La Unión Blanca Democrática, UBD, fue la 521

agrupación mayoritaria que sucedió al sector del Herrerismo que había gobernado entre 1959 y 1962. La oposición de la 99 al gobierno blanco se refleja en la constante denuncia en los editoriales y en las noticias sobre la situación en diferentes áreas de la realidad nacional. La denuncia también se expresa por medio del humor gráfico. Se denuncia la crisis, la carestía, la represión con sanciones a los maestros y funcionarios en huelga. Ante esa crisis, se toma partido y se plantean alternativas. El 13 de agosto de 1963, una nota editorial titulada “Todo el Partido para todos los problemas” analizaba la situación del país, afirmando que en 1966 triunfaría el Partido Colorado, y concluía: “Es fundamental, tanto como la oposición encarada con sentido constructivo y sin olvidar que todos somos uruguayos, la formulación de planes para ese gobierno. Soluciones populares, reforma de estructura con sentido batllista, programa único para todo el partido, que obligue en sus lineamientos a todos los que votan bajo el mismo lema. Pero para eso, libertad absoluta en la discusión y democracia interna. Ni minorías decisivas ni mayorías que avasallen. Y solo así habrá un Partido Colorado para toda la ciudadanía del país.” El compromiso social El semanario dirigido por Michelini y Rodríguez no es ni frío ni neutral. Por el contrario, expresa su compromiso con los problemas del país, de las personas y de la sociedad que se ve reflejado en los temas que encara el semanario en sus diversas secciones: ac522

tualidad, gremiales, parlamento, agrarias, economía, partidarias. El lenguaje y la fotografía participan de ese espíritu. Las notas con más peso en la portada solían referirse a temas de actualidad, muchos vinculados a la vida cotidiana. Los titulares seleccionados por Aínsa en su crónica son ilustrativos. “Recuerdo con inevitable nostalgia esas reuniones de redacción donde se decidían artículos, editoriales y noticias política y los titulares del semanario caracterizados por su ingenio e ironía: ‘Pesca: las redes de un problema’; ‘La escuela pública se viene abajo’; ‘El azúcar juega a las escondidas’; ‘Alianza para después del Progreso’; ‘Cuando la proscripción era cosa de locos’; ‘Desocupación. Ocio forzoso de 160 mil uruguayos’; el irónico titular de un artículo sobre ‘cantegriles’: ‘¿Será este su alquiler?’; ‘¿No hay quien diga NO al FMI?’; ‘Las vacas son ajenas… y pocas’; ‘La memoria es flaca cuando el interés es gordo’; ‘El dinero se hace humo’…”4 “¿Cuánto costará la leche?”; “Desocupación, problema reciente”; “La desamparada escuela rural”; “Melo. La batalla por la comida”; “Menores por las calles, ¿mendicidad o explotación?”, son otros titulares de tapa con fuerte tono de denuncia. Hay noticias que, a pesar de haber pasado más de cincuenta años, parecen titulares de actualidad: “Tragamonedas: ¿Negocio o vicio social?”; “Alquileres cada vez más lejos del alcance de los matrimonios jóvenes”; “Las clases terminan, los problemas siguen”; “El futbolista: trabajador con pocos derechos”. Otros se refieren a problemas ya hoy superados: 4. Aínsa, Fernando, ob. cit.

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“¿Qué pasa con los teléfonos?”; “Espectáculos sin espectadores”; “El caos en las Cajas” (en referencia a las jubilaciones). Diversidad Como contrapartida democrática a la franca y militante prédica política, hechos encaraba los temas dando la palabra a numerosos actores. Las páginas editoriales, en las que se tratan todos los temas, se denominan Opiniones, así en plural. Hay espacio para otras voces, como es la sección Cartas, destinada a la “correspondencia de los lectores” que suele ocupar dos páginas. También se realiza la cobertura en formato de agenda o noticias breves Gremiales y Partidarias (en este caso de la agrupación de la que el semanario es vocera). La entrevista es otra manera de vincularse con actores sociales. En este formato se presenta por ejemplo a un maestro o a un médico rural, la palabra de sindicalistas como en las notas “Héctor Rodríguez y el movimiento obrero” (número 9) y “José D’Elía y la conciencia de la crisis” (número 11) ambas anunciadas en tapa. Otro ejemplo de diálogo con la ciudadanía es la sección “encuesta con firma”, que no aparece en todos los números, y en la que busca y transcribe la opinión de los protagonistas de un sector de actividad de la vida del país. Una es la firmada por Yamandú Fau, en el número 10, sobre si Montevideo necesita transporte subterráneo. Se titula “Otra vez el subte” y recoge la opinión del director de Cutcsa, del profesor titular de Planificación 524

Urbana y Regional de la Facultad de Ingeniería, de un concejal y del director de Tránsito de la Intendencia. En el número 11, del 1o de octubre de 1963, la encuesta, firmada en este caso por Manuel Martínez Carril, pregunta: “¿Por qué las mujeres no actúan en política?”. Cada respuesta va acompañada de foto y breves currículos de las entrevistadas con sus profesiones, actividades gremiales y políticas; maestras, periodistas de diario y televisión, una abogada, la agregada cultural de México y tres legisladoras, una del Partido Nacional, otra del Partido Colorado, Lista 15, y una de la Unión Popular. A la semana siguiente, con la misma pregunta, los entrevistados son hombres. En el número 13, el dilema es sobre la carne. Con el título “Carne: abastecerse o exportar”, la encuesta recoge la opinión del director del frigorífico EFCSA, de un empleado del frigorífico Swift, del copropietario del frigorífico Carrasco, entre otras. Para disparar el debate sobre la televisión nacional, son entrevistados entre otros el escritor Mario Benedetti, el músico Panchito Nolé, el comunicador y pedagogo Mario César Kaplún y la animadora argentina de televisión Pinky. En las páginas de fútbol, deporte que se cubre semanalmente, aparecerá una encuesta para jueces en la que se entrevista a un árbitro cada semana. También hubo una “encuesta para directores técnicos”. Otra convocatoria a opinar, en este caso masiva y con premios, estuvo dirigida a los lectores con la consigna “Elija los mejores programas de la televisión nacional”. La cobertura que se hace de la actividad parlamentaria es muy amplia: transcripción de intervenciones de los parlamentarios de la Lista 99, publicación de las 525

