Trabajo Autonomo La Lectura 3 Horas

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UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL FACULTAD DE CIENCIAS ECONOMICAS PERIODO C1-2017 CALIFICACIÓN

NOMBRE: ALISSON ZMABRANO VARGAS FECHA: DEL 10 DE JULIO AL 16 DE JULIO. ASIGNATURA: LENGUAJE Y COMUNICACIÓN. CURSO: M1 DOCENTE: MSc. MARTHA RODRIGUEZ DONOSO.

TALLER

DE

TRABAJO AUTÓNOMO - SEMANA # 5

ESTIMADOS ESTUDIANTES EL TALLER TIENE UNA DURACION DE 3 HORAS, VALOR 10 PUNTOS. PRIMER PARCIAL UNIDAD 1 (Trabajo Autónomo # 5)

OBJETIVO EDUCATIVO:

Unidad I:

1. Buscar en la biblioteca por lo menos dos textos que concuerden con cada uno de los niveles de la lectura (dos de cada nivel). 2. Realizar la lectura de los textos y extraer sus características, aplicando la pre- lectura. 3. Leer el texto “La Violencia y Las Patrañas” de Fernando Savater y emplear todos los pasos y procesos requeridos: a. Prelectura del texto. b. Lectura del texto. c. Poslectura del texto. d. (LECTURA ADJUNTA)

EVALUACIÓN DEL TRABAJO # 5 UNIDAD 1

TRABAJO AUTONOMO 3: (Primer Parcial)

ACTIVIDADES 1. Buscar en la biblioteca por lo menos dos textos que concuerden con cada uno de los niveles de la lectura (dos de cada nivel). 2. Realizar la lectura de los

TIEMPO

CALIFICACIÓN

30 MINUTOS

3 PUNTOS

1 HORA

3 PUNTOS

textos y extraiga sus características, aplicando la prelectura

3 PUNTOS

UNIVERSIDAD DE GUAYAQUIL FACULTAD DE CIENCIAS ECONOMICAS PERIODO C1-2017

Leer el texto “La Violencia y Las Patrañas” de Fernando Savater (emplear todos los pasos y procesos requeridos). 1. Prelectura del texto. 2. Lectura del texto. 3. Poslectura del texto TOTAL TRABAJO AUTÓNOMO

1h30 MINUTOS

1 PUNTO

3 HORAS

10 PUNTOS

Observación: El trabajo debe ser entregado en carpeta y subido a la plataforma MOODLE. La violencia y las patrañas El otro día me llamaron de un programa radiofónico para preguntarme por un tema de moda: la violencia juvenil. “¿Por qué son violentos los jóvenes actuales?”, inquirió el conductor de la emisión, que pareció desconcertarse con mi respuesta: “¿Y por qué no iban a serlo? ¿No lo fueron también sus padres, sus abuelos y sus tatarabuelos?”. Naturalmente ni antes ni ahora todos los jóvenes son violentos, pero en cualquier época lo han sido en suficiente número como para preocupar a la sociedad en la que vivían. Después de todo, para ser amenazadoramente violento hay en primer lugar que poder permitirse físicamente serlo y los jóvenes están en mejores condiciones a ese respecto que los veteranos del Inserso. Por eso la mayoría de las comunidades, primitivas o modernas, han desconfiado de la musculosa intransigencia juvenil y han procurado disciplinarla canalizándola hacia empleos socialmente rentables como la caza, la guerra, el deporte o el consumo de vehículos ultrarrápidos de motor. Lo escandaloso no es realmente la violencia juvenil, posibilidad que en el fondo siempre se da por descontada y con la que muchos adultos cuentan para llevar a cabo proyectos a menudo poco edificantes, sino su ejercicio incontrolado o adverso a La educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz ser. al lamento y se intereses aceptados como mayoritarios. Es entonces cuando sederecurre buscan responsables sociales, entre los que nunca se olvida mencionar a la televisión y a los educadores. Veamos hasta qué punto con razón. En un reciente congreso sobre esta cuestión celebrado en Valencia, en el que participaron biólogos, sociólogos, políticos GRACIASyPOR tuttiSU quanti, VALIOSO un experto APORTEamericano se descolgó con la noticia de que si los adolescentes redujesen drásticamente su dosis cotidiana de televisión habría anualmente en USA cuarenta mil asesinatos y setenta mil violaciones menos (o al revés, da igual, después de todo se trata de una simple fantasía del buen hombre). Naturalmente, éste es el tipo de majadería seudocientífica que se convierte en un titular de prensa muy goloso y que luego es repetido por gente crédula precedido de la cantinela habitual: “Está demostrado que...”. La reverencia por la televisión es tan grande que no hay efecto mágico- que no estemos dispuestos a reconocerle. Lo mismo podríamos decir que la violencia televisiva tiene efectos catárticos y disuasorios sobre muchos, de modo que verla cinco horas al día desde la más tierna infancia ahorra por ejemplo veintisiete mil crímenes y treinta mil estupros anuales. No es extraño que en el clima amedrentado que fomentan estas declaraciones, crezcan proyectos de censura audiovisual como el esbozado por el Gobierno en una especie de borrador de ley que se filtró en los medios de comunicación hace poco.

