Observaciones Sobre El Protestantismo De La Fuente

  • Uploaded by: escatolico
  • 0
  • 0
  • January 2021
  • PDF

This document was uploaded by user and they confirmed that they have the permission to share it. If you are author or own the copyright of this book, please report to us by using this DMCA report form. Report DMCA


Overview

Download & View Observaciones Sobre El Protestantismo De La Fuente as PDF for free.

More details

  • Words: 154,647
  • Pages: 238
Loading documents preview...
Vicente de la Fuente

OBSERVACIONES SOBRE EL PROTESTANTISMO

1842

DISCURSO COMPUESTO PARA LEERLO EN EL CONSEJO DEL REY DE FRAKCIA

POR

UN MINISTRO AMANTE DE SU PATRIA. T R A D U C ID O T .IB V E H £ tfT E D E L FRAW CÉS

POR DON VICENTE DE LA FUENTE, D octor en T eología, y R ector del Colegio titulado de M álaga en A lca lá de H enares. Aiiadido con un D iscurso del tra d u c to r sobre los resultados que tuviera el

Protestantism o

en E spaña,

M Á B M IP*®

IMPRENTA DE

DON

EUSEBIO AGUADO.

PROLOGO DEL TRADUCTOR. E v las críticas circunstancias en que se halla la nación espa­ ñola, espuesta á un cisma y a los ataques del Protestantismo que principia á invadir la península á cara descubierta, creo que no desagradará la lectura de esta obríta á todas aquellas personas que conservan en su pecho la adhesión á las antiguas y venerables creencias de nuestros Padres. Publicóse esta obra en Francia el año de 17 8 7 , y al punto se agolparon los católicos á comprarla. Pero conociendo los pro­ testantes el descrédito que su publicación les acarrearía, se dieron prisa en impedir su circulación, recogiendo é inutilizando cuan­ tos ejemplares pudieron haber á las manos, valiéndose de todas aquellas arterías que suelen desplegar en tales ocasiones; de mo­ do que la obra llegó á ser rara aun dentro de Francia. Un ejem­ plar que pudo salvar un sacerdote español es el que nos ha ser­ vido para la presente traducción que ofrecemos al público. El autor del Memorial, cuyo nombre no lia llegado á mí noticia, lo compuso para leerlo en el Consejo de Luis XVI, con motivo de haber pedido los protestantes que se renovase el edic­ to de Nantes, el cual concedía á su secta el estado civil, esto es, ser reconocida por las leyes del reino. La época tan aciaga en que se compuso, cuando ya principiaba á mugir la tempestad, y la revolución preludiaba las escenas de impiedad que mas tar­ de habia de llevar á cabo, impidió sin duda al autor el pub! ¡car la obra bajo su propio nombre. En ella se propuso tres puntos, examinando la conducta de los calvinistas antes de la revocación del edicto de Nantes, y los males que el Protestantis­ mo ocasionó á la Francia. En seguida manifiesta lo que hicieron despues de la revocación, y las violencias y maquinaciones que habían empleado para conseguir el estado civil, y que se volviese á plantear el dicho edicto. E 11 tercer lugar manifiesta los incon­ venientes que acarrearia la concesion de dicho estado civil , y va enumerando los peligros y desventajas uno por uno. La materia de este tercer artículo es enteramente adaptable á nues­ tra patria; y al escuchar los males con que el autor amenaza á la Francia , parece que pudiéramos aplicar á la España aquel verso de Fe d r o : Mátalo nomine de te fabula narmtur. Esto se (licc por ti bajo de o tro uorobre.

El que hubiere leido la célebre obríta de William Cobbet titu­ lada: la Reform a protestante de Inglaterra , y hubiere obser­

vado lo que el Protestantismo hizo en aquel pais, echará de ver en esta otra., que esa secta sigue su marcha en todas partes; que sus pasos vi e n en á ser la discordia, el pillage, el desenfreno; y sus consecuencias la guerra, las trampas y la anarquía. Iguales datos nos presenta esta traducción en un pais dife­ rente, aunque bajo otro aspecto, lo cual es preciso siendo dos na­ ciones distintas las que sirven de teatro, y diferente el éxito en cada una de ellas. William Cobbet nos pinta la carnicería que hace el Protestantismo donde queda vencedor; el Ministro francés nos presenta los viles subterfugios y las maquiavélicas intrigas del vencido, que mina sordamente los cimientos del gobierno que le reprime. Aquél refiere los funestos resultados del Pro­ testantismo donde ha logrado toda su espansion; este otro por el contrario sus arteros manejos donde no lia logrado desarrollar su maléfica influencia. Al ver, pues, las tristes consecuencias tanto políticas como religiosas del Protestantismo donde quiera que se ha presentado, ocurre al punto esta pregunta: ¿qué será de la España si llega á introducirse en ella el Protestantismo, afligiéndonos con desave­ nencias religiosas? ¡ Como si no tuviéramos bastantes divergencias políticas! La respuesta es clara: debemos suponer que sucederá en Es­ paña lo que la historia y la esperiencia nos muestran que ha suce* dido en otras parles. Malo si triunfa, malo también sise le reprime. Para dar mas Ijiz á esta cuestión, y aplicar las ideas emitidas en la obra francesa á la situación actual de España, he creído oportuno añadir un pequeño discurso en que, siguiendo el estilo del autor francés, se proponen estos dos puntos. ¿Qué hubiera sido de España, si se hubiera introducido en ella el Protestantismo? ¿Cuál será en lo sucesivo su suerte, si esto se llegase á verificar? En estos dos puntos prescindimos enteramente de toda cues­ tión escolástica , y no consideramos las cosas sino bajo su aspecto político abslrayéndonos enteramente de lo religioso. Si las terribles pinturas de los estragos causados por el Pro­ testantismo en las naciones vecinas,si la reflexión de Jos mu­ chos que acarrearla á nuestra patria , si (lo que Dios no permita) llegara á introducirse, bastasen á retraer á uno de mis lectores de adherirse á tan perniciosas máximas y arraigarle en los sa­ ludables dogmas del Catolicismo, me daré por suficientemente recompensado de un trabajo al cual únicamente me impelen el bien de mi religión y de mi patria. Por lo demas, no puedo menos de reclamar de mis lectores la indulgencia tan necesaria en una traducción, que es el pri­ mer ensayo de un joven inesperto.

B IS C Ü IIS O compuesto

^ V.

POR UN MINISTRO AMANTE DE SU PATRIA PA R A L E E R L O E N E L C O N S E JO A T flE S É líC lv l » E L R I T ,

e /> ^ /¿i
<S' e u / o t *:

U n a g ra n cuestión ss h a debatido en el Consejo de V. M . ¿Se puede conceder á los Protestantes el estado c iv il sin peligro de la tranquilidad pública? M ateria por cierto im ­ portante y delicada, que exig e toda la calma de la m as se­ ria deliberación. A u n me atrevo á decir que la sa lu d de vuestro reino está pendiente de lo que vam os á proponer y de lo que en seguida resoherá V. M . Un error, un descuido en esta m a te ria , ocasionados por las m iras de una J a ls a política 7 atraerían las consecuencias

m as deplorables y la ruina to ta l de la constitución religiosa y civil de esta monarquía. L ejo s t p u e s , en este p u n to de los individuos de vuestro Consejo todo espíritu de sistem a y

de

partido. Señor; los imperios deben gobernarse, no po r opiniones sino por la recta razón; y en las grandes discusiones políticas los hechos solos deben d irig irla . A bram os pues la historia; esta es la escuela de los reyes y de sus m inistros. ¿Qué han hecho los P rotestantes cuando aún no se h a ­ bia revocado el edicto de N antes ? ¿Qué han hecho despues de esta época? ¿Q ué harían en las circunstancias actualest si el gobier­ no sancionase su estado ? V ed aquí las tres cuestiones que s t tra ta de resolver, y de cuya solucion penderá m i dictamen.

w v w iw n iu m iv u u iv ^ itiv w w iv w im iiu v m w



¿Qué han hecho los protestantes cuando aún no se habia revocado el edicto de Nanles?

E t Calvinismo manifestó ya desde su misma cuna princi­ pios de libertinage y rebelión. Como enemigo de toda auto­ ridad, era propiamente la filosofía del siglo XVII, y precursor de la del XVIIL Fu e reprimido durante los florecientes reinados de Francisco I y Enrique II; y para vengarle mos­ tró su regocijo por las desgracias y el llanto de la F r a n ­ cia (1), Al principio se anunció bajo el especioso nombre de refo rm a , pero aun qu e aparentaba no dirigirse mas que contra el altar, comenzó por un atentado contra el trono. 3-a conjuración de Am boise, r¡ue habian fraguado Csics tarios atrevidos para prender á Francisco II, hubiera tras­ tornado la monarquía francesa si el cielo, que vela sobre los destinos de este impe rio, no lo hubiera dispuesto de otro modo. Ei descubrimiento de esta conspiración obligó á los cal­ vinistas a quitarse la máscara con que se disfrazaban. E n ­ tonces principiaron a talar y saquear nuestras provincias, y tuvieron asambleas públicas: el incendio iba cundiendo y amenazaba abrasar el reino. El Parlamento intentó estinguirlo tratando con severidad ó los culpables; pero por el edicto de R o m o ra n íin , fruto de las supercherías del canciller ( i ) Los calvinislas celebraron con la m ay or insolencia la pérdida ¿Je la batalla de San Q u in tí n , que llenó ti reino de lulo y desolado». T a m ­ bién hicieron b r illa r del modo mas in dig n o , no solamente de palabra y obra sino hasta p o r escrito, et escesiyo júbilo que les causó Ja m uerte de E n r i q u e 11.

iíe T H ó p ita lt los calvinistas quedaron contenidos pero no desalentados. Coügny, fogoso protector de esta secta rebelde, se pre ­ sentó á la asamblea de los Notables ( 1 ) , y tuvo la osadía de entregar en ella una solicitud á n o m b re de todos los calvi­ nistas del reino, pidiendo al Rey el ejercicio público de su culto. Par a intimidarle mas amenazó que la haria firmar por cincuenta mil caballeros. El sedicioso almirante llevó su audacia basta el punto de quejarse de que se hubiera refor­ zado la guardia del monarca. Esta conducta descubrió al gobierno lo que se podia esperar en lo sucesivo de aquella especie de súbditos que disputaba su guardia al soberano, y presentaba súplicas apoyadas por cincuenta mil ho m­ bres. Pero la inopinada muerte de Francisco II cambió la faz de los negocios ( 2 ). Las minorías, Señor, sobre todo en Francia, son e'pocas aciagas. Carlos IX subió al solio bajo la tutela de su madre. U n rey m en o r, una regente sin miras fijas, sin principio alguno, ó mas bien sin olra que el de embrollarlo lodo para manejarlo todo; divididos los grandes, partida la autoridad entre dos casas poderosas y rivales (3), la nación entusiasta de novedades en materias religiosas (no como en el dia por no tener ning un a, sino por abrazar la que entonces fuese mas de moda), una fermentación general en los ánimos, to­ do anunciaba una crisis espantosa, y el calvinismo fue el que la realizó. Los estados de Orleans le denunciaron como causa de las turbaciones públicas escitadas por los emisarios de Gi­ n e b ra , y fomentadas por medio de libelos infamatorios ( 4 )* E n 1561 se prohibieron por un edicto el culto y las (i) En i 56o. (a) Francisco II m urió de un a postema que tenia en la caLeza', cuyo h u m o r no pudo destilar enteram ente por el oido. Algunos autores aseguran que este accidente se líizo m o rta l p o r el ve­ n e n o que mezcló el c iru ja n o , que era u n hugonote, p or el tem or que íu s— piraban á su partido las severas leyes de Francisco II. (Véase el Labaureur, citado por el presidente Henault.) ( 3) Los príncipes de las casas de B orbon y de Lorena. (4) U n í . is loria(lor recomendable asegura que liabia visto tina vola rui­ nosa colccciou de diez tomos en folio , que contenía los libelos compues-

reuniones ilegales de los calvinistas; pero eran ya demasia­ do numerosos para que no despreciasen al legislador y á la ley. E n vez de temer la venganza de los tribunales, re­ sistieron la autoridad del trono. En vano Catalina trató de hacerles cambiar de ideas, convirtiendo en dispula teoló­ gica lo que era una verdadera rebelión contra el estado. El coloquio de P o y s s i (1) no fue mas que un espediente mal arreglado, parto de una polílica tímida ó de un celo poca discreto. Era cosa indecente, y ademas una inconsecuencia el díspular sobre materias religiosas en presencia de un rey joven y de una corte Irívola y voluptuosa: era poner en proble­ ma los motivos de insurrección de los sectarios, y compro­ meter la verdad de la fe católica. Animados los calvinistas con los halagos de una indul­ gencia indiscreta, no guardaron ya mas respetos, y se en­ tregaron á los mayores escesos. Fieúnensc en Sa n ta F e , y declaran que la R elig ió n Ca­ tólica debe ser aniquilada en todo el reino. Esle furioso de­ creto era una intimación de guerra contra la religión do­ minante del Estado, y por consiguiente un atentado digno de ser castigado por las leyes. Durante esta época la Francia no presenta mas que u n cuadro de calamidades y de horrores. Vais, Señor, á comternplar un espectáculo terrible de muertes y de incendios, de sangre y de carnicería. tos por los hugonotes contra los personajes mas augustos de aquel tiempo. E sta enorm e culeccion contenía cuanta s calum nias atroces puede in v e n ta r la mas negra perfidia. («) Es cosa muy uolaldu que los m inistros diputados p o r el partido para defender .su causa en esta célebre conferencia, eran entre otros A g u stín M arletral, fraile apóstala de la orden de san A gustín, el mism o qne poco tiem po despues fue ahorcado en R ú an ; J u a n M alo, que siendo bentticiado de la parroquia de San Andrés de los Arcos en París se hizo m inistro p ro ­ testante; J u a n de l'E p in e , fraile dominico, qne apostató despues de h a ­ berse escapado, saltando las tapias de su con ven to ; P edro M á r tir , también apóstala de la orden de los canónigos reglares de san A gustín, que se casó con una monja qne habia seducido; finalmente el lamoso Teodoro E e za , hom bre de talento é in strucción, pero impío (y aun aleo sr^nn el parecer b asta de muchos de su secta), libertino impudente y sumergido en los mas vergonzosos desórdenes: l’ormósele causa crim inal en el Parlam en to p or

Embriagados los calvinistas con su fanatismo, descarga­ ron su furor sobre el Delfinado ( 1 ) ; arrasaron los campos, quemaron y demolieron las iglesias, robaron los vasos sagra­ dos, abolieron el santo sacrificio de nuestros altares, y le sustituyeron su prédica ; forzaron á los católicos á que asis­ tiesen á ellas, prendieron todo un Parlamento ( 2 ) , y por fin asesinaron ó enterraron vivos á los religiosos y curas que cayeron en sus manos. El Leonesado, la Foret, la Auverma y el Vivares sufrieron igualmente la rabia de estos frenéliros, Arrójanse sobre Orleans, roban el tesoro ele las iglesias, ponen sus sacrilegas manos sobre nuestros santos misterios, y los contaminan con impiedades que mi lengua rehúsa pronunciar. En Valencia sublevan al pueblo y asesinan al gober nador; apodérense de León y de sus iglesias, y profa­ nan las reliquias de aquellos mártires cuya sangre fue el ge rmen de la fe en las Gálias. E n INimes arrojan al Obispo de su silla, a los canónigos de su iglesia, y á los religiosos d e s ú s conventos; queman las imágenes y derriban los ollares. ISi aun la misma capi­ tal del reino estuvo á cubierto de su fu ro r sanguinolento é incendiario. Encarnizados contra los vivos, ni aun siquiera dejan pa­ rar á los muertos; t u rb a n las cenizas y profanan los sepul­ cros de nuestros reyes (3). Como enemigos jurados de la dig­ nidad r e a l , perseguían hasta la sombra de los reyes en el silencio de la tumba. una sátira infame que compaso en verso. Talos fueron ios benditos após­ toles que tuvieron la osadía de sostener en P o issy á la faz de la nación la necesidad de la nueiin refo rm a en la duclrina y costumbres. (1) Su gei'e en el Drlfmiido era el famoso B a ró n des A d réis. Díccse que bacía á sus hijos tornar haños de sangre para habitúa ríos al h o rr o r de ■verterla. El alm irante Coligny, en lugar de manifestar los sentim ientos de abominación que causaban las barbaridades de este Nerón m o derno , escri­ bió que era preciso servirse de el coma de un león fu r io s o , y tjue sus ser­ vicios debían hacer tolerables sus insolencias- Calvino se contenió con escribir sencillamente á este formidable b a r ó n , *'que fuese un poco mas m o d erad o .^ (Véase la vida del barón des A d r é is , por Gui A U a r d , en Grenoblp , ano t 6 7 5 , en 12.") (2) El Parlamento de Grenohle. ( 3) Luis XI enterrado en Ciery, y Francisco II, cuyo corazon eslaba de* positado en la iglesia de Santa Crua de Orleans.

u El calvinismo señaló igualmente su caracter atroz en el Be a rn e, bajo los auspicios de J u a n a d 'A lb reí, inficionada dé las nuevas opiniones ( 1 ). Esta princesa era gobernada por varios frailes apóstatas de los muchos que inundaban su corte. Prohibió con órde­ nes terminantes el ejercicio de la religión católica en sus es­ tados, y mandó establecer esclusivamenic la nueva reforma. Mientras que los calvinistas no prelendian en Francia mas que la tolerancia, practicaban en Bearne la intolerancia mas escesiva. Tal fue siempre su conducía do quiera que llega­ ron á prevalecer. El despotismo fanático de la reina de Navarra indignó á sus estados, pero sus representaciones y sus clamores fueron i nú t des. La desesperación obligó á los bearneses á correr á las armas, y su patria desolada vino á ser el teatro de la discor­ dia. Combatióse con furor bajo los muros de Navarrcins; en Orí/tés se Inzo una horrible carnicería, principal mente de religiosos y de curas, de tal modo que se vela correr la san­ gre por las casas, las plazas y las calles. El rio Gave llegó á parecer ensangrentado, y sus ondas enrojecidas llevaron á los mares vecinos las nuevas de tan horrible desastre. A la matanza de O rthes siguió el asesinato de la flor de Ja nobleza. Como si el dia ^4 de agosto hubiera sido d u ­ rante aquel siglo una e'pora siniestra, consagrada á las mas bárbaras ejecuciones, eri ei mismo fue asesinado un gran nú m ero de caballeros en P a u , contra la fe de los tratados y por la execrable perfidia de los calvinislas. La historia asegura que Carlos ÍX juró vengarse, y que desde aquel m o ­ mento pensó en usar de represalias (§T). ¡Atroces represa­ lias, que bien pronto nos van á ofrecer una escena execra­ ble! Pero no nos apresuremos en manchar nuestras miradas. ( i ) Hubiera sido mejor que la historia 110 tuviese que c o n s ig n a re n sus fas los el nom bre de J u a n a d 'A lb r e t, sino p o r haber dado á luz á nuestro inm ortal E n riq u e JV, y no por su terca adhesión al erro r, y por la devo­ ción á los salmos búrlemeos de Marol. E n nuestras historias es conocida tam bién ron el n o m b re de J u a ­ na L a b r it, siguiendo en el escrito la pronunciación francesa. (TV. del T .) (a) Parece que Ja matanza de Bearne inspiró á Carlos IX la (Je san B a r­ tolom é, ejecutada en el propio dia Ires años despues. Lóense en cierta histo­ ria de N a v a rra estas palabras notables, *'Esias noticias (refiriéndose á la m a-

$

Sabia muy bien el calvinismo qu e solo tenia que hahe'rselas con una regente, y que no era muy difícil espantar á un a m ug er . Valióse pues de su aspecto audaz y feroz, por cuyo medio logró arrancar á la Médicis un acto de debili­ d a d , que la corte no dejó de adular como un monumento de moderación. El edicto de 1561 fue revocado por el de 1 5 6 2 , que otorgó á los calvinistas la libre profesion de su secta, aunque reducida á determinados lugares: conducta p o r cierto antipolítica, como lo demostró la esperiencia, pues bien pronto se vio arder el reino nuevamente. Los privilegios con que se ha tratado de lisonjear á los sectarios nunca han servido mas que para esforzar su genio audaz y rebelde. Bien penetrado de esta verdad el Parlamento de París, se negó á registrar en sus libros el edicto de tolerancia. E n su representación de 1 2 de febrero decia: wque el único re» medio que podía c ur a r los males de que adolecía el estado «(remedio cuya eficacia garantizaba la esperiencia), era r e ­ imprimir unos súbditos, no solamente obstinados en sus er« r or e s , sino culpables también de una inobediencia públi»c.a y directa. La magestad del señor rey (anadia), á imiia»cion de sus predecesores, hizo no ha mucho juramento «solemne y espreso de arrojar de su reino las heregías. » P o r tanto está obligado á ejecutarlo así en la presencia de » Dios (1 y * u tan za de P au ) exasperaron en estremo al rey C ir i o s , que desde entonces «concibió en su ánim o el proyecto de hacer un segundo san lia rtrlc ta i en uespíacion del prim ero.” El mismo au to r cuenta el cumplim iento de esta horrible resolución, diciendo que Carlos IX se movió principalmente á eje­ c u ta r esle cruel designio por el recuerdo de los harones de Eearuc, cruel­ m ente asesinados, y tam bién por la jactancia de Monteo rué ri que se alaba­ ba de esta bárbara ejecución. Acordábase aún (según dicho escritor) de los » señores acuchillados en Bearne á sangre fría por M o nlgo m eri, el cual se ^paseaba ostentosamente por París. Todas estas cosas hicieron resolver al »rey á ejecutar un castigo san g rien to , y q u ita r por este medio en una »gran parte los humores corrompidos del cuerpo de la Francia.-” {Ilist. de N avarra, libro i 4>) No cilo este testo sino p o r m o s tra r el caracter de C ar­ los IX , y cuál fue la causa de u n suceso que se atribu yó á tantos otros m o ­ tivos. ( i ) Carlos IX fue consagrado á la edad de i o a ñ o s , es decir, 18 meses antes del edicto de i 5 6 2 j que dio lugar á estas representaciones.

Al paso mismo que se descarriaban los consejos de Car­ los y de Catalina, et Parlamento solo era el que acertaba. Su política era la de la recta razón: creia efectivamente que el aflojar en presencia de los rebeldes era lo mismo que ad­ vertirles de sus fuerzas, y que el soberano comprometía su h o n o r , autorizando una secta cuya proscripción acababa de ju rar al pie de los aliares. Asi es que por último recurso el Parlamento apelaba á la conciencia del pr íncipe, y ha­ cia resonar en sus oídos el formidable nom bre de perjuro, Sin embar go, el Parlamento tuvo que obedecer en virtud de órdenes reiteradas , pero al escribir el edicto en sus registros no pudo menos de gemir por los males que vis­ lumbraba como próximos á venir sobre la Francia. Bien pronto se realizaron sus presentimientos. Señor, ¿qué es lo que piden los calvinistas? L a libertad de conciencia y tolerancia. l^ero estas cosas se les habian concedido ya: si hubieran sido nada mas que unos disiden­ tes de buena fe, preocupados con algunos errores teológi­ cos , la gracia que habían obtenido debiera haber calmado su efervescencia religiosa, y adherirlos (si no por aféelo al menos por inlerés) a un rey de Francia q u e , contra la re­ ligión de un juramento solemne, contra el pacto nacional estipulado en su inauguración, y contra las reclamaciones del Parlamento, autorizaba en su reino por primera vez la monstruosa alianza de dos religiones aprobadas legalmenle. ¿Que' pensaremos pues de estos desvergonzados scclarios, que en esle mismo edicto de tolerancia hallaron un mievo motivo de agresión? Aquella ley alejaba su cullo de nues­ tras grandes poblaciones; pero descontentos los calvinistas de una restricción que poma entre ellos y los católicos una lí­ nea de separación , exigieron en seguida tener también tem­ plos (1) en las ciudades. Tal fue en todas e'pocas la conduc­ ta del calvinismo; siempre en el diploma de un privilegio creyó leer el derecho de pedir olro nuevo. Bien pronto le veremos acumular atenlados sobre atentados, para arrancar ( i ) Aunque en tre nosotros la palabra templo se toma en tmen sentido, con lodo en algunos países protestantes se usa de ella para señalar los ora­ torios de los h -re g w , llamando solamente iglesias á los de los católicos, (¿V. del X.)

el permiso cié levantar altar contra altar en el recinto de nuestras ciudades. Viéndose culpados de haber fraguado una conspiración contra el gobierno, forman en s eg ui da otra nueva, y tratan de asesinar á Carlos IX en M eaux. En despique del mal éxito de tan criminal empresa acechan la ocasion de acusar á los calólicos como agresores. La ocurrencia de F a ssy les suministró un pretesto para esta imputación (1). Este lance, referido por los calvinistas con mil circunstancias exageradas, llegó á ser la señal de guerra. Despues de haber abjurado la fidelidad que debian a su legitimo soberano, hacen juramento de obedecer al principe de Conde, y le confieren el título de Lugar-teniente gene­ ral del reino. No contentos con esto declaran que la menor edad de Carlos IX había de d u r a r hasta los 22 arios, infrin­ giendo el derecho público de la monarquía, adoptado desde los tiempos de Carlos V. ¿ Y qué autoridad tenia esta turba sediciosa para erigirse en legisladora sobre la mayoría de nuestros reyes? E m pe ro convenía al interés de su partido diferir la mayor edad de Carlos IX para prolongar de este modo la dictadura ó mas bien vireinato del gele que ha­ blan elegido, suponiendo que les era fácil invitarle á sen­ tarse sobre u n trono que bien pronto pensaban declarar va­ cante ( 2 ). E n vano los Parlamentos de París y Rúan, espantados al ver la situación deplorable en que el calvinismo iba su­ miendo á la Francia, trataron de abatirlo á fuerza de repe­ tidos decretos. La energía de estas corporaciones no pudo inspirársela al gobierno, antes por el contrario, su pusilani­ midad enervaba el vigor de la opinion pública. ( i ) Esle suceso no fue al principio mas que una quim era casual entre unos lacayos y campesinos; pero bien pronto se ensangrentó la escena p o r u n a ventanea b ru ta l, y por el odio de las opuestas religiones. (i) El Condestable de Monimorunvi ensenó á Carlos IX en una jun ta que se celebró en el Louvre, una medalla de plata acuñada por los calvinis­ tas, en la que se veia por un lado el retrato de Luis, principe de Conde, y p or el otro las arm as de Francia con estas palabras: Ludootcns tiecimus tertius F rancorutn IIex printus Chrisiianus, (Véase á D rantnm e tomo 3,, y le B la n c , T rata do histórico de las monedas de F ran cia, pág. 335 .)

La anarquía que reinaba era el frufo de u n sistema corrí» binado y de las tortuosas miras de VH ópilal y de Médicis. U H ó p ila í ( 1 ) que bajo su garnacha de canciller oculta­ ba una indiferencia estudiada ( § ) , para con la religión ca­ tólica, ó por mejor decir con todas las religiones ( 3 ) , sabia en cubrir ariificiosamenle bajo los colores de prudencia y to­ lerancia lo que mas bien era efecto de su malevolencia ó de secrela perfidia (4). P o r otra parte aquel aire apático halagaba mucho su pedantería (5). Efectivamenle seniaba, bien á primera vista con la gravedad glacial de su figura ( 6 ) y con las ínfulas de supremo magistradot la dignidad de que estaba revestido, Catalina, versada en la ciencia de las intrigas cortesanas, tenia por principal objeto mantener un equilibrio entre el partido católico y la facción calvinista, contrapesando el cré­ (1) L 'IIo fiito l, judío de orig en, hugonote por afecto y católico de pro­ fesión, fue objeto de un chiste muy vulgar en su tiempo: Hins m e libre de Ja miso, fiel C ancilltr. Esta pulla, propia del carácter fra n re s, que indicaba el volo general de la nación por la Religión Católica, debió convencer á i' Iló p ila l de que iba desacreditándose, á pesar de su m añ a paro ocultar sus verdaderos sentimientos. (2) Esta fria indiferencia se llama ahora f t l n s n f 'm por eso los filósofos electrizados por d 'A lem l/e rt, lian vindicado á V H ópilal como «no de tantos, ( 3) Un au to r contem poráneo de V H ópilal hizo su retrato en estos té rm in o s: Horno qtiidern d n rtt/s, ser! mtUius religión) s , aut ut tere d'uam , o theos: esto es, que si bien era un h om bre dorio no tenia religión algu­ n a , ó por mejor decir era un aleo, (tteisairi1, libro a8, 55 y 5 ".) ( 4) Hablando D 'A ubtgne acerca de VH ópilal con motivo de ]a con­ juración de A tnbuisc, dito: " e l plan original de esta empresa fue trazado «por mi padre: alli está su iirmn entera entre las de Andelo! y S}l¡í,arne.',, Véase aquí un hecho bien documentado y p o r un testigo orillar; y con lodo, á pesar de ser l'H óp ita l cómplice, de un atentado contra su re y , no ha fallado quien se haya atrevido á p ronunciar su elogio histórico en plena Academia, y erigirle una estatua ijuc se ba colorado junto á las de T urena, Eosnet y Fenelon. Esta anécdota debe servir de aviso al gobierno para precaverse contra las insinuaciones de la filosofía m o d e r n a , que abusando de sus distracciones sobre los objetos de menos e n ti d a d , vendrá al fin l a r ­ de ó tem prano á da r una dirección nueva á todas las ideas morales, re li­ giosas y nacionales, ( 5) L 'H ó p ita l como era hijo de un médico, no se espresaba en ptiblico sino con apotegmas y aforismos de medicina ; esto venia á ser una enferme­ dad de familia. {6) Decíase en la corle hablando del semblante pálido y austero de I¿H ópilal: parece un S a n Gerónimo.

dito de los Guisas con el de los Colignys. Jactábase de este refinamiento de ideas rateras que constituyen el arte de las astucias italianas. La regente y el canciller creian haber dis­ currido una obra maestra de política, siendo asi que su lác­ tica era un solemne disparate según las reglas de buen go­ bierno, Asi fue que todo se perdió, y precisamente por los mistnos medios que empleaban para salvarlo todo. Ya lo he dicho, Señor, la única política sabia y buena era entonces la del parlamento. Es verdad que no sistema­ tizaba sobre las ideas mas sencillas, sino que raciocinaba según la esperiencia y sanos principios de la recta razón. Creía que la libertad de pensar pretendida por los calvinis­ tas no podia existir sin la libertad de saquear, que mar y asesinar; que el gua rdar consideraciones con una secta tan temible, sin impedirle que se estendiese, era lo mismo que favorecerla, y por tanto preparar el ge rm e n de una guerra civil interminable. Encendióse efectivamente con motivo de u n nuevo in­ sulto hecho á la magestad del rey. Tal fue el reparto de contribuciones á nombre del príncipe de Conde, por dispo­ sición de los sectarios para pagar sus tropas. Setenta y dos ministros protestantes, reunidos en Orleans, exhortaron á los rebeldes á cubrir cada uno el cupo que le tocase. La no­ bleza de su partido juró también sacrificar sus bienes y su vida para forzar á Carlos IX y á la reina á salir de la capi­ tal. El calvinismo llevaba entonces por tema aniquilar la dom inación de. los G uisas\ Orleans, Blois, T o u r s , 'Bourges, Poi tiers y Tolosa fueron el teatro de las escenas mas horri­ bles. De este modo sitiando ó incendiando nuestras mejores ciudades, era corno usaban los calvinistas de la tolerancia; porque no olvidéis, Señor, que á esta sazón gozaban legal­ ícenle de la libertad de su culto. La convulsión que agitó entonces al reino alarmó al Mo­ narca y á la regente. En política lo mismo que en física hay u n a fuerza de reacción , que se esperircenta cuando se cho­ can dos cuerpos, ó se hieren de frente. Desde u n principio el gobierno había aflojado, y por consiguiente iba perdien­ do terreno de continuo, á proporcion que lo ganaban los rebeldes. ¡No pudietido ya Carlos IX hablar como Señor,

viéndose al mismo tiempo vilipendiado ( 1 ) por las insolen­ tes proposiciones de una secta la mas lirenciosa, hubo de transigir con aquellos rebeldes: ¡vergonzosa degradación de la magestad real! Aquel débil monarca iba ya á poner el colmo á sil deshonor sacrificando á'dos de sus ministros ( 2 ), tanto mas fieles á su rey cuanto mas lo eran á su Dios. Pero u n sectario fanático (3) amenazó al príncipe de ConJ é con la cólera del cielo si voWia á envainar su espada. Este grito furibundo rompió las conferencias entabladas para la paz, y la gu e rra volvió á principiar con mas furia que nunca, INo faltaba ya á los calvinistas mas que traer los ingleses á nuestro reino: este rasgo de la mas negra perfidia debía fi­ gurar también en su historia. E r a esencial en esta secta no forma r los rebeldes á medias. Ent regan pues el Havre de Gracia á los enemigos de la Francia, y prometen vender á C alais si la Inglaterra quiere abonarles alli mismo su impo r­ te enviándoles socorros. Al verse Carlos IX en tal apuro y vendido por sus pro­ pios súbditos, rec ur re á las potencias aliadas y vecinas para salvar su reino , tomando á sueldo los lasqueneíes (4). Los rebeldes por su parte Iraen siete mil raiires para combatir á su soberano. Ved ya realizados los conatos del calvinismo: ya se ha desenvainado ia espada. La Francia se ve destrozada por

( i ) Decían los calvinistas hablando de Carlos IX, l'que habian de dar u n a zurra al chicuelo que se titulaba su rey, y luego enseñarle un oficio para que se fuese á g anar la vida á otra parte,” (Comentarios de Montuc.) Si los calvinistas no cumplieron esla amenaaa con Carlos IX , sus hijos, los revolucionarios de 1 7 8 0 , la realizaron con uno de sus descendientes (el Delfín, hijo de Luis XVI), ¿ quien dieron por maestro nn zapatero soez. En et discurso de la traducción se verá que no fue este conato de los proles-* tantcs el único que realizaron los revolucionarios; y de ahí se podrá i n ­ ferir la parle que tuvieron los calvinistas en aquella época aciaga. (A^. del T .) (a) F ranc isco, duque de Guisa, y el condestable de M o nlm orenc y, su gctos las dos de un mérito eminente , que en el consejo del rey apoyaban con mucha energía la absoluta necesidad de sostener la Bi-Iigion Católica en Francia si se había de conservar la constitución de ia m onarquía. ( 3) Teodoro Bi!za. t ( 4) Lasquenetes (la n sq u e n tts), infantería alemana antigua: Ioí raiires eran sus soldados de caballería, (,¿V, del T .)

dos ejércitos y hecha presa de una guerra civil. Se pone si­ tio á la capital , y despues de veinte combates parciales se da por fia la batalla de D r e u x , en la que Conde fue venci­ do y hecho prisionero. Mas bien pronto fue vengado de esta derrota por la muerte de Guisa, vilmente asesinado por P o ltro t (1). En medio de estas sangrientas escenas es donde nos de­ bemos colocar para decidir acerca de los principios que do­ minaban entonces al gobierno. Señor, no es, no, por m e ­ dio de las declamaciones filosóficas de nuestro siglo, sino por los siete mil raitres armados á espensas de los calvinislas, por la sangre vertida en los campos de D reux, por la del d u ­ que de Guisa asesinado por P o ltr o t, por los que debemos apreciar el sistema tolerante de l’H ópital y de lodos los que despues de él han sido y serán el eco de esta fatal tolerancia. Carlos ÍX, fascinado siempre por tan funesta quimera, p uplicó un nuevo edicto de pacificación en Am boisse d ur an te el mes de marzo de 1 5 63 : por él obtuvieron los calvinistas el lib re y pleno ejercicio de su religión en todas las ciuda­ des que poseían. ¿Sería esto para indemnizarles de la batalla que acababan de d a r á su rey? Suscitóse otra vez la oposicion por parte de los parla­ mentos, que se indignaban de tener que autorizar á cada paso con los sellos de sus regisiros la pusilanimidad es­ candalosa del gobierno y la sacrilega audacia d é l o s calvi­ nistas. El parlamento de D ijon reclamó enérgicamente contra el nuevo edicto, E n su representación, llena de ideas pinto­ rescas, recordaba al rey el ejemplo de un antiguo emperador ( ( ) J u a n P o ltro t de Mere era un caballero de Artgournoís que habia abrazado el calvinismo en Ginebra. Este malvado fue conducido á presen­ cia del duque de Guisa, herido morlalrnenle por él, y le aseguró qne 110 habia obrado p or n in gú n resentim íenlo ni in juria personal, sino movido p o r el celo de su religión, ^APues bien, respondió el D uq ue , si la vuestra i)os enseña que debéis asesinar al que nunca os ha ofendido, la m i a , c o n » forme al espíritu del Evangelio, me manda perdonaros pues que sois mi «enemigo. Id pues y juzgad cuál de las dos es la mejor, P o l t r o t fue con­ denado p o r un decreto del P arlam ento á ser alenaaeado vivo y descuarti­ zado p o r cuatro caballos.

de Conslanünopla, u que ocasionó varías sediciones con u n «edicto suyo ( 1 ) , pues como que estaba poco arraigado en » la fe, quiso sa lva r á un tiempo la cabra y la col; igual» mente que su sucesor ( 2 ) , el cual por un edicto de amwnislía quiso hacer lugar á unos perros m udos, que. n i eran nfrios n i calientes Sin d u d a , Señor, que el estilo de este documento no está ya en armonía con nuestras costumbres: desnudo de ese oropel que llaman buen gusto del d ia , sera quizá re­ pudiado por la delicadeza y refinamiento de la urbanidad moderna; pero también es indudable que el lenguage na­ tivo de estos intrépidos magistrados respiraba el candor de la verdad. Sus apólogos y sus espresiones proverbiales en­ cu bre n lecciones de verdadera sabiduría. Esos proverbios, que son unas conclusiones exactas deducidas por la esperiencia, y que sirven de mora! á la multitud, vienen á ser unos oráculos para la razón del pueblo, que siempre^ es la mas sana cuando no está adulterada por las opiniones que in­ troduce la moda. El Parlamento, que se hallaba en aptitud para elevar hasta los pies del trono los volos de la clase mas numerosa de la nación, creyó que debía emplear Jas espresiones ingenuas de este buen pueblo, para dar á Car­ los IX lecciones útiles, advirtiéndole, " q u e se precaviese en » el consejo de los perros mudos que no son frío s n i calien»tes, y que las leyes que en materia de religión quieren »salvar la cabra y la col, son manantiales de sediciones.» Bien pronto vinieron los sucesos á justificar las reflexio­ nes del parlamento; el ultimo edicto de pacificación, lejos de calmar las turbaciones, las aumentó. Los calvinistas pidie­ ron á voz en grito la libertad de culto sin restricción a lg u ­ na. Coa este preleslo corren presurosos á las armas, y for­ man por segunda vez el proyecto de pr en de r á Carlos IX (i) El Henolicon del emperador Z enon, publicado para apaciguar las turbulencias ocurridas con motivo del coiuilio ecuménico de Calcedonia. En este lítm illc n n aquel prín cipe, como teólogo complaciente, usaba efe varios circunloquios y tergiversaciones sobre el dogma católico dti la E n ­ carnación, (a ) El emperador Anastasio, que se declaró contra los católicos, y no se sabe á qué religión perlcnecia,

en M m u x : en tan críticas circunstancias el monarca invoca la fidelidad de la guardia suiza, que custodiaba su persona. Estos valientes militares (1), conducidos por el Condesta­ ble, forman el cuadro; colocan en medio al Rey, a la Regen­ te y al duque de Anjou ( 2 ) ; presentan sus pechos como una fuerte muralla, y con sus picas hacen frente por todas partes á los calvinistas, que hostilizaban rabiosamente aque­ lla tropa encargada de tan sagrado depósito, y la insultaban con sus voces y amenazas. Con el mismo o r d e n , y guiados siempre por el valeroso Condestable (3), vuelven triu nfa n­ tes á la capital con la real familia, y por medio de una maniobra arrojada y valerosa logran salvar á la vez la Religión, la monarquía y el Estado. ¡O tolerancia de P H ópita l! ¿ Er es tú la que reduces la magestad de un rey de Francia al estremo de ocultarse bajo la imponente nube de seis mil picas, para ponerse á cubierto de la persecución de sus propios súbditos? (1) E r a n en n úm ero de seis mil suizos. (2) Que despues fue rey con el título de E nriq ue III. ( 3) E! célebre A n n e de M ontm orency, condestable de Francia , lan v e r ­ sado en las arles de la guerra como en los negocios de g o b ie rn o , h o n r a ­ do por sus reyes, venerado de la nación y respetado por la corte. Su celo ardiente é inalterable por la Religión Católica le hizo sacrificar genero­ samente los resentimientos de su casa contra la de G u isa , determ inán* dolé á reconciliarse con ella legalmenle para volar al socorro de los cató­ lico s, que el calvinismo tr a tab a de an iqu ilar en Francia, De este modo se t i z o acreedor lo mismo que sus antepasados al honroso título de p rim er cristiano y prim er barón de F ra n cia Quedó prisionero en la batalla de D r e u x , cu la que combatió arm ad o de pu n ta en blanco á la edad de 74 aíios, y acosado p or los mas vivos dolores de un cólico nefrítico y del mal de orina. Luego que supo que se iba á d a r l a batalla dijo al duque de Guisa : L a escelente m edicina que m e ha curado es, que vam os á com­ batir por el servicio de Dios y del rey, y p a ra salvar la Religión y el 2¿sla­ do. Fue herido morlalrnenle en ia batalla de S t. D e n y s , despues de h aber hecho prodigios inauditos de valor, á la edad de 8o aíios. Pocas horas antes de espirar, hallándose postrado con seis grandes heridas que habia recibido, y bailado en su propia san gre, habló asi á uno de sus caballeros: Os supli~ co digáis al rey, que me tengo por el hombre m a s fe liz del m u n d o, pues logro m orir por el servicio de Dios y de m i re y , no pudiendo darle pruebas m a s gloriosas del celo que siem pre he tenido por la R eligión y el E sta d o , que m orir por uno y otro. E n seguida principió á decir algunas oracio­ nes que solia rezar. A vista de este valeroso Condestable, que fue condu­ cido á París casi exánim e, el rey y la reina no pudieron contener sus lá ­ grimas. Despues de su m u erte se le prodigaron los mismos honores í ü -

París es sitiada nuevamente, y los rebeldes tienen aún la osadía de pedir que se Jieencie la guardia suiza. El haber accedido á tan descabellada solirilud hubiera sido- pagar con la mas monstruosa ingratitud á los salvadores de la pa­ tria. La negativa costó á Carlos IX otra baialla, qu e fue la de Sa ín i D enys. Tam bién esía la perdieron los calvinis­ tas; pero no quedaron escarmentados á pesar de su de rro ­ ta. Publicando por todas partes que no tomaban las armas sino por aliviar al pueblo, le abru m aro n con nuevos im ­ puestos á fin de levantar otro ejército, que sirvió para com­ batir á Carlos IX por tercera y cuarta vez en las llanuras de Jarnac y de M oncontour, Yed aquí, Señor, cuatro batallas campales, dadas por los calvinistas contra su propio soberano. El cielo, siempre propicio á este imperio, se declaró por la causa de la justi­ cia, y coronó las armas del rey con los lauros de la victo­ ria. Un momento nada mas pudiera haber decidido de olro modo la suerte de la monarquía. Solamente la incerlidumbre de este suceso bastaba para llenar de pavor á los con­ temporáneos, pues en el dia apenas puede un o recordarlo liebres que se usan con los reyes. Toda la F ra n c ia lloró su muerte á escepcion de los calvinistas, q u e , como es de suponer,, denigraron su memoria con sátiras y libelos. Este valeroso Condestable había servido sucesivamente á cuatro reyes con u n a fidelidad que jamás fue desmentida: se había hallado en ocho batallas campales, en las cuales combatió sie m p re, n o solo como buen sol­ dado sino, como hábil general, no habiendo jamás retrocedido un paso. Este sí que puede llamarse gra n hombre en toda la estensum de la p a ­ la b r a : grande p o r sus cualidades g uerreras, grande por sus talentos políti­ co s, grande p o r sus virtudes civiles y morales, y aún mas grande por su adhesión á la Religión Católica; en f m , u n verdadero héroe cristiano. ¡Qué bien dicen con sus magnánimos sentimii'ntos el grito guerrero y el lema de su escudo: /D io s ayude al p rim e r cristiano f Montrnorcncy , octogenario y venerable por sus canas y amante de su religión, muere por ella traspa­ sado con seis heridas, rezando sus devociones, sobre el mismo campo de batalla que le servia de lecho lúnebre. ¡Qué espectáculo! ¡Ah , qu« bien se concilia la religión con el heroísmo.! La Francia no debe olvidar que este h o m b re fue su ángel tutelar a rra nca nd o á Carlos IX de las manos de los calvinistas. Solamente p or esle rasgo de valor merecía una estatua ¡ y se­ guram ente es muy e slra ñ o q u e el gobierno aún no haya tratado de erigirsela , para colocarla entre las demas que se ven cada dos años en la esposicion del Lauvre. A los ojos de la posteridad la estatua de Montrnorcncy h o n r a r á mucho mas a la F ran cia que no la de Vottaire,

sin eslremecerse. Y con iodo, Señor, los auiores de estas calamidades, los descendientes de estos mismos calvinistas, sus partidarios y representantes, son ]os que hoy en dia se atreven otra vez á salir á la escena, y poner á vuestro con­ sejo en el caso de discutir s¡ la Francia debe volver á lla­ marlos á su seno. ¡Ah, Se ñ or ! En este momento pudiera m uy bien Y. M . , trasportado justamente de indignación, c e r r a r mi boca, in terrumpiendo repentinamente la lectura de este discurso, y sin mas discusión escribir por vuestro propio puño al pie del memorial y como única respuesta estas cuatro formidables palabras: D r e u x t St. D cnis^Jarnac, M onconíour. E n aquella época formaban ya los rebeldes un partido tan temible, que Carlos IX , á pesar de sus cuatro victorias, se vio en la precisión de firmar con ellos una paz hum ill an ­ te. Una de las condiciones fue, que pagaría á las tropas estrangeras (las mismas que habia vencido) todas las can­ tidades que los dichos rebeldes les habían ofrecido. La cláusula del tratado, que estipulaba la concesiou de cuatro ciudades para su seguridad y por espacio de dos años, a g ra ­ vó todavía mas el oprobio de aquel mon arc a, degradado basta el punto de capitular con sus vasallos, Carlos I X , feliz, en los comb ates , era un imbécil en su consejo; y la perbdia es siempre consecuencia de la d e ­ bilidad. Ya be dicho algo sobre la perversidad del alma de este príncipe, modificada por la tenebrosa política de Cata­ lina su madre. Llegó por fin aquel día aciago en que Car­ los LX desplegó toda la atrocidad de su caracier, para eje­ cutar la horrible maldad que meditaba desde los sucesos de B earne. La humanidad se estremece con solo n o m ­ b r a r la m atanza de S a n B a rio lo m é; y para espiarla , todo b u e n francés quisiera verter lágrimas de sangre. INo permi­ ta Dios que use ponga yo en este momento á trazar ante los ojos de V, M, el frenético fu ro r de u n rey bañándose en la sangre de sus vasallos, ni á renovar el grande do­ lor de la nación: inj'andum renovare dolorem. INo, Señor, n o , entreguemos á la execración de las generaciones p r e ­ sente y venideras los horrores de este d i a , por desgracia harto memorable; ó por mejor decir, sepultemos s u j d g -

moría en un profundo y sempiterno olvido, esclamando con un o de nuestros mas sabios magistrados ( 1 ): E x c id a t illa dies cebo, nec poslera crcdant ícccuta! {"i)

P e r o , Señor, puedo asegurar con toda confianza, que los calvinistas están interesados, lo mismo que los católicos, en que desapareciera de nuestros fastos la memoria de tan san­ grienta catástrofe. Por las conspiraciones de Amboisse, y de M e a u x , y por una continuación de alentados sin igual, habian reducido al gobierno al último apuro, y á Car­ los IX á un estremo de desesperación, Ellos fueron los agre ­ sores ; por tanto son culpables de todas las atrocidades co­ metidas en Francia, y de que fueron por su desgracia cau­ sadores y víctimas. Jamás la nación hubiese tenido que llorar y detestar este c rim en, si una heregía, igualmente encarnizada contra el altar y el trono mismo, no hubiera querido establecerse sobre las ruinas de la monarquía. El medio de que se valió Carlos IX era digno de la barbarie de un Calígula, pero..... Seño r, por la violencia de ía me­ dicina podréis inferir cuán profunda y maligna era la Ha­ ga. Con tan abominable carnicería se enconó mas, y los sectarios se vengaron con una cuarta conspiración. Los Rocheleses toman las armas y convocan la nobleza calvinis­ ta del P o iio u , de la Saín ton ge y de i ’A ngoum ois. En este conciliábulo se leyó el plan para el establecimiento de una república en Francia (3). Los rebeldes trataron entonces de valerse del duque de Alenzon para oponerse al rey su h e rm a n o : ya iban á destronar á Carlos IX, cuando se an­ ticipó la muerte para poner fm á tan desastroso reinado. ¡Ah, Señor! ¡Que' espectáculo tan lastimero presentó enton­ ces la Francia 1 La religión y la monarquía estaban á pique de perderse. ( i ) Cristóbal de T h o u , p rim e r presidente del parlam ento de P arís, pa­ dre del historiador. La aplicación de estos versos de Slacio pertenecen á Cristóbal Thou y no al Canciller de V H u p ila l, como malamente han pre­ tendido algunos. (a ) Desaparezca aquel dia de los tiem pos, y que no lo crean los siglos venideros. (3 ) Este plan se realizó en uno de los reinados siguientes dándole mas amplitud. (Véase en los ilocumeutos justificativos al fin de la ob ra.)

u El nuevo monarca se hallaba ausente; y al volver á Francia, el primer acto de fidelidad y bomenage que le prestaron los calvinistas fue robar sus equipages, que tam­ bién regresaban á esie reino. El proyecto de u n regicidio intentado contra su persona colmó la medida de sus aten­ tados. Enrique III no lomó la corona de Carlos sino para reinar sobre unos súbditos facciosos y parricidas. Este par ­ tido era una hidra que renacía á cada instante, á pesar de los reiterados golpes que recibía. Viéndose Enrique fatigado con tantas turbulencias, de­ cidióse por último á ofrecer la paz. Entonces los rebeldes le presentaron noventa y u n arlículos, que eran otros tan­ tos testimonios de su audacia. La dureza de tan infames condiciones indignó hasla lo sumo al monarca, y rompió al punto las negociaciones. El principe de Conde', gefe de los calvinistas, entró en Francia al frente de once mil ale­ manes. El peligro era tan i n mi nen te , que para conjurarlo se vio Enrique precisado á proponer de nuevo la paz; pero como si la dignidad real no hubiera consistido entonces mas que en recibir la ley, los calvinislas se la dieron tam­ bién en aquel tratado (1). Enrique fue condenado, como lo habia sido su predecesor, á pagar todas las costas de este proceso tan sangriento como incomprensible. Para agolar basta las heces el cáliz de la humillación, aquel infeliz mo­ n arc a, qu e se hallaba sin un cuarto, no tuvo otro recurso que empeñar las joyas de la corona ; pe ro la nobleza de Francia decidió que valia mas venderlas para salvar el ho­ nor de su rey comprando un ejército con su importe. Los Estados generales (íá) reunidos en B l o i s , anularon las con­ diciones de este tratado vergonzoso. Una victoria obtenida sobre los rebeldes los hizo mas tratables, y el edicto de Poiliers contuvo por entonces el incendio ; pero volvió á ( i ) Una de las condiciones era t qae se concediesen á los calvinislas tem­ plos públicos en toda la eslension del’ reino, escepto en la capital; la exen­ ción de toda clase de tributos p o r espacio de seis a ñ o s ; y finalm ente, que el rey pa»as« todo lo que se debía á las tropa» estrangeras que estaban al ser­ vicio de los calvinislas, cualquiera yue fuese la cantidad, á que ascendiesen sus sueldos. ( i ) Año 15 ^6 .

encenderse de nuevo Lien pronto en la G u y e n a , el Langué-s doc y el Delimítelo. Siempre los mismos c rí m en e s , los mis­ mos ho rrores, las mismas rebeliones: saqueadas las tesore­ rías en que se guardaban los caudales públicos; los católicos obligados con el dogal al cuello á pagar contribuciones exorbitantes; degollados los sacerdotes, y las iglesias demolidas ó quemadas. Fórmase en Languedoc una nueva confederación, en la que los sectarios proclaman á E n r i ­ que rey de Navarra y al príncipe de Condé protectores natos del reino bajo la autoridad de S. M. Esto era lo mismo que servirse del nombre del Piey para hacerle la gu err a: siem­ pre fue la divisa de la rebelión esta burlesca fórmula. E n medio de este trastorno general, el negligente y voluptuo­ so Enr ique veia c or re r tranquilamente sus dias, sumergido en la molicie y en el desarreglo mas vergonzoso, sin pen­ sar en la formidable esptosion que preparaba aquel desgo­ bierno , y que fermentaba en el silencio de una paz enga­ ñosa. La Liga dio por fui el golpe iaial que despertó á E n ­ rique de su profundo letargo. El calvinismo, Señor, habia trocado enteramente las costumbres de )a nación. Su doctri­ na , que halagaba la licenciosidad de sus pasiones, habia se­ ducido la mitad de los franceses, y con los arrebatos de su f uror liabia exnsperado el caracier de la otra mitad : él ins­ piraba una especie de vértigo, cuyo vapor pestilencial difun­ dió el contagio á todos los órdenes del estado, como una especie de calentura política. Hasta el presente no habéis visto, S e ñ o r , mas que una guerra civil entre dos partidos; pero ahora vereis el reino devorado por tres facciones alarmadas en sentido contrario. El último edicto de pacificación habia acrecentado la auda­ cia de los calvinistas y descontentado á los católicos. E n t r e estos reinaba una desconfianza y alarma general: todas las apariencias anunciaban que el catvinismo llegaría á ser en Francia la religión dominante. La mu ert e del duq ue de A lenson llamaba al trono á En rique, rey de ISavarra , que podía considerarse ya como heredero presuntivo de la co­ rona. Esta circunstancia enagenaba el corazón del partido católico de toda la nación contra un príncipe destinado por la Providencia para ser algún dia su ídolo. ¡Ah! sin caberlo

formaba votos contra su propia felicidad. U n celo mas ilus­ trado por la Religión hubiera manifestado á los católicos, que si ésta desaprobaba el culto ilegítimo de En riq u e , no por eso les autorizaba á contrariar las leyes fundamentales del reino , que le llamaban al trono. Pero ya hemos obser­ vado poco antes que aquella especie de vértigo y aturdi­ miento habia alterado los verdaderos principios del ánimo de los franceses, los cuales peleaban contra la heregía. E r a cierLamente un err or , pero bien lo espiaron en lo sucesivo, ofreciendo al mismo Enrique u n amor que rayaba casi en idolatría. A sola esta nación magnánima le es dado el repa­ r a r de un modo tan amable los estravíos pasageros de su alma; pero también tiene derecho para echar en cara al calvinismo el haber sido causa de ellos, porque con sus fre­ cuentes confederaciones habia dado á los católicos el con­ tagioso ejemplo de estas conspiraciones criminales. Una gran parle de la nobleza , arrastrada por tan fitaíes circunstancias, formó una insurrección terrible bajo los auspicios del duque de Guisa (1), cuyo corazon era católico por principios, pero la prosperidad le hizo aficionarse á la ambición. La Liga f u e u n atentado contra la autoridad real, á pesar de su divisa , que era m irar por la seguridad d¿l E s ta d o y de. la Corona, y por la estirpacion de las heregías, Entretanto e l débil Eu r iq u e , alarmado por el crédito y r á ­ pidos progresos del duque de Guisa, publicó una apología ( mo nu m en to eterno de terror y abatimiento), en que se C onfesaba culpable, y suplicaba á los de la Liga que depu­ siesen las armas. No parecia sino que se habia conjurado lo­ do para la pérdida de u n reino, cuyo monarca pedia perdon en tono suplicante á sus mismos vasallos revoltosos. Ejemplo memorable, Señor, para aquellos soberanos que, dotados como Enr ique de un ca r a c te r débil e irresoluto, concluyen siempre por entregarse á los estremos, que com­ prometen su autoridad, ó cuando menos la deshonran.

( i ) E n r i q u e , duque de G u isa , llamado por otro n o m b re B a la fre (et acuchillado, p o r una cicaLris que leuia en la cara), hijo del duque F r a n ­ cisco t asesiuado por P oltrot.

Viéndose en tan crítica situación el inconsiderado monar-* ca, creyó que un rey C ristianísim o, h ijo prim ogénito de la I g l esia , debia al menos por política autorizar aparentemen­ te la Liga, la cual, aunque armada sin anuencia del rey, al fin combatía por la dignidad real. De este modo E n r i q u e , en tcz de Señor único que realmente era, se constituyó en cabeza de partido : jindiscreción de que bien pronto se luvo que arrepentir! Su. unión con el duque de Guisa produjo el edicto de 1585 , que revocó de una plumada iodos los pri­ vilegios otorgados a los sectarios. Observad, Señor, la inco­ herencia de este gobierno ab surdo, que pasa bruscamente de un sistema de tolerancia á otro de rigor. La inconsecuen­ cia en los consejos dül soberano es las mas veces una prue­ ba evidente de que el timón del gobierno está en manos poco firmes; la indecisión de los pilotos del Estado es siem­ pre u n presagio de que su buque va pronto á naufragar. Guisa, conquistando ciudades y ganando batallas á no m­ bre de E n r i q u e , de quien ya no era súbdito, hacia la Liga cada vez mas pujante y formidable. Po r lanío, no es de os­ tra fiar que entrase en París á manera de triunfador á la cabeza de sus tropas victoriosas. Allí fue recibido con tales aplausos cuales se creia justo tributar al salvador del reino. Su conducta atrevida abre por fin los ojos al monarca , á quien tan poco honor hacia, dejándole obscurecido. Esle se declara por fin contra la Li g a, pero ya era tarde. Manda á Guisa evacuar la capital ; rnas él desprecia la orden, por­ que el que la daba solo leuia el vano iílulo de rey. E n t o n ­ ces E n r i q u e , para asegurarse de P a r ís , hace venir sus tro­ pas; pero los parisienses comprometidos por Guisa, que era como su ídolo, toman un aspecto imponente, levantan barricadas, y arrojan fuera las tropas de su soberano. E l combate de las barricadas pone la capital en manos del d u q u e de Guisa: ya estaba en las gradas del trono; con u n paso mas era rey; pero retrocedió pavoroso á la visla de aquel último atentado (1). Huye el monarca y se retira á

(«) Este paso, que no quiso (lar la casa 6c Lorena en el siglo XVI, le dio la de OHeans en e! ,XIX , y ¡ cosa eslraña! tampoco le falló el apoyo de las barricadas. ¡Nihii sub solé n o v u r n ! ( N , del T .J

B lo is , en donde convoca los estados generales: esta Dieta augusta , último recurso de la monarquía , no podia hacer otra cosa durante un reinado tan debd y calamitoso, que deplorar los males que aquejaban al Estado ; mas por des­ gracia aquellos males eran ya incurables. La asamblea de B lo is no sirvió mas que para ejecutar una escena horrible. Enrique convoca á su palacio al duque de Guisa y al Car­ denal su h e r m a n o , y los hace dar de puñaladas. Carlos IX hizo degollar á los calvinistas; pero En riq ue III á los católicos. Redóblase el fu ro r de la Liga á la visla de la sangre de los Guisas: el duq ue de Mayena es declarado Lugar-teniente General del reino y de la corona.de Francia, Las principa­ les ciudades se levantan contra su rey, y le prodigan los epítetos de apóstata, perjuro y asesino. Las corporaciones mas respetables del reino se dejan arrastrar de aquella es­ pecie de frenesí, espidiendo órdenes y decretos que al volver de su delirio procuraron arrancar de sus registros. Enrique, odiado de los católicos, sospechoso á los calvinistas, y m e­ nospreciado por sus propios súbditos , se arroja eu los bra­ zos de su mismo sucesor. La Europa vio con asombro por primera vez un rey de Francia al frente del parlído de la heregía. E! rey de Navarra, tan hum ano como buen político, tiende una mano compasiva á su desgraciado primo. Ha ­ biendo quedado por único gefe de la secta con motivo de la muerte del príncipe de Condé, y conociendo los prin­ cipios de los calvinistas, prontos á cambiar en república aquella misma nación que algún dia pudiera pertenecerle, aprovechó con destreza la ocasion de robustecer su partido con el nombre del soberano legítimo, sosteniendo al mismo tiempo la monarquía situada ya al borde del abismo. Los dos Enriques sitian la capital , que bien pronto se vid en­ tregada á los horrores del hambre. Esta terrible contienda debia decidirse con la espada , pero la cortó el puñal. U n fraile fanático y coligado introduce el acero parricida en el pecho de E nr iq ue III. j Ah , Señor! A vista de estos ho rro re s, que sin duda afligirán vuestro corazon , guardémonos de calumniar á la Religión verdadera. Esta larga lista de crímenes no debe im­ putársele, sino atribuirlos á la religión enferma y deliran­

t e , embriaga tía con un licor estrangero, y obcecada con la venda funesta que cubria sus ojos. P e r o , Se ñ or , juzguemos sin pasión y despreocupadamente. ¿Cuál fue el manantial de todas estas asociaciones, de tantos decretos y tantas ór­ denes execrables? ¿A quie'n pediremos cuenta de un o de nuestros reyes espirando bajo el cuchillo de un fanático? Al calvinismo: me atrevo, Seño r, á decir, que sin el jamás hubiera exislido la Liga ; y sin la Liga no tendríamos aho­ ra que mirar con bo rro r esta parte de nuestra historia, Es indudable que sin Calvino jamás hubiera abortado el in­ fierno un Jacobo Clemente, En s e gu id a de este horrible cuadro de sangre y de car­ nicería, que habrá contristado vuestro corazon sensible, se deleitará, S e ñ o r , vuestra vista contemplando al fundador de su dinastía sucediendo al último de los V alois. La agi­ tación de los antepasados de V. M. al rededor del trono, se puede asegurar que no era sino la convicción de su futura grandeza, y de los altos destinos á que eran llamados. Según el orden de los decretos eternos, era una señal favorable para la Francia el advenimiento de vuestra casa para obte­ ner una de las mas bellas coronas, que creia deber adqui­ rir aunque fuese á costa de sus lágrimas y de su propia sangre. ¡Tan trabajosa y tan importanfe era la revolución que bajo el imperio de los Borbones habia de regenerar la Francia! T a n ttjb moh's eral F ran co ru m condere genfem f

Enr ique IV, el victorioso, el padre de sus vasallos, irataba de cicatrizar las llagas que el calvinismo habia abierto al reino; pero por desgracia apenas tuvo tiempo para pen­ sarlo, porque los sectarios se volvieron contra la mano dul­ ce y cariñosa que trataba de curarlos. Debían suponer en el prevenciones favorables á su secta , pues habia sido e d u ­ cado en la profesion de su culto; mas á pesar de eso D u plessis M a rn a i, uno de los corifeos de su partido, fue el primero que provocó una agresión contra Enrique, escribie'ndole wquc los ánimos estaban abatidos, agitados, y prontos á «buscar su remedio en la última desesperación/' Esta era u na amenaza abierta , y los sectarios la hubiesen ejecutado

á no haberse renovado el edicto de Poih& vs, que catorce años anles habian recibido coa trasportes de júbilo. Al fin Enrique vuelve á la fe de sus padres, renuncian­ do un e r r o r , que en el se podia considerar mas bien como efecto de la educación, que no de! convencimiento. Esta conducía le atrajo una nueva agresión de los calvinistas. wPSo «dudéis, le dijeron, que haciéndoos católico corréis á vues»tra ruiua ; y que abandonando el partido de la reforma, él » taca bien os abandonará: ya conocéis su p ro n titu d y deci­ sión,1* (es decir, su propensión á rebelarse) , y terminaban esta carta insolente recordándole w que las armas de los » protestantes habían puesto el pie en la g a rg a n ta á todas las » principales ciudades de la Francia ( 1 ). ” Poco despues pre­ sentaron una solicitud, por la cual pedi^n que se les conce­ diese el ejercicio de su Religión en toda la estension del rei­ no, y que sus ministros fuesen mantenidos con las rentas de los bienes eclesiásticos. Reunieron una asamblea en Santa F é , donde se presentó el siguiente proyecto republicano: “ Que se estableciese un consejo político en cada provincia; »q ue se autorizase á estos consejos para apoderarse de los «caudales públicos, que hubiese en manos de los receptores upara el pago de las guarniciones.... y que se estableciesen « s u b s i d i o s y peages (portazgos ó alcabalas) au n en aque-. »llos lugares en que no hubiese Elección (2).w Ueúnese otra asamblea en Saum ur , para pedir las Cá­ m aras partidas ( 3 ) y la libertad de culto en todo el reino sin cscepcion ; a m e n a z a n d o wque el no acceder á su deman» da atraeria funestos resultados” Para legitimar, siquiera en la apariencia, esta junta sediciosa, envió el rey carias con­ vocatorias; pero las de secharon, alegando l\ ¡ u e no podian «leerlas, ni querian sujetarse a reconocer la autoridad de ta» les despachos, siendo asi que podiau reunirse sin ellos (4).” Para llevar su atrevimiento hasta el mas alto p u n t o , espi­ ( i ) Memorias de la Liga, lomo {a) O lid n a ¡>ara el arreglo ele las contribuciones, á m an era del trib u n al de cucllUs ó cám ara de compLos de Navarra. ( N . del T ) ( 3) Cámaras compuestas de jueces , la mitad católicos y la otra mi­ tad calvinistas. ( 4) Proceso verbal de la asamblea de S a u m u r en iücjj.

dieron á vista de los mismos comisarios regios varias órde­ nes, á fin de apoderarse de las contribuciones en el P o íto u y en otras tres provincias. Observad, Señor, las circunstancias que aprovecharon aquellos facciosos para hacerse dueños de las contribuciones. Hallábase á la sazón ia Francia en guerra con España, y aca­ t a b a esía potencia de entrarse en el reino por la loma de A m íe n s ; por consiguiente aquella rapacidad dejaba al Piey sumido en el mas cruel embarazo, de modo que para so­ brellevar con paciencia tal ultrage, bien se necesiiaba toda ]a bondad de u n En riq u e IV. En vano éste trató de ven­ cer su terquedad á fuerza de beneficios, y para ello dio aún mas amplitud al edicto de P o itie rs, y la contestación que le dieron los calvinistas fue, que no podían congeniarse con aquella gracia ( 1 ). ]De este modo mostraron su reconoci­ miento al favor que les dispensaba! P r o n to tuvieron noti­ cias de que se habian promovido tratados de paz entre F r a n ­ cia y España: los calvinistas sintieron entonces que las aro­ mas del rey concluyesen de rechazar los enemigos de fuera, conociendo que si esto lograban serían mas imponentes con­ tra los facciosos que turbaban la paz interior. Con este mo­ tivo tuvieron la arrogancia de escribir á E nr iq ue diciéndo le , que podía m u y bien dejarse llevar de resoluciones con­ trarias á lo que ellos p reten d ía n ; pero que en ta l caso echa­ ría n m ano precisamente de aquellos recursos que ju ese n ne­ cesarios p a ra su defensa..... siendo fá c il de conocer que con la unión que tenían entre si les costaría m u y poco trabajo resistir y rechazar sus débiles golpes de estado (3). Esto era insultar á la Francia por sus calamidades, de las cuales eran ellos los causantes. Indignado Sully al ver tan baja­ mente ultrajado á su rey y su amigo con aquellas respues­ tas que respiraban audacia y republicanismo, echa en cara á los de su secta en sus Memorias ( 3 ) , "q ue habian inten­ s a d o 'tomar las armas, y que habian querido obligar al »rey á que aceptase las condiciones que trataban de impo(1) (2) ( 3)

Pi’oceso verbal Je la asamblea de T 'andam ti fn *597. Proceso v e r ba l de la asamblea ile C hdtcllcrauU , tomo 3. Memorias de Suliy, tom o 1 , pág, 5 o5 , edicioji de Londres.

« n e r l e ..... que habían procurado también suscitarle aun roas «obstáculos, á pesar ele hallarse en una situación tan etn»barazosa, aprovechándose .de la escasez de dinero y de la «necesidad que tenia de ellos, para obtener á la fuerza lo » q u e En riq ue IV hubi era rehusado aunque lo hubiese «concedido/' Yed otro nuevo rasgo de ingratitud contra Enr ique su bienhechor. Ellos fueron los que precisaron á la Inglaterra y á la Holanda á entorpecer las negociaciones de la paz de V crvins, y solicitaron al duque de Lesdigiueres para que uniese las tropas con las suyas, ofreciendo también el Delfinado al duq ue de Saboya. E nr iqu e IV, que era ya rey de Navarra por m uerte de su m adr e, quiso establecer alli la Religión Católica. Con este objeto envió á Bearne. letras patentes; pero los sectarios tuvieron la avilantez de piso­ tear las órdenes del hijo de J u a n a d’Á lb rel; y el conde de G ram onl, portador de ellas, estuvo á pique de morir á sus ruanos. ¿ Q u é clase de gente eran estos calvinistas, que se atrevían á luchar abiertamente contra Enrique IV, á pesar de su bondad, y sabiendo que no se provocaba imp u n e­ mente su cólera? ¿ Y qué idea formaremos de aquellos im­ postores, que á pesar de eso publicaban en los escritos del reinado anterior, y aun lo reproducen hoy en día , crque «siempre han sido súbditos fieles de la casa de Bo r b o n , y «que á ellos se les debe el que en la actualidad ocupen el «trono de Francia los dignos descendientes de San L u í s ? ” ¿Es acaso á los calvinistas á los que debemos la ley Sálica? En r iq u e no debió su corona sino al derecho de nacimiento, al amor de los verdaderos franceses, y á la sangre de sus reyes. La sensibilidad de este príncipe al oir los lamentos de los católicos, que le suplicaban volviese á la fe de sus padres, le abrió el paso para un trono que la justicia no podia disputarle, y que la Religión temblaba que llegase á ocuparlo la heregía. ¿Por q u é , pues, quieren pasar los calvinistas por súbditos siempre fieles á la casa de Borbon, siendo asi que tuvieron la osadía de provocar con sus ame­ nazas al primer rey de los Borbones? Ya lo veis, Señor; ellos fueron los que robaron los caudales públicos de que necesitaba En riq u e FV, en el momento mismo en que sa-

criticaba su reposo y su vida en defensa y por la gloria de la patria. Ellos fueron los que contrarestaron su autoridad, los que llenaron de a m a r g u r a el corazon de E n r i q u e , y de indignación el de Sully. S í , el de Sully, cuya honradez no negaremos, á pesar de su adhesión al calvinismo. Al ver á los calvinistas acusados por En riq ue y por Sully, pode­ mos hacer cuenta de que en el acto mismo deben ser con­ denados. ¿Con qué vergüenza se atreven, pues, á pedir á Y. M., por cuyas venas corre la sangre del bizarro y gen e­ roso E n r i q u e , el permiso de cometer con su nielo los mis. mos ultrages, que hicieron á su abuelo siempre que tuvie­ ron ocasión? Viéndose acosado En riq ue IV con tantas p r e t e n ­ siones, sitiado continuamente con las halagüeñas instancias de mugeres ( 1 ) sobornadas con las promesas de los sectarios, arrastrado por las desgracias de aquella época y por la n e ­ cesidad de conceder el sosiego y dejar respirar á la F r a n ­ cia, otorgó al fin el famoso edicto de N a n ie s ( 2 ), que daba á los calvinisias todo cuanto deseaban ó podian desear. Ce­ diendo á la fuerza imperiosa, ó á la seducción de todas es­ tas consideraciones, creyó que no hacia mas que'dejarse lle­ var de un sentimiento honrado de gratitud en obsequio de aquel partido, cuyo caudillo habia sido, y del que entonces era rey. Este edicto, obtenido por los calvinistas, era á to­ das luces violento, y arrancado por las circunstancias ( 3 ). El canciller de C hiverny, que lo redactó, bien á su pesar asegura que fue publicado p a ra vergüenza y con fusión del gobierno ( 4 ). Subleváronse contra el edicto el consejo, los parlamen-

( i ) La duquesa de B e a u fo r t, llamada vulgarm ente la bella G abriela, dama de E n riq u e IV, y dueña de todo lo que le rodeaba. (a ) E n íSgS. ( 3) La prueba mas convincente de que los calvinistas violentaron á E nrique IV á d a r el edicto de N a ntes, se puede ver en la c o rre sp on de n­ cia epistolar de este príncipe con M r. de Thou sobre esta materia. ( 4) UEI edicto fue concedido (dice M r, de Chiüerny) ■ y lodos los v er»daderos católicos, como servidores mas prudentes del E stado , conocieron vbien p ro n to el mal cjue tarde ó tem prano habia de sobrevenir" al rey ó á »sus sucesores, porque leiiian espcritncia de los designios, proyectos y «conducta de los calv in istas, contrarios en un lodo á la m on arqu ía. Esto “ fue lo que obligó a muchas personas distinguidas por su rango y p r o 5

u l o s , la capital y el reino entero. La nación lanzó u n grito de indignación ; y este grito era el de la Fe Católica, gra ­ bada en el corazon de los franceses desde los tiempos de Clodoveo. E! tal edicto, au nq ue sobrepujaba las esperanzas de los calvinistas , fue sin embargo un nuevo germ en de atentados cometidos por ellos. En C h a td h r a n t hicieron j u ­ ramento de gua rda r u n secreto inviolable sobre sus delibe­ raciones, y sacrificar sus bienes y basta su vida para sal­ var á cualquiera que fuese prendido por cumplir sus sedi­ ciosos mandatos. Solamente est a ju ra m e n to y este secreto eran por sí un crimen de estado. E n M ontauban rehusaron de­ volver á los católicos sus iglesias, infringiendo el edicto de INantes, que prescribía su restitución ; y persistieron en su negativa nada menos que ocho años. E n Saum ur tuvieron una asamblea sin comisarios de la corte, y por consiguiente contra el tenor de la ley. Ademas se negaron á disolverla cuando se les mandó, alegando que tenían derecho para ju n ­ tarse siempre que lo juzgasen á propósito. El edicto les concedía algunas ciudades para su seguri­ dad; pero ellos tuvieron la audacia de erigir en ellas uni ­

»hidad , á dirigir al rey avisos y. consejos muy buenos y saludables; y pne»do asegurar con v e rd a d , que por mi parte le dije cuanto era de mi deber, iiPero todo fue en v a n o , ¡jorque S. M. estaba cogido por una mano pode» r o s a , y.sitiado por personas de la s e d a , que le im pidieron con sos arli11ficios. escuchar á sus mas ''fieles servidores. Habian ganado también p o r el «mism o estilo á la señorita de B e a u fo r t, su d a m a , preocupándola con las nofertas de grandes servicios, siempre que ella ó los suyos los necesitasen. xDe este modo obtu vieron casi á la foerza los artículos mas importante.! «de dicho edicto. Los señores de! clero de F ran cia se vieron en la precisión #de quejarse y re m o v e r este negocio; pero no estando reunidos los consejos «generales, Mr. B .. ,, hom bre decidido y enérgico, que era individuo de »ellos, se quejó Agriamente á nom bre del clero, lauto al consejo como al «rey m ism o , y dio unos manifiestos tan razonados y c o n v in ce n te s, que « a u n los mas obstinados por el edicto, Lcmerosns de otro m ay o r m a l, se nvieron precisados á consentir que se retractasen algunas cosas, ó se ino»dificasen algún tan lo ; pero no basta el punto que hubiera sido necesario » p a ra el b ie n , reposo y conservación del reino ..... El p arlam en to de París nprocedió á dar cu m plim iento al edicfo él dia aS de febrero de 1ÍÍ99, ,y_ en «seguida principió á plantearse, aunque con gran pena y peligro de los » comisarios; y poco á poco la autoridad del rey lo hizo recibir e« todas • partes p u r a vergüenza y confusion d e l E sta d o .” (¡Memorias del.E slad o p o r C hivernj, edición de i 6 3 6 , pág. 3 16.)

versidades y colegios* pretendiendo que tenían derecho para hacerlo alli sin autoridad del rey. Se les habia permitido que pudiesen optar á los cargos y empleos públicos , y t u ­ vieron la desvergüenza los de Languedoc de oponerse á que se proveyeran en los católicos. Esta perfidia irritó á E n r i ­ que IV, el cual dio órdenes terminantes para frustrarla; pero fueron despreciadas por los calvinistas, y no paró en esto, sino que unie'ndose todos los demás del reino á los de L an g u ed o c, determinaron en su sínodo, que se manten­ drían en el mismo píe que antes del edicto, sin necesidad de esperar las órdenes del rey, y que si fuese necesario so­ licitarían ellos mismos la revocación del mismo edicto. Su indocilidad rayaba ya en frenesí. Toda correspondencia en­ tre Jos calvinistas y los estrangeros estaba prohibida, y sin emba rg o el sínodo provincial de A blon invito á los minis­ tros de los cantones suizos á que enviasen diputados á Ja asamblea general. De este modo el edicto de INanics, lejos de dulcificar el genio feroz del protestantismo, le hizo aún mas intratable. El rey y su ministro 110 lardaron mucho en arrepentirse de su fatal indulgencia con una secta, cuyo ca­ rácter sedicioso había engañado la destreza de Su lly, y can­ sado la paciencia de Enrique. Preparábase ya para hacerles e nt ra r en razón hablando y obrando enérgicamente, c u a n ­ do u n monstruo execrable cortó el hilo de los dias de aquel buen rey. Pero Luis XIII vino á realizar lo que E nr iqu e ÍY no hubiera podido menos de ejecutar. Apenas Luis subió al trono, tos calvinistas anunciaron su sistema de independencia. Lo primero que hicieron fue re­ novar el acta de u n ió n , encubriéndose como siempre con el misterioso velo del secrelo. E n ¡seguida principiaron á éstender la voz de que era preciso mirar por su legítima d e ­ fensa, y tomar medidas de precaución; y pasando aún mas adelante, rehusaron admitir los comisarios del rey , cuya presencia era lo único que podia legitimar sus juntas. El ediclo de INantes, que en otra ocasion habian recibi­ do Con lanía alegría , vino e n breve á ser para ellos u n ob­ jeto de murmuraciones y de quejas. Pr imeramente pidieron que se suprimiesen todas las cláusulas que la sabiduría del Parlamento habia añadido al tiempo de registrarlo, con be­

neplácito del Soberano, por no inmolar la Religión y la li­ bertad de los católicos á ta audacia de un puñado de sedi­ ciosos y fanáticos, Exigieron en seguida que se les permi­ tiese fortificar todas las plazas que tenían para su seguridad; que se les concediese permiso para celebrar las asambleas generales con mas frecuencia ; que se subiese á mayor can­ tidad la suma de 4 5 .0 0 0 escudos, estipulada para la m an u ­ tención d e s ú s ministros; y finalmente, qu e los diputados generales que enviasen á la corte, fuesen pagados y man­ tenidos á espensas del rey. El edicto de Nantes les habia concedido para su seguridad 103 plazas: no contentos con esto, pidieron que se les diese igual n úm er o en otras do­ ce provincias. ( ¡ P o r qué uo pedirían ya el reino entero!) Det erm ina ro n ademas que se procediese á reparar las plazas que poseian; y, como si esto no bastara, llevaron su inso­ lencia hasta el esceso de notificar al rey que hiciese demoler las fortificaciones que habia mandado levantar en otros va­ rios puntos. Es sin duda muy estraño que los súbditos de una mo­ narquía hayan podido concebir pretensiones tan ridicula­ mente sediciosas; pero todavia lo es mas que un gobierno haya autorizado tal licencia, concediendo parle de estas peti­ ciones tan absurdas. Tal gobierno anunciaba desde luego la debilidad de una regent e, y aquella regente era María de Médicis. Animados los sectarios cada vez mas en vista de una con­ ducta tan pusilánime, creyeron que les sería fácil insultar imp une men te la juventud de Luis XIII. Habiendo sabido que tenia proyectado casarse con Ana de Austria, se e mp e­ ñaron en trastornar aquel negocio. Luego que tuvieron no­ ticia de que el rey estaba ya en camino para ir á G uyena con la reina su madre, le cerraron el paso y 1^ apercibieron para que desistiese de! viage: ademas pidieron al rey de In­ glaterra que los socorriese; formaron un tratado con el prín­ cipe de Condé, y quemaron públicamente en la Hochela un decreto,del parlamento de.ToJosa. E n las grandes enferme­ dades políticas,, lo mismo que ,en las físicas, las crisis violen­ tas llevan consigo la muerte ó la curación. Par a terminar tan espantosos males vino por fm R ic h elie u , y e m p u ñ ó

con mano fuerte las riendas del g o b i e r n o , que flotaban á merced de la debilidad ó la inesperiencia, U n o de los nu m e­ rosos proyectos que revolvía en su mente aquel h o m b re vi­ goroso y enérgico, era el vengar la humillación de cinco re­ yes de Francia que habian recibido la ley de sus vasallos. Habiendo rehusado obstinadamente los calvinistas de B ear­ ne obedecer al edicto de INantes, que mandaba se restablecie­ se la Religión Católica en aquella provincia, Luis'XIII y-/íichelieu marcharon súbitamente contra ella. Viéndose los Bearneses apurados por las armas del monarca, no tuvieron mas recurso que obedecer. La Guyena, Languedoc y la Ro ­ chela formaron al punto un a confederación en apoyo de los Bearneses; entonces se renovaron otra vez en estas desgracia­ das provincias las escenas de horro r que habian precedido al edicto de íNantes, ofreciendo por do quiera u n dilatado campo de atrocidades y de carnicería. En ISimes tomaron ios rebeldes por grito de gu e rra estas palabras sediciosas y arrogantes: el rey en P a r ís y nosotros m N im e s ; se apode­ r ar o n violentamente de las cárceles, y obligaron á que los alcaides entregasen las llaves al cónsul. La Rochela era el baluarte de aquella revolución infla­ mada por la heregía: alli se habia trazado mucho tiempo antes el proyecto de trocar la monarquía francesa en una república gobernada por los calvinistas; y alli mismo debia principiar á ejecutarse. Según dicho plan habia de dividirse el reino en ocho círculos, á manera de los de Alemania. Ha ­ bian formado un gran reglamento que debian observar Jos comandantes, bajo Ja a u to rid a d soberana de la Asam blea perm anente en la R o c h e la , la cual debia estar á las órdenes de un príncipe eslrangero, pero con una autoridad igual á la suya, y sin con lar para nada con la Familia Real de F r a n ­ cia. Este documento, que nos han conservado los periódicos de aquella época, es tan curioso éimporlante, que creo sería oportuno presentarlo á V. M. P o r él debeis, Señor, convence­ ros de que el genio del calvinismo es enteramente republica­ no, y por tanto inconciliable con la monarquía francesa ( 1 ). ( i ) Rácese una manifestación de dicho plan en el Mercurio de F r a n ­ cia de 16 31, pág. 3 11.