asistencias e inasistencias a las sesiones de legisladores de todos los partidos y, al finalizar el año, la lista de proyectos presentados por la Lista 99. Por este camino no solo se cumple con el propósito de difundir y propagandear el trabajo de los legisladores de la Lista 99, sino que se muestra la importancia que se le asigna al Parlamento en la vida política. Otro punto relevante en la manera en que el periódico se paraba frente a su público es la composición y calidad profesional de los integrantes del equipo de redacción, periodistas e intelectuales serios a quienes es imposible imaginar complacientes. Salvo por la nula participación de mujeres, a tono con el Uruguay de la época, el talante del periódico es lo contrario al pensamiento uniforme. Escribe Aínsa: “En la elección del equipo de redactores, ‘el flaco Michelini’ —como se lo llamaba con afecto— quiso que el semanario fuera algo más que el órgano de la Lista 99. No quería que fuera una simple ‘hoja parroquial partidaria’, sino un semanario con notas y crónicas de actualidad, exhaustivos análisis sobre problemas nacionales y un ejemplar contenido cultural”.5 Un concepto que reitera William Puente, periodista que integró el staff de hechos ya en la etapa de diario: “El periódico era, naturalmente, una herramienta política y tenía su línea editorial, pero había una gran libertad para escribir y para el enfoque de cada noticia. Yo creo que esa fue una de sus virtudes”.6 La memoria y el análisis de ambos periodistas ayudan 5. Ídem. 6. Puente, William, ponencia para el homenaje realizado a Zelmar Michelini por la Cancillería Argentina. Buenos Aires, 19 de mayo de 2011. Disponible en: ‹http://fzelmarmichelini.org/›.

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a recrear la época en que transcurrió la vida de hechos como semanario y diario. Aínsa hace referencia al batllismo de los años sesenta: “Zelmar sabía escuchar y decidía rápidamente, zanjando cualquier dificultad con un sentido envidiable de justicia. Transcurrido el tiempo, fui valorando su ecuanimidad y agudeza política. Eran los años de la 99, batllismo progresista con el que me sentí identificado, que supuso en el clima político de la época una renovada visión del país y sus problemas con un profundo sentido social.”7 Puente ubica a hechos y su peculiaridad en el cuadro de la prensa uruguaya de la época. “En aquel tiempo los diarios que circulaban en Montevideo eran muy acartonados. El País, El Plata, La Mañana, El Diario, Acción, El Debate, eran demasiado esquemáticos. Todos ellos eran diarios de la derecha, voceros de los blancos y los colorados. Y había también dos diarios —El Popular, órgano del Partido Comunista, y Época, sostenido por un colectivo de izquierda— destinados a otro público, quizás más exigente, que también intentaban salirse del molde preestablecido. En medio de estos diarios, con un lenguaje diferente, se coló hechos. Fue un caso curioso. Hechos estaba en quiebra casi desde antes de que saliera a la calle el primer número. Era una empresa con dificultades económicas permanentes. Había un equipo destinado a recaudar fondos. Y sin embargo, el diario tenía una buena tirada e inquietaba a la competencia de la tarde, como El Diario. Y yo creo que eso era una virtud del equipo de redacción y de Zelmar, que tenía algunas ocurrencias para la edición y que daba 7. Aínsa, Fernando, ob. cit.

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libertad para la creatividad a los redactores. Y se permitía cosas que no eran habituales en otros diarios.” 8 *** Al final de esta recorrida por el semanario hechos y su breve historia antes de convertirse en diario, se puede concluir que el semanario participó de la misma rebeldía que condujo a un grupo de ciudadanos a crear la Lista 99 con el propósito de transformar el Partido Colorado para ser fieles al ideario batllista y aportar respuestas a la crisis económica y social que atravesaba Uruguay a mediados del siglo pasado. Al mismo tiempo, a pesar de los escasos recursos económicos, apostó al periodismo responsable con información de calidad. El semanario se insertó en un país en crisis (pero con las instituciones funcionando) y en el que regía la libertad de prensa, libertad que comenzó a recortarse muy poco tiempo después y fue suprimida durante la dictadura. Michelini defendió siempre esa libertad, como deber y derecho de la sociedad uruguaya. Coherente con sus principios, cuando ejerció la dirección de un medio lo hizo de acuerdo a ese espíritu y respetando a los trabajadores del sector. Hechos fue una aventura, un proyecto periodístico serio y comprometido, que abordó una pluralidad de temas, que abrió el juego a los diversos actores sociales, que buscó informar con veracidad y opinar asumiendo riesgos.

