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PCMCia y Debajo del gobierno visible existe otro que actúa en las som bras, o peor aún; en completa oscuridad. Se trata de un poder invisible que puede actuar junto con el Estado, a veces en sintonía —cuando promueve decisiones vinculantes para to dos los ciudadanos—, a veces en oposición —cuando busca eludir o violar con impunidad las leyes—. Norberto Bobbio reflexiona aquí acerca de este reto fundamental de la democra cia y la gobernabilidad: quién y con qué fin promueve las formas de poder oculto e insiste en la inaplazable necesidad de que el Estado encamine sus acciones a un control democrático.
DEMOCRACIA Y SECRETO
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FONDO DE CULTURA ECONÓMICA
CENTZONTLE
José E Fernández Santillán
Ariella-Aureli
Traducción
DEMOCRACIA Y SECRETO
NORBERTO BOBBIO
Primera edición en italiano, 2011
índice
Primera edición en español, 2013 Primera reimpresión, 2016 Bobbio, Norberto
Democracia y secreto / Norberto Bobbio ; pról. de Marco Revelli ; trad. de Ariella Aureli, José F. Fernández Santillán. — México:fce,2013
76 p.; 17 X 11 cm — (Colee. Centzontle) Título original: Democrazia e segreto ISBN 978-607-16-1522-0(empastada) ISBN 978-607-16-1524-4(rústica)
1. Democracia 2. Estado, el 1. Revelli, Marco,pról. II. Aureli, Ariella, tr. III. Fernández Santillán, José F., tr. IV. Ser. V. t. LC JC423
Dewey 321.8 B225
Distribución mundial
Prefacio por Marco Revelli
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Elpoder invisible ^ 27
© 2011, Giulio Einaudi editore s.p.a., Turín www.einaudi.it
Título original: Democrazia e segreto
El poder invisible al interior y contra el Estado 4- 33
D.R. © 2013,Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco,227; 14738 Ciudad de México vnvw.fondodeculturaeconomica.com
Democracia y secreto ^ 39
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Diseño de portada: Paola Álvarez Baldit Se prohibe la reproducción total o parcial de esta obra,sea cual fuere el medio,sin la anuencia por escrito del titular de los derechos.
ISBN 978-607-16-1522-0(empastada) ISBN 978-607-16-1524-4(rústica) Impreso en México•Printed in México
Secreto y misterio: el poder invisible ❖ 71
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—■
Norberto Bobbio, «La violenza di Stato», ResistenzUy xxiv, * Nota del editor.
enero de 1970, núm.1, p. 3.
1
Fontana, y entre el humo espeso de la manipulación
diciembre de 1969, fecha de la masacre en la Plaza
Había transcurrido menos de im mes desde el 12 de
corosa fachada de las instituciones que defendemos».
vada las calles gritando,sino que se esconda tras la de
a la violencia es reconociéndola, aun cuando ésta no in
la agitación estudiantil].* La única manera de vencer
otro lado [del lado de la protesta, de las marchas y de
«Hay hechos inquietantes que nos impiden reposar en la tranquila certeza de que la violencia sólo existe en el
^Stató^IL^^léñcwde Estado],^ en el que comenta:
del «poder invisible» relativamente temprano —enero de 1970— en un difícil artículo titulado «La violenza
Norberto Bobbio comenzó su reflexión sobre el tema
Prefacio
mediática y de la operación de desorientación —pos teriormente documentada con amplitud— se comen zaba a vislumbrar el ominoso perfil, aún en gestación, de la que después sería llamada la «estrategia de ten sión», en cuyo interior se podía percibir la operación invisible de un trasfondo turbio que obraba en silencio: era un entrelazarse de «aparatos desviados», de «pode res ocultos», de «cuerpos separados» y de funcionarios desleales;todo ello llevaría a hablar de im crimen origi nario, de una «masacre de Estado»: el mismo que, en muchos sentidos,fue un parteaguas entre distintos pe riodos en el acontecer de nuestra República. Esto le su girió al teórico Norberto Bobbio la idea —sólo esboza da y casi «exorcizada» en aquel entonces— de lo que algunos años más tarde, en un escrito mucho más doc to (la introducción a la edición de Einaudi de la clásica
obra de Ernst Fraenkel),^ definiría como la categoría de «doble Estado» o «Estado dual», esto es, de la co-presencia de un nivel de poder doble: por un lado, un «Es tado normativo» (el Estado de derecho, sometido al
imperio de la ley), y por el otro un «Estado discrecio nal», libre de actuar por fuera del principio de legali dad, «con base en un mero Juicio de oportunidad».
En la obra de Fraenkel la naturaleza de Doppelstaat era atribuida de especial manera a la Alemania de la
época nacionalsocialista, en la cual precisamente la su pervivencia del nivel formal y racionalizado del Es tado de derecho (como garantía de la racionalidad económica) era ñanqueada por la práctica —que se volvió sistemáticá— del «Estado de excepción». Para Bobbio, ilustrado por las largas vicisitudes post-bélicas (y de especial modo por la experiencia italiana), cualquier forma de Estado, Incluida la democrática, conserva rasgos de dualidad. Está incluido también, en la segunda posguerra, el que puede considerarse como el prototipo de Estado democrático: los Estados Unidos de América. En estos últimos —como lo esbo
zó el célebre texto de Alan Wolfe, The Limits ofLegitimacy—^ podía identificarse un dual state, esto es, una doble apariencia de gobierno «democrático y constitu cional en su interior, e imperialista hacia el exterior». Por lo tanto, bien se le podría aplicar la afirmación que apareció en otra referencia crucial, de la cual Bobbio extrae precisamente la expresión de «poder invisible»: se trata de la obra de David Wise y Thomas B. Ross ^ Alan Wolfe, The Limits ofLegitimacy, Politicál. Contradictions
^ Ernst Fraenkel, Der DoppélstaaU Europaeische Verlagsanstalt, Fráncfort del Meno,1974; trad. it. II doppio Stato. Contributo alia te oría della dittatura, Einaudi, Turín, 1974 (introducción de Norberto Bobbio, pp. ix-xxiv). 8
of Contemporary Capitalismo Free Press-MacMillan, Nueva York,
Londres, 1977 [traducción al español de Teresita Eugenia Caibó Pérez, Los límites de la legitimidad: las contradicciones políticas del capitalismo contemporáneo. Siglo XXI Editores, México,1980].
Jhe Invisible Government[El gobierno invisible], en la cual los autores afirman que
legítimas (el nivel «a plena luz» del «Estado normati vo»), el que en las décadas sucesivas será objeto de la creciente atención de Bobbio, en tonos cada vez más
hoy en día, en los Estados Unidos existen dos gobiernos:
preocupados, como testigo atento de esta patología
uno es visible y el otro invisible. El primero es el gobier
eminentemente italiana. Bobbio observa la enferme
no sobre cuya actuación los ciudadanos leen en el perió segundo es una maquinaria oculta y afinada, que ha di
dad mortal —y moral— de nuestra democracia, co rroída en profundidad en sus órganos vitales por im «sistema» de prácticas ilegales y a menudo criminales,
rigido la política estadunidense durante la guerra fría.'*
de relaciones ocultas e inconfesables, de interferencias
dico y el que los niños estudian en los libros de texto. El
e intrusiones que, como un río subterráneo, afloran La diferencia entre el Estado doble en un gobierno auto-
periódicamente en una serie de escándalos clamoro
crático y en uno democrático [señala Bobbio] estriba en
sos, revelando así su fondo sombrío que, paso a paso. ha deslegítimado y minado el orden republicano.
que en el pnmero el poder político puro tel «ustado discrecional») no sólo es manifiesto sino que es alabado, mien tras que en el segundo,cuando este tipo de poder existe(y
seguramente sí), vive bajo la apariencia de poder ocultad
El primer artículo de Bobbio sobre este tema se sitúa exactamente una década después de su escrito «La violenza di Stato» [La violencia de Estado], cuando es
Es precisamente este último, que anida en los en tresijos del Estado democrático y que en nuestro país se ha extendido paulatinamente, creciendo hasta con taminar y condicionar cada vez más a las instituciones
talló el escándalo P2, a inicios de los años ochenta. Como es sabido, el 17 de marzo de 1981 los jueces Ghe-
rardo Colombo y Giuliano Turrone,quienes investiga ban el secuestro del «banquero de la mafia», Michele Sindona, ordenaron el cateo de la residencia Wanda,
^ David Wise y Thomas B. Ross, 7he Invisible Government,Nue va York,1974, p. 3, citado por Norberto Bobbio en la introducción a Ernst Fraenkel, op. cit, p. xxii [traducción al español: El gobierno
propiedad del venerable maestro masón Licio Gelli, así como de la fábrica Giole en Castiglion Fibocchi;
invisible. Hemisferio, Buenos Aires,1966].
descubrieron así la famosa lista de los inscritos en la
® Norberto Bobbio, «Introduzione», op. cit., p. xxiii (las cursi vas son mías).