Los rebeldes tenían sus sediciosas asambleas á pesar de las reiteradas prohibiciones del fnonarca, manifestadas- en tres declaraciones. También solicitaron con muchas instan­ cias á Jacobo I, rey de Inglaterra, para que se aliase con ellos: enviaron sus agentes á Holanda y Suiza para obte­ ner socorros; y anduvieron en tratos con los españoles. Car­ los I ( 1 ) hizo alianza cocí ellos i estipulando en uno de los artículos " q u e d o s calvinistas favorecerían las armas de los in­ gleses contra la Francia por todos los medios posibles, y que, si necesario fuese, habian de pronunciarse en su favor para disLraer al rey de Francia sí traíase de empr en der algo contra la Inglaterra/* El imp rudente Carlos no preveía en­ tonces que los mismos calvinistas, á quienes prolegia contra su soberano , habian de ser causa en algún tiempo de que su cabeza cayese en un patíbulo. Pero Richelieu no era ho mb re que tolerase fríamente tales atentados, y convenció al rey de la necesidad de castigar á los indómitos IWheleses, esterminándolos dentro de aquella fortaleza desde ia cual le disputaban osadamente su corona á protesto de libertad de conciencia. En efecto, el rey se pone al frente de un ejér­ cito formidable: en vano la armada inglesa al mando de B u c k in g h a m trató por dos veces de so c or re rá los Rocheleses, porque el famoso dique ideado por el genio de Riche­ lieu contuvo las cíen velas del almirante inglés. Viéndose los ■rebeldes privados de todo recurso y entregados á los horrores del hambre mas espantosa, tuvieron que invocar de rodillas la clemencia del rey. Esta era la primera vea ál cabo de cien años que reconocían por fm que tenían u n señor, y para arrancarles esta confesion fue preciso todo un Richelieu, pues á no ser por su actividad, la monarquía francesa hubiera dejado de existir. Esta es la verdadera cau­ sa del odio que han profesado á este célebre Cardenal los filosofastros modernos, resentidos interiormente contra todos los vengadores de la autoridad real, P e r o , Señ or , si ellos declaman contra la intolerancia de Richelieu, gustosos se la pueden perdonar los Borbones. Richelieu fue el que ensenó á los sucesores de Luis X1U el tono que se debe emplear (i)

De Ingtalerra. ( N , del T .)

cuando se trata con la heregía* haciendo intitular edicto-dé gracia (y no de pacificación,: como otras veces) ,■ la orden por la cual se anunciaba á los Piocheleses la clemencia del monarca , contentándose con arrasar sus fortificaciones. Aquel gran ministro había socavado y destruido los funda­ mentos del coloso amenazador; pero estaba reservado á Luis XIV el derribarlo, “ lil edicto de JNanies (dice un autor cefie br e), era un efecto de la necesidad y precisión en que se »vió En r iq u e IV para afianzarse, y un resto de inclinación »á sus antiguos aliados, de cuyos servicios se habia valido «por largo tiempo, y cuyos errores habia profesado antes de «llegar á ser su rey. Era una: consecuencia del influjo que «ejercían, tanto en los consejos como en el ejército, los a m ­ achos protestantes, que él creyó injusto y peligroso arrojar »de sus empleos (1). Pe ro al mismo tiempo era una dctermi»nación monstruosa que. envilecía la corona y comprometía el «reino; era una reunión de combustibles siempre p r o n to s á «inflamarse; un manantial de sediciones, desconfianzas y es­ c á n d a l o s ; una república conservada en el c e n tr o m i s m o de «una monarquía; y.por lo que toca á Jos calvinislas, era r e »conocerlos por unos súbditos independientes y espuestos de «continuo á la tentación de tomarse la justicia por su mano, » siempre; que se creyesen agraviados.” Bien se deja conocer por lo dicho que la sana política y la recta razón aconsejaban al monarca que tratase de revo­ car cnanto antes un edicto d e tal naturaleza, ¿Qué' idea, pues, debió f or m ar entonces de su situación un rey que, por el esplendor de sus victorias y el vigor de su gobierno, habia escitado el asombro y la admiración de la Europa entera? ¿Un rey que justificaba completamente la predicción de un g r an ministro, hábil conocedor del corazon- h u m a n o , que solia decir que m aquel príncipe, habia materia pa ra cuatro reyes (2)? Solamente se necesitaba un hombre que supiese (1) Varillas dice qwe fue D aniel Chamicr, el m in is tro mas bá.bil de los prote sta nte s, el que a r r a l ó edicto de Nnrites, El presidente Santiago Augusto de T h o u , cuyo afecto secreto p o r el calvinismo era Lien conoci­ d o , fue el que redactó las memorias sobre las cuales se formó el edicto. (2 ) Este dicho es de M a ¿arini, p o r otro nom bre el Tnariscul de G ra monty alusivo á Luis XIV cuando aú n era joven.

razonar y go b e rn a r , para que conociese !a necesidad de la abolicion del edicto de Nantes; y este fue Luis XIV. Al pronunciar yo este no m br e respetable quizá oiréis, Señor, resonar también en vuestros oidos las palabras des­ p o tism o , fa n a tis m o y superstición. Tales son los gritos de la filosofía moderna, que habie'ndose propuesto ob rar un trastorno general en tas ideas, altera y aniquila los anales de la historia, derrama toda la hiel de su maledicencia so­ bre la reputación de los héroes religiosos, y condena al ana­ tema la memoria de Luis XLV, solamente porque tenia por base el amor y respelo á la Religión. Voy, pues, á presen­ tar un defensor de la memoria de este monarca ultrajado Con tan infundados clamores y tan ciego f u ro r , que llevan consigo mismos el sello de la injusticia; y este defensor, bien digno de figurar en presencia de V. M . , tanto por su ilus­ tre cuna como por sus talentos y virtudes, y otros mil títu­ los ilustres y gloriosos, es nada menos que el Duque de B o r g o ñ a , nielo de Luis XIV, padre de Luis X V , vuestro augusto abuelo; finalmente, el discípulo de Fenelon. P o r ahora no seré yo, Señor, quien tendrá el honor de dirigiros la palabra; el mismo Duque de Borgoña es el que os hablará (1). Bien se deja conocer que el discípulo no haría sino espresar los conocimientos y las razones de su inmortal maestro. Pero, Señor, ¿qué autoridad puede darse mas concluyente contra el edicto de Nantes, que la apolo­ gía de su abrogación hecha por el mismo Fenelon, el vir­ tuoso, el amable, el piadoso defensor de la humanidad y de la verdadera tolerancia, y pronunciada ante el consejo de Luis XIV por conducto del Duque de Borgoña? Oigamos pues al augusto intérprete de los sentimientos de Fenelon, razonar como juicioso político sobre el calvinis­ mo considerado relativamente á la Francia. “ JNo recordaré minuciosamente (dice) esa larga cadena «de desórdenes consignados en tantos monumentos auténti»cos; esas juntas secretas, juramentos de asociación, confe»deraciones con los estrangeros, negativas para el pago de ( i ) S. M, conserva en su pod er es le interesante docum ento auténtico, eu rontrado entre ios papeles de Mgr, el Delfín, su difunto padre.

»las contribuciones, robos de caudales públicos, anaenazas »sediciosas, conjuraciones á cara descubierta, guerras en­ carni zad as , saqueos de ciudades, incendios y asesínalos pre» meditados, atentados contra los reyes, y finalmente, ese cú«mulo de sacrilegios inauditos. Baste decir que desde Fran»cisco I hasta nuestros dias, es decir, po r espacio de siete «reinados consecutivos, todos estos males y oíros muchos »mas han desolado á la Francia con mas ó menos furor. »Ved aqui el hecho histórico que podrá adornarse con «algunos otros incidentes, pero que seguramente no se po»drá negar ni dudarse. Este es el punto capital que se debe «tener á la vista en el examen político de esle negocio. Es »cierto que los hugonotes han causado menos desórdenes » ruidosos durante el reinado actual que en los anteriores, »pero es preciso convencerse que eslo provenia mas bien de »que no tenian medios para revolver, que no porque les «faltase voluntad para hacerlo. Con todo aún han cometido «algunas violencias, y conlravenido repetidas veces á las ór»denes vigentes, cuyos delitos, ó bien se les han disimulado, » ó cuando mas se han castigado suprimiéndoles algunos pri­ vilegios. A pesar de aquellas magníficas promesas de fide­ l i d a d y de su aparente sumisión á las autoridades, subsis» (.ia aquel espíritu sedicioso é inquieto, que algunas veces se «descubría por mas que tratasen de ocultarlo. Al mismo «tiempo que su partido ofrecía al rey sus servicios y a un »Ios realizaba, se sabia por conducios fidedignos que trataba »de revolucionar en las provincias lejanas, y andaba en pis­ ones con los euemigos esteriores. Aqui tenemos á mano las » actas auténticas de sus sínodos clandestinos, en que deter» minaban ponerse bajo la protección de C rom w ell, cuando »á la sazón ni aun se pensaba en inquietarlos: también sub»sisten las pruebas de sus criminales alianzas con el prínci» pe de Orange. Po r olra parte, la desavenencia entre católi»cos y hugonotes era siempre la misma. »Los reglamentos mas sabios no lograban apaciguar ni » reconciliar dos partidos, de los cuales el uno tenia sobra»dos motivos para sospechar de las mañas c intenciones del »otro. No se oia en el Consejo hablar de otra cosa que de re* »yertas parciales, porque ni los católicos querian admitir á 6

m «los hugonotes en sus juntas parroquiales, ni estos querían »pagar los repartos que les correspondían para las obras » públicas y del cbtnun; y se disputaban á cada paso los ce» mentónos y las fundaciones pías, dando margen á contí»nuos desabrimientos e insultos. Los hugonotes campesinos, »en donde no tenían templos, ya que no podian trabajar los »dias festivos,1 Se entretenían en turbar el oficio Divino, for» mando corríllós al rededor de las iglesias v entonando canatares profanos.2Indignados los católicos saltan algunas ve­ nces dtjl lugar santo para castigar á los perturbadores, y a cuando los hugonotes estaban en sus pláticas solían usar »de las mismas represalias..... wAunq ue el rey sabia mui bien que los dichos hugon o­ t e s no tenían por títulos primordiales de sus privilegios ¿sino la injusricia y la violencia, y á pesar d e q u e las recien»tes contravenciones de las ordenanzas le suministraban un «motivo muy plausible para privarles de la existencia legal, 31 que habían invadido con las armas en la mano, con todo st'S. M. quiso consultar aún el asunto antes de tomar una resoíjlucion definitiva. Con este objelo luvo varias conferencias so­ mbre este negocio con las personas mas instruidas y piadosas »del reino ; ademas formó un consejo particular para tratar »cste punto de conciencia, admitiendo en el dos teólogos y «dos jurisconsultos. Decidiéronse allí dos cosas: primera, que >vel rey tenía mucha razón para revocar el edicto de E n r i ­ s q u e I V , con el cual se cubrían los hugonotes como si fue» r á úri broquel sagrado ; s e gun da, que S. M. no solo podía, »sino que debia hacerlo en obsequio de la Religión y de los «pueblos, A pesar de que el rey quedó enteramente conven»cido con tal respuesta, dejó no obstante sazonar este pro>»yectó por espacio de un a ñ o , empleando todo este liempo »en preparar su ejecución por los medios mas benignos. « Luego qne S, M. propuso en el consejo qué se tomase una «resolución definitiva sobre este asunto, M onseñor ( i ) , «después de haber leído una memoria anónima que le ha»bian dirigido el dia anterior, hizo presente que segun las » apariencias los hugonotes estaban ya alerta sobre lo que se ( i ) " El Delfín m a y a r , pád re Sel duque de Borgoua.

v>trataba de hacer con ellofe, y por tanto era de temer que «lomasen las armas contando con la protección de los prín­ c i p e s de su secta; y finalmente, aun cuando no se atre­ v i e s e n á cometer tal arrojo, que un gran n ú m e r o de ellos «emigraría del reino perjudicando al comercio y la agri­ c u l t u r a , lo cual debilitaría el estado. » E 1 rey contestó que todo eso lo tenia previsto hacia «t iem po , y que habia tomado algunas medidas para reme» diario; que le sería muy sensible verse precisado á derra»niar una sola gota de sangre de sus vasallos; pero que en »caso de necesidad echaría mano de su ejército, pues conla»ba con sus tropas y con buenos generales, de modo que »los rebeldes no harían otra cosa que buscar su r u i n a : que «respecto al interés, lo juzgaba poco digno de consideración «comparándolo con una operacíon que devolvería á la Heli>)gion su esplendor, al estado su tranquilidad, y á la autori»dad todos sus derechos. Al fm se decretó por unanimidad » la supresión del edicto de ]Nantes.w Efectivamente, despues de u n siglo de empresas por parte de los sectarios, de sufrimiento por parle del monar­ ca , y de esperiencia por parte de su consejo, se habia apren­ dido á conocer bien y apreciar en su justo valor el genio del calvinismo, la escelencia de los consejos del Canciller de Chivervy , los sabios designios del Cardenal de Richelieu , y Jos prudentes manejos de M azcirini: entonces se vió con cuánta razón se alarmaban los buenos ciudadanos , y se en­ tendieron los verdaderos intereses de la monarquía. Descu­ brióse con toda claridad lo que una falsa prevención habia oscurecido, y la necesidad aconsejó que se destruyese Jo que ella misma habia obligado á establecer en otra época ( 1 ). Cansado Luis XIV de la penosa atención de contener ó castigar continuamente á sus vasallos, se resolvió por fm á espulsar de su reino una secta siempre pronta á escederse dé lo s límites que se le habian trazado. Pe ro este príncipe empleó veinte años en preparar su pr oy ect o, y antes de eje-

( i ) Contando desde i 5y 8 , en que ae dio año de 1635, en que se revucó.

el

cdicto de Naute¿¡, hasta el

u cufarlo fue dando muchos decretos y declaraciones ( 1 ) que arrancaban á los calvinistas sus privilegios de un o en uno. La prudencia misma exigía esta marcha gradual para quitarles sus prerogativas, no fuese que la hidra adormecida des­ pertase si de repente se hacia mucho ruido. Dignaos, Señ or , observar que la mayor parte de los golpes dados al calvinismo, no fueron dirigidos por mano de ningún eclesiástico, sino por la de Colberí; de ese mismo Colbert á quien reconocemos por creador de nuestras ma­ nufacturas y comercio (2). A vista de un proyecto medita­ do tan detenidamente, ejecutado con tañía lentitud y apo­ yado con el voto de todo un Colbert, que secundaba en esto los planes de su re y , ¿habrá todavía quien se atreva á soste­ n e r que Luís XIV se arrojó á estos procedimientos por u n celo indiscreto y una devocion cruel y supersticiosa, porque á ello It instigaban los curas? (3). Sin duda alguna Ja R e ­ ligión fue siempre la base de su gobierno ; pero también es

( i ) Diéronse con este objeto un e dicto, veinte y dos declaraciones y veinte y ocho decretos del Consejo , lodos sucesivamente para ir m in a n ­ do poco á poco el calvinismo. Duró esto desde i 665 hasta a 5 de julio de i 6 85. ( a ) Véase en tre otros varios el reglam ento de arriendos de 11 de junio de 16S0 , que escluia á los protestantes de los empleos de arrendador, sub ­ a rrend ad or y encargado de rentas. Este reglamento es obra d a Colbert, co­ m o también el decreto del Consejo de i 7 de agosto de 1 680, que prohibía á los religionarios !a recaudación de las contribuciones. Dudo que los filósofos de esta época puedan reclam ar á Colbert como suyo, porque está visto que n o era tolerante. El m ejor m in istro de Hacienda que ha tenido la Francia, era al mismo tiempo el hombre mas devoto y religioso. Parece increíble que en medio del i n maní o cúmulo de ocupaciones que le acarreaba el vaslo r a ­ m o de su m in is te rio , tuviese tiempo para leer todos los dias algunos capí­ tulos de la Santa E scritura , y rezar en su breviario* Con este objeto hizo im ­ p r i m i r uno para su uso y el de su familia {en París, ano 1679, edición en 8.“) lib ro que al presen le es ya muy raro. Parece que la familia de Colbert estaba anim ada de los mismos sentim ientos que él acerca de la necesidad de p ro s­ crib ir el calvinismo eu Francia. El A bate C olbert, hijo de este gran m inis­ t r o y coadjutor de li u a n , pronunció un discurso en presencia de Luís XIV y á la cabera del C le ro , felicitando al monarca por haber aniquilado la he­ r e j ía en su reino. Créese que este discurso fue coro puesto p o r H acine, pues se halla inserto en las memorias de sa vida a la pag. 82. ( 3) A pesar de que L»is X IV se hallaba en una edad en qne el a m or á laj gloria' y los placeros le ocupaban m i s que los ejercicios de devocion, esta­ lla resuelto á com batir el caiviuismo , como se echa de ver en todas las leyes

cierto que en la revocación del edicto de Nantes influyó una política sabia y pr ofunda, á la par que el celo por ía Religión. El Consejo de Luis XIV, compuesto de ministros que se hallaban interesados, tanto por la gloria de su Sobe­ rano coido por la prosperidad de su pais, no podía dejarse dominar por las miras mezquinas de una devocion mal en­ tendida : sus ideas eran precisamente tan grandes y mngestuosas como el mismo Luis XIV ; su genio previ so r , que abrazaba todos ios recuerdos y toda la extensión de los obje­ tos que comprende el arte de g o b e r n a r , había penetrado, que si aquellas dos religiones irreconciliables continuaban dividiendo la F r a n c i a , su pe'rdida era irremediable; p o r ­ que el germ en oculto de aquella exasperación religiosa, que fermentaba en el fondo de los corazones, se desarrollaría tarde ó temprano, y produciría los mas funestos resultados. La agitación que se nota en los ánimos ( 1 ) al concluir el si­ glo actual, prueba muy bien que Luis XIV y su Consejo leían el porvenir. P o r tanto se deja conocer que los medios que impulsaron á este gran Monarca á decretar la abroga­ ción del edicto de Nantes , fueron la estabilidad del trono, la paz de su reino y la verdadera felicidad de sus vasallos. Despues de haber minado y socavado los cimientos del cal­ vinismo, unas veces á ía sordina y otras á cara descubierta, dió por fin el mismo Luis XIV el golpe decisivo luego que llegó el tiempo determinado en sus profundos cálculos; y aquel coloso formidable se deshizo por todas partes y vino á dar en tierra. El edicto de ISantes fue revocado solemne­ mente por olro no menos memorable publicado en 1685. ^Cualquiera creeria (dice el duque de Borgoíía), al leer »las furibundas declamaciones de algunos ministros h u go -

dadas contra esta secta desde el año i 665 hasta el de 1680. E n el p re á m b u ­ lo del edicto de Nantes anuncia ba que desde su advenim iento al tr o n o habia concebido este pioycclo. ( i ) Recuérdese el acaloramiento de las disputas religiosas que tu r b a ­ r o n el reinado de Luis X V, y obsérvese también la continua alarma en que .actualmente nos tiene el filosofismo, p o r donde se vendrá en conocimiento de la sagacidad que presidió en aquellas determinaciones de Luis XIV, ¿ Q u é ' hubiera ‘sido de )a Francia si la hubieran destrozado á u n tiempo el calvinismo , e! jansenism o y el filosofism o combinados ?

» n o t e s , q u e e l rey había armado Ja mitad d e s ú s vasallos pá»ra degollar la otra mitad; pero lo cierto es que todo ello se «hizo con mucho gusto de S. M., sin efusión de sangre y sin «desórdenes.... Asombróse la E ur op a eniera al ver la pron­ t i t u d y facilidad con que el rey habia aniquilado con u n »solo edicto aquella misma heregía que habia provocado »las armas de seis reyes sus predecesores, obligándoles a tran­ s i g i r con ella .'7 V. M . , S e ñ o r , igualmente que el Consejo, no pueden menos de creer al duq ue de Borgoña sobre los motivos de alta política que reclamaban la abrogación- del edicto de Nantes. Esle príncipe era á la sazón heredero presuntivo de la corona, y se le debe considerar bien imbuido en eslos asuntos, porque ademas de su talento tenia Ja ventaja de haber intervenido mucho en ellos; de modo que no era fá­ cil se le ocultase la verdad , ni mucho menos que se ilusio­ nase á sí misino en materia tan importante. Yo no puedo, Señor, figurarme que prefiráis las declamaciones insensatas inspiradas por el aturdimiento de una fdosofía que liliga por su misma causa, cuando aboga por una secta enemiga délos reyes y del sacerdocio , al dictamen de un personage tan a u ­ gusto, inspirado por Fenelon , y que pensaba lo mismo que Colbert. Figuraos, Señor, que en este momento llegasen á V. M, avisos de todos los puntos de este vasto imperio, en que los encargados del gobierno asegurasen positivamente, que en el seno mismo de vuestro reino habia una secta rebelde y for­ midable, que iba al instante á sumergir el Estado en una cri­ sis tal, que no quedaba ya mas recurso sino aniquilar sobre la marcha aquella facción, ó consentir en Ja ruina de la Re­ ligión dominante, ¿Qué determinaría vuestro Consejo si se viese en la precisión de optar entre tan horribles estremos? ¿ Gastaria ni un solo minuto en deliberar si convendría ó no destruir la religión Católica, la primera ley fundamental de esta monarquía? No, Señor, no: la alternativa del sacrificio lió sería un problema, y Y. M . , para no verse sepultado en las ruinas de su"trono, se armaría de todo su valor y destrui­ ría con mano fuerte esa secta enemiga de su corona y dé su Religión.

Pues b i e n , Señor: tal fue precisamente la situación en que se halló Luis XIV. Ya habéis oido que, á pesar del edic­ to de Nantes, era físicamente imposible que las dos religio­ nes pudiesen avenirse estando juntas, siendo preciso que una ú otra quedase eslerminada. Por otra parte, los secta­ rios no cesaban de contravenir al edicto que les habia con ­ cedido la mas amplia libertad para todo, escoplo para in­ sultar al monarca y asesinar á sus vasallos. En vano se ha­ bian dado tres declaraciones reales, ciento sesenta y seis decretos del Consejo y de los Parlamentos, cuatro ordenau2 as y diez sentencias para reprimir estas infracciones, porque á pesar de todo los calvinistas eran siempre los mismos, es decir, continuaban siendo inquietos y sediciosos, trabajaban oculiamenle para revolver, manLenian inteligencias serretas, y formaban alianzas criminales con las potencias estrangexas enemigas de la Francia. La sana razón, la política y el ínteres del Estado y de la Religión clamaban á la vez con­ tra la existencia de una secta que desobedecía jurando su­ misión , y que hacia traición á sus reyes invocando fidelidad. Así, pues, se aniquiló por fin durante este reinado el enemigo mas furioso y terrible que jamás luvo la Francia; que la desoló á sangre y fuego, que Ja vendió á la codicia y rapacidad de los estrangeros , que la redujo al último es­ tremo por el furor de las guerras civiles , por sus reitera­ das sediciones, y finalmente, por los mas horribles escesos de la rabia y de la impiedad ; una secta que ha hecho la gue r­ ra á seis reyes de Francia ( 1 ) , y se ha batido'-con ellos en cuatro batallas campales; una secta osada en sus principios, sediciosa durante su desarrollo, republicana en su prospe­ rida d, y amenazadora hasta en sus últimos mome mos ; fi­ nalmente, el calvinismo, que á no ser por Luis XIV hubie­ ra llegado á practicar con las sagradas personas de nues­ tros reyes el alentado nacional que ha infamado para siem­ pre á la Inglaterra (2).

( i ) Estos reyes fueron : Francisco I I , Carlos I X , E n riq u e I I I , E n r i ­ que IV, Luis X III y Luis XIV. ■ (a) Ya linda tienen los franceses que echar en cara á la Inglaterra en cnanto á regicidios. Si la revoluciou de esla tuvo un Carlos I I , la francesa,

Con el golpe enérgico que destruyó aquella monstruosa heregía , dejó este monarca vengada, no solo la magestad real, sino también la religión Católica que salvó. P o r esta razón aquel siglo, que verdaderamente es el mas glorio­ so de la monarquía francesa, condecorado con el título de siglo de L u is declaró á este soberano ¿res veces grande ( 1 ). ¿ P o r q u é , p u es , nuestro siglo delirante vomita i mp re ­ caciones contra la buena memoria de este monarca ? ( 2 ) Acabo, Señor, de manifestar lo que han hecho los cal­ vinistas antes de la revocación del edicto de N antes. Pasemos ahora á examinar lo que están haciendo desde aquella época.,

§■ II*

¿Que hacen los calvinistas desde la revocación del edicto de Nantes ? E s t e edicto, que echó por tierra los templos erigidos por el calvinismo, no causó ningu no de aquellos movimientos estraordinarios que hubiera temido la política recelosa de cualquier otro monarca. Bien fuese que el poder de Luis XIV] impusiera á los refo rm a d o s, ó sea, como dice un escritor m o d e r n o , que estuviesen ya fastidiados de cenas,, prédicas y salm os g a licanos, lo cierto es que apenas hubo algunas ligeras fermentaciones, suspiros comprimidos, y murmullos de poca entidad. Asi transcurrieron algunos anos, sin que su partido se comprometiese en rebelión alguna, porque sus miras eran esperar la primera ocasion favorable en que

tuvo un Luis XVI. La heregía y la impiedad producen en to dai parles los mismos frutos, ¿Será la España escepcion de regla? ( N . del T*) ( i ) Uno de nuestros mas célebres oradores dividió su panegírico fú­ neb re en estas Ires p arles: Jieilo tm tg n u s, poce m a y o r, rcltgioiic m axi~ m us, G ran de en la g u e rr a , m ayor en la paz , máximo en la Religión (a) El original francés hace al fin de este párrafo u n a descripción minuciosa de la estálua pedestre que se erigió el añ o 1689 á Luis XlV, en el palio de las casas consistoriales de París, en memoria de dicha revoca­ ción, Omitim os esta prolija «ota, por ser poco interesante á los españoles* La tal estálua fue destruida du ra n te la revolución francesa. ( N . del T .J

el gobierno , ocupado con otras atenciones guerreras , no pudiese observar de cerca sus manejos secretos. La Jiga de Aus bur go , que obligó á Luis XIV á llevar sus tropas mas allá de las fronteras, proporcionó á los reformados una bue­ na ocasíon para insurreccionarse, porque la impotencia apa­ rente del gobierno les halagaba con la esperanza de la im­ punidad. Entonces aparecieron en el Delfjnado, el Vivaré y las Cevcnas aquellos profetas y profetisas abortados por ei protestanlismo, que probaban su omion con salios peli­ grosos, convulsiones y levantamientos de pecho, y que no eran sino farsas de energúmenos dignos de lástima ó des­ precio. Este fanatismo, que se debe mirar mas bien como parto de unas cabezas enfermas que no de las dañadas in­ tenciones de unos súbditos revoltosos, venia á ser como pre­ ludio de aquel otro que debia desplegarse durante el reina­ do del sucesor de Luis XIV, Pero siendo preciso que las sectas tarde ó temprano vuelvan á recobrar su caracier mo­ ral (lo mismo que s u c ed e á c ad a individuo), de ahí provino que al entusiasmo religioso de los calvinistas en el Delfinado y el Vivaré , se siguió prontamente una rebelión declarada. Manifestóse primeramente en las Cevcnas. Una caria (1) interceptada descubrió toda la trama que se habia urdido para que entrasen las tropas del duque de Sa oya en el reino. Este suceso, Señor, nos trae á la memoria !a gue rra de los cam isardos: yo me guardare muy bien de aterrar la imaginación de V, M, con la descripción de las crueldades inauditas, y de los abominables horrores con que se conlaminaron aquellos frenéticos. Jamás olvidará Ja F r a n ­ cia esta gu err a monstruosa , en que la naturaleza y la h u ­ manidad misma fueron ultrajadas con el horrendo espec-r táculo de las mugeres embarazadas á quienes abrían el vientre, y de aquel niño á quien empalaron vivo, y que la rabia infernal del fanatismo les sugirió llevarlo en la punta de una lanza á modo de bandera. E n vano el entusiasmo frenético de los sectarios de las Cevenas trató de encubrir sus pérfidos proyectos, pues t>e (0 C arla escrita p o r el m i n is tro B ro n sso n con leclia de 8 de m arzo de 1691.

descubrieron nuevamente las inteligencias secretas que te­ nían con los enemigos del Estado. Cogiéronseles en las cos­ tas de Genova las armas y dinero que les enviaban la In ­ glaterra y la Holanda (1). Este hecbo está bien probado en los archivos de los tribunales de Languedoc, y cuando no, bastaba el testimonio del Duque de. Zlorgoña para cerciorar­ nos de e'l. u Lo que acaba de pasar en las Cevenas (dice esj >>te príncipe en la memoria arriba citarla), ¿ no es ritas que «suficiente para hacernos palpar la sabiduría del rey en esta «operacion, y la necesidad de sostenerla? P o r los escesos »inaudilos y las horribles vejaciones que los hugonotes aca»ban de ejecutar en el Languedoc, se podrá venir en cono» cimiento de los males que pudieran habernos acarreado «du ran te la guerra actua l, si hubiesen contado con las fuer»zas que tenian hace veinte y cinco años. En este monnen»to mismo en que estoi escribiendo, cuando su partido apa­ r e n t a desaprobar con una moderación hipócrita Jas violen»cias que han cometido los ca m isa rd o s, se acaba de averi» g u a r por los papeles que se les han interceptado , que aún s>couservan sus inteligencias secretas con los ingleses.” ( 2 ) Si el mismo partido calvinista no ha podido menos de r ep r o b a r los horrores y el vandalismo de los camisardos^ ¿no es una cosa bien chocante y singular que la filosofía mo­ derna procure ahora atenuar aquellas maldades, echando en cara á Luis XIV y su Consejo el que enviasen los d ra ­ gonas contra los rebeldes de las Cevenas? Pues q u é , ¿había de consentir un rey, protector nato de sus vasallos, que fue­ sen estos degollados y desbarrigados impune mente? ¿Ha­ bian de que da r sin castigo los ultragcs hechos á la naturaleza y á la humanidad ? Los cam isardos no eran solamente unos

( i ) Ademas de tai dos ta r ta n a s <jue se les cogieron (en tas cuales ne­ n ian embarcados doce oficiales y trescientos soldados), lioy que co n tar c u a­ tr o Traíalas y dos bastim entos pequeños de ■trasporte, tripulados con cuarenta oficiales f cuatrocientos cincuenta soldados, enviados por Inglater­ r a y Holanda , tó n muchas municiones, vestuarios y una caja de gucrra> Los oficiales y soldados eran casi todos franceses, y el que hacia de gene­ r a l traia de In glaterra doscientas comisiones para distribuir, (a ) Véase la Memoria sobre los pro testantes en la vida del Duque de JJorgoña t escrita por el Abate P ro v a rd , tom. a, pag. 98.

fanáticos, sino también unos sediciosos, que andaban en alian­ zas secretas con los enemigos del Estado. ¿ P o r q u é , pues, no habia de poder Luis XIV, como cualquier otro soberano, enviar sus tropas contra unos súbditos que infringían los juramentos que habian hecho á la patria, sin incur rir él por eso en la nota de tirano ? Jamás los dragones enviados-contra los furiosos de las Cevenas se contaminaron ( 1 ) con las horribles crueldades que cometieron estos. Léanse las cartas del limo, Flechiert obispo de Nimes, sobre las atrocidades de los ca m isa rd o s, y entonces se verá si era justo dejarlos saquear el Languedoc, y bloquear al mismo Flechier en su palacio episcopal, por no gravar sus conciencias. ¿Se atreverá alguno á culpar de fanatismo y superstición á este prelado, tan respetable por sus talentos y virtudes como por su elocuencia í Con todo, él mismo confiesa la indignación que le causaban los escesos que á su presencia cometían aquellos fanáticos (2). Mientras que B trw ic k y L aw oignon (3) reprímian á los camisardos con los dra g o n es, y los remitían á los tribunales para que los castigasen, Flechier por el contrario se valía de los mi­ sioneros para convertirlos. ¿P ero se hubiera tenido en el dia y en iguales circunstancias el pensamiento de escitar u n celo como el de Flechier, que secundaba á Luis XÍY balan­ ceando el rigor de su justicia con la dulce influencia de la Religión? ¡Bien que nuestro siglo ilustrado no dejará de acu­ sar este celo convertidor como una tiranía contra la libertad de pensar! En vano se tratará de imputar todos estos males á la re­ vocación del edicto de INantes, pues el Duque de B orgoña asegura que se ejecutó sin desorden ni efusión de sangre.

( i ) . Hablando un historiador de* los escesos que cometieron nstos solda­ dos , que no conocían ni respetaban mas derechos que los de la g uerra, co­ m o sucede con todas las tropas, confiesa que 110 cometieron ni niatanzas ni violaciones. (L am urlifíiere , Historia de Luis XIV, libro /¡'i, pag. 3 a ; , edi­ ción de la Haya año i 7 4 2 (a) Véanse los cartas de Flechier .sobre las. crueldades de dichos faná­ tic o s, sacadas del tomo 16 de sus obras. liste estraclo se im prim ió t u uncuacleniilo aparte; ( 3) Mr. de L a m o íg n o n de B u s il le , intendente de Languedoc.

o

La revocación del edicto de INantes data desde eí ano 1685, y las turbaciones de las Cevenas no ocurrieron basta quince años despues; de modo que solamente una ciega preocupa­ ción, y la ignorancia total de los sucesos y épocas de núes-; tra historia, pudieran intentar semejante acusación. Luis XIV murió, y con el parece que se enterraron sus grandes proyectos y sus principios de gobierno. La regencia que le sucedió puso todo su conato en embriagar á la F r a n ­ cia con placeres, y ocuparla con agiolages de bolsa, obran­ do una revolución completa, no solo en las costumbres si­ no basta en las ideas. El Gobierno descuidó enteramente los objetos religiosos, en vez de atenderlos con el esmero que lo había hecho Luis XÍV. Al celo del reinado anterior suce­ dió una fria indiferencia, que con el tiempo debía tomar el nombre de tolerancia; de este modo la Regencia venia á ser corno una aurora de Xa filo so fía m oderna. De aqui resultó que el calvinismo, que estaba en acecho para aprovecharse de las mas pequeñas distracciones y de la menor indulgencia del Gobierno, supo sacar partido de la tregua que le dió aquella larga minoría de Luis XV, D u ­ rante este largo intervalo tuvieron los calvinistas de conti­ nu o correspondencias crimínales con las potencias estrariger a s , asambleas ilegales, y predicantes que escitaban á los pueblos á revolver. En una palabra, la conducta de los cal­ vinistas, durante el desahogo que les proporcionó la menor edad de Luis X V , fue una continua infracción de las dispo­ siciones del edicto de 1 6 8 5 , y de las declaraciones subsi­ guientes de 1686 y de 1698. Pero asi que pasó la menor edad y tomó Luis XV las riendas del gobierno, se mostró digno heredero de los sen­ timientos y del trono de Luis XIV,. y regeneró las máxi­ mas de su reinado contra una secta de la cual era preciso tener mucho cuidado en lo sucesivo. La declaración d é 'i 4. de mayo de 1724 ( 1 ) repitió contra los calvinistas la cjecu-

( i ) Aunque du ran te esta época de 172^ eslata ausente el celebre Can­ ciller d,'jig u essca u , desterrado segunda v e z por el Regenie, c o n t o d o , se le atribuye esta declaración, lie a<jui lo fjue se lia conservado acerca de esle particular p o r personas bien in form adas (jue lo h a n tr asm itido p o r u n a

cion exacla y rigorosa de las disposiciones del edicto de 1685. Creo, Señor, oportuno recordar á V, M, esta declararion, ó por mejor decir, este trozo de legislación, que según las mi­ ras personales de vuestro abuelo debía ser la regla i n m u ­ table del gobierno durante el curso de su reinado. Después del pr eámbulo alababa el rey á Luis XIV por su deseo de estínguir enteramente la heregía en todo el rei­ no. E n seguida anunciaba que entre todos los proyectos de aquel gran monarca, "este era el que mas deseaba seguir y «ejecutar; y que él por su parle que na sostener aquella em» presa tan digna del celo y de la piedad de su predecesor, » renovando sus disposiciones y encargando á lodos los ofr­ ecíales y empleados que la hiciesen cumplir con la mayor «puntualidad.1* Ved pues á Luis X V y á su Consejo admitiendo la re­ vocación del edicto de Cantes en loda su esteusion, y m an ­ dando llevarla á cabo con rigor; de modo tjue entonces el gobierno miraba el edicto de 1685 como un monumento de la sabia política de Luis XIV. También se miraba aún á los reformados como súbditos desobedientes, inquietos, sediciosos y rebeldes. El mismo Luis XV los denuncia romo tales en su declaración de 1724. wSe nos ha informado, dice, que se »lia procurado entorpecer la ejecución de las leyes dadas «por Luis XIV á consecuencia de las falsas y peligrosas su» gestiones que algunos (por supuesto de los ijue se titulan » reform adas) han querido insinuar secretamenle d u r an l e » nuestra menor e d a d , por instigación de los es Ira ligeros/* especie de tradición. Cuando se tr a ló en el Consejo de d ar la declaración de i a ¿{, se opusieron muchos embarazos; consultóse á un fp'an mi mero de personas, y nn se batió quien llenase? cortipleíamenlo este objeto. E n ­ tonces se recurrió á un amigo de Mr. d'¿tqueaseau, el cual nía relió con esta idea á F rcsncs, en donde estalla desterrado el Canciller, y le propuso el asunto. M r. d "1slguesseau, magistrado respetable y virtuo'so lio menos (jue am ante du su patria , la redactó por si mismo. Kn seguida su amigo se la enlrr^ó al Guardu-seilos, ijuc ere entonces Mr. d'ArmenotiviHe. Eli la asamblea del Clero de Francia de i ^ 3 no se encuentra cosa p a r ­ ticular que pud iese m otivar la declaración de 1714- Tampoco se encuentra esta declaración entre los documentos justificativos unidos á los procesos verbales de las asambleas del año i j a S y siguientes. De donde se infiere que esta ley nu fue solicitada, ui p o r las asambleas ilel Clero, ni po r sus agentes generales.

7

u “ E n seguida los acusa el mismo príncipe de tener asamb) eas ilícitas. wJNos consta., añade, que se han introducido y «mantenido, y que se mantiene diariamente en el reino, u na «m ultitud de predicantes, que no se emplean mas que en »eseitar los pueblos á revolver y tu rb a r los ejercicios de la » Religión católica.” ( Ávt, § de la declar.J Tam bién son muy notables las disposiciones de esta ley* “ Manda el rey que solamente se ejercite en el reino la Reli»gion católica, apostólica romana. Prohíbe á todos los súb» ditos, de cualquiera estado, calidad ó condicion que sean, «ejercer ninguna otra religión que no sea la Católica, y «juntarse con esle objeto en ningún lugar, ni bajo protesto «alguno, cualquiera que sea; debiéndose castigar á ios hom»bres con galeras perpetuas, y condenando á las m u g e r e s á «ser rapadas y encerradas: también impone pena de la vida » á los que se juntasen para hacer armas/* ( jért. 1 .) crEl artículo segundo decreta igualmente pena de muer»te contra Lodos los predicantes que convocaren asambleas, »q ue hubiesen echado alguna plática ó ejercido algunas f un­ c i o n e s de su ministerio, sin que dicha pena de m uerte «pued a mirarse en lo sucesivo como meramente conmina» loria. Prohibe á todos los súbditos recibir ó admitir á di­ c h o s ministros ó predicantes, darles habitación, socorro ó asis­ t e n c i a , y tener comunicación con ellos directa ni indirec­ t a m e n t e : impone á todos la obligación de que los d e n u n » cien» siempre que sepan su paradero, y en caso de no ha­ c e r l o señala pena de galeras perpetuas contra los ho m »bres, Po r el artículo tercero wse obliga á todos los sectarios «de la Religión que pretende titularse reform ada , á que ha«ga n bautizar sus hijos en las iglesias de las parroquias en » que residen.” P o r el arlículo doce se dispone wque se ejecuten con to­ nda exactitud las antiguas ordenanzas, y el uso constanle« mente observado en el reino de presentar una certifica­ c i ó n de su adhesión actual á la Religión católica, apostólica » romana, todos los que pretendan ser admitidos en algún «empleo, bien sea en juzgado ó cualquier otro tribunal, «como igualmente en las justicias de los pueblos de señorío.

»y en los cargos de alcaldes, regidores y demas émpTeados »y dependientes de Ayuntamiento; en una palabra, en lo-*«dos los empleos y oficios públicos, bien sean en propie«dad ó en comision, debiéndose observar basta en el palacio »de S. M. y deroas sitios reales.5’ El artículo quince manda "q ue lodos los súbditos del « r ey , tanto los nuevamente convertidos como los demas, «cumplan exactamente-las ordenanzas, edictos y aclaración »nes sobre los contratos 1 matrimoniales, y principalmente el «edicto de 1 6 9 7 , y la aclaración de 15 de junio del mismo «año.” Encargaba también el legislador wque en la celebra­ c i ó n del matrimonio se observasen todas las solemnidades » prescritas, tanto por los sagrados cánones recibidos y usar «dos en el reino, como las que se mandaban en dichas or-r »denanzas, edictos y declaraciones, y bajo las penas que allí »mismo se marc an, y ademas un castigo ejemplar.” Ya veis, Señor, que Luis XIV, y lo mismo Luis XV, vuestro augusto predecesor* habian proscrito rigorosamente el culto, los templos* los ministros y los matrimonios calvi­ nistas. Examinemos pues qué tal han cumplido con dichas leyes esos ¿úbditos fíeles y sum rso’si En vano se atormentará continuamente la política para que reine la tranquilidad en los ánimos de los franceses, mientras no se logre la unidad de sentimientos religiosos. La aclaración de 1724, que comprimió la inquieJud de los sectarios, mantuvo este afortunado reposo, en tanto-que la firmeza del gobierno y la paz general de que gozaba la E u ­ ropa les hicieron conocer la inutilidad de sus planes tu­ multuosos. Pero luego que los ingleses obligaron al difunto rey á tomar las armas, comenzaron á levantar cabeza y causar e m ­ barazos al ministerio, reproduciendo su antigua condiietav^ No ignoraba Luis XV las relaciones secretas que teniáíi con los ingleses, pero los sectarios se hicieron á pesar de eso mas audaces, conociendo también que sé les trataba con mi­ ramiento por efecto de las circunstancias. Ahora pues, Se­ ñor, podréis juzgar acerca de elló's porcia cadena de' escefeos criminales que han cometido desde la- guerra d« 1-742 har­ ta el presente.

El pr im e r atentado que cometieron fue oponerse con las armas en la mano á que tomase posesion un Cura católico del curato de M on/beíiard; y fue preciso enviar un desta­ c a m e n t o de tropa para que un ministro de la Religión ca­ tólica se instalase en su iglesia, por decirlo asi, á bayoneta calada. E n 1 74-3 se introdujeron en el P o ilo u dos predican­ tes { 1 ), y tuvieron sus prédicas, primeramente en parages retirados y desiertos, y en seguida no solamente en público sino en medio de las poblaciones y á la luz del dia. Alli ce­ lebraron, bautismos y matrimonios clandestinos, y para apo­ yar su misión publicaron una impostura, diciendo que el rey los autorizaba y permitía la libertad de cultos. Desde entonces los sectarios de aquellas comarcas que habían es­ tado ocultos en sus profundas madrigueras, salieron ya con Ja cabeza erguida, y se atrevieron á contrareslar las leyes del reino. Ya no emplearon en lo sucesivo mas ministerio que el de sus predicantes, no tan solo para sus malrimonios sino también para el bautismo de sus hijos, y hasta p a r a l a ■sepultura eclesiástica. E n S i, M aixa.nl se atrevieron á edificar un templo en el centro de la ciudad, y ademas hicieron construir otro dentro de la misma provincia; de modo que fue preciso en­ viar dos compañías de caballería para imponer respeto á los calvinistas de aquellos cantones. E n 1744 tomaron las armas en Languedoc, y bub o que enviar á ftloniauban un regimiento de dragones: esta espedicion no se hizo sin efusión de sangre. El comisario que se envió á dicha provincia procedió también contra los calvi-: nistas y los fcondenó á penas corporales. , El ario 1 758 los calvinistas principiaron á edificar tres templos en el Puente de M om ert en Gevaudan. Esta operareión^que realmente era una desobediencia forma! de las dis­ posiciones ejecutivas de la declaración de 1 7 2 4 , obligó al mariscal de T fio m o n d , comandante por S. M. de la provin-ciade Languedoc, á destacar cinco compañías del regimiento de BorgQña.para que se demoliesen aquellos templos. (i)

P ra d o n y líesse.

La Iglesia católica reconocía la validez del bautismo on-c ferido por los hereges, siempre que fuese administrado bajo la forma prescrita por el Divino Maestro que lo instituyó (1). Pues bien, durante el año 1752 acudieron varios Obispos al gobierno reclamando contra la sacrilega audacia de los ministros calvinistas, que administraban el bautismo bajo una forma nula (2). El rey, despues de haber oído el dic­ tamen de los Obispos, mandó que los ninos bautizados con esta forma inválida fuesen llevados á las iglesias, y allí se les rebaulizase. Irritados los ministros de la secta contra aquella orden del gobierno, dictada por la misma prudencia t tuvie­ ron u na junta ( 3 ) , y determinaron asesinar cuarenta curas en venganza de aquel decreto que obligaba á los protestan­ tes á rebautizar sus hijos. Un pobre párroco (4) cuyo nom ­ bre figuraba en aquellas listas de proscripción, fue la pri­ mera víctima de aquellos frenéticos. En el mes de aogslo del mismo aiío otro cura de aquella provincia fue llamado una noche bajo pretesto de asistir á un c n e r f m o , y luego que salió de casa fue acometido y herido mortalmente (5), y murió de las resultas. Alarmados todos os curas del con­ torno con el inminente riesgo que corrían de m or ir á ma­ nos de los calvinistas al ejercer su sagrado ministerio, no se atrevían ni aun á visitar á sus feligreses, al menos sin tomar aquellas precauciones que se adoptan en un pais in­ festado por enemigos. La misma atrocidad se renovó én la diócesis de ¿4gen. Irritados los protestantes de S anta Fe contra u n cura que trataba de obligarlos á que llevasen sus hijos á la parroquia para recibir el bau tis mo, resolvieron asesinarlo con otros (i)

Es decir, en el nombre del P a d re , y del H ijo, y del E sp ír itu Santo. Muchos m inistros calvinistas a d m in is tra b a n el bautism o valién­ dose del nombre colectivo de S a n tísim a T rin id a d , ( 3) El dia 10 de agosto, en la feria de L evignant ( 4) A ntonio R oussel, Cura de N e r s , asesinado el dia ao de agüito de i ; 5 a por u n m inistro protestante llamado Coste. Mr. B o y e r , médico del r e y , atestigua el hecho en un certificado rem itido al despacho del Conde de S. Floi'enlin. Coste l'ue condenado por la Senescalía de Kirties conjo con­ tumaz. á ser descuartizado v iv o, y que despues de quemado su cuerdo se esparciesen sus cenizas al vieuto> (.i) Le pegaron dos balazos.

(3)

dos ó tres compañeros suyos. Con este objeto se reunieron un a tarde en una granja de doscientos á trescientos de aque­ llos malvados, y desde alli enviaron á llamar al pobre pastor, en cuya sangre querian empapar sus manos, bajo el pretes­ to de que viniese á ejercer su ministerio. Afortunadamente el cura vislumbró aquella tropa nocturna que estaba sobre las armas , y apeló a la fuga, á pesar del terror de que se ha­ llaba sobrecogido. Habiendo denunciado este crimen al p ro ­ curador general del parlamento de B o r d m u x , dio un de­ creto condenando á m uer te á tres predicanLes autores de aquel atentado. El año de 1761 acudieron armados los calvinistas de distintas comarcas para librar á un o de sus ministros que habia sido arrestado por vagabundo, en las inmediaciones de M o n la u b a n , por la milicia que cuida de la seguridad de los caminos públicos. Con este motivo se trabó una escara­ muza en la que aun se derramó sangre. Este hecho está probado por un decreto del parlamento de Tolosa, que con­ denó á la horca al ministro sedicioso: igualmente sentenció á pena capital á tres caballereas que habian acudido con gente a r m a d a ; y los demás culpables fueron condenados á otras varias penas. Poco después de esta época (1) ocurrió en la diócesis de A lais otro lance bien á propósito para descubrir el re­ sentimiento secreto que exasperaba aún á los calvinistas con­ tra los católicos. En cierta ocasion vino u n protestante á comunicar á u n cura del dicho obispado u n proyecto que llevaba entre manos para casarse con una viuda católica: despues de largos debates y maduras reflexiones, determi­ nóse por fin á abjurar los errores de Calvino y volver al seno de la Iglesia. Esta conversión, que fue muy aplaudida de los católicos, llenó de indignación á los proteslantes, por­ que el sugeto era el principal apoyo de su secta en toda aquella comarca, donde goxaba de mucha influencia. Era tal su preponderancia, que habia asistido á varios sín o d o s, y desempeñado el cargo de tesorero ó administrador de las li­ mosnas de su partido; y prevalido de su cre'dito era el de­ (i)

Hará cosa de unos ao auos.

tractor mas audaz de la Religión Católica. Temían pues los protestantes que su conversión acarrease otras, y tanto mas porque su caracter fogoso le hacia muy á propósito para adquirirse prosélitos. Para vengarse pues de esta deserción que infamaba, su partido, y quitar á todo protestante las ganas de imitarle, determinaron perseguirle á todo trance. Llegó la cosa á tal punto, que el pobre neófito no podia sa­ lir de casa sin verse acosado por un tropel de muchachos y mugerzuelas que le prodigaban las injurias mas atroces, y le seguían por todas partes dando silvidos y armando una algazara infernal, como si fuera algún famoso malhechor conducido al suplicio. Viéndose insultado y escarnecido tan soezmente por todas partes, tomó la resolución de presen­ tar al tribunal una querella contra varios particulares. De resultas de ella fueron condenados tres ó cuatro calvinistas á pagar las costas del proceso y resarcir algunos perjuicios que el querellante tuvo la bondad de perdonarles. Pero este acto de generosidad, bien lejos de calmar á sus perseguido­ res, los enfureció aún mas: la condenación de unos pocos in­ dividuos se miró como una injuria hecha á toda la secta, y en despique acordaron no dar trabajo en adelante á los a r ­ tesanos católicos. Este acto de rigor que nuestras leyes no tenian derecho á castigar, puso en terrible conflicto á una multitud de católicos, y sopló el fuego de la discordia entre los dos partidos, que se juraron desde entonces un odio en­ carnizado. Los católicos se reunieron también para hacer causa común, y con esto se concluyeron de ro mpe r todos los pactos y relaciones que mediaban entre ellos y los protes­ tantes, los cuales ademas perseguían á los primeros con in­ sultos, canciones provocativas y amenazas. Un eclesiástico entre otros varios encontró por debajo de la puerta de su casa un billete sanguinario, avisándole tfque si 110 hacia calmar al punto aquellas turbaciones se «preparase para un degüello.” Dióse parte á las autoridades de la provincia, avisándoles la fermentación que cundia por la comarca y pidiendo alguna tropa. Esta medida, que 110 te­ nia otro objeto que contener al populacho y prevenirse contra una asonada, fue interpretada por los protestantes como tentativa para alojar á los soldados por sus casas a dis-

crecfon con objeto de fastidiarlos, y en virtud de esto se di­ rigieron á los calvinistas de las inmediaciones, los cuales se ofrecieron á socorrerlos siempre que tuviesen necesidad. H a ­ llábanse las cosas en una situación tan crítica , que bastaba una chispita para levantar u n grande incendio. Eí domingo siguiente al de la bendición nupcial del nuevo católico , dpbia decidirse si aquella conversión era verdadera ó fingida. El neófito asistió efectivamente al oficio D i vi no , y dió pruebas de que su retractación era fruto del convencimiento: entonces los protestantes m u r m u r a r o n mas que nunca contra su constancia, y au n algunos de ellos se empeñaron en impedirle que asistiese por segunda vez á nuestras santas ceremonias. No contentos con esto embistie­ ron su casa, pero los católicos acudieron á defenderla: en seguida aquella turb a fanática fue alborotando detras de él hasta las puertas de la iglesia, y á tal vejación unieron una farsa abominable, en la que parodiaron vilmente los Sacra­ mentos de nuestra santa Iglesia con alusiones impías. La justicia trató de castigar á los autores de aquellos tumultos tan escandalosos, pero la mucha preponderancia que goza­ ban los delincuentes hizo que se sobreseyese en el asunto, y poco despues la prudencia deshizo aquel arrebato de fana­ tismo. Yed aqui, Señor, lo que cuesta aun ahora mismo á vues­ tros súbditos abrazar la Religión Católica, la misma que vos profesáis y protejeis. Per o este caso no es el primero de su especie que tene­ mos que deplorar. Me han asegurado que u n hijo de fami­ lia del obispado de Lodeve ha sido horriblemente mahratado á golpes é injurias, solo por haber tratado de abandonar las banderas del error.. Arrojado de su casa por unos padres insensibles á los gritos de ia naturaleza, quedaba sumergido en una dolorosa indigencia, á no haber sido por el celo y caridad de un prelado ( í ) , verdadero pastor de su pueblo. El mismo ha librado también, con ayuda del gobierno, á otros dos infelices de su diócesis de los indignos iralamiea( i ) El señor obispo de Lodeve ha obtenido p ara este joven una p e n ­ sión sobre los economatos.

tos q u e Ies hacían s u f r i r los p ro testan te s, sin o tro cielito q ue el no c r e e r ya mas eo sus doctrinas. H a b ie n d o a b ju ra d o el calvinismo u n a joven p ro testan te de Mimes ( 1 ) , se re tiró á u n o d e aquellos asilos q u e la pie­ d a d tiene abiertos para las personas de su s e x o ; p e r o com o la infeliz no poseía bienes, tenía q u e m a n te n e rs e con el t r a ­ b ajo de sus m a n o s , y basta de este re c u rs o se vio privada; p o r q u e en fu recidos los sectarios co n su d e s e r c i ó n , llev aro n su b a r b a rie hasta el p u n t o de convenirse en hacerla m o r i r d e h a m b r e y d e miseria. T odavía se a c u e rd a n en N im es del t u m u lto m ovido p o r los p ro te s ta n te s , con m otivo de u n proceso in ten tad o p o r u n a católica c o n tra su m a rid o calvinista (2 ). A p o j a d a ella e n las leyes te rm in a n te s del re in o y en los p rim e ro s p r i n ­ cipios de justicia; y confiando so bre todo en los contratos m a trim o n iales recípro ca y lib re m e n te convenidos, d e m a n d ó á su m a rid o para obligarle á q u e ejecutase la cláusula del c o n tra to , en q u e se estipulaba, q u e el m a trim o n io se ratifi­ caría á la faz de la iglesia Católica. P e r o el m a rid o , anim ad o p o r los p r o t e s t a n t e s , q u e deseaban c o n v e r tir este proceso en u n asunto de p a rtid o , tu v o la d esv erg üenza d e n e g a r s e á ve­ rificarlo y co n testa r á la dem an d a . E l dia q u e se vio la causa en la audiencia tuv iero n los protestantes b u e n cuidado de a c u d ir á cog e r p u e s to , y d u r a n te la vista a n im a b a n al abogado de su p a r le con estrepitosos aplausos, al paso q ue im p e d ía n se oye^e la voz del defen sor d e la calólica á f u e r ­ za de silvidos y m u rm u llo s . E l alegato se re d u jo á u n teji­ do de calum nias g roseras y atroces c o n tra ella, y el te rr o r hizo e n m u d e c e r á los católicos q u e había en la sala. Los m agistrad os m is m o s , al ver los trasp o rte s fanáticos de los p ro te s ta n te s , te m b la ro n mas de u n a vez. y p e r d ie ro n el co­ l o r , á p esar de estar sentados bajo las flores de lis y a r m a ­ dos con la espada de la justicia. S ie m p re q u e la po b re señora salía de su casa p ara ver á su d efensor ó h ab lar á los jueces, la p e rs e g u ía n p o r todas partes los protestan ie s, tirán d o la p ed ra d a s , y v o m itan do con(i) (a )

La señorita Chalier, que en su secta hacia de Diacottisa. La seílura fíoubel desposada con el Sr. ¿ioux, calvinista.

tra ella las mas h o rrib le s im precaciones. P a ra colm o de in ­ solencia q u isiero n allanar la casa del p re s id e n te , p id ien d o á g ra n d e s voces q u e se les en tre g ase aquella víctim a q u e a n ­ h e la b a n p o r sacrificar á su rab ia infernal. S u f u r o r habia llegado á lo s u m o , y e r a d e te m e r u n a sublevación g e n e ra l. P a r a prevenirla fue preciso q u e se evadiese la p o b re cató­ lica disfrazada con vestidos ágenos. Este negocio, q u e en su p rincipio y p o r su nafuraleza no era mas q u e u n a contestación p a rtic u la r som etida á la decisión de los trib u n a le s , dió m a rg e n á u n a anécdota de la q u e se p u e d e in f e r ir c u á n p ro fu n d o s son los n e g ro s d e ­ signios ocultos en el alm a de los p ro te sta n te s , q u e no es­ p e r a n p ara s u ejecución sino u n m o m e n to favorable. U n s u p e r io r de cierta c o m u n id ad religiosa, tem ien do u n a s u b le ­ vación de los p rotestan tes á consecuencia de este suceso de JNimes, decia á u n o de los principales de la secta q u e le ha­ bia dado p ru e b a s de benevolencia y h o n ra d ez en varias oca­ siones: wSi ocurriese u n a sedición, lem eria q u e m e asesina­ r e n ; p ero yo confio en vuestra p ro bid ad, y q u e n o deja» riáis de te n e r consideración á mis religiosos y á m í.» ti­ ntes p o r el c o n tra rio (dijo el p ro te s ta n te ), en m ateria de « re lig ió n no conozco m as q u e á mis a m ig o s, y si m añ an a « o c u rrie s e una sublevación de los p ro testan te s, seríais vosowtros los p rim e ro s q u e yo p r o c u r a r í a d e g o lla r.” E s verdad q u e el fanatism o de u u in dividuo nada p ro b a ria contra el e s p íritu g e n e ral del calvinism o, si no estuviese atestiguado p o r otro s m u ch o s sucesos de esta especie q u e los p ro te s ­ tan tes m o d e r n o s , sem ejantes á los del siglo X V I I, están a ú n sedientos de la s a n g re de los católicos» y m as si son clé­ rigos. E n 1 7 4 3 se tem ió en Bordeaucc u n d e s e m b a rc o en e ­ m ig o en nuestras costas, con motivo de la noticia q u e se d i íu n d ió de h a b e r descu b ie rto los vigías varios navios in ­ gleses con dirección á ellas, p o r lo q u e h u b o u n a g r a n d e alarm a. E n to n ce s u n c u r a m anifestó á cierto caballero p r o ­ testan te del Angenois la confianza q u e tenia so b re su s u e r­ te, bien p e rs u a d id o de que él le serv iria .d e n u m e n tu telar eri el caso de hallarse su vida en p e lig ro , p ues q u e lanías p ru e b a s d e estim ación le habia dado, erINo os a lu c i n é is , se-

» n o r m ío (le re spo ndió el calvinista), p o rq u e en tal caso yo » sería el p rim e ro en asesinaros; y en verdad q u e sería el » m ay or favor q u e p u d ie ra haceros, pues os libertaria de ese « m o d o de u n g é n e r o de m u e r te mas cruel q u e sin d u d a os « d a ría n por ser c u ra ( 1 ) . ” La verdad de este suceso puede a testigu arse, p o rq u e con el tie m p o se fue p u b lic a n d o p o r toda lo provincia en d o n d e o c u rrió . Sábese tam b ién o tro suceso q u e le pasó á u n obispo ( 3 ) f el cual había colocado e n u n a casa religiosa á u n a joven q u e d eseaba abraza r el culto católico, pero temía la perse­ cución de su familia. L u e g o q u e el pad re tuvo noticia de s u a b ju r a c ió n , se dejó llevar de u n acceso de f u r o r ; p e ro h ab ien d o calm ado a l g ú n tan to con el trascurso del tiem po, vino á su p licar al p re la d o q u e le concediese el consuelo de te n e r á la hija á su la d o , bajo la prom esa fo rm a l de no v iolentar su conciencia en m ateria de R eligión, Y ie n d o esto el obispo ju n t ó sus instancias á las del p adre para p e r s u a ­ dir á la neófita q u e re g resase al s en o de su familia. Accedió p o r fm la infeliz, p ero tres dias despues la e n c o n tr a r o n a h o ­ gada en el pozo de la casa (3). T a m b ié n se refiere q u e h ab iendo a b j u r a d o o tra joven calvinista sus e r ro re s en m anos del obispo de su diócesis, se i r r i t a r o n de tal m odo los protestan te s, q u e basla u n a m u g e r de aquella secta declaró a b i e r t a m e n t e , que.no m oriría

contenta s i no lograba empapar sus manos en la sangre de aqudla apóstata (4 ). Hace pocos arios q u e h allándose en cierta r e u n ió n u n co m ercian te calvinista q u e acababa de casarse con u n a cató­ lica, d esp u e s de varias disputas en m alería de R eligión, dejó escapar esta proposicion feroz: Vosotros nos habéis dado un san B artolom é; pues bient nosotros os lo devolveremos (5 ),

(i)

V é a s e la o b r a i n t i t u l a d a

3a T o l e r a n c i a c r i s t i a n a c o m p a r a d a c o n el

t o l e r a n t i s m o f i l o s ó f i c o , pn g . a f i 8 .

'

F o n la n g es,

E l tli l' unl o M r . de

( 3)

V é a s e la d i c h a o b r a d e la T o l e r a n c i a c r i s t i a n a , p á g . a G g ,

(4) ( 5)

I t iid em . U n a p e r s o n a m u y cl i^na de c r é d i t o rne a s e g u r ó q u e él m i s m o

b ía o i 11 o e s l a p r o p o s i c i o n , c h o s sugetos.

y

q u e m u r i ó s i e n d o o b i s p o de

L a v a u r.

(i)

ha­

lo c o n f i r m ó d e s p u é s á p r e s e n c i a de o í r o s m u ­

S e ñ o r , si se h u b i e r a n id o re co g ien d o exactam en te todos los otro s hechos y discursos de los pro testan te s estendidos p o r el r e in o , ¿ q u é c ú m u l o de acusaciones no se h u b ie ra po d id o p re s e n ta r co n tra ellos? A pesar de hallarse estos h e ­ chos desnudos d e la a u to rid a d j u r í d i c a , nada p ie rd e n p o r eso de su v e rd ad : al m enos aquellos atentados en q u e se h a n esp e rim e n tad o tu rb a c io n e s públicas n o p u e d e n p o n e rs e e n duda. P e r o , S eñor, ¿ q u é testim onio m a y o r y mas a u tén tico de ío q u e hacen los protestantes despues de la revocación del edicto de N a n tc s , y tam b ién despues d e la declaración de 1 7 § 4 , q u e las represen ta cio n es elevadas en 1 7 8 0 á los pies del tro n o p o r el c u e rp o episcopal? wLa h e r e g ía , dice esta « a u g u s ta A sam blea ( 1 ) , se ha h echo cada vez mas feroz y « e m p r e n d e d o r a á la s o m b ra de u n a la rg a im p u n id a d , y n o «cesa de lastim ar el corazon d e n u e s tra m a d re tierna y afli»gid a. D u r a n t e los felices dias del rein a d o de v uestro a u « gusto abuelo, u n g o b ie r n o firm e y p rev isor habia c o n te n i» d o y al m ism o tiem po ilu strad o á n u estro s h e r m a n o s des­ c a r r i a d o s p o r m edio d e m edidas p u r a m e n t e represivas; « p e r o p o r desgracia los resortes saludables de u n a p olíti»ca com b in ad a con tanta s a b i d u r í a , se re la jaro n insensi« b le m e n te . » A poco q u e se r e c u e r d e n las re p resentaciones q u e suce«sivam ente se han elevado á los pies del tro n o despues del «ario 1 7 4 5 p o r las asambleas del c l e r o , la co ndu cta alre v i» d a de los religionarios p re sen ta u n acrecentam iento de he«chos sensibles, y u n p ro g reso espantoso. F in a l m e n te , los « n u e v o s escesos, recogidos y entresacados d é l o s procesos «v erb ales de las ú ltim as asambleas p ro v in c ia le s , p arece q u e » presagian u n a violenta tem p e s ta d ....................................................

» ........................... * .............................................................................. f « O t ras veces, Señor, se g ú n lo dispuesto p o r las ordenanzas, «se escluia rig u ro s a m e n te á los religionarios de todos los des-

(i)

Los

d i p u t a d o s de p r i m e r

Uta'.hefaueault,

a r t o b i s p u de

,

orden

ílo u e n ,

eran

m o n s e ñ o r el c a r d e n a l

de ! a

p r e s i d e n t e , los s e ñ o r e s a r z o b i s p o s de

Ufo/osa , R e i m s , A i x Arles y A u d i, y los seíiorsjs o b i s p o s d e JYevers^ M a­ t ó n , A ¡ d e , Castres, V a l , Agen, Vence y Fulanas, Clennant y Biois

.

ó tin o s,

em pleos p ú b lic o s, cargos m u nicipales * y de todas «aquellas com isiones propias para a d q u irir influencia y crd» d ito con sus co n ciu dadano s. H oy en dia Jas infracciones se » m ultiplican: h ab ien d o sido adm itidos con m u c h a frecuencia » á d e se m p e ñ ar los cargos de p r o c u r a d o r e s , esc riban os, n o ­ t a r i o s y abogados, los vem os m uchas veces sentarse en los n a y u n tam ien to s y tribun ales e n calidad de em pleados del « G o b iern o . E n m uch as partes se les ha confiado la dirección » d e las escuelas p ú b l i c a s , y p o r consiguiente les es m u y facit » im b u ir en sus preocupaciones el alm a tierna y flexible de »la ju v e n tu d . « O tra s veces los mismos religionarios no tenían asambleas » para t ra ta r asuntos d e re lig ió n , ó las convocaban secretae m e n t e en lugares retirad os y solitarios: Jas funciones q u e «ejercían sus m inistros y predicantes e ra n ra ras y clandes­ t i n a s , y se prohibía cu idad osam en te la'publicación de aq ue­ l l o s actos q u e p u d ie ra n co m p ro m e te rlo s ó descubrirlos, » P e r o hoy en dia celeb ran sus asambleas en p úb lico y con t o d a r e g u la r id a d ; sus lim pios (ó predicas ), establecidos á «las p uertas de las m ayores ciudades y en las inm ediacio« nes de nu estra s iglesias, in sultan á las ordenanzas con sus «cánticos tum u ltu o so s y sus ruidosas cerem onias. El reino es» tá in u n d ad o de u n a m u ltitu d de falsos pastores, q u e n o t e « m e n llevar á los enferm o s la cena sin recato a l g u n o ; q u e » re p a rte n im presos en' form a de in struccion es, y m a n d a m ie n ­ t o s sobre los g ra n d e s acontecim ientos de la nación ; y q ue «cele b ran conciliábulos n u m ero so s y frecuentes en épocas í> fijas y en d eterm in a d o s lugares. Ha sido preciso notificar « ju dicialm ente algu nas prohibiciones c o n tra eslos falsos pas­ t o r e s , A pesar de eso se atreven á co n ferir el b autism o y « a u to riz a r el m atrim onio cón cierta especie de autenticidad, » especialm ente en algu nas provincias , e n v irtu d de ciertas « ó rd e n e s su p erio res q u e se d iero n á pri-ncipíos del año 17 74. «E stas ó rdenes a ú n no h a n sido revocadas, sin e m b a r g o de «la ind ign ació n q u e manifestó con este motivo el d ifu n to «R ey. F in a lm e n te , se da u n consentim iento casi universal á »la recaudación de las su m as que sé re p a rte n a n u a lm e n te á »los súbditos d e V. M. para satisfacer las retrib u c io n es q u e »ex¡jen los m inistros y predicantes, á los cuales se re c o m q

« p en sa en cierto modo; p o r la¡ violación de las leyes y p o r »los atentados com elidos c o n tra la tra n q u ilid a d del Estado. » O tras veces dichos religio narios no se atrev ían á d o g » m atizar en p ú b lic o , y re spetab an , al m enos esle rio rm e n te , »las procesiones ,y otras prácticas solemnes de la Iglesia ca» tólíca ; al p resente se puede a s e g u r a r . q u e apenas pasa dia » q u e n ó sea señalado, por decirlo asi, con nuevas irre v e re n »cias c o n tra nuestra s cerem on ias y n u estro s santos misterios. « P o r u n a p a r te vem os á u n pop ulacho d esen fren ad o q u e m a r «el signo ad o rab le de n u e s tra re d e n c ió n ; en o tra oim os p ro » fe rir las m as h o rr ib le s blasfemias c o n tra la P erso n a a u g u s ta »d e Je su c risto , y á p resencia de la sagrada E ucaristía, Mas «allá hasta los católicos m as an tig uos sacuden el pesado y u ­ n g a d e n u e s tra santa m o r a l , p a r a a r ro ja rs e escandalosa» m en te en los brazos de u n a secta lib e rtin a y licenciosa.... » E n u n a p a la b r a , q u e se m editen esas em presas de los p ro ate s ta n te s , hechas con u n a audacia nuev a y sin ejem plar d e » m u c h o tiem po á esta p a r t e ; q u e se consulte esa m u l tí » tu d de escritos com puestos en favor s u y o , y esparcidos con » u n a p ro fu sio n sin ig u a l; q u e se escuche p o r u n m o m e n to » ese g rito g e n e ra l q u e re s u e n a de u n estre m o al o tro de »Ia F ran c ia , y se verá q u e la Iglesia está am enazada de te­ jí n e r q u e p a r tir su im p e rio con u n a rival o r g u llo s a , y q u e »Ia patria te n d rá ta m b ié n q u e s u f r i r el d o lo r de ver lev an­ t a d o s altar c o n tra altar en su p ro p io seno O bserv ad , S eñ o r f q u é e n m e d io d e estos prelados re s ­ p e ta b le s , q u e tu v ie ro n el h o n o r de p re se n ta ro s los senti­ m ie n to s del p r i m e r o r d e n del E s ta d o s o b re la c o n d u c ta ac­ tu a l d e los p ro te s ta n te s , se lee.el n o m b r e de u n a persona, cuyas luces y talentos em inen tes h a n d e te rm in a d o á V. M. á h o n r a r l e con ú n a confianza d is tin g u id a , llam án dole á la presidencia del Consejo. Colocado hoy en dia al íado de v ues­ t r a au g u s ta p e r s o n a , es de cre e r q u e a s e g u r a r á in m e d ia ta ­ m e n t e á Y. ¡VI. las v erd ad es q up apoyó con s u volo en 1 7 8 0 c o m o in dividuo del c u e rp o episcopal ( y puesto e n vuestra presencia á los pies del tro no. (i)

M e m o r ia p re s e n t a d a al Rey p o r la a sa m b lea del c le ro de F r a n c i a

Estas v e r d a d e s , S efio¿, q u e el clero d e vu estro re in o creyó entonces debía p o n e r á v u e s tra vista, son de la m a ­ yor trascendencia. B u e n o será q u e las ; presentem os como se m e re c e n , d esarrollán dolas com o su im p o rtan cia exije. S efio r, vos m ism o acabais de o írlo : la heregía (com o ase g u rab a el C lero) se ha hecho cada vez más fero z y 'em ­ prendedora á la sombra de una larga im p u n id a d , siendo

a s i que durante el reinado de Luís X V , una adm tnisira~ cion previsora y firme había logrado contener y aun des­ engañar á los protestantes con m edidas puramente repre­ sivas. ¿ Quie'n p o d r á , p u e s , hacerse ilusión acerca del o rig e n de esta im p u n id a d ? Esta m anía m o d e rn a p o r el to leran tis­ m o , q u e ha sido p ro d u c id a , no com o q u ie ra p o r u n a razón ilu s tr a d a , sino p o r la irre lig ió n del dia, cuyo veneno ha g a n g r e n a d o todas las clases del p ueb lo sin escepcion, y cuyo soplo pestilencial ha infestado ( s í , S e ñ o r, io d iré ) hasla los m ism os m inistros del S a n tu a rio (1), y los agentes secre­ tos ( 2 ) q u e los protestantes tienen en la corte p ara velar p o r sus intereses p a r tic u la re s , avisarles las d eterm in a cio n es q u e se to m an en con tra suya , y d e te n e r ó suavizar las ó r ­ denes severas q u e se h a n visto precisados á d a r co ntra ellos los m inistros del Rey, llevados de s u celo p o r el bien p ú b li­ co y d e s u respeto á las leyes; tales son las dos causas v e r -

(i)

H igoley de J u e ig n y

S e g ú n n o s d i c e M r . de

s o b r e la d e c a d e n c i a de la s c o s t u m b r e s y P arís

A b a te s filósofas

sofos, p a r a toleran cia.

y

p re d ic a d o re s

de la

tam bién

¡E s

probable

que

Si

filó so fo s.

e s c e le n t e o b r i t a tenem os y a

E s los

en

A bofes f i ló ­

el m e j o r d i a a l g u n o de e ll o s n o s d i g a en el

to le r a n c ia , beneficencia in sp ira d a p a r l a h u m a n id a d /

(a)

su

m o s t r a r s e c o n s i g u i e n t e s , h a n t o m a d o el p a r t i d o de a b r a c a r l a

p u l p i t o al gt in s e r m o n c i t o s o b r e la

en

literatu ra,

se s o l i c i t a n

órdenes

del R e y

lo c u a l s e n t a r á m u y b i e n c o n

c o n tr a los

protestantes ó co n tra

c u a l q u i e r a de s u s e c t a , es b i e n s e g u r o q u e s a b e n e l l o s d e m a n d a a n l e s q u e lo s m i s m o s q u e l a l i a n

el r e s u l t a d o de

in terp u esto.