8. Puente, William, ob. cit.

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Hechos

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La izquierda uruguaya: un siglo de periplo Fernando Aparicio

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“Lo conocí a Zelmar casi un niño, cuando yo estaba a mitad de camino, y tuve el presentimiento desde el primer día de que era un ser excepcional. Zelmar Michelini y Teófilo Collazo. Los dos de un modo o de otro tocados por la tragedia. Claro, la muerte de Michelini es una cosa dantesca, una gran mancha de sangre sobre la pared histórica del país. Hay que juntarlos con la muerte de Julio César Grauert, tan joven, y con la muerte de los muchachos, que en un solo nombre, vamos a recordar: Líber Arce. Los políticos, el hombre político de su oficio y posición a veces no es sincero. Su oficio lo obliga a mistificarse y a pintar su propia imagen siempre mejor; porque al fin y al cabo, el político vende su imagen y su mensaje para trabajar en el mostrador del pueblo y de la historia. Michelini tenía dos cualidades: [una de ellas era] su profunda sinceridad, no he visto nadie más auténtico que aquel hombre creyendo en lo que creía…” Alba Roballo (ante la muerte de Zelmar Michelini)

Orígenes y protagonismo Difícil resulta abordar alguna arista del pensamiento y acción de Zelmar Michelini a la que no se haya aludido ya en alguna ocasión. Michelini nace y desarrolla su vida política en el seno del batllismo, y como frenteamplista lo hace a partir de él. Y esto significa varias cosas. No vivió cronológicamente lo que suele llamarse el primer batllismo. 537

Pero se nutrió de su pensamiento político y social, y de esas tres décadas transcurridas entre 1903 y 1933 seguramente extrajo muchas enseñanzas. En esos treinta años el Uruguay no solo se transformó; se refundó en clave extensamente democrática. Sería un despropósito (siempre lo fue) atribuir esa era de cambios exclusivamente a la acción batllista. No en balde dentro del Partido Nacional surgieron la Agrupación Demócrata Social liderada por Carlos Quijano, o el Radicalismo Blanco orientado por Lorenzo Carnelli. Por supuesto que también —y no es simple recurso retórico— hicieron lo suyo los aportes del socialismo frugoniano a través de su acción parlamentaria y doctrinal, de aquel Partido Socialista “picana” al que tanto irritaban los intentos de algunos batllistas de pasar por “socialistas sin bandera” o “socialistas sin partido”. Y fue también confluyendo con otras corrientes librepensadoras que el batllismo alcanzó uno de los logros más duraderos de su modelo social-democratizador: la secularización total del Estado y en gran medida de la sociedad. La Iglesia católica y el clericalismo fueron colocados en su verdadero lugar; la esfera de lo privado. Las reivindicaciones obreras no esperaron la benevolencia batllista (no necesariamente continua, por otra parte) para manifestarse. La antecedió, la acompañó y la sobrepasó. En buena medida lo más fecundo del primer batllismo, en lo social, coincidió con la pujanza y las limitaciones del sindicalismo anarquista. Y esos puntos de contacto entre los movimientos sociales y la legislación que apuntaba a ganar espacios de justicia social se reflejaron luego en el pensamiento y en la acción de Zelmar Michelini. ¿Cómo no ver en 538

su temprana militancia estudiantil —liceal y universitaria— o en su posterior condición de dirigente de los trabajadores bancarios esa conmixtión de movimientos sociales y acción política? Michelini no olvidó jamás esa ligazón. La evidenció como líder sectorial, como legislador y como fugaz ministro de Estado. Observador atento e inteligente, conocedor de la historia del país y de su partido, también percibió cómo los vigorosos proyectos y movimientos transformadores pueden agotarse, y suelen engendrar en su interior a sus negadores. De ese primer batllismo surgieron el “riverismo” y el “alto de Viera”, y culminando tres décadas de impulso transformador “avancista” (prefiero no utilizar el término “progresista”), de las entrañas del batllismo surgieron Gabriel Terra, el golpe de Estado y la dictadura. Asociados por supuesto a otros sectores políticos y a grupos de poder, que tuvieron al menos la virtud de actuar desembozadamente. Tal vez no haya sido casualidad que la figura de Luis Batlle —sin la cual no es posible entender a Zelmar Michelini— se haya proyectado en la escena política en forma ascendente, a partir de su enconada lucha contra la dictadura terrista. No se podía en la segunda posguerra limitarse a “mantener lo logrado” en términos de políticas sociales democratizadoras. “Escudo de los débiles” sí, pero sabiendo que la justicia social y la dignidad de hombres y mujeres va mucho más allá de la mera protección o del asistencialismo. Con sus luces y sombras, con sus aciertos y limitaciones; será en ese ambiente neo-batllista que Zelmar Michelini desplegará inicialmente su vocación de luchador político con sentido social. 539

Al igual que en el primer batllismo, en el segundo también las dificultades y las disyuntivas decantaban. De la vieja cepa batllista surgirá el “catorcismo”, cada vez más conservador —por no decir reaccionario—, para luego dar paso a la Unión Colorada y Batllista, cuna del pachequismo. La derrota colorada (y neo-batllista) de 1958 sentenció el agotamiento de un proyecto y anunció el ocaso de liderazgos. Corto fue el camino (aunque no apacible) que Michelini recorrió, para, en 1962 con su Lista 99, intentar en tiempos (nacionales e internacionales) más difíciles mantener el rumbo del mejor pensamiento batllista. Su ruptura con la Lista 15 y su líder anunciaba (hoy lo sabemos) un camino difícil pero inexorable de acercamiento a una izquierda que afrontaba desafíos y encrucijadas renovadoras. Uno de los discursos de la campaña electoral de 1962 resulta especialmente aleccionador. Allí Michelini denunciaba cómo El Día, El País y El Diario Rural lo acusaban a él y a Renán Rodríguez de comunistas. En ese discurso Zelmar se mostró crítico con las políticas internacionales de EE. UU., la URSS y la República Popular China. Se ubicaba pues en una posición “tercerista”. Abogaba Michelini por un Uruguay con una política exterior independiente en lo álgido de la Guerra Fría. Denunciaba el voto uruguayo en organismos internacionales contra Argelia, en aras de rendir tributo a Francia, traicionando así nuestra historia por fidelidad al bloque occidental. Fustigaba a la URSS por su brutal intervención en Hungría y por la instalación de misiles en Cuba. A la China la acusaba por su beligerancia con la India, y criticaba cerradamente a EE. UU. por su excesivo armamentismo y por su 540

