Mujeres Raza Y Clase - Angela Davis

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Mujeres, Raza y Clase Angela Y. Davis Capítulo 5: El racismo en el movimiento sufragista de las mujeres El texto se expone de manera en que se da cuenta de los discursos, pensamientos y enfrentamientos de la época a partir de distintos actores que tuvieron protagonismo en esos tiempos dentro del movimiento sufragista y abolicionista en general. El capítulo comienza con una carta escrita en 1865 por una mujer blanca y educada conocida como Elizabeth Cady Stanton. Con la fuerte idea de que el hombre negro, desde una perspectiva política, todavía está muy por encima de las mujeres blancas y educadas del país. Contexto de 1865 en New York. Se vivía un momento histórico en que se intentó aunar la lucha de las mujeres por el derecho a votar con la lucha de hombres negros que buscaban el mismo derecho. No obstante dentro del movimiento persistieron fuertemente las voces racistas que situaban a la mujer blanca en justa supremacía por sobre el hombre negro. "Impedir que las personas negras [...] experimentaran un progreso si éste no significaba que las mujeres blancas pudieran disfrutar de los beneficios inmediatos que contenía tal progreso" (p. 77). El hecho de unir ambas causas fue discutida por las defensoras de los derechos de las mujeres en la primera ocasión de reunión luego de la guerra civil, en mayo de 1866, Nueva York. En esta ocasión se crea la Asociación por la Igualdad de Derechos [Equal Rights Association] para incorporar en una única campaña el derecho al sufragio tanto para mujeres como para negros. No obstante las voces permeadas de racismo, existían posturas como las de Susan B. Anthony, que identificaban una necesidad de llevar los derechos de las mujeres a un plano de los Derechos Humanos, y por ello la necesidad de unir las luchas con la población negra. Los términos peyorativos que se vivieron en aquella reunión y en el movimiento en general no sólo apuntaban a la población negra, sino también a las y los migrantes. Asimismo, se vivía un fuerte machismo en cuanto a cómo entender la figura de la mujer que reclamaba un espacio político; se les posicionaba como objeto de prestigio y resguardo de la familia tradicional heteropatriarcal. En un intento de superponer la capacidad de las mujeres "refinadas y cultivadas" por sobre negros e inmigrantes, un conocido abolicionista, Henry Ward Beecher, decía que era mejor darle ese derecho a las mujeres como "la parte más equilibrada y mejor constituida de nuestra sociedad [...] aquellas a quienes confiamos todo lo que nos es querido -el bienestar de nuestros hijos, nuestro hogar, nuestra propiedad, nuestro nombre y nuestra reputación y, lo que es más insondable, nuestra propia vida íntima [...] es más importante que las mujeres voten que los hombres negros lo hagan" (pp. 78-79) Estas nociones en los discursos son las que dan cuenta de las conexiones ideológicas entre racismo, el sesgo clasista y la dominación masculina, "en tanto que las mujeres blanca de las que él se enorgullece se describen utilizando el lenguaje de los estereotipos sexistas prevalecientes". (pp.

79) Aún más allá de esto, no se creía necesaria la participación de hombres negros en el sufragio pies ello no suponía la intromisión de ningún elemento negro en el gobierno. Las voces como las de Elizabeth Cady Stanton argumentaban que el derecho al voto posicionaría a los hombres negros por sobre las mujeres blancas, ya que desde su percepción la emancipación (la abolición de la esclavitud) había logrado que las personas negras fueran iguales a las mujeres blancas en cuanto a posición social, y por tanto se oponían a este sufragio masculino. Frente a ello, había quienes juzgaban que la abolición de la esclavitud no había abolido otro tipo de opresiones de tipo económica y social por ejemplo, y por tanto las personas negras (hombres) se veían frente a la necesidad de alcanzar algún poder político (p. 79) Otras personalidades como Abby Kelly Foster se cuestionaba el hecho de querer posponer la protección hacia la población negra hasta que las mujeres obtengan derechos políticos, en ese sentido se preguntaba "¿Poseemos un verdadero sentido de la justicia?" (p. 79) Durante los años de la guerra civil en Estados Unidos (1860-1865) Elizabeth Cady Stanton incitó a sus compañeras feministas a que abogaran por la abolición de la esclavitud. No obstante, tiempo después reconocería que las defensoras de los derechos de las mujeres habían cometido un error al subordinar sus propias causas ante el abolicionismo: nunca debieron "trabajar para secundar los esfuerzos del hombre y para ensalzar al sexo masculino por encima del suyo propio" (p. 80) Según establece Ángela Davis, Stanton creía que luego del triunfo del ejército de la Unión en contra de la Confederación, ella y sus colaboradoras insistirían en que el Partido Republicano las recompense mediante el sufragio femenino por los esfuerzos invertidos en la guerra. Esto, dice Davis, acusa una fuerte ingenuidad política, lo que la dejaba más vulnerable que nunca a la influencia de una ideología racista. La ingenuidad de Stanton correspondía al hecho de que no supo leer los verdaderos intereses de los políticos, quienes estaban comprometidos con los intereses económicos capitalistas dominantes en aquella (y esta) época. De este modo, la guerra desplegada entre el Norte y el Sur de estados unidos para derrocar a la clase esclavista sureña fue librada en base a los intereses de la burguesía industrial del Norte, quienes encontraron un mecanismo de enunciación a través del Partido Republicano. Puesto que el objetivo último era controlar económicamente a toda la nación, derrotar al régimen esclavista no suponía el apoyo a la liberación de hombres o mujeres como seres humanos. (p. 80-81) Es por ello que si el Partido Republicano luego de la guerra, decidió extender el voto en el Sur a los hombres negros recién emancipados, lo hizo para asegurar la hegemonía política del Partido Republicano en el caos del Sur de la posguerra, tal y como se enuncia en la Decimocuarta y Decimoquinta enmiendas constitucionales propuestas por este partido y sus afiliados. En ningún caso significaba, por tanto, el favorecimiento de los hombres negros por sobre las mujeres. Indudablemente existía un sentido de unidad subyacente a la creación de la Asociación por la Igualdad de Derechos, en el momento en que Frederick Douglass ocupara l cargo de covicepresidente al lado de Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott quien era la presidenta de la asociación. Stanton percibió dicha organización como un medio para asegurar que los hombres negros no recibirían el derecho a voto si es que las mujeres aún no lo lograban. Sin embargo, la