10
logia encubierta denominada «Propaganda dos». Se 11
trataba de un millar de nombres, muchos de los cuales
ostentaban cargos nodales en nuestras instituciones: políticos, hombres del servicio secreto, del ejército, de la magistratura, de las finanzas, del mundo económico y periodístico, todos secretamente comprometidos en un proyecto de desestabilización y eversión del orden constitucional. En aquel entonces Bobbio escribió el severo artículo «I poteri invisibili» [Los poderes invi sibles], originalmente destinado a la revista de Spadolini Nuova Antologia,^ pero que fue anticipado —debi do a la precipitación de los acontecimientos— por el periódico La Stampa, en la primera plana del 24 de mayo de 1981 (al día siguiente del giro de la orden de aprehensión contra Licio Gelli)'' bajo el significativo título «Nel labirinto dellanti-Stato» [En el laberinto
del anti-Estado].® La publicación de este artículo suce-
día, por pocos meses, a otro importante artículo de Bobbio, publicado a manera de editorial, por La Stam
pa, en el que detallaba y contextualizaba sus principios a partir de los hechos de la crónica, también sobre el «I poteri invisibili»;® se trata del texto que reproducimos en las páginas siguientes. En su escrito «Nel labirinto dell'anti-Stato» Bobbio establece un nexo de continui
dad con su intuición original, concebida en la inmedia
ta proximidad de la masacre de la Plaza Fontana («La mentablemente, desde la masacre de la Plaza Fontana
la atmósfera de nuestra vida pública ha sido intoxicada
por las sospechas de connivencia entre el poder invisi ble del Estado y el poder invisible del anti-Estado»). Además, en él anticipa las líneas generales de su si
guiente reñexión sobre el poder invisible y su conflicto intrínseco y ontológico (valga la expresión) con los fundamentos ideales de la democracia («la opacidad
® «I poteri invisibili», Nuova Antologia, 116, vol. 546, julio-sep tiembre de 1981,fase, 2139, pp. 22-24. 'La imputación fiie de violación del art. 257 del Código Penal sobre «espionaje político y militar». El banquero Michele Sindona resultó efectivamente incluido en el listado de los añilados a la logia secreta,lo cual confirmó lo fundado de los motivos de esa indagatoria. ® «Nel labirinto dell'anti-Stato», La Stampa, domingo 24 de mayo de 1981, p. 1. Este texto se reprodujo también bajo el título «II potere invisibile dentro e contro lo Stato», en Paese Sera (martes 13 de octubre de 1981), pp. 1 y 18, y es el que aparece en este volumen. Respecto al texto reproducido en Nuova Antologia y en Paese Sera, el del editorial que apareció en La Stampa contaba con unos comen tarios finales de alguna manera cautelares, considerada la proximi dad de los eventos aludidos: «Entendámonos —agregó Bobbio en 12
deí poder es la negación de la democracia») en la acep ción plenamente desarrollada en su célebre volumen II futuro della democrazia [El futuro de la democracia]. ese escrito—: nadie quiere que se dejen de hacer las debidas distin ciones: distinguir los culpables de los inocentes, los astutos de los ingenuos, y aquellos que han fraguado la telaraña de aquellos que han caído en ella. Personalmente,incluso tengo algunas dudas acer ca de la precipitación con la cual la lista ha sido publicada. Pero que quede claro: distingiiir, no extinguir». 'Este artículo posteriormente fue publicado en Norberto Bob bio, Le ideologie e il potere in crisi. Le Monnier, Florencia, 1981. 13
Los dos siguientes escritos de Bobbio que aquí repro ducimos se centran en la pareja «secreto-misterio» y fueron publicados casi sucesivamente durante un nue vo y delicado proceso de transición de nuestra demo
nión pública fue sacudida por el horror de la matanza de Fiumicino (con 13 víctimas), y más aún por la de Ustica (con 81 muertos), cuyas implicaciones ocultas
cracia, en el cual volvió a aflorar el oscuro río del an-
Por su parte, los últimos meses de 1990 fueron marcados profundamente por el estallido del caso Gladio, expuesto ala luz pública por el juez veneciano Felice Casson, que involucró directamente al cargo máximo del Estado: el presidente Francesco Cossiga —quien empezó a propinar los famosos «golpes de pico»—* y que estuvo a punto de convertirse en una
ti-Estado, o, si se prefiere, de la parte «corrompida» del Estado, en la totalidad de nuestro acontecer nacio
nal. El primer texto, bajo el título de «Democracia y secreto», es la conferencia pronunciada en el mes de marzo de 1988 en Sassari, en el marco de un encuentro iusinternacionalista sobre «El tratado secreto». El se
gundo, titulado «Secreto y misterio», apareció el 13 de -no^dembre de 1990 en la piiiiieía planardel periódico La Stampa.
Las fechas resultan signiñcativas: 1988 fue un año en el que se verificaron «matanzas mafiosas» de grave dad, así como una concatenación impresionante de escándalos de Estado: acababa de terminar el proceso de Palermo, que tuvo lugar en el recinto-bunker de la cárcel de Ucciardone, y en el cual se condenó a cadena perpetua a 13 jefes mafiosos,sin que por ello se lograra levantar el velo de las protecciones y de las conniven cias políticas. Pocos meses más tarde fue asesinado
—como culminación de una sangrienta serie de ejecu ciones— el jefe Giovanni Bontade, vinculado a nume rosos «misterios italianos». Sólo dos años antes,la opi14
nunca fueron reveladas.
violenta crisis institucional.
~^e"este~niDdo7^eH<"sécreto»~y el «mistéño»"sfe vieron los temas de moda(por así llamarlos)en las vi cisitudes que, bajo la luz del juicio a posterior^ sabe mos que fueron la etapa conclusiva de la Primera República. Por otra parte, sobra mencionar que tam bién se vinculaban estrechamente con la reflexión que Norberto Bobbio conducía en aquellos años (media dos de la década de 1980, durante los cuales se gestó la sucesiva implosión de la llamada Primera República, y tuvo lugar una suerte de mutación genética de nuestro sistema político). Se trataba del análisis de la demo* «Picconate»: declaraciones y afirmaciones explosivas que Cos siga comenzó a expresar públicamente. Se trataba de revelaciones sobre hechos históricos y críticas muy fuertes contra el sistema polí tico italiano y la corrupta clase política nacional [Tj.
15
cracia —tras abandonar con desencanto las exigentes expectativas de la primera posguerra— en su dimen sión «mínima» de «democracia procesal, definida for malmente por sus "reglas del juego" específicas». El problema del «poder invisible» y de su incompa tibilidad con cualquier concepción de democracia, in cluso la menos exigente,incluso «niínima>>, volvió a apa recer —enriquecido y sistematizado, tras los esbozos documentados en los dos primeros textos de la presen te compilación— en Elfuturo de la democracia, publi cado en 1984, en el ensayo homónimo que encabeza este libro.'® Es una de las seis «promesas incumplidas» del régimen democrático, antecedida por la fragmenta ción,la «revancha de los intereses», la «persistencia de las oligarquías», las limitaciones de los ámbitos de aplicabilidad, y seguida por la persistente supervivencia del «ciudadano no educado». Se trata de una promesa sin cximplir, y quizás de cumplimiento imposible. En la misma obra figura también un ensayo escrito en 1980, dedicado a la reflexión sobre La democracia y él poder invisible, en el cual se formula de manera prístina la célebre definición del «gobierno democrá-
tico como gobierno del poder público ante el públi co»." En ella el vocablo público es adoptado en ambas
acepciones: como la esfera que se contrapone a la pri vada(esto es, el ámbito en el que se tratan los «asuntos
públicos»), y como acción necesariamente «manifies ta», «aparente» en oposición a «oculta», «invisible» y, precisamente, «secreta». En cualquier caso, esto últi mo sería una contraposición frontal a la naturaleza misma de la democracia entendida como «régimen
del poder visible» que debe necesariamente ser: en
primer lugar, para que sus titulares primarios —los ciudadanos,sin ninguna exclusión, el «pueblo sobera no»— puedan controlarlo («¿y cómo se le podría con trolar si se le mantiene oculto?»). En segundo lugar,
porque no se respetaría el principio de representación —la esencia misma de la democracia moderna— en
ausencia de una plena publicidad de los actos de los
representantes (y por tanto su completa visibilidad ante los representados). Tras el velo de la invisibilidad —dice Bobbio—
maduran y se difunden los vicios grandes y pequeños que socavan las raíces de los sistemas democráticos: se trata de amenazas mortales, tales como los comporta
Norberto Bobbio,Elfuturo de la democracia. Fondo de Cultu ra Económica, México,2001.
"Norberto Bobbio, «La democrazia e il potere invisibile», Rivista Italiana di Scienza Politica x,1980, pp. 181-203; posteriormente en Elfuturo de la democracia, op. cit, pp. 94-118. 16
mientos «desviados» de los servicios de seguridad, las Ibid., p. 94. 17
tramas ocultas de ios «cuerpos separados» del Estado, la desestabilización de las instituciones de parte de sus mismos «servidores»... a las cuales se agregan algunas aparentemente más ordinarias, pero igualmente insi diosas, como «la corrupción pública, el peculado, la malversación, la extorsión, el interés privado en actos oficiales»^^ que desgastan,lenta pero inexorablemente, la confianza de la ciudadanía.
Es allí, en la sombra que se hurta de la mirada públi ca {del público),donde puede originarse la más insidiosa de las patologías democráticas: esto es, el escándalo como ima forma ejemplar de desconexión entre las pioiiiesas que una deiiiuciacia no cer y su incapacidad para cumplirlas. Es un trauma co lectivo —que Bobbio define como «una profunda per turbación de la opinión pública»— ocasionado cuando se hace público lo cometido por el titular del poder bajo el abrigo del secreto, pues habría sido comple tamente inaceptable a plena luz. Es un mal típica mente democrático, pues es en una democracia, y únicamente en ella, donde el poder y su titular están obligados a la transparencia de sus actos y, a la vez, a aceptar que la eventual transgresión de dicha obliga
ción se haga pública: «Únicamente el tirano platónico "íbíd., p. 103. 18
—apunta Bobbio en el ensayo mencionado— puede realizar en público aquellos actos inmundos que el ciudadano privado lleva a cabo a escondidas o que, al haberlos reprimido, se permite sólo en sueños». Por otra parte, el tirano es el único que puede sustraerse al «criterio de lo público para distinguir lo justo de lo in
justo,lo lícito de lo ilícito», ya que sólo en la tiranía «lo público y lo privado coinciden, pues los asuntos de Es tado son asuntos suyos, y viceversa». Naturalmente Bobbio como buen «realista» —y sano «pesimista»— conoce bien la distancia que in eluctablemente separa «los ideales y la materia burda», cotidiana, los valo-
res que orientan a los grandes proyectos políticos y a las acciones humanas destinadas a traducirlos en reali
dades. Desde luego toma en cuenta —como se puede constatar— que la transparencia absoluta es un princi pió-límite, cuya aplicación integral resulta imposible de llevar a la práctica en cualquier democracia, así sea la más estable y segura. Siempre permanecerá un mar gen de opacidad, insiste el autor, debido a la naturale za misma del poder, en su involucramiento con aque llas «potencias del bajo mundo»,identificadas también por Max Weber, que reivindican un lugar, sobre todo en el ámbito de la política exterior, es decir, cuando la salus rei publicae puede invocarse como suprema lex. 19
'm
De este modo,la necesidad de proteger de un mal ex tremo a la comunidad nacional propia —ese mismo pueblo al que se le debe una visibilidad absoluta en el ejercicio del poder— termina por justificar incluso la suspensión de los principios fundamentales, y por im ponerse despóticamente aun en la más madura de las democracias.
Por lo anterior, Norberto Bobbio reconoce que, aunque la publicidad del actuar político es una regla
en la democracia, algún tipo de excepción a dicha re gla existe en cualquier democracia (mientras en los re gímenes autocráticos el secreto de Estado es la regla —escribe—,en la democracia es una excepción, regu
lada por leyes que no permiten excepciones indebi das). Esto, en este contexto, no le parece terrible: las excepciones a las leyes generales —a todas ellas— es una constante en la historia de la humanidad. Sigue siendo válido el principio de acuerdo con el cual la ex cepción confirma la regla. En cambio, le parecía preocupante otra tendencia, propia de la modernidad misma —implícita en su «es tatuto» mismo—, que se observa en todas las demo cracias contemporáneas: la omnipresente y ominosa proliferación de las instancias tecnocráticas. Se trata "Jfc/cí., p. 105.