política hacia América Latina. Su crítica a las potencias comunistas le valdría (entre otros) duros ataques de las corrientes hegemónicas del Partido Socialista. El Sol lo tildaba de “vendido a los EE. UU.”. Y en ese discurso no menos duras fueron las críticas a los efectos económicos y sociales de las políticas blancas de cuño fondomonetarista. Decía Zelmar: “Cuando la justicia falta en la ley, es reclamo de las turbas en las calles”. Y en tono profético anunció que la no solución del tema económico traería “el incremento de ideas extremistas que seguramente traerán días muy dolorosos a la república”.1 Eran tiempos en los que el país ingresaba en la espiral de violencia política en la cual durante una década parte de la izquierda incursionaría, dando muestras de un franco “aventurerismo armado”. No fue el camino de Zelmar. Quienes practicaron ese camino años después, como resultado de una colosal derrota política y militar, asumirán como propia una estrategia de acceso al poder que en su momento descartaron. Y aún más, se integraron y asumieron como propio el modelo de sociedad liberal democrática al que habían considerado perimido. Michelini no vivió para verlo, pero podemos decir que eso formó parte de sus victorias póstumas. Tampoco vivió para ver la caída de un presunto socialismo real, que no fue más que una burda experiencia antidemocrática y burocrática: “El camino más largo para llegar al capitalismo”. Su distancia insalvable con el modelo soviético, no solo le valdría por aquellos tempranos años sesenta duras críticas y calificativos por parte de los exponentes locales del comunismo soviético. También lo harían blanco de 1. Archivo de la Fundación Zelmar Michelini, (Archivo Fundación Zelmar Michelini), caja 19.

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la infamia y la calumnia. Mauricio Rodríguez nos relata cómo Rodney Arismendi lo acusaba, allá por 1963, al igual que a Héctor Rodríguez, de ser financiados por Pekín en su emprendimiento periodístico Hechos.2 Quince años después de la muerte de Michelini, implosionaba el “socialismo real”, “el campo socialista” y la propia Unión Soviética. Sin analizar en profundidad las razones de lo ocurrido (ni mucho menos cuestionar su sempiterna adhesión incondicional al PCUS, desde Stalin a Gorbachov), los comunistas uruguayos (una de las columnas de la izquierda) también asumían como propio el modelo liberal democrático, enterrando toda variante de la “dictadura del proletariado”. Otra victoria póstuma de Zelmar Michelini. Cuando el Uruguay llegó a su fatal y decisiva encrucijada, Michelini conjugó lucidez y valentía. En 1972 la institucionalidad democrática se hundía irremediablemente. Las Fuerzas Armadas (FF. AA.) avanzaban en su conquista del Estado. Amparado en sus fueros de senador, escribió en el diario Ahora, el 9/8/1972, haciendo público lo que muchos, desde distintas tiendas, querían mantener oculto. Líderes del MLN detenidos negociaron con un sector de la oficialidad del ejército. “No agravié a las FFAA”, se tituló el artículo salido de la pluma de Zelmar: “Cuando nosotros reconocemos públicamente que integrantes de las FFAA conversaron con miembros del MLN y establecieron la tregua, lo que estoy diciendo es que esa tregua pudo haberse convertido en paz y que, formalmente, se está haciendo lo que nosotros tantas veces reclamamos, para que no corriese sangre”. “Las conversaciones versaron sobre las condiciones en 2. Rodríguez, Mauricio. Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016, p. 152.

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que se podría llegar a una paz definitiva y también sobre la corrupción, la reforma agraria, incentivación industrial, industria pesquera, deuda externa, distribución de la riqueza, forma en que podrían entregarse las armas”. Pero no se le pasaba por alto a Michelini que la actuación corporativa y autónoma de las FF. AA, en la vida política era una anomalía que ponía en evidencia el debilitamiento de la institucionalidad, y que auguraba aun tiempos más sombríos al país. Ante el hecho de que desde las FF. AA. se cuestionara la actuación de ciertos parlamentarios (entre ellos, en primer lugar al propio Michelini), recordó que como institución, los militares no podían hacer declaraciones que involucrasen la labor de los legisladores. En el artículo de marras, sostenía: “En el ordenamiento jurídico del Estado, las FFAA no existen porque están sometidas a jerarquía. La relación del Poder Legislativo es exclusivamente con el Poder Ejecutivo”. Citó en la ocasión un episodio que había involucrado a Luis A. de Herrera en 1914, cuando el líder nacionalista se negó a contestar apreciaciones de oficiales del ejército, “porque él se entendía —afirmaba— directamente, como legislador, con el Poder Ejecutivo”.3 Haciendo gala de una soberbia y de un desconocimiento de los fundamentos democrático-constitucionales —que serían desde entonces uno de los rasgos distintivos de los oficiales superiores (y de buena parte de la oficialidad en su conjunto) de las FF. AA.—, el comandante en jefe del ejército arremetió contra los que denominó “privilegios de la inmunidad”.4 Afirmación por demás chocante, proviniendo de quienes 3. Michelini, Zelmar, “No agravié a las FFAA”, Ahora, 9/8/1972. Archivo Fundación Zelmar Michelini, caja 4. 4. Ídem.