T ien en

la

tam bién

a g e n t e s s e c r e t o s p a r a e s p i a r c o n d i s i m u l o t o d o l o q u e se e s c a p a a l c u i d a d a de l o s m i n i s t r o s . S e d ic e q u e u n o de l o s r e s o r t e s q u e p r i n c i p a l m e n t e c o m u n i c a á

im pulso

e st o s a g e n t e s es el S r . P ....... q u e p o r m e d i o de s u c a s a de c o m e r c i o p u e d e

d i s p o n e r de l a s c o r r e s p o n d e n c i a s m a s e s t e n s a s

y

de lo s r e c u r s o s m a s e f i c a ­

c e s . E s t e f o g o s o p a r t i d a r i o d e l c a l v i n i s m o r e ú n e á l o d o s esto s m e d i o s u n a

daderas de la i m p u n i d a d , cuyas . lam entables consecuencias oscilan el celo del Clero. E l G o b ie r n o , p u e s , ba com etido una gr^ve falta en h a ­ b e r aband onado , n o d iré la su b lim e política de L u is X IV , p o r q u e la a ltu ra de sus m iras no eslá at nivel de las ideas de u n a nación envilecida con el fdosofismo , sino el sistema de Luis X V , q ue usando de m edidas p u r a m e n t e represivas, com o mas análogas á su caracier bondadoso, h abía logrado c o n ten e r p o r a lg ú n tiem po á los sectarios. Q uizá n o exis­ tiera ya el calvinism o en F r a n c i a , y n o te n d ría m o s de esta p r e te n d id a relig ió n mas q u e el doloroso re c u e r d o de Jos desastres q u e ac a rre ó á n u e s tro r e in o , si se h u b ie ra n o b ­ servado las ord e n an za s de Luis XV. La am bición h u b ie ra hecho volver al seno de la Iglesia ro m an a la nobleza rc b elde y d isid en te, como ig u a lm e n te á todos aquellos padres de familia acaudalados, q u e h u b ie ra n q u e rid o gozar de cierto r a n g o , y dejar á sus hijos u n a existencia civil. De este m o ­ do a quellas g ra n d e s c iu d a d e s , q u e hace ochenta anos esta­ b a n habitadas esclusivam enfe p o r los p ro te sta n te s, apenas c o n te n d ria n algun as familias de las clases mas ínfimas de la sociedad. E n 1 7 5 0 n o habia ya mas q u e un o s cien protestantes e n todo el B earnés, á pesar de ser esta provincia u n o de los p r i n ­ cipales focos de la secta. E l Catolicismo hacia p o r allí visi­ bles p rog resos desde principios del siglo; p ero p o r d e s g r a -

a c t i v i d a d i n c r e í b l e , la q u e se p u ed e d e c i r q u e m u l t i p l i c a s u p r e s e n c i a ; de m o ­ d o q u e se h a ll a á l a v e s en H a m b u r g o , e n A v n s l e r d a m , en

Londres

y

en

P a r í s , a u n q u e s u d o m i c i l i o p r i n c i p a l e stá en L a u s a n a . S u p r e d e c e s o r e n la s o l i c i t u d ó p r o c u r a c i ó n de las i g l e s i a s p r o t e s t a n t e s d e F r a n c i a , e r a u n c a b a l l e r o de la d i ó ce si s de

M antouban

S u m i s i ó n e n la c o r t e en t i e m p o de L u i s X V

e r a t a n c o n o c i d a c o m o la

l l a m a d o L a M ..... de

c u a l q u i e r o l r o m i n i s t r o de la s p o t e n c i a s e s t r a n g e r a s . C o n e] l i e i n p o se h a n l l e g a d o á s a b e r , p o r a l g u n a s r e v e l a c i o n e s i n d i s c r e t a s q u e se le e s c a p a r o n , las s u m a s e n o r m e s q u e le c o s t a b a n s us n e g o c i a c i o n e s p a r a e n r e d a r al d i f u n t o d u q u e de

P'riHiere

e n u n a é p o c a en q u e lo s p r o t e s t a n t e s c o n t a b a n

con

un

r e s u l t a d o s e g u r o . U n a C a r t a de c i e r t o p r e l a d o r e s p e t a b l e , q u e i m p u l s a d o de su ce lo

p o r la R e l i g i ó n

c r e y ó de su d e b e r i n s t r u i r al d u q u e de la

frr¡i¡hre

de lo d o ¡ o q u e p a s a b a , h i z o a b o r t a r l a i n t r i g a . R e c o r d a m o s este s u c e s o p a r a a d v e r t i r al G o b i e r n o q u e v i g i l e á c u a n t o s le r o d e a n , y m u c h o m a s e n actuales c ir c u n s ta n c ia s .

las

cía u n p re d ic an te fanático y fogoso ( 1 ) , ayudado p o r oíros varios q u e le s ig u iero n y q u e se tuvo á bien t o l e r a r , r e n o ­ vó y p ro p a g ó el contagio. A fines del reinado a n te rio r ya no había en la Rochela (a n tig u o b a lu a r te del calvinism o) m as q u e mil y doscientos p ro testan te s; p e r o h ab ien d o sido tolerados y c a s P a u to riz a d o s ( 2 ) , su n ú m e r o se ha ido a u ­ m e n ta n d o . E n Castres p o r el año 1 755 no había en Joda la ciudad mas q u e mil setecientos calvinistas; y desde esta e'poca en adelante su n ú m e r o lia ido en dim in u c ió n f y qued ó re d u c id o á u nos seiscientos d e n tro de la ciudad, E n m uchas p arro q u ia s q u e en otro tiem po estaban llenas de p ro testan ­ tes , apenas habia q u ed a d o ni a u n uno. Si el G ob ierno h u ­ biese q u e rid o entonces auxiliar el celo de los p rim ero s P as­ t o r e s , en pocos años h u b iera desaparecido el calvinismo e n ­ te ra m e n te de aquellos cantones. E sto lo llegaron á a s e g u ra r al s eñ o r obispo de Castres algu nos protestantes que conocían á fondo su partido y su situación. Ahora por el contrario, la

conducta de. los religionarios presenta un acrecentamiento sensible y id m as espantoso progreso. Los nuevos escesos parece (¡ue presagian una violenta tempestad. ¡Ah, S e ñ o r! ya no se p u ed e d isim ular mas; esla torm en ta q ue amenaza á la F ran c ia n o ta rd a rá en estallar ( 3 ); d e n tro de poco q u ed a rá con venci­ d o V. M. de que estamos á piq ue de ser víctimas de ella. O tras veces sé escluia rigorosamente á los religionarios , según las ordenanzas , de los destinos , empleos públicos t car­

gos municipales y otras comisiones (pie podian servir para adquirir influencia y crédito con sus conciudadanos. A h o ra en INirnes la m ayor p a rte de los a b o g a d o s , p ro c u rad o re s, notarios y dem as oficiales de justicia profesan el calvinismo. Hasla en la senescalía de esta ciudad h ay oficiales de q u ie ­ nes se sospecha con a lg ú n fu n d a m e n to q u e son de Jas m is­ m as ideas. Se p u ed e c o n je tu r a r q u e el apoyo q u e los r e ­ ligionarios ob tien en p ara su secta de toda esta g e n te c u ­ rial , es u n a de las causas q u e c o n c u r r e n , ju n t a m e n t e con

(i)

(a)

U n Lal M n n l i g n y .

Luego se ví*rá nn a p r u e b a mas estensn. E s t o d e c i a aquel m u i i s t r o el af io 1 7 R 7 : (Ifs a ñ o s despues estalló ta r ev o l u c i ó n , y 3 p r i n c i p i o s de i ' y 3 L u i s XVI s u L i a al p a t í b u l o . (N . del T,) ( 5)

las riquezas ele esta ciu d ad m e r c a n til, p a ra darles u n a fuerza y u n p re stig io v e r d a d e r a m e n te form idables. T a m b i é n en Marsella han logrado in tro d u c irs e en el trib u n a l de Com ercio , y a u n han llegado á p re te n d e r q ue se les dirigiesen esquelas d e convite para p artic ip a r de u n a cerem o nia p u ra m e n te católica ( 1 ), a u n cu a n d o profesaban u n cu lto q u e p ro h ib ía su asistencia. E l en c arg a d o de com ercio de la R ochela en P a rís es pro testante. T a m b ié n hay u n a g ra n porcion de calvinistas m ie m b ro s de la academ ia de la Rochela. E n las p a rro q u ias de la diócesis de INimes, en q u e p re p o n d e ra el n ú m e r o d e los re lig io n ario s, alejan y p riv a n á los católicos de los em pleos de cónsules y de re g id o re s de a y u n ta m ie n to . A lg u n as veces q u e esto ha llegado á noticia del seño r obispo de INimes, ha reclam ado co n tra tal vejación, pero sus quejas lian sido inútiles: p ru e b a evidente de q u e tienen u n a proleccion declarada en el alto g o b iern o . P e r o , S e ñ o r, a u n c u a n d o dem os p o r s u p u esto q u e Y. M . h u b iese q u e rid o p re s ta r u n a ap ro b ació n tácita á la in tro d u cc ió n de vuestros súbditos p rotestantes en los em pleos m u n icip ales, cierta­ m e n te q u e vuestra intención no h a b rá sido jam ás q u e esta tolerancia sirviese para o p r i m i r á vuestros vasallos católicos. ISo será quizá fuera d e propósito avisar tam b ién á Y. M. q u e en Castres existen u n a porcion de protestantes conde­ corados con la Cruz de S. Luis. O m itiré, S eñ o r, p o r deli­ cadeza las acerbas reflexiones q u e sugiere tal infracción de los estatuios de u n a o r d e n , q u e exige an te todas cosas u n ju r a m e n to form al de catolicismo. De m odo, Señor, q u e sien­ do Y. M. el su p e rio r y g r a n m aestre de esta b izarra caba­ l l e r í a ,1 creada bajo los auspicios del m o n arc a france's mas santo y m as católico, es m u y s in g u la r y estrañ o q u e os h a­ lléis en co n fratern id a d con estos sectarios.

E ncargados en muchas par/es de la dirección de las es­ cudas publicas , les será m uy f á c il imbuir en sus preocupa­ ciones el alma tierna y flexible de la ju vtn tu d. Los curas de Mende p re s e n ta ro n sus quejas á la asam -

(i)

£1 privilegio de l le v a r el p a li o e n la p ro c e s i o a del C orpus.

t i c a del clero e n 1 7 7 5 con tra los m aestros de escuelas y los sem in ario s q u e los pro leslantes h a n establecido en su dió­ cesis. U n prelad o respciable de L anguedoc, q u e iba visi­ t a n d o su o b is p a d o , trató de echar fuera á u n pro testante q u e se h ab ia e n tro m e tid o en calidad de m aestro de escuela en u n a de las p arro q u ias d e s u diócesis. E n vano el prelado le dio en rostro con las leyes te rm in a n te s del S oberano, pues el pedagogo calvinista tuv o la desfachatez de re s p o n ­ d e r , q u e a u n cu a n d o h u b ie se aquellas leyes, él no podia d ejar de obedecer á las de s u conciencia. P recisam en le, S e ñ o r, e s . l o m ism o q u e decían los calvinistas al to m a r las a rm a s para c o m b a tir co n tra Carlos IX. E n el obispado de D ie, despues de h a b e r intentado va­ rias veces i n tr o d u c ir m aestros de escuela en los lu gares e n d o n d e p re p o n d e ra b a su n u m e r o , lo g ra r o n al fin po n er tres, ap rovechándo se de la ausencia del obispo. F u e r o n precisas varias ó rd e n es del P a rla m e n to del D e lfin a d o ^ consignadas e n u n oficio del p r i m e r p re sid e n te , para q u ita r estos peli­ grosos profesores del e r r o r . E l señor p ro c u r a d o r g e n e ra l se ha visto obligado varías veces á e n v iar alli fuerza a r m a ­ da para p r e n d e r á aquellos em p o n zo ñ a d o res de la ju v en tu d . Pío ignoráis, S eñor, el estado deplorable en q u e se halla la educación pública en v uestro reino. Y a no fallaban sino m aestros protestantes y sem inaristas im b u id o s en los p r i n ­ cipios de Calvino, para a g ra v a r este d esorden q u e ha llega­ d o á s u co lm o , y q u e causa los te m o re s mas alarm an tes á los p a d re s de familia, al co n s id e ra r lo q u e va á ser de la g e n e rac ió n destinada á re e m p la z a r la nuestra.

O irás veces ios mismos religionarios no tenian a sa m ­ bleas p a ra tra ta r asuntos de religión , ó las convocaban se­ cretamente en lugares retirados y solitarios; las junciones que ejercían sus m inistros y predicantes eran rarns y clan­ destinas , y se prohibía cuidadosamente la publicación de aquellos actos que pudieran comprometerlos ó descubrirlos; pero h o y en d ia celebran sus asambleas en publico y con to­ d a regularidad; sus tem plos ó p r é d ic a s , establecidos á las puertas de las m ayores ciudades y en las inmediaciones de nuestras ig le sia s , insultan á las ordenanzas con sus cánti­ cos tumultuosos y sus ruidosas ceremonias.

n E n la R ochela h an estado haciendo c o n tin u a m e n te tenta­ tivas m as ó m enos favorables para afianzar el ejercicio de su culto y de su religión. Al cabo de alg u n o s años han venido á fijarse en u n l u g a r destinado para diversión del público, y le han destinado p ara te n e r sus re u n io n e s (1). P a ra con1.1'arosiar la oposicion q u e les hacia el s e ñ o r obispo de ia R ochela (2 ), no tu v iero n re p a r o en p re s e n ta r u n a m em o ria al c o m a n d a n te de la provincia, en la q u e su p o n ian q u e fo r­ ma han u n c u e r p o ó sociedad en el Estado, y q u e p o r tanto lenian usos y derechos reconocidos. E l favor q u e o b tu v ie­ r o n en esta ocasión del c o m an d a n te y del in te n d e n te de la provincia Ies co nfirm ó inas en la idea con q u e siem p re se lian lisonjeado, de q u e podían c o n tar con el apoyo tácito del G obierno. U n a o rd e n del m inisterio, arran c ad a sin du da s u b re p tic ia m e n te á la religiosidad de vuestros m in is tro s , y dirig id a al c o m an d a n te de la provincia, au torizaba á los p ro ­ testantes para te n e r sus asam bleas en el sitio q u e para ello h abian p re p ara d o , con ta l que no se le reputase mas que por un almacén , y que hubiese, a llí de continuo algunos fardos ¡y toneles viejos (son las palabras literales de la o rd e n ). P e ro , Señor, puede aseg u rarse con certeza q u e el m ez­ q u in o espediente ideado p o r el redacto r de dicha o rd e n para e n c u b r i r el v erdadero ’o b j e t o , ha tenido mala s u e r te , pues los católicos no se han dejado aJucinar por la im p o stu ra ni del alm acén , ni de los ja r d o s , ni de los toneles viejos. O b ­ servem os de paso q u e la m em o ria presentada p o r los secta­ rios rocheleses p rincipiaba en estos le'rminos: L os protestan •

tes de la R ochela, siempre prudentes y moderados en materia de religión , &.C., Scc. E l diq ue, cuyos vestigios subsisten a ú n en las costas de esta ciudad, y q u e fue levantado p o r R iche lieu contra la a rm a d a inglesa q u e venia para apoyar la r e ­ volución de los rocheleses sitiados p o r L u is X III en p erso ­ n a , puede servir de testimonio para p ro b a r que los protes­

tantes de la Rochela han sido siempre prudentes y moderados en m ateria de religión. T a l es, S eñor, el espíritu del protes­ (i)

E l a n ti c u o juego de pelo ta. d 'U s t-e, p r e l a d o

(a) M r . ile Crussol virtu d e s pastorales.

r e c o m e n d a b l e p e r s a p i e d a d y sus

ta n t i s m o : se a p ro v ech a de todos los m o m e n to s q u e le p u e ­ d a n ser favorables p a ra llegar al t é rm in o q u e se p ro p u s o a u n q u e sea po r cam inos encon trad os. C u an d o p u ed e h a b la r en tono m a g is tra l, en to n ce s tom a u n aire a m e n a z a d o r y te­ m ib le ; mas c u a n d o se vé sujeto y conoce q u e la a u to rid a d ha re c o b ra d o s u e n e r g í a , se c u b r e con la m áscara de la d u l ­ z u ra y de la m o d e ra c ió n , p e r o jam ás co n se n tirá en re tro c e ­ d e r u n paso. E n la diócesis de Saintes los protestan tes tienen de c u a r e n ­ ta á cin cu e n ta tem plos, ú o tro s edificios q u e les sirven p ara el m ism o objeto. L a m ism a c a m p a n a q u e convoca a los fieles p ara i r á la iglesia, sirve d e señal á los re fo rm a d o s p a r a a c u ­ dir á sus jun tas religiosas* E n el obispado de Ním es se r e ú n e n o rd in a r ia m e n te en u n l u g a r poco a p a rta d o de las ciudades, y conocido de todos. E n M a rse lla , m an sió n o p u len ta del c o m e r c io , tienen u n a capilla pública á las p u e rta s m ism as de la ciud ad ( 1 ), álli c o n c u r r e fre c u e n te m e n te la j u v e n t u d católica, bajo el especioso pretesto de curiosidad, para ensay ar la apostasía d e u n a relig ió n á la cual reh ú sa sujetar su alm a en e rv ada p o r los placeres, p o rq u e no le ofrece como la o tra aquella in d e ­ p end encia y libértinag e con q u e le convida la v o lu ptu osida d del clim a. E n O ra n g e , desde 1 7 8 5 , la casa de u n p ro testan te v e­ cino de la ciudad sirve de templo para la secta. E n L yon, s e g u n d a ciu d ad de vu estro r e i n o , existe u na capilla al o tro lado del R ó d an o (2 ) . Alli se j u n t a n los p r o ­ testantes co n m u c h a frecue ncia, y en m a y o r n ú m e r o desde q u e se ha c o n s tru id o el p u e n t e n u e v o q u e co m u nica con su b a r r i o , de m o d o q u e no p a rece sino q u e se ha h echo p a ra facilitar la llegada á este edificio. Se sabe ta m b ié n q u e co n d u c en m u c h o s jóvenes criados d e c o m e r c i o , q u e b e b e n alli la leche del e r r o r . A n te s d e q u e se estableciese este tem­ plo, los protestantes a c o s tu m b ra b a n i r todos los anos á Gi-

(0 (2)

E n el c a m i n o que va de M a r s e l la p a r a A ix , E n B r e t la u x , e n u n si Lio ( p e se llam a les Charpennes.

n n e b r a para c e le b rar alli Ja cena; p ero en la actualidad, p u d ié n d o lo hacer á las p u e rta s de L y o n , se h a n disp ensado d e esta p e r e g rin a c ió n anual. Hace pocos años q u e u n católico vió en el taller d e u u artesan o u n a cáte d ra trabajada co n m u c h o e s m e r o ; y su p o de boca del m ism o c o n s tru c to r q u e era p ara la capilla de Charpennes. Afligido con esía noticia c rey ó q u e debía in fo r­ m a r de ella al s u p e r io r eclesiástico; p ero s u aviso n o p r o ­ d u jo n i n g ú n re s u lta d o , y se le resp ond ió, q u e tan to el se­ ñ o r g o b e r n a d o r c o m o el arzobispo c e rra b a n los ojos acerca de esta infracción de la ley.

O tras mees la s funciones que ejecutaban los m in istros y predicantes eran ra ra s y clan destin as . . ...................................... en el d ia se h alla inundado el reino de una m ultitud de. j a i sos pastores. S e ñ o r , en la diócesis de Castres hay seis m i n is t r o s , in ­ clusos dos q u e hay e n la ciudad. E n la diócesis de Valencia hay m u ch o s de ellos, y en las p a rro q u ia s en d o n d e se h a n establecido r e ú n e n sus ovejas ít son de cam pana, p ara q u e acu d an á o ir sus predicas. E n vano el sénior obispo de Valencia ha solicitado q u e se le a u ­ torizase para m a n d a r e c h ar de la p a r ro q u ia de DiVroraá u n n u e v o m in istro q u e acababa de establecerse alli. H a b ié n d o se in tro d u c id o u n p re d ic an te hace poco tie m p o en u n p u eb lo b astan te g r a n d e , p erte n ecie n te á la diócesis de D ie, el c u r a se qu ejó d e él. E n to n ce s el señor obispo elevó al g o b ie r n o sus q u e ja s ; p ero á pesar de e s o , toda la gracia q u e p u d ie ro n o b te n e r tan to el c u r a .como el p r e la d o , se re d u jo á q u e el m in istro se retirase á u n a p a r ro q u ia vecina distante u n a legua, la cual estaba llena de calvinistas: desde ella hacia el p redicante c o n tin u a m e n te sus escursiones á la otra p a r ro q u ia , á pesar de q u e el g o b ie rn o le habia p r o h i­ b id o e n t r a r en ella. E n la ciu d a d de N im e s , q u e se p u e d e m i r a r com o el ce n tro y foco d«d e r r o r en la provincia de L an g u e d o c, hay t r e s m inistros. E l s e ñ o r P ablo R abau d es el principal de ellos, y su casa está alli tan acreditada com o la del señor obispo d e Nimes. Cada ciu d ad ó p u e b lo d e a lg u n a su po si-

cion tiene u n m in istro p ro te s ta n te : el n ú m e r o (ota! de p r e ­ dicantes en osla diócesis asciende á u n a docena. E n M arsella hay u n o q u e vive en la ciudad y goza en ella de g r a n re p u ta c ió n . E n L yon hay vario s, y están d o ­ miciliados alli m ismo. E n Orange hay tam b ién u n m inistro, q ue está e n c a rg a d o al m ism o tiem po de Ja a d m in istració n de otras p arro q u ia s de fuera. E n Ja diócesis de Saintes tie­ n e n los re lig ion ario s doce ó q u in ce ministros, q u e se sirven de la m ism a señal q u e llama á los heles, para convocar á los falsos refo rm ad o s á sus ju ntas y conventículos. Cada u ñ o de estos predicantes tiene en su distrito m u chas p arro q u ia s. Estos m inistros se ju n ta b a n otras veces en parages solitarios, p e r o a h o ra ya c e le b ran sus re u n io n e s en los templos Ó en otros lu g a re s destinados para este uso. H ace pocos años se d e s tru y e ro n en Saintonge ocho ó nueve de sus templos. P a r a c o n tra re s ta r á la a u to rid a d q u e habia echado p o r tier­ ra estos asilos del e r ro r, los h a n vuelto á levantar en m ayor n ú m e r o y mas espaciosos q u e los p rim ero s. O tras veces Jos en tierro s de los protestantes se hacían de n o c h e ; al p re s e n te se hacen á la luz del d i a , y tan p ú b licam en te como los de los católicos. E sp ecialm ente e n M arsella fo rm a n u n aco m ­ p añam iento n u m e r o s o , y a u n p ro c u ra n lla m a r Ja atención con su a p a rato f ú n e b r e , pasando m u c h o anlcs de a n o c h e ­ cer y con toda ostentación por la Carrera (C o u rs ), que es el p ara g e mas fre cu e n ta d o de la ciudad. Los ciud adano s ca­ tólicos ac reditan en tales ocasiones con sus m u r m u l lo s lo m u c h o q u e les disg u sta n estos hechos.

Los m inistros se aventuran á esparcir impresos en fo rm a de instrucciones y m andatos sobre los grandes sucesos de la nación. E n t r e otro s hechos de esta especie p u ed o citar el m a n ­ d am ien to pu blicad o en 1 7 6 5 p o r u n m in istro p ro le s ta n te d e u n a ciudad m e rc a n til, o rd e n a n d o al m ism o tiem po q u e lo hacia el seño r obispo, q u e se hiciesen rogativas con m oti­ vo d e la e n f e rm e d a d d e u n p rín c ip e a u g u s t o , cuyo n o m b r e n o m e atrevo á p ro n u n c ia r p o r no d e s p e rta r v u e s tro d olo r y re n o v a r vuestras lá g rim as. P o r dos hechos atrevidos de sus m inistros vais á ju zgar de su p ro p e n sió n á in s u lta r la R eligión d o m in a n te en .vues^

tro reino. E s ta b a el señor obispo d e Lodeve ( 1 ) haciendo p e r s o n a lm e n te u n a m isión e n u n a de las p arro q u ia s d e su diócesis: aprovechándose de esta ocasion u n m in istro p ro tes­ tante principió él ta m b ié n á p r e d ic a r , escogiendo para tea­ t r o de su apostolado u n sitio bien p ró x im o á la iglesia ( 2 ) en la q u e el v e rd ad ero p re la d o predicaba la palabra de Dios. G uando se hacian misiones en Saintonge , en a lg u n a de las p a rro q u ia s en q u e babia calvinistas se les p ro h ib ía p o r sus m in istro s bajo pena de escomunion el asistir á ellas. D u ­ r a n te u n a de estas misiones s o b o rn a ro n á fuerza de d in e ro á u n a católica de la hez del p ueb lo, y a g u a r d a r o n á u n o de los dias mas solem nes de la m isión p ara q u e hiciese u n a a b j u ­ ración pública en m edio de u n a d e sus asam b leas, sirvién­ dose de su ig n o ra n c ia y de s u ¡grosería para co n v e rtir en mofa, y de u n m o d o ruidoso, el celo de los verdaderos p r e ­ dicadores de la Religión.

H a sido preciso notificar jurídicamente algunas prohibi­ ciones contra estos fa lso s pastores. A pesar de eso se atreven á conferir el bautismo y autorizar el m atrim onio con cierta especie de autenticidad, especialmente en algunas provincias , en virtu d de ciertas órdenes superiores que se dieron á prin ­ cipios del año 17 74, E s ta s órdenes aún no han sido revo­ cadas, sin embargo de la indignación que m anifestó con este motivo el difunto rey. E n tal caso, ¿ q u é d e b e re m o s p e n s a r del g o b ie rn o de la m o n a rq u ía fr a n c e s a , si es cierto q u e esas ó rd e n es llam a­ das superiores, q u e escitaron la indignación del monarca, ni f u e r o n revocadas entonces ni lo h a n sido todavía? S e ñ o r , hace ya veinte anos q u e la asam blea del clero ( e n 1 7 6 0 ) elevó c o n tra estos estrepifosos abusos las miomas quejas q u e el c u e r p o E piscopal ha renovado e n 1 7 8 0 . “ Casi «todas las b a r r e r a s opuestas al calvinism o (decia el clero » e n su representació n de 1 7 6 0 dirigida al d ifu n to r e y ) , h an

de

(1)

M r.

(2)

E l m i n i s t r o h a b í a e le gi d o p a r a la e s c e n a u n a e s p e c i e de g r a n j a m e ­

.F iím eZ fp re T ad o v e n e r a b l e p o r r a e d s d y p o r s a c e l o re li g i o s o .

d i o a r r u i n a d a , de m o d o q u e p a r a c o r t a r

el e s c á u d a l o se r i ó el o b i s p o e « la

p r e c i s i ó n de c o m p r a r la g r a n j a y h a c e r l a d e m o l e r e n s e g u i d a .

»sido arrolla d as sucesivam ente. Unos m inistros y predican»tes educados en las cacadas h eréticas ó en naciones e s tra n » g e r a s , han i n u n d a d o a lg u n a s de v u estra s provincias. H a n « te n id o consistorios y sín o d o s, y no h a n ccsado de p re si» d i r r e u n io n e s ta n to mas so lem nes c u a n to m as secretas.,.. » E n estas r e u n io n e s se practica toda la litu rg ia calvinista: » alli &e b a u tiz a , se distrib u y e la cena , se p re d ic a el e r r o r , »se ce le b ra n m a trim o n io s, y los m in istros y predicantes no « tie n e n r e p a r o e n d a r certificaciones de esios bau tism o s y » m atrim o n io s. H ace poco n o solicitaba mas q u e el p e rm iso » d e p o d e r c e le b ra r los co ntrato s m atrim o niales de u n a m a ­ rinera p u r a m e n t e civil y p rofan a ; y a u n c u a n d o a p a r e n t a ­ b a n lim itarse á esta p r e te n s ió n , es ev iden te q u e u n a vez » o to rg ad a c o n d u c e p o r sí m ism a..... á u n a tolerancia total » d e l calvinismo. H oy en dia aú n se pre d ic a y encom ia m u s c h o mas esta tolerancia ( 1 ).w E n 1 7 6 5 y 6 6 , el clero, m o vid o de s u celo, se quejab a ig u a lm e n te wde q u e e n las diócesis de Valencia , de Die, Gre » noble, C astres , C ahorst JSimes, R o d e z, M oniauban, M on i yypdkr, Luzon t jig e n y B eziers , &.c., los calvinistas tenian » re u n io n e s , en las q u e p resid ian sus m i n is t r o s , p re d ic a b a n »la h e r e g í a , a d m in is tra b a n la cena , y d ejaban con m u c h a «frecu encia m o r i r los niños sin b a u tism o (%).** E l s e ñ o r obispo de M eaux ( 3 ) , en su re p resen ta ció n á la asam blea d e 1 7 7 0 , se espresaba e n estos térm in o s. ''‘Los « p ro te s ta n te s h a n llegado e n a lg u n a s diócesis hasta el p u n i ó » d e q u e ya levantan templos y suelen r e u n ir s e e n ellos á la » m ism a señal q u e convoca los católicos á sus oficios." wE n o tra s partes, co m o p o r ejem plo en la dióciísis de Die, » h a n i n t e r r u m p i d o m u ch as veces el oficio D ivino con g r i »tos tu m u ltu o s o s y clam ores in d e c e n te s ; y sus m inistro s es» ta n d a n d o c o n tin u a m e n te certificaciones de b a u tism o y m a » t r i m o n i o , c o m o sí estuviesen autorizados para t e n e r re g is -

( i ) P roceso v e rb a l de la asarobtea «leí c le r o e n y 318, (a ) (3)

1 7& 0, p á g in a s

Proceso verbal
217

» tro s p ú b lic o s , y decidir acerca d e l estado de los ciu d a » danos ( 1 ).” Y a veis, S e ñ o r , q u e es v erd ad q u e desde 1 7 4 § , época e n q u e a ú n estaba en todo su v ig o r la d eclaración de 1 724,

los m inistros protestantes tienen reuniones, convocan á sus secuaces en templos ó capillas , practican toda la litu rgia cal v in ista , bautizan, distribuyen la cena, predican, casan, y no tienen reparo en dar certificaciones de bautismos y de m atri­ monios. T al es, S e ñ o r , el estado de los religionarios en v u es­ t r o reino. D e esta m a n e r a h a n ten id o la destreza de r e p o ­ n e rs e poco á poco en el estado q u e tenian c u a n d o e) edicto de N a n tes: á p esar de s u abro g ació n d ecretad a s o le m n e ­ m e n te p o r el edicto de 1 6 8 5 , á pesar de la declaración de 1 7 2 4 , es d e c i r , á pesar de L u is X I V y de L u is X V , y ap ro v ech á n d o se de vu estro silencio y d e la ig noran c ia en q u e se os deja acerca de todas estas escandalosas infraccio­ n e s , p arece q u e dicen e n su i n t e r i o r , á pesar también de Luis X F l. E llo es, S eñor, q u e teneis en vuestros estados u n a especie de sú b d ito s v e rd a d e ra m e n te s i n g u l a r e s , y ú n i ­ cos en toda la E u r o p a , q u e se sostienen con g r a n calm a en cierta in d e p e n d e n c ia á pesar de las leyes dadas fo r m a lm e n te c o n tra ellos; y q u e á fuerza de osadía o bligan al g o b iern o , n o tan solo á s u f r i r los desprecios d e la ley, sino ta m b ié n á t e m e r q u e q u ie r a n ellos dársela, ¡No m e cansaré, S eñ o r, de re p e tir q u e los protestantes, si b ien son tím idos en tiem po de paz, se m u e s tr a n osados e n tie m p o de g u e r r a . E sp ec ia lm e n te en la p en ú ltim a h a n d a d o p r u e b a s de su ca racier e m p r e n d e d o r , inq uieto y atrevido. M ie n tra s q u e los enem igo s de fuera absorvian toda la a t e n ­ ción de vueslro a u g u s to p re d e c e s o r, ellos p o r su p arte h a n m u ltiplicado sus tem plos , h a n d ad o m as a m p litu d á la so­ lem n id ad de su cu lto , se h a n n egado á b autizar á sus hijos en la iglesia, h a n establecido m aestros y m aestras de es­ cuela de e n tre las personas de su secta , h a n ce leb rado los co ntratos m atrim oniales an te sus m in istros sin cu id arse d e la presencia del c u r a , h a n a b ie rto registro s d o n d e ano lar

(i)

V é a s e t i p r o c e s o v e r b a l de l a a s a m b l e a de 1 7 7 0 , p á g . 5 3 7 .

eslos ac to s, y h a n estado sacando d ia ria m e n te copias certifi­ cadas y íirm a d a s p o r sus predicantes . P o r o tra p a r t e , S e ñ o r , h a n co m etido abusos m u y tra s ­ c e n d e n ta le s , sob re los q u e a u n el g o b ie rn o m as in clin ad o á la tolerancia y mas in d ife re n te en m ateria de R e lig ió n no p o d ria c e r r a r los ojos sin c o m p r o m e te r su sa b id u ría y la d e ­ cencia pública. Y en p r i m e r l u g a r , ¿ q u i é n n o re co n o ce á p r i m e r a vista el p elig ro de estos bautism o s, q u e no han sido a d m i ­ nistrad os por los párrocos de n u estra s iglesias, sino p o r los m inistro s del p ro testan tism o ? Ya lo habéis o íd o , S eñor: esos predicantes , q u e p o r lo c o m ú n no son m as q u e u n o s h o m b re s e r ra n te s , v a g a b u n d o s y sin residencia fija, dejan m o r i r sin b autism o m u ch o s niños de su secta. Et clero os avisó tam b ién de o tro a b u s o , d e n u n c ia n d o los b autism o s ( 1 ) a d m in is tra d o s c o n tra la fo r m a p re sc rita , a d m itid a com o di­ vina hasta p o r las m ism as sociedades cristianas sepa rada s de la Iglesia R o m a n a , A ú n hay q u e d e n u n c ia r á V. M. o tra p ro fan ac ió n del p r i m e r o y del m as esencia! de los S acra­ m en to s. Se acaba d e sa b e r q u e en ta diócesis de Saintes u n m in is tro p ro testan te bautiza por asp e rsió n , y m u c h o s niños á la vez, d e lo q u e re s u lta , q u e quizá a lg u n o s de ellos no re c ib ir á n u n a locion suficiente p a r a q u e se v eriíiq u e la va­ lidez del S acram en to , E sto s s o n , S e ñ o r , p a r te d e los inco nvenientes q u e r e ­ s u ltan del sistem a q u e se ha p ro p u e s to el g o b i e r u o , de no d a r oidos á las quejas de los c u ra s c o n tra la obstinación con q u e r e h ú s a n los calvinistas llevar sus hijos á la iglesia para q u e re c ib a n en-ella el bautism o. T a m b i é n os d eb o h acer p re sen te q u e los m inistro s p r o ­ testantes llevan su d esv e rg ü e n z a hasta el p u n to de p r e s e n ­ ta rs e con t r a g e de c e re m o n ia , y á la luz del dia, en las p o ­ sadas públicas en q u e se a lb e r g a n los viageros, p ara casar á los sectarios, y á vista de los católicos atraído s con el a p a ­ ra to de la novedad ( 2 ).

(i)

L o s b a u t i s m o s a d m i n i s t r a d o s e n n o m i n e de

la

Sa n tísim a T rin id a d

c o l e c t i v a raen le. (a)

E n c i e r t a o c a s i o n e n q u e m e h a l l a b a de v i a g e y d e s c a n s a n d o en l a

A dem as d e b o h ac er o b s e rv a r á Y . M ., q n e los pred ican tes casan á los calvinistas a u n q u e sean p arie n tes e n u n g r a d o p r o h i b i d o , y sin dificultad c u a n d o lo son e n s e g u n d o g r a ­ do. A los católicos q u e c o m ete n la vileza d e a b a n d o n a r los estandartes de la F e p ara casarse con a lg u n o s re fo rm ad o s, se les tra ta con la m is m a in d u lg e n c ia . H ace pocos años q u e u n a neófila católica volvió á su secta, y poco tiem po d es p u e s se casó con u n p r i m o h e r m a n o su yo q u e p ro f e ­ saba el calvinism o. P e r o , S e ñ o r , a u n c u a n d o no m i r e m o s el m a tr im o n io d e los p ro te s ta n te s sino bajo el aspecto de c o n tra to civil, ¿có m o p o d re m o s conciliar la au dacia d e esos m in istro s q u e se e n tro m e te n á d a r dispensas hasta en s e g u n d o gra d o , con ese respeto q u e se jactan d e p ro fesar á las leyes del p rín cip e , s ie m p re q u e n o c o n t r a r í e n su c u lto ? ¿ P u e d e n ig ­ n o r a r q u e los im p e d im e n to s d irim e n te s h a n sido puestos con a c u e rd o de am b a s potestades? P o r ta n to , a u n c u a n d o los calvinistas se h ay a n sep a rad o de la Iglesia R o m a n a , d e ­ b e n c o n o c er q u e el p o d e r te m p o ra l no p o r eso ha p e rd id o el d erech o de p o n e r im p e d im e n to s q u e d irim a n el c o n tra to civil de sus m a trim o n io s, con la m ism a a u to rid a d con q u e V. M. a n u la r ía c u a lq u ie r o tro c o n tra to fo rm a d o c o n tra lo dispuesto po r las leyes de su rein o. D e esta m a n e r a , los m in istro s p rotestan te s q u e d is p e n ­

f o n d a de u n a

de

nuestras p rin cipales

c i u d a d e s de c o m e r c i o , v i l l e g a r « 1 1

p e r s o n a j e v e s t i d o c o n ti na e sp ec io de t o g a ,

y

a c o m p a ñ a d o de u n g r a n n ú ­

m e r o (le h o m b r e s y n aug ere s vestido.» c o m o de c e r e m o n i a . A p o r el a i r e f e s t i v o q ue t r a í a n , h u b i e r a sujeto

que iba

delante, q u e

notificar

algunos

m inistro

proleslnnte

c u t ó su s f u n c i o n e s

despachos á

del

a l g n n e m p l e a d o de j u s t i c i a trib u n al.

Poco

co s a de l m e d i o posada,

Y o no

y trage del que venía á

despues supe q ue era u n

que v e n ia á celeb rar u n m a tr im o n io :

h a b i t a b a . L o s a m o s de la sin n in g ú n escrúpulo.

era

no h a b er sido

c r e í d o p o r la g r a v e d a d

d i a en u n c u a r t o

en e f e c t o e j e ­

e n c i m a de! q n e y o

a m b o s c a t ó l i c o s , a s i s t i e r o n á la f u n c i ó n

pude menos

de m a n i f e s t a r l e s q u e e st n b a a d ­

m i r a d o , n o solo de la p u b l i c i d a d de a q u e l a c t o , s i n o t a m b i é n de s u c o n d e s ­

es cierto, señor, que según Jas o r ­ d e n a n z a s de p o licía debíam os p a g a r un a m u l ta , pero nuestros m a g istra d o s se entienden con h/s h u gon otes; a tiernas que el m in istrn h a re c ita d o en el a c to del ca sa m ien to la s m ism a s oraciones que u sam os en tre nosotros, ¿ P u e s qué no c siá esa bueno? D e a q u í se p n e d e i n f e r i r la s e d u c c i ó n t a n r á p i d a

cendencia cu e llo , pero me resp o nd iero n :

q u e v a o b r a n d o e l c a l v i n i s m o e n F r a n c i a v a l i d o de la t o l e r a n c i a .

san sin dificultad ni fo rm alidad a lg u n a los obstáculos de p a re n te sc o q ue se o p o nen á los m a trim o n io s de los secta­ rio s , se a r r o g a n u n p o d e r m as absoluto q u e el de los obispos. No se p u e d e d a r cosa m as despótica q u e la c o n d u c ta q u e observ an esos pred ican tes en el d ese m pe ño de su m i ­ nisterio. De c o n tin u o am enazan á sus prosélitos con la esc o m u n io n , y a u n se ía im p o n e n e n ciertos casos. Les r e b a ­ san la cena sin te m e r las a p e la c io n e s , q u e sirven e n t r e nosotros com o de Freno para co n ten e r los abusos en q u e p u d ie ra n i n c u r r i r los su p erio res eclesiásticos, q u e r ie n d o r e ­ p r i m i r alg u n o s actos p o r m edios q u e no estuvieran en sus atribuciones. D e aqui se infiere q u e ni el P a p a , ni los obis­ p o s, ni sus colaboradores gozan e n Francia de u n p riv ile­ gio como el q u e tiene c u a lq u ie r m in is tro de la aldea mas infeliz de v u estro reino. P e r o n o es el único defecto político de los m atrim o n io s de los calvinistas el ab uso e n o r m e de estas u niones cele­ bradas e n t r e personas q u e tienen im p ed im e n to s dirim entes, in frin g ie n d o cuando m enos las leyes civiles, q u e aú n n o han alzado estas prohibiciones reconocidas p o r la a u to rid a d tem poral, sino q u e ademas han in tro d u cid o en algu nas p a r ­ tes (p o r ejem plo en Sciinionge) o tra especie de u n ió n bien odiosa y crim inal. U n católico y u n a p ro te s ta n te , ó bien u n p rotestante y u n a católica, sean parientes ó n o , fo r m a n e n ­ t r e sí su especie de e n la c e , sin haberse presentado ni en la iglesia al c u r a , ni en el tem p lo al m i n is t r o , viviendo en seguida com o m a rid o y m u g e r , sin q u e n in g u n a autorid ad venga á t u r b a r tales u n io n e s , re p ro b a d a s hasta por el p a­ g a n is m o , p o rq u e todos los p u eblos civilizados del u n iverso ha n m irad o siem p re la u n ió n c o n y u g a l, la p r i m e r a y la mas repetable de todas las u n io n e s , com o u n a sociedad qu e no podia contraerse sin q u e mediase en ella a lg ú n acto de R eligión. O b sérven se si no las c o stu m b res de los griegos y de los ro m a n o s , que hacian in te rv e n ir á sus m ismas divini­ dades , invocándolas en sus b a n q u e te s nupciales po r m edio de sacrificios y de lib acio n es; vestigios preciosos de u n a id ea, bien q u e c o rro m p id a y a d u lte r a d a , acerca de la insti­ tución del m a trim o n io p o r el m ism o C riador. EI

E stas u n io n es m o n s tru o s a s , establecidas p o r los p ro te s ­ ta n tes e n v u e s tro r e in o , p r in c ip a lm e n te en la diócesis de S a in to n g e , las lla m a n c o m u n m e n te en el pais adováges (ap are am ie n to s). S o lam ente e n u n a aldea de la diócesis de Saintes hay doce ó trece de estos adováges (1 ) . D e esta m a n e r a , d esp reciand o in d ife re n te m e n te el c u l ­ to católico y el suyo los s e c ta rio s , re p u d ia n ig u a lm e n te p a r a sus m a trim o n io s el m inisterio de n u e s tro s cu ras y el de sus predican tes. E n t r e ta n to , p o r u n a inconsecuencia la m as estraña, se ha visto en alg u n as ocasiones á los p r o te s ta n ­ tes p re s e n ta rse a n te los p árro co s de nuestra s iglesias, no p ara exigirles la b e n d ic ió n n u p c ia l, sino p ara notificarles q u e las p a rte s presentes se to m ab an m u t u a m e n t e p o r esposos. Los c u ra s d e Orleans, de Bíois y de Chartrcs se h an quejado á la A sam blea de 1 7 7 5 de la tem eridad de los r e ­ ligionarios en estos procedim ientos. E n efecto, esta co ndu cta lleva consigo in d u d a b le m e n te u n a especie de confesion táci­ ta é indirecta de la necesidad de q u e c o n c u r r a n los m in is­ tros de la v erd a d e ra R eligión para a u to riz ar sus enlaces, y p o r olra parte es u n h o m e n a g e a u n q u e forzado q u e rin d e n á la Iglesia, m anifestándole u n a sum isión á medias a u n en el aclo m ism o en q u e in te n ta n rehusarla. P e r o la in co h e­ rencia de esta c o n d u c ta del p a rtid o p ro testante es u n a p r u e ­ ba e v id en te , de q u e si el h o m b r e llega á sa c u d ir u n a vez el y u g o dé la a u to rid a d leg ítim a , todas sus com binaciones no son mas q u e inconsecuencias, y el v értig o q u e ofusca su visla no p ro d u c e mas q u e desaciertos. Llenos de o rg u llo cada vez mas los m in istro s con la li­ b e r ta d q u e h an u s u r p a d o ejecutando tr a n q u ila m e n te sus f u n c io n e s , in fiere n d e aq u í q u e se les p e r m itirá ig u a lm e n te d e sp a ch ar certificaciones de b autism o y casam iento, pues­ to q u e se su fre q u e ejecuten estos b autism os y m a t r i m o ­ nios. El clero no ha cesado de clam a r con vigor co ntra este proyecto de los pre d ic an tes, q u e p re te n d e n gozar del d e­ re ch o de te n e r registros públicos y declarar el estado de los ciudadanos. Y no han parad o en esto, sino qu e, pasando de

(i)

En

M o rn a c,

q u e p o r c i e r t o es-t ln I u ^ a r b i e n p e q u e ñ o .

■una consecuencia e n otra, h a n tra ta d o de h ac er valer en los trib u n ales sus certificaciones de m a trim o n io . U n decreto dado hace pocos arios p o r u n o de vuestros p a rla m en to s, nos s e rv irá de p ru e b a para acred itar esta n u e ­ va pretensión de los sectarios. Cierto m in istro pro testan te qued ó p o r h e r e d e r o u n i v e r ­ sal de los bienes de su esposa q u e acababa de m o r i r sin híjos; con csie motivo u n h e rm a n o de la difunta se opuso á esta heren cia u n iv e rs a l, alegand o que el m a trim o n io de su h e r m a n a n o se habia celebrado con las fo rm alid ades de la Iglesia, prescritas rig o ro s a m e n te p o r las ordenanzas de n u estro s reyes, y q u e p o r tanto esta un ió n no d eb ía m i ­ rarse mas q u e como u n c o n c u b in a t o , en cuyo caso este le ­ g a d o , p ro h ib id o por la ley, debía declararse n u lo , y la s u ­ cesión en la h erencia ad ju dicarse al p a rie n te colateral mas inm ediato. Si el m inistro p rotestan te se h u b iese co n ten tado ro n i n te rp o n e r para su defensa la escepcion q u e tenia en su favor del estado de casam ien to en q u e h ab ia vivido con la testad o ra , el cual le dispensaba de p re sen tar u n a p ru e b a de su m a trim o n io , este sistema no h u b ie ra tenido cosa a lg u n a chocante, ni q u e pudiese h e r ir las leyes de la nación, antes por el c o n tra rio , en aquel m ism o acto con q u e el sectario h u b ie ra in te n ta d o declinar la obligación de p re s e n ta r al m a ­ gistrado una p r u e b a fehaciente de s u m a tr im o n io , h u b ie ra dejado en tre v erse cierto respeto tácito á la ley tan s o lem ne del reino q u e n o reconocía estado legal en los protestantes. P e ro e n vez de s e g u ir esta co n d u c ta el m in istro protestante instituido por legatario, se em p eñ ó en hacer valer su certifi­ cación de m atrim o n io revestida con el sello de u n p re d ic an ­ t e , persuadiéndose q u e con esto lograba d a r u n g o lp e deci­ sivo á favor de su secta, h aciendo reconocer como legítim o este d o c u m e n t o , á pesar del caracier de p ro sc rip ció n q u e llevaba consigo. Las vivas gestiones de los p ro te s ta n te s , sus manejos secretos, y u n esp íritu de falsa tolerancia- ilusiona­ ro n al p a rla m e n to de T o lo sa, el cu a l, p o r su a c u e rd o dado e n § d e ab ril de 1 7 7 6 , desechó la d e m a n d a del católico y acogió la del protestante. P e r o este triu n fo del calvinismo le d u r ó bien poco, pues Y. ¡VI., ju s ta m e n te indign ado del es­ ceso del m in istro p ro te s ta n te , anuló p o r u n d ecreto de 2 5

u de o c tu b r e de aqu el m ism o año el del p a r la m e n to de L an guedoc , H ace pocos años q u e la señorita Cam p, calvinista, se a tre ­ vió á p re s e n ta r a n te el P a r l a m e n to de P a rís su certifica­ ción de m a t r i m o n i o ( 1 ) c o n tra id o an te u n m in is tro de su secta. Los p ro testan te s , q u e valiéndose de su m u c b o influjo en la A u d ien c ia in t r i g a b a n secretam en te para lo g r a r p o r m ed io de u n d e c re to a u te n tiz a r la legalidad de su estado, se e n c o n tr a r o n d efrau d a d o s de su esperanza c u a n d o vieron recusada el acia del casam iento de la señorita Camp. Tales s o n , S e ñ o r , los m inistros q u e m a n tie n e n e n el e r r o r . á las g e n te s del p u e b lo y á los p o b re s h abitan tes del c a m p o , p o r m edio de ese culto esterno q u e les p ro p o rc io n a n . Si se h u b i e r a alejado de n u e s tra s com arcas á esos funestos p r e d i c a n t e s , el p rotestantism o se h u b ie r a desvanecido-insensiblem ente en vuestro reino. Las preocu p ac io n e s de la p r i ­ m e r a edu cación , y esa obstinación ciega d insensata q u e p r o d u c e la ig n o ran c ia, re tie n e n m a q u in a lm e n te á los calvi­ nistas plebeyos en la religión de sus p a d r e s : pero la necesi­ d a d de u n culto esterior, la fuerza del eje m p lo , y el s aluda­ ble influjo de los consuelos q u e los P a sto res celosos é ilus­ trad o s suelen d e r r a m a r en el seno de los desgraciados, inte­ resánd ose p o r ellos a u n c u a n d o se h allen d om inados p o r el e r r o r , al fin h u b ie ra n logrado u n e'xito com pleto. Mas lo q u e sucede e s , q u e despues q u e los m in istro s protestante s bautizan los n iñ o s , esta ju v e n tu d deja de ins­ tr u i r s e cu la Iglesia ro m an a. Desde q u e se ce le b ran los m a­ trim o n io s p o r los m in is tro s , bien sea en sus prédicas ó en a lg ú n lu g a r d esierto , r e s u lta n los desórdenes mas espantosos, tan to por la s u e r te in cierta de los hijos, com o p o r la i r r e g u ­ laridad de los m a trim o n io s e n tr e sus padres. P e r o , S e ñ o r , estos predicantes no son tan solamente c o r r u p t o r e s de vuestros sú b d ito s, sino q u e son tam b ién sus opresores, Se toleran casi umversalmente (dice el clero) las contri­

buciones fjue se reparten anualmente á los súbditos de V. M.

(i)

E s l a b a firm a rla p o r el m i n i s t r o

Sohüos.

p a ra satisfacer las retribuciones que exigen los m inistros y predicantes %á los cuales se recompensa en cierto modo por la violacion de las leyes y por los atentados cometidos con­ tra la tranquilidad del E sta d o . B ien s a b é is , S e ñ o r , y con h a rto dolor de v u estro p a te r­ nal corazon, el esceso de contribu cion es con q u e se halla r e ­ cargada la p a rte mas n u m e ro s a de vuestros súbditos, q u e se ven reducidos á e n tr e g a r á los em pleados del hsco el fr u to mas precioso de sus trabajos y su d ores , para soco rrer las necesidades del E s t a d o , q u e no parece sino q u e re n ace n á cada instante. Sometidos á la ley q ue les obliga á costear el m a n te n im ie n to de los pastores de la Iglesia, pagan ademas el diezm o de todo el p ro d u c to d e sus campos, ¿Cómo, pues, ¿se atreven á re c a r g a r la m iseria de unos y el m al estar de otros esos m in is tro s , q u e llenen la audacia de i m p o n e r con­ trib u c io n e s pecuniarias á vuestros súbditos q u e profesan su creen c ia , sin aprob ación para ejercer sus fu n c io n e s , y m u ­ cho m enos para im p o n e r trib u to s ? V u e s tr o a m o r n a tu ra l p o r la ju stic ia , vuestra sensibilidad , y sobre todo el deseo de la felicidad de vuestro p u e b lo , nos a s e g u ra n que no co n­ sentiréis q u e subsista p o r mas tiem po u n a vejación com o esa. ¿ Y p o r q u é , S e ñ o r, h an de te n e r V. M. y v uestro C on­ sejo tantas consideraciones con esos m in istro s? Ellos no son mas q u e unos malos ciu d ad a n o s; son u n o s facciosos que, en el m o m en to en q u e d ep o n e n el t e m o r , prin cip ian á desen­ volver su c a r a d o r d a ñ in o , atizan el fuego de la discordia, y dan la señal para com enzar á revolver. Esos proyectos de r e ­ vueltas y de insu bo rd in ació n que h an alarm ado algunas p r o ­ vincias, y las diferentes conm ociones q u e las lian agitado d u ­ ra n te la g u e r r a de 1 755, han sido fraguadas po r los ministros que se eslendieron por la A b a c ia , el Delfinado , la a Cevenas, Languedoc y jBcarncs. El m inistro Feries fue ajusticiado en Strasburgo p o r hab er in tentad o revolucionar á los pro tes­ tantes de la Alsacia , que se atrev iero n á te n e r rogativas públicas p o r el triu n fo de los enem igos del Estado.

O tras veces los religionarios no se atrevían d dogm ati­ zar en público , y respetaban a l menos exterior mente las pro­ cesiones y otras prácticas solemnes de la Iglesia católica, yJ} presente se puede asegurar que apenas pasa dia , que no sea

señalado con nuevas irreverencias contra nuestras ceremonias y nuestros santos m isterios. P o r una parle vemos un po­ pulacho desenfrenado quemar el signo adorable de nuestra redención: en otra oímos proferir las m as horribles blasfe­ m ias contra la persona augusta de Jesucristo presente en la sagrada Eucaristía. S e ñ o r , sería dem asiado prolija la lista q u e p odríam os fo r m a r de las abom inables profanaciones com etidas p o r loa protestantes e n nuestro s dias: p o r tanto, nos co ntentarem os con re c o rd a r alg u n as de fecha mas reciente. E l año pasado, d u r a n te la solem nidad de INoche-buena , e n tra ro n algunos protestantes e n el pueb lo de Orthez en JJearne, y lo graron i n t e r r u m p i r el oficio divino en el instante mas venerable de n uestros sagrados misterios ; no contentos con esto profirie­ ro n u n a porcion de blasfemias y de las mas execrables p ro ­ posiciones. T o d o s los asistentes q u e d a ro n llenos de in d ig n a ­ ción , y fue precisa toda la p ru d e n cia y firmeza de las a u to ­ ridades del pueblo p ara co n ten e r los efectos del p rim e r a r r e b a ­ to , siem p re m u y peligroso cu a n d o el p ueblo se deja llevar d<; e'l. Estos hechos están probados p o r los procedim ientos ju d i­ ciales y las inform aciones q u e se hicieron con el aparato que exigía u n negocio tan g ra v e ( 1 ). E l m ism o año u n calvinista de la diócesis de Valencia hi­ zo pedazos u n a c r u z con u n a hacha. E l dia 2 de fe b rero de este año u n protestante de Saintonge e n tró en u n a igle­ sia ( § ) , y a rra s tra d o del fanatismo delirante de su secta t u ­ v o la audacia de escu p ir en los sagrados libros q u e sirven para d irig ir nu estra litu rg ia . E n seguida se subió al al­ tar. ¿Cuál era su designio? Ya se deja conocer. E l c u ra tra ­ tó de oponerse al delirio de este sectario im pío, y fue col­ m ado de injurias. No contenLo con eso aquel p ro fanad or sa­ crilego , fue aquella m isma larde á colocarse á la p u e r ta de la iglesia, y am enazó con u na vara q u e tenia en la m ano á las m u g e re s q u e tra ta b a n de e n t r a r para asistir al oficio d i­

(i) de

E l s e ñ o r p r e s i d e n t e y el s e ñ o r p r o c u r a d o r g e n e r a l d e l P a r l a m e n t o

Pau

p u e d e n r e s p o n d e r s o b r e l a c e r t e z a de e ste s u c e s o .

(a)

E s t o p a s ó e n la i g l e s i a de

C aillezeei , d i ó c e s i s A rre c í.

l a n t e f a n á t i c o e r a de la p a r r o q u i a d e



S a in te t

.^el p r o l e » -

vino# v om itan do al m ism o tiem p o mil im precaciones c o n tra los católicos y su religión. Y a es in d is p en sab le, S eñor , que sepa Y. M. cuál es el plantel q u e p ro d u c e esa tu r b a de m inistros calvinistas q ue p ro p a g a n c a vuestro reino u n a secta, cuyos principios h an sido forjados para causar recelos á los gobiernos. Me a p r e ­ s u ro á m anifestar á M. q u e estos falsos pastores son e n ­ viados de L au san a, foco del calvinismo, y q u e son pagados p o r dos potencias e s ira n g e ra s , de las cuales la u n a es la rival eterna de la F rancia. Acabo de re cib ir sobre esle p a r ­ ticular los datos mas positivos ( 1 ) , q u e pasm arán á Y, M. y á su Consejo : creem os q ue conviene al bien público del lis­ tado q u e n o se i g n o re n tales hechos, m u c h o m as en la p e r -

(<)

C r e e m o s q u e n u e s t r o d e b e r n o s e x ig e p u b l i c a r lo s d o c u m e n t o s o r i ­

g i n a l e s rjue n o s h a n r e m i t i d o s o b r e este a s u n t o ,

C a rla d e l señ or obispo d e L a u sa n a tí.... S e ñ o r : l u e g o q u e r e c i b í la c a r t a q u e t u v i s t e i s la b o n d a d de d i r i g i r m e , y

con

el o b j e t o de p o d e r

daros una

respuesta satisfactoria , escribí á

a m i g o q u e r e s i d e e n L a u s a n a , el c u a l rae r e m i t i ó en

contestación

quela

va

escrita

de

diferente

letra

que

la s u y a , q u e

«na

un es­

ad ju n ta , y guardo

u n a Copia de el la p u r si a c a s o é sta se e s t r a v i a . E n L a u s a n a n o se s a b e n i q u i é n m e la ha e n v i a d o , ni á q u i é u la r e i n i t a y o ; p e r o

vos

podéis a s e g u r a r c o n

t o d a c o n f i a n z a q u e la h a b é i s r e c i b i d o de m í , y q u e y o a c a b o de r e c i b i r l a h o y m i s m o . F á c i l m e n t e p o d éi s c o n o c e r p o r ias p r e c a u c i o n e s q u e

se

tom an,

y

p o r el t e m o r que se t r a s l u c e de i n c u r r i r e n a l g ú n c o m p r o m i s o , el m i s t e r i o c o n q u e se t r a t a en

L a u s a n a ac e rc a de esle s e m in a r io y

¡Jomados p o r el r e y de I n g l a t e r r a y los

de

los m i n i s t r o s

H o l a n d e s e s . E s l e es u n

s e c r e t o de

q u e yo n o l i a b i a o í d o h a b l a r , y q u e n o p u e d o c o m p r e n d e r c ó m o h a y a l l e ­ ga d o á v u e s t r a n o t i c i a . E n \ e r d a d , S e i í o r , q u e y o riori de n u e s t r o b u e n D i o s el q u e h a y a l l e g a d o e s t o

m i r o c o m o un a disposiá vuestros

b ie n de la R e l i g i ó n . T e n g o el h o n o r , & c . E s t á f i r m a d o . po de L a u s a n a . . . , . F r i b u r g o á

i/¡

oídos p a r a

D e L em bou rg,

obis­

de a b r i l de 1 7 8 7 ,

JSs<¡i/ela e n viada a l seriar obispo de L au san a. Han

t e n i d o r a z ó n en a s e g u r a r e s q u e la c o r o n a de I n g l a t e r r a y lo s E s ­

t a d o s g e n e r a l e s d e H o l a n d a s o s t i e n e n , a q u e l l a p o r m e d i o de u n a f u n d a c i ó n a n tigu a t y esta con un a

c o n tr ib u c ió n a n u a l , a lgu n o s jóvenes

cslran geros

l a u t o I r a n c e s e s c o m o de los va l le s del P i a m o n t e , q ue se d e d i c a n al e st ud io de la T e o l o g í a , y e s t á n d e s t i n a d o s

á ser

pastores

en

el e s l r a u g e r o .

Pero

esto e¡¡ u n s e c r e t o c a s i i m p e n e t r a b l e , y a p e n a s se s a b e q u i é n e s so n las p e r ­ s o n a s q u e c o m p o n e n la j u n t a d i r e c t i v a , y ni ti m a g i s t r a d o n i el G o b i e r n o

suasíon d e q u e l a s a b i d u r / a de V . M. p ro fu n d iz a rá las c o n ­ secuencias q u e p u d ie ra n a c a r r e a r u n a s relaciones tan sospe­ chosas e n tre vuestros súbditos y las Cortes estrang eras, las cuales quizá en u n n u e v o o rd e n de cosas, cual p udiera in­ tro d u c irlo la política tan variable de la E u r o p a , se converti­ r í a n bien p ro n to en inteligencias crim inales. E l velo m iste­ rioso con q u e se q u ie re n e n c u b r i r estas relaciones e n tre los m in istro s de u n a secta esencialm ente a n tim o n á rq u ic a y los g o b ie rn o s r e p u b l i c a n o s , s u p o n e u n plan tenebroso : este secreto bastaría p o r sí solo a causar in q u ietu d es á u n g o ­ b iern o . Y a v e is , S e ñ o r, cu á n ta razón tenia el C lero para deci­ r o s : “ q u e se reflexione s o b re las em presas de los p ro te s ta n -

m is m o tienen in sp ección algu n a sobre e lla , é ig n o ra n

ó aparentan

igno­

r a r la e x i s t e n c i a d e e ste e s t a b l e c i m i e n t o .

O tra c a r ta d e l señor obispo de L a u sa n a d.,„ T e n g o el h o n o r de r e m i t i r o s n u e v a s n o t i c i a s c o n c e r n i e n t e s al S e m i n a r i o e s t a b l e c i d o e n L a u s a n a p a r a e n v i a r m i n i s t r o s al p a is e s t r a n g e r o , m a s c l a ­ r a s y m a s detalladas que

la s p r i m e r a s q u e o s d i r i g í :

m a ñ a n a de u n s u g e t o q u e m e s u p l i c ó g u a r d a s e

las b e r e c i b i d o e s t a

tam bién

secreto sobre su

n o m b r e . P o r c o n s i g u i e n t e y a v e i s , S e ñ a r , de c a d a v e a m a s , q u e l o q u e se os i n f o r m ó s o b r e este p a r t i c u l a r e ra d e m a s i a d o c i e r t o . T e n g o el ser, & c . F ir m a d o ,

D e L enzbourg,

h o n o r de

o b i s p o de L a u s a n a * F r i b u r g o 1 8 de a b r i l

de 1 7 8 7 .

E s t r a d o de un a c a r ta d irig id a a l señor obispo de L a u sa n a p o r M r,... su fe c h a 16 d e a b ril de 1 j 8 7. V e d aq u í a lg u n a s aclara cio n e s so b re lo q ue m e e nviasteis á p r e g u n t a r tocan te á L a u sa n a . E x is te un s e m in a r io , d istinto

e n t e r a m e n t e d e la a c a ­

d e m i a q u e s i r v e p a r a lo s s u i z o s . E n él h a y de v e i n t e á v e i n t e y c u a t r o f r a n c e ­ ses p r o t e s t a u t e s , q u e d e b e n r e g e n t a r i g l e s i a s e n s u n a c i ó n . E s t á n e n él t re s a ñ o s , y e s t u d i a n m o r a l , f i l o s o f í a , t e o l o g í a y s a g r a d a E s c r i t u r a b a j o la d i ­ r e c c i ó n de p r o f e s o r e s d i s t i n t o s de l o s de l a

academ ia, y

L o s unos son c o n sagra d o s p o r sus su p e rio res co n

sin te n e r titulo.

a u t o r i d a d p r i v a d a ; lo s

o t r o s , d e s p u e s de h a b e r s id o e x a m i n a d o s y o b t e n i d a u n a c e r t i f i c a c i ó n de c a ­ p a c i d a d ( p r i n c i p a l m e n t e lo s de

L an gu edoc),

v u e lv e n í sus casas , y son c o n ­

s a g r a d o s r e c i b i e n d o la s ó r d e n e s de m a n o de s u s í n o d o p r o v i n c i a l . U n a j u n t a d i r e c t i v a c o m p u e s t a d e s i e t e ú o c h o p e r s o n a s , t a n t a s le g a s c o ­ m o e c l e s i á s t i c a s , q u e p o r lo c o m ú n s o n de L a u s a n a , c o m o se d e j a s u p o n e r , cuid an ellos

de la s p e r s o n a s , e s t u d i o s , c o s t u m b r e s

é i n t e r e s e s de esto s j ó v e n e s :

m i s m o s s o n l o s q u e los c o l o c a n en las d i f e r e n t e s p e n s i o n e s

y

lea d a n

«tes hechas con u n a audacia nueva y sin e je m p la r de m u ch o » tiempo á esla p a rte ; q u e se co n su lten esa m u ltitu d de cs«critos com puestos e n favor suyo y esparcidos con u n a pro-r » fusión sin igual ; q u e se escuche por u n m o m e n to ese gri»to general q u e re su en a de u n estrem o al otro de la F ran cia, »y se verá q u e la Iglesia está am enazada de te n e r q u e par» tir su im p erio con u n a rival orgullosa, y q u e la P a tria ten»>drá tam bién q u e s u frir el do lor de ver levantados altar con­ t r a altar en su pro pio seno.” Y q u e , S e ñ o r , ¿se necesitará acaso r e c a r g a r m as este cu a d ro q u e acabo de trazar de lo q u e h a n hecho los p ro te s ­ tantes m o d e r n o s , p a ra q u e nos convenzamos de lo q u e b a ­

da t r e i n t a y seis á c u a r e n t a l i b r a s d e F r a n c i a c a d a m e s ; p e r o s i n d e c i r de d ó n d e s a c a n e s t o s f o n d o s , s o b r e lo c u a l g u a r d a n u n p r o f u n d o s e c r e t o . M r . de B ......q u e e r a e n o t r o t i e m p o d i r e c t o r , d i j o u n di a á u n o de lo s j ó v e n e s f r a n c e s e s q u e le p r e g u n t a b a de d ó n d e v e n í a n a q u e l l o s f o n d o s , os i m p o r t a

¿ qué

eso s i e m p r e q u e se o s p a g u e p u n t u a l m e n t e ?

A q u í ten é is, S e ñ o r ,

a l g u n a s n o Li c i a s

acerca de-este

e stablecim ien to,

al c u a l de be la F r a n c i a p r o t e s t a n t e m a s d e d o s c i e n t o s p a s t o r e s . D e b o a ñ a d i r q u e este e s t a b l e c i m i e n t o e stá en L a u s a n a s i n n i n g u n a a p r o b a c i ó n n i p r o t e c ­ c i ó n d e l c a n t ó n , q u e n o se m e t e c o n él p a r a n a d a n i le p i d e c u e n t a s , y p a ­ rece c o m o que i g n o r a su esisten cia. Esta

conducta

r a t e r a y t e n e b r o s a de la I n g l a t e r r a

y H o l a n d a , que.sus-

t e n t a b a n el s e m i n a r i o p r o t e s t a n t e de L a u s a n a , r e c u e r d a a q u e l l a s del E s p í r i t u S a n i o :

Q ui m ale a g i t , odit lucem

l u z ) . [ C u á n al c o n t r a r i o h a n

p r o c e d i d o lo s c a t ó l i c o s

c o le g i o s de m i s i o n e r o s ! D u r a n t e se e s t a b l e c i ó

publicam ente

en

el c r u e l

D ouay

palabras

( e l q u e o b r a m a l a b o r r e c e la en la e r e c c i ó n

de s u s

r e i n a d o de I s a b e l de I n g l a t e r r a ,

u n s e m i n a r i o de in g le s e s b a j o la d i r e c ­

ción del d o cto r G u ille lm o A l a n o , que despues fu e C a r d e n a l . P e ro r e c l a m a c i o n e s d e l g o b i e r n o i n g l e s h u b o q u e t r a s l a d a r l o de F l a n d e s

p o r la s á Fran­

c i a , d o n d e se i n s t a l ó en la c i u d a d de R e i m s . D e s d e a l li s a l í a n los i ó v e n e s i n ­ gl eses p a r a s u p a i s e n c a l i d a d de m i s i o n e r o s , y d i s p u e s t o s á s a c r i f i c a r s u v i ­ da e n o b s e q u i o de la F e . E n lo s ú l t i m o s v e i n t e s e m i n a r i o c e r c a de c i e n m á r t i r e s

á

anos

del s i g l o X V I

d i ó esle

la I g l e s i a c a t ó l i c a , c u y o s n o m b r e s

y

m a r t i r i o s p u e d e n v e r s e e n l a h i s t o r i a d e l c i s m a d e I n g l a t e r r a p o r el P , R i vad en e ira , p ág,

44*■

E n R a m a se

f u n d ó o t r o al m i s m o

t i e m p o b a j o )a d i r e c c i ó n de. lo s Pa>-

d r e s de l a C o m p a ñ í a de J e s ú s . I g u a l m e n t e en E s p a ñ a se f u n d a r o n d u r a n t e el r e i n a d o de F e l i p e I I t re s c o l e g i o s mentores t i t u l a d o s de I r l a n d e s e s , e n , J a s u n i v e r s i d a d e s d e Y a l l a d o l i d , S e v i l l a y A l c a l á . T a m b i é n re f i e r e el P . A n d r a d e los m a r t i r i o s

de

varios

le g io s, y pueden ve rse en M a d r i d de 1 7 8 6 ,

m isioneros que salieron la o b r a c i t a d a á

( N . del T-)

de lo s dos p r i m e r o s c o ­

la p á g . 5 4 8

1a

de l a e d i c i ó n de

cen despues de la revocación del edicto d e N antes? ¿ Q u é n o h a ría n si V. M. llegase á d e c la ra r p o r « n a ley positiva la legitim idad de s u estado ? E sto es lo q u e voy á esp o n e r á y , M. y á s u Consejo.

¿Qué harían los protestantes en las actuales etYcunstancias si el gobierno sancionase su estado? - miiiKii»- ’ S e ñ o r , esto n o es ya u n m isterio q u e la política p u ed a o j u l t a r al conocim iento d e la nación. Sábese q u e los fa u tores del p ro testan tism o sitian en este m o m e n to las gra d as del tro n o : sábese ta m b ién q u e varias m em orias co m puestas en apoyo de su causa h a n llam ado la a te n c ió n , y a u n oscilan el in te­ ré s de alg uno s de vuestros m inistros: sábese q u e a c tu a lm e n ­ te se hospedan en P a rís ciertos person ages comisionados p o r su p a rtid o , y condecorados con el pom poso título de dipu­ tados de las iglesias reform adas, los cuales se a r ro g a n este dictado com o si esa sociedad estuviese autorizada y re co n o ­ cida e n el estado , y co n sus escritos escitan el celo de los p a rtid a rio s de su secta: sábese qu e, abusan do del em barazo en q u e se halla la h ac ie n d a, no h a n tenido r u b o r de ofen­ d e r la delicadeza del g o b i e r n o , halagán do le con ofertas pe­ c u n iarias para c o m p r a r u n a gracia q u e se lisonjean hac er p a g a r bien cara á la F r a n c i a , in d em nizánd ose de su p re ­ cio con usu ras. Se sabe q u e á fuerza de intrigas han gana­ do alg uno s m ie m b ro s de la últim a asamblea nacional, q uie­ nes han levantado su voz en favor de los sectarios, au n cu a n ­ do estos c la m o r e s 'h a n sido sofocados sobre la m arch a por la p r u d e n c ia del p rín cipe a u g u s to q u e presidia esta Dieta ve­ n e r a b l e . Se sabe q u e hasta el P a rla m e n to de P a r í s ha fo r­ m a d o votos p o r su regeneración, y ha creído q u e debía ele­ varlos á los pies del soberano, olvidando en u n m o m ento de so rpresa su a n tig u o celo co n tra u n a secta refractaria á los edictos de siete reyes. F in a l m e n te , S e ñ o r, la nación acaba

d e ver en u n a volum inosa m e m o r ia ( 1 ), salida de los talle­ res d e la filosofía, q u e se in tentaba justificar el m a trim o n io de los p ro testan te s, au n cu a n d o careciese de las fo rm alid a­ des civiles; tra ta n d o d e hacer r e f o r m a r el d ec reto del P a r ­ la m e n to de B o rd e a u x , q u e ha juzgado q u e tal enlace no e ra m as q u e u n v e rd ad ero concubinato. Esta o b ra ha sido re* dactada p o r la p lu tn a de u n o de esos h o m b r e s consag rado s p o r su profesion á la defensa de sus conciudadanos. E l h a ­ b e r avocado este espediente de u n consejo de partid o á la secretaría del d esp ach o, a n u n c ia bien á las claras el proy ec­ to q u e se ha form ad o de co n v ertirlo en u n negocio de es­ tado, y por este m edio lo g r a r con destreza ese re sultad o tan tem ido de ta n a c ió n ; es decir, la resurrec ció n del p r o te s ta n ­ tism o en F ran c ia . E s u n hecho bien notorio, q u e los protestantes re n u e v a n hoy dia e n p a rte sus antigu as pretensiones, n egociando ron el g o b ie rn o el re su ltad o de u n a solicitud im p o rtan te. Me atrevo, S eñ or á p ro n o stic a r á V* M., q u e en h ab ien d o o b te­ nido lo q u e solicitan, ex ig irá n sucesivam ente otras ventajas, q u e a r r a n c a r á n de la auto rid a d p o r aquellos medios cuya eficacia h a n esp e rim e n tad o otras veces. L o he dicho y a, Se­ ñ o r , en el p re á m b u lo de este D iscurso; esa indulgencia d e Y . M . , efecto de las m iras de u n a falsa política, a c a rr e a rá las consecuencias m as deplorables, y la ru in a total de ]a cons­ titución religiosa y política de este im perio. P e r o antes de p re s e n ta r á Y. M. el cu a d ro de estos m a ­ les q u e nos am enazan co n u n p o rv e n ir espantoso, vamos á discutir alg unas cuestiones esenciales. Los resultados nos co n d u c irán á la im p o rta n te v erdad de q u e deseo se pene­ t r e n ín tim a m e n te Y. M. y su Consejo. ¿ Q u é piden los protestantes? ¿ Q u é motivo tienen para p edirlo? ¿Q u é ocasion h a n escogido p ara hacer su pelicion?

(i)

M r. T a r g e t,

a u t o r de e s t a

abogado y m iem b ro

m em o ria,

p rin cipios acerca

del

en la

c ual

de

Ja a c a d e m i a f r a n c e s a ,

se e c h a n p o r t i e r r a

b r o l la r

todas

las

y jurisprud en ­ c o n o b j e t o de e m ­

m a t r i m o n i o , s u stitu y én d o les la lógica

c i a de l a n u e v a f i l o s o f ía q u e h a c e t r e i n t a a ñ o s se e s t u d i a i deas.

es e]

todos los an tigu os

¿ P u e d e V. M. concederles sin inconveniente lo q u e pi­ den?

§• I-

¿Que es lo que piden los protestantes en la ac­ tualidad? U n a form a legal para sus m atrim on ios, á fin de a se g u ­ r a r la s u e r te de sus hijos: es decir, q u e se Ies conceda el d e ­ rech o de ciudadanos para ellos y p a r a .s u posteridad; en u n a p ala b ra , lo q u e se llam a en el dia la tolerancia civil. Tales son los límites á q u e se re d u c e n p o r a h o ra sus preten sion es en atención á las circunstan cias poco felices q u e nos ro dean. O b s e rv a d , S e ñ o r , q u e esta petición, á pesar de las apa­ riencias de m odestia de q u e la h a n revestido , es u n a b u r l a s o b re m a n e ra atrevida. A cabo de m anifestar á Y . M. q u e los re lig ion ario s se h a n a rro g a d o de hecho la posesion del estado civil; q u e sus m inistros, no solam ente espiden certificaciones d e bautism os y de m a trim o n io s, sino q u e tienen la d esv er­ g üen za de presen tarlas an te los trib u n ales. P o r otra parte sostienen esta co n du cta con u n tono tan im p o n e n te , q u e es preciso hayan a te rra d o á v uestro s P a r la m e n to s , p u e s to -q u e ia n respetables corporaciones se h an visto en la precisión de valerse de su sagacidad, ad o p ta n d o u n espediente ( 1 ) que, sin legitim ar d irec tam en te las pretensiones de los pro testan ­ tes acerca de la validez de sus m atrim onios, rechaza in d u s trio ­ sa m e n te á los q u e i n te n ta n atacarlas. Es d e c ir , q u e los p ro ­ testantes vienen á p e d ir h u m ild e m e n te á los pies del trono u n a cosa d e cuyo goce h a n p rin cip iad o ya á d isfru tar. Ig u a lm e n te h a n invadido de hecho el libre ejercicio del culto público. Esto q u ed a ya p ro b a d o con testimonios i r r e ­ fragables. P e r o no t a rd a rá n en p e d ir á Y. M. la libertad de ese m ism o culto p ú b lic o , q u e antes q u e se lo concedáis ya se lo han o torg ado ellos á sí mismos. ¿ P u e d e darse u n m o ­

'

(

i)

Conservando

á l o s p r o t e s t a n t e s e n l a p o s e s i o n de s u e st a d o , s i n m e ­

t e r s e á e x a m i n a r l a s a c t a s de s u s m a t r i m o n i o s ,

á fin de n o a d m i t i r la s r e ­

c l a m a c i o n e s tic l o s i n t e r e s a d o s s o b r e la .sucesión.

d o de p ro c ed er mas in co n sec u en te ni mas desvergonzado? ¿Que' o p in io n concebiría Y. M, de c u a lq u ie ra o tra clase de súbditos q u e, h ab ien do de solicitar u n a gracia, tuviesen la des­ fachatez de p o nerla en práctica, no solo an tes de o b te n e rla sino a u n antes de p e d irla ? A caban de s u p lic a r á V. M . q u e les o to rg u e u n d erech o civil q u e legitim e sus co ntratos m a ­ trim oniales; de aqui se infiere q u e reco nocen el d erecho q u e liene Y. M. de d a r validez á sus m atrim on ios. E sta con fe­ sión lleva en sí im p lícitam e n te la o tra de q u e reconocen el derech o q u e tiene V. M. re c íp ro c a m e n te para in v alid ar­ los (1). De m odo q u e se so m eten á V. M, en la hipótesis de q u e los ra tific ará , siend o asi q u e h a n desobedecido á todos v uestros predece so res c u a n d o han p roscrito sus m a t r i m o ­ nios. Y ed a q u í , S e ñ o r , u n o s súb ditos q u e afectan u n a s u ­ m isión y u n a obediencia bien precarias. T a m b i é n solicitan d e Y. M . q u e se a s e g u re el estado de sus hijos. P o r c ie r to , S e ñ o r, q u e la s u e r te lastim era de eslas inocentes criaturas, co n denadas á la infam ia desde el m o ­ m e n to q u e re c ib e n el beneficio de la vida, basta p o r sí sola p a r a e n te r n e c e r el corazón de u n g ra n re y : p ero la d e s g r a ­ cia de la ilegitim idad, aneja á la posteridad de los pro testan ­ t e s , n o es u n a pena q u e se haya im p u esto á estos niños so­ la m e n te , E n v irtu d de los edictos y declaraciones de n u e s ­ tro s reyes, los m atrim o n io s clandestinos (es decir, hechos sin la presencia del c u r a ) , están proscritos p ara s ie m p r e , y los fr u to s d e estas uniones son declarados ilegítimos, y privados de todos los derechos de ciudadanos. T o d o católico que c o n ­ trae m atrim o n io de esta m a n e r a está sujeto á dichas leyes, ¿C on q u é títu l o , p u e s , vienen los protestantes a p ed ir para sus hijos lo q u e la ley niega á los q u e h a n nacido de padres, católicos? Si la ley fuese susceptible de epíkeya (d e i n t e r p r e t a ­ ción), y h u b ie ra de concederse alg u n a distinción, debia h a ­ cerse en todo caso en favor de los hijos de los católicos, va­ sallos fieles y obedientes, los cuales no se h a n p ro p u e s to i n ­ fr in g i r las o rdenanzas del p rín c ip e e n este p a rtic u la r, y por tan to ú n ic a m e n te son culpables p o r haberse dejado s u b y u ­ (i)

Alude á tos m a t r i m o n i o s como c o n l r a l o s civiles. ( N . del T

g a r d e u n a pasión ciega é im p etuo sa. ¿ Q u é p e n s a ría y q u é diría V, M. sí se presentase á su Consejo u n m em o ria], pi­ d ien d o q u e se legitim ase ese in m e n s o n ú m e r o de seres des­ graciados q u e p u e b la n de c o n tin u o los asilos fu n d a d o s p o r Ja celestial caridad de u n a R eligió n q u e recoge en sus b r a ­ zos las tristes víctim as de la in con tinencia? ¿ P u e s q u é ? ¿JNo se declara ilegítim o u n hijo nacido de u n a u n ió n cland esti­ n a , p o r q u e a u n q u e fue co n tra íd a en presencia de u n p á r ­ roco de la R eligión católica le faltó la presencia de dos tes­ tigos? Y con to d o , la nación no se q ueja del rig o r de esta ley, ¿y h an d e estar c lam a n d o los protestantes co ntra esta m ism a ley, y e n los té rm in o s mas agrios, p o r q u e rechaza del seno de la sociedad á los hijos q u e han nacido de u n m a t r i ­ m o n io con tra íd o eñ u n desierto y en presencia de u n p r e ­ dicante? M u c h o tiem p o antes q u e h u b iese pro testantes en el m u n ­ d o , los hijos q u e d eb ían su n ac im ien to á estas sociedades, re p ro b a d a s p o r la ley y la decencia pública, eran desconoci­ dos del estado. L a ley sálica c u b ria de infam ia y p rivab a del derech o de su c e d e r al p a d re al fr u to de u n m a trim o n io incestuoso (1 ). D u r a n te la p rim e ra g e n e rac ió n de nuestro s reyes h u b o alg u n o s m a trim o n io s cuyos fru tos se m i r a r o n c o m o ilegítimos. ¿ Y h em os visto e n la historia q u e se haya atrevido a lg u n o á p e d ir á n u e s tro s reyes q u e aboliesen e n este p u n to la ley sálica y n u e s tra s capitulares? E n F ra n c ia , en v irtu d de la o rdenanza de B lois y de la declaración de 1 6 2 9 , u n hijo d e familia católica m e n o r de 2 5 años, q u e co n tra e m atrim o n io á disgusto de sus padres, ó de s u t u t o r ó c u r a d o r , q u e d a privado de los efectos civi­ les: u n hijo m e n o r de 3 0 años está obligado á t r i b u t a r á sus p a d r e s sum isiones respetuosas a u n cua n d o re h ú s e n acceder á q u e se case, y si o m ite esta fo rm alidad está sujeto á s er desheredado. E l hijo q u e nace d u r a n t e la con tum acia de s u p a d r e , ó despues si n o se ha reconocido, q u ed a escluido de toda sucesión directa y colateral. S eg ú n las leyes del re in o la d erogación de u n p a d re despoja á sus hijos de los d e r e ­

(i)

C a p itu la r i ¿ , Balucio ,

chos d e nobleza. E n v i r t u d de esto los católicos casados c o n tra la v o lu n tad de s u p a d re ó de su t u t o r , com o ig u a l­ m e n te los padres in fam ado s p o r s u contum acia, ó q u e h a n d e g e n e ra d o de su nobleza ad hirién dose á u n a profesion vil ó plebeya, te n d r ía n con tan to f u n d a m e n to com o los p rotes­ tan tes u n derech o para arrojarse á los pies de Y. M. p id ié n ­ dole la devolución del eslado civil, y de los bienes y d e r e ­ chos q u e h abian perdido. ¿S e a p reciará e n vista de esto la petición de los protestantes?