20
de la multiplicación de los ámbitos de la experiencia humana caracterizados por conocimientos técnicos de
tal complejidad y «exclusividad» que crean por sí solos —naturaliter, podría decirse— un diafragma entre el
espacio (y el sujeto y los objetos) de la decisión y el pú blico que es su destinatario, y que debería ser su contra lor. Así,las áreas problemáticas y las prácticas relevantes
para la vida pública se convierten en intrínsecamente misteriosas, aunque se trate de temas que no son obje to de una deliberada voluntad de secrecía, simplemen te por «la diferencia insalvable que separa al experto del ignorante, al competente del incompetente, al la boratorio del científico o el del técnico de plaza». Esto convierte al tecnócrata, en su calidad de depositario «de conocimientos a los que no tiene acceso la masa»,'^ en un moderno e involuntario déspota, reconfigurando así el tema del poder invisible desde una de las pro mesas incumplidas de la democracia, en una auténtica «paradoja» de la misma. Lo que es válido acerca de la democracia en gene ral tiene, sin embargo,ima validez mucho menor para la democracia italiana, pues en ella el recurso del se creto ha sido mucho más que una excepción: por el contrario, en los momentos cruciales del acontecer nap. 113. ^^Idem.
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cional se mostró como la regla (por lo menos en la misma medida en que la presencia del anti-Estado al interior del Estado mismo se confirma como una rea
lidad que se extiende de manera patológica). Por otra parte, no es posible afirmar que la ampliación y multi plicación de los ámbitos misteriosos sea una acción inconsciente e involimtaria: por el contrario,la utiliza ción del secreto para extender desmesuradamente el área de misterio se ha convertido, durante largo tiem po, en una práctica sistemática del actuar guberna mental. En este país no ha habido im juicio por masa cre —empezando por aquella de la Plaza Fontana,tipo ideal de todos ios procesos de esta naturaleza, y llegando a aquel de la matanza de Ustica— que no haya chocado, en algún momento de su trayectoria, con la barrera del «secreto de Estado». No ha habido una
sola indagatoria por mafia,corrupción o ilícitos públi cos graves que no haya encontrado algima zona oscu ra de silencio institucional, de opacidad o de prácticas de «despiste» intencional de parte de actores públicos, o formas de disimulación o enmascaramiento solapa das de diversas maneras, ocultas tras cortinas de invi-
sibilidad de diverso espesor. Una gran parte de la historia italiana reciente tam bién se entreteje con el poder invisible, pero esto es revelado sólo en pequeña medida por las investigacio22
nes históricas y las pesquisas judiciales. Del poder in visible, de su rostro enmascarado, de sus modalidades de acción y de sus actos mismos aún sabemos poco. Esto último, a su vez, nos es revelado en la forma tra dicional mediante la cual el secreto se derrumba en las democracias: el escándalo, precisamente. Podríamos
decir que la parte visible del poder invisible ha sido mostrada en la historia de los escándalos italianos.'^ Se
trata de una historia densa y gravosa. En el fondo, el derrumbe de la Primera República se debió a esos es cándalos, bajo cuyo peso se vino abajo el sistema par tidario que la había caracterizado. Junto con ellos, ñiraffsgóniambián una parte~importante de nuestra '^«Al escándalo necesario», por otra parte,fue dedicada una res
puesta significativa de Bobbio —ante el ambiente generado por la investigación periodística— acerca de las «fronteras^tfe el escán dalo y el amarillismo» o, si se prefiere, sobre la utilidad o el daño de los escándalos; «Sinceramente no creo que la oleada de escándalos de la que se habla en Italia sea fruto de un exceso de amarillismo
—dijo— por el hecho de que en la vida política tienen lugar desvia ciones de la línea correcta de la acción pública que no tienen com
paración en otros países. No quisiera que la distinción entre escán dalo y amarillismo diera lugar a callarlo todo, a ocultar, procurando demostrar que los hechos no son tan graves como parece. Al contra rio, a partir de la infiltración de la P2 en los vértices de los aparatos de Estado hasta la acusación contra una parte de la clase política si ciliana por su connivencia con la mafia, los escándalos de los últi mos años en Italia no tienen precedentes. Por lo tanto, es positivo
que se hable con claridad: en un país escandaloso no se debe tener miedo de revelar la verdad». «Quando lo scandalo serve» [Cuando
el escándalo es útil], entrevista para La Stampa, 20 de noviembre de 1984, p. 2.
23
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memoria colectiva —también la que era limpia y de alma virtuosa— que se había caracterizado por ese modelo de democracia.
«La República, nuestra República —escribió Bobbio en 1994 al hacer un balance de las vicisitudes alter
nas de la democracia italiana deseada y vivida— ter minó mal, aunque sin violencia entre las opuestas facciones, como era plausible temer. Terminó en la deshonra, no ante el tribunal de la Historia —como
suelen terminar las grandes épocas, para bien o para mal— sino, en un caso sin precedentes, ante un tribu nal de hombres de carne y hueso...»'® Miraba de frente a la traumática investigación «Manos Limpias», a la que se podría llamar la «tercera oleada» de las conse cuencias del «río subterráneo» italiano, a los escom
bros de un sistema político arrollado por los escánda los, a los signos visibles de los daños ocasionados por el poder invisible. Y agregó que tampoco la Segunda República, que parece surgir de las ruinas de la prime ra, «promete ser mejor». Lamentablemente fue buen profeta. Marco Revelli
'®Norberto Bobbio, «Cinquant' anni e non bastano»,II Ponte, l, enero de 1994, núm.1; actualmente en Cinquant'anni e non bastano. Scritti di Norberto Bobbio sulla rivista II Ponte 1946-1997, Fondazio-
ne del Monte dei Paschi di Siena, Siena, 2005, p. 246. 24
DEMOCRACIA Y SECRETO
El poder invisible
La democracia es idealmente el gobierno de un po der visible, es decir, el gobierno cuyos actos se realizan ante el público y bajo la supervisión de la opinión pú13Iica. Maúric^Joly, en su Diálogo agli infm tra Machiavélli e Montesquieu [Diálogo en el infierno entre
Maquiavelo y Montesquieu], escribió en el siglo pasa do que las instituciones de un país libre no pueden du rar por largo tiempo si no actúan au grandjour(a ple na luz).
En su calidad de gobierno visible, la democracia en todo momento ha sido contrapuesta a cualquier forma autocrática, esto es, a todas las formas de gobierno en las cuales el poder sumo es ejercido de tal manera que sea sustraído en la mayor medida posible de la mirada de los súbditos. El amo que manda a los esclavos o el monarca por derecho divino no tienen obligación alguna de reve lar a sus súbditos lo secreto de sus decisiones. Tasso, en 27
boca de Torrismondo, dijo que «los secretos de Estado al loco vulgo/bien puestos no están». A imagen y semejan za del «Dios oculto», el soberano absoluto —el autócra
ta— es tanto más poderoso cuanto mejor logra ver —sin
ser visto— lo que hacen sus súbditos. El ideal del sobera no equiparado a Dios en la tierra, es ser, al igual que Dios en el cielo, omnividente e invisible a la vez. En la doctrina del Estado absoluto un tema recu
rrente son los arcana imperii [secretos del poder]. Uno de los más conocidos autores maquiavélicos, Gabriel
Naudé,afirma: «No hay ningún príncipe tan endeble y carente de sensatez que sea atolondrado hasta el punto de someter al juicio del público aquello que a duras
penas permanece en secreto cuando es confiado al oído de un ministro o de un favorito». El poder auto-
crático se hurta a la supervisión del público de dos maneras: escondiéndose, es decir, tomando sus deci
siones en el «consejo secreto», y escondiendo, esto es,
por medio de la simulación o de la mentira,considera das instrumentos lícitos de gobierno.
Ante el arcanum del poder autocrático, la doctrina democrática contrapone una exigencia de publicidad, de la cual Kant dio la justificación más coherente y convincente con esta célebre formulación: «Todas las acciones relacionadas con el derecho de otros hom
bres cuya máxima no pueda ser pública, son injustas». 28 '■y
¿Cuál es el significado práctico de este principio? Una
máxima no susceptible de publicidad es una máxima
que, si se publicara, suscitaría una reacción que impo
sibilitaría su puesta en práctica. Para aclarar este prin
cipio sirva un ejemplo derivado de nuestra triste vida
cotidiana: que un político se apropie de dinero público es un acto que sólo puede ser cometido en el secreto más absoluto, y únicamente si no se hace del dominio
público. En efecto, ¿qué político podría erigir en una
máxima pública —y declarándolo por tanto abierta mente al tomar posesión de su cargo— el apropiarse del dinero del erario?
Semejante declaración por sí misma volvería im
posible la acción proclamada,pues detonaría de inme
diato una reacción del público, y plausiblemente tam bién de las autoridades a las que se encomienda la tutela de los intereses de la sociedad. La prueba de esto
es que la apropiación de dinero público suscita escán dalos. ¿En qué consiste el escándalo si no es en hacer del dominio público un acto que hasta ese momento
era mantenido en secreto, al considerar que una vez
abierto al público no podría realizarse y que, por tan
to, tenía a la secrecía como condición necesaria para
su cumplimiento?
La democracia, considerada al menos idealmente
como la mejor forma de gobierno, a menudo es acusa-
29
■u
da de no cumplir con sus promesas. No mantiene la de eliminar las élites en el poder; no mantiene la promesa de autogobierno; no mantiene la promesa de integrar la igualdad formal con la sustantiva, y con escasa fre
10 años es, también, un fenómeno característicamente italiano. Las sectas secretas se diferencian de las aso
ciaciones delictivas en cuanto a sus fines, pero son a
menudo convergentes en los medios: hurtos, asaltos, secuestros y homicidios. En segundo lugar, el poder invisible se forma y or
cuencia —curiosamente— se le acusa también de no
lograr aniquilar al poder invisible. De esta forma, este último sigue existiendo, y más aún en nuestro país: nuestro sistema de poder no sería comprensible sin la disposición de reconocer que por debajo del poder vi sible existe un gobierno que opera en la penumbra (el llamado «subgobierno») y, aún más en profundidad, un gobierno que actúa en la oscuridad más perfecta, al -qtto" podríamos llamai' «ciiptogobierno>yriEl poder -np visible puede adoptar diversas formas, que en una pri mera aproximación pueden clasificarse de acuerdo con la diferente relación que cada una de eUas guarda con el poder público, visible. Con base en este criterio se pue den distinguir tres de eUas. En primer lugar, existe un poder invisible que se dirige contra el Estado y que se conforma en el más absoluto secreto para combatirlo. En él se encuentran las asociaciones delictivas, las grandes organizaciones criminales como la mafia —para las cuales nuestro país ostenta el primer lugar—, y también las sectas po líticas secretas, que actualmente se configuran como grupos terroristas y cuya proliferación en los últimos
ganiza no sólo para combatir al poder público, sino también para obtener beneficios ilícitos y recabar ven
tajas no consentidas por una acción a plena luz. Las «asociaciones secretas» son un ejemplo de este segun
do tipo de poder invisible; éstas, aunque prohibidas por el artículo 18 de nuestra Constitución, existen y gozaiinde excelente salud, según se ha podido apieciai de acuerdo con lo revelado en estos últimos días sobre
la existencia de una logia masónica involucrada en los escándalos petroleros. Además, considerando que el secreto es conservado, como ya se ha visto, no sólo hündiéndolo hasta el subsuelo, es decir, actuando en
la clandestinidad, sino también ocultándose y po niéndose una máscara, es enteramente posible consi
derar como formas de poder invisible a las sociedades ficticias o de oportunidad, tras las cuales se esconden —precisamente como tras una máscara— rostros que no quieren ser reconocidos y que llevan a cabo actos que, sin la protección de esa máscara, serían vergon zosos.