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desde entonces y hasta el día de hoy gozan de privilegios sublevantes, por ejemplo en el plano jubilatorio, que los colocan como una casta superior al común de los ciudadanos de la República. Lúcido y previsor, Zelmar respondió: “Eso de que la inmunidad parlamentaria es un privilegio debe quedar destruido completamente. Eso sí que lo considero peligroso”.5 Ya en la antesala del golpe de Estado Michelini, definitivo, decía: “El ejército ni aconseja, ni advierte, ni señala, ni apremia, ni indica, ni interpreta, ni coacciona, ni amenaza, y por supuesto, no manda”.6 Aquel hombre nacido a la vida política junto a Luis Batlle supo señalar implacable el agotamiento del batllismo en filas coloradas. Jorge Batlle fue encarcelado por ofensa al honor de las FF. AA. en octubre de 1972. Desde el Senado, Michelini, en un verdadero torrente de oratoria ubicaba la responsabilidad de Unidad y Reforma, sector orientado por Jorge Batlle, en la situación por la que atravesaba el país, en tanto firme sostenedor de los gobiernos de Pacheco Areco y Juan María Bordaberry. “Habíamos discrepado en forma radical con toda una política económica, social e internacional, que llevó al país a esta situación de postración y dependencia, origen en última instancia de toda la acción guerrillera. ¿Debe insistirse en la tremenda responsabilidad que en esa conducción económica le cabe a su sector?”. “Se entendió por los grupos que apuntalaban al gobierno —Jorge Batlle en primera línea— que la represión era la única forma de salvar al país, y en aras de esa represión, para hacerla realmente efectiva, se otorgaron plenos poderes, excepcionales en la tradición nacional: medidas de seguridad, suspensión de garantías, estado 5. Ídem. 6. Ídem.

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de guerra, ley de seguridad. Fueron su pluma, su prensa, sus amigos, los senadores y diputados de su sector los que encendidamente defendieron el régimen que hoy lo apresa y lo juzga, los que se movilizaron para defender el régimen, argumentando que una campaña bien orquestada de dentro y de fuera amenazaba con destruir la democracia uruguaya. En la plena vigencia de derechos y garantías para todos —la declarada igualdad ante la ley— el doctor Batlle no hubiera tenido estas dificultades. Sólo se dan en el régimen que él instauró y que defendió ardorosamente junto a sus amigos, hasta el mismo instante en que la tormenta golpeó las puertas de su casa. El régimen no hace distingos; termina devorando a sus propios sostenedores.”7 El terrorismo de Estado le deparó a Jorge Batlle algunos días de prisión, en condiciones que por entonces resultaban de privilegio. A Zelmar Michelini, el final que todos conocemos. Cara y contracara del batllismo. Las responsabilidades políticas (e históricas) en la instauración de la dictadura militar (verdadero régimen de delincuencia uniformada) y el consiguiente terrorismo de Estado abarcan no solamente a las FF. AA., sino también a los sectores políticos y empresariales que alentaron su creciente papel en la represión, en el ya conocido razonamiento (reiteradamente fallido) de que una vez cumplida su labor disciplinadora volverían mansamente a sus cuarteles. Michelini cultivó una firme amistad con Wilson Ferreira Aldunate. De la mutua admiración y recíproco respeto, mucho se ha dicho y escrito. 7. Citado por: Samuel Blixen. “Una historia más compleja”, Brecha, 28/10/2016.

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Las duras condiciones del compartido exilio en Buenos Aires no hicieron más que afianzar esa amistad y el cariño mutuamente profesado. Ferreira Aldunate cumplió un importantísimo papel internacional en la lucha contra la delincuencial dictadura militar uruguaya. Nada de esto es novedoso ni puede ser soslayado. Pero no debe obviarse (al menos yo no puedo hacerlo) que entre los sectores políticos que en 1972 dieron vía libre legislativa para la institucionalización de los instrumentos que le asegurarían a las FF. AA. aplicar el terrorismo de Estado durante más de una década estuvo el sector de Wilson Ferreira. Estado de guerra interna y ley de seguridad del Estado contaron con los votos de Por la Patria. En muchas ocasiones en los años posteriores, el líder nacionalista manifestó su arrepentimiento por sus votos parlamentarios en aquel aciago 1972. Con el regreso a la constitucionalidad a partir de marzo de 1985, el sistema político uruguayo y la sociedad toda debieron asumir el tratamiento de ese reciente terrorismo de Estado. El 22 de diciembre de 1986, el Parlamento aprobó la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado (“ley de impunidad”). Los delincuentes de uniforme, violadores de los derechos humanos, quedaron cubiertos por un espeso manto protector. Wilson Ferreira Aldunate fue, junto a Julio María Sanguinetti, responsable del éxito de aquel aberrante instrumento jurídico y de aquella formidable claudicación ética y política. El país sigue hoy, más de treinta años después, sin resolver plenamente el tema de la impunidad. ¿Apenas menos de una treintena de militares y policías (los encausados por la justicia), pueden haber sido los responsables de doscientas desapariciones, decenas de 546

asesinatos y miles de torturados? Esa impunidad militar y policial es el trasfondo del “caso Berríos”, del “archivo Castiglioni” y del “comando Barneix”. Más allá de arrepentimientos, hubo coherencia entre 1972 y 1986. Las “marchas del silencio” de los 20 de mayo resumen el drama de esa herida abierta en la sociedad uruguaya. La fecha, tan vinculada a los asesinatos de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, recuerda también la no resignación ante la impunidad. A casi una década del fracaso del voto verde en el plebiscito del 16/04/1989. Rafael Michelini encabezó la iniciativa en 1996, reiniciando una lucha que aún no ha concluido. Batllismo y frenteamplismo A mi juicio Zelmar marcó el punto más alto del legado batllista, por lucidez y coherencia que marcharon de la mano de una honestidad personal e intelectual a toda prueba. Y por si fuera poco, esas cualidades fueron acompañadas de una cuota de coraje personal (pensemos en sus últimos meses de exilio en Buenos Aires) sencillamente conmovedor. Con la misma convicción con la que abandonó la Lista 15 en 1962, a partir de la firma del llamamiento del 7 de octubre de 1970, se convirtió en uno de los principales inspiradores y sostenedores del naciente Frente Amplio. Aportó con su Lista 99 una fuerte bocanada de pensamiento y tradición batllista. No fue el único por cierto, también estuvo (junto a otros) Alba Roballo y su grupo Pregón, de origen grauerista. Pero la relación entre batllismo y frenteamplismo (con lo difícil que siempre ha resultado definir esto 547