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No voy a decir que la sobredosis de truculencia agresiva en la televisión sea inocua, ni siquiera la proliferación de simple estupidez en los programas de mayor audiencia. Tanto ahínco en la memez y la bajeza no constituye un buen síntoma. Pero ni los del GIA argelino, ni los talibanes, ni los jarraitxus, ni los neonazis, ni los que trafican con niños y luego los asesinan, necesitan muchas horas de televisión para aprender su barbarie. Las fantasías violentas pueblan nuestros juegos y nuestros sueños desde la infancia: lo grave es no saber cómo distinguirlas de la realidad y desconocer las razones civilizadas por las que debemos evitar ponerlas en práctica. Combatir la imaginación agresiva no resuelve el problema, porque ya sabemos, al menos desde Platón, que lo que distingue al justo del bruto no es la pureza de su fantasía, sino reconocer el mal con que se sueña y descartarlo como guía de acción en la realidad. Un psicoanalista infantil que trató sin remilgos estas cuestiones, Bruno Bettelheim, lo planteó así: “El predominio de imágenes de violencia en las películas y en la televisión estimula la descarga fortuita de violencia, mientras que al tiempo incrementa el temor a la violencia sin hacer nada por promover la comprensión de su naturaleza. Necesitamos que se nos enseñe qué debemos hacer para contener, controlar y encauzar la energía que se descarga en violencia hacia fines más constructivos. Lo que brilla por su ausencia en nuestros sistemas de educación y en los medios de comunicación es la enseñanza y promoción de modos de comportamiento satisfactorios con respecto a la violencia”. Es imposible enseñar nada válido acerca de la violencia si se empieza por considerarla un enigma de otro mundo, algo así como una posesión diabólica que sólo afecta a unos cuantos perversos. Y si la única recomendación que sabe hacerse frente a ella es la de renunciar a sus pompas y a sus obras como quien reniega del demonio, aborreciéndola por completo en pensamiento, palabra, imagen y gesto. Lo cierto (no diré “tristemente cierto” porque las cosas ciertas no son tristes, lo triste es creer en falsedades) es que la cofradía humana está constituida también por la violencia y no sólo por la concordia. ¿Acaso el uso coactivo de la violencia no resguarda las colectividades del capricho destructivo de los individuos o de la ambición de los megalómanos? ¿Acaso no se ha empleado la violencia para derrocar a las tiranías, para obligar a que fuesen atendidas las reivindicaciones de los oprimidos o para impulsar transformaciones sociales? Digámoslo claramente: un grupo humano en el que todo atisbo de violencia hubiese sido erradicado sería perfectamente inerte si no fuese impensable. Recordemos el políticamente incorrecto comportamiento de Cristo con los mercaderes del templo... Tampoco es pedagógicamente aceptable establecer que a la violencia “nunca se la debe responder con la violencia”. Al contrario, lo adecuado es informar de que la violencia siempre acaba por ser contrarrestada con otra violencia y que en eso reside precisamente su terrible peligro aniquilador. Porque todos los hombres podemos y sabemos ser violentos: si no queremos serlo es porque consideramos nuestros intereses vitales resguardados por instituciones que no sólo representan nuestra voluntad política de concordia, sino también nuestra voluntad violenta de defensa o venganza. Apelar a la violencia particular para conseguir nuestros fines es un pecado, pero un pecado de imprudencia porque despierta el espectro feroz de la violencia general que si unas pautas racionales no controlan, nada podrá saciar salvo el exterminio mutuo. Y sin duda las instituciones democráticas no son pacíficas (es decir, incontaminadas por la violencia), sino pacificadoras: intentan garantizar coactivamente un marco dentro del cual las relaciones humanas puedan suspender sus tentaciones violentas sin excesivo riesgo de los individuos y permita que cada cual aprenda a utilizar armas de creación, persuasión o seducción, no destructivas. Por eso la desmoralización social que más fomenta la violencia proviene de ver que los violentos que actúan fuera de la ley –a veces, ay, diciendo representarla- quedan impunes o son recompensados con el éxito.