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i
El poder invisible al interior y contra el Estado
Por último, existe un poder invisible como institu ción del Estado: se trata de los servicios secretos, cuya degeneración puede dar origen a una forma de gobier no oculto propiamente dicha. El servicio secreto con el que cuenta cada Estado es, se dice, un mal necesa rio. Nadie osa poner en tela de juicio la compatibilidad del Estado democrático con la utilización de servicios
secretos. Sin embargo, éstos son compatibles con la democracia con una sola condición: que se encuen tren bajo el control del gobierno, del poder visible que es, a su vez, supervisado por los ciudadanos, de mane ra que su actuación se dirija en todo momento y úni
En un escrito aparecido en Nueva Antología en eneromarzo de 1981, bajo el título «Potere visibile e potere invisibile» [Poder visible y poder invisible], di una de
camente a la defensa de la democracia. Lamentable
finición de democracia como gobierno del poder visi
mente, de la masacre de la Plaza Fontana en adelante,
ble; en él constaté con amargura que en nuestro país el
el clima de nuestra vida pública ha sido intoxicado por las sospechas de connivencia entre el poder invisible del Estado y el poder invisible del anti-Estado. Pese a los interminables(e inacabados) procesos,las tinieblas no han sido disipadas: nosotros, pueblo soberano de
poder invisible no sólo no había sido abatido,sino que continuaba prosperando y se ensanchaba en todas las direcciones. Escribí «nuestro sistema de poder no es
comprensible sin la disposición de reconocer que por debajo del poder visible existe un gobierno que ope
ra en la penumbra (el llamado "subgobierno") y, aún más en profundidad, un gobierno que actúa en la os curidad más perfecta, al que podríamos llamar "crip-
acuerdo con la Constitución, aún no sabemos nada,
absolutamente nada, de lo que realmente acaeció. Esto significa que el poder es opaco; la opacidad del poder es la negación de la democracia.
togobierno''».
Siempre ha existido, y existirá siempre, un poder invisible contra el Estado, que comprende a las asocia
La Stampa,23 de noviembre de 1980
ciones delictivas, la mafia,las asociaciones subversivas. 33
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m.
los grupos de conspiradores, de terroristas (las iniciales de la temible Oas significaban Organization de larmée secrete). Siempre ha existido y, al parecer, desafortuna damente,no es posible prescindir de él, un poder invi sible al interior del Estado, que incluye los servicios se cretos para la seguridad interna y externa del Estado,la organización del espionaje y contraespionaje.
seo desmesurado de poder, una ambición desmedida, o simple fatua vanidad. Sin duda recabar ventajas personales en la carrera,
el poder y la riqueza gracias a la pertenencia a alguna afiliación secreta es moralmente reprobable. Un país en el cual un número tan grande de personajes perte necientes a la clase directiva, o a la «clase elegida» como se decía antaño(y como hoy en día no se podría decir),forma parte de asociaciones que se ocultan para ocultar, ofrece de sí mismo un magro espectáculo. Omito la cuestión moral porque no es necesaria.
En un régimen democrático es absolutamente in
admisible la existencia de un poder invisible que actúa en paralelo respecto al Estado, a la vez en su interior
y en su contra,en algunos ámbitos en connivencia y en otros en competencia,que hace uso del secreto no pre-cisamente paia eliiiiiiiailo, pero'taiiipoco'p^Ya lo, sino que lo utiliza principalmente para rodear, e
incluso violar impunemente las leyes, así como para obtener favores extraordinarios o ilícitos. Se trata de
un poder que lleva a cabo actos políticamente relevan tes sin que de ello le derive responsabilidad política alguna; por el contrario, busca sustraerse, a través del
secreto, de las responsabilidades civiles, penales y ad ministrativas normales.
Omito en esta sede la discusión del problema des de el punto de vista moral, aunque no sea el único dis gustado por esta inmoralidad imperante; sentí casi vergüenza al leer todos los nombres de aquellas perso nas notables unidas por algo que sólo puede ser un de34
Me detengo en cambio en la cuestión política porque 4-
por sí mismá:^nsüficiente para permitir la formulación de un juicio de censura hacia una asociación cuya finalidad real, más allá de sus objetivos proclamados, es el ejercicio del poder oculto. Seguiré afirmando que se trata de un fin «único» hasta el momento en que al
guien —mejor aún si se trata de un miembro de esa asociación misma— tenga la capacidad de señalarme otro. Me sentiría complacido de lograr entender las ra zones por las cuales unos personajes de por sí podero sos, gracias a su riqueza o condición social(no apare cen en la citada Hsta obreros, modestos empleados, y
toda la gente que jala la carreta), sienten la necesidad de asociarse con personas del bajo mimdo o política mente sospechosas. 35
¿Olvidamos quizás que república viene de res publi
No hay democracia sin opinión pública,sin forma ción de un público que reivindica el derecho de ser in formado sobre las decisiones que se toman en favor del interés colectivo, y de expresar sobre ellas su libre
ca, Y que esto significa «cosa pública» en un sentido
doble: gobierno del público y gobierno en público? El gobierno del público señala el gobierno del pueblo, no
de una persona o de pocos; y gobierno público significa
crítica.
que los actos de poder son ejercidos directamente
Cualquier forma de poder oculto, al nulificar este derecho, destruye uno de los pilares sobre los cuales se sostiene el gobierno democrático. Además, quien pro mueve formas ocultas de poder —y quien se le adhie re— precisamente desea eso: hurtar sus acciones al control democrático y evitar someterse a las limitacio nes impuestas por cualquier constitución democrática a las personas que detentan el poder de tomar decisio nes vinculantes para toda la ciudadanía. En todo caso, pretenderían controlar al Estado sin estar sujetos a su control. En el Estado despótico el soberano mira sin ser visto. El ideal de toda forma de poder oculto es que el soberano —en este caso el gobierno democrático, que actúa en plena luz— pueda ser visto sin poder, a
frente al pueblo, o que son comunicados de diferentes
maneras a sus destinatarios naturales, de modo que no tienen validez oficial hasta el momento en que reciben la debida publicidad. Existen dos tipos de forma de gobierno: democra
cia y autocracia. La primera avanza, y la segunda re
trocede conforme el poder es cada vez más visible y los arcana imperii —los secretos de Estado— pasan de ser una regla a ser una excepción, recibida en ámbitos crecientemente restringidos y establecidos con suma precisión.
A inicios de 1500 Francesco Guicciardini pudo escri
bir tranquilamente, sin suscitar escándalo alguno, que «Es increíble en qué medida beneficia al administrador el que sus asuntos permanezcan en secreto». A finales
su vez, mirar. Entre los muchos males de nuestra democracia la
de 1700 Michele Natale (el obispo de Vico ajusticiado en
creciente extensión de las zonas de poder oculto no es de los menos graves,[pero] lo sería aún más si la zona que hoy se descubrió fuera de nuevo encubierta. Des de este momento los amigos, y los amigos de los ami gos,se preparan para «cerrar filas» no en defensa de las
Nápoles el 20 de agosto de 1799)escribió en su Catechis-
mo repubblicano: «¿Hay algún secreto en el gobierno de mocrático? Todas las operaciones de los gobernantes deben ser conocidas para el Pueblo Soberano». 36
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Paese Sera,13 de octubre de 1981
hundirse en el subsuelo para evitar ser reconocidos. Afortunadamente son numerosos, pero necesitan arinarse de valor, y actuar consecuentemente.
aquellos que nunca han sucumbido a la tentación de
cas, el único modo es «cerrar filas» alrededor de
bio, si se quiere defender las instituciones democráti
instituciones democráticas,sino para defender su pro pio partido, su propio grupo, su propio clan. En cam
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siese recopilar en las obras políticas de cualquier épo ca —y no solamente en la propia de la razón de Esta-
consideraría uno de sus «cuatro autores». Quien qui
«maestro de los que saben». Posteriormente, Vico lo
diciones, cruel también en la paz». A finales del siglo XVI este autor se había vuelto, en política, el nuevo
ventura, atroz por los conflictos, dramático por las se
remonta a Tácito, que narró al inicio de sus Historias un acontecimiento «abundante en ejemplos de des
perii (secretos del poder), que hoy suena siniestra, se
Estado, versaba sobre las formas, las circunstancias y las razones del ocultamiento. La expresión arcana im-
quiavelo a Hegel), que se suele llamar de la razón de
los capítulos que no podían faltar en los tratados de polítlca en un periodo que dura lárgos siglos (de Ma-
de la historia la esencia del arte de gobernar. Uno de
El recurso del secreto ha sido considerado a lo largo
El secreto es la esencia del poder
Democracia y secreto
do— algunas máximas sobre la necesidad del secreto de Estado, no tendría más que molestarse en selec
Una similitud impresionante de esta forma de em
cionar.
plear el secreto, descrita por Canetti ahistóricamente, se puede encontrar en la obra del disidente soviético
En ese libro admirable que es Masa y poder, Elias Canetti escribió un capítulo sobre «El secreto», que
Alexander Zinoviev Cumbres abismales, que está si tuada en una realidad histórica más cercana a la nues
comienza con esta afirmación contundente: «El secre
to está en el núcleo más interno del poder». Y describe
tra: en la república de Ibania, alegoría de la Unión So viética, el espionaje es elevado a principio general de
algunas técnicas:
gobierno, a regla suprema no sólo de las relaciones entre gobernantes y gobernados,sino de éstos entre si,
El poderoso que se sirve del propio secreto lo conoce con precisión y bien sabe apreciar su importancia en las diversas circunstancias. Él entiende lo que debe hacer cuando desea obtener una cosa, y sabe a cuál de sus co laboradores utilizar en el lance. Tiene multitud de secre
tos porque su codicia es mucha, y los combina en un sistema en el que se preservan recíprocamente: a esta
persona le confía un secreto, a aquella otro, y busca la manera de que los depositarios de algún misterio no puedan unir fuerzas. Quienquiera que sepa algo es vigi lado por otro, quien, a su vez, ignora en realidad el se creto del individuo al que vigila. [Por consiguiente, sólo el poderoso]tiene las llaves de todo el conjimto de secre tos y se siente en peligro cuando debe compartirlo por completo con alguien más.
de manera que el poder autocrático se basa en su ca
pacidad de espiar a los súbditos, pero también en el servicio que le prestan los súbditos aterrorizados que se espían mutuamente. Canetti prosigue: «Una carac terística del poder es la distribución desigual del mirar a fondo. El que ostenta el poder conoce las intenciones
ajenas pero no deja ver las propias». Da el ejemplo de Felipe María Visconti, quien, según las crónicas de su época, no tuvo iguales en la habilidad de ocultar sus pensamientos.
