Leyes En El árbol Genealógico

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LEYES EN EL ÁRBOL GENEALÓGICO : Para el nacimiento de un hijo, se necesita un padre y una madre y para la existencia de ellos fue necesaria la de sus propios padres. Así podríamos continuar hacia atrás vislumbrando una gran red de seres humanos que han hecho posible la existencia de este nuevo hijo. Cada uno de estos seres proporciona un vínculo que enriquecerá el sistema y será a la vez responsable de la salud y fuerza de las siguientes generaciones, ya que cada ser humano trae consigo la información de las vidas de las que procede tanto a nivel psíquico como orgánico. A esto le llamamos herencia, está impreso en nuestros genes, en nuestro ADN y en el inconsciente colectivo de nuestra familia, y tiene la capacidad de transmitirse de generación en generación. Formamos parte del destino de muchas personas a las cuales estamos unidas a través de lazos que no se ven (vínculos transgeneracionales) que forman un alma común, que en constelaciones se llama alma familiar, y que el biólogo Rupert Sheldrake llama campo morfogenético, campo de energía donde reside toda la información del sistema, lo conozcamos o no. Entonces todos los eventos trascendentales ocurridos en nuestras familias que hayan quedado no resueltos, seguirán pasando de una generación a otra implicando el destino de algunos miembros de ellas, hasta que puedan ser vistos, reconocidos y reconciliados. La disrupción del orden natural de este sistema familiar causa desajustes y enredos invisibles que sufren las generaciones siguientes, a veces hasta 2 o 3 generaciones posteriores, que se manifiestan en sucesos como: suicidios, depresiones, parejas sin hijos, enfermedades mentales y físicas, adicciones.

JERARQUIA El que llega primero tiene supremacía sobre el que llega después. Honrando a mis padres, honro a mis abuelos, bisabuelos, a todos mis antepasados.

En todo sistema hay una jerarquía, que viene dada por el orden de llegada: los que llegan antes están en primer orden. En el caso de las familias están los padres que están por encima de los hijos, y dentro de los hijos, también hay una jerarquía por orden de llegada. Los hijos no pueden hacer de padres de sus padres, porque eso también desequilibra el sistema. Si nosotros estamos más “maduros” que ellos, es porque nos dieron el permiso, es gracias a ellos. Tampoco podemos reprochar o demandar a nuestros padres, porque nos conviertimos en huérfanos aunque estén vivos: no debemos “mirarlos” (juzgarlos, criticarlos) porque de esa manera los ponemos adelante, y no les damos su lugar detrás nuestro para que nos respalden. En el caso de los hijos también se tiene en cuenta el orden de llegada, el hermano mayor abre el camino, es el pionero que enseña a ser padres a nuestros padres. También si hay algún hijo muerto o abortado se le debe dar su lugar en el sistema. LA LEY DE PERTENENCIA : Todo el mundo nace con el derecho de pertenencia, es decir, por el hecho de nacer ya perteneces a un grupo o a un sistema, y este grupo o sistema tiene la obligación de acogerte. Por lo tanto nadie puede ser excluido u olvidado. En el seno del alma familiar, todos tienen un lugar de dignidad y de respeto. Y todos es exactamente, “todos”: el alma familiar no acepta exclusiones. Cuando alguien es excluido, el flujo del amor se resiente. Hay muchas formas de excluir: ignorar, olvidar o marginar, son algunas de ellas, pero también se excluye a alguien juzgándolo, condenándolo, o descalificándolo de muchas maneras (“la abuela fue una puta”; “el abuelo fue un borracho”; “tu tío estaba loco y nos hizo sufrir mucho”).

No se trata aquí de perdonar nada, sino de comprender que nada de lo que alguien haga le puede privar de su derecho a la pertenencia. A veces la víctima se cree con el derecho a ser verdugo: esta actitud no sólo no arregla nada, sino que perturba aún más los órdenes del amor: alguien posterior asumirá un destino semejante al de la persona excluida. En este sentido, cualquier venganza, o arrogancia, o desorden, se convierte en una especie de boomerang. Alguien posterior sufrirá las consecuencias, y nadie encontrará explicación a su sufrimiento. Se llama “destino ciego” o “amor ciego” al del hijo que, para compensar la marginación que sufrió alguien anterior, asume, sin saberlo, su mismo destino (por ejemplo viendo que sus padres han sido infelices, no se permite a sí mismo ser feliz, como si al serlo se convirtiese en una especie de traidor). En este caso, aunque aquí no se trate de una exclusión, el hijo no toma de sus padres, o pretende con su infelicidad, ser digno de ellos o compensarles de alguna forma. Trabajo inútil: la ceguera la produce, en este caso, la idea de que se puede compensar una desgracia con otra desgracia, convirtiendo así en estéril el sufrimiento de los padres. No hay mejor manera de “purgar” la infelicidad de los que nos precedieron que llevar una vida feliz y fecunda. Ejemplos donde no se cumple esta ley : 

Cuando se aborta un bebé, o nace muerto o niños o adultos jóvenes mueren y no hay duelo o no se habla de ello.