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Vuelvo a la tierra, a mi tierra. En el país Vasco se han extendido una serie de patrañas peligrosas; sobre todo como pedagogía: la de que nuestra comunidad se divide sólo en pacifistas y terroristas, la de que toda violencia es igual venga de donde venga y a lo que venga, la de que quien está en prisión por haber asesinado es una víctima de su carcelero y no un culpable al que se intenta hacer desistir de su agresividad para que no hayan de ser los ofendidos quienes se tomen la justicia por su mano, la de que los jóvenes son “criminalizados” por quienes intentan evitar que cometan crímenes y no por los que les animan a cometerlos, etcétera. (Fernando Savater)

1. Buscar en la biblioteca por lo menos dos textos que concuerden con cada uno de los niveles de la lectura (dos de cada nivel).

El desayuno de Laura A las ocho de la mañana la mamá de Laura ya se ha tomado su café con tostadas. Es hora de despertar a su hija o se hará tarde. Casi a oscuras, se acerca a la pequeña cama de madera y busca su carita bajo el edredón para darle un beso de buenos días. Laura se despereza, se pone sus zapatillas rojas y se sienta en la soleada cocina. Hoy tiene mucha hambre pero por suerte, su madre le ha preparado su desayuno favorito: zumo de naranja, tres nueces y un tazón de leche en cereales. La niña sabe que esta es la comida más importante del día y que necesita alimentarse bien para poder pensar con claridad. Además, hoy hay clases de gimnasia y tiene que practicar la voltereta lateral para la actuación de fin de curso. Cuando termina, se viste, se lava la cara y los dientes, y se cepilla el cabello. Dentro de su mochila mete un cuaderno y siete lápices de colores. Su madre aparece sonriendo y le da un paquetito con un par de galletas ¡Está creciendo y necesitará reponer fuerzas a media mañana! Laura, como todos los días, acude al colegio feliz y con ganas de aprender muchas cosas. Nivel literal  A las ocho de la mañana la mamá de Laura ya se ha tomado su café con tostadas.  Hoy hay clases de gimnasia y tiene que practicar la voltereta lateral para la actuación de fin de curso. Nivel inferencial Laura sabe que la comida más importante del día es el desayuno y a ella le gusta lo que le prepara su mamá.  la mamá de Laura se está dando cuenta que su hija está creciendo muy rápido y tiene que estar siempre a su lado para ayudarla en lo que necesite. 

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Nivel crítico valorativo  Que es importante ser puntual y responsable en lo que vamos a realizar en cualquier actividad.  Lo fundamental para tener una vida sana, es alimentarnos correctamente, estar siempre agradecido con los demás y tener ganas de aprender nuevas cosas.

El leñador honrado Érase una vez, un leñador humilde y bueno, que después de trabajar todo el día en el campo, regresaba a casa a reunirse con los suyos. Por el camino, se dispuso a cruzar un puente pequeño, cuando de repente, se cayó su hacha en el río. “¿Cómo haré ahora para trabajar y poder dar de comer a mis hijos?” exclamaba angustiado y preocupado el leñador. Entonces, ante los ojos del pobre hombre apareció desde el fondo del río una ninfa hermosa y centelleante. “No te lamentes buen hombre. Traeré devuelta tu hacha en este instante” le dijo la criatura mágica al leñador, y se sumergió rápidamente en las aguas del río. Poco después, la ninfa reapareció con un hacha de oro para mostrarle al leñador, pero este contestó que esa no era su hacha. Nuevamente, la ninfa se sumergió en el río y trajo un hacha de plata entre sus manos. “No. Esa tampoco es mi hacha” dijo el leñador con voz penosa. Al tercer intento de la ninfa, apareció con un hacha de hierro. “¡Esa sí es mi hacha! Muchas gracias” gritó el leñador con profunda alegría. Pero la ninfa quiso premiarlo por no haber dicho mentiras, y le dijo “Te regalaré además las dos hachas de oro y de plata por haber sido tan honrado”. Ya ven amiguitos, siempre es bueno decir la verdad, pues en este mundo solo ganan los honestos y humildes de corazón. Nivel literal  Había un leñador humilde y bueno.  Regresaba a su casa para reunirse con su familia. Nivel inferencial  El leñador le gustaba trabajador con todo esmero para que su familia tenga una vida plena.  La ninfa la regalo las dos hachas que eran de oro y plata por ser una persona honrada. Nivel crítico valorativo  Siempre es bueno decir la verdad, pues en este mundo solo ganan los honestos y humildes de corazón.  Que la humildad siempre será una maravillosa virtud de la persona.