organización resolvió promover la aprobación de la Decimocuarta Enmienda, la cual prohibía basarse en la raza, color de piel o condición previa de servidumbre para negar el derecho a sufragio; situación que indignó profundamente a Stanton. (p. 82) Davis apunta a que esta situación de crítica a la reivindicación de la Decimocuarta y Decimoquinta enmiendas es un hecho que se siguió discutiendo después sobre su validez o no en tanto excluye en ambas a las mujeres y por tanto, bajo las reflexiones de Stanton y sus colaboradoras, eran perjudiciales para sus objetivos políticos. Sin embargo, Davis reflexiona que, "la defensa que realizaron de sus propios intereses como mujeres blancas de clase media, de manera frecuentemente egoísta y elitista, exponía la naturaleza débil y superficial de su relación con la campaña posbélica a favor de la igualdad racial" (p. 82) A pesar de que en términos formales la esclavitud había sido erradicada, el período posbélico aseguraba una <> demasiado débil para las personas negras, donde todavía se sufrían penalidades de privación económica y se veían enfrentados a acciones racistas de ciertos grupos que habrían exacerbado su rechazo luego de la abolición. Es por ello que para Frederick Douglass, por ejemplo, la verdadera libertad implicaba también la obtención del derecho al sufragio por parte de los negros. Según Douglass "en aquel momento histórico especifico la lucha por el sufragio de los negros debía tomar una prioridad estratégica, anteponiéndose al esfuerzo para lograr el voto de las mujeres". (p. 83) Si bien Davis no deja de reconocer la influencia de la ideología machista en ciertas formulaciones de los argumentos de Douglass, nos dice que su estrategia sobre la prioridad del sufragio masculino para consolidar verdaderamente la abolición de la esclavitud no era contraria a las mujeres. "Frederick Douglass sostenía que sin el voto las personas negras del Sur serían incapaces de realizar ningún avance económico real" (p. 84) La necesidad de obtener el voto de los hombres negros no sólo apuntaba a la todavía persistente sumisión económica, sino que también Douglass, en el debate con las defensoras del sufragio femenino en el marco de la Asociación por la Igualdad de Derechos, puntualizaba que el sufragio para las personas negras era prioritario en la medida en que para ellos, la privación del voto significaba fuertes oleadas de violencia a los que estaban expuestos en manos de grupos racistas enardecidos por la reciente <>. En mayo y julio de 1866 ocurrieron disturbios en Nueva Orleans y Memphis donde se seguían matando negros. Estos actos de violencia habían acabado con vidas de negros y algunos radicales blancos. Incendiaron escuelas, Iglesias y residencias de personas negras; violaron, incluso en grupo, a mujeres negras que se cruzaban en sus caminos. Bajo estos argumentos, las representantes del movimiento de defensa de derechos de las mujeres blancas, Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony, no podían replicar igualmente ser víctimas de violencia física y amenaza a sus vidas. Ya para 1866 las situaciones de violencia en el Sur de Estados Unidos, en estados como Alabama, Misisipí y Luisiana, se había acrecentado; muchas personas observadoras de la época veían cómo los ciudadanos sureños blancos aparentemente habían redireccionando su ira por el gobierno federal hacia las personas de color.