El poder en su forma más auténtica siempre ha sido concebido a imagen y semejanza del de Dios, que
es omnipotente precisamente porque es el omnividen te invisible. Viene inmediatamente a la cabeza el panóp
tico de Jeremy Bentham, que Michel Foucault definió como una máquina para disociar la pareja «ver-ser
visto»: «En la periferia uno es visto por completo, sin 40
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poder ver; en la torre central uno contempla todo sin jamás ser observado». El propio Bentham consideraba que este modelo arquitectónico, ideado para las cárce les, podría ser extendido a otras instituciones. Ampliado, como jamás pensó Bentham —escritor demócrata—, a la institución global, vale decir, al Es tado, el modelo del panóptico sería llevado a su plena actuación en el imperio del Gran Hermano descrito por Orwell, donde los súbditos están permanente mente bajo la mirada de un personaje del que no sa ben nada, ni siquiera si existe. Pero hoy, luego de que se amplió la capacidad de «ver» el comportamiento de lus ciudadanos mediante l^información pública de cen" tros cada vez más sofisticados y eficientes, mucho más allá de lo que Orwell pudo haber previsto (la distancia
información, que es una de las muchas formas del de recho que un Estado democrático le reconoce sólo a los ciudadanos —sea que los considere singularmente o en
conjunto como «pueblo»— de vigilar a los vigilantes.
corto), el modelo del panóptico se vuelve ominosa
Precisamente por esto, quien considera que el se creto es connatural al ejercicio del poder siempre ha sido partidario de los gobiernos autocráticos. Vale una cita ejemplar: una de las razones por las que Hobbes estima que la monarquía es superior a la democracia es precisamente la mayor garantía de seguridad: «Las deliberaciones de las grandes asambleas tienen el in conveniente de que las decisiones del gobierno, que casi siempre importa muchísimo guardar secretas, son conocidas por los enemigos aun antes de haber podi do ejecutarse» {De cive, x, 14). Teniendo en cuenta el poder soberano en sus dos facetas tradicionales, la externa y la interna, el propó sito principal del secreto en referencia a la primera es,
mente contemporáneo.
como dice claramente Hobbes, no mostrar al enemigo
entre la ciencia ficción y la ciencia es, por el avance vertiginoso de nuestros conocimientos, cada vez más
A la pregunta clásica: quis custodiet custodes? [¿Quién cuida al cuidador?], Bentham,como buen de mócrata, respondió: el edificio deberá ser sometido a inspección continua no sólo por personal especializa
do,sino también por el público. Con esta contestación anticipaba de alguna manera el problema de gran actua lidad del derecho de los ciudadanos a tener acceso a la 42
los propios movimientos,con la convicción de que cual quier maniobra es más eficaz en la medida en que ma yor sorpresa es para el adversario; por lo que atañe a la segunda, en cambio, el secreto es motivado por la des confianza en la capacidad del pueblo de entender el interés colectivo, el bonum communey por la convic
ción de que el vulgo persigue sus intereses particulares 43
y no puede ver los móviles del Estado, la «razón de
Estado». En cierto sentido,los dos argumentos se opo nen: en el primer caso, el no difundir depende dé que el otro sea capaz de saber demasiado; en el segundo, el no hacer saber está en relación con el hecho de que el otro entiende muy poco, y podría malinterpretar las auténticas razones de una deliberación y oponerse a ella con poco criterio. Francesco Guicciardini, en ima de sus Avvertimenti civili [Advertencias civiles], indi
ca: «Es increíble cuánto le beneficia a aquel que admi nistra el que las cosas permanezcan en secreto». En el Breviario de los políticos del cardenal Mazzarino, la clave de salvación —como dice Giovanni Macchia en
el prefacio—, que permite al hombre evitar el naufra gio, es el «culto al secreto».
Sin embargo, hay un argumento subsecuente: sólo el poder secreto logra derrotar al poder secreto de otro, la conspiración, la conjura, el complot. Junto a los arcana dominationis están los arcana seditionis.
En la Teoría del guerrillero Cari Schmitt habla de im espacio de profundidad típico de la lucha guerrillera, hecha de emboscadas más que de enfrentamientos abiertos, y la compara con la guerra marítima con sub marinos, que, cuando se mostró con toda su peligrosi
dad en la guerra alemana contra Inglaterra, pareció hacer venir a menos la idea de la guerra como con 44
frontación realizada en un gran escenario (piénsese en la metáfora del «escenario de guerra»). Además, el poder autocrático no sólo pretende sa ber develar el secreto ajeno mejor que el poder demo crático, sino, cuando es necesario, lo inventa para po der reforzarse, para justificar su propia existencia. El poder invisible se vuelve un pretexto, una amenaza intolerable que debe ser combatida por cualquier me dio. Donde existe un tirano, hay un complot, y si no lo hay, se inventa. El conjurado es el doble necesario del tirano.¡Qué feliz y cuán humanitario sería el tirano si el poder sombrío que lo amenaza no se escondiese en cualquier rincón del palacio, hasta dentro de la sala del trono, tras sus espaldas! En una de sus últimas na rraciones, Italo Calvino describe al «rey escuchando», sentado inmóvil en su trono, a donde le Uegan todos los rumores de palacio, hasta los más insignificantes, y cada murmuración es una advertencia, una señal de
peligro, el indicio de quién sabe qué subversión: Los espías están apostados detrás de los telones,las corti nas, los tapices. Tus espías, los agentes de tu servicio se
creto, que tienen el encargo de compilar informes minu ciosos sobre las conjuras de palacio. La corte está llena de enemigos, tanto, que cada vez es más difícil distinguirlos
de los amigos: se da por im hecho que el complot que te 45
contrapoder, dos técnicas específicas que se comple mentan mutuamente: sustraerse a la vista del público en el momento en el que se realizan deliberaciones de interés político, y ponerse la máscara cuando se está obligado a presentarse en público.
destronará estará formado por tus ministros y dignata rios. Y sabes que no hay servicio secreto que no esté infil trado por los agentes adversarios. Quizá todos los agen tes a los que les pagas trabajan para los otros, son ellos mismos conjurados; ello te obliga a seguirles pagando para tenerlos en calma el mayor tiempo posible.
En los Estados autocráticos la sede de las decisiones
más altas es el gabinete secreto, la estancia oculta, el consejo secreto. Por lo que hace al enmascaramiento, puede entenderse tanto en sentido real como en el me tafórico. En sentido real el ponerse la máscara transfor ma al agente en actor, el teatro en escenario, la acción política en representación. La idea de la política como
Pero hasta el silencio amenaza: «¿Desde cuándo no oyes el cambio de guardia? ¿Y si el piquete de solda
dos que te son fieles hubiese sido capturado por los al zados?»
El estalinismo puede ser interpretado como el descubrimieiilü que el liiaiiu hace —puesnsT3lD"^l"pnede^ del universo como inmenso complot,como la reahdad profunda del mundo, que domina la apariencia de la
í. Cuando Hobbes introduce el
discurso sobre el tema de la representatividad establece una analogía entre ésta y la representación. Más aún,el tema de la persona que representa a otra, y que Hobbes llama «actor», fue transferido del teatro a la política «para señalar a cualquiera que represente palabras y
que únicamente el tirano desenmascara la inconsis
tencia liberando a los simples mortales del miedo al reino de las tinieblas. Un ejemplo típico de cacería de
brujas. Pero cuando la cacería de brujas hace su apari
acciones, tanto en los tribunales como en las carpas». Como dice Canetti,la máscara transfigura el rostro hu mano porque lo vuelve rígido:
ción en una sociedad democrática, la hbertad corre
peligro, y la democracia corre el riesgo de transfor marse en su opuesto.
No sé si haya una obra dedicada a la técnica del
Ella convierte un juego de expresiones que jamás se está
poder secreto. Estoy obligado a ceñirme a una somera indicación. Son inherentes a la acción política, tanto la
quieto,constantemente móvil,en su opuesto,es decir, en rigidez perfecta e inmutable. Bajo la máscara comienza
que corresponde al poder dominante como a la del
el misterio [...] No se debe saber qué se oculta detrás...
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47
•í:
En cuanto no es posible leer en ella el cambio de estado
zione [Elogio de la disimulación], dedicado a escrito
de ánimo como en un rostro, se sospecha y se teme lo
res políticos de la época barroca, del cual tomo el siguiente significativo fragmento de la Política de Justo Lipsio: «Aunque desagrade esto a las bellas almas, que
que está detrás,lo desconocido.
Una de las muchas analogías que emplearon los autores políticos para representar una de las formas del poder es la de Proteo o el camaleón, que se vuelve irreconocible cambiando continuamente de aspecto. Pero el ser humano puede cambiar máscaras infinita mente y por eso aparentar ser diferente de lo que es. Nada puede confundir más al adversario que el no poder reconocer la verdadera faz de quien tiene fren te a sí.
En sentido metafórico, el enmascaramiento sucede
sobre todo mediante el lenguaje, que permite, usado con oportunidad, ocultar el pensamiento. El encubri miento puede darse de dos maneras: usando un len guaje para iniciados, esotérico, sólo comprensible para los del círculo, o recurriendo a la terminología común para decir lo opuesto de lo que se piensa o para dar in formación equivocada o justificaciones distorsionadas. Es aquí donde se abre el vastísimo campo, que también es el más explorado, de la legitimidad de la «mentira», que se remonta a la «mentira piadosa» de Platón, y de la disimulación, que no hace mucho recu peró Rosario Villari en el libro Elogio della dissimula48
gritarán: "sean echadas de la vida humana simulacio nes y disimulaciones" Bueno, de la vida privada es cierto, pero de la vida pública no tanto, y no puede ha cer otra cosa quien tenga en mente la república».