último) ha ido variando desde aquel lejano verano de 1971 en el cual se formalizó la coalición. Aldo Marchesi señalaba lo siguiente: “El 26 de marzo de 1971, el general Liber Seregni, en el discurso inaugural del FA [Frente Amplio], decía que este movimiento pretendía ser la superación del intento batllista industrialista y del intento agropecuarista ensayado por los blancos, ya que las ‘dos vías tomadas no enfrentaron el obstáculo decisivo para el desarrollo nacional, y ese obstáculo es la oligarquía, es decir la trenza bancaria terrateniente y de intermediación exportadora, el grupo social que domina y acapara la tierra, el crédito, los canales de comercialización de nuestros productos. Sus centros de poder siguieron intactos, determinando nuestra economía, estrangulando al país, beneficiándose de las energías de nuestro pueblo, apropiándose y desviando el esfuerzo nacional’”. El discurso de Seregni (él mismo de origen batllista) resume algo que nos recuerda Marchesi: “La creación del FA fue concebida como una alternativa o una superación del modelo batllista”. Desde mediados de la década de 1950, la izquierda tradicional uruguaya, en sus distintas versiones, mantenía una actitud y un discurso sumamente críticos con respecto al modelo batllista. “El batllismo era el responsable de mantener un modelo económico dependiente, sostenido en una estructura agraria tradicional y concentrada, que explicaba el estancamiento del país y el Estado corrompido e ineficaz. El batllismo había tenido la oportunidad histórica de modernizar la economía transformando la estructura agraria, pero no se había animado”.8 8. Marchesi, Aldo. “Frente Amplio y Batllismo…”. La diaria, 17/05/16.

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Las perspectivas han cambiado sustancialmente. Decía Nahum: “Hace años Mujica dijo, refiriéndose al gobierno del Frente: ‘esto es un batllismo’. Y yo pensé: ojalá lo fuera. Ojalá pueda hacerlo, porque al batllismo también le pasó que tenía muchos proyectos y lo fueron frenando, lo fueron trabando…”.9 Y nuevamente Marchesi: “Unos días antes de asumir la presidencia (por primera vez en 2005), Tabaré Vázquez afirmó que el Frente Amplio sería el batllismo del siglo XXI. En los últimos años, dicha idea se fue transformando en sentido común. A esta altura es una idea sugerida por diversos analistas, políticos frenteamplistas e incluso opositores, hasta Julio María Sanguinetti ha tenido que admitir que hay algo de verdad en ella”.10 También desde el Partido Nacional se percibe la imbricación batllismo-frenteamplismo, y se lo hace en clave de preocupación. El dirigente nacionalista Sergio Botana decía luego de la primera ronda electoral de octubre de 2014: “El FA basa su éxito político y electoral en haberle arrebatado (al PC) las banderas del batllismo, tal vez el mejor modelo de socialismo democrático aplicado a la realidad en el mundo. El FA es, por supuesto, el nuevo batllismo”.11 Las tres décadas iniciales del siglo XX (según algunos historiadores con énfasis principal entre 1905 y 1916) marcaron por parte del batllismo un verdadero “impulso” en materia de hegemonía cultural. La abolición de la pena de muerte en clave humanista, la temprana concreción de cada vez más amplias leyes de divorcio, fueron solo algunos hitos en esa porfiada 9. Nahum, B., Encuentro con la historia, p. 141. 10. Marchesi, Aldo, ob. cit. 11. “Botana admitió que es ‘muy difícil’ que haya cambio de gobierno”. El Observador, 29/10/2014.

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y fructífera construcción. Todo ello se cimentó en lo que decíamos líneas arriba: haber completado la secularización del Estado y haber avanzado en la secularización de la sociedad uruguaya. Que oficialmente la cristiana semana “santa” se denomine en nuestro país, semana “de turismo”, y que ambos términos sean entendidos por sus habitantes, es a nivel simbólico un éxito resonante. El primer batllismo logró “hacer temblar las raíces de los árboles”. A nivel de la educación el salto fue impresionante. Escuelas y liceos nocturnos. Liceos departamentales. Nuevas facultades para la Universidad y la extensión de la gratuidad a las enseñanzas media y universitaria, se convirtieron en auténticos canales de ascenso social (concebido como algo más que una simple ampliación de la capacidad de consumo). El fecundo primer batllismo también se explica por la presencia de un estadista, de un gigante político (no exento de puntos débiles y aspectos controversiales), como fue José Batlle y Ordóñez. Don Pepe personificó ese indiscutido “avancismo”. El FA ha generado importantes líderes, entre ellos los que a su nombre han ocupado la presidencia de la República. Pero José Batlle fue otra cosa. Él lideró desde El Día con su pluma la batalla a favor del divorcio, por la abolición de la pena de muerte o la creación de la “sección femenina” de Enseñanza Secundaria. ¡Qué distancia con Tabaré Vázquez, quien haciendo prevalecer sus convicciones personales (de tinte conservador) vetó aspectos de una ley que habilitaba la despenalización del aborto! Una ley que no solo contaba con el apoyo mayoritario del propio FA, sino también de otras tiendas políticas, representando así 550