Cuando los padres adoptivos no reconocen a los padres naturales de sus niños...



Cuando no se reconocen a las parejas anteriores o las relaciones



Participación en guerras que no son recordadas y no se honra a los muertos



Violencia (asesinatos, abusos, luchas de poder)



Abandonos, separaciones traumáticas



Accidentes fatales



Exclusión de personas de la familia



Inversión del orden jerárquico dentro del seno familiar



Secretos familiares, (existencia de relaciones vinculantes fuera del matrimonio, hijos no reconocidos, crímenes…)



Historias de emigración a otro país



Cambios bruscos en la economía (alguien pasa de la riqueza a la pobreza o al revés)

El no cumplir esta ley de la PERTENENCIA provoca que posteriormente, cuando llegue a la familia otro miembro, reemplazará de alguna manera al miembro excluido, provocando que este último no pueda desarrollar su propia vida, porque sin él saberlo estará ocupando el lugar que ha quedado vacío. EQUILIBRIO ENTRE DAR O TOMAR Nacemos vinculados. Toda forma de existencia tiene esta naturaleza vinculada. Entre iguales, este vínculo supone un intercambio, un equilibrio entre lo que cada uno da al otro y cada uno toma del otro. Sin este intercambio equilibrado, el vínculo entre iguales no puede mantenerse. Pero en el origen de la vida o de la existencia, el vínculo es de naturaleza desigual. Un río procede de una fuente, y no al contrario. No hay río que suministre agua a su propia fuente. También es verdad que el río puede, más adelante, suministrar su agua a otros ríos, los cuales se alimentarán de aquél. Parece una obviedad: el río fluye en una dirección, y no en la contraria. Esto no significa que los hijos no amen a sus padres. Significa que, a diferencia del amor entre iguales, que consiste en el intercambio

equilibrado del dar y el tomar a que hemos hecho referencia, el amor entre padres e hijos responde a otra dinámica: los padres dan, los hijos toman. Los padres son los grandes, los anteriores, la fuente: el flujo natural de su amor como padres es el de dar. Los hijos son los pequeños, los posteriores y, en consecuencia, toman. Este equilibrio desigual se rompe cuando un hijo, por ejemplo, pretende ser más grande que sus padres. Bert Hellinger llama a esto “arrogancia”. El hijo dice a los padres: “soy mejor que ustedes, lo hago mejor que ustedes”. Ciertamente el río puede llegar lejos, y sin duda los padres se alegrarán de ello: la fuente se siente satisfecha de lo lejos que puede llegar el río, pero esto no hace al hijo más grande que sus padres: continuará siendo tributario de ellos, en el sentido de que jamás podrá devolverles lo recibido, como el río no puede alimentar a su fuente. El amor consiste, entonces, en respetar su grandeza, tomar lo que recibe y mostrar gratitud. El equilibrio también se rompe, por tanto, cuando el hijo se niega a tomar. El hijo dice a sus padres: “no quiero lo que me dan” o “no lo quiero a ese precio”. Sencillamente, esto no es posible, ya que se genera una especie de autosuficiencia: el río pretende que por él discurran otras aguas diferentes a las que recibe, como si pudiera decidir quién es, ignorando de dónde viene. Estos órdenes del amor no son para nada preceptos morales. Son, sencillamente, condiciones básicas para que el amor fluya, para que el agua no se disperse o no se estanque. Quienes pretendan ignorar estas condiciones tendrán, con toda seguridad, importantes dificultades para experimentar el amor en su vida. Nadie puede amar verdaderamente si primero no sabe recibir y agradecer. Fortalecer o debilitar Dependiendo del lugar que ocupa la persona dentro de la familia es la forma en la que se siente; cuando está en el lugar correcto, esto le proporciona una sensación de seguridad, serenidad y fuerza para seguir con

sus funciones. En cambio, cuando el individuo no ocupa el lugar que le corresponde, tiene fantasías de grandeza y esto lo debilita. La conciencia de grupo Existen dos tipos de conciencia. La personal, que es la de cada individuo, y la de grupo, que es aquella que no sentimos, pero que rigen las decisiones, se pueden percibir sus efectos. Esta última es la que le da, al grupo, la conciencia de supervivencia, así es como algunas veces algún miembro del grupo tiene que ser "sacrificado" para mantener este equilibrio. © 2015 Microsoft Términos Privacidad y cookies Desarrolladores Español

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