La «prudencia» siempre ha sido considerada la vir tud política por excelencia,\Q.fronesis aristotélica, aun que ha sido interpretada de diferentes maneras. Parece un tema que recobra actualidad a juzgar por el fascícu lo que le dedicó la nueva revista Filosofía política, con artículos que muestran su historia mediante el análisis de textos de diversas épocas. Pertenecen a la regla de la prudencia el decir y el callar, el no decir todo sino sólo una parte, el guardar silencio, el hablar a medias, la reticencia. Se trata de una serie de comportamientos
que se ubican entre la prudencia y la astucia, represen
tadas por dos animales simbólicos del discurso políti co, la serpiente y el zorro. Uno de los personajes de El criticón (1651) de Baltasar Gracián dice: «Las serpien
tes son maestras de toda sagacidad. Ellas nos mues tran el camino de la prudencia». En cuanto al zorro, baste recordar el célebre capítulo xviii de El príncipe,
en el que Maquiavelo dice que el príncipe debe usar al 49
zorro y al león, y que un señor «prudente» no está obligado a mantener su palabra cuando «tal observan cia vaya en su contra». Otro personaje de El criticón aconseja a sus interlocutores que buscan una guía en
el «laberinto cortesano»: «Sepan cuán peligroso mar es la Corte,entre la Escila de sus engaños y la Caribdis de sus mentiras».
italiana—: el Ulises de Dante. Los grandes descubri mientos astronómicos del siglo xvi significaron una
primera transgresión a la prohibición de penetrar los arcana naturae. ¿Qué repercusiones tuvo esta primera transgresión de la orden de detenerse frente a una de las tres tierras prohibidas respecto al señalamiento
En un artículo de 1981, titulado «Lo alto y lo bajo. El -tema del conocimiento pfeliibido-en-4os-sí^os~xvTy XVII», Carlos Ginzburg se inspira en el fragmento de San Pablo (Rom., 11:20), que en su vulgata dice «Noli altum sapere, sed time», interpretado cada vez más como una invitación a la renuncia a la arrogancia in
equivalente que se hizo para las otras dos? A mediados del siglo XVII, cuenta Ginzburg, el cardenal Sforza PaUavicino tuvo que reconocer que era lícito escudriñar los secretos de la naturaleza, porque las leyes natura les eran pocas, simples e inviolables; pero no recono ció que lo que era admisible para los secretos de la Tíattiraleza valiese igtiálmente para los secretos de Dios y del poder, considerando que era un acto teme rario quebrantar lo inescrutable de la voluntad del so berano, a semejanza de la de Dios. En esa misma épo ca Virgilio Malvezzi presentó un argumento análogo
telectual, y por tanto como una advertencia contra la
diciendo: «Quien para descubrir los acontecimientos
curiosidad excesiva del sapiente, para luego hacer una reflexión sobre los límites fijados a nuestro conoci
físicos se reclama a Dios por razón es poco filósofo, y quien no lo aduce para descubrir a los políticos es
miento por la presencia de tres esferas insalvables: los
poco cristiano».
arcana Dei, los arcana naturae y los arcana imperii,
En contraste, el pensamiento ilustrado adoptó el dicho de Horacio: sapere ande. Hace algunos años tuvo lugar en la Rivista Storica Italiana un debate muy erudito sobre el origen de ese lema (del que yo encon tré otro ejemplo en el ensayo en defensa de la codifica-
El desafío democrático
estrechamente vinculados entre sí. Quien se atrevió a
violar esos límites fue castigado: Prometeo e ícaro son los ejemplos clásicos. Tal vez podríamos agregar el más familiar —por lo menos en la tradición cultural 50
51
ción escrito por Thibaut en 1814) entre Luígi Firpo y Franco Venturi. Firpo se apoyó en Fierre Gassendi, ci tado por Samuel Sorbiere en su Diario.
Como se sabe, el dicho campea en el escrito de Kant sobre la Ilustración, en donde se le traduce de la
siguiente manera: «Ten el coraje de hacer uso de tu in
teligencia». En este ensayo Kant afirma que la Ilustra
de haber puesto con la mayor claridad el problema de la publicidad del poder y de haberle otorgado una jus tificación ética.
Es interesante observar que Kant desarrolló el tema a propósito del derecho internacional. En un
edad, que debe atribuir a sí mismo, y que en los ci mientos de la Ilustración encontramos la más simple de todas las libertades, la de hacer uso público de la
glas que obliguen a los Estados a rendir cuentas de sus
to al que era especialmente sensible. Sostiene que la única manera de garantizar que ello suceda es la con dena del secreto de los actos de gobierno y la institucionalización de su publicidad, o sea, una serie de re
apéndice a La paz perpetua plantea el problema de la posible convergencia entre la política y la moral, asun
razón. «El uso público de la razón debe ser libre, eso es
ción consiste en la salida del hombre de la minoría de
lo único que puede poner en práctica la Ilustración
53
do en secreto para que se logre, que yo no pueda confe sar públicamente sin provocar la resistencia inmediata de todos contra mi propósito, una máxima tal no puede explicar esta reacción necesaria y universal de todos
ello dé al traste con su propósito, que debe ser manteni
Una máxima que yo no pueda hacer pública sin que con
afirmación? Kant lo explica así:
ble con la publicidad,son injustas».¿Qué significa esta
recho de otros hombres, cuya máxima no es compati
los Estados despóticos. La solución es formulada de la siguiente manera: «Todas las acciones referentes al de
decisiones al público, y de esta manera se haga imposi ble la práctica de los arcana imperii, que caracteriza a
entre los hombres.» Llevando esta afirmación a sus ló
gicas consecuencias, se descubre que caen las prohibi
ciones tradicionales para custodiar los arcana imperii. Para el hombre que sale de la minoría de edad, el po der no tiene —no debe tener— secretos; para que el hombre que ha adquirido la mayoría de edad pueda hacer uso de la razón es preciso que tenga un conoci miento pleno de los asuntos de Estado, y para que esto suceda es necesario que el poder actúe públicamente.
Cae una de las razones del secreto de Estado: la igno rancia del vulgo que hacía decir a Tasso a través de Torresmundo: «No conviene decir los secretos del Esta
do a la masa vulgar». Le corresponde a Kant el honor 52
__—
I 54
Pero un Estado que dejase ver semejante máxima,
res unirse entre ellas para atacar a la potencia veci na crecida a tal grado que se ha vuelto formidable?
su efecto y, por tanto, debe considerarse injusta? 2) ¿Puede admitirse un derecho de potencias meno
evitarían o harían alianzas con otros para resistir a sus intenciones? Concluye Kant:¿ello no prueba aca so que esa máxima,una vez hecha pública, perdería
hiciese pública esta máxima los demás Estados lo
ridad del Estado? ¿No sucedería que al Estado que
mantener su palabra porque así lo requiera la segu
1) ¿Puede un Estado que prometió algo a otro dejar de
siguientes^
derecho público externo, esto es, del derecho interna cional. En referencia a este último, los casos son los
Para aclarar este principio, Kant ofrece algunos ejemplos tomados del derecho público interno y del
la prueba de fuego de su inmoralidad.
tener en el misterio un propósito y el tenerlo guardado en cuanto no se puede declarar en público, es de suyo
Como si se dijera que en las relaciones humanas, sea entre los individuos, sea entre los Estados, el man
amenaza a cada cual.
contra mí... como no sea por la injusticia con la que
55
el poder público sea controlable. Pero, ¿en qué otra
se le conceda razón al dicho común «esto puede ser válido en teoría pero no en la práctica», es preciso que
que este principio de la publicidad no sólo pueda ser añrmado por el filósofo, sino realizado por el político, de manera que, para decirlo ima vez más con Kant, no
En todo caso, debe advertirse que Kant no deriva todas las consecuencias políticas de esta premisa. Para
fuese posible cualquier disposición pública, es ya de por sí una muestra de su ilegitimidad.
mantener en secreto un propósito, o un pacto, o si
ciarían o quizá otras potencias le ganarían la presa, con la consecuencia de que tal máxima no podría "~™lléw^Xefecto precismente por su publicidad. El supuesto de este discurso kantiano es claro: el
máxima? No, porque los Estados menores se aso
Pero, ¿podría el Estado mayor hacer pública esta
cho de someter al menor y unirlo a su territorio?
3) Si un Estado pequeño, por su posición, afecta la continuidad dé otro mayor,¿no tendrá éste el dere
metido y, en consecuencia, es injusta».
¿no se atraería más probablemente y con más rapi dez el mal del que trata de alejarse? Una vez más concluye Kant: «Esta máxima de prudencia políti ca, cuando haya sido publicitada, destruiría su co
forma de gobierno puede darse este control sino en aquella en que el pueblo tiene el derecho de tomar parte activa en la vida política? Ciertamente, Kant no es un autor demócrata en el sentido de que por «pue blo» entiende no a todos los ciudadanos, sino sólo a
los ciudadanos independientes; pero el valor que le atribuye al control popular sobre las acciones del go bierno se recaba tma vez más del derecho internacio
nal, allí donde, al afirmar que la paz perpetua puede ser asegurada sólo por una confederación de Estados que tengan la misma forma de gobierno republicana, justifica el control popular por medio del famoso ar gumento según el cual sólo gracias a él la guerra deja de ser un capricho de príncipes o, con la expresión kantiana, un «juego de placer». Mientras el poder del rey fue considerado como un derivado de Dios, los arcana imperii fueron una consecuencia de los arcana Dei. En uno de sus discur
sos, Jacobo I, príncipe y teórico del absolutismo, defi nió la prerrogativa, es decir, el poder monárquico no sometido al Parlamento, como un «misterio de Esta
do» comprensible sólo para los señores, los reyes-sa cerdotes que, como dioses terrenales, administran el
misterio de gobierno. Un lenguaje como éste, en el que la apelación al misterio desempeña ima función esen cial y se sustrae a todo requisito de explicación racional 56
sobre la fundamentación del poder y de la consecuente
obligación de obedecer, está destinado a desaparecer conforme el discurso oficial se desplaza de arriba ha cia abajo y, para abundar en el caso de Inglaterra, de la prerrogativa real a los derechos del Parlamento. El lenguaje esotérico y misterioso no se adecúa a la asamblea de representantes que son elegidos periódi camente por el pueblo, y por ello responsables ante los electores, ya sean pocos o muchos, pero tampoco se adapta a la democracia de los antiguos, en la que el pueblo se reunía en la plaza para escuchar a los orado res para después deliberar. El Parlamento es el lugar donde el poder es representado en la doble acepción de la sede donde se reúnen los representantes y aquella en donde, al mismo tiempo, acontece una verdadera y propia representación que, en cuanto tal, tiene necesi dad de público y, en consecuencia, debe Uevarse a cabo en púbhco. Cari Schmitt captó bien este nexo entre representatividad y representación cuando escribió: La representatividad puede tener lugar en el ámbito de la publicidad. No hay representatividad alguna si tiene efecto a escondidas y entre pocos... Un parlamento tie ne carácter representativo sólo en cuanto considera que su actividad es pública. Reuniones secretas, acuer
dos y decisiones tomados a escondidas por cualquier 57
más cuanto no faltan escritos sobre los arcana dominationis de nuestra democracia, a los que correspon
como Giovanni Sartori en las nuevas ediciones actua
58
permitir tener para sí sus intenciones».
mos heredado del siglo xviii se basan en la noción de autoridad visible». Y cita el dicho de Jeflferson: «El di rigente debe actuar con discreción, pero no se le debe
1981), afirma: «Todas las ideas de democracia que he
59
cha con seguro instinto de poder contra cualquier inten to de éste de procurarse por sus propios medios infor mación especializada de los interesados: un Parlamento mal informado y por ello impotente es naturalmente del agrado de la burocracia.