Mientras que para Douglass el sufragio negro era un medio para la supervivencia, para las defensoras feministas del sufragio de la mujer blanca era un fin en sí mismo. Desde 1866 ya no importaba quien defendía el voto femenino mientras lo hiciera. Esto se demostraba, por ejemplo, en la ovación pública que hacía Anthony sobre el congresista James Brooks, quien apoyaba fehacientemente el sufragio femenino, pero quien fuera un antiguo editor de un periódico esclavista (p. 86). Se aliaron también, en su campaña sufragista, con George Francis Train, que tenía por eslogan <>. Asimismo, el Partido Demócrata, partido político que representaba intereses de la clase esclavista en el Sur, pretendía evitar el reconocimiento al derecho del sufragio a la población masculina negra; de este modo, muchos de esto líderes apoyaban y defendían el sufragio femenino. No obstante esto era pura conveniencia política, un falso apoyo y falta de honestidad en cuanto a sus verdaderas acciones. Ni los intereses de las mujeres ni los intereses de hombres negros eran importantes para la clase política y económica dominante; sus intereses propios eran los que guiaban los cambios políticos que vivía el país en ese entonces. Frente a la falta de apoyo con la que enfrentaban su campaña Anthony y Stanton, recibieron la ayuda financiera de Train con los brazos abiertos. Con ella, pudieron dar pie a la publicación de su periódico llamado <>. Ya en 1869 había sido aprobada la Decimocuarta Enmienda, mientras que la Decimoquinta Enmienda estaba a punto de ser aprobada como ley. En la Asociación por la Igualdad de Derechos celebrada ese año, se discutió sobre estas aprobaciones, provocando un cisma dentro de la organización, donde las delegadas reconocieron que probablemente esa sería la última reunión. Frente a esto, Frederick Douglass hizo un último intento por explicar a <<sus hermanas blancas>>: "Cuando las mujeres, por el hecho de ser mujeres, sean sacadas a rastras de sus hogares y colgadas de los postes de luz, cuando sus niños les sean arrancados de sus brazos y sus cráneos aplastados sobre la calzadas, cuando sean objeto de insulto y de ultraje a cada paso, cuando se enfrenten al peligro de que sus casas sean incendiadas con ellas dentro, cuando a sus hijos no se les permita ir a la escuela, entonces, tendrán [la misma] urgencia para obtener el voto" (p. 88) La ilustración que hacía Douglass de la situación de los ex esclavos negros demostraba que la opresión de éstos en términos cualitativos era brutalmente diferente a la situación en las que se encontraban las mujeres blancas de clase media. No obstante su defensa, Douglass no desestimaba la aprobación del voto femenino, apuntando a que la aprobación de la Decimoquinta Enmienda era la mitad de sus demandas, y había que ampliarlas luego hacía una demanda que extienda y garantice los mismos derechos tanto para hombres como para mujeres. (p. 88) A pesar de que un gran número de mujeres se opuso al llamado de unidad hecho por Douglass, habían voces minoritarias que adherían a éste. Frances E. W. Harper, una poetisa negra y principal defensora del sufragio femenino insistía en la vital importancia de otorgar el voto a los

hombre negros; argumentaba que, "cuando se trataba de la raza, ella dejaba pasar la cuestión intrascendente del sexo". Finalmente la Asociación por la Igualdad de Derechos se disolvió. Poco después de ello Anthony y Stanton constituyeron la Asociación Nacional por el Sufragio Femenino [National Woman Suffrage Association]. Quienes habían apoyado la reivindicación de la Decimoquinta Enmienda, fundaron la Asociación Americana por el Sufragio Femenino [American Woman Suffrage Association]. Así fue como la prometedora pero débil alianza entre el movimiento feminista blanco y el movimiento abolicionista negro llegó a su final. Despues de todo lo expuesto, Ángela Davis enfatiza en que no sería justo con Stanton y Anthony reconocer los dejos machistas que tenían en sus discursos y acciones de los hombres abolicionistas. Los tonos que se veían en los discursos de ese entonces no quedaban exentos de machismo y racismo. Por parte del líder negro George Downing estableció a viva voz que era voluntad divina que el hombre debía dominar a la mujer. Frente a este mensaje lleno de sexismo, responde Stanton con una frase racista no más justificada que la anterior: "Cuando el señor Downing me plantea la pregunta de si estoy dispuesta a que el hombre de color tenga derecho a votar antes que las mujeres, mi respuesta es que no. No le entregaría mis derechos a un hombre degradado y oprimido que sería más despótico con el poder de gobernar de lo que jamás hayan sido nuestros gobernantes anglosajones" (p. 90) Según Davis, el inexistente prontuario de igualdad de derechos de las mujeres en los abolicionistas no justificaba la conclusión de que los hombres negros serían más despóticos para gobernar. Difícilmente, enfatiza, las muestras de actitudes sexistas son una razón de peso para retener el avance de toda una lucha por la liberación negra. (Liberación de los hombres negros)(p. 90) dice Davis "No cabe duda de que los negros precisaban el voto, incluso si el clima político reinante impedía que las mujeres (tanto blancas como negras) ganaran simultáneamente su derecho al mismo" (p. 90) Se reconoce entonces que la década que sobrevino llamada Reconstrucción Radical en el Sur, fue un período de progreso sin antecedente tanto para ex esclavos como para pobres blancos. Finalmente, y una vez que los capitalistas industrializadores del Norte hubiesen establecido su hegemonía en el país, el Partido Republicano cooperó a la privación sistemática del voto de las personas negras. (p. 92) La verdadera tragedia, establece Ángela Davis al final del capítulo, es que la concesión del voto masculino negro haya alimentado el racismo de la postura de las feministas respecto al sufragio femenino. (p. 92)

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