&• Ib Ig u a lm e n te in fu n d a d o s son los m otivos en q u e a p o ­ y a n sus reclam aciones. E l p r i m e r o y mas espresivo es el de la religión e n q u e h a n n a c id o , y q u e ligándolos con las trab a s del co n v e n c im ie n to , no Ies p e r m ite so b re p o n e rs e al g rito de su co nciencia, para pre sen tarse á ce le brar su s casam ientos á la faz de los altares y en presencia de los pas­ tores católicos. D e aqu i d ed u c e n q u e existe u n a diferencia esencial e n t r e los re fractario s po r Teligion y los católicos q u e , arrastrado s de su p a sió n , in frin g e n las leyes m a t r i m o ­ niales del reino. P e r o , S e ñ o r , ¿ e n q u é vendria á p a r a r esto si pudiese c u a lq u ie ra sustraerse á la legislación y al o rd e n público, solo con en n o b lec er sus infracciones c u b rié n d o se con el respetable títu lo de la conciencia? E n ton ces veríais á todas las sectas in tro d u c irs e de trop el en vu estro r e in o , y venir u n a tras otra á provocar u n a nuev a disciplina para celebrar sus m atrim on ios. A d m ita m o s , S e ñ o r , u n a hipótesis in uy posible y nada inverosím il. S u p o n ie n d o q u e todos los esclavos q u e p u eb lan vuestras colonias de A m é r ic a , y de los cuales u n g ra n n ú m e ro aún no está iniciado en los misterios del Cris­ tianismo, ro m p ien d o de r e p e n te los h ierro s de su esclavitud dirigiesen al G obierno estas p alab ras: " C o m o seres libres q ue » somos y ciudadanos avecindados y nacidos en vuestros esta» d o s , es preciso q u e se nos c u e n te al p u n to en el n ú m e r o » d e vuestros súbditos. E s v erdad q u e no profesam os el Cris­ t i a n i s m o , q u e es la re lig ió n del E stado y del soberano.

» p e r o nosotros estamos p ersu ad id o s de q u e no d ebem os «ab ra z a rlo p o r respeto á las p ro c u paciones q u e ad q u irim o s » e n el país q u e nos vio n acer ( 1 ) : mas al fin somos h o m » b r e s , y nos es im posible resistir á la inclinación de n u es» tra naturaleza para la p ro p a g ació n de nuestra especie. P o r « t a n t o , pedim os q u e se nos o to rg u e u n a fo rm a especial pa» r a c o n t r a e r n u estro s m a trim o n io s ( 2 ) . " ¿ Q u é resp o n d ería el G o b iern o á esta súplica ? S e ñ o r, la respuesta q u e daríais en tal caso es la m ism a q u e debeis d a r a h o ra á los p ro tes­ tantes. E s u n axiom a u m v e rs a lm e n te a d m itid o , q u e e n todo co n tra to el q u e está á las utilidades debe estar á los p e r ­ juicios. Los protestantes q u ie re n ser ciudadanos de F ran cia, y re h ú san casarse com o lo hacen los ciudadanos franceses. P u e s q u e ', ¿ para ser ciud ad a n o basta 'el h a b e r nacido en un a re g ló n y bajo u n cíelo d e te rm in a d o ? E l voto u n á n i m e de la sociedad s iem p re q u e la especie h u m a n a se ha r e u n i ­ do p o r su intere's c o m ú n , h a sido q u e cada in div iduo de es­ ta g r a n confederación social sufriese las cargas públicas y se sometiese á las convenciones q u e se d e term in a sen , y á las disposiciones q u e se creyese o p o r t u n o a d o p ta r : e n tr e ellas la R eligión y las leyes o c u p a n el p r i m e r lu g a r. L o s p r o ­ testan tes, á fu e r de p e r tu r b a d o r e s del o rd e n dictado p o r la razón y por la justicia , p r e te n d e n gozar d e las ventajas del g o b i e r n o france's , y desem barazarse al m ism o tiem p o del peso y de las cargas q u e lleva consigo; es decir, del y u g o de las leyes y de la Religión. IVo teneis derecho (esclam an) p a ­

ra violentar nuestras conckncias y hacernos abrazar la re-

(i)

(3)

L a s c o s t a s de A f r i c a , de d o n d e s o n e s l r a i d o s lo s n e g r o s . M u c h o s e sclavo s 'n e gro s

ele tas c o l o n i a s de F r a n c i a

d e s p u e s q u e s o n e m a n c i p a d o s , p e r o o t r o s n o . S i se l i a n casa sin dificultad

in fa c ic Ecclesíce ;

se

b au tizado,

bau tizan se les

p e r o si n o s o n c r i s t i a n o s se le s i n s ­

t r u y e , y en s e g u i d a se b a u t i z a n y se c a s a n . E l n ú m e r o de n e g r o s l i b r e s es g r a n d e e n la s C o l o n i a s : j a m á s se h a o i d o d e c i r q u e e s t o s n e g r o s ,

hechos

lib re s y a u n p r o p ie t a r io s , y p or consiguiente

exigido

ciudadanos, h ayan

u n a f o r m a p a r t i c u l a r p a r a s us c a s a m i e n t o s . ¿ P o r q u é , p u e s , 110 t i e n e n las m i s m a s e x i g e n c i a s q u e los p r o t e s t a n les ? P o r q u e l a i n f i d e l i d a d n e g a t i v a

de

e st o s h o m b r e s n o b a u t i z a d o s es u n a c e g u e d a d > p e r o l a h e r e g í a es u n e n c a p r i c h a m i e n t o t e r c o , q u e n u n c a d e j a de e s l a r a c o m p a ñ a d o de u n e s p í r i t u audaz y desvergonzado.

liglon de vuestro reino . E n h o r a b u e n a , p e ro las condiciones d e b e n ser recíprocas. Y vosotros ( p u e d e rep lic ar Y. M .) «teneis derech o p ara o b lig a rm e á m u d a r las leyes y la reli» g io n de m i re in o p a ra q u e m e d o blegu e á vuestras opinio» nes religiosas? Sin d u d a q u e vuestra conciencia es u n sa» g ra d o im p e n e tra b le á m i p o d e r ; p o r t a n t o , jam ás oiréis » de m i boca este dilem a dictado p o r el despotism o : ó ab~ » ju r a r , ó no casarse; mas e n tre estos dos eslrem os existe » un té rm in o m edio: Sed protestan tes , pues que os obstináis r>en serlo , pero idos á casar á otra parte. La naturaleza , es » v e r d a d , reclam a e n favor de la libertad del m atrim o n io ; » pero la organización de la sociedad , q u e m uchas veces exi» g e en obsequio del o rd e n p úb lico q u e se re fre n e n los afec­ t o s de la n a t u r a l e z a , no obliga á lodos sus individuos á >
(1)

L o s m i l i t a r e s s o n si n d u d a u n a [ ja r le e s e n c ia l de la s o c i e d a d j j j j e s

q ue c o n s t i t u y e n su f u e r z a : c o n l u d o , e n F r a n c i a n o se p e r m i t e á los dados casarse.

i3

s o l­

tes á fin de s u p lir la im potencia en q u e se ven actu a lm e n te p a r a d ictar al G o b iern o condiciones im periosas. C uan do es­ tas pom posas p a la b r a s : poblacion , artes y comercio n o e r a n de moda, y no h a b ia n sido aún p resentadas por la filosofía m o ­ d e r n a como ideas cardinales de toda política , los pro testantes no se ac o rd ab a n en sus peticiones de h a b la r d e e l l a s , sino qu e e n vez de o frecer poblacion , artes y comercio , no hacían mas q u e p e d ir plazas de s e g u rid a d y cantidades d e dinero q u e contar. Los religionarios a p a r e n t a n , S e ñ o r , citar estos cálculos exagerados para a l a r m a r al Consejo de V. M. y a d q u irirse u n aprecio g ene ral. H acen s u b i r su n ú m e r o hasta tres millones, p e r o este cálculo es e v id en te m e n te supuesto. P a r a d em o s­ t r a r l o no hay mas q u e ver las provincias y ciudades mas p o ­ bladas de p ro te sta n te s , y ex a m in a r los q u e contienen. E n Saintonge hay tre in ta mil protestantes ; en la diócesis de V a ­ lencia doce m i l ; e n la de Die v ein te y cinco m i l ; en la de INimes c u a re n ta y cu a tro m i l ; en la de A lais c u a ren ta y dos m i l ; en M arsella trein ta m il: fin a lm e n te , en la R o ­ chela , la antigua Ginebra de F r a n c i a el n ú m e r o de protes­ tantes no pasa de mil y quinientos. Los sectarios en sus cálculos elevan este n ú m e r o hasta c u a re n ta m il en la diócesis de C astres; p e r o el s e ñ o r o b is p o , en dos veces q u e h a m a n d ad o f o r m a r lista d e ellos e n cada p a rro q u ia, n o h a e n c o n trad o m as q u e ocho mil ciento cincuenta y u n o. E s constante q u e se h a b r á ex ag era d o ig u a lm e n te el n ú m e r o de protestan te s e n todas las partes del reino. E n vista de esta e n u m e r a c ió n q u e acabo d e h a c e r , y q u e resulta de los d a­ tos é info rm es mas e x a c to s , es preciso re b a ja r dos terceras p a rte s de los tre s m illones im aginad os p o r los sectarios. P o r tan to , s u n ú m e r o q u ed a re d u c id o á u n m illón cu a n d o m as, es d ec ir, la vige'simaquinta parte de los habitantes. ¿ Y será j u s t o , S e ñ o r, e c h ar abajo toda la legislación d e F ra n c ia s o b re los m a t r i m o n i o s , y a b a n d o n a r u n a s leyes q u e son el f r u to d e la sabiduría y d e la ra z ó n , leyes consolidadas con el tie m p o y consagradas p o r la esperiencia , y todo ello p o r co m p lac er á u n n ú m e r o tan corto e n co m paración de u n a poblacion de veinte y cu a tro millones de súbditos q u e e n r c ie rra v uestro re in o í*

O tra im p o s tu ra igu al de los protestan tes se desc u b re en lo q u e a s e g u ra n acerca de las ventajas q u e p r o c u r a r á n al E s ta d o p o r el acrec en tam ien to d e in d u stria y de riquezas q u e a c a rre a rá n á las artes y al com ercio. No cabe d u d a , S e ñ o r , q u e las artes son útiles en u n e s t a d o , puesto q u e hasta las de m ero lujo c o n trib u y e n a d a r esp len d o r á u n a di­ latada m o n a r q u í a ; p ero ¿ q u é tenem os q u e apetecer ó e n ­ vidiar á n u estro s vecinos e n este p u n t o , prin cip a lm en te en cu a n to á las artes d e lu jo ? ¡ A h ! S e ñ o r , n u e stra a b u n d a n ­ cia en este p a rtic u la r es la causa de n u e s t r a desgracia. L a depravación de c o s tu m b re s , q u e h a llegado ya á su ú ltim o p e r io d o , es u n funesto re su ltad o de estas artes tan enco­ miadas. E l im perio r o m a n o , aquel g r a n c u e rp o q u e p o r su constitución ta n r o b u s ta parecía q u e p u d iera desafiar los siglos y p ro m ete rse e te r n a d u r a c i ó n , qued ó sep u ltad o bajo sus ru in a s lu eg o q u e las artes afem in aro n aquellos bravos conquistadores del universo. T e r r i b l e lección para la F r a n ­ cia , e n d o n d e las artes han em bellecido la superficie d e b i­ litando los resortes secretos de s u m anejo. ¿ Q u é necesidad ten em o s pues de los protestantes ? ¿ Será p a ra q u e a u m e n te n in ú tilm e n te el n ú m e r o de testigos y de víctimas de nuestras artes c o r ru p to ra s ? T am p o c o nos hacen falta los sectarios p ara q u e n u e s tro com ercio esté ad e la n tad o , p o r q u e sus r a ­ mificaciones se estienden p o r todas las re g io n e s d e am bos m u n d o s , y nos proveen de esas riquezas inm ensas q u e vivi­ fican nuestra s ciudades m a rítim a s , y qu e refluy en e n la ca­ pital y e n las provincias. U n céle b re m in istro d e H acien ­ d a ( 1 ) , e n u n a o b ra in m o rta l q u e escribió s o b re esta m ate­ r i a , h a dem o strado p o r el cálculo de los caudales que c ir­ c u la n a n u a lm e n te en el rein o , q u e Ja balanza del com ercio está e n favor de la F rancia, S e g ú n esto la prosperid ad de su com ercio es ind ependiente del influjo q u e ten gan los p r o ­ testantes e n la naciou. La auto rid a d del Sully moderno , de q u ien n o te n d r á n q u e s o s p e c h a r , d eb e ta p a r su boca para siem pre.

(i)

M r.

ífecker.

§. n r .

¿Qué tiempo han aprovechado para hacer su peti­ ción? T e n e d , Señor, á b ien d e acordaros q u e la g ra n m áx im a de los sectarios consiste en acechar todos los m om ento s en que la F ran c ia se e n c u e n tra en alg u n a situación crítica ó e m b a ­ razosa. D u ra n te el últim o reinado, aprovechándose de las fu ­ nestas g u e r r a s q u e absorbian todos los recursos del R eal T e s o r o , concibieron la idea de p ro p o n e r á L uis X V u na venta ( 1 ), ofreciendo d i n e r o , con tal q u e se suavizase el r i ­ g o r de las leyes dadas c o n ira ellos. La p arsim o n ia, ó p o r m ejo r decir, e l-te m o r del d ifunto rey e n m ateria de in n o v a ­ ciones religiosas, im pidieron q u e se diese oidos á sus p r o ­ puestas. V u e s tr o advenim iento al tro n o les propo rcionó otra ocasion. U n nuevo reinado tra e siem pre consigo u n cam bio de principios de g ob iern o , y cuando m enos u n a variación de go bern an tes. E n aque! instan te en q u e se m u d an las deco­ raciones de la escena política d e u n estado, la am bición y la destreza pon en en m o vim iento todas sus m anio b ra s para lo­ g r a r sus adelantos. U n rey joven q ue subía al trono, u n a n ­ ciano de u n cá racter fácil, n o m b r a d o para asistirle en sus consejos, e ra n dos circunstancias q u e lisonjeaban demasia­ do la esperanza de los p ro testan te s, los cuales traslucían el éxito de sus manejos en la inesperiencia de u n m on arca jo­ ven y la debilidad de u n m inistro anciano. U n sordo m u r ­ m u llo , eco de la alarm a pública, advirtió á V. M. de la t r a ­ m a q u e se u rd ía sin saberlo vos , y en virtud de esto se m and ó á los protestantes q u e desistiesen de su em presa, P e ­ ro bien p ro n to volvieron a la carga. E l desarreglo de la H a ­ cienda obligó á convocar la asamblea de los Notables del rei~

(i) Estas propo siciones fu eron d irig idas d Mr. B e rtin , i n s p e c t o r geneVal d f H acienda. A d m irad o de esla generosidad, p r e g u n tó el m o ti v o á ios d i p u ­ tado s p r o t e s t a n t e s : porque de este m odo (r e s p o n d ie ro n ellos) com praríam os enn mucha gusto la s ven tajas del estada c iv il , de la s que gozarnos de hecho y gra tu ita m en te.

tto, p a r a q u e re u n id o s al re d e d o r del tro n o ilustrasen á

y.

M. con el apoyo de sus luces. Los protestantes e r a n de­ masiado astutos para dejar pasar esla ocasion, q u e crcian tan á propósito para ad elantar sus intereses bajo los auspicios de esta aug usta asamblea. Entonces hicieron circ u la r de u n es­ t re m o á o tro de la F ra n c ia la noticia d e q u e el G o b ie rn o tra ta b a p o r fin de fijar su su erte ; y no contentos con esto, h icieron estam par en las gacetas estrang eras en te'rminos enfáticos los testimonios de s u regocijo. Estos papeles p ú ­ b lic o s , redactados po r la p lu m a venal de algu nos calvinistas r e fu g ia d o s , ap a re n ta b a n c o n fu n d ir á las protestantes france­ ses con la Francia, su p o n ie n d o q u e la nación entera se i n ­ teresaba e n su favor. P o r m edio de sus intrigas llegaron po r ú ltim o á llam ar la atención y distraer las deliberaciones de los Notables. E n u n a p a l a b r a , S e ñ o r , cu a n to mas se c o m ­ plican los negocios p ú b lico s, cu a n to mas absorven la a te n ­ ción del G o b iern o por sus dificultades , tan to mas redo blan los protestantes su actividad. E n este m o m e n to mas qu e n u n c a se m u e v e n , se agitan, intrig an , y gozan de su triu nfo anticipadam ente. ¿ Q u é opinion debeis f o r m a r , Señor, de unos h o m b res que para ing erirse en vuestro reino escogen precisam ente los m om entos de q u e b ra n to y embarazo? §• i v .

¿Puede V . M. conceder d los protestantes sin graves inconvenientes el estado civil que reclaman? S u m a y o r conato en las actuales circunstancias es que sus m atrim o n io s sean autorizados de u n modo legal. Antes de re ­ solver si Y. ¡VI, debe acceder ó no á esta solicitud , es preciso ex a m in a r si puede concederla sin fallar á las reglas de concien­ cia. Y o tributo, S eñor, el mas p ro fu n d o h o mena ge al po der ab­ soluto con q u e el cielo os ha revestido. Y o sé m u y bien que no me toca p o n er límites á la autoridad de u n rey de Francia, y tam bién hago profesion de c re e r con: todos !o$ verdaderos fra n c e se s, que vuestro poder es ab solutam en te .in d e p e n d ie n ­ te de todas cuantas potencias existen s o b re la tierra; Estos axio­ mas, consagrados por el derecho público, no pueden ser pues-

los en p ro b lem a . P e ro , Señor, es u n p rincipio no m enos in­ concuso, q u e el D ivino f u n d a d o r del Cristianismo ha elevado el m atrim onio á la d ig n id a d de S acram ento. E slo es u n d o g m a q u e no p u ed e m enos de re cono cer todo m onarca ca­ tólico. Las leyes q u e d irig e n los m atrim onios e n los estados católicos d im an an del co ncurso de las dos potestades, q u e r e ú ­ n e n su autorid ad para sancionar u n establecimiento del q ue d e p e n d e n la p ro sp eridad y el b u e n o r d e n de los estados y la conservación de las b u en a s c o s tu m b re s y de los principios religiosos. D esplegando cada u n a d e ellas su actividad en la línea q u e le c o m p e t e , y pre stá n d o se m u t u a m e n t e sus fuerzas y s u apoyo, d an á los m atrim o n io s el valor q u e les corresponde. La u n a a u t o r i z a d invalida los efectos e n el o r­ d e n civil, y la o t r a en el o rd e n espiritual co n firm a ó r e p r u e ­ ba estas urtiones respecto á la vida eterna. E s te co ncurso de au toridad es se echa de "ver ig u a lm e n te en las leyes eclesiásti­ cas y en las ordenanzas de n u estro s reyes, especialm ente des­ p u es del concilio de T r e n to , E l edicto d e E n riq u e III en 1 57 9, el de E n r i q u e IV en 1 6 0 6 , la ord enanza d e L u is X III e n 1 6 2 9 , s u declaración e n 1 6 3 9 , el famoso edicto de Luis XIV, en 1 6 9 7 , y finalm ente, la declaración de L u is X V e n 17 24, declaran q u e las disposiciones q u e contienen estas leyes rela­ tivas á m atrim onios están fu nd ad as e n los decretos y cáno­ nes de los santos concilios. Los P a d re s del p r i m e r concilio de L e tra n celebrado el añ o de 1 1 2 3 apoyan en la au to rid a d civil su decreto con tra los m atrim o n io s e n tr e parientes. Prohibim os (dicen) las uniones entre parientes puesto que. las leyes divinas y seculares la s prohíben, (C a n o n 5.) ¿ Q u é testim onio mas evidente pu ed e darse del concierto q u e g u a r ­ da n el Estado y la Iglesia para n o m i r a r el m a trim o n io sino bajo esta u n ió n recíproca? E n vista de esta relacioü íntim a e n tr e el contrato y el S a­ cra m e n to del M a trim o n io , ta n sólidam ente establecida, m e atrevo, S eñ or, á p r e g u n ta r : ¿será perm itid o ¡ q u é digo! será posible q u e se intente en u n a m o n a rq u ía Católica dividir el co n tra to del' rito religioso q u e la Iglesia cu en ta en el n ú m e ­ ro de las instituciones divinas? P r e g u n t o m as: puesto q u e las dos potestades h a n c o n c u rrid o con sus respectivas leyes á establecer y consolidar esta conexion d^l pacto m atrim o n ial

con el S acram en to , ¿ p o d rá o b ra rse la d esun ión de estas dos p arte s sin q u e in te rv e n g a n en ello las dos potestades? V ed aqui, S e ñ o r , dos g ra n d e s cuestiones, q u e Y. M. debe hacer se discutan d etenida m e nte en vuestro C onsejo , antes de sen­ tenciar de u n m odo definitivo so b re la petición d e los p ro te s ­ tantes. Fío d u d o q u e Y. M, conoce la indispensable necesidad de o ir so bre u n asunto de lanía im p o rtan cia á los prelados del reino. E í clero de F ran c ia , esc cu e rp o au g u sto y cele­ b r e p o r sus luces y su celo po r la R eligión tanto corno p o r su adhesión á la a u to rid a d R e a l, es ac ree d o r á la confianza de Y. M., y á que se le dé p a r le en u n a deliberación tan g ra v e com o e s la , q u e tiene p o r objeto a lte r a r , ó cua n d o m e­ nos m odificar u n S acram en to de Ja Iglesia. S e ñ o r , si yo ha­ blase con u n p rín cip e cuyo m enosprecio ó indiferencia p o r la R eligió n le hu b iesen g ra n g e a d o el título poco lisonjero de rey filósofo,t á b u e n s e g u ro q u e hablaría en otro lenguag e ; p ero cu a n d o tengo el h o n o r de d i r i g i r m i p alab ra á u n m o n arc a q u e to d a v ía , á pesar del ve'rtigo de u n siglo irre li­ gioso, blasona de R e y Cristianísimo y de H ijo prim ogénito de la Ig le s ia , á presencia de u n m onarca q u e respeta los principios religiosos, m e tom o la lib ertad d e hacerle escu­ c h a r la voz de la conciencia y de !a R eligió n. P e r o a u n cu a n d o V. M . pudiese sepa rar con u n golpe d e su a u to rid a d el contra to civil del sacram ento del m a tr i­ m o n io , ] q u é inconvenientes no resultarían de u n a operación tan arrojada! P o r decontado no podría ejecutarse sino p o r m edio de u n a n uev a legislación sob re el m a trim o n io , la cual d ero g aría e n te r a m e n te la a n t i g u a , q u e lia reg id o hasta el p re s e n te e n los trib u n a le s del reino. E sta derogación echaría p o r tierra de rechazo todas las leyes publicadas s o b re este p a r tic u la r, desde E n r i q u e 111 has­ ta L u is X V , es decir, p o r espacio de dos siglos. P o r o tra p a r ­ t e , S e ñ o r , tenia q u e re s u lta r precisam en te u n a conm ocion violenta en la opinion p ública, q u e hasta aho ra ha estado vi­ g e n te en p u n to á m atrim onios. La historia y la espcriencia h a n ensenado á los q u e g o b ie rn a n los im perios c u á n pelig ro ­ so es el q u e r e r d a r á las ideas an tig uas u n a dirección nueva. U n suceso o c u rrid o á principios de vuestro reinado pued e s u m in is tra rn o s u n ejem plo bien palpable en la m ateria.

m U n m in istro q u e se preciaba de filósofo ( 1 ) y o b ra b a se­ g ú n los sistemas com binados de lo &filósofos y de los eco­ nom istas, hizo firm a r á V. M. u n a ley q ue a utorizaba la v en­ ta y el gaslo de c a rn e en aquellos dias q u e la Iglesia consa­ g r a á la abstinencia, Sin d u d a alg u n a q u e el m otivo de es­ ta indulgencia fue la b e n ig n id a d de u n g o b iern o paternal para con los en ferm os y m enesterosos, á quienes la carestía de comestibles im ped ía alim entarse con los m anjares c u a d ra ­ gesim ales; y á pesar de eso ¿ q u é sucedió? Este nuev o a r r e ­ glo, hecho en beneficio del p u e b lo , chocó y escandalizó sus ideas religiosas: al paso m ism o q u e se aprovechaba del p e r m i ­ so, lo cen suró y a u n lo calum nió. P ublicóse q u e el g o b ie r­ no pretendía q u e n o se observase mas el precepto de la c u a ­ resma. E n vano el prelado que tenia entonces á su cargo la diócesis de P a rís quiso justificar en sus m andatos la p ureza d e las intenciones de V, M., an u ncian do q u e 110 tenia mas objeto q u e aliviar á los enferm os é in digen tes; en vano las cu ras en, sus doctrinas parroquiales p r o c u ra ro n incu lcar aipu e b lo esta verdad; aú n no se ha podido desa rraig a r esa opin io n lan erró nea q ue se ha trasm itido hasta estos tiempos. Si pues, po r u n a cosa p u ra m e n te de disciplina, y que n o se roza mas q u e con las practicas esteriores de la Iglesia, la im aginación del p ueblo dió una interpretación tan sinies­ t r a á las m iras ho n ra d as y loables de V. M., y traspasó los limites del re s p e to , ¿ q u e s erá, S e ñ o r , c u a n d o ese mismo p u eb lo oíga h ab lar de u n cam bio in tro d u cid o en u n a m ate­ ria tan esencial com o la legislación del m a trim o n io , q u e es et fu n d a m e n to de la sociedad civil, el p rim ero de todos los vínculos de la especie h u m a n a , y la principal garantía del estado de u n ciu d a d a n o ? E ntonces su ce d erá , q ue form ando u n as inducciones equivocadas, al o b servar la nueva fo rm a establecida para los m atrim onios de los protestantes, v e n d rá á sacar en con c lu sió n , q u e la ley q u e obliga á los católicos á sujetarse á las form alidades religiosas para co ntra er esta sag rad a un ió n , no es en el fondo mas q u e u n capricho ó u n a tiranía. De m odo q u e el m a trim o n io , m ira d o bajo el aspecto religioso, cuanto; mas se considere en la línea de las (1)

M r . T u r g o t,

m cosas divinas, tan to m as se d eb ilita rán en el án im o del p u e ­ blo los principios, no solam ente de la F e sino de la m oral. P a r a concebir hasta q u é p u n to p u e d e n avanzar en esta m ateria las reflexiones y los proyectos de la m u l t i t u d , b a s ­ tará r e c o r d a r los estrem o s á q u e se en treg a c u a n d o su im a ­ gin ació n sale de la esfera o rd in a ria de sus ideas, con el fin de elevarse á los objetos q u e s o b re p u ja n su capacidad. A fo r­ tu n a d a m e n te para los G o b iern o s, el pueblo no raciocina se­ g ú n las reglas de la política ni de la filosofía, sino q u e se contenta con ver y sentir. E s v erd ad q u e no se m uestra sutil n i ing enio so, pero en ca m b io es en érgico y consiguiente. S e­ ñ o r , el escándalo q u e p ro duciria en el ánim o del p u e b lo la n u ev a legislación sob re el m a trim o n io , cuyos efectos no p o ­ d ría atajar toda la p ru d e n cia de! G o b ie r n o , se p u ed e a s e g u ­ r a r q u e no sería el único m al que habria q ue tem er. A esta desgracia bien p ro n to se juntaría la seducción de los católi­ cos arrastra d o s por el ejem plo de los sectarios casados seg ú n este n uev o sistema. La disciplina de la Iglesia, fo n d a d a en la santidad é i m ­ portancia del m atrim onio, som ete á los católicos á unas f o r m a ­ lidades aflictivas, q u e hasta cierto p u n to h ieren al a m o r p r o ­ pio, y q u e frec u e n te m e n te son costosas. P o r tanto, es fácil conocer q u e todos los incrédulos y los libertinos, fr u to fatal de la licenciosidad y la irreligión de n u estros dias, y p rin cip a l­ m en te la j u v e n t u d , q ue de suyo es enem ig a de toda d e p e n ­ dencia y sub ord in ac ió n ; en fin, esa tropa inm ensa de católi­ co s, q u e no lo son mas q u e de n o m b r e , y q u e soportan con impaciencia las trabas de las observancias religiosas, se aprove­ charía con ansia de esta ocasion para sacu d ir el y u g o , a d o p ­ tando u n a fo rm a de casarse que traía menos sujeciones y con m as s e g u r id a d , puesto q u e m erecia la aprobación del sobe­ rano. De aqui p r o v e n d r í a , S e ñ o r , u n a deserción con sid era­ ble de u n g ra n n ú m e r o de súbditos católicos, cuyo sistema favorito es !a indiferencia en m ateria de religión. Y no se diga q u e m e forjo yo q u im e ra s p ara com batirlas: es b ie n sabido q u e hay alg u n as diócesis en las q u e se ven con fr e ­ cuencia católicos q u e por justos m otivos h a n recibido u n a rep u lsa en dispensas q u e solicitaban de los su periores ecle­ siásticos, y se han vengado re s p o n d ie n d o con m u ch a frescura,

que irían d la predica, en donde las obtendrían con menos dificu lta d , ejecutándolo asi s o b re la m archa. Si se ob serv an estos procedim ientos tan atrevidos en u n tiem p o en q u e se cree q u e todas estas leyes c o n tra los m a trim o n io s de los p r o t e s ­ tantes existen en lodo su vigor, p o r c u a n to no han sido a b r o ­ gadas, ¿ q u é sucederá c u a n d o sea n o to rio q u e los m a t r i m o ­ nios de los protestantes gozan ya de la sanción del m o n arc a? H ay otro inco nveniente todavía no m eno s d ig n o de o b ­ servarse. La au torización de los m atrim o n io s d e los p ro te s ­ tan tes llevaría consigo u n ca racler odioso, el ca rac te r de la injusticia, p o rq u e se g n n el nuevo o rd e n de cosas, in tro d u c id o p o r el nuevo código m atrim o n ia l a r re g la d o p a ra los calvinis­ tas fran ceses, los católicos q u e d a b a n d e p eo r condicion q ue los s e c ta rio s , puesto q u e aquellos s u friría n todas las in c o m o ­ d id ades, al paso q u e estos gozarían de la mas am plia libertad. ¿ P o d r ia n los católicos ver sin d esa g rad o u n co ntraste lan ch ocante? P e r o , S e ñ o r, observad u n te rc e r obstáculo casi in s u p e ­ r a b l e , q u e im p id e el acceder á la d e m a n d a del estado civil q u e in te r p o n e n los protestantes. S o m etien do la validez de sus m a trim o n io s á la sanción del so b eran o , so m e te rá n i g u a lm e n te la dispensa d e los1 im p e d im e n to s canónicos q u e se o p u siere n á la ejecución de estos enlaces. ¿ Y cóm o p o ­ d ría Y. M, h acer con los pro testantes lo q u e no p u e d e h a­ c e r consigo m is m o ? U n rey dé F ra n c ia q u e quisiese casar­ se con una person a con q u ie n tuviese p arentesco ó afinidad en s e g u n d o g ra d o p ro h ib id o , te n d ría q u e r e c u r r i r sin d u d a a lg u n a al S u m o P o n tífic e , y no á su p rop ia auto rid a d . Ved a q u i , S e ñ o r , o tro inco n v en ie n te q u e no dejaría de e m b a ­ ra z a r e s tra ó rd in a ria m e n te á v u e s tro consejo c u a n d o se p r o ­ cediese á la redacción del n u ev o edicto, p o r lo q u e hace al estado civil de los p ro testantes; y creo q u e n o h a b r á e n tre vuestros m inistros ni u n o solo q ue to m e sobre sí y sin es­ c r ú p u lo alg u n o la re sp onsabilid ad d e resolver so bre esta di­ ficultad. A pesar d e :esó:,quizá, S e ñ o r , s u b y u g a d o p o r las m iras d e u n á política mal e n t e n d i d a , y stíducido p o r insidiosos consejos";'bfc-decidáis á d'oncéder á los protestantes la gracia q u e s o lic ita n , lim itándola á soló el privilegio del estado ci­

vil. C on sid e ran d o ú n ic a m e n te bajo este p u n t o de vista tan im p o rta n te m a t e r ia , voy á re s p o n d e r á esta p re g u n ta .

¿Qué harían los protestantes s i el gobierno sancionase su estado? ¡Q ué harían los protestantes! .....U n a vez ob ten id o el E sta­ do civil n o les faltaba ya mas q u e p e d ir templos y c a llo p ú ­ blico. P u e d o , S e ñ o r , a s e g u ra ro s con toda confianza q u e no podian o b r a r con m as consecuencia q u e po rtán d o se asi, y haciendo esta petición. U n a existencia civil lleva p re cisam en ­ te consigo la existencia religiosa. A cceder á u n a es c o m ­ p ro m e te rse tácitam ente á c o n c ed er la otra. P o r q u e si no, ¿có­ m o se p u ed e co ncebir q u e u n a sociedad ap ro b ad a p o r la ley p u ed a existir sin u n cu lto esterior q u e se profese a b i e r t a ­ m en te? wjGn tanto q u e vivíamos bajo la desgracia de la ley » ( p u d i e r a n decir los p ro te s ta n te s ), esta esc em u n io n civil «nos re traia de la sociedad, y p o r consigu ien te h u b ie ra sido » u n a b s u rd o el p e d ir existencia religiosa careciendo de la » civil; p rim e ro es ser ciu dad ano q u e cristiano. Los te'nninos «e n q u e se a n u n c ia esta m á x im a tan v u l g a r , y p rin c ip a 1» m e n te en F r a n c i a , nos p re sen tan ]a calidad de ciud adano «co m o a n t e r i o r , pero no como esclusiva del ca rac te r de cris­ t i a n o . L o q u e precede ó sirve de an tec ed en te denota qu e «hay u n a consecuencia; y la consecuencia es siem pre del « m is m o o rd e n q u e el principio de d o n d e dim ana. P o r el es­ piad o civil podem os re c la m a r u n rey, p e ro ta m b ié n es justo » q u e te n g am o s u n Dios; y asi com o p o r h a b e r sido ad m iti»dos en el n ú m e r o de sú bd itos tenem o s q u e t r i b u t a r p o r »ello h o m en ag e s esteriores al gefe del E s ta d o , tam poco este « p u e d e o ponerse á q u e rin d a m o s u n culto esterior á la D i­ v i n i d a d . E ste im p ío despotism o sería lo m ism o qu e a r r o wgarse n uestro s respetos y n u e s tra v e n e ra c ió n : esta idea es « i n d i g n a , y se resiste á u n cristiano. C ierto p relado católico »y h o m b r e e m i n e n t e , ha dicho h ab lan d o de u n monarca, y>qae era la segunda M a g e sta d ; pero si carecem os de culto « e s te rio r, ¿ q u ié n será p a ra nosotros la p r i m e r a ? E l estado «civil nos autoriza p ara p re s e n ta rn o s con toda confianza en »cl palacio del s o b e ra n o , ¿ p o r q u é pues no p odre m os c o m « parece r con toda publicidad en u n tem p ló erig id o p o r n o ­ s o t r o s á la D iv inid ad? La calidad de ciudadanos es in dud a-

» ble q u e nos autoriza p ara a r r o ja m o s sin rebozo á los pies » d e l t r o n o de n u e s tro rey, ¿ p o r q u é pues se nos im p id e » ab ra z a r pú b licam en te el a lta r de n u e s tro Dios, a u n q u e n o « fu e s e mas q u e p a ra d irig irle n uestro s votos p o r la salud. » d el im p e rio y del m o n a rc a ? P o r tan to , el Estado deb e p e re m itir n o s t e n e r tem plos , a u n q u e n o sea m as q u e p o r asegu« r a r s e d e n u e s tra fidelidad y de n u e s tra adhesión al p r í n » c ip e , p o r el testimonio mas inequívoco q u e tienen los h o m » b r e s , q u e es el de la R eligión. L a justicia, la decencia y » hasta el in te ré s m ism o del so b eran o ex ig e n q u e teng am o s » u n culto p ú b lic o ." ¿ Q u é re sp o n d erá, Señor, vu estro C o n­ sejo á estas razones tan fu e rte s y persuasivas? ¿ P o d r e m o s , p u e s , h a c ern o s ilusión acerca de las dispo­ siciones de los p rotestan tes p a ra p e d ir u n culto p ú b lic o , en el m o m e n to q u e se hallen en posesion del estado civil? S e ­ g ú n los avisos q u e recibim os de d iferen tes p ro v in c ia s, es positivo q u e ya no to m an precau cion es p ara o cu ltar esta Conducta q u e piensan observar. De u n ano á esta p a r te es­ pecialm ente se a lim e n ta n de esta id ea, y h ab lan de ella con g r a n c o m p la c e n c ia ; de m od o q u e en el dia t r i u n f a n mas q u e n u n c a . Y a se p r e p a r a n á edificar templos q u e s o b r e p u ­ jará n á n u e s tra s iglesias, y q u e t e n d r á n ca m pa nas com o las d e los católicos. ¡Este es su conato! Y a los protestantes d e Bearne se felicitan con jaclancia hasta p r o n u n c ia r amenazas, y se d istrib u y e n las iglesias católicas. Los habitantes de Sa­ ltes (1 ) se p ro m e te n u n a de sus dos iglesias parroquiales. L a esperanza del lib re ejercicio del culto púb lico ( § ) es la q u i m e r a q u e llena d e en tusiasm o á este partido, ¿Y cuál es

(i)

Pueblo pequeño de Bearne.

( a ) H a n ten id o la in d is c r e c ió n de p u b l i c a r q u e c u e n t a n m e j o r c o n el m i n i s t e r i o actual q u e c o n el de M r, N ecker. E sta propo sicion m i r a d a c o n t a l gen era lid a d es sin f u n d a m e n t o a lg u n o , P e r o sea dt> esto lo qu e fuere, te ­ n í a n r a s o n pa ra n o c o n t a r m u c h o co n el apoyo de M r . N e ck er, p o r q u e h a b ie n d o sido este h i jo de aquella secta y educado en e lla , c onocía m u y á fo n d o sus p rin c ip io s y su índole t u r b u l e n t a . P o r t a n t o , este m i n i s t r o se g u a r d ó m u y bien de t o m a r s e el t r a b a jo de a c r e d it a r el p r o t e s t a n t i s m o en F r a n c i a . P o r el c o n t r a r i o los actuales in d ividu os del g o b i e r n o , q u e c a r e ­ c en del c o n o c i m ie n to p rá ctic o de los p r o t e s t a n t e s , n o los conocen m as que en t e o r í a ; y e sta teo ría m is m a los a lu c i n a , p o r q u e n o los c o n s id e ra n sin » al travé s del p r i s m a q u e los filósofos les p o n e n a n t e los ojos.

el fu n d a m e n to y el p rincipio d e estas esperanzas? Los gritos fanáticos ele la filosofía m o d e r n a , el delirio contagioso q u e ha vertido por todas p artes la ind ifere n cia, o p o r m ejor d e­ cir, el g ra n desprecio q u e se observa tan a u d a z m e n te con res­ pecto á la R e lig ió n ; la protección q u e se dispensa á u n a p o rcion d e personas d e todas clases y condiciones q u e p re d ic a n la to lerancia; el ejem plo de alg u n a s potencias estra n g era s; las in trig as y las secretas m a n i o b r a s ; y fin a lm e n te , so bre todo tin discurso bien s o rp re n d e n te , p u b lic a d o p o r u n o de vues­ tro s P a rla m e n to s. T ales son las causas q u e en las actuales circu nstancias realzan las esperanzas de los protestantes. Se­ ría preciso, S e ñ o r , estar ciego para no conocer qu e, c u a n to m as se les lisonjea, m as p ersu ad id o s están d e la re alidad de esta esperanza. E n vano se alegará q u e en vista de Ja d eterm in a ció n de v u e s tro consejo de no con ced er jam ás el culto p úblico , al cual se opo n e la Tazón de estad o , n o es p ro b a b le q u e se atrevan los pro testantes, al m enos en m u c h o tie m p o , á en ta­ b l a r sem ejante pre te nsión. ¿ P o r q u e p u es se q u ie re hacer Concebir esos te rr o re s pánicos so b re u n suceso inverosím il, y cuya perspectiva eslá tan r e m o ta ? D ig nao s, S e ñ o r , o b s e rv a r el p u n to en q u e se hallaban los protestan tes de F r a n c ia , solam ente despues de la decla­ ración de 1 7 2 4 , en cuya e'poca la sola petición del estado civil se h u b ie r a m ira d o , y mas d u r a n te el ú ltim o reinado, com o u n delito d ig n o de castigo. P u e s b ie n , con la m ism a destreza y la m ism a celeridad con q u e h a n salvado el in t e r ­ valo q u e m ediaba e n t r e la declaración de 1 7 2 4 y e] estado civil, con la m ism a g a n a rá n el espacio in m en so al p a re c e r q u e m edia e n t r e el estado civil y el culto público, ¿Sabéis, S e ñ o r , p o r q u é los secretos fa utores de los protestantes apa­ r e n ta n no m o straro s en este negocio esos te rr o re s p ánico s? E sto es con el objeto d e alucinaros acerca de los designios de 1os sectarios, para q u e de este m odo no os espanteis con la p rim e ra p e tic ió n , y p o d er asi co ndu ciro s de u n m odo g r a d u a l e insensible á q u e les o to rg u é is otras. E n vista de esto ¿se p o d rá d u d a r q u e , cu a n d o se hallen colocados en u na situación m as fa v o ra b le , n o d e jarán de hacer lo q u e han practicado ya en o tra situación que no lo era tanto?

n o Sí, s n el m o m e n to m ism o en q u e Ies hayais concedido el es* tado civil, os p e d irá n el culto público, puesto q u e p ara o b ­ te n e rlo arrie s g a ro n ya u n a solicitud. ¿Y c u á n d o fue? P re c i­ s a m e n te , S eñ o r, d u r a n t e vuestro re in a d o ; y ya q u e digo es­ to, voy a re f e r ir á V. M. u n a anécdota q u e p r o b a b le m e n te no h a b r á llegado á su noticia. D u r a n t e el m inisterio de M r. Turgot , g r a n p a r tid a rio de la tolerancia ( 1 ) p o r lo qoe m ira á lo civil, los protestanles, co n tan d o con el voto de este m in istro y de o tro de sus cole­ gas q u e se hallaba anim ad o de los m ism os sen tim ie n to s, se d irig ie ro n al abog ad o Legouve el año de 1 7 7 5 para a r r e g l a r u n m e m o r i a l , cuyo objeto (s e g ú n ellos decían) no era mas q u e p e d ir el estado civil, liste abo gado com puso en efecto el m e m o ria l, d e c la ra n d o en el q u e se so m etería n á llevar sus-

( i ) Mi". T u rg o t llevó esta to le ran c ia h a sta el p u n t o de i d e a r u na in v i^ t a c i o n p a r a a b o l i r u n a de las c e re m o n ia s de la c o r o n a c io n , He aqui cómo se esplic a sobre este p a r t i c u l a r el a u t o r de la v id a «le este m i n i s t r o . ^ M r , » T u r g o l p r o p o n ía que se m ud ase la l ó rm n l a del j u r a m e n t o de la c o ro n ac io n , « p o r q u e le parecía que e n el que a c t u a l m e n t e se u sa el rey prom etí; d e m a ­ s i a d o al c le ro y m u y poco á la n a c i ó n ; que alli j u r a b a d e s t r u i r los hereges, )>lo q u e no podía e je cu ta r sin cou if ter el c r i m e n de v iola r los derechos de la uc o n c ie n c ia j y las leyes de la ra z ó n y de la h u m a n id a d . Luis X I II y L uis X IV »se h a b la n visto ob ligados á e lu d i r este ju r a m e n t o , p u b lic a n d o en u n a de cla ­ m a c i ó n , q u e en él n o se in c l u í a n los pro testa n tes, es d e c i r , los únicos h ere»ges que h a b ia en sus estados, Mr, T u rgot creía que un a p ro m e s a pública y f so le m n e n o podía s e r t a n solo u n a c e r e m o n ia insignificante, y que luego que » u n rey, que no tiene s u p e r i o r en la (.ierra , c o n t r a í a á la faa del cielo nti » c o m p ro ra iso c on los h o m b r e s , n o debía ha ce r j u r a m e n t o s sino p a ra c u m u p l i r deberes reales é i m p o r t a n t e s . ^ ( V i d a de M r. T u r g o t , L o n d re s 1786, pág. 128.) i." M r . T u r g o t no a te n d i ó , que e s t a n d o vigente el edicto de N a n te s en la época e n que fuero n c o r o n a d o s Luis X l t t y Luis X I V , fue preciso d e c l a r a r q u e n o e staba n c o m p r e n d id o s los p r o t e s ta n t e s en este j u r a m e n t o qu e in ducía la d e s t r u c c ió n de la h e r e g ía , p a r a que de este m o do el j u r a ­ m e n t o de los p rín c ip e s no estuviese en c o n tr a d ic c ió n co n la ley en to n c es vig en te. P o r el c o n t r a r i o , sien do las c o ro n ac io n e s de L uis X V y de Luis X V I p osterio res á la revocación del ediclo de ISanles, e r a c o n s i g u ie n ­ te p o r su p a r te h a c e r el j u r a m e n t o de la c o ro n a c io n según la f ó r m u la a n t i ­ gua, y M r . T u r g o t 110 ten ia ra n c h a ra zón c u a n d o p r o p o n í a que. se aboliese, a.° N o d ejarem o s de te n e r p re s e n t e la consecuencia que re sulta de la confcsion que hacía M r . T u r g o t, de que u n ju r a m e n l o . s o l e m n c 110 puede ser un a va n a cerem on ia; y sobre la o t r a p ro p o s i c io n de que los p ro te sta n te s son hereges: iio d e ja r e m o s , dis o, de S3car p a r ti d o m as a d e la n te de estas p r o p o ­ sic io n e s, en ap o y o de las cuales ten e m o s la a u to r i d a d de M r , T urgot.

hijos á las iglesias p arro q u iales para ad m in is tra rle s alli el bau tism o . E l escrito de M r. Legóm e g u stó rnucbo á M r. T u rg o t, y h a b la n d o con este le dijo, q u e su petición pasaría el jueves siguiente al consejo de E stado. ( E r a el d o m in g o c u a n d o sucedía esto.) A l dia sig u ien te el abog ad o co m u n ic ó esta resp u esta del m in istro al agente principal de los p ro te s ­ tantes. Estos le c o lm a ro n de acciones de g racias, y le echa­ r o n al m ism o tiem po a lg u n a s indirectas bastante indiscretas, p e r o M r. Legóm e no se quiso d a r p o r entendido. E l m i é r ­ coles p o r la m añ a n a vin iero n á buscarle dos protestantes, le re p itie ro n las bendiciones q u e le p ro digab a la secta, y t r a ­ ta ro n de d a r mas a m p lilu d á sus peticiones. INo q u ed ó m u y c o n ten to el a b o g a d o , y e n vez de a d m itir sus ideas, las i m ­ p u g n ó ; pero ellos insistieron en q u e se añadiese al m e m o ­ rial la petición del culto público. Y ie n d o q u e el ab og a d o lo re h u s a b a c o n s t a n t e m e n te , se r e ti r a r o n ; m as desp u e s de co­ m e r volvieron en número de doce) pertrech a d o s con u n a p o rcion de m ateriates para re d a c ta r u n m em o rial en apoyo de la petición de cu lto p ú b lic o , y haciendo vivas instancias á M rt de Legouve' para q u e se encargase de su com posicion, y de llevarlo á Yersalles aquel m ism o dia, á fin de q u e de es­ te modo pudiesen a m b o s objetos p ro p o n e rse á u n m ism o tiem p o , y pasasen juntos al Consejo. Los protestantes no dejaron de aco m p a ñ ar las instancias con g ra n d e s ofertas, tanto para el g o b ie rn o com o para el a b o ­ gado. E xasp e rad o e'ste con tanta im p o rtu n id a d , les dijo, q ue en vez de e n t r e g a r el seg u n d o m e m o ria l, iba so b re la m a r ­ cha á r e tira r el p rim e ro si era posible. M arch ó en efecto, y dio cu e n ta á M r. Turgot de lo q u e acababa de pasar. E n ­ tonces este m i n is t r o , q u e a u n q u e tolerante era b u en p a Ir io ta , n o p u d o m enos de p a rtic ip a r de la in d ig n ació n del a b o g a d o , y con esto todas las peticiones de Jos protestan te s ■vinieron á tierra. Esta escena pinta m u y al n a tu ra l el ca rac te r de los p ro ­ testan tes, y c o r ro b o ra la proposicion q u e s e n té diciendo: wq u e siendo el culto público u n a consecuencia inm ediafa »dcl estado civil, es evid ente q u e los sectarios no p erd erían « u n instante en p e d ir el u n o , asi que h ubiesen obtenido el « o tro /'' Y a lo veis, S e ñ o r ; el m in istro hizo sab e r á u n

pro te s ta n te q u e a p r o b a b a el p ro y e cto del estado civil, y a u n !e a s e g u ró q u e el Consejo no p od ría n e g a rs e á esta d e ­ m an d a : ved lueg o aquellos dos y en seg u id a hasta d o ce , q u e ya p re le n d e n b ru s c a m e n te el cullo p úblico, y au n se obsti­ n a n en solicitarlo. E n vista de este suceso podéis juzgar. S e ñ o r , si cabe d u d a en lo q u e h arían á la m e n o r señal; al m e n o r gesto de ap rob ació n q u e les diese V. M. oto rgándo les la m as p eq u e ñ a concesion. ¿ Q ué m as harían los protestantes ? L u e g o q u e hayan o b ten id o el estado civil y el culto p ú ­ blico , p e d irá n q u e los católicos c o n trib u y a n á la reparación d e sus tem plos, com o los refo rm ad os h a n c o n trib u id o á las fábricas y reparo s de nuestras iglesias. P o r q u e ya se ve, h a llá n ­ dose al nivel de los católicos, invocarían q u e las cargas fue­ sen re c íp ro c a s ; ó c u a n d o m en os, en aquellos territorio s en q u e los católicos fuesen en m e n o r n ú m e r o , se verían a p u ­ rados p a ra exim irse de esta con trib u c ió n . ¡Qué hum illación e s t a , S e ñ o r , p ara vuestros sú bditos católicos! ¡Q u é m a n a n ­ tial de exasperaciones y de d isputas!

¿Qué m as h arían los protestantes? P ed iría n ta m b ié n los diezmos para la m a n u te n c ió n d e sus predicantes. Sin m in istro s, S eñ'or, no h a y re lig ió n : es­ ta es u n a verdad adm itid a en todas las naciones del m u n d o . L a publicidad de la religión c o m u n ic a á sus m inistros la autenticid ad de su caracter. P e r o no son tan solo u n as p e r ­ sonas em pleadas e n el Estado y p o r el E s t a d o , son adem as u n o s oficiales públicos. D e aqui proviene la obligación de a te n d e r á su subsistencia y á su m an ten im ien to . Los p u e ­ blos p ag a n al Estado los subsidios para q u e los proteja el E s t a d o : he aqui el o rig e n de las contribuciones. Los p u e ­ blos ceden u n a p a rte del fr u to de sus faenas á los m inistros de la re lig ió n , p a ra q u e los in stru y a n y los s a n tifiq u e n ; he aq ui el f u n d a m e n to del diezmo. Asi q u e los m inistros protestantes gozen del b en e fi­ cio de la sanción q u e autorice s u s e c ta , re c la m a rá n §1 de­ rech o n a t u r a l y civil de vivir del altar de la m ism a m a n e r a q u e los sacerdotes católicos, y p o r u n a consecuencia n a ­ tu r a l re clam ará n la facultad de p e rcib ir los diezmos. E n tal caso, ¿ á q uiénes los p a g a rá n sus sectarios? E s de s u ­

p o n e r q u e se n e g a rá n á pagarlos á los m inistros de la reli­ gión católica. P o r tan to , será preciso re b ajar de la masa cíe los diez­ mos , á la q u e c o n tr ib u ía n hasta el p re sen te e n beneficio del clero tocios vuestros súbditos asi católicos com o p ro te s ta n ­ tes , aquella p o rcion q u e en lo sucesivo tuviesen q u e p a g a r los protestantes á sus m inistros. Y ed aqui ya tra s to rn a d o to­ do el sistema d e c im a l, y d e fra u d a d o el clero católico en la posesion de u n derech o q u e p o r tanto tiem po ha disfrutado: ved tam b ién u n tra sto rn o g e n e ra l en todos los bienes eclesiás­ ticos. ¿V eria el E s ta d o con indiferencia este d e s o r d e n , q u e co nm o viendo la base de los c o n tra to s verificados e n tr e V. M, y el clero por los dones g ra tu ito s y los socorros m enoscaba­ ría las rentas públicas, y d e fra u d a ría v u estros verd ad ero s in ­ tereses ? ¿ S e im ag in aria para co n ten e r este d e s o r d e n , suje­ ta r á vuestros súbditos protestantes á u n a c o n trib u c ió n mas p ara m a n te n e r sus predicantes ? E n tal caso esta clase de ciudadanos ( p o r q u e lo e ra n ya com o otros cualesquiera), ag rav ada con el peso de los im p u e s to s , ten d ría q u e s u c u m ­ b ir á u n nuevo recargo. P a r a re m e d ia r este in c o n v e n ie n te , b aria el G o b ie rn o el g eneroso sacrificio de pension ar á los m inistros protestantes, P e r o ¿sería p r u d e n te a u m e n t a r la d e u d a del E stado, q u e for­ m a u n a su m a inm ensa , con el acrec en tam ien to de este gasto, q u e sería preciso para d o ta r el n ú m e r o de m in istro s necesa­ rios á u n a religión, q u e se p ro p a g a ría con rapidez á favor de su esencia in d u lg e n te y análoga á la licenciosidad de nues­ tro siglo ? ¡ A fe , S e ñ o r , q u e será u n estre m o b ien d u r o para el G o b ie r n o ( verse re d u c id o á p a g a r con sus p ropios caudales á los apóstoles de u n a religión q u e , p o r su n aturaleza y á p esar de la tolerancia, ca usará infaliblem ente c o ntin uos rece­ los al G o b i e r n o , au n p rescin diendo de la m anía personal de sus m in is tro s , acostu m brado s á p re d ic a r en secreto la ind e­ p end e n cia y la re vo luc ió n!

¿ Q u é m as harían los protestantes ? L u e g o q u e sus m inistros h u b ie s e n o b ten id o rentas y d o ­ taciones fijas, para tenor cierta consistencia elevarían nuevas pretensiones , y exig irían sínodos y asambleas periódicas 15

m p a r a a r r e g l a r y sostener la disciplina de su culto. Esía c o n ­ du cía les p arecerá m u y n a t u r a l , puesto q u e no t e n d r á por objeto mas que la policía eclesiástica , y p o r consiguiente no p re se n ta rá en la apariencia cosa q u e ch o q u e ni parezca fue­ ra de razón, j Q u é espectáculo, Señor! ¡En el re in o del p ri­ m ogénito de la Ig le sia , ver al lado de las asam bleas del clero católico la del clero protestante , y á V. M. d a n d o a u ­ diencia á los obispos y arzobispos de F ra n c ia acom pañados de sus agentes g e n e r a l e s , q u e le p re s e n ta rá n el cuaderno de sus representaciones ; y recibiendo e n seguida á los p re d ic an ­ tes y m inistros del p ro testan tism o , seguidos tam b ién de sus agentes (p o r q u e ta m b ién q u e r r á n te n e rlo s), y elevando sus quejas á ios pies del ¡roño! ¿ P u e d e fig u ra rse nadie q u e es­ ta rivalidad , q u e lastimarla todas las conveniencias, se con­ te n d ría jam ás en sus justos lím ites, y no alteraría en nada los privilegios del clero t q u e siendo el p r i m e r o rd e n d el E s ­ tado tira á co n s e rv a r la constitución del r e in o ? Y q u é , ¿no será de t e m e r , en vista de lo q u e nos ense­ n a la esperiencia de lo p as a d o , q u e el clero p rotestan te se ocupase en estos sínodos y asambleas eclesiásticas de algo m as q u e su disciplina y sus dádivas g ra tu ita s ? Suplico, S e ñ o r , os a c o rd é is , q u e p re cisam ente fu e ro n los sínodos de los calvinistas los q u e despues del edicto de ISantes sus­ citaro n tantos alte rc a d o s , t u r b a r o n la tran q u ilid ad pública, y p u sie ro n en los m ayores com prom isos á E n r i q u e IV y á Sully ( q u e s e g u r a m e n te no e r a n sus perseg u id o res),

¿Que harían aún los protestantes ? M arch an d o siem p re de u n a consecuencia en o t r a , p ed i­ ría n escuelas y sem inarios. wE n tanto q u e el pro testan tism o « (d iría n ellos) g em ía bajo el anatem a de la ley, estaba bien » q u e ésta proscribiese al m ism o tiem po nuestra s escuelas, « p u e s to q u e no q u ería q u e la infancia chupase en ellas la » leche de n u e s tra s d o c trin a s , cuya enseñanza estaba p r o h í » b id a ; pero hoy en d ia , q u e n u e s tra religión p u e d e m a r » c h a r con la cabeza e r g u i d a , y h a c e r re s o n a r su voz e n »los p úlpitos de n u e s tro s templos p ú b lic o s, ¿ p o r q u é se «nos im p ide en s e ñ a r sus elem entos en nuestra s escuelas? Pa« r a q u e se p e rp e tú e u n a re lig ió n , es preciso p e r p e t u a r tam» bien sus m in is tro s , y necesita de jóvenes in stru id o s q u e

« re em placen á los q u e fallecen. Y no basta re clu ta rlo s , sino » q u e ad em as es preciso educarlos y am aestrarlos e n el ejer­ c i c i o de sus funciones. Los sem inarios son el plantel q ue » sirve para r e g e n e r a r é i n s t r u i r á los m in istro s de la R e ­ lig ió n .” T ales serian las razones q u e alegarían los p rotestantes p a r a c o n s e g u ir el establecim iento de los sem inarios de s u secta. D i g n a o s , S e ñ o r , re c o rd a r el d e s c u b rim ie n to del se­ m inario de L ausanct, sostenido po r las potencias eslrangeras, q u e ha servido p ara s u m in is tra r predicantes franceses. U n a vez adm itidos los protestantes e n vuestro r e i n o , bien p r o n ­ to p ro p o n d r ía n el establecim iento de sem inarios nacionales, com o e n sustilucion de aquel , alegando el sacrificio q u e ha­ cían en d es p re n d e rs e de sus relaciones sospechosas para c a lm ar las in q u ietu d es del G o b iern o . De este m o do , S eñor, ap ro v ech a n d o Jas circ u n sta n cias, sabrian hac er u n m érito con Y. M. hasta p o r sus inteligencias c rim in ales, p ara arra n c a ­ ros el privilegio de en s e n a r en sus se m in a rio s, y g r a b a r en la m e n te de sus discípulos la teología a te r ra d o r a , feroz y s o m b ría de Calvino ( J ) .

¿ Qué m as harían los protestantes P P e d iría n en segu ida q u e se les perm itiese e n t r a r e n los cargos y oficios públicos. C uando el calvinismo hubiese a d ­ q u i r i d o , m ediante el estado c iv il, el d e re c h o de vecindad en F ran c ia , sus sectarios q u e d a ría n al p u n to hechos ciu d a­ danos , y con este título po d rían a s p ira r á llenar las f u n ­ ciones públicas de la sociedad com o c u a lq u ie ra otro de vues­ tros súbilílos. E n seguida de esto v e n d ría n bien p ro n to pi­ d ie n d o Cámaras p a rtid a s , y q u e r r í a n partic ip a r de los e m ­ pleos de la m a g is tra tu ra y de los cargos m u n ic ip a le s , ser a d ­ m itidos en los tribunales de com ercio y en todas las academ ias y sociedades literarias q u e á la so m bra de la filosofía h a n i n u n ­ dado el reino. Poco antes habéis o id o , S e ñ o r , q u e se h a ­ bían in tro d u cid o insensiblem ente en los t rib u n a le s , en los

(i) T a l com o la p re d e stin a c ió n y r e p r o L a c i o n e t e r n a , determ in ada, p o r un decrt'.to absoluto y a rb itra rio de D io s , sin ningún respeto p reced en ­ te d la s acciones f u tu r a s del hom bre. E sta d o c tr i n a i n fern a l es uno de los dogm as de Calv ino.

ay un tam ientos y en los consulados: de aquí i n f e r i r á n , q u e ha­ b ien d o verificado esto im p u n e m e n t e antes q u e el E stad o los adoptase, con m as razón lo p o d rá n hacer ah o ra q u e los ha cobijado. E n to n ce s codiciaban los em pleos públicos, y p ro c u ra b a n sentarse hasta e n el m in isterio y en vuestros Consejos. Los favores recibidos son u n agu ijó n p ara solicitar otros nuevos, m u c h o m as s¡ á la a m b ic ió n , tan n a tu ra l en el h o m b r e , se r e ú n e la avaricia de la h e r e g ía , q u e es la pasión m as i n ­ saciable. A h o ra q u e estamos ya restablecidos (d irá n ellos) en la m ism a situación en q u e nos hallábam os cu a n d o el edicto de INantes,^ p o r q u é no h em os de ver á los protestantes in ­ tro ducido s en el m in iste rio ? P u es q u e , ¿ n o fu e Sully m i­ n istro de E n r i q u e IV ? ¿ Y n o hem os visto en n u estros dias u n IVtcker h o n ra n d o el m inisterio con sus v irtu des , y s i r ­ viendo á la patria co n su talento y co n su celo ? P e r o prescind ien do de las cualidades m orales de M r. Nec~ ker, q u e se o cu p a b a m as de las p ro fu n d a s com binaciones d e hacienda q u e no de las a b s u rd a s instituciones de Calv in o , es preciso conocer q u e u n soto individu o protestan te, colocado e n el m inisterio y aislado e n te r a m e n te de ios de­ mas sectarios del r e in o , era insuficiente p a ra a la r m a r á los católicos. S e ñ o r : si la sospecha de q u e V. M. se halla rod e ad o en este m o m e n to d e alg u n o s p rotecto res secretos del p ro te s ta n ­ tismo basta para h ac er te m b la r á vuestros católicos acerca del destino del E stado y de la religión nac io n a l, ¿ q u é se­ r á cu a n d o la adm in istració n y el m in isterio estén llenos d e p rotestan tes , q u e v en g a n á t o m a r asiento en el Consejo al sa­ lir de la p red ica , con ¡a cabeza todavía acalorada p o r las ideas de u n pre d ic an te esencialm ente fanático y republicano?

¿ Qué hartan aún los protestantes ? Se e n tro m e te ría n en la educación pública. S eñor , de las p re te n sio n e s a n terio res no hay mas q u e u n paso p ara lleg ar á esta. E l estado civil y el culto público c o n f u n d ir á n á los sec­ tarios con el resto de vuestros súbditos. No llevando ya co n ­ sigo el sello d e la re p ro b a c ió n l e g a l , q u e los alejaba en otro tiem p o de todo em p leo p ú blico , no se verán e n tr e ellos mas q u e ciu dadano s iguales. Aquellos q u e se hallen mas versados

en la lite ra tu ra , y q u e b rillare n mas en las sociedades lite­ rarias, en d o n d e (com o b e dicho antes) n o dejarán de i n t r o ­ d u cirse ( 1 ) , a t r a e r á n so b re sí el in terés y Ja consideración de q u e goza la g ente de letras en u n estado q u e se alaba de c u ltiv ar las arles y las ciencias. L a escasez de b u en o s p r o ­ fesores para los colegios regidos p o r el n uev o plan (fo rja ­ do por los filósofos, y el m as á propósito p ara c r ia r g e n te sin costu m b res ni r e lig ió n ), q u e se hace sen tir a h o ra mas q u e n u n c a , y q u e se a u m e n ta rá p ro b a b le m e n te de dia en d i a , h a rá fo r m a r la idea de ap rov ech arse de los ciudadanos de nuevo cuño para reem p laza r el vacío q u e dejará la p e n u ria de m aestros católicos. Estos nuevos literatos p r o p o n d r á n a u ­ dazm ente sus servicios, á pesar de !a diferencia de su culto c o n tra rio á la religión d o m i n a n t e , bien persuadidos d e q u e la in diferen cia e n m ateria de religión , q u e constituye el ca­ rá c te r de los principales gefes del G o b i e r n o , a p la u d irá esta decisión lejos d e darse p o r ofendida. E n vano alg u n o s p r e ­ lados celosos re clam ará n en favor de los p rincipios antiguos p ara q u e se coloquen en las cátedras de los colegios h o m b re s dignos de ellas. U n a m o deración h i p ó c r i t a , q u e c u b r ir ía con su máscara estos ataques disfrazados de la irre lig ió n y de la h eregía , hija de la im p ie d a d , com batiría el celo de los obis­ pos con esta respuesta v u l g a r , q u e á pesar de q u e se re p i­ te con frecuencia en tono m u y serio, e n c ie rra u n a v e r d a ­ dera rechifla de lodo lo q u e conciern e á objetos religiosos.

A q u i no se quiere gente de partido. N osotros despreciamos todas las querellas teológicas. E l reinado de la superstición ha pasado y a . A q u i no se busca sino preceptores ilustrados , honrados y virtuosos . De este m o do se lo g ra rá a n iq u ilar p a­ ra sie m p re la vigilancia que g u a r d a n los obispos sob re la instrucción p ú b l i c a , en calidad de censores natos de las cos­ t u m b r e s , y p rim e ro s jueces de las doctrinas. De este m odo

( i ) E sto es lo cjtie sucedió c u a n d o se i n t r o d u j e r o n c u F r a n c io , Al p r o n ­ to n o se p r e s e n t a r o n sin o com o u nos lite ra to s á quienes la i g n o r a n c ia del clero perseguid y e n vid ia ba. Con este artificio se d ujero n á M a r g a r i t a de N a ­ v a r ra , h e r m a n a de F ra n c is c o í , q u e p r o te g ía c o n e n tu s ia sm o á los h o m ­ b res i n s t r u id o s , y aun pen só se d u c ir al m is m o F r a n c is c o I. Qaizá los p r o ­ t e s ta n te s «leí dia t r a t e n de e n s a y a r o tr a vea esta fa rsa r o n c u a t r o p a r r a f a les de l a tin y di: griego.

todos los asilos destinados p ara la enseñanza de la ju v e n t u d se p o b la rá n de profesores c o r ro m p id o s , q u e bajo el velo de la lite ra tu ra o c u lta r á n en su corazon el veneno de la h e r e ­ gía ; y com o la ed u c ació n decide s o b re la su e rte m oral de toda u n a g e n e rac ió n destinada á re e m p laza r la q u e va á des­ aparecer , ¿ q u é esp e ctácu lo , S e ñ o r , p re sentará la ju v e n tu d de v uestro r e i n o , f o r m a d a , dirigida y modificada al a rb itrio de unos profesores pro testan te s? ¡Q ue' revolución tan deplo ­ rable se va á verificar entonces e n las ideas religiosas, morales, civiles y políticas de los súbditos de este vasto im perio! ¡A h S e ñ o r ! se va á realizar lo q u e decia u n céleb re P a d r e de la Iglesia ( 1 ) p in ta n d o la seducción q u e p ro d u jo el pérfido conciliábulo de R ím ín i: Indignóse el mundo católico a l con­ siderarse arriano. Del m ism o m o do p u d ié ra m o s p re d e c ir de la F r a n c i a , si llegase a l g ú n dia á re c ib ir las lecciones de m aestros calvinistas : Quedará sorprendida al verse hecha pro­

testante. P e r o , S eñor, a u n h ay u n mal todavía m ayor, q u e p u d ie ­ r a afligir á la F r a n c ia , y q u e le p u d ie ra n a c a rre a r los m a ­ nejos de los protestantes. j Q u é sabemos si e n lo sucesivo, escudados con el títu lo de ciudad a n o s, del q u e p o d rá n u s a r con toda lib ertad y sin in sp irar recelo, p r o c u r a r á n i n t r o d u ­ cirse á fu e r de literatos hasta en la educación d e los p r í n ­ cipes augustos nacidos p ara o c u p a r el tron o? No será la p r i m e r a vez q u e la h ereg ía, á fin de co n s e g u ir sus fines con m as facilidad , ha ideado e n tro m e te rs e en la educación de u n h e re d e ro de la corona, p a ra e n tro n iz a r á la h e r e g ía m is­ m a personificada e n u n discípulo de su secta. L a historia nos enseña q u e V alen tin ian o II , educado p o r m aestros de quienes con razón se sospechaba q u e fuesen adictos al a rria riismo , m ostró despues hallarse p re o c u p a d o co ntra la R eli­ g ió n Católica y favoreció al e r r o r , Los filósofos h a n d e c la ra ­ do al fin e n u n o de esos a rre b a to s de jactancia q u e les son t a n fa m iliare s, q u e jam ás estaría b ien g o b e r n a d a la F ra n c ia hasta q u e subiese al tro n o u n rey filósofo . Y e d aquí m a n i­ festado el proyecto q u e m editan, y q u e e je c u ta rá n apenas lo ­ g r e n u n a c o y u n t u r a favorable ¿ P o r q u é , pues, el p ro te s ta n (i)

San G erónim o,

tis m o , a u n q u e m as solapado en el dia , n o ha d e f o r m a r en s u in te rio r el designio d e ed u c a r y re g a la r á la F ra n c ia un

rey calvinista? ¿Q ué m as harían los protestantes? B ien p ro n to se i n tr o d u c ir ía n e n las asam bleas p r o v i n ­ ciales. J a m á s , S e ñ o r , b a n brillado de u n m odo mas s i n g u ­ lar ei ca n d o r y la beneficencia de vuestras disposiciones q u e e n el es!ableci m iento de estos concilios políticos. Con todo, p e r m i t i d m e , S e ñ o r, os haga o bservar q u e el celo de los no­ tables p o r la conservación de la auto rid a d re a l, creyó d e b e r a d v e rtir á V, M. q u e las asambleas provinciales pre sen taban u n a fo rm a que p u d ie ra en a l g ú n tiem p o alterar la consti­ tu ció n de la m o n arq u ía . E l establecim iento de estas asam ­ bleas acaba de recibir la sanción de la le}r, y el g obiern o h a ­ b r á tom ado sin d u d a precauciones o p o rtu n a s co ntra las c o n ­ secuencias anticonstitucionales q u e de ellas p u d ie ra n r e ­ s u ltar ( l ) . S eg ú n ios regla m en to s publicados p ara la o rg a n i­ zación de dichas asambleas, d e b e rá n éstas co m p onerse de to­ dos aquellos ciu d ad a n o s q u e h u b i e r e n sido designados p o r el voto c o m ú n de su a y u n ta m ie n to ó de s u provincia. Asi q ue los protestantes hu b iesen o btenido la consisten­ cia q u e les p ro p o rc io n a rá n estos diferentes grados q ue ac a­ b a m o s de r e c o r r e r , re c la m a rá n el d e re c h o de te n e r e n tra d a en las asam bleas provinciales; ó p o r m ejor d e c ir, e n t r a r á n e n ellas sin g ra n d e s esfuerzos ni dificultades, p o rq u e en m ezclándose con la t u r b a de ciudadanos q u e d a rá n sin i m ­ p e d im en to a lg u n o q u e los escluya. A la v e r d a d , los r e g la ­ m entos publicados recien tem en te con este objeto , no encarg a n en a rtíc u lo a lg u n o q u e los d ip u tad o s q u e c o n c u rra n á las asam bleas gen erales d eban h a c er profesión de la R e li­ gión Católica: esta om ision no ha deb ido p ro v e n ir s e g u r a ­ m e n te de a lg ú n olvido ó distracción , si se considera la n o ­ vedad y la im po rtan cia de estas asambleas. (i) C i e r t o a Dior de un a o b r a e sc rita en 1780 , al h a b l a r de las a s a m ­ bleas p ro v i n c i a l e s , cuyo e stab lec im ie n to a n h e la b a t o n a n s i a , se expresaba en es los t é r m i n o s : h a g a m o s todos n u estros esfu erzos p a r a tener asam bleas p ro vin cia les, <¡ue pro n to ven d rá ¡o re sta n té en p o s de ellas. La crisis que su fre el re in o e n este m o m e n t o p r u e b a q u e lo re s t a n t e h a v e n id a bien p ro n t o . El e s c r i t o r de esta a b r a ha sido e n c e r r a d o en ¡a B astilla.

Los protestantes, Señor, tienen llena su cabeza de ideas republicanas, y todos sus conatos, según dice Mloniesquieu, se dirigen al gobierno popular. E n tal caso, ¿quién asegurará á Y. M. que los protestantes introducidos en las asambleas provinciales, luego que hayan adquirido una p re ­ ponderancia considerable, bien sea por su núm ero ó por el ascendiente de su elocuencia, dejarán de aprovechar la ocasion de sem brar coa el transcurso del tiempo algunas m á­ ximas democráticas? ¿ Y quie'n sabe si vuestros súbditos ca­ tólicos, por los discursos y la comunicación con estos colegas auti-m onárquicos, se irán familiarizando poco á poco con ios principios republicanos? ¿ P u e s q u é , no demuestra la esperiencia diariam ente, que con las malas compañías es m uy fácil seducir aun á las personas mas bien intencionadas, en llegando á juntarse con algunos sugetos corrompidos? Si en Jo sucesivo volviesen , por ejemplo , á renovarse esas delica­ das cuestioues de derecho público que se están agitando hace ya di ez y siete años, y que q u i z á llegarán á causar al­ g u n a fermentación cuyas consecuencias llenarán de terro r al gob iern o , ¿podría acaso nadie lisonjearse de que los p ro ­ testantes que fuesen individuos de las asambleas provincia­ les enm udecerían al tratarse de estas m aterias, y se conten­ tarían con hablar y ocuparse en el reparto de las co n trib u ­ ciones y en el arreglo de grandes carreteras? Señor, yo tributo u n sincero hom enage á las virtudes y á las rectas intenciones de M r. Necker; pero es muy nota­ ble que las dos prim eras asambleas provinciales ( 1 ) que han existido en F ra n cia , hayan sido establecidas durante la administración de este célebre m inistro de h a c ie n d a , que naturalm ente debia plantear en su patria máximas de su educación y del culto que profesaba. Bien sé que para jus­ tificar y probar las miras de utilidad pública que a n im a ­ ban á Necker, basta leer lo que escribió con respecto á las asambleas provinciales en su obra sobre la h a c ie n d a ; pero también es cierto q u e r á pesar de las mas puras intenciones, se pueden cometer imprudencias peligrosas, y ejecutar m a-

(i)

Las de B c r r i y de la a lta Guiena.

niobras rnal dirigidas, especialmente en política. Y si con toda esa rectitud de intenciones los autores de este sistema de gobierno abriesen con él á los protestantes recibidos en el reino la coyuntura y la ocasión mas favorables para ( p e comenzasen á representar otra vez en Francia el papel que ya han hecho en otro tiem po, entonces ¿bastaría la pureza de intenciones para sofocar la turbación que el reino ten­ dría que sufrir? Seguram ente que los facciosos cuando están dispersos no son m uy temibles; mas en aquellas ocasiones en que una coalicion local ha hecho de ellos u n peloton ó una masa, entonces el Estado tiene motivos para alarmarse y tomar sus precauciones. Al ver los protestantes llegado el dia de dar á luz, su gran proyecto suspendido desde la revocación del edicto de iNantes, no tendrán ya necesidad de fo rm a r una asociación distinta como otras veces, puesto que las asam­ bleas provinciales, cuyo espíritu habrían alterado por medio de sus m áxim as, cambiando su objeto y seduciendo su fi­ delidad con su contagioso ejemplo, llegarían á ser el baluar­ te en que se a trin ch e rarían , y desde el cual se atreverían por último á proferir la frase que el disimulo Jes hace aho­ ra g u ardar dentro de sus labios, E x ig id lo s , d irá n , que. se nos den p lazas de seguridad. Entonces V, M. fastidiado, ó por mejor decir indignado de tan reiteradas solicitudes, q u e rrá por fin proscribirlos; pe­ ro ya será tarde. Alentado el calvinismo con su progreso, se mostrará audaz en proporcion de sus fuerzas, y a u n llegará á ser im ponente por el nú m ero de sus partidarios y prose'litos* Este artículo, Señor, nos conduce al desarrollo final de esta cuestión sobre lo que harían los protestantes. Lo que liarian entonces sería reunirse con otros partidos acreditados ya en vuestro reino, los cuales en este mismo instante los protegen, los escitan, los llaman á grandes vo­ ces y les tienden sus brazos. Dos sectas, Seííor, que han sucedido al calvinismo, des­ g arran al presente vuestro reino. La prim era tiene u n ca­ rácter singular, cree que se la injuria llamándola por su n o m b re , y sostiene que su existencia es un fantasm a; quiere ser invisible, pero su lenguage Ja Iiace traición; se agita de .G

continuo bajo el velo del a n ó n im o , y da sus golpes en la obscuridad. Su divisa es la caridad, que infringe piadosa­ mente y por sistema; su grilo es la ley del silencio, la cual se dispensa de g u a rd a r ; su moral es el rigorism o en los discursos; sus m ilagros las convulsiones, su ocupacion el publicar u n libelo periódico ( 1 ). No habla mas que de la primitiva Iglesia, al paso que censura y trata de intervenir la disciplina presente. Como enemiga declarada de toda a u ­ toridad espiritual, opone al P apa los obispos, á los obispos los pastores de segundo o r d e n , y á todos ellos los confunde con los legos, á los cuales suele erigir en jueces del dogm a y de. la disciplina, según conviene á sus intereses privados. Esta se cta , S e ñ o r , introdujo la división en la Iglesia y la turbación en el reino: sem bró entre vuestros súbditos u n g e rm e n de exasperación y de disputa. La fermentación, que mantenía de continuo, ha llenado de am arguras é in q u ie tu ­ des casi iodo el reinado de vuestro augusto abuelo. El Go­ b ie rn o , escarmentado con las esperiencias anteriores, empleó en vez de rig o r otros medios mas suaves. Se ensayó contra ella la sátira y la iro n ía , medios tan poderosos en Franciaj p e ro no solo no la te m ie ro n , sino que la despreciaron. Sus amenazas han espantado, su fanatismo ha hecho gem ir. E n vano para calm ar su f u ro r se le sacrificó una gran víctima, p u e s si es verdad q u e este sacrificio ha hecho que se reco­ nozca por fin la autoridad de u n Soberano P o n tífic e , á pe-> sar de eso no cesa de e s c r i b ir , de c e nsurar y de in trig a r secretamente. Ha establecido e n Francia lo que pudiera lla­ m arse el p a r tid o de la oposicion. De modo que no ha fal­ lado á dicha secta mas q u e u n géfe, para convertir e n n e ­ gocio de estado lo q u e no era sino u n a cuestión p u r a m e n ­ t e religiosa. U na secta, S e ñ o r , organizada de esta m a n e ra , no deja­ ría de hacer causa c o m ú n con el calvinismo al p u n to que éste recibiera la aprobación de la ley. P o r otra parte merece ser observada la analogía que media en tre estas dos sectas. Am bas á dos h a n dado el espectáculo de los convulsionarios

(i)

L a Gaceta eclesiástica.

inspirados ( I) . Ambas se han presentado con intcnlos de reformar la I g le sia ; y e s de observar, Señor, que toda inno­ vación en materias eclesiásticas lleva consigo otras en la cons­ titución del Estado. Esta es una máxima á la cual han tri­ butado liomenage basta los mas grandes políticos. Tam bién se parecen estas sectas en su iriútuo conato de trastornarlo todo, tanto en la Iglesia como en el reino. U na sola dife­ rencia hay entre ellas, y es que Ja una obra abiertamente, al paso que la otra se d o b la, se e n c u b re , y no .trabaja sino por medio de rodeos. Para dem ostrar la identidad de sus tendencias y de sus principios, pudiera referir el paralelo que u n sabio carde­ nal, sucesor de Bossuet en la cátedra de M eaux, lia es­ tablecido de u n modo m u y gracioso (§ ) en tre las doc­ trinas teológicas de ambos partidos. No os d iré que Calvino prelendia tener á su favor el sufragio de u n célebre doctor de la Iglesia ( 3 ) , y que la otra secta le cita igual­ m ente en apoyo de su partido. Tam poco recordaré, que el famoso J u r im , ministro calvinista, daba á los solitarios de P o r t-R o y a l el n o m b re de nuevos protestantes ( 4 ) , y los

( i ) Véanse las c a r t a s cié F l e c h i e r soLre los fa n átic o s de las Ccvenas, l l a ­ m a d o s p o r o l r o n o m b r e los cam i& ardos. ( a ) E l p a ralelo
&

felicitaba por la confraternidad que resultaba ele sus siste­ m as: me c ontentaré, S e ñ o r , con probar mi aserción con u n hecho tan reciente como notorio. La prim era voz que se oyó en el santuario de las leyes en favor de los protestan­ tes, salió, con bastante sorpresa de la nación, por el con­ ducto de u n celoso partidario de la r íg id a moral. T a n vivo ínteres en favor de los protestantes en u n personnge que p o r su caracter público debiera haber sofocado cualquiera reclamación hecha por u n simple ciudadano en esta mate­ ria, no puede esplicarse sino por la inteligencia real aunque secreta que reina en tre ambos partidos. Este procedimien­ to indiscreto descubrió por fin u n misterio que hasta e nton­ ces no se había mas que vislumbrado. Semejantes reclamaciones producirán indefectiblemente una asociación peligrosa entre los dos partidos, que se pres­ tarán m utuam ente sus fuerzas. U na secta que durante los dos rem ados anteriores acaloró los ánimos hasta llevarlos á un esfremo espantoso , conserva lodavía un principio infla­ m a to r io , que á falta de alimento comienza á quedar asopor a d o , pero que bien p r o n t o se reanim ará á favor del protes­ tantism o, y le presentará tropas auxiliares y aliados natura­ les, en cuyas facciones se echará de ver cierto aire de fami­ lia com ún á entrambas. Bien pronto las u n irá n los vínculos del ínteres y el parentesco; mas su alianza será fatal á la tranquilidad pública. Sénior, el jansenism o (llamémosle por su nom bre) es u n tizón mal apagado, que aún h u m e a ; pero el filosofismo es u n a tea ardiendo. Esta tercera secta se confederará igual­ m ente con el protestantismo. P o r de pronto ha incendiado ya la mayor parte de vuestro reino; pero si se ligase con las o t r a s , la desvastacion llegaría á su colmo t y obraría la re­ volución mas terrible. "Siguiendo la marcha trazada con » tanta ilustración por el inmortal obispo de M eaux (decía á »V. M, en 1780 el clero de Francia) (1), el h om bre obser­ v a d o r m irará siempre a la incredulidad m oderna como u n (i) M e m o r i a tí? las (impresas de los p r o t e s t a n t e s , p re se n ta lla a] rey p o r la a sam b lea de) clero de F r a n c i a en 1 7 8 0 , sacada de! pro ceso v e r b a l de dicliu ¡isuiublea.