Si la burocracia entra en conflicto con el Parlamento,lu
tor, el concepto de «secreto oficial» es un descubri miento específico del poder burocrático.
ridad, aparecido en 1980 (y traducido al itaUano en
nett, quien en su pequeño y valioso libro sobre la auto
Max Weber sobre el uso del secreto oficial que hace la burocracia para incrementar su poder. Según este au
der». Pero no quisiera olvidar las observaciones de
esconderse es irresistible. Repito una vez más con Uanetti: «El secreto está en el núcleo más interno del po
tación de Bolonia, escribí que la tendencia del poder a
Al comentar la sentencia sobre la masacre de la es
Podemos concluir esta reflexión con Richard Sen-
mayor visibilidad implica. No se puede dejar de recoiiucei cuii Schmitt qüe «represenfar^rsIpuficTEániFíe^ «hacer visible y hacer presente un ser invisible me diante un ente públicamente presente».
ble como poco consciente de las consecuencias que la
lizadas y aumentadas de su teoría de la democracia, condena la exigencia de una política cada vez más visi den los arcana seditionis.
poder. Creo que los ejemplos salen sobrando. Tanto
siones parlamentarias no está reconocida. Hay quien,
creto deba ser excluida: el voto secreto en algunos ca
sos puede ser conveniente; la publicidad de las comi
Entre las promesas incumplidas de la democracia, de
¿Quién ganará el desafío?
las que hablé en un escrito de hace algunos años, la más grave y tremenda y, por lo que parece,la más irre mediable, es precisamente la de la transparencia del
Con esto no se quiere decir que toda forma de se
comité pueden ser muy significativos e importantes, pero no pueden tener un carácter representativo.
Y ¿qué decir del secreto comercial? El secreto
siempre es un instrumento de poder. La analogía entre el secreto oficial y el comercial fue hecha por el mismo Weber: «Aquél es equiparable,en su relación con el sa
criben la transparencia, y el invisible. Esto no quiere decir que se confunda una democracia con una au
ber especializado, con los secretos comerciales de la
tocracia, en la que el verdadero Estado es uno solo, el invisible, y en la que es tan sentida y solicitada la transparencia como es deseada y pedida en un Estado
empresa en su relación con los secretos técnicos». En referencia con el saber técnico, además, la razón del
democrático la denuncia de falta de transparencia. Metafóricamente, én los dos sistemas la relación entre
secreto radica no sólo en mantener la superioridad
la luz y las tinieblas está invertida: allá el reino de las
dada por un conocimiento específico que el competi dor no tiene,sino también en la incapacidad del públi
tinieblas amenaza el área luminosa; acá la luz avanza
laboriosamente para comenzar a iluminar por lo me
co de captar su naturaleza y alcances. El saber técnico, cada vez más especializado,se vuelve progresivamente
nos una parte del área oscura.
un conocimiento de élite, al que no tiene acceso la
son tanto más fuertes, incluso en los Estados demo
masa. También la tecnocracia tiene sus arcana, y para la masa es igualmente un saber esotérico, que es in compatible con la soberanía popular por los mismos
cráticos, cuanto más se tienen en consideración las re
motivos por los que en un régimen autocrático se con sidera al vulgo incompetente e incapaz de entender los asimtos de Estado. Desde este punto de vista, el con traste entre democracia y tecnocracia es el tema de un conocido libro de Robert Dahl publicado reciente mente en italiano.
Hay quien, a propósito de los Estados Unidos —el princeps en tanto que heraldo de los Estados democrá ticos— ha hablado de un «Estado doble»: el visible,
que se rige por las reglas de la democracia que pres60
La resistencia y la persistencia del poder invisible
laciones internacionales. Cualquiera que conozca la li teratura sobre la razón de Estado sabe que ella ha encontrado el terreno más fértil en la política exterior,
alli donde se plantea de manera prioritaria el proble ma de la seguridad del Estado, de la salus rei publicae, que impulsaba a Maquiavelo a decir que cuando está en juego la «salud de la patria» no debe mediar ningu na consideración «de lo justo ni de lo injusto,lo piado so ni lo cruel». Para im autor como Kant, que condena la razón de Estado, o sea la subordinación de la moral
a los requerimientos de la política, el llamado a los principios morales es válido en primer lugar para las 61
dice, «que no se mantendrían por largo tiempo en los límites de la guerra, como la utilización de espías, sino que se extenderían a la condición de paz, cuyos propósitos, en consecuencia, serían completamente
la que más fácilmente se esgrimen pretextos hacién dolos aceptar invocando el estado de necesidad, los intereses vitales del país, las exigencias de defensa, el principio de reciprocidad; en suma, todos los argu mentos tradicionales de la razón de Estado que se orientan a justificar la derogación de principios mora les y jurídicos. Los motivos de este incumplimiento de la trans parencia democrática, incluso en los Estados demo cráticos, y sobre todo, repito, en las relaciones inter
anulados».
nacionales, son fáciles de descubrir. Podemos ubicar
Sin necesidad de remontarnos muy atrás en la historia,lo que sucedió el
esencialmente dos: aj la presencia en el sistema inter-
dos(que innegablemente pertenece al grupo de países democráticos), donde se descubrió que el presidente condujo durante largo tiempo una política exterior se
es la regla y no la excepción; y b) el hecho de que el sistema internacional en su conjunto es un sistema no democrático, o por lo menos democrático tan sólo en potencia con base en la Carta de las Naciones Unidas, pero no en los hechos, porque en última instancia el
relaciones internacionales, donde la violación es más
frecuente y evidente. Entre las estratagemas a las que el Estado en guerra no debería recurrir, porque im posibilitan la confianza recíproca en la paz futura, en
lista el reclutamiento de sicarios, envenenadores y espías y recurrir a fuerzas ocultas: «artes infernales»,
creta que contradecía la política exterior pública, es una muestra bastante ilustrativa de que la capacidad de atracción del secreto, especialmente en las relacio nes internacionales, es irresistible. Que una vez descu
bierta, la violación de la publicidad sea, en un sistema democrático, condenada por la opinión pública y sea objeto de sanciones políticas, demuestra que el control
democrático puede tener una cierta eficacia; pero también deja ver que la esfera más expuesta al abuso es la de las relaciones internacionales, porque es en 62
doiide el secrelo
orden internacional todavía descansa en el tradicional
sistema del equilibrio. Mientras un Estado democráti co viva en una comunidad a la que pertenecen con pleno derecho Estados autocráticos, que son la mayo ría, y mientras el sistema internacional sea no demo crático, aun el régimen de los Estados democráticos será una democracia imperfecta. Una sociedad tendencialmente anárquica,como la internacional, que se 63
rige por el principio de autodefensa aunque fuere en ultima instancia, favorece el despotismo interno de
todo el mundo,se plantea «si un servicio secreto pue
sus miembros o por lo menos obstaculiza su democra
decir, respecto a los Estados que han logrado conser var el mayor secreto sobre sus servicios secretos. Entre los arcana imperii más profundos,o quizá im perecederos, de vm Estado democrático,se encuentra el tratado secreto, un tema al que no me aboco, sea por que no es mi cometido, sea porque no me considero particularmente versado en él. Dado que he abordado el tema del poder oculto sobre todo con indicaciones históricas, permítaseme, al acercarme a las conclusio nes, recordar a Bentham, uno de los mayores adversa rios de los tratados secretos, y uno de los autores en los que me he apoyado como uno de los mayores escritores políticos demócratas del siglo pasado, y cuya produc ción está muy lejos de haber sido explorada a plenitud. En el cuarto ensayo de los Principios de derecho interna cional, titulado «Proyecto de paz universal y perpetua», Bentham,partiendo del supuesto de que la guerra es un mal y la paz un bien, discute la política exterior practi cada generalmente por su país, en la que la guerra es la «manía nacional», una manía para la cual la paz siem pre llega pronto y la guerra demasiado tarde, y señala algunas condiciones que estima esenciales para el esta blecimiento de una paz duradera. Una de estas condi ciones es formulada de la siguiente manera:
tización. No se puede combatir el poder invisible más que con otro poder invisible igual y contrario, los es pías ajenos con los propios, los servicios secretos de los otros Estados con los del nuestro.
Puedo agregar, aduciendo otro argumento en favor
de la diferencia entre política exterior e interior, que, mientras los servicios secretos son tolerados por una opinión pública democrática cuando el ámbito de sus operaciones es la esfera internacional, lo son mucho
menos cuando se descubre que desempeñan su activi dad también entre sus ciudadanos. En sustancia,la di
plomacia cerrada no se puede combatir más que con otra diplomacia igualmente hermética. Admito mi to
tal desconocimiento de la materia relativa al espionaje, y por ello recurro a la autoridad de un conocedor pro fundo como Walter Laqueur, quien en una obra muy documentada. Un mondo di segreti[Un mundo de se cretos], subtitulada en la edición italiana (1986) Im-
pieghi e limiti dello spionaggio [Usos y límites del espio naje], luego de haber observado que una democracia como la norteamericana sólo puede desarrollar una diplomacia abierta, tanto que de la cía se sabe más que lo que se sabe de cualquier otro servicio secreto en 64
de funcionar eficazmente en estas condiciones», vale
65
■W
Es oportuno y necesario no tolerar más el secreto en el
con la debilidad». Refiriéndose a una situación dife
proceder del Ministerio del Exterior de Inglaterra; tal se
rente —la de las monarquías en las que el rey goza de
creto es tan inútil como repugnante a los intereses de la
prerrogativa en el ramo de la política exterior (de la que también gozaba el rey en las monarquías constitu cionales, como se puede ver en el artículo 5 del Estatu to albertino)— prorrumpe en la siguiente censura:
libertad y la paz,.. No se puede ni se debe permitir que en algunas negociaciones, así como en algunas fases de ellas, el Gabinete de este país lleve a cabo transacciones manteniendo en la ignorancia al público. Mucho menos
se puede ni se debe permitir que de ello sea dejado sin saber al Parlamento, especialmente después de una inte rrogación parlamentaria... Pese a cualquier cosa que pue
dan afirmar las negociaciones preliminares, no se puede ni se debe admitir que un secreto de ese tipo se mantengQ en tratados efecüvaiiieiite conclüidog:
El sustento de estas cláusulas debe buscarse, según Bentham, en la consideración de que el secreto de los
«En caso de que se llegue a considerar el interés del primer servidor del Estado (alusión a Federico II) como diferente y opuesto al de la nación, la clandesti
nidad puede mostrarse favorable a los proyectos de los ladrones y los rufianes coronados». Una vez dicho todo el mal posible del secreto en los
asuntos de Estado, tamBTén es preciso decir que exis ten casos en los que el -secreto puede ser considerado legítimo. No hay regla sin excepción. En los terrenos de la ética y, por tanto, del derecho en cuanto constitu
tratados es a un tiempo nocivo e inútil. Nocivo, por
ye una esfera particular de la ética, la única regla sin
que en un sistema democrático, basado en el control
excepción es que no hay reglas sin excepción. Natural
del poder por parte del público, es evidente que no se puede aplicar ningún control sobre medidas de las
cuales no se sabe nada, con la consecuencia de que una nación puede encontrarse en guerra sin haberlo
sabido ni querido. Inútil, porque la posición de Ingla terra la preserva de cualquier sorpresa. Comenta al fi nal: «Sorpresa y secreto son recursos de la deshonesti
dad y del miedo, de la ambición injustificable asociada
I 66
mente, la excepción, en cuanto derogación de un prin cipio tomado por verdadero, debe ser justificada con base en otros principios también considerados verda deros, o fundamentándolo por medio de las conse cuencias de su aplicación en un caso específico. En el primer caso nos encontramos ante un contraste entre
principios, ante una incoherencia del sistema normati
vo; en el segundo, en cambio, se trata de la situación a 67
la que se da el nombre de summum ius, summa iniuria,
es decir, de la situación en la que la aplicación de la regla en un caso particular lleva a consecuencias con trarias a las previstas.