la voluntad mayoritaria de la ciudadanía. No fue por cierto una buena muestra de espíritu republicano. No le ha sido fácil al Frente Amplio siquiera “empardar” (y mucho menos superar) el impulso del primer batllismo: “Llegar a consentir en un programa común no es fácil. Y una vez que tienen el programa hay que llevarlo a la práctica y a veces se puede hacer y a veces no. Y a veces tropiezan con muchos obstáculos que no habían previsto, porque la sociedad sigue siendo un conjunto de sectores que tienen intereses divergentes, en algunos casos claramente contrapuestos pero en otros casos, divergentes”.12 Oscar Bottinelli aporta otras pistas. “El FA en 1971 define de forma absolutamente inequívoca a quiénes quiere representar. Se posiciona como una alianza de clases entre los sectores asalariados —en aquel momento fuertemente obreros— y las capas medias”.13 La pregunta surge obligada: ¿Se puede representar a todos los sectores sociales por igual? ¿A quiénes representa hoy mayormente el gobernante FA? “El FA, en esta década, no hizo temblar las raíces de los árboles. Los empresarios, en la ciudad y en el campo, ganaron mucho dinero. Como José Batlle y Ordóñez hace un siglo, se atrevió a inquietar. Aún así sigue mandando.” 14 Podemos agregar que no solo se enriquecieron como nunca empresarios urbanos y rurales, nacionales y extranjeros (comenzando por los grupos trasnacionales), sino que la concentración y extranjerización de la tierra, uno de los grandes males del Uruguay 12. Nahum, o. cit., p. 146. 13. Víctor Hugo Abelando. “Con Oscar Bottinelli: ‘La duda es si el FA tiene un proyecto de país’”, en Brecha, 17/03/2017. 14. Ídem.

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según su izquierda durante décadas, han adquirido durante los gobiernos frenteamplistas proporciones inusitadas. Solo la presencia del Instituto Nacional de Colonización, instrumento batllista, intenta ponerle una débil contención al fenómeno. Cuando la identificación batllismo-frenteamplismo no era todavía algo asumido con la naturalidad de años posteriores, el espejismo de una opción batllista fuera de sus filas le jugó una mala pasada al FA. En 1989, el movimiento Por el Gobierno del Pueblo, la Lista 99, encabezado por su principal líder desde la muerte de Michelini, Hugo Batalla, y secundado por dirigentes como Yamandú Fau, Heber Gatto y Rafael Michelini se escinde del Frente Amplio, junto al Partido Demócrata Cristiano. Ambas formaciones se sentían incómodas junto a una izquierda “tradicional” de matriz marxista, y propugnaban por una “nueva izquierda”. El hecho de que en las peculiares elecciones de noviembre de 1984, el sector encabezado por Batalla hubiese sido mayoría dentro del FA, jugó sin duda a favor de la idea de un posible “arrastre” de votos fuera de la coalición frenteamplista. En el caso del movimiento Por el Gobierno del Pueblo, un sector de este, el liderado por Hugo Batalla, creyó encontrar una nueva perspectiva en una alianza electoral con el sector colorado de Julio María Sanguinetti (y por ende con el Partido Colorado), integrando Hugo Batalla la fórmula presidencial en calidad de vicepresidente en los comicios de noviembre de 1994. “Insuflar” nuevamente de batllismo al partido que había sostenido a Pacheco, a Bordaberry, y que con el propio Sanguinetti había sido cogestor de la “ley de impunidad”, resultó un ensayo político asombroso. 552

Otro sector, encabezado por Rafael Michelini, mantendría su independencia en torno al llamado Nuevo Espacio. Nada ni nadie podía por entonces “insuflarle” batllismo al Partido Colorado. El triste final político de Hugo Batalla, junto al hecho de que en forma progresiva el Nuevo Espacio recorriera el camino de acercamiento, alianza y posterior reingreso al FA, resulta la prueba más contundente del fracaso de la escisión de 1989. Consultado Oscar Bottinelli acerca de si percibía un rumbo estratégico en el actual FA, respondía: “La duda es si el FA tiene un proyecto de país. Por ejemplo, en toda la discusión que existe hoy en materia presupuestal no hay un planteo de un gran proyecto de país”. “Estamos viendo cómo deben ser los derechos dentro del país, pero no qué se produce. Si se analiza el debate político en Uruguay hoy, prácticamente todo está centrado en la capacidad de gestión. No hay, por ejemplo, una diferenciación de proyecto, como ocurrió con Lacalle Herrera versus FA en 2004”.15 Las oscilaciones en materia de inserción internacional son prueba de ello. Acento mercosuriano, búsqueda de Tratados de Libre Comercio (TLC) con EE. UU. o la República Popular China, o “un regionalismo abierto”, denotan orfandad de proyecto de país. Si el batllismo fue “impulso y freno”, según la feliz expresión de Real de Azúa, el dilema se le presenta al FA con mucha mayor intensidad. Si lo mejor que ha logrado el FA en el gobierno lo ha hecho por defender o retomar aspectos de la herencia batllista, tenemos ahí otra de las victorias póstumas de Zelmar Michelini, el batllista más consecuente desde 1962. 15. Ídem.