«vastago del tronco fatal plantado d urante el siglo XV I » p o r los gefes de la reforma. ]No teniendo su ambición n in » g u n contrapeso que contenga sus a rra n q u e s, precisamente »ba debido precipitarse y perderse en ese espantoso caos » d e d u d a s , de blasfemias y de am argura. Sin necesidad de « r e c u r rir á la notoriedad pública, ni valerse de los p ro p ó ­ s i t o s que indiscretamente han descubierto algunos de los «mas célebres calvinistas, ¿no acabamos de ver hace cosa de » tres años á la escuela misma de Ginebra dando el cscan»daloso espectáculo de fijar públicamente y sin contradicncion alguna una tesis, en la cual no se avergonzó de po» n e r en problema ]a Divinidad de Jesucristo? ¡La Divini»dad de Jesucristo, que es el térm ino inm utable que se»para enteram ente el deísmo del cristianismo verdadero! Y a »no se debe d u d a r q ue, una vez autorizada entre nosotros »la religión protestante, vendría luego á ser el asilo de una » turba de incrédulos, que habiendo abjurado en su inte» rio r la revelación, y no atreviéndose á manifestar eslerior» mente su criminal apostasía, disfrazarían artificiosamente »la nulidad de su fe bajo la máscara engañosa del protes­ ta n tism o .” ¿ Y que cosa mas fundada, Señor, que estas alarmas que agitaban al cuerpo Episcopal? La irreligión mas formal, bajo el título de filosofía, ha causado en poco tiempo d urante vuestro reinado mas destrozos que acarreó jamás en todo el universo desde el establecimiento del cristianismo. Nunca afectó tanto descaro ni logró tal im p u n id a d , ni aun en el seno mismo de la corrupción de la idolatría. Para conven­ cerse de esta aserción, no se necesita mas que comparar los escritos de la filosofía moderna con los de los autores mas irreligiosos y mas libertinos del paganismo, ¿Ha producido acaso jamás la impiedad mas frenética un aborto que iguale la famosa obra salida de la pluma de R e y n a ld o , empapada en el inm undo veneno d é la rabia mas furiosa contra el cris­ tianismo y sus ministros? Del tronco del calvinismo ha b ro ­ tado ciertamente el vastago fatal de la irreligión con todas sus ramificaciones. Al atacar Calvino el mas venerable de todos nuestros misterios, le denunció como contrario á ia razón. Del calvinismo salió el soc¡marasmo, que á la vez hi­

zo comparecer ante el tribunal de !a razón los demás miste­ rios. E n s e g u id a los ministros calvinistas, para conciliar m e­ jor los principios d e su m aestro, lian venido casi Lodos ellos á pasar al socinianismo. Cumplióse poco despues el presen­ timiento de líossuet, y del socinianismo nació el deísmo, que rebate toda especie de revelación, y no da asenso mas que á la razón. La tolerancia, cual amistosa compañera del deísmo, mira todo culto como una invención ó como u n negocio de polí­ tica. Su dogma favorito es, que puede el h o m b re salvarse en todas las religiones y hasta e n eí paganismo. E n seguida los deistas han engendrado á los aieosy los materialistas, los cuales, abjurando todos los principios de la moral, y no re ­ conociendo otro impulso que el de las pasiones, se contam i­ nan con toda clase de crím enes, y los ensenan en todos los libros que componen. Estos son, S e ñ o r, eí vastago y las ramificaciones de la irre lig ió n , y el calvinismo es su tronco. P e ro es una cosa bien digna de observarse que la filoso­ fía, planta exótica trasportada de las islas Británicas á n u e s­ tro pais, no principió á cundir en Inglaterra , á pesar de estar infestada del cisma y la bcrcgi'a, hasta que prevaleció el puritanism o ó calvinismo bajo la tiranía de Crormvell„ Cuando las siete provincias de los Paises Bajos sacudieron el yugo despótico (1) que íes habia impuesto Felipe, el cal­ vinismo vino ¿ ser la religión de aquellos nuevos republica­ nos, Al punto la Holanda fue el asilo de todas las sectas á m erced del deísmo con el título de tolerancia universal, ó lo que es lo m ism o , la indiferencia para con todos los cul­ tos. Existe, p ues, una afinidad entre el calvinismo y la filo­ sofía; esta es una verdad, que solo pueden poner en duda la ignorancia y la mala fe. Los filósofos, Señor , conservando hasta el presente las apariencias de catolicismo , no form an en vuestros estados u n a clase aislada; pero al punto que el protestantismo sea

( i ) E l q u e h a b ía es franc é s, y n u e s t r o s "buenos am igos n o h a n dig erido aún la de S a n Q u i n t í n : p o r eso tocios los esc rito re s franceses h a b l a n sie m p re t a n im p a rc ia l m en te de Fefipe II y «le su yugo despótico, f'iV. d d T . )

recibido en el rein o , todos ellos co rre rá n para liarerse ins­ cribir en las lisias del calvinismo. La religión protestante, sistema combinado por la licencia condecorada con el n o m ­ b r e de libertad n a t u r a l , nada tiene de penoso ni en su c reen­ cia n i e n su culto esferior. P o r el contrario, la Religión Católica prese n ta, tanto por sus dogmas como por sus prác­ ticas esteriores, u n a sucesión continuada de obligaciones y deberes penosos. Fío pudiendo el orgullo filosófico aco­ m odarse á ellos, se decidió á sacudirlos y romperlos. Blas el imperio de la razó n , superior á los caprichos y á las pasio­ nes , im pone una nota desfavorable al h om bre <]ue cornete la imprudencia de no llevar estas c a r g a s , a l menos en la apa­ riencia , rehusando frecuentar las iglesias, ó pedir los sacra­ mentos á labora de m o r i r : este es u n inconveniente para los incrédulos modernos, que quisieran ser filósofos sin pasar por impíos. Pero la introducción del protestantismo en F r a n ­ cia les presentaría un espediente feliz para librarse de estas perplejidades : entonces serán calvinistas , y ya no llevarán sobre su frente deshonra alguna á los ojos de los que exi­ gen la decencia aun cuando renuncien al cullo eslerno de la religión dominante. L n tal cat>o podrá cualquiera ser lcgalm eníe irreligioso, es d e c ir, que podrá ser fdu'solo y pro­ testante, porque la irreligión se dislraza bajo el velo de la profesion esterior del calvinismo. De aqui resu lta rá, S e ñ o r, la deserción de esa m uche­ d u m b r e innum erable de católicos, que á pesar de ser inte­ riorm ente incrédulos , se ven sujetos, al menos en lo este­ r i o r , por la unidad de la religión, que les sirve como de freno. De aquí resultará también una apostaste g e n e ra l, que empezará por los legos, ganará insensiblemente á los curas mismos y á los religiosos, y aun me atrevo á decir que á los obispos. Y a se han manifestado tristes síntomas de esla epi­ demia ; ¡y querrem os renovar entonces el g rande escándalo de la Iglesia, y da r imitadores á ChaliUon , á Montluc y á Spifame ! Bien pronto se a rm ará contra los cniólicos una persecución casi universal en virtud de esta rápida deser­ ción , que disminuirá diariamente sus tilas. Veremos levan­ tarse u n m u ro de separación , establecido por la diferencia de culto, entre el partido católico y el calvinista, el cual,

reforzado con el auxilio de los filósofos, aum entará con ma­ yor actividad la fermentación que agita los ánimos, Las rencillas religiosas son siempre terribles é implaca­ bles. wLa dderencia de cultos públicos es casi siempre una » hoguera de disensiones. El gobierno m onárquico de la «F rancia, y el caracier fogoso y voluble de sus habitadores, » harán todavía mas borrascoso el choque de estas encontra»das opiniones (1).w Los dos parí id os se perseguirán m ortalmente jurándose u n odio m u tu o e' implacable. El calvi­ n ism o , violento y audaz por caracier, al verse apoyado por todos los filósofos reunidos bajo sus b a n d e ra s, erguirá o r g u ­ lloso su cabeza, y redoblará su insolencia. Bien pronto escedifíudose, tanto los católicos como los calvinistas, en sus mutuas agresiones, pasarán á las vías de hecho; y la Francia vendrá á ser el teatro de una g u e rra civil , tanto mas es­ pantosa, cuanto que las dos heregías confederadas ( 2 ) trata­ rían de vengar su antigua humillación. La esplosion será mas terrible por lo mismo que el incendio ha sido atajado po r largo tiempo. E ntonces, Señor, en tan horrible trastor­ no, ¿ q u é vendrá á ser de la religión católica? Pero la alianza de los calvinistas con los filósofos no am e­ naza tan solo á la religión dominante , sino que también á la autoridad lleai. Es constante que la filosofía m oderna es enemiga declarada del gobierno m onárquico: la enciclope­ d ia , que viene á ser el korctn de los filósofos y el contra­ to social del ciudadano de. G inebra, son los depósitos en los cuales la filosofía ha consignado estas máximas republica­ nas: "Que existe u n contrato entre los reyes y sus súbdi» t o s ; que la autoridad de los soberanos emana de este pac»to nacional; que no es mas que una autoridad en comi«sion; que esta autoridad reside siem pre esencialmente en »el pueblo, ó en sus representantes; que puede revocarse j>dicho poder cuando el pueblo lo juzgue oportuno, ó siem» pre que no esté satisfecho del gobierno del soberano su m an»ílata^io.,, Tales son los principios de derecho público esta­ blecidos y enseñados con todas sus consecuencias en todos los ( i) (a)

La m e m o ria del c le ro c itad a a r r ib a , E l c alv in is m o y el j a n s e n i s m o .

libros filosóficos: principios acreditados, no solamente en los escritos de las sociedades acade'micas que han infestado el r e in o , sino que también han sido adoptados por algunas corporaciones que parecían interesadas en abatir estas máxi­ mas republicanas, porque tales sociedades perderían una gran paTte de su. lustre si no se les considerase á sus individuos mas que como unos comisarios del m andatario coronado. Toda esa doctrina , que se puede m ira r como u n m a­ nantial inagotable de sediciones, está tomada del calvinismo: su gefe insulta á cada paso á la Magestad Real , porque Calvino reprueba todo gobierno, escepto el aristocrático. Ha­ blando de los reyes los llama insólenles y á sus cetros san­ guinarios ( 1 ) , dice que su poder no es mas que una Ucen­ cia feroz ( 2 ), y somete la m onarquía á la autoridad de los tres órdenes del Estado (3), que intenta establecer en todos los reinos. Declara á los Kstados generales por tutores del pueblo de ordm de D ios (4) ; los invita á que se opongan á los

( t ) Sanguinaria regurn insoUntium sccptra. Los sa n g i n a ri o s c etros de los reyes insolentes. (a) Ferocienli regurn licencia-, P o r la feroz li c e n c i a de los reyes. ( 3 ) Qui fungunlur in singulis regnis tre s ■ordines..,, L o s tres ó rdenes puestos a l fre n te de cada rein o .

G r o c io d e sm ie n ta á Calvirio su m a e s tro so b re este p a r t i c u l a r , y c o n ­ tr a d i c e su d o c trin a , Comida ordinam (dice G r o c io ), id c$t, convenías eo-

rum qui populum in classes disíributum referunt, nirnirum, praúati, proce­ re s, missisque patentibus urbes, alibi quidem in hoc serviurit d u rn la x a t, ul sint m apis Hegis consilium , per qtiod quccrcJcv p o p u lt , quti: sa'pe in crms¡¿torío reticentur, a d lie gis am es pcrt>cnitintt cui dc.iude iil/crur/i sil slutuere quod ex usu ipsi videalur. ( G r o t i u s , de ju re belli el pacis , lili, i.) (tLas Cortes p o r e sta m e n to s , es d e c i r , ia r e u n ió n de los que; r e p re s e n ­ t a n al pueblo d i s t r ib u i d o en sus clases, á s a b e r , cJ c l e r o , la nobleza y el c o m ú n , si r v e n vínicamente en o tro s países para ("orinar t i C on sejo s u p r e ­ m o del rey , p a r a que de esle m odo lleguen á sus oidos las quejas del p u e ­ blo, q u e m u c h a s veces se le o c u lta n e n su g a b i n e t e , y oyéndo las puede d i s p o n e r l ib r e m e n t e lo qu e juzgue, c o n v e m e n i e segim el uso,,J E s fácil cono ce r que G ro c io h a b la aijui de los lisiados g e nerales de F r a n c ia . He creido o p o r t u n o a d o p t a r en la t r a d u c c ió n del testo l a t i n o las p a la ­ b r a s de n u e s tr a legislación a n t i g u a , que t a m p o c o está m u y lejos de la doc­ t r i n a de Grocio, P o r lo dem as debe tenerse p r e s e n t e que el q u e ha b la e n los dos p á r ra f o s a n te rio r e s e ra m i n i s t r o de vm rey absoluto* (N ,.d e l rl \ )

(4 )

Cujas sc f D ei ordinuiione

, tutores pasitos

norunt.

rey e s, que insultan a l pobre pueblo ( 1 ) ; condena su inac­ ción contra la autoridad r e a l , los acusa de perfidia y de traición á la libertad pública (2) ; finalm ente, Calvino amenaza á los soberanos, y les intima que escuchen y tiem blen: A u diah t Principes, et Urreantur. E n efecto, la cons­ piración de Ámboise. , que se tram ó en G in e b r a , y que se­ g u ram e n te no fue ignorada de C alvino, era u n motivo m u y poderoso para hacer tem blar á los soberanos. Los principales discípulos de Calvino han ensefiado la misma doctrina que su patriarca. B e z a t coadjutor suyo, ha­ cia alarde frecuentem ente de sus sermones sediciosos, y se vanagloriaba de haber escitado turbaciones (3). Huberto Langu et trata á los reyes de tiranos, y ha compuesto so­ b re esta materia la obra mas sediciosa que salió jamás de la plum a de u n hugonote (4). E n este escrito habla este re p u ­ blicano de los monarcas de la manera que se hablaría en Rom a de T a rq u in o despues de su espulsion. E l ministro R ozier se esfuerza en p ro b ar que es per­ mitido deshacerse de u n soberano que no quiere sujetarse á la religión reformada, y favorecer al partido protestante (5). K n o x , el apóstol de la Escocia , el amigo de Calvino, el he'roe de JSeza, enseña que se puede deponer á los re ­ yes , y creerse absueltos sus vasallos del juram ento de fide­ lidad ( 6 ). E l m inistro Jurieu establece que el derecho de sobera­ nía reside en el pueblo aun en las m o n a rq u ía s ; que nada se debe trib u ta r á u n rey , que no da cosa alguna por su par-

(i)

fíe.gibas humili plebe.culcr. insultantibus,

(a) E o ru tn dissirnulationcrn n e fa ria p e rfid ia non ca rere, affirm e.m . P o~ pú li libertatem fr a u d u le n le r produ n t. ( 3 ) L ib r o 6, pág. 398. ( 4 ) Es la o b r a , da d a á luz p o r el fa m o s o D u p lrssis M o rn a i, y a tr i b u i d a p o r A ubine á H uberto L a n g u e t, se i n t i t u l a V indicicc c o n tra ty r a m io s , ba­ jo el n o m b r e de Ju n iu s B r u tu s . ( а ) S o n p a la b ra s de la C roix de M a in e , au tQ r p r o t e s t a n t e . (V éase la B iblioteca f r a n c e s a , pág. ( б ) L icet su bdilis, elsi prin cipes n o lu e r in t, im o , s i opus e s s e t, v i et a r m is religion cm re fo r m a r e . Si p rin cip es a d ver sus Deurm e l v erita les eju s ty~ rannitic se g e re tn t, su bdili eorum, á ju ra m e n to f id e lita tis absolvuntu r. ( V é a ­ se á S r e s le y , A ssertion cs scandalascc.)

te ni á Dios ni á los hom bres ; que los prim eros cristianos te­ nían derecho para arm arse contra los emperadores paganos; que si sufrieron et m artirio, fue porque no se hallaban en disposición de guarecerse contra estas violencias; que la pa­ ciencia de los prim eros cristianos provenia de u n e r r o r y de una moral mal entendida ( 1 ). P a re u s, ministro protestante y profesor en la academia de H idelberg, sienta en su Comentario (§) máximas contra­ rias al derecho de los soberanos. Este libro fue condenado ignominiosamente á las llamas, y eso en Inglaterra , nación de la cual no se sospechará seguram ente que sea idólatra de la autoridad Real. M illón t acalorado por el fanatismo revolucionario , para justificar el partido de los puritanos que habian puesto sus ma. nos parricidas sobre su infortunado m onarca, escribió una obra ( 3 ) con objeto de probar, que u n soberano que abusa de su p o d e r, es responsable á sus súbditos, los cuales tienen derecho pa ra deponerle y condenarle á muerte. N o coutento con eso, renovó tan horrible doctrina en otra obra titulada: Defensa de los pueblos ingleses (4). E s ta nación (dice u n es­ c ritor) , tan f é r til en murmuradores del gobierno y en libelos in fa m a to rio s, ja m á s vió otro igual. E n París fue quemado p o r u n decreto del Parlam ento. Al constituirse Milton en apologista del asesínalo de su r e y , ha declarado que su doctrina era conform e á la de los calvinistas. O bservad, S e ñ o r, q u e el Homero (5) de los ingleses, enemigo furibundo de los reyes, aunque calvinista de nom ­ b r e , en realidad no tenia religión alguna. Habiendo sido p u ­ ritano en su ju v e n tu d , se hizo partidario de los indepen-

(i)

Cu ad ro d el s o c i n i a n i s m o , 1. 9 , pa g, 6 7 y s i g u i e n t e s .

( a ) S u C o m e n t a r io sobre el e s p í r it u de sa n P a b l o á los r o m a n o s Fue c o n d e n a d o p o r la u n iv e rs id a d de Oxl'ord. (3) E s l a o b ra se i n t i t u l a ; D ep e n d en c ia del d e r e c b o de lo s reyes y los m a g is tr a d o s . ( 4 ) I m p r e s a en l a t ín e n i G 5 i . (5) M i l l ó n es a u to r del céleb re p o e m a t i t u l a d o el P a ra isñ p e rd id o , que le a d q u ir ió l a n ta n o m b r a d l a . Hay u n a tr a d u c c i ó n de él en v e r s o ca s tella n o q ue está espurgada. (N> dc¡ 2 \ )

dientes y anabaptistas al llegar á su edad m adura; pero d u ­ rante su vejez se apartó de todas las comuniones. Este escri­ tor sanguinario y fu rib u n d o , contaminado con los errores de todas las sectas, concluyó por no profesar rito alguno, y no asistir á junta alguna religiosa. Ved a q u i , Señor , cómo la filosofía engendrada por el calvinismo es enemiga jurada de todos los soberanos. Hoiínan , jurisconsulto calvinista, afirma con todo a tre ­ vimiento que la corona de Francia es electiva y no heredi­ taria (1). Prec-iso es que el calvinismo haya inventado máxi­ mas bien atroces sobre la autoridad Real, cuando los calvinis­ tas moderados se han visto obligados á desaprobarlas. Grócio ha denunciado el execrable libro de Boucher sobre la deposi­ ción de E n riq u e III, como formado con las mismas espresiones del sedicioso Junius Brutus de ffuberlo Languet (§). El calvinista B ou gards (3) escribía á M r. de Thou, que la gente de su partido no podia soportar la autoridad Real; y que, por un efecto de esta enfermedad de que estaban con­ tagiados , hubiesen reducido la monarquía francesa á una anarquía. U n profesor de derecho de Leyden (4-') se quejó que h a ­ bía in cu rrid o en la desgracia de su secta por haber sosteni­ do la proposicion de que no es lícito á u n súbdito hacer armas contra su soberano por causa de religión. U n abogado del parlam ento de París ( 5 ) , sectario tam( i ) Véase la F ra n co -G a llia (le F r a n c is c o H otrnan. ( a ) G r ó c i o t apéndice so b re el A n t e c r i s t ó , pág. S g i de la e dic ión de A m s l e r d a m de 164'■ ( 3) S a n tia g o lio u g a r d s , c a l v i n i s t a , C o nsejero de E n r i q u e I V . Véase su c a r t a á Mr. de T h o u , pág. 6 Si , edición de la Haya. ( 4 ) Véase la c a r t a 72 de B c a u d iu s , p ro fe s o r do de rec ho en L eyden . ( 5) J u a n l i o d i n , a bogado del P a r l a m e n t o de P a r í s , <jue gozó de m u c h o c réd ito en t ie m p o de E n r i q u e I I I . E n su l ib r o de la R e p ú b lic a (I. a, c. 5 , pag, 3 o a ) se lee lo qu e aca b am o s de e s t r a c la r . E ste l i b r o , tra d u c id o en lalin p o r los ingleses, fue en señ ad o p u b lic a m e n te en la u n i v e r s id a d de Cam bridge. c o m p a r a este l i b i o , dice u n e s c r i t o r , al E s p í r i t u de las L eyes: y » a u n quizá este le del)e su orig en . E u efec to , se h a ll a n eu ¿I m u c h a s cosas »>peligrosas , falsas é injuriosa s al C ^ islia n ism o .,, E l p r e s id e n te Moniesifuíeu ha t o m a d o su si s te m a de los clim a s de la iRepúbJica de B odin , Es Le. es c r ito r tan p r o n t o era rea lis ta c o m o rep u b lica n o exaltado.

bien del calvinismo , se espresa asi acerca de los motivos que le obligaron á desertar del partido calvinista , en. una obra que ba gozado de m acha celebridad. frViendo por todas partes » armarse los pueblos contra los reyes, que se publicaban con »la m ayor osadía .libros incendiarios cuyo objeto era enseñar »á destronar bajo pretesto de tiranía á los monarcas que Dios »ha establecido para g o b e rn a r los pueblos, yo be sostenido «como hom bre honrado y buen ciudadano, que no es Il­ í c ito atacar á su soberano bajó pretesto alguno, a u n cuando «fuese u n tirano/^ Al observar que los protestantes rom pen con aquellos sus cohermanos que sostienen la doctrina de la obediencia á su soberano le g ítim o , es evidente que el calvinismo reco­ noce por suya la doctrina contraria. E l retrato de los calvinistas, pintado por sus mismos co­ frades, no puede ser infiel. "Son sediciosos y amigos de aso» nadas, perturbadores de la paz pública y de la tranquilidad »de los im perios: no tienen mas que un plan, que se re nduce á levantar facciones, causar tum ultos ó disensiones, «matanzas y efusión de sangre ( 1 ).” Grocio pinta en cuatro palabras el espíritu del calvinis­ mo. wP o r do q u ie r a , dice, que han prevalecido los discí­ p u l o s de Cal vino, han perturbado los gobiernos. El espíri» tu del calvinismo lleva consigo los tum ultos é inquietuddes (§).w E l testimonio de G ro c io , que también era p r o ­ testante , no puede ser recusado. Si se consulta á los sínodos protestantes, depositarios y responsables de la doctrina enseñada y profesada por la sec­ ta, tal como los de Sainles , L y o n y O tleans (3), y aquellos otros de que se ha valido Bossuet en su admirable H istoria de las variaciones para confundir el calvinism o, se conven-

( 1 ) S cditlosi ct tu m u ltu osi su nt , p a c is publica: el tr a n q u illita tis p o líti­ cos íu rb a to re s; quorum Jioc unicum institu turn e s l , uí sedü ion u m fa c tia n e s, tum uliuurn d issid ia , a c tá n d e m ccedem et son guinis effusionem procuren l, ( J u a n S c h u l z e .) ( 2 ) Calv i n i discipuli, ubicumquc invalucre , im perio iurbaecre , Spirituui Calvini tumulluosurn ct inquiclum. (G ro c io en su o b ra lilu la d a anim adversio­ nes , lo m o 5 , en fo lio , pá^. 5 5 o, ed ició n de 1 6 7 9 en R iczo .) ( 3 ) C eleb rad o s en i 5 6 a y i 5 6 3 .

cerá cualquiera de que la doctrina de los pro te sta n tes, se­ mejante á la de su gefe, com bate la autoridad Real y favo­ rece la anarquía republicana. wSi se quieren m ir a r de cerca los principios del calvinis­ mo (escribía en 1 751 u n obispo de Francia á un ministro) se verá que no solo se han opuesto á todas las religiones cualesquiera que sean, sino que ademas son opuestos á la m onarquía y enemigos de los reyes. Este es su caracter p e c u lia r, que debe hacerle detestable sobre todas las de­ mas. Es cierto que han reinado e n diversas épocas algunas grandes sectas, cuya perversa doctrina ha ocupado al­ g u n a parte de la Iglesia católica, habiendo logrado in tro ­ ducirse en las prim eras sillas y estenderse por algunas provincias; pero á pesar de eso jamás se oyó decir que al­ g u n a de ellas intentase d e stru ir u n E stad o : jamás alguna de ellas pidió con las arm as en la m ano que se le conce­ diesen templos para el ejercicio de su culto ; n in guna de ellas pidió en tiempo alguno plazas en rehenes, ni trató con los enemigos del im p e r io , ni hizo la g u e rra á sus señores. T o ­ do se reducia á disputas en tre los te'ologos, y sus empresas term inaban con la emisión de sus escritos. P e ro asi que aparecieron los calvinistas en el m u n d o , principiaron á desquiciar todos los reinos con sus m áximas sediciosas y la pujanza de sus arm as. Sostenida la facción de Flandes por el valor y la política de los príncipes de O ra n g e, lo­ gró sustraer á la m onarquía española aquellas poderosas pro ­ vincias, sumisas hasta entonces á sus legítimos soberanos. La república de Holanda tuvo su principio en la heregía y la rebelión. La Escocia se arm a contra una de las mas ilus­ tres reinas que jamás h u b o , y despues de mil ultrages y atentados contra su persona , la obliga á retirarse á Ingla­ terra, para que m uera la iníebz princesa ( 1 ) víctima de los rabiosos celos de su rival y antagonista. Ellos son los mis>mos calvinistas, q u e bajo el n o m b re de p u r ita n o s , anima(i) M a ría S tu a r d , r e in a de E scocía y de F r a n c i a , esposa de F r a n c i s ­ co I I , c o n d e n a d a p o r la r e in a Isabel en odio a la fe católica á se r d e c a p i­ tada, U n a filosofía e n c a r n iz a d a se e m p e ñ ó en osc urec e r la r e p u ta c ió n de tod as las P e r s o n a s Reales «jue h a n t r a b a j a d o p o r la R eligión, y fia t r a s m i t i d o h a sta n u e s t r o s días las c a l u m n ia s m as atroces y gro seras c o n t r a la b u e n a m e-

»dos y conducidos po r el ambicioso Crom well, trastornaron »la In g la te rra , su p rim ie ro n la Cám ara alta, estinguieron la « m o n arq u ía , fundaron una nueva rep ú b lica , y echando el » sello á todos sos escesos, llenaron la medida de sus críme»nes con el encausamienlo y m uerte de su rey. Estos mis­ am os principios sirvieron para fra g u a r en 1688 la revolu»cion de Inglaterra , en la que los W ig s , amigos alguna » q u e otra vez de los reyes por política, y enemigos siem» p re de la Autoridad Real por principios, llamaron al ye r»no para arrancar la corona de la cabeza de su suegro. «¿Cuáles eran entonces sus discursos? Aún se pueden leer »en algunos escritos trasmitidos hasta nuestros dias. E l rey, n d e c ia n , no es mas que u n depositario de la autoridad, cu»ya esencia reside en el pueblo. Este mismo pueblo es el » q u e hace los reyes, y todo el poder que disfrutan se les » deriva de él. Es .un depósito que ha confiado en manos del «p ríncipe; depósito que puede reclam ar siempre que esté »poco satisfecho de su c o n d u c ta , ó crea que el rey n o c u m » pie con las condiciones y el fin para que se le colocó en »el m ando. El m en o r disgusto que se tenga contra la per» sona del príncipe autoriza suficientemente para asesinarle, «puesto que asi lo exige el bien del p u e b lo , y el rey es el « h o m b re del pueblo. P o r otra p a r te , añadían, Jacobo II »favorece una religión proscrita en el E s ta d o , en el cual «im pone y quita contribuciones sin el concurso de la Cá» niara baja , y contrae alianzas contra el gusto y Ja incli» nación del pueblo inglés. ^ Se necesita acaso mas para »quitar de sus manos una comision que no cum ple según »las miras del pueblo q u e se la enc arg ó ? » Tales eran las máximas que abortaron la funesta reve­ jí lucion que privó á Ja co b o II de su tro n o , y le arrojó de »su p a tria: máximas estractadas de los autores protestantes. »jBuchanani M illó n , Loche, han empleado todo su conato »y toda su erudición en da r valor á tan perniciosa doctrina. m a r ia de esta d esg raciad a p r in c e s a , ta n b e lla com o v irtu o sa . V éase p a ra s e c o m p le ta justificación u n a p recio sa o L rita p u b lic a d a poco h á , qu e se t i ­ tula; « In fo rm a c io n e s h istó ric a s y c r ític a s so b re las p rin c ip a le s p ru e b a s de la « a c u sa c ió n in te n ta d a c o n tra M aría S lu a r d , con u n exam en de Ja s h i s t o » ria s del d o c to r Robertson y de Mr. H um e.»

« que lo es para tocios los g o b iern o s, porque los some» te al capricho del p u e b lo , puesto q u e Je hace propieta­ r i o de la a u to rid a d , lo cual equivale á destruir la m o» narquía.w (Carta del difunto Mr, de Chabanne, obispo de A gen , á Mr. de M a ch a u lt, contador g e n e ra l, en contra de la tolerancia de los hugonotes dentro del reino.) Y a habéis visto, Señor, que los protestantes habian for­ mado el proyecto de cambiar la Francia en una república. ¿Q ué fué lo que impidió la ejecución de semejante designio? E l estar u n hom bre solo en el ministerio (1). Tal es el estracto de las aserciones ensenadas constante­ m ente por los protestantes, y copiadas pos. todos los escri­ tores de la filosofía moderna. P o r desgracia, S e ñ o r , en vuestro mismo parlamento se acaba de hacer una solicitud auténtica para el regreso de los protestantes, acusados y con­ vencidos de haber enseñado esta doctrina destructora de la autoridad monárquica. ¿Quiénes son, Señor, esos súbditos desgraciados, en fa­ vor de los cuales se solicita que les permita V. M. la entra­ da en sus estados? Son aquellos hom bres cuyos antepasados salieron de vuestro reino trasportados de fu ro r y rabia con­ tra el gobierno francés; que han solicitado y acarreado c u a n ­ tos males han estado á sus alcances contra el rey que les dio el golpe fatal; que suscitaron contra él toda la ,Europa, vomitando las mas horrendas imprecaciones y publicando li­ belos infamatorios contra su memoria, ¿ Y qué? ¿ N o es de presum ir que los vastagos de esta raza furiosa heredarán su odio implacable contra la F ra n cia , y que jamás llegarán á ser buenos franceses, súbditos fieles y leales? ¿ E n dónde habitan los descendientes de esa raza m alig­ na? E n In g la te rra , en H o la n d a ,.en Suiza y en Ginebra; es decir, en paises dominados por gobiernos republicanos. E n estas reg io n e s, que les sirvieron de cuna , h a n respirado el aire del libertinage, y han contraido los hábitos., las usanzas y las formas de una administración po p u lar, que frecueniemente. degenera en la mas desenfrenada licencia. ¿Cabe,

(i)

E t c a rd e n a l R ic h d ie u ,

pues, e n lo natural que puedan doblegarse á los principios y observancia de u n a constitución m onárquica? Jam ás po­ d rá n sujetarse á esa noble sumisión, en virtud de la cual u n francés no raciocina contra la autoridad , oponiéndose á lo que prescribe , p o rq u e mira al rey como á u n padre, y no como á un amo imperioso y absoluto. Los abuelos de los protes­ tantes eran también franceses de nacim iento, y á pesar de eso fueron facciosos y rebeldes. ¿Quién podrá imaginarse que los hijos de estos proscritos, que son republicanos por origen y educación, serán menos indóciles e intratables? ¿ Y qué será cuando se hayan aliado con la facción de los filó­ sofos? Estos hasta el presente no han escitado turbaciones ni revueltas esteriores, sino que se h a n contentado con cen­ su ra r los actos del gobierno en sus libros, sus discursos aca­ dém icos, sus elogios históricos, y en los diarios de litera­ tura (1). P a ra hacer odioso al gobierno sin com prom eterse directam ente, se han convenido en no designar al m onarca y á la m onarquía sino bajo los epítetos de déspota y despo­ tismo. Reunidos con los protestantes, form arán bien pronto u n cuerpo form idable, engrosado con los descontentos de todas las clases del Estado. Señor, hace ya tiempo que la facción filosófica (2) fomenta u n gran proyecto á favor de las tinieblas. Este es u n hecho tan notorio á la vista de la n a c ió n , que ya en el dia ni aun se trata de encubrirlo con aquel aire de misterio que la prudencia exigiera en otras ocasiones. Este proyecto tiene dos objetos, que s o n , anonadar en Francia la Religión Cató­ lica, y en seguida el gobierno monárquico. La ejecución de la prim era parte de este plan infernal avanza rápidamente; el contagio irreligioso ha ganado prosélitos en todos los ó r­ denes del Estado; los grandes y los pequeños, la nobleza y la p l e b e , todos están infestados del veneno de la incredulidad ( i) I la c s to añ os qu e se est£ se ñ a la n d o en este g é n ero de c e n s a ra s el m e r c u r io de P an cou k e. (a) Y o n o sé p o r qué la m a y o r p a rte de lo s e s c r ito re s re lig io s o s h an te n id a la in a d v e rte n c ia de co n ced erles el h o n ro so n o m b re de filó so fo s , que ello s m ism o s a p lic a ro n a r b itr a ria m e n te á los sofistas del sig lo p asad o , siendo asi qu e n o les c u a d rab a á m u ch o s de e llo s sin o el de

pedantes.

Los maestros, imbuidos en las máximas de la filosofía m o d er­ na, emponzoñan los manantiales de la educación pública, cor­ r o m p e n la tierna ju v en tu d , siem bran en su corazon el g e r­ m en de ia irreligión, y form ando deístas y materialistas im ­ b e rb e s, preparan una generación funesta para las edades venideras. E l llamamiento de los protestantes dispondrá y favore­ cerá la segunda parte del proyecto filosófico. V e d , Señor, p o r qué (como es fácil de observarse) los filósofos son los que m uestran mas ardor por el regreso de los protestantes al reino. L uego que hayan logrado arraigarse en vuestros estados, bajo el n o m b re de calvinistas fo rm a rá n una liga políLica, q u e tendrá su plan y sus g e fe s , protectores en la corte , agentes en la capital y corresponsales en las provin­ cias, A la prim era ocasion que les presente cualquier inci­ dente en los negocios públicos (cosa m uy com ún en una nación tan inconstante y ligera), los filósofos-calvinistas esta­ blecerán sus pretensiones á viva fuerza y bruscamente. T e n ­ d r á n también artificio para p reparar el resultado por medio de ocurrencias análogas al espíritu popular que acalora los cerebros en este instante. Estas disposiciones parece que s ir ­ ven para preparar el camino á esla alarm ante revolución. E n seguida f Señor...,, P e r o aqui me detengo, p orque la p r u ­ dencia m e im pone silencio. Y o dejo este suceso á las p r o ­ fundas meditaciones de la sabiduría de Y, M. Los fautores del protestantismo d irá n quizá á V. M. que son exagerados los temores acerca del caracter de los p r o ­ testantes , y que ese te rro r es inspirado por el fa n a tism o ; que los protestantes no son tan temibles ahora como otras veces, por la misma razón de que hoy en dia no son ya los mismos.

¡Con que los protestantes no son los mismos! Eso es u n e rr o r que acredita el designio que tienen para d e slu m b ra r acerca del objeto que se proponen. Las cir­ cunstancias, Señor, no son las m ism as, pero los protestan­ tes sí. Los h o m b re s, tomados individualm ente, pueden pa­ sar del bien al m al, del vicio á la virtu d , del e rr o r á la ver­ dad , pero tomados colectivamente los hom bres son siem ­ pre los mismos. Las corporaciones civiles y políticas no cam ­

bian jamás; en ellas una mudanza es u n a nueva modificación de su espíritu constitutivo. Lo mismo sucede con los sectarios: los individuos pueden cambiar de m o d o , de ser y de pen­ sar ; pero la secta en general conserva siem pre sus princi­ pios , y no varía mas que en las apariencias. Estas son unas fases determinadas que sobrevienen según las ocurrencias del tiempo y el caracter del siglo. De'jese m an io b rar á Jos p r o te s ta n te s , permítase á su natural licencia desplegar su actividad antigua, y veremos cómo se renuevan las mismas circunstancias: bien p ro n to se repondrán, y nos convencere­ mos de que los protestantes de ahora son lo mismo que fue­ r o n en otro tiempo. ¡Que no son los m ism os los protestantes! ¿ P o r q u é , pues, poniéndose á su cabeza en 1 7 7 8 u n lord fanático, form ando con ellos u n tropel, incendiaron la capital de In g la te rra , y descargaron su fu ro r sobre los cató­ licos y sus iglesias? ( 1 ) ¡Con que no son los m ism os los protestantesl ¿ P o r q u é , pues, apenas vislum braron una esperanza de obtener el estado civil du ran te el ministerio de M r. T u rg o t, hicieron gestiones para conseguir el culto p ú blico? Ved c u á n p ronto renovaron las grandes pretensiones q u e tenían en tiempo de Garlos IX. ¡Con que no son los mismos los protestantes/ ¿ P o r qué, pues, asi que comparecieron con u n m em o­ rial en la m ano ante la Asamblea de los Notables en 1560, se creyeron ya autorizados para hacer esta otra, que han presentado este año 1787, para hacer valer sus reclamacio­ nes de una manera mas solemne, y sin contar con el agra­ do de V. M,? Ved aq u í cómo son los mismos en tiempo de Luis X V I que en tiempo de Francisco II. ¡ Con que no son los m ism os los protestantes! ¿ P o r q u é , pues, á proporcion que se habla mas de ellos, va cundiendo el p ru rito de libertinage y de licencia t y rect-

( i) E l fa m o so lo rd Gordon , cabeza de p a rtid o de los p u rita n o s en I n ­ g la te r r a , p r o te c to r de la s ig le sia s p r o te s ta n te s , era el a lm a de este m o tin . E n él iu e ro n q u em ad as la s ca p illa s de lo s em b a ja d o re s de P o rtu g a l y C e r deña, L o r d Gordon fu e e n c e rra d a en la to r r e de L o n d re s.

p rec á m e n te cuanto mas se estiende y se propaga esle conato ta n to mas se aum enta el interés en favor suyo? Señor, una de d o s , ó los calvinistas son sinceros ó no. Si son calvinistas de buena f e , deben ser rebatidos, porque son facciosos por sistema, y esencialmente enemigos del g o ­ b ie rn o m o n á r q u ic o : esta proposicion queda ya probada. Si p o r el contrario no son verdaderos calvinistas, ¿por q ü é á n o m b re de tales form an solicitudes, cuyo objeto y éxito no les debe interesar? Su conducta por tanto en las actuales cir­ cunstancias es, ó bien u n lazo ó u n ju e g o , q u e de todos m odos debe escitar ó la desconfianza ó la indignación del gobierno. Si á pesar de eso los protestantes continúan en asegurar que no son los m ism os, es d e c ir, que ya no son calvinistas, en tal caso deben ser otra cosa, y por consiguiente a n u n ­ ciarse con cualquier otro nom bre. ¿Se atreverán á decir que, participando de las luces del siglo de la razó n , se ban des­ pojado de sus antiguas preocupaciones; en una palabra, que son filósofos? Esta justificación, lejos de ser satisfactoria, debe au m e n tar en V. M. todas sus inquietudes, porque en vista de lo que arriba hemos dem ostrado, no queda duda que hay una relación ha rto temible en tre los protestantes y los filósofos, los cuales form an votos públicos y hacen gestiones p o r su regreso. Y a hemos observado tam bién que los filó­ sofos no dejarán de disfrazarse con el renom bre de calvinis­ tas para da r el gran golpe que están m aquinando (1). Es cosa muy rara que los protestantes, por una consecuencia de esta relación , tom an recíprocamente en este m om ento !a denominación de filósofos para introducirse en el reino. E n tal c a so , si los calvinistas franceses son filósofos como pre ­ tenden, este mismo título les acusa y es u n desafuero mas. Sin e m b a r g o , no consideremos á los filósofos sino como unos espírilus fu ertes, que piensan de una manera superior á la vu lgart sin peligro de la religión y del Estado. E n cubrie'ndose los protestantes con esta m ásc a ra , están autoriza­ dos para venir á im p o rtu n a r al g o b iern o , puesto que no (i) La espe rie n cía a cre d itó la r e a lid a d de eslos tem o res del a u t o r , pues poco después estalló la re v o lu c ió n . ( N , d e l T .)

existe ley alguna contra los filósofos, y que la revocación del edicto de IXanles no se publicó contra ellos. ¿ P o r qué, pues, solicitan los protestantes la abrogación de una ley que se dió solo contra el calvinismo y no contra la filosofía, si es cierto que ya en el dia no son los m is m o s , y que al p r e ­ sente solo son filósofos? Si esto fuera cierto, los protestantes nada teniau que pedir á V. M. O tro artificio, Señor, que em plearán para d e s lu m b ra r á V, M., será el a rg ü ir en favor de la tolerancia, wcuyo espí» ritu ( d ir á n ), acogido um v ersa lm en te , dirige en el dia las «potencias de Europa. ¿Y será la Francia ( a ñ a d irá n ) la «única q u e se oponga al sistema político de todos los gabi» rieles, y contra las luces felizmente esparcidas en todo nues«tro hemisferio " Y la Francia, superior á todas las naciones, á las cuales »ha urbanizado con sus artes y costum bres, é ilustrado con « s u filosofía, ¿será la única que, obstinándose en su antigua « r u tin a de intolerancia, se d eterm ine á conservar este re« s íd u o d e ba rb a rie , entre tanto que todos los pueblos se dan «prisa en c o rre r á su seno, para sacar de alli lecciones de « d u lz u r a , urbanidad y m o d era ció n /' ¡Ah! E n el estado ac­ tual de cosas, ¿de qué se quejan los protestantes ? ¿ O qué tie­ nen que p e d ií cuando gozan de hecho de la m ayor toleran­ cia en materia de bautismos, m atrimonios y sucesiones? E n efecto, en cuanto á los bautismos no cabe dificultad despues de la declaración de 178Si. Esta ley encarga á los curas que reciban las declaraciones de los que presentan los niños, y proliibe á los mismos curas interpelar sobre dichas declara­ ciones: por consiguiente, como los padrinos y m adrinas di­ cen siempre que el niño es hijo de tal y tal, legítimamente casados, el cura tiene obligación de escribirlo, y de aqui consta la legitimidad del niño. E n cuanto á los matrimonios y sucesiones de los pro te sta n tes, con arreglo á derecho no hay en Francia otros casamientos legítimos que los que se contraen en presencia del propio cura. Igualm ente en c u a n ­ to á derecho solamente los hijos legítimos son los que su ­ ceden al padre. Pero en el hecho, cuando un pariente cató­ lico pide la sucesión de u n pariente protestante á pretesto de no haber dejado hijos leg ítim o s, lodos los parlamentos

están convenidos tácitamente en de c la ra r, que no ha lugar á la solicitud del católico. De esta m an era se hallan los protestantes autorizados de hecho en sus estados por lo que hace á los bautism os, m a ­ trimonios y sucesiones. ¿ Q u é tolerancia, pues, po d rán exi­ g ir ya razonablem ente? Señor, si es cierto lo que se dice, que los hom bres se rig e n p o r los n o m b r e s , esta palabra tolerancia, que se pro ­ fiere con tanto énfasis, y que viene á ser el scibbohth ( 1 ) q u e es preciso pronunciar para no i n c u r r ir en el anatema de los g a la a d ita s m odernos, es u n a pru eb a evidente de esta verdad. La tolerancia es u n verdadero talisman , e m ­ pleado por los filósofos despues de medio siglo para fascinar los ojos de lodos los soberanos, y para introducir á favor de este encanto la indiferencia en materia de religión. A fin de disipar este prestigio, t r a to , Señor, de p ro b a r á V. M., que la idea que han unido ios filósofos á la palabra tolerancia es falsa é ilusoria. E n una discusión de esta n a ­ turaleza es preciso principiar po r entenderse y esplicarse, analizando bien las ideas. V oy, Señor, á c lam ar contra la tolerancia, p e ro no con­ t r a toda especie de tolerancia. P r o c u r a r é definir la verda­ d e ra y fijar su sentido, y en seguida h a ré ver cuál es en sí m is m a , cuál se debe adoptar y defender. P e r o al consti­ tu irm e en orador de una intolerancia (q u e p ro c u ra ré esplicar conteniéndola en sus justos lím ite s), debo a d v e rtir que hay otra intolerancia que aborrezco. T al es la q u e de rra m a sangre, y la que violenta las conciencias, p o rque esa es u n u ltra g e de la hum anidad. Y o deposito, p o r tanto, en las a u ­ gustas manos de V. M. la protesta que hago aquí mismo so­ lem nem ente de q u e , en tratándose de esta materia tan deli­ cada , cuya sola idea va á levantar contra m í las preocupacio­ nes del siglo y de la nación , no llevo mas objeto que m a(i) E n la g a e r r a qu e h ic ie ro n lo s d e G alaad c o n t r a los de E fra in (en tie m p o de J epkté), c u a n d o v o lv ía n estos d e rro ta d o s á so p a is , los de G alaad, qu e te n ía n to m ad o s los pasos del J o r d á n , pa ra c o n o c e r si e ra n ó no e f r a t e o s , les h a c ia n p r o n u n c ia r la p a la b r a scibboleth: los e fr a t e o s , que te n ía n g e n e ra lm e n te la p r o n u n c ia c ió n d efectu osa, d ec ían so lo sibbolet, p o r lo c u a l e ra n al p u n to reco n o c id o s y m u e rto s en el acto p o r lo s g a la a d ita s. ( N . d el T .)

nifestar á V. M. las consecuencias de u n a tolerancia falsa y peligrosa, bien lejos de inspirarle esa intolerancia, contraria á la razón y á la Religión misma. E l h o m b re liene sin d u d a alguna el goce y dom inio de sus ideas y se n tim ie n to s; esta es una de las prerogativas de la libertad moral que regaló el Cielo á la especie h u m a ­ na. Solo Dios es el j uez de la conciencia y de las opiniones de la criatura racional* S eg ú n esto la libertad de pensar se sustrae justam ente á la fuerza coactiva de toda polencia h u ­ m ana y esterior. Y o trib u to , S e ñ o r, mi hom enage á estos principios; pe­ ro como el pensamiento es un acto pu ram e n te intelectual, infiérese de aqui q u e la libertad de pensar está esclusivam ente encerrada en la esfera interior del cerebro hum ano: p o r consiguiente la libertad de pensar no lleva consigo la de hablar y escribir, y m u ch o menos cuando se ha de t u r ­ ba r el o rd en público por m edio de los escritos y discursos. E l oponerse á esta consecuencia sería echar por tierra los fundam entos de la sociedad. H agam os, pues, la aplica­ ción de estos principios. No hay sobre la tierra sociedad, imperio ni reino que no haya admitido alguna religión. U n a vez incorporada la religión en el imperio, el Estado debe raciocinar asi. *\La ne­ cesidad de una religión lleva consigo la de u n culto, y de la necesidad del culto se sigue la obligación de conservarle y de g u a rd a r sus leyes. Esta conducta está trazada por la analogía de la religión con los principios de gobierno. Se­ g ú n esto toda innovación en el culto amenaza al Estado una revolución. P o r consiguiente todo el que trata de alterar la Religión ó d e s tr u ir l a , es enem igo de la patria y p e rtu r b a ­ dor del reposo público/* S í, Señor, todas las naciones h a n raciocinado ó debido raciocinar a s i ; y la prueba de que su razonamiento ha sido e s te , se echa de ver en que efectivamente todas ellas han sido intolerantes. ¿No fu eron intolerantes los egipcios c u a n ­ do obligaron al pueblo de M oisés á evadirse de su pais para sacrificar á su modo en el desierto? E l horno encendido por JSabucodonosor para precipitar en él á los adoradores del verdadero Dios, ¿no prueba la intolerancia de los asirios?

D aniel ¿hubiese sido arrojado al lago de los leones por h a ­ b e r orado según otro culto q u e el del pais, si los medos y los persas hubiesen sido tolerantes? L a m uerte de E leazaro y de sus siete h e r m a n o s , los combates de Ju das Macabeo y de sus heroicos sucesores, ¿no dem uestran bien á las cla­ ras la intolerancia de Ántíoco y de los sirios? ¿ H u b ie ra so­ brevenido la g u e rra de los Amfictiones si los griegos hubie­ r a n sido tolerantes? A te n a s, que tenia una ley por la cual wuna sola palabra contra la religión era castigada con el m ayor rig o r , y sin esperanza de perdón” (ve'ase á Josefo contra Focfoy, Atenas misma con todo su espíritu, su am or á las delicias y su sal ática, nada tenia de tolerante. La acu­ sación de P ro tá g o ra s, la fuga de Aristótd& s, la prisión de A n a x á g o ra s, y la m uerte de Sócrates bebiendo la cicuta, ¿ p ru e b a n algo á favor de la tolerancia de Atenas? La ley de N u rn a, prohibiendo es presa mente la introducción de n u e ­ vas divinidades y los ritos particulares; la ordenanza de T iberio, que hizo arra sar el tem plo de I s is , y m andó á los egipcios y judíos salir al punto de Roma si no m udaban de religión ( 1 ) ; el em perador Claudio, arrojando los dioses estrangeros; la ley de los decemviros, proscribiendo las di­ vinidades forasteras (déos peregrinos ne colunto) , ¿no de­ m u estra n palpablemente la intolerancia de los romanos? (§) ¿Y quie'n pudiera negar esta verdad , consignada en los fas­ tos de su historia con caracteres de sangre por el m artirio de catorce millones de cristianos, degollados en odio de su religión? ¿N o eran igualm ente intolerantes los galos, nues­ tros p a d r e s , que haciendo la g u e rra contra cualquier n a ­ ción la hacían tam bién contra sus dioses?(i)

T á c ito , A n a l e s , lib r o 2, pág. 4 4 4 -

(a) Cicerón e r a i n t o le ra n te . " E l deb e r de u n s a b i o , d ic e , es c o n s e r v a r y defend er las s an tas ce re m o n ia s y tos es tatutos de los a n t i g u o s , ^ (D e D i v i n i s , n . 48.) ltN i q u ie r o n i au n le o , dice él m is m o , las o b ra s qu e d isg u sta n j a p a r ­ c a n á n u e s tro s am igo s de la r e lig ió n .” E s ta s p a la b ra s de u n p a g an o , com o C icerón , deben c u b r ir de c o tifu slo n á to d as tos in c ré d u lo s. E l m israo Mecenas j q u ién lo c r e y e r a ! el e le g a n te , el v o lu p tu o s o , e l fi­ ló so fo Mecenas, e r a ta m b ié n in to le ra n te , <*Los que in tro d u c e n un n u evo c u lt o , decia al E m p e ra d o r A ugusto, a b r e n p u e r ta á n u e v a s le y e s , de d o n de n a ce n las in t r ig a s , la s faccio n es y la s c o n sp ira c io n e s.’ ’

Dejemos á un lado las naciones ciegas por las tinieblas del gentilismo, y pasemos á los puebJos que adoraban al verdadero Dios. Esta Religión ha subsistido siem pre en el universo, pero ya oslaba para perderse y disiparse á m ane­ ra de u n vapor en medio de las estravagancias de la idola­ tría. Entonces fue escogido el pueblo hebreo para ser el d e ­ positario del culto prescrito por la Divinidad. La ley que le dictó por ministerio de Moisés mandaba á los judíos des­ tru ir todos los altares que no estuviesen erigidos esclusivam ente al Dios de Israel; que no contrajesen alianzas con las naciones idólatras ; esterminar basta el último amaleeita, y castigar con pena de la vida á cualquiera que solicitase á u n israelita para ofrecer incienso á los dioses eslrangeros. Jamás nación alguna se mostró tan intolerante como el pue­ blo de Moisés: Dios mismo le había dictado este código de intolerancia, haciéndole de ella precisamente una ley. La teo­ cracia de los hebreos era y debía ser intolerante en su mis­ ma constitución , porque de lo contrario aquel pueblo no hubiese llenado los designios de la Providencia. A no baber sido por la intolerancia, su constitución teocrática hubiese sido una obra maestra de inconsecuencia, en la suposición de haber sido destinado para ser el depositario de los oráculos del verdadero Dios, y para atajar los progresos rápidos de la idolatría. El cristianismo vino á elevarse sobre las ruinas de la ley mosaica. Aquella religión pura y santa, salida del seno mis­ mo de la divinidad, llevando sobre su frente el augusto ca­ rácter de su celestial o r ig e n , no debía com poner u n pueblo esclusivo y aislado: según et o rden de los decretos eternos debia tener por discípulos á lodos los h om bres, puesto que habia de llegar á ser la religión universal. Asi se lo había prescrito su divino Maestro, mandándole que se anunciase y se estableciese por todo el universo ( 1 ). Esta religión, víctima de la mas bárbara persecución, parecía interesada en acreditar la tolerancia, aunque no fue(1) E unles c rg o , docete om nes gentes. E unles in mundum universum preedieate Evangelium omni creaturcc, ( M a tli. c. 38 , v. 19; e t Alare* c. 1 6 , v. 1 5 .)

•y

se mas que por condenar á sus perseguidores , y justificar su establecimiento á pesar de todos los esfuerzos y de todas las leyes del imperio romano; y con todo va á predicar la in­ tolerancia. Sefior, esto no admite duda: entre las verdades r e ­ veladas; que el Cristianismo se encargó de enseñar ó todo el universo, se leen estas dos máximas interesantes : Si no oyere á la Ig lesia , ¿enlo como por un gentil y un publicano (1). No habrá m as que un redil y un pastor (2). Ved aqui u n oráculo de la divinidad intimando á la Iglesia que mire como un pagano, es decir, como u n p ro ­ fano, á cualquiera que desecha la enseñanza de esta Iglesia; y si no debe haber mas que un solo redil y u n solo pastor, todo ganado que se presente conducido por otro zagal diferen­ te, no puede asociarse al pastor y al redil que tienen su misión directam ente del Cielo. Ya de antemano se le habia dicho á esta religión , que vendrían e n adelante algunos hom bres que lucharían contra su creencia, y que era indispensable que hubiese heregías (3). Bien pronto se cumplió la predic­ ción, y los hereges se dieron á ver. Su ánimo orgulloso se rebeló contra la sublimidad de los misterios que la Iglesia les proponía para que los creciesen : todos los hereges han venido clamando unos en pos de o tros: N osotros no quere­ mos creer en vuestros dogm as. Levantóse la Iglesia contra tal rebelión, ¿ y qué fué lo que le opuso este juez, apoyado por u n tribunal cuyos decretos esian garantizados por la palabra de u n Dios esencialmente infalible? ¿ Respondió aca­ so , yo os e s te r m in a r é , yo lavaré mis manos en vuestra san­ g r e ? TSo , S e ñ o r, no ; por el contrario , animada del espí­ ritu de su divino M aestro, que no le ha dejado sino ejem­ plos y lecciones de dulzura , de paciencia y de bondad f d i­ jo á los hereges con toda la a m a rg u ra de u n corazón enter­ necido al considerar sus estravíos: el que no creyere, se con­ denará (4). wNo violentare vuestra conciencia para obIL

(()

S i E cclesia m

non a u d ie r it, sil tib í sicut TCthnicus ct publicanus,'

( M a t h . c. i 8 , v. i j . )

(i) (3) (4 )

Unurn ovile, el um /s p a sto r. (Joan,, c. 1 0 , V. i G ) O p o rtrl et hccrescs esse. (Cor. n , v . ig.) Q ui vera non crcdideril , candem nabilur, (Alare, 1 6 , iG.)

»garos á c re e r, pero declaro que estáis en el error. Prosacribo y anatematizo vuestra doctrina en virtud del poder » que lie recibido del cielo: os separo, os arranco de mi «sociedad y de la de mis fieles. Mientras que seáis refracta«rios á mis de cisiones, no participareis de mis beneficios ní »de la eterna recompensa prometida solamente a la docili»dad de la fe.” ¿ Puede haber , Señor , cosa mas conform e á la razón y á la equidad natural , que esta conducta de Ja Iglesia con sus hijos indóciles? Ved aqui el fundam ento de la intole­ rancia religiosa, la cual emana inm ediatam ente de la na tu ra le ­ za misma de esta religión , que habiéndose establecido sobre la tierra para enseñar la verdad con toda la pureza con que se le ha trasm itido, sin poder añadir ni quitar una jota, no puede admitir doctrina alguna que no este afianzada sobre esta , que se le ha confiado en depósito. Kl ré g im en , pues, de la Iglesia católica escluye evidentemente la tolerancia re­ ligiosa, que sería ciertamente un absurdo, si llegase á intro­ ducirse en la organización de una religión revelada, P ero existen dos poderes sobre la tierra, y el sacerdo­ cio y el imperio parten entre sí el gobierno del m undo. ¿ Es la intolerancia u n a consecuencia de los principios f u n ­ damentales del Estado, de la misma m an e ra que dim ana de la esencia de la Iglesia ? El Cristianismo subió al trono y se colocó á la pa r de Constantino. Entonces la Religión se vió coronada : mas con todo, desde aquel punto iba á combatir precisamente con­ tra dos e n e m ig o s ; el paganismo y la heregía. E n esta cpoca se obró en el m undo la g ran revolución religiosa; la idolatría fue derrocada, pero la destrucción de sus templos no se consiguió sino por una ley del imperio. A pesar de la estravagante apostasía de J u lia n o , jamás la idolatría logró ya reponerse de los golpes que le dieran los cetros de los e m ­ peradores cristianos: jamás ha variado ya desde entonces el poder secular en su sistema de intolerancia absoluta contra ella. El Estado no fue menos intolerante contra la heregía. A los arríanos sucedieron los nestorianos y los eutiquianos, seguidos de un tropel de otros mil sectarios. Los em pera­ dores variaron su proceder y sus tratamientos con ellos.

Constantino reprimió al pronto el arrianism o, y despues le favoreció. Constancio, uno de sus hijos, !o apoyó con to­ das sus fuerzas, y lo acreditó con su protección. Los suce­ sores de C onstantino, que se mostraron con mas frecuen­ cia protectores que no contrarios a! arrianismo y demás heregías , no tuvieron jam ás, en cuanto á este p u n t o , unos principios fijos , mostrándose tan pronto tolerantes como intolerantes: únicamente manifestaron constancia y unifor­ midad en cuanto á re p rim ir Ja heregía de los donatistas, secta furiosa y sanguinaria , que llevaba en pos de sí el de­ güello y la devastación. Contra ella solamente publicaron las leyes mas severas , imponiéndole penas aflictivas. ¿ Q u é fue lo que pensó la Iglesia acerca de esta conduc­ ta de los soberanos, cuya variedad solo puede esplioarse por el caracler de los principes, su opinión personal, las intri­ gas de la corte, el genio peculiar de cada heregía, y los escesos mayores ó menores á que se entregaban? Siempre proscribió enérgicam ente los errores de Jos h e re g e s, pero dejó la suerte de sus personas en manos de la autoridad temporal. Instruida por san Pablo de que eí príncipe es el lugar-teniente de Dios sobre Ja tierra , á pesar de eso jamás escitó á los soberanos á d e rra m a r la sangre de los sectarios, aunque sabia que estaban armados con la cuchilla de la ley para contener á los malvados. Pero como también estaba persuadida de que el im perio debe proteger á la Iglesia y apoyar sus oráculos , no siem pre reclamó contra la severi­ dad usada por el poder temporal sobre la heregía. Este espíritu de moderación era tan reconocido de Jos Pad res de la Iglesia , que san Agustiu miró entonces como u n a persecución el tratam iento hecho á los donalisias; y si despues m udó de parecer, fue por haber sido testigo de su crueldad y su fu ro r (1). Entonces no vio en aquellos secta­ rios mas que la calidad de enemigos públicos de la sociedad, porque no empleaban sino el hierro y el fuego. Sin duda san

( i ) V a ria » veces h a b ía n a l e n t a d o c o n tr a su v ida: vióse oblig ado p a r a lib ra rs e de ellos y sa lv ar su pueb lo de I lip o n a á r e c u r r i r á C c c ilia n p , te ­ nien te de A frica e n N u m id ía ,

Agustín , im itando á otros muchos Padres de la Iglesia aplaudió las leyes rigorosas de los em peradores contra los donatistas, en cuanto que no tenían mas objeto que asegurar la tranquilidad del Estado, y que viéndose precisados á exa­ m inar la verdad por la severidad de los castigos, viniesen por medio de él ¿ g u sta rla , y de este modo debiesen á u n justo terror su regreso á la unidad de la Iglesia. Mas al p r o ­ pio tiempo este mismo Agustín solicitaba la clemencia del Go­ bierno en favor de los donatíslas furibundos, cuando estaban atentando á su vida y conspirando contra su amado reba­ ño ( 2 ); y á pesar de todo, jamás la Iglesia reunida, jamás el cuerpo episcopal ha ensenado como doctrina que los sobera­ nos deben arenarse contra los hereges, considerados solamen­ te bajo el aspecto de unos hom bres ofuscados por el error. Cuando el imperio rom ano íue desm em brado, de sus despojos se form aron todas estas nariones en que e^tá re­ partida la E uropa. Este nuevo orden político consolidó Ja cátedra de la Iglesia en la misma capital en que habia es­ tado el trono de los Cesares. P e ro la Iglesia iuvo siempre heregías que cotnbatir: ¡tal fue su destino por espacio de doce siglos ! Llegó por último el siglo X V I , que produjo el calvinismo, la penúltima de las heregías, porque la filoso­ fía es la heregía universal. Los progresos espantosos que bacía el calvinismo am e­ nazaban la fe católica en E uropa con un próximo naufragio* Todos los recursos empleados por la política para calmar es­ ta horrenda tempestad fueron inútiles, y no sirvieron mas que para aum entar la agitación de las olas. F ue preciso re­ c u r r i r al único rem edio, cual era un concilio ecuménico, que al fin se reunió en Trenlo. ¿Cuál será el comportamiento de la Iglesia con la heregía mas formidable y aud a z, la mas envenenada contra la autoridad de los soberanos, y que (i) Barbeirac , c alv inista y p r o fe s o r de L n itsan a , en su p refacio á la t r a d u c c i ó n de! d e rec h o n a t u r a l y dn gentes de P u ffcn darf , y t u j u I t a l a ­ do da la m o r a l de los Padres , apellid a á san A g ustín p a t r i a r c a de ]ns p e r ­ seguidoras c ris tia n o s. Dnrn C d i ic r , en su apología d¡> los sa n io s Padres («'. 1 4 , pág, 4 1 3 ), ha r e lu t a d o las im p u ta c io n e s de Barbeirac. (a) V é a s e cnlrt: las c a rta s de san A g u s t í n la 8 8 , escrita p o r los c a t ó l i ­ cos di; I l ip o u a , y la del s a n t o eii 4 l a al c o n d e B o n ifacio.

amenazaba trastornar todos los reinos y todos los Imperios? ¿La convicción del peligro mas inm inente en que se han vis­ to jamás el sacerdocio y el im perio, obligará á la Iglesia, al menos por esta vez , cu atención á las circunstancias tan estraordinarías, á exhortar á los soberanos para confederarse coa el objeto de sofocar con su sangre esta secta , la mas rebelde y atroz? N o , Señor , no , la Iglesia, siempre fiel á sus principios, no proferirá contra el calvinismo mas que estas palabras: S i alguno enseña.... (la doctrina de Calvino) sea excomulgado. S í' qu/s d/xerít,.,. anathema sit. Pero cerrando ios ojos, y gimiendo por los males que iban á su frir estos hijos, que aún amaba á pesur de su terquedad, y no suspirando mas que por su salud eterna, abandona su destino temporal al poder de los reyes de la tierra , que eran los únicos que po­ dían decidir si los calvinistas hereges excomulgados por la Iglesia debían tolerarse en el Estado. Consecuencias precisas que debemos sacar de todos estos h e c h o s: 1.° Dedúcese, que hay dos clases de tplerancia, la reli­ giosa y la c iv il; pero no debe entenderse por la prim era aquella connivencia que consiste en no rechazar ni condenar la h e re g ía; en capitular con ella, como sí pudiera concillar­ se con la verdad en el orden de los objetos revelados, y su­ frir en la sociedad de los fieles á los incrédulos, que abra­ zan y profesan pertinazmente el error. La defunción de esta especie de tolerancia basta para dem ostrar que es inadmisi­ ble por cualquiera que crea sincera y firm em ente una reli­ gión revelada, cuya base es una adhesión ciega á la palabra de Dios , que ha manifestado ya su voluntad. P o r consiguien­ te , es preciso colocar en la clase de quim era la tolerancia religiosa por parle de los pontífices y ministros de la Iglesia. 2 .° Bajo el n o m b re de tolerancia civil no se debe enten­ der la que concediera el poder del Estado á los rebeldes, ó á las personas de los sectarios. P o r la prim era u n soberano católico se haría participan­ te del error. P o rq u e en la materia de que se t r a t a , ¿ qué sería esto mas que un e rr o r ? Tal es toda opínion , todo sen­ timiento contrario á la fe de la Iglesia. ¿ Q ué razón habrá,

p ues, ni aun la mas metafísica , que puóda ¡legar á persua­ d ir, que u n sistema que se muestra tolerante con la here­ gía, porque la mira como indiferente y destituida de toda im portancia, no supone u n convenio secreto con ella, y que esta conducta no es una verdadera defección de la fe y u n a deslealtad contra la iglesia ? E n cuanto á la tolerancia civil, aquella que dispensa el soberano á la persona de los hereges corno meros ciudada­ n o s, esta es la única que se puede a dm itir, y que no desa­ prueba la Religión, P e r o , Seííor, debe observarse como co­ sa m uy esencial, que la palabra iulerar en su verdadera acepción significa soportar, mas no autorizar. La tolerancia en este sentido no es mas que un acto negativo : por consi­ guiente el dar una ley para anunciar que se hacen concesioríes á una secta como sociedad religiosa, sería esccderse de los límites de la tolerancia ; vendría á ser lo mismo que ob­ servar u n a couducía , cuya tendencia fuese poner la nueva religión al nivel de la auligua. ¿Ha hecho jamás n ingún go­ bierno legislación alguna que autorice; la existencia de los usureros á fm de evitar u n gran m al? IVo , porque en tal caso lo que hacen es cerrar ios ojos para no ver la existencia de estos seres dañinos en el Estado. Unicamente la policía es la encargada de vigilar sus exacciones, para rep rim ir los alarmantes abusos que se advierten con frecuencia. Yed aqui la tolerancia civil : vuelvo á d e c ir, S e ñ o r, que no es mas que u n acto puram ente negativo. Sí no se admite este principio, será forzoso convenir, avanzando de una consecuencia en otra, que dado un caso en que se multipli­ casen las ventajas concedidas á la secta por las leyes, la re­ ligión dom inante, que cuenta también con una autoriza­ ción legal á su favor, vendria por fm á ser una religión tolerada. Supongamos que en un reino católico existiese una sec­ ta cuyos errores fuesen reprobados por la Iglesia , y que á pesar de eso sus prosélitos prometiesen no tu rb a r el reino, ser ciudadanos pacíficos á pesar de sus opiniones erróneas, y perm anecer sumisos á las leyes de! Estado, en lodo m e­ nos en lo que tocase á sus conciencias; que por otra par­ te estos disidentes estuviesen adictos á sus creencias, mas

por las preocupaciones de su nacimiento y educación , que por u n espíritu de insubordinación contra la autoridad legítima que los hubiese condenado. Sería bien duro segu­ ram ente para el príncipe desterrar de sus dominios á unos h o m b re s , cuya obcecación no pudiese quitarles la calidad de súbditos del monarca e hijos de su reino. Entonces Ja sabiduría y la hum anidad inspirarían al soberano u n b u e n espediente para conciliar el respeto que se merece la fe esclusiva de ta Iglesia con la conveniencia del listad o : es­ to se reduciría á im pedir que el culto de la secta gozase n in ­ guna publicidad, para evitar el escándalo y el contagio; y por consecuencia de esta prohibición del culto público, im ­ pediría á los ministros de aquel rilo ejercer sus funciones, quedando salvo á los sectarios su derecho para prac­ ticar su culto religioso en el asilo interior de sus casas, sin estre'pito ni aparato , porque el Gobierno se ofrecería á g u a r­ d a r un silencio político sobre este culto doméstico y priva­ do. Al mismo tiempo el soberano, considerando á los secta­ rios como ciudadanos, los conservaría en sus estados asegu­ rándoles la protección de las leyes, y les dii-ia: "Vivid tran» quilos á la sombra de mi trono, trabajad, comerciad como «todo el resto de mis súbditos, haced todo lo que creáis que »os interesa; pero guardaos bien de meleros á dogmatizar »en público. Sed ciudadanos y decid que lo sois, pero no di»gais que sois hereges; que sería lo mismo que decir: ¿o»m ad d nombre de franceses, pero no uséis nunca el de pro» tesianics.,f Ved aquí la tolerancia civil, llamada asi porque tiene por objeto , no los e rrores, sino solamente el estado civil de los sectarios. Ved aquí la verdadera tolerancia, l.i que dictan la razón y la justicia, la que honra la h u m a ­ nidad sin menoscabar la Religión. Bien lejos de censurar es­ ta tolerancia , la venero y la aplaudo con toda mi alma, for­ mo votos por ella , y aun invito á Y. M. y á todos los so­ beranos de E uropa á que se dignen observarla. Ya veis, Señor, lo esencial que es el esplicarse y e n te n ­ derse m u tu a m e n te , para poder da r una nocion clara y pre­ cisa de la tolerancia , y para tom ar lo que haya de verda­ dero en esta discusión tan im p o rta n te, puesto que tan est r a n o abuso se hace de esta gran palabra.

110

Existe por tanto u n a intolerancia religiosa, que no tiene cosa particular q u e pueda exasperar el espíritu del dia, tan receloso en materia de severidad teológica. P e ro admirad, Se­ ñ o r, el artificio de la filosofía m oderna ( que no esperando lograr el suceso d e s ú s arterías sino por medio de u n siste­ ma de sofismas, ha conocido que siendo el lenguage la espresion de las ideas , em brollando estas en cuanto al artícu­ lo de la tolerancia, invertiría el sentido de esta o t r a ; y al­ terando uno y otro, gozaría de u n prestigio mas sutil y seguro en la política de los soberanos y en la opinion de los pueblos. Esta discusión, S eñor, nos conduce á u n resultado sin­ gu lar , cual es la memorable revocación del edicto de Kantes , publicada por Luis XIV. Este p r ín c ip e , á quien se pin­ ta con los odiosos colores de u n perseguidor supersticioso, es claro que apoyó su conducta precisamente en la única to­ lerancia que puede existir en el Cristianismo ; esto e s , en la verdadera tolerancia civil, que reprim iendo el e rr o r res­ peta la persona del que yerra. P o r consiguiente, el edicto de 1685 es un m onum ento de la política mas h u m a n a , y de la mas respetuosa veneración á la Religión, á despecho de las preocupaciones y de la opinion pública. ¿Cuáles son las diposiciones de esta ley? Se prescribe la demolición de los tem plos; se prohibe el ejercicio público del culto protestante ; manda que sus m i­ nistros sean desterrados, á no ser que prefieran abrazar la religión católica; se asegura la suerte de los que se convir­ tieren , prometie'ndoles ademas exenciones é intereses ; y se encarga que se destruyan las escuelas del protestantismo. Según lo que previene, los hijos de los protestantes se­ rán bautizados por los c uras, y educados según los dogmas de la Religión Católica; los sectarios salidos del reino antes del edicto serán reintegrados en la posesion de sus bie­ n e s, siempre que se presenten duran te el plazo prefijado. Se prohibe espresamente á los súbditos que profesen la R e li­ gión reformada el salir del reino (1 ). Permítese en fin á ( i ) Véase en esto u n a p r u e b a d e q u e loa filósofos que d e c l a m a n c o n ­ t r a L u ís X I V p o r h a b e r a r r o j a d o de su r e in o (según dicen ellos) m u c h o s m illo n es de s ú b d i t o s , Jii a u n s iq u ie ra lia n leído el edicto (le * 685 .

20

los protestantes perm anecer en todos los lugares del reino, continuar allí su com ercio, y disfrutar sus bienes sin que se Ies pueda tu rb a r, ni tampoco impedir bajo pretesto de Re­ ligión ; pero con la condicion de no hacer n in g ú n ejercicio colectivo, ni junta religiosa, esperando hasta que Dios se digne iluminarlos como á los demas. Señor, ó se han de rep u g n a r las simples nociones que presentan las cosas á la im aginación, ó es preciso conceder que se halla consignada la tolerancia civil en la ley que abrogó el edicto de INaníes. ¿Cóm o, pues, se podrá acusar á Luis XIV de haber sacrificado millones de súbditos á una b árbara intolerancia, siendo asi que los apreciaba como ciu­ dadanos útiles, y que les prohibió espresamente salir del reino, habiéndoles autorizado para perm anecer en é l , continuar su comercio y gozar de sus bienes? ¿Cómo se censura á este monarca de haber hecho con su edicto u n a violencia ti­ ránica á la conciencia de sus s ú b d ito s, siendo asi que de­ clara abiertam ente que en cuanto á ella espera que Dios les ilum ine? Es cierto que los privaba del ejercicio público de su re­ ligión , pero ¿ los privaba po r eso del derecho n a tu ra l de hacer oracion á su modo, privadamente y dentro de sus ca­ sas? D irán también que la espulsion de sus ministros les quitaba la facultad de casarse, y que esto sería ultrajar á la naturaleza; pero esta es una calumnia contra la pureza de las intenciones de Luis XIV. P o r su artículo octavo pres­ cribió que los hijos de los pretendidos reformados fuesen bautizados por los curas y educados en la Religión Católica. La mayor parte de los protestantes que habia cuando se h i­ zo la revocación del edicto de INantes, se componía de pa­ dres y de hijos; por lo que hace á los prim eros nada habia que determ inar puesto que ya estaban casados; en g u a n to á los hijos despues del edicto debian ser bautizados y edu­ cados en la Religión Católica. Esto no h u biera aum entado las dificultades en lo sucesivo para los m atrim o n io s; por consiguiente una disposición sobre este artículo n o hub iera tenido objeto y a u n se tendría por superfina; toda esta pos­ teridad protestante, hecha católica, hubiera entrado en el orden común de los ciudadanos; el espíritu de la ley de

1683, girando bajo el p u n to de vista que abrazaba no so­ lamente lo presente sino también el p o rvenir (como debe m irar toda buena legislación),, justificó al monarca que la publicó, de la acusación de haber atentado contra el derecho natural del matrimonio. Si !a indiferencia filosófica no h u ­ biese apagado du ran te el reinado que siguió al de Luis XIV el celo del gobierno en todo lo que respeta á la Religión, no se hubiera desatendido la ejecución del artículo 8 .° de la ley de 1685. ¿ Y se deberán im p u ta r á Luis X IV las consecuencias de esta negligencia soberanam ente impolítica, si despues de h a b e r despreciado ella todos los m ed io s, y frustrado el o b ­ jeto que se propuso en su plan el legislador, está causando en este momento al Consejo de V. M. los mayores apuros? Concluyamos, que la tolerancia civil circunscrita en sus justos límites no ataca la libertad de pensar. P ero ya he dicho, Señor, que la libertad de pensar en materia de R e ­ ligión no es la libertad de escribir, de hablar y de dogm a­ tizar. O este principio es verdadero, ó es preciso admitir que en el sistema de la filosofía, de la libertad de pensar debe seguirse igualmente la de clam ar de viva voz ó por escrito contra el gobierno, V. M. y su Consejo, ¿aprobarían en tal caso la libertad de pensar? ¡Ojalá, Señor, que todos los sectarios, que tu rb a n d o la Iglesia tu rbaron igualmente los im perios, se hubiesen con­ cretado á la libertad del pensamiento! Entonces nunca h u ­ biera existido una heregía, porque siendo el pensamiento una operacion puram ente intelectual, que pasa en el recin­ to del cerebro h u m a n o , jamás hubiera podido acarrear m a­ les. P o rq u e ¿cómo hubiera podido nadie tratar de here'ticas algunas ideas, que por su invisibilidad se escapan á los ojos ó á los sentidos, siendo asi que los hom bres no leen ni en los corazones ni en la cabeza de sus semejantes lo que pasa en ellos? ¿Cómo podían causar disturbios tales opinio­ nes, cerradas siempre en la mente de sus autores? Sí la heregía de Calvino se hubiese reducido al pen­ samiento, siendo destinada de este modo á m o ra r en su cabeza, ó quedar estendida sobre u n papel en lo inte­ rior de su gabinete, ¿h u b ie ra regalado á la corte de Fran9

cisco I ( 1 ) la prim era parle de su Instrucción para inspirar el gusto de las novedades á los cortesanos que trataba de se­ ducir? Sin duda habia entonces en la corle lo mismo que aho­ ra espíritus fu e r te s , que debieron m irar este negocio como u n a cuestión p u ram e n te teológica digna de la indiferencia y desprecio del gobierno. Recuérdese á Calvino leyendo su m anuscrito á los cortesanos ansiosos de novedades; á Calv in o , que á la som bra de su doctrina a rm a la mitad de la Francia contra la otra mitad para que se degüellen m u tu a ­ m ente; y no podrá menos de convenirse en que semejantes cuestiones teológicas, escritas con una tinta que suele vol­ verse s a n g r e , no son como quiera unos sofismas desprecia­ bles dignos solamente de rechifla. La Inglaterra acaba de darnos una gran lección para enseñarnos que la tolerancia no debe ofuscar á u n gobier­ no que sabe por su propia esperiencia que las innovacio­ nes en materia de Religión atacan á la tranquilidad pública. U n m iem bro de la cám ara de los comunes ( 3 ) hizo el dia

(i) C u e n ta c ie rto a u t o r q n e C a lv ino (el cual e n to n c e s se l la m a b a Cauvin, c a p e lla n de la iglesia de N o y o n ) , se p r e s e n t ó d u r a n t e el re in a d o de F r a n c is c o I e n la c o r t e , q n e e n to n c es estaba en Fontainébleau, á s o lic ita r u n p r i o r a t o v a ca n te . Alli e n c o n t r ó u n c ab a lle ro que le p r e g u n tó cuál era el o b j e t o de su v iag e ; y luego que lo s u p o , le dijo que aquel b e n e ­ ficio se d a r i a p r o b a b le m e n t e á u n hijo de c ie r to m a r i s c a l de F r a n c i a , de q u ie n ha b ia oido h a b la r . Si no lo consigo r e s p o n d i ó C a l v i n o , yo haré que

se hable de m i en F rancia par mucho tiempo. T o m a d , Señor , y leed esio. Al m i s m o tie m p o sacó del bolsillo n n m a n u s c r i t o q a e c o n te n i a el p r i n c i p i o de su institución, ¡Q ué c alam idades n o se h u b i e r a a h o r r a d o la F r a n c i a si e n aquel m is m o i n s t a n t e se le h u b i e r a co nfinad o e n tr e c u a t r o p a r e d e s , p a r a e je r c ita r alli ¿ sus a n c h u r a s su l ib e r t a d de p e n s a r! ¿ Q u é h u ­ b ie ra sido m e j o f , a t e n t a r á la lib e rt a d de c h a r l a r sobre la religión q u e se t o m a b a C a lv i n o , ó c o n s e n ti r l e qu e t r a s t o r n a s e el r e i n o ? D e jo la r e s o l u ­ ción de este p r o b l e m a en m a n o s de los g o b e r n a d o r e s t o le ran te s, Richclieu decidió m uy bien la cuestión. C u a n d o la duquesa de Aiguillon , su s o ­ b r i n a , solicitó que pusiese en l ib e r t a d al ab ad de S. C irán , e n c e rr a d o en Vincennes p o r o r d e n del rey , el c a r d e n a l re spon dió á la d u q u e s a : Que

A lem an ia y la Francia serian todavía católicas enteram ente, si Lulero y Calvino hubieran sido llevados d tiempo adonde no hubieran podido dogm a iiza r con ta n ta libertad . ( M e m o r ia s cro nológica s y d o g m ática s del P. d 'A srig n y , t, a, e n i a.", pág, i o S , a ñ o 1733.) (a) Mr. Beaufoi.