2. Realizar la lectura de los textos y extraer sus características, aplicando la pre-

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lectura. 1. 2. 3. 4. 5. 6.

Que todos los días la mamá de Laura se levanta muy temprano. Saluda a su hija y le prepara el desayuno. Siempre le da un beso de buenos días. El leñador todos los días trabaja. Su herramienta de trabajo es su hacha y la utiliza en el campo. Ama a su familia y cuida de ellos.

3. Leer el texto “La Violencia y Las Patrañas” de Fernando Savater y emplear todos los pasos y procesos requeridos:  Prelectura del texto.  Lectura del texto.  Poslectura del texto. (LECTURA ADJUNTA ) Prelectura del texto Este texto trata sobre la violencia, en la antigüedad era muy relevante este tema, debido a que no existía la televisión, esto llevo a un gran análisis, dieron a que si no existía la televisión se incrementaría la violencia entre jóvenes. También ayudo a evitar este comportamiento, otras actividades como los deportes extremos, la caza, la guerra, etc. Esto significaría que los seres humanos tienden a estar concentrado en otras cosas, como lo más común la televisión. Pero hay otras posibilidades que existen en donde el caso de la televisión no es sano para los jóvenes y niños, debido a que hay programas no educativos y demasiado violentos, provocando efectos severos, arranques de ira con las personas que los rodea. Por ese mismo motivo el Gobierno implementa la censura de cero violencia en la televisión, por ejemplos en los horarios mañaneros o como en la tarde con la existencia de un límite en horas. Lectura del texto Subrayado y resaltado: No hay en este texto. Anotaciones: o La violencia juvenil. o Cualquier época ha existido la violencia. o Viendo televisión se reduciría la violencia ha veintisiete mil crímenes y treinta mis estupros anuales. o Crecen los proyectos de censura audiovisuales por el Gobierno. o Se da por la voluntad violenta de defensa o venganza. o Las comunidades modernas se dividen en dos: 1. Pacifista. 2. Terroristas.

Preguntas:

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1. ¿Desde qué época existía la violencia? En realidad, no hay un año específico, pero ha existido desde los tiempos de antes. 2. ¿De qué desconfían las comunidades modernas? Han desconfiado de la musculosa intransigencia juvenil. 3. ¿Por qué es importante la televisión? Porque el joven le interesaría los programas trasmitido en la tv y se reduciría la violencia debido a ello. 4. ¿Qué dice Platón? Dice que distingue al justo del bruto no es la pureza de su fantasía, sino reconocer el mal con que se sueña y descartarlo como guía de la realidad.

Resumen: La violencia y las patrañas “¿Por qué son violentos los jóvenes actuales?”, me preguntó un locutor de radio que pareció desconcertarse con mi respuesta: “¿Y por qué no iban a serlo? ¿No lo fueron también sus padres, sus abuelos y sus tatarabuelos?” Naturalmente no todos los jóvenes son violentos, pero en cualquier época lo han sido en suficiente número como para preocupar a la sociedad en que vivían. Después de todo, para ser amenazadoramente violento hay que poder permitirse físicamente serlo, y los jóvenes están en mejores condiciones a ese respecto que los veteranos del IMSERSO1 . Por eso la mayoría de las comunidades, primitivas o modernas, han desconfiado de la musculosa intransigencia juvenil y han procurado disciplinarla canalizándola hacia empleos socialmente rentables como la caza, la guerra, el deporte o el consumo de vehículos ultrarrápidos. Lo escandaloso no es realmente la violencia juvenil, sino su ejercicio incontrolado o adverso a intereses aceptados como mayoritarios. Es entonces cuando se recurre al lamento y se buscan responsables sociales, entre los que nunca se olvida mencionar a la televisión y a los educadores. Veamos hasta qué punto con razón. En un reciente congreso en el que participaban biólogos, sociólogos y políticos, un experto americano se descolgó con la noticia de que si los adolescentes redujesen drásticamente su dosis cotidiana de televisión habría anualmente en USA muchos menos asesinatos y violaciones. Naturalmente, éste es el tipo de majadería seudocientífica que se convierte en un titular de prensa muy goloso y que luego es repetido por gente cré- dula. No voy a decir que la sobredosis de truculencia agresiva en la televisión sea inocua, ni siquiera la proliferación de simple estupidez en los programas de mayor audiencia. Pero ni los talibanes, ni los neonazis, ni los que trafican con niños y luego los asesinan necesitan muchas horas de televisión para aprender su barbarie. Las fantasías violentas pueblan nuestros juegos y sueños desde la infancia: lo grave es no saber cómo distinguirlas de la realidad y desconocer las razones civilizadas por las que debemos evitar ponerlas en práctica. Combatir la imaginación agresiva no resuelve el problema, porque ya sabemos, al menos desde Platón, que lo que distingue al justo del bruto no es la pureza de su fantasía, sino reconocer el mal con que se sueña y descartarlo como guía de acción en la realidad. Bruno Bettelheim lo planteó así: “El predominio de imágenes de violencia en las películas estimula la descarga fortuita de violencia sin hacer nada por promover la comprensión de su naturaleza. Necesitamos que se nos enseñe qué debemos hacer para contener, controlar y encauzar la energía que se descarga en violencia hacia fines constructivos. Lo que brilla por su ausencia en nuestros sistemas educativos y en los medios de comunicación es la enseñanza y promoción de modos de comportamiento satisfactorios con respecto a la violencia”. Es imposible enseñar nada válido acerca de la violencia si se empieza por considerarla un enigma de otro mundo que solo afecta a unos cuantos perversos, y si la única recomendación que sabe hacerse es la de renunciar a ella aborreciéndola por completo. Lo cierto es que la cofradía humana está constituida también por la violencia y no solo por la concordia. Digámoslo claramente: un grupo humano en el que todo atisbo de violencia hubiese sido erradicado sería perfectamente inerte si no fuese impensable. Tampoco es pedagógicamente aceptable establecer que “nunca se debe responder a la violencia con la violencia”. Al contrario, lo adecuado es informar de que la violencia siempre acaba por ser contrarrestada con otra violencia y que en eso reside precisamente su terrible peligro aniquilador. Porque todos los hombres podemos y sabemos ser violentos: si no queremos serlo es porque consideramos nuestros intereses vitales resguardados por instituciones que no solo representan nuestra voluntad política de concordia, sino también nuestra voluntad