En términos generales, se puede decir que el se creto es admisible cuando garantiza un interés prote gido por la Constitución sin afectar otros intereses
igualmente garantizados(o por lo menos es necesario equilibrar los intereses). Naturalmente,lo que vale en los asuntos públicos de un régimen democrático,en los que la publicidad es la regla y el secreto la excepción, no vale en los asuntos privados, o sea, cuando está en juego un interés privado. Antes bien, en las relaciones privadas es válido exactamente lo contrario: el secreto
es la regla, contra la intromisión de lo público en lo privado, y la publicidad es la excepción. Precisamen te porque la democracia presupone la máxima liber
ción esté invertida en la esfera pública respecto de la privada. En la esfera pública el debate sólo podrá desarro llarse en la vertiente de la excepción y no en la de la re gla. Y probablemente se encontrará ante dos paradojas clásicas en cualquier discurso moral, que lo hacen am biguo: a)hi paradoja de la incompatibilidad o de la an tinomia de los principios, específicamente de la contra posición entre el principio de la seguridad del Estado y de la libertad de los individuos, y y el de la excepción de la regla, que está permitida porque hace posible sal var la regla misma,como lo es la legítima defensa, que viola la regla que prohibe el uso de la violencia pero al mismo tiempo es la única manera, en determinadas circunstancias, de conseguir que se respete. Un caso verdaderamente ejemplar de esta paradoja viene de un sistema como el democrático, en el terre
régimen que prevé el máximo control de los poderes
no que precisamente atañe a la discusión: hemos visto que la democracia excluye en principio el secreto de Estado, pero su utilización, mediante la institución de los servicios de seguridad, que actúan en silencio, es justificada como un instrumento necesario para de
públicos por parte de los individuos, este control es
fender, en última instancia, a la democracia misma. La
posible sólo si dichos poderes actúan con la mayor
propia ley que dicta normas para regular la conducta de estos servicios «habla de política informativa y de seguridad en bien y para la defensa del Estado demo-
tad de las personas individualmente consideradas,
éstas deben ser protegidas, en su esfera privada, de un control excesivo por parte de los poderes públi cos. Precisamente porque la propia democracia es el
transparencia. En suma, está en la lógica misma de
la democracia el que la relación entre regla y excep68
69
crético». La serpiente se muerde la cola; pero la ser piente, como sabemos,siempre fue considerada como
la imagen de la prudencia, virtud política por excelen
Secreto y misterio:
el poder invisible
cia, y, por qué no,también de los juristas, cuya ciencia, no por casualidad, ha sido llamada iurisprudentia. Marzo de 1988
Aunque todavía haya quien no lo sepa —o finja no saberlo—, no queda duda alguna: la mayoría de los misterios italianos tuvo su origen durante la Guerra "Fríaren iaducha=mortal entre los Eatados-tímdos^y4aUnión Soviética, cuando en nuestro país existía el par
tido comunista de mayor fuerza en Occidente. Duran te años, éste no ocultó sino manifestó abiertamente su
simpatía por la Unión Soviética, vale decir por el eneniigo: pues,aunque potencial,se trataba de una guerra. Más tarde, y aunque su política cambiara radicalmen te, toda vez que su lealtad hacia las instituciones repu blicanas era incuestionable, se le siguió considerando
indigno de confianza, más de parte de los poderes ocultos que de los evidentes. He mencionado la palabra misterio en lugar de se
creto, pues este último no es, en sí, un bien ni un mal. Es bueno cuando evita que difimda lo que es bueno. 70
71
útil y oportuno que se ignore, y es malo cuando impi de saber lo que sería bueno, útil y oportuno que se su piera. El misterio, en cambio, se refiere a aquello que, aunque sería bueno, útil y oportuno saber, no se logra conocer, ya sea por la dificultad de acceso a las fuen tes, por la intervención de un poder superior, o aun sólo por la insuficiencia de nuestras capacidades cognitivas.
La imposición del secreto es una elección, esto es, un acto que depende de la voluntad, ya sea buena o mala. El misterio se constituye en cambio en un límite de nuestra razón y de nuestra voluntad: es una señal de nuestra impotencia. En el caso del secreto, quisiéra mos saber pero no debemos, mientras que en el caso del misterio, quisiéramos saber pero no podemos. El secreto puede o no ser invocado de acuerdo con las exigencias y las circunstancias, mientras que no ten dría sentido alguno invocar el misterio. Este último existe a pesar de nuestra voluntad y contra nuestra ra zón misma. Podemos esforzarnos por esclarecerlo, pero no podemos pedir, como lo haríamos en el caso de un secreto, que sea develado por decreto. El secreto es un artificio institucional. El misterio,
hasta que no se disipe, es un límite para nuestro cono cimiento que puede vencerse sólo a través de proceder en el conocimiento, en revelar lo que está oculto. Un 72
evento puede perder su carácter de secreto por decre to, pero no puede, mediante esa misma orden,dejar de ser un misterio. Un arma secreta es aquella cuya exis tencia se conoce exactamente, aunque sus característi cas son reservadas para pocos expertos.
Un objeto misterioso, como las esferas o estrías de fuego que, según se dice, cruzan el cielo en algunas ocasiones, podría algún día ser visto por todos, y por tanto dejar de ser un secreto. Sin embargo,esto no im plicaría conocer sus orígenes y naturaleza, ni dejaría de ser misterioso. Antiguamente se solía hacer la dis tinción entre los arcana imperii (los secretos de Esta do) de los arcana Dei o naturae (los secretos de Dios o
de la naturaleza): los primeros eran los verdaderos se cretos, en el sentido propio del vocablo, pues tenían su origen en una decisión arbitraria del soberano, que te
nía que permanecer rigurosamente escondida ante el vülgo. Los segundos en cambio eran misterios, en cuanto insondables para el ser humano.
Por lo tanto, el secreto y el misterio son realidades diferentes. Sin embargo,esto no impide que en el mun do de la acción no pueda establecerse un nexo entre ambos: se trata de realidades diferentes, pero no nece
sariamente separadas. El nexo consiste en lo siguiente: el secreto puede utilizarse para impedir u obstaculizar la revelación de un misterio. Cuanto más profimda es 73
nuestra ignorancia tanto más necesaria es la libertad de
investigación. Esto es sabido por los científicos,los his
toriadores, los juristas y por los jueces, para quienes es fundamental la institución de la libertad de probanza, que les permite obtener un pleno conocimiento de los hechos; es sabido, en suma, por todos aquellos cuya labor específica consiste en la difícil búsqueda de la verdad. Es indudable que una de las razones por las cuales, en ocasiones, la verdad es difícil se encuentra
El principio fundamental del Estado democrático es el principio de publicidad, es decir, de poder visible. De este principio derivan muchas de las reglas que dis tinguen a un Estado democrático de uno autocrático,
por una razón sencillísima: el gobierno democrático es aquel en que los gobernantes deben ejercer el poder bajo la supervisión de los ciudadanos. Pero ¿cómo po drían éstos supervisarlo si no lo ven? ¿De qué otra ma nera se explicaría que en la Unión Soviética, en su
precisamente en el uso y abuso del secreto. En nuestro país ha habido tal cantidad de pruebas
transición de im régimen despótico a Estado demo
sobre el nexo entre secreto y misterio que, cada vez que se descubre un secreto, eomo^ucedié-en-la-«operación Gladio»,se sospecha que éste haya sido utiliza do para posibilitar la perpetuación de un misterio. ¿Hubiera habido, y aún habría, tantos misterios si no
Y ¿de qué forma podríamos alabar la transparencia de
existieran tantos secretos? Si los secretos no hubieran
sido de tanta cuantía, ¿no se hubiera podido cumplir con facilidad la petición de «una claridad cada vez más apremiante» que mencionó el senador Andreotti
en su discurso ante el Senado acerca de «hipotéticos, y hasta el momento no probados, contactos entre perso nas pertenecientes a diferentes mecanismos de defen
sa y los trágicos acontecimientos de terrorismo y ma sacre, sobre los cuales la magistratura aún no logra satisfacer la demanda de justicia de los ciudadanos»? 74
crático, la demanda principal sea la «transparencia»? leiiar, cuii luda la fuerza iic ~
cesarla, nuestra propia opacidad? La justificación central de la pubhcidad se encuen tra en una máxima difícilmente rebatible, derivada de
la experiencia, y válida también para nuestras vidas cotidianas: «No todo aquello que haces en privado, cuando nadie te puede ver,lo harías en público». La esfera de lo privado es aquella de nuestros peca dos inconfesables (o confesables sólo en el secreto de
un confesionario), y la esfera pública es aquella en la cual relucen o se ostentan hipócritamente nuestras fla cas virtudes. Cualquiera, al amparo del secreto, realiza acciones que no llevaría a cabo a plena luz. Cité con frecuencia una frase de EUas Canetti: «El 75
secreto pertenece a la esencia del poder», a lo cual agregaría: «la desviación pertenece a la esencia del se creto». Este último favorece a la desviación, misma
que exige más secretos, para evitar ser revelada. De este modo,el espacio que al iniciar se destinó al secre to se ensancha indefinidamente.
De secreto en secreto, de una desviación a otra,
puede suceder que una institución creada para preve nir u obstaculizar un improbable golpe de Estado co
Democracia y secreto, de Norberto Bobbio, se terminó de imprimir y encuadernar en agosto de 2016
en Impresora y Encuadernadora Progreso,S. A. de C. V.(iepsa),
munista nos exponga al riesgo de un golpe de Estado
calzada.San Lorenzo,244;09830 Ciudad de México.
de derecha. ¿Es exagerado decir que hemos llegado a un punto límite, a partir del cual únicamente existe la
El tiraje fue de 2300 ejemplares.
derrota de la democracia?
La Stampa,13 de noviembre de 1990
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La edición estuvo al cuidado de Víctor H. Romero.