2 2 de marzo de este año 1787 u n a mocíon, solicitando la revocación de las famosas actas de corporacion y de testa ( 1 ) dadas en tiempo de Carlos II. Esta im portante cuestión fue tratada con mucha habilidad por el autor de la mocion. Creo que será opo rtu n o presentar á Y. M. la m anera con que combatió esta mocion el lord N orth ( 2 ) , antiguo m i­ nistro , célebre por la estension de su genio y po r la elo­ cuencia persuasiva de sus detenidos raciocinios, con los cua­ les logró al fin que se desechase. Se pedia que se otorgase la tolerancia política á los pro* testantes no conformistas de la Iglesia de Inglaterra (3). El razonamiento de lord N orth al levantarse contra la m o ­ cion, era para representar el papel de u n buen ciudadano. wSe pide la abolicion de una acta (decía él) que es el ba­ l u a r t e mas firme de la constitución británica, y al que «debemos la inestimable bendición de esta libertad de que »al presente gozamos. Quieren los disidentes que se les «afiancen tales y tales privilegios, y que se tire u n a línea »de demarcación que no pasarán jamás; esta línea, que está »ya tirada y no será muy difícil manifestarla........................ a P e ro guardém onos de confundir la no admisión de a lg u ñas personas de u n sentimiento particular en los cargos »del Estado, con la restricción de conciencia. Si el gobíer» n o mira como prudente y necesario restringir la admisión »en los empleos públicos á los hom bres que tengan p r ín » cipios particulares, sin duda alguna tiene derecho para » hacerlo. Si los no conformistas reclam an como derecho su»yo imprescriptible y natural que se les habilite para po-

(i) P o r la p r i m e r a de estas acias se p re sc r ib ía que n a d ie pudiese o c u p a r u n oficio m u n ic ip a l sin h a b e r p a r t i c i p a d o u n a ñ o a n te s de la sa n ta c e n a , sig uiendo el r i t a a n g l i c a n o , y h e c h o el p l e ito h o ­ m enaje. El acta de la testa p r o h i b e to d o e m p le o civil y m i l i t a r á lodos los que no c u m p l a n las f o rm a lid a d e s r e li g i o s a s , y n o a b j u r e n e n juicio la presencia real de J e s u c r i s t o en la Eucaristía# ( a ) F u é se cundado p o r M r. P i t t . ( 3 ) Los n o con fo rm istas e s t a b a n dividid os en Ires sectas: i.* los p r e s ­ b i t e r i a n o s , in d e p e n d ie n te s y a n a b a p t i s t a s ; a.* los c a lv in is ta s de la iglesia a ng licana de E s c o c ia ; 3 .’ los m i n i s t r o ! de la iglesia anglicana.

»seer empleos, y que se acceda á sus solicitudes, bien p ro n ­ t o echarán mano todas las sectas de este a rg u m e n to ............ »L a Holanda admite en sus ejércitos hom bres de todas r e -1 »ligiones, pero no da los empleos civiles sino á los que pro»fesan los principios religiosos dominantes en el pais. Otro » tanto puede decirse de la Suecia. A rg u y e en seguida lord JNorth contra la pretendida indignidad con que se trataba á los disidentes á no haber prestado el juram ento de la testa. w¿P ues q u é , no ha re» suelto la Inglaterra que no se siente n in g ú n rey ni reina «sobre el trono británico sin haber cumplido espresamente »con esta condicion? Si se ofreciese el trono á cualquier « p ríncipe que por motivos de conciencia rehusase firm ar «esta acta, ¿sería tratarle indignam ente ó hacerle u n insulto »el negarse á que subiese á é l ? ................................................... «Si según los principios del derecho natural se debiese ad­ o m itir á todo el m undo para los empleos, sería confundir » todos los reglamentos y todas las disposiciones. La legisla»cion no podria establecer reglam entos para verlos al punto » infringidos. El acta de corporacion pasó en u n tiempo, en » q u e los no conformistas se habian arrojado á cometer varias « turbaciones, en cuyas consecuencias habian intervenido «com o principales agentes. P o r tanto, los que deseaban la »paz y la conservación de la Iglesia y del Estado, se re u »nian todos para el m a n t e n i m i e n t o de una ley m ira d a, en»tonces lo mismo que ah o ra, como u n reglamento sabio y «verdaderam ente político. Entonces era necesario, y lo es » tam bién ahora, no dar los empleos en las corporaciones «sino á los que quieran el bien de la iglesia dominante. » U n honrado m iem bro del parlamento nos encarga, «que hagamos lo que ha hecho la Francia, ¿ Pero no »será mejor que sigamos la esperiencia de Inglaterra »que debe la paz y la arm onía de su Iglesia á esos «mismos actos que se trata de proscribir?..... ¿Cuál era la «opinion del parlamento cuando la revolución? Este parla» mentó acababa de instruirse por las desgracias reciente» mente ocurridas y por el h o rro r del peligro: entonces sus «m iem bros reform aron bruscam ente todas las actas, y las » anularon á escepcion de esa de la ¿esta, que consideraron

»como u n reglam ento civil y político, necesario para la sa»lud de la Iglesia y de la Constitución. Este parlamento ha»bia tirado realmente la linca de demarcación entre el alivio »de la conciencia y la seguridad de la Iglesia. El acta de la «testa es la piedra fundatnenlal de la Constitución, q u e era «preciso conservar.... Es, pues, u n deber sagrado para cada «m iem bro de la cám ara prevenir lo que en un periodo ve«nidero pudiera esponer !a nación al mismo p e lig r o , del »cual afortunadam ente ha logrado salir..... ¿ P u e d e haber «peligro en echar abajo la barrera que ha servido para afian­ z a r la Constitución hasta nuestros dias? Todos los hon­ r a d o s miembros pueden conocer qué de riesgos puede «acarrear ese grito: ¡ la R eligión está en peligro! wPor m ucho que debamos á la casa de Brunswick por «la conservación de nuestra libertad, debemos tam bién no «poco á una Iglesia que conserva la a r m o n í a , está su«misa al gobierno, y muestra unos principios tan generosos «que quizá han animado la moción actual. Los disidentes »no tienen que lamentarse de tiranía eclesiástica, ni de perasecucion por parte de los sacerdotes: guardém onos de » confundir la tolerancia religiosa con la admisión á los em«píeos civiles y militares. Ya está reconocida la tolerancia » universal; pero abstengámonos de innovar en la Iglesia. »Siempre se ha visto en peligro á la constitución polí»tica cuando se ha privado á la Iglesia de sus derechos.” ¿De dónde viene, Señor, ese discurso, cuyo objeto es re­ husar una tolerancia , que hasta en el orden político p u ­ diera traer consecuencias funestas? De la In g laterra, de esa isla tan famosa por su am or á la libertad de pensar. ¿Q ué diría la E u ro p a de la Francia si viese que, á pesar de su adhesión á la religión dom inante, u n imperio cató­ lico mostraba menos celo que u n reino separado por la heregía de la comunion de los verdaderos fieles? Juntem os al razonamiento del célebre ministro inglés algunas máximas de Montesquieu sobre la tolerancia. u Es « u n principio, dice, que toda religión, que ha sido reprimí»da, se vuelve ella misma represora; por tanto, apenas por «cualquier suceso logra salir de la opresion, en el acto nais»ino ataca la religión que la ha oprim ido, no como reli-

ngión sino como u n a tiranía.w (E spíritu de las leyes, tomo % cap. 9, de la tolerancia en materia de Religión.) De esta m anera el autor del E sp íritu de Jas leyes nos anuncia, que el p rim e r objeto de los protestantes á su r e ­ greso será hacerse represores y atacar á la religión que los ha reprimido. Ved aqu.i, Señor, las lisonjeras esperanzas que podemos concebir sobre el reconocimiento que los p r o ­ testantes tendrán para con la Francia por el beneficio de volverlos á llamar al reino. wTal es (continúa Montesquieu) el principio fundam en­ t a l de las leyes políticas en materias religiosas. Cuando se «trata de recibir ó desechar en u n estado una nueva reli« g io n , vale mas no consentir que se establezca; pero una » vez establecida, es preciso tolerarla.” (Ibidem, cap. 10.) P o r consiguiente, no hallándose el protestantismo establecido en Francia según su propia confesion, pues repugna la revo­ cación del edicto de Píantes que le abolió, se infiere que has­ ta Montesquieu es de parecer que no se tolere á los protes­ tantes. Yo he mostrado mas indulgencia que el filósofo M ontes q u ita , porque aquel ni a u n adm ite, según su doc­ trina, la tolerancia civil, restringida á las personas solamen­ te d e los que yerran. wMucho se espone u n príncipe (a ñ a d e M ontesquieu) » q u e intenta destruir ó cambiar en sus estados la Religión «dominante. Si su gobierno es despótico, corre aún mas «riesgo de tener que a rrostrar u n a revolución que sucede » c om unm ente, porque esto la promueve mas' que cualquien ra otra tir a n ía ” “ Además, la religión antigua está ligada con la constítu»cion del Estado, y la nueva por el contrario nada tiene que »ver con ella. La prim era concuerda con el clima ( 1 ) , la » nueva mas bien está frecuentemente en pugna con ella. Aún «hay mas, los ciudadanos se disgustan de sus leyes, despre-

(i) D e c ia el a u t o r trances en la ñ o la , que en su tiem p o ( 1 7 8 7 ) yá n a ­ die creía en el sis tem a de los c lim as . Et) el dia h a y quien cree p r o g r e s a r resu c it an d o esta a ñ e ja do ctrin a. E l p r o g re s o del dia se reduce en g r an p a r l e d desenterrar los m u erto s, c u m p l i é n d o l o que decia H o r a c i o ; m u lta

renasccnlur qum ja m cecidere. ( N . del T .)

«clan al gobierno establecido, sustituyen las conjefuras con­ t r a las dos religiones á la firme creencia en una sola; en «una palabra, se dan al Estado por algún tiempo m alos ciu» dadanns y m alos fieles, (Ibidem cap. 1 1 .) Señor, ya veis cómo M ontesquieu os asegura que los protestantes harán de vuestros súbditos unos malos ciuda­ danos y malos fieles. Si este es el fruto que debe esperarse de la reintegración del protestantismo en Francia, ¿ q u é n om bre daremos á un político que le reclama con tanto em peño? Se os invitará, Señor, á no a t e n d e r á las grandes m á­ ximas que V. M. acaba de escuchar, insistiendo en la nece­ sidad de unirse con las potencias protestantes de Europa, que actualmente toleran también el catolicismo en sus esta­ dos. Voy á echar por tierra todos esos raciocinios filosóficos, promovidos para lograr su objeto, valiéndome para ello de las juiciosas reflexiones de u n gran príncipe. "A lg u n o s de los que se precian de políticos (dccia el dti­ nque de Borgoría á Luis XIV, su abuelo) se imaginan haber «hecho u u gran descubrimiento, y encontrado el remedio »de todos los males, en un concordato que debían hacer re«cíprocamente los príncipes católicos y hugonolcs, para de«jar en paz á los súbditos de ambas religiones en sus resnpectivos estados. P ero en tal caso el partido no era igual, «porque se ponía la religión al nivel y en parangón con la «heregía. Que hagan enhorabuena este concordato entre sí «los hugonotes, los z u in glianos, los calvinistas y demas no«vadores: novedad por novedad, e r r o r por e r r o r , no pier«den entre sí esencialmente haciendo este partido, cuando «por el contrario los católicos no podrían hacerle sino con «una desventaja evidente. Eslo sería lo mismo que intentar «avenir á dos hermanos que disputasen sobre su legítima, «obligando al mayorazgo á partir por igual con u n segun«don que tuviese ademas la ñola de bastardo. P o r otra par»te, ¿es acaso alguna verdad incontestable, que un príncipe «cristiano pueda p e rm itir se baga un mal en sus estados «para que se obre bien en los estrangeros? ¿ P o d rá acaso de«cir: sufrid que sea Dios honrado en vuestra casa, que tam-, «bien yo aguantaré que sea blasfemado en la mía? A un su-

«poniendo que pueda (lo que yo no creo), seguram ente que «nadie sostendrá que deba hacerlo. Ademas, a u n cuando to­ ados los soberanos se conviniesen para dejar en paz á sus » respectivos vasallos de ambas religiones, falta saber si » querrían ellos estarlo, y si podría obligárseles á que lo es­ tu v ie se n /' wJNo tenemos que meternos en la cuestión de averiguar «cóm o estas religiones son compatibles en otros paises; una »esperiencia tan larga como funesta nos ha probado en deamasia cuan incompatibles son en este reino; y la dificul­ t a d está aún en acertar el p unto hasta que deben llegar, el »cual no se ha de perder de visla. C atalina de M éd icis, si»guíendo precisamente esta idea del concordato, habia pre­ t e n d i d o halagar y contener los dos partidos. ¿Y q u é resul­ t ó de esta política? La mayor confusion, pues, vino á ter» minarse con la sangrienta escena de la noche de san JBar~ »talóme!. ” ¿ P o d r é , Señor, lisonjearme de que este discurso, cuya estension está recomendada por la importancia misma del o b je to , poniendo á los ojos de Y. M. lo que han hecho los protestantes otras veces, lo que hacen ahora, y lo que harán despues en vuestro rein o , os retraerá de sancionar ese p r o ­ yecto tan obstinado de reintegrarlos en vuestros estados? Si no bastase á disipar la ilusión que se traía de hacer á vues­ tra sabiduría todo lo que han podido inspirarm e la razón apoyada en la verdad de la historia, y las lecciones de la esperiencia para dirigir á Y. M. en u n juicio que va á decidir la suerte del Estado y de la R e lig ió n , me persuado que al menos interesando la sensibilidad natural de vuestro corazon y la grande alma de Y. M ., triunfaré de todos los obs­ táculos que una falsa política opone al éxito de la causa, que acabo de abogar en vuestra presencia. No miréis, Señor, no, á este ministro que en su discurso ha preferido el bien del Estado á las consideraciones hu m a ­ nas; u n ministro que, por haberse atrevido á deciros la ver­ dad en una materia tan delicada, puede ser tenga que arros­ tra r tribulaciones y contratiempos. Fijad la visla en u n es­ pectáculo mas imponente y pate'tico que voy á presentar á Y, M. Yed la Religión afligida y prosternada á los pies de

vuestro trono. ''P r ín c ip e , os dice, el imperio de Clodoveoi que poseéis, es de u n origen cuya grandeza no es fabulosa* como la que se atribuye por una mentida antigüedad al que se gloriaba de tener por autor á la falsa divinidad de la gu e rra ( 1 ) , envaneciéndose de haber recibido broque­ les venidos del cielo. Clodoveo, á invitación de Clotilde, in­ vocó al Dios de los cristianos , y bien pronto u n prodigio e ngendró la m onarquía francesa en los llanos de Tolbiaco, Yo fui la que proclamé rey cristianísimo é hijo p rim o g é ­ nito de la Iglesia al que et cielo babia destinado para p ri­ m er rey de la Francia ($). El celo que desde entonces me han profesado todos los monarcas franceses, atrajo sobre ellos y sobre Su pueblo toda la ternura de mi amor. La Francia lia probado lo mismo que todos Jos demas es­ tados del universo las vicisitudes de las épocas, pero jamás se ha sentado sobre el trono de Clodoveo y Cario Magno la heregía, el mas terrible de todos los azotes. ¿ P u e d e te­ ner esta distinción otro principio que mi protección serialada en favor de u n rein o , cuya carta de erección descen­ dió de la mansión de la Divinidad? » P e ro entre todos los soberanos que gobiernan esta m i­ lagrosa m o n arq u ía, me glorío especialmente de u n p r ín ­ cipe que fue m i hijo predilecto. Sus virtudes le in tro d u ­ jeron en los tabernáculos eternos, y yo misma he colocado su estatua sobre mis altares. Este monarca jó Luis! es el augusto tronco de vuestra rama , es vuestro padre. Vos partís con otros potentados del universo la gloria de ser descendiente de los héroes de la t i e r r a , pero vos sois en E u ro p a el único hijo de este héroe del cielo (3). P o r este título me creo con derecho á llam arm e vuestra madre; ¡Cuánto no he practicado por la prosperidad de vuestros abuelos y predecesores! Sin mis cuidados y mis tiernas so(i) E l im p e r i o ro m a n o . (a) Clo d ov e o ó Clnnis es m i r a d o c o m o e] p r i m e r r e y de F r a n c i a : los tres qu e le p r e c e d ie r o n solo r e i n a r o n sobre los f r a n c o s del o tro lado del R i n , (3 ) A u n q u e h a y al presente c u a tr o s o b e r a n o s de la f a m il ia de S. L u is j to m o a q u í la p a r l e p o r el lodo : al decir que el r e y de F r a n c i a es hijo ú n i ­ co de S . L u i s , en tien d o la fa m ilia e n te r a d iv id id a en sns c u a l r o ram a s , de las cuales la p r i m o g c n il a es la del rey.

«licitudes, ¿se hubiese disipado jamás el e rro r que seducía »el alma escelenle y franca del g ran E n riq u e ? Condolida «yo de su ceguedad eché sobre él una tierna mirada al po­ ní nc;r su pie en el trono; suspiré, derram é lágrimas^ y bien «pronto se arrojó en mis brazos. A no haber sido por mí « hubiera pasado por u n bravo g u e r r e r o , pero yo le hice » también u n g ran monarca. «Sí, hijo m ió , la grandeza sin m í no es mas que una «quimera; sin mí no puede haber felicidad en los imperios. Los » sagrados libros, en los cuales están consignados mis o rácu­ l o s , encierran las amenazas mas espantosas contra los sobe>1 ranos que me tratan con indiferencia ó menosprecio. «O bservad, hijo m ió, que n in g ú n 'm o n a r c a de vuestra «dinastía ha conseguido mas victorias, ha obrado tantas m a«ravillas d u ran te u n reinado que pasmó al m undo todo; « n in g u n o ha recibido del cielo tantas prosperidades, ni cor­ u n d o una carrera tan larga como brillante entre lodos los «soberanos de las edades pasadas y presentes, como aquel «rey que, por u n respeto generoso hacia mí culto, abatió «con el trueno de su mando la heregía; ese rival ambicioso «que me disputaba la adoracion de los franceses. » U n r u m o r siniestro ha resonado en mis oídos, a n u n ­ c i á n d o m e que se os solicita, ó hijo m ió , para com prom e­ t e r o s á que le concedáis al presente algún favor, para te» n e r derecho á pediros otros mil en adelante. Los fautores «de mi implacable e nem iga, intentaudo conciliaria vuestro «aprecio, han injuriado á mis sentimientos. P e r o ..... ¿han ol«vídado acaso que os hallais ligado con los vínculos mas «sagrados, habiendo jurado proscribir siem pre en vuestros «estados á mi odioso rival? »Con razón gozáis, ó príncipe, de la reputación que ha» be is adquirido como rey de entereza y probidad. A vuestra «honradez natural rep u g n a ría siempre el violar vuestra real i>palabra, comprometida con los soberanos vuestros iguales, «y a u n con vuestros súbditos. ¡Y q u é ! ’ ¿Seríais capaz de «profanar el sagrado juram ento que hicisteis á Dios bajo «rnis auspicios, en uno de mis templos mas augustos, y con «las manos puestas sobre los libros santos, en señal del con«sentimiento que prestasteis á este pacto solemne?

» E 1 perjurio es u n ultraje hecho inm ediatam ente á la » Divinidad. Los tribunales hum anos descargan las mas ter­ r i b l e s penas contra el crim en de lesa Magestad R eal; ¿qué » castigo no reservará Dios contra el p e rju ro que ofen»da su Magestad Divina i* Supuesto que'sois superior á las »leyes de vuestro reino, únicam ente os hallais encadenado » por el lazo del juram ento, que hicisteis á presencia de vues­ t r o s súbditos el dia de vuestra in auguración: rom piendo «este vínculo, parecería que vos mismo enseñabais á disol»ver el que han hecho para someterse á vos; ¿ n o son el »u n o y otro igualm ente solemnes y obligatorios? » T e m e d , ó hijo mío, el sacrificar mis intereses á las ven­ t a j a s temporales que se os hagan e n tre v e r; la verdadera «sabiduría es la buena política, y yo soy únicam ente quien )>da esta sabiduría ( 1 ). Ella será quien os enseñará á discer» n ir el artificio de los que están á vuestro lado para ser pa­ t r o c i n a d o r e s de la heregía. Parece que no tratan sino de i n ­ t e r e s a r en su favor la hum anidad y la justicia ; y bajo de »este especioso pretesto únicam ente los mueve esa secreta » antipatía que me tienen, la cual les hace agitarse en con­ t r a mia. Considerad, hijo m ió , el estado lam entable e n » q u e tiene sumido la impiedad á vuestro imperio, ¿S erá « p ru d en te añadir una herida nueva á esa otra tan c ru e l? «Dos causas incendiarias se e n c u b re n bajo la ceniza, ame»nazando abrasar vuestro reino: ¿ quie'n sino u n delirante » podrá invitaros á suscitar otra tercera? ¿Cómo pueden ol»vidar los soberanos, que nunca la heregía ha devastado «mis dominios sin tu rb a r mas ó menos sus estados? ¡Que » p rueba mas sensible y alarmante de esta verdad terrible, « que el triste espectáculo que os ofrece en este m om ento » una gran provincia limítrofe de vuestro reino! ( 2 )

(i) U ossuct , P o lí ti c a sagrada. (a) l i l B rabante. L a coleccio n en c u a lr o lo m o s que ac aba de pu b li carse c on tien e lodos los d o c u m en to s r e la t iv o s á este n e g o c i o , y dem ue stra que los atentado s p r in c ip a le s com etid o s c o n t r a la R e l i g i ó n en esta p r o v i n c i a , y que han r e d u c id o al ú ltim o es tr é m o á los h a b i ta n t e s del p a ís , han sido ■fraguados p o r la filosofía y el j a n s e n i s m o , q n e , habiéndose m a n c o m u n a d o , se i n t r o d u je r o n am b o s en este jiais.

«Hace ya m uchos años, hijo mío, que yo no p ru e b o en «vuestro imperio sino desgracias y humillaciones. ¡Ay de » m í, y qué rápidamente pasaron aquellos hermosos días » d urante el apacible reinado de vuestros predecesores, cuan­ dodo disfrutaba tranquilam ente mis derechos, y recibía los «sinceros homenages de sus buenos vasallos! La m onarquía » francesa presentaba entonces el mas bello espectáculo; el «concierto entre el sacerdocio y el imperio comunicaba una » fuerza adm irable á toda la m áquina del gob iern o ; todo «era entonces o r d e n , calma y prosperidad. El monarca y »el pueblo me v e n eraban, y en cambio hacia yo respetar la «autoridad del soberano. «Desde que los principios de u n filósofo im pío han suc« cedido á mis antiguas máximas, con que había hecho yo «m ism a florecer vuestro im p e r io , no he probado sino in» diferencia y desdenes de parle de aquellos que debieran » h a b e r tenido algunos miramientos conm igo, aun cuando » n o fuera mas que por una política prudente. Desde aquel » punto he sido el blanco de u n nuevo g é n e ro de persecu­ c i o n e s . No se me han mostrado como otras veces los cadal* » sos, no se h a n encendido las hogueras para intim idar» m e y d e stru irm e, sino q u e se han empleado contra m í « u n a larga serie de vejaciones combinadas, tan lentas como «tenebrosas. Los que han tenido valor para consagrar su plu«rfta á mi defensa se han visto precisados á sufrir las penas »y dificultades mas humillantes, al paso que todas las pren«sas de vuestro reino abortaban u n diluvio de escritos im « p ío s, q u e me ultrajaban con la mas grosera impunidad. «Se h a n m inado, se han echado abajo esos sagrados re «cintos que mis manos habian formado, en que los hom bres «consagrados al servicio de mis altares cantaban las alaban«zas del E te rn o , y atraian con sus plegarias las bendicio«nesdel cíelo sobre el monarca y su imperio. «Se ha separado á mis Pontífices de u n empleo cuya «im portancia parecía reservada á la dignidad de su caracter, «y que contribuyendo á concillarles el respeto y el recono» cimiento de los p u e b lo s, hacia reflejar sobre m í los rayos «de este brillante ministerio. «Hasta mí autoridad en objetos de mí esclusíva juris-

«dicción ( 1 ) ha tenido que sufrir los mas bruscos ataques. »M is decretos b a n sido enervados por u n a rivalidad sombría «que, intentando arra n c ar á mis ministros el poder que « h a n recibido de lo alto, no les deja mas que la práctica de »las virtudes, la cual apenas se quiere respetar. »TSo contentos con haber tu rb a d o á mis prelados en su «jurisdicción, se les ha hecho u n desprecio aún mayor, des» pojándolos del mas brillante privilegio que les habia ad»quirido el honor que tuvieron de ser los prim eros en real»zar el trono de Glodoveo. Con pretesto de aum entar el lus» tre y el decoro del orden eclesiástico (aunque realmente »nada mas que por atenuar el ascendiente que disfrutaban » p o r sus luces y su preem inencia), se han confundido el » p rim e ro y segundo orden del Estado, de u n modo que » anuncia miras tan profundas como siniestras. » Ya se disponen para a b rogar la inm unidad de los bie«nes que form an m i patrim onio y el de los pobres. Cuan»do se me haya despojado de mis posesiones, ¿quién me r e » emplazará en el ministerio augusto de consolar á los des­ agraciados y enjugar el llanto de los menesterosos? » jA h! y para darm e el golpe fatal en esta g u e rra sor»da que me han declarado mis adversarios, os proponen, » ó hijo m ió , que introduzcáis, que autoricéis en vuestros » estados la heregía mas terrible que jamás he combatido, « ¡Q u é objetos tan desconsoladores para m í! Mi corazon «sufre las mas penosas angustias; ¡ah! el cáliz, que en mis «efigies simboliza mis atrib u to s, es la verdadera espresion »del cáliz de dolor que a p uro en este momento! »E1 Sum o Pontífice, sentado sobre el trono de la capi­ t a l del m u n d o cristiano, participa también de mis alarmas »y de mis aflicciones: en vos fija sus ojos d urante la espan­ t o s a crisis que está sufriendo. Lleno de a m a rg u ra por » los cuidados que le causan casi todas las potencias católicas »ve al virtuoso Luis XVI, el único monarca que aun no ha «cometido agresión alguna contra la tia ra pontificia. Sus mi­ r a d a s , vueltas hacia vos en este mismo instante, os llaman «para su consuelo, y desea ver u n ángel tutelar en el hijo (i)

E n materias espirituales,

»prim ogénito de la Ig h sia .. ¿ T e n d rá valor vuestra alma «sensible para afligir la vejez del padre com ún de los fíe­ nles, desencadenando al enemigo mas implacable de la san»ta Sede ? » Advertid , hijo m ió , la turbación y la inquietud que «d e rra m a el solo tem or de este suceso en el alma de los »que siguen mi culto. Tiem blan al considerar que va á sa» lir pronto del santuario de vuestros consejos algún diploma «fatal en favor de la heregía: d ip lo m a .q u e , aun cuando »vaya modificado por el insidioso lenguage de la tolerancia, »no será sino una serial precursora de la g u e rra intestina «que desgarraría bien pronto el seno de vuestro reino. » 0 el proyecto de este desastroso decreto está ya » d e te rm in a d o , ó no lo esLá : sea lo que f u e r e , hijo mió, »daos prisa á cortar por medio de una decisión imperiosa »y solemne las crueles perplejidades que tienen acosados á » vuestros católicos vasallos. Esa incertidum bre es por sí sola » u n mal infinitamente peligroso, porque mantiene la fer» mentación de los ánimos. » P e ro si el formidable decreto está ya escrito y firm a­ ndo en el secreto de las deliberaciones del estado, ¡ah , hijo »mio! yo os conjuro estrechándoos entre mis brazos y ane­ g á n d o o s en mis lágrimas; á nom bre de la ternura que me «habéis solemnemente prometido, á n om bre de los servicios »que presté á vuestro imperio, á n om bre de vuestros mas «caros intereses, á no m b re de vuestra propia gloria, de «vuestra misma co ro n a , de esa m ano que em puña el cetro »>de S. L u ís; á n o m b re en fin del mismo Dios, por cuya «gracia os gloriáis de rein a r, que rehuseis toda capitulación, » aun indirectam ente, con una secta que no tiene mas ob>vjeto que echar por tierra el altar y el trono. »La m onarquía francesa debió su origen á u n milagro «que produjo la fe ; ¿estará reservado á la heregía llevarla »á su esterminio ?” Pero.... ¡ qué otro espectáculo im ponente acaba de pre­ sentarse á mi vista en este mismo instante! Y o descubro u na sombra que da latidos en vuestro amante corazon: el Germánico de los franceses, cuya pérdida nos ha costado tantas lá g rim a s , y cuyo recuerdo nos enternece todavía; el

Germánico de los B o rto n e s , llorado hasta por las naciones eslrangeras, y aun por ios que no le han conocido (1), Me parece que veo esta sombra augusta evocada de sa tumba, y que la oigo hablar en estos térm inos: wEstás sen tad o , hijo m ío , sobre un trono que la naturaleza me había destinado. A pesar de haber sido coriado en la flor de mi v ida, lu're sin disgusto el sacrificio generoso de ella, y de los altos des­ tinos que podía esperar sobre la tierra , por Ja confianza de que renacía en u n hijo heredero de mis propios fCniímientos. E n mis escritos dejé consignadas las lecciones mas salu­ dables para gu iar vuestra ju v e n tu d ; y vuestra docilidad en seguirlas era mi mayor consuelo. P e ro el temor de ver di­ siparse en un momento mis dulces presagios, y el fruto de mis anhelos, ha venido á tu rb a r mi reposo , obligándome á in te r ru m p ir el silencio de la tum ba : el pidigro que os am e­ naza , ó hijo mió, me ha hccho acudir en vuestro apoyo. El trono que ocupáis está rodeado de lazos, cuya sutileza se escapa de la advertencia del monarca mas avisado: una lar­ ga resistencia á lodo género de seducciones fatiga el valor mas acreditado. P o r lanto, vengo á preveniros, ó por mejor decir fortificaros contra la seducción mas perversa entre todas las seducciones. ¿ P o r que' se hace en vuestra presen­ cia una cuestión de estado sobre el llamamiento de una secta que em puñó la espada contra seis predecesores vuestros, y que anegó la Francia un un torrente fie sangre sumiéndola en u n abismo de males, cuyas horribles huellas aún no han po­ dido borra rse ? Leed la liistoria : ella os asegura que estos sectarios son enemigos de! régim en monárquico. Esta es una verdad cuya evidencia es irrecusable. P e ro si no Ijaslase la esperiencia de lo pasado para liaeeros a b rir los ojos, ¿ q u é lección no teneis á la vista en lo que está sucediendo? ¡E n qué ocat»ion , hijo mió , se atreven á proponeros que abroguéis la proscripción con que se logró abatir á estos facciosos, enemigos jurados de la Autoridad Ileal! E n unas circunstancias en que la llamada fdosofía , á mane( i) J ¡x tin g u i¿ u r G e r m a n ic e s , ingi'.nii Juclu p ro v in c ia : e t c ir c u m ja c c n iiurn p o fiu lo ru rn : in d o lu e re e x l c r tc n tilín n rs reges que. ( Taci t . An n a l . 1. II , L XX Í I . ) F h b u n t G c r m a n ic u m c h u ru ig n v d (¡bidetri , L X X f ) , 33

ra de un espíritu maligno salido del a v e rn o , ha soplado por todas partes el genio del libertinage y la anarquía. ¿Cuál es, hijo m ió, el estado actual de la E u r o p a ? P o r todas partes se oye un grito general de independencia ; y los tronos, so­ cavados por la revolución , se bambolean próximos á caer. ¡M irad a u n q u e no sea mas que el estado actual de vuestro reino! La m anía de razonar sobre todo se ha entrom etido por todas p a r t e s ; y deseando reform arlo to d o , no se ha he­ cho mas que s u p rim ir y aniquilar. La Religión era aún mas antigua que la m onarquía, y con todo se comenzó ha­ ciendo s u b ir hasta aquella el crisol de la c e n s u r a , y se ha venido á parar en p oner á prueba la soberanía con todos sus derechos. Desde aquel m om ento todo se ha vuelto pro­ blemático en el orden político y religioso: la inquietud se apoderó de todos los ámenos; los vínculos que unian los súbditos con los reyes se han relajado insensiblem ente, y se han dejado llevar del gusto de la independencia. U n sis­ tema republicano ha cambiado el curso de todas las ideas, ha sido adoptado en todos los escritos, y ha dirigido los vo­ tos y las deliberaciones de casi todas las corporaciones. Las cabezas se han exaltado, la fermentación agita todos los es­ píritus , y va llegando á su colmo con amenazas de un tras­ torno general. A dem as, el chasquido de todas las partes de la m áquina parece anunciar u n a disolución, cuyo fatal p re ­ sentimiento llena los ánimos de terro r. ¿ Y sufriréis, hi­ jo m ió , que d u ran te esta crisis se delibere en vuestro Con­ sejo, si será ó no conveniente da r pábulo á esta epidemia de libertiuage y d e senfreno, que reina en vuestros estados, in­ troduciendo una facción esencialmente rep u b lica n a ? ¿Será posible que vuestros consejeros se dejen también arrebatar de esa especie de vértigo y de atolondram iento ? P u e s qué,,, ¿ ta n pocos desvelos os causan los negocios p ú b lic o s, el gobierno de una vasta m onarquía , el arreglo que estáis practicando en la hacienda pública para ali­ viar al pueblo que tanto estimáis , á impulsos de u n senti­ miento m agnánim o en que reconozco mi sa n g re ? ¿ P r e te n ­ den acaso agravar aún mas el peso, haciéndoos consentir en la regeneración de una secta inquieta y turbulenta , que bien pronto provocarla u n nuevo g e rm e n de cuidados, que os

asaltarían, acibarando la felicidad de vuestros dias y de vues­ tro reino? A u n los gobiernos mas sabios se ven obligados con fre­ cuencia á ceder á la e x ig e n c ia de las circunstancias y de los acaecimientos , retrocediendo de sus pasos y destruyendo qui­ zá planes trazados por una sabiduría consumada, P e r o al presente , ¿ qué necesidad es la que os da la ley ? A u n c u a n ­ do se admita que el m em orable suceso practicado por Luis XIV haya producido los males políticos que se quieren pintar con tan negros co lo re s, ¿ habrá acaso razón para pen­ sar que pueda tener alguna eficacia u n rem edio aplicado al cabo de cien años á unas llagas tan inveteradas ? 3No por cierto; un tratam iento de esta especie, bien lejos de curarlas, no haria sino enconarlas y ponerlas mas irritadas. ¿ P u d ie ra la Francia com prar mas caras la unidad de su culto religio­ so y la estabilidad del rég im en m onárquico? P a ra que os penetreis aún mas de esta v e r d a d , ó hijo m ió , recordaré á vuestra memoria tas juiciosas reflexiones, que habréis debido leer en uno de los manuscritos que os d e ­ jé como prenda de mi ternura. Lste m o num ento de fami­ lia , salido de la pluma de vuestro bisabuelo ( 1 ) , debe escí* tar todo vuestro interés: wEs una cosa bien sorprendente la «facilidad con que algunas personas se dejan m over por las »mas frívolas razones, hasta el punto de d u d a r si sería ó no «ventajoso el restablecer las cosas bajo su antiguo p i e ; por «consiguiente, si se ha cometido ó no u n e r r o r en lo que «se ha hecho. P ero aun en la suposición, bien falsa por cier» t o , de que se haya com etido, yo sostengo que sería aún «m ayor e rro r intentar ahora deshacerlo; sería una necedad «seguram ente el a r r u in a r una fortaleza porque se hubiera «gastado m ucho en levantarla. Hay errores de los cuales es «preciso saberse a p ro v ech ar; errores que no podrían repa«rarse sino por medio de otras injusticias mayores. Ta] sería «esta operacion si se llegase á realizar, »E l llamar á los hugonotes sería lo mismo que decirles:

(i) El s e ñ o r duque de B orgoiía e r a p a d r e de L u i s X V , y a b u elo drl d if u n to s e ñ o r D elfín .

» Aqui sois precisos; os hemos hecho una injusticia, y por «tanto tratamos de repararla. ¿ Qué orgullo no inspiraría «esta conducta á unos súbdilos de tal calaña? ¿No se cree­ r í a n entonces autorizados mas que nunca para e n tra r en «composiciones con su Soberano y aun-para darle la ley? « E l llamar los hugonotes sería lo mismo que m eter en » casa á los amigos de los adversarios'de la Francia; y ¿qué? «¿Esos hom bres que estaban en correspondencia con nues­ t r o s mismos enem igos, aun cuando se les dejaba tra n q u i­ l l o s , serian mas leales con nosotros y menos aficionados á «nuestros contrarios, ahora que tendrían motivos para mia r a r de reojo á los autores de sus desgracias, al mismo » tiempo que para estar agradecidos á los que los acogieron «d u ran te su in fo rtu n io ? »El 11am ar á los hugonotes se m iraría como u n negocio, « q u e debió ser y sería en efecto el resultado de las mas de­ steñidas deliberaciones; y por consiguiente, ofrecer á la E u» ropa u n a variación entera de principios. E n una palabra, »el llamar á los hugonotes sería lo mismo que apartarse de «esa política de firmeza que sostiene los im perios, ponerse »en ridículo, y acarrear al Estado unos peligros que ni aun «m e atrevo á im aginar ( 1 ).” Ese peligro , que no podía aclarar mí abuelo en la oscuridad de los tiempos venideros, ¿ q u e re is, hijo m ió, sa­ be r cuál es? Voy, pues, á decíroslo; tan pronto como hayais rehabilitado el protestantismo en vuestro rein o , el trono se hallará colocado sobre un volcan. Con todo, sí á pesar de los avisos de u n p adre que os aprecia , y que no puede tener deseos de e n g a ñ a r o s , insis­ tiesen todavía algunas de las personas que os rodean en incitaros á favorecer el protestantismo, quiero sugeriros un espediente para alejar de vos tan pernicioso consejo. Invi­ tadlos á que se com prom etan por escrito y bajo pena de la vida á ofreceros, que si se autorizase á los protestantes pa­ ra volver á F ra n c ia , no causarían turbación alguna ni en la Religión ni en el Estado; y veréis al p u n to cuál se po­ n e n pálidos lodos esos fautores de la heregía. (i)

Yéaae la M e m o r i a del d u q u e de B o r g o í i a .

DOCUMENTOS JUSTIFICATIVOS. Memoria d e l Duque de B orgoña , D elfín de F ran cia, nieto de Luis X I V , P adre de Luis X V .

N o rae c o n c r e t a r é á c o n s i d e r a r en e s le l u g a r los m ales qu e la h eregía ha o c a s io n a d o en A l e m a n i a , en los r e in o s de I n g l a t e r r a , E s c o c ia é I r ­ l a n d a , en las P r o v i n c i a s U n i d a s y en o tr a s p a r t e s ; ú n ic a m e n t e de l r e i ­ n o es de lo que se t r a t a . T a m p o c o t r a e r é c ir c u n s t a n c i a d a m e n t e á la m e ­ m o r i a a q u e l la serie de desórden es c on sign ad o s en ta n t o s m o n u m e n t o s a u té n tic o s , a q uella s as a m b le a s s e c r e ­ ta s, a q u e l lo s v o t o s de a s o c ia c ió n , l i ­ g a s c on el e s l r a n g e r o , o p o sic io n á p a g a r lo s tr ib u t o s, r o b o s de los c a u ­ dales p ú b l i c o s , am e n a z a s sediciosas, c o n ju r a c i o n e s m a n i f i e s t a s , g u e r r a s ob stin ad as, s aq u eo s de c iu d a d e s , i n ­ c endio s, as esin ato s p r e m e d it a d o s , a ten lad o s c o n t r a los reyes , s a crile gio s m u lt ip lic a d o s y ja m á s oídos h asta e n t o n c e s ; me bas ta dec ir que desde F r a n c i s c o 1 hasta n u e s tr o s d i a s , es d e c i r , d u r a n t e siete r e in a d o s d ife ­ rentes , estos m ales y otros m u c h a s h a n desolado el r e in o con m as ó m e ­ nos saíLa, He a q u í , d i g o , el he c ho h i s t ó r i c o en el cu a l pueden m e z c la r ­ se d iv e rs o s i n c id e n te s , p e r o que en lo su s ta n c ia l no puede ser c on te s ta ­ do ni puesto en duda. E s t e es el p u n ­ to c a p i ta l q u e es precis o t e n e r s i e m ­ p r e ¿ la v is t a en el e x a m e n po lí tico de este a s u n to . P a r t i e n d o pues de un h ec h o n o ­ to r io , i m p a r t a poco d i s c u t i r si todas las i n ju s t i c i a s a t r i b u id a s á los h u ­ g o no te s e s t u v i e r o n solam en te de su

p a rte. E s fu e r a de toda ded a que ta m b i é n los c ató li co s las han c o m e­ t i d o , po r q u e yo a d v ie r to mas de una en el esceso de sus rep r esa lias. T a m ­ poco se trata de s ab er si el conse jo de los r e y e s h a con ocido s ie m p r e b ien y o b ra d o con p ru den cia en aq u e ­ llos dias de co n fu sio n ; si la s a n g r i e n ­ ta d e t e r m i n a c ió n de C a r lo s I X , p o r e je m p l o , fue un acto de ju sticia que se hizo ne cesario p a ra la s egu rid ad de su p e r s o n a ' y la del E s t a d o , c o m o s u p o n en a l g u n o s , ó el efecto de una po lí tic a recelosa y u n a i n d ig n a v e n ­ g a n z a , c o m o p re te n d e n o tr o s . H aya sido la heregía la causa directa ó so­ l a m e n t e la o casion h a b i t u a l y c o n ­ t i n u a de estos diferen tes de sórdenes, s ie m p r e puede dec irse c on certeza qu e no h u b ie r a n ten ido lu g a r sin su e x i s t e n c i a ; lo cu a l basta p o r sí solo p a ra v e n i r en c o n o c i m i e n t o de c u á n ­ to in te res ab a á la s egu ridad del E s t a ­ do que fuese e s tin g u id a p a ra s iem p re. E n t r e t a n t o se lev an ta la v o z , se o yen los g r it o s de tir an ía, y se p r e ­ g u n t a si los pr ín c ip es t i e n e n d e r e ­ c ho de m a n d a r en las c o n c i e n c i a s , y e m p le a r la fu erza en lo c o n c e r ­ n ie n te á la R e l i g i ó n . P e r o coino es­ tos c la m o r e s v ie n e n de la parte de los h u g o n o t e s , se p o d r i a e n v i a r l o s p o r la resp uesta á los géfes de su r e ­ f o r m a . L u l e r o s ien ta p o r p r i n c ip io que h a n de s e r e s te r m in a d o s y e c h a ­ dos al m a r todos los qui; n o se a n de sti o pin io n , com en zan do p o r el P a p a

y los s ob eran os qu e le prote gen: C alv i n o p ie n s a en esta p a r l e c om o L a ­ tero. N u estro s p r in c ip io s son bien d iferen tes ; p e r o s in d a r al p r ín c ip e derecho s qu e no se le d eb e n , le de­ ja m o s aquellos qu e no se le pueden n e g a r ; y decimos que pued e y debe t a m b i é n , c om o pa dre de su pueblo, oponerse á qu e se le c o r r o m p a con el e r r o r ; que puede y debe ta m b ié n , com o lo han hecho los m a s gr andes p r ín c ip e s de todos los tiem p os, p r e s ­ tar su espada á la R e l ig i ó n , no p a r a p r o p a g a r í a ( ja m á s fue este el e s p í r i ­ tu del c r i s t i a n i s m o ) , s i n o p a r a r e ­ p r i m i r y c a s t i g a r á los qu e in t e n t a ­ sen d e s t ru irla , D e c i m o s , p o r ú l t i m o , qu e si no tiene el de rec ho de m a n d a r en las con cien cias , tien e sí el de p o n e r los m e d io s p a ra p r o c u r a r la segu ridad de s us estad os y r e p r i m i r el fa n a t is ­ m o , qu e sie m b ra en ellos el desorden y la c o n fu sió n . C o m p a r e n , si q u ie ­ r e n , los m i n i s t r o s hugonote s la c o n ­ s id e r a c i ó n qu e se les ha tenido con la c ru eld ad de los p r i m e r o s p er s e­ g u id o res de la R e l i g i ó n : ac ep to la c o m p a r a c ió n p o r i n ju s ta que s e a , y d i g o , qu e los C ésares h u b ie r a n teni­ d o m o ti v o s p a ra p r o s c r i b i r el c r i s ­ ti a n is m o si este hubiese o b li g a d o á los q « e le p r o fe s a b a n á que d e r r a ­ m a s e n en el im p e r i o las s e m i lla s del d e s o r d e n ; p ero los c ris tia n o s p a g a ­ b a n fielm ente las c a rg a s del E s ta d o , s e r v í a n c on a le c t o en los ejércit os, se les s e p a r a b a de los e m p le o s pú ­ b li cos, se les a p r i s i o n a b a , se s a c r i f i ­ c a b a n legiones en te r a s y no resistían: j a m á s ll a m a r o n en su a m p a r o á los en e m ig o s del E s ta rlo ; no c r e í a n que deb ían ser inm olados los em perado­ res y echados a l m ar, S in e m b a r g o , t e n í a n p o r su p a r l e la ju st icia y la v e r d a d . S u i n v en c ib le pacien cia a n u n ­ c iab a la bondad de su cansa, asi c o ­ m o la s r e v o lu c io n e s y el e s p í r i t u s a n ­ g u i n a r i o de los h u g o n o te s p r u e b a n la i n ju s t i c i a de la s u y a .

E s c ie r to qu e en el r e in a d o a c ­ t u a l no han cau sado desórdenes tan r u id o sos c o m o e n los a n t e r io r e s , pero m a s bien tes fa ltab a po der q u e v o ­ l u n t a d de r e v o l v e r ; a h o r a se h a n h e ­ c ho culp ab le s de a l g u n a s vio le n cias, y de u n a infi n id ad de c o n t r a v e n c i o ­ nes á las o r d e n a n z a s , de las cuales u n as han s id o d i s im u l a d a s , y o tras c astigadas con la su p re s ió n de a l g u ­ nos p r i v i le g i o s . A p e s a r de sus b r i ­ l la n t e s p r o t e s t a s de fidelid ad y s u ­ m i s ió n , a l p a r e c e r la m a s c om ple ta, á las au to r id a d e s , el m i s in o espíritu in q u ie to y r e v o lt o s o su b sistía s i e m ­ p r e y se d e ja b a v e r de c u a n d o en c u a n d o . A l m i s m o tie m p o qu e h a c ia n al r e y o fr e c i m i e n t o s de s e r v i ­ c ios y los r e a liz a b a n , se s a b ia p o r a v is o s cierto s que es c ita b a n s ecr eta­ m e n te la r e v o lu c ió n en las p r o v i n ­ c ias m a s r e m o t a s , y m a n t e n í a n i n ­ te lig encia s con el e n e m ig o de a f u e r a . T e n e r a o s á la m a n o la s a c ta s a u t é n ­ ticas de los s ín od o s clan d es tin o s , en los c u a les a c o r d a b a n p o n e rs e bajo l a p r o te c ció n de C r o m w e l c u a n d o m e n o s se pe n saba i n q u i e t a r l e s ; V t a m b i é n e x is ten las p ru eb as de sus a l ia n z a s c r i m i n a l e s c on el p r í n c ip e de O ra n g e . L a a n im o s id a d e n tre los cató li cos y los h u g o n o te s era s i e m ­ p r e la m i s m a . L o s mas s abios r e g la m e n t o s no p o d ia n a p a c i g u a r y r e c o n c i li a r dos p a r t i d o s , de lo s c u a le s el « n o te n ia t a n t a razó n en s o s p e c h a r de la r e c ­ titu d y b u e n a s in t e n c io n e s del otro. N o se oía h a b l a r de o l r a cosa en el C o n s e jo sin o de sus desav en enc ia s p a r t ic u la r e s . L o s c a tó lic o s n o q u e ­ r í a n a d m i t i r a lo s h u g o n o te s á las c o n g r e g a c io n e s de p a r r o q u i a s ; estos no q u e r í a n c o n t r i b u i r á las c arg as de f á b r i c a y c o m u n i d a d : se d i s p u t a ­ b a n lo s c e m e n t e r io s y las f u n d a c io ­ nes de c a r i d a d ; se in d is p o n í a n y se i n s u lt a b a n r e c i p r o c a m e n t e . L o s h u ­ g o n o tes , en lo s c a m p o s do n de no te ­ n í a n te m p lo s , a fectab an , en la ocio-

sitiad de los dios f e s t i v o s t t u r b a r el O ficio d i v i n o c on c o r r il lo s a l rede­ d o r de las i g le s ia s , y c on cán tic o s p r o f a n o s . L o s c ató li co s in d ig n a d o s s alían a lg u n a s veces del s a n i o l u g a r p a ra d a r caza á los p e r tu r b a d o r e s : y c u a n d o los h u g o n o tes es taba n en sus p réd ica s, r a r a vez d e j a b a n de u s a r de r e p r e sa lia s. L l e g ó un día en que los h a b i t a n t e s de un p u e b lo de la p r o v i n c i a de S a in lo n g e , lo do s c a t ó li ­ cos, d ie r o n fuego á la casa de un h u ­ g o n o te á q u i e n n o h a b í a n p o d id o i m p e d i r que se es tableciese e n tr e ellos, d a n d o p o r razó n que solo b as­ taba un h o m b r e p a r a e s p a r c i r poco á poco la heregía en todo a q u el p u e ­ b lo . L o s p r o te c to r e s de la r e f o r m a d i e r o n g r a n d e i m p o r t a n c i a á cit e su­ ceso, en el qu e se tra t a b a de u n a c a ­ b a n a es tim a d a en c u a tr o c ie n ta s se­ senta l i b r a s , de lo cu a l se t r a t ó en el C o n s e jo . E l r e y , c o n d e n a n d o á los h a b i t a n t e s del t u g a r á i n d e m n i z a r a! p r o p i e t a r i o de la c asa , n o p u d o m e ­ n o s de dec ir que sus prede ceso re s h u b i e r a n es cu sado m u c h a s a n g r e á la F r a n c i a si se h u b ie sen co n d u cid o p o r la po lí tica p r e v is o r a de aq uello s a l d e a n o s , c uy a ac c ió n no le pa rec ía v ic i o s a sin o p o r fa lta de a u to r id a d . A u n q u e el r e y es tu viese bien c e r ­ c io r a d o de qu e lo-s h u go n o te s no ten i a n p o r títu los p r i m o r d i a l e s d e s ú s p r i v i l e g i o s m a s q u e la in ju s ti c i a y la v i o l e n c i a ; a u n q u e la s ú ltim a s c o n ­ t r a v e n c i o n e s á las o rd e n a n z a s le p a ­ r e cie s e n una razón p o r sí sola b as­ t a n te p a ra p r i v a r l e s de la e x i s te n c i a legal de que se h a b ía n a p o d e ra d o p a r la fuer za de las a r m a s , S . M. q u iso to d a v ía c o n s u l t a r an tes de to­ m a r el ú ltim o p a r t i d o : t u v o c o n f e ­ r e n c ia s s o b r e este a su nto con las p e r ­ s o n a s m a s i n s tr u id a s y m e jo r i n t e n ­ c io na das del r e i n o ; y en un Co nsejo de c o n cie n cia p a r t i c u l a r , en el que fu e r o n a d m i t i d o s dos teólogo s y o ír o s dos ju r i s c o n s u lt o s , se dec id iero n dos c osas; la p r i m e r a , que el rey p o r to ­

das r a t o n e s po día r e v o c a r el e d ic to de E n r i q u e I V , c on el c ua l á la m a ­ n e ra de u n e s cu d o s a g r a d o q u e r i a n c u b r i r s e los h u g o n o t e s ; la se g u n d a , qu e si S. M . lo podia h a c e r l í c i t a m e n t e , ta m bién !o debía p o r el bien de la R e l ig i ó n y el de sus pueblos, E l r e y , c o n fi r m a d o m as y m a s c o n esta r e s p u e s t a , de jó to d a v ía s a z o n a r su p r o y e c to p o r es pac io casi de u n a ñ o, em p le a n d o este tie m p o en c o n ­ c e r t a r la e je cu ción p o r los m e d io s m a s su a v e s . C u a n d o S . M . p r o p u s o en el C o n s e jo t o m a r su ú lt i m a r e ­ s olu c ió n en este p u n to , el Delfín, se­ g ú n un a n ó n i m o que se le h a b í a d i ­ r ig id o el día a n t e s , r e p r e s e n tó que h a b í a a p a rie n c ia s de que lo s h u g o ­ notes es p e r a b a n lo que se les esta ba p r e p a r a n d o ; que acaso era de te m e r q u e tornasen las a r m a s , c o n ta n d o c on la p r o le c c i o n de los p r í n c i p e s de su r e l i g i ó n ; y qu e s u p o n i e n d o q u e n o se a t r e v i e s e n á h a c e r l o , u n g r a n n ú m e r o s a l d r i a del r e in o en p e r j u i ­ cio del c o m e rc io y de la a g r i c u l t u r a , y que p o r esta m i s m a r a z ó n se dé­ bil itaria el E s ta d o . E l re y con te stó que h a c ia ya m u ­ c ho tiem p o que lo h abía p r e v is to , y que e s ta b a n dadas las d is p o sic io n e s o p o r t u n a s ; que nada en el m u n d o le sería m a s d o lo r o s o c o m o d e r r a m a r una sola ¡;oia de la s a n g r e de sus v a ­ s allo s, p e r o que tenia e jér c ito s y bue­ no s ge n era le s de qu ienes se v a ld r í a en coso n r c e s a r i o c o n tr a los r e b e l­ des qu e quisiesen su m i n a . E n c u a n ­ to á la razón de interés la juzgó poco dign a de c o n s i d e r a c i ó n c o m p a r a d a con la s v e n t a ja s de una o p e r a c in n qud r e s t it u ia á la R e l i g i ó n s t i e s p le n ­ d o r , al E s t a d o su t r a n q u i li d a d y á la a u to r id a d lodos sus de rechos. E n íin , u n á n i m e m e n t e se decidió lo a b o l i c i c n del edieto de N a n te s . E l rey, que q u e ­ r ía s ie m p r e t r a t a r c om o p a s t o r y p a ­ dre á los súbditos que le er an m e ­ nos a p asio n ad o s, no o m itió m ed io a l ­ g u n o de los que po dían a t r a e r l o s á su

c r een cia i lu st rá n d o lo s . S e c on ced ie­ r o n pen sio nes i se d i s t r i b u y e r o n l i ­ m o s n a s , se e s ta b le c ie r o n m isio nes, se e s p ar c ier o n p o r todas p a rle s l i ­ b r o s qu e c o n te n ía n i n s t r u c c io n e s que e s ta b a n al alcan ce de sab ios y de i g ­ n o r a n t e s . E l suceso c o r r e s p o n d i ó á la s a b i d u r í a de los medios; y au n q u e pa rece, p o r las d ecla m acio ne s f u r i o ­ sas de algu n os m i n i s t r o s hugonote s, qu e el r e y a r m ó á la m ita d de sus s úbd it o s p a ra d eg ollar á la o t r a m i i a d , la verd ad es que todo se efectuó c on g r a n gozo de S. M . , sin efu sió n de sangre y s in d e s o r d e n . E n todas p a r t e s fu e r o n pu rif ic ad os ó d e m o l i ­ dos sus tem plos , el m a y o r n ú m e r o de pro te s ta n te s hizo a b ju r a c i ó n , y los dem ás se p r e p a r a r o n á ell a con su asisten c ia á las o ra c io n e s é i n s t r u c ­ c io nes de la I g le s ia . T o d o s e n v i a r o n sus h ijo s á las escuelas cató lica s. L os m a s se dicioso s, a t u r d i d o s con este golp e de e n e r g í a , y c on oc iend o que h a b i a fuer za p a r a c a s t ig a rlo s si i n ­ t e n t a b a n la r e b e l i ó n , se m a n i f e s t a ­ r o n los m á s tr a t a b le s . L o s de Pa rís , q u e no tenian y a tm h o m b r e a r r o j a ­ do qu e los ac audillase , dieron e je m ­ p lo de s u m is i ó n . L o s mas a l e rr a d o s en la heregía s alian del rein o , y con ellos la s e m i lla de todas los t u r b u ­ len cias. T o d a la E u r o p a a d m i r ó la p r o n t it u d y fa cili dad c on qu e el rey, c o n un solo e d i c t o , e s le r m i n ó utia h e r egía, qu e h a b ia p r o v o c a d o á los e jér c ito s de los seis reyes sus p r e ­ dec es ores , y les liabia o b li gado a c o n ­ c e r t a r s e c on ella. Se ha e x a g e ra d o i n f i n it a m e n t e el n ú m e r o de h u g o n o te s qu e s a li e r o n del r e in o en esta o casion ; y esto deb ia ser asi. C o m o los. in teresad os son lo s ú n ic o s qu e h a b la n y que g r it a n , a f ir m a n tod o lo qu e les ac om od a, U n m i n i s t r o q u e v eia su r e b a n o d i s p e r ­ s o , p u b l i c a b a qu e h a b i a pa sad o al e s tr a n g e r o , E l p r in c ip a ] de u n a f á ­ b r i c a , que h a b ia per d id o dos o b r e r o s , f o r m a b a su cálc ulo c o m o si lo do s los

f a b r i c a n t e s de l r e i n o h u b ie sen s u ­ fr i d o la m i s m a p é r d id a qu e él. Diez o b re r o s que h a b í a n salido de una c iu d a d donde teniar» sus c o n o c i m i e n ­ to s y s us a m i g o s , h ac ian c r e e r con el r u m o r de su lu g a qu e la ciu dad iba á c a r e c e r de b r azo s p a r a lodos sus ta lleres. P e r o lo m a s s o r p r e n ­ den te es que v a r i o s de los m a g i s t r a ­ dos en cargad os de h ac er la r e la c ió n de las solic itu des, en las i n s t r u c c i o ­ nes que me d i r ig i e r o n sobre, sus d i ­ chos v a g o s , d ie r o n c réd it o á estas voces po p u la re s , y m a n i f e s t a r o n e n ello cuá n poco i n s tr u id o s estab an de lo qne m a s deb ía o c u p a rle s. A s i es q u e su rela ció n se h a l ló de sm en tida p o r o t r o s , y d e m o s t ra d a su falsedad p o r la c o m p r o b a c i o u qu e se hizo e n v a r i o s lu gares. A u n c u a n d o el n ú ­ m e r o de h u g o n o te s qu e h u y e r o n en esta época de F r a n c i a s u b i e s e , s i ­ g u ie n d o el cálculo m as e xa gera d o , á 6 7 . 7 3 3 pe r s o n a s , no deben s u p o n e r ­ se en este n ú m e ro , qu e c o m p r e n d ía todas edades y sexos, b a s ta n te s h o m ­ b r e s útiles p a ra d e j a r u n g r a n d e v a ­ cío en los c a m p o s y en los t a lle r e s , é i n ll in r so b r e lodo el rein o , E s c ie r ­ to p o r o tr a p a r l e que j a m á s debió s e r la n sen sib le esle v a c í o c om o en el tiem p o e n que tu vo efecto. No se n o t ó e n t o n c e s , y se l a m e n t a n de ell o h o y dia. E s p r e c is o pues b u sc a r o t r a cau sa, E s i s l e en e f e c t o , y si se q u i e r e s a b e r es la g u e r ra . E n c u a n ­ to á la r e t i r a d a de los h u go n o tes es c on st a n te qu e c o s tó m en o s h o m b r e s ú tile s a l E s t a d o qu e los qu e le ha q u i t a d o e n u n s o l o a ñ o la g u e r r a c ivil. S o r p r e n d e á la v e r d a d que c ie r ­ tas p erson as se dejen c o n m o v e r de las m as f r í v o l a s r azo nes h a s ta el p u n ­ t o de d u d a r s i no h a b r i a u n a v e n ­ t a ja en r e s t a b le c e r la s cosas en so a n tig u o pie, y p o r c o n s ig u ie n te si n o se ha c o m e tid o u n a i n ju s t i c i a en h a ­ c e r lo q u e se ha hecho . P e r o en l a suposición, b ie n fa ls a p o r c i e r t o , de

p ersecu c io n e s y al pelig r o ev id ente f¡(ie se h a y a c om etid o una i n j u s t i ­
m u y fá cil o b li g a r le s á ell o. N o se i r a l a de s a b e r a q uí c óm o las dos r e ­ li gion es pued en lle v a r s e L ien e n o tr o s pa ís e s. L a m as funesta y la rg a esper ie n c ia lia p r o b ad o b a s ta n te m e n t e que e r a n i n c o m p a t ib le s en este r e i ­ n o ; y este es o l r a vez el p u n to á que es fo rzoso atenerse y n o p e r d e r j a ­ m á s de v is t a . C a t a l i n a de M c d ic is, s ig u ien d o c a b a lm e n t e la idea de este c on co rdato, li abia prete ndid o m a n e ­ j a r y c o n t e n e r ios dos p a r t i d o s ; y ¿que r e s a l l ó de su p o l í t i c a ? L a m a ­ y o r c o n lu íi o n , qu e la c o n d u jo p o r ú ltim o á la s a n g r i e n t a escena de san B a r to lo m é , la que c re y ó n e ce saria p a r a des e m b a ra z a r se en u n a b u en a ocasion de los h u g o n o t e s , á quienes liabia hecho m as in solentes y r e v o l ­ tosos c o n te m p lá n d o lo s . P e r o l o que acab a de suc ede r en la s Cevcnas ¿no

hasta p 3 r a h a c e r v e r p a lp a b l e m e n t e la s a b id u ría de la d e t e r m i n a c ió n del r e y , y la ne cesidad de s o s te n e r la ? P o r los escesos in au d ito s y h o r r i b le s l a t r o c i n i o s qu e los hu go no tes a c a ­ b a n de p e r p e t r a r en el ía n g u e d o c t se han de c o n s i d e r a r los m ales que h u b i e r a n podido c a u sa r n o s d u r a n t e la g u e r r a actu al , si se h u b ie sen h a ­ llado en el g r a d o de poder en que se e n c o n t r a b a n hace v e in t e y cin co añ os. Y en el m o m e n t o en q u e es­ c r i b o esto, y en que el p a r t id o a p a ­ r e n t a c on fingid a m o d e r a c i ó n d e s ­ a p r o b a r lo s h o r r o r e s á qu e se h a n co n du cid o los c a m i s a r dos, alg u n o s p a ­ peles in t c r c e p la d o s no s descubren que subsisten s iem p r e sus rela cio n es a m i s ­ tosas con los ingleses . B a s l a sobre este c a p í t u l o , a l c ua l a i í a d i r i a m a ­ chas cosas t o d a v í a M r . d e M c a u x ( i ) .

( i ) E s la M em oria e stá s a c a d a de la v id a d e l D e lfín , p a d r e de L u is X V , tom . a , pá g , g8 , &c. H l señ or A b a te P r o y a r t , a u to r d e e sta v id a , a ñ a d e que este d ocu m en to ta n in teresan te d e l D elfín h a p a s a d o á sus descen dien­ t e s , y se h a lla a h o ra en m a n o s del sabio m o n a rc a que nos gobierna. l i e ju zg a d o oportun o rep etir a q u í in tegro este docum en to, d p e s a r de haberse in se rta d o y a la m a y o r p a r te en el discurso a n te rio r. A d e m a s esta traducción es m a s lite ra l que la o lr a , ( N . d e l '!’•J

Carta del difunto Sr. de Chabane, Obispo de Ageu, al Sr. Ins­ pector General, contra la tolerancia de los hugonotes en el reino.

en o -r:

H.

. L i e a q u í a n a c a rt a sobre una m a ­ teria diferente de la que tuve el ho­ n o r de h a blaro s seis se m a n a s ha, y de u n a im p o r ta n c ia mucho m a y o r, pues que no se t r a t a de intereses tempo­ rales ni de'las in m u n id ad e s del clero, sino de la Iglesia y de la R eligió n m is m a ; de suerte que me parece d i ­ fícil que un obispo pueda g u a rd a r silen cio en sem ejante ocasion. Ha ve­ nirlo á m is m anos u n a c a r i a cuyo po rta d o r era el señ or F r o n t í n , h u ­ gonote, que contenía lo que sigue:

E s la noluntad del se ñ o r I n s p e c t o r g e n e r a l que se d is p en s e to d a su erte d e p r o t e c c i ó n a l se ñ o r F r o n tín , m e r ­ c a d e r h u g o n o t e , y que s e a bien t r a ­ ta d o , p a r a que lu ego que llegu e d n o ­ ticia ele los d e m á s n e g o c ia n t e s d e esta especie íes estim u le d volver a l reino. M e seria d ifíc il, s e ñ o r , csplicaro s si fue m a y o r m i d o lo r que m i a d m i r a ­ ción al leer esta carta, j Qlie*! ¿S e ría posible q u e r e r que los c a lv in is ta s vo lviesen á p is a r nuestro suelo? ¿ S e pod ría im p e d ir á n u e stra m e m o ria e l rec u e rd o de los m ajes que han causado m ie n tra s han permanecido en n uestro reino? ¿Se podría o lv id a r q u e su secta desde su n a cim iento fue el asilo de los príncipes y señores de l a corte enemistados con el G obier­ no; que dió protección á los pueblos descontentos; que trajo al reino eje'rcitos considerables de eslrangeros; que les entregó sus f ro n te ra s, sus plazas y sus riosj que p or espacio da se ten ta años h a llenado el reina de facciones, g u e rra s é incendios; e n una

p a la b r a , que le hfi puesto al borde del p re c ip ic io ? A unque no hubiese o lr a cosa de que quejarnos que de h a b e r seducido á los mas grandes p ríncipes del re ino , y de h ab e r esta­ do m u y próximos á la m e n t a r la p ér­ dida de uno de los reyes m as dignos qu e lia n ocupado el t ro n o , es bas­ ta n te para c erra rle la e n t ra d a por no esponernos á semejan les peligros. S a b é is , Señor, que p o r rigoroso que fuese el derecho de san gre que lla­ m ab a á E n riq u e IV á la herencia de sus predecesores, á pesar de las fre ­ cuentes victorias que consiguió, á pe­ s a r de las g ran des y heroicas c u a l i ­ dades que hacian re sp e ta r su perso­ n a aun por sus m ism os enemigos, todas estas razones jun tas no pudie­ ro n vencer en el corazon de la n o ­ bleza y de los pueblos el obstáculo o rigin a d o de .su religión; si no se h u ­ biese prestado á los votos de sus sú b­ d ito s, si no hubiese consentido en dejarse in s t r u i r , si no hubiese a b ra ­ zado la re lig ió n de sus antepasados, acaso hub iera sido privado del trono: en tanto grado el a m o r á esta r e l i ­ gión, im p resa en lo m as ín tim o de los corazones fran ce se s, es capaz de conmoverlos y lle varlo s p o r todas partes por conseguir su con serva­ ción y su triu n fo . ¿P o d ría o lvidarse, Seííor, que se tiene p o r uno de los m ayo res rasgos de políLica y c a racter del c ardenal R ichelieu el h a b e r abatido á estos h e r e g e s , siem pre revoltosos en la corle, siem pre sediciosos en las pro­

v in c ia s , y con tin u a m en te coligados con ios enemigos del Estado? ¿Po d rá olvidarse que su destrucción Fue la causa del poderío de una m o n a rq u ía , q « e se hizo temible á toda la Europa desde fjue sus fuerzas reun idas « o t u ­ vieron que c o m b a tir m as que á los e slra n g e ro j, y ja m ás fueron d is t r a í­ das por la iiccesiítad de ve la r y con­ ten e r d sus sú bd itos? S ig uie n do las -TOanimas tic este sabio y ivlidioso político loe como Luis X IV , que ya os­ la b a apercibido de que en el espíritu y corazon de los pretendidos refor­ mados existían los misinos principios que habían sido las funestas sem illas de tantas turb ulencias en los r e i n a ­ dos precedentes; aquel grande pr/ni'ipe, re p ito , enyo e araclei’ era res­ petado por sus pueblos , tem ido de sus mism os enemigos y lleno de la mas escelen le y pro tunda sabiduría, dio aquel lamoso edicto que los e s ­ pulsó ti el reino . Creyó que el Estado ganaba perdiendo m alo s v a sa llo s ; y jam ás pensó que e ra d e b ilit a r el cuerpo lib ra r le de aquellos hum ores viciosos y p e c a n t e s que h ab ian c a u ­ sado en él tantos estragos. Hizo pues de su esclusion un a ley fun d a m e n ta l, revestida de todas las fo rm alid ad e s que deben hacerla inm utable, y á la cual creyó que estaba ligada, no solo la glo ria de la R e li g ió n , sino t a m ­ bién la salvació n del Estado. Ley sa­ grada, á la que estuvo tan firm e m e n ­ te asido, que los motivos m as pode­ rosos de política, á que dieron lugar las g ran d es necesidades en que se e n ­ contró, no pudieron jam ás desviarle de. su ejecución. Sabéis tam bién, Se­ ñ o r , que cuando se trató de hacer la paz de /¿¿sw-ifr, una p a rle de los aliados fTUpeíiados en la liga de j 4us~ b u r g o , h ic iero n los últim os esfuer­ zos para conseguir el restab lecim ien ­ to de los refugiados. Aunque las ne­ cesidades fueron urgentes y fue p re ­ ciso todo et tiempo p ara p r e p a r a r l a s operaciones con respecto á la suce­

sión de España, esla m ira jam ás pudo lía c e r im p re sio n e n Luis X IV . Cedió c iudades y p ro v in c ia s , ren un ció el fruto de las victorias que h ab ian sido com pradas con t a n t a sangre y t r a ­ bajos, reconoció tam b ién al u s u rp a ­ d o r de la I n g la te rra á pesar de los lazos que le estrech ab an con el rey despojado; todo lo concedió, todo lo c e d ió , á todo se a v i n o , á cscepcion de lo que m ir a b a al regreso de los bereges. Las necesidades del Estado y los peligros á que se vió espucsto, no fueron b astantes p ara hacer m u ­ d a r su vo lu ntad t i l cnanto á la e je ­ cución de) p ro ye c to ; A unque h a y a n pasado los desgraciados tiempos de la g u e rra de i j o a , lodos los buenos franceses no pueden t r a e r á la m e ­ m o ria a qu ella série de acón (('cimien­ tos d esagradables sin que su a lm a se lle n e aún de tristeza y de d o lo r. S eñ alad a s v icto rias conseguidas por los enem igos; las plazas mas fuertes de las fro n te ras c o n qu istadas con sus arm a s; las p ro v in c ia s in te rio res a b ie rta s á sus c o r r e r ía s ; el re y casi sin ejércitos, sin dinero, sin crédito; la desolación en la casa re a l, h ab ian reducido t i Estado al m a y o r peligro á qne ja m ás estuvo espuesto desde la fundación de la m o n arqu ía. Dios, que la ha protegido en todo tiempo s i n g u la r m e n t e , hizo ap a re ce r en el orbe á la reina A n a , y nos v in o la salvació n del mism o lu g a r donde se h a b ia n lraguado los p royectos de n u e stra total ru in a . ¿Qué no debia e lla esp erar de la afa b ilid a d del rey, y qué podia este n e g a r á un a re in a que parecia tener derecho p ara e xi­ g ir c u alquier cosa de él? A q u e lla no descuidó los intereses de los r e f u g ia ­ dos: la h isto ria secreta de las nego­ ciaciones hechas en aquel tiempo no* h a conservado exactam en te los por­ menores de las v ivas in sta n c ias y a c a ­ loradas solicitudes qne hizo p o r ellos, y al m ism o tiem po la m a g n a n im id a d religiosa del r e y , que se mostró in ­

alte rab le en sola esta m a t e r ia , ¡N o ­ en el E ítad o ; n in g u n a ha querido ten er pluias de seguridad, ni se ha c o n ­ ble y piadosa constancia de aquel gran d e p ríncipe , objeto fie nuestros federado con los enemigos del trono, íes petos y do n uestra a d m ira c ió n , y ni ha hecho g u e rra á sus g o b e rn a n ­ tes. Todas sus disputas e ra n entre digu a c iertam en te de ser presentada los teólogos y eti e sc rito s; &esto ve para se rv ir de ejemplo al que m a r ­ cha sobre las huellas de sus reales n ia n á p a r a r todos sus conatos. Pero apenas se p resentaro n los c a lv i n is ­ v i r t u d e s ! Pues q u é , S f í í o r , l o q u e lia rehusado Luis XIV rodeado de tas en el tfiundo, cuando se vieron enemigos, de peligros y c alam id ad es, v a c ila r las coronas y las leyes por sus m áx im as sediciosas y por sus a r ­ en circu n sta n c ia s ruyo único re c u e r­ mas. La facción de los G uisasen F la n do me hace tem blar, ¿p n dria conce­ derlo ahora el r e v , coronado con la des, sostenida y d irig id a por el v a ­ victo ria , y hecho á rb itr o de la E u ro ­ lo r y política de los p rincipes de O r a n g e , su strajo de la m o n arq u ía p a , á la que acaba de d a r la p az? española las p ro vin cias que estuvie­ 3So lo dud éis, S e ñ o r; ¡a re voca­ ción del edicto de Na rites no es de ron en todo tiempo sometidas á j u aquellas determ in acio nes a rr a n c a d a s soberano. La república de Holanda á un p ríncipe en la d ebilidad de sus tuvo su origen en la heregía y la r e ­ años ó en caso de enfermedad ; no belión; la Escocia se a rm ó con tra una de las mas ilustres re in a s que ha co­ es electo de nn celo escesivo é. in d is ­ n o c id o , y , despues de m il u l t r a creto in spirado por personas piado­ ges hechos á su p erso na, la obligó sa s, m as bien afectas á h R d i g i o n que ins tm id a s en las sabias reglas de por fuerza á r e t ir a r s e á In g late rra, «11 g o b iern o : en la íle r de su edad, donde m u rió por los celos de su r i ­ en medio de sus p ro sp erid ad es, por v a l y su enem iga, Estos son aquellos el consejo de los g ran d es m in is tro s m isinos calv in is ta s que, bajo el n o m ­ que se ocupaban en !a dirección del bre de p u r i t a n o s , an im ados y con­ E stad o , por efecto de una p rofunda ducidos por C r o m w e l, tr a s t o r n a r o n m editación, y con un exacto conoci­ la In g la te rr a , s u p r im ie ro n la c á m a­ ra a l t a , extinguieron la m o n a rq u ía , m iento de los se n tim ie n to s y dispo­ siciones de aquellos perniciosos s ú b ­ fun daro n un a rep úb lica n u e v a , y en dito s, se dete rm in ó á d a r el golpe de Oit, echando el sello á lodos su s csEstado. En efecto, si se quieren e x a ­ cesos, pusieron colmo á sus crímenes m i n a r de cerca los p rincipios del con la sentencia y m u erte de su rey, c a lv in is m o , se verá, que no so la m e n ­ De estos mism os principios ha sido te se oponen á todas las religiones, formada la rcvolu cion de Ing la te rra cualesquiera que ellns s e a n , sino en i G88 j en que ¡os ivigs , algunas también que son enem igos de los r e ­ veces amigos de los reyes por p o líti­ c a , siem pre enemigos del cetro por yes y de la m o n a rq u ía . Es un c a ­ rá c t e r que le es propio y que nos le m á x im a , llam a ro n a! y ern o para a r ­ debe hacer d etestar sobre todas las r a n c a r la corona de la cabeza del suegro. ¿C u á le s e r a n sus discursos? demas heregías. l i a habido n u m e ro ­ sas sectas, c u y a p erversa do ctrin a ha Aún los estamos leyendo en diferen ­ ocupado mía parte de la Iglesia ca­ tes escritos q u « han llegado hasta tólica. Se habían insin uado en los nosotros. El rey, d e c ía n , no es 111:15 p rim e ro s a s i e n t o s , se d e rra m a ro n que el d e po sitario de la a u to rid a d , por v a ria s prov incias, pero ja m á s se c u y a sustancia reside en el pueblo; el pueblo es el que hace los reyes; ha oído d e cir que n in g u n a de ellas h a y a in te n tad o escitar tu rb ulencias todo el poder que tienen e m an a de