violenta de defensa o venganza. Las instituciones democráticas no son pacíficas sino pacificadoras: intentan garantizar coactivamente un marco dentro del cual las relaciones humanas puedan suspender sus

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tentaciones violentas sin excesivo riesgo de los individuos y permita que cada cual aprenda a utilizar armas de creación, persuasión o seducción, no destructivas. Por eso la desmoralización social que más fomenta la violencia proviene de ver que los violentos que actúan fuera de la ley –a veces, ay, diciendo representarla– quedan impunes o son recompensados con el éxito Poslectura del texto: Se trata del complejo tema de la violencia en la vida coyuntural. Se destaca 8 ideas principales del texto las que vamos a sumar aquí. Primero, Savater clarifica que la violencia es una tendencia humana natural que se ve principalmente en los jóvenes independientemente de la generación. Es más, lo difícil de manejar no es la violencia juvenil, sino su uso inapropiado y ejercicio si medida alguna, por fines que la sociedad considere más importantes. Luego, los que se encargan de la responsabilidad son los educadores y los medios de comunicación que no apoyan las actitudes adecuadas con respecto a la comprensión de la violencia. Eso sucede porque la violencia se considera un comportamiento fuera de lugar que solo se muestra en un fragmento social marginalizado y, por lo tanto, deberíamos renunciar la sin pensar. Por el contrario, Savater arguye que la violencia se manifiesta naturalmente bajo la ley en nuestra sociedad y puede provocar una respuesta igualmente violenta, lo cual aunque destructivo, forma parte del tejido social, junto con la concordia humana. Finalmente, el concepto que la violencia solo puede generar violencia puede tener una culminación más grave, cuando los que actúan de forma ilegal, quedan impunes. Pese a que este artículo se haya escrito más de diez años antes, su contenido es relevante hoy más que nunca, especialmente en el contexto social griego. La verdadera pregunta que Savater plantea es si la violencia se puede justificar con referencia a las razones que se ha provocado: por ejemplo, si la destrucción de los árboles en el centro de Atenas por manifestantes constituye un acto lógico, debido a la quiebra económica, política y, sobre todo, social de Grecia en la actualidad. Por desgracia, si andamos justificando cada comportamiento vulgar, y encima ilegal, nos hacemos que nuestros amigos, familiares, hijos etc. sean más vulnerables ante una sociedad llena de injusticias y falta de visión para el futuro. Nos informa que debemos conocer las causas de la violencia de cada persona, para poder así tener un control y ayudar a manejarla con los demás. Esta característica del ser humano afecta mucho en la comunidad porque genera conflictos leves y graves. También en lo que incentiva la violencia es la desmoralización social que fomenta la violencia, proviene de ver que los violentos que actúan fuera de la ley quedan impunes o son recompensados con el éxito.

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