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En muchos dirigentes frenteamplistas es posible percibir un alto grado de autocomplacencia, equiparable a aquel “como el Uruguay no hay” de 1950. Ernesto Agazzi, por entonces senador del FA-MPP, declaraba en noviembre de 2014: “… ahora (el) progresismo del siglo XXI posee características similares a aquel del siglo XX [en referencia al batllismo] pero parámetros distintos. Ya no estamos sometidos a una oligarquía nativa con actores políticos. Estos gobiernos progresistas [aludiendo a los del Cono Sur de mediados de la década del 2000] están quitando el apalancamiento con la oligarquía nativa que había antes. A las transnacionales ahora les parece muy mal eso. Quieren más transparencia, quieren un mundo más abierto, no ven con buenos ojos los riesgos. Son actores de un capitalismo más puro, que mide el riesgo, que lo hace en función del mercado, que explota al empleado pero que se sienta a conversar con el gobierno y los trabajadores. Pagan mejor que las empresas locales y no estamos obligados a beneficiarles”.16 De las palabras de Agazzi parece deducirse la desaparición de la oligarquía nativa, y la sensación de que el capital trasnacional se comporta de manera más “benévola” o “civilizada”. Llama la atención la afirmación “no estamos obligados a beneficiarles”, teniendo en cuenta el tratamiento otorgado a empresas como UPM (ex Botnia), Montes del Plata, o en su momento a la minera Aratirí. El primer batllismo se caracterizó por enfrentar duramente al capital extranjero (todavía no trasnacional) y sus presiones. He aquí una gran diferencia con “el batllismo del siglo XXI”. Según Valentín Trujillo, el optimismo de Agazzi avanza todavía un casillero más: “Dentro del desarrollo 16. Marchesi, Aldo, ob. cit.

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del devenir histórico-político y de su forma de interpretar a Real de Azúa, Agazzi considera que hoy no existe a la vista un freno que pueda detener a los gobiernos del FA. Eso sucede porque el gobierno toma medidas para que no surja un freno, dijo, y describió que a esas medidas les llaman desarrollo nacional”.17 Pero pretender la herencia de Batlle y Ordóñez, recuerda Marchesi, obligaría a responder interrogantes tal vez todavía más incómodas: “Si el FA se define como el batllismo del siglo XXI, también tendríamos que preguntarnos cuáles serán nuestros Terras y Pachecos, que, al fin y al cabo, fueron el resultado inevitable de proyectos reformistas que se quedaron en el camino”.18 Bibliografía Abelando, Víctor Hugo. “Con Oscar Bottinelli: ‘La duda es si el FA tiene un proyecto de país’”. Brecha, 17/03/2017, p. 5. Archivo Fundación Zelmar Michelini. Cajas 4 y 19. “Bajo la mirada de Zelmar Michelini”. Brecha, 28/10/2016, p. 5. Marchesi, Aldo. “Frente Amplio y batllismo, tan lejos y tan cerca. O la redefinición de la izquierda uruguaya en la era progresista latinoamericana”. La diaria, 17/5/2016. Nahum, Benjamín. Encuentro con la Historia. La estancia alambrada y otros artículos. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 2016. Rodríguez, Mauricio. Zelmar Michelini. Su vida. La voz de todos. Montevideo: Fin de Siglo, 2016. Trujillo, Valentín “Frente Amplio ¿el nuevo batllismo?”. El Observador, 2/11/2014. 17. Trujillo, Valentín. “Frente Amplio ¿el nuevo batllismo?”. El Observador, 2/11/2014. 18. Marchesi, Aldo, ob. cit.

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Índice

Acerca de los autores.................................................... 9 Prólogo Gerardo Caetano.......................................................... 21 Testimonios y reflexiones El proyecto político de la 99 Eduardo Arsuaga......................................................... 27 El laboratorio del batllista José Costa..................................................................... 37 Librepensamiento y compromiso Carlos Medina.............................................................. 55 Zelmar, el amigo Juan Raúl Ferreira....................................................... 79 Wilson y Zelmar: un proyecto político, económico y social que hubiera transformado al Uruguay Carlos Luppi................................................................. 91 El último Zelmar Zelmar Michelini (h).................................................. 109 Michelinistas Fernando Pereira........................................................ 119 Con él, igual César di Candia.......................................................... 131 557

Acción política El periplo de Zelmar Michelini en la Lista 15, 1946-1958 Pablo Ferreira, Matías Rodríguez.............................. 139 Desde el llano: la ruptura con Luis Batlle Mauricio Rodríguez................................................... 169 La actuación parlamentaria de Zelmar Michelini durante el primer gobierno colegiado blanco (1959-1963) Magdalena Broquetas................................................ 193 Zelmar Michelini: su último impulso por el batllismo colorado (1966-1968) Javier Correa Morales................................................ 223 Del Partido Colorado al Frente Amplio (1968-1973) Oscar Bottinelli.......................................................... 249 El pensamiento, las polémicas ¿Hay espacios para izquierdas democratizadoras de inspiración socialista? Rodrigo Arocena........................................................ 273 Rompiendo códigos. Zelmar Michelini y su deriva hacia la izquierda Yvette Trochon............................................................ 293 El asesinato de Zelmar, el Toba, Whitelaw y Barredo y el asedio del centro político Eduardo Mariani....................................................... 315 Zelmar Michelini y Wilson Ferreira Aldunate Batllismo y liberalismo social; nacionalismo y democracia social Luis Alemañy............................................................. 327 558

Denunciar, instituir y debatir la verdad Los ecos de Zelmar Michelini sobre los crímenes de la dictadura en el presente Isabel Wschebor Pellegrino........................................ 347 Zelmar Michelini: principios de su visión política internacional Cecilia Alemany, con la colaboración de Patricia Alemañy................................................... 363 Derechos humanos Zelmar Michelini: los derechos humanos como parte esencial de su pensamiento Felipe Michelini.......................................................... 397 1972: Zelmar Michelini, la conciencia de la república Virginia Martínez....................................................... 415 Michelini desde Buenos Aires Una prédica pionera de la defensa de los derechos humanos de la izquierda uruguaya Vania Markarian........................................................ 431 Zelmar Michelini y su denuncia de 1974 ante el Tribunal Russell II: república y derechos humanos en clave universal Gerardo Caetano........................................................ 455 Más allá de la política Zelmar, la política y los intelectuales Wilfredo Penco........................................................... 481 Hechos y palabras Margarita Michelini................................................... 511 La izquierda uruguaya: un siglo de periplo Fernando Aparicio..................................................... 535 559

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