1 y8 9 él; es un deposito que h a pueslo en m anos del p r í n c i p e , deposita que puede re c o b rar cuando, poco satisfe­ cho de su con d ucta, crea que el rey no cu m p le las condiciones y el fin p a ra que ha sido puesto en su lu g a r; que aun la sim p le av e rsió n que tie ­ ne hcicia la persona del príncipe le a u to riza b a sta n te m e n te p a ra q u it a r ­ le este depósito, pues es en beneficio del p r ín c ip e , y este es hom bre del p u e b lo : por c o n s ig u ie n te , decían, Jacobo II favorece una re lig ió n pros­ c r i t a en el E s t a d o , en el cual echa y recoge im p uestos sin c o n c u rr e n c ia de la C á m a r a baja, hace alia n za s con­ t r a el gusto é in c lin acio nes del pue­ blo inglés; ¿se necesita mas p a ra a r ­ r a n c a r de sus manos u n a com ision que no ha llen ado conforme á las m i ­ r a s del pueblo que le ha hon rado con ella? Tales e ra n la s m áx im as que p ro d u jero n la funesta rcvo lu cio n que p riv ó á Ja c o b o II de su tro no y le a r r o jó de su p a t r i a ; m áx im as bebi­ das en las ponzoñosas fuentes de los auto res pro testantes. B u c h a n a n , Mil­ l ó n , Locke h a n empleado todo su ta le n to y e ru d ic ió n en h a ce r valer esta p ernicio sa d o c trin a j m á x im a perju d ic ial á todos los gobiernos, pues los somete ál c a p ric h o del pueblo, haciéndole p ro p ie tario de la a u t o r i­ dad , pero todavía m as destructora de la m o n a rq u ía . E lla tiene su o rigen e n el p r i n ­ cip io de [a fe de a q u e lla s e c ta ; des­ preciando el poder y juicio de la Igle­ sia, y bebiendo en a q u e lla e m p on zo ­ ñ ad a fuente, sus hijos han. ap re n d id o á a t a c a r y q u e b r a n t a r la firmeza de los tro no s: ellos no han hecho m as que es tender las consecuencias de sus p r i n c i p i o s ; no h an hecho m as que a p li c a r á las m o n a rq u ía s lo que h a ­ b ian pensado sobre el ju ic io de los p rim e ro s pastores. L a I g le sia , i n s ­ t r u id a sá b ia m e n le p o r los preceptos de su fundador, y fortalecida con sus p ro m e sa s, a r r e g l a , á ju ic io de los

obispos, cuyo m in is te rio procede del Hijo de Dios, la decisión de todas las cuestiones que se suscitan sobre la fe, Los obispos, apropiándose la d is­ ensión que ejecutan con la asistencia del E sp íritu S a n to , no dejan al pue­ blo otro p a rtid o que el de someterse á sus decisiones. ¡C o n d u c ta colm ad a de sab id u ría y luces, que h ub iera sido preciso establecer si Je su c r is to no lo h ubiese h ech o! ¡C o n d u c ta seguida desde el establecim ien to de la Igle­ s i a , a u n p o r los hereges qne t r a t a ­ ban de a rr o g ars e el poder! ¡C onducta de que se h a n separado los nuevos r e fo rm ista s, que h an tenido la tem e­ r id a d de h a c e r a cada p a r t ic u la r juea de su propia c re en c ia! ¡Qué! La m u ­ j e r que no debe a b r i r sus labios en la Iglesia sino p re g u n ta r á su m a r i ­ do en su casa sobre sus dudas; el a r ­ tesano ocupado en su t a l l e r ; el l a ­ b ra d o r destituid o de cono cim ien tos, letras y p rincipios, ¿ in te n ta r á n e x a ­ m i n a r los lib ro s sa n io s , c o n c ilia r sus testos, y d isc u tir los profundos p rin c ip io s de la d o ctrin a celeste?¡P ues q u é ! ¿P u e d e creerse que h a y a sido p ro p u esta • sem ejante c s lr a v a g a n c ia ? S í , S e ñ o r , y m a s ; ha sido aceptada. Ha sido propuesta por aqu ellos que, h allán d ose sin recursos, se ve ian agoviados con el peso de la autoridad, de ta n to s siglos que deponían con ­ t r a su novedad. Ha sido aceptada por el pueblo, fascinado con aquel poder qu e se le a t r i b u í a , y embaucado con la idea de ig u ald a d con sus gob er­ n a n t e s ; por el pueblo , digo, deseoso de sa cudir el yugo que le era n ec e ­ sa rio , pero al m ism o tiempo odioso, p o rq u e al cabo e ra u n yugo. ¿Qué h a producido este m o n struo so p r i n ­ cip io ? Todas la s e s t r a v a g a n c i a s , to ­ das las im piedades de qu e es su scep­ tib le el corazon hum an o . Cada uno, conducido por su p ro p ia i m a g in a ­ ción, ha erigido en dogma de fe y en r e lig ió n todo lo que se ha p re se n ta ­ do á su razón d e sc a rria d a ; u n a m u í -

ti Luí! de sectas le v a n t a r o n su erguida cabeza por ludas p a r l e s ¡ porque al m ism o tiempo que se h icieron triz a s los diques del " o b ie r n o , se d e r r a m a ­ ro n sobre la faz del c ristia n ism o . ¿Quién seria capaz de c on tarlas? F u e ­ r a de las p r in c ip a le s , de las que se s e p a ra ro n las de mas con la m i s m a lib e rta d que se lom aro n las p r i m e ­ ras de ab a n d o n a r á la Iglesia, c u e n ­ to á los u h i q i m t a s , d los p u r it a n o s , á los a n t i - t r i n i t a r i o s , &los s o c in ia n os, á los d e is la s , á los a rm inianos, á los g o m a risla s, ó los cuákaro s, á los e n t u s ia s ta s , á los p r o a d a m is la s , &c, V eo á los a n a b ap tis tas que, avanzando sobre los principios de sus maestros, no so lam ente t r a í a n de sustraerse de la obediencia del p r in c ip e , sino que tam b ién , enemigos de toda p rc ro g a t iv a e n tre los h o m b res, tom an las a r m a s c o n tra la nobleza p a ra r e d u ­ c i r l a á la iguald ad del pueblo, La A le m a n ia solo ha podido ap ag a r este fuego con la san gre de m i l la r e s de hom bres. Veo que la facción, a d h e ­ r i d a in sep arab lem en te á esta do ctri­ n a, se manifestó ta m b ié n en los p r i n ­ cip ios de la república de H olanda, De la d isp u ta de religión procede un a contienda de Estado. El p ríncipe Mau­ ricio, a p oyad o en los g oinaristas, c a u ­ sa vejaciones á Uarneíveit^ y hace perecer al m e jo r ciudadano de la r e ­ p ú b li c a , porque las disputas de los

cipios en el e sp íritu. De este modo la experiencia confirma las diferen ­ tes r e l i g i o n e s que acabo de hacer, y nos ensena que los paisr.s en que se h a lla establecido el c a lv in is m o es­ tá n He nos de d e ís t a s , de ateos y de incrédulos. A calo ha tendido él sie m p re ; acosado en su.s consecuen­ cias, ca m in a en d ere ch ura á la i r r e ­ lig ió n . V u e lv o , p u e s , á re p etirlo ; ¿p ued e suceder m a y o r d esgracia en un Estado? La Religión católica es la m e jo r sa lv a g u a rd ia del reposo de los pueblos y de la persona de los reyes, porque todos sus p rincipios r e d u n ­ dan en beneficio de la autoridad de los p rim e ro s pastores en las cosas espirituales, y de la au to ridad de los príncipps en lo tem poral, m an dan do la sum isión á cada una de ellas en el orden en que ha sido establecida, La consecuencia in m e d ia ta del p rin c ip io de los c a lv in is ta s , es decir, del e sp ír itu p riv a d o , ha sido la destruccio n del m in is te rio Episcopal, aun qu e su institució n está tan c l a ­ ra m e n te d e m o strad a en los libros santos. P e ro esto les era n ecesario , porque si hubiesen reconocido qne los obispos estaban establecidos por la p a la b ra de Dios, ¿có m o h u b ie ra n podido dispensarse de respel arlos, de escucharlos y de o bedecerlos? Pero solo h a n asegurado que. las llaves h a­ b ía n sido e n tre g a d a s á la m u lt itu d teólogos reformadas terminan sicm~ de los fieles; que el fondo del poder re sid ía en el p u e b lo , cluciío de c o n ­ pre con sangre . No lo hemos dicho todo: aq u ella cederle á qu ie n quisiese y como q u i ­ m u lt itu d de s e d a s que h o rm igu ea n sie se , }’ de poner y q u it a r según su necesidad y su volu ntad. Por co n si­ por todas p a rles nos ha ira id o la i r ­ re lig ió n , la m a y o r desgracia que p ue­ guiente, no h a y m a s que un paso que de acontecer á u n Estado cuyo mas d a r desde alli ú la a u to rid a d re a l, Y sólido fu n dam ento es el c ulto del efe c tiva m e n te , ¿có m o el que se cree verd ad ero Dios; porque lo que se ve indep en dien te en las cosas del p r i ­ c o m b a tir de tantos modos, lo que se m e r o rd e n , en las que son mas esen­ h a b ía abitado de la n t a s m a n e ra s, ciales al hom bre, en las que m ira n á parece siempre in c ierto , equívoco, y su alm a , su salvación, su Dios; cómo, digo, hecho dueño en este orden p o ­ escluye de los corazones a q u ella fir­ meza de adhesió n que no puede ser d r ía con sen tir ser esclavo en otro m ucho menos considerable? Los lab ija sino de la c e r tid u m b r e de p r i n ­

m 7,os de la R eligió n ¿no son mucho mas fuertes que los del im p e r io ? Quien lia podido q u e b r a n t a r los unos, ¿p o ­ d ría so p o rtar los otros? No, Asi h e­ mos visto qne lodos loa esfuerzos de los c alv in is ta s en F ra n c ia tenían por objeto f o r m a r asociaciones e n tre las ciu dades populosas del r e i n o , y o r ­ d e n a r un cuerpo de república. F u e ­ r o n in v ita d a s á ello por las d ecla­ m aciones de sus m in is t r o s , que p o ­ n iéndoles A la vista los ejemplos de los Macabcos, no cesaban de a n i m a r ' les á que se pro cu rasen la lib ertad de r e lig ió n con las a r m a s . Acaso d i r é is , S e ñ o r , que lodos estos discursos e ra n el fruto de la opresio n en que v iv ia n ; que e n m en ­ dados ya desde aquel tiem p o por sus meditaciones, y a rrep entidos de aque­ llos p rim e ro s escesos que in s p ira sie m p re á sus p a rtid a r io s el f erv o r de una nueva se c ta , se han condu­ cido después y se c on ducirán en lo sucesivo con mas p ru d e n cia, Podria c o n venir en ello si su rebelión no hubiese sido o tr a cosa que el efecto de su despecho y de su disgusto; pero h a n sido rebeldes p o r p r i n c i p i o s , y son republicanos p o r sistem a. Po d ria c o n v enir en ello si no tuviese á la vista hechos ta n re d e n les, que d e ­ m u estra n que permanecen en las m is­ m a s m áx im a s en que estuvieron en o tr o tiem po; que están educados en rila s y n u trid o s con la lec tu ra de los libros de sus p rim e ro s evangelistas, q a e r e s p ira n por todas partes las fu­ nestas do ctrin as que acabo de i n d i ­ c a r. Saltéis ta m b ié n la h isto ria de S a c h c tv rel (puede decirse que es de n uestra época). Sabéis, que habiendo p redicado en la iglesia de son Pablo de L an d res que la a u to rid a d de los reyes em a n a b a de Dios, y que los pueblos no pueden lle g a r á ella (pues la a lta iglesia de I n g la te r r a piensa en este a rtíc u lo como la Católica); sab é is, digo, que el P a rlam e n to , que estaba entonces re u n id o , com puesto

en su m a y o r p a r le de w ig s casi todos p u rita n o s, se irrit ó de tal m o­ do contra el predicador, que nom bró un a com ision e sL rao rd inaria p a ra ju z g a rle . La re in a A n a , cuya c u rio ­ sidad la obligó á a s i s t i r á esta causa, que se actuaba con una im p o n d e ra ­ ble p o m pa, se so rp ren d ió mucho al o ir p ro n u n c iar los discursos de los sus fa v o r ito s, contra la a u ­ to rid a d real. H aciendo, p u e s , p ro ­ fundas reflexiones sobre lo que h a ­ bía pasado en sti p re s e n c ia , llegó á conocer cuán peligroso era d e ja r sus h a c ie n d a s , sus ejército s y su poder en manos de aquellos que e ra n ene­ migos declarados del trono. Desde este dia se agregó al partido de los tarj/s; d eterm in ació n que produjo la paa. Yo podria creer que en F ra n c ia son m as am igos de la auto rid ad real y menos enemigos de esta m o n a rq u ía, si no recordase que dura n te la g u e rra de i ; o j se ap ro vech aro n del tiempo en que el rey se h a lla b a atacado por u n a de las mas form idables lig a s que ja m á s se h an visto, p ara hacer v a le r sus injustas pretensiones; que l la m a ­ r o n á los enem igos á lo i n t e r io r del r e i n o , que e n tre tu v iero n por espa­ cio de muchos anos á uno de los mejores capitanes con un gran n ú ­ m ero de tropas, que h u b ie ra n sido tan necesarias para defender las f ro n ­ teras; y ú lt im a m e n t e , que sin el re s­ peto y conducta del señor M ariscal de N oailtest que cayó con p re cip ita ­ da celeridad sobre los ingleses que h a b ia n desembarcado en C clte , a n ­ tes de que hubiesen formado su es­ tablecim ien to, antes de que hubiesen podido u n irse con los hugonotes de Jas Cevenas; no temo d e cirlo , sin esto la F r a n c ia , ata ca d a tan vigo ro ­ sam en te por de f u e r a , y en lo in t e ­ r i o r p or sus mism os súbditos soste­ nidos p o r los e s l r a n g e r o s , h u b ie ra estado espuesla á los m ay o re s p eli­ gros. Pero, ¿para qué c it a r ejemplos tan re m o to s ? ¿No hemos sido testi-

gos, no liemos visto Iodos los m o vi­ mientos que han ocasionado en las líltim as g u e r r a s , sus asam bleas d i diferentes p r o v in c ia s , las falsas n o ­ ticias que hacian c o r r e r , su alegría p in tad a sobre sos sem blantes en nues­ tros desastres, y so aflicción en n ues­ tros triu n fo s? ¿Y son estos los c iu ­ dadanos que se quiere t r a e r al E sta­ do ? ¿Son estos los súbditos que se qu ie re d a r a l rey ? H abíamos siem p re presum ido que S , M., info rm ad o de su mala co n d uc ­ ta, to m a ría p ara conservar Ja paz las m edidas m as eficaces á fin de d e s a r­ r a i g a r y e s t e r m in a r de nuestro reino esla secta tan enemiga de su glo ria. S i n em b argo ¡ha sido p ro te g id a ! Los h u g o n o te s , los sediciosos, han sido llam ados; y el clero católico, (pie ha agotado sus caudales por so correr al r e y , y que v i t e siempre dispuesto á vo lverlo á h a c e r , está afligido, h u ­ m illa d o y despreciado. ¡Que contras* l e ! ¿H e podido por ve n tu ra de s e n tenderm e de an a reflexión tan n a tu ­ ral, á que me ha conducido la v e r a ­ cid a d de m i a s u n t o , y q « e traspasa n uestros corazones del mas agudo dolor, y abate nuestros espíritus con el peso de la tristeza mas profunda? Pero se d irá; son pocos, ¿qué te­ m o r pueden inspirarno s? ¡Son pocos! Pero malos súbditos, poco afectos al E sta d o , y por pocos malos sdbdilos que h a ya siem pre son sobrados. Si la m u ch edum b re de súbditos con sti­ t u y e la fuerza del E stado, la m a la c ualidad de los mismos es su m a y o r v icio . S i son pocos, su regreso, por ven ­ tajoso que sea al comercio, poco bien le podrá r e p o r t a r ; si son pocos, no merece esto la pena de t ra sto rn ar las l e y e s fun d am entales del Estado, P o r o lr a parte., ¿q u é nos t ra e ría n vo l­ v ien d o a l r e in o ? ¿No han in struid o á los estrangeros en todo lo que hab ian aprendido en nuestro país? ¿No h an establecido e n tre ellos las artes

y las m an ufacturas? No h a r ía n , pues, m a s que tra e rn o s sus m alos p r i n c i ­ p io s, sus i n q u ie t u d e s , su perniciosa d o c trin a , sin indem nizarnos de los adelantos que han comunicado ¿ n u e s ­ tros enemigos; en fin, solo vendrían para nuestra perdición. ¿Y si eran m uchos?Los veríam os, revoltosos como en otro tiempo, a m e n a z ar a l gobierno y pedirle el lib re ejercicio de su religión. ¿Tío fue fundada en el p rin c ip io de ser m u ­ chos la peLicion que hizo el a l m i r a n ­ te Coltgni en F on lain ebleau y de l i ­ bertad de religión y de tem p lo s para sus eje rc icio s? ¿ P o r qué no se a t r e ­ verían hoy á lo que en otro tiempo se a t r e v ie r o n , profesando ios mismos p rincipios y hallándose en las m is­ m as c ircu n sta n c ia s, esto es, en la de ser m u ch o s? PeLicion. que hoy dia h a r ía n con m u ch a mas razón que en los tiempos de que acabo de h ab lar, porque entonces se h allab an p ro s­ c rito s , perseguidos por los reyes, p or las ley e s , por los parlam entos, en vez que hoy día son llam ados por los m in is tr o s . Son pocos, Señor, y esto es lo qtie parece debe consolarnos. Bien pocos e ra n en tiempo de E nrique II, y sin em bargo, en el espacio de trece años que siguieron á la m u e r te de este p r i n c i p e , se h a lla ro n en estado de da r c u a tro batallas; y despues de per­ der estas b a ta lla s , y despues de su í f i r v a ria s desgracias por su p arle, pudieron hacer una p a a q u e l e s puso en un a situació n mas ventajosa que la o lr a de que goaabau outes de .prin­ c ip ia r la g u e rra . Son pocos, S e ñ o r , bien lo veo; pero bien p ronto se rán muchos. No es porque yo tema la fuerza de sus razones ó la elocuencia de sus m i ­ n istro s; ja m á s ha habido heregía.que h a y a p resentado menos v e ro sim ili­ tud de defenderse y menos a u t o r id a ­ des, ¿Q ué es, pues, lo que yo temo? Temo los artificios de que usaron

para a u m en ta rse cuando ap are cie ­ ron; me acuerdo que in c ita ro n á los g ran d es con los despojos de tas igle­ sias; que ab riero n los cla u stro s p ara hacer sa lir á los que se h a lla b a n c o n ­ sagrados en ellos á nuestro Dios; que restitu yero n ta lib ertad á los que se h a lla b a n privados de e l l a ; que e m ­ baucaro n á los pueblos con ideas de presunción. Tem o á un a religión que canoniz a los v i r i o s , perm ite la des­ e n v o l t u r a , disuelve los v ín c ulo s, y q u eb ra n ta el yogo de la f e , dejando á cada uno la lib e rta d de hacer su gusto y establecer un culto á sus a n ­ tojos. ¿N o hay fra ile s en los c lau s­ tros fastidiados de la auste rid ad de la d is c ip lin a ? ¿No h ay religiosas en los m o n asterio s qne se arrep ien ten de los san io s votos que h a n c o n ­ tr a í d o ? ¿No h a y aún bienes en la Iglesia que puedan e sc ita r la codicia de los pueblos? No se me o culta esto. S e ñ o r ; teroo los propresos de u n a secta que favorece la lic encia y su­ m in is tr a á lo ambición y á la a v a r i ­ cia m edias de satisfacerse. Si la r e ­ ligión por sí sola es tan poderosa, si la concupiscencia es la n fuerte, ¿qué no p ro d ucirán estas do9 causas reu­ n id a s ? Pero si Ies fallan todos eslos medios en el re in o p a ra a c re ce n tar su núm ero, los libertinos no les fal­ t a r á n : los libertino.1;, que b ajo el preteste de hugonalU m o , te n d rá n la h onrosa disculpa de ausentarse de n u e stra s i g le s ia s , de no h a lla rs e ya en los santos ejercicios de la r e li­ gión, de no acercarse y a á re c ib ir el dulce a liv io de los S a c r a m e n to s, y sobre lodo de ser libertados de la confesion, que á ellos les es pesada, En fin, ó estas gentes están d e s t it u i­ das de b o n d ad , y entonces hacerlos v e n ir no es y a fortificar el Estado con su presencia, sino debilitarle con sus v ic io s , ó son hombres de bien: pero entonces', ¿có m o p o d ria n con­ s e n tir eii v e n ir á un país en que se h a lla n p rivad os de la p a rle m as esen­

cial á un h om bre de b ie n , que es el ejercicio de la re lig ió n , de ¡a i n s t r u c ­ ción y del aliv io de sns p astores; en que estando todos los días rodeados de un pueblo á. quien m ir a n como in f ie l, se verían incesantem ente espuestos por sus p rin c ip io s á t e n t a ­ ciones c on tin uas y al peligro p r ó x i­ mo de perder su le? E n ve rd ad , Se­ ñ o r , yo no fo r m a ría buen concepto de gentes q u e , p o r a lg u n a s pequeñas v e n ta ja s te m p o ra le s, se pusieseu en u n a especie de necesidad de p re s e n ­ t a r á sus ojos el triste y doloroso es­ pectáculo del a rreb a to de su m as p r e ­ cioso p atrim o n io . Po rque ¿q u ién 110 conoce q u e los hábitos del a l m a , y m as p a r t ic u la r m e n t e las virtudes, tienen necesidad de ser alim entadas, con servadas y fortificadas por an a c o n tin ua c ió n de actos que les sean conform es? ¿Q uién no conoce que por falta de este a lim en to las dispo­ siciones m a s a n tig uas se d e b ilita n , se esten úan y se d e sv an ecen? Pero creo qne me queda todavía a lgu n a cosa que d e cir anLes de con­ c l u i r , á la que no me im ag in o que pueda replicarse. ¿C óm o e stim a re ­ mos sus m a trim o n io s? Aquellos h o n ­ rados calv in is ta s que h a y a n sido l la ­ mados, ¿vendrán á c o n tra e r en nues­ tras iglesias (las que consideran t e m ­ plos de id o la Iría ) aquel acto tan res­ petable, tan san to y tan necesario en l a sociedad civil? ¿C onsentirán d e ja r ­ le c o n sa g ra r p or la bendición sa c ra ­ m e n ta!, que tienen por inven ción d ia ­ b ó lic a ? ¿ S e p ro ste r n a r á n á los pies de los S acerdotes, q u e , según ellos, no son m as que los u s u rp ad o res de un m in is te rio que no les pertenece? ¿Qué socorro para un re in o el de gentes'infieles á sa c o n c ie n c ia , que p ro fa n a ría n la religión con su h ip o ­ cresía^ y se m o farían del con trato m a s santo entre los hom bres? ¿Q uerríais, S eñ o r, d a r a lgu n a im p o r ta n c ia á gen­ tes que hollasen lo mas in v io lab le de la t ie r r a ? E n tr e t a n to yo no veo

otro ¡tai'(ido (á menos de ¡ r c ontra la ley de la Iglesia y del Estado) que d e c la ra r n u la s los m a trim o n io s ce­ lebradas sín la in lervencion del cura y que no están bendecidos p o r su m an o : ley observada en todos t ie m ­ pos en la m o n a rq u ía , renovada por los estados del reino, y confirm ada p or o ír o s lanío s decretos de los parlamentos donde se h a n t ra ía ció cues­ tiones semejantes. O bien, S e ñ o r , sí echando un velo sobre estas u n io ­ nes se les perm itiese casarse como lo }U¿ “asen conveniente, no creo que a un cuando se quisiese concederles esta lib ertad, ellos q u is ie ra n u s a r de ella m ie n tra s se dejasen en s a vigor las leyes dadas en esta m a te ria , por­ que entonces sos mngeres serian v i ­ siblem ente concubin as, sus m a t r im o ­ nios desórdenes públicos, los hijos que naciesen in f á m e s e i le g ít im o s , y sus h eren cias se rian devueltas á los c o laterales. No pienso en ve rd ad , Se­ ñor, que sem ejante estado ten^a n ada de lisonjero para los refugiados, y me atrevo á decir que he seguido to­ das las hipótesis que p odrían ofre­ cerse en esta m a t e r ia , escepluando con todo eso la de p e r m i t i r á sus pastores v e n ir á ejercer sus fu n cio ­

nes e n tre ellos, peligro que no temo. El cíelo, que ha protegido siem pre esta m o n a r q u ía ; el cielo, que h a sta a h ora ha unido á ella la R e lig ió n con vínculos que no h an sido todavía q u e b ra n t a d o s , m e in s p ir a .e s t a con­ fianza. No s e re m o s, n o, testigos del libre ejercicio del ca lv in ism o : no he­ r i r á nuestros ojos un espectáculo tan doloroso: vuestro a m o r sólido á la v e r d a d , v u e stra adhesió n al Estado, vuesLro celo por Ja g lo ria del reino, se rán por sí solos bastantes p a ra e v i­ t a r esta d e sg racia si se tratase de ella. No, el h ijo, el heredero, el im ita d o r de Luis el Grande, no p e r m itir á que los hugonotes restablezcan su c ulto en el reino. Tengo el h o n o r de ser vuestro s e r v i d o r , & c. E n Agen á i.° dé m a y o de 1.751. El señ or Insp e c to r g en e ra l ha contestado al seiíor Obispo de Agen diciendo que los hugonotes e n g a ñ a ­ ban haciendo c o r r e r la voz de que se quería volverlos d lla m a r al re in o , y que solo el h o n o r que el re y le l ia bia hecho de confiarle el lu g a r que o c u p a , e ra u n a segura g a r a n lí a de lo que le avisab a de an te m a n o .

Memoria sobre las empresas de los protestantes , presentada al Rey por la asamblea del clero de Francia en 1780 ( 1), saca­ da del sumario de esta misma asamblea. S / e u o r .' TI

i l í r a deber de nuestro m in iste rio l la m a r desde luego la a tención de V. M. sobre la s crueles y p rofundas h e r i ­ das cansadas al cuerpo entero de las verdades reveladas por u n a doctrina enem iga de lodo g o b ie r n o ; pero ¡ay! 110 es esta la única calam id ad que sufre la Iglesia de F r a n c ia . La hereg í a , que cada dia se h a hecho mas fiera y a tre v id a á la som bra de una la rg a im p u n id a d , no se cansa de la­ c e r a r el desdichado seno de esta madi*e t ie rn a y afligida. Durante los h e­ lios dias del reinado de vuestro a u ­ gusto ab u e lo , una a d m in is tra ció n p ró vida y firm e había contenido y aun ilu m in a d o á n uestros d e sc a rria ­ dos h erm an os por vias p uram en te rep resivas. Ya in n u m e r a b le s c o n ver­ siones hacían nacer la dulce espe­ ra n z a de que todas las ovejas de I s ­ ra e l no f o r m a ría n mas que un solo rebano bajo las. leyes de un solo, pas­ to r , cuando insen sib lem rnle se r e l a ­ ja ro n los saludables resortes de una política com binada con tan ta sa b id «ría. *A l simpte cotejo de las quejas, sucesivamente elevadas á los pies del tro n o desde el año de i ; 4 5 p o r t a s asam bleas del clero, la m a rch a inso ­ lente de los r e lig io n a rio s presenta

acrecentam ientos sensibles y la mas espantosa progresió n. En fin , los nuevos d e sm a n e s, recopilados en los su m a rio s de las asam bleas p ro v in c ia ­ les, presagian un a tempestad tan vio­ len ta , que v a c ila rla n u e stra e sp eran ­ za si no llevásemos el tim ó n bajo los auspicios in m o rta le s de. aquel cuya p a lab ra m a n d a al furo r de los vien ios y las olas. E n otro t ie m p o , Señor, Jos r e li­ gio narios estaban rig o ro sam e n le es-: cluidos (según las ordenanzas) de los cargos, empleos públicos, plazas m u ­ n ic ip a les y o tras ad m in istracio nes, pro pias para darles influencia y cré­ dito entre sus conciudadanos. Hoy dia se m u ltip lic a n las in f r a c ­ ciones. A d m itid o s bastantes veces á los cargos de procurador, escribano, n o tario y abogado, tom an asiento en la s m u n ic ip alid a d e s y en las oficinas en calidad de a d m in istrad ores. E n ­ cargados tam b ién en vario s lugares del gobierno de las escuelas públicas, n a d a l ia y que Ies im p id a hacer a r ­ r a i g a r sus preocupaciones en el a lm a de un a juventud tiern a y flexible. En o tro tiempo los re lig ion arios no celebraban ju n ta s p ara asuntos de re lig ión , ó las convocaban con sigilo en lu g a re s desviados y s o lita rio s: las

(1) Los Diputados del primer orden en esta asamblea eran: el señor Cardenal de la Rochefoucault, Arzobispo de Rouen , presidente; el señor Arzobispo de Tolosa , d de lih arn s . el de A ix , él de A rles, el de Auch; ¡ns señores Obispos de Fícvcrs, Ma<~on t A gd rt Castres, D ol , Agen, Vence, Valenre, Clerrnont y B lvis.

funciones ejercidas por sus m i n is ­ tro s y predican tes oran r a r a s y c la n ­ destin as'; se p r o h ib ía con lodo c u i­ dado c ualquiera publicación de actas que h u b ie ra n podido descubrir y p a ­ te n t iz a r su estado. Hoy día la celebración de las j u n ­ tas es n o to ria y común. P r é d ic a s es­ tablecidas á las puertas de las c iu ­ dades mas -populosas y aun á las in ­ mediaciones de n uestras iglesias, i n ­ su lta n á las o rdenanzas con cánticos tumultuosos y estrepitosas ceremo­ n ia s, El reino está inundado de un a m u ltitu d de falsos pastores , que no temen lle v a r á los enfermos la c e n a sin m iste rio , n i esparcir impresos en forma de in s tr u c c io n e s, y órde­ nes sobre los grandes acon tecim ien ­ tos de la nación , n i ten e r entre sí conventículos num erosos y frecuen­ tes en épocas fijas y sitios d e te r m i­ nados. Se han hecho sab e r 4 estos falsos pastores las p rohibiciones de las leyes ¡ pero llega su osadía basta dispensar de los actos de b autism o y m a trim o n io , formalizados con cierta especie de autenticidad en algu nas pro vin cias, en v irtu d de órdenes s u ­ periores dadas al principio del año de 1774* Estas órdenes no lian sido aún revocadas, á pesar de la i n d i g ­ nación que el d ifunto r e y m anifestó en esta parte. P o r últim o, se toleran casi un iv ersa lm e n te las exacciones de sum as re p a rtid a s á los súbditos de V. Rl. parp satisfacer á las e x o rb i­ tantes contribuciones que exigen los m in is tr o s y p re d ic a n te s, re com pen ­ sados asi en cierto modo de la vio­ lación de las leyes y de los alen tad o s d irigidos contra la t r a n q u ilid a d del Eslado. E n otro tiempo los religionarios no se lo m ab a n la lib ertad de dog­ m a t i z a r en púb lico; respetaban esterio rm en te las procesiones y otras prácticas so lemnes de la Iglesia, A h o ra cada dia se d istin g u e , por decirlo asi, con nuevas irre v e re n c ia s

á n u e stra s cerem onias y á nuestros m iste rio s . A q uí es hecho trizas el signo ad o rab le de n u e stra redención por un populacho desenfrenado; a lli se h an pro ferido h o r rib le s blasfemias c o n tra la ad o rab le persona de J e s u ­ c risto presente en la sa g rad a E u c a ­ r i s t í a ; mas a l lá antiguos católicos h a n sacudido el penoso yugo de n ues­ t r a m o ral, p a ra echarse con escánda­ lo en los brazos de u n a secta lib re é independiente ; p o r todas partes h a n sido hollados a b ie rta m e n te y con i n ­ solentes befas los antiguos preceptos de la ab stin e n c ia de carnes y de la santificación d é l a s fiestas. Deténgase uno á c o n sid e ra r estas em p resas de los p ro te stan te s, hechas con u n a a u ­ dacia nueva y ha m u ch o tiempo des­ conocida ; exam ín en se esa m u ll í tad de escritos compuestos en su favor, y d istrib u ido s con indecible p ro fu­ s ió n ; dése oído al g r ito gen eral que resuen a por todos los ángulos de la F ra n c ia ; no parece j in o que la I g l e ­ sia se ve am enazada de p a r t ir su i m ­ perio con u n a orgullosa r iv a l, y que la p a tr ia v a aún á s u f r ir el dolo r de v e r lev a n tarse en su seno un a l t a r c ontra otro a lia r . Pero á pesar del disgusto que causan estas tristes ideas , la calma, Señor, renace en lodos los corazones cuando volvemos los ojos h á cia el trono y consideramos el celo de V, M, p o r la conservación de la fe c ató li­ ca, y la sa b id u ría de los designios.que presiden á vuestra gloriosa a d m in is ­ tración. M u ch as veces se toma tino la lib e rta d de exagernr v isib le m e n te la ocasion peligrosa de que t riu n fe n los protestantes , por el desconsola­ d o r recelo de que el m al que cansan estas d esgraciadas víctim as del e r r o r se a u m en te con su núm ero. Si el v erdadero estado de nuestros descar­ riado s hermarros se justificase por conducto seguro , ciertas indagacio ­ nes conso ladoras, hechas ya en a l ­ gunas p a rles del r e i n o . nos mueven

á pensar, que aquellos fastuosos e m ­ p a d ro n a m ie n to s s u fr ir ía n un a reduc­ ció n de mas de dos terceras parles. Sea l o q u e f u e r e , la relig ión católica e s sin disputa la religión d o m in a n te, la religión nacional. Esta religión sa n ta lleva sobre stt aug usta frente l a m arca y sello de su d ivin o F u n d a ­ d o r . Su m o r a l , sus d o g m a s, su dis­ c i p l i n a , su c u lto , toda la economía de su legislación no tienden sino á h ace r sabios y felices. Ocupando el tro no desde Clodoveo , reúne al pie de los a ltares ai m o n arca y a sus súbditos. Sus estandartes de paz son los únicos que ondean lib re y pú­ b lic a m e n te en toda la estension de la m o n a rq u ía . Cuanto m as digno os m o strá is , S e ñ o r, del alto puesto á q u e el cielo os ha elevado para nues­ t r a felicidad , tanto menos tememos s u f r ir el am argo dolor de v e r al ilus­ tre heredero del cetro y de la fe de S a n Luis h a cer tracio n á la a n tig u a creencia de sus p a d r e s , se m b ra r en medio de su pueblo los escollos de la s e d u c c ió n , sacrificar la n ación e n ­ tera á un a porcion de ciudadanos, p e r m i t i e n d o , por medio de una de­ rogación vo lu n ta ria de las leyes d e l E sta d o , que el e r r o r levante , como l a v e r d a d , tem plos p ú b lic o s , y es­ tablezca un culto solemne, L a p rim e ra v icto ria a b r i r í a el c a m in o á revolu ciones aún mas f o r ' m id a b le s. A quellas b a r r e r a s s a g r a ­ das, tan eficaces p a r a con ten er el ím p e tu de las pasiones, se a r r u i n a ­ r í a n insen sib lem ente p a ra d e ja r su lu g a r á la culpable in d iferen cia de la s r e lig io n e s , dogm a h o r r i b l e , que seca la jugosa ra iz de las virtud es, apaga la llam a del se n tim ie n to , y es in c ap az de p ro d u c ir o tr a cosa que r u in a s . Siguiendo la r u t a t rasa da con ta n to conocim iento por el i n ­ m o rt a l obispo de MeauX) el ojo o b ­ s e rv ad o r v e rá sie m p re en la in c re ­ d u lid a d m o d e rn a el detestable v a s ­ tago del tro nco fa ta l p lan ta d o en el

siglo X V I p or los gefes de la re for­ m a . No siendo capaz n in g ún c o n t r a ­ peso de c on ten er e l vuelo de una r a ­ zón a m b ic io s a , ha debid o , cayendo en u n a y o tr a p a r t e , p re cip ita rs e y perderse en aquel espantoso caos de d u d a s , blasfem ias y a n a rq u ía . S in t r a e r por testigo en este lu g a r á la fama p ú b lic a , ni p re v a le m o s de las confesiones que se han escapado á la indiscreció n de los m a s célebres c a lv i n is t a s , ¿ n o hem os visto á la m ism a escuela de G in eb ra ofrecer hace tres años el escandaloso espec­ táculo de u n a tesis p ú b li c a , y no im p u g n a d a , en la que no se han avergonzado de h ace r p ro blem ática la d iv in id a d de nuestro señ or J e s u ­ c risto ? Dique e te rn o , que se p a r a r á siem p re el sim p le deismo del c r is t ia ­ n ism o v e rd a d e ro .T a m p o co puede pa­ sarse en silen cio que la re lig ió n p ro te s t a n te , auto rizada e n tre noso­ t r o s , se h a r ia bien pronto el asilo de un a m u lt itu d de in c ré d ulo s, que habiendo a b ju rad o la revelación en el corazon , y no atreviéndose á m a ­ n ife sta r e ste r io rm e n le tan c r i m i n a l apostasía, e n c u b riría n con arte la n u ­ lidad de su creencia bajo la e n g a ñ o ­ sa m áscara del protestantism o. Si fuese p e r m itid o , S i'ñ o r , á la auste rid ad de n u e s t r o m in is t e r io a p o y a rse en reflexiones políticas , nos to m aríam o s la lib ertad de recordar ú V, M. que la diversidad de culLos públicos es casi siem p re un foco te­ m ib le de disensio n rs. El gobierno p u ra m e n te m onárquico de la F r a n c i a , el c a r a c te r a rd ie n te y voluble de sus h a b i t a n t e s , todo h a r ía a ú n m as borrascoso el choque de esta d i - r versidad. Supongam os que el m e m o ­ ra b le acon tecim ien to , consum ado e n el ú ltim o siglo p o r un m o n a rc a ta n profundo en la ciencia de r e i n a r , h a y a efectivamente producido los s u ­ puestos m ales de que le acusan sus d e tr a c t o r e s , d e r r a m a n d o en el seno de las naciones estran ge ras j a m e n -

sos tesoros, colonias flo reciente*, y el precioso conocimiento de nuestras a rles y dtí nuestras m a n u fa c tu ra s; ¿cómo r e p a ra r semejantes pérdidas despues ile la revolución di? casi cien aiios c u m p lid o s? ¿No sor/a i r r i t a r mas y en ve n en a r la lia "a tn vez de c e r r a r l a , qu erer ah ora robarnos por una segunda veneración los grandes beneficios que nos lian indemnizado dt; las desgracias de la p r i m e r a ? De esta suerte recia murrios la unidad del culto religioso y ia estabilidad del orden civil. ¿ Y qué nuevos lítu los hub iera ad q u irid o de la benevo­ lencia de los reyes esla masa de h om bres independientes que se glo­ ria b a n en o lio tiempo en escritos sediciosos de haber descubierto el origen puram en te hum an o de la a u ­ toridad r e a l , al paso que la d o ctri­ na católica pone su cuna en el cielo, y nos la representa cubierto de los m ism os rayos de la d iv in id a d ? T o ­ dos los anales del c alvin ism o presen­ tan una serie desconsoladora y no in t e rru m p id a de c o n ju ra c io n es , de g u e rra s civiles y con mociones po­ pulares. Se dil ia que una aten ta jirovid en c ia solo ha perm itido poro ha en un a isla vecin a la funrst:l re n o ­ vación de estas escenas de sangre, para ilu s t r a r mas y rúas á los go­ biernos del c a ra c le r constante de un a s e d a re p u b lic a n a , asi por la fuerza de las m á x im a s , como por la esencia de su c o n stitu c ió n . De este triodo el a l i a r y el trono se verían espue.slos á nu m ism o peligro si la heregía llegase algún dia á ro m p er sus cadenas. El deber exigía deponer nuestros temores y zozobras en el seno p a te r­ n a l y religioso de V. M . A vuestra profunda sabiduría está reservado d e te r m in a r los medios de hacer des­ ap arecer las falsas e s p e r a r la s de ¡os protestantes, y con tener el dcsarrullo de una form enlacio n no menos p e­ ligrosa para la Iglesia que p a ra el

Estado. Séauos perm itido o bservar, que el m in is te rio de los sectarios m a n tie n e en medio de vuestros p ue­ blos el funesto esp íritu de cisma y reb elión ; que no se puede e s l e r m i n a r r a d ic a lm e n te este nial sin a le ­ j a r para siem p re á los p red ican tes e s t r a n g e r o s , y sin t o m a r m edidas p ara que los n acionales no se mez­ clen m as en lo sucesivo en tas fun ­ ciones de los falsos p asto res, funcio­ nes cuyo ejercicio es tanto mas fu­ n e s to , cuanto mas i r r e g u l a r e s su

principio. Denunciando, Señor, de este m o ­ do los nuevos proyectos del e rro r, no venimos á a r m a r el brazo v e n g a ­ dor de vuestro poder contra la p e r­ sona de los descarriados sectario?: en vano se obstinan en desconocer n u e stra voz; serán siem pre nuestros semejantes, nuestros conciu dadanos, nuestros herm an os y aun nuestros h ij o s , si g u s t a n , en el orden de la r e lig ió n ; siem p re los a m a r e m o s ; en lodo lifinpo los qu erre m o s. Lejos de, nosotros la sola idea de la c u chilla V la espada. La m ilicia á que p e r te ­ necemos es p uram en te e sp iritu a l. T iernos y lum inosas in stru c cio n e s, ejemplos de persuasió n , oraciones fervorosos , una beneficencia dulce, oficiosa, u n iv ersal é in a g o tab le , he a quí principalmente, las arm as del apostolado. El estado eclesiástico es de todas las profesiones la que mas esencial mi en le se se [jara de los medios de rig o r. T a l es también la delica­ deza y pureza de sus d o c t r in a s , que está prohibid a la e n trada en el S a n ­ tu a rio al g u e rre ro que ha c o m b a ­ tido por la causa mas justa, y al m a ­ gistrad o cuyo voto h a ya influido en el suplicio del rúas ab o m in ab le m a l ­ hechor. A la apacible so ni lira de los a l t s r r s t ndo re sp ira moderación, p a ­ c iencia, a m o r f ra te r n a l, nobles y h e ­ rédeos sacrificios; todo allí a lim en ta al a lm a con las grandes lecciones de aquella caridad cris lia na , m u y su-

p e n a r p o r la e n e rg ía y constancia de sus d iv in a s in s piracion es á los dehiles y pasaderos m o v im ie n to s de u n a se n sib ilid a d p u ra m en te h u m a ­ n a . Cuanto menos se debilite en n o s­ otros el a n tig u o e sp ír itu sacerdotal, m as se e n s a n c h a rá n n uestras e n t ra alas m isericordio sas y com pasivas, al v e r sie m p re en esta m u lt itu d de a l ­ m as p erd id as un Dios que m uere p o r s a lv a rla s . A c e rq ú en se , pues, los p rotestantes con confian za, y h a ll a ­ r á n en nosolros el celo del Apostol y la t e r n u r a de u n p a d r e ; les a b r i ­ remos n ue stro s c orazo nes, les e stre ­ c h a r e m o s en nuestros b r a z o s , los r e ­ garem os con n u e stra s lá grim a s, F e ­ lices si la sa n g re de los pastores d e rra m a d a p o r esta porción dispersa del r e b a ñ o , la obligase por ú ltim o á p r e s t a r hom enage á los verdaderos li'Lulos de n u e stra m isió n. M ie n t r a s t r a t a m o s , S e ñ o r , con el tiern o in te ré s del apostolado de m u lt i p l i c a r n u e stras conquistas so ­ b re la h e r e g í a , "V- M . se d i g n a r á s e ­ c u n d a r nuestros e sfu e rzo s, d e r r a ­ m a n d o de dia en dia sus gra c ia s y sus dones sobre los recientem ente c o n v e rtid o s, no p a ra poner precio á las a lm a s (es un engaño em p lear este vergonzoso medio de p ro p ag a­ c ió n ), sino p a ra esiender u n a m ano benéfica á aquellos generosos prosé­ l i t o s , que no h an temido sacrificar la s riqu ezas de la t i e r r a a l tesoro de l a fe, Y a , Señor, se ha consagrado á este piadoso objeto u n a p a rte del derecho tem p o ral que os pertenece so­ b r e los arzobispados, obispados, a b a ­ d ía s y otros beneficios consistoriales va c a n te s, Nos a tre v ería m o s á re p re se n tar á 'V, M . que este ram o in te re sa n te de re n tas p o dria pro d ucir a ú n mas en beneficio de la re lig ió n si V . M,( empleando en fa v o r de la obra de los re cicn con vertido s la porcion de loa frutos afectos á este fiu por los re glam en tos, m a n d a s e : i," Que cada

obispo fuese p re v ia m e n te oido y c o n ­ sultado antes de d e te r m in a r el esta­ do de los fondos p ara su diócesis. a.° Que las pensiones y gra tificac io ­ nes fuesen dispensadas con p re feren ­ c ia en las p ro vin cias en que b a y a m a y o r núm ero de re lig io n a r io s , co­ mo en el D elfinado, en el Languedoc y la G u ie n a , &c. 3 .° Que no fuese creada en !o sucesivo pensión a lg u ­ n a sino en v is t a de un documento de a b ju ra c ió n en debida f o r m a , ú otro título e q u i v a l e n t e , con o b lig a ­ ción de p re se n tar cada año u n c e r t i ­ ficado de c ato lic ism o , lib ra d o g r a ­ tu ita m e n t e p o r el o rd in a r io del ter­ r i t o r i o ; todo sin p erju ic io de las s u ­ m as dadas p a ra la educación de los jóvenes p rotestantes de uno y otro s e s o , instruidos á vista de los obis­ pos en los p rin c ip io s de n u e stra fe. L a especie de concurso ó influencia que to m am o s, la lib e rtad de re c la ­ m a r en esta clase de d istribuciones, p a re c e , S e ito r, l a n t o mas favorable, c uan to qtte estos nuevos católicos lia n s id o , por decirlo a s i , e n r i q u e ­ cidos con n uestros despojos. En-efect o , según los térm inos de las letras patentes del mes de diciem b re de 164 1 , el r e y Luis XIII tuvo á bien c o n t r a e r la o bligación solemne c i r ­ revocable de d e ja r á los nuevam ente p rovistos en arzobispados y obispa­ dos el entero goce de los fruto s d e ­ vengados d u r a n t e la v a c a n t e , sin re ­ s erv a 111 d istin ció n ; obligación que se llevó á efecto en toda su eslension con u n a fidelidad e sc rup ulo sa, aun con respecto á las a b adías y p rio ra to s v acantes h a sta en el año de 167 5 . Se cercenó entonces la 3 .a p a rle del espresado producto p a ra a y u d a r á la subsistencia de los neófitos. U n r e ­ g lam en to moderno m a s favorable á estos les concede la totalid ad de las r e n ta s por p e r c ib ir desde la época de la vacante hasta la fecha del des­ pacho ó título de n o m b ra m ien to del sucesor, asi prescrito por el decre­

to del Consejo dada á i 3 d« m arzo de 1734» en form a de reglam ento general. Reuniendo las disposiciones de este reglam ento á las letras p a ­ tentes ya citadas del mes de diciem bre de i 6 4 < t resulta claram ente que la masa toLal de los frutos deven­ gados durante la v a ca n te , debe ser distribuida entre los sucesores en los beneficiosy los nuevamente conver­ tidos. £1 difunto rey por un lado ha cercenado el derecho de los prim e­ ros para m ejorar por otro la p o r­

cion ele los segundos; pero todo otro destino estraño á este doble objeto se opondría al espirita y testo de las leyes emanadas en este panto de la bondad de vuestros augusto? prede­ cesores, Cuanto nuestra con vicció n es m ayor de que e] grande y magna*, nim o corazón de V . M . se halla adornado de los mismos sentim ientos, tanto roas nos atrevem os á solicitar confiados la ejecución de estas precio* jas leyes.

ADVERTENCIA.

E l original fra n cé s pone á continuación de estos documentos la decla­ ración del Rey, fe ch a en Versalles d i $ de mayo de 1 7 3 4, que contiene. 18 artículos para impedir que el protestantismo cundiese nuevamente en Frane­ cia. Los mas principales de ellos pueden verse á la pdg. 53 y siguientes, por lo que no se inserta aquí dicha declaración. Igualm ente se ha omitido el reglamento que se fo rm ó en la R o chela el dia 10 de mayo de i 6 a i , por los protestantes que tenían a llí su asam ­ blea ) para erigir la, F rancia en república: de este reglamento hace m en­ ción el autor fra n cés en la prim era parle. Publicóse este documento aquel mismo año 1 6 a 1, en el tomo 9 del Mercurio de F ra n cia t pdg. 3 11. A continuación de este difuso reglamento añadió el original fra n cés un e stra d o <¿ei-discurso acerca de la ju sticia, dedicado a l R e y por M r, M ore a u , cronista de Francia. Se han omitido también estos trozos por ser de poca utilidad para nuestra asunto, y porque contienen algunas ideas bas­ tante ambiguas acerca de la valides de ios matrimonios , que pudieran dar lugar d varias interpretaciones*

DISCURSO DEL TRADUCTOR.

¡V^uán grato y reconocido afecto hacía la divina P ro v id e n ­ cia debe ocupar el corazon de los españoles al concluir la lectura del anterior d iscurso ! ¡V e r esa nación vecina consti­ tuida el blanco del ñero p rotestantism o, esperim entando los golpes mas funestos de su san g uin ario fre n esí, presentando por todas partes escenas de h o rro r y u n aspecto m o rib u n d o , cuando la España se paseaba con señorío por la estension anchurosa de dos mundos, cuando su le n g u a g e era u n idio­ m a universal, y su nom bre tan im ponente que infundía te rro r á todos sus contrarios! Al considerar que entonces los africct~ mjs de Europa conquistaban poderosas naciones, p ren d ían r e ­ yes estrangeros, arm aban escuadras invencibles contra los in ­ gleses s us rivales, batian á los esgmzaros de A lem ania, dom a­ ban á los mendigos de B a t a v ia , y alejaban á los hugonotes de las puertas de P arís , ¿ q u ie n no tr ib u ta r á aleg res homenages al Dios de los e jército s, que dispone á su arbitrio de los sucesos de los r e in o s, ya prem iando á unos los im p o r­ tantes servicios q u e prestaron á su religión inm aculada ele­ vándolos al grado mas alto de e sp le n d o r, y a perm itien do que dom ine en otras el lib ertin ag e y el f u ro r para su m e­ recida h u m illa c ió n ? S e g u ra m e n te á n uestra patria dispensó el cielo u n a predilección p a r tic u la r en aq u el tiempo , g r a n geán do la inm arcesibles lauros en justa recom pensa de su religiosidad. P e ro al trave's de tan claros motivos para encom iar aEspaña á la faz del o r b e , hoy tenemos que m u d ar de estilo,

p orque, com parando su estado an terio r con el presente, d e ­ ben causarnos ru b o r sus g lo rias pasadas. A la v e r d a d , ¿qué te resta , nación Infortunada , de tu antiguo poder y n o m ­ b rad la ? ¿Q u é de aquellas tus celebres victorias y co n q u is­ ta s? ¡N o mas q u e la m e m o r ia ! Sem ejante tu o rg u llo al de u n hidalgo pobre y despreciado, á falta de hazañas y de cau­ dales propios, te deleitas neciam ente al re ferir los timbres de tus m ayores , y leer en viejos pergam inos las sum as de sus crecidos capitales. Increíble pareciera á los q u e nos precedieron hace poco mas de un siglo , v er la opulencia en q u e dejaron su patria cuando descendieron al sep u lcro , y cotejarla con la que aho­ ra tiene. Si ellos se levantaran de sus tu m b a s , al m ir a r tal abatim iento y decadencia , no d esplegarían sus labios sino p ara ro g a r al cielo q u e les hiciera volver precipitadam ente al lú g u b r e l u g a r de los difuntos. Q ueriendo yo buscar la causa de una m udanza tan triste y dolorosa, veo que todos aquellos bienes fueron fruto del acendrado y puro Catolicis­ mo , q u e hacia entonces el honor de los españoles ; asi como nuestras calam idades y desgracias provienen todas de la re­ lajación de costum bres y m áxim as seductoras con q ue se vilipendia en el dia la augusta religión de nuestros padres. Sien do esta la única que profesaba la España, formaba de to­ dos sus hijos u n a sola opm ion, re g la b a su conducta , influía esclusivam enie en su legislación, perfeccionaba su caracter, y hacia respetar el nom bre español como un antítesis del pro­ testante. He aqui mi fundam ento para decir que el Catolicismo produjo aquellas felicidades, que hacían nos m irase con e m u ­ lación el universo; porque, habiendo preservado á nuestra pa­ tria del contagio que infestaba á otras polencias, p udiero n nuestros predecesores bien unidos com batir denodadamente á todos sus ad v ersario s, y llevar á cabo las mas famosas con­ quistas. Si la h ereg ía hubiese llegado á en tra r en nuestro sue­ lo, es seg u ro que nos h u b iera dado en cam bio de victorias (lo único que suele) r u in a s , calamidades y desastres. Esto me propongo hacer ver en el presente discurso, y al mismo tiem­ po llam ar la atención de los lectores acerca de los conatos con q u e en el dia intentan los protestantes introducirse en España, manifestándoles á continuación los males q ue resu ltarían de

su establecimiento. P a r a m ay o r clarid ad presento las cues* tiones siguien tes : 1.“ ¿Q u é h ub iera sido de España si se hubiese intro­ ducido en ella el protestantism o? 2 .' ¿E s de tem er con fundam ento que se introduzca en n u estra p a tria ? (* ) 3 / ¿ Q u é será de España si lle g a á introducirse en las actuales circu n sta n cias? T r e s puntos q u e espero serán considerados por m is lec­ tores como interesantes en el dia , y q u e por v en tura mis reflexiones les e stim u la rá n á ilu stra r esta m ateria con otras m as sólidas y elocuentes, §• I*

¿Qué hubiera sido de España si se hubiese intro­ ducido en ella el protestantismo? A l presentar esta cuestión conozco h ab e rm e colocado en u n terreno harto resvaladizo , eligiendo por cam po de discu­ sión el de las co n je tu ra s, ó qu erien d o (por decirlo a si)h a c e r de profeta acuca de lo pasado . E l asunto á p r im e r a vista no ofrece dificultad ; sin e m b a r g o , no es tan fácil como pa­ rece su aclaración. P ara esto prescindiré del método escolás­ tico y d o c trin a l, apoyándom e p recisam ente en lo que nos enseña la esperiencia. A brase la historia ; recórranse los su­ cesos del siglo XVI. A le m a n ia , F r a n c ia , I n g la t e r r a , Suiza, los Paises B a j o s , la E uropa toda se verá ardiendo en g u e r ­ ras intestinas por causa de religión. P e ro en medio de u n a disolución tan g e n e r a l, la España, cual un castillo levantado sobre u n a roca in esp u g n ab le, dom inando los m ontes, s e d é ­ is) N o t a . C ed ie n d o á l o s deseos de a lg u n a s p e r s o n a s celosas, he c o n se n t id o se in s e r t e e s la seg und a p a r t e sobre las tentativas que se kan hecho p ara la introducción dei protestantismo en España, e s c r it a p o r el p r e s b ít e r o D, Manuel Gumiei con m o t i v o de la c a r t a del m i n i s t r o p r o t e s t a n t e Ilute. y del p ro y e c t o de ley de l s e ñ o r m i n i s t r o de G r a c i a y J u s t ic ia s o b r e ju ris ­ dicción Eclesiástica , 5 p e s a r de qu e en el p r ó l o g o s o l a m e n t e se a n u n c i a b a n dos p a r l e s , p o r h a b e r o c u r r i d o estos sucesos al p r i n c i p i o de la i m p r e s i ó n de la o b ra .

ja ver respetada de las llam as y líb re del in c e n d io : entonces tenia paz consigo m ism a, y hacia m arch ar sus huestes inven­ cibles contra naciones estrañas, AI hom bre im p arcial le será f á c i l » si ha leido a lg u n a cosa de aquel tie m p o , encontrar la verdadera causa q u e preservó n uestra am ada patria de las escenas te rrib les que presentaban por todas partes víctimas de u n encono funesto en las demas naciones. M í án im o no es hacer aqui la apología del trib un al de la f e , c u y o s actos, consignados ya en la historia , reclam an la im parcialidad y despreocupación de todo hom bre honrado: con todo, q uiero recordar aquella m áxim a v u lg a r de Montesquícu: "E s discur­ r i r mal.... (decía aquel célebre publicista en su obra del Ess p í r i l u d e las leyes) form ar en u n a obra g ran d e una dilata­ d l a enum eración de los males q ue p r o d u jo , ó (p o r hablar » exactam ente) de los que ha servido de protesto, si no se »hace olra de los bienes que ha causado,” Hecha esta li­ g era indicación , paso á m anifestar el riesgo en que se vio España de co rre r la fatal su erte de la E uropa. Sabido es que la llam ada reforma cuenta su o rigen des­ de el ario 1 5 3 0 , cuando turbaban la tranquilidad de nues­ tra patria tumultos considerables. Disgustados los pueblos al ver todos los destinos en manos de los flam encos, q u e ch u ­ paban la riqueza del país y vendían la justicia; disgustados tam bién de u n rey que estaba continuam ente en g u e r r a con las naciones estran geras , y en viage fuera de su re in o , die­ ron un grito gen eral de indignación. Al propio tiem po los agermanados de Valencia renovaban las sangrientas escenas de la unión , q ue con p lum a apasionada dibujó bien al vivo Don P ed ro el Ceremonioso. A lgunos genios impacientes, aprovecbando la predisposición de los pueblos, se lanzaron á la revolución y concitaron ios ánimos, ¡ Q ué situación tan tris­ te para España! Divididos sus hijos en ideas políticas, fal­ taba solo para que fuese completa la discordia que también hubiese contrariedad en punto á religió n , y estuvo m u y es­ puesto á suceder asi. Carlos Y , á fin de r e d u c ir algunos de los ilusos por m e d io s p r u d e n t e s , resolvió m andar á A lem ania varios teó­ logos y predicadores españoles (lo mismo que hizo su hijo F elipe cuando fue á casarse con la Tcina M aría de ín gla-

t é r r a ) , dándoles el plausible encargo de sostener el dogm a católico en sus c o n feren c ia s, y reb atir los sofismas de los hereges. P o r d esg racia algunos de los predicadores, en Tez de ilu strar á otros, con el trato y roce de los protestantes se contagiaron á si mismos, y al regreso para esta su patria principiaron á d ifu n d ir sus errores y a d q u ir ir prosélitos; de modo q ue (como dice Illescas , Hist. pont. part. g .^ a f io 1 5 5 9 ) wse tuvo creído que si dos ó tres meses se tardara en r e » m e d ia r este dafío , se abrasara toda E spaña," C u é n ta m e en tre los apóstatas Agustín C azalla , célebre p red icad o r, los herm anos Egidio y Constantino de la Fuente, canónigos de Sevilla , Francisco y Juan de Encinas , Juan Diaz , Isido­ ro de la R eina , hum an ista famoso, y otros varios. P ero acudiendo á tiempo el sanio Oficio prendió á los principales y los demas lograron evadirse de sus pesquisas, y m archaron á ponerse bajo la protección de E n riq u e VIII y de los conci­ liábulos de Ginebra , dejando de este modo la nación libre de los horrores de u n a g u e r r a civil y religiosa, cual la tjue poco después estalló en F ra n c ia , donde quizá habia menos elementos q u e entre nosotros para ella , si se tiene en co n ­ sideración lo que acabo de decir acerca de las disensiones políticas en que se hallaba el reino. Es claro, por tanto, q ue fue inm inente el riesgo de haberse introducido el protestan­ tismo en nuestro suelo, Y entonces, dividida la España en punto á r e lig ió n , ¿ h u b ie r a jamás visto los dias gloriosos de E rri y de P a v ía ? Discordes sus hijos en opiniones re lig io ­ s a s , y hechos los unos víctimas de los o tro s, ¿ no hubiesen vuelto contra sí mismos las arm as que su b y u g a ro n á los ene­ migos e stra n g ero s? ¡Q u iz á no hubiera dejado de ser presa ya entonces de sus contrarios fem entidos, codiciosos por ven­ g a r sus agravios pasados! Recibidos en In glaterra los apóstatas p ró fu g o s, se ocu­ paron allí en redactar una confcsion de le que con tenia S i a rtícu lo s, y en trad u c ir y a d u lte ra r las B i b l ia s , q u e f u r t i­ vam ente introducían en España. Hablando uno de ellos so­ b re este p articular (el calvinista Valero), en una exhortación que precede á su B ib lia , dice asi:
« h a c e r bien á su nación , llevó m uchísimos de estos e je m » p ia r e s , y los distribuyó en S evilla ano 1 5 5 7 .” No fue esto lo peor, sino que viendo el n in g ú n f ru te que conseguían por la vigilancia del trib u n al de la f e , desacreditaron al gobierno con mil imputaciones m alignas y ab su rd as, las m is­ m as q ue con todo su patriotismo han copiado los ilustrados críticos del siglo XIX. P o r fortuna C a r lo s , habiendo esperim entando á pesar suyo los efectos de la hipocresía refor­ madora , conociendo los elementos disolventes que la alim en ­ taban , y los fatales resultados que eran natural consecuen­ cia de sus proyectos , abrió los ojos, y escarm entado por lo q u e sucedía en el estrangero, libró á España de tan terrible azote. ¡ P eligrosas por cierto fueron las circunstancias en que se veía nuestra p atria! Pero si en aquel tiempo h ub iera ocasio­ nado el protestantismo estragos dolorosos á causa de las dis­ cordias políticas, porque las hubiese irritado en g r a n m ane­ ra , en el reinado de su hijo F elipe II no h ub iera ocasiona­ do menos males. P rescindiendo de las simpatías que ligaban al príncipe Don C arlo s, su h ijo , con los protestantes de los Paises Bajos, y de otros muchos hechos análogos que pudie­ ra recordar , me concretaré á los sucesos de A rag ó n en \5 9 1 , para manifestar las desgracias que acarre ara entonces la i n ­ troducción del protestantismo. Antonio P&rez acababa de caer de su secretaría , y aca­ so fuera ‘decapitado á no haberse huido y puesto á salvo del pelig ro q u e le amenazaba con la protección de los fueros de A r a g ó n , su país natal. L a inquisición, despues de varios procedim ientos jud iciales, reclam ó su persona, alegando con fundam ento, que habia tenido combinaciones secretas con la célebre Juan a d 'A lb rit, reina de Navarra, para e r ig ir coa su auxilio la corona de A ragón en república independiente. P ongám onos en aquella e'poca , y reflexionemos lig eram en te sobre la situación de España. F elipe II se hallaba en g u e r ­ ra con los Paises Bajos , con parte de Italia , y (como p ro ­ tector de la lig a ) con los hereges de F ran cia. A l m ismo tiem ­ po P o r t u g a l distraía sus fuerzas, porque veía u n Don Se­ bastian en cu a lq u ie r impostor q ue tomaba el n om bre de aquel monarca. Los catalanes llevaban con impaciencia el y u ­

go de la dominación castellana, y recordaban ansiosos aq u e ­ llos tiempos en que los regia el ceiro paternal de los reyes í!e A r a g ó n : los valencianos , am igos siem pre de noveda­ des, estaban prontos á secundar las resoluciones de los agermanados. E n tal estado, desmembrados los tres reinos de la com unidad española, ¿ h u b ie r a podido Felipe II luchar ven­ tajosamente con las potencias estrangeras ? ¿ H u b ie s e podido reco b rar á P o rtu g a l si todo A ragón se hubiera levantado en masa al g rito de aquel sagaz político, á quien no faltaba seg u ra m en te astucia ni pulso para hacer eslo y m uch o mas? ¿Q u é fuera , p u e s , de la España si u n a parle de sus hijos, si los aragoneses so lo s, hub ieran sido protestantes ? D ividi­ da en pequeñas fracciones, no pudiera f ig u r a r al lado de las demas potencias europeas, y acaso sería presa de a lg ú n ve­ cino avaro y ambicioso. En confirmación de esto obsérvese Jo q u e sucedió con el ejército de Vargas, compuesto de doce m il infanies y de dos mil caballos: el temor solo de un le­ vantamiento del pais basló para disolverlo, sin haber servi­ do mas que para decapitar al Justicia de A rag ó n . ¿ Q u e fu e , pues, lo que conservó enlonccs la integridad de la m o­ n arquía española ? El Catolicismo , y solo el Catolicismo. M artin de la INuza (p r im o del difunlo Ju slic ia ) entró hasta Biescas con quinientos ho m b res, parle fugitivos de Zaragoza, parte bearneses hugonotes. Estos, llevados de su in ­ fame codicia, saquearon la iglesia de aquel pueblo. No fue menester mas para que toda la-montaña se sublevase contra ellos, en vez de prestarles apoyo como se habian prometido; y lejos de secundar sus planes, les causaron una ro m p id a d e r r o ta , seg ún lo confesó el mismo Vargas: únicam ente cinco caballos del eje'rcito llegaro n á tiempo de en tra r en la r e f rie g a , cuando ya los montañeses seguían á los hugonotes dispersos. ¿Q ué suerte cupiera á España, repilo, silo s a r a g o ­ neses hubiesen sido protestadles? Con los brazos abiertos h u ­ bieran recibido ;í los bearneses como á sus libertadores, bien lejos de batirlos. Las iglesias de A ragón, sus alhajas y tesoros pasaran á las manos sacrilegas de los hijos de la reform a; los soldados bisofíos de Vargas h uye ra n medrosos de un pais levantado en masa contra e l l o s ; y la corona de A rag ó n se hubiera separado de la de Castilla. Y en v erd ad , ¿q u é ve-

nian á ser catorce m il hom bres para los tres reinos q u e la co m p o n ía n , teniendo eslos á reta gu ard ia y en su apoyo á E n riq u e IV, el form idable y constante en e m igo de F e lip e ? No hay d u d a: la com unidad española no ex istiera, solo con q u e en aq u el reino se hubiese introducido la he regia. H ay m as: distraídas las fuerzas del re y en A r a g ó n , y perdidos los recursos que le proporcionaba aquel p a i s , era casi inevitable la p érdida tam bién de los Paises E a jó s, cuya conservación reclam aba u n a continua y casi esclusiva solici­ tud. P o rtu g a l h u b iera aprovechado r e g u la rm e n te u n a co­ y u n t u r a tan favorable para sacud ir el y u g o de una con­ quista reciente todavia y 110 bien afianzada , romo lo sacu­ dió a lg ú n tiempo despues , aprovechando ia ocasíon de un levantam iento de Cataluña en circunstancias quizá menos halagüeñas. Verificada esta desm em bración , la península vi­ niera á q u ed ar dividida en Iros g ran d es {anniins, y por con­ siguiente debilitada y constituida en potencia de tercer o r ­ d en , figurando como nación subalterna, y ¡o que fuera peur sin caracter, sin costum bres, sín política, y envuelta en con­ tinuas g u e r r a s , semejantes á las que mediaron entre los re­ yes de A rag ó n y Castilla. Entonces podía haberla invadido una fuerte potencia q u e , atacando sucesivamente á las pe­ queñas fracciones, hiciera con ellas lo que á nuestra vista se ha hecho con la católica Polonia. R esulta por tanto, que si el protestantismo se introdujera en España en tiempo de Carlos V, nos hubiese traído la anarquía ; y en el de Felipe II, p r im eram e n te h ub iera fomentado la discordia, y despues nos dejara por fruto la esclavitud y la impotencia. Pasemos al reinado de Felipe III. L a acción mas notable de este mouarca religioso fue la espulsion de los moriscos, sobre cuyo asu n lo se habló con variedad. Todos convienen en (pie esta raza degenerada ja­ más llegó á profesar de corazon el cristianismo, conservando un odio secreto y fogoso contra los españoles, á quienes m i ­ raba como usurpadores del pais. Se sabe q ue hacían g r a n ­ de estraccion de moneda a c u ñ a d a , valiéndose para ad q u i­ rirla de cuantas tramas suele inventar la mas sórdida y ra­ tera codicia; y que mantornan ocultas com unicaciones, no solo con sus correligionarios de allen d e del estrecho, sino

tam bién con los in g le se s, que los fom entaban seduciéndolos. S u levantam iento en A n dalucía y en M u rc ia , y los motines y asesinatos que cometieron en A ragón y Valencia, justifica­ ron posteriorm ente las voces que por m ucho tiempo h a­ bian corrido sobre sus conspiraciones. N in g ú n autor pone en dud a sus delitos t pero discrepan sobre si convenía ó no conservar unos súbditos de tal especie. Y o no trato de resolver esta cuestión; solo intento hacer observar lo que interesa á mi a su n to , quiero d e c ir , lo com plicadísim a que h u b ie ra sido la situación de España, si el catolicismo no h u ­ biera unido á los españoles para contrarestar á los in s u r ­ gentes. ¿Q u é hubiera pues sucedido en esta nación si e) pro­ testantismo se introdujera en ella en tiempo de F elipe 111? A l modo que los arríanos fácilm ente se aunaban con los bárbaros del Norte (m uchos de ellos idólatras) para hacer frente á los gobiernos que los r e fre n a b a n , es de p resu m ir qu e los protestantes , no solo hub ieran continuado reunidos entre sí contra los católicos, sino q u e , á tru eq u e de ostigar* los, no titubearan en aliarse con los moriscos, como en olro tiempo se unieron á sus abuelos aquellos judíos que había en España cuando la invasión sarracena. Y si á pesar de su aislamiento y abandono se necesitaron du ran te el anterior reinado los talentos y el valor de un D. Juan de A ustria para ab atir su o rgullo y dom ar su cerviz, ¿ q u é resistencia 110 opusieran si hubiesen contado con el apoyo de una porcion de españoles, discordes de los otros en opiniones r e li­ g io sa s, y que á no d u d ar les hubieran ayudado an im á n ­ dolos á la em presa, y prestándoles cspionage, socorros y a u ­ xilios oportunos? Los protestantes, d ig o , que tan poco es­ crupulosos se m uestran en formar alianzas vergonzosas, ¿se h u b ieran desdeñado de unirse á los moriscos? Sus co rreligio ­ narios de Holanda ¿no acababan de darlt*s el ejemplo de pi­ sar la cruz, á fin de arro jar á los españoles del Ja p ó n y de monopolizar su com ercio? ¡C u á n mancillada se viera la g ra n d e obra de Isabel y de F ernando si eslo hubiera suce­ dido! ¡E l ominoso estandarte de la media luna quizá h u b ie­ se vuelto á trem olar sobre los m uros de la A lham bra!..., D urante el reinado del voluptuoso Felipe IV, fácil es in­ ferir las gravísim as complicaciones á que hubiese dado l u ­

g a r u n a escisión re lig io sa , especialm ente al considerar los levantamientos de P o rtu g a l y Cataluña. En el del e n fe rm i­ zo Carlos I[ h u b ieran sido ig u a lm e n te dolorosas, atendidos los disturbios y m o tin e s, cuyo nom bre hasta entonces ape­ nas se conocía en la c o r le , y el abatimiento á que se vid entonces reducida la m onarquía española. Pío me detengo en ir siguiendo paso por paso la his­ toria de nuestro pais, porque sería prolijo á la par que in ú ­ til. Pero no puedo pasar en silencio lo ocurrido en el rei­ nado de F elipe V , porque debe llam ar mucho n u e stra aten­ ción en la materia presente. En la g u e r r a que se llam ó de sucesión, el arch id u q u e Carlos no tilubeó^en valerse de los protestantes para a r r o ­ g arse un trono q ue la Providencia no le había destinado. L a Alem ania , la In glaterra y la Holanda le prodigaron sus au x ilio s; y el descendiente de F elip e II se puso al frente de los hijos de L u le ro para conquistar el título de rey Católico, S u corazon, que no dejaba de ser piadoso y amante del ca­ tolicism o, deploraba los escesos de sus tro p as, y las iglesias de Barcelona y de Valencia gem ian en silencio las rapiñas e' incultos de los q u e le auxiliaban, ¡Infelices auxilios! ¡E l no conocía q u e , cuanto mas ganaba en recursos materiales, tanto mas perdía en el concepto de u n pueblo católico en grado e m in e n te ! Asi es q ue al llegar á la corte, en vez de aclamaciones de triun fo , encontró ú nicam ente desprecio y u n silencio sepulcral ; y no atreviéndose á perm anecer en medio de una poblacion e n e m ig a , regresó del alcazar casi sin apearse. Los hombres esplicamos los sucesos su b lu n ares seg ú n los cálculos naturales y políticos (los que adm ite únicam ente nuestra débil r a z ó n ) ; pero en el orden de los decretos eter­ nos acaso el auxilio de ios protestantes, eu vez de fijar la co­ rona en las sienes del degenerado austríaco, sirviera para pa­ sarla á los nietos de S. Luis. A l recordar aq u ella época fatal de nuestra historia, en que medía nación luchaba con la otra m ed ia, ensayando el d ram a terrible que dentro de u n siglo habíamos de rep re­ sentar nosotros; al recordar, d ig o , u n a «poca que diera el ú lliíuo golpe al nacionalismo español, u n profundo despe­

cho y u n dolor ag u d o se apoderan de mi alma. ¡Epoca aciaga y funesta, que arrancaste tina peña del territorio espa­ ñ o l! ¡ T ú introdugiste en eje'rcilos los protestantes, y tú los viste sentar sus colonias en nuestro suelo!...... ¡G ib ra lia r! ¡Gib raltar! ¿Q u ie n le arran có de manos españolas abusando de tu abandono? ¿Quie'n te conservó con felonía y te retiene para vergüenza de E spaña? ¡G ib r a lia r ! ¡G ib raliar! ¡Q u é es­ pañol no quisiera verte salir de la tiránica opresion en q ue yaces, aun á costa de la sangre de sus venas, ó de lo contra­ r io , que la omnipotente diestra le hu n d iera en el m a r , cual se h u n d ie ra n en otro tiempo las ciudades nefandas! ¡A h ! Sí al n o m b rar á G ib raliar uno solo en España se atreve ¿ e n ­ com iar el protestantismo, yo le delato como á un hijo espú­ r e o , y quisiera arran c a rle hasta el nom bre español. ¡ T e r r i ­ ble verdad !..... Jam ás los prolestanles pusieron el pie en Es­ paña que no haya sido con menoscabo de nuestros intereses. Dígalo Cádiz saqueado por los ingleses al mando de Essex^ el afem inado am ante de la reina doncella; díganlo los des­ trozos q ue á las ordeues de Wellingion ....... vosotros lo vis­ teis , españoles; nosotros siendo jóvenes no vemos sino las ru in as del puente de A lm a ra z , los escombros de mil forti­ ficaciones im portantes, y los sitios donde existieron fabricas brillantes, como la de la c h in a , q u e fueron destruidas por frivolos pretestos en leslimonio de la protección inglesa. • i Y l l habrá quien sea aíecto al protestantismo cuando los in ­ glesas, sus corifeos, inienian despojar á la península hasta del m érito glorioso contraido en la g u e r r a siem pre m em o ­ rable de la in d ep e n d en cia, poniendo en rid ícu lo á nuestros valerosos militares, y adornándose ellos con nuestros tr iu n ­ fos, á semejanza del grajo con plum as de pavo r e a l ? D eje­ mos este p u u t o f porque late con violencia el coraron, y la san g re hierve en las venas al considerar ultrajado el am or patrio por unos isleños codiciosos, á quienes seg regó del continente europeo la naturaleza m ism a; por unos isleños á quienes n in g ú n mal hemos hecho; por unos isleños que m a­ quinan de continuo nuestra ruin a, introduciendo sus m ald i­ tas m an ufac tu ras; que q u ieren tenernos siem pre en g u e r ra para hacer su n eg o cio ; que p ro cu ran inocularnos falsas doctrinas religiosas q u e ellos misinos no c r e e n ; en fia, por

unos hom bres que ambicionan nuestro honor, codician nues­ tro s u e lo , nos hacen lodo el m al que p u e d e n , sin haberles dado por nuestra parte motivo para tan injustas agresiones. Me parece que Jos sucesos referidos me dan derecho á es­ presarm e en estos térm inos, porque nos acreditan á todas lu ­ ces que son malos, ém ulos de nuestra dicha, y el azote de nuestra patria. ¿Q u ereis hechos aún mas recientes en con­ firm ación de esto? Ved tas ag u as de Cartagena „ M álaga y A lg e c ír a s, donde pisan nuestro pabellón ; m irad la costa de A f r ic a , dotule quem an nuestras facto rías; mirad la Habana, donde predican la insurrección á los n e g r o s ; m irad por fin las tabernas de L o n d re s, desde donde la legión británica nos reclam a con exigencia unos millones con que pudieran haberse m antenido tres ejércitos españoles de igu al fuerza. P ero cortemos el hilo á estas ideas para continuar presen­ tando fundam entos de la triste suerte que esperim entara Es­ paña si el protestantismo se hubiese introducido en ella. En tiempo de F ernando V I la religió n nada tiene de que lam entarse en nuestra p a tria , porque la historia quizá 110 respeta aun lo que fuera justo á tan católico monarca. Los reinados de Carlos Ilí y Carlos ÍV pudieran darnos a l­ g ú n incidente de que h ab lar en la materia ; pero lleguem os ya á la gloriosa g u e r r a que han sostenido nuestros padres, y que debe llam ar nuestra atención, por m arcar sucesos que pasaron poco ha y que todavia están á nuestra vista. U na breve resefía de los males á que hubiese dado lu g a r la esci­ sión religiosa á principios del siglo, concluirá el cuadro q ue me propuse presentar á mis lecto res, y les convencerá de que el protestantismo hubiera causado en España siem pre desgracias las mas graves. En efecto, ¿ q u é fuera de la España en aquella época m em orable, si los ánimos de sus habitantes se hubiesen e n ­ contrado divididos con disensiones religiosas? ¿-Se hubiesen entonces aunado contra el com ún enem igo, levantándose io­ dos coma si fuesen un soto hombre (valiéndom e de esta espresion aplicable á este caso por ser tan e n é rg ic a ); hubiesen lanzado al usurp ad o r fuera de la península, ni abatido al coloso de E uropa ? ¡O tiempos felices en medio del h o rror y la devastación) Los españoles se batían con los en tra n g e -

ros en lucha desigual y horrenda t pero profesaban todos unos mismos sentim ientos, tenían u n as m ism as opiniones, el g rito de religión , patria y rey elcclrizaba sus pechos, el sacerdote y el religioso em p u ñ ab an gustosos las arm as en defensa de tan caros objetos. SÍ entonces los protestantes hubiesen tenido a lg ú n p ar­ tido entre nosotros; si en aquellas circunstancias estuvieran introducidos en el rein o , la victoria acaso no hubiera sido nuestra. P ues qué ¿se hubiesen ellos unido á nuestra causa? ¿Cómo batirse en unión de los católicos contra el u s u r p a ­ d o r ? Costoso precisam ente fuera para España haberles de p ag ar á precio de concesiones el socorro que la prestaran, atendidas las m iras sórdidas y mezquinas q ue siem pre les anim an, P ero no; su caracter les com prom etiera m as bien en el partido del tirano de Europa. Supuesta la identidad de ideas reform adoras que m am iestaha aquel in tru so ; refle­ xionando sobre la esperanza de los prolestanles de adelan­ tar su eullo y g an ar en su favor; teniendo en consideración el e sp íritu de venganza tan propio de su s e r ia , y q ue p u ­ dieran h ab e r entonces ensayado á su g u sto , todas las con­ jeturas persuaden que hub ieran unido su causa á la del usurpador, A la verdad , ¿no hubiera sido una mala corres­ pondencia harcr arm as contra el p rim e r supresor en Es­ paña del trib u n a! de la fe? Y o no puedo ase g u ra r lo que h icieran , pero hago una observación q ue da realce á mis co n jetu ras, y es, que casi lodos los afrancesados espa­ ñoles eran malos católicos, ó gente que no gozaba m uy bue­ na reputación religio sa: esla falla los tenia sin duda predis­ puestos para abrazar el partido de la usurpación. ¿ Y no estarían mas predispuestos los an li-c ató ü c o s, los enem igos de nuestra au g u sla religió n ? Sentadas estas ideas, ¡q u e de m ales, q u é desgracias no se hubieran seguido á nuestra p a tria ! A d h erid a una parle de los españoles á tos ejércitos invasores, ¿q u é daños no la acar­ r e a r a n ? Es bien seguro que en tan críticas circunstancias !n unión sola salvó á España, porque apenas se puede con­ tar un traidor por cada mil españoles leales. Pero si a este tiempo los protestantes vivieran en España, ellos cíon sus f a ­ milias y allegados hubiesen prestado auxilios sin cuento al

dicho u su rp ad o r encontrando éste simpatías en el r e in o , h u ­ b iera sido mucho mas difícil n uestro triunfo. Conozco que todas estas observaciones no pasan de c o n ­ je tu ra s, pero m e prometo q u e mis lectores no dejarán de tenerlas como bastante fundadas. L a concision y laconismo que desde lu eg o me p ro p u se, me im piden darlas mas esten&ion y robustecerlas con la relación de otros hechos posterio­ res, Creo hab er trazado una historia que manifiesta en bos­ quejo los males de que la Divina Providencia nos ha preser­ v a d o , haciendo que hasta el presente conservemos nuestra un id ad religiosa por haber resistido siem pre al protestantis­ mo. Veamos ahora si debemos tem er que llegu e á in tro d u ­ cirse en nuestra patria. §. il.

¿ Es de temer con fundamento que se introduzca el protestantismo en España? i.

Los sucesos referidos en la parte anterior de este dis­ curso nos dan derecho á ju z g ar q u e jam ás los protestantes in ten tarán establecerse entre nosotros en virtud de los es­ carm ientos que les hemos dado; y al reflexionar los males que nos hemos ahorrado rebatiéndoles siem pre con denue­ d o , parece que ni el nom bre de protestantismo debiera oir* se en España. Especialm ente en unos tiempos en que se hallan abatidos , cuando entre sí mismos están poseídos del indiferentism o religioso , cuando en todas partes viven des­ acreditados, j el m undo todo los va mirando con despre­ c io , ¿ había de creerse que en la nación católica por anto­ nomasia quieran hacer prosélitos? No lo consiguieron cuan ­ do eran de moda sus d octrinas, cuando tcnian en su favor el prestigio de la novedad y la energía de la refo rm a; ¿ y lo pretenderán en el siglo X IX , en el siglo desengañado de sus sofism as, en el siglo q ue todavía siente la im presión del hum o cálido que despide la san g re que ellos d erram aro n ; en un siglo por fin penetrado de su m alig n id ad ? En va­ no , se d i r á , es afectar tem or sobre este p u n to : España se­

r á m irad a siem pre como la roca firm e donde se han estre­ llado las pretensiones todas, y la sañuda avidez de la refor­ m a : n o , no es posible que haga este nuevo e n s a y o , porque debe estar seg u ra que solo conseguirá nueva re p u lsa , nuevas lecciones J nuevos golpes. Asi debiera ser si la España de hoy fuese cual era an tes: no in ten tarían entonces los infeli­ ces hijos de esa sierpe aislada inutilizar sus fuerzas ya can­ sadas midiéndolas con las n uestras; se ab sten d rían (es m u y c ie r to ) de fo rm ar proyectos costosos que les estuvieran caros. P ero ellos advierten u n a fatal tendencia á declinar la m a y o r parLe de la nación á cu a lq u ie r lado. Observan que las palabras pomposas de interés , de progreso y de tolerancia han desterrado el vigor que inflam aba á nuestros padres para r e p e le r cu a lq u iera innovación ; en una palabra , los protes­ tantes advierten hoy lo q u e nun ca esperaban de nosotros, una desenfrenada relajación de c o s tu m b r e s , u n torrente de lib e r tin a je q ue lleva en pos de sí á la inesperta juv en tud , u n abandono demasiado com ún de la au g u sta R e lig ió n de J e s u c r is to ; y creen que esta es su h o r a , que deben aprove­ char tan oportuna ocasion, q ue deben echar el resto, y to­ m ar de antem ano todas la precauciones para que no se les fru stre el medio tan fácil cuanto imprevisto de fijar residen­ cia en nuestro reino. Esta no es a lg u n a m era suposición, es una realidad que da robusta fuerza á mis temores. Mi fundam ento se apoya en la prueba irre fra g a b le de los hechos q u e estamos presenciando. En efecto, á nadie se oculta el poderoso influjo que los ingleses tienen hace unos afios en las cosas de España. Todos sabemos cuán favorable co y u n tu ra sea esta para la nunca bas­ tante abom inable propaganda: ¿ la habrá ella m irado in d i­ ferentem ente ? Acechadora constante del modo cómo sacar partido en cu a lq u ie r nación, ¿ se h a b rá descuidado en la nues­ t r a ? ¡ A h ! M u y al contrarío: fijas tiene sus m iradas en noso­ tros; atenta está sobre nuestros sucesos; sin cesar trabaja para o rgan iz ar sus p lanes; ni u n momento ha desperdiciado: pero sagaz y astuta no q u iere d ar u n paso en vacío ; a u n q u e la cueste g a n a r el terren o despacio, procura a s e g u r a r el éxito antes de d a r el golpe decisivo. Conociendo que una innovad o n repentina rara vez le produce resultados estables, por­

q u e no encontrando dispuesta la m ateria tiene tjtie soste­ n e r disputa ab ierta con las creencias del pais, y viene por últim o á e stre lla r s e , los protestantes han tratado de predis­ poner la España p au latin a m en te, difundiendo y co m u n ic an ­ do con lentitud su veneno. P a ra esto han procurado q u e se parle m uch o sobre tolerancia r e lig io s a , y sobre la disciplina esterna de otros pueblos ; han esparcido libros q u e contie­ nen apologías m as ó menos paliadas de su secla , con rela­ ciones de sus cerem onias y sus preces ; han conseguido que se encomie en público á sus p r o h o m b r e s , que se p ro d igu en maldiciones contra el clero sec u la r y r e g u la r, que se le ten­ g a en v ile c id o , que se traten de superstición ó preocupación los principios q u e inculcan á los fieles los cu ras y los frailes» y que á ei.tos se les s u p o n g a causadores de la ign orancia y fanatismo. Kilos han logrado q ue se preconice la ex ag erad a felicidad temporal de las naciones protestantes, y que se p r e ­ sente á la relig ió n católica como o rigen de nuestro atraso y m iseria , olvidando q ue esta hija del cielo prohíbe n uestra indolencia y nuestro o r g u l l o , q u e son la v erdadera raiz de todos nuestros males. Ellos en íin han puesto en ju e g o cu a n ­ tos dicterios, sarcasmos é insultos han inventado sus acalo­ radas cabezas. L éan se los papeles p ú b lic o s , y en ellos se v e rán copia­ dos los epítetos mas d en ig ran tes que las prensas del protes­ tantism o han pro d igad o en el e stra n g ero á nuestros m as cé­ lebres católicos. A bandonando las creencias de nuestros re­ ligiosos escritores, y denostando su im parcialidad y sana c r í­ tica , han adoptado las a rb itra ria s relaciones escritas con el fango del S ena y las in m u n d icias del T á m e s is , afectando al m ismo tiem po u n acendrado patriotismo. Se nos ha pintado á F elipe [f como u n T ib erio español ( í ) , al d u q u e de A lb a como u n hipócrita fanático y c r u e l; y ya q u e no h an podido (t) Hé a q u í com o te rm in ó el se ñ o r M u ñ o z M a ld o n a d o stt c o m e d ia ¿le A n to n io P e r e z , uno de los a b o rto s n efan d os d el ro m a n tic is m o de 1 8 3 7 . S i el clero llam a el p ru d en te A l rey F elip e S egu n d a , Con san gre c o n lc s tc el m undo Q u e fue tira n a , 7 que m ieute.

D e esta m a n era in fa m a a l clero esp añol a n tig a o y m o d e rn o , al tie m p o que a l « p r e s a d o m o n a rc a ,

su desacreditar á Carlos V , le han supuesto adíelo al protestan­ tismo , y á Don J u a n de A ustria le han representado como fau to r oculto de él. De modo que han manejado y m anejan el a r m a vedada de la ca lu m n ia donde pueden, y cuándo no tie­ ne lu g a r tu e rc en ó e x a g e r a n los hechos. Hasta se nos q u ie ­ r e hacer lla m a r s a n g u in a r ia á la virtuosa rem a M a r ía de I n ­ g la te r r a ( 1 ) » la nieta de nuestros reyes católicos, y por el contrario se celebra el reinado de la im púd ica Isabel como glorioso. ;Q u c insulto este tan grosero y d e g r a d a n te ! ¿No es su p o n er q u e los españoles ignoram os los sucesos de la r e ­ volución an g lic an a cuan d o se nos intenta e m b au c ar de es­ ta m an era ?..... P a r a escitar la aversión de mis lectores á esa Enciclopedia que anda en manos de nuestra ju v e n tu d , don­ de bebe falsedades tan claras, no creo necesario mas que r e ­ m itirlos a l a historia del cisma de I n g la t e r r a , com puesta por el sabio P. R iv adeneira; y para evitar la sospecha de los mal intencionados españoles, me contento con q u e lean al pro­ testante W i l l i a m Cobbet (este no les será sospechoso). ¡O h v ergüenza la n u e s tra ! U n protestante ha de r a sg a r la venda densa q ue una odiosa preocupación ha colocado sobre los ojos de los q u e se precian de católicos! ¡ O escritores p e­ d an tes! ¡Cómo acreditáis q u e á la ignorancia u n ís la m ala in te n c ió n , ó que al menos os dejais seducir in cautam en te, sirviendo de instrum entos á la reform a so lapada! ¡ INo es vuestra toda la c u lp a ! Si vuestras infelices producciones no encontrasen sim p a tía s, si no hubiese q uien os tom ara u n e j e m p l a r , el protestantismo no se b u rla ra como se está b u r ­ lando de nosotros al ver q u e le salen bien sus planes. Otro m edio se ha tocado con éxito ig u a lm en te feliz pa­ r a la secta. Despreciando las prohibiciones de la Iglesia, se hace a la r d e de leer y retener libros de mala doctrina y de autores protestantes, porque estos se han dado m añ a para introducirlo s con el m ayor descaro; y la España se ha de­ jado sed u c ir en t é r m in o s , q u e ha adoptado alg un o s de ellos para q u e sirvan de testo en las universidades. ¡ Quién lo cre ­ yera! En casi todas las U niversidades del reino los cursantes de ( i ) Enciclopedia de la ju v e n tu d adoptada en vario*' colegios del re in o , t, a , pág, 3 a 8 .

p r im e r año de leyes manosean la obra in m u n d a del in m o ­ ral Felice, donde pueden ap ren d e r á m entir por principios, á despreciar los ministros de la religión católica, á m ir a r el celibato como opuesto á la n a tu ra le z a , á canonizar la p o lig a m ia , á p erd er el respeto á los vasos sagrados conside­ rándolos lo mismo que los profanos , á conceder ilim itadas facultades á los príncipes en punto á disciplina eclesiástica, á... ¡G r a n D ios! ] Q ué triste porvenir nos hace p resag iar esto! A la vuelta de veinte anos, ¿ q u é letrados , q u é ju e c e s, q u é m agistrados te n d re m o s? P ad re s de fa m ilia : sin du d a ign o ­ ráis el im perio que suelen tom ar en el corazon de los c u r ­ santes los libros q u e les sirven de au to r en su ca rrera lite­ raria , cuando perm itís á vuestros hijos q u e estudien en las obras cenagosas del citado Felice ( 1 ) , de Jeremías B tntham ( 2 ) , cuyos sistemas están desacreditados, y de M eigneri. Vosotros hacéis costosos sacrificios para que sean le­ gistas , y los esponeis á q u e con el tiempo os los en tre gu en refo rm istas; los quereis sabios, y puede ser q ue los tengáis que llorar religionarios: temed que toda vuestra familia se os pervierta si llega á haber en vuestra casa una de las obras d ic h a s, porque la curiosidad puede escitar hasta en los n i­ ños el deseo de leerlas. Este fin se han debido proponer los sectarios haciendo que hoy se estudie casi todo en le n g u a castellana , porque así .cuantos son los que estudian , son otras tantas las fam ilias q u e pueden enterarse de las m aterias que ap r e n d e n ; y habiendo logrado que los autores protestantes lo luzcan en las u n iv e rsid a d e s, he aq u í el medio fácil de in o ­ cular la sociedad e n sus doctrinas. P areciéndoles m u y lento este espediente au n q u e lo crean seg u ro , han intentado p ro gresar precipitadam ente por la (i) M r. F e lic e , cuando todavía era c a tó lic o , escitó ya el celo de ted a la Europa p ara h acerlo preso; y después de h ab e r apostatado e n t r e g á n ­ dose al p ro te sta n tism o , compuso su obra L eccion es d e l d e r e c h o n a tu r a l y d e ge/iirs , incentivo ó in v ita ció n p ara c o rro m p er la fe y buena e n s eñ a n ­ za. Obra condenada en ao de ¡unió de 1771 por edicto del santo T r ib u n a !. ( i ) Je r e m ía s B e n lh a m escribió el trata d o de la legislación civil y pe­ n a l , e l Cual está condenado p o r decreto de la S a n ta Sede en 23 de marzo de 1819. Tam bién sus escritos sobre la situació n política d e España y so­ bre la constitución y el nuevo Código español t se condenaron p o r decreto de 11 de diciem b re de tSaG.

circulación de B ib lias adulteradas. A principios del ano 37 se quejaron los periódicos religiosos de q u e se espendian escandalosamente á precios ínfimos hasta en los pueblos mas pequeños. Se supo que el foco estaba en la c o rte , y au n se designó como ag e n te de aquella propaganda á u n tal George Borrovv. V arios prelados celosos, á fiq de contener sem ejante atrevim iento, se d irig iero n al G o b ie rn o , el cual m andó recoger los ejem plares existentes y rem itirlos fuera del reino. Y a desde el año 3 5 se esforzaban los ingleses en llev ar adelante este p ro yec to , habiéndonos enviado sus co­ misionados al efecto. E n prueba de ello se lee en el Cons­ titucional de Barcelona del 2 4 de enero de 1841 el a n u n ­ cio s i g u i e n t e : " E l caballero inglés, que por la sociedad b í ­ blica británica y estran gera de L ondres se encargó de im ­ p r im ir y circu lar las'sa grad as E scrituras en la c iu d ad de B a r c e lo n a , y en las provincias españolas del litoral del M e­ diterráneo, du ran te los años 1 8 3 5 , 3 6 , 37 y 3 8 , tiene la satisfacción de volver á poner en conocimiento de esta ciu­ dad y la an tig ua provincia de C a ta lu ñ a , que todavía hay existentes algunos ejem plares de la B iblia y nuevo Testam en­ t o , q ue v en d erá al precio de coste y cosías, e s l o e s , á § 5 reales la B ib lia y á 10 el nuevo T estam ento; la prim era en castellano y el segundo en catalan , lodo im preso y encuadernado en esta ciudad. É n el discurso de treinta anos se han vendido por casi todo el m u n d o conocido m as de doce millones de ejem plares.,.. Solo la Espaíía , la [talia y A u stria son los únicos paises donde hasta ahora no se ha podido c ir c u la r esta obra. Con todo, la España ha entrado y a afortunadam ente en el g re m io de las naciones lib re s, y y a es hora q u e sea tolerante y estudie su religió n en Jas v erdaderas íuentes , sin atenerse..... ” No qu iero co n tin u ar u n anuncio q u e no merece esc rib irse, ni debiera insinuarse sino para execrarlo odiosamente (1 ). Es de c r e e r q u e dicho caballero sería uno de los dosciert* tos metodistas que la propaganda inglesa ha destinado’ para venir a nuestra patria, s e g ú n ya lo dijo en uno de sus n ú ­ m eros el Católfto, periódico religioso de esta C o rte , con el (i)

Véase el Correo Nacional del 26 de febrero de i 8 4 **-

sueldo nada menos que de 8 0 .0 0 0 reales (para que sean bien activos, puesto q ue tan subido es el salario). Y o no conven dré en que sea cierta esta noticia respecto al asignado exorbitante de los com isionados; pero en cuan to á la venida de ellos no puedo d is u a d ir m e , po rq u e sucesos públicos parece que la confirm an, adem as de lo q u e dice el a n te rio r anuncio. No fue solo G eorge Borrow el designado como a g en ­ te de los p ropagandistas; poco tiempo despues de haber recogido sus Biblias, se presento en Cádiz el atrevido Mr. R u le , ab rió cátedra de enseñanza pública por cuenta de los metodistas, y estendió tam bién sus libros y doctrinas, hasta que en el año 1 8 3 9 se lé mandó salir de! reino. En el año 4 0 se dejó ver en el m ism o Cádiz otro cstran gero llam ad o M r. L ion , comisionado ig u a lm en te por los p u r ita ­ nos d esco n len to s, ó los frenélicos metodislas. El ilu strísimo señor Obispo denunció este abuso al Gefe P o lític o , y se procedió á la captura de a q u el em b au cad o r, verificada al tiem po de e n t r a r en u n a sala m u y ilu m in a d a , donde tenia reunidos á varios mentecatos, corrompidos por su dinero mas bien q ue por sus doctrinas. E n el año de 41 sabemos q ue en M ad rid se han entrom etido hasta en las casas algunos de estos d o g m a tiz a n te s, esforzándose p ara seducir á las personas sencillas, y em peñarlas sutilm ente en el protestantismo ( í ) . E n este año abanzaron in creíblem ente los planes de la p re­ tendida reform a. El periódico intitulado F r. G erundio, en su nú m ero del § 6 de enero de dicho año 4 1 , pág. 9 1 , denunció q u e se trataban de in tro d u cir cien mil B ib lias protestantes con autorización del gobierno. Y o no d iré que efectivam en­ te el go b ie rn o autorizase tal cosa; pero en cuanto á la in tro ­ ducción de B ib lias adulteradas me siento precisado á c r e e r ­ la c i e r t a , por la p lag a de ellas q u e in u n d a las lib rerías de la corte y otras diferentes del re in o , asi como tam bién p o r­ q u e hasta alg u n a m u g e rc illa o rdinaria las procura vender á cortísimo precio, y y a es tan com ún este g én ero de con­ tr a b a n d o , q u e (como suele decirse) q u ie re n hasta en tra rlo por los ojos. V e d , pues, á éstos milores v en ir con a ire m a ­ g istral á. ofrecernos en n om bre de los taberneros ingleses (t)

Asi lo publicó t i Católico.

un lib ró le adulterado é incompleto» bonito por defuera co­ mo los sepulcros de los fariseos ó las m anzanas de Sodoma, pero corrom pido por d en tro ; ei c u a l, despues de llam arnos poco menos q ue b árb aro s en nuestro ro stro , nos dice q ue es u n cachoetcs, ó rem edio universal para q u e todas las n a ­ ciones se reú n an en sus inlereses y carino, form ando un a fa­ m ilia (in g le s a por supuesto). ¡Dios nos b b re de su scrib ir á sem ejante h erm andad! A gre'guese á eslo todavía la conducía de m uchos espa­ ñoles, que parecen acuñados en el molde del protestantismo; y las sesiones nocturnas de la academ ia de Capuchinos del P r a d o , de esta mism a co rte , donde se proponen de intento las discusiones m as propias para proleslanlizarnos. A ñádanse las proposiciones q u e se han defendido en la academia ti­ tulada de San Isidoro (1 ). T en g ase presente la m u ltitu d de catecismos de nuevo cuño entregados á las maestras de niñas para q u e los espliquen en sus escuelas, en los cuales a p r e n d e rá n á olvidar que el P apa es la cabeza visible de la I g le s ia , y a lg u n as otras cosas q u e e n g e n d ra ría n aversión á los principios de la pretendida reform a. Obsérvese el p r u ­ rito de inocularnos en sus m áx im as desgraciadas con esas reim presiones tan flamantes del P e re ira ( S ) y otros. ( t ) Véanse los periódicos religiosos de la corte desde el aiio 3 6 y se h a ll a r á n reproducidos cuando redactan las sesiones de d ich a academ ia m uchos de los p rin c ip io s del F ebronia, Cestari y dem ás com parsa, que lo lu c ie ro n ta n lo en el siglo a n t e r i o r c o n tra la a u to rid a d Pontificia y los verdaderos cánones de la Iglesia. ( a ) P e r e ir a fue un h om bre vendido á la c o rte y am bición del m arques de P o m b a l. Este m in is tr o portugués no pudo h a b e r escogido un sngeto mas á propósito p a ra l le v a r adelante sus planes a trevid o s de cisma y reb elión c o n tra la S a n t a Sede y destrucció n de la potestad e cle siástic a, l>ajo el nom bre sim u lado de r e f o r m a • Su o b ra in t itu la d a d e m o s t r a c ió n t e o l ó g i c a ,

c a n ó n i c a é h istór ica d e l d e r e c h o d e ios m etro p o lita n os d e P o r t u g a l p a r a c o n ­ f i r m a r y m a n d a r c o n s a g r a r las obispos s u f r a g á n e o s , es la m is m a que el re a l Consejo de C astilla im pugnó v icto riosam ente en tiem p o del imbécil C arlos I V , cuando el m in is tr o Urquijn intentó c o r t a r de un ta jo la j u r i s ­ dicción pontificia en E s p a ñ a ; obra donde el a u t o r am o n to n a sofismas; des­ figura la h is t o r ia ; tru n c a testos ó los in t e rp re ta á su a n t o j o ; se vale á ca­ da paso de cautelas y reticencias dolosas; presenta los objetos p o r el aspec­ to menos c ie rto y mas d e fo rm e , porque a s i l e tiene c u e n t a ; cita y copia in d istin tam e n te escritores hetero doxos, c ism ático s exaltados c o n tra la s i ­ ll a R o m a n a » ó sus declarados e n e m ig o s ; recoge s i u c r í t i c a n i d is c e r n í-

R ecuérdese la persecución decidida contra e! clero por ad h erirse á la alocucion de marzo dada por el Santo P ad re; la c ir c u la r del gobierno á los Cabildos acompañada del pros­ crito papel de Macanaz ; la prohibición de la obra em in en ­ tem ente católica de la propagación de la fe; el manifiesto del ministro Alonso contra la espresada alocucion pontificia; la resolución decisiva de las Cortes para q u e se vendan los bienes d el clero s e c u la r , únicos q u e quedaban ya á la ig le ­ sia de E s p a ñ a ; la prohibición de cofradías y h erm andades piadosas; el terrible decreto para que se recojan las licen­ cias de confesar y predicar á los sacerdotes q ue no tengan atestado de adictos al gobierno que los tiraniza, y les priva de sus tem poralidades ó subsistencia, habiendo antes de obtenerlo dado pruebas de ello con actos positivos q u e no dejen fugar á la d u d a : estos hechos, consignados casi todos en los periódicos de la co rte , y de cuya autenticidad garantiza su mism a p u ­ b lic id a d , ¿n o nos presentan al ario 41 como el mas placen­ tero, el mas fav o ra b le , el q u e nunca se persuadiera haber visto en España la raza protestante? ¿No hará concebir á los ingleses las m as adelantadas esperanzas? ¡A h ! yo los con­ sidero celebrando ya su triu n fo , y m irando con ojos ávidos al trono de S. F ernando: yo les veo prepararse para d ar a l­ g ú n dia el golpe decisivo, trasladando la corona de España á las sienes de u n sectario. ¡S i tendrá Dios por últim o r e ­ servado para esta nación desventurada el trago de tan fu ­ nesta d esgracia! T em ib le es seguram ente, cuando se nos acaba de an u n c ia r que el príncipe Leopoldo, hijo segundo del d u q u e F ernando de Sajonia C o b u r g o , que acompañó á su padre á L o n d re s , se dedica con ard o r hace unos meses

m ie n to , y con la m as refinada m a l i c i a , todos los c u e n to s, calu m n ias, dic­ terio s é infundadas quejas que se han escrito en los últim os siglos c o n t r a los P a p a s; á los ía n to s Padres en los concilios y fuera de ellos los p resen ­ ta como rivales y agrios censores del geí'e de la Iglesia; tuerce el sentido de las p alab ras de S. fternardo y de otros varones, que m u y distantes del e sp íritu de cism a y rehelion que él resp ira * llo rab an los males de la Igle­ sia ; alega hechos como si fueran ley e s, aten tad os como si fuesen pruebas; en una p a la b r a , p a ra o bsequiar al violento y despótico p erseguid or de la Iglesia y de sus m in is tr o s , P c r e ir a agitó todas las artes del dolo y del en ­ gaño. i Esta obra se encomia)

al estudio de la len gu a española (1). ¡Tre s principes Coburgos (protestantes) veríamos entronizados en lu g a r de tres católicos, si se realizase que este, designado como rival de nuestro reino, llegase á ocupar el trono español! Y entonces ¿ q u é suerte correría España? Debilitada d e ­ masiado en el dia para repeler á costa de sacrificios tempo­ rales cualquiera innovación religiosa, poseída de la pasión al Ínteres con cuyo menoscabo su mayoría promete ya m u y poco, inconstante en sus ideas cuando cambiando de opinión puede seguir comiendo, ¿q u é sería si e! rey fuese un bereg e ? ¡Cuántos de los que jamás lo pensáramos levantarían el pendón de la discordia, y harían su mérito en ag reg ar pro­ sélitos á su secta! Entonces no tendrían que pretender los protestantes el domicilio en nuestro pais á prelesto de plan­ tear y fomentar la industria, como boy lo han pretendido, sino entrarse con orgullo y señorío, seguros de recibir b u e ­ na acogida. Digo á p retcsto , porque ¿á qué fin (raer estrangeros que fabriquen cuando se aniquilan nuestras fabricas? ¿Cuando se va á echar á pique la industria naciente de Ca­ taluña? ¿Cuando se consienten las deplorables asociaciones de jornaleros contra los fabricantes? ¿Cuando se anuncia un tratado de comercio cuyo presentimiento basta para agoviar au n á los ignorantes como una horrible pesadilla? ¡P r o te ­ g e r las artes cuando se están haciendo contratas clandesti­ nas de puentes y otras construcciones sin contar con los artistas españoles! ¡Proteger las ciencias cuando se cierran tantas cátedras de enseñanza sólida , cuando se arroja de otras sin formalidad alguna á los beneméritos profesores que las tenían por oposieion, y las desempeñaban ron ho­ nor! Falso; otro es el fm que se proponen los protestantes queriendo ser domiciliados en España, Hasta de ahora podia este sur desconocido á muchos, pero hoy ya está manifiesto: el farsante Mr. R ule acaba de descubrirlo en su carta dirigida á los señores diputados deí congreso desde Gibraliar, con fecha 2 0 de diciembre último. UAI ver, dice, que España, despertando ya de su antiguo (i)

El Católico i¡d

(Je Y i e u u .

7 d e f e b r e r o ílfi r S ^ j j e n s u c r ú s t i r a p o l í t i c a , c a r i a

» le ta rg o , sacude el y u g o dul despotismo c iv il, y consagra »con la voz pública y con la efusión de ia san g re de sus hi»jos u n código que la representa como nación lib re al p ar » q u c juiciosa y s a b ia , esperan con ansia el día en que sa» c u d a igu alm en te el yu g o no menos aborrecible de la escla» vitud religiosa........M ientras 110 baya libertad de cultos en » España, y el clero romano sea el único conocido, la corte » d e R o n o a tendrá un baluarte casi in espugnabie en cada » parroquia del r e in o , porque todo sacerdote está obligado » á obedecer á sus superiores eclesiásticos, y el gefe de «estos es el enem igo declarado del sistema constitucional » d e Espolia........ Es evidente que mientras no se admitan «otros cultos en E sp a ñ a, este mal 110 se puede rem ediar ( 1 ) . w Este es un docum ento auténtico de las intenciones que a n i­ m an á los ingleses de hacer prosélitos entre los españoles de su secta: documento que da un subido realce al m ism o tiempo al fundam ento que tenemos para te m e r que lle g u e el protestantismo á establecerse entro nosotros. Corroboran estos temores los dos proyectos de ley publicados en la G a c e la , el prim ero el dia 1.° de enero del presente a n o , y el segundo el día %\ del m ism o, c u ­ ya realización se n a el golpe decisivo contra la Iglesia de España, cortándola de su tronco y poniéndola á merced del poder temporal. ¡A s i principia el ano 4 § ! ¿ E n q ué vendremos á parar si asi continúa dentro de poco tiempo?..,. Para form ar una p ruden te congetura de lo q u e nos deben hacer temer los proyectos de enero presentados por el m i­ nistro de Gracia y Ju sticia A lo n s o , sin poner cosa a lg u n a de propio caudal , me concretaré á copiar dos trozos de los periódicos de la corte, del Correo nacional y del Católico. “ El p rim e r proyecto (d ice el uno en su n ú m ero de 1.° » de feb rero ), el p rim er proyecto quebranta y deroga la ac» t u a l disciplina de la Igleoia en determ inados y graves pun» t o s , y en a lg u n o llega hasta h e r ir el d o g m a ; el seg un d o « v i o la , subvierte y abroga absolutam ente la disciplina u n i­ v e r s a l tic la Iglesia cató lica, y ataca fundam entalm ente al » d o g m a.....Entrambos consagrün el cisma y la heregía. El go(1)

El Católico del 3 de e ntro de 184a.

» bierno calla y olvida.,.,, desconoce y deroga la •primacía ds » h o n or y de j u r i s d i c c i ó n perteneciente al Papa en la iglesia » española como en toda la Iglesia católica...,. El cisma y la nheregía están hoy pendientes de la deliberación de las » Cortea.,J wEste proyecto (e! seg un do ), añade el Correo dül »día 2 2 del misino , es ya u n a declaración formal del pro­ ís (están t.ismo,,; crEl tiempo (dice el Católico del 7 de marzo de 4 § ) , el «tiempo lia desenvuelto ya con una rapidez terrible sobra»dos datos para temblar por la institución católica en Espa­ b i l a , desde que despojada de su patrimonio, y estremecida mal funesto furor de lal g o lp e , ha visto posteriormente «conspirar en su ruina la marcha uniforme de lamentables » procedimientos , dictados ó consentidos por la autoridad ^obligada á protegerla. Po rque ¿á qué otro término condu» ce ese sistema práctico de persecución aislada contra el «sace rdo cio, cuando para sostener el sagrado depósito de la «do ctrina osa alzar la voz dentro de la esfera que el códi» g o fundamental no podía menos de consentirle? Esos re«pelidos decretos de esclavitud, en que la Iglesia es la » inocente víctima ; tanta y tan aplaudida licencia en los es»crilos que la u l tr a j a n , y tan encarnizado empefío en sc» llar los labios de sus celosos defensores, ¿que otra cosa son »sino piedras colocadas sobre piedras, para levantar con ellas » u n ruin edificio al protestantismo?.... Respetamos las inotenciones, solo anunciamos hechos; y dejando que ellos « mi sm os se c om bi ne n, culpa ngena será que su evidencia » ap oy c nuestra censura rontra el genio que les ha produci» do. Mas este genio no pide escusas , y , añadiremos también, » las hace imposibles desde el momento en q u e . elevando » á las Corles su famoso proyecto sobre jurisdicción ec!c»siáslica , ha pretendido eri gir en ley nacional la ti cu na re« l ig io u anárquica en su esencia, caprichosa como el liom« bre en sus formas..,,” Pud ie ra detenerme á referir otros varios trozos de los papeles públicos de la época , que mas ó menos espresamente califican los precitados proyectos; pero lo dicho es m u y bas­ tante para convencer á cualquiera, de que podemos temer con fundamento llegue el protestantismo á arraigarse en

nuestra patria. Felizmente los señores Diputados llam ados á "Componer el Congreso nacional, en la com ision nom brada al

efecto para exam inar dichos proyectos , han dicho ya que el p rim ero es in d ign o de presentarse á la consideración del Con­ greso : el pueblo también principia ya á detestarlos con un santo r u b o r ; sin em bargo, no por esto se debilitan los te­ m ores espuestos. Los protestantes ac ech arán la ocasion en que puedan ase g u ra r una sanción ; ellos no desisten de su in te n to : tocarán otros reso rtes, y solo Dios sabe si se les fru s tr a r á en adelante su malhadada, pretensión de in tro d u ­ cirse y estenderse en nuestro reino. En tal caso nos legarán u n trastorno completo en la m onarquía , y u n sin n úm ero de m ales, como paso á manifestar en la parte que sigue del discurso.

§■ III-

¿Qué será de España si Ucga d introducirse en ella el protestantismo en las actuales circunstancias? Considerada esta cuestión bajo el aspecto religio so , late dolorido el corazon al deducir las am arg as consecuencias que afectarían indispensablem ente á las almas en la hipóte­ sis de q u e trata. Esta nación, g ra n d e entre todas por su unidad religiosa, q u e ha dado tantos dias de g loria al c ris­ tianismo , y recibido del cielo los mas señalados favores de predilección en prem io de su heroicidad y celo por los in ­ tereses de Dios, atraería re g u la rm e n te m u y pronto sobre sí la indignación d iv in a , porque cual m adre indolente espondria á perecer para siem pre á sus hijos, consintiendo q u e se les ab ra un cam ino llano y anchuroso q u e les conduzca sin obstáculo á su perdición eterna. M e abs­ ten d ré de d iscu rrir sobre el p a r t ic u la r , porque los r e ­ sultados están al alcance de c u a lq u ie r a , y todo verdadero es­ pañol debe mirarlos como la única desgracia d igna de p r e ­ caverla á precio de su vida , si fuese necesario darla para esto en sacrificio: un verdadero español forzosamente tie­ ne que ser católico v e r d a d e r o , y como tal debe llenarse de

m consternación al oír que España pueda a b r ig a r en su seno á la heregía. Prescindiendo de las consideraciones lan obvias como sólidas que pudieran hacerse en este p u n to , paso á considerar los males funestos que bajo el aspecto político csp e n m cn laríam o s en nuestra cara patria u n a vez in tro d u ­ cido en ella el protestantismo. A prim era vista salta la g ra n dificultad que eslo acarrearia en nuestra legislación. En el dia se reputa e'sia por una tic las mas e m b ro llad as, despues de la de In g la te rra , por la g ra n m ultitud de códigos, fu ero s, leye s, p artidas, recopila­ ciones , decretos y órdenes de q ue está zurcida, y como r e ­ m endada con adicio n es, aclaraciones, sup lem e n to s, S t c . , Jo cual ha dado motivo á que varios observadores la com paren á la capa de un pordiosero hecha de retazos de diversos co­ lores. No puede d u d arse que toda esta legislación g ir a sobre la R e lig ion cató lica, y aun estriba en ella acerca de una porcion de puntos: no solamente respecto á los matrimonios, que deja en g ra n parle en manos de la autoridad espiritual, sino también en orden á los nacim ientos, defunciones, ú lti­ mas voluntades: en fin, para casi todos los actos de la vida h u m an a, porque en lodos ellos hace in terv en ir á la R eligión católica mas ó menos directam ente. U na v ez , p u e s , in tro ­ ducido e! protestantismo en E sp a ñ a , ¿ que' hace el Gobierno? ¿ D e ja rá en pie la legislación an tig u a de nuestro p ais, ó la m u d a rá en obsequio de cuatro advenedizos? Lo mas r e g u la r parece q u e sería el conservarla ; pero en este c a so , ¿que* em b ro llo s, q u é m an antial de pleitos y disensiones no o riginaria sobre m atrim o n io s, herencias y otros m il p u n to s? Estos inconvenientes se sienten mas fácil­ mente que se esplican, y ad e m as, ¿q u ié n podrá preveer los casos particulares que o cu rrirían á cada paso? P o r una con.secuencia de la feliz unidad religiosa que ha reinado entre los españoles, nos vemos libres de uno d é lo s puntos mas arduos de la legislación can ó n ica, y que deja sentir su influencia en lo civil. Hablo de los matrimonios m istos, es decir , entre católico y h ereg e , cosa que solo el pensarlo horroriza á los españoles. ¡C u án ta s veces hemos vis­ to , prescindiendo del com ún del p u e b lo , aun á personas

Lien educadas y de u n a instrucción mas que m e d ia n a , h o r­ rorizarse con la idea solam ente de un casamiento con un h e r e g e ! Es verdad que nuestros filosofastros esclam arán al oir esto: p reo cup ació n , ig n o r a n c ia , y todas las dem ás palabras tan desatentas como mal aplicadas , que suelen p ro d ig a r en tratándose de nuestras creencias r e lig io s a s ; pero ¿ quie'n les ase g u ra á ellos q ue es preo cup ació n ? Y au n cuando lo fu e­ s e , ¿ q u ié n les ha autorizado para d e s tru ir la , siem pre que d o sea p e r ju d ic ia l? Cuando se echa en cara á los ingleses el q u e consientan todavía en sus colonias indianas que la viuda se arro je á la h o g u era en q ue se abrasa el cad av er de su es­ poso, responden con m ucha fle m a, que es preciso que la po­ lítica respete las preocupaciones del pueblo, ¿ P o r q u é , pues, no se han de respetar las nuestras , que nada tienen de in ­ h u m a n a s ? ¡Q u é digo las nuestras! Lo que pensamos sobre este p u n to , ¿h em o s de conceder que es p re o c u p a c ió n ? Y o veo todos los gobiernos europeos embarazados en esta g r a n cuestión , que sgovia á la Santa Sede , tu rb a la A le m a n ia , y agita hasta la R u sia mism a, ¿ Y habrá a lg ú n g obernante tan insensato q ue reg ale á la España este trocito mas de e m ­ brollo legislativo? P ero supongam os por u n momento la otra disyuntiva, es decir , que el Gobierno se decidiese ;í m u d a r la le g isla ­ ción vigente en obsequio de los españoles de nuevo cuño. Entonces era preciso tam bién a lte ra r las costum bres de ca­ torce ó quince millones de habitantes en beneficio de tres ó cuatro mil p e r so n a s, porque hasta los menos instruidos sa­ ben q ue una legislación nueva ex ige tam bién costumbres nuevas. En tal caso podíamos tam bién estar seguro s de que nuestros L ic u rg o s , afectando siem pre patriotism o, nos re­ galarían una parodia de lo mas vicioso que hubiese en la m ateria , según n u estra mala costum bre de rem e d ar todo lo malo que hacen los estrangeros. T am b ié n se echa de ver in ­ m ediatam ente la infracción q u e resu ltaría del esp íritu cuan ­ do menos , si no de la le tr a , de la Constitución , que hoy se tiene por ley fu n d am en tal, porque declara á la R eligió n ca­ tólica como religión del E stad o , puesto que m antiene su rulto, y dice que la profesan los españoles. Bien es verdad que los hom bres del año 12 se tuvieron á menos de hacer

una declaración esplícita en la de 37 como !a contenida en la dem ocrática Constitución del ano 12 ( 1 ) ; pero tam bién es cierto q u e la nación no tiene por q u é estar lan quejosa de esle s u b te rf u g io , pues antes que á ella se desairó á la Santísim a T rin id a d , á la cual se dejó de invocar en el p rin ­ cipio, como se había hecho eu aquella. A d e m a s , considerando los resultados del protestantismo bajo el aspecto s o c ia l, por de pronto el gobierno que lo in ­ trodujera en España d ejará desde aquel momento de ser gobierno y de tener prestigio con el pueb lo : digo m a s, lle ­ vará sobre su frente , cual otro Caín , la maldición de un pueblo > y de toda u n a nación tan honrada como religiosa: su n o m b re será u n n om bre de h o rro r ; los padres lo re­ p etirán á sus hijos como u n recuerd o de perfidia, y las g e ­ neraciones v enideras, que probarán sus funestas consecuen­ cias al paso q ue en v idiarán la un id ad que aú n disfrutamos, lanzarán su te rrib le anatem a contra el se'r degradado que sem bró la cizaña en el campo del Evangelio. ¿ Q u é punto de apoyo le resta á !a España una vez perdida su unidad? Cuando casi todas las personas sensatas van cayendo en el indiferentism o político á fuerza de desengaños; cu a n d o , au n los que conservan lo que se llam a fe p o lítica, se hallan d i­ vididos y subdivididos en tantas fracciones como son sus opuestos in terese s, ¿ q u e será del gobierno q ue destruya la cadena q ue los u n e , el único punto de contacto y unión que resta ? P o r otra parte, nadie puede g o b e r n a r si no tienen fe en él sus gobernados ; porque ¿ de q u é serv irán los mas l u ­ minosos proyectos, las teorías mas b rillan tes, los mas h ala­ güeños p r o g r a m a s , si se estrellan contra la frialdad de un pueblo incre'duio y desconfiado, q u e corresponde con in d i­ ferencia á u n plan que fuera preciso secundar con e n e rg ía y entusiasmo ? Esta situación tan viólenla y anómala para el ( i ) La ¿Iel aiio i í dccia, cap. a .“ de la R e lig ió n , a rt, l a : ^ L a ritligian «d e la nación española e$ y s e r á p e rp e tu a m e n te la Católica, Apostólica, Eo» m a n a , i'rnica verdadera. L a m e i o u la protege p o r leyes sabias y justas, y » prohíbe el ejercicio de c u alquiera otra.1” La del ano título i , a rt . i i , d ic e : " L a nación se obliga a m a n te n e r el cullo y los m in istro s de la R í l i » g io n Católica que p ro lcsan los e5pajJoles.,,

gobernante ( uo lo es menos para los gobernados. El hom­ bre necesita creer : la incredulidad es una e nfermedad del entendimiento, P o r efecto de las sabias disposiciones de la n at u r a le z a, qu e frecuentemente pone el castigo en la mis­ ma culpa , el gobierno q u e destruye las creencias de un pueblo en punto á r e l i g i ó n , recibe en aquel acío mismo la pena á que se hizo acreedor. P o rq u e una vez perdida su fe religiosa, el h o m b r e, para satisfacer su necesidad de creer, se lanza en los dogmas políticos , y desengañado por la esperiencia de la falacidad de sus doctrinas, tan brillantes en teoría corno fútiles en la p rá ct ica , cae bien pronto en el es­ cepticismo, que viene á ser la tisis del entendimiento, Y ¡des­ graciado de aquel gobierno que tiene que lu cha r en contra, mas bien que d ir ig i r un pueblo qu e no cree en sus palabras! Estas ideas, que son generales respecto á la increduli­ dad política y religiosa , tienen una aplicación exacta respec­ to al protestantismo. En efecto, si la incredulidad y la hi­ pocresía religiosa traen consigo la incredulidad y la hipo­ cresía política, la apostasía del Catolicismo tr;¡c consigo ig u a lm en te la facilidad en apostatar de las opiniones políti­ cas. Un católico cree una cosa fija y det erminada, pero por otra parte tan sumamente limitada y circunscrita , que si se aparta un paso ya deja de ser católico. Acostumbrado este ho mbre á u n sistema tan lijo e invariable, adapta, no solo sus costumbres sino hasta sus conocimientos, á estas reglas inmutables. Ponedle de repente en el protest antismo; ¿ q u e sucede? El episcopal, el p u r i t a n o , el metodista, el cuakaro, el anabaptista , y otras mil sectas antiguas y modernas se disputan su creencia; le presentan sus sistemas contradicto­ rios entre sí, r e p u g n a n t e s , absurdos , anateaiat¡¿ándose m u ­ tua m en te , y condenándose á las llamas eternas. Pero aun cuando se fije en una creencia , encuentra que cada indivi­ du o de su secta, llevado del espíritu de la libre interpreta­ ción, entiende cada cosa á su modo, habiendo tantas doctri­ nas como personas (/o/ sentenlice q uol cajilla'). ¿ Qu é efecto ha de producir esto en la imaginación de aquel hombre? Tiene por precisión que hacerse frívolo, versátil, mudable á cualquier viento de doctrina , sin encontrar proposicion de que no recele, y dudando hasta de la verdad.

Las leyes del m a n d o m oral se adaptan en g ra n parte a las del m undo físico; y asi como no p uede uno cuando está sudando m eterse en u n bailo de ag u a fria sin que su m áq u in a quede resentida, asi el que pasa del entusiasm o ca­ tólico á la frialdad del protestantismo no puede verificar esta transición sin q u e su entendim iento quede mas ó m e­ nos alterado. A la constancia sucede la versatilidad , á la creencia firm e y determ inada el ve'rtigo de la duda , a! res­ peto religioso la in diferen cia, el escepticismo y la impiedad. E n pos de este trastorno religioso viene al punto la incons­ tancia p o lítica, y e l que antes profesaba con decoro y honor u n a opinion fija, au n cuando fuese equivocada , viene á ser u n cam aleón político, que se inflama con los discursos de u n orador de cafe con la mism a facilidad c¡ue se abate por el m enor coii ira tiempo ; que prostituye su p lu m a al últim o que la c o m p r a , y su honor á cu a lq u ier revolucionario q ue le ofrece u n em pleo ( 1 ). E l pueblo español es aú n católico: su fe ha podido ser a m o r­ tig u ad a, pero no estinguida, ¡Ay de vosotros si os priváis de este punto de ap o y o , único sólido para fu n d a r y para sos­ tenerse ! ¡ Ay de vosotros si dais un soplo á esa luz que, au n q u e d éb il, todavía a lu m b r a ! Ella sola puede g u ia ro s en este caos tenebroso , del que no saldréis hasta que Ja h u b ie ­ reis atizado. ¡ A y del q u e la ap a gu e ó la oscurezca, suscitán­ dole aún mas estorbos para ofuscar su resplandor! Enton­ ces buscareis al pueblo y hallareis egoistas; les hablareis de patriotism o y e n tu sia sm o , pero se enco gerán de hombros; les presentareis planes regeneradores, y se b u rlará n de vos­ otros , como vosotros os b urlasteis de los dogmas que ellos creían. Convengo en q u e no os faltarán pretendientes q u e os a d u l e n , escritores asalariados que os en co m ien , elogios en las prensas estrangeras , felicitaciones de los hombres q ue se dicen ilustrados ; pero á la vez estos mismos serán vuestros v e rd u g o s, os atacarán por otra p a r t e , y se propasarán á lo q u e n i au n creer/ais que llegasen, Entonces llamareis al cle­ ( i ) Pud iera citarse como ejemplo la inconstancia de Lnm ennais despues de su caída.

r o , y le .pediréis ¡q u e -a n im e al pueblo ;cu al lo hiciera en otro tiempo; y . e l clero callará, porque te habréis desconcep­ t u a d o , porque habréis dividido su reb an o , porque los pas* tores intrusos a p a g a rá n lo que ellos enciendan, H e .a q u i al Gobierno herido por sus propios filo s, con­ denado á m o rir á manos del protestantism o q u e intro-* d u j o , y asesinado con la mism a espada que ag u z ó : m u erto á úsanos de J a inconstancia política, origin ad a por la aposr tasía religiosa. -í ^ P e r o en la suposición de que el p u e b la no corresponda con indiferencia , aú n es mas temible !a conducta que es de esperar que observe* Dos cam inos le restan en tal caso: la obediencia forzosa, que coincide: con la in d iferen cia de q u e acabamos de h ab lar ; ó. la resistencia, de c u y o recurso te n d ría al fin q u e ec h ar m ano á la corta ó á la larga. Dos clases de resistencia podía oponer el C atolicism o, ó bien u n a resistencia legal que p udiera lle g a r á form alizar una oposicio a p a r la m e n t a r ia , sistemática y fo rm al, ó la resistencia ab ierta y m aterial , q u e saliéndose del cam po del raciocinio llevase la cuestión por las vias de hecho. L a teoría de la oposicion p arlam e n taria y. de sus g r a n ­ des ventajas cayó con sus defensores; y si hay q uien la haga , no es precisamente porque gane en ello la nacían , y p orque contrapese la om nipotencia de u n g o b ie rn o , como se q u iere suponer (llegando á decir que en una nación don-^ de no: hubiera, oposicion se d ebiera c r e a r ) , sino porque asi conviene á los intereses p articulares ó del partido del q ue la hace, ó porque los abusos del poder exasperan al q ue no se ve favorecido por él ó se cree agraviado con aquellas medí* das. P e ro en v e r d a d , ¿ p o r cuán contento no se daría c u a l­ q u ie r g o b iern o que lograse a u n a r todas las. opiniones y d i ­ rig irla s á u n fin c o m ú n , valiéndose de esta unidad como d e u n poderoso re s o r te ? ¿ Y h ab rá a lg ú n gobierno tan tor­ p em ente tonto, que alucinado por m entidas apariencias, por las exageradas doctrinas de algunos estrangeros y las interesadas alabanzas de algunos pocos españoles mal inten* clonados, se prive del único punto de unión y co n v erg en ­ cia q u e resta en E spaña, se suscite á sí m ismo embarazos, y se ponga en la d u r a alternativa, de que siem pre q u e m a n -

de en d eterm inadas m aterias, y. p rincipalm ente en asuntos de re lig ió n , tenga q u e d esa g rad ar á una g ra n parte y p ro ­ b ab lem en te á la m ayoría del p u e b lo ? ¿ Será posible q u e se trate de fo rm ar u n partido de oposicion religiosa adem as de los m uchos que tenemos de política ? P e r o a u n dado caso de q u e los católicos no hiciesen esla resistencia l e g a l , era m ucho mas de tem er que la hiciesen los protestantes introducidos en nuestra patria. P o r lo que se ha visto en el discurso de la traducción precedente , por el consentimiento de todos los escritores ( m u c h o s de ellos protestantes), y sobre todo por una esperiencia inconcusa, el protestantismo lleva en su. seno el g e rm e n de la desunión, lo inobediencia y el trastorno, y especialmente la oposicion á toda medida q u e no sea de su Ínteres peculiar. Las n egati­ vas le ex asp e ra n , y las concesiones le escitan á solicitar otras nuevas. El g o b ie r n o , p u e s , adoptando el protestan­ tism o , levanta y crea contra sí u n a oposicion tenaz y sistem ática, que siendo fuerte entorpecerá su m a r c h a , lu ­ chará con el á cara descubierta , y por íin le a r r o ja rá en el polvo ; y que siendo débil gastará todos los resortes de la adm inistración paulatina y sordam ente T m inará los ci­ mientos del edificio social, y si no le d e r r i b a , al menos le a g itará con repetidos vaivenes: le sucederá en una p a ­ labra lo que al lab rad o r de la fábula , q u e fue m ordido por la misma vívora que a b r ig a ra en su seno. Si trata de re p rim irlo le tachará de inconsecuente; si le deja robusto* cerse se volverá contra la mano misma que le alimentó: porque ello es in d u d ab le que el Catolicismo lleva en sí el sentimiento de una sumisión respetuosa á toda autoridad cons­ tituida ( o b ed its prceposiiis vesir/s etiam d isco iis) , al paso que el protestantismo lleva en sí la oposicion á todo gobierno q u e trate de rep rim ir en lo mas m ínim o sus tendencias des­ organizadoras. P o r m anera que el Catolicismo es el ¡¡ímbolo del respeto, el protestantismo de la contradicción; el primero de la constancia, el segundo de la versatilidad; aquel de la u n id ad , este otro de la discordia. E l que tenga sentido co­ m ú n , que juzgue entre los dos; y el gobierno que tenga la envidiable fortuna de tener el uno p u ro , y la desgracia de verse instigado á introducir el o tro , m ire bien cuál elem en ­

to conviene m as á su a d m in is tr a c ió n , y cuál le presenta mas g aran tías de orden ó mas esperanzas de prosperidad. ¿De q u é se t r a t a , p u e s , qu erien d o in tro d u cir el protes­ tantismo en España? ¿S e q u ie r e estirp ar el Catolicismo de ia nación Católica por antonomasia f Eso sería poco menos q u e imposible. Todos confiesan q ue la España es aú n católica, y te rr ib le responsabilidad echaría sobre sí el gobiern o q ue tratase de arro strar esta verdad. L a sanción m oral acom pa­ ñada del anatem a de todo u n p u e b l o , tan desgraciado como generoso, y tan generoso como católico, g ra v ita ría so­ b r e su cabeza. P e ro no creo q u e h aya ni lle g u e á existir u n gobiern o anim ado de tan dañinas intenciones en nuestra patria. S e q u ie r e pues suscitar u n rival contra el Catolicismo, se q u iere ponerle frente á frente con su contrario, se qu iere q u e h a g a lu g a r á su e n e m ig o , q u e le preste sus aliares, qu e parta con u n advenedizo u n sitio que a d q u irió , no solo p o r donacion sino por conquista. INo, no fue el protestan­ tismo el q ue condujo el estandarte de la cruz desde las o ri­ llas del Deva á las m árg en es del G e n il, desde las breñas de Covadonga y monte P añ o á los m uros del A lb aicin y de la A lh a m b ra , El Catolicismo no puede cederle a q u e ­ llos altares que dedicó al Dios de sus eje'rcitos; pero si in s u l­ tado y exasperado por u n enem igo insólenle y audaz cu a n ­ do se ve p rotegido, rechaza la invasión y hace uso de los medios que tiene para su defensa como es n atu ral, enton­ ces se te ac u sará de san g u in a rio y de fanático. Los insultos de su antagonista serán calificados de razones en é rg icas y justas reconvenciones, y por el contrario, las respuestas de los católicos de preocupaciones anejas, prevenciones tiránicas y fu rib u n d o s desahogos. Entonces , al paso q u e se v ayan coartando las in m unidades y franquicias concedidas á la Ig le ­ sia, no solo en atención á su decoro sino á los inmensos servicios que en todas épocas prestó á la nación , veremos irse renovando en España la sucesión de peticiones q u e el m inistro francés, cuyo discurso acabamos de trad u c ir , pro­ nosticaba á la F ra n c ia : entonces los veremos no contentarse como qu iera con la tolerancia de su culto privado, sino pe­ d irlo tam bién p ú b lic o ; apoderarse de algunos de los m a g -

m'ficos templos que la piedad de nuestros m ayores elevó para nuestro culto, y dem an dar en seguida la dotacion de sus m inistros como funcionarios públicos; palabras q u e el clero español rechaza con asco y con indignación (á pesar de su deg rad an te m iseria) cuando se le q u ieren aplicar. Entonces p o r fin veremos á los protestantes en tra r suplicando g r a ­ cias para co n c lu ir ex igien d o g a r a n t í a s , y renovando en nu estra patria las n eg ras escenas q u e tan al vivo nos han pintado las elevadas p lu m as de Cobbeí y del ministro fra n ­ cé s : por lo que nos refieren de su patria podemos cal­ c u la r lo q u e sucedería en la nuestra. Y a lo v eis; donde q u iera q u e ha prevalecido el protestantismo, se han visto al punto destruidos los tem plos, robados los a lta re s, profana­ dos los S acram en to s, invadidos los bienes de la Iglesia ( 1 ), destruid as las obras pías, hospitales y co le g io s, y el patri­ monio de los pobres entregado al pillage de sacrilegas y ava­ rientas manos. Donde quiera que se ha presentado ha es­ parcido la discordia, no solo en la Iglesia sino en la socie­ dad; ha levantado los reyes contra el clero, el pueblo c o n ­ tra los reyes, y la hez de la sociedad contra el verdadero p u e­ blo. G uerras san g rie n tas, atrocidades in a u d ita s, violencias h o rro ro sa s, incendios, p illa g e , d estru cció n , han marcado el camino por donde ha marchado siem pre el protestantismo. Testigos la A lem ania , la F ran c ia , la In g laterra , la Suiza y los Paises B ajos; testigos de esta verdad todos los reinos en que el protestantismo ha suplantado á la Ueligion Católica. lie m o s llegado ya al otro punto, el m a s á r d u o y terrible de la cu e stió n , al m om ento fatal en q u e , exasperados los ánim os y desesperando de lo g r a r nada con las icntalivas de representación y resistencia l e g a l , se em peñe la contienda procediendo por las vías de hecho, jM om ento te rrib le, q ue causa h o rro r á todo hom bre sensato y refle x iv o , al conside­ r a r las furiosas reacciones y las trág icas y siem p re funestas circunslancias que acompañan á u n a g u e r r a religio sa! ¿ Y q u é ? ¿ S e r á de esperar que la introducción del p ro ­ testantismo en España no venga acompañada de todas ellas? (i)

A b uena cuenta atjui están ah o rrad o s ya de ese trabajo.

¿S o ltarán acaso la insípida bufonada de q u e España es el pais de las a n o m a lía s , y que por ser al revés de las dem ás naciones, quizá no h ab rá en ella los tum ultos q u e han en­ sangrentado su advenim ien to en las d e m á s? INo, dejemos ese veto ajado ya para q u e cu b ra n su ru b o r los ig n o r a n ­ te s , q u e q u ieren go b ern arn o s sin conocernos, los que q u ie­ re n aclim atar á la fuerza en España plantas exóticas pecu­ liares de otros climas. Todo co n c u rre para hacernos cree r que la introducción del protestantismo en España sería la señal de nuevas g u e r ­ ras y terribles combates. El caracter serio y austero de los españoles, siem p re en em igo s de novedades; su g en io fogo­ so que no sufre resistencia ni opinion contraria á la suya; su adhesión proverbial á la R eligió n Católica; el h o rro r q u e en España inspira la sola palabra de h e r e g e ; el descaro m is­ m o con que se ha tratado de in tro d u cirlo mofándose de nuestras c re e n c ia s; los u ltrag e s hechos á la Iglesia y al Sa­ cerdocio , los cuates cogen y a exasperados los án im o s; el choque abierto é im p ru d en te contra los usos y costum bres religiosas del p aís, todo concurre á p ersuadir que los espa­ ñoles no tardarían en aplazar la cuestión por las vias de h e ­ cho" á pesar del esp íritu de m an se d u m b re de la Iglesia Ca­ tólica , que presenta el cuello antes que las manos. R ecu érd ese la horrenda lucha que acabamos de sostener, y véase c u á l era el motivo principal que inflam aba á los h om bres que peleaban de buen a fe bajo los estandartes de u n partido, y dígase entonces: ¿los que no sufriero n en sus herm anos una sospecha de atentar contra su re lig ió n , con­ sentirían en los estrafíos u n a oposicion sistemática contra ella? Es verdad q u e al pronto eso q u e llam an pueblo no se lev an taría, ni correrla á las a r m a s : acaso em b riag ad o s los enem igos del catolicismo con este triunfo a p a r e n te , y con la esperanza de su próxim a r u in a , proclam arían !a im po­ ten cia de este, se c o n g ratu larían de las ventajas obtenidas sobre é l , y au n quizá cantaran p re m a tu ra m e n te la victoria. P ero tá terrib le realidad vendría á sorprenderles en medio de sus o r g i a s , com o la n e g r a m ano q u e g ra b ó en la pared la sentencia del im pío Baltasar. j A h ! T em e d á la España si os opone resistencia, y

tem edla aú n m as si a l pronto os opone tan solo u n a in d i­ ferencia pasiva. Cuanto m as'tard ía, m as te rr ib le será la r e a c » cion, sem ejante á la cu e rd a del arco que dispara la saeta con mas violencia cuanto m as estuvo co m p rim id a. Entonces conoceréis la falsedad de ese a rg u m e n to sacado del silencio del p u e b lo , el <jfue calla otorga; porque el q u e se halla sin Ja libertad necesaria para e m itir su opinion y oponerse á los tortuosos m an ejo s, c a lla , s í , pero jam ás apoya los p la ­ nes malvados de quien le oprim e, INo se diga por eso q u e deseamos m as s a n g r e , que q u i­ siéram os renovar el espantoso d ram a que acabamos de p r e ­ sen c ia r; nada de eso , sabemos q u e la verd ad era Iglesia de Jesucristo para n ad a necesita de nuestras m an o s, estando g aran tid a por la promesa de su divino Maestro ( 1 ) ; y por otra parte la p alabra de u n santa m á r tir ( 2 ) nos recu e rd a ,

que la Iglesia no se debe defender á manera de un campamen­ to; pero ¿ l e s autoriza esto acaso á nuestros enem igos para in v ad ir nuestra propiedad , ó se podrá echar en cara á n in g ú n católico q u e defienda á viva fuerza , si otro medio no le r e s t a , el sagrado depósito que aprecia m as q u e todos sus intereses tem p o rales? Lejos de m í la idea de q u e se d e r r a m e u n a gota de s a n g r e ; lejos de m í el conato de am e­ d re n ta r con am en az as; Jejos de m í aun el pensamiento de revolver las cenizas q u e todavía h u m e an ; mas si se lle g a ­ sen á realizar los funestos presentim ientos de in tro d u c ir el protestantism o, si en pos de ellos viésemos v enir sobre nos­ otros como, u n torrente el cúm ulo de males que por siete aílíos ha desolado la E s p a ñ a , jam ás se eche la c u lp a al Ca­ tolicismo. ¿ N a sería u n a insensatez, lla m a r fanático y san ­ g u in a rio al h o n r a d o . vecino, que defendiese su casa y su posesion atacada por unos bandidos? M ucho m e jo r, pues, debe todo católico oponerse á la injusta invasión q u e in ten ­ tara el protestantismo en tre nosotros. Realizada e s t a , ac ar­ r e a r ía otros, muchos m ales en España con respecto á Jas va­ rias clases de personas que. p u d ie r a n adoptar sus doctrinas* (í)

Portee inferí nonprceealebunt adver sus enm.

(a)

S a n to T om ás de C a n to r b e r i, ó c o m o dicen los in g le se s,

d B ek et.

T om ás

E n efecto, ¿ q u e podria esperar esta pobre nación si al-¡ jgun indiscreto contagiase con ellas las turbas de proletarios q u e in u n d an y a a lg u n a s de sus provincias? ¡INo parece sino q u e estamos condenados á p aro diar todo cu a n lo m alo hay en el estrangero ; de modo que nuestros desbarros ni au n tienen el m érito de originales! Dos plagas hay en las nacio­ nes vecinas, que amenazan á su existencia si logran m ayo r d esarrollo: tales son las turbas de proletarios y las socie­ dades de los jornaleros. L a n a tu ra le z a , ó por m ejo r decir la P ro v iden cia, q ue como ya he dicho en otra parte pone la pena em bebida en la c u lp a m ism a , ha condenado á las so­ ciedades m odernas á re c ib ir su castigo en ese m ism o espí­ r itu m ercantil que tanto las a g i t a , y que viene á consti­ t u ir su caracter peculiar, Los jornaleros de quienes se sirve para sus especulacio­ nes m an ufactu reras han venido á ser ¡cosa estraña! los v er­ d u g o s de sus mismos amos. P o r otra p arte los prolelarios, q u e sum idos en la indigencia m ir a n -c o n . ávidos ojos el or­ gulloso lujo de los m ag n ate s, son otro torcedor contra su codicia y sus ambiciosos proyectos. Contagiad á estos hom ­ b res con las doctrinas del protestantism o, y veréis al punto sus reuniones convertidas en cuadrillas de foragidos; en ban­ das de gen te in su b o rd in ad a, dispuesta en cada momento á atacar la propiedad, ar r o lla r las autoridades, y llev ar por do q u ie r a el r o b o , el incendio y la devastación. B ien pronto se organizarán á la voz de c u a lq u ier com plolisia ambicioso q u e intente servirse de ellos para escalar el p o d e r, tir a n i­ zar á sus conciudadanos, y caer en seg uid a derrocado por los mismos q u e le ensalzaron. U nicam ente la R eligió n Católica, q u e pone de continuo a su vista premios y castigos eternos, y la ira de u n Dios vengador q u e escudriña el corazon, puede contener á estos infelices; pero: perdidos una vez e s­ tos1sentimientos, y careciendo de todo respeto hum an o que p u d iera servirles de fre n o , ¿ q u é podrá contener á estos ho m b res fam élicos, escuálidos y desesperados? Si en pos de esto se les im b u y e en u n a doctrina que. desprecia las b u e ­ nas obras, no creyéndolas necesarias para la consecución del ú ltim o fin , dispensándoles por consiguiente de !a paciencia en las trib u lacio n es, del perdón de las in ju rias y del am or

al prójim o, ¿ q u e se podrá esperar de uua gente tal;* V e r ­ dad eram en te el ho m b re q u e llegase á in sp irar semejantes doctrinas á esos seres desventurados, sería mas crim in al q ue el que diese fuego á una m ina ó á una g ah illa de mieses, cuyo incendio prendiese luego en los campos y en los bos­ ques : sería responsable de todos sus robos y, devastacio­ n e s ; y Ja san g re de las víctim as q u e ellos in m o la se n , cae­ ría gota á gota sobre la cabeza del infam e q u e , pervirtiendo sus sentim ientos católicos y piadosos, arm ó su m ano con la tea y el cuchillo. P e ro aún es m ucho mas tem ible que se llegase á con­ ta g ia r con esas doctrinas á los hom bres acaudalados , lo cual es mas probable que su ced a, siendo esta R e lig ió n la mas á propósito para los ricos, puesto que los deja á sus a n c h u ­ ras para saborearse con las delicias de este m u n d o , y gozar de los placeres contra los cuales se m uestra tan inexorable n u estra santa R eligión. Asi es q ue se nota en .el trato de los protestantes cierto sabor de egoísmo que re p u g n a ab ierta­ m e n te á todo buen católico. En tal c a so , colocados estos hom bres en los prim eros lu g a re s del gobierno al lado del m o n a rc a, y ocupando quizá el puesto de secretarios del r e y , ¿ q u é males no podrian tem er la nación y m ucho mas la Iglesia ?' A d e m a s , la introducción del protestantismo sería en tre nosotros u n anuncio fatal de ru in a y de e ste rm in io , consi­ derándolo como p relu d io de que el filosofismo prevaleciera en su reem plazo, y nos hiciera c o rrer la desastrosa c a rre ra q u e hemos observado en diferentes n a c io n e s, y cuya sola m em o ria nos debe estrem ecer. El filosofismo es u n a enferm edad religiosa de la socie­ d a d , que por fo rtu n a r a r a vez d e g en e ra en u n m al crónico, pues mas b ien tiene el caracter de enferm edad a g u d a : por co n s ig u ie n te , cuando u n pueblo lle g a á p ad e cerla, no Je queda mas recurso que m o r ir ó sanar lueg o . Lo p rim ero se verifica avanzando hacia el indiferentism o, que es Ja agonía de las religio n es; lo segundo retrocediendo hácía su an tig u o estado de salud y ro b u stez , q u e es el Catolicismo. P are ce á p rim era vista que no hay diferencia en tre el filosofismo y el indiferentism o; con todo, yo creo q u e hay 1

3o

entre ellos la diferencia q u e e n ir e el m ovim iento y la in e r ­ cia: aquel es la lu c h a , este otro la fatiga que resu lta de ella; el p rim ero es la ca u sa , el seg un d o el efecto: en u n a p a l a ­ b r a , el filosofismo es u n delirio fe b r il, pero el in d iferen tis­ m o la calm a de la desesperación. S e g ú n esto podemos d is­ c u r r ir q u e la c a rr e r a es la s ig u ie n t e : catolicism o, protestan­ tism o , filosofismo, é indiferentism o. M e parece q u e n in g ú n español am ante de su patria q u e r r á deg radarse hasta el punto de caer en u n a in d i­ ferencia religiosa , rque le ac a rre a ría la nota de execración en el cielo y entre los hom bres. L a p alab ra indiferentismo en punto á R e lig ió n , es m irada todavía en tre nosotros, si no con todo el horror q ue se m erece, al menos con el suficien­ te para abom inar todos de él con u n odio im placable. A v e r ­ sión ju sta, q u e debemos conservar ig u a lm e n te a! protestan­ tismo , de donde trae su o r i g e n , porque si cabe ésta recla­ ma con m ay o r motivo nuestro enojo. Y o por mi parte tengo al indiferentism o por menos m alo q ue al protestantismo bajo cierto aspecto. A q u el anuncia desastres p ara la nación q ue trata de adm itirlo, al paso q u e este otro an u n c ia el térm ino de los p a d e c im ie n ­ tos, causado, si no por el convencim iento al menos por la fatiga. Y e d dos rivales que se citan al cam po para v e n g a r sus m u tu a s ofensas, y, esgrim ien do sus espadas, se baten y se h ieren hasta que d e sfa lle c e n , abandonados mas de sus fuerzas q u e de su corage. Y ed tam bién cómo en seguida, al enfriarse sus h e rid a s, el dolor obliga á d a r tre g u a s al d esp e ch o , y los m ismos que parecían im placables e n e m i­ g o s, ya no tratan de volver á las m anos au n cuando no desistan de su em peño; y quizá, obrando la razón, t e r m i­ nan la contienda con a lg ú n honroso acomodo. E n la lu ch a de los partidos relig io so s, la introducción del protestantis­ mo es la voz de reto q u e avisa á los católicos para que se p o n g an en g u a r d i a ; el filosofismo es la lu c h a , y el in ­ diferentism o la fatiga ó la calm a de la s a n g re f r i a , p ro ­ ducida mas bien por el dolor que por la razón. Y e d aquí por q ué digo que bajo cierto aspecto tengo por menos malo el in d iferen tism o , en cuanto q ue éste anuncia la te rm in a­ ción de las fatigas y es preludio de la v erdadera calm a.

Han querido observar algunos que las cosas h u m a n a s se rev u elv en en u n continuo c írc u lo , por lo cual han com pa­ rado los sucesos del m u n d o visible á la cu leb ra m o rd ién ­ dose la c o la, geroglífico con que los egipcios rep resen tab an la eternidad. Otros los h an com parado á la péndola de u n relox, q u e pasa siem p re de u n estremo á otro y vuelve en seg u id a al anterior. De este m o d o , se g ú n e llo s , la tiran ía trae siem pre consigo la r e p ú b lic a ; y vice v e r s a , el esceso de lib ertin ag e es el p recu rso r mas seg u ro del despotismo, q u e concluye con la oscilación, P ero yo creo q u e m ejor se p u d ieran co m p a ra r á la naturaleza m ism a:'porque asi como las estaciones se suceden por un círcu lo continuo, del q ue no p u ed en s a lir , y al finalizar el in v ie r n o , en vez de sentirse u n frió intenso y glacial que concluyese de paralizar n u es­ tra m á q u in a corporal se insinúa el fuego vivificador de la prim av era, que rean im a la naturaleza, asi en el m u n d o mo­ r a l la frialdad del indiferentism o an u n cia s e g u ra m e n te el fuego sag ra d o , el piadoso entusiasm o de la R eligió n Cató­ lica. Esto parece á p r im e r a vista u n a p arad o ja, pero yo lla­ mo en mi apoyo á la esperiencia, que es el a rg u m e n to mas convincente. Volved la vista á la E u ro p a, como ig u a lm e n te al nuevo m u n d o , y los vereis q u e , resucitando del letargo religioso y del indiferentism o en q u e yacian , luchan por todas p ar­ tes, desentendiéndose de los sistemas políticos y de sus b r i­ llantes teorías, q u e , desacreditadas y a , no sacian su i m a g i ­ nación , y buscando por todas partes la v e r d a d , solo hallan descanso y solaz en los principios eternos é infalibles del Catolicismo. M irad la F ran cia, q u e abdica sus errores y p ro ­ cu ra e n m e n d a r con su religiosidad las faltas pasadas y sus funestos desvarios, cual pecadora p e n ite n te , que se arro ja á los canceles de la Iglesia para re p a r a r con la publicidad de su enm ienda el escándalo de sus estravíos: m ira d la e r ig ir soberbios tem plos, y rivalizar con la an tig u a Grecia en la grandiosidad de sus P arlenones; vedla c o rre r en pos de u n sacerdote que se le presenta vestido con los hábitos de Guzrnan; ved á los sacerdotes seculares a b r ir en la Vendée las silenciosas bóvedas de las abadías de S. B e n it o , que tie­ nen menos piedras que recuerdos lite r a r io s ; ved finalm ente

romo envía sus hijos hasta las remotas playas de Ja Occanía, cual si quisiera llev ar las noticias de la verdad a u n á los puntos donde no lle g a ra el eco de sus errores. Desde Nueva York hasta C hile, desde las heladas l l a n u ­ ras de Stberia hasta las incultas sábanas que atraviesa el M isisipy, en I n g la t e r r a , en H olanda, en A rm e n ia, en A f r i­ ca, en el m u n d o to d o , el Catolicismo com prim ido vence, a r r o lla , triu n fa , y lleva escrito sobre su frente el misterioso lema: Post f a i a resurgo. S í, porque solo al Catolicismo es dado r e g e n e r a r las nacion es; porque solo él p u ed e , por u n decreto espe­ cial de la P rovidencia en favor suyo , alte ra r Jas órdenes in prescriptibles de la naturaleza , siendo Ja única cosa que goza en la tie rra de la du ració n continua é in term in ab le de la eternidad , viendo c o rre r y pasar ante sus ojos los suce­ sos su b lu n ares que l l e g a n , pasan y se d is ip a n , quedando él in m ó v il ; porque está escrito q u e las puertas del infierno se­ r á n im potentes contra Ja Iglesia , y q u e sus esfuerzos se es­ tre llarán contra e lla , como se estrella la furia del m ar con­ tra la roca que combate en vano. Y esta d u ració n , y esta al­ teración co n tin u ad a d é l a s leyes del m u n d o m o r a l , es u n m ila g ro continuo q u e hace en su favor quien se lo concedió y pudo concedérselo: el m ism o q u e condenó á las naciones q u e por sus in iq u id ad es abandonasen aquel sistema fijo y s e g u r o , á r e c o rre r presurosas y desacordadas Ja ca rrera del m a l , á pasar del Catolicismo á ía h ereg ía , de la h e r e g ía á Ja in cred u lid ad , de la in c red u lid ad al indiferentism o , y al lle g a r á este disolverse sin r e m e d io , ó volver á la creencia de sus padres despues de haber satisfecho la cólera celeste. ¿ Y será por v en tura Ja E s p a ñ a , nuestra católica Espa< ña , la q ue q u ie ra salir de su recinto y reco rrer el periodo del m a l , arro stra r su terrib le in flu e n c ia , y m a rc h a r en busca de una felicidad q u im érica q u e , sem ejante á las ap a­ riciones fantásticas, se disipará entre sus manos al tiempo mis­ mo de abrazarla ? ISo fu era m ejor hacer por el co n tra­ rio que los verdaderos españoles de consuno trab ajen todos para red u cir por caminos razonables á los pocos hijos des­ carriados, y volverlos al g re m io de la v erdadera Iglesia, li­ brándolos del indiferentism o religioso e n que intentan

p recipitarlos aquellos q u e incitan á los fieles á la h e r e ­ g í a , cuyo solo no m b re horroriza á todo b u e n esp añ o l? ¿ P e ro q u ié n no se llen ará de in dign ació n al escu­ ch ar las insólenles palabras q ue desde G i b r a l t a r , desde esa pena de infanda m em o ria para E s p a ñ a , lanza el protestante Rule contra el clero español y católico, y contra n u estra u n id a d de culto ? ¿ P u e d e darse m ay o r n ecedad que decir; wq u e su intolerancia cs’. á en p u g n a con las m ejores ins­ tituciones políticas ?” P e rm íta se en h o rab u e n a la libertad de cultos en donde esten in tro d u c id o s, y u n a tolerancia p ru d en te en los térm inos que la ad m ite el m inistro francés en la tercera p arle de esta traducción ; pero ad m itir la li­ bertad de cultos donde no e x is te , ¿ cómo p ro b ará el m inis­ tro protestante q u e es contra n in g u n a b u en a institución? Esto sería lo m ismo q u e decir á u n p ad re de f a m i l i a : tus hijos están discordes sobre el go b ie rn o de la casa , pero con­ vienen respecto á sus opiniones religio sas; por tanto es p r e ­ ciso que perm itas inocularles otras estrañas , para que haya otro nuevo m an an tial de discordias en tu familia. ¿ H a b r á a lg u n o que acepte esta proposicion ? ¿ Y desde cuándo preconizan esa tolerancia los ministros p ro testan te s? ¿ P o r q u é no h ab lab an ese m is m o 'le n g u a g e á principios de este s i g l o , cuando aú n estaban en su v ig o r las execrables leyes de proscripción contra los católicos (le ­ yes que se citan como m onum entos de la mas h o rre n d a ti­ ra n ía ), cuando los católicos irlandeses g e m ia n en la m as h o r­ ren d a esclavitud, y en sus famélicos trasportes en v idiab an la su erte de los perros de sus L ores ? ¿H a olvidado acaso Rule q u e el ensanche q u e gozan en el dia estos in fe lic e s , lo ha concedido el gobierno á d u ras penas y contra su v o lu n ­ tad , aterrado p o r las en érg icas y am enazadoras espresiones y la im ponente actitud del rey de los mendigos P ( Oconnell.) A h o ra q u e la universidad de O xford , la p rim era u n iv er­ sidad del p ro testan tism o , lucha con sus an tig u as creencias, abdica sus erro re s, y acoge con entusiasm o las prácticas con­ soladoras del C ato licism o , ¿ s e querrá, desalojar á éste de nuestras cátedras, erigid as y dotadas casi todas con las r e n ­ tas del clero católico? ¿'Q uerrem os d ar una p r u e b a roas para confirm ar los sarcasmos de los estrangeros al decir q u e v a ­

mos atrasados en medio s ig lo , y q u e cu al m íseros m endigos acogemos las prácticas y opiniones q u e ellos d e se ch an ? V u e lv e en ti, España , despierta por fin de tan prolon­ gado l e t a r g o , y ren u ev a los dias felices que te dieron los Alfonsos y F e rn a n d o s, los G uzm anes y los Córdobas, los A lbas y los Bazanes. R ec u erd a lo que fuiste y lo q u e eres; r ecu e rd a aq u e l b rillo magestuoso con q u e orlabas tu frente en los dias de tu gloria y poderío. ¿ Q ué has hecho de la fe, q u e te daba he'roes en vez de hijos, y triunfos en lu g a r de com bates? ¿ Q u é has hecho de la fe, q u e te conducía al través de los m ares cuando un puñado de alm ogávares hacían te m b lar á todo el Asia, y los soldados de Cortés derrocaban el im perio de M otezum a ? ¿‘No fue el Catolicismo el que condu­ jo tus campeones á las orillas dei D arro, y trem oló la cruz al par del león sobre los m uros de la AlHambra? P erdida aq u ella b rillan te aureola , tus hijos se hallan degradados: valientes contra sí m ism o s, divididos en pueriles discordias, ocupando u n lu g a r ignob le á la faz de las nacion es, v endi­ dos á estrañas in fluen cias, p o ste rg ad o s, ab atid o s, d e g e n e ­ rados, se arrastran en el polvo, y cual planta parásita vegetan ag arrá n d o se á c u a lq u ie r ram a q u e les ofrece apoyo. ■Libertad se g rita á todas h o r a s ; libertad repite el eco por todos los án g u lo s de España; y ¿q u é ? ¿ D e b e a c a so Es­ paña su libertad á las doctrinas de la reform a ? ¡ A h ! ¿ Q ué re lig ió n profesaban nuestros p adres cuando conquistaron la libertad física que les a rra n c a ra el im pío sarraceno? ¿Q ué relig ió n fue la q u e condujo la España al com bate cuando el ambicioso Corso trató de u n c irla al carro de su triunfo? Pero,... ¿* no fue en todos tiempos la R e lig ió n Católica la que im b u yó á los españoles en el respeto á las leyes y a m o r al orden , q u e son las v erdaderas garantías de la libertad m o ­ r a l ? ¿ Q u é socorros ha debido la España á los hijos de laco/ifesion de Ausburgo? ¿Qué hacían sus sectarios m ientras los tercios de Castilla afianzaban en Lepanto la independencia de E u ro p a ? Y ah o ra, que ¡os protestantes de buen a fe buscan los m e­ dios de e n tra r en u n a transacción amistosa (si es que cabe) con la S anta Sede , y cuando algunos de ellos publican en ob­ sequio suyo escritos con que se ho n raría la p lu m a de u a

b u e n católico, ¿ q u e r r á la España divorciarse d e la un id ad re* ligiosa en q u e sie m p r e h a v iv id o , y d a r u n escándalo á la E uro p a católica y al m u n d o todo? A h ora q u e los hom bres mas sensatos de aquellas sectas, abdicando sus ideas desorganiza­ doras, tr ib u ta n el debido h o m en age á las m áx im as conser­ vadoras del Catolicism o, y espantados del egoismo v erg o n ­ zoso q u e domina á sus p ro sélito s, vuelven la vista á las v e r ­ dades católicas , consoladoras á la par q ue celestiales, ¿ q u e r ­ remos , pues, desarrollar en tre nosotros ese espíritu de m ezquino intere's q u e , abusando de la palabra economía con q u e trata de en cu b rirse , corroe las entrañas de los p rotes­ tantes y se rebela hasta en sus acciones esteriores ? T iem p o es ya de que dejemos de ser el rid ícu lo de los estrangeros y el ju g u e te de sus arte rías y caprichos : ele­ vémonos sobre la posicion h u m illan te en que nos hallam os colocados; renovemos aquellos dias en q u e nuestros padres eran verdaderos católicos á la p ar q u e buenos españo­ les : volvamos á sus costum bres y creencias si querem os volver á sus glorias y sus t r iu n f o s ; y convenzámonos por fin de q ue no hay lib ertad sin o r d e n , ni orden sin m o ra ­ lidad , y q u e la España p e rd erá todas tres cosas en el mo­ m ento en que pierda la un id ad r e lig io s a , representada en ella por la R eligió n C ató lic a, A p ostólica, R om ana,

Related Documents


More Documents from ""

January 2021 0
January 2021 0
January 2021 0
January 2021 0
January 2021 0